SAN PAMON NONATO

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Órgano de su Venerable
Orden Tercera y Cofradías.
err
AÑO
VIII
24
AGOSTO 1926
Dirección y Administración:
PP. MERCEDARIOS
Silva, 39.—Madrid (12)
I
NÚM.
97
st.Tm_Aize.io
SAN RAMÓN NONATO,
por Fr.
Juan G. Castro.—LOS METROPOLITANOS
SP ANOLES Y LAS MODAS, por Fr. Ricardo Delgado Capeáns.--LA O. T. DE
LA MERCED. — SUS ORÍGENES, por Fr. Juan G. Castro.—NOTAS
RELIGIO-
S AS: UN POCO SOBRE LOS RITOS ORIENTALES, por Fr. Martín O. de Arriaga •----IABAjo LAS GRANDES CIUDADES!, por Fr. Guillermo Vázquez.----CRó
N1C A MENSUAL, por Fr. Lorenzo Santamaría. — FAVORES DE NUESTRA
SAN TÍSIMA MADRE. — BIBLIOGRAFÍA. — NOTICIAS.— NECROLOGÍA. — CorresP o ndencia
administrativa.
SAN PAMON NONATO
Es el Santo más popular de la Merced, más milagroso,
M ás simpático a los de dentro y fuera de casa, el Benjamín
de la Orden y el hijo predilecto de María.
Nació a principios del siglo XIII en Portell, de familia, a
lo que dicen, noble, pero venida a menos; el apellido de su
Padre Surrons, pariente o muy bienquisto del vizconde de
C ardona, Ramón Folch, que impuso su nombre a nuestro
Santo.
Su nacimiento fue prodigioso; sacáronlo milagrosamente
V10 abierto el costado de su ya difunta madre, por lo cual
fue llamado Nonato, sobrenombre, dice el P. Echeverz, «que
lo declara más hijo de la gracia que de la naturaleza».
Flor de santidad en capullo fue la infancia de San Ranión. Los viernes. y sábados sólo una vez tomaba el pecho;
el Cielo imprimió en el primer año de su vida los dulcísimos
no mbres de Jesús María en las palmas de sus manos que
te nazmente mantenía cerradas, y que a la invocación de
e stos santos nombres por su ama abrió graciosamente.
Se dedicó algún tiempo al cultivo de las letras, -pero sea
Porque su padre contradijo sus aficiones temiendo perder
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en él la continuación de su familia, o por necesidad, siencl°
joven hubo de ocuparse en el cuidado del ganado.
En la soledad del campo y en el silencio de la noche ele"
vaba su mente a Dios y a la contemplación de las cosas di'
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v inas, teniendo por Maestra a la Santísima Virgen María, a
q uien tomó por madre y visitaba frecuentemente en la capilla de San Nicolás, sita en los términos de Portell.
Mandóle la gloriosísima Reina de los Cielos que entrase
e n la Orden de la Merced recientemente por ella fundada; lo
que hizo el arto 1221, teniendo por maestro al enamorado de
la Cruz San Serapio, con quien le unió una entrañable amistad y a Fr. Bernardo de Corbera, y por modelo vivo al prod igio de caridad San Pedro Nolasco.
Fue desde los mismos principios de su vida religioso acab ado modelo de todas las virtudes, especialmente de la orac ión, de la castidad verdaderamente angélica, del amor-de
Dios y del prójimo y de la devoción a María, nuestra Madre
Y Patrona.
Fue ordenado sacerdote y ejerció los sagrados ministeri os del confesonario y predicación preferentemente con los
ca utivos rescatados por sus hermanos, que permanecían
algún tiempo en nuestro hospital o reponiéndose o prestand o servicio a la Orden.
Dado el lustre de sus aciones y el temperamento que
inst intivamente le atribuimos, era San Ramón Nonato de
in genio fácil, inteligencia clara, palabra persuasiva y cálida y de destreza singular en los negocios; prendas que lo
h acían amable en extremo.
Predicó la redención con gran fervor de espíritu y se
af anó, discurriendo de uno en otro lugar, pueblo o ciudad, en
re unir limosnas.
Hizo varias redenciones, una o dos con nuestro Santo
p adre, dos con San Serapio, en las que fue de segundo rede ntor, y después otras como principal. La más célebre y
Para el la de más provecho fue la última, el año 1237.
Que el santo no se redujo solamente al ministerio de redinlir , muéstralo a las claras la contradicción que sufrió de
Parte de judíos y moros. Su carácter sacerdotal le exigía el
c uidado espiritual de los cautivos; los enseñaba, amonestaba , confortaba y administraba los sacramentos. Sus letras,
celo y elocuencia le obligaron a terciar en discusiones religio sas con judíos y moros para quitar el escándalo que a los
ca utivos se les podía seguir.
Gastado el dinero quedóse en rehenes por cautivos que
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convenía redimir, enviándolos a España con su compañero.
Hecha ya la redención sin temor por el éxito y sin peligro
para los caudales, y el en prenda de cantidades estipuladas,
comprendió estaba en situación ventajosa para trabajar por
la gloria de Dios, sabiendo que lo único que aventuraba era
su vida, que en nada tenía con tal de ganar con ella a
Cristo, que era todo su vivir. Soltó, pues, las riendas a su
celo, confutó a judíos y mahometanos, puso de manifiesto
la inanidad de sus doctrinas, mereciendo por ello azotes
cruentísimos que le pusieron a la muerte, y un candado a
sus labios perforados por hierro candente. No pasaron adelante los bárbaros, no por falta de odio, sino por sobra de
codicia del dinero de que era fianza el mártir de Cristo.
Dios, que saca cumplida alabanza de . los labios de los
niños y de los que aún están colgados de los pechos de sus
madres, hizo que de los labios lastimados y cerrados de San
Ramón brotase la divina palabra más modulada y elocuente
que antes.
Llegó el precio del rescate, y demacrado y honrado con
los estigmas del martirio, retornó a la patria.
Su fama voló por la cristiandad y Gregorio 'IX, que, según dicen autores, lo conocía, le nombró su cardenal el año
1239, honrando así el colegio cardenalicio.
Más gloriosa que la púrpura cardenalicia fue su sangre
derramada por Cristo.
Ni le envaneció ni desvaneció la dignidad; continuó siendo el mismo que antes era, un religioso humilde, amigo del
retiro y observante de la vida religiosa.
De este tiempo breve que pasó en nuestro convento de
Barcelona es el siguiente caso maravilloso, cuya bella narración, aunque distinta del estilo que llevo, cedo al maestro
Tirso de Molina.
«Tal vez hubo que encontrando en una de las más frecuentadas calles de Barcelona, y en lo más inclemente del
invierno a un viejo venerable y maltratado de vestidos, con
llagas tanta-s, que hicieran en otros su senectud intolerable;
llevaba la cabeza sin amparo y las riguridades de los yelos
añadían nieve derretida a la de sus canas. Compadecido,
pues, de verlos, quitándose el capelo (1) de la suya y la capa
(1) Modo de hablar, pues entonces los cardenales ni usaban
de púrpura.
capelq n1
se vestían
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de los hombros,r,cubrió con ambas cosas los arrugados miem-
bros del caro pobre, y llevándole a su hospicio, lo vistió de
nuevo, dió de comer y traza con que en lo poco que le restaba de la vida, lo pasase más cómodamente.
»No quiso el obligado (que era no menos que Cristo,
nuestro bien, autor de tal metamórfosis), retardarle los retornos de fineza tanta, pues se le aparecieron la misma noche dos vírgenes bellísimas, adornadas de joyas celestiales,
trayendo cada cual en la mano una corona, pero tan diferentes, que la primera se tejía de rosas, claveles y fragancias, y la segunda de espinas, zarzas y cambrones. Altercaba
cada cual de las afables ninfas sobre quien de ellas coronándole con su diadema había de quedar favorecida, parando la
porfía en que escogiese el Santo la que más le llevase los
deseos.
» Respondióle Ramón humilde y cariñoso, y tan honesto
cuanto regocijado, estas palabras: Corónense, divinas mensajeras, en el mundo de las flores que duran lo que sus efímeros deleites los que profesan vanidades; convídense unos
a otros al adorno caduco de las rosas, marchitas en sus
cunas, que formando laberinto sobre sus cabezas, mientras
que no perdonan prado que cultiven vicios y torpezas, que
yo a mi Divino Redentor (cuyo retrato, aunque sin méritos,
he sido) desnudo y coronado de marinos juncos sobre el
trono de un madero, Monarca de dolores, pienso seguir todo
lo que mi vida y fuerzas alcanzaren.
»Y versando el círculo espinoso se le puso en la cabeza,
no sin hacer su sangre la costa a dádiva tan peregrina, trasp asándole sus púas las sienes y el celebro.
, »Apenas, pues, las dos competidoras vírgenes se le desaparecieron, cuando bañando luces celestiales y músicas
angélicas la venturosa pieza, se le presentó a los ojos la
Emperatriz que huella serafines, y quitándole la corona last imosa, le dijo afable, difusa la graciá por sus labios: Ramón
mío, el pobre que abrigaste te libró en mi Hijo esta partida,
no de fallidas flores, sino de estrellas inmortales, que con
eternas luces ciñan en su gloria tu cabeza, y enseñándole
una, cuyos esmaltes eran resplandores, desapareció amorosa, quedando el tierno Nonacido tan lleno como de favores de humildades.»
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Llamóle a Roma Gregorio IX y obediente pilsose en camino pasando a despedirse de su bienhechor el vizconde de
Cardona. En casa del conde diéronle unas recias calenturas
que por ser en sujeto tan flaco y tan consumido de trabajos,
pusiéronlo a las puertas de la muerte. Buscóse al párroco
del lugar para que le administrase los Sacramentos, el cual,
alejado de la iglesia y entretenido en las faenas de la recolección, tardó en acudir, y acercándose la hora de la muerte,
Nuestro Señor Jesucristo, accediendo a los ardientes deseos
de su siervo, por sí mismo—según algunos quieren, y se pinta
en algunos cuadros—, o por sus ángeles vestidos del cándido
hábito de la Merced, sació el alma de San Ramón con el pan
de los ángeles que quiso hacerse también pan de los honl"
bres, y lo fortificó para el paso del tiempo a la eternidad..
Murió el 26 de agosto del ario 1240, domingo último de
mes, dejando a sus huéspedes edificados y gozosos de tan
feliz muerte.
Suscitáronse contiendas sobre el lugar de su sepulcro,
creyéndose cada cual asistido de mejor derecho; dirimiOlas
una mula ciega, sobre la que, de común acuerdo, cargaron
el santo cadáver.
Con la preciosa carga encaminóse en derechura a Ea
ermita de San Nicolás, adonde en llegando expiró, prueba
de que el cielo quería fuese descanso para sus restos mortales el lugar donde niño recibió las primicias del espírit u Y
las visitas de la Reina de los cielos.
Vístense sus imágenes con el hábito de la Merced, Orden
a que perteneció y que ilustró con su vida e ilustra con sus
continuos milagros; póneseles púrpura y capelo de card enal, insignia de su dignidad, aunque él no las uskS por n°
estar introducido aún su uso; en la mano derecha pónesele
la custodia en memoria de su maravilloso viático, corona'
miento digno de su vida extraordinariamente eucarística,
y en la izquierda lleva una palma con tres coronas, las aureo'
las de gloria debidas a su carácter de mártir, virgen Y
con fesor.
