Balzac en El reverso de la Historia contempornea

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Balzac en El reverso de la Historia contemporánea.
Balzac: “El autor prepara como contrapeso y como oposición una obra donde se verá la
acción de la virtud, de la religión y de la beneficencia en el corazón de esta corrupción de
las capitales.” (Prefacio de Esplendores y miserias de las cortesanas, 1844)
Esta es la última novela de Balzac. Arranca con un hombre apoyado contra un parapeto,
mira el Sena y sus propias ilusiones, deshechas. Se llama Godefroid, y tiene alrededor de
treinta años. Es también la historia de gente que sobrevivió al vendaval de la historia.
Perdieron todo: reputación, familias, dinero, amores. Reconstruyen sus vidas desde la
desesperación. Se enfrentan a la sordidez, uno de los grandes temas de Balzac, llevado aquí
a la exasperación. Estamos en 1835. Desde la primera página se nos sugiere un misterio,
un reverso. Y Balzac siempre fue el novelista de ese reverso de la historia y de los
hombres. Balzac hereda del siglo XVIII esa visión del hombre como un ser en sociedad.
Pero la Sociedad es también ese lugar contaminado de conflictos, de sociedades secretas –
la de esta novela es una, La Orden de los Hermanos de la Consolación. En el prefacio a la
primera edición de Esplendores y miserias de las cortesanas, Balzac había justificado la
pertenencia de esta obra a las “Escenas de la vida parisina” como una obra que haría un
contrapeso a “las miserias terribles sobre las que descansa la civilización parisina.” Balzac
mismo nos sitúa en el núcleo de su última novela: “Cuando empezó las Escenas de la vida
parisina con Los Trece, el autor se prometía terminarlas exactamente con la misma idea, la
de la asociación, hecha en beneficio de la caridad, así como la otra fue en beneficio del
placer.” La caridad cristiana está en el centro del Reverso de la historia contemporánea.
Título al que Balzac llega finalmente en la conclusión de las “Escenas de la vida política”.
No es una novela histórica. Balzac no utiliza documentos como método de exploración.
Tampoco es un tratado de teología. Su única fuerza está en el lenguaje. Y en Balzac el
lenguaje es una fuerza que reclama narración. La poética balzaciana tiene la determinación
de la digresión. Por eso para él la novela llega siempre antes que la recolección de
documentos o el periodismo, para “sorprender el sentido oculto en este inmenso
ensamblaje de figuras, de pasiones y de acontecimientos.” Balzac es el escritor de los
grandes planteos y, a la vez, el de las mínimas observaciones. Posee en grado sumo el arte
de la digresión. Una cita del Reverso para introducir al misterio de los conflictos y
presentar al héroe de esta novela: “En esta esfera, Godefroid fue superado por el grosero
maquiavelismo de algunos o por la prodigalidad de otros, por la fortuna de los capitalistas
ambiciosos o por el espíritu de los redactores: luego fue arrastrado a las disipaciones a las
que dan lugar la vida literaria o política, las conductas de la crítica entre bastidores, y
hacia las distracciones necesarias para las inteligencias muy ocupadas. Frecuentó malas
compañías, pero le hicieron saber que tenía una cara insignificante, que uno de sus
hombros era sensiblemente más fuerte que el otro, sin que esta desigualdad quedara
redimida ni por la malicia, ni por la bondad de su espíritu. Los malos modos es el salario
con que los artistas son retribuidos cuando dicen la verdad.”
