Mur-r Capítulo 3 VIOLENCIA INVISIBLE Y VIDA COTIDIANA 57

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Capítulo 3
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
organizador. Además, es un enfoque global que integra distintas dimensiones: lo social, lo psicológico y lo legal; la asistencia y la prevención.
Este enfoque será desarrollado con profundidad en el Capítulo IV Modelo de Intervención.
VIOLENCIA INVISIBLE Y VIDA COTIDIANA
La violencia, según Chaui: «Constituye una manifestación de una relación de fuerza que, con fines de
dominación, explotación y opresión, se efectiviza en medio de relaciones sociales asimétricas,
dimensionadas en el ámbito de las clases y de las relaciones interpersonales» 5 . En estos casos,
quienes están en una situación de subordinación pierden autonomía, las diferencias se convierten en
desigualdades jerárquicas y son aprendidas como naturales.
La violencia contra las mujeres, violencia sexista, va mucho más allá de los golpes y aún de otras
prácticas que tradicionalmente han conformado el espectro de la violencia. Procesos de desigualdad,
discriminación, explotación, exclusión, descalificación y desvalorizaciones diversas, se encuentran
«invisibilizados» y «naturalizados», es decir, son atribuidos a la naturaleza y no a adquisiciones
culturales.
Así, a través de un complejo proceso socio-histórico, lo cultural es considerado natural y de ese
modo se torna invisible. Siguiendo el concepto de Ana María Fernández: «Lo invisible no es lo oculto,
sino lo denegado, lo interdicto de ser visto». 6 De este modo, la producción social de diversas formas
de subordinación femenina invisibiliza los violentamientos, creando el consenso por el cual se
atribuye a la naturaleza lo producido por la cultura. A su vez, también quedan ocultos los mecanismos
e intereses que posibilitan esta situación.
La división sexual del trabajo, el acoso sexual, la sobrecarga de trabajo que se traduce en una doble
o triple jornada, la segregación laboral, la discriminación en los ámbitos educativos, los mensajes
sexistas que transmiten los medios de comunicación, la violencia en las instituciones jurídicas y en
el sistema de salud, son algunas formas en que se manifiesta la opresión contra la mujer. Las
prácticas y patrones de comportamiento, así como las funciones estereotipadas basadas en la idea
de inferioridad y superioridad de uno de los sexos han sido señaladas como otras formas de discriminación y violencia de género.
La violencia simbólica se ejerce cotidianamente sobre las mujeres desde los lugares de poder, de
autoridad (profesor/a-alumno/a, médico/a-paciente, terapeuta-paciente, abogado/a-cliente). Cuando
este tipo de violencia se ejerce sobre una persona «(...) no es posible cuestionar ni la autoridad ni los
contenidos que esa autoridad transmite, o sea que ambos, autoridad y mensaje, resultan
incuestionables». 7
El análisis de la vida cotidiana de las mujeres arroja luz acerca de los sentimientos que van surgiendo
en ellas como respuesta a las violencias cotidianas e invisibles. Manifiestan como modo de expresión del malestar un particular uso del silencio, que «aparentemente» legitima esa autoridad pero
expresa un modo de resistencia a la situación. Otra forma de resistencia está representada por
diversas tácticas de descalificación de la autoridad. Una tercera forma es la queja, que implica una
contraviolencia que ejercen las mujeres ante la dificultad de encontrar modos alternativos que permitan modificar sus condiciones de vida.
La violencia invisible, presente en la vida cotidiana, se observa en la sobrecarga de tareas, en la falta
de un espacio propio (no disponer de tiempo para sí, falta de privacidad, renuncia a proyectos propios,
invasiones), en las diferencias de jerarquía y poder (conductas que la hacen sentir inexistente, poco
importante, inútil, que no se tengan en cuenta sus sentimientos). El escenario matrimonial o familiar
se constituye como el espacio privilegiado para estas formas de producción y reproducción de la
desigualdad de género.
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Los quehaceres domésticos y la labor de maternaje implican un trabajo no visualizado como tal.
Junto con la sexuación del dinero y la dependencia económica son algunas formas de violencia
invisible contra las mujeres. La naturalización de los roles asignados a las mujeres (ama de casa,
madre, educadora, mediadora, socializadora) invisibiliza el contenido de violencia simbólica que
implica su estereotipia. A su vez, dicha violencia no es fácilmente identificable pues está legitimada
desde el poder (científico, político, religioso).
El trabajo doméstico, «trabajo invisible», no reconocido, no remunerado, sin prestigio social, no se
contabiliza en la economía. La dedicación exclusiva o parcial impide o dificulta la participación
autónoma de las mujeres en los espacios públicos. En los casos en que, a pesar de los obstáculos,
logran acceder a tareas remuneradas, se enfrentan a la doble jornada laboral. La imposibilidad de
desligarse de lo doméstico (ya sea que lo realice o que lo supervise), tiene como consecuencia una
desigual posición para competir laboralmente, lo que implica menores salarios, puestos menos
calificados o dificultad de ascensos.
La maternidad, dice Mabel Burína , es el otro trabajo invisible. La labor de maternaje, explica esta
autora, consiste en una serie de prestaciones yoicas que realiza el Yo materno para lograr que el
infante humano devenga en sujeto psíquico: le organiza un ritmo, le transmite tolerancia a la espera,
se mimetiza con las necesidades del bebé aún renunciando a las propias. Asimismo, esta función
transmite valores sociales y es productora de fuerza de trabajo. La sociedad requiere de la producción de bienes y de fuerza de trabajo para la crianza de los/as hijos/as, pero ha desjerarquizado la
maternidad como trabajo social aunque, por otro lado, la ha glorificado como hecho de la naturaleza.
La sexuación del dinero, tema ampliamente analizado por Clara Corla', consiste en considerar el
dinero como asociado a lo masculino e incompatible con lo femenino. Este prejuicio está sustentado
en la ideología patriarcal: los varones son quienes deben mantener económicamente a su mujer y
administrar sus bienes. Su identidad sexual estará condicionada a este logro. Pero, a cambio, usufructúan los beneficios de disponer del dinero, lo cual ubica a las mujeres en situación de dependencia e imposibilidad de desarrollo productivo.
Por otra parte, la dependencia económica de las mujeres es producto de la discriminación laboral. La
violencia de la dependencia económica se observa también de manera más encubierta en la actitud
paternal del varón que obliga a la mujer a pedir, colocándola en situación de inferioridad cuando es el
marido quien le controla los gastos, cuando considera que ella no trabaja -negando el equivalente
económico que tienen los servicios domésticos y los maternales-. También se observa la presencia
de la violencia en la convicción de muchas mujeres acerca de que no les pertenece el dinero. Como
consecuencia, se ven imposibilitadas de desarrollar proyectos personales, adquirir habilidades y
experiencias enriquecedoras.
La invisibilización de la subordinación de género, además, tiene consecuencias directas sobre la
salud física y psíquica de las mujeres. Con respecto a esta cuestión, Ana María Daskal afirma:
«Mirando específicamente a las mujeres, la vida cotidiana abarca insignificancias tales como el
trabajo doméstico, la doble o triple jornada laboral, la maternidad (con sus supuestos, presiones y
condicionamientos), el espacio de la sexualidad y el placer (..) en torno a estas cuestiones podemos
encontrar ciertas llaves que nos permitan explicar ¿qué es lo que enferma a las mujeres?»"
Las mujeres embarazadas también suelen ser víctimas de la violencia solapada. Si bien es el
momento de mayor idealización de la mujer, es frecuente que sea maltratada, tanto en situaciones
domésticas como extradomésticas. Ejemplos de maltrato durante el embarazo son: no respetar su
necesidad de descanso, exigirle tareas no compatibles con su estado, no reservarles el asiento en los
transportes públicos o no evitarles esperas prolongadas de pie en los bancos, supermercados, etc.
Otra forma naturalizada del maltrato es la censura si no responden con sometimiento al poder médico
o si «se portan mal» en el parto.
Un capítulo aparte merece la violencia emocional dentro del vínculo conyugal. En las relaciones
basadas en el ejercicio del poder y el control del varón hacia su mujer, muchas veces ella no
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Capítuld3
IOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
interpreta en su verdadera dimensión, minimiza el abuso emocional y económico, la intimidación y
el aislamiento. Ambos niegan la situación y, a veces, quienes rodean a la pareja (familiares, amigos,
vecinos, profesionales) también colaboran en la invisibilización del problema.
