flor de gildardo palacio echeverri

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FLOR DE GILDARDO PALACIO ECHEVERRI
Por Eduardo Roldán P. cjm
Diciembre 19 de 2007
San Miguel - Medellín
En la flor original de Jorge Villa Palacio publicada en 1999, me
permití dedicarle un par de páginas laudatorias a la cuna de más de una docena de
sacerdotes eudistas. Fue la primera ocasión que se me daba para que Entrerríos entrara
en la pequeña historia de la Congregación en tierras antioqueñas. La revista Familia
Eudista, Volumen VII, Enero-Diciembre de ese mismo año, nº 19/20, publicó el texto
íntegro. Pero cuando, en el 2003, se trató de incluir el mismo en la colección Eudistas
de Colombia, volumen IV, el editor P. Diego Jaramillo me propuso dejar de lado el –al
parecer inapropiado–
cursillo de historia y geografía del rincón nativo. Ocurrió lo
mismo con otro pasaje hacia el final, de carácter bastante personal. Me pareció elegante
aceptar sin reparos ambas sugerencias. En efecto, dentro de los parámetros que suelen
enmarcar las notas necrológicas entre los eudistas, habría sido, quizás para muchos, una
digresión de escaso interés. Por otra parte, en el caso presente, el sentido e interés son
aún menores. Ya que Gildardo Palacio será, precisamente, quien, desde 1997, se
convertiría en el cantor, de verdad inspirado, de la Suiza Colombiana. Hoy es el Himno
Oficial del Municipio de Entrerríos, letra y música de su autoría.
El hogar
Un día cualquiera, entra Cosme Sierra a la tienda de Clorito Agudelo en la calle real.
Descuelga su escopeta y la recuesta contra el mostrador. En esas, entra Manuel Palacio
a comprar un queso. De pronto rueda el arma y se dispara, hiriendo gravemente a
Manuel en el muslo izquierdo. Cosme y Manuel, de hecho, se habían citado a esa hora
para ir a pescar, seguramente en el llamado charco del Gus, remanso bullicioso del
cercano Río Grande donde más tarde muchos de nosotros haríamos lo mismo. Ese día
luctuoso, Manuel y Cosme cumplieron con la cita pero no pudieron disfrutar de la
faena a la que eran tan aficionados. En los años 20, los recursos médicos en Entrerríos
eran por demás precarios. Manuel se desangró, a la herida le entró gangrena y falleció a
los ocho días. Había nacido el 13 de agosto de 1896 y murió el 20 de abril de 1926:
tenía 30 años. Una semana después, murió también Cosme de pena moral. Cabe agregar
que otra afición de los dos amigos era jugar al dominó. Cuando el párroco, Pedro
Antonio Roldán, fue a auxiliar a Manuel, ya casi en agonía alcanzó a decirle con
sutileza y gracia: ¡Padre, dominé! La reciente remodelación del cementerio por obra de
monseñor Erasmo Arango, permitió que, hoy, Manuel ocupe el cenizario nº 0-1 de la
hilera primera, de abajo hacia arriba, en el bloque central de la derecha. Fue solicitud
afectuosa del P. Gildardo mismo proceder, el primero, al traslado de las cenizas de su
padre.
Después del sepelio, y todavía en el cementerio, la joven viuda Pastora
Echeverri, ante el nutrido grupo de familiares y amigos que la acompañaban, no ocultó
su desolación: quedaba sola con una niña y un niño pequeños, y otro por llegar. La
niña se llamaba Magola y el niño, Gildardo. La que vino luego se llamaría Angélica.
Por fortuna, entre los familiares presentes estaba el joven Luis, hermano de Manuel.
Pastora se apresuró a hacerle a su cuñado un sencillo requerimiento. – “Luis, quiero que
seas el padrino de la criatura que viene”. – “No, Pastora, no puedo, porque yo me voy a
casar contigo”. Galanteo inédito que será momento crucial en la historia de la familia
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Palacio Echeverri. Sin duda Mario Alonso Palacio Villa se refería a esa escena en su
discurso de agradecimiento, cuando una multitud expectante despedía las cenizas de su
tío Gildardo en la iglesia de Entrerríos, el pasado 30 de diciembre. Mario Alonso
comenzó de esta manera: “En nombre de esta gran familia Palacio-Echeverri,
descendientes de aquella pareja donde no fueron dos, sino tres, pero que el Papá Luis
supo conjugar siempre en presente, para que el nombre simple de Luis se convirtiera en
compuesto y ser Luis Manuel, donde se aprendió del amor, la palabra empeñada y la
responsabilidad”.
Quienes por muchos años conocimos de cerca a Luis y Pastora, supimos de la
seriedad de su compromiso en los términos que señala Mario Alonso: amor, palabra
empeñada, responsabilidad. Por otra parte, inagotables en bondad, trato amable,
hospitalidad, fino sentido del humor, y siempre el uno para el otro en las buenas y en las
malas. Y una cosa más, como lo insinúa también Mario Alonso: la fusión entre ambos
fue tal que, en la práctica, provocó la desaparición de fronteras entre padre y padrastro,
y entre los siete hijos de ambos matrimonios. Porque a los mencionados Magola,
Gildardo y Angélica se sumarían luego Miguel Ángel, Blas, Nohelia y Raúl.
Sobre los hermanos, agrego que todos resultaron más que aventajados. Magola,
casada con Abel Pérez, execelente madre de familia que lamentablemente se fue pronto.
Gildardo, el sacerdote eudista, protagonista de esta historia. Angélica, también ya
fallecida, religiosa capuchina, entregada como la que más al servicio, preferentemente,
de la salud mental en instituciones de su comunidad. Miguel Ángel, el de la cédula,
pero toda una vida “Luisito” para el gran público. Fue por muchísimos años Notario de
Entrerríos, hoy jubilado, y por más de cuarenta, director de la Banda Municipal. Casado
con Cecilia Villa, reincidió en segundas nupcias con Laura, al fallecer Cecilia. Para
probarle su amor y el dolor que le provocó la temprana muerte de su primera esposa, en
el mármol que cubrió su tumba tuvo la originalidad de hacer grabar una sola palabra:
“Cecilia”. Blas, casado con Celina Roldán, ha sido un educador muy reconocido y
apreciado por todos, primero en Entrerríos y luego como jefe de núcleo en varias
instituciones del departamento: Toledo, San Cristóbal, Envigado. No termina de
ponderar sus hazañas especialmente en Envigado. Su defecto, si lo es, es la melomanía,
que el diccionario define precisamente como “afición desmedida por la música”. Con
su hermano Gildardo, tal vez más sutil y riguroso que él y, ambos, críticos acerados de
otras opciones musicales, a veces trababan discusiones acaloradas. Al respecto, mi
hermana Celina comenta con un fino tufillo de ironía: “¡No se sabe cual de los dos es
más hostigoso!”. Nohelia, fue el ángel tutelar de Luis y Pastora a todo lo largo de su
vida. Cuando fallecieron, Gildardo y Nohelia fueron por varios años los hermanos
inseparables. Pero un día, el Señor se llevó inesperadamente a Nohelia. Sin embargo, en
su lecho de enferma alcanzó a recomendarles a Raúl y Nelly, su hermano y cuñada: “No
me descuiden a Gildardo”. Raúl, el mecánico industrial que Talleres Apolo de
Medellín nunca olvidará. Raúl y Nelly cumplirán a cabalidad la última voluntad de
Nohelia. Por más de trece años fueron sus ángeles tutelares hasta que pasó a mejor
vida. Es de agregar que los cuatro hermanos: Gildardo, Luisito, Blas y Raúl han sido,
todos ellos, decididos promotores de cultura en su propia tierra. Por eso, no se hizo
esperar el reconocimiento de las autoridades municipales. Hace unos cuatro años, con
ocasión de la Fiestas del Paisaje, los declaró, en ceremonia conjunta, hijos epónimos de
Entrerríos. Lo más visible del galardón fue el poncho estampado que Gildardo exhibía
con orgullo casi todos los días cuando nos acompañó en San Miguel los últimos cuatro
meses de su vida.
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San Pedro
El P. Gildardo había nacido el 21 de febrero de 1923. Me aventajaba en edad por más de
tres años y medio. Cuando yo entré a primero, él debía estar en tercero o cuarto de
primaria. Por eso no recuerdo que nuestro trato hubiera sido especialmente cercano. En
1940 ingresé al seminario menor de Santa Rosa de Osos. Y, a comienzos de 1941,
supimos que Gildardo había entrado al Juniorato Eudista de San Pedro. Nunca indagué
sobre qué lo llevó a tomar esa decisión cuando ya andaba en los 17 años, y habían
pasado varios, después de terminada la primaria. De todos modos, demostró
oportunamente que su preparación era sobrada y de una vez fue matriculado en
segundo. Entrerríos contaba entonces con un grupo numeroso de seminaristas. Éramos
unos 30: 15 mayores y 15 menores. La identidad de nuestros ideales estrechaba cada
vez más la amistad entre nosotros. Consignas de nuestros formadores para vacaciones:
comedimiento con los párrocos, asistir asiduamente a los oficios, demostrar que éramos
un grupo diferente. La Navidad era el momento cumbre para hacernos sentir con la
música y el canto. ¡Qué novenas lideradas por Jorge Villa y Gildardo Palacio!
