Representación caleidoscópica del Caribe insular venezolano

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MARGARITA EN TRES TIEMPOS: REPRESENTACIÓN CALEIDOSCÓPICA
DEL CARIBE INSULAR VENEZOLANO
MARGARITA IN THREE TIMES: CALEIDOSCOPIC REPRESENTATION OF
THE VENEZUELAN INSULAR CARIBBEAN
María Carolina Caraballo
RESUMEN
ABSTRACT
La Isla de Margarita es el escenario donde
convergen tres formas de apropiación de
nuestra naturaleza caribeña. En Crónica
Caribana (2005), Mercedes Franco muestra
cómo la explotación perlífera del siglo XVI
convirtió el mencionado territorio insular en
un lugar codiciado por muchos europeos; en
El corcel de las crines albas (1950), Lucila
Palacios destaca el papel del contrabando en
la sobrevivencia de una población cercada
por la sequedad de la tierra y el aislamiento;
y en Malena de cinco mundos (2000), Ana
Teresa Torres describe una isla banalizada
por quienes solo la valoran como destino
turístico y por el consumo de bienes a precio
de Puerto Libre que ofrece. Son tres
propuestas estéticas que delatan en su
configuración narrativa una evidente
intertextualidad con algunos registros
discursivos históricos, sociológicos y
culturales que han inscrito la imagen de
Margarita como lugar prodigioso en el
imaginario colectivo venezolano.
Descriptores: Caribe insular venezolano,
escritura femenina, prácticas culturales
caribeñas.
Margarita Island is the literary scene where
converge the three forms of ownership of
our Caribbean nature to be discussed. In
Crónica Caribana (2005), Mercedes Franco
shows how the pearl farm became the
sixteenth century the island territory
mentioned in an ambitious coveted by many
Europeans; in El corcel de las crines albas
(1950), Lucila Palacios highlights the role of
smuggling in the survival of a population
surrounded by dry land and isolation; and in
five worlds Malena de cinco mundos
(2000), Ana Teresa Torres described an
island trivialized by those who value it only
as a tourist destination and consumption of
goods price Free Port offered. Three
proposals reveal its aesthetic setting a clear
narrative intertextuality with some speech
registers historical, sociological and cultural
factors that have registered the image of
Margaret as prodigious place in the
collective imagination of Venezuela.
Keywords: Caribbean island of Venezuela,
feminine writing, Caribbean cultural
practices.
María Carolina Caraballo. Licenciada en Educación Mención Castellano y Literatura,
U.D.O. / Magíster en Literatura Latinoamericana, U.S.B. / Profesora de literatura del
Departamento de Filosofía y Letras, U.D.O. Núcleo de Sucre / Miembro activo del grupo
de investigación del Centro de Estudios Caribeños de la U.D.O. / Correo electrónico:
[email protected] .
Artículo recibido en marzo de 2012 y aceptado en abril de 2012.
La representación del Caribe como un escenario de marcados contrastes políticos,
culturales, lingüísticos y religiosos indisolublemente cohesionados por las condiciones
geográficas que impone el mar que lo bordea, es uno de los tópicos literarios más
recurrentes en la literatura caribeña. Particularmente, en Venezuela ese Caribe Cultural, tal
como lo define L. Giménez (1991), ha encontrado espacio en la literatura nacional y un
corpus literario cada vez más creciente así lo demuestra.
Las tres novelas escogidas para aproximarnos a ―tres tiempos‖ de la Isla de Margarita se
inscriben en ese cuerpo de textos atraídos por distintos fenómenos culturales que se han
suscitado en este territorio del Caribe insular venezolano y lo han convertido en escenario
de múltiples contrastes. Así tenemos que en Crónica Caribana (2005), de Mercedes
Franco, Margarita es uno de los lugares de las Indias que despierta la ambición de los
europeos del siglo XVI, gracias al enorme banco perlífero de Cubagua; en El corcel de las
crines albas (1950), de Lucila Palacios, las condiciones geográficas y naturales adversas de
la tierra margariteña cincelan en sus pobladores una actitud de resignación sin límites; y en
Malena de cinco mundos (2001), de Ana Teresa Torres, el espacio insular se perfila como
un paraíso para el solaz turístico y las compras. A través de este recorrido es posible
evidenciar cómo Margarita se ha transformado en el transcurrir histórico y cómo su paisaje
se transfigura ante la mirada obsesiva, estoica o banalizadora de los protagonistas.
