Adicción: la eterna repetición de un desencuentro

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Adicción: la eterna repetición
de un desencuentro
(Acerca de la dependencia humana]
* Sonia Abadi
Decimos adicción e inmediatamente
pensamos en la drogadicción,
quizá en el alcoholismo. Conocemos y nos preocupa la gravedad que
estos cuadros suponen. Allí no cabe ninguna duda: todo es dramático, evidente, incluso escandaloso. Y sin embargo, la dramática
puesta en escena de la drogadicción o sus equivalentes nos puede
ocultar fenómenos que abarcan aspectos mucho más amplios de
la dependencia humana. Dependencia que no es sólo un resto
de las experiencias tempranas individuales, sino también una propuesta constante de la cultura.
Este trabajo intenta una reflexión acerca de la dependencia humana y SI'S raíces, de la adicción como aquella estructura edificada
sobre una falla en el encuentro con el otro, y aun una preocupación
entre líneas acerca del consumo como modo de vida.
La drogadicción será sólo por momentos el modelo implícito en
esta elaboración, el soporte necesario que deberemos transcender
para mantener siempre abierta la posibilidad de descubrir las otras
formas de la dependencia.
El título, "Adicción: la eterna repetición de un desencuentro". alude a la historia de una repetición, es decir intenta reconocerle su
* Dirección: O'Higgins 2191, 23 "E", (1428) Capital Federal, R. Ar~cntim\.
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Sonia Abadi
derecho a hacerse historia,
buscando
los múltiples
sentidos atrapados en la trama de esa repetición compulsiva.
Elaborar ese camino desde la teoría es evidentemente
una necesidad. Posibilitar
su recorrido en la clínica puede significar para un
paciente la diferencia entre la muerte y la vida,
Si existe un lugar donde la repetición se despliega con todo su
poder, dramatizando
en su insistencia
algún antiguo vasallaje, es
éste el lugar de la adicción. Y esta repetición se juega en el terreno
de una relación pasada y presente Con los objetos.
Entonces, ¿qué es una adicción? Es un lazo, un vínculo especial,
intenso y exclusivo, amoroso y a la vez despótico entre un sujeto y
aquel que él considera Sil objeto. ¿O deberíamos
decir entre un
objeto y su sujeto?
"No te regalan un reloj, tú eres el regalado,
el cumpleaños
del reloj." 10
a ti te ofrecen
para
Hablar de la adicción es hablar del objeto: objeto deseado y temido, idealizado y siniestro. De su presencia seductora que "atrapa"
a la pu!sión. Pu!siún apremiante,
pasada y presente, eterna en su
búsqueda y eternamente
condenada
al fracaso. Pulsión que se expresará clínicamente
como compulsión
de repetición.P
y aquí nos surge una inquietud:
¿no será ésta nada más que la
historia universal del deseo humano? Quizá lo parece. Pero es otro
el sentido de este trabajo. En todo caso apunta a la posibilidad de
reconocer una particular
experiencia
en la historia infantil de un
sujeto, experiencia que tenderá a cristalizarse
en una estructura
inconsciente desde donde se repetirán
las adicciones compulsivas,
en
un modelo siempre igual de relacionarse con cada nuevo objeto.
Aquella experiencia y su herencia psíquica, que podríamos llamar
"la estructura
adictiva",
tendrán un estilo particular:
en ellas el
deseo es despojado
de su fuerza creadora, la insatisfacción
ya no
será fuente inagotable de simbolizaciones.
Aquello que debiera haberse constituido
como objeto de deseo, potencialmente
desplazable
hasta el infinito 14, sólo podrá funcionar a la manera de un objeto
de la necesidad. Y la pulsión sexual ya no estará al servicio de la
búsqueda de placer sino que se expresará más allá del placer y con
la monotonía de un instinto.
Cualquier parecido con el deseo no es pura casualidad. La adicción
es una caricatura
del deseo. Todo el potencial creador que el deseo
humano moviliza se ve empobrecido,
reducido a este circuito de
repetición.
¿Estamos aquí en el terreno de la patología, de algo que pueda
eonceptualizarse
como un cuadro clínico determinado?
Probablemente sí, pero también y sobre todo en aquel espacio en donde se des1030
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lIIl
desencuentro
piiega esa tendencia que es propia al sujeto humano, si es que
podemos llamar propio a algo que enajena .
