PRÓLOGO En los últimos años, muchas cuestiones han cambiado en el mundo, sobre todo los estereotipos o modelos tradicionales que hoy son derrumbados por nuevas tendencias o costumbres o, simplemente conductas que antes estaban un poco escondidas. Según dicen ahora, quienes sienten atracción por las travestis, no serían homosexuales, y en la mayoría de los casos, son hombres casados... o en pareja. Y hasta se enamoran de su chica transexual. Una realidad que vale la pena conocer… Aunque nos duela. La normatividad social establece dos tipos de género basándose en “La naturaleza” de nuestros cuerpos: Machos y hembras. Sin embargo, la naturaleza no es la única regente de la sexualidad. La experiencia humana es tan vasta y compleja que supera con creces a los determinantes biológicos. Por lo tanto, existen sexos y sexualidades: Sexo biológico: Varón, mujer e intersexual; cuando coexisten caracteres de ambos sexos. Sexo psicológico o identidad de género: Masculino, femenino, y transgénero; entendiéndose éstos como travestis o transexuales. Deseo sexual: Heterosexual, homosexual y bisexual. Una travesti, al igual que un transexual, no es un varón 3 Edmundo Villafañe Duarte homosexual que se viste de mujer. Es una mujer “Trans”, se siente mujer pero no niega su origen del sexo opuesto. En el primer caso, la travesti, mantiene sus genitales y no se acompleja por tenerlos; y en el segundo caso, la transexual, necesita operarse para readecuar su cuerpo físico a la experiencia subjetiva de sentirse mujer. Aclarando estas diferencias entre sexo, género y deseo, el abanico de posibilidades se abre, de tal manera que una mujer trans puede tener deseos de estar con un hombre o una mujer; o un hombre heterosexual podría verse deseando a una mujer, biológica y psicológicamente constituida, o a una mujer trans, es decir, travesti o transexual. No es ninguna novedad, hay hombres que buscan travestis para tener sexo y otros que se enamoran y construyen una vida en pareja. A pesar de los avances en materia de sexualidad y aceptación de lo diferente, la tendencia a encasillar existe. Se cree que un hombre que busca travestis o transexuales es un homosexual encubierto. No es así. Es un varón según la identidad de género; se siente masculino, es heterosexual, desea estar con una mujer… Pero trans. A estos hombres heterosexuales les atrae el cuerpo femenino, se sienten fascinados por sus curvas, la sensualidad, y hasta la libertad para el juego erótico. Hay algunos que son tan exquisitos que rechazan cualquier gesto viril que se cuele o el timbre de voz levemente grave. Puede parecer una paradoja, pero por un lado rechazan signos de virilidad en la figura y en el comportamiento, pero la presencia de los genitales masculinos los atrae. Están los que desean a las travestis y eligen el cuerpo “completo” que se le ofrece; otros gustan de transexuales operadas, o en vías de readecuar sus cuerpos. En muchas de las relaciones con travestis el hombre ocupa un rol pasivo, o hay versatilidad y se intercambian los roles, práctica que una prostituta u otra mujer no podría hacer por motivos lógicos. Cabe acá la aclaración que, el sexo anal no es sinónimo de 4 Nathalí homosexualidad; el erotismo homosexual puede o no incluir esta práctica. Si hay oferta de prostitución de mujeres transgénero es porque hay demanda. Los varones que buscan tener relaciones con travestis no lo hacen sólo por mero juego o por salir con amigos a una aventura exótica. Les gusta y lo disfrutan, sólo que unos pocos se animan a decirlo. Algunos sienten que se excitan más que con sus parejas mujeres. Cuando logran un placer alto con las chicas trans quieren repetir la experiencia. En algunos casos surge el dilema existencial: ¿Con quién tengo que estar, con mi novia mujer, o mi chica trans? A los hombres enamorados de mujeres trans se les presenta el gran desafío de blanquear una relación que puede generar incomprensión, burla y rechazo. Sólo unos pocos valientes se animan. Existen hombres heterosexuales, en pareja o casados, que esconden sus gustos por mujeres transgénero. Muy pocos se animan a confiarles a sus parejas actuales por dónde discurre su deseo. Las mujeres más abiertas aceptan que pueda haber interés, pero no permitirían jamás que su hombre salga alguna noche a saciar sus inclinaciones paralelas. Admiten la necesidad de su partenaire y hasta se permiten fantasear tener una chica trans en la cama, o jugar con algún dildo y que ella lo ate a la cintura a la manera de un pene artificial. Hasta ahí llega el permiso. Los hombres que desean a una chica trans, y están en pareja, se ven en una disyuntiva angustiante, mucho más que si la otra opción fuera una mujer. Los que no pueden confesar su atracción prefieren ocultarlo. No obstante, la conducta que adoptan puede llamar la atención, llamados encubiertos, frecuentes salidas nocturnas, uso desmedido del chat o ingreso a páginas de prostitutas trans. En la cama pueden mostrar una disminución del deseo o una exaltación del mismo cuando se exteriorizan fantasías que incluyan a travestis. Un hombre heterosexual que desea a una mujer trans vive 5 Edmundo Villafañe Duarte preso de la normatividad social, bajo el amparo de las creencias religiosas, que no le permiten una expresión autentica de lo que siente. Tiene que cumplir con las reglas impuestas para un hombre biológico, que se siente hombre psicológicamente, pero que desea igual o más a una mujer transgénero que a una mujer biológicamente y psicológicamente configurada. Los hombres y las mujeres homosexuales han logrado más aceptación y viven sus vidas con más libertad, les toca el turno a las mujeres y hombres transgénero. Y a los hombres y mujeres que se enamoran de ellas o ellos. 