Rev Neurol - Revista de Neurología

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F.
VILLANUEVA-GÓMEZ, ET AL
REVISIÓN
Epilepsia y permiso de conducir
F. Villanueva-Gómez a, J. Salas-Puig b, M.ªC. Fernández-Miranda a, J. de Juan c
EPILEPSY AND DRIVING LICENCE
Summary. Introduction. At the present time it has become a social necessity for most people to be able to drive a motor vehicle.
For this reason, obtention of a driving licence is continuously regulated so as to be adapted to the psychophysical aptitudes
required at any given moment, since these vary with medical and social advances. Development. We review the doctrine on this
subject in some of the major countries, finding that far from having similar criteria, there is disparity even between different
jurisdictions of the same country. In Spain epilepsy is regulated regarding the difficulty in obtaining a driving licence in the
General Regulation for Drivers (RD 772/1997). We consider this in detail. Conclusions. We try to unify criteria regarding the
periods free of seizures, modifying the language with respect to some of these, validity of the licence, analysis of the medical
report and its responsibility in case of third party injury in a road accident. We propose open debate to clarify these terms.
[REV NEUROL 2000; 31: 1184-92] [http://www.revneurol.com/3112/j121184.pdf]
Key words. Medical report. Morpheic seizures. Myoclonias impeding driving. Regulations for Drivers. Seizure with loss of
consciousness.
INTRODUCCIÓN
La obtención del permiso de conducir y la aspiración de cumplir este
requisito por parte del enfermo epiléptico para hacer uso de los vehículos de motor es un viejo anhelo en donde en una sociedad en la que
la conducción de automóviles se ha convertido en una necesidad casi
imperiosa para todos, y la privación del uso de un vehículo de motor
experimentadaportodociudadanocomounagravetrabaasulibertad,
constituye una declaración casi pública de anormalidad [1].
Para unos el coche es un ‘arma mortífera’, para otros una ‘herramienta imprescindible’, y los más pesimistas lo califican de ‘ataúd en
marcha’. Hay que tener en cuenta que desde que se extendió el uso del
automóvil se han registrado en el mundo 30 millones de muertes por
accidentes de tráfico y ello a pesar de que las carreteras y los coches
son cada vez más seguros; pero hay que incidir en el aspecto de las
actitudes y aptitudes de los propios conductores, como señalaba hace
poco tiempo el director general de Tráfico Sr. Muñoz-Repiso (La
Nueva España 24-VI-2000), y que el 22% de los accidentes está
causado por factores relacionados con la distracción del conductor
tales como la somnolencia o la fatiga, que volviendo al tema que nos
ocupa bien pudieran deberse a pequeñas alteraciones de la conciencia
o a depresión del sensorio causada por los fármacos antiepilépticos.
Debemos de afirmar, en primer lugar, que la epilepsia no es un
impedimento absoluto para el manejo de automóviles, en contra de
lo que se pensaba hace algunos años cuando se consideraba esta
enfermedad un obstáculo total para la conducción en todas las formas clínicas, y que es extremadamente difícil pronunciarse por la
autorización o denegación del permiso de conducción en el enfermo
que padece crisis, de tal forma que se hace preciso encontrar un
equilibrio entre la seguridad en el tráfico, cada vez más comprometida, y los intereses materiales del enfermo epiléptico, puesto que el
uso de un vehículo de motor está distante de ser hoy en día un lujo
convirtiéndose en una ayuda indispensable para el ciudadano [2].
De manera que el médico y por ende el legislador, se encuentra
entre dos posturas aparentemente contrapuestas: la certificación de
Recibido: 24.07.00. Aceptado tras revisión externa sin modificaciones: 30.08.00.
a
Servicio de Neurofisiología Clínica. b Servicio de Neurología. c Servicio de
Neuropediatría. Hospital Central de Asturias. Oviedo, Asturias, España.
Correspondencia: Dr. Francisco Villanueva-Gómez. Servicio de Neurofisiología Clínica. Hospital Central de Asturias. Celestino Villamil, s/n.
E-33006 Oviedo.
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que el paciente puede conducir con un mínimo riesgo para él y para
los demás, lo que facilitará entre otras cosas su autoestima y su
reinserción socioprofesional, y la responsabilidad añadida que supone la asunción del riesgo de eventuales crisis que ocasionarían un
accidente de imprevisibles consecuencias, y por lo tanto la responsabilidad en la toma de decisiones debe de dividirse entre el médico
que se ve en la obligación de aconsejar el uso del automóvil o no a
su paciente, la propia Administración, que es la que en última instancia concede la licencia que permite conducir, y, lo que es más
importante, el propio enfermo que, sabiendo los problemas que
puede ocasionar, debería ser consciente de saber en todo momento
cuál es su estado de salud y si su epilepsia le impide el manejo del
coche, lo que por desgracia no siempre se tiene en cuenta [3].
No sólo ha aumentado el número de automóviles de uso personal, sino que las matriculaciones de camiones y autobuses con destino al uso público han experimentado un auge notable; así, en los
primeros cinco meses del presente año, se matricularon 19.038
camiones, lo que supone un aumento del 15,01% respecto al mismo
período de 1999, y para autocares, microbuses y autobuses, la cifra
fue de 2.001 unidades matriculadas. Conviene recordar que en el
caso de estos vehículos la responsabilidad aumenta de forma notable pues se dedican al transporte regular de viajeros.
No es fácil demostrar que un accidente de tráfico se ha producido en el curso de una crisis epiléptica y aunque son numerosos los
estudios comparativos de los accidentes supuestamente causados
por conductores epilépticos de los que no lo son, los resultados son
dispares; así, mientras Lennox los sitúa en una cifra inferior al 1%,
Herver en Suecia encuentra un 2/1.000 y Hormia un 42,1% entre los
epilépticos comparados con el 30,6% en el resto de la población [4].
Una encuesta sobre 2.000 accidentes de tráfico en carretera por
pérdida de conciencia del conductor reveló que aproximadamente
el 50% estaban asociados a epilepsia, pero bien es verdad que en
muchos de estos casos el conductor había abandonado la medicación sin contar con el médico, o habían consumido alcohol o tenían
privación de sueño. Por otra parte, se ha podido comprobar que
incluso en los accidentes en los que se ha demostrado que el paciente
es epiléptico, la causa directa del mismo era la misma que la de otros
accidentes en personas no epilépticas [5].