Para cerrar el ciclo de San Pedro, me refiero específicamente a un
acontecimiento que hizo época en la historia de los seminarios de San Pedro y Santa
Rosa. Los directores de ambos planteles, acompañados de todo el alumnado,
convinieron encontrarse en los alrededores de la Piedra del Peñol. Un recorrido a pie de
tres horas largas para ambos grupos. El acontecimiento que nos congregaba ese 25 de
marzo de 1943, sería la celebración del III Centenario de la fundación de la
Congregación de Jesús y María. Fue así como 18 eudistas y alrededor de 200
estudiantes nos dimos cita aquel día memorable. El momento central fue el
imperdonable acto académico antes del almuerzo. Se sucedieron discursos y
declamaciones. El discurso por parte de San Pedro, confiado a Gildardo Palacio,
encantó de tal manera a la audiencia que de principio a fin cada frase era acogida con
una sonora carcajada. No fue solo lo que dijo sino la manera como lo dijo: su
originalidad, la donosura de su estilo, su calidad literaria. Cuánto diera hoy por tener a
mano dicha pieza! Formaría parte de la pequeña antología a la que me referiré más
adelante. Acto seguido, el almuerzo. Previamente me había hablado el P. Nicomedes
Herrera sobre la posibilidad de que mi padre facilitara el almuerzo para los padres, ya
que la finca estaba a un tiro de piedra del lugar del encuentro. Mi padre acogió la idea
con alborozo y dieciocho eudistas disfrutaron de las delicadezas preparadas por mi
madre quien, acompañada de amigas, vino expresamente del pueblo para la
circunstancia.
Valmaría
El 8 de febrero de 1944, Gildardo iniciaba su noviciado en Valmaría. Un año hacía que
la nueva edificación, aún sin terminar, albergaba buena parte de los estudiantes.
Usaquén era la localidad sabanera situada al pie de los cerros de Gilma y La Cruz al
norte de Bogotá. La separaban de la ciudad los cuarteles de Caballería, Infantería y
Motorización. A escasos metros, más hacia la montaña, estaba el seminario. Aledaño al
templo, aún se conserva el viejo seminario de San José, donde la Congregación asentó
sus reales desde 1913. La Comunidad regenta todavía la parroquia de Santa Bárbara,
desde 1914.
El 8 de febrero de 1945 fue mi turno de ingreso al noviciado. Llegaba también
conmigo Humberto Villa, mi condiscípulo y amigo desde los bancos de la escuela y,
ambos, tránsfugas del seminario de Santa Rosa. Nos acompañaba don Jesús, padre de
Humberto, y mi muy apreciado maestro durante los años de primaria. En el aeropuerto
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de Techo nos esperaban el P. Jorge Moreno, profesor de Valmaría, y el hermano de
Humberto, Jorge, quien ya cursaba el tercero de filosofía. Así se amplió la colonia en
Valmaría al número de cuatro, porque Joaquín Pérez comenzaba el primero de teología.
Había, es cierto, quien hablara de la ‘rosca entrerrieña’, pero tampoco éramos el ghetto
vitando. Gildardo terminaba el noviciado e ingresaba a filosofía. Una curiosa práctica de
entonces tenía que ver con el acompañamiento personalizado para los que llegaban por
primera vez. Los novicios que terminaban serían los “ángeles” de los que llegaban.
Gildardo precisamente sería mi ángel. Su misión era la de iniciar al novato en el
rutinario tejemaneje de la vida diaria.
El terminar el ciclo filosófico era obligado, casi para todos, salir al año de
‘enseñanza’, hoy ‘año de pastoral’. Se iba a uno de nuestros seminarios a prestar un
servicio pero también para verificar la idoneidad del candidato. A Gildardo le
correspondió pasar por esa etapa en el Seminario Menor de Cali (Bitaco), entre 1947 y
1948. A su regreso a Valmaría, yo terminaba filosofía y me correspondía tomar
vacaciones. Un solo mes de descanso en familia durante los nueves años de formación.
Gildardo también pudo hacer lo mismo después de su servicio en Bitaco. Así que
coincidimos, en diciembre de 1948, para ese programa de ensueño. Convinimos, pues,
viajar juntos.
Tomamos la ruta Bogótá-Barbosa en tren, Carare-Puerto Berrío por carretera,
Puerto Berrío-Medellín en tren y Medellín-Entrerríos también por carretera. Esta última
etapa sería la gran novedad, porque apenas dos años antes, con la apertura de la
carretera, había comenzado a llegar el progreso a la Suiza Colombiana. Tres apuntes
sobre el viaje. En Barbosa, en un hotelito de mala muerte, los ‘tierrafría’ supimos por
primera vez en carne propia, de chinches y mosquitos. La llamada carretera a través de
la selva del Carare era una trocha destapada llena de altibajos; la vieja camioneta que
nos condujo al Puerto no corría sino que galopaba entre barriadas y pedruscos. En
Berrío nos hospedamos en el Hotel Magdalena. Un cinco estrellas, hoy sede de la
brigada del Ejército Nacional y estación obligada para viajeros de condición que
seguían a Honda por el río o a Medellín por tren. Tan pronto nos instalamos salimos a
dar una vuelta. La inocentada fue mayúscula: cargamos con la llave de la habitación en
vez de dejarla en recepción. El tronco monumental al que estaba adherida advertía
claramente que había que prevenir el extravío. Nos reiríamos después de buena gana.
¡Aún no era la época de la tarjeta desechable en los hoteles!
Terminadas las vacaciones, Gildardo regresa a Valmaría a cursar teología,
mientras yo viajo a San José de Miranda para el año de enseñanza. Y un dato más. En
Cali se celebraba a comienzos de año el Congreso Eucarístico Bolivariano. Todo
Valmaría concurriría al gran acontecimiento, menos Félix Henao, un compañero de
curso, y yo. Félix iba para la Grita, Venezuela, también a su año de pastoral. Acordamos
viajar juntos. En avión de Medellín a Bucaramanga y, a Cúcuta, por tierra. El vuelo fue
inolvidable. Era el segundo de mi vida y el piloto sería Camilo Daza, uno de los
legendarios pioneros de la aviación colombiana.
Gildardo, entre tanto, era admitido a la Incorporación el 11 de febrero siguiente.
Avanzó en sus estudios y en la recepción de los diferentes ministerios sin sobresalto
alguno. Vale decir, no lo aplazaron como a más de uno, por motivos de sanción o de
prueba. Era una alerta amarilla a la que todos temíamos. De la víctima, decíamos que le
daban ‘tusa’, vale decir: de la mazorca, sólo el despojo, y el grano del ministerio
quedaba en veremos. Es así como el 19 de agosto de 1951 recibió el Presbiterado. Iría
luego a Entrerríos, como era de rigor, para su primera ‘misa cantada’. Y por fin,
debidamente preparado para echar las redes.
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El formador
‘Evangelizadores-formadores’ es el nuevo lenguaje eudista para referirse a lo que el
fundador llamaba ‘ejercicios de las misiones’ y ‘ejercicios de los seminarios’.
Seminarios en invierno porque los caminos eran intransitables y misiones en verano
porque los carruajes podían desplazarse a sus anchas. Valmaría era entonces un cuartel
de invierno, de alguna manera sólo para la obra de los seminarios. Por fuerza de la
renovación conciliar, en los años 60, el nuevo lenguaje permitió a todos los eudistas
sentirse a gusto en la CJM, cualquiera fuera la actividad apostólica que desarrollaba:
formadores eran los que trabajaban ante todo en seminarios; evangelizadores, todos
los demás: parroquias, capellanías, colegios, universidades. A la hora de la verdad,
todos a la vez evangelizadores-formadores, aunque respetando el acento propio de cada
servicio apostólico. Gildardo viviría en plenitud esa doble perspectiva. Desde 1951
hasta 1973 sería el formador competente y comprometido como el que más, y desde
1973 hasta su muerte, el evangelizador celoso, ya como colaborador en diferentes
parroquias, ya desde la Normal Departamental de Varones en Medellín, de la que fue
capellán por trece años.
