Título: Una contribución al conocimiento del climaterio femenino

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Título: Una contribución al conocimiento del climaterio femenino. Algunas estrategias de
abordaje de la temática, para promover la deconstrucción de mitos, creencias y prejuicios
en la ciudad de San Luis.
Autores: Mag. Silvina Marchisio, Mag. Graciela Flores, Mag. Claudia Campo, Dra. Diana
Poblete, Mag. Zunilda Campo,
Universidad: Facultad de Psicología. Universidad Nacional de San Luis.
Eje temático: Enseñanza, Investigación y Extensión.
El Proyecto de Extensión, del cual deriva este trabajo, tiene como objetivo general
contribuir a la visibilización y al conocimiento de las características del complejo período
del climaterio femenino. Se trata de estimular la toma de conciencia de la incidencia de los
prejuicios, mitos y creencias descalificantes en relación a la modalidad en que las mujeres
transitan esta etapa.
A partir de los resultados obtenidos en un Proyecto de Investigación que indagó esta
problemática, se advirtió la pertinencia y necesidad de elaborar tareas preventivas y de
promoción de salud, dirigidas a la comunidad en general, y a las mujeres climatéricas en
particular.
Se aborda el climaterio en el contexto de la edad media de la vida desde un punto de vista
crítico, a partir del entrecruzamiento de conceptualizaciones psicoanalíticas enriquecidas
con el aporte de los estudios de género sobre la construcción de la subjetividad femenina.
Es decir que se trata de articular una perspectiva focalizada en lo intrapsíquico y en los
vínculos tempranos al interior de la familia, con otra, centrada en la incidencia que tienen
las instituciones sociales, con sus mitos, creencias, estereotipos y reproducción de estilos
de vida, en las modalidades específicas de transitar una etapa muy conflictiva de la mujer.
Se acuerda con distintos autores que el género femenino todavía se encuentra asociado a
la maternidad, a la belleza y a la juventud.
Nos interrogamos si las perturbaciones para elaborar psíquicamente los numerosos
duelos de este período, se encuentran vinculadas con la dificultad de asumir una actitud
de revisión crítica de los mandatos, prescripciones y prejuicios que persisten sobre la
mujer en este momento vital.
La concepción de la edad media de la vida para las mujeres en términos de pérdida:
pérdida de la juventud con su gracia, vigor y belleza particulares, pérdida de la capacidad
de procreación, pérdida del rol materno a medida que los hijos se alejan y quizás también
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pérdida del rol de esposa cuando el marido muere, ha sido el tema que ha prevalecido
tanto en la investigación científica, en la literatura, como en la conciencia popular. Todo
ello concordaba con la idea que la parte más importante de la mujer estaba terminada.
Se detecta que las categorías de lo femenino y lo masculino han entrado en revisión.
Cada época en función de sus necesidades, delimita lo propio para cada género, desde
un lugar ilusorio de naturalidad y atemporalidad. Es un punto de anclaje de mitos, ideales,
prácticas y discursos por los que una sociedad construye su noción de femineidad y
masculinidad. En la actualidad, las mujeres ocupan lugares sociales, eróticos y
domésticos que hasta hace muy poco pertenecían con exclusividad al otro género.
La mediana edad puede ser el comienzo de una época en la vida, en que la mujer está
más libre de lo que estuvo anteriormente, de las exigencias de roles y lugares sociales
para ella. En este período, es posible que encuentre el tiempo y la oportunidad para la
exploración de sí misma y de su relación con un mundo cambiante y en expansión. Tal
vez se sienta menos obligada que en los años anteriores por la necesidad de poner a los
otros primero y a sí misma en segundo lugar, cuando cambia la percepción de lo que
podría constituirse como atractivo en la vida de una mujer: autonomía, autoconfianza,
sentimiento creciente de libertad interior y de creatividad; cualidades que podrían ser
vinculadas con la madurez.
El concepto de crisis tiene una doble acepción. Por un lado, conlleva la idea de una
situación de ruptura del equilibrio anterior, acompañada por la sensación subjetiva de
padecimiento. Por otro, comprende la posibilidad de ubicarse como sujeto activo.
