el príncipe y el mendigo

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EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO
(Fic de Shugaresugaru)
Capítulo 13: Tristeza
—Thomas, cielo ¿Quién era ese muchacho al que perseguías? — la voz dulzona,
empalagosa y levemente ponzoñosa de su abuela lo irritó un poco, pero como era a quien
más respetaba, Tom hizo una displicente inclinación de cabeza.
—Uhm…un… conocido, abuela— mintió. Al escuchar el bufido indignado de Andreas, se
volvió y lo fulminó con la mirada, advirtiéndole.
—Parecías muy molesto hijo —le dijo su madre —aun lo pareces ¿estás seguro que todo
está bien?
Tom volteó los ojos hacia arriba.
—Todo está perfecto— respondió con enfado — ¿y…a que debo el honor? —
nuevamente su tono sarcástico comenzó a irritar a su padre, quien se había mantenido
callado mientras su mujer y su suegra hablaban con su muy-rebelde-impertinente-hijo.
—Debes saberlo Thomas, es sobre lo que hablamos hace tres semanas —Tom empezó a
refunfuñar y a quejarse en voz baja —es jueves. El sábado llegará aquí tu prometida y
habrá una recepción para darle la bienvenida— el rey ignoraba los gestos de asco que
hacia su hijo. —Me alegra que el príncipe Andreas esté aquí, quizá también encuentre
una doncella digna de él y si no, al menos puede meterte un poco de sentido común en la
cabeza —dijo, sonriéndole al rubio, y recibiendo en respuesta otra sonrisa deslumbrante y
llena de dientes. Andreas estaba tan desesperado de hacerse notar por Tom y ser
considerado parte de Calabria, que habría lamido las botas del rey con gusto si éste se lo
hubiera pedido.
—Permíteme dudarlo, padre— dijo Tom, mirando a Andreas con gesto adusto.
—No molestes a tu amigo Tom— lo reprendió su abuela cariñosamente y Tom calló como
un muerto.
—Tom, cielo, ¿podemos hablar un momento a solas? — pidió su madre y caminó hacia la
enorme terraza que formaba parte de los opulentos aposentos de su hijo.
— ¿Qué pasa mama? — preguntó, mirando de soslayo hacia dentro de su habitación,
donde su padre, su abuela y Andreas hablaban. Más le valía al rubio mantener el pico
cerrado referente a Bill. Tom ya se lo había advertido.
—Es sobre todo esto… en verdad lamento tener que imponerte un matrimonio que se que
no quieres, pero… son las tradiciones, llevas toda tu vida comprometido con ella.
— ¿Y qué va a pasar si me niego? ¿Y si ella se niega? — Al ver que su madre fruncía el
ceño, confusa, prosiguió —quiero decir, me conoce tanto como yo a ella. No creo que de
buenas a primeras acceda a casarse conmigo sin poner pegas. Además no sé cómo es
¿Qué tal si es fea? — Tom se horrorizó. No podía pensar en ninguna mujer. El recuerdo
de Bill eclipsaba por completo todos sus sentidos. Estaba impaciente y miraba
desesperado toda la extensión de jardín que había abajo, esperando verlo de un
momento a otro. Se confundía con las sombras y el sol, que estaba demasiado brillante —
¿Cuánto tiempo se quedará… ella?
—Tal vez piense lo mismo que tu, cariño, pero así es como son las cosas. Si te niegas y
ella o su padre se llegan a sentir deshonrados, nuestros reinos no se unirán y es probable
que Mónaco nos declare la guerra, y es un reino que desde siempre ha sido forjado en la
batalla… oh y se va el mismo día, solo viene a conocerte— contestó su madre, con
tristeza, y Tom sintió de pronto, un enorme peso sobre sus hombros. Una
responsabilidad que no quería.