De 1951 a 1952 prestó sus servicios en el Seminario Menor de San Cristóbal,
Venezuela. Pasó luego al Seminario Mayor de Pasto, por pocos meses, y en 1953 lo
encontramos en el Seminario de Cali. En 1956 es enviado a Roma para realizar estudios
de especialización en la Universidad Gregoriana y, en 1958, obtuvo la licenciatura en
Teología. Desde 1954 yo desempeñaba el cargo de Prefecto del Seminario Menor. No
era tarea fácil. La viveza de 180 muchachos, a quienes había que acompañar día y noche
suponía tensión constante y nervios acerados. Para colmo, las vacaciones en mitad de
año no se daban. Había, pues, que buscar la manera de distraerlos en Bitaco, antigua
sede del Seminario Menor de la diócesis, a unos 20 kilómetros de la ciudad.
Después de Roma, en 1958, Gildardo regresó nuevamente a Cali. Me reemplazó
como Prefecto del Menor en momentos en que, en compañía del P. Justino Mora, me
correspondió viajar a Europa para adelantar estudios de Sociología y Pastoral en Madrid
y París respectivamente. Justino, después de Madrid, iría a Roma para hacer Filosofía
en el Angélico. Gildardo me comentaría más tarde que sus años de Prefectura en Cali no
serían los más felices de su vida. A partir de 1961 trabajó sucesivamente en los
seminarios de Cartagena (1961 a 1965), Bucaramanga (1965), Valmaría (1966),
Regional de Barranquilla (1967 a 1968) y Santa Rosa de Osos (1969 a 1973).
El evangelizador
En Santa Rosa, coincidimos en 1970. Él como profesor y yo como rector. A comienzos
del 71 salí elegido para el Consejo General en Roma y lo perdí de vista por varios años.
Fue cuando, a partir de 1973, pidió autorización provincial para vivir con su familia, en
Medellín. Luis y Pastora, en efecto, tuvieron que dejar Entrerríos para acogerse a un
clima más benigno, y a Gildardo correspondió encargarse de ellos en todo y por todo.
Debía comenzar por encontrar residencia adecuada en la ciudad. Dio con lo que buscaba
y se instaló en los alrededores de Nuestra Señora de Lourdes, barrio Florida Nueva. De
inmediato, se presenta ante el Señor Arzobispo para obtener las licencias ministeriales
correspondientes. Pero, ¿y que le podría ofrecer el Arzobispo? Medellín es una
arquidiócesis rica en vocaciones y, además, muchos sacerdotes de otras jurisdicciones,
por un motivo u otro, vienen a acampar en la ciudad. La propuesta del Señor Arzobispo
fue única y tajante: Capellanía de la Normal de Varones de Antioquia. La verdad es que
esa Institución era, en los años 70, un verdadero antro de infiltración marxista. Y, ante
todo, no querían saber nada de curas. No teniendo otra opción, Gildardo responde con
arresto: “Me le mido, Monseñor”.
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Está en la plenitud de sus años y se siente preparado para asumir el reto.
Confiaba en su experiencia como formador en seminarios y, sobre todo, contaba para el
efecto con unas excelentes relaciones humanas. Bastaron pocos meses para granjearse la
simpatía de todo el mundo. Por eso, a petición de los mismos estudiantes, las directivas
no vacilaron en dirigirse al Ministerio de Educación para que fuera nombrado
oficialmente como capellán y profesor. El presente y el futuro de su familia estaban
asegurados. Trece largos años estaría en esa faena. Cuando creyó que ya era tiempo de
desvincularse de esa misión, pasó a colaborar con la parroquia de Nuestra Señora de
Lourdes, mientras seguía al cuidado de sus padres y de su hermana Nohelia. Se suceden
los años. Más de una vez tuve oportunidad de pasar a saludarlos. Era una fiesta. Pese a
su postración, aventajados en humor y charla amena como eran, el tiempo se prolongaba
sin afanes. Pero los años no perdonan: su salud era precaria. Y ya era hora de esperar lo
peor. Once años duraron los idilios en Florida Nueva. El 23 de junio de 1982 fue la
fecha fijada para entrar en la gloria de su Señor. Y a tal punto había llegado el amor que
se profesaron Luis y Pastora, que parece se hubieran dado cita para emprender el mismo
día el viaje sin retorno: Pastora, a las ocho de la mañana; Luis, a las ocho de la noche.
Una nueva etapa completamente distinta en la vida de Gildardo y Nohelia.
Alguna vez estuve en su confortable apartamento del barrio Prado Centro. Allí, sería en
la parroquia de El Espíritu Santo donde Gildardo prestaría sus servicios. Por otra parte,
le esperaba una situación familiar mucho más holgada. Pudo tener su carro propio y
discurrir con su hermana por una y otra parte. Recuerdo bien haberlos visto en Bogotá,
en plan de visita a la Hermana Angélica, superiora de la Clinica Fátima, al norte de la
ciudad. En una ocasión, por cierto, Angélica tuvo a bien prestarme un importante
servicio. Yo andaba en búsqueda de una casa de acogida para un Padre eudista afectado
por serios quebrantos de salud. Fue ella la que me encaminó al lugar adecuado.
Vicisitudes
Todo iba viento en popa, hasta que Dios les demostró su preferencia con una nueva
prueba. Como al profeta Ezequiel en relación con su esposa, a Gildardo le dijo el Señor
en relación con su hermana: “Voy a arrebatarte repentinamente el encanto de tus ojos”.
En efecto, la inesperada muerte de Nohelia nueve años después, el 27 de mayo de 1991,
fue sin duda el gran dolor de sus últimos años. Dio al traste con su independencia, tan
legítima, del resto de su familia. Sin embargo, a esa muerte anunciada, la orfandad sería
cubierta inmediatamente por Raúl y Nelly. Nohelia, en su lecho de muerte, les había
hecho una apremiante recomendación: “No me descuiden a Gildardo”. Es así como
fueron sus ángeles guardianes prácticamente hasta su muerte, a excepción de algunas
temporadas en Entrerríos y sus cuatro últimos meses con nosotros en la Residencia
Eudista de San Miguel. Entiendo que fue por esa misma época cuando la ausencia
definitiva de su hermana desató en él el ansia de viajar. Una alternativa legítima para
mitigar la triste soledad en que quedaba sumido. Que recuerde, anduvo por España,
Tierra Santa, Estados Unidos, México, Cuba, Chile, Argentina. Regresaba encantado de
sus andanzas, describiendo con minucia lugares de especial interés y contando
regocijadas anécdotas con compañeros de viaje.
Al dejar el barrio Prado y la parroquia del Espíritu Santo, dio con la simpatía y
bondad el párroco de Nuestra Señora de los Dolores de Sabaneta. Nueva y excelente
oportunidad de servir. Por varios años pudo disfrutar del aprecio y confianza brindada
por su amigo. Pero esa dicha también llegó a su fin. Muere inesperadamente el querido
anfitrión de Nuestra Señora de los Dolores. Quedó prácticamente a la deriva, porque el
sucesor le hizo saber oportunamente que no necesitaba de sus servicios. Claro que
seguía residiendo donde Raúl y Nelly, pero sin lugar fijo para su ministerio, lo más
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apreciado e indispensable para él toda su vida. A raíz del nuevo revés, yo estaba en
Entrerríos y me enteré de lo sucedido. Alguien de su familia me sugirió que hablara con
el párroco Pbro Lisandro Guerra, con miras a que lo invitara a la Parroquia. El P.
Lisandro lo hizo en seguida y Gildardo aceptó agradecido. Al fin y al cabo era su tierra,
y él mismo, el amigo de todo el mundo. Inicialmente vivió en la casa cural. Pero algún
tiempo después optó por alquilar un pequeño apartamento en los bajos del Hospital.
Temía hacerse pesado y, además, mantener su autonomía en el ajetreo de su vida diaria.
Eso no afectó para nada su colaboración con la Parroquia.
Trashumancia
Por esos días, fue cuando el empedernido trotamundos recorría los caminos y veredas
de su propia tierra. Andando un buen día por la del Peñol, miró con simpatía un
promontorio al otro lado de la quebrada Don Rafael, así denominada en su momento por
el Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Gildardo le compra, a mi hermana Celina, la
parcela correspondiente en la llamada Manga de Arriba y emprende la construcción de
la quintica que soñaba, con su huerta y su jardín. Para el acceso vehicular, debía
conectarse con la carretera veredal y franquear una empinada cuesta de por lo menos
200 metros. Abrió el carreteable y lo dotó con los consabidos rieles de cemento.
Primorosa la casita, pero nadie pensaba que Gildardo se instalaría solo en ese retiro.
Sería sí un lugar ideal de descanso al se sumaban, por días y en fines de semana Raúl y
Nelly, quienes viajaban desde Medellín.
