relato de navidad

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RELATO DE NAVIDAD
Como cada año, de estos 25 que han pasado desde nuestra primera cena, el día 24 de
diciembre nos reunimos a celebrar la noche en que compartimos nuestra amistad y
nuestras aficiones. Cada uno aporta algo que todos terminamos compartiendo de una u
otra manera. Y este año el cordero toca al horno. Mejor así porque a media tarde ya casi
queda preparado y se hace todo mucho más cómodo, sin apuros ni ajetreos de última
hora. Sentarse a cenar sin estrés prepara una buena digestión y se saborea cada detalle
mucho más intensamente.
Cortada la pierna de cordero en trozos granditos, frito cada uno con su majado una vez ha
reposado dos días en la nevera en maceración, a base de orégano, tomillo, ajo, sal, un
poco de vino blanco, y aceite. Así queda más tierna y con más sabor la carne. Una vez
todo frito lo pasamos a una fuente de horno y añadimos algo más del majado con vino
blanco y aceite. Lo dejamos así en el horno como tres cuartos de hora y al final le
añadimos las papas. Esta vez las compré pequeñas para arrugar. Las guisamos y las
apartamos. Diez minutos antes de terminar de asar la carne se las añadimos para que se
impregnen del sabor del asado.
Del vino se encarga Pedro. Rivera del Duero para la carne y los entremeses. Cava fresquito
para el aperitivo y la sobremesa. Seguro que conociéndolo aparece con alguna sorpresa
en forma de caviar o jamón ibérico. ¡Qué rico el paté que trajo el año pasado! Combinado
con un toque de manzana asada fue sencillamente exquisito.
María como siempre traerá alguna confitura casera. Siempre suele tener en su despensa,
hechas a fuego lento y envasadas al vacío con el método de sumergir el tarro de cristal en
agua hirviendo para que se conserve durante meses. Combinada con algún queso de la
cumbre asado al grill, resulta un plato delicioso.
La decoración, como cada año, corre a cargo de la Juana. Experta en manualidades, dos
meses antes de la cena ya está pensando en la ornamentación para crear un clima cálido
y acogedor. Cada año se supera y da nuevas muestras del gusto que tiene para decorar la
casa. Ya tiene el salón con sus velas, alguna teja decorada a la entrada de la casa para
recibir a los comensales y, por supuesto, toda la vajilla para la ocasión dispuesta en la
mesa del comedor. Copa de vino, de cava y de agua. Con la técnica del Decoupage
decora los platos donde turrones, polvorones y demás dulces navideños esperan a ser
degustados tras una opípara cena.
Ahora coloca en el centro de la mesa la sopera para la sopa de ajo que traerá Manuel,
según receta de su abuela. Nos limitaremos a saber de su elaboración lo que él mismo
dice: es un secreto de familia. En la península cada casa tiene su sopa de ajos. Por lo
tanto, esta es la sopa de ajos de la familia Rodríguez. Igual buscando en internet
encontramos algo, aunque lo dudo.
La compañera de Manuel es Sandra. Su familia por estas fechas les envía una caja con
productos de la huerta desde su finca en La Rioja. Con los espárragos trigueros y las setas
que traerá, tenemos pensado hacer un plato sencillo: Trigueros con setas a la plancha con
langostinos, que una navidad sin langostinos parece que no es navidad. La plancha estará
a punto para cuando lleguen los comensales. Tras lavar los trigueros los partimos uno a
uno con las manos. El punto por donde tenemos que partirlo lo da el propio espárrago.
Por donde se parta, ahí es. Cuando los tengamos preparados y lavados, sólo queda
ponerlos en la plancha caliente con sal gruesa y aceite. Con paciencia se irán asando para
que no queden duros y a media cocción podemos añadir las setas, con un poco de ajo
picado fino, sal y aceite. En un caldero aparte la Juana tendrá agua hirviendo con un poco
de sal donde luego introducirá los langostinos durante tres minutos. No más. Tras pasarlos
por agua fría para cortar la cocción, queden jugosos y se puedan pelar fácilmente, les
cortará la cabeza y los pelará. Todo esto se aderezará con una vinagreta a base de aceite
de oliva, vinagre de Jerez y sal.
Ya estamos los seis, y tras los saludos de bienvenida va dejando cada uno lo que trae
consigo, además de la comida una guitarra, una flauta y un pandero. Todo esto para la
otra parte importante de la noche: la sobremesa.
El primero en abrir la botella por supuesto es Pedro. Llena nuestras copas y nos va
contando alguna anécdota, de las que siempre le ocurre. No estudió historia yo digo que
porque la historia lo persigue continuamente. Siempre le ocurre lo más inverosímil.
Pues ya están los espárragos en la plancha y pronto les acompañarán las setas. ¡Qué lujo
tener materia prima de esta categoría! Hace cuatro días estaban en la tierra como si tal
cosa y ahora sin pasar por frigorífico alguno, apunto de subirse a nuestros platos. María
cortó el queso que ahora ponemos en dos platos a gratinar. ¡Desde que empiecen a
“sudar” a la mesa corriendo!