En relación con ello, la crisis de la mitad de la vida puede asumir dos características:
configurarse como una crisis negativa, plena de sufrimiento donde el sentimiento
prevaleciente sería el de pena y dolor por la pérdida. Otra alternativa es la de usar este
estado de reorganización psíquica para analizar las propias contradicciones, lo cual
llevaría a la mujer a una situación de reflexión y de juicio crítico sobre las fortalezas y los
obstáculos que encuentra en este período de reubicación.
La edad media de la vida puede ser considerada una etapa de riesgos, señalados tanto
por el discurso médico (osteoporosis, trastornos cardíacos, consumo abusivo de
fármacos, etc.) como por el discurso analítico (duelos patológicos frente a la inadecuada
elaboración de las pérdidas, resignificación de la relación hostil con la madre, repetición
de conflictos propios de la pubertad, trastornos del carácter, etc.).
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El desarrollo en la vida adulta no era tenido en cuenta hasta hace pocos años, puesto que
se consideraba que terminaba en los primeros años de la juventud, cuando se alcanzaba
el máximo en el ciclo evolutivo.
Los denominados “cambios de la mitad de la vida” se podrían sintetizar de la siguiente
manera:
a) Desde el punto de vista biológico, hay una modificación hormonal propia de la
menopausia y del climaterio, con una disminución estrogénica que puede influir sobre las
relaciones sexuales. Los cambios en el cuerpo modifican la imagen corporal. Se esboza
un deterioro físico más o menos evidente, pero que anticipa la declinación final. En
nuestra sociedad, el aspecto juvenil es un valor preponderante, de modo que las
modificaciones corporales pasan a ser motivo de conflicto.
b) Se agregan los cambios psicológicos que implican múltiples duelos: por la función
reproductiva, por la amenaza de pérdida del atractivo sexual, entre otros. Se toma
conciencia de la finitud de la vida y de la proximidad de la muerte como una realidad
personal. Es una etapa de balances de lo realizado, de cotejo de los ideales y las
ambiciones juveniles con lo alcanzado. El tiempo y el sentido de la vida cobran
significados diferentes de los que tenían hasta entonces.
Otros duelos propios de este momento de la vida se vinculan con los cambios en las
relaciones con los hijos pequeños, para pasar a establecer un vínculo con adultos que
posibiliten un intercambio solidario, en lugar de la relación incondicional tradicional de
madres a hijas e hijos. También es necesario desprenderse del ideal ilusorio de pareja
para vivir los intercambios afectivos con la libertad de ser “como cada uno es” y aceptar al
otro también “como es”. Resulta importante dejar de lado el protagonismo en el que las
mujeres ocupaban el centro de la escena rodeadas de la familia, para construir otro que
instale el eje en el desarrollo de proyectos basados en deseos propios. Por último, llega el
momento de quitarse la imposición de la “eterna juventud” para legitimar el derecho a
cambiar la imagen física y disfrutar la nueva sin menoscabarla.
Se produce una inversión de roles, ya que los padres ya mayores y muchas veces
enfermos, pasan a depender en mayor o menor grado de los hijos, situación conflictiva
para ellos, a quienes, a su vez, les cuesta renunciar al rol de tales.
En este período vital, se advierte un temor a envejecer, ya que se relaciona la vejez con
pérdida de recursos económicos y físicos, pues disminuyen las fuerzas, las resistencias,
el atractivo físico y el prestigio social.
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Se acuerda con Burin (1987; 1990) que en el campo de la salud mental de las mujeres es
imprescindible indagar los procesos que han llevado, en muchos casos, a la generación
de subjetividades femeninas vulnerables.
A partir de la Revolución Industrial, en los países occidentales se han gestado y puesto en
marcha dispositivos de poder materiales y simbólicos, profundamente vinculados con la
división de dos ámbitos de producción y de representación social diferenciados: el
doméstico y el extradoméstico. Junto con ellos se han delimitado dos áreas: para los
varones, la del poder racional y económico; para las mujeres, la del poder de los afectos.