Si ya nos es difícil decidir las condiciones necesarias que debe
reunir un enfermo epiléptico para que pueda manejar un vehículo
motorizado con unas ciertas garantías, se complica el dictamen
cuando esta decisión debe de basarse fundamentalmente en los
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EPILEPSIA
datos obtenidos a través del interrogatorio de los familiares o de la
historia clínica realizada al propio interesado, ya que en esta ocasión
estará más ‘interesado’ que nunca en ocultarnos datos sobre su
enfermedad y la eventual aparición más o menos frecuente de episodios críticos que puedan influir en el médico al certificar su estado
de salud, y hoy con mayor conocimiento por parte del enfermo ya
que saben muy bien lo que pueden y deben decir para alcanzar uno
u otro resultado que les permita conseguir el tan ansiado permiso de
conducir. Tampoco las pruebas complementarias aseguran la no
existencia de crisis, ya que el electroencefalograma, que es la exploración funcional por excelencia, puede ayudar a la hora de mostrar
en el trazado intercrítico focos o actividad bioeléctrica concordantes con posibles crisis, pero no asegura con total certeza la constatación de las mismas, y el registro de un trazado crítico no siempre
es factible aunque, todo hay que decirlo, hoy con el registro
vídeo-EEG y la monitorización prolongada de los enfermos se ha
logrado un avance espectacular en los casos dudosos.
LEGISLACIÓN
Nuestro Ordenamiento Jurídico, y en general el de todos los países
democráticos, tiene como premisa fundamental el respeto escrupuloso de los derechos y libertades de sus ciudadanos, pero también
ello lleva implícito el respeto a las libertades de los demás y conlleva
por lo tanto una serie de deberes y derechos que el Estado debe de
proteger, más aún si es un derecho fundamental lo que se pone en
juego, en este caso la propia vida humana. Es por lo tanto difícil
redactar una norma jurídica que contemple estos términos con absoluta seguridad, y han sido muchas las opciones y caminos recorridos hasta ahora para dar consistencia y validez a un precepto que
permita circular por nuestras carreteras con unas mínimas garantías
de seguridad para el propio conductor y los demás usuarios de
nuestra red vial sin lesionar las prerrogativas que como ciudadanos
libres confiere nuestra constitución; puede comprenderse que la
sociedad deberá asumir algún riesgo si se quiere evolucionar y
reinsertar a todas las personas con algún tipo de enfermedad de las
que casi eran consideradas antiguamente como ‘vergonzantes’.
Como hemos dicho anteriormente, lejos quedan afortunadamente los tiempos en los que la epilepsia era un impedimento absoluto
para la conducción de vehículos y ello incitaba a algunos pacientes,
que incluso estaban libres de crisis desde hacía tiempo, a ocultar su
epilepsia, mientras que la experiencia habitual demuestra que muchos epilépticos sin déficit psíquico conducen y que las crisis epilépticas únicamente son responsables de un pequeño número de accidentes de circulación. Creemos que la sociedad debe de aceptar un cierto
porcentaje, cuanto más corto mejor, de riesgos inevitables, pero estos
riesgos son hoy en día debidos a causas muy diversas como la prisa
del mundo actual, cansancio, alcohol, drogas y otras circunstancias
adversas del mundo que nos toca vivir; pensamos que en un lugar
bastante alejado de los motivos reseñados se encuentra la enfermedad
epiléptica ya que el hecho de saberse enfermos, en muchas ocasiones
no conscientes de sus actos, les hace llevar una vida mucho más
ordenada que un conductor de los llamados ‘normales’ y, así, el
epiléptico es escrupuloso con la toma de medicación, se abstiene de
tomar alcohol y tiene una correcta higiene del sueño, porque en ello
le va la autoestima y su inserción social con todas las garantías [1].
El mayor avance se produce en nuestro país en el año 1971 ya
que España se suma al sentir de los demás países en donde la tendencia era que los epilépticos que estuvieran libres de crisis durante
dos o más años podían conducir con algunas limitaciones, como
eran la vigencia del permiso y los reconocimientos médicos; así, la
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Orden Ministerial de 5 de febrero de ese año establecía en su apartado 3.º referente a las enfermedades del Sistema Nervioso, que
serán causa de denegación del permiso de conducción a las clases
A1, A2 y B, la epilepsia con menos de dos años sin crisis, y no añadía
la citada Orden Ministerial si este período libre de crisis debía de ser
estando el enfermo o no sometido a tratamiento. La discusión estaba
entonces en rebatir la idea del Ministerio que defendía la tesis de que
esta regulación lo era por igual para conducir todo tipo de vehículos,
incluidos los dedicados a transporte público de las clases C, D, o E
[2]. Habíamos pasado así de una legislación totalmente restrictiva
a otra demasiado permisiva. En nuestro país vecino, Francia, la
Orden del 10-II-1964 únicamente autorizaba la conducción a personas que no hubiesen presentado crisis durante los dos años anteriores
a la obtención del permiso de conducir sin que precisasen tratamiento
antiepiléptico; esta Orden fue sustituida por la Ley de 9 de mayo de
1981 que establece: ‘puede considerarse una compatibilidad temporal para los vehículos ligeros, tras una valoración especializada’.
Como vemos se van suavizando las disposiciones al respecto.
Algunos países como Japón, Grecia, Brasil, India o Rusia impiden la conducción incluso cuando se ha producido un solo ataque,
lo cual nos parece muy riguroso; quizás fuera más interesante, y
hasta determinante, señalar la etiología de dicha crisis y actuar
conforme a la causa más que atender al número de episodios críticos.
En Gran Bretaña, los pacientes epilépticos pueden conducir
reuniendo los requisitos señalados en las Secciones de la Road
Traffic Act de 1988 (que especificaban un período libre de crisis
epilépticas de dos años) enmendadas por las Regulaciones de 1994
que establecen las condiciones siguientes:
– No haber sufrido ninguna crisis epiléptica durante el período de
un año inmediatamente precedente a la fecha de concesión de
la licencia.
– Haber presentado una crisis epiléptica mientras dormía más de
tres años antes de la concesión de la licencia, y únicamente las
habrá presentado mientras dormía entre la fecha de esa crisis y
la de la licencia [6]. Se pretende así permitir la conducción a
personas con antecedentes prolongados de crisis morfeicas, sin
tener ningún episodio diurno, es decir, que estos pacientes pueden conducir aunque tengan crisis permanentes siempre que
sean exclusivamente mientras duermen. La redacción del precepto es acertada por cuanto no habla de crisis nocturnas sino
‘mientras duermen’, para descartar así a los sujetos que están en
turnos de noche y duermen durante el día en cuyo caso las crisis
son consideradas como diurnas; es interesante señalar este punto para evitar interpretaciones legales controvertidas.
– Si se trata del grupo 2, es decir, la conducción de vehículos de
grandes dimensiones, las Regulations son más estrictas y establecen un período libre de crisis de diez años, sin haber tomado
antiepilépticos en ese tiempo y no haber presentado predisposición continua a una crisis epiléptica [7].