Al final la mesa siempre termina haciéndose pequeña. Tras la sopa de ajos, al jamón
ibérico se le sumó paleta, paté, caviar (sucedáneo, por supuesto) con su cebolleta picada
fina y mantequilla, y arenque ahumado con nata, que tuvimos que montar sobre la
marcha, y el queso gratinado con la confitura de higos y de naranja que trajo María. Sin
prisas y saboreando cada entremés plácidamente contando prácticamente los mismos
chistes de cada año, pero que sin embargo nos suenan diferente. El perrito en su manta
junto al árbol de navidad que por fin consiguió la Juana a su gusto, frondoso como ella
quería, era nuestro portal de belén particular.
Tras el cordero, y una copa de vino más para apurar las botellas que trajo Pedro, alguna
anécdota más de la mili. Prohibido esta noche hablar de política. La comida que sobra la
repartimos para el almuerzo de mañana. Realmente preparamos más comida de la cuenta
para que al día siguiente no tengamos que cocinar. La verdad es que apetece más vaguear
un rato o dar un pequeño paseo.
Pedro abre unas botellas de sidra alegrando más la noche y repartiendo felicidad que es lo
suyo. Damos buena cuenta de turrones, mazapanes, polvorones, sin olvidar los pasteles
de carne y de cabello, que por supuesto tenemos que trocear porque a estas alturas no es
posible comerse uno entero.
Llega el momento en que Sandra lee un relato que escribió para la ocasión. Nunca ha
dejado de hacerlo durante estos años. Es el momento de desarrollar la creatividad de cada
uno y amenizar la velada. Siempre hemos compartido nuestras aficiones y en esta noche
hacemos nuestra puesta en común, que preferimos a ver algún programa de la televisión.
El relato que narra le surgió a Sandra a partir de una noticia que leyó en el periódico sobre
una familia cuya hija pequeña aseguró haber visto a Papá Noel, cosa que describió con
todo lujo de detalles y que a más de uno hizo dudar de su no veracidad. Ojalá algún día
se anime a crear un blog y compartir esos relatos tan ocurrentes que escribe.
El momento mágico de la noche lo pone Manuel. Siempre aprendiendo trucos nuevos de
magia, nos sorprende cada año. Apagamos las luces y quedan ahora encendidas las velas
que adornó mi Juana. Sobre una mesilla comienza el espectáculo. Cuando parece que le
pillamos el secreto nos cambia la puesta en escena y vuelve a confundirnos. Nunca se
olvida las cartas, que de tanto manosearlas parecen un complemento más de su cuerpo.
Al barajarlas desafía una y otra vez la ley de la gravedad. Realmente sorprendente. Con
cuatro avalorios logra ilusionarnos a todos y creernos que realmente es mágico.
Ahora empieza la parte musical. María toca a la flauta travesera unas piezas de Bach y
Vivaldi. En cualquier época del año la música de Bach es increíble pero en momentos
como éste, tan entrañables, es especialmente conmovedor. Tocaba una transcripción de
ella misma de la Partita nº 2 en re menor para violín solo que con el silencio de la noche
inundaba todo el salón y sobrecogía nuestras almas. Son sensaciones que nunca se
olvidan pase el tiempo que pase. Era lo bueno de estos momentos, se establecía una
conexión entre todos que la ausencia de palabras hacía que fuera muy profunda. Este es
nuestro vicio: somos adictos a los sentimientos.
Tras reponernos de tanta emoción reacciona Pedro tomando la guitarra y tocando algunas
piezas del folklore latinoamericano. Ritmo y alegría salen de su instrumento de manera
que era muy fácil imaginar bailarines de aquellas tierras danzando a compases de 6 por 8,
3 por 4, y 5 por 8 mientras canta una cantante de carne y hueso, como de carne eran las
cuerdas primeras de su guitarra, pues las usaba de tripa, por el sonido más íntimo que
salían de ellas.
Tras su actuación, toco un repertorio de música española del Renacimiento y del Barroco:
Narváez, Luis Milán, Enrique Valderrábano, Gaspar Sanz... En algunas piezas La Juana me
acompañaba con el pandero como percusión, improvisando en algunos temas. Esta
música es tan grande que se presta a muchos tipos de versiones y de arreglos. A mí me
gusta interpretar los temas, por así decirlo, con sonido más puramente español, con más
garra, como si estuviera interpretando flamenco.
Antes de la puesta en escena de todos los instrumentos, Pedro y yo tocamos una suite de
Astor Piazzola en versión para dos guitarras.
Finalmente tocamos algunas versiones de villancicos por aquello de justificarnos con las
fechas en que nos encontramos. Todos a una sola voz y con alguna versión cambiando
alguna letra por aquello de personalizar y desdramatizar un poco el contenido. Hasta el
perro Pony se levanta de su sitio participando del apoteósico final de fiesta, algo
renqueante debido a su edad, pero siempre tan voluntarioso.
Para nosotros la navidad siempre fue eso: compartir una cena juntos, poniendo cada uno
nuestro granito de arena, dando rienda suelta a la gula en la intimidad. Expresar nuestros
sentimientos a nuestra manera y compartir emociones. Momentos íntimos para disfrutar
en estas fechas. Esta ha sido hasta ahora nuestra manera de vivir la navidad.
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