Esta distribución de áreas de poder entre los géneros femenino y masculino ha tenido
efectos de largo alcance sobre la salud mental de varones y mujeres.
En el caso de las mujeres, la centración en el poder de los afectos les representó un
recurso y un espacio fuerte dentro del ámbito doméstico, así como la regulación y el
control de las emociones que circulaban en la familia. Ello también les significó modos
específicos de enfermar y de expresar su malestar.
Cabe destacar que nuestra cultura ha identificado a las mujeres en tanto sujetos con la
maternidad y las ha considerado como garantes de la salud mental de los hijos.
La eficacia en el cumplimiento de este rol les otorgaba un lugar y un papel en la sociedad,
con claras definiciones sobre cómo pensar, actuar y desarrollar sus afectos en el
desempeño de sus roles familiares. Se fueron configurando así, ciertos roles de género
específicamente femeninos: el maternal, el de esposa y el de ama de casa. Estos
suponían condiciones afectivas específicas para poder desempeñarlos con eficacia: para
el rol de esposa, la docilidad, la comprensión, la generosidad; para el rol maternal, la
amorosidad, el altruismo, la capacidad de contención emocional; para el rol de ama de
casa, la disposición sumisa para servir, la receptividad, y ciertos modos inhibidos,
controlables y aceptables de agresividad para el manejo de la vida doméstica.
La puesta en crisis de los sentidos tradicionales sobre los roles de género femenino,
también implicó una revisión de las conceptualizaciones existentes sobre la construcción
de la subjetividad femenina. Las mujeres comenzaron a sentir que su poder afectivo iba
perdiendo significación histórica y social, especialmente a medida que numerosas teorías
y prácticas psicológicas lo cuestionaban, dando cuenta de las fallas, abusos e
incumplimiento de las mujeres en el ejercicio de tal poder.
Estas mujeres en la mediana edad, frente a la situación de que sus hijos crecen y se
alejan del hogar, viven una puesta en crisis de los sentidos que habían otorgado en sus
vidas a la centralidad de los roles de madre, esposa y ama de casa.
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Nuestra sociedad ha organizado el universo de significaciones en relación con la
maternidad alrededor de la idea mujer = madre: la maternidad es la función de la mujer y
a través de ella alcanza su realización y adultez. Desde esta perspectiva, la maternidad
da sentido a la femineidad, la madre es el paradigma de la mujer, en síntesis, la esencia
de la mujer es ser madre.
A partir de los Proyectos de Investigación y de Extensión en los cuales abordamos la
temática del climaterio femenino, se intenta analizar críticamente la producción y
reproducción de un universo de significaciones imaginarias constitutivas de lo masculino y
de lo femenino moderno que forman parte, no sólo de los valores de la sociedad, sino
también de la subjetividad de cada uno, en particular de las mujeres.
Se parte de la suposición que los condicionamientos culturales han tenido siempre un
gran peso en la construcción del aparato psíquico de los individuos y de los valores que
debían regir la vida de las comunidades. La fuerza de los mandatos suele ser tan
poderosa, que en ocasiones logra frenar el cauce original de la naturaleza y ha
contribuido enormemente a construir creencias que han circulado en forma de mitos y han
dividido las aguas entre los géneros.
En nuestra sociedad, las mujeres que dejaron atrás su juventud cronológica son en parte
invisibilizadas en las imágenes que circulan en los medios de comunicación. También se
intenta hacer como que no existe su vida sexual, situación que no ocurre con los varones.
Se descarta que las mujeres sigan teniendo intereses sexuales porque, según la cultura
patriarcal, sus deseos culminaron con la maternidad y, por lo tanto, mueren
simbólicamente cuando termina la capacidad reproductiva.
Cabe señalar que las expectativas en relación con la belleza y el valor que se le concede
tampoco son equivalentes en la mujer y en el hombre. Una mujer nunca es demasiado
bella: cuanto más lo es, más femenina parece; en cambio, la imagen de la virilidad no se
halla relacionada con la belleza en el hombre.
