primeras jornadas de historia regional comparada 23 al 25 de

Anuncio
PRIMERAS JORNADAS DE HISTORIA REGIONAL COMPARADA 23 AL 25 DE AGOSTO DE 2000,
PORTO ALEGRE, BRASIL SIMPOSIO (12) VISIONES HISTORIOGRÁFICAS E IDENTIDAD REGIONAL
Ponencia: "La organización miliciana en el litoral argentino durante el Siglo XIX. Los casos de las provincias de
Santa Fe y Entre Ríos
Autoras: Dra. María Josefa WILDE, UN de Luján, Argentina
Dra. Teresa SUÁREZ, UN del Litoral, Santa Fe, Argentina
En la medida en que las milicias representaron un emergente social y que constituyeron un instrumento de
especial eficacia política en el proceso de organización del estado nacional y en la consolidación de su autoridad
central, interesa presentar un tratamiento secular de esta organización militar desarrollada en las provincias a lo largo
del Siglo XIX. Este trabajo revisa los casos de Santa Fe y Entre Ríos y trata de anticipar el valor comparativo del
tratamiento.
Por lo anterior, se consideran algunas hipótesis sobre la evolución de esta organización militar, sus vinculaciones
con el poder político local y nacional, y los factores que potenciaron o acentuaron su declinación, tales como las
necesidades de la autoridad central para imponer su autoridad y las derivaciones que tuvo el proceso de modernización
sobre el territorio nacional a lo largo del siglo.
Entendemos la milicia como una formación social amplia que difiere del ejército en cuanto cuerpo profesional.
Durante la mayor parte del Siglo XIX permanecen en la organización miliciana algunos rasgos de la milicia colonial.
En esta última, o bien se trataba de un cuerpo constituido por vecinos que hicieron "alarde" de armas y por lo tanto
equiparon tropas reuniendo sus servidores de diferente origen étnico, peones y otros sujetos reclutados; o bien un
cuerpo constituido por un reducido número de soldados de carrera con jefatura profesional o cuasi-profesional, y un
número indeterminado de hombres ajenos a la vida militar, voluntaria o compulsivamente reclutados.
La dimensión de esta formación militar dependía del objetivo de su actuación: defensa de la ciudad de un ataque
indígena, entrada a pueblos de indios para "saca" de recursos, traslado de familias de un pueblo a un fuerte (1), defensa
ante ataques de la colonia portuguesa, o control de un área jurisdiccional.
En 1752, había sido creado el cuerpo de Blandengues en Bs.As., cuerpo que pretendía reforzar profesionalmente
la defensa de la colonia. (2) En Santa Fe, la presencia de soldados profesionales era mínima, por tanto requería el apoyo
privado. Un modo de ascenso social para españoles y criollos era el reconocimiento por servicios al Rey, que implicaba
la posibilidad de obtención del grado de Capitán. Este camino de la hidalguía fue bastante común. Quien no tenía el
derecho al apelativo Don, lo tenía de Capitán, o ambos. Los documentos nos muestran un uso frecuente de ese título
otorgado a quienes participan de las correrías contra los indígenas.
En el período posrevolucionario, se conserva en gran parte el peso de la contribución privada a la milicia proveniente de los sectores ganaderos-mercantiles que aportando su mano de obra en chacras y estancias, se traduce y
visualiza en el rápido reclutamiento. Sin embargo, en esta etapa, no se trata de ver la milicia sólo como un instrumento
que se utiliza esporádicamente y pierde significación o relevancia en tiempos de paz: su funcionamiento permite
entender la construcción del poder político en la región, y dado que esa organización opera a nivel supraprovincial,
incide necesariamente en la formación de la comunidad nacional. En efecto, la constitución del Estado Moderno no se
hace al margen de los procesos regionales, especialmente si se considera cómo se construyeron las ciudadanías, qué
formas de representación política tuvieron lugar y cómo se efectuaron las elecciones. (3) Cada grupo localmente -ya
fuese de ciudad, pueblo, villa- pudo conseguir un poder sostenido por una tropa armada. (4) Si esta tropa adhiere a la
política de Bs.As., constituye un factor de reconocimiento para su comandante, y si es insurreccional contra Bs.As.
merecerá una invasión desde el gobierno central.
Aunque alguna historiografía homogeneizó las posiciones provinciales (tendiendo a enfatizar la oposición
provincia versus autoridad central), el conflicto permanente a nivel local evidenciaba desacuerdos que veremos más
adelante. Quienes consiguieron mayor consenso fueron Estanislao López (1818-1838) en Santa Fe, y Pascual Echagüe
(1832 a 1841) seguido por Justo José de Urquiza en Entre Ríos por el resto de la década.
La relación social entre individuos pertenecientes a los diferentes niveles jerárquicos de la milicia está vinculada a
la estructura socioeconómica de la sociedad estamental: labradores, peones, arrieros y cargadores guardan una relación
de dependencia laboral, parental, o de compadrazgo con los vecinos/comandantes que conducen la tropa. Pese a los
cambios políticos que acompañaron a la revolución, persistió el sistema de autoridad vigente con anterioridad a la caída
de la monarquía. Esto hizo que la condición de ciudadano se fuera conformando sobre la base del vecino, categoría que
se extiende al concepto de "representante". Para el resto de la sociedad, los no-vecinos, la nueva categoría política será
la de ciudadanía del representado. (5) Así, el comandante estará dentro de la primera categoria, y los milicianos en la
segunda.
Los cambios en la composición, estructura y profesionalidad de la milicia han sido en el Siglo XIX progresivos
pero muy lentos, y aunque la guerra blanco-indio continuó, el objetivo de las acciones estuvo en la lucha entre
facciones locales, y los posicionamientos de cada facción local articulada con el poder político central. En este sentido,
la intervención miliciana tuvo como motivo principal respaldar una jefatura política, oponerse a un jefe político también militarizado- anular elecciones, o propiciar un candidato.
A los efectos de comparar dos espacios, Santa Fe y Entre Ríos, establecemos para la primera mitad del Siglo XIX,
algunos puntos esenciales: l-la existencia de núcleos poblados -de diverso grado de urbanización- en el período colonial
y su influencia posterior, 2-la institucionalidad alcanzada en cada núcleo poblacional, y 3-la relación institucional con
Bs. As.) previo a 1810 y en el devenir del proceso posrevolucionario.