Pero viene algo más que sorprendió a todos. Gildardo era cada vez más
imprevisible. Un día un profesor de la Universidad Bolivariana, don Rubén Salazar,
daba una charla en la Casa de la Cultura, invitado por su amigo el alcalde Juan Vicente
Lopera. Gildardo lo escucha y queda encantado. Se le acerca y lo felicita calurosamente.
Simpatizan y, en medio de la conversación, el profesor le comenta que se va a retirar de
la docencia, que le gusta mucho Entrerríos y que busca un sitio sosegado para retirarse
con su hermana Bety. Le tengo lo preciso, le dice Gildardo, y van al Peñol. Al día
siguiente están en Medellín firmando la Escritura en la Notaría de la Terminal del
Norte.
No mucho tiempo después, el trashumante reinicia su faena. Esta vez se prenda
de un apartamentito, propiedad de la Parroquia, casi en las goteras de la iglesia. Raúl,
afanoso como siempre, le ayudará a acondicionarlo. No sé por cuanto tiempo alcanzó a
ocuparlo, si es que lo ocupó. Sólo sé que muy pronto lo encontramos nuevamente en la
Casa Cural acompañando al párroco de turno, monseñor Erasmo Arango Vélez, su
amigo de siempre y, además, coterráneo. Como había vendido el apartamento, ese
derivativo de tener algo en alguna parte, no se sacia. Sabe de un lote al otro lado del
Río, aledaño a la carretera que conduce a Santa Rosa de Osos, en la parte alta de la
vereda La Muñoz. Lo compra en seguida. Otra casa, otra huerta y siempre la compañía
de Raúl y Nelly que se desviven por él. Alguna vez, los de mi casa fuimos a saludarlos.
Gildardo estaba feliz y ellos, atareados a más no poder. Comprobamos el avance de la
construcción. Y en la huerta crecía un cultivo de papas que empezaba a florecer.
Estamos en el año 2000. Gildardo continúa en la parroquia y pendiente de su
querencia de la Muñoz. Creo que fue por esos meses cuando les organizó a Raúl y Nelly
un viaje a España. En efecto, fue una gran paloma para ellos y la máxima alegría para su
hija Lyda, que se había establecido de tiempo atrás en Barcelona, con su esposo e hijos.
Se sabía que los inmigrantes habían corrido con gran suerte, que el párroco del sector
les había cogido gran cariño y ayudado eficazmente en asuntos de trabajo, colegio para
los niños y demás. Tres meses completos estuvieron los viajeros merodeando por las
escarpadas breñas de Cataluña.
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Llega el domingo 19 de agosto de 2001, solemnidad de san Juan Eudes.
Cincuenta años antes, Gildardo había sido ordenado presbítero. Había que subrayar esa
fecha de oro. Inicialmente, el jubilar se negó a toda celebración: ni por parte de los
eudistas de San Miguel, ni por parte de su familia. Al fin aceptó el homenaje de la
familia: cena en la intimidad del hogar con los más allegados. Tuvo lugar en la noche
del sábado 18 en casa de Raúl. Mientras tanto, en San Miguel se preparaba para el día
siguiente, domingo, un festejo de mayor envergadura. Era la solemnidad del fundador,
pero, además, las bodas de oro de cuatro compañeros de ordenación de Gildardo:
Ignacio Araújo, Vicente Duque, Gabriel Montoya y Alfonso Ruiz. Alfonso Ruiz vino
especialmente desde Caracas. Lamentamos la ausencia del P. Ignacio Araújo, formador
en el Seminario Mayor de Pasto. Monseñor Julio Enrique Bolaños, obispo de la ciudad,
tuvo la gentileza de organizarle solemne agasajo en idéntica fecha. A Gildardo, por mi
parte, le hice invitación apremiante para que no faltara a la celebración de San Miguel.
No se mostró muy animado y me puse en espera.
A las 12 m. del 19, gran concelebración presidida por monseñor Flavio Calle
Zapata, obispo de Sonsón-Rionegro y, hoy, arzobispo de Ibagué. Los PP. Duque y
Montoya habían sido sus profesores en el Seminario de Santa Rosa. Por otra parte, el P.
Vicente no escatimó esfuerzo para que muchos sacerdotes amigos nos acompañaran. ¡Se
hizo presente la increíble suma de 82 presbíteros! No obstante, la alegría grande de la
jornada fue, finalmente, la aparición del P. Gildardo, quien llegó puntualmente a la
concelebración. Después de la Misa, pasamos a manteles. Ciento noventa comensales
llenaron las dependencias de la Residencia Eudista: brindis y almuerzo. Me
correspondió dirigir la palabra para el brindis y, en el curso del almuerzo, hablaron
también el P. Montoya y el P. Gildardo. Es así como el reticente de días anteriores se
dejó festejar, compartió amablemente con todos y habló con la propiedad y gracia que le
conocíamos.
Su pluma
Pero antes de poner fin al itinerario en esta tierra de un hombre que sirvió a Dios y a su
Iglesia “con entusiasmo e intrepidez”, acogiéndose al lema de Juan Eudes, me permito
hacer un alto en el camino. Esto no significa abandonar el hilo conductor del
evangelizador-formador que nos ha guiado hasta ahora. Me refiero al Gildardo artista de
la palabra, que supo verter magníficamente en verso su inspiración poética. Otra manera
de anunciar la buena noticia de Jesús. Sus poemas han circulado hasta ahora en el
ámbito familiar, a excepción de su Himno de Entrerríos e Himno al Colegio Santa Inés.
Comencemos por ahí, y ésta es la pequeña historia.
1. Himno de Entrerríos
Efectivamente, a comienzos de 1997, el Concejo Municipal expresó su interés por
contar con un himno de nuevo cuño, que cantara con más brío las glorias del terruño. El
himno que aprendimos de niños había sido el primero y hasta entonces el único. Valía,
seguramente, para el Don Diego de los comienzos o las posteriores denominaciones del
poblado: Mesopotamia y Arcadia. Letra de mi venerado maestro Miguel Roldán
Tamayo y música de Emilio Álvarez. La ocasión fue el centenario de la elevación del
villorrio a la categoría de Municipio y Parroquia, por decreto del 25 de mayo de 1835
del Gobernador de la Provincia Juan de Dios Aranzazu. Criatura de verdad precoz, este
Entrerríos fundado apenas cinco años antes en 1830 y que a la hora de conquistar el
nuevo rango contaba con escasos 1037 habitantes. El himno centenario, que aprendimos
y cantamos de niños, contaba cuatro estrofas y el coro. Nuestra inocencia no encontraba
reparos en la inspiración poética y musical de ese primer intento.
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Frente a esa realidad, es así como, reunidos en la Casa de la Cultura ‘Francisco
de Paula Pérez’, catorce aspirantes al galardón leyeron sus trabajos ante el Concejo y el
jurado calificador en pleno. Blas, el agudo crítico de letras y músicas que sabemos,
formaba parte del jurado y le pasó los textos a Gildardo. ¡Ahí fue Troya! La impaciencia
de Gildardo ante la calidad de las propuestas, –que juzgó mínima– lo puso en auténtico
trance. Fue cuando estalló su propia inspiración. A los ocho días, le confíó a Blas el
fruto de sus desvelos. ¡Doce estrofas y el coro, en octavas reales! Toda una gama de
evocaciones enardecidas sobre ese “edén de sus mayores” / “joyel de mil colores”. Tan
pronto el Concejo lo sabe, invita a Blas a que haga su apología en sesión plenaria. Le
pagan viaje expreso desde Medellín. Tres horas de alegato, que fue contundente para
obtener la aprobación oficial y unánime. Vendrán los días de la música del mismo
Gildardo y los arreglos y adaptación de su amigo Húber Darío Mondragón. Con ocasión
de las Fiestas del Paisaje de ese año, la autoridad competente, CD en mano, procede a
la solemne promulgación. La excelente Banda Infantil ofrece su primera ejecución al
gran público, al tiempo que las Instituciones Educativas lo lanzan con entusiasmo a los
cuatro vientos. Hoy es patrimonio cultural e intangible de la Suiza Colombina.
CORO
Te saludo, Entrerríos,
edén de mis mayores,
joyel de mil colores,
¡de sueños fontanar!
No tengo para darte
ni un cetro ni una palma;
¡de lo íntimo del alma
te brindo mi cantar!
1. Te nombraron “Arcadia”,
pues los que aquí moraban
pan y dicha sembraban
en tu suelo feraz...
Hoy todos anhelamos
que en tu familia duren,
florezcan y maduren
amor, justicia y la paz.
2. “Capital del paisaje”
y “Suiza Colombiana”,
jubilosa te llama
tu hidalga población.
Sonriente panorama
acepta el homenaje,
ostentando el encaje
de su vegetación.