En Estados Unidos desde hace tiempo se considera que la obtención
del permiso es factible cuando no se tienen crisis durante el último
año, pero, como decimos, existe una total flexibilidad en las distintas
naciones para concretar los plazos libres de crisis, que constituyen el
gran impedimento; en EE.UU. incluso hay diferencias entre estado y
estado, por lo que habrá de conocerse la ley que regula esta materia
en cada uno de ellos. En los estados más liberales de EE.UU. no se
fija un período sin convulsiones, sino que se tienen en cuenta circunstancias y factores de carácter individual a la hora de conceder la
licencia y revisar las recomendaciones que hace el médico; algunos
de los factores que influyen en esa concesión son: que la convulsión
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sea causada por alguna enfermedad temporal, convulsiones exclusivamente nocturnas y, lo que resulta curioso y desde nuestro punto de
vista discutible, la presencia de un aura ‘extensa’ constante o prodrómica que permita al conductor darse cuenta a tiempo y poder detener
el vehículo en un lugar seguro; decimos que este aserto es cuestionable porque si bien el comienzo de la crisis se hace consciente en estos
casos, el desarrollo posterior de la misma no es previsible por muchas
auras extensas que se hayan producido con anterioridad, todos sabemos cuándo comienza una crisis pero no cuándo va a terminar.
En seis estados como California (Delaware, Nevada, New Jersey, Oregón y Pennsylvania), tienen leyes de notificación obligatoria que obliga a los médicos a que informen a las autoridades sobre
los pacientes epilépticos, lo que en nuestro país sin duda alguna
chocaría frontalmente con el mandato constitucional de protección
de la intimidad de la persona y con el mandato deontológico que debe
de amparar la relación médico-enfermo que por ende será secreta;
dado que la epilepsia no es en España una enfermedad de declaración
obligatoria, el neurólogo no sólo no tiene obligación de declararla
sino que de hacerlo puede incurrir en una infracción penal. Las leyes
de Pennsylvania incluso facultan al ciudadano o al propio estado para
actuar contra el médico que no ha advertido de la enfermedad de su
paciente, en el caso de que éste cause un accidente. En California, se
obliga exclusivamente al médico que hace el diagnóstico inicial de
epilepsia a notificar el caso pero no obliga a los posteriores facultativos que vean al enfermo una vez diagnosticado. En Michigan los
médicos, además, deben de orientar a los enfermos con crisis en el
sentido de que no deben de conducir y si esta orientación no se produce, pueden verse inculpados los propios médicos cuando dicho
enfermo en un accidente causado por un ataque epiléptico produzca
daños a terceras personas. En cambio, la Suprema Corte de Texas
dispuso que los médicos no tienen la obligación hacia terceros de
pedir precautoriamente a los epilépticos que no conduzcan, ni tienen
la obligación de avisar del caso del paciente al departamento de vehículos motorizados; ello se basa en que los epilépticos saben que no
deben conducir vehículos si están en peligro de sufrir crisis y por ello
la recomendación precautoria de un médico no tiene trascendencia en
sus decisiones y los médicos no deben ser culpables de actos que no
puedan controlar [8]. Beaussart en 1986 aconsejaba valorar cada
situación y evitar las posturas excesivamente permisivas y las demasiado estrictas, y señalaba que: ‘Sólo puede intervenirse caso por
caso, con un excelente conocimiento de nuestros enfermos, valorando la responsabilidad de todos y en especial la de los pacientes.
La decisión debe tomarla una persona experta, que decidirá en
función de la realidad de la epilepsia, de su forma clínica, del
tratamiento seguido y de los resultados terapéuticos’ [3].
Estas consideraciones nos parecen acertadas desde un punto de
vista doctrinal, y hasta un tanto filosófico, pero no dan respuestas
concretas a una realidad social que el Derecho debe de amparar.
Aquí de lo que se trata es de aquilatar una norma universal conocida
por todos los ciudadanos sometidos a ese Ordenamiento Jurídico
que les permita saber a ellos y a los administradores de la justicia
cuándo y cómo, y qué circunstancias concretas deben de reunir los
interesados para actuar con garantías conforme al derecho en una
normativa uniforme para determinadas situaciones previstas por el
derecho; en suma ¿qué plazos concretos y qué tipo de crisis deben
de considerarse a la hora de redactar un informe médico que permita
la obtención del permiso de conducir? ¿debe el informe del médico
especialista ser vinculante a la hora de otorgar esa licencia por el
correspondiente organismo? ¿es penalmente responsable el neurólogo que trata al epiléptico de los daños producidos por su paciente
en caso de accidente originado por una crisis?
1186
Hasta hace bien poco tiempo la obtención del permiso de conducir se regulaba en España mediante el Real Decreto 2272/85, de
4 de diciembre (BOE del 9), que determinaba las aptitudes psicofísicas que debían de poseer los conductores de vehículos y regulaba
también los centros de reconocimiento destinados a verificarlas. En
lo referente a enfermedades del Sistema Nervioso, se contemplaba
como enfermedad o deficiencia: ‘Epilepsia y crisis convulsivas de
cualquier etiología con origen dentro de los dos últimos años anteriores’, que serían causa de denegación de obtención de los permisos A-1, A-2, B-1 y LCC, en suma, motocicletas, turismos y
ciclomotores. Nada se decía de si precisaba estar sometido a tratamiento de sus crisis o no, y tampoco señalaba este Real Decreto si
se refería a crisis con pérdida de conciencia o incluía, como así
parece, las crisis parciales simples o las mioclonías; es decir, abarcaba todo tipo de crisis afectasen éstas o no al psiquismo de la
persona. Cuando se trataba de conducirvehículosdestinadosaltransporte público de las clases B-2, C-1, C-2, D y E, es decir, taxis,
camiones y autobuses, la restricción era absoluta, y por lo tanto el
padecimiento de epilepsia, independientemente del control de las
crisis y de la duración de este control, siempre era causa de denegación de la obtención de estos tipos de permiso de conducir para este
tipo de vehículos concretos [4]. Creemos que primó una simplificación absoluta de la normativa –en un caso, el referido al primer grupo,
permisiva– y en el grupo segundo, el destinado a los transportes
públicos, que es el que genera más empleo, altamente restrictiva [9].
Esta normativa ha quedado derogada y ha sido sustituida por
una amplia Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y
Seguridad Vial aprobada por el Real Decreto legislativo 339/1990,
de 2 de marzo, que se desarrolla por el correspondiente Reglamento
General de Conductores aprobado por el Real Decreto 772/1997, de
30 de mayo, y que tiene entre sus objetivos señalar las autorizaciones administrativas para conducir, al mismo tiempo que transponer,
como no podía ser de otra forma, a la normativa española la Directiva del Consejo de las Comunidades Europeas 91/439/CEE, de 29
de julio, sobre el permiso de conducción, modificada por las Directivas 94/72/CE, de 19 de diciembre, y 96/47/CE, de 23 de julio.
Dichas Directivas establecen al lado de requisitos considerados
rígidos, otros en los que se concede a los Estados miembros cierta
flexibilidad para la concesión de ciertos tipos de permiso y para
señalar las aptitudes exigibles a los conductores que les permitan la
obtención del mismo. La innovación está en el establecimiento de
un auténtico permiso de conducción de ámbito comunitario.
El presente Reglamento se estructura en cinco Títulos[10]
– Título I: trata de las autorizaciones administrativas para conducir, estableciendo las condiciones generales de su otorgamiento, prórroga de su vigencia y otras vicisitudes relacionadas con
las autorizaciones.
