A partir un riñón

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EL CORREO DIGITAL | SOCIEDAD - A partir un riñón
Lunes, 11 de abril de 2005
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A partir un riñón
Aitor Aulestia vive gracias al órgano que hace 18 años recibió de su
hermano mayor. Este mes ambos recorrerán en bici de montaña el Camino
de Santiago para festejar su nueva vida
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JULIÁN MÉNDEZ/BILBAO
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Todo empezó con unas pocas décimas de
fiebre. Aitor Aulestia tenía 20 años y era el
típico tiarrón de Ondarroa. Trabajaba en el
puerto, descargando de madrugada cajas de
pescado en el ambiente helado de los
frigoríficos, a dos grados bajo cero. Remaba en
un batel y era un nadador intafigable. Estaba
casado y tenía una hija. Pero un día, dice,
empezó «a sentir algo raro». «No tenía ganas
de orinar...», recuerda. La energía se extinguió
y la cabeza se pobló de los peores augurios.
Tardaron tres meses en diagnosticarle lupus
eritematoso: una dolencia en la que el sistema
inmunológico ataca y destruye al propio
organismo. Era agosto de 1981 y ese mismo
verano empezaron las sesiones de hemodiálisis
en Cruces. «Se me habían parado los dos
riñones».
SIEMPRE JUNTOS. Gorka Aulestia se dejó
extirpar hace 18 años un riñón para que su
hermano Aitor pudiera seguir con vida. / H.
A.
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EL LUPUS
El lupus eritematoso es una
Fueron seis años sin mear y casi sin beber, con enfermedad autoinmune sistémica; es
decir, el sistema inmunológico (que se
una vena y una arteria del antebrazo cosidas
encarga de defendernos frente a virus
para aportar mayor torrente sanguíneo a la
o gérmenes) se descontrola y
máquina que hacía el trabajo de sus riñones y
comienza a atacar a órganos sanos:
le limpiaba el cuerpo de impurezas. Seis años piel, riñones, cerebro, corazón,
de viajes por carreteras infames, con la madre, articulaciones... Unas manchas en la
Maitena, hecha un cuatro en la sala de espera cara de color rojizo, en forma de alas
del hospital, seis años con el alma en vilo con de mariposa, son el primer aviso. Las
el padre, al que llamaban 'Danbala',
marcas tienen aspecto de mordeduras
de animal, de ahí el nombre de lupus
embarcado en largas mareas en África para
(lobo). Cualquier parte del cuerpo
que no faltaran los cuartos en casa. A todo
esto, Aitor Aulestia, 1,82 metros de estatura, puede verse atacada por la dolencia. El
90% de los afectados son mujeres. En
iba consumiéndose a ojos vista. Se quedó en
España hay unos 20.000 enfermos;
49 kilos. «Yo veía que se me iba el hermano»,
unos 2.000 en el País Vasco.
interviene Gorka. «No sabes lo que es verte
así, atado de pies y manos. Teníamos que
«Pese a las donaciones, los
ayudarle a vestirse, a lavarse, a meterse en la
enfermos pasan ahora más tiempo en
bañera...», recuerda el mal sueño. Gorka y
diálisis»
Aitor son más que hermanos. Eso se ve. Se
llevan 22 meses, pero, desde niños, establecieron un vínculo indisoluble, una
complicidad de acero que el tiempo se encargaría de poner a prueba.
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Para Aitor no había esperanza. En aquellos años, todavía no. El mocetón de
Ondarroa veía morir a sus compañeros de hemodiálisis, allí mismo, sin una palabra,
reclinados junto a la máquina, con la gruesa aguja de la transfusión atravesándoles
el cuerpo. «Hubo veces en que los médicos me dijeron 'despídete de tu hermano
ahora que igual mañana ya no está'», dice Gorka Aulestia. Así de crudo. «Mi
perspectiva eran 24 horas. Iba tres veces por semana a diálisis. Cuando salía, decía
'mañana, si estoy bien, iré con madre a Mutriku'. No había más futuro. Me cuidaba
mucho, lo llevaba a rajatabla. Trataba de no coger un kilo. No tenía vida: los
amigos siempre me venían a buscar, pero no podía ni beber. Jugar a cartas y ver el
fútbol, eso hacía», rememora Aitor.