— ¿Por qué? ¿Qué hice yo para que semejante responsabilidad me fuera otorgada? ¿Me
estás diciendo que al negarme puedo desatar una guerra?— le dijo y al verla asentir
decidió que ya había escuchado demasiado. Iría por Bill. Solo tocándolo podría calmarse
y pensar con racionalidad.
—Existe la posibilidad… ¿Tom, a donde vas?
Su padre le detuvo abruptamente en cuanto entró.
—Voy a salir. — respondió al momento de tomar su capa y darle un brusco empujón con
el hombro a Andreas, para que lo dejase pasar.
—Lo siento hijo, pero no podrás, tienes dos días, los diseñadores están aquí para
confeccionar lo que usaras, además tienes que estudiar tu parlamento y practicar tus
modales. Dejan mucho que desear.
Tom sintió verdaderas ganas de asestarle un puñetazo en toda la cara a su padre, pero
eso sería demasiado insensato, así que solo lo miró con rabia, apretando los dientes y los
puños. Lo habían acorralado, y el ardía en deseos de ir en busca de Bill, y follárselo
brutalmente como castigo por haberse largado de esa manera cuando él se lo había
prohibido. En cuanto lo pillara se aseguraría de que jamás lo volviera a abandonar.
—Ya resígnate Tom, pronto encontraras otro animalito de compañía, más fino— le
susurró Andreas al oído, burlándose al pasar a su lado.
—Andreas, voy a matarte— le amenazó, pero Andreas ya no lo escuchaba. Se había
alejado, iba platicando amenamente con la abuela encorvada y vieja de Tom, y a él no le
quedó más remedio que seguirlos. Su mente se había tranquilizado un poco al pensar que
estaban en una isla, así que Bill no tendría escape. En cuanto se librara del maldito
compromiso iría a buscarle y lo traería a rastras si fuese necesario.
&
En cuanto entraron en el pueblo, fueron el centro de la atención. Georg lo notó de
inmediato, pero al parecer Bill no, y en cuanto llegaron a casa del castaño Bill saltó del
caballo y se metió corriendo, dejando a Georg algo alucinado. El castaño se bajó del
caballo y lo condujo a la parte trasera de su casa, atándolo al mástil más alejado del
pequeño corral improvisado, que contenía tres vacas escuálidas. En contraste, resultaba
aparatoso ver al inmaculado corcel, blanco como la nieve, con la silla azul profundo,
ribeteada en dorado, de pie en el fangoso centro del corral. Georg le dio la espalda y entró
en su casa, topándose de frente con la tragedia.
En la cutre habitación asignada a Constanza, estaba su pequeña familia. Su padre,
totalmente serio tenía el brazo rodeando los hombros de su madre, quien tenía una mano
en la boca y los ojos brillantes por las lágrimas, parecían sumamente tristes.
Pero fue ver a Bill lo que le hizo sentir un escalofrío de terror recorrerle la espina. Su
mejor amigo estaba arrodillado al lado de la cama, con los ojos fijos en los ojos cerrados
de su madre, como si esperase que de un momento a otro, ella los fuese a abrir. Pero
Georg adivinó que eso no sucedería. Al verla inmóvil, encogida, sin color alguno, supo
que Constanza ya no estaba con ellos, pero al parecer Bill no lo creía, o no quería creerlo.
El pelinegro acunaba las manos cenizas y frías de su madre entre las suyas, cálidas y
blancas, como queriendo traspasarle su propio calor. Un par de enormes lágrimas
cristalinas rebosaron de sus ojos, resbalaron por sus mejillas y cayeron en las pálidas y
marchitas manos maternas. El castaño temblaba, tenía las manos frías y sudorosas y no
sabía que decir, pues el inmenso dolor que Bill sentía era incluso palpable, se notaba en
el aire.
—Murió apenas unos minutos antes de que Bill atravesara la puerta— le informó su padre
entre susurros, para no incomodar al pelinegro, pero éste no los escuchaba. Se ahogaba
en su dolor, en su desesperación, en su rencor. Todo su mundo sufrió una convulsión,
algo se rompió dentro de él, mientras observaba, mudo de agonía el cadáver de la
persona que más había querido en el mundo.