– Título II: regula las pruebas de aptitud para obtener autorizaciones administrativas para conducir, determinando tanto aquéllas
de carácter psicofísico, a evaluar en centros de reconocimiento
especializados, como las de control de conocimientos, aptitudes y comportamientos.
– Título III: concreta las condiciones por las cuales son canjeables los permisos de conducir de sus propios vehículos, que
tradicionalmente expiden las autoridades militares y policiales,
por los equivalentes permisos de conducción ordinarios.
– Título IV: regula las sanciones por infracción del presente Reglamento y hace una remisión al artículo 67 del texto articulado
de la Ley.
– Título V: regula el Registro de Conductores e Infractores y las
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EPILEPSIA
incidencias que en el mismo se anotan, dentro de la confidencialidad.
Además se redactan siete anexos, referidos a modelaje, detalle de
las pruebas de aptitud psicofísica, de conocimiento, de aptitudes y
comportamientos. Desde el punto de vista médico, y especialmente
referido al tema de la epilepsia, el anexo que nos interesa es el
número IV que hace referencia expresa a: ‘Aptitudes psicofísicas
requeridas para obtener o prorrogar el permiso o la licencia de
conducción’, señala: ‘Las enfermedades y deficiencias que serán
causa de denegación o de adaptaciones, restricciones de circulación y otras limitaciones en la obtención o prórroga del permiso o
la licencia de conducción’. El apartado 9 se centra en el Sistema
Nervioso y Muscular y advierte de que: ‘No deben existir enfermedades del sistema nervioso y muscular que produzcan pérdida o
disminución grave de las funciones motoras, sensoriales o de coordinación que incidan involuntariamente en el control del vehículo’.
Los apartados números 10, 11 y 12 hacen referencia a los trastornos
mentales y de conducta (delirium, trastornos orgánicos con alteración
psíquica añadida, esquizofrenia, trastornos del sueño, etc.), trastornos
relacionadosconsustancias(alcohol,drogasymedicamentos)yaptitud
receptivomotora (estimación del movimiento, coordinación visuomotora, tiempo de reacciones múltiple, inteligencia práctica).
La epilepsia y otras enfermedades neurológicas se recogen en
el apartado noveno de esta tabla y es el que vamos a intentar desarrollar a continuación.
El Grupo 1 hace referencia de forma global a motocicletas con
o sin sidecar y automóviles de turismo con o sin remolque (que no
exceda de 750 kilogramos).
El Grupo 2 engloba a transporte público: taxis, camiones, autocares. Es una descripción no detallada de las diferentes letras de clasificación para hacer más comprensivo el mensaje que pretendemos transmitir en cuanto a quiénes y en qué circunstancias permite el presente
Reglamento la obtención del correspondiente permiso para un tipo de
actividad concreta reuniendo las oportunas aptitudes psicofísicas.
Pero nos proponemos, desde una óptica totalmente constructiva, hacer algunos comentarios sobre la redacción de dicho Reglamento y si nos atenemos al título de este trabajo es lógico que nos
ciñamos al apartado 9.2, que hace referencia a la: ‘Epilepsia y crisis
convulsivas de otra etiología’.
1. En su apartado primero se señala que no se puede obtener el
permiso (o carné o carnet, como es conocido por todos en lenguaje coloquial), cuando se tienen crisis durante el último año
y hace hincapié en que debe de tratarse de crisis convulsivas o
crisis con pérdida de conciencia. Creemos entender que las
primeras deben de hacer referencia a las crisis tonicoclónicas
generalizadas, las tónicas y las clónicas; las atónicas y ausencias estarían en el grupo de las que cursan con pérdida de conciencia y aquí habría que añadir, con rotundidad, las crisis parciales o focales complejas, y especialmente las que cursan con
simple trastorno de la conciencia, no cabrían en este apartado
las crisis parciales o focales simples (las mioclónicas tienen un
capítulo aparte). El epígrafe se centra únicamente en el tipo de
crisis y no de epilepsia, lo que nos parece acertado dado el tema
que nos ocupa, y el fin que se pretende lograr que no es otro que
el de averiguar en qué forma se ve afectado el psiquismo para
la conducción de vehículos durante los episodios críticos, por
eso se refiere a: ‘Epilepsia y crisis convulsivas de otra etiología,’ es decir, la enfermedad en sí misma y otros cuadros clínicos que pueden cursar con convulsiones o episodios críticos que
produzcan una afectación de la conciencia respecto del acto de
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conducir. Nos parece, por otra parte, más acertado hacer una
redacción sustituyendo la expresión ‘crisis con pérdida de conciencia’ por la de ‘crisis con alteración de la conciencia’, y lo
decimos basándonos tanto en el lenguaje médico como en el
jurídico. El médico porque para los médicos se entiende la pérdida de conciencia como una caída al suelo que suele ser repentina y generalmente brusca con desconexión total del medio ambiente, mientras que por alteración de la conciencia entendemos
un episodio durante el cual el enfermo no llega a caer al suelo pero
tiene un descenso manifiesto del nivel de la conciencia hasta el
punto de no ser capaz de recibir y ejecutar órdenes y no tener un
conocimiento claro de lo que está realizando en ese momento,
aunque pueda ejecutar movimientos automáticos que incluso tengan algún sentido; aquí se pueden ubicar las ausencias y las crisis
parciales complejas. También nuestros textos legislativos establecen esa diferenciación a la hora, por ejemplo, de apreciar una
eximente de uno u otro tipo y así, se tiene en cuenta una eximente
completa (lo que lleva aparejada la inimputabilidad y por lo tanto
al no haber responsabilidad tampoco se da el presupuesto de la
culpabilidad y el reo sería absuelto o no juzgado), cuando se
elimina totalmente la conciencia (realmente sería tanto como
decir ‘vida vegetativa’, hoy no se exige tanto) y aquí faltaría la
acción puesto que lo ocurrido no depende de la voluntad del que
lo realiza. La eximente incompleta, que lleva aparejada una reducción de la pena en uno o dos grados, se aprecia en cambio
cuando no es una afectación total del nivel de conciencia y se
manifiesta por una disminución de las facultades intelectivas y
volitivas para comprender lo que se está realizando, bien es verdad que se exige una disminución considerable de las capacidades para comprender o querer y cuando esta disminución es de
escasa intensidad, leve o tenue, ‘de poca incidencia’ dicen los
juristas, entonces se debe de aplicar una atenuante por analogía.
Tampoco hace referencia el precepto a si en el grupo 1 (motocicletas y automóviles) es preciso estar tomando o no medicación en ese momento de la obtención del permiso y durante
ese año libre de crisis, y sí, en cambio, señala expresamente para
los del grupo 2 (taxis, camiones, autobuses) la necesidad de
estar libres de tratamiento además de los cinco años sin ese tipo
de crisis; por lo tanto la deducción es clara en el sentido de que
para el primer grupo la obtención del permiso es independiente
de la toma de medicación: tanto si se toma como si no, se obtiene
la aptitud psicofísica necesaria cuando se esté un año libre de
crisis convulsivas o con pérdida de conciencia. En suma, puede
obtener se el permiso si ha transcurrido un año sin crisis convulsivas o con pérdida de conciencia sin otra especificación.