3. Tu alborada florece
y nieblas tempraneras
cubren estas laderas
de níveo delantal;
y con el sol celebran
sobre verdes alfombras,
de luces y de sombras
glorioso festival.
4. Centinela gigante
de sienita y granito,
otea el infinito
tu “Piedra del Peñón”.
La plantó allí el Eterno,
cual índice divino
que señala el camino
de la liberación.
5. Tus fecundas veredas
cual fulgente guirnalda,
como rica esmeralda,
son tu consagración.
Pero, antes que praderas,
haciendas o cortijos,
la honra de tus hijos
¡fue siempre tu blasón!
6. La quebrada “Turura”,
musitando una queja,
te maquilla y se aleja
hacia su soledad;
Mas nos deja un mensaje
con sus sauces añejos:
“Vosotros vais más lejos,
hasta la eternidad”
7. Tus ríos Grande y Chico,
de las nieblas vecinos,
juntos van peregrinos
hacia la gran ciudad.
A ti te regalaron
historia y hermosura;
allá darán frescura,
progreso y claridad.
8. Es el rostro transido
de nuestra Dolorosa
la primicia y la rosa
de toda redención;
pues siempre las espinas
de contrición y llanto
preludian el encanto
de celestial perdón.
9. Azul, blanco, amarillo
son los lindos colores,
que, sumando primores,
bordaron tu pendón.
Dios quiera que mañana
la raza montañera
los convierta en bandera
¡de Antioquia, mi Nación!
10. Azul, pues más arriba
sólo al cielo acatamos;
blanco, porque aquí amamos
el bien y la verdad;
amarillo, pues oro,
que al paisa le fascina,
son el grano en la mina
y el fruto en la heredad.
11. Agonizan tus tardes
y, envueltos en celajes,
ya se van tus paisajes
en lenta procesión...
y hogares campesinos,
guardianes de la huerta,
cerrando van tus puertas
con llaves de oración…
12. Hasta siempre, mi tierra
de tu pueblo y tus calles,
tus vacadas, tus valles,
tus mieses en sazón;
de todas tus bellezas,
para sentirlas propias,
conservo fotocopias,
¡aquí en el Corazón!
10
Letra y Música:
Gildardo Palacio Echeverri,
P. E.
Arreglos
y
Adaptación
musical:
Húber Darío Mondragón H.
______________
Entrerríos, diciembre 19 de
1997
2. Himno del Colegio Santa Inés
Esta institución educativa reservada sólo para la juventud femenina, incluía no obstante
Jardín Infantil mixto. Tiene una larga historia. La iniciativa fue del párroco Ricardo
Luis Gutiérrez, a fines de los años treinta. Su primera dirección estuvo a cargo las
Religiosas Capuchinas. Alternativa válida frente a la Escuela Pública, ya que, además
de kínder y primaria, se aseguraba lo que hoy se llama “ciclo básico de educación
secundaria”. El grado que otorgaba el plantel parece modesto, pero cubría una necesidad
básica en la época: DIPLOMA DE EDUCACIÓN SUFICIENTE. Siempre me ha hecho sonreír
ese título pero era la encarnación de necesidad sentida. Una pléyade de hogares
entrerrieños agradece a la Institución el futuro promisorio, humano y cristiano, que les
deparó. Además, un buen número de jóvenes engrosó las filas de Comunidad
Capuchina, entre ellas, Martha Villa y Angélica Palacio.
No tengo fechas, pero lo cierto es que las Hermanas Capuchinas dejaron la
dirección del colegio después de bastantes años de servicio. Mucho más tarde,
Religiosas Teresitas y luego una comunidad de Religiosas Españolas también se le
midieron. Dificultades de diverso orden provocaron su retiro. Más recientemente las
Hermanas Franciscanas han tenido a bien aceptar el relevo. Lo cierto es que los
párrocos sucesivos se han esforzado por que la obra no desaparezca. Están en juego
tantos valores humanos y cristianos a los que la Iglesia no puede renunciar. En ese
contexto, entra en escena el P. Gildardo. No sé si por iniciativa propia o del Colegio,
pero ahí está, una vez más, su inspiración. Les propone a las jóvenes estudiantes un
modelo sugestivo: Santa Inés, la heroína cristiana de comienzos del siglo IV que, a sus
doce años, supo decir que no a los halagos de esta tierra, ya que se había entregado por
entero al único Amor que plenifica y nunca pasa. Con su sangre de mártir sella la gloria
de su virginidad. Así sintetiza Gildardo el perfume exquisito de esa flor temprana:
CORO
A Santa Inés, la patrona y amiga,
himnos cantemos con honda emoción,
y su plegaria desde el alto cielo
de Dios consiga continua bendición (bis).
1. Fulgor de aurora fue su nacimiento,
frescor de inocencia su niñez feliz.
Y el amor a Cristo, rey de corazones,
la inundó siempre, cual sol en el zenit.
2. De adolescencia dianas resonaron,
amores mortales siempre rehusó.
Ricos y nobles por su amor lucharon,
porfiaron ellos más que sus triunfos.
3. Hasta el cadalso el odio la llevaba,
sentía el verdugo extraño pavor.
Con paso firme la novia marchaba
hacia el altar: la esperaba el Señor.
4. Al golpe de espada rodó el blanco lirio,
brotó como arroyo sangre virginal,
y, en estrecho abrazo de amor y martirio,
los novios firmaron su entrega nupcial.
¡Gloria al Gran Cordero que nos rescató,
ruega por nosotros, Inés del Señor!
Letra y Música:
P. Gildardo Palacio Echeverri, Pbro Eudista
3. Romance de un escultor varado…
Diciembre 19 de 1997. La misma fecha y año del Himno de Entrerríos. Gildardo aún
parecía gozar de buena salud, y estaba en lo mejor de su lucidez mental. Hacía largas
caminatas y departía amablemente con quien se cruzara en su camino. Seguramente por
eso, le dio por soñar más y más, evocar y… cantar. La lírica fue su preferencia, como
los griegos cuyos versos con medida, rima y acento se sabía que eran para ejecutar al
son de la lira. Sólo que esta vez no cantará un cantar de Sion, como quisieron de los
judíos desterrados en Babilonia, los que los deportaron (Cf. Salmo 137) Pero tampoco
11
colgará su cítara de los sauces de la Turura. Será una elegía lastimera como la que más.
Escogió la métrica del romance: versos octosílabos en la que los pares riman en
asonante y los impares quedan libres. En el marco de una parábola, la de un “escultor
varado”, cuenta la real y triste historia de los diputados del Valle del Cauca, crimen
inaudito que estremeció a la opinión mundial. En su grito lastimero vuelca toda su rabia,
la de Colombia y la del orbe entero. Para agotar el tema que lo embarga despliega su
dolor en treinta y seis largas estrofas. Aunque el protagonista no es el escultor varado
sino el Cristo de sus desvelos. No puedo menos de transcribirlo íntegro. Quiero hacer
justicia, tanto a su calidad literaria como a su estremecedora actualidad.
1. La mañana florecía,
como vergel tempranero,
sobre Cali, la sultana,
y el Valle de mi embeleso.
Nubecitas retozaban
por las praderas del cielo:
era el preludio brillante
de un domingo placentero.
2. Nuestra fe nos convocaba
para una cita en el templo,
con el Dios que nos da Pascua,
sacrificio y sacramento.
Él brinda en su Eucaristía
a todos viático eterno,
porque no desfallezcamos
de la vida en el desierto.
3. En oración congregados,
ya con nosotros tenemos
a Jesús, el de María,
y de San José, el obrero.
“Si dos o tres, Él nos dijo,
en mi nombre están pidiendo,
de seguro allí entraré
y hasta juntos cenaremos”…
4. ¿Terminó tu Eucaristía,
tu Liturgia, tu Misterio?
¡Oh, Señor de mis pesares!
De repente, en un momento,
se nos impuso una cruz,
vergüenza de nuestro pueblo:
¡se nos obligó a subir
al gólgota del secuestro!
5. El fiel pastor que nos diste
también fue tomado preso;
también él padecerá…
la misa del sufrimiento;
no en la iglesia encantada
de nuestro barrio fraterno,
sino en fría cordillera,
catedral del cautiverio.
6. Comienzan a desfilar,
sin asomos de consuelo,
sin vislumbres de esperanza,
semanas, meses enteros;
tantos días de nostalgia;
tantas noches sin lucero;
sin que nos traigan las brisas
el perfume de un regreso.
7. Nosotros, los secuestrados,
de tu dolor compañeros,
ya sabemos de memoria
los espinos, los pedreros,
los fangales, las caídas,
los refugios, los deshechos;
ya nos abruma el viacrucis
de un vagar sin rumbo cierto.
8. ¡Señor, Dios de mis vigilas!