.Toda adicción se expresa, como dijimos, a través de una relación.
Relación entre un sujeto y un objeto, relación pasional de dependencia,
idealización y fascinación, pero también de temor y sometimiento.
Solemos recurrir a la idea de proyección de la ambivalencia para
explicar que un objeto tan idealizado se torne persecutorio.
Sin
embargo, ésta no alcanzaría a explicar todos los aspectos de esta
relación, y particularmente
la participación activa del objeto en ella.
Propongo pensar esta particular relación de dependencia como
dos caminos paralelos y probablemente irreductibles, uno que parte del sujeto en busca de un objeto de amor y otro que pasa por
el objeto que cumple la función de señuelo, sostenido desde un
otro cuya intención es poseer sin poner en juego su propio deseo.
"Historia de una posesión fría", dice Pontalis 39. De esta manera el
objeto de la adicción se halla en estrecha relación con aquel de la
dependencia infantil, pero también con otro, presente y actual, que
intenta explotar esa dependencia reanimando las fijaciones arcaicas.
Historia de un desencuentro. Es cierto que toda la relación del ser
humano con el mundo (¡que la existencia misma del aparato psíquico!) se funda en una serie de desencuentros. Desencuentros entre
la alucinación y la percepción, la búsqueda y el hallazgo de objeto,
lo propio y lo ajeno. Desencuentros que garantizarán la existencia
del deseo y del pensamiento, las adquisiciones individuales y culturales.
En la adicción se trata de otro desencuentro. Entre esos dos modos
de relación no hay intermediación posible; entre esos dos registros
diferentes no podrá desplegarse la trama simbólica.
Todo encuentro sujeto-objeto, todo encuentro entre dos personas
implica la posibilidad de intercambiar
identificaciones. Pero ¿qué
sucede cuando alguien busca identificarse con un otro y ese otro
sólo intenta identificarlo con él mismo? ¿Qué ocurre con el deseo?
¿y con el poder?
Un sujeto tiende hacia un encuentro que es relación de objeto y
es identificación, desde donde podrá constituirse como persona única y. recibe la respuesta de un otro inconmovible e inaccesible que
no puede o no quiere compartir esa experiencia.
"[ ... ] cuanto más necesario es el objeto al placer, tanto más se
intensifica su poder de hacer sufrir cada vez que rehúsa su presencia o rechaza la investidura que el yo le pide compartir",
afirma P. Aulagnier en "Condarnné a investir".
¿Un otro narcisista, indiferente, sin deseos? ¿Un otro que no puede reconocer al sujeto? Sin duda. Pero también un otro que rnantie1031
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--_._--_.-
nc su relación con el mundo a costa de adueñarse de un deseo que
se le ofrece, explotando
y promoviendo la dependencia.
Me ocuparé ahora del primer tiempo de la relación con el objeto
en donde se origina la adicción. Intentaré luego conceptualizar y
aprehender la categoría de ese objeto. Retomaré por último el segundo tiempo de la adicción como aquel de su actualización sintomática sostenida tanto desde la repetición individual como desde
la cultura.
De la dependencia
a la adicci-m
Los primeros tiempos de "ida del sujeto humano se desarrollan en
un estado de dependencia casi absoluta. La existencia del otro, además de garantizarle la supervivencia, debe sostenerlo en su actividad
psíquica. Su influencia será necesaria a la vez que inevitable en cuanto a la significación de las pulsiones y aun de las percepciones. De
esta manera se constituye el yo y su relación con su mundo interior
y con aquello que le es externo: los otros, la realidad.
Escribe Winnicott en Realidad y juego:
"He tratado de desarrollar el tema de que tanto lo que Freud como Klein eludían [ ... ] era el de las consecuencias de la dependencia, y por lo tanto del factor ambiental. Si en verdad la dependencia significa eso, dependencia, la historia de un bebé no se
puede escribir en términos de él solamente".
A. Green, entre otros, retoma el planteo en "P •..ssions ct dcstins des
passions" :
"Actualmente conocemos el papel fundamental que juega el objeto primario en esta evolución. Es posible suponer que en este
papel intervienen un doble mecanismo: uno, gracias a la acción
que cumple el objeto primordial en los cuidados maternos; otro,
gracias a la identificación del niño con el objeto primordial. Por 10
tanto el niño queda sometido a una doble serie de excitaciones:
las excitaciones pulsionales internas y las externas, donde aquellas que provienen del objeto tienen un valor preponderante. Según mi opinión, el yo se construye gracias a la acción del objeto
materno".