La verdad está tramada en la obra balzaciana como un tejido siempre inconcluso. Y es una
construcción novelesca. Por eso las novelas de Balzac no se pueden contar. En él no hay
amalgama de historia y vida cotidiana: hay relaciones. Y las relaciones exigen una escucha
de las particularidades. Siempre hay que “estudiar las razones” decía Balzac en 1842. Y en
Balzac el estudio de las razones no es ese mero realismo de los que creen llegar al
fundamento de las cosas, a una esencia. O a alguna definición. Es una construcción. Y la
construcción tiene un ritmo. Y Balzac, con su ritmo, se creó un mundo. Y con su
gramática tan controvertida. Como Saint-Simon con sus Memorias. Sólo que el
memorialista tiene que dejar que su obra se publique a título póstumo. Saint-Simon decía
que hay que estar loco para publicar en vida. El novelista, y sobre todo, el novelista Balzac,
recurre a otras argucias. Crear un mundo para atravesar la apariencia es su trabajo. Para
Balzac la realidad se presenta en forma de sociedad secreta. Y tiene que ser descifrada. La
sociedad secreta es uno de los temas mayores de esta novela. Después, y formando una
trinidad móvil, la caridad y el perdón. Bernard Pingaud tiene una fórmula perfecta: “La
mitología balzaciana, directamente heredada de la novela negra, quiere que la fuerza reine
por el misterio y que todo verdadero poder esté oculto.” Esta clave rige toda la obra de
Balzac y, en especial, su última novela. El reverso de la historia es siempre una capa de
pliegues. Y es pliegue sobre pliegue como se avanza. La Sociedad es siempre una Sociedad
secreta con poderes ocultos ligados y conspirando – Balzac había fundado una sociedad
secreta llamada el Caballo Rojo, “suerte de conspiración literaria destinada a celebrar los
méritos de sus miembros”( Bernard Pingaud). En El reverso de la historia contemporánea
otra vez nos encontramos con el grupo oculto, clandestino, esos conjurados que obedecen a
una heroína balzaciana, la señora de la Chanterie, que, a su vez, viene del fondo de la
historia, que fue víctima de otras conspiraciones, de otras tramas. Una sobreviviente
alrededor de la cual se juntan otras víctimas de la sordidez del mundo. Estos conjurados
viven y se reúnen y responden a una mujer. La vida contemporánea los empujó, los
dispersó, los arruinó y ahora se encontraron en una sociedad secreta, viven en “un mundo
aparte en el mundo”, y enfrentan esa vida contemporánea inevitable con la virtud. Trabajan
para aliviar las miserias del mundo. Viven una “vida modesta y sin exigencias”. Afuera
está “la industria de la desesperación” y “los sufrimientos de un alma sin brújula”, más aún,
las víctimas “de eso que las ovejas de Panurgo llaman el Progreso”. Así, con mayúscula.
De ese Progreso fueron víctima la señora de la Chanterie y sus conjurados. En el Balzac del
Reverso, la vida contemporánea -la única que tenemos, insiste Balzac a través de toda la
novela- es sórdida. Deja víctimas que pasan a ser restos a la deriva. A la espera de alivio,
de caridad. La caridad, como sus opuestos, la avaricia y el egoísmo, llega en forma de
Sociedad secreta: aquí se trata de La Orden de los Hermanos de la Consolación. Que la
señora de la Chanterie conduce con dulzura y mano firme. Y como dice Jacques Lacan “a
propósito de algunas escenas llamadas “de la vida contemporánea” donde algunas mujeres
desempeñan en efecto un papel absolutamente eminente, puesto que son ellas las que se
arrogan una especie de vía de amaestramiento – tal vez es la palabra que más conviene.