MITOS EN TORNO A LA VIOLENCIA Y CONTEXTO SOCIOCULTURAL
Los mitos instituidos en una sociedad son cristalizaciones de significación que operan como organizadores de sentidos en el actuar, pensar y sentir de los varones y mujeres que la conforman. Los
mitos son construcciones sociales que prescriben patrones de conducta, conforman valores y ofician
de soporte de lo instituido, favoreciendo la repetición.
A lo largo del tiempo se fueron construyendo numerosos mitos que intentan ocultar, explicar, justificar
o legitimar la violencia contra la mujer en la familia. Recrean antiguos mitos que se han ido modificando a partir de la información que maneja el conjunto de la sociedad.
Desde nuestra perspectiva, el mito -junto con el discurso del orden y la violencia- es uno de los
soportes del dispositivo del poder imperante. Muchas de las mujeres que viven situaciones de
violencia, intentan explicarla acudiendo a alguno de estos mitos, socialmente difundidos y legitimados por distintos discursos. Por eso es necesario develar su significado para comenzar con la
producción de un nuevo orden.
En función de «clarificar» los mitos que «justifican» la violencia doméstica procederemos a enumerar algunos de los más habituales para, después, demostrar cómo desprecian datos precisos que los
hacen aparecer como falsos, o distorsiones, o de irrelevante significación.
A la mujer víctima de violencia «le gusta» ser victimizada, por eso se queda en ese vínculo o
establece otros iguales o similares./ La mujer víctima de violencia «tiene un fondo masoquista».
Las mujeres que están en un vínculo violento muchas veces no reconocen la problemática en la que
se encuentran. En numerosos casos consideran que esta situación es «natural», «normal», ya que
desconocen la existencia de otras formas vinculares diferentes. En general vivieron en familias
donde fueron testigos y/o víctimas de violencia, por lo cual aprehendieron un rol femenino pasivo y de
suma tolerancia. Esto posibilita el desarrollo de características muy sumisas y con gran dificultad
para reconocer los propios deseos, lo que no les permite finalizar con este tipo de vínculo, en caso de
que se den cuenta de la situación que están sosteniendo.
La segunda expresión de este mito está íntimamente relacionado con la primera. Sin embargo,
podemos afirmar que no existe ningún indicio que evidencie signos masoquistas en las psiquis de
estas mujeres. En caso de que así fuera, las mujeres que tienen «este fondo» no se atemorizan ni
piensan en salir de ese vínculo, sino, por el contrario, expresan sus deseos masoquistas y disfrutan,
en forma poco sana, del mismo.
Debemos aclarar que ninguna de las mujeres que acude a nuestro servicio pidiendo atención «goza»
de la situación por la que están atravesando. En muchos casos, aún cuando registran la situación de
maltrato tienen miedo a las represalias si abandonan el vínculo —miedo que no siempre resulta
infundado considerando la magnitud de situaciones en las que la ex-pareja agresora continúa y aún
agrava los episodios de violencia-. En otros casos, no cuenta con recursos económicos suficientes
para desarrollar un proyecto autónomo, ni una red familiar que oficie de sostén.
A todo esto, no debemos olvidar que estas mujeres han recibido innumerables mensajes sociales —
desde diversas instituciones así como a menudo de sus propias familias de origen- que hacen
énfasis en la necesidad de «preservar la familia», en el valor de la «unión familiar», en la noción de
«preservar el vínculo a cualquier costo». Basta recordar que el derecho al divorcio no fue reconocido
hasta mediados de los años 80 y aún ahora no es posible acceder al divorcio por voluntad unilateral
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sin invocar alguna de las causales establecidas. Por otra parte, muchas de las mujeres que acudieron buscando ayuda a diversas instituciones —policía, justicia, sistema de salud- sufrieron humillaciones, falta de credibilidad en sus testimonios, falta de reconocimiento de la gravedad del problema,
entre otras formas de victimización secundaria, lo que ha dificultado aún más la posibilidad de
romper el vínculo con el agresor.
▪ Muchas mujeres priorizan el bienestar del que gozan en términos económicos a su bienestar
físico y/o emocional y se «quedan» en el vínculo por comodidad.
El miedo, el aislamiento social y las propias estrategias de tolerancia que las mujeres arman para
ocultar su situación conforman el mayor obstáculo para lograr un cambio en beneficio de su salud
física y psíquica. La mayoría de las mujeres que trabajaban cuando se vincularon con esos hombres
dejaron de hacerlo por exigencias de sus parejas. Este apartamiento de los ámbitos laborales hace
muy difícil su reinserción.
La «comodidad» argumentada en el mito forma parte del no reconocimiento del trabajo invisible o
doméstico. Las mujeres quizá no trabajen fuera del hogar, pero sí lo hacen organizando cotidianamente la vida familiar. Esta tarea indispensable las coloca como sujetos de derecho del bienestar económico, lo que sin embargo no es reconocido ni social ni económicamente.
■ Las mujeres son «naturalmente inferiores» a los hombres y por eso deben tolerar sin cuestionamientos la violencia que ellos descargan sobre ellas.
Este mito formó parte, durante siglos, de las justificaciones para mantener el orden patriarcal imperante, desvalorizando los roles femeninos y ubicando a las mujeres como «merecedoras» o simples
receptoras de la violencia y la discriminación. Hoy día, y luego de importantes investigaciones,
resulta obvio que no existe ningún fundamento científico que pueda comprobar la inferioridad de la
mujer en comparación con el hombre. Sin embargo este tipo de explicaciones fueron, y en muchos
casos continúan siendo, base de las atrocidades cometidas contra los derechos de las mujeres,
actualmente a través de la formación solapada de estereotipos y prácticas sociales.
■ Los casos de violencia doméstica son aislados.
La violencia doméstica afecta a mujeres de diversas edades, sin distinción cultural ni racial alguna.
Las estadísticas corroboran la incidencia de este problema en las familias de todo el mundo, incluyendo los países más avanzados científica, tecnológica e industrialmente.
En Canadá, durante 1984, entre cuarenta mil y cincuenta mil mujeres denunciaron algún tipo de abuso
físico o mental. Sobre una muestra de doce mil trescientas mujeres mayores de 18 años, el veintinueve por ciento refirió episodios de violencia. El 65 por ciento de las víctimas fue agredida más de una
vez, el treinta y dos por ciento, más de once veces. El cuarenta y cinco por ciento de las agresiones
culminaron en heridas. Una de cada cuatro mujeres ha pasado por experiencias de violencia ejercida
por su pareja actual o anterior. Una de cada dos mujeres separadas refiere violencia en su relación
anterior.
En Inglaterra: cada año, son golpeadas entre veinte mil y cincuenta mil mujeres. Una de cada cuatro
mujeres refiere experiencias de violencia doméstica y una cada diez señala que fue víctima de
agresiones en el último año. Una de cada diez mujeres refiere haber sufrido algún tipo de violencia
física en una relación de pareja; las más expuestas resultaron ser mujeres separadas o divorciadas.
Una de cada ocho mujeres refiere haber sido violada por su pareja.
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IOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
Con respecto a la Argentina, podemos decir que:
▪ De acuerdo con los datos del Centro de Informática Judicial de la Cámara Civil correspondientes a las denuncias por violencia familiar (Ley 24.417), en 1995 hubo mil nueve denuncias, en
1996 el número ascendió a mil seiscientos una, en 1997 llegó a mil ochocientos veinte, en
1998 y 1999 superaron las dos mil ciento sesenta denuncias y hasta noviembre de 2000 se
registraron mil novecientas sesenta y ocho denuncias. En todos los casos la categoría de
víctimas más representativa es la de mujeres (mil seiscientos cincuenta y una en 1998, mil
seiscientos noventa y seis en 1999 y mil seiscientos diecinueve en 2000)
▪ Aproximadamente cinco mil personas, en su mayoría víctimas de violencia conyugal y abuso
sexual son atendidas cada año en el Centro de Asistencia a las Víctimas del Delito de la
provincia de Córdoba.
▪ En 1996 y 1997 hubo un promedio anual de veinticinco mil llamadas en la línea telefónica de
crisis (Violencia de la DGM de la Ciudad de Buenos Aires).
▪ En 1998 se atendieron mil setecientas personas en el Servicio de Violencia Familiar del
Hospital de Emergencias Psiquiátricas Dr. Torcuato de Alvear, de las cuales mil doscientas
(el 70 por ciento) corresponden a violencia marital.
