Rescate E 2 ARTES Y LETRAS BIBLIOTECA NACIONAL EL PATRIARCA OLVIDADO de la ilustración chilena Dibujó la Guerra del Pacífico y a personajes como Arturo Prat y José Manuel Balmaceda. Hizo sátira política, fue precursor de la publicidad gráfica. Es el primer eslabón de la cadena que hizo de los periódicos y revistas medios profesionales. Pero casi nadie lo recuerda. Una monografía de dos diseñadores de la UC quiere revertir esa realidad. Padilla, El Poncio Pilatos y El General Pililo. Fue director artístico de La Lira Chilena, colaboró en la revista literaria El Taller Ilustrado. E incluso tuvo su propia empresa —Imprenta y Litografía Luis F. Rojas—, y su propio medio, La Revista Cómica. De acuerdo a lo que escribe Jorge Montealegre en la introducción del libro, Rojas, principalmente por su labor en La Revista Cómica, “hace la transición entre los periódicos satíricos y la prensa moderna; entre los pasquines doctrinarios y los magazines; entre una forma de trabajo individual, artesanal, y el trabajo en equipos entre pares profesionales, lo que denota la oportunidad de un avance significativo en la presentación gráfica integral del producto; desde el diseño y la tipografía hasta el mejor uso de las posibilidades del color y la incorporación de la variedad de estilos y temas de sus dibujantes”. Nadar y no llegar Luis Fernando Rojas, alrededor de 1930. bujo de retratos, la caricatura, la prensa satírico-política, la crónica periodística, la adaptación de novelas históricas, la ilustración literaria y la publicidad comercial; y que lo convertirá no solo en uno de los primeros y más importantes ilustradores profesionales de Chile, sino que también, según escriben Ureta y Álvarez, en pionero del reporteo gráfico, “un agente clave en el proceso de conformación de nuestra identidad nacional en aquellos lejanos tiempos de prensa burguesa y levantamientos populares”. Fue el “primer dibujante del pueblo”, dijo Joaquín Edwards Bello. Según se lee en el libro, Rojas fue un hombre de gustos especiales, un bon vivant, inclinado al dandismo, “un hombre elegante, informado, bohemio y galante”. Cercano a Barros Arana y Vicuña Mackenna; balmacedista convencido. Ilustró “El Álbum de la Gloria de Chile”, de Vicuña Mackenna, un homenaje a los soldados muertos en la Guerra del Pacífico; los dieciséis volúmenes de la “Historia General de Chile”, de Barros Arana; el “Diccionario biográfico colonial de Chile”, de José Toribio Medina; “Episodios nacionales”, una publicación con ciento cincuenta hitos de nuestra historia. Colaboró con Juan Rafael Allende en pasquines y periódicos satíricos, como El Padre Cobos, El Padre Portada de la revista Corre-Vuela, de 1908. Semanario de sátira política y humor, que incluía también contenido literario, deportivo, crónicas e historietas. Circuló hasta 1927. BIBLIOTECA NACIONAL Además de un cambio de década, los años sesenta del siglo XIX significaron para Chile la aparición de impresores y editores, y de publicaciones —como El Correo Literario, La Unión Liberal y El Cóndor— que dejaron de lado “la añeja costumbre de sobreutilizar clisés de imprenta —propios o ‘pirateados’— para dar cabida a la participación de dibujantes, grabadores y pintores chilenos y extranjeros”, se lee en el libro. La fotografía existía, pero todavía no era una alternativa. Se reivindicó al caricaturista como un crítico y artista, digno de reconocimiento social: Luis Fernando Rojas —nacido en 1857 en Casablanca, en una familia pobre— llegó al mundo (humano y periodístico) en ese contexto, en momentos de mayor tolerancia, más liberales, o menos intransigentes en cuestiones políticas y de libertad de imprenta. En 1875, a punto de publicarse el Correo de la ExpoLUIS FERNANDO sición —el boletín oficial de la ExposiROJAS ción Internacional Carola Ureta de Santiago realizaMarín y Pedro da el mismo año, e Álvarez Caselli ideada por BenjaLom, Santiago, mín Vicuña Mac2014, 161 kenna—, al editor páginas. En librerías desde del periódico, Máximo Cubillos, le la segunda faltaba alguien que semana de se hiciera cargo de agosto. los dibujos: llegó a la casa del pintor Charles Wood con su apuro. Justo estaban de visita en el lugar Rojas —de diecisiete años— y su madre. “Señor, yo creo que podría hacer lo que usted desea”, dijo el joven dibujante. Cubillos se interesó y, a modo de prueba, le encargó hacer una litografía. Todo bien, salvo porque Rojas no dominaba la técnica. De todos modos aceptó el reto, fue donde un impresor para que le enseñara, aprendió, le llevó la litografía a