Estas primeras experiencias, primeras formas de satisfacción, primeros traumas serán los que marquen la fidelidad a ciertos objetos, la preferencia por cierta zona erógena, el estilo del funcionamiento psíquico.
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desencuentro
Así, el sujeto podrá encontrar caminos para hallar el placer en
la satisfacción de la necesidad, recursos para aliviar la angustia
y el dolor, pero padecerá asimismo de los surcos trazados por las
experiencias traumáticas que registran la seducción del otro. Surcos
que condenan a la búsqueda compulsiva del objeto deseado y temido en una descarga pulsional incontenible de aquellas "huellas mnémicas ingobernables", de las que nos habla Freud en Más allá del
principio de placer:
"Un hecho singular es el de que la obsesión de repetición reproduce también sucesos del pasado que no traen consigo posibilidad
ninguna de placer y que cuando tuvieron lugar no constituyeron
una satisfacción y ni siquiera fueron desde entonces sentimientos
instintivos reprimidos." 16
Estas huellas que aparecen como ajenas serán en el inconsciente
testigos de un dolor y una ausencia indecibles pero que se expresarán en el cuerpo y en el acto de un yo que las padece.
La dependencia se halla en relación con aquel tiempo en que el
yo no puede aún reconocerse como diferente. Tiempo de la oralidad
ambivalente, de las identificaciones primarias en que el objeto es
incorporado al precio de ser destruido 18. Tiempo del narcisismo
primario, imagen unificada de sí por la mirada del otro. Allí se despliega el pensamiento omnipotente, correlato de un desvalimiento
que instaura la omnipotencia del objeto.
Sabemos que las huellas de ese tiempo, aquellas que escapan al
principio de placer y la palabra, hallarán un modo privilegiado de
expresarse: la compulsión de repetición, figura de la puIsión de
muerte. Allí el pasado, el presente y el futuro se funden en un solo
tiempo, tiempo vado de la repetición de un inconsciente que nunca
fue consciente, ya que habla de otra historia, la del otro.
Llamamos adicción a la persistencia de la relación dependiente.
Llamamos adicción a la repetición compulsiva que se origina en esa
estructura enajenada donde sigue reinando el objeto. ¿ Cabe alguna
duda de que el protagonista de esta historia no es el sujeto sino
aquel que llamamos objeto? Pero no ya un objeto pasivo, soporte
de las proyecciones. Recordemos que el niño es objeto del deseo
de la madre.
En ese sentido, no debe sorprendernos la creciente inquietud acerca del consumo de drogas, y los intentos de evaluar los efectos emocionales y la potencialidad adíctógena de cada una de ellas. Quizá podamos ver en la preocupación actual por las drogas que producen
adicción la construcción de un mito que permite denunciar aquello
que ha sido acallado: la capacidad de un objeto para engendrar
dependencia.
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Esta situación protagónica del objeto es la que retorna, denunciando que es el objeto el que genera la adicción.
¿La cosa concreta? ¿ El osito de felpa o la droga? No. Ese otro
omnipotente que organiza su poder a través de mediadores concretos que inhiben la capacidad simbólica, cerrando así el desplazamiento sobre nuevos objetos.
Winnicott nos recuerda la capacidad adíctógena
de los objetos
transicionales:
"En este punto mi tema se amplía y abarca el del juego, y el de
la creación y apreciación artísticas, y el de los sentimientos religiosos, y el de los sueños, y también el del fetichismo, las mentiras y los hurtos, el origen y la pérdida de los sentimientos afectuosos, la adicción a las drogas, el talismán de los rituales
obsesivos, etc. [ ... ]"
"[ ... ] un investigador que estudiase este caso de adicción a drogas
¿ tendría el adecuado respeto por la psicopatología manifestada en
la zona de los fenómenos transicionales?" 45
Podríamos describir la constitución de la adicción como una escena en que el otro deseado, vivo y desean te se sustrae, ofreciendo
como sustituto un objeto inanimado y sin deseos. Impostura
en
donde la "cosa" deberá ocupar el lugar de la persona del otro a
la vez que el lugar de objeto psíquico.P
Este objeto inanimado remplaza a la madre sin representarla
o,
más aun, sin permitir que ella sea representada,
única manera de
no perderla en forma definitiva 18.
