Consideraciones teóricas y prácticas en la elección de un catéter para hemodiálisis. Autores: Inst: Iñigo Moina, MD Javier Arrieta, MD, PhD, MBA Hospital de Basurto. Bilbao. Aunque la Fístula Arterio-Venosa (FAV) nativa sigue siendo el acceso vascular de elección en la hemodiálisis crónica (1-4), el progresivo envejecimiento de la población incidente en diálisis hace a menudo inviable tanto la FAV nativa como la protésica (5), ante la falta de un adecuado flujo arterial o ante un corazón con limitaciones para tolerar una FAV de alto débito (6). En este contexto, la utilización de un Catéter Tunelizado como acceso vascular de elección se plantea como la única alternativa, pudiendo en algunos centros ser de elección frente a la FAV protésica debido a sus mejores resultados locales (4, 7). La necesidad de obtener un adecuado flujo de sangre a fin de no prolongar en exceso el tiempo de las sesiones, obliga a seleccionar catéteres tunelizados con calibres superiores a los 5 mm o 14 G (en catéteres de doble luz). Los fabricantes suelen aportar datos sobre el calibre en unidades G o F únicamente cuando la sección es circular. En los casos de secciones oblongas (tipo Doble O, o en cañón de escopeta) se suele señalar la medida en mm, a menudo únicamente de la sección menor. Rada vez se aportan datos sobre los calibres internos de las luces, que es realmente lo que reduce el flujo del catéter. El material es importante, ya que una pared más gruesa supone menores calibres internos para un calibre externo determinado. Las extensiones y en general la parte externa del catéter constituyen un aspecto poco cuidado por los fabricantes. En principio, la parte externa debería ser reducida al mínimo, para evitar reducciones de flujo, así como posibles tracciones accidentales cuando el paciente se viste o se desviste. Intentando tratar el tema desde un punto de vista científico (Figura 1), el flujo de sangre obtenido a través de un catéter dependerá de la Ley de Poiseuille: Resistencia = 8 L η/ πr4 Donde L es la longitud del catéter η es la viscosidad de la sangre (dependiente del Hematocrito y que habitualmente aumenta a lo largo de la sesión de diálisis) r es el radio de la luz interna del catéter Flujo = (PVC – P prebomba) / Resistencia Donde PVC es la presión venosa central (en la vena junto a la punta del catéter) P prebomba es la presión medida antes de la bomba de sangre del circuito de hemodiálisis. La viscosidad de la sangre es de unos 1.8 mPa·s (1.8 centipoises) con una Hb de 10 g/dL, pero asciende a 2.5 mPa·s (2.5 cp) con una Hb de 15 g/dL. En el retorno venoso durante una hemodiálisis con ultrafiltración, es habitual que la sangre alcance o incluso supere estas cifras, lo que se traduce en un aumento de la resistencia de entre el 50 y el 100%, con el consiguiente aumento del mismo orden en la presión de retorno venoso. A pesar de que la viscosidad es mayor en la rama venosa, la mayor parte de las limitaciones de un catéter en su uso clínico dependen del flujo de extracción (o arterial), debido a que la tolerancia de los monitores de hemodiálisis es superior con las presiones venosas que con las arteriales. En los párrafos siguientes nos ceñiremos a la rama arterial del catéter, aunque en teoría, los comentarios valen para ambas luces. Es evidente que el radio del catéter es un factor muy importante en la resistencia y por tanto en los límites del flujo de sangre, ya que la relación flujo/radio es exponencial por estar el radio elevado a potencia 4 en la ecuación de Poiseuille. La elección de un catéter grueso es por tanto incuestionable. Pero debemos insistir en que es el radio interno y no el externo, el importante a efectos de resistencia, aunque este dato no lo suele proporcionar el fabricante. Además en los diseños Doble D, no existe un “radio” de cada luz, ya que las secciones son semicirculares. Las precauciones relativas a una mayor posibilidad de complicaciones en la colocación o en el mantenimiento de un catéter más grueso, no tienen una base científica. No hemos encontrado ninguna correlación publicada entre las complicaciones y el grosor del catéter. Una forma sencilla de comparar las secciones de las luces internas de dos catéteres es la comparación de los volúmenes de cebado (priming volume) de cada luz, con las longitudes. El volumen de cebado de una luz es matemáticamente equivalente al producto del área de la sección por la longitud del catéter (o de la rama, cuando son diferentes). Esto permite calcular el “radio equivalente” que transforma una luz semicircular o semilunar (diseño circle-C) en su equivalente circular. re = (Volumen / πL)-1 Si el Volumen de la rama del catéter es en mL, y la Longitud en cm, el radio saldrá también en cm, por lo que deberemos dividirlo por 10 para hallar el radio en mm. Sin llegar a efectuar los cálculos exactos, un catéter con un mayor volumen de cebado, tendrá mayor calibre interno a igualdad de longitud. Por lo tanto, tendrá menor resistencia y permitirá un flujo de sangre más elevado. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: No debemos fijarnos en los calibres que nos aporta el fabricante, sino en los volúmenes de cebado, que traducen un mayor calibre interno de cada luz. Las gráficas Flujo / Presión realizadas in vitro, no son comparables con la situación real cuando se trabaja con sangre, cuya viscosidad depende del Hcto y además aumenta a lo largo de la sesión. Por este motivo (y a diferencia de lo que se ve en la Figura 1), una gráfica de Flujo / Presión real, debería tener presiones en la rama venosa de entre un 50% y un 100% más elevadas que en la arterial. Para un uso crónico, necesitamos un catéter que permita un flujo de 400 mL/min, sin superar los 150 mmHg de presión negativa arterial, ni los 300 mmHg de presión positiva venosa (al final de la diálisis). Para estos objetivos, el catéter debe tener un calibre de 15F, una longitud total (con extensiones) inferior a 30 cm, y un volumen de cebado de la rama arterial (la más corta) superior a 2 mL. La longitud del catéter es importante. La resistencia aumenta de forma lineal con la longitud, por lo que asumiendo que para un adulto normal, los trayectos internos habituales son de unos 15 cm en yugular derecha y de 19 cm en la izda, si el catéter tiene, como es frecuente, hasta el doble de longitud a base del trayecto de túnel subcutáneo y de las extensiones de conexión, estaremos limitando el flujo a la mitad, perdiendo eficacia sin ninguna necesidad. Los catéteres con distancias punta-cuff de 19 cm son más que suficientes para la yugular dcha. de la mayoría de los adultos, e incluso para la yugular izda. No aporta nada prolongar el trayecto subcutáneo hasta un orificio de salida a más de 3 cm por debajo de la clavícula. Es únicamente una pérdida de eficacia dializante por reducción del flujo de sangre (Figura 2). Existe un caso especial, que son los pacientes obesos. En estos paciente la indicación de catéteres es frecuente, ya que sus FAV son a menudo difíciles de pinchar si no se superficializa su trayecto. Es importante realizar las mediciones y calcular la posición del orificio de salida cutáneo y el trayecto del túnel subcutáneo con el paciente sentado. De otra forma, y una vez colocado el catéter, al caer la piel hacia delante cuando el paciente se sienta para su diálisis, el catéter “se sale” de la aurícula, y puede funcionar mal. Pueden ser útiles las mediciones en una Radiografía de tórax del paciente (figura 3), ya que el tamaño externo del tórax puede ser muy diferente del de la parrilla costal, y las medidas radiográficas (corregidas por la amplificación) nos ayudan a calcular la longitud del trayecto clavícula-aurícula del paciente, para deducir la longitud adecuada del trayecto subcutáneo. Respecto a la distancia más adecuada entre el cuff y el orificio cutáneo, la experiencia con los catéteres de Diálisis Peritoneal indica que debe ser entre 1 y 2 cm. Esta distancia permite que ese trayecto hasta el cuff se epitelice con células cutáneas, evitando que sea un trayecto recubierto de fibroblastos, que siempre permitirán un exudado por el orificio cutáneo. Los catéteres en los que se tuneliza desde la inserción yugular hacia el orificio cutáneo permiten que éste orificio sea del tamaño ajustado al catéter (figura 4, a,b), con una mejor cicatrización y cierre. En los catéteres “de una pieza”, es necesario que el cuff pase desde el orificio cutáneo hacia arriba, lo que supone un orificio mayor, que luego cicatriza peor y a menudo a costa de crear granulomas. Los puntos en el orificio cutáneo deben evitarse, ya que son fuente de infecciones y granulomas. Para mejorar la epitelización del centímetro entre la piel y el cuff, es importante evitar la agresión de la piel del orificio de salida con antisépticos irritantes (povidona, clorhexidina, alcohol, etc.). Nosotros utilizamos tras la colocación un preparado estéril de ciprofloxacino en aceite, habitualmente utilizado en infecciones del oído externo. Creemos que probablemente sea más importante el excipiente oleoso que la presencia del antibiótico, en los buenos resultados que hemos obtenidos. Tras la colocación y el uso del catéter en las diálisis, es importante evitar el “exceso de curas”, sobre todo con antisépticos irritantes. Recomendamos (al igual que en los protocolos de cuidados del catéter de Diálisis Peritoneal) una sola cura semanal, limitándose en las otras dos sesiones de diálisis a observar