De acuerdo con el Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias, Sra. Radhika
Coomaraswamy" «la documentación deja pocas dudas respecto de las dimensiones y la gravedad del problema:
a)Más del 81% de las agresiones comunicadas en 1985 en Sáo Paulo (Brasil) habían sido cometidas por el marido, el compañero o el ex marido
o ex compañero /Catherine Tinker y Silvia Pimentel, «Violence in the family: human rights, criminal law and the new constitution», inédito, 1995.
b) Hay indicios de que en China el rápido aumento de los casos de divorcio se debe a la violencia doméstica. Una encuesta por muestreo de los
casos de divorcio demostró que en el 25% de los casos había habido agresión /Amnistía Internacional, op. cit.
c) En Francia las mujeres constituyen el 95% de las víctimas de los casos de violencia comunicados. El 51% de esas víctimas femeninas habían
sido agredidas por el marido IRoxanne Carillo, Battered Dreams: Violence against Women as an Obstacle to Development, Nueva York, UNIFEM,
1992..
d) En 1990 un muestreo aleatorio de mujeres realizado en Guatemala demostró que el 49% habían sido maltratadas física, psicológica o
sexualmente por su pareja masculina /Lori Heise, Violence Against Women: the Hidden Health Burden, documento de trabajo N° 255 del Banco
Mundial, Washington, 1994, pág. 7.
e)Una encuesta sobre la violencia contra la mujer en la India reveló que en casi el 94% de los casos la víctima y el agresor eran parientes y que
en el 90% de esos casos la mujer era víctima del marido. Además, nueve de cada diez asesinatos de mujeres eran casos de asesinato de la
esposa por el marido/Action Aid India, Violent Homes: A Study of Shakti
Experience with Women Victims of Domestic Violence, Nueva
Delhi, mayo de 1994, pág. 6.
f) Se estima que el 10% de las mujeres israelíes casadas son objeto de agresión /Beverly Horsburgh, Jewish Law and Jewish Battered Women,
National Coalition against Domestic Violence, Washington, 1994.
g) En una encuesta en la que participaron 796 japonesas, el 77% informó de que habían sufrido algún tipo de agresión doméstica. De ese
porcentaje, el 58,7% afirmó que había sido objeto de agresiones físicas, el 65,7% que había sufrido agresiones psicológicas y el 59,4%
agresiones sexuales. Además, cada año más de 11.000 mujeres piden el divorcio en el Japón alegando actos de violencia doméstica /Domestic
Violence Action and Research Group, A Study of Husbands' (Boyfriends) Violence in Japan, Tokio, 1994, pág. 1.
h) En una encuesta sobre mujeres del distrito de Kisii (Kenya) el 42% de las encuestadas informó de que el marido les pegaba regularmente /
Véase Heise, op. cit., pág. 7.
i) En Nueva Zelanda el 22,4% de las mujeres que participaron en una encuesta por muestreo aleatorio habían sido agredidas físicamente alguna
vez después de los 16 años y en el 76% de los casos el agresor era una pareja masculina. Además, el 20,7% de las mujeres maltratadas por
personas cercanas de sexo masculino informó que los malos tratos físicos incluían abusos sexuales /Ibld., pág. 8.
j) En Nicaragua el 44% de los hombres interrogados admitieron que pegaban a sus mujeres /Carillo, op. cit., pág. 6.
k) Una encuesta realizada por un periódico pakistaní indicó que el 99% de las mujeres encuestadas que trabajaban en su casa y el 77% de las
que trabajaban fuera del hogar eran agredidas por el marido /Ibicl.
I) Las estadísticas compiladas por el hospital forense de Bucarest (Rumania), indican que el 28% de las mujeres que concurren al hospital para
ser atendidas han sido golpeadas por una pareja masculina de su círculo íntimo. Sin embargo, un médico del hospital advirtió que las estadísticas
no eran representativas, porque las víctimas solían pedir atención médica únicamente después de sufrir varias agresiones. Además, los jueces
estiman que el 60% de los casos de divorcio que se producen en Bucarest incluyen denuncias de agresión física /Minnesota Advocates for
Human Rights, Lifting the Last Curtain: A Report on Domestic Violence in Romania, Minneapolis, 1995, pág. 6.
m) En la República Unida de Tanzanía el 60% de las mujeres encuestadas en un estudio sobre la violencia doméstica realizado en tres distritos
informaron de que habían sido agredidas físicamente por un miembro de su hogar /Heise, op. cit., pág. 7.
n) En los Estados Unidos de América se estima que cada año unos dos millones de mujeres son agredidas por su pareja masculina y que
aproximadamente la mitad de ellas solicita atención médica fingrassia, op. cit. y Zorza, op. cit.
o) En 1992 un estudio sobre la mujer zambiana reveló, entre otras cosas, que el 17% creía que la violencia, ya fuera física o psicológica, era
normal en el matrimonio /Véase Heise, op. cit., pág. 9.
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▪ Alrededor de cinco mil fueron las prestaciones brindadas en un año por la Asociación Argentina de Prevención de la Violencia Familiar (ONG, Bs. As.), (tres mil seiscientas asistencia
grupa) y mil doscientas asistencia individual, alrededor de cien patrocinios: todos casos de
violencia familiar, incluido abuso sexual infantil).
Todos los datos enunciados anteriormente sirven para dar cuenta de la extensión que alcanza la
violencia doméstica y las diversas formas en que puede manifestarse. En todos los casos es claro
que son hechos íntimamente relacionados con la distinción de género en perjuicio de las mujeres.
E Los casos de violencia doméstica ocurren en familias marginales, estratos sociales inferiores que no poseen educación.
La violencia doméstica es una problemática que atraviesa todos los estratos sociales sin distinción.
Desde nuestra propia experiencia podemos decir que de un ochenta y cinco a un noventa por ciento
de mujeres atendidas por violencia en el ámbito familiar poseían sus NB (Necesidades Básicas)
satisfechas.
Con respecto al nivel educativo podemos decir que, habiendo realizado un pequeño relevamiento de
datos, provenientes de cien fichas de admisión de la institución, seleccionadas al azar, obtuvimos:
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Esta información puede dar cuenta de la instrucción general de las mujeres afectadas y concluir en
que no existe relación entre el nivel de instrucción de las mujeres y que sean violentadas.
▪ Hay amores que matan
Este enunciado suele ser utilizado por las mujeres que participan de una relación violenta. La expresión, como forma de justificación de los actos agresivos de los que son víctimas, alude a la resignación, por un lado, y a la omnipotencia, por otro. La resignación se expresa en la minimización y el no
reconocimiento de los hechos de violencia, quedando imperturbables y tolerantes hacia éstos. Sin
embargo, la tolerancia se ve acompañada de una gran cuota de omnipotencia de parte de las mujeres, quienes esperan que su «comportamiento» sumiso, enmascarado tras la palabra amor, produzca un cambio en sus parejas. Como conclusión, sostenemos que este mito es una de las trampas
más difíciles de sortear, de la que las mujeres son reproductoras y víctimas al mismo tiempo.
▪ La violencia es producto del alcohol y/o las drogas.
No existe estadística precisa acerca del consumo de drogas y/o alcohol en los hombres golpeadores.
Sin embargo, la mayoría de las agresiones ocurren cuando están sobrios. Ni el alcohol ni la droga son
causa de la violencia que utilizan hacia las mujeres. Muchos consumidores no son violentos. Sin
embargo, ambos, alcohol y droga, pueden funcionar como factores agravantes de la violencia. Así, si
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Caph
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
un hombre es violento, la utilización de estupefacientes o bebidas alcohólicas puede incidir gravemente en sus actos, produciendo mayores daños y poniendo en mayor riesgo la vida de la mujer.
Los hombres violentos padecen algún tipo de enfermedad mental.
Si este enunciado fuera real, los hombres golpeadores se vincularían de ese modo en todos los
ámbitos sociales: lugares de trabajo, recreación, estudio, etc. Sin embargo, muchos de ellos sólo se
expresan violentamente en el ámbito doméstico.
Si el maltratador fuera un enfermo mental estaría respondiendo a algún tipo de patología psiquiátrica
que podría diagnosticarse y medicarse para procurar su cura. Esta hipótesis fue desechada a partir
de la experiencia. Aproximadamente un noventa y ocho por ciento de los hombres golpeadores que
asistieron a una consulta psiquiátrica obtuvieron diagnósticos positivos respecto de su salud mental.