Se advierte que en aquellas mujeres para las que el cuerpo ha sido sostén del núcleo de
su identidad y de su narcisismo, el enfrentamiento con su deterioro por el paso del tiempo
es difícilmente tolerable.
Los conflictos que se les plantean hoy a las mujeres de la edad media, se relacionan con
aspectos atinentes a la diferencia generacional, a los cambios sociales y culturales
acaecidos en los últimos cincuenta años, al cambiante rol de la mujer, a los rasgos de
personalidad y a la estructura psíquica individual.
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Es posible detectar que se trata de un trabajo de duelo doble para la mujer en esta etapa:
por la pérdida de los padres juveniles y por sí misma. Se asemeja en esto a la relación
adolescente pero, mientras la adolescente tiene un mundo de promesas por delante, la
mujer madura se enfrenta a pérdidas y límites infranqueables.
Se considera que las mujeres en el siglo XXI representan una población única, en la
medida en que tienen nuevas experiencias vitales, pues llegan a edades anteriormente
impensables. En esta larga trayectoria han desempeñado nuevos papeles sociales no
imaginados antes. La transformación de los roles femeninos más allá del matrimonio y la
maternidad, las nuevas situaciones ocupacionales y como consecuencia la posibilidad de
manejar dinero y poder, así como la mayor libertad sexual, han redefinido las
asignaciones sociales tradicionales y han proporcionado la base para la exploración de
facetas anteriormente inalcanzables en una sociedad patriarcal.
Se podría inferir entonces que los nuevos desafíos generacionales en nuestra época
actual, implica reconsiderar si aquellos ideales de la modernidad realmente han caducado
o bien se han reciclado, bajo la forma de nuevas necesidades de la configuración de
familias y de nuevos ejercicios de la maternidad para las mujeres.
Ante aquella pregunta: "¿qué es ser mujer?", la respuesta casi obligada en el contexto de
la cultura patriarcal era: "ser mujer es ser madre". Semejante posicionamiento de género
parece haber contribuido a obturar el estudio de las formas de malestar específicas de las
mujeres.
Este interrogante adquiere un nuevo sentido con la llegada del climaterio y la menopausia.
Nos interesa conocer el modo en que los sufrimientos de la mujer en este momento de la
vida, están vinculados no sólo con conflictos intrapsíquicos sino también con la
superposición de valores de la modernidad y la postmodernidad, que inciden sobre la
subjetividad femenina.
Durante varias décadas, dentro y fuera del ambiente científico, ocurrió que cualquier paso,
actitud o resolución tomada por las mujeres en la edad media de la vida, fue entendido en
el contexto de la “menopausia como crisis existencial”, pura y exclusivamente, sin tener
en cuenta el contexto social.
Si bien no se trata tampoco de una enfermedad, para muchas mujeres, heridas por la
estigmatización social de envejecer, es una respuesta ante la desvalorización, ante la
opresión propia y ajena.
Es importante destacar que no existe un “síndrome menopáusico universal” ya que se
advierte una gran variedad de realidades sociales y personales en la presentación que se
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hace de esta transición. Se detecta que cuanto más respetadas y valoradas son las
mujeres adultas en general, y en particular las climatéricas, menos trastornos físicos o
psicológicos parece causarles la menopausia.
Las actividades extensionistas realizadas en el marco de nuestro Proyecto, se dirigieron a
favorecer tanto a nivel de la comunidad en general como en pequeños grupos de mujeres
climatéricas, una actitud crítica en relación a las creencias, mitos y prejuicios
descalificantes que aún persisten en la cultura actual sobre esta etapa de la vida de la
mujer. Se realizó una campaña de divulgación con actividades de difusión masiva para
promover la visibilización y el conocimiento de las manifestaciones o modificaciones a
nivel psíquico y físico de las mujeres que transitan esta crisis vital. Se diseñaron para tal
fin, trípticos, afiches y folletos, en los cuales se describían los principales síntomas físicos
y cambios psicológicos de este período. Este material contenía además información sobre
la distinción entre climaterio y menopausia, así como entre menopausia precoz y normal.