Aquí se daría ese primer desencuentro traumático signado por el
dolor y la rabia, y a su vez por la necesidad imperiosa de catectizar
al impostor, a riesgo de perder la vida psíquica.
Se establece así la relación con una "cosa" inanimada cuya presencia oculta la ausencia del otro, aplacando la angustia sin satisfacer la puIsión.
Objeto "cosa" que estará revestido de múltiples sentidos: odiado
e idealizado por estar allí en lugar de la madre, fetichizado porque
permite negar su ausencia y también investido por la transferencia
de los afectos ambivalentes hacia la madre. Madre doblemente muerta: ausente y a la vez sustituida por un objeto inanimado.
Dice Joyce McDougall al referirse a las investigaciones de Spitz
y Bowlby:
"[ ... ] esos runos que han perdido precozmente un objeto primordial [
] se expresan de manera depresiva durante un período
variable [
;] en adelante el niño catectiza exclusivamente 10'-;
objetos inanimados, y por consiguiente únicamente las personas
que le dan cosas van a contar para él." 33
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Adicción: la eterna repetición de un desencuentro
¿Cómo elaborar una ausencia cuando la presencia de la "cosa"
inhibe la representación de lo ausente? Hay algo que ocluye la pasibilidad de construir la representación de aquello que no está, y es
la presencia perturbadora y siniestra de un objeto "antiduelo" que
no permite recuperar al objeto perdido. La evocación del ausente
está inhibida por la percepción permanente de la "cosa".
Objeto catectizado
que revela ser un objeto sin deseo. Y, sin
embargo, no puede ser desinvestido, ya que en última instancia la
angustia de todo sujeto no sería sólo ante la pérdida de objeto, sino
ante una amenaza de pérdida del deseo. (Me remito al concepto de
afánisis propuesto por E. Jones.)
Piera Aulagnier desarrolla ampliamente el tema en "Condamné
a
investir":
"Si bien el objeto investido es 'contingente', el encuentro de un
soporte permanece, a la inversa, como la condición necesaria para satisfacer esa exigencia de investidura".
Y más adelante:
"Interroguemos
ahora [ ... ] a la pulsión de muerte, sus motivaciones y sus metas. La clínica nos muestra que su expresión
actuada se manifestará por un movimiento de desinvestidura del
objeto. Aquí también podríamos agregar que poco importa la
naturaleza o la función del objeto, sino el acto de desinvestidura.
Desinvestidura que no se hace en favor de otro objeto sino que
amenaza todo objeto, encuentro o experiencia, que exigen para
tener existencia psíquica que se preserve esa actividad de ligazón propia del Eros".
¿ Qué otro camino ante este riesgo de muerte psíquica, de angustia
impensable, que la identificación masiva con el objeto ausente?
Estamos en el terreno de las identificaciones primarias, de la
melancolía, del sometimiento al ídeal.l> 18. 20
Acerca del objeto de la adicción
¿Encontraremos en las categorías conocidas la posibilidad de caracterizar a ese objeto que "satura" todas las fuentes del deseo?
Lo primero que se nos ocurre es compararlo con el fetiche. También está allí para negar una ausencia. Su cercanía y posesión otorgan
seguridad y omnipotencia, despertando sentimientos de rechazo y
aceptación, de amor y odio :!I. En cambio, a pesar de estas características, no logra alcanzar la función protectora que atribuimos al
fetiche, ya que a veces, como en la droga, desaparece una vez in1035
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corporado. Y otras su función de señuelo encubre un riesgo de
muerte real.
Destaquemos la siguiente paradoja: si bien la adicción se sostiene
en gran parte en la mirada, también presenta otro aspecto de incorporación oral, y en esos casos reaparecería su contenido persecutorio y mortífero, apenas el objeto se desplaza fuera del campo
visual para ser "introyectado",
El mecanismo de renegación que se halla presente en la no percepción de los aspectos tanáticos del objeto, también nos remite a
la perversión, pero a un sistema perverso que se hubiera "desplazado hacia ]0 vital" 39.