No se encontró ninguna correlación con eventuales patologías.
La violencia doméstica es producto de la pobreza, el subdesarrollo o el desempleo.
Este mito es uno de los más desarrollados hoy en nuestro país. Si bien es verdad que existe una
violencia intrínseca al sistema económico imperante, continúan siendo las mujeres quienes sufren
las peores consecuencias.
En el presente -con un índice de desempleo que ronda el 14,5, según cifras oficiales-, las mujeres
ocupan los empleos de menor remuneración y sin acceso a la seguridad social. Así también, la tasa
de subempleo las tiene como principales protagonistas, sin contabilizar el «trabajo invisible» que
realizan a diario en sus hogares.
Ante este panorama, tanto mujeres como hombres parecen desconcertados. Los hombres desempleados permanecen en su hogar, muchas veces con grandes depresiones por no cumplir las expectativas sociales de «padre proveedor» y sin saber cuál es su lugar en el ámbito doméstico. Las
mujeres, en cambio, se encuentran agobiadas por actividades y obligaciones y no logran desprenderse del manto de «mujer maravilla todopoderosa».
Esta situación está trayendo, además de un malestar casi permanente, algunos cuestionamientos
acerca de las naturalizaciones o cristalizaciones de sentido respecto de ambos géneros. Mientras
tanto funciona, además, como factor de riesgo de la violencia doméstica. La incertidumbre ante la
crisis que se está atravesando, la desesperanza, son potenciadoras de la violencia. No debemos
olvidar, sin embargo, que continúan siendo las mujeres las que la padecen. Esto nos lleva a confirmar
que el desempleo o la pobreza no hace más que sumarse a la violencia provocada por la discriminación al género femenino. Por otra parte, el hecho de que la violencia en el ámbito familiar afecte a
mujeres de todos los niveles económicos muestra la falsedad de este mito.
MODALIDAD DEL VINCULO Y POSICIONAMIENTO DEL PODER
Quienes trabajamos en la temática de violencia doméstica estamos ineludiblemente arrojadas a la
búsqueda de nuevas líneas de pensamiento acerca del ejercicio del poder. La violencia física, emocional, económica y sexual sobrepasa -por su eficacia de dominación- la tradicional visión de su uso
como garantía del poder.
Estamos en presencia de mujeres económicamente solventes, sexualmente potentes, con diferentes
maneras de hacer frente al maltrato físico, emocionalmente dependientes pero en un plano donde la
correlación de fuerzas que las desfavorece parece invisibilizado ya que cotidianamente circulan en
una red vincular propia. Sin embargo, permanecen entrampadas y aisladas en el sufrimiento de estar
sometidas al vínculo con un hombre violento.
Si ponemos foco, vemos en un primer plano la dominación. Para dominar hay que reprimir. Pero hoy
no estamos frente a mujeres que permanecen encarceladas en sus casas bajo la posesión del amo.
Sin embargo, el control por parte del varón violento que opera en sus movimientos por los diferentes
espacios públicos mantiene la eficacia de las rejas: ¿invisibles o invisibilizadas?
Una mujer nos decía, con su cuerpo asombrado, moviéndose en la silla mientras con sus propios
brazos iba mostrándome cómo clavaba múltiples estacas a su alrededor: «Siento que ando entre
rejas». Es más, sorprendió la insistencia desesperada con que mostraba los hierros para que los
pudieramos ver.
¿De qué dominación se trata? En los vínculos circulan infinidad de producciones de sometimiento
que van encajándose y desencajándose, creando una configuración propia y con una movilidad
singular. Es así que, en la circulación, el poder reprime para someter, pero no como un gran monstruo
identificable sino en los propios cuerpos: hombre-mujer; adulto-niño.
Cuerpo como efecto del poder. Cuerpos que circulan haciendo efectivo el ejercicio del poder bajo la
dominación, que hoy no tiene una estrategia planificada y única sino que está presente en las
micropartículas de la producción de subjetividad en los vínculos. Es entre esta mujer y este hombre
que en acción conforman una modalidad singular del sometimiento. En la descripción de este movimiento podemos ir viendo en el despliegue lo que quedó invisibilizado en lo obvio.
Podemos ver esas rejas que muchas veces no son reales pero que en la inscripción del cuerpo de
nuestra mujer son tan efectivas como las reales. Podemos pensar cómo es efectivo el poder de las
palabras acuñadas en un sentido impreso por la intención liberal del sistema como la «libertad»
aparente de nuestra mujer que cotidianamente va al lugar de trabajo, crea en su espacio de arte,
responde a las necesidades económicas de su familia pero sufriendo por el control que ejercen sobre
ella aunque ande sola. Parece que ya no hace falta el carcelero que abre y cierra la puerta, porque no
la hay. Lo que hay es una especie de reaseguro de la dominación de la voluntad de la víctima al mejor
estilo del torturador.
En la genealogía de nuestro cuerpo social podemos encontrar aquellas grietas que dieron lugar al
repliegue. Quizás en esa búsqueda se nos abra un horizonte más esperanzador para generar estrategias que posibiliten la invención de ingredientes auténticos -que respeten los sentimientos y no los
opriman-, para comenzar a revertir esta producción de subjetividad que responde al dominio.
Todavía nos sorprende el nivel de sofisticación de las escenas de maltrato, la impunidad con la que
el hombre violento dice que pega de una determinada manera para que no queden marcas y así no
sea posible efectivizar la denuncia penal, la perversión con que se ejecuta la violencia sexual, la
cantidad creciente de abusos sexuales a menores. No creemos que antes hubiera menos abusos a
menores, pensamos que antes se denunciaban menos. Pero es escalofriante la naturalidad con que
el acusado suele decir en los Tribunales que estas denuncias de las madres son sólo estrategias de
controversia en el ámbito judicial. Lo que hace más incomprensible la situación de sofisticación en
el maltrato es que logra que las mujeres se confundan y que el efecto traumático las paralice bajo el
pánico. Podríamos pensar que la amenaza a la vida de las mujeres está circulando permanentemente
en pequeñas partículas que van carcomiendo la potencialidad de vida más que en un arma de fuego.
Tenemos ya registro de la aparición y/o recrudecimiento del maltrato físico, emocional y sexual en
los embarazos en una gran cantidad de mujeres. Nos preguntamos: ¿la crueldad de estas situaciones
no está habilitada por el ejercicio sistemático que padecieron miles de embarazadas en los campos
de concentración de nuestro país hace dos décadas? Pero, lo más alarmante: ¿no es sobre ese
pliegue del dolor de la atrocidad que en los cuerpos no se puede abrir la memoria inscripta de tales
escenas, que sólo pueden facilitarse por la habilitación de una memoria colectiva?
Una mujer nos decía en el grupo: «No quiero recordar ninguna escena de maltrato porque no puedo».
Sus lágrimas brotando a mansalva hacían innecesarias más palabras para que entendiéramos lo que
decía: «es intolerable el dolor». Hay un detalle: no le pedíamos que relatara una escena sino que la
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V IOLENCI A
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EN EL AMBITO FAMILIAR
dramatizara, ya que antes había relatado unas cuantas. ¿Cuál es el mecanismo de defensa que opera
para sobrevivir y anestesia a esta mujer de 43 años? ¿Qué atravesamiento entre su historia singular
y la historia social la disocia para que pueda continuar sosteniendo no la felicidad de la desmemoria
sobre la que escribe Galeano" sino la única estrategia posible para levantarse todos los días y andar
las horas?
Los movimientos que puede hacer una mujer en situación de violencia doméstica no dependen de
una «libertad» de la que carece, sino de una rebeldía posible, que la anime a empezar a actuar para
situarse en una visión distinta de ella misma, que ya no dependa de la mirada del otro.
Es erróneo pensar que puede operar la libertad real mientras la mujer no logre transgredir el hecho
cultural del rol asignado como reproductora de los valores impuestos que se efectiviza en el vínculo
de pareja.
El miedo está en la pequeña fibra que se pueda hacer vibrar por la rebeldía. Las mujeres que sufren
violencia económica a partir del control de su pareja no se animan a subvertir este orden impuesto
porque dicen textualmente «siento que soy ladrona» en vez de decir «estoy tomando lo que es mío».