Se brindaban también sugerencias para la prevención y promoción de la salud en esta
etapa, enfatizando la importancia de realizar controles periódicos con el médico clínico, el
ginecólogo y si fuera pertinente una consulta psicológica. La información brindada tendía
a promover la incorporación de hábitos de vida saludables, como una buena alimentación,
la realización de actividades físicas periódicas, así como el abandono de conductas
riesgosas tales como el fumar, la ingesta excesiva de alcohol y de sal. El material impreso
se distribuyó en distintos centros de salud y escuelas tanto de carácter público como
privado de la ciudad de San Luis. De igual modo, se repartió esta folletería en la zona
céntrica y en los distintos barrios periféricos.
Con la finalidad de llegar a la población en general y dar mayor difusión a la problemática
del climaterio femenino, se participó también en diversos medios masivos de
comunicación tales como programas radiales y televisivos. Se confeccionó además una
página en facebook en la cual se brinda información actualizada sobre esta crisis vital. A
través de estos medios, el equipo de extensión brindaba y difundía las actividades de
prevención que se iban realizando.
Por otra parte, se organizaron charlas – taller con la finalidad de trabajar en grupos más
pequeños de mujeres climatéricas, para favorecer en ellas la toma de conciencia de los
diversos y múltiples cambios propios de la crisis de la edad media. De igual modo, se
abordaban los distintos prejuicios, mitos y creencias que circulan en nuestra cultura, a las
que ellas suelen someterse, apropiarse y aceptar sin crítica, ocupando los diversos roles y
lugares que la sociedad les asigna. Estas charlas - taller se realizaron con mujeres
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climatéricas con diversos capitales económicos y culturales, en diferentes espacios de la
ciudad de San Luis. Algunos de ellos fueron: distintos centros comunitarios que dependen
del Area de Atención Primaria de la Salud de la Municipalidad, escuelas de orientación
artística y de formación en diferentes oficios, fábricas recuperadas, así como con personal
docente y no docente de escuelas de educación especial. Estos talleres tenían una
duración aproximada de una hora.
Las coordinadoras comenzaban con una breve síntesis sobre las características
principales del climaterio y de la menopausia, sobre los cambios físicos y emocionales
involucrados en este período, como así también sobre las modificaciones en los distintos
vínculos que suelen acompañar a esta crisis vital. A cada uno de los encuentros asistieron
entre 15 y 20 mujeres. En todos los casos se generó un clima de receptividad con mucha
participación que se traducía en un intercambio verbal a través de preguntas, relatos de
experiencias personales y distintas reflexiones. Se advirtió en la mayoría de las mujeres,
una carencia de información sobre el período que estaban transitando, desconociendo por
ejemplo los síntomas físicos. Presentaban también dificultades para vincular diversas
emociones como la ira, la tristeza, la irritabilidad y la inestabilidad con la etapa de
profundos cambios que atravesaban. De este modo, asociaban este estado ánimo con
cierta “locura” que atribuían exclusivamente a los cambios hormonales. En este sentido,
se realizaron intervenciones tendientes a esclarecer la incidencia de ciertos mitos que
relacionan aún hoy a la menopausia con desordenes psicológicos tales como la
depresión. Se promovió la reflexión para contribuir a la toma de conciencia sobre la crisis
que desencadena la edad media de la vida y la posibilidad que ésta se pueda elaborar,
tomando en consideración los recursos con que cuenta cada mujer para resignificar las
pérdidas.