Desde su muerte misma empezó la devoción de los Pue"
blos a invocarle y a verse socorrida muchas veces milagr°'
samente en sus necesidades.
Los milagros en su sepulcro son tantos, que atestigu a el
obispo de Rosse en su « Agricultura del alma», editada en
16 03, «que apenas hay mes sin alguno, que a buena cuenta
al cabo de trescientos y más arios que ha que murió, ya no
h abrá cómo contarse».
« Muchos milagros se hacen todos los días ante su sepulcr o, °y lo que es digno de mayor admiración, es que sus
im ágenes, colocadas en capillas y altares en España, Franci a, Italia y en el Nuevo Mundo, han hecho también muchos
Mi lagros, como lo refieren auténticos documentos. En la
v illa de Perpirián fueron examinados muchos testigos que
CO n
juramento aseguraron haberse visto libres de gravísiMas enfermedades por los méritos de San Ramón Nonato,
c uya imagen y capilla hay en nuestro monasterio de la dicha
V illa; allí se cuenta que muchos de estos enfermos estaban
des ahuciados de los médicos. Este documento está datado en
Pe rpirián el año 1598» (1).
« Repartidas muchas partecillas de sus benditos huesos
Por España, donde quiera que los gozan, la fe y devoción
de los necesitados experimentan lo mucho que Ramón con
Dios alcanza (2).»
En los trances del parto son recuentísimos y milagrosos
los favores del Santo, que no es posible reducir a número.
Bendícese en nuestras iglesias en la fiesta de San Ramón
Y siempre por los sacerdotes facultados por el general en
t odas las Iglesias y los provinciales de la Merced, en sus
ter ritorios y agua y velas de este santo.
En la bendición del agua pídese al Señor que por los
r itos e intercesión de San Ramón los vejados de la fiebremese
v ean libres de las enfermedades del alma y del cuerpo por
e l uso de este agua, y en la bendición de las velas se pide
q ue de donde quiera que fuesen encendidas o estén guardadas huyan amedrentados los príncipes de las tinieblas y no
s e atrevan a inquietar ni a molestar a los servidores de Dios
Todopoderoso.
FR. JUAN
(1) P. Mtro. Vargas en la Chronica, al año 1334, pág. 155.
(2) P. Maestro Gabriel Téllez, en la Historia de la Merced.
G. CASTRO
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Los meltolloillans espailoles u las Illogas.
vi na gracia, por la cual se ahogan las aviesas pasiones
q ue constantemente están germinando en el fondo del corazón, y dirige y modera el modo de ser del cuerpo y todo lo
q ue con él está en relación de una manera principalísima el
v estido. Por eso se lee en la Escritura Santa: El vestido,
1.5 apostura y la risa del hombre dicen quien es.
Jesucristo, que es todo bondad y fuente de toda belleza,
co ndena el desaliño en el vestir, la gazmoñería, la hipocresí a, etc. «Cuando ayunéis no aparezcáis tristes como los
hip ócritas; desfiguran su rostro para demostrar los rigores de la penitencia. Cuando ayunes tú, unge tu cabeza y
l ava tu cara, para que no aparezcan al exterior tus austeridades». Por eso vemos a Judith vestirse con la más refinad a elegancia para presentarse al general Holofernes. He
aq uí la hermosa «toilette» de la joven viuda: g Se purificó,
se p erfumó con mirra, adornó sus cabellos y adornó su
frente con una cinta. Se engalanó con los vestidos de su
al egría y se puso sus brazaletes. Tomó lirios, pendientes,
a nillos de oro y todos sus adornos; y Dios abrillantó la
her mosura de Judith; porque todo su ornato procedía de la
vi rtud, no de la vanidad pecaminosa; por esto aumentó Dios
S u belleza para que apareciera incomparable a los ojos de
todos».
La dama que quiera brillar en el gran mundo, cifrando
S ólo su hermosura en lo rico y costoso de su «toilette», no
lo conseguirá si a su lado está .la dama cristiana engalanad a con los adornos de Judith; ésta sobresaldrá en belleza y
her mosura, porque aparecerá nimbada de ese celestial esPl endor, de ese brillo atrayente que Dios hace irradiar de
las almas bellas.
«No se glorie la mujer, dice el Apóstol, en su ornato
ext erior, en los bucles de sus cabellos, en los adornos de
oro , en los refinamientos del vestir; sino más bien en la
be lleza interior, en la incorruptibilidad de un alma modesta
Y Pacífica, única que tiene valor delante de Dios».
He aquí lo que es la modestia. «Gracia escondida y
her mosura oculta», la llamó un Santo; «el don más precia-
(CONTINUACIÓN)
Sigamos estudiando la hermosa pastoral de los Metropolitanos españoles a las damas. A las damas también nos
dirigimos nosotros en estas páginas.
Veíamos a la luz de la filosofía, de la estética y del buen
gusto, cuán absurdas y profundamente ridículas son las
modas indecorosas e inmorales que hoy dominan, presentando a las mujeres, no como son, sino como no son. ¡Qué
comentarios tan sabrosísimos, picantes e irónicamente
mordaces, hacen los hombres sensatos, serios y reflexivos
cuando os presentáis en el baile, en el teatro, en el paseo,
en los salones, vestidas con esas «toilettes» que os desnudan, os afean y os hacen retroceder al más crudo pagani s mol ¡Cuánto más se destacaría, en esas suntuosas reuni o nes, vuestra hermosura, vuestros relevantes atractivos, si
os presentárais tal cual sois y adornadas y embellecidas
con las deslumbradoras joyas de la dama cristiana!
Las modas de hoy dañan y
destruyen vuestra modestia.
Estudiando un poco más la indumentaria femenina, se
desprende que tal como se presentan las modas en la actu a
se oponen abiertamente a aquella virtud que es la-lida,
joya de más rico precio de la dama: la modestia.
Un autor define esta simpática virtud, diciendo, que no
es más que el orden, la compostura, cierta gravedad Y
austeridad en el vestir, en los movimientos y en el aderezo
externo del individuo. El apóstol de las gentes proclamó la
ley de esta excelsa virtud, cuando dijo: Que el mundo lodo
conozca vuestra modestia. San Agustín afirma que es
cierto equilibrio del alma, que se traduce en un orden plä eldo que modera el rostro, el gesto, el andar, e/ vestido, la
conversación, etc., es, como dice San Pablo, el vestido de
la modestia interior. La modestia es uno de los doce frutos
del Espíritu Santo, y, por consiguiente, un efecto de la di-
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do de los dioses», dijo un filósofo pagano. El genial escritor, Severo Catalina, hablando de la modestia, dice: «Es el
único fondo sobre el cual resultan con todas sus perfecciones la imagen de la hermosura y la imagen del talento. La
modestia da realce, añade dignidad a un semblante varonil,
pero es de mayor precio si se retrata en una mirada tranquila y honesta, en una boca por donde vaga la sonrisa de
la inocencia, y en unas mejillas que tiene el carmín infalsificable del pudor». De éstos surge un armonioso conjunto,
deslizándose en suaves lineas, un cuadro de belleza encantadora, cuadro que no dan las «toilettes» más caprichosa
realzadas con brillantes y ricas joyas, y es la mode stia del
alma y la del cuerpo, que viene a ser en la d ama el colmo
de la gracia, como la llamó el Espíritu anto.
de pedrería. A esto, afiádase la sustitución de lo verdadero
Por ló falso: cabellos postizos, cabellos pintados, dientes
Postizos, colores postizos, pecas y lunares postizos, cejas
Postizas, labios pintados, mejillas pintadas, líneas que falsifican los contornos verdaderos del semblante. Pero aún hay
más: los enervantes perfumes que pretenden disimular una
fetidez indiscreta, los aparatos que oprimen y torturan el
tubo digestivo, las pomadas con que engrasan la epidermis,
a cárcel de San Crispin, donde encierran el diminuto pie,
t odc, ese conjunto repugnante, nauseabundo, de aceites y
P i nturas, que obligó a exclamar a Boileau: «Espera a que
la bella, con su bata de dormir, haya estampado su colorete en la toalla, y en cuatro pañuelos que ha ensuciado su
b elleza, mande a la lavandera sus rosas y sus flores
de lis».
San Ambrosio nos dejó una graciosa descripción: «Ved,
dice, a esas matronas que se componen el semblante porq ue temen desagradar. ¿Qué mayor locura que la de tener
l a p retensión de corregir a la Naturaleza, y de este modo
P r onunciar su propia sentencia y su condenación? Porque
¡ oh, mujer! ¿qué juez más sincero podemos tener de tu
Pr opia fealdad que tú misma, que temes mostrarte tal como
er es? Si eres bella, ¿para qué te disfrazas? Si eres fea, ¿de
q ué te sirve la pretensión de engañar, apareciendo como no
e res, cuando esta mentira no debe agradar a nadie; ni enc ontrar disculpa ante la crítica, ni ante la conciencia?... Y
a un siendo realmente bella, ¿a qué precio adquieres el don
d e agradar? Ved los collares que adornan su garganta, el
tr aje brillante por sus bordados _de oro, y con el que barre
el p avimento. ¿Es verdadera belleza prestada? Las joyas
que penden de sus orejas, sus ojos rodeados con un círculo p intado de color extraño... ¿Qué queda de esta mujer
q ue aún sea ella misma? Na perdido la libertad de sus
mie mbros: ¿puede decirse que esto es vivir? Vedla adelant arse majestuosa como un palio en una gran festividad,
atrayendo las miradas de los curiosos, apareciendo tanto
nl äs fea cuanto más estudia el modo de ser encantadora, y
Las mujeres quieren prese ntarse, no como son, sin o como
no son
En estos tiempos de progreso, el demonio se presenta
visible mente en las modas femeninas y su positiva colaboración se reconoce por lo grotesto e impuro. En ninguna
época se ha visto a la mujer tan grotesta por la ridiculez de
sus trajes, como en la actual. No sé quien fué la que dijo,
y tenía mucha razón en lo que afirmó: «Cualquiera mujer
se desesperaría si la Naturaleza la hubiera hecho tal como
la moda la obliga a arreglarse». Después de haberse vestido, según gráfica expresión de un novelista, unas veces
como campanillas de chinesco y otras como paraguas; las
mujeres acaban por no vestirse del todo.
Para que se convenza el lector, por si no lo estuviere ya,
de que las mujeres quieren presentarse no como son, sino
como no son, examinemos a una de tantas cursis que pasan
a nuestro lado. Empezemos por la cabeza. Los sombreros,
unas veces son como cáscaras de nuez, otras se nos figu
-ranjdiesupo,yancmjres;tod°
menos sombreros. Los trajes, las modas, las presentan
como pirámides de cintas, de tiras, de seda, de cosméticos,
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encontrando, sin quererlo, el modo de desagradar a todo el
mundo, y aun a su marido... Compadeceos de sus orejas,
desgarradas por el peso de las joyas; tened piedad de su
cabeza, agobiada por la multitud de adornos. Su cuello
será encadenado, sus pies tienen grillos. Sea el que fuese
el metal, la esclavitud es la misma: ¿qué importa, en efecto,
para el cuerpo que el peso que lo agobia sea de oro o
hierro?»