—Está muerta— su voz incrédula fue apenas audible.
—Cuanto lo siento Bill— sollozó la madre de Georg.
—Y no me pude despedir… no pude decirle cuanto la quería— su voz se quebró.
—Estoy seguro que ella lo sabia… hermano. —La voz de Georg también se quebró al
decir la última palabra.
Y el borbotón de lágrimas que Bill había aguantado durante toda su vida, todas las
vejaciones, las humillaciones, los maltratos, los golpes, las amenazas, los insultos,
subieron como una marea gigantesca por su garganta, estallando en una gran tormenta
que se resumía en su boca. Se derrumbó sobre la cama, sobre su madre, llorando,
jurando venganza. Se hundió en la desesperanza, en el dolor, en una soledad inmensa y
pasmosa. Quiso morirse junto a ella en ese momento. Eso era todo lo que ahora quería,
morir.
“Maldito seas Tom... Maldito seas” Su vista se nubló, estaba completamente mareado. La
imagen de su madre se volvía más borrosa, más oscura, hasta que sintió que esa
oscuridad lo envolvía a él también. Bill se desmayó…
&
La tarde casi había muerto ya. Georg llevó en brazos hasta su cuarto a un Bill sumido en
la inconsciencia, mientras sus padres se hacían cargo de llamar al médico y al enterrador.
Había muchas cosas que hacer, pero una de las mas imperiosas era asegurar a Bill,
porque el tono verdoso que había adquirido su piel no era para nada normal, además
Georg temía que de un momento a otro apareciera el príncipe mal nacido para llevárselo
de nuevo, pero por suerte, durante la noche nada de eso ocurrió.
El pelinegro durmió hasta tarde, por el calmante que le había inoculado el médico cuando
él dormía, mientras que Georg medio durmió sobre la desvencijada silla que descansaba
al lado de su cama. Pero ahora, ya entrada la mañana, por la incomodidad y la luz, no
pudo seguir durmiendo, y se dedicaba a observar a Bill.
Durante la noche, el calor se había acentuado y Georg había desabotonado la camisa de
Bill, para que no sudara tanto y le fuera a dar un golpe de calor o algo parecido. La tela de
algodón blanco se había ido subiendo y ahora dejaba al descubierto toda la extensión de
piel blanca del pecho de Bill. Estaba muy delgado, tanto que rayaba en lo insano, las
costillas sobresalían, también los huesos de la cadera, y ni hablar de los huesos de sus
clavículas. Georg observaba con los dientes apretados su torso, donde una dispareja
cicatriz zigzagueante más blanca y abultada que el resto de su piel se exhibía en su
costado izquierdo, que subía y bajaba al ritmo acompasado de su profunda respiración.
Georg sintió la enorme tentación de pasar los dedos sobre ella, para sentir la textura de
su piel y medir sus relieves, pero se golpeó mentalmente. Bill era su amigo, y era hombre,
no sabía porque sentía ese repentino impulso por tocarlo. Lo había sentido desde que lo
había visto el día anterior, tan elegante, tan limpio, con ese porte tan gallardo y elegante.
Ahora comenzaba a apreciar el cambio que se había operado en su mejor amigo con el
paso de los años. A Georg le gustaban las chicas, pero no podía negar que el rostro tan
anguloso y afilado de Bill poseía una belleza extraterrena y se sorprendió a sí mismo
presionando su pulgar sobre los carnosos labios entre abiertos de Bill. Su aliento caliente
envió una descarga eléctrica por todo su cuerpo y se alejó, nervioso cuando Bill comenzó
a removerse hasta abrir los ojos.
—Georg— susurró con voz pastosa, sintiéndose perezoso, tallándose los ojos, e
irguiéndose en la cama, hasta quedar sentado en ella, con una mano apoyada en las
sabanas.