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Cibernauta
Ciclismo
Pozo oscuro
Cine
Pero hay veces en que la luz alumbra hasta el pozo más oscuro. Para esta familia la
providencia se llama Modesto. Gorka Aulestia preparaba un triatlón de invierno en
las pistas de fondo de Candanchú cuando coincidió en un refugio con aquel soriano
que trabajaba como alto ejecutivo en Barcelona. «Cogimos confianza. Hablamos de
mi hermano. Se sorprendió. '¿Y no se ha trasplantado?' '¿Os habéis hecho el
tipaje?' Nos dijo que en Barcelona hacían trasplantes con donantes vivos. Me
prometió que se iba a encargar de todo». Modesto era un tipo de palabra. Quince
días después, el mayor de los Aulestia recibió una llamada: «¿Que vengáis rápido,
lo tengo todo organizado!». Modesto les había abierto las puertas del Hospital
Clínico de Barcelona. Allí se presentó Maite, la hermana, con su compañero y
Gorka, con su pareja. El equipo de selección pasó horas y horas explicándoles los
riesgos de donar un riñón, los reproches que podrían surgir en sus parejas por
semejante entrega... «No lo dudé un instante. Fui a Barcelona decidido. Mi
hermano se me iba y yo podía remediarlo. Soy muy duro, muy positivo, muy
cabezota. Tenía que ser yo. No podía ser de otra forma», remarca Gorka. Había
soñado con aquello desde que Modesto le habló de los trasplantes en vivo en el
refugio de Candanchú.
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La genética quiso, además, que el riñón de Gorka fuera más que compatible,
«gemelo» del de su hermano, como dice él. El órgano era tan idóneo que los
médicos decidieron colocarlo en su emplazamiento habitual y no en el vientre,
como suelen hacer.
Pero el camino no había terminado. Hubieron de pasar tres meses de análisis y
pruebas complementarias. En ese tiempo a Aitor, al enfermo, le asaltaron las
dudas. No quería para su hermano lo que había pasado él. Fueron madrugadas de
insomnio y días de preocupación. Pero en la noche del 19 de abril de 1987, Aitor y
Gorka se encontraban en la misma habitación, despidiéndose y tratando de
conjurar los miedos. «Mañana, en la camilla no nos vamos a ver». Se estrecharon
la mano y tomaron la pastilla para dormir al mismo tiempo.
El 20 de abril, la operación de trasplante de riñón con un donante vivo que realizó
el equipo de Federico Oppenheimmer fue seguida a través de un circuito cerrado de
televisión por los 2.000 especialistas que participaban en el Congreso Mundial de
Nefrología. En la misma sala, los familiares cruzaban los dedos. La única que
faltaba era Maitena, la madre, que rezaba en la capilla del Clinic. «Cuando estaba
en la máquina no tenía esperanza. Pero el día del trasplante volví a nacer...
Empecé a hacer planes. Tu cuerpo reacciona, te notas más fuerte y tu familia recuerda Aitor con un brillo de alivio en el rostro- te mira con otra cara».
El reverso de la moneda era Gorka. «Me notaba extraño... Hummm. Todo el mundo
le hacía caso a él y a mí, nadie. Acaban de quitarte un riñón y quieres que te hagan
mimos ¿no? Pero todos iban a verle a él. '¿Ha orinado?' era la primera pregunta.
Era síntoma de que todo iba perfecto. La aventura nos salió bien», apunta. «Lo
primero que miró la familia fue la bolsa», se sonríe Aitor Aulestia. Su vida dio un
giro total. ¿Lo mejor de todo? «Poder beber de una botella a morro. Paraba en
todas las fuentes que veía y me echaba un trago. Había pasado seis años tomando
apenas el agua que tienen los alimentos», dice.
Trayecto duro
Al tiempo, y siempre al lado de su hermano, empezó a superar pequeños retos:
una vuelta más a la playa, un paseo cada vez más lejano, un largo más en la
piscina. «Me recuperé enseguida. Al de un año, ya nadaba entre Mutriku y
Ondarroa». Poco después empezó a jugar a futbito, a frontón y a andar en bici. ¿Y
cómo! Ha sido campeón de España de trasplantados, cuarto del mundo en
Budapest, plata en Sydney... Su hermano, para evitarse el riesgo de un mal golpe,
dejó el taekwondo, pero siguió con el triatlón. Su estado es óptimo: da clases de
educación física en una ikastola vizcaína.
Ahora, 18 años después, los hermanos Aulestia quieren hacer el Camino de
Santiago en bicicleta de montaña. Saldrán de Roncesvalles mañana, dormirán en
los albergues que vayan encontrando en su recorrido y esperan llegar a Compostela
el viernes día 22. Será un trayecto duro, con cuatro etapas de casi 100 kilómetros,
que se puede complicar con la lluvia y con la presencia de barro en las pistas de
montaña. «Es un modo de festejar la mayoría de edad del riñón... Llevaba años
esperando una fecha, sin decirle nada al hermano. 'El 18 tiene que ser', me dije. Es
una manera de estar juntos, de concienciar sobre las donaciones y de superar otro
reto». Gorka Aulestia, el mayor, le mira de lado y una sonrisa le baila el bigote: «Y
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yo le sigo a donde vaya».
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