Cubillos y consiguió trabajo. Rojas se había trasladado a Santiago en 1871, con catorce años, para postular al Instituto Nacional. El rector —Diego Barros Arana—, que conocía el talento artístico del adolescente, lo aceptó. En 1875 ingresó a la Academia de Pintura, pero fue expulsado debido a una discusión que tuvo con el director, Giovanni Mochi. Un año después, Mochi le sugirió que volviera, pero Rojas no quiso: ya se ganaba la vida como dibujante. De ahí en adelante, especialmente desde 1880, tiempos de art nouveau y modernismo (conoció a Rubén Darío en el salón literario de Pedro Balmaceda), inició un camino que lo llevará por el di- Luis Fernando Rojas: BIBLIOTECA NACIONAL Expulsado Monograma personal de Luis Fernando Rojas. BIBLIOTECA NACIONAL “S iempre que se habla de la primera generación de grandes ilustradores, se parte de la revista ZigZag en adelante, y resulta que Rojas queda afuera. Y Rojas es el antecedente. Coke lo dijo: Luis Fernando Rojas fue el decano de la prensa chilena”. Las palabras son de Pedro Álvarez Caselli —diseñador, magíster en historia, profesor de la Escuela de Diseño UC y autor de “Historia del diseño gráfico en Chile”—, responsable junto a la también diseñadora Carola Ureta, del libro “Luis Fernando Rojas. Obra gráfica 1875-1942”, un libro —un homenaje a Rojas— que llegará a librerías en la segunda semana de agosto, “y también un esfuerzo por otorgar visibilidad a su labor pionera de reportero gráfico; posiblemente, el principal cronista visual de Chile que transitó de los horrores de la guerra del salitre a las celebraciones del Centenario de la República”, se lee. NUEVO LIBRO Precursor de la prensa moderna ARCHIVO: ORIANA VALDÉS SANHUEZA JUAN IGNACIO RODRÍGUEZ MEDINA DOMINGO 13 DE JULIO DE 2014 “Ensalada política”. Caricatura de José Manuel Balmaceda “revolviendo” a las autoridades de la época. Publicada en 1897 en el periódico El Padre Padilla. Publicidad de la “bebida efervescente” Bilz, en La Lira Chilena. Lo “más hijiénico en invierno”, y “recomendado por las primeras autoridades en medicina”, según este aviso de 1904. Un puente —Rojas— que empezó a quedar atrás hacia 1905, con la aparición de Sucesos, Zig-Zag, El Peneca —revistas en las que colaboró, pero en un rol secundario—, y que casi estaba olvidado en 1942, cuando murió. Salvo para el Ejército que, gracias a su labor como cronista visual de la Guerra del Pacífico, en vida lo reconoció simbólicamente como veterano de guerra y, una vez muerto, lo recibió con honores en el Mausoleo de los Veteranos de la Guerra del Pacífico. La paradoja es esta: Luis Fernando Rojas fue pionero de la ilustración y la prensa modernas en Chile, pero cuando la locomotora partió, en los primeros años y décadas del siglo XX, se quedó abajo de un viaje que incluía a artistas como Pedro Subercaseaux (Lustig), Jorge Délano (Coke) y Edmundo Searle (Mundo). “Rojas hace todo el trabajo: nada, nada y nada, pero al final queda ahí, se ahoga, y el resto agarra la posta y empieza a nadar más rápido y la cosa empieza a ensancharse”, dice Pedro Álvarez. “Ya en los años treinta —esto me lo contó Jorge Montealegre— andaba en la calle vendiendo dibujos”. No hay una explicación clara para ese olvido en vida y muerte, pero existen hipótesis. Tal vez su balmacedismo lo perjudicó, especula Álvarez. Quizás perdió sus redes sociales: “La nueva intelectualidad chilena, la de los años diez, veinte, no va a tener nada que ver con él”. Carola Ureta suma dos teorías: la llegada de muchos ilustradores extranjeros (de la mano de Zig-Zag) y el cambio de la técnica de impresión desde la litografía hacia la fotografía y el fotograbado. “Se quedó con lo que sabía y no quiso aprender otras cosas. Lo suyo era un trabajo menos industrial, más a mano, no de producción en serie”. Para Álvarez, la importancia de Rojas no pasa solo porque haya dibujado “toda la historia de Chile”, o haya retratado a Diego de Almagro, Pedro de Valdivia, Bernardo O’Higgins, Arturo Prat, Benjamín Vicuña Mackenna y muchísimos más (“podríamos haber hecho un libro solo de retratos”); también pasa por la transversalidad de su contenido: “Dibujó a la intelectualidad y a la alta sociedad capitalinas. Pero también pobreza, miseria. Dibujó todo lo que después se llamó la ‘cuestión social’”. Ureta también destaca, como novedad, la inclusión de iconografía y escenas nacionales: desde la bandera a la cueca. (Baste mencionar que, según escribe Jorge Montealegre, ayudó a configurar la imagen del “roto chileno”). “También fue uno de los precursores de