Quizá se pueda hablar de un objeto "fetichizado", Objeto "fctichizado" cuyos "encantos" recuerdan a los primeros objetos y cuyos
peligros se hallan velados por la omnipresencia
de aquéllos, que
siguen promoviendo
la renegación de sus aspectos persecutorios.
Otras veces el objeto de la adicción nos impresiona como aquel
que sirve de acompañante en las fobias. Cumple así la función de
aplacar momentáneamente
la angustia. Pero se revela rápidamente
con las características
de un objeto fobígeno, 10 que provoca la reaparrcion de la angustia.
En "El objeto de la fobia", J. Mom afirma:
"El sujeto, el objeto fobígeno y el objeto acompañante
pueden
alternar su función [ ... ]. Esta movilidad produce una situación
confusionante y peligrosamente indiferenciada para el fóbico, quien
trata de evitarla a través de un riguroso control [ ... ,] absolutamente fundamental para que el objeto esté, es decir, para que
el sujeto viva." 7
Recordemos también la idea de Winnicott acerca de la cronificación patológica del objeto transicional, Su función no será ya representar a la madre para elaborar su ausencia, sino sustituirla a
través de la investidura de 10 concreto del objeto. Objeto inanimado
que aplacará la angustia hasta que aparezca lo siniestro, ya que éste
está en lugar del objeto vivo. La presencia del otro como persona
es aquí remplazada por una imagen, por una cosa.
Podríamos agregar aquí el concepto de "muerto-vivo"
de "V. B~ranger 7, como aquel objeto interno amado y odiado, relacionado
con la identificación melancólica y que "prosigue su existencia intrapsíquica" 15.
Estas y quizás otras categorías objetales podrían esclarecemos
las características
del objeto de la adicción.
Pero hay algo más. Hemos hablado de lo siniestro, ese sentimiento
que Freud relaciona con el doble, con la aparición de lo demoníaco
(bajo la forma de la compulsión de repetición).
El doble sería
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desencuentro
una creación del narcisismo primario del niño y tendría el sentido
de proteger al yo de la destrucción. Un "enérgico mentís a la omnipotencia de la muerte", dice Freud citando a Otto Rank. Y agrega:
"sólo al superarse esta fase se modifica el signo algebraico del
doble, de un asegurador de la supervivencia se convierte en siniestro mensajero de la muerte" 17.
Podríamos decir que el objeto de la adicción reviste las características de ese doble. ¿Nos atreveremos a pensar que este doble,
construcción del narcisismo primario, puede ser transferido sobre
un objeto real y concreto?
Ante la extensión y complejidad de las definiciones, surge una
pregunta: ¿existe el concepto de objeto de la adicción? ¿La imposibilidad de reducirlo a las categorías objeta'es que conocemos depende de
su amplitud? ¿O quizá podríamos pensar que esta dificultad para aprehenderlo no es más que la consecuencia de su poder omnipresente,
de su posibilidad de ocupar no sólo cada uno de los lugares psíquicos, sino todos ellos?
y si esto es aSÍ, ¿qué lugar queda para las pulsiones del sujeto?
Quizá el intento de ero tizar una experiencia traumática, de poder
catectizar esa falta en el registro de lo vital.
Casi podríamos decir que la adicción es una defensa de estilo perverso para elaborar un duelo melancólico inelaborable.
Están implicadas la oralidad, la prevalencia de la mirada, el trayecto accidentado desde el objeto de la necesidad hacia el objeto
del deseo. Esto nos lleva a privilegiar estructuras como la identificación primaria y el narcisismo.
Pero también están en juego los fenómenos de hipnosis, de sugestión, de relación con el ideal.
y es desde este otro aspecto, de la reactualización de sus efectos
en la cultura a través de los diferentes ideales, que nos vamos a
ocupar ahora, en ese "segundo tiempo" de la adicción.
Acerca del amor y el poder
El sujeto humano, en su dependencia y su búsqueda de amor, teme
tanto a la pérdida de sus objetos como a la de su deseo. E inviste
intensamente a los objetos externos y aun a los concretos, como si
de ellos solos dependieran el placer y el bienestar. Esta creencia
está sostenida desde las experiencias infantiles, pero también desde
los diversos espejismos que ofrece la civilización.
La importancia de este último aspecto nos lleva a la necesidad
de examinar de cerca la relación del sujeto con su realidad cultural
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y más aun a cuestionamos acerca del estatuto que tiene para nosotros, psicoanalistas, esa misma realidad.