¿Por qué tan hondo silencio?
Callan los que nos plagiaron;
callamos… y no sabemos,
si viajamos al olvido,
o al hogar de los anhelos,
o si vamos jadeantes,
hacia el país de los muertos…
9. Nada que hacer. ¡Cuán terrible!
Tanto pensar…¡Qué tormento!
¿Será que la eternidad
está suplantando al tiempo?
Te cuento que a la alborada
de una noche de desvelo,
se me dio por cavilar,
en busca de un pasatiempo.
10. Me dediqué a rebuscar
por un rincón de mi encierro,
por el cambuche y el prado,
por el cauce de un riachuelo.
Me sorprendí al encontrar
un pedacito de cedro,
muy cerca de la corriente
y al lado…¡un cuchillo viejo!
11. ¿Sabes por qué me gustó
ese trozo tan pequeño?
Poruqe no era suficiente
para una cruz, para un leño…
donde suspender pudieran
de nuevo su santo cuerpo,
al clamor de mis pecados,
¡y al grito de los avernos!
12. Pero el palo y la herramienta,
que me topé por el suelo,
¡muy bien me podrán servir
para lograr un empleo!
Para tallar, por ejemplo,
con el cuchillo y mis dedos,
sólo el rostro torturado
del Cristo de mi secuestro…
13. Prepárate, mi señor,
pues vas a quedar muy feo
con tantas culpas encima…,
¡conmigo de imaginero!
Quedarás, como predijo
David, tu santo vocero,
cual “Gusano de la tierra”,
“Ludibrio del universo”.
14. Desde ahora te aseguro
que voy a hacer un esfuerzo
por consultar tu pasión
mientras labro con el fierro.
Guía tú mi torpe mano,
limpia tú mi sentimiento:
que amarte yo no he sabido,
Y en arte no soy maestro.
15. Comienzo por recordar
aquel monte de tus rezos,
de tus vigilias tan solas,
de aquel Judas traicionero;
y que allá te maniataron,
cual si fueras badolero,
y te llevaron silente,
cual víctima al matadero.
16. ¡Qué tribunales, mi Dios,
los que contra ti se unieron!
El de Anás y de Caifás,
de hipocresía modelo;
el de Pilatos, cobarde,
del “qué dirán” un fiel siervo;
el de Herodes que ante Roma
fue sólo vil mensajero.
17. Aquel Pilatos, Señor,
de lógica no es portento;
de sabio tiene muy poco;
no puede ser juez honesto:
te reconoce inocente
y, con dictamen matrero,
injusto te hace azotar,
a nombre del gran imperio…
18. Y aquellas acusaciones,
que contra ti concibieron:
que si el templo destruías…
que si azuzabas al pueblo…
que si aprobabas negar
al vencedor el impuesto…
que si de Dios blasfemabas,
pretendiendo ser eterno.
19. Jesús, ¡qué barbaridades
las que esos maulas dijeron,
constando visiblemente
que dabas pan al hambriento,
la salud al desvalido,
hasta la vida a los muertos,
y perdonabas pecados
¡cual sólo Dios puede hacerlo!
20. Señor, sigo recordando
y también sigo esculpiendo.
¿Los rasgos de tu dolor
en mí ya estarán impresos?
Por tu rostro demacrado,
y de dolor casi muerto,
haz que te pidan perdón
¡por el crimen del secuestro!
21. A ti, que bien te mereces
corona de oro y de besos,
te impondrán un cerco infame,
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de espinas y de denuestos…
¡Oh retablo de ignominias,
yo quiero engarzar gimiendo,
a tu corona de espinas
la zarza de mis recuerdos!
27. Tres legados entregaste
desde el trono del madero:
el cielo para un ladrón
que sólo pidió un recuerdo…
la Iglesia para María,
reina y madre de tu pueblo;
tu espíritu, exhausto y triste,
al Dios Padre justiciero.
22. Jesús, tú nos prometiste
que no quedará sin premio
quien alargue un vaso de agua
a tu seguidor sediento.
Y a ti te brindaron hieles
los que de ti recibieron
el vino en aquellas bodas
y el pan en aquel desierto.
23. También recuerdo que en lo alto
de aquel Calvario sangriento
fuiste burla de soldados,
de esclavos y de Sinedrio
y de aquellos que hoy deciden:
¡Mataré sin miramientos
al que a mi rival ofrezca
un bocado, un refrigerio!
24. Mortal signo era la cruz
para el criminal abyecto;
pues no merece la vida,
el que la quita primero.
¡Tú que entregaste la tuya
por nosotros, pordioseros,
en tu cruz eres el “Sí”
que Dios dice al mundo nuestro!
25. ¡Oh Dios, mientras
angustias
en tu rostro lastimero
voy marchado hacia la casa
del Padre que no merezco!
Le diré: Yo no pretendo
ser tu hijo, tu heredero:
acéptame solamente
como pobre jornalero.
grabo
26. Señor, no puedo pensar
que tú estés perdiendo el ceso,
al pedir, desde la cruz,
perdón al Padre por ellos…
¡Es que a tales enemigos,
de rabia, de rencor ciegos,
también mi Dios los quisiste:
los amaste hasta el exceso!
28. Has muerto mi Dios, mi
hermano.
¿Venciste tú o te vencieron?
Conozco bien la respuesta;
me la enseña tu evangelio:
quien es capaz de morir
por amor al compañero
es muy capaz de extinguir
el dolor y el fuego eterno.
29. Para siempre en tu cadalso
te quedarás, Galileo,
mereciendo de los hombres
amor puro, amor sincero.
Desde allí a todos invitas,
a recorrer cual romeros,
la vía sacra que los lleve,
desde su cruz hasta el Reino.
30. Ya terminó tu martirio:
yo me salí con mi empeño
de esculpir, aunque temblando,
¡de mi amor el rostro muerto!
¡Si nada tiene de hermoso
el que quedó en tronco seco,
sí resultó fulgurante
el que me llevó por dentro!
31. Ayer, cuando atardecía,
se me acercó un carcelero
y me dijo: “Usted mañana,
en libertad será puesto”.
¡Él no me dijo porqué;
pero yo en aquel momento
de ti solo me acordé,
del Cristo de mi secuestro!
32. ¡Qué amargo trago, Señor:
Es una copa de ajenjo,
brebaje de pesadumbre,
este cruel confinamiento!
¡Cancinos, desfallecientes,
seguirán mis compañeros.
Para sanar sus quebrantos,
Te nombro su Cireneo!
33. Mañana me iré clamando
por las veredas del tiempo,
que sin ti, Señor, la vida
es fatal despeñadero;
que nos secuestran a diario
los pecados y los yerros
para alejarnos por siempre
de quien “nos amó primero”…
34. No me importa cuánto duren,
frente al óxido del tiempo,
los rasgos de mi Señor,
sobre bronce o sobre cedro:
¡Desde ahora y para siempre,
en la gloria que yo espero,
será mi sol el semblante
del Divino Nazareno!
35. Hoy me suelto, ¡Dios bendito!
al hogar de mis ensueños,
y, al abrazar a los míos,
cicatrizarán mis duelos.
¿Cuándo serán en mi patria
sólo un lúgubre recuerdo
la sangre de los rencores,
la infamia de los secuestros?
36. Si algún día me preguntas:
¿”Querrías otro secuestro?”
Señor, para responderte,
pediré sólo un momento;
para pregonar que sí,
con el corazón entero;
a condición de que sea
al Cielo en vuelo directo.
AMÉN…
Entrerríos
Diciembre 19 de 1997
Gildardo Palacio E.
Pbro Eudista
El principio del fin
A raíz de su deceso, envié una nota a la Oficina Provincial de Comunicaciones titulada
‘Últimos días del P. Gildardo Palacio’. Retomo buena parte de ese texto con las
oportunas abreviaciones y modificaciones. En efecto, hacia el mes de junio de 2006,
Raúl y Nelly viajaron a Barcelona, nuevamente por cuenta de Gildardo. Mientras tanto,
éste los esperaría en Entrerríos al abrigo, como siempre, del bueno de Erasmo. Pero su
salud no iba bien. Y la ausencia de su hermano, que se prolongaba ya por dos meses
agudizó la crisis. A comienzos de agosto me llamó mi hermana Celina. ¿Por qué no
invitas a Gildardo a San Miguel mientras llegan Raúl y Nelly? Hacía eco a lo que
pensaba toda la familia. En seguida llamé al P. Erasmo y le pregunté por la situación.