Fascinación ante el Caribe venezolano
En Crónica… la trama gira en torno a Gian Battista, un italiano pobre encandilado con la
riqueza de las Indias que consigue viajar y establecerse como pequeño comerciante en
Santo Domingo. Impulsado por la obsesión de obtener más de lo que había conseguido, se
embarca rumbo a Margarita en una expedición sin éxito para apropiarse de una parte ―[…]
del siempre bien ponderado aljófar grueso de la Margarita. Las perlas de esa isla tienen tan
buen oriente y tamaño que se cotizan en mi país y en España a diez y aún a veinte escudos
de oro […]‖ (p.95)
Esta mirada que cierne el ambicioso protagonista sobre la riqueza perlífera margariteña se
mantiene a lo largo de la obra y está alimentada, principalmente, por los discursos sobre
América y el Caribe que se diseminaron en Europa al poco tiempo de la Conquista y
lograron configurar la visión eurocéntrica de nuestro Continente del siglo XVI:
Aún antes de venir a las Indias, leí la Imago Mundi y varios otros tratados de
navegación y relaciones de viajes, algunos en lengua castellana y portuguesa, y
cuantos otros libros y cartas náuticas pudieron haber caído en mis manos. Y así,
con mucho atesorado en mi mente y muy poco en mi bolsillo, emprendí la ruta
de inasible océano, plena mi alma del júbilo más inocente […] (p.8).
Estos relatos sobre las Indias ampliamente conocidos cobran una singular reinterpretación
en Crónica…, ya que están enmarcados en la historia menuda de un personaje anónimo.
Para poner de relieve el alcance que tuvieron las fabulaciones sobre América y el Caribe en
el pensamiento en la Europa renacentista, la autora escoge recrear la historia de un
personaje que si bien tiene su correferente real (tal como aclara ella misma), no comporta
peso alguno en nuestra historiografía oficial. Un sujeto de tan poca valía desde el punto de
vista histórico permite a la narración centrar el foco de atención en la compleja red
discursiva que se urdió alrededor de Margarita y Cubagua como lugares prodigiosos en el
archipiélago caribeño.
Por eso Gian Battista sueña con todo lo que le habían enseñado a soñar las crónicas
europeas. Imagina su destino en estas tierras condicionado por una perspectiva magnificada
por el asombro pero también está plagada de leyendas negras:
Aquella noche sólo soñé con perlas. Había llegado por fin a la Margarita o a
Nueva Cádiz de Cubagua y mercaba perlas del mejor oriente a buen precio. Las
tomaba en mis manos, rodaban por mi cuerpo, reflejaban el sol. Cientos de
naborías trabajaban para mí, taínos, siboneyes, lucayos, guaiqueríes, y sacaban
miles de perlas en grandes cestos, todas para mí. De pronto se acerca una canoa
caribe, remando con un chasquido siniestro, entran en aquella granjería de
perlas y se comen a todos mis naborías, luego me devoran a mí bajo un cielo
indolente y azul (p.94).
A través de imágenes como esta la narración nos invita a pensar que el trabajo de
representación de los cronistas, su intervención como mediadores entre lo conocido y lo
desconocido, permitió propagar hasta límites insospechados su versión de las Indias,
tergiversada por la fascinación y el extrañamiento. La objetividad de los discursos a los que
tiene acceso Gian Battista carece de relevancia dentro de la historia porque la veracidad de
esos relatos no se pone en tela de juicio, se asume con la convicción de quien palpa con
certeza una realidad a pesar de no haberla visto nunca.
Resignación sin límites
Distante y distinta es la aproximación al referente Margarita que nos ofrece Lucila Palacios
en El corcel… Aquí el escenario insular no es soñado o anhelado por los personajes, es
vivido en una de sus más duras expresiones: una tierra castigada por condiciones climáticas
extremas (sequía / lluvias torrenciales) y por posibilidades limitadas de sustento. En El
corcel… se recrea la vida de los pobladores de la Arestinga de los años cincuenta, en su
mayoría atrapados entre lo que ofrece el mar, a través de la pesca y el contrabando, y la
poca actividad que se da en la salineta más próxima.
Tal como afirma B. Pacheco (2007), el mar adquiere particular relevancia en El corcel…
porque es el camino que abre mayor cantidad de oportunidades para superar la pobreza y, al
mismo tiempo, para levantar la moral colectiva. En este sentido, la omnipresencia del mar y
la práctica del contrabando como forma de vida son representadas en la novela desde la
perspectiva femenina. La narración se articula a través de la voz y los pensamientos de
Martiña, una marera joven agobiada por el peso de una vida sin futuro y por el compromiso
de apoyar la saga contrabandista familiar.