Se señala en este apartado y para el grupo 1 que el período
de vigencia del carnet será de dos años como máximo, y en el
caso de ausencia de crisis durante los tres últimos años el período de vigencia será de cinco años como máximo. Parece desprenderse que el plazo a contar es el inmediato a la realización
del certificado o informe médico; es decir, que si a fecha de
realizar el reconocimiento el interesado lleva libre de crisis un
año, se le expide un permiso por dos años. La duda está en el
segundo párrafo, ya que si son tres los años que permanece libre
de crisis la vigencia del permiso se amplía a cinco años más,
pero la pregunta es: ¿qué ocurre cuando el enfermo lleva sin
crisis no ya un año sino tres o más años y acude por primera vez
a reconocimiento para obtener la licencia de conducir? ¿se le
otorga directamente un carnet con vigencia de cinco años, o es
preceptivo cumplir primero un período de caducidad de dos
años como señala la norma previo a la concesión por otros cinco
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Tabla. Sistema nervioso y muscular.
Exploración
Criterios de aptitud para obtener o prorrogar el permiso
o licencia de conducción ordinarios
Grupo 1
A1, A, B+E y LCC (art. 46.1ª)
Grupo2
C1, C1+ E, C, C+ E, D1, D1+E,
D,D+E (art. 46.1b y 2)
Adaptaciones, restricciones y otras limitaciones en personas, vehículos
o de circulación en permiso o licencia sujetos a condiciones restrictivas
Grupo 1
Grupo 2
9.1 Enfermedades encefálicas, medulares y del sistema nervioso periférico
No deben existir
Enfermedades del sistema
nervioso central o periférico
que produzcan pérdida
o disminución grave
de las funciones motoras,
sensoriales o de coordinación
Ídem grupo 1
No se admiten
No se admiten
Episodios sincopales
Ídem grupo 1
No se admiten
No se admiten
Temblores de grandes
oscilaciones
Ídem grupo 1
No se admiten
No se admiten
9.2 Epilepsia y crisis convulsivas de otra etiología
Espasmos que produzcan
movimientos amplios de cabeza,
tronco o miembros
Ídem grupo 1
No se admiten
No se admiten
Temblores y espasmos
que incidan involuntariamente
en el control del vehículo
Ídem grupo 1
No se admiten
No se admiten
No se permiten cuando hayan
aparecido crisis epilépticas
convulsivas o crisis con pérdida
de conciencia durante
el último año
Sólo se permite cuando no han
precisado tratamiento ni se han
producido crisis durante
los cinco últimos años
Los afectos de epilepsia
con crisis convulsivas o con crisis
con pérdida de conciencia deberán
aportar informe favorable
de un neurólogo en el que
se haga constar el diagnóstico,
el cumplimiento del tratamiento,
la frecuencia de crisis y que
el tratamiento farmacológico
prescrito no impide la conducción.
El período de vigencia del permiso
o licencia será de dos años
como máximo. En el caso
de ausencia de crisis durante
los tres últimos años, el período
de vigencia será de cinco
años como máximo
Los afectos de epilepsia
deberán aportar informe
favorable de un neurólogo
en el que se acredite que no han
precisado tratamiento ni han
padecido crisis durante los cinco
últimos años. El período
de vigencia del permiso será
de dos años, como máximo
En el caso de crisis durante el sueño, En el caso de crisis durante
se deberá constatar que, al menos, el sueño, se deberán constatar
ha transcurrido un año sólo
que, al menos, ha transcurrido
con esta sintomatología
un año sólo con esta
sintomatología
En el caso de crisis durante
el sueño, el período de vigencia
del permiso o licencia será como
máximo de un año, con informe
de un especialista en neurología
en el que se haga constar
el diagnóstico, el cumplimiento
del tratamiento, la ausencia
de otras crisis convulsivas y que
el tratamiento farmacológico
prescrito, en su caso,
no impide la conducción
En el caso de crisis durante
el sueño, el período de vigencia
del permiso será como máximo
de un año, con informe
de un especialista en neurología
en el que se haga constar
el diagnóstico, el cumplimiento
del tratamiento, la ausencia
de otras crisis convulsivas
y que el tratamiento
farmacológico prescrito, en su
caso, no impida la conducción
En el caso de tratarse de sacudidas
mioclónicas que puedan afectar
la seguridad de la conducción,
deberá existir un período libre
de sacudidas de, al menos,
tres meses
En el caso de tratarse de sacudidas
mioclónicas que puedan afectar
la seguridad de la conducción,
deberá aportarse informe favorable
de un neurólogo en que se haga
constar el diagnóstico,
el cumplimiento del tratamiento,
en su caso, la frecuencia de crisis
convulsivas y que el tratamiento
farmacológico prescrito no impida
la conducción. El período
de vigencia del permiso o licencia
será de dos años como máximo
En el caso de tratarse
de sacudidas mioclónicas
que puedan afectar la seguridad
de la conducción, deberá
aportarse informe favorable
de un neurólogo en que se haga
constar el diagnóstico,
el cumplimiento del tratamiento,
en su caso, la frecuencia
de crisis convulsivas y que
el tratamiento farmacológico
prescrito no impide la circulación.
El período de vigencia
del permiso será de un año
como máximo
1188
En el caso de tratarse
de sacudidas mioclónicas
que puedan afectar la seguridad
de la conducción, deberá existir
un período libre de sacudidas
de, al menos, doce meses
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EPILEPSIA
Tabla. Sistema nervioso y muscular (continuación).
Exploración
Criterios de aptitud para obtener o prorrogar el permiso
o licencia de conducción ordinarios
Grupo 1
A1, A, B+E y LCC (art. 46.1ª)
Adaptaciones, restricciones y otras limitaciones en personas, vehículos
o de circulación en permiso o licencia sujetos a condiciones restrictivas
Grupo2
C1, C1+ E, C, C+E, D1, D1+ E,
D, D+E (art. 46.1b y 2)
Grupo 1
Grupo 2
En el caso de antecedentes
de trastorno convulsivo único
no filiado o secundario a consumo
de medicamentos o drogas
o posquirúrgico, se deberá
acreditar un período libre
de crisis de, al menos,
12 meses mediante
informe neurológico
No se admiten
No se admiten
No se admiten
No se admiten
No se admiten
No se admiten
9.3 Alteraciones del equilibrio
En el caso de antecedente
de trastorno convulsivo único
no filiado o secundario a consumo
de medicamentos o drogas
o posquirúrgico, se deberá acreditar
un período libre de crisis
de, al menos, seis meses
mediante informe neurológico
No deben existir alteraciones
Ídem grupo 1
del equilibrio (vértigos, inestabilidad,
mareos, vahído) permanentes,
evolutivos o intensos, ya sean
de origen otológico o de otro tipo
9.4 Trastornos musculares
No deben existir trastornos
musculares que produzcan
deficiencia motora
Ídem grupo 1
9.5 Accidente isquémico transitorio
No se admiten los ataques
Ídem grupo 1
isquémicos transitorios hasta
transcurridos, al menos, seis
meses sin síntomas neurológicos.
