pasolini - Filmoteca de Catalunya

Anuncio
Entrevista a Xavier Juncosa sobre la película “Pasolini,
un viaggio in Italia”.
“Los poderes fácticos italianos de los años de plomo
tuvieron un gran interés en que desapareciera del mapa
una figura tan incómoda; tan lúcida y,
consecuentemente, tan incómoda.”
Salvador López Arnal
Cineasta, historiador, ensayista, novelista, traductor Xavier Juncosa ha
sido director, creador y guionista de más de cien documentales. Entre
ellos, los dedicados a la vida y obra de Manuel Sacristán: “Integral
Sacristán” (El Viejo Topo, Barcelona, 2007).
PASOLINI
el cinema de poesia
“Pasolini, un viaggio in Italia” se proyecta este próximo viernes 18 de junio en la Filmoteca de
Catalunya, en el ciclo que dedica a Pier Paolo Pasolini, en paralelo con la exposición “Pasolini­Roma” del
CCCB. Me gustaría felicitarte –moltes felicitats, estimat Xavier!­ y preguntarte a continuación por tu
película.
¿De qué año es? ¿Con qué medios la realizaste? ¿Qué amigos o amigas te ayudaron?
La película la hicimos con Núria, mi compañera, entre el 1 y el 10 de septiembre de 1998. Eran
sus vacaciones. Dudábamos entre ir a Irlanda o viajar en coche por la mitad norte de la Italia
peninsular; es decir, de Roma a los Alpes. Le dije que si íbamos a Italia yo aprovecharía para rodar un
documental sobre Pier Paolo Pasolini. Núria, que sabía que quería hacer ese documental desde hacía
algunos años, escogió Italia.
¡Ay Núria! ¡Qué generosa que es!
Lo es, lo es. En 1998 habían aparecido las primeras cámaras digitales que ofrecían una calidad
de imagen bastante profesional; fui a una empresa de alquiler de equipos audiovisuales de unos amigos
y me aconsejaron una Panasonic. Al llegar a casa la tarde­noche de la víspera de nuestra partida, le di
la mala noticia a Núria: ella tendría que ser la operadora de cámara de mi película sobre Pasolini… Pero
ella, que es una mujer muy inteligente, aprendió en pocos minutos el funcionamiento básico de la
cámara y, sobre todo, el tipo de composición que yo quería para esa película, en formato panorámico
16/9. Años atrás me había percatado en una pequeña fiesta familiar que Núria era capaz de aguantar la
cámara, sin ningún movimiento, durante bastantes minutos: ideal para hacer largas entrevistas sin
trípode, pensé. Te cuento todo esto para que veas que, de entrada, el presupuesto era cero, la
operadora era una doctora en farmacia y, para colmo, no había ni guión ni nada parecido.
¡Pues mejor imposible!
La única pregunta que nos guiaba era saber qué quedaba de Pasolini a los 23 años de su
asesinato. Y muchas lecturas, claro. Diría que lo más importante, lo más caro, era que yo quería hacer
una película sobre Pasolini desde hacía mucho tiempo. Empezar una película es como, para un niño lleno
de curiosidad, empezar una libreta nueva: todo está por hacer y todo está por escribir. En ése viaje a
Italia, pues, lo más importante era llevar las baterías muy cargadas, la mirada muy atenta y, claro,
recordar bien todas las largas lecturas de Pasolini.
¿Y de dónde viene tu interés por Pasolini? ¿Por ser un autor poliédrico como a ti te gusta
decir en ocasiones?