Variemos de mujer, en frase de una gran mentalidad,
que quiere presentarse, no como es, sino como no es, de
la mujer que quiebra con sus «toilettes» absurdas, ridículas, inmorales, las alas del genio, por la mujer que, con SLIS
cristianos encantos, señala al hombre el camino del honor
y de la gloria.
r almente religiosa y devota», por eso la Iglesia en su liturg ia, la llama sexo devoto. Es, pues, muy triste y digno de
la mentarse cómo la corriente de la moda va enfriando,
ex tinguiendo, destruyendo e) espíritu de piedad, de religiosidad en la mujer y va matando el dulce sabor de los actos
Pi adosos, alejando paulatinamente a la mujer de Dios y la
sume en un gracial ambiente de indiferencia y de apatía.
Porque debe saber la mujer que no es sólida piedad el
a sistir a muchas misas, el recibir con frecuencia los Santos
S acramentos, y a la noche lucir esas «toilettes» que, en
lugar de vestiros, os desnudan, haciéndoos presentar en el
t eatro, en el baile, en el paseo, en el salón, en el cine, en
forma tan inmoral, enseñando lo que el pudor manda cubrir, lo que la delicadeza, la exquisitez de sentimientos,
mandan ocultar, lo que la moral cristiana manda tapar, lo
que la buena educación, la sólida cultura, prohiben exhibir.
No es piedad verdadera el alternar las funciones religiosas
CO n las profanas diversiones; el permitir que la modista
tr abaje el día festivo, faltando a sus sagrados deberes, con
tal que os den terminado el traje para exhibiros en alguna
fiesta social; el presentarse en la casa del Señor, enseñando
l a desnudez de los brazos, con escotes indecentes, provocat ivos, impropios de la dama que se estima, entrar en el
t emplo del Rey de Reyes, riéndose, dirigiendo las miradas
a l «gomoso» que se destaca al pie de la columna. Esto no
es Piedad, no es virtud, es una gran exageración, una gran
co media, una gran mentira. La verdadera piedad no transig e con esas modas inmorales, que os desnudan en lugar de
ve stiros, que absorben toda vuestra atención. No, no le
h abléis a la mujer que viste a la moda, pero a la moda
ri dícula, extravagante, no le habléis de piedad, de limosn as, de visitar a los pobres, a los enfermos, a los encarcel ados, etc., pero sí habladle de modas, de encajes, de cintes , de colores, de joyas, de bailes, de teatros, del salón de
Patinar, del tennis, etc. Toda la atención, todo el interés lo
re concentran en la frivolidad de los trajes, en el descoco de
las modas, que les hace olvidar el espíritu de piedad, de
Las "modas„ de hoy destruyen la piedad en la mujer.
La impiedad, decía el más impío de los filósofos del siglo XVIII, Diderot, puede ser en el hombre una extravagancia del espíritu, en la mujer es siempre del corazón. Se han
visto, y se ven, hombres extraviados más bien por las
malas lecturas que por las pasiones; pero la mujer, al perder la religión, lo pierde todo. Soy del parecer que la mujer
debe esmerarse en conservar siempre el carácter sagrado
que recibió en el bautismo.
Así habla de la piedad en la mujer este gran impío. Pero
esta piedad que desea resplandezca siempre en vosotras,
debe brillar en todas vuestras acciones, en todos vuestros
modales, en todo vuestro porte exterior y, principalmente,
en vuestro vestido; piedad que os viste con tantos encantos
y atractivos, y que os prepara un rico y abundante caudal
de gracias en orden a la consecución de vuestros destinos
eternos. Pero esta piedad es ajada, deteriorada y a veces
es ahogada en el fondo de vuestro corazón por las ridiculeces e inmoralidades de las modas indecentes.
La mujer, por naturaleza, siente más inclinación a la
piedad que el hombre: «es, parodiando a Tertuliano, natu-
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devoción. «Marta, Marta, decía un día Jesús a una piadosa
mujer, andas muy solícita y enredada en muchas cosas.
Sólo una cosa es necesaria». Sublime lección que da Jesucristo a Marta, y en ella a todas vosotras. Cristo os quiere
decir con esto que andais demasiado preocupadas-y solícitaS por las atenciones del cuerpo, olvidando las supremas
necesidades del espíritu; os quiere decir que vivís esclavas
de la materia y no dais libertad a las dulces aspiraciones
del corazón; que tenéis las poderosas alas de la fe y de la
piedad muy debilitadas por la ominosa servidumbre de las
modas inmorales que paralizan toda vuestra actividad en lo
de acá abajo, relegando al olvido el uno es necesario, de
que habla jesucristo. Y muchas damas de nuestros días,
cediendo a esas mezquinas exigencias, contentas y satisfechas con los fugaces brillos de unas cuantas cintas, de unos
colores pasajeros, de unas joyas, de unos vestidos ridículos, estrafalarios, si se les pregunta, si no fijan sus ojos en
el uno es necesario, contestan, como contestó el duque de'
Alba a Enrique II de Francia, cuando le preguntó si el sol
se había parado en la batalla de Elba: «¡Señor, yo tuve que
hacer demasiado en la tierra para entretenerme en mirar al
cielo!»
¡Cuántas damas no tienen tiempo para dedicar unos
minutos a Dios, a su alma, porque están entretenidas en
hojear la revista de modas, en comparar sedas, muselinas,
en elegir trajes, en sorprender efectos, en lucirse por calles,
paseos, teatros!
Vuelvo a repetir: «La impiedad puede ser en el hombre
un extravío de la inteligencia; en la mujer es un vicio del
corazón. La mujer que abandona la religión, lo pierde todo».
P. DELGADO CAPEÁNS, O. DE M.
— 295 —
La Tercera Orden de a Merced.
Sus
orígen es.
Se entiende por orígenes d e la Tercera Orden de la Merced
las causas que han conc urrido a su formación, o el tiempo en
que ha empezado a existir, o las instituciones anteriores de que
se deriva.
Est as causas genéricamente designadas son: la Merced, los
fie les y la Iglesia.
Los fieles dieron los miembros para la Asociación, la Merc ed les dió el espíritu y la forma, y la Iglesia la personalidad.
Tres elementos esenciales constituyen la Tercera Orden de
la Merced: la organización, que eso entraña como concepto la
Palabra Orden; el ejercicio de las obras de misericordia, especi almente de la redención, por antonómasia llamada Merced, y
l a cooperación a la redención sin la obligatoriedad de voto y
en grado inferior de extensión e intensidad a como la practican
los religiosos mercedarios, que esto pide la calidad de Tercera.
La palabra Tercera Orden se aplicó por vez primera a la
H ermandad de los Humillados seglares para. distinguirla de los
H umillados clérigos, verdadera Orden religiosa, bajo cuya direcci ón vivían, y tal vez de las Humilladas, piadosas mujeres que
re nunciando totalmente al mundo vivían en común. De las act uales Ordenes Terceras se le dió por vez primera este nombre
e l ario 1230, a la por antonomasia Orden Tercera de San Franci sco (1), y fue muy frecuente su uso en el mismo siglo XIII,
No tratamos de averiguar en este artículo el tiempo en que
e mpezó a usarse en la Merced el nombre de Tercera Orden—
C reo que ha sido en tiempo relativamente moderno, y aplicado
. ge neralmente a los que en nuestros claustros o en sus casas
h acían profesión de votos simples—; sino que trato de buscar
la cosa misma, y veremos que desde los mismos primeros días
de la Merced hubo cofradías o hermandades de seglares que
co ntribuían económica o personalmente, o con ambas cosas a
l a vez a la redención de cautivos.
(1) Gregoilus IX. Venerabilibus fratribus Archiepiscopis et Episcopis per Italiam
eon stitutis, salutern et apostolicam benedictionem. Cum dilecti fratres aTertii OrdiOis» Sancti Francisci saeculum quodammodo reliquerint ut possint Domino in contemp lationis arce placere... Datum Laterani, 2 nonas Junii, Pontificatus Nostri anno
g uarro. Bullarium Franciscanum, Joannis Hyacinthi Sbaraleae—Romae—MDCCLIX,
— 296 —
Influencia de la Merced en su
Orden Tercera.
Lo que se designa con el nombre de Ordenes Terceras, unas
preexistieron a las mismas Ordenes llamadas Primeras, dándoles principio; otras coexistieron con las Ordenes Primeras y
Segundas sin tener en su origen dependencia de ellas, y otras
existieron después de las Ordenes Primeras, debiéndoles a ellas
su origen—.
Ejemplo notorio de hermandades que se transforman en
Ordenes, origen muy ordinario, por no decir único, de las
Ordenés Religiosas, nos lo ofrece la Merced. Anterior a la
Orden existió una asociación de piadosos seglares para la
redención; prosperó, mereció el apoyo del Rey de Aragón y
fué erigida en Orden. «En tiempos pasados, escribía el año
1306 el Rey de Aragón D. Jaime ll a Clemente V, ciertos laicos
de nuestra tierra, llevados de su drT101' a Cristo, vendiendo todos
sus bienes para redimir de la esclavitud de los bárbaros los
cautivos cristianos emplearon el dinero en la redención de los
mismos, y después pidiendo públicamente por las iglesias
limosna a los fieles, con las así reunidas libraban los cautivos
del poder de los moros, y los frailes legos sus sucesores se
emplean todos los días con afán en tan piadosa e inefable obra.
Poniendo sus piadosos ojos en estas obras de caridad, nuestro
abuelo el Rey de Aragón D. Jaime, de gloriosa memoria, a los
que se ejercitaban en tan piadosa obra, les dió el hospital de
Santa Eulalia de Barcelona, para que en este hospital pudiesen
continuar lo que con tanta devoción habían empezado. Los
pueblos de esta mi tierra por su mucho amor a Cristo dieron a
estos religiosos laicos para > esta piadosa obra muchísimos bienes muebles, raíces e inmuebles, y viendo el Papa de la Santa
Iglesia Romana Gregorio, de veneranda memoria, que era bas-.
tante el número de estos religiosos laicos y que las limosnas
de los fieles aumentaban, accediendo a las humildes súplicas
del magnífico Rey D. Jaime, nuestro abuelo, aprobó esta obra de
inmensa misericordia, les dió la regla de San Agustín y hábito
blanco y que pudiesen llevar en el pecho el escudo de nuestra
real dignidad debajo de la cruz del Señor y les puso por General a uno de los dichos frailes laicos» (1).
(1)
Milicia Mercedaria, págs. 307 y 308.
— 297 —
Al lado de estos piadosos seglares que vendiéndolo todo se
co nsagraron totalmente a la redención de los cautivos cristianos , había seguramente otros que, o menos fervorosos, o no
d ueños de su voluntad, contribuían sólo con sus limosnas aisl adas o periódicas a la misma obra, y que al fundarse la Orden
de la Merced y obtener desde sus principios la privativa de la
red ención, continuando o constituyéndose en hermandad, pasar ían, como tantas otras hermandades análogas, a la dependencia y dirección de la Orden, y serían verdaderamente mimadas
Por ella por lo necesaria que le era su ayuda en la redención
d e cautivos.
Las Ordenes Primera, Segunda y Tercera de San Francisco
tuv ieron un origen común, y, por lo mismo, en esto independi entes las unas de las otras, en la hermandad de Penitencia
er igida por la fervorosa predicación y ejemplo de San Francisco y formada por gentes de toda condición y estado, eclesiásticos y seglares, hombres y mujeres que profesaban un género
d e vida humilde y austero llamado de Penitencia; añadiendo a
este género de vida penitente los votos religiosos nacieron las
Or denes Primera y Segunda, y los restantes que continuaron
en medio del mundo profesando este género de vida y el propósito de vida cristiana constituyeron la Orden Tercera.
