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Martes 17. San Juan 3, 5a. 7B – 15.
En aquel tiempo, le contestó Jesús a Nicodemo:
–
Tienes que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere; oyes su rumor, pero no sabes ni
de donde viene ni de donde va. Lo mismo sucede con el que nace del Espíritu.
Nicodemo preguntó:
–
¿Cómo puede ser esto?
Jesús le contestó:
–
¿Tú eres maestro de Israel ignoras estas cosas? Yo te aseguro que hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto; pero ustedes rechazan nuestro
testimonio. Sino me creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo va a creerme
cuando les hable de las cosas del cielo?
El Espíritu actúa de manera misteriosa, no sabemos cómo, cuando o en dónde, lo único que sabemos
es que “hace nuevas todas las cosas”. Cuando de esto no se toma consciencia, terminamos viviendo de
forma superficial el seguimiento de Jesús. Lo reducimos a unos ritos, a unos encuentros con otras
personas “muy lindos”, en los “que la pasamos muy bien”, pero no son capaces de generar
compromisos transformadores, que expresen la fuerza de la liberación que viene de Jesucristo. El
bautismo no es un rito que lo celebramos y luego lo renovamos en cada pascua, es un estilo de vida,
que nos compromete con la construcción de un mundo más coherente con lo que Dios quiere: la vida en
abundancia para todos y todas.
Miércoles 18. San Juan 3, 16 – 21.
Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino
que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio
de él. El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree en él, ya está condenado,
por no haber creído en el Hijo único de Dios.
El cristianismos no es un conjunto de verdades que la aprendemos, sino es un estilo de vida que se
sustenta en el seguimiento de una persona: Jesús. El amor es el criterio básico que constituye al
cristianismo. Cuando asumimos acciones de amor: solidaridad, compromiso con la justicia, valoración
de los seres vivos como tales, estamos manifestando el amor; no uno cualquiera, sino el que viene de
Dios, por el que Jesús su Hijo se entregó en la Cruz.
A eso estamos llamados y llamadas, a asumir este forma de vida, para que todos los pueblos en Cristo
tengan vida.
Jueves 19. San Juan 3, 31 – 36.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
–
El que viene de lo alto está sobre todos. El que tiene su origen en la tierra es terreno y habla
de las cosas de la tierra; el que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído; sin
embargo, nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio, reconoce que Dios dice
la verdad, porque cuando habla aquel a quien Dios envió, es Dios mismo quien habla, ya
que Dios le ha comunicado plenamente su Espíritu. El Padre ama al Hijo y le ha confiado
todo. El que cree en el Hijo, tiene la vida eterna, pero quien no lo acepta, no tendrá esa
vida, sino que está sujeto al castigo de Dios.
La adhesión a la vida de Jesucristo es un propuesta para seguir; no es, una imposición. Un elemento
clave del reino es que este se construye desde la libertad. Esta libertad se fundamenta en el amor, que
nos hace verdaderamente libres. Decía San Agustín: Ama y haz lo que quieras. El amor es lo que nos
hace libres.
Para seguir a Jesús se debe aceptar el testimonio de él, que es el enviado del Padre; aceptar ese
testimonio y hacerlo suyo es entrar en la dinámica del reino. Vivimos según el Espíritu de Jesús,
porque le creemos, porque hemos hecho nuestra la vida de Jesús. Esto es adherirse a él, que debe ser
unos de los elementos que hemos de fortalecer en este año de la fe, que estamos invitados e invitadas a
vivir a partir del 11 de octubre, con motivo de los cincuenta años de la convocación del Concilio
Vaticano II.
Viernes 20. San Juan 6, 1 – 15.
En aquel tiempo, Jesús pasó a la otra orilla del lago Tiberiades. Lo seguía mucha gente, porque veían
los signos que hacía con los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con los discípulos.
Estaba ya próxima la fiesta judía de la pascua. Al ver Jesús que mucha gente acudía a él, dijo a
Felipe:
–
¿Dónde podríamos comprar pan para dar de comer a todos estos?