Si tuviera que dar los nombres de los intelectuales del siglo XX que sus lecturas más me han
marcado, el nombre de Pier Paolo Pasolini estaría al lado de los nombres de Walter Benjamin, Albert
Camus, Emil Cioran, Gilles Deleuze o Guy Débord. Quizás habría algunos más –como Zweig, Virilio,
Pavese, Dürrenmatt o Canetti­, pero Pasolini siempre está en ése trío de cabeza, en mi opinión lúcido
como pocos, que forman Benjamin, Camus y Pasolini. Si los observamos atentamente nos damos cuenta
que fueron tres autores que se revelaron con lucidez: El hombre rebelde, El mito de Sísifo, Empirismo
herético, Escritos corsarios, Cartas luteranas, El cine en forma de poesía, El París del Segundo Imperio,
Tesis de la Filosofía de la Historia, Pasajes o Calle de dirección única, entre otros, son libros que
marcaron un antes y un después en mi vida como persona y como lector. Además, a muchos de ellos he
tenido el privilegio de leerlos en sus versiones originales porque he vivido y trabajado durante varios
años en las ciudades, en los espacios y en los ambientes que generaron todo ese pensamiento cívico y
urbano: Berlín, París y Roma; ciudades a las que quiero tanto o más que a mi propia ciudad natal,
Barcelona. Ciudades y sus gentes de la cultura, además, que me han tratado con mucha más
generosidad e interés por mi filmografía que la mía propia.
Una injusticia que es necesario destacar críticamente. Lo hago yo aquí.
Cineasta, escritor, poeta, activista social,… ¿qué te interesa más de su obra?
Paradójicamente, no es el cineasta el perfil que más me interesa de Pasolini. Puede parecer
sorprendente que un cineasta haga esa afirmación, pero es la verdad; probablemente, esta no­elección
de su cinematografía esté motivada porque soy un cineasta muy atípico y muy marginal. Marginal en el
sentido que estoy al margen de la industria y de la cultura de la subvención, a veces algo perversa. El
Pasolini cineasta no me interesa demasiado; acaso, sólo me interesa de su filmografía el primer
Pasolini: el de Accatone, Mamma Roma en la ficción y el de Comizi d’amore y Sopraluogui in Palestina,
dos documentales maravillosos y muy avanzados a su tiempo. Por lo tanto, el Pasolini que más me
interesa es el filólogo que se interesa por el origen de nuestras tradiciones históricas y el intelectual
comprometido: el ciudadano que vive en una sociedad que comienza a estar anestesiada por el
consumismo del capitalismo y, mucho antes que el resto, se da cuenta de los peligros que conlleva y
nos avisa con muchísima lucidez. En eso Pasolini se avanzó muchísimo a su tiempo. Leer en 2013 a
Pasolini es una excelente vacuna para la crisis sistémica en la que, a mi entender, nos hallamos
inmersos. En el fondo, si leemos con atención sus libros de ensayo, nos daremos cuenta que el político
y el filólogo convergen ante el hundimiento de una cultura milenaria a manos del consumismo; que es
la gran herramienta del capitalismo de los últimos cincuenta años.
Nos explicas brevemente la trama del documental. ¿Desde qué perspectiva te aproximaste a
la obra y vida de Pasolini?
Yo viví diversas temporadas largas en Italia entre 1990 y 1991. Había ganado dos becas –una de
la CE y otra de la Generalitat­ para desarrollar un estudio muy novedoso en su momento sobre la
prospectiva de la Televisión de Alta Definición (todavía analógica) y su convergencia con el cine del
futuro. Como así ha sido. Italia y Japón eran los dos países que más investigaban en TVAD en ese
momento y pasé mucho tiempo en las dos televisiones públicas –la RAI, en Roma y Turín y la NHK, en
Tokyo­ estudiando los cambios –de forma y de fondo­ que provocaría en el espectador la futura TVAD.
Cuando estuve en Roma, por la mañana iba a la RAI de la via Mazzini y, por las tardes, iba a las
hemerotecas a leer los artículos que se cruzaban, cada día, Moravia y Pasolini.