Los afectados deberán aportar
informe favorable de un
especialista en neurología
en el que se haga constar
la ausencia de secuelas
neurológicas
Cuando, excepcionalmente,
Ídem grupo 1
y con dictamen favorable
de un especialista en neurología,
las secuelas neurológicas
no impidan la obtención o prórroga,
el período de vigencia del permiso
o licencia será como máximo
de un año
9.6 Accidentes isquémicos recurrentes
No deben existir accidentes
isquémicos recurrentes
Ídem grupo 1
años?; otra duda creemos razonable es averiguar si en el plazo
libre de crisis por tres años se incluye el año preceptivo a la
obtención del permiso o es además de éste, con lo que el cómputo total sería de cuatro años (uno para la vigencia del permiso
por dos años y otros tres libre de crisis, para la prórroga por otros
cinco años de tal vigencia). Se simplifica en extremo para los del
grupo segundo pues, en cualquier caso, el período de vigencia
es de dos años cuando están libres de crisis y sin tratamiento
desde hace cinco años.
Sobre los requisitos y términos en que ha de redactarse el
informe médico, haremos una referencia global al final de nuestros comentarios al texto del Reglamento, ya que es prácticamente el mismo informe médico el que se precisa en todos los
casos, pero en cualquier caso queremos señalar que en países
como el Reino Unido es preciso consignar en el permiso de
conducir la declaración ‘Drivers Medical Branch, Swansea SA
991TU, que indica que debe comunicarse inmediatamente si
usted presenta actualmente cualquier incapacidad física o mental que afecte su capacidad como conductor o que podría hacerlo
en el futuro’. Si el enfermo no tiene crisis tras los dos primeros
años, volverá a tener derecho a obtener el permiso de conducir
REV NEUROL 2000; 31 (12): 1184-1192
No se admiten
No se admiten
un año después de la fecha de la última crisis. Como se ve, la
responsabilidad del médico que firma el informe sobre las aptitudes psicofísicas del posible conductor queda de alguna forma mitigada o compartida por el enfermo, que es el que de forma
subjetiva aporta la información en la que debe de basarse el
especialista a la hora de redactar dicho informe [7].
2. Si las crisis son durante el sueño, se deberá constatar que, al
menos: ‘Ha transcurrido un año sólo con esa sintomatología’.
Este apartado tiene a nuestro modo de ver varias lecturas que
pasamos a exponer. No deducimos con exactitud de esta redacción si el plazo se refiere a que el interesado esté desde hace un
año libre de crisis nocturnas; o que lleve un solo año con ese tipo
de crisis aunque haya tenido otro tipo de ataques en anteriores
ocasiones, con plazo superior al año para estas últimas crisis (lo
cual no sería óbice para la obtención del permiso puesto que
cumpliría la premisa del primer apartado de estar libre de crisis
durante un año aunque sean convulsivas o con pérdida de conciencia), o que, en fin, presente en exclusiva únicamente crisis
nocturnas y éstas acontezcan durante todo el año anterior a la
obtención de la licencia, independientemente de que tenga crisis todas las noches del año, incluso varias veces al día o en la
1189
F. VILLANUEVA-GÓMEZ, ET AL
noche anterior al reconocimiento, con duración e intensidad sin
definir, ni especifica si son generalizadas o parciales con o sin
convulsiones, o el grado de afectación de la conciencia que
deben de llevar aparejado. Nos parece que el sentido de la norma
va en la dirección apuntada en último lugar y se entiende que se
está con crisis exclusivamente durante el sueño durante el año
anterior al reconocimiento médico previo, y que únicamente se
tienen crisis morfeicas sin detenerse a concretar el número o
tipo de crisis ni la intensidad de las mismas. Reiteramos aquí
que la redacción de crisis durante el sueño es más acertada que
la de crisis nocturna, pues ésta podría interpretarse como la que
ocurre por la noche aunque el enfermo no esté dormido y desvirtuaría así el contenido normativo.
Como se aprecia es una concesión amplia y generosa del
permiso de conducción, en este caso de las crisis durante el
sueño, ya que hay estudios diversos en los que se calcula que al
menos una tercera parte de los enfermos con crisis exclusivamente morfeicas acaban teniendo en los cinco años siguientes
una crisis diurna, lo que automáticamente convierte a la persona
en no apta para la conducción.
Las condiciones son idénticas en estos casos tanto para los
del grupo 1 como los del 2, precisando un año solamente con
crisis durante el sueño y curiosamente con un idéntico período
de vigencia del permiso por un año como máximo.
3. El tercer grupo de crisis se centra en las mioclonías y dice el
requisito: ‘En el caso de tratarse de sacudidas mioclónicas que
puedan afectar la seguridad de la conducción, deberá existir un
período libre de sacudidas de, al menos, tres meses’. No sabemos bien a qué tipo de sacudidas se está refiriendo el texto del
Reglamento, ¿son las mioclonías palpebrales que con la luz
intermitente producida, por ejemplo, por circular por una carretera con árboles nos hacen cerrar los ojos y no tenemos clara la
visión?, ¿son las mioclonías masivas bilaterales que nos obligan a separar las manos del volante con el peligro de no controlar el automóvil? ¿son mioclonías reflejas o espontáneas? En
este caso se precisa un período libre de crisis de tres meses para
el grupo 1 y en cambio de 1 año para el grupo 2; para el primer
grupo el período de vigencia de la licencia es de 2 años y de un
año para los del segundo grupo.
4 ‘En el caso de antecedente de trastorno convulsivo único no
filiado o secundario a consumo de medicamentos o drogas o
posquirúrgico, se deberá acreditar un período libre de crisis de,
al menos, seis meses mediante informe neurológico’ en el grupo 1; para los del grupo 2, se amplia el período exigible libre de
crisis durante un año, si bien no entendemos esta diferencia de
tiempo libre de la crisis única para ambos grupos y se deberían de
unificar los criterios en este caso. En ambos grupos no existen
restricciones en cuanto al período de vigencia del permiso, entendiéndose que es el que corresponde a un ciudadano con las aptitudes psicofísicas requeridas por regla general y uniforme.