En cambio- la Orden Tercera de Santo Domingo, primero
CO n el' nombre de Milicia de Cristo, fundada por Santo Domingo , y después con el nombre de Tercera Orden de Penitencia de
S anto Domingo, debe su origen a su Primera Orden.
La Orden de la Merced nació de la hermandad primitiva por
Perf eccionamiento; las Tres Ordenes de San Francisco, como
ra mas de un mismo árbol, brotaron por segmentación o fraccio namiento de la Hermandad de Penitencia, y la Tercera Orden
de Santo Domingo, sobre el fondo común de hermandades preexi stentes, ajenas a la de San Francisco, de Penitencia tomó de
la Orden de Predicadores su forma constitutiva, el celo por la
fe c atólica, «tanquam S. Dominici singularis in Domino filius si
ver itatis catholicae fidei juxta suum modulum aemulator et zelator
Praecipuus›.
La Merced para desempeñar el dispendioso ministerio de la
red ención de cautivos necesitaba de grandísimas sumas de dinero que no podían darle ni la munificencia de los reyes, ni la
libe ralidad de gente acaudalada, sino que principalmente hablan
----
298 —
de reunir en una trabajosa colecta anual, para lo cual era necesaria e insustituible la organización de cofradías de piadosos
seglares que con la erogación anual de limosnas y con la pres
tación personal en la colecta y conducción de las mismas hiciera posible el habitual ejercicio de la redención.
El heroísmo de los mercedarios en las obras de la redención, la belleza de la obra, las gracias y privilegios pontificio5
otorgados por los Romanos Pontífices a los cofrades y cooperadores de la Merced fueron el aliciente para la formación de
estas cofradías y el fomento de su florecimiento.
San Francisco conmovió al inundó con el ejemplo de su
humildad y mortificación y de su amor ardiente a Jesús Crucificado; San Pedro Nolasco conmovió a España con su ej emPlo
y el de sus hijos de amor heroico a sus semejantes
Encomiásticas parecen, pero en realidad pálido reflejo de la
explosión de caridad de la Merced con sus hermanos, las pa la
-brasdevioPntífclsgXI,porncitasmä5
encarecidas de Pontífices más modernos, pues estoy tratando
de los orígenes de la Tercera Orden de la Merced, que se en
-cuentralmisogdeafuncólOr.
Ante cualquiera otra cita debo insertar íntegra la carta de
Inocencio IV del primero de Enero del año 1246, dirigida a
todos los fieles, «universis Christi fidelibus), que empieza: «Si
juxta sententiam Sapientis», la cual puede llamarse la carta ma g
-nadecoizóyrmndacelM,ypabr
palabra, haciéndola suya, repetida en el siglo XIII hasta tres
veces: por Alejandro IV el año 1255, por Clemente IV en 1267 Y
por Bonifacio VIII en 1297.
«Si según la sentencia del Sabio distinguimos entre el tiemP°
de sembrar y de recoger, debemos sembrar en la tierra lo que
multiplicado el fruto debemos recoger en el cielo, haciéndonos
con el dinero de iniquidad amigos que al morir nos reciban en
los eternos tabernáculos; así nos atesoraremos tesoros en el
cielo donde los ladrones no los desentierran y roban; de este
modo en afortunado negocio conmutamos lo terreno en celestial y lo temporal en eterno.
»Y aunque estamos obligados a abrir las entrañas de mi sericordia a todos los necesitados, debemos con todo mostrarnos
más especial y abundantemente liberales con aquellos que.
pobres de espíritu, voluntariamente toman sobre sí las incom o-
— 299 —
didades de la pobreza para socorrer más CO piosamente a los
Po bres cuando no teniendo nada y pos eyéndolo todo, saben
s ufrir necesidad y nadar en la abund ancia; son abundantes con
los p obres y escasos consi o mismos; toman a su cargo la
nec esidad ajena, y con s u indigencia pródiga acuden más coPios amente a los h uespedes y necesitados.
» Y si esto practican laudablemente muchos, se afanan éstos
(lo s Me rcedarios) en cumplirlo con más loa; pues no sólo recibe n h
uéspedes, sino que también los invitan, cumpliendo con
aq uello del Profeta: «Reparte tu pan con los hambrientos y mete
e n tu casa a los necesitados y sin hogar; si vieres al desnudo,
ví stelo y no desprecies tu carne', porque, en efecto, dando de
co mer a los hambrientos y de beber a los sedientos, acogiendo a
los h uéspedes, vistiendo a los desnudos, y no sólo visitando los
enfe rmos sino también haciéndose cargo de atenderlos en sus
enfer medades, sirviendo a los encarcelados y a los que cuidan
en sus enfermedades cuando mueren dándoles sepultura, haceti
lodo aquello por lo cual el Señor afirma que en el día del juicio
reco mpensará a los buenos y por cuya omisión castigará a los
Malos.
» Como quiera, pues, que nuestros amados hijos el Maestre
Y l oa Frailes del Hospital de Santa Eulalia de la diócesis de
bar celona, de la Orden de San Agustín, consagrado al servicio
di vino en la redención de los cautivos del poder de los paganos,
afanen con todas sus fuerzas en atender las necesidades de
los menesterosos y enfermos que de todas partes acuden a
ellos, amonestamos a todos vosotros y os exhortamos en el
S eñor y os lo imponemos en remisión de vuestros pecados que
3cai s cooperadores de estas obras de piedad, que recibais
benig namente a sus enviados y los trateis decorosamente y les
deis gratos subsidios y piadosas limosnas para que las que entreg ueis por sus manos a los pobres en la tierra, por ruanos ,de
los p obres las atesoreis en los cielos, sintiendo lo mismo que
el Ap óstol: El que es escaso en el sembrar también lo será en
el r ecoger y el que siembra bendiciones de ellas cosechará la
V ida eterna.
> Por lo tanto Nos confiados en la misericordia de Dios Todopo deroso, con la autoridad de sus Apóstoles los bienaventura dos Pedro y Pablo y con la que Dios Nos ha dado, a todos
aqu ellos que los socorran con sui haberes y determinen hacer..
— 500 —
— 501 —
se sus colegas en tan santa hermandad y les' hicieren favores,
les condonamos anualmente la séptima parte de la penitencia
impuesta, y estatuimos con nuestra autoridad apostólica que a
los cofrades que murieren en tiempos de entredicho, con tal que
no estén nominalmente excomulgados o entredichos y no sean
usureros públicos, no se les niegue sepultura eclesiástica.
»Tomamos bajo la protección de San Pedro y la Nuestra a
los receptores de la hermandad y de sus colectores, salvo siempre el derecho de sus dueños, y establecemos que en cualquier
ciudad, castillo o aldea en entredicho, a la alegre llegada de
los frailes enviados a las hermandades o a las colectas, se
abran una vez al ario las iglesias y en ellas se celebren los
divinos oficios, en que se haga una exhortación al pueblo a
contribuir con sus limosnas, quedando a salvo en todo lo dicho
la declaración del Concilio General.
»Dad, pues, limosna para que todo sea limpio para vosotros;
porque la limosna libra de la muerte, limpia los pecados y nos
hace encontrar la vida eterna; porque así como el agua mata el
fuego cuando arde, así la limosna resiste al pecado.
»Dada en Lyón, a primeros de Enero, en el año tercero de
nuestro Pontificado».
No menos fervorosa y encomiástica es la recomendación
que de la Merced hace a los fieles Alejandro IV en bula datada
en Nápoles, a 9 de Abril del ario 1255 y primero de su Pontificado, y reiterada por Nicolás IV el ario 1291. Llama en ella a
los Mercedarios «nuevos Macabeos del tiempo de la gracia, que
renunciando los deseos seculares y abandonando lo suyo, tomando sobre sí la cruz siguen al Señor, amando a los prójimos
como a sí mismos cumplen el precepto apostólico; porque no
sólo invierten las abundantísimas limosnas recogidas de los
fieles en la redención de los cautivos, sino que no temen exponer sus propias vidas por sus hermanos, con lo cual se hace
ilustre en todo el mundo la bondad de la Religión cristiana Y
ellos se hacen célebres en la Iglesia, porque entre las obras de
caridad con que se alcanza el reino de los cielos, laj redención
de cautivos está inefablemente recomendada por Dios y por los
sagrados cánones, como que nos está mandado enajenar para
la redención los bienes eclesiásticos y aun exponer las propias
vidas si fuere necesario».
De esto pasa el Pontífice a exponer la necesidad de la ayude
de los fieles, «ipsis est fidelium suffragium opportunum», porque
estän tan pobres que sin una grande ayuda de los fieles no
Pueden acudir a las muchas ,atenciones que sobre ellos pesan
en el cuidado de los pobres y especialmente de los cautivos,
tbonis sint tantum attenuati quod sine magno juvamine fidelium
no n possunt de suo censu providere pauperibus et captivis».
El heroísmo de exponer sus vidas y haberla perdido ya
va rios mercedarios en los principios de su instituto, los durísimos trabajos de la postulación y la austeridad de su vida les
co nciliaron los ánimos de los fieles en favor de la obra de la
redención.
Las órdenes religiosas en sus principios fueron todas austeri simas y las del siglo XIII lo eran además por reacción contra
el lujo y vida regalada de clérigos y monjes, pudiendo dárseles a
t odas las Ordenes de aquel siglo el nombre común de Ordenes de
Pe nitencia. Los nuestros, aunque caballeros y militares, vestían
unos hábitos burdos y ásperos, llamados de cordellate, llevaban
Medias que no les cubrían los pies y chancletas •que sólo les
de fendían la planta del pie, y esto por prescripción capitular
qu e al mismo tiempo contenía la demasiada penitencia y auster idad de los religiosos que, andando a pie descalzo caminos
fra gosos, caían enfermos (1).
(1) Similiter advertere oportet quod fratres nostri Equites et Clerici, divino spir itus fervore ducti, gestabant a principio habitum reformatissimum, ex patino scilicet
c rasso vulgariter dicto (frissa, sen cordellate) et eorum tibialia, tantum protegebant
crtira non autem pedes. Et multi eorum arctioris vitae studio discalciati incedebant,
a t ,tare constat ex antiquis Codicibus, qui tempore Gregorii XIII. fuerunt Romae a
Pr atribus nostris Gotholanis suae Sanctitati praesentati in lite quae inter ipsos, et
Fratres ex Provincia Castellae vertebatur, quos vidi, tenui, et legi; et plurima ex eis
hac nostra Chronica desumpsi, et extraxi. Ibi legitur, quod Fratres nostri
Fratres de Poenitentia vulgariter appellabantur. Hoc igitur anno (1245) Generale C apitulum tam )rdinis reformationi, quam Fratrum saluti consulere volens (quia
qti otidie Fratres Eleemosynas procurantes, et Redemptionis opus exercentes prae
nimia asperitate, et poenitentia per loca aspera incedentes infirmari solebant) ordiil avit, et statuit; quod deinceps intra claustrum Fratres nostri, possent si vellent diseal ciati incedere, extra claustrum yero, dum eis Eleemosynas procurare, aut ad
°Pu s redemptionis proficisci contingeret, calceos ad instar Fratrum Templariorum
ge stare deberent. Quorum forma (ni fallor) era ad instar calceorum quos Fratres
liosp italarii de Joanne Dei, a principio ferebant, qui licet pedum plantas tegebant,
non tarnen omnes superiores partes neque pedum talos cooperiebant. (Chronicm
P. Mtri. Bernardi de Vargas, ad annum 1245, pág. 77-)
Les vestidures d'ils frares sie de lana e blanchs e en la capa e en les capolar
P o rten lo senyal del orde, la gonella sia redoma les calces seus peals les cabates
P o rten templeres.
