Arturo Alessandri Rodríguez - Academia de Derecho Civil y

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Arturo Alessandri Rodríguez
(Fuente: Revista del Abogado, 4, 1995, p.40).
Recientemente se conmemoró el centenario del nacimiento de este ilustre abogado. La
“Revista del Abogado” ha querido asociarse a los merecidos homenajes que se le han rendido
con motivo de esta efemérides, consciente de que resulta tarea imposible bosquejar su vigorosa
personalidad y reseñar su vasta y fecunda labor de jurista dentro de los estrechos márgenes de
estas líneas. Valga en todo caso nuestro propósito.
En 1952, al conferirle la Universidad de París el grado de doctor honoris causa, con espartana
parquedad, tan propia de su carácter dijo: “Cuando en alguna ocasión se me ha pedido mi
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biografía, me he limitado a contestar que es muy sencilla: nací en Santiago un día de mayo (8)
de 1895 y he sido únicamente abogado y profesor de derecho civil. He ahí toda mi vida: al
servicio de la enseñanza y de la práctica del derecho”. Por cierto que fue abogado y profesor de
derecho; pero, ¡vaya qué abogado y qué profesor!. Es obvio que tan sumario “currículo vitae”,
dictado por su modestia, sólo menciona aquellas actividades en que brilló con luz propia, pues
omite las innumerables tareas que con esfuerzo, disciplina y lucidez extraordinarios, llevará a
cabo a través de su existencia, la que repentinamente se tronchara en febrero de 1970, en
Nueva York, a los 74 años, cuando asistía a la temporada del Metropolitan; ya que don Arturo,
hombre de espíritu sensible, amante de la belleza, fue también un eximio cultor de la lírica,
actividad artística ésta que impulsó en nuestra patria con generosidad y entusiasmo.
Primogénito del dos veces Presidente don Arturo Alessandri Palma, miembro de una familia
de destacadísimos profesionales y políticos, estudió en el Instituto Nacional y luego en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su memoria de prueba para optar al grado de
Licenciado “De la compraventa y de la promesa de venta” se transformó en obra clásica de la
literatura jurídica nacional. Son dos macizos volúmenes de 2.591 páginas, divididos en 2.178
párrafos, a través de los cuales prácticamente agota la materia, evidenciando la portentosa
erudición que ya exhibía su joven autor. Se explica, entonces, que ya en 1919 (sólo dos años
después de recibir su título de abogado en 1917) por concurso obtuviera el nombramiento de
profesor ordinario de derecho civil en la misma facultad de la que fuera alumno distinguido. Al
año siguiente fue designado decano, desempeñándose en el cargo ininterrumpidamente hasta
1927, cuando por motivos políticos hubo de expatriarse. Normalizada la vida republicana, en
1933 reinició sus actividades académicas eligiéndosele nuevamente decano, decanato que se
extendió hasta 1943, año en que con pesar hubo de dejar el cargo y la docencia en defensa de
la dignidad académica.
Frutos de la labor del decano Alessandri fueron –entre otros- la profunda modernización de
los estudios de derecho; y, en lo material, la construcción del nuevo edificio de la facultad en
calle Pío Nono.
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Como maestro, sus alumnos siempre le reconocieron, además de su penetrante inteligencia y
disciplina de estudio, su claridad de exposición, su facilidad para desentrañar con sencillez los
más arduos problemas jurídicos, el peso de sus conocimientos y la fuerza lógica de sus
conclusiones.
Entre sus obras se cuentan estudios de gran valía, como lo son su “Tratado práctico de las
capitulaciones matrimoniales, de la sociedad conyugal y de los bienes reservados de la mujer
casada” (1935), complementado en 1940 por el “Tratado práctico de la capacidad de la mujer
separada de bienes”. Su obra “De la responsabilidad extracontractual en el Derecho Civil
Chileno (1934) constituye lo mejor que se ha escrito en Chile acerca de tan compleja materia.
Sus afanes de bien público lo llevaron a preocuparse de introducir necesarias y atinadas
modificaciones de nuestro venerable Código Civil. Resultado de ello son las leyes N° 5.521 (de
1934), que reformó lo concerniente a la capacidad jurídica de la mujer en los Códigos Civil y de
Comercio, la N° 6.162 (de 1938), N° 7.612 (de 1943) y, principalmente, la N° 10.271 (de 1952),
que junto con adecuar las anteriores, modificó significativamente
la sociedad conyugal,
diversas normas de familia y hereditarias. Con tal objeto impulsó laceración del Instituto
Chileno de Estudios Legislativos.
La Revista de Derecho y Jurisprudencia, de la cual fue colaborador asiduo y docto, fue objeto
de su constante preocupación, logrando unirla con la Gaceta de los Tribunales en 1950.
Profunda gratitud guarda la Orden de los Abogados a quien fuera quizás uno de sus miembros
más notables, de incansable actividad profesional, que destacó en el foro como uno de los
abogados de mayor prestigio de la República, con defensas estupendas y alegatos
deslumbrantes en la forma y en el fondo. Ello, también, porque pasó a integrar el Consejo
General del Colegio de Abogados desde que se organizara en 1925 hasta 1955, cuando se
retira, luego de presidirlo durante los últimos 4 años de permanencia en él. Fueron 30 años de
trabajo incesante, en que fue nervio y motor del Colegio, aportando siempre con desinterés el
valioso contingente de sus privilegiadas dotes intelectuales y morales, en su permanente
preocupación de dignificar la abogacía y perfeccionar la administración de justicia. El Servicio
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de Asistencia Judicial (1932), para la defensa jurídica gratuita de pobres, cuya creación inspirara
y luego organizara con dinamismo y eficiencia, tuvo en el eminente jurista su más permanente
impulsor.
Sin duda, entonces, que la vida y obra de don Arturo Alessandri Rodríguez, abogado por
antonomasia, debe constituir un ejemplo permanente y preclaro para todos los miembros de la
Orden.
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