Ellas se encargan de un cierto número de ruinas, con el propósito de mostrar eso que con lo
que hace falta, es decir el dinero, se puede hacer con estas ruinas.” Y acá, en este Reverso,
efectivamente, las mujeres, en cada una de las escenas, se arrogan la misión de aliviar, de
cumplir con la caridad, con la única caridad que existe para la señora de la Chanterie, la
cristiana, también única fuerza frente al devastador Progreso. La religión católica tiene un
lugar privilegiado en esta última novela de Balzac, él mismo se lo dice en una carta a la
señora Hanska, su amante: “Políticamente soy de la religión católica… Ante Dios, soy de
la religión de San Juan, de la iglesia mística, la única que logró conservar la verdadera
doctrina.” Ellas, las mujeres, son las lectoras de este reverso de las escenas de la vida
contemporánea. Si “La acción secreta, cito otra vez a Bernard Pingaud, es el tema del
Reverso de la historia contemporánea.”, el desciframiento y la lectura, por la escritura, son
el modo de acceder a este reverso que apenas se ve por las hilachas de la tela. El Reverso
de la historia contemporánea es cronológicamente la última novela de Balzac, relato con
acentos a la Joseph de Maistre, y una manera de abrirnos a una obra que siempre nos trae
todo la carga de futuro que tiene el pasado. Balzac es el inventor de un mundo. Esta última
novela, intensa de rememoración, cuya acción empieza en 1835, lee el porvenir de la
historia. De la que está ocurriendo. Siempre necesitaremos a Balzac para leer la sordidez,
los conflictos sociales y políticos, la imagen de un cadalso, las pasiones del melodrama
amoroso. El Reverso de la historia contemporánea es gran novela balzaciana. Balzac que
fue acusado por un crítico contemporáneo suyo de “imaginación delirante”, demuestra que
tiene más capacidad por la vía de la novela digresiva para el “estudio de las razones” y el
desciframiento de las ilusiones que los manuales de vulgarización filosófica. El Reverso
nos enseña a leer lo que no queremos leer. Todo lo que no queremos saber. Para Balzac el
origen de los complots se pierde en las tramas complicadas de las ilusiones y de los
conflictos. Por eso el Reverso, la novela desconocida de Balzac, nos enseña que el origen
de esos complots carece de importancia. En el Reverso se estudia su funcionamiento. En
Balzac no hay amalgamas, o esencias, tampoco verdades definitivas, hay ese
funcionamiento del poder y de las pasiones que tratan siempre de mantener en secreto el
reverso y el revés de todas las historias. Esta novela tiene también, de fondo, el ruido de la
Revolución francesa. Pasiones y venganzas. Y, más adelante, el lector verá, la venganza de
los ángeles. El escenario de esta novela situado en 1835, época de convulsiones sociales en
Francia, son las calles de París, el petit hotel de la señora de la Chanterie, la catedral de
Notre-Dame, la provincia, la pobreza y los sujetos arrastrados por los vendavales de la
historia. Balzac nos lleva por todos esos pliegues como la estrella que guía al pastor. Hay
que abandonarse. Y tener ganas de saber. Dejar de lado los lugares comunes y los tópicos
acerca del realismo balzaciano. Los límites estrechos del realismo tienen secuestrado a
Balzac. Hay que apartarse un poco del mundo. Y para Balzac, el mundo aparte, que es el
mundo de la posibilidad de caridad y consuelo, es también el mundo del escritor. Y de los
lectores. Sólo y aparte, el escritor puede leer cualquier reverso. Escribirlo. Balzac no era
únicamente un conocedor de los procesos históricos, como quiere la estrecha visión
historicista, era un connaisseur de la vida común, de lo cotidiano. Montaigne decía que
“Cada humano lleva la forma entera, de la humana condición.” En esta novela Balzac
explora el sentimiento de los hombres en el amasijo de lo roto, lo usado, la fortuna huidiza,
la del pasado. Y la Comedia Humana, de la que el Reverso, es otra pieza, trabaja esa
condición. Y el Reverso nos devuelve a la Comedia, nos invita a releerla. Alguien llamó a
esta novela, novela de la noche. Trata asuntos tenebrosos, como los que le gustan a Balzac.
Muchos la denostaron y todavía hoy despierta controversias. Es una obra más citada que
leída. Su modernidad reposa en la inversión de cierto romanticismo del mal: acá, el viaje es
del infierno al paraíso. Habrá que ocuparse del bien. La clave última del relato. El resto se
lo dejamos al lector. Que siempre supo preservar a Balzac.
Hugo Savino
1. Este texto forma parte del libro de próxima aparición, Aves de paso, que publicará la editorial
Letranómada.
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