INFORME MÉDICO
Queremos hacer una referencia expresa y con carácter general en lo
referente a la emisión del correspondiente informe médico y los requisitos que éste debe de reunir para que el enfermo pueda obtener su
permiso al estar en correctas aptitudes psicofísicas. En todos los casos
considera la normativa que el informe debe de realizarlo en exclusiva
un especialista en neurología y no deja duda al respecto, por lo que
informes emitidos por médicos de centros de reconocimiento acreditados o por psiquiatras, neurofisiólogos, neurocirujanos, etc., no ten-
1190
drán en principio validez como prueba de que las condiciones biopsíquicas del interesado son correctas. La parte conflictiva de este
apartado del certificado médico está, a nuestro modo de ver, en que
nada más y nada menos que el especialista estará obligado a reflejar
en el informe: ‘El diagnóstico, el cumplimiento del tratamiento, la
frecuencia de crisis (otras veces la ausencia de otro tipo de crisis, caso
de las crisis durante el sueño) y que el tratamiento farmacológico
prescrito no impide la circulación’. Eldiagnósticológicamentetenemos la obligación de emitirlo lo más exactamente posible de acuerdo
con los avances de la ciencia y nuestro correcto saber y entender, pero
la frecuencia de las crisis y el grado de cumplimiento del tratamiento
entra dentro de lo etéreo o subjetivo, no ya por parte del médico sino
del enfermo. Los médicos conocemos de las enfermedades y sus
síntomas a través de la historia clínica y ésta la obtenemos de los datos
aportados por los enfermos o sus familiares, que nos dirán lo que crean
conveniente según su beneficio; si unos padres no quieren que su hijo
obtenga el permiso de conducir nos hablarán de muchas crisis y otros,
que precisan el permiso para su trabajo, no tendrán nunca ataques.
Igual ocurre a la hora de definir si sólo hay crisis morfeicas o además
coexisten con otras de características diferentes.
El seguimiento del tratamiento es otro de los puntos controvertidos, ya que si en un certificado médico corriente un médico puede
asegurar que el paciente está vacunado contra determinadas enfermedades puesto que dispone de una cartilla oficial que así lo atestigua, no podemos asegurar que la toma de medicación antiepiléptica se realice con regularidad y en las dosis terapéuticas, pues
incluso la determinación de niveles séricos del medicamento específico puede ser coyuntural y el enfermo haber tomado la medicación ese día concreto de la extracción de sangre a fin de ‘pasar el
test.’ Sí en cambio es más factible dictaminar si el tratamiento
prescrito puede afectar la conducción del vehículo por alterar las
funciones psíquicas superiores, al disminuir la concentración o
provocar somnolencia, y aunque los médicos sabemos que no todos
nuestros pacientes reaccionan igual ante la misma medicación, desde
luego desde un prisma teórico sabemos, por la fórmula química y su
repercusión en el psiquismo, que unos fármacos actúan con mayor
intensidad que otros sobre la conciencia y la atención en general.
No puede tampoco escapársenos que en caso de accidente por
negligencia o incluso doloso (caso del intento de asesinato de una
persona por atropello) interese al epiléptico conductor-autor del
delito alegar que la acción se ha producido en el curso de un ataque,
lo que actuaría como atenuante o eximente en su favor; ello obligará
al perito médico a revisar con meticulosidad los antecedentes del
enfermo y las circunstancias en las que se ha producido el accidente,
como podemos suponer las conclusiones no siempre son fáciles. No
debe de producir alarma entre la clase médica o que estamos predicando de alegar la epilepsia como causa de inimputabilidad por un
gran número de encausados, pues ya hemos expresado en otras
ocasiones que esta enfermedad es, después de las psicopatías, la
segunda que se evoca como causa eximente ante los tribunales de
justicia (un 12,8% del total de sentencias del tribunal supremo en la
jurisprudencia desde 1975 a 1995), cuando se trata claro está de
enfermedades mentales o alteraciones psíquicas que impidan comprender la ilicitud del acto o actuar conforme a esa comprensión. El
neurólogo, por lo tanto, firma un certificado haciéndose responsable de lo que en él se dice y puede ocurrir que haya certificados
contradictorios, de un especialista que opina una cosa y otro lo
contrario, y es bueno saber que existe un Tribunal, una Comisión
que dirime la cuestión y que actúa en vía administrativa, pudiendo
entonces recurrir ante un tercer perito que realizará los exámenes
pertinentes para informar de nuevo a dicha Comisión la cual fallará
REV NEUROL 2000; 31 (12): 1184-1192
EPILEPSIA
sobre la concesión o denegación del permiso. Sabemos que actualmente los certificados se obtienen en los centros de reconocimiento
que únicamente están sometidos a la inspección de Sanidad de la
correspondiente Autonomía, pero en caso de conflictividad, como
puede ser éste de la epilepsia, que conlleva en muchas ocasiones la
denegación del carnet, se puede recurrir a un tribunal tripartito, con
miembros de la Comunidad Autónoma, Ministerio de Sanidad y
Ministerio del Interior a través de la Dirección General de Tráfico.
CONCLUSIONES
Es indudable que la nueva regulación de las condiciones psicofísicas que debe de reunir un futuro conductor si quiere obtener el
preceptivo permiso de conducir y que se recogen en el Reglamento
General de Conductores aprobado por el Real Decreto 772/1997, de
30 de mayo, desarrollado por la Ley sobre Tráfico, Circulación de
Vehículos a Motor y Seguridad Vial aprobada por el Real Decreto
legislativo 339/1990, de 2 de marzo, ha supuesto un cambio sustancial respecto a la anterior regulación de esta materia que databa de
1985; si entonces se simplificaban los plazos libres de crisis a dos años
para los vehículos del grupo 1, con prohibición absoluta para los del
grupo 2, el presente Reglamento hace una clasificación pormenorizada, creemos que excesivamente, respecto de diferentes tipos de
situaciones clínicas y los intervalos libres de crisis que permitan a
estos ciudadanos ser aptos para la conducción de cualquier tipo de
vehículo a motor. Lo mismo ocurre con los períodos de vigencia del
permiso para los distintos grupos de ataques, y en todas las situaciones parece que recae en el neurólogo casi toda la responsabilidad
respecto de las posibles consecuencias de que esa persona conduzca
o no dependiendo del informe médico favorable a esa eventual
acción conductora que ocasiona un accidente.
Es incuestionable que ‘condenar’ a un epiléptico a no conducir
de por vida no tiene hoy en día fundamento alguno ya que contamos
con mejores métodos diagnósticos, terapéuticos y pronósticos, y
como hemos reiterado, es el automóvil absolutamente necesario
para desarrollar los diferentes trabajos a los que está acostumbrada
la humanidad en estos tiempos que precisa de comunicaciones fluidas; pero también debemos de preservar al resto de ciudadanos, e
incluso al propio interesado, de los riesgos a que puede verse expuesto con la conducción y es por lo que nuestro ordenamiento
jurídico debe de regular mediante normas lo más claras concretas
posibles estos términos, que deben ser más concretas cuanto más
riesgo intenten evitar. Dicho esto, pensamos que quizás el presente
texto legal debiera de sufrir alguna modificación tanto en su redacción como en su contenido sin que para ello sea preciso desvirtuar
el sentido global del precepto que, insistimos una vez más, nos
parece a todas luces acertado, pero con algunos apartados que pueden llevar a la discusión e incluso a errores de interpretación por
médicos y juristas. Pretendemos con este artículo establecer un
debate entre todas las personas implicadas en este tema de la obtención del permiso de conducir y es por ello que nos permitimos un
análisis no profundo sobre el contenido del Reglamento y su posible
corrección futura en algunos puntos de dicho texto. Proponemos por
lo tanto los siguientes cambios en la redacción del Reglamento y
siempre refiriéndonos al apartado 9.2 (Epilepsia y crisis convulsivas de otra etiología), sin entrar a discutir los demás criterios de este
apartado noveno referidos a enfermedades encefálicas y medulares,
alteraciones del equilibrio, trastornos musculares, accidente isquémico transitorio y recurrente:
1. Nos parecería acertado sustituir en el apartado primero: ‘No se
permiten cuando hayan aparecido crisis convulsivas o crisis
REV NEUROL 2000; 31 (12): 1184-1192
2.