—Bill— respondió este, con voz ronca. Se aclaró la garganta — ¿Qué tal dormiste?
Bill se lo pensó por un momento, entonces recordó, y toda la enormidad de lo ocurrido le
cayó encima y sintió como si un mar enorme naufragara sobre él. Sus ojos se
cristalizaron.
—Entonces es cierto— susurró, bajando la cabeza. La cascada de cabello oscuro se agito
y cayó melancólicamente por sus hombros huesudos.
Georg pensó que parecía un ángel caído, un ángel despojado de sus alas, condenado a
vivir encadenado a la tierra.
—Tienes que ser fuerte, amigo— le reconfortó y Bill temblequeó.
—… ¿Dónde está?
—Se la han llevado desde anoche.
—a… ¿a enterrar? —lloriqueó.
—No hombre, sucede que hace mucho calor, entonces la van a embalsamar…o algo así,
mañana es el entierro.
—Mañana es mi cumpleaños…—un sollozo se agolpó en su garganta y perdió el
aliento. “También es el cumpleaños de Tom”Sabia que aquel hecho debía sorprenderlo
muchísimo, pero sorprendentemente no le importó.
—Lo sé Bill, y quisiera arrancarme mi propia piel para remendar tus heridas, pero no
puedo —Georg se levantó de la silla y se sentó en la cama, a un lado de Bill— solo puedo
decirte que cuentas conmigo para todo, y que nunca te dejare solo, mi hermano— y lo
abrazó fuertemente, sin decir nada más. En situaciones como aquellas, las palabras
salían sobrando, el único consuelo que podía ofrecerle era su calor y su compañía. No le
importó sentir como se le clavaban todos los huesos de Bill en cuanto este le devolvió el
abrazo.
—Te dejaré… para que te vistas— le dijo, al cabo de unos minutos, rompiendo el
contacto, que empezaba a ponerle nervioso y salió dejando a Bill a solas—te espero
abajo.
Bill asintió y entonces se quedó solo.
Al intentar levantarse se mareó. Sentía como si sus huesos se hubiesen vuelto
esponjosos y tuviera aserrín dentro de la cabeza. Cayó sentado de nuevo en la cama,
sollozando. Ahora lo entendía con claridad, estaba totalmente solo en el mundo. Su mejor
amiga, su apoyo, su alegría, todo había muerto la noche anterior, junto a Constanza, y la
tranquilidad, la seguridad y el cariño que creyó haber encontrado en Tom… ahora todo se
hallaba roto en mil pedazos, salpicado de sangre, y entonces lloró, lloró como un niño de
cinco años, solo y asustado, rogando por la seguridad que solo los brazos de una madre
puede ofrecer.
Un buen rato después, al fin apareció en la planta baja, completamente vestido con ropa
de su amigo, que le venía demasiado grande, (la ropa de Tom, completamente
desgarrada, estaba en lo más profundo de la letrina de la casa) donde Georg y sus padres
lo recibieron, cabizbajos pero con la misma afectuosidad de siempre.
Bill ya no lloraba, pero tenía los ojos enrojecidos e inflamados. Rechazó con amabilidad la
comida que le ofreció la madre de Georg y salió hacia el patio lodoso, donde estaba su
caballo aun atado. Tenía las patas y toda la barriga llenas de barro, al parecer había
pasado toda la noche ahí y se había recostado en el suelo para dormir.
A Bill le dolió ver tan sucia a una criatura tan hermosa.
—Perdóname Capri, arreglaremos esto— le dijo suavemente.
Lo condujo a una parte sombreada y seca del corral y le quitó la silla, las riendas, la brida
y el torzal, dejándolo completamente libre. Cuanto odiaba todas aquellas
implementaciones que estaba seguro, solo hacían sufrir a los caballos.