Habituados a trabajar en la intimidad del consultorio, a la escucha de ese mundo interior que cada paciente ha construido, los
analistas tendemos a preservar nuestro pensamiento
de compromisos ideológicos que nos dieran la ilusiÓn de actuar "terapéuticamente" sobre la realidad. Reconocemos que cada verdad individual
es irreductible al concepto de una realidad puramente objetiva.
Esta abstinencia, necesaria, implica cierto riesgo, ya que si bien
la meta de la ciencia psicoanalítica no es la de cambiar la realidad,
no puede eludir el reconocerla. Evitar este reconocimiento llevaría
a un escotoma comparable al producido por la represión, ya que nos
enfrentaríamos
aquí al mecanismo de la renegación.
En este sentido, referirnos a las estructuras
de poder que rigen
el orden social puede parecer un deslizamiento peligroso, y sin embargo sólo es un intento de recuperar lo renegado para protegerse
de sus efectos, ya que estamos permanentemente expuestos a aquello
que no podemos pensar (lo reprimido y lo renegado).
Sería imposible abarcar aquí la diversidad de temas en lazados con
esta inquietud. Sin embargo, me interesa analizar algunos aspectos
de los sistemas de poder presentes en nuestra cultura y sus efectos
inconscientes individuales y colectivos, destacando aquellos que interesan al tema de la adicción.
Resulta evidente que determinados sistemas (ideológicos, religiosos, políticos, económicos) intentan reactualizar los temores infantiles, para aplacarlos a través del ofrecimiento de nuevos objetos
adictógenos, adueñándose así del caudal libidinal de cada sujeto. (Las
drogas, los productos publicitarios, ciertos ideales son sólo algunos
ejemplos.)
Diversos autores psicoanalíticos han esbozado el tema. Frcud mismo lo plantea en distintos momentos de su obra, a veces en forma
manifiesta y otras implícitamente:
"[ ... ] el narcisismo de una persona ejerce gran atractivo sobre
aquellas otras que han renunciado plenamente al suyo y se encuentran pretendiendo el amor del objeto." 13
"De este modo quedamos preparados a admitir que la sugestión
(o mejor dicho la sugestibilidad)
es un fenómeno primario irreductible, un hecho fundamental de la vida humana." 18
"La religión viene a perturbar el libre juego de elección y adaptación, al imponer a todos por igual su camino único para alcanzar la felicidad y evitar el sufrimiento. Su técnica consiste en reducir el valor de la vida y en deformar delirantemente la imagen
del mundo real, medidas que tienen por condición previa la intimidación de la inteligencia." 22
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repetición
de un desencuentro
No cabe duda de que la tendencia a idealizar responde a la nccesidad del sujeto de depender. Sin embargo, creemos que es el
objeto idealizado quien tiende a perpetuarla.
En un trabajo titulado "Transferencia idealizado .v transferencia
erótica", N. Marucco sugiere:
"[ ... ] es el objeto el que desea el poder (no el amor) y exige
la idealización. El idealizado, para seguir siéndolo, 'amenaza' con
el no-ser (con el desamparo, con la desprotección)."
Cada sujeto se halla inmerso desde el comienzo de sus relaciones
objetales en determinadas
estructuras
de poder, sostenidas desde
los padres, los maestros, las instituciones, etc. La historia de la cultura nos da suficientes pruebas de esto. Pero, sin embargo, en la
actualidad esta situación adquiere características
particulares,
debido a múltiples factores: entre los cuales destacan los progresos
tecnológicos y la economía de consumo.
Si bien el análisis de las modalidades y medios de comunicación
excedería ampliamente los límites de este trabajo, vale recordar que
los medios masivos de comunicación visual y verbal multiplican infinitamente la posibilidad de dominio sobre los individuos, ya que
acentúan la asimetría de la relación, privilegian el valor de las imágenes, y más aun, tienden a pervertir el valor simbólico del lenguaje
al utilizarlo en consignas inmodificables, lo que revela la proximidad
de este discurso con el paranoico. A modo de ejemplo vale el del
slogan (palabra escocesa que significa grito de guerra), como orden
que cierra los caminos del pensar, incitando a la acción. De este
modo la publicidad ofrece promesas de identidad individual que
encierran una propuesta de masificación, necesaria para cohesionar
un partido político, una secta, una religión o bien para vender un
producto fabricado en serie.