En los casos en los que el sometimiento económico se ejerce por el saqueo a los ingresos de la
propia mujer, cuando la pareja le da dinero o gasta con ella dicen textualmente: «Cuando tiene no se
fija en gastarlo, no es egoísta» en vez de «está gastando mi dinero, el que yo produzco con mi trabajo».
Lo que está penado es la rebeldía al orden establecido aún y sobre todo en las pequeñas cosas que
son las que garantizan la continuación del dominio.
ESTEREOTIPOS DE FEMINEIDAD Y MASCULINIDAD.
CARACTERISTICAS DE LOS ACTORES INVOLUCRADOS
Los estereotipos de género masculino y femenino son construcciones formadas y sedimentadas en
el transcurso de los procesos históricos, sociales y culturales. Estas construcciones se refieren a un
conjunto de ideas acerca de lo que se considera propio -natural- del género femenino y lo que se
considera propio -natural- del género masculino.
Cada sujeto, según el sexo con el que nazca, deberá responder a ciertas características y cumplir los
roles que le han sido adjudicados a cada género por estos estereotipos sociales, que son presentados
como naturales, inmutables, ahistóricos, de modo tal que es muy difícil registrar que fueron impuestos a lo largo de siglos. Lo que oculta esta invisibilización es su carácter de construcción social. Esta
noción de construcción histórica permite entender que los estereotipos no son esenciales y que, por
lo tanto, pueden ser modificados.
Los estereotipos genéricos -masculino y femenino- guardan entre sí una relación jerárquica, determinada por la valoración social de la que cada uno es objeto, por la asignación de roles que le confieren
un status diferente.
En la cultura patriarcal, a las mujeres se les asignan los roles de ama de casa, madre, socializadora,
reproductora de lo cotidiano: en síntesis, el mundo de lo privado. Además, los roles deben desempeñarse ajustándose a ciertas características como la fragilidad, el temor, la ternura, la sensibilidad, la
pasividad, la dependencia.
El estereotipo del género masculino, en cambio, se relaciona con la fuerza, la racionalidad, la potencia, la independencia, el coraje. Los roles que se le asignan son: construir, producir, proveer, solventar económicamente, dominar, llevar adelante grandes emprendimientos, dar rienda suelta a la
agresividad: el mundo de lo público.
85
Desde la Antigüedad, los padres de la filosofía occidental han planteado la idea de la inferioridad de
la mujer para describir la diferencia entre los sexos. Para Platón, el Demiurgo había creado humanos
varones, pero como algunos de ellos fueron cobardes reencarnaron en mujeres. Afirmaba que de las
tres almas características de los humanos, la racional, la irascible y la concupiscible, esta última era
la que preponderaba en las mujeres y era responsable de los bajos apetitos.
Para Aristóteles, la inferioridad de las mujeres era un hecho natural, que derivaba de que su alma
estaba dominada por el aspecto emotivo, en lugar del racional, dominante en el varón. Una mujer
virtuosa era una mujer sujeta a su padre primero y a su marido después. En la Edad Media se
conserva el criterio aristotélico y se considera a la mujer sólo como receptora de la fecundidad,
depositaria también de la figura del amor terreno a conquistar por los caballeros. [Mujer = vaso
receptor de la fecundidad]. En el Renacimiento toma fuerza la imagen que el cristianismo sostenía a
través del mito bíblico de Eva: la mujer como inferior en tanto fragmento del cuerpo del hombre y
maldita en tanto culpable del pecado original; sentando las bases para el creciente culto a la Virgen
María.
A través de la medicalización del cuerpo de las mujeres, el siglo XIX reconoce su papel en la
reproducción [mujer = útero] y hará de la histeria la enfermedad femenina por excelencia, conservando las ideas de la debilidad femenina según la teoría de los temperamentos y los misterios de la
matriz.
En los diferentes discursos-religioso, médico o filosófico- persiste la idea de la naturaleza masculina
como superior [Mujer= hombre inacabado] 15 . En la actualidad subsisten -más o menos disfrazadoslos mismos preconceptos que califican lo femenino como imperfecto e incompleto, más allá de que
en este siglo el feminismo y los estudios académicos de género impugnaron de modo radical estos
saberes.
Aprendizaje de los roles genéricos
Desde la infancia, los sujetos incorporan conductas en un proceso de aprendizaje e identificación en
el que las figuras a imitar —la madre y el padre- son objetos idealizados que tienen el control de todo
lo que el/la niño/a llegará a recibir.
Estas identificaciones se producen en el marco de un sistema patriarcal y, en la medida en que no
sean cuestionadas, garantizarán la reproducción del sistema, su distribución del poder y su escala de
valores.
La familia, estructurada por patrones de relación jerárquicos, constituye el primer espacio donde se
expresIn las relaciones no equitativas de poder y la contradicción dominador—subordinado.
El control y el sometimiento son elementos básicos para sostener y reproducir el ejercicio del poder
sobre los otros. La sanción moral, la indiferencia, el castigo, la manipulación afectiva y la violencia
son el bagaje instrumental. El polo subordinado puede ser sumiso, indiferente, temeroso, resistente
o reactivo. Estas formas de relación son permanentes en la cotidianeidad de la familia. Son aprendizajes de roles que contribuyen a la construcción de la identidad de género.
A medida que el sujeto crece va perfeccionando cada vez más la identificación y así desempeña los
roles aprendidos entendiéndolos como absolutamente «naturales». Ya en la infancia había aprendido
que transgredir implicaba un riesgo: la sociedad —a través de la familia— segrega y castiga a quienes
no se avienen a las pautas establecidas.
En el proceso de asunción de los roles genéricos, las personas no registran su carácter de construcción cultural. De una manera «natural» aprenden a someter o a ser sometidos, a administrar o a ser
testigos de lo que el otro administra, a ser sujetos u objetos de decisión. La naturalización no excluye
la coerción.
66 Violencia contra las mujeres y políticas públicas
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
Las mujeres tienen asignado un rol que compromete las opciones individuales y la autonomía
personal. El sistema de coerción propicia la naturalización de los roles antes mencionada, es decir,
los roles son asumidos en el desconocimiento y la invisibilización de su carácter de construcción
cultural.
Algunas consideraciones sobre mujeres que sufren violencia en la familia
Suele imaginarse que las mujeres víctimas de violencia son pequeñas, frágiles, sin empleo, tal vez
provenientes de sectores populares, integrantes de un grupo minoritario. Sin embargo, la experiencia
indica que muchas provienen de hogares con ingresos medios y altos, aunque el control de ese
dinero no es ejercido por ellas, sino por el hombre de la casa, que puede ser el esposo, concubino,
padre, hermano, etc. Muchas son mujeres de una contextura física que bien les permitiría defenderse
de los ataques. No todas tienen hijos.
Algunas no tienen empleo, otras sí. Dentro de las que trabajan fuera del hogar nos encontramos con
un amplio rango que abarca empleadas domésticas, docentes, empleadas de comercio, cuentapropistas, mujeres a cargo de alguna pequeña empresa o emprendimiento económico, enfermeras,
secretarias, profesionales y otras.
Que la violencia sólo afecta a las mujeres de las clases más desposeídas es uno de los tantos mitos
que giran alrededor de la violencia doméstica. Las mujeres víctimas de violencia se encuentran en
cualquier grupo etado, ético, religioso, y tienen diferentes niveles de educación e ingresos. Sin
embargo, en el trabajo con estas mujeres hemos identificado algunas características que la mayoría
de ellas comparte y que enumeramos a continuación.
Subestiman sus potencialidades.
Como producto de su baja autoestima suelen menospreciar su capacidad de pensar, sentir, actuar.
Siempre dudan de poder realizar las más mínimas acciones en forma independiente y creen que es
imposible lograr algo por sí solas, hasta el punto de atribuir sus logros reales a la ayuda de sus
esposos o compañeros varones. Se sienten inseguras como amas de casa, madres y amantes. Aquí
se verifica el efecto de anulación que tienen las constantes críticas a las que son sometidas por sus
parejas. No suelen valorar en absoluto la eficiencia con la que suelen desenvolverse en sus tareas
fuera del hogar. Esto no cuenta para su autovalorización.
1. Se sienten responsables de los conflictos en la pareja.
Se culpabiliza por los golpes y el maltrato que padece. Cree que si fuera mejor esposa, amante,
madre, se ocupara más de las tareas domésticas y evitara irritar al esposo con sus opiniones o
comentarios, contribuiría a que éste pudiera modificar su conducta. Es decir, cree que si ella modificara su conducta, conseguiría que el agresor contuviera su enojo. La mujer que es víctima de
violencia no advierte que nada de lo que haga o deje de hacer va a influir en el desarrollo de la
violencia.