Una o dos tardes a la semana también iba al Fondo Pasolini de la piazza Cavour donde conocí a Laura
Betti, su presidenta, que –pese a su carácter a veces difícil­ me dejaba pasar largas horas leyendo todo
tipo de documentos. Su secretario de esos años, Giuseppe Iafrate, fue de gran ayuda para introducirme
en el mundo más personal de Pasolini; a su generosidad conmigo le debo la suerte de haber abierto
muchas carpetas y fichas manuscritas del propio Pasolini. Ahí nace el largo artículo que, años más
tarde, escribí en El País sobre las afinidades electivas entre Pasolini y la poesía catalana de 1947. Esas
tardes de lectura y estudio en Roma fueron, literalmente, maravillosas. Entre 1965 y 1975,
aproximadamente, Moravia y Pasolini cenaban cada noche juntos –casi sin excepción­ con algunos
amigos íntimos como Dacia Maraini –la compañera de Moravia después de Elsa Morante y antes de
Carmen Llera­ y Fabio Mauri, uno de los grandes amigos de Pasolini durante toda su vida. Al día
siguiente se contestaban a través de los periódicos y, en muchas ocasiones, continuaban los debates de
la cena anterior. Hubo muchos italianos que, en esos años, compraban esos periódicos con el único
interés de leer sus columnas cruzadas. Al encontrarme tan cerca de todo este material –otoño de 1990­
quise hacer un documental sobre esa fértil relación. Desafortunadamente, la digitalización todavía no
había llegado a la industria audiovisual y para hacer una película dependías de la financiación de una
productora y/o una televisión para llevarla a cabo. Y, en ése momento, ni TV3 ni TVE quisieron
participar en mi proyecto: ¿a quien interesa Pasolini?, me preguntaban… Durante este tiempo en la RAI
pude ver el enorme tesoro que se escondía en sus archivos fílmicos: Pasolini, polémico y perseguido por
la Democracia Cristiana, había sido entrevistado en muchas ocasiones por la RAI; no siempre con las
mejores intenciones. Por lo tanto, me dije, cuando pueda hacer una película sobre Pasolini, debo tener
muy presente todas esas imágenes, todas esas largas entrevistas en directo, para incluirlas en mi
documental. Desafortunadamente, al no encontrar ninguna televisión pública interesada en hacer un
documental sobre Pasolini, tuve que olvidarme de utilizar esas valiosísimas imágenes de archivo (y
carísimas: unas 100.000 pesetas/minuto de la época) porque ese precio era impagable para mí. Entre
1993 y 1997 estuve buscando, en Barcelona y en el extranjero, financiación para esa película. Sin
suerte. Finalmente, en 1998, con la aparición de las primeras cámaras digitales, me decidí a hacer mi
soñada película sobre Pasolini sin presupuesto, planteándola como un viaje o itinerario por los espacios
más pasolinianos de Italia y sin poder comprar ni un solo segundo de imágenes de archivo. Y así fue. A
la falta de dinero hay que contraponer siempre la audacia y la creatividad del creador.
Efectivamente: audacia y creatividad versus dinero. Y el resultado en tu caso mejor que
perfecto.
Aparecen en la película diversos amigos íntimos del autor italiano –has hablado de una de
ellas­ que ya no están entre nosotros: Laura Betti, Attilio Bertolucci, Silvana Mauri, Fabio
Mauri, Giuseppe Zigaina,… ¿Cómo conseguiste que participaran? ¿Eran amigos tuyos? ¿Qué
intervención destacarías?