el apósito, no tocándolo si está limpio. En las curas, utilizar el suero salino o el agua oxigenada, sin antisépticos irritantes. No es aceptable que una misma Unidad Clínica utilice diferentes protocolos para el cuidado de la salida cutánea de los catéteres tunelizados de HD y DP. Recomendamos que la posición del orificio cutáneo se debe situar más medial que lo que habitualmente se ha recomendado (Figura 2), evitando la proximidad de la axila. Esta posición evita la maceración por sudor del orificio, además de los posibles tirones con la ropa. En las mujeres, las extensiones quedan más protegidas en la zona intermamaria que en la axilar. Para lograr una posición medial o paramedial del orificio de salida, el catéter puede quedar forzado en su curva hacia la yugular. Si se realiza una curva antero-posterior, apoyada en la clavícula, como se recomienda frecuentemente, el diámetro de la curva puede ser de tan sólo 2 a 3 cm. Por ello es importante trazar el túnel subcutáneo con una curva vista desde el plano frontal (Figura 5), para lograr una curvatura del catéter que tenga un radio mínimo de 4 cm. De este modo evitaremos las acodaduras. Es asimismo conveniente que la primera utilización del catéter para una diálisis se retrase al menos 12 a 24 horas tras la colocación, dejando tiempo a que el catéter se acomode al trayecto y se enderecen los posibles acodamientos. Respecto a la posición de la punta, persisten en la literatura y en muchas Guías, las clásicas indicaciones de evitar la posición intra-auricular. Esta recomendación se debe en parte a los antiguos catéteres de diálisis agudas, que tenían una punta rígida, que podría lesionar la válvula tricúspide. No es el caso de los actuales catéteres. Otro inconveniente de la posición intraauricular es que puede producir arritmias si se utiliza citrato como anticoagulante, ya que se produce una zona de hipocalcemia en la salida del flujo sanguíneo del catéter, junto al nodo sinauricular (9). Como en Europa la recomendación es utilizar heparina fraccionada, todas estas precauciones sobre la posición del catéter no son aplicables. En nuestra experiencia ha sido habitual que catéteres situados según los informes radiológicos “en ventrículo derecho” funcionaran muy bien, ya que su situación real era en la cava inferior, junto a su salida hacia la aurícula. En pacientes broncópatas, cuyas presiones intratorácicas elevadas dificultan a veces la función de los catéteres venosos para diálisis, la posición del catéter en la porción torácica de la vena cava inferior es de gran utilidad. Unas frases finales sobre la conservación del catéter tras una infección. Existen demasiadas recomendaciones basadas en experiencias con catéteres de infusión, de nutrición parenteral, o en general de otros usos diferentes de las diálisis crónicas. La decisión de retirar un catéter de hemodiálisis no es sencilla. La vida del paciente depende de ese acceso vascular. En nuestra experiencia, las tunelitis casi siempre acaban por precisar el recambio del catéter; sin embargo, las infecciones intraluminales pueden ser tratadas, conservando el catéter, incluso cuando el germen es un Gram negativo. El tratamiento antibiótico debe ser sistémico asociado a sellado con el mismo antibiótico. El estafilococo epidermidis es el germen que con mayor frecuencia recidiva tras el tratamiento, debido a que genera un biofilm alrededor del la punta del catéter. En estos casos se puede probar un tratamiento largo que asocie antibióticos con alta penetración como la rifampicina, el levofloxacino o la daptomicina. Pero la experiencia indica que habitualmente es necesario cambiar el catéter. Sin embargo, el biofilm asociado al estafilococo áureus puede ser tratado con éxito con antibióticos. Figura 1 True (in vivo) venous pressure Figura 2 Marcar las inserciones del ECM Distancia interyugular (aprox. 5 - 8 cm) Salida más medial Figura 3 Figura 4 Figura 5 BIBLIOGRAFÍA 1- Rodriguez Hernandez JA. Gonzalez Parra E. Julian Gutierrez JM. Segarra Medrano A. Almirante B. Martinez MT. Arrieta J. Fernandez Rivera C. Galera A. Gallego Beuter J. Gorriz JL. Herrero JA. Lopez Menchero R. Ochando A. Perez Banasco V. Polo JR. Pueyo J. Ruiz CI. Segura Iglesias R Vascular access guidelines for hemodialysis. [Review]. Nefrología 2005; Vol 25 Suppl 1: 3-97. 2 Brescia MJ, Cimino JB, Appel K, Hurwich BJ. Chronic hemodiálisis using venipuncture and surgically created arteriovenous fistula. N Eng J Med 175:10891092, 1996 3 Ascher E, Hingorani A. The dyalisis outcome and quality initiative (DOQI) recommendations. Seminars Vasc Surg 2004 (vol 17); 1: 3-9 4 NFK/DOQI. Clinical Practice Guidelines for Vascular Accesss. 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