Item lo Maestre ni nengun comanador ne frare conventual non porten capa
ne s obrecot ni abit de drap de narbona ni daltre maior ni menor que floch. (Cap, VII
de las Constituciones de la Merced del dio 1272;.
Dr o
- 3e -
--
ns preciso distinguir entre Cofradías radicadas en iglesias
de la Orden y las alejadas de nuestros conventos y sólo visitadas una vez al ario por nuestros religiosos. En las primeras
sería indudablemente más pujante la vida espiritual—en ellas
hay que buscar la Orden Tercera o sus antecedentes—que en
las segundas en que sólo'se reunían los hermanos y los fieles
para oir la piadosa exhortación a la limosna y para hacer la
entrega de la tasa anual de limosnas voluntarias.
Que había estas cofradías, muéstranlo claramente varias
bulas pontificias y la designación de religiosos para colectar
las limosnas en distritos más o menos extensos. Alejandro IV,
en bula expedida en Nápoles a 9 de abril de 1255 (1), manda a
los arzobispos, obispos, abades y cualesquiera prelados de las
iglesias, aún exentas, como las de los religiosos (2), que reciban
benignamente a los Mercedarios y que gustosamente les permitan exhortar al pueblo en las iglesias y en ellas hacer la colecta
de limosnas. La Orden designaba para territorios determinados
religiosos encargados de pedir en él la limosna de'ila redención
(3), y así aparecen en el ario 1234 Fray Juan de Loes como
lugarteniente de nuestro Santo Padre en Mallorca, y Fray Bernardo de Corbera en 1242 con igual título en Barcelona y todo
su obispado; en 1252, un tal Fray Santiago como comendador
mayor en Aragón, Fray Berenguer de Bas como comendador
en el obispado de Gerona el ario 1256 y 1257, en 1275 como
superior de la casa de Gerona y procurador de todo:el obispado Fray Pedro de Lauro, en 1308 como comendador en el obispado de Pamplona y de todo lo que la Orden posee en Navarra Fray Pedro García y, sea el último, Fray Juan de Roa, procurador en
en los obispados de León y Astorga el ario 1317 (4).
FR. JUAN
G. CASTRO
(Continuará).
(1) Quae relam graven'.
(2) «Pront Scriptura testatur» del mismo Papa expedida en Perus / de maYe
de 1258.
(3). Caseu acepte en sa Batlia qui li es determinada. (Cap. de las Constituci o
-nesd127.)
(4) Milicia Mercedaria: páginas 245, número 4; 96, número 30; 94, número 20; 101,
número 14; 94, número 21, if 328, número 118.
305 —
NOTAS RELIGIOSAS
Un poco sobre los Ritos Orientales.
(1)
Se cuenta hasta dieciséis ritos católicos orientales. Algo tieque ver con esa distinción tan notable los diversos cismas
que han ocurrido. El cisma griego fue obra política, aunque el
P r etexto fuera religioso. No es lícito dudar de esto y hoy menos
que nunca. La conducta angulosa e innoble de Bizancio, vista
e n su debida luz, confirma el juicio del mundo sobre la Iglesia
M adre y es muy simbólico que sus últimos emperadores formaran parte de la Iglesia Universal. El cisma se reprodujo con
Ma ravillosa identidad de caracteres en las nacionalidades arameas, árabes, copias.., que constituían las provincias del imp erio oriental romano. Se apartaron política y espiritualmente
de Bizancio; pero este hecho, por razón del tiempo y lugar, imPlicaba la rotura del vinculo con el centro de la unidad religiosa.
E s injusto pensar que la variedad de los ritos orientales fuera
de origen cismático; las liturgias dichas de Santiago y San
M arcos vigentes en Antioquía y Alejandría marcaron el punto
d e partida de todas las diferencias.
Pero para nadie és un secreto la gran parte que en Oriente
j uega el sentimiento nacional en la religión. Esa singular ment alidad iba imponiendo en la liturgia no sólo cambio de lengua,
si no también el tributo debido a los recuerdos nacionales sag rados. Eso que se dice conservadurismo oriental tiene un matiz muy saturado en la manera fiel como han sabido guardar el
s entido de la liturgia cristiana, de manera que los que, sobre
t odo desde el siglo XVIII, han ido .
pasando del cisma a la unidad católica, han continuado adorando a Dios en el mismo rito
Y ceremonias.
Roma ha tenido siempre profundo respeto a todos los usos
Y tr adiciones, salva siempre la verdad dogmática y en lo disciPlinar lo que atañe a la constitución divina de la Iglesia. La
i glesia no es latina, ni griega, sino universal, decía sapientísinl amente León XIII.
A los tales católicos se los llama « uniatos», nombre que mol esta algo a los interesados que prefieren el epíteto de «católic OS orientales». Claro, como si a los hijos de los conversos se
Le s continuara aplicando la misma calificación de sus padres.
Es
muy hermoso el testimonio de estas dieciséis nacionalidade s en favor de la verdad católica; porque siempre es muy sinc ero y muchas veces heroico por las torturas y privaciones que
le s cuesta su confesión. Por eso no hay que darle siempre valor
de finitivo al número de los adherentes.
n en
(1) Rito o sea conjunto de oraciones y ceremonias que acampanan
a la celebración
d e los Sagrados Misterios. En su generalidad abarca también las costumbres.
— 304 —
— 505 —
Hay un rito cuyos miembros son todos católicos: son los
maronitas. El rito maronita es originalmente sirio con elementos romanos agregados en el transcurso del tiempo. ¿Cuándo
los maronitas se volvieron en masa a la Iglesia? Unos dicen
que en la época de las cruzadas, o sea en 1182; ellos pretenden
que lo hicieron en el siglo VII, repudiando el monotelismo que
les había dado ocasión para alzarse con nacionalidad propia.
Son más de 300.000 católicos. Su patriarca es titular de Antioquía y reside en Bikorchi.
Los melkitas (imperiales, de «malik», rey), son árabes que
volvieron del monafisismo siriaco. Su rito bizantino y la lengua
liturgia es el árabe. Son unos 200.000 y obedecen al patriarca
de Antioquía. Actualmente es Abbuna Mogabgad, cuya confirmación tuvo lugar en Roma a fines de Junio de este mismo año.
El patriarca leyó un discurso de gratitud muy sentido y profesó
después su personal sumisión y filial afecto al «Vicario de Jesucristo, Sucesor de San Pedro, Jefe Soberano y Maestro infalible de la Iglesia». Como coincidía el Congreso Eucarístico de
Chicago, hizo el Papa un feliz discurso recordando el triunfo
de Jesucristo que en el lejano Occidente recibía la adoración de
*todas las tribus y razas del globo, mientras el Oriente se acercaba a formar en la prodigiosa unidad de la Iglesia, Es esto,
decía el Papa, una coincidencia magnifica, inefablemente expresiva y hermosa.
El patriarca melkita de Antioquía es el verdadero sucesor,
regular y legítimo, de San Pedro y San Ignacio. Los melkitas
nunca se dejan en el tintero este dato.
También los sirios unidos obedecen a un patriarca que lleva
el título de Antioquía, aunque reside en Mardín. Proceden del
campo monofisita y en este momento no puedo decir cuántos
adherentes tiene este rito. Hace quince arios eran unos 20.000.
Los caldeos, descendientes de nestorianos, emplean la lengua siria; hoy son unos 200.000 católicos y obedecen al patria r
una-cadeBbilonqursMl.Eitoarmens
mezcla del siriaco, bizantino y romano. En 1911 tenía 100.000
adeptos católicos. Su patriarca es el titular de Cilicia y reside
en Constantinopla. En la fecha expresada el rito copto contaba
20.000 católicos vueltos del monofisismo. El patriarca de Al e -
e n su Bula « Romani Pontifices» de 1923, supone la validez del
hecho. Es una iglesia en gran marcha y llena de porvenir. Es
alta mente sugestivo el siguiente cuadro, que demuestra el progr eso de veintiocho años. Lo copio de un estudio recientemente
Pub licado por José Panjikaran:
jandría, que los gobierna, reside en Cairo. Hoy no se puede
sostener el origen nestoriano del rito siro-malabar. Al contrario, hay verdadera evidencia histórica en favor del origen apo s
de la iglesia malabar. «Mar Thoma Nazranikal—nazar e -tólico
-nosdelbatTmá—hnioseprlamdtcisnos; y tal nombre p.arece fue anterior al de «cristiano», que salió
de, Antioquía. Todas las tradiciones, los cantos populares, historias, leyendas, la devoción singular al glorioso Apóstol, la
fiesta de Santo Tomás en 3 de Julio como día de precepto... tienden a confirmar tan gloriosa prerrogativa de los católicos de
Malabar, región la más meridional de la India. El Papa actual
Cuadro del progreso durante la gestión de los
Obispos sirios indígenas.
En 1896.
Pob lación católica Igl esias y capillas Pre sbíteros seculares... . »
regulares Seminaristas Conventos Peligiosas Sem inarios menores Catecumenados Co legios universitarios ESC UelaS superiores inglesas
»
medias
»
)
C QSdS de orfandad
n ad
Phil
epriróednitcaoss
Periódicos
292,602
278
6
4265
64
20
80
—
4
2
4
479
2
1
En 1924.
Aumento.
438,054
145,452
514
236
132
50
557
116 Ç
64
1,058
4
35
2
11
47
590
9
15
12
44
978
4
31
9
9
43
111
13
11
Entre los conventos hay trece monasterios.
Al leer esta estadística se acuerda uno al instante de la últirn a E
de l a ncíclica del Papa sobre las misiones. El Santo Padre decía
gran necesidad de establecer en el territorio de las misione s, en cuanto se pueda, iglesias dotadas de todas las instituci ones de protección y p erfeccionamiento que vemos en los
paíes ci vilizados; y que había que pensar en dotar la jerarquía
e m uchos indígenas prefiriéndolos a los extranjeros, como lo
nabían hecho los apóstoles. Tal es el secreto de este resurgir
Prod igioso en Malabar. El Rdvmo. Mar Agustín
Kandathil, Arzo bispo de Esnakulan, es el
metropolita de esta iglesia. La lenli túrgica es sirio, de ahí el título de siro-malabar. Los ornarne ntos sagrados son romanos y usan pan
sin levadura.
D igamos algo más de esta iglesia, tan llena de recuerdos
os tólicos. Además de los días de ayuno establecidos en el
anti guo derecho canónico, observan cincuenta días de abstine
en la cuaresma, veinticinco días en el adviento, tres
enncia
ob sequio al profeta Jonás, todos los viernes y sábados días
del
enao,
en
o ', como también las cuatro témporas y todas las vigilias.
las devociones de la Iglesia universal florecen en
Malabar, especialmente los primeros viernes y el mes de las flo-
— 506 —
res. Todos llevan sus escapularios. De noche se juntan ante el
altar de la familia para decir el Angelus y el Santo Rosario.