Abandonan sus proyectos personales.
Esta es una de las primeras cosas que la mujer maltratada es capaz de modificar para hacer feliz a
su pareja, y mucho lo lamentará después. No importa si desea comenzar a estudiar o continuar sus
estudios, hacer cursos con alguna salida laboral, o hacer carrera dentro de su propio trabajo. Es capaz
de abandonarlo todo: puestos importantes, becas, abultados ingresos. Se lo pide su pareja, que
necesita tener el control total de la mujer. Para lograrlo promueve que ella reniegue de todo lo que la
mantiene apartada del hogar: trabajo, estudio, amigas, familia. Incluso aquellas mujeres que por
necesidad económica sostienen un empleo o profesión manifiestan sentirse culpables porque eso
les quita tiempo para dedicarle al hogar.
87
El hombre violento siempre estará celoso de las compañeras/os de trabajo o de cualquier otro vínculo
de su mujer con el mundo exterior, especialmente cuando se trate de otros hombres.
▪ Consideran que es su pareja quien debe decidir las cuestiones de dinero.
Tanto las mujeres maltratadas que tienen empleo como las profesionales independientes no administran el dinero que ganan. Lo entregan a sus parejas porque consideran que él es la persona adecuada
para decidir en qué se gasta el ingreso familiar y todas las cuestiones financieras. No consideran que
lo que ganan les pertenezca: es un dinero de la pareja y todo lo que es de la pareja debe ser decidido
en última instancia por el hombre. Lo mismo hacen con los bienes propios adquiridos antes del
matrimonio o heredados. Fiemos asesorado a innumerable cantidad de mujeres en el momento de la
separación que han traspasado sus bienes a nombre de sus concubinos. Es un momento muy penoso
para la mujer, que cedió todo para congraciarse con su pareja y que en el momento de la separación
advierte que se ha quedado sin nada, que perdió casa, auto, empresa, ahorros, empleo.
▪ Viven en estado de estrés y temor constante.
Vivir en situación de amenaza permanente —ya que nunca se sabe qué va a desatar la ira del agresor,
sus golpes, insultos, humillaciones- hace que la vida se torne altamente estresante y que la mujer
padezca alteraciones tanto en lo físico como en lo emocional. Los síntomas más frecuentes son:
cansancio, dolores físicos varios, dolor de cabeza, malestar generalizado, incapacidad de conciliar el
sueño, depresión, ansiedad. A largo plazo se han detectado enfermedades con un importante compromiso orgánico como: asma, cardiopatías, alteraciones del sistema nervioso, alopecías y artritis
reumatoidea. 16
▪ Tratan de mantener «la armonía en el hogar».
Otra de la características de las mujeres maltratadas es que están siempre atentas a que nada de lo
que ocurre en el ambiente familiar haga que el agresor se salga de las casillas. De este modo intentan
evitar los episodios de violencia. Piensan que si logran que todo se mantenga dentro de cierto orden,
evitarán que el marido se enoje. Se hacen responsables de crear un ambiente «seguro» para todos,
bregando por la unión familiar.
▪ Responden a un estereotipo de rol femenino
Si bien este tema es tratado más extensamente en otro apartado, éste es un punto clásico en la
caracterización de la mujer maltratada. Al contrario de lo que muchas veces se supone, no todas las
mujeres que son golpeadas en la vida adulta por sus parejas lo fueron en la niñez por los padres.
Generalmente son mujeres que fueron educadas para ser «correctas» esposas y amas de casa, de
quienes se esperaba que formaran pareja con el hombre indicado para establecer una familia. En esta
expectativa de vida familiar armónica y sin sobresaltos se entiende que la mujer será tratada por su
esposo tal como lo fue por su padre, es decir como una niña dependiente. Por otra parte, se espera
que se comporten siempre «adecuadamente», sean buenas esposas y complazcan en todo al hombre del hogar. Nadie las preparó para que se hicieran cargo de sí mismas y mucho menos para
defenderse.
Hemos tratado de enumerar las características más sobresalientes que comparten las mujeres
víctimas de violencia. No querríamos dejar de mencionar algunas más que propone Lenore Walker
en su libro The Battered Woman. Esta autora afirma que la mujer cree todos los mitos que se tejen en
torno a la violencia, que es, en el fondo, una persona arraigada a la idea tradicional de familia y cree
fuertemente en la importancia de que la familia permanezca unida.
Walker también afirma que la mujer golpeada le muestra al mundo una cara pasiva pero que tiene una
gran fuerza interior para manejar ciertos detalles del entorno, por ejemplo cuando prevé episodios de
mayor violencia y hasta su propia muerte. Por último, agrega que la mujer golpeada cree que nadie
puede ayudarla a resolver su problema, excepto ella misma.
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1/2.
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
Walker recoge estos elementos en la definición del «síndrome de la mujer maltratada», concebido
como un tipo de desorden del orden del «síndrome de estrés postraumático» que podemos observar
en personas que se han visto sometidas a situaciones de miedo, terror e indefensión. Analiza los
efectos acumulativos de la violencia que producen un terror creciente. Esta noción ha sido utilizada,
por ejemplo, en los casos de mujeres que matan a sus parejas, a los fines de dar sostén a la
argumentación de legítima defensa. Si bien este aporte ha sido de gran utilidad, se ha observado que
presenta algunos problemas. Por ejemplo, en su aplicación práctica en los tribunales, pocas mujeres
han entrado en esta categoría. Entre otros cuestionamientos que se le han dirigido está el de que
facilita un deslizamiento a discursos psiquiátricos, así como también que recae en estereotipos
sociales y culturales.
La otra cara del vínculo: el hombre violento
Los hombres golpeadores también componen un conjunto muy variado. Pueden ser obreros, empleados, miembros o ex miembros de las fuerzas de seguridad, profesionales, con ingresos bajos o anos,
de cualquier edad, raza, religión. .
Sin embargo, suelen compartir alguna de estas características:
Siempre niega que tiene un problema.
Se enfurece si su mujer alude a los golpes, no desea hablar de ello. Evade las preguntas y, si
eventualmente reconoce algún episodio de violencia, no dará detalles del incidente.
Esta actitud negadora abarca todas las áreas de su vida y se verifica de diversas formas: puede decir
que no ocurrió jamás algo que él hizo o puede incurrir en racionalizaciones que justifiquen su violencia, con el fin de no asumir la valoración negativa de su conducta. Rechaza las evidencias que lo
incriminan y logra confundir a su interlocutor desviando el tema en una conversación. Si -como
mencionábamos- accede a reconocer algún episodio de violencia, minimiza sus consecuencias y
jura que no volverá a ocurrir.
Agresión descontrolada.
El hombre violento nunca admite que quiso lastimar a su mujer pero sí habla de darle una buena
lección. El episodio agudo puede empezar por un empujón, luego una cachetada, luego dos, diez. A
esto se le suman patadas, más empujones, trompadas. Puede ver a la mujer muy herida y continuar
golpeándola.
Los rasgos de exceso también se aplican a los períodos posteriores al episodio, en los que trata de
demostrar a la mujer su afecto con regalos y palabras halagadoras.
Actitud posesiva y celos desmesurados.
Se trata en el fondo de un ser sumamente inseguro que necesita tener todo bajo su control para elevar
su autoestima. Lo logra con su conducta posesiva hasta extremos altamente abusivos. Hace que su
pareja carezca por completo de intimidad. Necesita y exige conocer todo lo que ella hace, sabe y
piensa. La lleva al trabajo y a cualquier cita y la va a buscar. Si puede salir de su trabajo, irrumpe en
su casa en cualquier momento, sin avisar. Si no, llama por teléfono o hace que la mujer acuda hacia
donde está con cualquier excusa, con el objeto de llevar un acabado registro de cada minuto de la vida
de ella. A pesar de esta vigilancia permanente e intrusiva, siempre sospecha que su mujer tiene
relaciones con otro u otros hombres. Esa es una de sus frecuentísimas acusaciones: trata a su mujer
de prostituta y la acusa de amoríos que sólo existen en su imaginación. La experiencia indica que
generalmente es él quien tiene relaciones con otras mujeres.
89
■ La culpa siempre es de los demás.