Dijo esto para ver la reacción, pues ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:
–
Con doscientos denarios no compraríamos bastante para que cada uno tomara un poco.
Entonces intervino otro de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, diciendo:
–
Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es esto para
tanta gente?
Jesús mandó que se sentaran todos pues había mucha hierba en aquel lugar. Eran unos cinco mil
hombres. Luego tomó los panes; después de haber dado gracias a Dios, los distribuyó entre todos.
Hizo lo mismo con los peces y les dio todo lo que quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a
sus discípulos:
–
Recojan lo que ha sobrado, para que no se pierda nada.
Lo hicieron así; y con todo lo que sobró de los cinco panes llenaron doce cestos.
Nos encontramos ante un relato ante el cual lo que se quiere es proponer un elemento alternativo de
lo que significa el Reino de Dios, anunciado por Jesús.
La gente se ha acostumbrado a un sistema que es de carácter económico que pretende explicarlo todo,
hasta las relaciones humanas. Esta se construyen a partir de criterio oferta y demanda. Hay unas
necesidades que solo se puede cubrir con dinero,con compras. Si la gente tiene hambre, con lo único
que se puede saciar es comprando. Todo se arregla mediante la compra; el mercado tiene las respuesta
para todo lo que se necesita. Las personas se relacionan ofreciendo y recibiendo servicios o cosas. Se
tiene amigos, porque ellos me va a surtir de aspectos que necesito: para que me acompañen, me ayuden
, me den cosas. El sentido del compartir de la valoración del otro, queda por fuera. Los amigos solo
valen de acuerdo a lo que pueda recibir de ellos; una vez que no me ofrezcan nada, lo dejo de lado.
Jesús propone algo diferente. Las personas valen por sí. Por sus sentimientos, por sus ideas, por su
lealtad, por su cercanía y confianza. De ahí que aquellos que veían en las relaciones humanas,
relaciones de uso, Jesús propone las de solidaridad, la de compañerismo. Aquellos que se preguntan
con qué compramos, cuando se ocupa para poder comprar; Jesús prefiere hablar de la importancia del
compartir. Jesús le da importancia a lo que propone Andrés. Hay uno que tiene cinco panes y dos
peces. Esto se puede compartir. Este es el milagro, que sigue siendo el de todos los tiempos; que
superemos el egoísmo y que nos abramos a la solidaridad.
Sábado 21. San Juan 6, 16 – 21.
En aquel tiempo, a la caída de la tarde, los discípulos bajaron al lago, subieron a la barca y
atravesaron el lago. Subieron a una barca y atravesaron el lago hacia Cafarnaún. Era ya de noche y
Jesús no había llegado a donde estaban ellos. De pronto se levantó un viento fuerte que agitó el lago.
Habían avanzado unos cinco kilómetros cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando
sobre el lago, tuvieron mucho miedo.
Jesús les dijo:
–
Soy yo. No tengan miedo.
Entonces quisieron subirlo a bordo; al instante la barca tocó tierra en el lugar al que se dirigían.
Hoy es urgente a la luz del tiempo en el que estamos, el de la pascua, que tomemos más conciencia
del valor del encuentro con la persona de Jesús. A veces como que la preocupación más fuerte que nos
domina es que hacemos, cuanto; pensamos y nos centramos en conseguir cosas, en hacer actividades,
cuando lo esencial es encontrarnos con Jesús, para que conociéndolo nos adhiramos a su vida, lo
imitemos, actuemos con sus mismos criterios y bajo sus mismas opciones. Aquellos discípulos que
intentaban llevar adelante la barca, que sabemos que en los evangelios es signo de la Iglesia, no
pudieron mantenerla a flote, si no fue con la presencia de Jesús. Solo cuando este dominó las aguas,
ellos llegaron a tierra firme. Todo cuando hagamos en la vida de la Iglesia, si no es bajo la presencia de
la persona de Jesús, no podrá salir a flote. Que pensemos en los espacios que le estamos dando al
encuentro con Jesucristo, en la intimidad, en el silencio, en la reflexión, en la oración.
Domingo 22. San Lucas 24, 35 – 48.