De todo el universo narrativo de El corcel…, nos llama poderosamente la atención cómo se
materializa ficcionalmente la relación inexorable entre paisaje y fortaleza espiritual de los
personajes. En todo momento, el narrador implícito deja entrever que los pobladores de la
isla tienen una entereza envidiable gracias, en parte,
la resistencia física que han
desarrollado para sobrellevar lo agreste del entorno que los rodea: ―Milagros de la isla,
bendita por el yodo y la sal. Todos sus habitantes, curtidos por la intemperie, hechos al sol
y al aire libre y puro, muestran una contextura robusta, admirable para hacer frente a la
realidad.‖ (p.93)
Aún más, las adversidades que impone el escenario isleño moldean especialmente la
templanza femenina, porque son las mujeres las que deben procurar el sustento familiar
cuando los hombres se ausentan parcial o definitivamente. En el cuerpo de Martiña, como
en el de muchas otras de la Arestinga, están tatuados los rigores del clima insular sin que se
borre su determinación de sobrevivir:
Y es la verdad. El dolor le ha acerado el espíritu. Ya no le importan el viento ni
el agua, ya no le importa la sequía. Ayer, en la salineta, el sol le descargaba
latigazos de fuego sobre los hombros. Hoy, la lluvia con sus hilos cristalinos le
cose ribetes de humedad en la espalda. (p.101).
Pero las dificultades en la isla no solo vienen dadas por la dureza de la geografía
que no tregua al descanso, también las adversidades se materializan en El corcel… en
aquellos personajes que abusan del poder que ostentan y acorralan a los más desprotegidos.
Martiña además del trabajo lacerante de la salineta, de arriesgarse en su oficio de marera,
debe entregar su cuerpo a cambio de la libertad de los hombres a los que ama. Es un asunto
de dignidad procurar tanto el sustento diario sin apoyo alguno como pagar el precio que sea
necesario para los contrabandistas sean libres, ya que ese ejercicio de la libertad están
depositadas las esperanzas de todo el colectivo:
El fantasma cabalga… El pasado cabalga… Es una reencarnación de coloniaje
en los puños fuertes que alquilan, compran y destruyen vidas humanas. Pero los
hombres crucificados se han unido y cabalgan también…
Y la mujer lo ha visto todo, lo ha comprendido todo […]
Y mientras la cabalgadura sombría de la esclavitud y de la muerte inicia una
ronda en torno suyo, ella no pierde de vista a la briosa cabalgata que emigra en
busca de la libertad […] (p.172).
La libertad de su hermano y de su amado, aunque es la única posible dadas las
condiciones, se convierte en una extensión de los propios deseos de Martiña que queda
atrapada en la Arestiga en una resignación sin límites.
Lo exótico entre nosotros
Finalmente, en Malena… la representación ficcional de Margarita está a medio camino
entre el discurso publicitario, porque los protagonistas antes de llegar a la isla sueñan con
ella tal como se nos ha enseñado a los de tierra firme (como paraíso para el relax y las
compras), y una breve estadía en la que los protagonistas no trascienden el marco de
comprensión de la realidad insular conocido. Martín y Malena, los protagonistas de los
capítulos de la novela titulados ―En una isla del Caribe‖, responden al estereotipo de
caraqueños de clase media que van Margarita cuando sus vacaciones son cortas, porque
deben descartar otros destinos como Europa o E.E.U.U. por la brevedad de la escapada. La
narración de esta parte de la novela se configura, precisamente, desde la perspectiva de esos
personajes que solo aprecian Margarita por el solaz que ofrecen sus playas y por los bienes
de consumo a precios preferenciales. Entre los tópicos que elige la autora para estructurar
su crítica está el rito consumista casi frenético que a todo aquel turista cuando va de
compras en Porlamar:
[…] Después de comer Malena pensó que era un buen día para ir de compras
[…] En la primera hora y media logró comprar tres shorts, un pijama y dos
bluyines para su hijo; la N° 2 de Estee Lauder y el First de Arpels para Alicia,
una franela punk para Sonia, y un mantel de Taiwan y una blusa para su mamá.
Entró en la tienda que le pareció más elegante y salió con una camisa Pierre
Cardin para Martín. Cumplidos sus deberes de buena hija, buena amante, buena
amiga y buena madre decidió que la próxima media hora y media era suya […]
Decidió: entro en Patricia Nitti y que sea lo que Dios quiera […] (p.95).
Apreciamos en esta enumeración, que no da tiempo al respiro ni a la comprensión del
entorno, que no hay cabida para la asimilación de otros encantos de la isla. Así Malena…
hace visible una de las repercusiones económicas, sociales y culturales que se hizo visible
en Margarita después de la declaración del territorio como Puerto Libre en 1971: haberse
convertido en el destino turístico por excelencia para los habitantes del resto de Venezuela.
