Sonia Ziegler - La influencia de los Garibaldinos en la sociedad

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Celebración del día de la Libertad de Pensamiento
Miércoles 20 de Setiembre de 2006
Sonia Ziegler
Influencia de los garibaldinos en la sociedad uruguaya
Hablar acerca de la fecha que recordamos hoy -considerada clave para la unificación italiana, entre
otros significados- implica necesariamente referirse a José Garibaldi, aunque él no estuviera en
Roma ese día.
Garibaldi fue -y es- el símbolo de esa unificación, porque ella se constituyó en el motor principal
de su acción guerrera, en el objetivo central de su vida, en la razón por la cual soportó heridas,
distancias, prisión.
Pero Garibaldi trascendió esa empresa y su figura tomó carácter universal. Llamado el héroe de dos
mundos, sus hazañas se cuentan en varios idiomas y en diferentes lugares del planeta, algunas en
suelo americano, incluso en nuestro propio país.
Sin embargo, no es sólo su vitalidad indestructible ni su indomable espíritu o su capacidad para
elaborar inteligentes estrategias y salir airoso en situaciones por demás difíciles tanto en el mar
como en la tierra, lo que lo hizo una verdadera leyenda.
Más allá de toda circunstancia lo que hizo de Garibaldi un ser querido y admirado en todas partes
fue su actitud ante la vida, ante los hombres, ante los hechos. Fue la defensa a ultranza de
principios inherentes a la humanidad los que hicieron que la humanidad entera se sintiera
reconocida en él y defendida por él.
Garibaldi estuvo por encima de bandos en conflicto o de nacionalismos en pugna, más allá de
cargos o títulos -tanto los propios como los ajenos, así fueran papas o reyes-, e incluso de nombres
despectivos como el de sus queridos farrapos.
Tenía un norte tan definido, sabía tan bien por qué luchar, que no lo tentaron las concesiones
jerárquicas, los regalos o los premios, aunque ellos vinieran de quien defendía; así como no lo
vencieron ni minaron su coraje, ni los desprecios ni los olvidos ni las traiciones.
Este sitio -Tres Cruces- fue de los primeros en que cruzó las armas con su ocasional enemigo en
estas tierras, liderando la bizarra Legión Italiana, allá por noviembre de 1843, con aquel episodio
tan dramático de la recuperación del cadáver del coronel español José Neira, honorable gesto que
contravenía los tratamientos habitualmente inhumanos de la época.
Los bravos legionarios italianos se habían unido voluntariamente en torno al fulgurante liderazgo
del nizardo y enarbolaron la famosa bandera negra donde la ardiente lava del Vesubio proclamaba a
los cuatro vientos el supremo ideal de libertad, que es “patrimonio de la humanidad”1, según sus
propias palabras.
Los vieron empuñar las armas y luchar gallardamente, los montevideanos, los colonienses, los
salteños, los sanduceros, los correntinos, los habitantes de Martín García y los de Gualeguaychú y
“do quiera asome la tiranía”2, para volver a emplear sus expresiones. Mas, cuando la Italia lo llamó
de nuevo, reunió “un puñado de los mejores entre los nuestros”3 e izó velas hacia Europa. “Era
doloroso abandonar el país de asilo, la patria adoptiva, los hermanos de armas…”4.
Los ideales garibaldinos, sin embargo, germinaron en esta tierra oriental y se acrecentaron con
numerosos inmigrantes que llegaron en oleadas cada vez más importantes en el último cuarto del
siglo XIX. Su influencia se hizo notar en la economía y la vida productiva del Uruguay, en la
cultura y la sociedad e incluso en el desarrollo de la Masonería -hermandad a la cual el admirado
líder pertenecía-, que alcanzó con los italianos un señalado desarrollo cuantitativo y cualitativo.
Los datos estadísticos muestran que entre los llegados existía un importante predominio de
artesanos y gente de oficio, pequeños empresarios y comerciantes y algunos profesionales, por lo
cual Fernández Cabrelli habla del aporte de “cerebros, brazos y capitales” y de personas con
“capacitación específica”5. Muchos de ellos traían también la llama que Mazzini había encendido
con la Joven Italia y la fuerza que Garibaldi le había infundido allá.