Desde el Virreinato a la revolución
Hasta avanzado el Siglo XVIII, en lo que es hoy la provincia de Santa Fe existían: la ciudad con un Cabildo desde
su fundación (disuelto en la segunda década del XIX) y una tenencia de gobernación (o una subdelegación del
Gobernador intendente en el período virreinal); los curatos de Rosario, Coronda y la Bajada, con Alcaldes de
Hermandad y comandantes de armas; y los pueblos indios de San Javier, San Jerónimo y San Pedro con sus
administradores posteriores a la expulsión de los jesuitas. En el Pago de Rincón había un pequeño fuerte y una
guarnición.
Las reacciones por la Revolución de Mayo fueron de júbilo. Mientras que en la ciudad el Teniente de gobernador
Don Prudencio Gastañaduy ordenó las salvas de fusil, en Rosario de Los Arroyos era el Capitán D. Gregorio Cardoso,
quien emitía la proclama a las milicias rosarinas, pero recordándoles sus hazañas contra el indio. Este último hecho es
significativo si tenemos en cuenta que desde la revolución los indios serán convocados con frecuencia a las filas
milicianas: el Coronel J. Antonio Pereyra designado Teniente Gobernador por Bs.As. en 1813) llama a los indios a
defender a Corrientes (atacada por la flota española) llamándolos "ciudadanos". (6) Además, desde fines de la primera
década del siglo hasta 1823 escuadrones de Blandengues de guaraníes se sumarán a aquéllas. Asimismo, en el Tratado
de la Laguna del Huanaco celebrado en 1825 entre Santa Fe, Bs.As., Córdoba y 50 caciques, se invita a éstos a
incorporarse al ejército con ofrecimiento de ventajas mercantiles. También los indios reducidos constituyen
regimientos, convocados para "bichar" y "amedrentar". (7)
Pero así como los indígenas se incorporaron a veces a las milicias, también planificaron ataques a la sociedad
hispanocriolla aprovechando momentos de carencia de tropas. La frágil situación en la que quedaba la ciudad sin
defensa armada, fue aprovechada reiteradamente por los indios. En 1815, cuando las milicias habían marchado a Entre
Ríos, dejando vacante la defensa, los indios rodearon la chacra de Andino. El auxilio se hizo con cuarenta soldados de
infanteria y "más de 100 paisanos de caballería". (8)
Esta capacidad operativa para convocar refuerzos militares ya se había manifestado con la llegada de Manuel
Belgrano a Santa Fe en camino hacia el Paraguay: las fuerzas de Cardoso y voluntarios de los pagos de San Lorenzo y
Coronada que llegaron a San Nicolás; también se incorporaron los Blandengues de Santa Fe. El armamento daba cuenta
de su procedencia: estaban armados de sables, chuzas y unas pocas carabinas. (9)
La actual provincia de Entre Ríos no tuvo entidad propia hasta la segunda década del Siglo XIX. Desde el Río
Gualeguay (que la divide de Norte a Sur) hasta el Río Paraná pertenecía a la jurisdicción de Santa Fe; desde el
Gualeguay hasta el Uruguay, a Buenos Aires. Desde septiembre de 1810, su autoridad, una comandancia, quedó
dependiendo del Teniente de Gobernador de Santa Fe. En el último cuarto de siglo, D.Tomás de Rocamora, Ayudante
Mayor del Regimiento de Dragones había hecho por encargo del Virrey Vértiz un padrón de familias de los 5 partidos:
Gualeguay Grande, Gualeguaychú, Arroyo de la China, Paraná (Villa formada sobre el curato de la Bajada, viejo
asentamiento de puestos ganaderos de los vecinos santafesinos) y Nogoyá. Tanto el establecimiento de poblaciones
sobre estos núcleos poblados como la creación de cargos de comisionados de justicia de Paraná y Nogoyá, (con
independencia de los jueces de la ciudad de Santa Fe), más las autoridades Alcalde, Regidores, escribano y
Comandante de Milicias en Gualeguay eran medidas que respondían a un plan estratégico-militar. Uno de los motivos
que justifica la fundación de los pueblos es "organizar convenientemente la milicia". (10)
Se tendía a tener control de un espacio visto como un "asilo de forajidos que se emboscaban y abrigaban a
contrabandistas". Los traslados de pobladores a las nuevas fundaciones (hecho similar al verificado en Santa Fe) no
eran siempre aceptados: muchos pobladores regresaban a sus lugares de origen en la campaña. Dadas estas necesidades
de control, desde 1810, en los Partidos de Entre Ríos, los comandantes tenían poder y autoridad equivalente a los de los
Tenientes de gobernadores.
La Banda Oriental, Entre Ríos y Corrientes formaban una de las Provincias Unidas con la denominación
Provincia Oriental del Río de la Plata regida por un Gobernador Intendente. Hasta que por decreto de 1814 del Director
Supremo Posadas, se formó la
Provincia de Entre Ríos teniendo por límite Norte el Río Corrientes en confluencia con el Uruguay, los Ríos
Uruguay y Paraná, y por Capital de la Provincia, la Villa de Concepción del Uruguay. El 26 de Agosto de 1826,las
villas Bajada del Paraná y Uruguay fueron elevadas al rango de ciudades.
Por lo anterior, mientras que Santa Fe estuvo desde más largo tiempo poblada en núcleos con control desde el
Cabildo de la ciudad o bien por curatos o alcaldes de la Hermandad y Comisionados de Armas, Entre Ríos careció de
fundaciones hasta el Siglo XVIII, y el poblamiento dependió en su institucionalización desde Santa Fe y Buenos Aires.
A pesar de esto, Entre Ríos se yergue como entidad autónoma en 1814 (aunque es difícil reconocer un poder
hegemónico), y recién en 1816 lo hace Santa Fe, donde es manifiesto el predominio de la ciudad del mismo nombre
sobre Rosario y Coronda.