Esta imagen del turista alienado por el afán de comprar compulsivamente se repite
en la obra, de allí que no resulte extraño que la despedida de la isla sea descrita como una
secuencia interminable de regalos para los que quedaron en tierra firme y deben ser
compensados con un pedacito del paraíso:
Subieron a la terraza para comerse un sándwich y Malena dio un vistazo final
por las tiendas, recordó que no le llevaba nada a su amigo y presidente de la
compañía, por lo que añadió a su maletín una botella de Tankeray y unos
chocolates Toblerone para su hijo; y ya metida en gastos compró un queso de
bola holandés para su mamá y más chocolates para sus sobrinos, y en eso se
acordó de que se le había pasado su secretaria y adquirió un juego de cuchillos
que le parecieron a muy buen precio. Los nuevos objetos no cabían en el
maletín, por lo que no tuvo más remedio que comprar otro […] (p.p. 303-304).
Ahora bien, otra arista del fenómeno turístico en Margarita que se representa en Malena…
tiene que ver con esa gran campaña publicitaria que nos vende la isla como lugar
paradisíaco de descanso. Esta publicidad, de la que depende un alto porcentaje de las
economías de la isla, tiene un efecto de exotismo para quienes sienten que nuestro territorio
insular es casi como estar fuera del país. Frente al paisaje insular, los protagonistas asumen
una visión de folleto turístico:
Encontraron sin mayores dificultades la playa que estaban buscando y no había
absolutamente nadie, salvo algunos niños del pueblo que jugaban en el agua
entre los botes de pesca.
—Si se quiere un paisaje, éste es -comentó Martín
—Un paisaje, ¿qué?
—Un paisaje extraordinario, paradisíaco. […] (p.207).
Han aprendido a mirar la isla desde las imágenes de las postales. Tal como sucede con el
protagonista de Crónica…, la prefiguración del territorio insular venezolano llega a la
imaginación de los que viven fuera y no han nacido en él a través de distintas vías. En
Malena… hasta la historia margariteña queda reducida a los lugares comunes del típico
circuito turístico:
Siguieron adelante y sin darse cuenta llegaron a Juan Griego. De allí subieron
hacia el Fortín de la Galera, desde donde era posible ver, unidos en vértice, dos
inmensas bahías. Una bandada de niños los paró y uno de ellos subió al
automóvil.
—Y ahora les cuento la historia del fortín –cantó en su acento isleño […]
(p. 247).
Este fenómeno del turismo en Margarita y la consecuente banalización de su historia y su
cultura no es una temática literaria nueva. Es posible evidenciarla en otros textos
ficcionales de autores margariteños, tal como sostiene A. M. Boadas (2001), quien en un
recorrido por la narrativa insular venezolana detectó imágenes negativas de esta oleada de
foráneos atraídos por el turismo y el puerto libre, debido esa suerte de ceguera que
caracteriza a este colectivo frente los valores existenciales de Margarita.
Conclusiones
Hemos podido constatar a través de estos ―tres tiempos‖ de Margarita que en la apreciación
de un territorio juega un papel determinante tanto los discursos que moldean nuestra mirada
ante él como la experiencia de vida que se haya tenido. Nuestro territorio insular
venezolano se ha mostrado distinto para el que lo sueña, para quien lo visita
esporádicamente y para quien ha nacido o vivido en él. De allí el énfasis de cada propuesta
narrativa estudiada: en Crónica… y Malena… priva la voluntad de visibilizar los discursos
que han hecho apetecible a Margarita en distintos momentos históricos, mientras que en El
corcel… destaca el amor que profesan los margariteños a su tierra de origen a pesar de lo
adverso que pueda resultar muchas veces permanecer en ella.
REFERENCIAS
Directas
Franco, M. (2005). Crónica Caribana. (Primera edición). Caracas: Editorial Santillana, S.
A.
Palacios, L. (1950). El corcel de las crines albas. (Primera edición). Caracas: Ávila
Gráfica, S. A.
Torres, A. T. (2000). Malena de cinco mundos. (Segunda edición). Caracas: Editorial
Blanca Pantin.
Indirectas
Boadas, A. M. (2001). ―Presencia del Caribe en la narrativa insular venezolana‖ en El
Caribe continental e insular en su literatura: ¿vasos comunicantes o fronteras?
Caracas: UCV/FHE.
Giménez, L. (1991). Caribe y América Latina. Caracas: Monte Ávila Editores.
Pacheco, B. ―El mar Caribe en dos escritoras venezolanas‖. Argos. [online]. jul. 2007,
vol.24, no.47 [citado 14 Octubre 2011], p.42-50. Disponible en la World Wide
Web:http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0254163720070
00200005&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0254-1637.
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