Terminada la oración, el más joven de la tertulia familiar—y así
sucesivamente todos los demás en orden ascendente de edad —
se dirige cruzadas las manos sobre el pecho al más antiguo,
aunque sea forastero o sirviente, y le saluda con las palabras:
«Alabado sea Jesucristo», y el interesado responde: «Sea El al a
-badosiempry ».
El rito que tiene más adeptos católicos es el ruteno, que difiere del bizantino, principalmente en la lengua, el antiguo esl a
-bón.Nosélacifrextd ólosnemt,
pero el número ocho millones no sea quizá exagerado. La f a
Brest, Lituania, que tuvo lugar durante el reina--mosaUnióde
do de Segismundo III, rey de Polonia y duque de Lituania, tuvo
el efecto de incorporar a la unidad católica a Ukrania y Rusia
occidental. La absorción más tarde por el zarato de estas regiones privó a la civilización ds los beneficios incalculable s de
la Unión.
Hoy que la Rusia blanca es en parte polonesa, la Unión
vuelve a ser muy posible. Las dificultads dogmáticas son nulas
en comparación de las nacionales y psicológicas que la Iglesia
ha de resolver para fin tan glorioso.
Las iglesias nacionales son el poder más grande que en
Rusia se opone a la Unión, sencillamente porque no la quieren,
ni tampoco la reconciliación de los pueblos.
Cuando la política se mete en la iglesia tiene la virtud de
despojarle de su carácter supranacional y sobrenatural. Creo
mil veces preferible un endemoniado a lo Calles a un pietist a a
lo José II, mi primo el sacristán», que decía Federico de Prusia. La gallardía de los católicos mejicanos no ha tenido semejante en la Austria posterior a la guerra. Las tres sedes metro'
politanas de los rutenos son: Lernberg, Zagrab y Mohilew.
Acaso no disguste aquí poner la lista de todos los ritos cato'
ticos del mundo, que son veinte. El rito latino abarca cuatro
ritos: el propiamente tal, el Muzárabe, el Ambrosiano y el O lagolita, que tiene la particularidad de celebrar la Misa Romana
en el antiguo eslabón (1). Existe en algunas partes de Croacia.
Los dieciséis ritos restantes son orientales: el Siro-caldeo,
Siro-malabar, Copto, Abisinio, Siriaco, Maronita, Armeni°
y las nueve variantes del Griego o Bizantino, Búlgaro, Ge°r:
gio, Griego, Italo-griego, Melkita, Rumano, Ruso, Ruten ó Y
Servio.
FR. MARTÍN O. DE AleRIAGA
(1) En descripciones autorizadas no aparece este griegd.
—
507 —
Ahílo las Grandes Ciudades!
r,uropa?—me
¿Qué impresión ha sacado usted de su viaje por toda
vienen preguntando hace un año todos mis
conocidos.
— ¡Muy agradable!—respondo invariablemente—. Tales
vi ajes, aunque molestos, proporcionan grandes deleites al
esp íritu, y casi sorprende tanto lo que ya conocíamos por
fot ografías y descripciones como lo nunca visto ni soñado . No comprendo cómo los que tienen dinero y pueden
disf rutarlo no dedican una parte de la vida a hacer viajes.
— ¿No le sucedió a usted nada desagradable?
--Casi nada. El tiempo fué magnífico; hallé en todas
Partes buena acogida, y por tan poco dinero que no acabo
d e admirarme.
—Y las grandes ciudades París, Londres, Berlín, Viena -• ¿qué le han parecido a usted?
, --¡Eso y a es otro asunto! Hay en ellas muchas cosas
ner mosas: las iglesias, los museos, los palacios, las bibliote cas, pero el conjunto, o sean las grandes aglomeraciones
de seres humanos, han despertado en mí sentimientos anarquistas.
— lCámot ¿Estuvo usted en Leningrado?
— No llegué tan arriba ni traté a ningún bolchevique,
Pero mi propia observación y unas sencillas reflexiones al
rec ogerme por la noche en mi hotel, me llevaron a la concl usión de que las grandeS ciudades son la ruina del género humano.
--¡Vamos!, pero eso no es anarquista precisamente.
, — Es que me siento con deseos de prenderles fuego por
' o s cuatro costados y echo de menos a Atila y a todos los'
99e en siglos remotos acabaron con Nínive, Babilonia,
In enfis y demás hormigueros de hombres.
— ¿Y por qué esos anhelos vandálicos?
— Muy fácil es razonarlos, pues no nacen de odio al género humano, sino de todo lo contrario. Las grandes ciudad es son:
1. 0 Un absurdo económico.
2 .' Un absurdo fisiológico.
3 .° Un cúmulo de absurdos morales.
— ¿Por qué son un absurdo económico?
— Sencillamente: el hacinamiento de tres, cuatro, siete
Mill ones de hombres en un reducidísimo espacio obliga a
reunir allí de todos los puntos del globo los elementos in-
— 308 —
— 309 —
dispensables para la vida: las carnes de la Argentina, los
huevos del Congo, las frutas de España, las patatas de los
Estados Unidos, los productos de la India, de la Australia... Como en su compra, transporte y distribución inte r
a -vientaosmlrdhbe,copañísnvg
-ciónyferoals,mcinte.yodsbrau
tanto por ciento, el precio a que los paga el consumidor
llega a ser fantástico, casi tanto como su legitimidad Y
pureza.
—¡Eso es muy exagerado!
—No es sino la pura verdad. En París observé que el
vino cosechado en la misma Francia costaba triple de 10
que se había pagado al productor en el punto de origen, Y
en cuanto a legitimidad, todos los que hemos vivido en
grandes poblaciones, tenemos datos fehacientes.
—ITambién en los pueblos suceden cosas desagr a
-dables!
—Pero no en el número y proporciones de los grandes
núcleos de población. En Berlín se debatía, cuando Pasé
por allí, un pleito curioso: una huevería acusaba a su proveedor de haberle suministrado huevos de respetable an tigüedad en vez de huevos frescos, que era lo convenido.
¡Son frescos! — replicaba el importador. —Pero, ¿córn°
han de ser frescos, si vinieron del Congo? —Son frescos,
porque han estado siempre bajo cero!
Y no es menos elocuente el caso que me contó en Roma el hermano portero: la señora del alcalde fué a pedirle
por caridad algunos huevos frescos de las gallinas del convento para su marido que estaba delicado del estómag°.
Créame, hermano (le decía la buena señora), será el únic°
alimento de confianza que pueda proporcionarle.
—Y ¿qué remedio encuentra usted contra las grandes
ciudades?
—Que la gente, reunida en esos hormigueros, se repar
ta por el mundo como estamos los demás, y que vaya n ,a
buscar lo necesario para la vida donde se produce, sin mas
intermediarios que sus propias manos.
—Eso está muy bien dicho, pero lo difícil es cumplirlo.
Las autoridades se quejan ya continuamente del éxodo de
las gentes del campo hacia las ciudades, pero ¡cualquiera
le pone puertas al campo! —Es cierto que los gobiernos se quejan de eso, lo cual
demuestra la grandeza del mal, pero también es evidente
que nada hacen por atajarlo, antes continúan mimand o a
l as ciudades y esquilmando el campo en favor de ellas. En
v ez de considerarlas como el ornamento de la nación, deb ían considerarlas como su vergüenza, y no tratar de hac erlas cada día más atractivas con afeites de cortesana,
Para cazar incautos.
— Pero con ese régimen se quedarían sin trabajo millones de hombres!
— iDedíquense a la producción y así encontraremos
t odos las subsistencias más baratas! Ahí están en España
gr andes llanuras incultas y en la Argentina y el Brasil mill ones de kilómetros de tierras fertilísimas, esperando los
b razos que han de fecundarlas.
— Así los comerciantes y demás intermediarios estarían
de sobra.
, —Y muy bien suprimidos, pues su valor en el conjunto
a e la economía es negativo, viven de hacer la vida imposible a los demás.
— Pero las ciudades son los focos de cultura, mientras
e l campo embrutece a los hombres.
, —Creo que en conjunto, los que viven en el campo, o a
l a vera de él, hacen por lo menos tanto por la cultura como
los urbanos, y además producen trigo, vino, aceite, patatas , crían ganados y otras legumbres.
— ¡Pero las grandes universidades, fuentes del saber,
n unca estuvieron en el campo!
—Ni casi nunca en las grandes ciudades. París, SalaM anca, Oxford, Alcalá, Cambridge, Leiden, Jena... fueron
° s on grandes centros culturales aun siendo ciudades pequ eñas. Si se pudiera poner un límite máximo, yo diría que
no se permitiesen ciudades de más de cien mil habitantes,
Y de esas pocas.
.., — Concedido que las grandes ciudades tengan dificulta;le s en lo económico, pero no parece justificado el calificarlas de absurdo fisiológico, pues en ellas precisamente
se e xtreman las condiciones higiénicas que faltan en los
Pueblos.
En esa parte la demostración es excusada. Basta
Mo strar con el dedo tantas caras pálidas, tantos seres enclen ques, condenados a una vida miserable o a una muerte
Pre matura, por la mala alimentación, mala habitación y por
un r égimen contrario a las más elementales exigencias
fisio lógicas. ¿Quién no conoce hombres sanos y robustos
ve nidos del campo a la ciudad llenos de afán por el trabajo
Y c uyos hijos mueren, sin embargo, en los primeros años,
— 310 —
víctimas de las peores enfermedades? Las ciudades cons u
-menrápidatcuolmpesnvíadbuo,
como en productos.
—Pero los hijos de las ciudades son más despiertos.
—No negaré que tengan esa buena cualidad en los primeros años, pero luego les falla el humor y se marchitan,
como dice el Señor de las semillas caídas sobre las P ie
-dras.Enluivetrasohjdlgne
ciudades suelen excitar la compasión de sus compañero s Y
profesores, criados en el campo. ¡Cuántos de esos pobres
muchachos no llegan siquiera a terminar su carrera!
—Y después de eso, ¿aún acumula usted sobre las eiudades mil absurdos morales?
—Como que son consecuencia casi inevitable los unos
de los otros! Las dificultades de todo género en que viven
y la sobreexcitación nerviosa que los consume, son una terrible predisposición para todo lo malo. Añádanse a eso los
teatros, la ociosidad y las ocasiones de toda clase y se e xplicará lo que sucede.
—Pero también hay más policía y vigilancia que en los
campos.
Y toda es poca. Más vigilado está Poyo, con un solo
agente de catorce años (chico activo y simpático), que Iviadrid con sus cientos de policías.
—¿Cómo se explica eso?
—Muy sencillamente: aquí todos somos policías, todos
nos conocemos y vemos a todas horas, y podemos darnos
cuenta de lo que pasa en cualquier momento. Cenando en
Leipzig comentábamos un crimen descubierto entonces ea
Breslau. ¡Dos vecinos habían estado comiendo carne huma"
na durante catorce años! —,En España no suceden cosas
de éstas?—me preguntaban los compañeros. —En Esp a
esos pe--ña—respondíyóltmosenig,y
queños, que son Madrid y Barcelona. Esta serie de críme'
nes horrendos sólo en las grandes ciudades pueden come'
terse. Si en un pueblo pequeño faltara una persona, la
hallaríamos en pocas horas viva o muerta, aun q ue estuviera
en el estómago de algún criminal, pues por saberlo tocl°
hasta sabemos lo que come cada uno.