Como la milicia está distribuida en los territorios adyacentes a los núcleos urbanos,la autoridad ejecutiva,
gobernador-comandante debe recorrer permanentemente su jurisdicción.Este comportamiento es común a Santa Fe y
Entre Ríos: el gobernador delega el cargo varias veces por año de gestión para "visitar la campaña". (11)
Familia, milicia y política provincial y supraprovincial
Así como durante la colonia las élites locales hacían alarde para conformar las milicias, las jefaturas milicianas
del Siglo XIX también están identificadas con las familias beneméritas o confederadas de las élites rioplatenses. La
asociación de intereses se hace también visible en las delegaciones del mando cuando los comandantes van a campaña
y cuando cada gobernador elige su secretario o encargado de gobierno en lo civil. Una de las primeras figuras en Santa
Fe en la primera mitad del Siglo XIX es Don Francisco Antonio Aldao, comandante de los Blandengues cuando se
prestó apoyo a Belgrano. Era hijo de D.Juan Francisco Aldao, con Mayorazgo en España y de Leonor Candioti, de
familia emparentada con los Zeballos y Larramendi. Don Luis Aldao será luego delegado de López en 1818. La familia
Echagüe, de origen navarro, emparentada entre otras con las familias Lacoizqueta, Lassaga, Maciel, Diez de Andino,
extiende su poder económico a Entre Ríos, razón por la cual Don Pascual Echagüe aparece en Santa Fe con funciones
de apoyo a López en la primera década de su gobierno, y luego en aquella provincia como gobernador entre 1832 y
1841. (12) Esta actuación política es demostrativa de la relevancia de Santa Fe por sobre la de Entre Ríos.
Aunque las familias conforman redes, suele haber diferencias que se evidencian en enfrentamientos que también
se dirimen con fuerza armada. Uno de los motivos que marcan sus rivalidades es la relación política entre Santa Fe y
Buenos Aires. Esta relación no siempre es de enemistad, pero tampoco es homogénea. La oposición de las familias
santafesinas a los gobernadores designados por Bs.As. mereció del Gobernador Pereyra el comentario "No se puede
gobernar una ciudad donde son todos parientes!".
Entre 1810 y 1815, seis gobernadores de Buenos Aires fueron resistidos. El último, Eustaquio Díaz Vélez fue
destituido por una insurrección apoyada por tropas de Artigas. Una designación provisoria por el Cabildo al vecino
Francisco Antonio Candioti fue seguida más tarde de una elección por el pueblo congregado frente al Cabildo. Esta
actitud marca la defensa de la autonomía, simbolizada en la bandera de la libertad (tres bandas cruzadas por una banda
roja). Como no había una posición homogénea, pronto se verían Como no había una posición homogenea, pronto se
verían las disidencias en la elección de Don Francisco Antonio Tarragona: éste quitó la bandera santafecina, levantó la
nacional y depuso al cabildo y a la gestión de Candioti. La reacción con uso de la milicia no se hizo esperar. Viamonte,
quien con tropas del Directorio estaba en Santa Fe, nombró a López Teniente de una compañía de Dragones, para
hacerse cargo de la lucha contra los indios. Esperando el momento adecuado y armando milicias en Coronda, Añapiré y
Rincón, Vera derrotó a Viamonte con participación de Estanislao López, quien fue luego designado como Comandante
de armas de la provincia. Después de estas acciones, el nombre de Blandengues fue sustituido por el de Dragones de la
Independencia. Tarragona y su grupo (más proclives al gobierno central) fugaron a Paraná. Es llamativo que cuando
hay disidentes en Entre Ríos huyen hacia Santa Fe y los de Santa Fe a Entre Ríos.
La autoridad de Buenos Aires utilizaba estas diferencias. El Director Alvarez Thomas, quien hizo amistades
durante su estadía en Santa Fe logró establecer un acuerdo con el Cabildo para separarse de Artigas a cambio de tropa,
la independencia de la provincia y protección contra los indios.
El interés local es el que suele predominar por sobre el conciliador con Buenos Aires y aún con Artigas. En 1816
D.Mariano Vera puso condiciones a los comisionados de Buenos Aires pero también a Artigas. D. Ramón Toribio
Fernández, enviado por Artigas, lo tomó preso y convocó luego al pueblo a elegir gobernador, pero éste pidió el retorno
de Vera. Los testimonios indican que fue recibido por la mayoría de la población de uno y otro sexo, llevado a la plaza
y aclamado. (13) Estas prácticas se reiteraron en Santa Fe (como veremos luego con López), en las que participaba
gente de la campaña. Estanislao López era para Zinny un jefe de bandoleros a quien acompañaban los soldados
blandengues y "otra gente". La utilización de milicia para mostrar fuerza a Buenos Aires queda demostrada en
numerosas ocasiones. Por ejemplo, a partir de Cepeda, López guarda relaciones positivas con el gobierno de la "feliz
experiencia" con quien combina medidas para combatir a Ramírez "El Supremo".
La posición geográfica de Entre Ríos, era más importante que la de Santa Fe respecto al peligro de ataque de la
flota de España primero, y del acceso de Artigas más tarde. Producida la revolución, era clave el control del territorio
entrerriano para impedir que las fuerzas españolas de la Banda Oriental atacaran por el este. El Comandante José de
Urquiza (del Partido de Concepción del Uruguay desde 1804 y bajo la dependencia de la tenencia de gobierno Santa Fe
por orden de la Junta de Bs. As. desde 1810) había adoptado las medidas de recoger armas y desertores impidiendo
correspondencia entre Paraguay y Montevideo. Sin embargo, no era fácil reclutar tropas. Cuando en 1814 el Teniente
Coronel José Melián comisionado por el director Posadas para hacerse cargo de la Comandacia Gral. de las milicias de
la E R con la orden de formar allí cuatro regimientos, el Gdor. Pico le informó de la imposibilidad por el estado de
insubordinación en que se encontraban los paisanos sostenidos por las montoneras del Gral. Artigas. Además, éste
contaba con apoyos locales, entre ellos el del coronel José Eusebio Hereñu. Este quedó en posesión de Paraná bajo el
protectorado de Artigas declarándose independiente hasta diciembre de 1817 en que se sublevó contra el protector
sometiéndose al Director.