Está muy mal, me dijo, y, si te lo llevas para San Miguel, cuanto antes mejor. De
inmediato hablé con Gildardo. La respuesta no se hizo esperar: no me choca la idea y te
agradezco mucho. Dos días después, el lunes festivo 7 de agosto en la tarde, apareció
acompañado por Blas y Celina, y Julieta, la sobrina suya y mía. La alegría en San
Miguel fue grande y la acogida por parte de todos, excelente. La atención del personal
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de apoyo, inmejorable. Se sintió muy a gusto: cantaba, conversaba, contaba chistes. Nos
repetía que le daba órdenes al televisor para que lo despertara a tal o cual hora. Todos
habíamos sido sus amigos y compañeros de trabajo y lo seguíamos llamando con el
amable apodo de toda una vida: ¡Lalo!
Los dos primeros meses, su salud era pasablemente buena. Participaba en todos
los actos de comunidad y presidía la eucaristía en el templo varias veces a la semana.
Pero la verdad es que el diserto predicador de otros tiempos sobrecogía a veces con
incómodos silencios cuando hacía la homilía. Un día me confesó que le costaba predicar
cada vez más. El hombre puntual para la oración del mediodía: muchas veces le pedí
que presidiera Sexta y lo hacía divinamente. Me pidió desde el primer día que
rezáramos juntos Vísperas y Completas. Y todos los días, durante los cuatro meses que
estuvo con nosotros, llegaba puntualmente a mi despacho a las 4.30 pm. Más de una vez
me comentó: ¡Lástima que esto ya no sea en latín! Disfrutaba de verdad con la oración
litúrgica. Y siempre fue fidelísimo a ese deber diario de orar con y por la Iglesia.
Es de notar que nunca perdió contacto con la comunidad de San Miguel,
especialmente en los últimos doce años. Acudía a las invitaciones para fiestas de la
Comunidad o a los almuerzos especiales de cumpleaños. Raúl siempre lo traía y muchas
veces nos acompañó a los festejos. Una prueba palpable de que la Comunidad no le era
indiferente, es que colaboró significativamente con el Fondo San Miguel en sus últimos
años, sobre todo, a partir del superiorato del P. Luis Carlos Mejía y luego conmigo
mismo. Sé de giros a la Economía Provincial, y a la Fundación Eudes, la obra admirable
del P. Bernardo Vergara para enfermos de Sida.
Aunque se sentía bien en la Comunidad, al regresar de Barcelona Raúl y Nelly,
siempre se mostraron interesados en que era más conveniente para Gildardo y más fácil
para ellos el que regresara a su hogar de tantos años. Y lo invitaban una y otra vez y,
después de Vísperas, me repetía lo que Raúl le había dicho en la última salida.
Finalmente llamé a Raúl. Me respondió Nelly y convenimos en que ese mismo día, 13
de diciembre en la tarde, vendrían a recogerlo. Dicho y hecho. Al lunes siguiente, me
llamó el mismo Gildardo y me pidió que fuera a su casa, porque quería recibir los
últimos sacramentos. En principio, Raúl vendría por mí pero cuando lo esperaba a las 3
pm, aparecieron con Raúl también Nelly y Gildardo. Ya caminaba con dificultad y por
primera vez lo ví de bastón. En mi propio despacho fue la celebración. Previo
sacramento de la reconciliación, procedí a la unción de enfermos. Con voz firme y clara,
y con mucho fervor, respondió a todas las oraciones. Al sábado siguiente fuimos a verlo
a su casa los PP. Gonzalo Naranjo, Agustín Gómez y yo mismo. La conversación ya no
fue con él sino delante de él, con Raúl y Nelly, hablando de todo menos de Gildardo,
quien se mantuvo silencioso durante todo el tiempo.
Antes de dejarlos, Raúl me comentó que no se atrevía a llevarlo al Hospital
porque lo dejaban allá. Efectivamente, el domingo 17 fue llevado a urgencias del Pablo
Tobón. El diagnóstico resultó pesimista y se ordenó la hospitalización inmediata. Fue
remitido a la Clínica Soma por falta de cupo en el Pablo Tobón. Exámenes y más
exámenes, y cunde la angustia entre parientes y amigos. En los cuatro últimos días lo
pasaron a cuidados intensivos. Sólo a Nelly le permitieron acompañarlo. Gildardo le
pedía que le recitara los salmos. Prohibidas las visitas. En los días siguientes varios
Padres de San Miguel pudieron verlo. Nosotros, desde la finca La Paz, en comunicación
permanente con Raúl, seguíamos paso sa paso su agonía. En la mañana del miércoles 27
llamé a Bogotá. Hablé con el P. Mario Hormaza, secretario provincial y le informé
sobre la inminencia del desenlace. Efectivamente, una hora después repetí la llamada,
para confirmarle que ‘todo estaba consumado’.
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Ese mismo miércoles, a las 7.00 pm, tuvieron lugar las exequias de cuerpo
presente en la parroquia eudista de San Miguel Arcángel, contigua a la residencia que
acogió a Gildardo los últimos cuatro meses de su vida. La concelebración fue presidida
por el Pbro. Oscar Palacio Villa, sobrino del finado. Su última voluntad fue la de ser
cremado e inhumado en Entrerríos. Lo que efectivamente ocurrió el sábado 30 de
diciembre. En la mañana encontré oportunamente en Internet la nota necrológica que el
secretario provincial suele enviar a toda la Congregación. Como en San Miguel de
cuerpo presente, en Entrerríos fue otra apoteosis de cenizas presentes. Un bellísimo
catafalco en el centro de la iglesia y una numerosa y expectante asamblea. Éramos unos
siete concelebrantes. Presidió nuevamente el P. Oscar Palacio. Después de la comunión,
leí la nota necrológica de la Administración Provincial, siguieron los muy celebrados
discursos de Mario Alonso Palacio Villa y Juan Diego Palacio Roldán, sus sobrinos.
Decretos de condolencia, de parte de la Alcaldía y el Concejo Municipal, honraron la
memoria del hijo ilustre de la patria chica que lo vio nacer.
VOCES PÓSTUMAS
DECRETO
DEL CONCEJO MUNICIPAL DE ENTRERRÍOS
RESOLUCIÓN nº 076
(Diciembre 30 de 2006)
POR MEDIO DE LA CUAL SE LAMENTA EL FALLECIMIENTO DE UN
ILUSTRE CIUADANO.
EL HONORABLE CONCEJO MUNICIPAL DE ENTERRÍOS, ANTIOQUIA,
en uso de sus atribuciones legales en especial de las conferidas por la
ley 136 de 1994,
CONISERANDO:
A) Que el día 27 de diciembre de 2006, dejó de existir en la ciudad
de Medellín, el Presbítero GILDARDO DE JESÚS PALACIO
ECHEVERRI.
B) Que
el
Presbítero
PALACIO
ECHEVERRI,
sirvió
desinteresadamente a esta comunidad; destacándose siempre por
su afán de servir a los hombres siguiendo a la perfección el
mandato divino.
C) Que el Sacerdote PALACIO ECHEVERRI, dedicó su vida a Dios
por medio del sacerdocio, proyectándolo de una manera ejemplar
a todos los que necesitaron de su ayuda espiritual, moral y
material.
RESUELVE:
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ARTÍCULO PRIMERO: LAMENTAR profundamente el fallecimiento del
Presbítero GILDARDO DE JESÚS PALACIO ECHEVERRI, rogando a
Dios lo colme de bendiciones en su Santo Reino.
ARTÍCULO SEGUNDO: Poner al Sacerdote GILDARDO DE JESÚS
PALACIO ECHEVERRI como ejemplo ante las presentes y futuras
generaciones por su amor a Dios y a los hombres, su don de servicio y
su entrega por las comunidades.
ARTÍCULO TERCERO: Hacer llegar nuestra voz de condolencia a todos
sus hermanos, familiares y amigos.
ARTÍCULO CUARTO: Copia de la presente resolución será entregada a
sus familiares.
Dada en el Honorable Concejo Municipal de Entrerríos, Antioquia, a los
30 días del mes de diciembre de 2006.
Firmado:
NELSON ALBERTO ARANGO OSORNO
GIL
PRESIDENTE
Firmado:
SAMUEL ANDRÉS RUIZ
SECRETARIO
______________________________________________
PALABRAS CON OCASIÓN DE LAS EXEQUIAS DEL
P. GILDARDO PALACIO ECHEVERRI
Por Mario Alonso Palacio Villa
Sobrino
“Padre Santo, protege en tu nombre a los que me has dado para que sean
uno, como tú y yo somos uno” (Juan 17,11).
En nombre de esta gran familia Palacio-Echeverri, descendientes de
aquella pareja donde no fueron dos, sino tres, pero que el Papá Luis
supo conjugar siempre en presente, para que el nombre simple de Luis
se convirtiera en compuesto y ser Luis Manuel, donde se aprendió el
Amor, la Palabra empeñada y la Responsabilidad. Damos:
Las gracias, primero, al Niño de Belén, el Dios de siempre y el Dios de
todos, por la Vida, Vocación y Sacerdocio de Gildardo.