¿Qué es entonces aquello que aparece desde la cultura y, aliándose a la compulsión de repetición, instaura la adicción?
El retorno de lo igual, el mandato de indiferenciación latente en
toda propuesta de progreso y autonomía. Nuevamente lo arcaico, la
dependencia, no sólo desde la historia individual sino también desde
la cultura. Nos acercamos a la experiencia de lo siniestro allí donde
esperando hallar lo diferente nos encontramos con lo igual. En otras
palabras: donde aparece el poder en el lugar del Eros.
El borramiento de las diferencias ¿a que remite sino a la negación
Oc la diferencia
de los sexos y por 10 tanto de la sexualidad y del
deseo? Deseo que se expresa como deseo de conocer y reconocimiento del otro.
El poder busca en el otro aquello que pueda reducir a un denominador común. Necesita masificar, borrar la diferencia de los
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sexos, anular la sexualidad sobre la que se funda la identidad individual. Utiliza lo igual y donde no lo halla intenta crearlo a través
de identificar al otro cun él. Quizá como una forma de negar aquello
que en los otros le será siempre desconocido, porque escapa a su
dominio.
Reconocemos aquí esa estructura homosexual que está en la base
de la paranoia 13. Esa creencia delirante en la posibilidad de engendrar una réplica idéntica a sí mismo fuera de la sexualidad y la
alteridad.'!
Esto está sostenido en una incapacidad esencial para identificarse
con el otro y más aun para reconocer su necesidad del otro, su dependencia, su deseo.
En palabras de Joycc McDougall:
"Aquí insistimos particularmente
en la capacidad de identificarse
con el otro sexo a fin de poder elegirlo como objeto de deseo. Esto
implica la posibilidad de depender del otro sin miedo. La parte
dependiente de la personalidad es la que reconoce los límites y
las limitaciones de su propio ser, así como la existencia y los
límites del otro, y la que acepta que la satisfacción de toda necesidad,
finalmente de todo deseo, se relaciona con la incapacidad fundamental del ser humano de bastarse a sí mismo. Reconocer la necesidad del objeto (el objeto genital incluido) es la condición
de la vida. Toda compulsión a negar esta dependencia se orienta
en el sentido de la muerte" 38.
¿La muerte o la pulsión de muerte? Quizá el sadismo puro, la
posibilidad de sobrevivir psíquicamente al costo de imponer su poder sobre otro. El sistema narcisista se sostiene desde la fascinación de los otros, y se derrumba si este soporte falla. Por otra parte,
es necesario investir a los objetos para existir. Pero para quien no
puede hacerlo desde su deseo ¿no habrá acaso otro camino? Quizá
el de "nutrirse" de la libido de otros "atraídos" por ese narcísismo.P
Quisiera dejar abierta una pregunta: la adicción padecida y manifiesta ¿no será acaso el reverso de otra adicción impensable y
secreta: la adicción al poder?
Sugiero que la dependencia es esencialmente humana en la medida en que instaura la posibilidad de las relaciones objetales, aun a
riesgo de generar una dependencia patológica (el eterno problema
de la contingencia del objeto y la fijación).
Sugiero entonces que la estructura adictiva, como fijación patológica de la dependencia, estaría también sostenida desde quien no
tiene capacidad de depender, ni de mantener relaciones objetales.
Para éstos el poder es la "droga" indispensable que les permite 801040
Adicción: la eterna repetición de un desencuentro
brevivir narcisistamente,
Y quizá esto concierna no sólo a individuos sino también a ciertas estructuras sociales.
Vo'vamos al adicto. Este intenta compartir una relación que otro
rechaza. Su búsqueda de amor fracasa en el desencuentro. Y sin
embargo a pesar de la invasión tanática, la libido permanece "tendiendo" hacia el objeto.
Es ésta una reflexión sobre la dependencia humana. Afirmar que
nos afecta a todos por igual sería seguir sosteniendo el discurso
del poder. Reconocer las formas en que cada sujeto busca su libertad es el Jugar del Eros .. , y quizá el del psicoanálisis.