Desde 1818 gobernó Entre Ríos el General Francisco Ramírez, Supremo Entrerriano hasta julio de 1821. Ramírez
no era general: su generalato debe su origen a un principio popular, pues desde el primer jefe que tuvo la provincia
todos eran apellidados generales. Las denominaciones de "gobernador" o "general" fueron sinónimos (igual sucedió
con López Jordán y Lucio Mansilla) hasta la Constitución Nacional. En Santa Fe, una trayectoria más especializada en
el desempeño militar con ascensos de carrera, es el caso de López) quien contaba con intervenciones desde niño al lado
de su padre, el Capitán Juan Manuel Roldán.
La milicia es un instrumento utilizado tanto por los caudillos locales como por las autoridades porteñas. El Gral
Lucio Mansilla, porteño, comandante de un regimiento de infanteria con 700 hombres, se sublevó contra Dr. López
Jordán, reasumiendo el mando político y militar del Dpto. del Paraná y Provisorio de Entre Ríos hasta que fue electo en
propiedad. Habiéndose instalado en la ciudad de Paraná el primer Congreso Provincial de Entre Ríos, fue nombrarlo
Gdor. propietario por dos años. Dictó y sancionó la primera Constitución en 1822, la primera de las demás provincias.
Consecuente representante del gobierno central, dispuso que no se enarbolase en la provincia otro pabellón que el
nacional, aboliendo el provincial, insignia de caudillos particulares. Declaro que el sello de la provincia sería un escudo
con la inscripción "Unión Libertad y Fuerza".
Mientras que en Santa Fe, las autoridades residen siempre en la ciudad en Entre Ríos las autoridades se
identifican con uno u otro lugar. En efecto, la lucha miliciana y el respectivo triunfo de cada tropa lleva a diferentes
jefes al poder. Cada lugar tiene un número de familias desde las que surgen sucesivos jefes. En 1826 gobierna el Tte.
Cnel. Vicente Zapata de Nogoyá; en 1827 el Gral. Ricardo López Jordán, de Arroyo de la China, (quien actúa como
delegado de Zapata). En 1827 se sucedieron varios gobernadores por movimientos revolucionarios de unos contra
otros.
La significación social de la milicia se evidencia también en las medidas de tipo legislativo. En 1832 Gral. Dr.
Pascual Echagüe (santafesino) fue nombrado gobernador de Entre Ríos con el título "restaurador del sosiego público".
Por esta razón es sugestiva la creación del empleo de Juez o Jefe de Policía para las ciudades del Paraná y Uruguay.
Reelecto en 1837 por otros 4 años cuyo período llegó a terminar, le sucedió el Gral. Urquiza. En 1836 su delegado el
Cnel. Evaristo Carriego promulgó la reforma del estatuto provincial en la parte relativa a la organización de los
tribunales de justicia, suprimiéndose las comandancias generales de departamentos y conservando solamente un Cmte.
Gral. en la frontera del Uruguay cuyo nombramiento había de hacerse por el gobierno (en vez de serlo por el Congreso
como antes).
El parentesco entre quienes ejercen las jefaturas de las milicias se muestra reiteradamente. Al terminar Echagüe
su gobierno (1832-1841) la sala de representantes de Entre Ríos confirió a su hijo mayor Don Leónidas, el empleo de
Capitán de Artillería. Justo José de Urquiza, hijo de José y gobernante después de Echagüe, también tiene a su hermano
D. Cipriano J. de Urquiza en una jefatura política en 1840 en la Ciudad del Uruguay. Igual sucedió en Santa Fe con
Estanislao López y Juan Pablo López.
Con posterioridad a Cepeda y en buenas relaciones con el gobierno de Martín Rodríguez, por encargo de éste, el
gobernador de Santa Fe Estanislao López emprende su campaña contra los indios ranqueles, a quienes vence. Así
comienza a manifestarse la capacidad de López de operar supraprovincialmente y en consecuencia de ser respetado en
Buenos Aires.
La convocatoria al Congreso de 1824 es respondida con la designación como representantes a Don José
Amenábar por Santa Fe y a Lucio Mansilla y Evaristo Carriego por Entre Ríos. (14) La guerra con Brasil pone a López
nuevamente como Jefe en 1828 por encargo del gobierno Nacional (Dorrego) de las tropas nacionales que se hallaban
en los pueblos de Misiones. Las delegaciones de mando de López comienzan a desdoblar las funciones: Larrechea en lo
civil y su hermano J.P. López en lo militar.
La oposición a la liga unitaria en la figura del Gral. José María Paz hace que a su regreso, López fuera recibido
por las autoridades civiles, militares y eclesiásticas y por la población. Su recorrido por las calles de la ciudad bajo una
lluvia de flores, repique de campanas, tronar de cañón se continúe luego por bailes, diversiones, Tedeum, y por las
designaciones de "Libertador", "Angel tutelar de la patria", "Salvador de la república". Las milicias unificadas en torno
a López retornan a la lucha contra el indio: en 1833 contra los del Chaco primero y contra los del desierto con Rosas
después.
Los aliados de López están en funciones institucionales. En la Comisión representativa en 1832, D. Domingo
Cullen Presidente por Santa Fe, D. José Elías Galisteo (santafesino) por Entre Ríos, D. Manuel Leiva por Corrientes, D.
Manuel Corvalán por Mendoza, D. Urbano de Iriondo por Tucumán. En 1833, D. Domingo Cullen de origen inglés
pero natural de Lanzarote, canario, será en adelante ministro secretario de confianza de López.
La autoridad de López como jefe militar crece al punto que marcha nuevamente a luchar contra los indios del
Chaco. Dispone de 1500 hombres a los que se unen tropas de Córdoba y San Luis. En 1835 Cullen comienza a
reemplazarlo por razones de salud, enfermo de tisis pulmonar.
El bloqueo francés en l838 pone al Interior como cautivo de la política rosista y marca el comienzo de una
fractura en la relación Estanislao López- Juan Manuel de Rosas. Cullen comisionado por López con credenciales (si
Rosas no firmaba la paz, tenía que contactar a los franceses para poder comerciar ya que el bloqueo era contra todos los
puertos del litoral).