—¿Consecuencia final de todo ello?
—Que si antes se decía ¡dichosos los pueblos que n°
tienen historial, ahora debemos añadir: ¡dichosas las nado°
nes que no tienen grandes ciudades!
en hombres
FR. GUILLERMO VÁZQUEZ
—
311 —
CRONICA MENSUAL
La noticia de la rendición de Abd-el-Krim y su entrega
en la zona francesa del Protectorado, corrió rápidamente
Por toda España, llenándola de emoción y de alegría triunfadora. De emoción por lo inesperado del acontecimiento,
Po rque, aun teniendo fe en el éxito de nuestras armas en
Col aboración con el ejército francés, nadie sospechaba que
tan p recipitadamente viniese abajo el poderío del, cabecilla
rebelde.
De alegría por considerar este hecho como el principio
del fin de la rebeldía marroquí, que tanto dinero y sangre
ha costado a España.
En el mismo despacho en que se comunicaba la anter ior noticia, decíase también que antes de su entrega había
de vuelto Abd-el-Krim los prisioneros franceses, españoles
e i ndígenas que tenía en su poder, noticia que venía a comPletar el júbilo de muchas madres españolas que tantas
cing ustias y sobresaltos sufrieron durante el cautiverio de
sus hijos por la suerte que pudiera caberles.
Entregóse Abd-el-Krim a las autoridades francesas y
n o a las españolas por temor a las muchas y graves cuentes que con estas últimas tenía que ajustar, pues a las not icias que poseía ya el Gobierno de las inhumanas crueldad es cometidas por el jefe de la rebelión con los prisioneros
esp añoles, sumábanse los relatos espeluznantes de éstos.
C on buen acuerdo el Gobierno español se opuso desde el
P r imer momento a todo acto de exhibición y solemnidad en
l a entrega oficial de Abd-el-Krim, porque no merecía ni
siq uiera los honores de jefe vencido, quien se portó como
u n criminal vulgar. Por eso los Gobiernos francés y espan ol acordaron considerar a Abd el-Krim como prisionero
d e guerra.
La rendición de Abd-el-Krim, con todas las consecuenci as derivadas de ella, como sometimiento y desarme de
nuevas cabilas y la ocupación de zonas cada día más exten sas en el Protectorado, crearon una situación en Marr uecos no prevista en el acuerdo franco-español de Mad rid, para cuyo estudio acordaron ambos Gobiernos entab. lar nuevas conversaciones. En París se han celebrado
e stas, representando a España el general Jordana, el coronel Orgaz y los señores López Olivan y Sangróniz. ComPletamente identificadas Francia y España sobre los asuntos de Marruecos, desarrollóse la conferencia en medio de
— 512 —
— 515 —
la más franca cordialidad e inteligencia, llegando a acuerdos concretos sobre la vigilancia marítima y de las zonas
fronterizas de ambos protectorados; sobre la persecución
del contrabando y sobre la presencia de los «indeseables»,
sobre el desarme de las tribus y sobre el estatuto por que
se han de regir. El trato que había de darse a Abd-el-Krim
y su séquito quedó desglosado del texto del acuerdo. No
obstante, ambos Gobiernos convinieron en que era preciso
confinarlo, dejando para estudio más detenido el lugar a
que definitivamente sería más conveniente hacerlo. Qu e
-riendolGbfacésrmáolenidast
pacto, invitó con afectuosa cortesía al jefe del Gobierno
español a trasladarse a la capital de Francia para poner su
firma al pie del convenio y para asistir al desfile del 14 de
julio. El recibimiento al marqués de Estella en París, a
pesar de los esfuerzos de los revolucionarios de uno y otro
país por deslucirlo, resultó espléndido, recibiendo Espalla
en la persona del presidente del Gobierno testimonios Y
pruebas inequívocas de afecto, estimación y cordialidad de
todo el pueblo francés.
La temporada que llevarnos de verano ha sido pródiga
en acontecimientos sensacionales. Inicia la serie de ellos el
complot contra el régimen actual, fraguado por los eleme n
« m o -tosmádiver,quconlsaiftvde
-saicobgrdyte».Enfco:«ugrpdesi.dicalistas, otro de republicanos y de intelectuales anarqwzantes, calificados por su constante acción demoledora,
algunas personas que por su edad, categoría y posición
nadie las creería capaces de marchar en tal compañía y la
docena de militares descontentos y de carácter rebelde e
indisciplinado, que son excepción de la clase, y siempre
voluntarios agentes de enlace para esta clase de aventuras», todos estos, digo, «venían intentando la organización
de un complot, fundándolo en que va transcurrido mucho
tiempo sin gozar de las libertades ni del régimen constitucional puro». Fortuna que, enterada a tiempo la Jefatura de
Seguridad, hizo abortar el complot, descubriendo a los
conspiradores, contra los cuales dice la nota oficiosa que
el Gobierno procederá enérgicamente esta vez en «que las
cosas han estado a punto de rebasar el límite de los de s
-ahogsretóic,dlausnteciod,la
hojillas clandestinas e injuriosas y de las conjuras plató nicas y de los alborotos callejeros». Sin embargo, el Gob ierno quiso dar la sensación de tranquilidad y de dominio de
l as circunstancias no suspendiendo los viajes anunciados:
el de su majestad el rey a París, el del jefe del Gobierno a
León y el del ministro de la Guerra a Oviedo. Sin perjuicio
de las penas que en su día impongan los Tribunales, el
G obierno, usando de las facultades excepcionales establec idas por el Real decreto de 16 de mayo de 1926, impuso a
los conspiradores más caracterizados una multa proporcionada al daño causado y a la fortuna de los multados, aplic ándose el producto a las muchas atenciones benéficas que
n o están debidamente dotadas. Con arreglo a esta doble
Prop orcionalidad establecida, al señor conde de Romanones
l e condenaron a pagar 500.000 pesetas; al general Aguilera , 200.000; 100.000 al general Weyler, a don José Manteca y al doctor Marañón; 30.000 a don Segundo Garcia;
1 5.000 a Barriobero y a don Domingo Batet; 5.000 a Marcelino Domingo; 2.500 a don Mariano Benlliure y a don
A ntonio Lezama; 2.000 a don José Bermúdez de Castro, y
1.000 a don Amalio Quilez.
Apenas repuestos del susto que quisieron dar a España
10.8 elementos mencionados, otra nota oficiosa hizo saber
e l descubrimiento de otro complot tramado por unos anarq uistas expatriados contra los soberanos españoles, para
lo cual se habían provisto de un buen automóvil, de armas
dut omáticas y de abundantes municiones, proponiéndose
a metrallar el coche del tren que los condujera a la capital
de Francia. Afortunadamente la policía francesa descubrió
a tiempo el intento, cogiendo a los autores, entre los cuales
fi guran asesinos del cardenal Soldevila y asesinos y atrac adores en el Banco de Gijón. Decididamente que el Señor
Pr otege a nuestras autoridades, cosa de que nunca le dareMos las debidas gracias los amantes de España y buenos
españoles.
Como si esto no fuera bastante, el jefe del Gobierno;
de spués de un viaje triunfal por varios pueblos de Valencia
Y Cataluña, estuvo a punto de ser víctima de una mano
cri minal cuando se dirigía a la estación de Barcelona de
v uelta para Madrid. El atentado quedó frustrado y el general Primo de Rivera ha recibido por ello infinidad de cartas,
tel egramas y felicitaciones de toda España.
Contra los intentos de los elementos subversivos y
ear quizantes del país, España se afirma cada día más en
ki s p ropósitos de vigorizar el Poder Público y caminar con
P aso firme en el desarrollo de las inmensas energías que
ee sora para ponerse a la altura de las naciones más ade-
— 314 -lantadas aplaudiendo todo proyecto e iniciativa del Gobierno que tienda a la consecución de estos fines. Así, ha
visto con agrado el decreto de protección a las industrias
nacionales, ha acogido favorablemente el presupuesto extraordinario, base de la reconstrucción nacional, y sigue
con vivísimo interés la formación de las Confederaciones
Hidrográficas que con el tiempo han de transformar el suelo
de la Península.
Aunque poco, justo es dedicar algún espacio a las fiestas celebradas en Santiago de Compostela al Santo Patrono de España, que este año por ser jubilar han revestido
un esplendor extraordinario. Hizo la ofrenda tradicional el
infante don Fernando, contribuyendo a la brillantez de la
ceremonia con su presencia los capitanes generales de Castilla la Vieja y de Galicia, señores marqués de Cavaicanti
Dámaso Berenguer, los arzobispos de Santiago y Vallad o
-lid,osbpeMarPlnci,Smaegov
Pamplona, Mondoñedo, Lugo, Tuy y prior de las Ordenes
Militares, tomando parte con fervoroso entusiasmo en este
y otros actos celebrados el pueblo todo.de Santiago y n u
peregrinos de la región y de toda España. Nota-meros
simpática por original la constituyó la Comisión de cabaHeros militares que desde Valladolid hizo el viaje en varias
jornadas a Santiago. Varios centenares de jinetes, presididos por el general Fernández Pérez y por diez coroneles,
pasaron devotamente a dar el abrazo y beso tradicionales
a la estatua del glorioso Patrón de la Caballería española.
No menos que los asuntos interiores son objeto de atención y estudio constantes por parte del Gobierno los pro* blemas internacionales, como lo prueban el reciente tratado
de amistad con Italia, la prórroga del Convenio comercial
con Francia, las gestiones para el arreglo definitivo del
problema de Tánger y el mantenimiento de nuestro derecho
a obtener un puesto permanente en el Consejo de la Sociedad de Naciones.
Respecto a Tánger, el jefe del Gobierno hizo a «A B C"
unas declaraciones en las que afirma que España tiene la
convicción de que fui una injusticia y un error sacar a
Tánger y su pequeña zona del regateado y mínimo Protectorado que se le asignó en Marruecos. Pide su inclusión en
el Protectorado español, y dice que no es mucho pedir después de haber sacrificado en Marruecos acaso 40.000 vidas
y más de 5.000 millones de pesetas. Si no lo logramos,
añade, será cosa de pensar si, salvado brillantemente el
— 315 —
honor
de las armas en Marruecos, merece la pena de dedi-
c arle un par de cientos de millones al año para mantener
e n Tánger internacional el posible nido de nuevas conspira ciones y fácil modo de volver a armar el campo moro.
FR. L. S ÃNTÃMLRiA
Favores de Nuestra Santísima
Madre de la Merced.
8.° Hacía más de un año que me encontraba completament e afónica y se me hacía muy difícil hacerme entender. Durante
e ste tiempo me consulte con las eminencias médicas de Santiag o, Coruña, Pontevedra y Vigo, sin resultado práctico alguno.
E n Abril, por indicación, , de un sacerdote mercedarío, acudí a la
Sa ntísima Virgen de las Mercedes y le hice varias novenas de
les Tres Ave Mulas, pero tampoco notaba mejoría. En Julio me
Pu se muy mal y con dolores muy fuertes de la garganta, por lo
qu e mis queridos papás tuvieron una reunión de médicos, pero
ig ual, el mal y los dolores continuaban. Entonces acudí, juntaM ente con mis hermanas, a suplicar a la Redentora de Cautivo s con más insistencia, y cual no sería nuestra sorpresa al
enc ontrarme casi instantáneamente curada, aclarada la voz con
l a d esaparición de todos los dolores.