El hombre violento es incapaz de reconocer el más mínimo error en sus actos o de autocriticarse
sinceramente. Jamás admite ninguno de los aspectos negativos de su personalidad. Si algo malo ha
ocurrido seguramente buscará responsabilizar a alguien del hecho, aunque todas las evidencias
indiquen que él fue el responsable.
▪ Tiene un falso «self».
Este tipo de personalidad también es llamada personalidad «como sí». Es característica la doble
fachada: da una imagen de persona sumamente correcta, atenta, responsable, es extremadamente
seductor y siempre sabe qué hacer para agradar a los demás. Se esfuerza para que lo crean un
excelente esposo y padre de familia. El hombre violento gasta mucha energía, tiempo y dinero en
hacerle creer al mundo que él es una persona de conducta intachable. Las mujeres víctimas de sus
ataques muchas veces no logran que el entorno les crea, ya que los demás sólo conocen la faceta
atenta y servicial, de amante de su mujer -a quien le suele hacer regalos importantes- y protector de
sus hijos.
■ No busca alternativas al conflicto.
Cuando surgen conflictos en la relación de pareja es incapaz de proponer soluciones alternativas a
través del diálogo. Por el contrario, su único recurso de resolución es la violencia.
■ Consume alcohol y drogas.
No todos los hombres violentos consumen drogas u alcohol, pero muchos lo hacen. El consumo no
es causa suficiente para explicar el comportamiento violento, pero muchas veces aparecen asociados. Podemos pensar que ambos cumplen funciones similares en cuanto a magnificar el estado de
irritación, o bien de inhibir el autocontrol.
■Responde a un estereotipo de rol masculino.
Tiene una imagen de la mujer como un ser creado para servir: en la cama, en la cocina, con los hijos.
Nunca será suficiente lo que ella haga, siempre faltará algo. Cree que su mujer no tiene derecho a
decidir nada por sí misma y que debe consultarlo en todo. También que siempre debe sonreír. Un
gesto de desgano puede ser el disparador de una golpiza. El hombre violento ha aprendido que él es
quien debe decidirlo todo, desde los detalles hasta lo más importante: compras, salidas, paseos,
vacaciones. Y sobre todo, aprendió que tiene derecho a decidir en qué debe invertir el tiempo su
mujer. Muchos hombres han llegado a pedir un informe escrito y diario de las actividades de la mujer,
con el detalle de la hora en que hizo cada cosa y presentación de boletos de colectivos y facturas, si
es que la mujer había realizado alguna compra. Cree en la supremacía del hombre y considera a la
mujer como inferior.
Consideramos que la conducta del hombre violento es aprendida pero que él la considera natural. Es
uno de los motivos por los cuales no reconoce que tiene un problema, a pesar de que en muchas
ocasiones golpea y hiere brutalmente a su mujer.
Es importante destacar que, en general, no estamos frente a sujetos con desórdenes mentales o
neurológicos que pudieran provocarles impulsos violentos y cambios de humor repentinos. Con
frecuencia se trata de personas muy inteligentes y bien adaptadas en sus empleos y en las relaciones
sociales.
Dentro de nuestra conceptualización, la violencia doméstica no se asocia con la patología. Es
bajísimo el porcentaje de hombres violentos que concurren a grupos de autoayuda para modificar su
conducta. Además, la experiencia nos ha demostrado que cuando lo hacen es porque medió una
intervención judicial.
70 Violencia contra las mujeres y políticas públicas
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
En conclusión: las mujeres golpeadas y los hombres golpeadores provienen de clases y grupos
sociales muy variados aunque tengan las características de personalidad que hemos destacado.
Sería interesante investigar más a fondo otros rasgos comunes de los hombres y mujeres, que
surgen en el vínculo a lo largo del tiempo.
La violencia doméstica es una problemática que va más allá de la mera unión de dos individualidades. Implica el acople de dos sujetos que van desarrollando un tipo de relación con características
propias y complementarias, predeterminadas por estereotipos de género socialmente aceptados, a
los que ambos se adecuan moldeando y rigidizando sus subjetividades.
CONTEXTO DE LA VIOLENCIA
CONTRA LA MUJER EN EL AMBITO FAMILIAR
Si bien las circunstancias en las cuales se establecen vínculos de violencia contra la mujer son
múltiples y variables, podemos sintetizar algunas características contextuales que suelen estar
presentes en este tipo de relaciones:
■ Aislamiento de las redes: En las familias donde se verifican relaciones de abuso, la cotidia-
neidad se estructura en forma paradojal. Viven por un lado «a puertas abiertas»:donde todos
los miembros de la familia son conocedores de estas situaciones de violencia. Por otro lado,
son familias aisladas que viven «a puertas cerradas» su mundo social. Así, son «abiertas»
para un adentro de la vida familiar que se privatiza y son «cerradas» para un afuera social que
es percibido como amenaza.
si Subordinación a un estereotipo: Los/as integrantes de estas familias adhieren rígidamente a
estereotipos de género, es decir, a supuestos explícitos e implícitos de la cultura en lo
referente a los roles asignados a mujeres y varones (el varón como «jefe de familia», la mujer
como «madre de familia» y responsable del manejo de los afectos, la crianza de los/as hijos/
as, etc.)
▪ Supuesto de desigualdad jerárquica: Los/as integrantes de la familia adhieren a una organi-
zación jerárquica fija dentro de la familia, legitimando de esta manera una distribución desigual del poder que genera situaciones de dominación/subordinación autoritarias y violentas.
Se trata de constelaciones familiares donde se reconoce como autoridad al varón violento, en
tanto suponen que él es el único responsable de la relación, en el sentido de que es quien la
define y decide sobre el futuro. Es importante aquí la asignación de roles culturales atribuidos
al varón.
▪ Interacciones rígidas: El sistema de jerarquías fijas no permite una independencia y creci-
miento de las individualidades en tanto sujetos. Las expectativas de roles de género aparecen
en estas parejas bajo los siguientes supuestos predominantes: los varones con el derecho a
controlar la vida de las mujeres; las mujeres creyendo que son las responsables de todo lo
que va mal, haciéndose cargo del funcionamiento de la relación y creyendo que estos varones son esenciales para su existencia y, a su vez, el varón haciéndolas responsables de todas
las fallas.
■ Legitimidad/consenso social: Los/as integrantes de la familia se someten a los dictados del
discurso social en lo referente a las cuestiones de familia como pertenecientes al ámbito de
lo privado, impidiendo la visibilidad de la situación violenta por parte de agentes externos o
adhiriendo a concepciones rígidas respecto de la pareja, la familia, los/as hijos/as, etc.
▪ Historia personal del o los sujetos: Se trata de identidades de género de varones y mujeres
donde el yo ha sufrido déficits en la constitución de su narcisismo; es decir hay un empobrecimiento yoico, dificultades en el manejo de la hostilidad y la competencia, intolerancia al
71
cambio, baja tolerancia a la frustración. Son personalidades lábiles emocionalmente o que
conforman relaciones altamente dependientes.
La violencia en el ámbito familiar no es consecuencia de una única variable como podría ser el
diagnóstico psicopatológico del agresor, sino de forma de dominación establecida en el vínculo,
donde hace cuña la desigualdad de poder entre los géneros, los factores sociales, culturales y
económicos, los antecedentes generacionales de violencia, entre otros. Todas estas características
se potencian y se superponen en una interacción continua.
CICLO Y DINAMICA DE LA VIOLENCIA
Resulta imprescindible conocer la dinámica que tiene el fenómeno de la violencia doméstica para
comprender las razones por las cuales tanto víctimas como victimarios asumen ciertas conductas.
Por ejemplo, ocultar un episodio de maltrato, disimular el daño y actuar como si nada hubiera
sucedido. Sólo cuando la violencia deja marcas o daños graves se hace visible para los demás.
La violencia se caracteriza por dos factores fundamentales: el carácter cíclico y la intensidad
creciente. Las mujeres no están siendo constantemente agredidas ni la agresión es infligida totalmente al azar. Walker 17 describe tres fases principales en el ciclo de la violencia:
▪ la acumulación de tensiones,
■el incidente agudo de agresión o de explosión violenta, y
▪ la luna de miel, que varían en tiempo e intensidad para la misma pareja y entre las diferentes
parejas.
En ciertos casos puede faltar alguna fase, a veces la violencia aparece súbitamente y no necesita ni
ritmo ni justificación. Una de las características del ciclo es su capacidad para producir respuestas
con las que se alimenta a sí mismo.