La muerte de López pone la sucesión en conflicto y en protagonismo miliciano nuevamente. D. José Elías
Galisteo (vicepresidente de la legislatura) fue elegido gobernador interino. La cámara de representantes -considerando
los deseos de jefes y oficiales de milicias- nombró gobernador a D. Domingo Cullen quien fue reconocido por las
provincias menos las de Entre Ríos y Buenos Aires. D. Pascual Echagüe, gobernador de la primera, quería imponer a su
hermano José María, en tanto Rosas, a Juan Pablo López. Batalla de El Tala mediante (victoria de López), y presencia
armada de Pascual Echagüe en Santa Fe (con sustracción de artillería, municiones, armamento y vestuarios) (15), fue
designado Juan Pablo López. Esto favorece a D. Juan Manuel de Rosas, quien tendrá por varios años un aliado en Santa
Fe.
J.P. López comenzó su gobierno con medidas que evidenciaron la oposición de las redes familiares: encarceló a
los Crespo, Comas, Sañudo, Iturraspe, Freire, Galisteo, Rodríguez del Fresno, Oroño, Correa, Bayo, Centeno. Un
triunfo militar de López sobre Lavalle y la oposición local, mereció de Rosas un decreto sobre el uso de una medalla a
todos los protagonistas: de oro a López, de plata a los oficiales, y de metal a los soldados. El comportamiento miliciano
desde la muerte de Estanislao López se complejizó. López se caracterizó por tener actitudes ambivalentes. Tuvo como
aliados o contrincantes a los mismo individuos alternativamente. A pesar de ser aliado de Oribe, López comisionó a
Domingo Crespo para hacer arreglos con Rivera (temprana oposición a Rosas). Oribe entró en Santa Fe, se proclamó en
1842 Dictador militar por la fuerza de las armas y nombró gobernador provisiorio a Pascual Echagüe quien gobernó de
1842 a 1845. Aliado ahora de Rosas, Echagüe delegó el mando en D. Urbano de Iriondo para combatir contra Urquiza
La política aduanera y el régimen de navegación de los ríos
Impuesto por Rosas ocasiona el perjuicio económico tanto sobre Santa Fe como sobre Entre Ríos. En general, la
organización político-militar de Santa Fe y Entre Ríos fue su aliada, aunque desde un estudio más pormenorizado se
pueden leer oposiciones previas al pronunciamiento de Urquiza.
La década que se inicia en 1840, pone a Entre Ríos como un territorio sucesivamente invadido por diferentes
tropas, comprometida o no su alineación con el gobernador de Buenos Aires. Cuando estalla la Guerra Grande, las
tropas y los combates se ubican en diferentes territrios. Esto refuerza la actividad miliciana con facultades
extraordinarias para sus máximos jefes.
En 1841 el Gral. Don Justo José de Urquiza es nombrado gobernador en propiedad. La legislatura lo invistió de
las facultades extraordinarias durante la guerra civil. Después de la batalla de Caaguazú, ganada por el Gral. Paz,
noviembre de 1841, el presidente de la República Oriental del Uruguay, Gral. F. Rivera, pasó el Uruguay en enero de
1842 con 3000 hombres de las tres armas y logró en 8 días hacer evacuar la provincia a las fuerzas de Urquiza (600
personas entre familias y tropas pasó a la costa occidental del Paraná).
La provincia de Entre Ríos, que con menor presencia de grupos familiares consolidados permitió ser gobernada
por un porteño (Mansilla) y un santafesino (Echagüe), lo seria también por un cordobés. En 1842 el Gral. Paz,
intentando declarar la guerra al Gobernador Rosas, fue investido con facultades extraordinarias para llevarla adelante.
El lema era "Patria, Libertad, Constitución". Autorizado por la ley de la provincia el gobernador Seguí había decretado
la admisión de toda bandera extranjera en los puertos de la provincia en los ríos Paraná y Uruguay y los buques y
mercancías extranjeras serían en todo como nacionales. Luego de la renuncia de Seguí en el mando provisorio, la
representación de la provincia nombró gobernador al Gral. Paz. La única disposición que Paz llegó a dictar fue un
decreto suspendiendo las comandancias militares de los departamentos de la provincia, pero que no pudo tener efecto
porque derrotado Paz en Montiel se lo obligó a abandonar la provincia y la Sala de Representantes asumió el mando.
En 1843 el Gral J.J. de Urquiza marchó a la campaña de la Banda Oriental. En este caso las milicias están
integrando ejércitos de varios miles de hombres. Don Cipriano J. de Urquiza ofició como gobernador delegado de su
hermano por siete meses hasta que fue asesinado en su residencia de Nogoyá.
Urquiza no estaba de acuerdo con la política de Rosas desde la pasada de la Escuadra Anglo Francesa con el
convoy después del Combate de Obligado. Una correspondencia entre Urquiza y Rosas pone de manifiesto la
desinteligencia entre el primero y Echagüe, por quien era vigilado.
Luego de firmar un convenio entre Brasil, la República Oriental del Uruguay y Entre Ríos para una alianza
ofensiva y defensiva, Urquiza tomó una serie de medidas políticas y de gran fuerza simbólica: mandó erigir una
columna en honor a San Martín en el centro de la Plaza principal en la Capital de Provincia, erigió en ciudades a todas
las villas de la provincia y en villas a todos los pueblos; luego, en el Campo de Caseros Urquiza venció Rosas.
Las milicias en la segunda mitad del Siglo XIX
En la segunda mitad del siglo XIX la evolución de la institución miliciana adquiere una definición considerable
en directa relación con el proceso de concentración de la autoridad nacional. La realidad de la situación del Presidente
Urquiza no era un fiel reflejo del diseño presidencial contenido en la Constitución de 1853 que prescribió una alta
concentración de su autoridad. Sin embargo en 1880, el roquismo había resuelto esta adecuación. Este proceso fue
cubierto en buena parte por el papel que las milicias provinciales tuvieron en su consolidación, especialmente las de las
provincias de Santa Fe y Entre Ríos. (16)
Con el nombre de Guardia Nacional de las Provincias las milicias comenzaron un ordenamiento institucional
desde 1854 en el ámbito de la Confederación y obligaron a prestar servicio a todo ciudadano varón entre 17 y 60 años
en los cuerpos provinciales. La Constitución autorizó en 1860 al Congreso Nacional para reunir las milicias
provinciales o parte de ellas cuando fuera necesario para ejecutar la ley, o contener insurrecciones o repeler invasiones
quedando a su cargo la organización, el armamento y su disciplina. Las provincias no podían levantar ejércitos por sí,
salvo en el caso de invasión y dando cuenta inmediata al Gobierno Nacional, quien debía contar a su vez con la
aprobación del Congreso.