Después, tomó un cubo de metal viejo y medio oxidado de las orillas, lo llenó hasta el
borde con agua limpia, y usando sus propias manos despegó todo el lodo y la suciedad
de su caballo, hasta dejarlo impecablemente blanco. Le dio de beber, vaciando y
volviendo a llenar de agua fresca el mismo cubo y para comer le consiguió un poco de
musgo suave y unos cuantos puñados de granos que robó a los pollos del señor Listing y
por último, lo dejó descansando sobre una manta seca que encontró en el cobertizo.
Descubrió que podía con el dolor si su mente estaba ocupada en otros asuntos.
Luego de afanarse toda la mañana con su caballo, volvió dentro de la casa, donde
estaban su amigo y sus padres, disponiendo todo para la comida.
—Es un caballo hermoso— le dijo el señor Listing, para distraerlo —pero tozudo, no me
dejó acercarme a él para desatarlo, parece que solo se deja tocar por ti.
—Así fue desde el primer día— la voz de Bill era apagada, sin vida — pero yo le agrado…
creo.
—Más que eso muchacho, tu eres su amo… es un animal muy fino ¿de dónde salió?
Bill se puso tenso de inmediato. No quería oír ni media palabra sobre Tom, y Georg lo
sabía.
—Nadie lo quería, lo iban a sacrificar y entonces se volvió mío, porque solo yo lo podía
controlar— le dijo, sin mentir, solo modificando un poco la verdad.
—Ya veo, y me alegro, habría sido un error fatal sacrificar a ese animal.
—Cuanto… como sabré…—Bill se trababa, no sabía cómo formular su pregunta así que
rectificó— ¿sabe cuántos años tiene?
El padre de Georg se lo pensó.
—Tendrá… unos cuatro, o cinco, máximo, no le doy más.
—Ya… y ¿Cuánto viven? ¿Cuántos años?
—Depende… mira, si lo cuidas bien llegan hasta los 30 años como mucho.
—oh… muchas gracias.
Bill asintió, se disculpó, diciendo que no tenía hambre y huyó directo al cuarto de su
amigo, antes de que le pudieran decir nada más. No quería comer, ni vivir, ni respirar. No
quería nada.
Se tendió nuevamente sobre la desvencijada cama de Georg, se tapó hasta la cabeza con
la sabana luida y se arrepintió de haber conocido a Tom. El príncipe había sido su
perdición. Estaba claro. Y por culpa de él, y nada más que de él, había perdido la última
oportunidad de decirle a su propia madre lo orgulloso que se sentía de ella. Quiso
arrancarse de cuajo la piel, cada sitio donde Tom le había besado, cada roce, cada ínfima
caricia, hasta quedar en carne viva y luego revolcarse en un montón de cal, para borrar
todo rastro de Tom de su piel y de su memoria…pero sabía que era imposible, las huellas
que Tom había dejado en él estarían grabadas a fuego por siempre en su memoria.
Mordió con fuerza la delgada almohada para amortiguar sus gritos de odio, de rabia y
coraje hacia sí mismo por dejarse follar por Tom como un animal, por soportar tantas
humillaciones, por haber creído en las falsas palabras del príncipe, sin sospechar siquiera
que eran nada más que falacias y promesas vacías, por sentir cariño hacia él. Un cariño
limpio y potente como un rayo de sol, que ahora estaba escondido detrás de una negra
nube de rencor. Se sintió tan estúpido, tan patético… y después de varias horas de
agonía, al fin consiguió rendirse a un duermevela inquietante y doloroso…
& Continuará &
Notas de Mizukychan:
Nooooo, murió, ¿cómo? Noooo. Pobre Bill, no le sirvió de nada escapar, porque ni
siquiera pudo despedirse de Constanza y ahora solo siente odio por Tom, y como no, el
estúpido lo trató como esclavo y por su culpa su mamá murió solita, waaaa, quiero llorar
también.
Otra vez no sé como invitarlas a votar –coge su cajita de pañuelos desechables y se
limpia los mocos-. Waaa, voten y waaa, comenten también, y waaa, mejor me voy.
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