En ación de gracias por este beneficio
fuí a dárselas, muy
Cu mplidas, al convento de los padres mercedarios de Poyo,
d onde le dí una Misa y comulgué en ella.
Ahora, si ella me concede la solución de cm asunto que traimeses de mi vida
diez pesetas para las Misiones que sostienen los padres en los
dist intos países y suscribirme a LA MERCED.
g o entre manos, le prometo darle todos los
R. F.
P ontevedra, Agosto de
1926.
.n•••n•n•1.1n11111n11.
— 317 —
316 —
BIBLIOGRAFIA
Entronización de Nuestra Señora de la Merced en los Hogares, por el R. P. Ricardo Delgado Capeáns. Precio: 0,45 pe-
setas. Venta en la Administración de esta revista.
Precioso opusculito de treinta páginas, primorosamente editado en Barcelona por Luis Gili.
Demuestra su autor con la elocuencia en él peculiar la necesidad de la entronización de la Madre y Ama en los hogares en
que esté entronizado Nuestro Señor Jesucristo como Padre
y Rey; porque el hogar familiar debe ser también hogar espiritual del que Jesús y María sean los Jefes, y no basta que Jesús
esté entronizado, debe estarlo también su Madre y nuestra, que
es en la vida espiritual lo que la madre en la vida humana.
Sigue la bendición de la imagen que se ha de entronizar y la
fórmula de consagración de la familia a María Santísima y de
la entronización en el hogar.
Plácemes merece el P. Delgado, porque con este opúsculo
satisface una necesidad sentida en los pueblos mercedarios de
una fórmula para las entronizaciones.
Misa de Santa Teresita del Niño Jesús, a una voz y coro a
tres voces (ad libitum) o a coro unísono. Precio: 6 pesetas.—
Misa de Requiem, a solo y coro unísono. Precio: 6 pesetas.—
Dos Salves y Ave María, a una o dos voces o coro unísono.
Precio: 5 pesetas.—Colección de Motetes al Santísimo Sacramento y Tantum ergo, a una o dos voces o coro unísono. Precio: 5 pesetas. -- Himno a San Vicente de Paül, a una voz Y'
coro a tres voces o coro unísono. Precio: 3 pesetas.—Patricio
Beneyto, Beato Juan de Ribera, 4, entresuelo.—Valencia.
¡Cosa singular es el señor Beneyto! Ya en otras varias o ca
-sionehdbcuparmnoelsxtardi
méritos de este compositor de música religiosa, y hoy tenemos
el placer de volver a hacerlo, ensalzando desde todos los pum"
tos de vista otra nueva serie de obras que, apenas han visto la
luz pública, van ya recorriendo triunfantes el mundo, hacie n
un°-doquentasprcoduaftn or
de los primerísimos puestos entre todos los compositores sa°
grados, así antiguos como modernos. De inspiración encant a
si -dora,eligsnucdmeta,énicopl
-mayrebosntduzgalrí,vequmodn'
sirri a, forman estas producciones beneytianas con las anteriores colecciones (Cancionero parroquial, Cantos catequísticos y
« Aurum, thus et myrrha»), una corona tan preciosa que, colocada sobre la cabeza del señor Beneyto, la hace ya respland ecer con los magníficos fulgores de una inmortalidad artística.
Una particularidad quiero hacer notar muy especialmente en
l a ya abundante producción religiosa del maestro Beneyto, y es
l a facilidad verdaderamente excepcional, aun quisiera decir
'casi infantil», con que se pueden ejecutar en el órgano todas
SUS obras. En otra ocasión he dicho que el grado de mecanismo
que tal ejecución requiere «está al alcance de todas las fortunas».
También quiero manifestar respecto de la extensión que nec esitan las voces que han de cantarlos, que el señor Beneyto se
m ueve casi exclusivamente dentro de los límites de la octava
nläs cómodas (re a re), cualidad que hace que estas composici ones puedan ser ejecutadas aun por elementos de los recursos más modestos.
Otra nota (y ésta se refiere solamente a las composiciones
que hoy nos ocupan), y es que, estando compuestas para dos y
t res voces, pueden también ejecutarse a una sola voz de solo o
coro, sin que esto perjudique en lo más mínimo al efecto artístico que deben producir en el auditorio.
En fin, las obras de Beneyto merecen figurar, ¡deben figuPar! en todos los archivos de música religiosa, y con eso se
re alizará un buen servicio a la piedad de los fieles y a la caus a del resurgimiento de la buena música religiosa.
, Siento que la falta de espacio me impida entrar en más detalles.
La presentación, elegantísima..
Mi más cordial enhorabuena a un autor tan respetable.
FR. JOSÉ M1GUÉLEZ
S uscripciOn
para el altar de nuestra eantisima madre
en la I g lesia de la Buena Dicha.
Pesetas.
Suma anterior 2l Ropero para las Misiones del Piauhy. TOTAL, 500,00
100,00
600,00
— 318 —
—
319 —
NOTICIAS
dre por que su apostolado sea fecundo en conquista de las
MADRID
Huéspedes. --Estuvo unos días en esta residencia el reverendo padre Luis Arias, de nuestra Casa de Herencia; y de
paso para Ceuta, donde está cumpliendo sus deberes con la
patria, el reverendo padre Jesús Eduardo Massanet, de la
provincia de Aragón.
SAN RAMON (Lérida)
Capitulo de la provincia de Aragón. —En este Capítulo
presidido por , el reverendísimo padre Inocencio López, delegado del padre maestro general, resultaron elegidos: provincial, el muy reverendo padre José Inglés; definidores, los
muy reverendos padres Alberto Barros, Francisco Ferrer Y
Felipe Magrazo; diputado al capítálo, el muy reverendo pa
-dreFanciso,yretlvndopaSe•apio González Gallego; superiores, del Olivar, el reverendo.
padre Francisco Gargallo; de Lérida, el reverendo padre
Manuel Gargallo, y de San Ramón, el reverendo padre P ablo Planas; maestro de coristas, el reverendo padre Eleut e
La Superiora General de las Hermanas
de la
Car idad.—Ha llegado a esta Villa y Corte,Mercedarias
con objeto de visitar las numerosas casas que tienen en Madrid y en la
pro vincia de Toledo.
En breve saldrá para las Provincias Vascongadas con el
m ismo fin.
almas.
-rioMencha.
A todos nuestra enhorabuena y acierto en el gobierno.
SARRIA
El día 15 deAgosto emitió su profesión de votos simples,
el hermano fray Julio Jaime González Díaz, y tomaron et
santo hábito los jóvenes fray David Biain, fray Domingo
Vega, fray Amadeo González, fray Manuel Carrera, estudiantes, y para hermano, fray Juan 'Sierra y fray Dositeo
Valcárcel. Recibió la profesión y dió los hábitos el P. Comendador de la casa fray Severino Vega.
Al nuevo profeso y nuevos novicios nuestra enhorabu ena y el don de la perseverancia.
Las Hermanas Mercedarias de la Caridad.—En 31 del pró.
ximo pasado han embarcado en el puerto de Málaga, seis
religiosas de este benemérito Instituto con dirección al Bra"
' sil, a fin de llevar a cabo una importante fundación en la
ciudad de Río de Janeiro, que el Rvdo. P. Delgado Capeälls,
después de vencer mil dificultades, dejó arreglado y soluc ionado todos los obstáculos que se habían presentado.
Estas abnegadas religiosas, al mismo tiempo que van 3
ddesarrollar el apostolado de la caridad, llevando Jesucrist o a
las almas, asientan también e/ cariño a España.
Lleven feliz viaje estas infatigables Mercedarias de 13
Caridad, mientras hacemos votos a Nuestra Santísima Ma"
NECROL,
' OGIA
La provincia mercedaria del Perú llora la irreparable pérdid a de uno de sus más ilustres hijos, y de quien todavía podía
esp erar mucho, por sorprenderle la muerte en lo mejor de su
V ida . El 23 del próximo pasado Julio falleció en el convento de
Li ma, confortado con todos los auxilios espirituales y rodeado
d el cariño de sus hermanos, el reverendo padre fray Damas()
Orós.
D espués de haber cursado en la Universidad del Cuzco, su
ci udad natal, y haber obtenido el grado de doctor por la misma,
ingr esó en la Orden, donde se distinguió por su amor y acendr ada devoción a la Santísima Virgen de Mercedes. Algo extraordi nario pasaba en él, cuando se hablaba de Ella o trataba de
su culto, pues a veces, se le veía, tan profundamente conmovido , que no podía contener las lágrimas. A su ardiente celo y
ect ividad, siendo Vicario provincial de la provincia limeña, secu ndado por el no menos activo padre Juan Costa Cavero, Comen dador del convento de Lima, llevó a feliz éxito la coronació n canónica de Nuestra Santísima Madre, imagen que se vener a en la iglesia de su nombre en la capital virreinal, desde los
tie mpos de la Conquista.
Ul timamente estableció la piadosa Congregación del Cristo
de l a Sentencia, a quien los peruanos guardan una muy grande
ven eración y muy honda devoción, a la que pertenece loo más
Se lecto de la sociedad.
Por sus relevantes cualidades ha desempeñado en la provin-
ciai mportantes cargos, como Vicario provincial, Comendador
del c onvento del Cuzco, Rector de los Colegios de Arequipa,
— 520 —
Haucho y Lima; en todos ellos ha impreso una era de positivo
progreso y de adelanto en asuntos pedagógicos. De carácter
afable, dulce, atrayente, sentía por la juventud un cariño extraordinario y a su formación y educación ha consagrado todas
las energías de su vida; muy bien se le puede llamar un apóstol
de la juventud peruana.
En el último Capítulo provincial, celebrado en Lima en Fe
-breo,hasidlgDfnoryRectdlCgi,aro
que venía desempeñando desde Febrero de 1922 con gran aplaw
so de la sociedad y de sus superiores. Alguien ha dicho, viendo
y admirando la actividad y celo del padre Orós, que tenía cuatro amores: amor a Dios, eNuestra Santísima Madre, a la juventud y a la Patria; amores que absorbieron toda su vida y a
los que consagró toda su existencia,
Baja a la tumba en lo mejor de su vida, pero cargado de m eritos y de virtudes:
Jesu Domine, dona ei requiem.
P. D.
11111111111111111~M~11111110
Correspondencia administrativa.
En esta sección sólo pondremos los suscriptores que P a
a la Administración, pues los que paguen-guendirctam
mediante corresponsal recibirán de el el oportuno recibo.
RR. HH. MM . (Puente Genil), hasta XII-1926.—P. V. (Quin
tans-Múgica), hasta IV-1927.—B. G. L. (San Mamed del Camino-Lugo), hasta 1-1927. — T. A. (Lorca), hasta IV-1928.--F. C. C. (Totana), hasta VIII -1927.—T. C. (Estrada Sabuce'
do), hasta VI-1925.—S. C. (Barruelo de Santullän), hasta
VII-1927.
ADVERTENCIA.—Se han recibido quejas en esta Adminis'
tración de varios suscriptores que no reciben la revista. Ro gamos encarecidamente a los que no la reciban hagan el favor de
avisárnoslo para hacer la debida reclamación en la Dirección
de Correos.
CON LAS DEBIDAS LICENCIAS
Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.
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