'ftt"sumen
Este trabajo propone una reflexión acerca de las adicciones. su origen y persistencia. Tomando como referencia el tema de la drogadicción. supone la
existencia de una "estructura adictiva" e intenta reconocerla en sus expresiones menos visibles: el modo de relación de ciertos sujetos con sus objetos y.
más ampliamente, toda la dependencia humana.
A partir de la comprensión de los estadios tempranos del psiquismo, conceptualiza a la adicción como la consecuencia de una modalidad particular de
desencuentro entre un sujeto y el otro. Desencuentro negado a través de la
interposición de un objeto "cosa" propuesto por ese otro.
Destaca el poder adictógeno de los objetos primarios y su retomo a la
cultura. La adicción se daría en dos tiempos: la fijación infantil y la repetición en lo actual de la relación con los nuevos objetos, adictógenos a su vez.
Intenta caracterizar al objeto de la adicción aproximándolo a distintas categorías objetales elaboradas por Freud y otros autores.
Propone pensar la adicción como resultante de un desencuentro entre una
relación de amor y otra de poder. Desencuentro velado por la presencia de
la "cosa". que impide la elaboración simbólica.
Sugiere comprender la adicción desde dos vertientes: la dependencia originada en la necesidad de amor del sujeto y la adicción como consecuencia de
la búsqueda de poder del objeto.
Résumé
LA DEPENDANCE:
LA REPETlTION
PERPETUELLE
V'UNE MESENTENTE
Ce travail propase eertaines considérations au sujet des dépendances, ainsi
que de leur origine et de leur persistanee. Le point de référence est le sujet
de la toxicomaníe, et A partir de ce point de départ, l'auteur suppose l'exístence d'une "structure de dépendance" et elle essaye de reconnaítre eette derniere dans ses expressíons les moins visibles: la forme de rapport qu'ont cer-
1041
Sonia Abadi
tains sujets avec leurs objets, et, plus amplement,
sujétion humaine.
toute
la question
de la
Sur la base de la compréhension des stades précoces du psychisme, le travaiJ conceptualise la dépendance en tant que conséquence d'une forme partículiere de mésentente entre un sujet et I'autre. Mésentente niée par l'interposition d'un objet "chose" proposé par cet autre.
II est également souligné qu'il existe un pouvoir d'assujettissement
chez les
objets primaires et la réapparition dans la civilisation.
La dépendance jouerait done sur deux plans: la fixation enfantine et la répétltion sur le moment de la relatíon avec les nouveaux objets, qui ont, a Ieur
tour, un pouvoir d'assujettissernent,
11 est question ici, aussi, d'essayer de caractériser l'objet de la dépendance
en le rapprochant a certaines catégories d'dbjet élaborées par Freud et par
d'autres auteurs.
D'autre part, I'auteur propose de penser a la dépendance en tant que résultan te d'une mésentente entre une relation d'amour et une relation de pouvoir.
Mesentente voiJée par la présence de la "chose" qui entrave l'élaboration symbolique.
Finalernent, il est proposé ici de penser a la dépendance a partir de deux
flanes: la dépendance qui surgit du besoin d'arnour du sujet et la dépendance
en tant que conséquence de la recherche de pouvoir de l'objet.
Summary
ADDICTlON:
THE ENDLESS
REPETITlON
OF .4 DlSr:.VCOUNTER
This paper deals with addictions, their origm and persistence. Centering the
attention upon the problem of drugaddiction,
the paper assumes the existence of an "addictive structure" and tries to detect it in its less obvious roa
nifestations: the way in which certain patients relate to their objects and, in
broader terms, all human dependence.
On the basis of an understanding of the early stages of psychic Iife, the
author conceptualizes addiction as the outcome of a particular mode of disencounter between one subject and the other, a disencounter which is denied
through the interposing of a object-t'thing" proposed by that other.
The author stresses the addiction-forming power of primary objects and
their return to culture. Addiction would develop in two stages: infantile ñxation and the repetition in the present of the relationship with the new objects, which are in turn addiction-forming.
The author tries to characterize the object of addiction by assimilating it
to various objecr categories described by Freud and other authors.
Addiction in regarded as resuIting from a disencounter between a love relation
and a power relation. This disencounter is hidden by the presence of the
"thing", which prevents symbolic elaboration.
Addiction should be understood from two angles: dependence originated
in the subject's need for love and addiction as the consequence of the object's
search for power.
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Adicción: la eterna repetición de un desecuentro
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