6 Nathalí 1 En muy pocas ocasiones, Sebastián llegaba tarde al Instituto Vocacional de Nuevas Profesiones de Medellín y, menos si se trataba del primer día de clases del semestre. Sin embargo ese lunes, amaneció lloviendo torrencialmente y había tenido que llevar a Rosangel a su trabajo, a quien no le gustaba manejar cuando llovía, con lo cual sortear el tremendo congestionamiento de la ciudad y, atravesarla desde el extremo sur. Al fin se encontraba ahora aparcando el auto a un lado del edificio. No llovía ya, pero la calle y la acera estaban mojadas y se hacían lagunas, por lo que era necesario saltar y evitarlas. Las anchas escaleras de entrada, por estar techadas, siempre albergan grupos de chicos que, antes de entrar a clases, se amontonan en los costados, sentados en sendos muros de concreto obra limpia que adornan la fachada principal. Sebastián caminaba muy a prisa y al comenzar a subir la docena de escalones, por distracción, pisó mal el tercero, colocando solo la punta del pie, lo que provocó que se fuera de bruces con todo el impulso que traía, cayendo estrepitosamente y esparciendo en varias gradas, las carpetas que llevaba en las manos. La clásica burla juvenil que se sucede en estos casos, trátese de quien se trate, no se hizo 7 Edmundo Villafañe Duarte esperar, una intensa bulla se apodero del pórtico y todas las miradas fueron a dar al hombre, que con dificultad intentaba incorporarse y con torpeza comenzaba a recoger sus carpetas y documentos. Aun agachado, alcanzo a ver que junto a él se posaban dos hermosísimos pies, calzados en unas sencillas y delicadas sandalias de tacón medio y escasas tiras de cuero, color beige. Los blancos y elegantes pies, terminaban en uniformes y redondos dedos, con uñas perfectamente trabajadas y pintadas con gracia minimalista exquisita, base brillante, orillo blanco y en el centro diminutas florecillas de varios colores. Seguían en sucesión ascendente un par de tobillos gruesos que se unían a piernas delgadas que se ensanchaban en las pantorrillas. La propietaria de aquella maravilla se agachó frente a él, para comenzar a ayudarle en su tarea de levantar los papeles. La falda que llevaba la chica se prensaba a nivel de las rodillas, forrando los gruesos muslos que completaban aquel par de largas y torneadas piernas. Sebastián subió bruscamente la cabeza, buscando el rostro de su colaboradora y lo que encontró fue la de un ángel. Un rostro que con inusitada dulzura le sonreía, ojos grandes color café muy claros, de largas pestañas y bien delineadas cejas, nariz respingada, pómulos algo sobresalientes, labios carnosos en forma de corazón con una delgada capa de brillo color rosa y dientes perlados con frenos ortopédicos metálicos con pequeños apliques color fucsia. El marco de aquel angelical rostro, se lo daba una hermosa cabellera muy lisa, que caía abajo de los hombros, castaño claro y teñido con líneas de reflejos rubios. Esto le daba un aspecto mayor a sus veinticuatro años, pero no por eso le perjudicaba. - Estas cosas pasan, no haga caso de la burla – diría con afabilidad la chica. Mientras le ayudaba. Ella inhalando con fuerza sentía el 8 Nathalí - - delicioso aroma del perfume sofisticado que llevaba él. Gracias, en verdad es usted muy amable señorita –agradeció sinceramente Sebastián. Para nada, tenga –y viéndose reflejada en las gafas del hombre, le acercó unas carpetas que ella había podido recoger. Él las recibió. Permítame ayudarle, señorita –dijo ofreciéndole su mano al incorporarse, para que ella se pudiera levantar. Luego de levantarse, acomodó su falda estirándola hacia abajo. Nathalí. Llámeme Nathalí –dijo ella sin soltar su mano. Sebastián… Mucho gusto. Terminando de acomodar sus documentos, Sebastián caminaba por el pasillo central, dirigiéndose a la oficina de control de estudios para recoger horarios y números de secciones a las que este semestre daría clases y, luego a la sala de profesores para saludar a sus colegas. Después del timbre iría hasta el salón asignado. Allí se encontró con sus colegas luego de las cortas vacaciones inter semestrales, Hernando el de matemáticas, siempre callado, como ausente, pendiente de preparar la materia y relacionándose solo lo elemental con el resto de profesores. Paula, la pícara siempre contoneando su voluptuoso cuerpo, dejando ver más de lo que el pudor y la decencia recomiendan, sentada sobre uno de los escritorios con sus piernas cruzadas dejando ver los imponentes muslos que seguían a la corta falda. Cuando Esteban entro hizo ella su acostumbrado gesto de sensualidad extrema y cambiando las piernas de postura y girando un poco sobre su propio eje nalgatorio, le mostro a Esteban su deliciosa entrepierna, al tiempo que llevaba una de las patas de los espejuelos a su boca y la chupaba con la mayor intención de provocarlo. 9