Nuestra única idea inicial era visitar cinco ciudades italianas en las que, en algún momento de su
vida, Pasolini había tenido una relación especial con ellas: Bolonia, el Friul (Casarsa Della Delicia, el
pueblo natal de su madre, Susana Colussi), Venecia, Milán y Roma. Al final, también visitamos Salò,
como metáfora de la fase final del fascismo de Mussolini y, asimismo, de la huída hacia delante vital en
la que se encontraba Pasolini en el bienio 1974­1975. En cada una de esas seis ciudades, intentaríamos
escarbar la patina externa de la ciudad para saber qué quedaba de Pasolini después de 23 años. Para
ello, entrevistábamos a gente de la calle y a algunos de sus íntimos amigos que todavía vivían en esas
ciudades; de esa descomunal pero riquísima colisión –la gente de la calle sabía muy poco o nada de
Pasolini­ nace, en mi opinión, la fuerza y la potencia de la película. Metodológicamente hablando, lo
primero que hicimos al llegar a Italia fue llamar –desde una cabina telefónica, claro­ al Fondo Pasolini
de Roma, hablar con Laura Betti, recordarle quien era, plantearle mi película y pedirle los teléfonos de
diez de sus amigos: Nico Naldini, Enzo Siciliano, Giuseppe Zigaina, Dacia Maraini, Attilio Bertolucci,
Bernardo Bertolucci, Silvana Mauri, Fabio Mauri, Sergio Citti y Ninetto Davoli.
¡Nada menos…!
Ellos –más Laura Betti, claro­ eran los escogidos. De entrada, tuvimos dos problemas: Laura no
tenía todos los teléfonos que yo le pedía y, además, al ser la primera semana de septiembre algunos de
ellos estaban de vacaciones. Peccato! Naldini –su primo hermano y biógrafo más fiable­ estaba en
Túnez (¡no sé si con Bettino Craxi!)…
¡Menuda compañía!
Citti y Siciliano estaban fuera de Roma, una pena, porque hubieran sido dos entrevistas muy
importantes; i…, Ninetto Davoli, su antiguo amante y actor fetiche, del que Laura me dio su número de
teléfono, no me atreví a llamarlo por la sencilla razón que no quería hurgar en la herida que debió
comportar su muerte. Antes que cineasta siempre he sido una persona; por eso me considero un
amateur: nunca podría ir a filmar una guerra porque, o bien dejaría la cámara para ayudar a la gente
necesitada, o bien cogería el fusil para defender a los débiles con razón. Del resto, Laura Betti
solamente me dio tres números de teléfono (Atilio Bertolucci, Giuseppe Zigaina y Fabio Mauri), pero al
entrevistarles, uno u otro nos daban los números que nos faltaban. Hacer un documental es eso: tirar
del hilo y dejarte llevar por la corriente. Sólo se necesita tener una idea clara, un punto de vista,
muchas ganas de hacerlo y, claro, una base teórica sobre el tema o el personaje para que todos los
entrevistados –me refiero a sus íntimos amigos en este caso­ se encuentren cómodos en la entrevista.
Prueba de ello es que con todos ellos, sin excepción, he continuando manteniendo una excelente
relación e, incluso, cuando han visitado París o Barcelona, me han telefoneado y hemos comido o
paseado juntos hablando de Pier Paolo Pasolini o de lo que sea. Desafortunadamente, en los últimos
años muchos de ellos, coetáneos de Pasolini, han muerto.
Un asunto que fue y sigue siendo controvertido es el fallecimiento de Pasolini. Hablas de ello
en tu película. ¿Qué puedes decirnos sobre ello? ¿Hay más conjeturas, más hipótesis sobre el
tema?
Lo más interesante de mi película es que cada uno de sus amigos plantea una hipótesis distinta
de su asesinato distinta. Es sorprendente, inaudito. Pero es precisamente esa excepcionalidad la que
nos ayuda a comprender el gran interés de los poderes fácticos italianos de los años de plomo para que
desapareciera del mapa una figura tan incómoda; tan lúcida y, consecuentemente, tan incómoda: la
burguesía conservadora, la Democracia Cristiana y la Iglesia. Pino Pelosi, su asesino, que hace muchos
años que ya está en libertad, sólo fue una tapadera, una especie de Oswald italiano; pero con la suerte
de que no le mataran antes de declarar… Entre sus amigos más íntimos, podríamos agrupar los motivos
de su asesinato en tres grandes bloques: una muerte entre homosexuales (sorprendentemente
planteada por Bertolucci, padre e hijo), una muerte política más o menos inducida (Fabio Mauri, Silvana
Mauri y Dacia Maraini) y, finalmente, una muerte preparada por el propio Pasolini (Giuseppe Zigaina).