En la práctica, las provincias organizaron sus cuerpos y designaron sus jefaturas y movilizaron con o sin permiso
del Congreso, y con una eficiencia tan probada que no sólo les permitió a los gobiernos que las movilizaron su
afirmación local, sino que contribuyeron de manera importante a la afirmación del autonomismo en el orden nacional
(1868-1880) y en el mantenimiento del roquismo (1880-1912) aún cuando fueran institucionalmente suprimidas.
Estas milicias no sólo cumplieron funciones militares, sino que se convirtieron en un elemento decisivo en el
reclutamiento electoral y también en el regulador de esta vía en la vida política de las provincias. Sus procedimientos,
condenados en esa época por la legislación vigente, fueron la garantía de elecciones favorables para los gobiernos
locales y nacionales y un motivo importante para provocar la muy escasa participación electoral que osciló entre un
10% y 20% de los votantes posibles durante toda la época, de la cual estaban marginados los extranjeros.
La militarización de los procesos electorales fue el motivo principal que obligó a la oposición a optar por el
camino revolucionario desde 1870. En ambas provincias las deficientes conducciones que no pudieron coordinar
trabajos revolucionarios sólo contribuyen a robustecer los gobiernos que combatían. Estos fracasos fueron
especialmente importantes en los casos de intento de soborno a militares con mando de tropa.
La muy larga disputa sobre la organización del Ejército de Línea a partir de la Guardia Nacional de las provincias
tuvo momentos importantes en las crisis de 1879-80, 1884 y definitivamente frente al conflicto con Chile en 18981901; el roquismo suprimió las milicias en 1880 pero no impidió que se siguieran utilizando para controlar elecciones,
precisamente un instrumento central para consolidarlo. Esta disputa se cierra concluyentemente cuando el mismo
régimen organiza el sistema militar obligatorio (1901) y se aprueba la Ley Sáenz Peña que implanta el voto secreto y
obligatorio. El uso del padrón militar, la custodia del comicio por el Ejército Nacional, y la intervención del Ministerio
del Interior acabaron con su participación en la política provincial. (17)
La institucionalización
El crecimiento material, objetivo manifiesto del texto constitucional es un dato desparejo en las dos provincias
litorales a mediados del S. XIX. Desde 1846, y luego de años de guerra en su propio territorio, Urquiza inicia
reparaciones materiales sobre un territorio asolado por años. Benjamín Virasoro en Corrientes le asegura tranquilidad
en el norte. En Entre Ríos, las Estancias del Estado le permiten recuperar ganado y yeguarizos para consumo, saladeros
y provisión del ejército miliciano y gasto público. En 1850, las cuentas de estas empresas daban 13.000, 2.500 lanares y
500 yeguarizos.
También en 1848 hizo aprobar un reglamento del trabajo de los jornaleros, creador de una papeleta de conchavo
en la constaba el comportamiento del peón-miliciano. En estos años son frecuentes las expresiones acerca de la
velocidad con que se reúnen hombres en cantidades importantes para la milicia (15.000 en seis días). Esto parece estar
vinculado con el modo de instalar las Comandancias en las cabezas de cada Departamento ( Victoria, Gualeguay,
Gualeguaychú y Concepción del Uruguay). Estas Comandancias suelen tener intereses ganaderos en la región y el
manejo de las papeletas de conchavo, circunstancia que determina el control sobre el miliciano.
Las "habitudes de cada localidad" previstas en la ley de 1854, determinaron que la infantería ( artesanos,
comerciantes y empleados urbanos) fuera reclutada en las ciudades y la caballería en el campo. El patrón miliciano es
un "fusilero a caballo", pero en estos años todavía era un "lancero a caballo". Esta fuerza tuvo una participación
definitiva en la definición de su espacio físico (la provincia de Entre Ríos) y en el control de sus vecinos (Corrientes y
la Banda Oriental).
El 1° de mayo de 1851 y en Concepción del Uruguay, Urquiza se pronunció contra Rosas frente a sus
Comandancias, el Gobernador Virasoro y sus Comandantes de Corrientes. El Ejército Grande, en rigor se formó sobre
la base del de Operaciones en la Banda Oriental y la reserva de Paraná, la convocatoria de la milicia provincial y sus
jefaturas; la estimación fue de 28.000 hombres, 50.000 caballos, 345 piezas de artillería, naves y tripulación. Estos
números incluían milicias correntinas y de la provincia de Santa Fe. (18)
En 1869 Santa Fe tiene menos de 90.000 habitantes, dos ciudades de menor importancia, un proceso colonizador
que no muestra sus rasgos futuros, ni educación, ni caminos, ni servicios fluviales importantes, ni ferrocarriles, y una
situación de su política interna y nacional muy fragmentada. Tributaria del federalismo urquicista desde Caseros, una
incipiente corriente opositora se definió a lo largo de los años 60 estallando contra esta última una revolución instigada
por Urquiza que proyecta un nuevo líder provincial. Simón de Iriondo dirigirá la política de Santa Fe hasta 1883,
definiendo un amplio apoyo a los gobiernos nacionales de Sarmiento, Avellaneda y Roca y su corriente política mediante sucesivas alianzas- a la evolución del régimen hasta 1910. Aún cuando parte de la familia termina dirigiendo
el radicalismo temprano, originó una tradición política en la provincia que tributó al roquismo a lo largo del siglo. (19)
Santa Fe inicia más tempranamente el proceso de institucionalización de sus fuerzas, aún cuando comparativamente con Entre Ríos- su crecimiento material es posterior. En 1868 y ante la amenaza de una intervención
desde la Presidencia de Sarmiento, el Ministro de Gobierno provincial, Simón de Iriondo organizó la Inspección
General de Armas. La estructura dio empleo a militares urquicistas sin empleo en la provincia. Pascual Rosas, ex
gobernador y refugiado político en Entre Ríos, ocupó la Jefatura Política de Rosario. El Comandante Patricio
Rodríguez, otro urquicista que con anterioridad había servido a la oposición oroñista de la provincia, se hizo cargo de la
Comandancia del Departamento Rosario, y al sur de este último se organizó la División Goytea hasta el límite de Villa
Constitución. Hacia el norte se creó la Jefatura Política de San José y la División Norte (capital y San José) y se puso
bajo órdenes de Silvestre Hernández, miembro de una familia de militares de mucho prestigio en las dos provincias. La
división del Centro estuvo a cargo de otro leal, el Coronel José Rodríguez y el Oeste estuvo protegido por una unidad
de Lanceros indios al mando del Cacique Denis, instalado en el Sauce desde niño.