Fueron ellos -integrantes de una creciente clase media- quienes contribuyeron a la efectiva
democratización del país y a la obtención de logros importantes que han marcado de forma
definitiva la organización social y política del Uruguay. Los apellidos de la colectividad italiana
descuellan entre aquellos industriales que construyeron la prosperidad del país, entre los
fundadores de sociedades de beneficencia y de asistencia médica -como esta institución en que hoy
nos encontramos- y de carácter artístico o recreativo, tanto en la capital como en las principales
ciudades del interior.
1
Torterolo, Leogardo Miguel. La Legión Italiana en el Uruguay, p. 29.
Ídem.
3
Ídem, p. 56.
4
Ídem.
5
Fernández Cabrelli, Alfonso. Participación de los masones italianos en la transformación de la sociedad oriental, pp. 9091.
2
Hay, sin embargo, ciertos rubros en los cuales su acción fue más incisiva, por ser portadora de
principios liberales en su más amplio sentido. Uno de ellos es la educación, cuyas reformas
iniciadas con el impulso renovador y dinámico de J. P. Varela, encontraron eco entre aquellas
sociedades masónicas en las cuales el núcleo italiano era puntal firme y persistente y se continuaron
activamente en las décadas posteriores, entrado ya el siglo XX.
Otro, el de la organización solidaria de los obreros que llevó a la formación de sindicatos -en
algunos de ellos con fuerte componente socialista o anarquista- y tuvieron incidencia en la
avanzada legislación batllista, en el terreno social y laboral.
No puedo dejar de mencionar la influencia que tuvieron los italianos, y más específicamente las
italianas, en la defensa del rol de la mujer y sabemos que fueron de ese origen algunas de las
primeras profesionales de nuestra universidad, abriendo un camino anticipatorio de lo que vendría
muchos años después.
He dejado para el final el aspecto que más controversias, discusiones y polémicas generó y
continúa generando, y en el cual la presencia italiana liberal y masónica ha sido decisiva: el proceso
de secularización que se consolidó temprana y firmemente en la legislación uruguaya y
posteriormente en la Constitución, con la separación de la Iglesia y el Estado. Ello tiene como
correlato imprescindible la puesta en práctica de un caro principio: el de laicidad.
Tiene gran simbolismo este monumento aquí emplazado en homenaje a esa fecha de que hablaba al
comienzo y que como Día de la Libertad de Expresión del Pensamiento, consagra un derecho
humano fundamental en el que se apoyan otros no menos importantes.
Ahora bien, este obelisco se encuentra muy cerca de aquel que señala el nacimiento del Uruguay
como Estado, pero también muy próximo de otro símbolo que indica el lugar donde puso sus
plantas un representante actual de aquel Estado que en otro tiempo se hallaba incrustado en el
medio de la península italiana, impidiendo, precisamente, lograr lo que los camisas rojas pretendían
y que hoy estamos celebrando.
Esta cruz que se yergue a nuestras espaldas ¿no es una contradicción? Es, por lo menos, un desafío.
Sonia Ziegler
Bibliografía
Beretta Curi, Alcides. El imperio de la voluntad. Una aproximación al rol de la inmigración europea y al
espíritu de empresa en el Uruguay de la temprana industrialización. 1875/1930.
Dotta Ostria, Mario. Inmigrantes, curas y masones. En tiempos del Gral. Máximo Santos. Montevideo:
Ediciones de la Plaza. 2004.
Fabbri Cressatti, Luce. “La Herencia de Garibaldi en el Plata”. En: Garibaldi. Nº 4. Montevideo:
Publicación anual de la Asociación Garibaldina de Montevideo. 1989.
Fernández Cabrelli, Alfonso. “Participación de los masones italianos en la transformación de la sociedad
oriental”. En: Garibaldi. Nº 4. Montevideo: Publicación anual de la Asociación Garibaldina de
Montevideo. 1989.
Garibaldi, Anita. Garibaldi en América. Montevideo: Imprenta Nacional Colorada. 1930.
Hierro López, Luis. “Vigencia del pensamiento garibaldino”. En: Garibaldi. Nº 10. Montevideo:
Publicación anual de la Asociación Garibaldina de Montevideo. 1995.
Torterolo, Leogardo Miguel. La Legión Italiana en el Uruguay. Síntesis histórica. Montevideo:
Imprenta de la Escuela Naval, 1923.
Pertenece al archivo de documentos de la Asociación Civil 20 de Setiembre
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Montevideo, Uruguay
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