¿Con cuál te quedas tú?
Aunque yo me quedo con la segunda –y sobre todo con la hipótesis de la escritora Dacia Maraini­
, esta última hipótesis de Zigaina no es para nada descabellada: quien lea su libro testimonio, Petróleo,
que Pasolini no terminó, se dará cuenta que su asesinato se llevó a cabo, casi exactamente, como lo
describe en Petróleo… Es, cuando menos, sorprendente. Zigaina, un artista plástico de primer nivel en
Italia, ha dedicado algunos libros maravillosos a desarrollar esa hipótesis, aparentemente tan extrema.
Su libro Pasolini e la morte es, sencillamente, revelador; como también lo son Trilogía Della morte de
Pier Paolo Pasolini o Un giallo puramente intellettuale.
¿Qué opinión te merece Pasolini como guionista? ¿Qué película destacarías en este ámbito?
Hay dos guionistas en Pasolini: el guionista “alimenticio” que trabaja contratado por otro director
o productor (sus primeros trabajos en Roma entre 1955 y 1960) y el guionista de sus propias películas.
En el primero, encontramos poco rastro del Pasolini que todos conocemos. Solo añadiré una curiosidad
cinéfila: en 1955 (aunque hay bibliografía que cita el 1956) Pasolini participó en el guión de El
prisionero de la montaña, película dirigida por Luis Trenker; Trenker fue el compañero de reparto de
todas las películas de montañismo que protagonizó Leni Riefenstahl bajo la dirección de Arnold Fanck en
la década de los años 20. Siempre he querido investigar sobre esa sorprendente relación, pero nunca
he conseguido ver esta curiosa película. ¿Hablarían de nazismo y fascismo en sus comidas de trabajo?
¿Hablarían del magnetismo de Leni Riefenstahl como mujer y como artista? ¿Hablarían de la autonomía
estética del arte que, pocos años después, delimitaría tan bien Susan Sontag en Contra la
interpretación…? No lo sabemos; o, por lo menos, yo no lo sé.
¿Y el segundo?
El segundo Pasolini guionista, el autor que trabaja para sus propias películas, es siempre un
guionista interesado en la pureza quasi filológica de la Historia. Probablemente, en lo que más destacó
Pasolini –y pocos tienen en cuenta­ es en su interés y su altísima cultura filológica. El profesor y filólogo
Francesco Ardolino me lo recordaba en una reciente conversación. En ese sentido Giuseppe Zigaina es
un muy fiel amigo de Pasolini (y un gran conocedor de la mitología y la filología que tanto alimentó a
Pasolini), porque cruza su muerte, trágica, violenta, con ese estudio filológico y antropológico del ser
humano que tanto interesó a Pasolini como estudioso de la cultura humana. Fue un placer escuchar una
tarde a Zigaina en su casa, emocionado, argumentando el paralelismo formal y conceptual que hay
entre la forma de hacer el pan de hace dos mil años –triturando y moliendo el grano con dos grandes
piedras­ y la forma como Pasolini fue asesinado: triturándole una y otra vez el pecho con la macchina;
es decir, con su Alfa Romeo… Todo eso está en Petróleo…
Dos grandes del cine italiano: Pasolini y Bertolucci. Eran amigos si no me equivoco. ¿Cómo se
conocieron? ¿Cuál fue su relación? ¿Se influyeron mutuamente?