3.
4.
5.
6.
7.
con pérdida de conciencia durante el último año’ por ‘No se
permiten cuando hayan aparecido crisis con pérdida o alteración de la conciencia...’, quedando englobadas tanto las crisis
convulsivas como las no convulsivas que afecten de forma suficiente el nivel de conciencia para la conducción con ciertas
garantías. Esta propuesta lógicamente quedaría desvirtuada en
caso de que también se aceptasen los puntos que exponemos a
continuación, al englobar también las crisis que no alteran en
principio la conciencia.
Para la obtención del permiso de conducir referido a vehículos
pertenecientes al grupo 1, proponemos: ‘La ausencia de crisis
epilépticas de cualquier tipo, durante un año, tomen o no medicación específica’, tanto las que en principio no alteran la conciencia como las que sí lo hacen (excepción de las crisis morfeicas que se regulan en el siguiente apartado).
Respecto a las crisis durante el sueño y también para el grupo 1:
‘Que exista un período, de al menos los tres últimos años, durante los cuales se ha tenido únicamente este tipo de crisis
morfeicas y ninguna otra.’
En ambos casos anteriores y tratándose del permiso para la
licencia de conducir vehículos del grupo 2, el período libre de
clínica sería de cinco años libre de cualquier tipo de crisis y sin
tratamiento durante ese tiempo.
El período de vigencia del permiso se unificaría para todos los
casos a dos años y los posteriores se prorrogarían a los plazos
normales.
Con carácter general se deberá aceptar una intervención del especialista de tipo orientadora para cada enfermo de forma individual, teniendo en cuenta las características sociales, físicas y
mentalesdelmismo,asícomodelsíndromeepilépticoquepadezca.
El informe médico deberá recoger al menos la implicación del
paciente en el contenido del mismo y contener términos concretos del tipo de: ‘El paciente padece una epilepsia o síndrome
epiléptico (especificando cuando sea posible) sin que haya presentado crisis en el último año (o con crisis morfeicas exclusivamente en los tres últimos años)... según refiere el interesado,
comprometiéndose en todo momento a seguir las indicaciones
médicas y a realizar las correspondientes revisiones de su enfermedad... por lo expuesto, se extiende el certificado correspondiente que de acuerdo a las facultades psicofísicas del interesado faculta a éste para la obtención del permiso de acuerdo
a las disposiciones vigentes...’.
La forma en la que el enfermo debe de tomar parte en este informe
no es otra que la de su firma, que bien pudiera recogerse en el
preceptivo protocolo de consentimiento informado incorporado a la
historia clínica o en la copia del mismo certificado, eso sí, habiendo
explicado de forma pormenorizada los extremos del mismo al interesado y las posibles consecuencias de su toma de decisión, en este
caso, conducir un vehículo a motor.
Quedarían por lo tanto fuera del presente texto legal reformado las referencias expresas a las crisis mioclónicas por su imprecisión y dificultad de diagnóstico y acción sobre la conducción, y
las crisis aisladas o únicas que pasarían a englobarse en el primer
punto; un período libre de crisis para todas ellas nos parece un
avance importante asumiendo un riesgo mínimo. Respecto al grupo 2 creemos que el presente Reglamento ha acertado plenamente
al facultar a estas personas para que en el plazo de cinco años sin
crisis y sin tratamiento puedan conducir asumiendo una responsabilidad, que en este caso es mayor pues arriesgan la integridad
física de un mayor número de personas.
1191
F. VILLANUEVA-GÓMEZ, ET AL
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mayo.
EPILEPSIA Y PERMISO DE CONDUCIR
Resumen. Introducción. En la actualidad el hecho de conducir un vehículo de motor se ha convertido en una necesidad social para gran parte
de los seres humanos y es por ello que la consecución del correspondiente permiso de conducir sea motivo de continuas regulaciones a fin de ir
adaptando las aptitudes psicofísicas que son precisas en cada momento
para tal fin y que cambian con los avances médicos y sociales. Desarrollo. Hacemos una revisión de la doctrina sobre esta cuestión en algunos
de los países mas significativos y lejos de una uniformidad de preceptos,
se evidencia una disparidad incluso entre las distintas jurisdicciones del
mismo país. En España, se regula la epilepsia en cuanto que puede ser
un obstáculo para obtener la correspondiente licencia de conducir, en
el Reglamento General de Conductores (RD 772/1997), del que hacemos en este trabajo un análisis pormenorizado. Conclusiones. Intentamos una unificación de criterios en cuanto a los plazos libres de crisis,
modificación del lenguaje respecto de algunas de ellas, vigencia del
permiso, un análisis del informe médico y de la responsabilidad del
mismo en caso de daños a terceros por accidente de tráfico y proponemos un debate abierto para concretar estos términos. [REV NEUROL
2000; 31: 1184-92] [http://www.revneurol.com/3112/j121184.pdf]
Palabras clave. Crisis con pérdida de conciencia. Crisis morfeicas.
Informe médico. Mioclonías que impiden la conducción. Reglamento de conductores.
1192
EPILEPSIA E CARTA DE CONDUÇÃO
Resumo. Introdução. Actualmente, o facto de conduzir um veículo a
motor tornou-se numa necessidade social para grande parte dos seres
humanos e é por esse motivo que a obtenção da respectiva carta de
condução seja motivo de regulamentos contínuos, a fim de se irem
adaptando às aptidões psico-físicas que são necessárias em cada
momento para esse fim e que mudam com os avanços médicos e sociais. Desenvolvimento. Fazemos uma revisão da doutrina sobre esta
questão em alguns dos países mais importantes e longe de uma uniformidade de preceitos, verifica-se uma disparidade, inclusive entre as
jurisdições distintas do mesmo país. Em Espanha, é regulamentado no
Código da Estrada (R.D. 772/1997) que a epilepsia pode ser um obstáculo para obter a carta de condução, do qual fazemos neste trabalho
uma análise pormenorizada. Conclusões. Tentámos uma unificação
de critérios quanto aos períodos livres de crises, modificação da linguagem relativamente a algumas delas, vigência da licença, uma
análise do relatório médico e da responsabilidade do mesmo em caso
de danos a terceiros por acidente de viação e propomos um debate
aberto para concretizar este termos. [REV NEUROL 2000; 31:
1184-92] [http://www.revneurol.com/3112/j121184.pdf]
Palavras chave. Código da Estrada. Crise com perda de consciência. Crises morféicas. Mioclonias que impedem a condução. Relatório médico.
REV NEUROL 2000; 31 (12): 1184-1192
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