Esta organización demostró un alto grado de flexibilidad que cumplió funciones en la frontera, en la puja política
provincial y en distintas instancias de la política nacional que debieron decidirse en la geografía de la provincia o fuera
de ella.
Después de los sucesos de junio de 1880 y de la elección de Julio A. Roca como Presidente de la República, las
milicias fueron suprimidas como primer paso para la reorganización del Ejército Nacional. Sin embargo, y
paradójicamente, las milicias provinciales siguieron organizadas como tales y se convirtieron en un principal engranaje
del sistema político, especialmente en lo que se refiere al acceso a los cargos y la transferencia del poder. Los
gobernadores no renunciaron a su convocatoria para controlar las elecciones y a sus oposiciones provinciales,
garantizando la continuidad de la influencia del roquismo en las provincias y en la Presidencia de la República. (20)
Milicias, control social y poder político (21)
Desde 1860 las milicias debían movilizarse mediante el Congreso estando a su cuidado la organización, su
armamento y disciplina. Las Provincias no podían levantar ejércitos por sí mismas. Por otra parte existía legislación
provincial que impedía su movilización por motivos electorales. La doble dependencia del Gobierno Nacional y
Provincial de estas milicias y las necesidades de constitución del poder central hasta 1880, suscitaron un prolongado
debate en el Congreso y en órganos de la opinión pública acerca de las funciones en el conjunto de tareas del Ejército
de Línea y a la posibilidad de restringir el poder del gobernador en el control de la movilización. Sin embargo, y aún
cuando en 1880el mismo gobierno ordenará su disolución, los gobernadores crearon, organizaron, armaron y
ejercitaron un conjunto notable de estas fuerzas que desarrollaron una importante función de apoyo a los gobiernos
locales y al roquismo a lo largo de la segunda mitad del siglo.
Especialmente por su localización geográfica, su velocidad para movilizarse y transportarse y la eficiencia de su
entrenamiento, las milicias santafesinas y entrerrianas definieron con su apoyo la permanencia de las presidencias
autonomistas.
El gobierno central proveyó su parque y parte de sus caballos, cuando las movilizaba, pero en general fueron las
provincias las que vigilaron su propia movilidad. Urquiza con sus Estancias del Estado, una reserva de caballos al norte
de la ciudad de Santa Fe y sus islas, y las reservas entrerrianas en cada Comandancia de Departamento, aseguraron la
misma. Aún así, los caballos se robaron en el Uruguay, se robaron al gobierno nacional de las partidas que se
autorizaban o se expropiaron con vales o sin vales de recuperación de la misma manera ocurría con el armamento;
desde el rescate en el campo de los derrotados, o la compra en Montevideo o Buenos Aires por los gobernadores,
también se restaron con argucias de los inventarios nacionales.
La provista de alimentos y vestimenta era tanto o más azarosa que la de armas o caballos. Sólo en contadas
ocasiones se pagaron los conchavos para la frontera y sólo en contadas ocasiones los comandantes se beneficiaron con
campos (una legua) o pensiones a sus viudas (Hernández y Manuel Vázquez).
No resulta difícil encontrar una explicación a los altísimos niveles de lealtad que demostraron los integrantes de
los cuerpos provinciales a sus comandancias y la de éstas a los respectivos gobernadores. La organización vertical que
mostraron estas fuerzas en momentos de su movilización tuvo una continuidad en la vida civil del miliciano. Por lo
general, los gobiernos provinciales cuidaron que los titulares de jefaturas de milicias fueran ciudadanos radicados en la
jurisdicción de sus fuerzas militares de probada lealtad política a estos gobiernos; hubo casos de propuestas hechas por
las propias fuerzas y también transferencias desde otros lugares si el jefe local no era suficientemente confiable. El
régimen de ascensos estaba influído y determinado por esta lealtad.
Estos cuidados se tuvieron para preservar la función de control social que tuvieron estas jefaturas militares. Tanto
los Jefes Políticos, como los Comandantes con divisiones a cargo el Inspector de Armas en el caso de Santa Fe o las
jefaturas de regimientos eran "enroladoras", es decir, que podían incorporar en los cuerpos de su mando a ciudadanos
radicados en el domicilio de sus jurisdicciones. Estos procedimientos, cumplidos con escrupulosidad, delimitaban el
ámbito geográfico de cada regimiento de caballería y de cada batallón de infantería en el cual el jefe referido podía
"papeletear", es decir, entregaba a cada ciudadano censado una "papeleta" que lo registraba como miliciano, daba
cuenta de su regimiento o batallón, sus jefaturas y datos militares complementarios. Mediante este procedimiento el
"enrolador" no sólo tenía jurisdicción militar en el ámbito de su regimiento, sino que otorgaba "estado de legalidad" a
sus integrantes dado que si alguna autoridad solicitaba su papeleta al titular de la misma, y éste no la tenía, era penado
con servicio de frontera. En sentido contrario, fuera del ámbito de la movilización, el miliciano conseguía empleo en el
establecimiento de campo de su jefe y también su protección frente a acusaciones de delitos o a las siempre temible
leva para la frontera. De este modo, la subordinación del soldado a su comandante era la lealtad al gobierno si su jefe
así lo decidía.
Estas capacidades se convirtieron en "jurisdicción política" en épocas electorales. El Comandante convocaba a
sus fuerzas para inscribirse en el Registro Cívico que funcionaba en las ciudades, a la vez que se encargaba de que no
se inscribieran los opositores. Luego movilizaba el día de la elección con las boletas controladas para hacer votar a sus
subordinados. En esta tarea se mostraron generalmente muy eficientes vinculando su tarea con la de la justicia
provincial de la época. A menudo, Jueces de Paz y Comisarios eran jefes de milicias y esta doble dependencia del
partido y de la estructura miliciana parece haber consolidado los niveles de lealtad, así como la circunstancia de que las
unidades militares no cambiaban sus jefaturas, ni su estructura aún cuando fueran movilizadas por el gobierno nacional.