La relación entre Pasolini y la familia Bertolucci vino condicionada por la poesía. Attilio, el padre
de Giuseppe y Bernardo Bertolucci, fue uno de los grandes poetas italianos de la segunda mitad del
siglo XX, junto a Montale, Ungaretti y Pavese; y Attilio conocía la poesía casarsiana de Pasolini y le
respetaba como a uno de los jóvenes poetas italianos más prometedores. Fue, en cierto modo, como el
introductor de Pasolini en el restringido mundo poético romano. Su Virgilio. De ahí a Moravia, Sciascia y
otros, fue un sólo paso. Cuando Pasolini llega a Roma en 1950 una de las primeras cosas que hace es ir
a visitar a Attilio Bertolucci, que vivía en la parte superior del Gianicolo, en el Trastevere, con toda
Roma a sus pies desde la ventana del salón principal. Tanto es así que, muy pronto, en cuanto la
economía se lo permite, Pasolini y su madre se trasladan a vivir al mismo edificio de los Bertolucci
porque había quedado un alquiler libre. Fue entonces cuando un joven Bernardo intima con Pier Paolo,
del que acaba siendo su primer ayudante de dirección en Accatone. Bertolucci cuenta anécdotas muy
interesantes y divertidas sobre esa relación en mi película que ahora nos alargarían mucho.
¡Mecachis, otro aliciente más para ir mañana a la Filmoteca!
En cuanto a tu pregunta sobre la posible influencia entre ambos…, yo diría que no. El cine de
Pasolini y el de Bertolucci no tienen nada que ver; y sus personalidades intelectuales todavía menos.
Bertolucci es, a mi entender, muy superficial en su cinematografía; aunque sus primeras películas sean
muy respetables: Partner, La estrategia de la araña, El conformista o Prima Della Rivoluzione. Quizás la
única película pasoliniana de Bertolucci sea la primera que dirigió, La Comare Secca, por la sencilla
razón que parte de un guión del propio Pasolini que, al final, él mismo renunció a dirigir. Creo que nada
más les une, al margen de una gran amistad derivada del padre, Atilio, muy importante en la vida de
Pasolini.
Has hablado antes de ello pero déjame insistir. De la obra fílmica de Pasolini, ¿qué
destacarías? ¿Cuáles son sus grandes películas en tu opinión?
En cierto modo, ya te he respondido muy al principio de esta entrevista. Como cineasta, a mi
solamente me interesa el primer Pasolini de ficción y, sobre todo, el Pasolini documentalista, donde,
más que cineasta, hace de antropólogo y de filólogo interesado en la etimología de la tradición histórica
mediterránea que tanto le interesó y que tan bien conocía. Ése es el gran Pasolini a mi entender.
Benjamin, Pasolini, Sacristán... Tres de los numerosos filósofos a los que te has aproximado
en tu filmografía. ¿Tienen algo en común?
Tienen en común que los tres son marxistas heterodoxos que han leído la sociedad que les ha
tocado vivir con una gran lucidez teórica y que, en consecuencia, han sabido poner en práctica con una
praxis política ligada al compromiso. Cuando hago una película sobre un personaje, la hago porque
quiero comprenderlo a fondo. Nunca he querido hacer biografías filmadas y, muchos menos, de
encargo; aunque hay la excepción de mi película sobre Antoni Gaudí para TV3 que terminó más que
mal, con el montaje y la sonorización completamente cambiados y yo, claro, obligado moralmente a
firmarla con pseudónimo…
Volviendo a tu pregunta, acaso me lanzo sin saber exactamente cómo será la película una vez
terminada; ni me importa. Como que no tengo ningún contrato que me ligue a nadie, a ningún final
preestablecido, el resultado es imprevisible; pero siempre es el resultado de un proceso discursivo, a
veces muy intenso, muy enriquecedor, entre el propio personaje y mi forma de entenderlo y
comprenderlo: mi mirada. Mi cine es así: comprometido conmigo mismo, con mis dudas y con mis
certezas. Por eso no puedo hacer encargos; porque no soy un profesional: soy un amateur del cine. Y,
siempre que he hecho este tipo de películas sobre un solo personaje, las he hecho para comprenderlos
mejor.