A Raúl, Nelly, Lida, Luis Guillermo, Sandra y el recuerdo de la inocente
María Isabel por permitir que vuestro hogar fuera el hogar de Gildardo
después de la partida de Noelia. Y verlo siempre no como uno más, sino
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como el mejor de todos, el hermano, el amigo, y muchas otras el
Sacerdote.
A Ustedes Padre Lisandro (el gran jefe) y Monseñor Erasmo (el jefe
mayor) como él, cariñosamente los llamaba, por abrir las puertas de la
Casa Cural para que fuera su casa, lugar de recuerdos y de amistad, de
descanso, de oración y de inspiración.
Y a esta comunidad que siempre lo acogió y lo vio, como el amigo de los
niños y jóvenes y el confidente de muchos, profesando eso sí un gran
respeto y admiración por la gente mayor.
El hombre ha muerto, pero el ministerio seguirá presente en todos y
cada uno de sus hermanos en el Sacerdocio. Padre Jesús Erasmo,
usted más que nadie supo de sus tristezas y alegrías, de sus angustias
y desvelos, de su arrepentimiento y sabe que fue un hombre bueno.
Que supo profesar, cada día, su eterno amor por los Sagrados
Corazones de Jesús y de María.
Gracias por que nos ha dejado la mejor de las herencias, aquellas
canciones que un día soñó y escribió para su pueblo y el Colegio Santa
Inés, y que se han convertido en algo muy especial para los
Entrerrieños.
“Si el grano de trigo, no cae en tierra y muere, no da fruto”. Que esta
semilla que hoy depositamos en la tierra, brote, para que ese azul que
cubre los cielos, azul de esperanza, unido al blanco del amor, la virtud y
la verdad, lleven siempre unido el amarillo, grano en la mina, y se
conviertan en riqueza material y espiritual de nuestro pueblo.
Que quienes se marchan y regresan, y los que aún permanecemos aquí,
así no tengamos para dar “ni un cetro ni una palma”, sí podamos
cantar con él por siempre: “Te saludo, Entrerríos, / edén de mis
mayores, / joyel de mil colores,/ ¡de sueños fontanar! / No tengo
para darte / ni un cetro ni una palma; / ¡de lo íntimo del alma / te
brindo mi cantar!”.
“Hasta siempre, mi tierra / de tu pueblo y tus calles, / tus vacadas,
tus valles / tus mieses en sazón; / de todas tus bellezas, / para
sentirlas propias, / conservo fotocopias, / ¡aquí en el Corazón!”.
Paz en tu tumba, Querido Hermano, y para todos nosotros,
familiares y amigos, una Cristiana resignación en el Señor.
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PALBRAS PARA GILDARDO
POR JUAN DIEGO PALACIO ROLDÁN
SOBRINO
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SI ALGUNA PALABRA DESCRIBE A NUESTRO AMADO GILDARDO, ES LA DE
ANDARIEGO. SE NOS FUE EL ANDARIEGO DE LOS CAMINOS. LO
ENCONTRABAMOS EN LOS LUGARES MAS EXTRAÑOS Y ALEJADOS DEL
MUNDANAL RUIDO, REPARTIENDO LOS PEDAZOS DE CARNE QUE RECOGIA EN
LOS CAMINOS, PARA REGALARLOS A SUS AMIGOS LOS PERROS.
ES QUE LA CANCION QUE ESCUCHAMOS HACE 2 DIAS, DURANTE SU MISA EN
SAN MIGUEL, REFLEJA TODO LO QUE FUE SU VIDA: “EN EL ATARDECER DE LA
VIDA, SERAS JUZGADO POR EL AMOR”, Y ESE JUICIO YA TODOS LOS QUE
ESTAMOS AQUÍ LO HEMOS EMITIDO. A GILDARDO, LE BROTABA AMOR POR
TODAS PARTES, LE BROTABA AMOR POR SU FAMILIA ENTRAÑABLE, POR MANUEL,
POR LUIS, POR PASTORA, POR NOHELIA, POR ANGELICA, POR MAGOLA Y POR
TODOS LOS QUE LE RODEABAN. SE SACRIFICO COMO EL QUE MAS POR SU
FAMILIA.
PERO EL ANDARIEGO ESTUVO EN MUCHOS LUGARES REPARTIENDO AMOR Y
BIENESTAR. EL ANDARIEGO RECOGIO A LO LARGO DE SU INTERMINABLE VIAJE
POR LA VIDA, UNA CULTURA GENERAL ENVIDIABLE, DOMINABA A LA
PERFECCION VARIOS IDIOMAS, PERO TAMBIEN SE ENCARGO DE SIEMPRE ESTAR
AL DIA EN TEMAS SENCILLOS Y APASIONANTES COMO EL FUTBOL. EL
ANDARIEGO ERA UN HOMBRE DE CONTRASTES, GRAN LECTOR, AMANTE Y
CONOCEDOR DE LA MUSICA CLASICA, EXCELENTE NARRADOR DE LAS COSAS
QUE VIVIO EN SUS VIAJES POR EL MUNDO, COMPOSITOR Y HASTA CREADOR DEL
NUEVO HIMNO DE SU QUERIDA PATRIA CHICA, ENTRERRIOS.
SE NOS FUE EL ANDARIEGO Y CON EL SE LLEVO UN MONTON DE RECUERDOS Y
ENSEÑANZAS.
SIEMPRE
ESTUVO
PENDIENTE
DE
TODOS
NUESTROS
ACONTECIMIENTOS FAMILIARES, EN MATRIMONIOS Y BAUTIZOS Y FUIMOS
TESTIGOS DE TODO EL AMOR QUE NOS BRINDO. SI ALGUIEN ENTREGO AMOR,
FUE NUESTRO ANDARIEGO. HOMBRE EXTREMADAMENTE SENCILLO, QUE A
DONDE LLEGABA TODO LE PARECIA BUENO Y AGRADABLE, Y HASTGA EL ULTIMO
MINUTO NUESTRO ANDARIEGO VIAJO ALREDEDOR DEL MUNDO. EN LA MISMA
NOCHE DE SU AGONIA, LE CONTABA A NELLY QUE ESTABA EN ITALIA. NUESTRO
ANDARIEGO ERA AMIGO DE TODOS Y A TODOS RECIBIA CON AMOR Y HOY,
TODOS ESTAMOS AQUÍ PRESENTES PARA BRINDAR UN TESTIMONIO DE
AGRADECIMIENBTO Y RECONCILIACION CON LA VIDA.
HA MUERTO EL ANDARIEGO, PERO HA QUEDADO EN NUESTRA MENTES Y EN
NUESTROS CORAZONES, UN RECUERDO IMPERECEDERO DE AMOR, SENCILLEZ,
HUMILDAD, ENTREGA, SOLIDARIDAD, CON SU FAMILIA, CON SUS AMIGOS Y CON
TODO UN PUEBLO EN GENERAL.
SE FUE NUESTRO ANDARIEGO A CAMINAR LAS RUTAS DE SU AMADO
JESUCRISTO Y DESDE ALLI, EN COMPAÑÍA DE TODOS LOS QUE VIO PARTIR
DESDE LA TIERRA, SEGUIRA GUIANDONOS, DANDONOS SU AMOR Y DICIENDO
CON TODA ALEGRIA; “YA ESTOY EN EL CIELO EN COMPAÑÍA DE MIS PADRES Y
HERMANOS”, Y NOSOTROS DESDE AQUÍ TE DECIMOS NUEVAMENTE ANDARIEGO:
GRACIAS POR TU VIDA Y EJEMPLO. EN EL OCASO DE TU VIDA YA TE JUZGO EL
AMOR Y GANASTE CON CALIFICACION DE EXCELENCIA.
SE NOS FUE EL ANDARIEGO Y EN NOMBRE DE TODA SU FAMILIA QUEREMOS
DAR UN ESPECIAL RECONOCIMIENTO DE GRATITUD A:
MONSEÑOR ERASMO ARANGO, AL PADRE ERASMO GOMEZ, A LA EMISORA DE
ENTRERRIOS, A LA COMUNIDAD DE LOS PADRES AUDISTAS, EN GENERAL AL
PUEBLO REUNIDO AQUÍ Y FINALMENTE A NUESTROS QUERIDOS RAUL Y NELLY,
YA ELLOS TAMBIEN FUERON JUZGADOS POR EL AMOR….
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SE NOS FUE EL ANDARIEGO Y NO NOS DIMOS CUENTA CUANDO… AHORA DEBE
ESTAR TOCANDO LAS PUERTAS DEL CIELO…
PAZ EN SU TUMBA…. AMEN
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