A manera de conclusión
Los sucesivos gobiernos provinciales (Santa Fe y Entre Ríos ) que apoyaron al autonomismo primero y al
roquismo después, capitalizaron una larga tradición de "milicias a caballo" que caracterizó a las sociedades del Litoral
desde la época colonial. Sus modos de hacer política incorporaron formas tradicionales de relación en la organización
de cada cuerpo y permitieron contraprestaciones -ilegales- que eran de uso consuetudinario en la historia de estas
provincias.
Aún cuando la participación electoral ha sido escasa en la época (10% al 15%), estos gobiernos parecen haber
tenido un grado de representación importante de estos sectores tradicionales y su papel resultó decisivo en la
afirmación de gobiernos nacionales que -a su vez- los consolidaron localmente. Puede decirse que la organización
miliciana fue una forma de vida que evolucionó desde la colonia y a lo largo del siglo XIX, fue un instrumento
importante y definitivo en el control territorial de cada una de las provincias y se adaptó a formas de
institucionalización que le permitió ejercer influencia en el ámbito nacional.
Razones de espacio impiden un comentario amplio sobre lo que fue la evolución de la economía en la segunda
mitad del siglo XIX en la región litoral, por otra parte bien conocida. Este conjunto de datos tuvo incidencia importante
en la desaparición de la influencia miliciana en la vida política del país. La mayor oportunidad de empleo, la afirmación
institucional de la justicia, sumados al proceso de democratización que culminó con la ley Sáenz Peña que instaló el
voto secreto y obligatorio con padrón militar y custodia del Ejército Nacional, configuraron un conjunto de nuevas
circunstancias en las que la "operatividad" miliciana cedió su lugar al Ministerio del Interior.
Notas
(1) Para el caso Santa Fe, ver "Familias vagantes y gentes de mal vivir en Santa Fe. Decisiones políticas sobre la
frontera en el último cuarto del Siglo XVIII" ponencia presentada por Teresa Suárez y Laura Tornay en el
"Encuentro de Historia Regional Comparada. Siglos XVII a mediados del XIX". Segunda Reunión 12 y 13 de Mayo
de 2000, UNR. Para el caso Entre Ríos, se analiza el planeamiento urbano de Rocamora en este trabajo.
(2) Marfany citado por Di Stéfano en "Un rincón de la campana rioplatense colonial: San Pedro durante la primera
mitad del Siglo XVIII. Cuadernos del Inst. Ravignani No.1, 1991.
(3) Hilda Sabato coordinadora,"Introducción".En ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas
históricas de América Latina. México, FCE, 1999.
(4) Se denomina "tropa" igualmente al conjunto de carretas que integra una caravana, conducida por arrieros,carreteros,
cargadores, o sea los sujetos que también se enlistan en la milicia.
(5) Sábato ob.cit.
(6) Antonio Zinny. Historia de los gobernadores de las Provincias Argentinas, II. Bs.As., Hyspamérica, 1987. (original:
1879), pág. 17
(7) Cita extraída de los Papeles de López, vol II doc. 317, utilizada por Sonia Tedeschi en "Política y prácticas en Areas
Fronterizas. Santa Fe entre 1820 y 1840", ponencia presentada en el
(8) José Rafael López Rosas. El pronunciamiento Federal de Santa Fe. Santa Fe, UNL, 1968. El autor cita (pág. 13) en
este tema las Memorias de Domingo Crespo.
(9) Leoncio Gianello. Historia de Santa Fe. I Segunda parte. Bs.As. Plus Ultra, 1978.
(10) Agustín Zapata Gollán. La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata. Santa Fe, Ministerio de
Educación, 3ª Edición, 1981. La decisión del Virrey procedía de un informe que el Obispo del Río de la Plata,
Malvar y Pinto, le hiciera a aquél luego de su visita en 1780 y en el que veía la necesidad de formar parroquias,
120-1.
(11) Antonio Zinny ob. cit.
(12) Crespo Naón. Familias de Santa Fe, memo, 1983.
(13) Zinny, ob. cit.
(14) Junto con Corrientes: Pedro Díaz Colodrero y D.Pedro Acosta, y Misiones: D.Manuel Pinto todos formaban la
"carrera del Paraguay con 1 representante cada 15000 almas".
(15) Echagüe se presentó en. Santa Fe con 700 hombres, hizo una demostración de poder practicando un paseo militar
de triunfo en la plaza y luego se llevó el armamento que saco de la aduana donde López lo había guardado. Oag. 478 de Zinny, ob. cit.
(16) Comando en Jefe del Ejército. Reseña histórica y orgánica del Ejército Argentino. T.1, cap. XLV. Buenos Aires,
1972.
(17) Cervera, Federico Guillermo. Las milicias santafesinas en Historia de las Instituciones de la Provincia. T. III, p.36.
Santa Fe, 1970. Wilde, María Josefa. Las milicias santafesinas 1868-1880 en Revista Histórica N° 10. Buenos
Aires, 1982.
(18) Gianello, Leoncio. Historia de Entre Ríos, cap. XIX y XX. Paraná, 1951. Vázquez, Aníbal. Períodicos y
periodistas de Entre Ríos, pp. 60-70. Entre Ríos, 1970.
(19) Wilde, María Josefa. El Iriondismo. 1987. Inédito.
(20) Op. cit.
(21) Archivo de la familia Molinas. Hernández e Iriondo. Paraná 18 de enero de 1868; AGN. Urquiza, leg. 156.
AG. Prov. Santa Fe, Federico de la Barra a Patricio Rodríguez. Gobierno. Leg. 9 y colección Iriondo.
Cervera, Manuel. Historia de Santa Fe, T. II, pp. 944-46, Santa Fe, 1997.
Carrasco, Gabriel. Descripción geográfica y estadística de la provincia de Santa Fe. Buenos Aires, 1886.
López, Juan P. Memorias en Boletín nº 3. Archivo General de la Provincia de Santa Fe. Año III, nº 3. Santa Fe,
1971.
Descargar