En algunos grupos surgieron interrogantes en relación a la edad de comienzo de las
irregularidades menstruales, manifestando preocupación por conocer las causas que
pueden dar lugar al surgimiento de una menopausia precoz y la incidencia que tiene la
herencia en ello. En otros casos, a partir de la información brindada al comienzo de la
charla, surgió un fluido diálogo entre las integrantes del grupo quienes fueron
describiendo los distintos síntomas que vivenciaban. Las coordinadoras esclarecían las
dudas e inquietudes, poniendo de manifiesto la singularidad con que cada mujer
experimenta los cambios durante el tránsito por el climaterio y la relación que ello guarda
con la historia personal y familiar de cada una. A partir de algunas expresiones de las
mujeres en torno a cualidades descalificantes de las que habían sido objeto en alguna
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situación, se abordó la influencia de algunos prejuicios y estereotipos sociales sobre la
connotación negativa que se le atribuye a la mujer menopáusica en nuestra cultura
En otras charlas, una temática movilizante fue la percepción de algunos cambios en el
vínculo con la pareja a lo largo del tiempo, expresando las participantes la necesidad que
sentían de mayor comunicación y contención de sus parejas. Asimismo se interrogaban
sobre las modificaciones que también experimentan los hombres en la edad media de la
vida. Se pusieron en cuestión estereotipos masculinos, a través de los cuales se asume
que los hombres necesitan y pueden ejercer su sexualidad durante toda la vida, ya que
ello forma parte de su naturaleza, mientras que en las mujeres, el goce reside en la
maternidad y se sostiene la creencia que la sexualidad femenina finaliza con la
menopausia.
Otras mujeres mostraron especial preocupación por la aparición de arrugas y canas que
eran sentidas como marcas en el cuerpo, que evidenciaban el inevitable paso del tiempo.
Ello implicaba la pérdida de la belleza y el envejecimiento. En este sentido, se reflexionó
sobre la incidencia de los estereotipos de belleza que se promueven en la cultura actual,
donde el valor está centrado en la eterna juventud y la exclusión por edad está
fuertemente enraizada.
Otro tema de interés en los talleres fue el crecimiento y partida de los hijos del hogar. Se
manifestó el sentimiento de vacío que esto les generaba, reconociendo en algunos casos
el dolor psíquico que experimentaban ante esta situación. Esto promovió la posibilidad de
pensar sobre uno de los duelos específicos del climaterio y las distintas emociones que
suscitan los cambios en el vínculo con los hijos. En estas mujeres se advirtió la fuerte
influencia del rol que atribuye la sociedad patriarcal a la crianza de los hijos como
perteneciente con exclusividad al género femenino. Pudieron transmitir el intenso
sentimiento de vacío experimentado ante la dificultad para elaborar otros proyectos
alternativos. Ellas se hacían cargo del mandato cultural por el cual se reducía la
femineidad de modo exclusivo a la maternidad.
Otras mujeres en cambio, expresaron la necesidad que los hijos adolescentes mayores
hicieran su propio proyecto de vida y dejaran la casa materna. De este modo, revelaban la
expectativa de poder disponer de mayor espacio y tiempo para ellas y sus parejas, así
como el deseo de llevar a cabo otras actividades placenteras que habían sido
postergadas durante la etapa de la crianza de los hijos. Analizaban la incidencia de la
prolongación de la adolescencia en la época actual en las posibilidades de transitar este
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período de la vida con mayor libertad, autonomía y menores responsabilidades
maternales.
A modo de conclusión.
A partir de las actividades llevadas a cabo en el Proyecto de Extensión, del cual deriva el
presente trabajo, el equipo considera que se ha comenzado a instalar en diferentes
ámbitos de la comunidad de San Luis y en las mujeres en particular, la problemática del
climaterio femenino como una situación vital de gran complejidad y vulnerabilidad para los
sujetos que transitan este período.
La relevancia de realizar tareas de concientización y visibilización de las numerosas
modificaciones y duelos inherentes al climaterio, se vincula con el hecho que la cultura
actual promueve una juventud y belleza eternas, así como la evasión de las emociones en
general y del dolor psíquico en particular. Es por ello que se considera relevante continuar
con proyectos extensionistas que promuevan una actitud crítica en relación a las distintas
creencias, mitos y prejuicios descalificantes que aún hoy persisten en nuestra sociedad
sobre la mujer climatérica y la edad media de la vida. Se intenta así favorecer la
posibilidad de transitar esta etapa vital con mayor plenitud, reduciendo las posibilidades
de emergencia de trastornos somáticos y / o psicológicos.
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