En aquel tiempo, estaban comentando lo sucedido, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les
dijo:
–
Paz a ustedes.
Espantados y llenos de miedo, creían ver a un fantasma.
Pero él les dijo:
–
¿Por qué se asustan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Vean mis manos y mis pies; soy
yo en persona. Toquénme y convénzanse de que un fantasma no tiene carne ni huesos,
como ven que yo tengo.
Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el
asombro, les dijo:
–
¿Tienen algo de comer?
Ellos le dieron u trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:
–
Cuando aún estaba entre ustedes, les dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito
sobre mi en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las escrituras.
Nos dice San Lucas, que los discípulos estaban comentando sobre Jesús, cuando él se aparece en
medio de ellos. La reacción que se suscita ante su sorpresiva presencia es la de temor, lo confunden
con un fantasma.
Esto que nos plantea San Lucas, no lleva a dos reflexiones. Jesús no es un tema para conversar.
Jesús no es asunto de curiosidad, para conocer detalles de su vida, al estilo de lo que se hace en los
medios de comunicación con la farándula. Se presentan detalles de la vida de los famosos solo por
curiosidad. Qué si salió con x o y persona, que si se va a casar con determinada persona, que si le fue
infiel a su pareja. Podemos quedarnos en situaciones sobre esa. Que la casa donde nació, que cómo era
los clavos de la cruz, que si murió a los treinta y tres años. Ante Jesús lo que tiene que existir es una
decisión de seguimiento, de encuentro con él, para posteriormente disponernos a seguirlo siguiendo sus
pasos. Esto nos lleva a pensar en ¿Cuál es nuestra relación con Jesús? ¿Es de curiosidad o de conocerlo
en profundidad para imitar su estilo de vida?
La otra reflexión gira en torno a la idea que describe Lucas, que se asustaron porque lo confundieron
con un fantasma. Esto no lleva a pensar en ¿cuál es la idea que tenemos de Jesús? Podemos tener una
idea de él que no es la que prefiere que tengamos. Podemos entender a Jesús como alguien poderoso
que solo esta para socorrernos en momentos en que no tenemos una salida, o en un modelo de vida, que
nos propone un tipo de relación con los demás y con el entorno, según los valores de el reino por él
propuesto.
Lunes 23. San Juan 6, 22 – 29.
Al día siguiente la gente continuaba en la otra orilla del lago. e habían dado cuenta que allí solamente
había una barca y sabían que Jesús no había embarcado en ella con sus discípulos, sino que estos
habían partido solos.
Otras barcas llegaron a Tiberiades y se detuvieron cerca del lugar donde la gente había comido el pan,
después que el Señor había dado gracias a Dios. Cuando se dieron cuenta de que ni Jesús ni sus
discípulos estaban allí, volvieron a las barcas se dirigieron a Cafarnaún en busca de Jesús. Lo
encontraron en la otra orilla y le dijeron:
–
Maestro, ¿Cuando has llegado aquí?
Jesús les contestó:
–
Les aseguro que ustedes no me buscan por los signos que vieron, sino porque comieron pan
hasta saciarse. Esfuércense por conseguir no el alimento transitorio, sino el permanente, el
que da vida.
Esfuércense por conseguir no el alimento transitorio, sino el permanente, nos ha dicho Jesús. Esto
nos lleva pensar en la misma linea de ayer domingo, sobre el tipo de relación que tenemos con la
persona de Jesús, el tipo de idea que tenemos de él.
Podemos creer que Jesús es un ser mágico que nos saca de nuestras dificultades. Que lo buscamos
para que nos de una respuesta a una inquietud. Pienso en algunas veces en que hay rótulos o personas
que tienen un dicho: “Jesús es la respuesta”. En realidad Jesús tiene una propuesta, que es la del reino;
esa a eso a lo que tenemos que responder. En Jesús hay un estilo de vida, sustentada en unos valores
que son los de ese reino. Ha Jesús no tenemos que buscarlo para ver que nos da, sino para aprender de
él, para hacernos discípulos y discípulas suyos. ¿Lo buscamos para eso? O ¿Por qué lo buscamos?
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