El caso de Sacristán es algo distinto porque llego a él –a su lectura, quiero decir­ más tarde que Pasolini
o Benjamin, que fueron autores para mí muy tempranos; leídos muy tempranamente. Sacristán fue
distinto. Interesado como estaba por la cultura de mi país –siempre dividida en dos ejes divergentes
pero apasionantes, el político y el identitario­ Sacristán cruzaba esos dos ejes como un tren a gran
velocidad; y, ese tren, poco a poco, fue fascinándome –con sus zonas claras y sus zonas oscuras­ hasta
encontrar la forma –¡y las compañías!­ necesarias para llevar a cabo ese fresco tan extraordinario y
extraño –extraño en el sentido de raro, de caro, de valioso­ en nuestro país, que es el “Integral
Sacristán”: 13 horas para intentar comprender mejor la cultura, la sociedad y la política catalana y
española en un período tan oscuro como el de 1945­1985. Sacristán cruza ese período con una lucidez
de difícil comparación; raras son las memorias más importantes de ese período –en España o en
Catalunya­ que no le citen; para bien o para mal. Desafortunadamente, Sacristán vive en un momento
muy maniqueo de la cultura política que lo cataloga y lo clasifica, a mi entender, en el archivo
equivocado. El tiempo, lo tengo por seguro, le pondrá en el lugar que merece. Sacristán, además,
padeció otro problema muy grave: fue expulsado de la universidad al no renovársele su contrato de
profesor y, consecuentemente, tuvo que traducir de forma ingente para sobrevivir. Hay, pues, en
Sacristán, una discontinuidad de su alumnado que dura más de diez años; una enorme injusticia fruto
de la dictadura franquista. Pese a todo ello, sus textos, sus prólogos, sus introducciones y sus
conferencias conservan una lucidez que, cuarenta años después, todavía brillan con luz propia.
También eso les une a los tres filósofos que me has citado: Benjamin, Pasolini y Sacristán vivieron en
tiempos muy oscuros a los que tuvieron que sobreponerse con la lucidez de un talento superdotado;
muy por encima de la media que les rodeaba. Le pese a quien le pese.
Hablábamos antes de la exposición del CCCB. ¿La has visto? ¿Nos la recomiendas?
No la he ido a ver, todavía. Espero tener la oportunidad de visitarla; aunque no estoy seguro si
podré o si, finalmente, me decidiré a visitarla. Si lo hago, quiero que sea una visita lenta y reposada. En
cualquier caso, todas las imágenes que hay en la exposición están libres y al alcance de cualquiera en el
youtube. Hay en ese canal virtual decenas de entrevistas a Pasolini impagables. Insisto: impagables.
Diría que si alguien se interesa de verdad, hoy en día, por Pier Paolo Pasolini, lo único que tiene que
hacer es leer sus libros –que se encuentran en las mejores bibliotecas universitarias de Barcelona o en
la BNC­ y, al mismo tiempo, escuchar a Pasolini, en directo, a través del canal youtube. Es fascinante
verlo y escucharlo. Viéndolo en mi ordenador, a menudo me sabe mal que intelectuales como Benjamin
o Sacristán no llegaran a tiempo a ser largamente entrevistados con una cámara de cine o de vídeo.
Pero no solo encontraremos a Pasolini en el youtube, también hay un montón de entrevistas de gente
tan interesante como Sartre, Camus, Heidegger, Arendt, Habermas, Adorno, Foucault, Russell o
Marcuse…, entre muchos otros. Y todos ellos, en nuestro ordenador, a un solo clic. Solamente hace falta
escoger bien la puerta de entrada: en vez de clicar los goles de Messi, cliquemos Heidegger en el
youtube… Y de paso recuperaremos nuestro oxidado alemán. Insisto: escuchar con atención grandes
conferencias y/o entrevistas en el canal youtube es uno de los pocos placeres gratuitos que nos quedan
en este planeta. Yo, por si un día el sistema los retira, que no me extrañaría, ya me los he bajado a casi
todos…
Yo a Heidegger no lo he bajado. ¿Sigue siendo un grande Pasolini o crees que exageramos
en su momento la valía e importancia de su obra?
Creo que esta pregunta está sobradamente contestada en mis anteriores respuestas. Creo que
Pasolini es muy actual, mucho; como también lo es Guy Débord. Hay, en mi opinión, una línea clara
que les une en torno a la sociedad del espectáculo en la que estamos metidos. Ellos dos fueron muy
lúcidos al darse cuenta de la ratonera en la que el consumo nos iba metiendo; y ahora no sabemos
salir. Es como aquel chiste de Woody Allen que inicia (o termina, no lo recuerdo bien) Annie Hall.
¿Qué chiste?:
­ Doctor, mi hermano cree que es una gallina.
­ No se preocupe. Que venga a mi consulta y le curaremos…
­ Verá…, el problema es que yo necesito sus huevos…
¡No lo recordaba! ¡Me lo copiaré!
Tanto Pasolini como Débord –por cierto, con dos finales trágicos­ nos avisaron hace más de
cuarenta años de todo lo que nos está pasando. No podemos ignorarlo.
Cambio un poco de tema. Se comenta en los corrillos de la ciudad, de la ciudad enrojecida,
que estás pensando hacer un documental sobre la vida y obra de Paco Fernández Buey. ¿Es
el caso? ¿Qué te interesa más de su obra?
Los corrillos de la ciudad a veces confunden la amistad y el deseo, con la realidad. Paco se
merece una película; de eso no hay ninguna duda. Parecería lógico que yo fuera uno de los candidatos
a realizarla. Pero hay un problema; un problema grave: mi relación con el cine está muy deteriorada y
cada vez me interesa menos. Quizás, ya no me interesa. No voy al cine más que una o dos veces al
año. Creo que la última película que vi en un cine de estreno fue la maravillosa El cavall de Torí, de Béla
Tarr.
Me la recomendaste pero no llegué a verla. Se me escapó por poco.
Solamente voy a la Filmoteca –gracias al pase de libre circulación que todavía dispongo­ a ver
dos tipos de películas: o rarezas intelectuales o clásicos que un día, muy lejano, hicieron que me
enamorara del cine. Ahora me interesan otras cosas muy alejadas del cine. Me pasa como a Pep
Guardiola en junio de 2012: que, dijo, tenía las baterías completamente vacías. Él, no obstante, ha
tenido más suerte que yo (de hecho, creo que siempre ha tenido más suerte que yo y muchísimo más
talento que yo; algo esencial en esta vida):
En eso, estimat Xavier, estoy totalmente en desacuerdo contigo. Ni punto o puntito de
comparación. ¡Por favor! ¡Se nota que los colores te ciegan! Y, además, Herr Pep publicita
Adidas o Nike… o entrena al Bayer, ¡al Bayer!. Tú nunca harías una cosa así.
Continúo, continúo. Unos señores del F.C. Bayern Munchen que saben mucho de su tema le han
llamado para que continúe haciendo lo mismo que hacía, disfrutar; la mejor forma de recargar las
baterías: empezar libreta nueva. A mi, por el momento, el cine no me ha hecho esta segunda llamada.
Y creo que nunca me la hará. Es una relación, a mi entender, casi terminada; extinguida. Pero…, como
que nunca estuvimos casados porque yo soy un amateur –y me gusta ser un amateur­, no hace falta
que nos divorciemos ni que lo hagamos público.
Por mi parte quiero añadir una cosa más: “No se pierdan el documental de Xavier Juncosa.
¡Vale la pena! ¡El viernes noche tiene una cita con la Filmoteca!”. ¿Quieres añadir algo más
por tu parte?
Sí. Quisiera terminar esta entrevista que me has hecho confesándote que, con Núria, todavía no
hemos ido a Irlanda…
Se impone entonces “Un viaggio a Irlanda” querido Xavier. ¿No te parece?
Salvador López Arnal és membre del Frente Cívico Somos Mayoría i del
CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat
Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
Rebelión ha publicat aquest article amb el permís dels autors mitjançant una
llicència de Creative Commons, respectant la seva llibertat per publicar­ho en
altres fonts.
Descargar