Hay evidencia de que algunos eventos circunstanciales pueden influir en la duración del ciclo. Por
ejemplo, aquellos correspondientes a diferentes etapas de la vida (nacimiento de un/a hijo/a, alejamiento de los/as hijos/as del hogar, etc.)
Fase de acumulación de tensión
Se caracteriza por incidentes menores, que van incrementándose en intensidad y hostilidad. En esta
primera fase, la violencia consiste en ataques contra la autoestima de la mujer, que ejercen un efecto
devastador sobre ella, provocándole un debilitamiento progresivo de sus defensas psíquicas.
I
La violencia física es generalmente precedida por la verbal. La mujer cree que adaptándose a las
demandas logrará contener la violencia. Es acusada de que su percepción de la realidad es incorrecta
y de que sus sentimientos son malos o patológicos, y acaba dudando de su propia experiencia. Se
culpabiliza y minimiza las agresiones -sabe que el agresor es capaz de hacer mucho más- y a
menudo se identifica con el razonamiento de su compañero pensando que merece el abuso o que él
no la entiende porque se comunica mal.
Cada vez que ocurre un incidente de agresión menor quedan efectos residuales de aumento en la
tensión; el enojo de la mujer agredida aumenta -aún cuando ella no lo reconozca ni exprese- y
disminuye cualquier control que pueda tener sobre la situación. El agresor, ante la aparente aceptación pasiva de la mujer de su comportamiento, no trata de controlarse. El hombre considera que tiene
derecho a ejercer la violencia e incrementa paulatinamente sus conductas abusivas y controladoras.
72 Violencia contra las mujeres y polfticas públicas
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
Muchas parejas mantienen esta primera fase a un nivel constante por largos períodos. Con frecuencia una situación externa trastorna este precario balance de tensión insoportable.
Fase de explosión violenta"
En esta segunda fase se produce una descarga desenfrenada de la tensión originada en la fase
anterior. Este incidente agudo puede variar en gravedad e ir desde un empujón hasta el homicidio. La
falta de control y su grado de destructividad distingue este incidente agudo de los incidentes menores
de la fase primera. Rara vez esta fase es iniciada por algo vinculado a la mujer, generalmente es
desencadenada por un evento externo o por el estado interno del hombre.
as mujeres quedan en un estado de shock, en general se retraen, se colocan en una actitud pasiva,
viviendo una indefensión aprendida. Refuerzan su aislamiento en el intento de ocultar las lesiones
sufridas. Se culpan a sí mismas del ataque, creen que deberían haberlo anticipado, se resisten a
creer en la realidad de lo que les sucede. El hombre se cree con derecho a ejercer la violencia sin
tomar conciencia del daño que produce.
A veces, las mujeres agredidas provocan un incidente de esta fase cuando perciben que el momento
agudo se aproxima inevitablemente y no pueden tolerar el terror, enojo o ansiedad por más tiempo.
Son generalmente parejas implicadas en el comportamiento agresivo durante mucho tiempo y la
mujer sabe que la fase de calma seguirá al incidente.
La anticipación de lo que puede ocurrir causa ansiedad, depresión y otros síntomas psicofisiológicos
insomnio, fatiga, pérdida o aumento de la ingesta) y malestares físicos (que a veces retrasan
temporariamente el incidente agudo de agresión). En este período algunas mujeres reaccionan pidiendo ayuda o efectuando denuncias.
Fase de "luna de miel"
Sería más adecuado llamarla de manipulación afectiva, ya que este «buen período» puede no ser tan
bueno. El hombre decide cuándo empieza y cuándo acaba y puede ser el tiempo más confuso para la
mujer. Durante esta fase se completa el proceso que convierte en una víctima a la mujer agredida. El
comportamiento del marido tiene un efecto de reforzamiento para que ella permanezca en la relación,
no se separe.
El hombre manifiesta su arrepentimiento, pide disculpas y promete un cambio. La mujer quiere y se
aferra a la necesidad de creer que él ha cambiado. Se sigue sintiendo culpable de haber provocado la
situación que desencadenó el episodio de violencia. Si ha dejado el hogar o realizado denuncias
comienza a dudar de estas decisiones y suele abandonarlas. Racionaliza, minimiza y justifica la
situación.
Este es el momento más difícil para decidir el fin de la relación, ya que casi todas las «recompensas»
de estar casados o en pareja ocurren durante la tercera fase. A la vez, la mujer agredida percibe a su
agresor como frágil, desesperado, inseguro, alejado de la sociedad. Se ve a sí misma como reaseguro emocional de su pareja.
Pero las promesas de cambio requieren una confrontación y al tiempo y lentamente vuelven a
reiterarse situaciones de tensión. Así se reanuda el ciclo. Sin que esta fase tenga un final característico, el comportamiento cariñoso y la calma dan lugar otra vez a pequeños incidentes (que también
son graves y constituyen un ataque injusto).
La intensidad aumenta con el tiempo, la escalada de violencia se hace más grave y las fases son
cada vez más cortas. La forma de frenar el desarrollo del ciclo es a través de una intervención
externa, que generalmente es efectuada por familiares, amigos, profesionales vinculados a la familia
o mediatizados por instituciones.
73
La comprensión de este ciclo es muy importante para establecer las estrategias de intervención.
También explica por qué las mujeres continúan en situación de maltrato sin poder sostener una
decisión de ruptura con firmeza.
2
Identificar los diferentes momentos y características del ciclo de la violencia es necesario para
entender el proceso en el que se hallan inmersas las mujeres que piden ayuda.
El mantenimiento de una relación violenta genera en la mujer inhibición, aislamiento, vergüenza,
culpa, temor. Ella oculta las marcas que la relación deja en su cuerpo y en su mente. Esto se instaura
mientras transcurre el devenir del vínculo y la mujer cree que, encubriendo por un lado y satisfaciendo las demandas del varón por el otro, logrará evitar un nuevo episodio. A la vez, va aprendiendo que
independientemente de sus actitudes o conductas será otra vez maltratada. Construye así en soledad
una estrategia: lo que algunos autores como Walker denominan «indefensión aprendida» o «desamparo aprendido», que también le evita romper con los estereotipos que la determinan en su rol.
Esta «indefensión aprendida» , más que un estado de pasividad o parálisis, en el que la mujer cree
que no puede encontrar soluciones y que es incapaz de modificar la situación ubicándose en un lugar
de víctima pasiva, se trataría de la construcción de una estrategia para sobrevivir aunque las «soluciones» resulten paradojales.
La experiencia demuestra que una mujer pide ayuda recién cuando todas sus estrategias para evitar
la violencia han fracasado, cuando advierte que su vida o la de sus hijos corren peligro. Recién
entonces puede acercarse y recibir ayuda. Antes de este momento hay infinidad de avances y
retrocesos que los/as profesionales que intervienen en esta problemática deben aprender a identificar, y entender como parte de la dinámica de un proceso de cambio.
EVALUACION DE RIESGO
En principio se pueden diferenciarse tres categorías en la evaluación de la situación de riesgo:
1.Se evidencia situación de riesgo actual.
2.No hay situación de riesgo inminente pero existe alta probabilidad de que se presente.
3. Baja probabilidad de que se presente.
1. Se considera que existe una situación de riesgo inminente cuando:
■ Prepondera la violencia física y/o sexual sobre la emocional o la económica.
▪ Existe maltrato hacia menores.
▪ No hay conciencia por parte de la mujer de la situación de violencia en la que está
inmersa.
▪ La mujer carece de una red de contención.
▪ La mujer se encuentra en un importante estado de inhibición o aislamiento.
▪ Los antecedentes de episodios judicializados no implicaron la disminución o cese de
la violencia o, por el contrario, conllevaron un aumento de la misma.
▪ Hubo intervención médica como efecto de las agresiones.
74 Violencia contra las mujeres y políticas públicas
EFE(
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Capítulo 3
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
In.
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■ La idea de la muerte aparece como única solución a la problemática.
ira
2 Para determinar los casos que no evidencian riesgo en la
actualidad pero que pueden presentarlo a corto plazo, se
tiene en cuenta:
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▪ Si en el período de tiempo inmediato anterior se
observa un marcado incremento en la intensidad y
frecuencia de los episodios de violencia.
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■ Si hay modificación en la forma de manifestación
de la violencia y si aparece la violencia física.
■ Si existen situaciones de cambios vitales (por ejemplo: embarazo, nacimiento de hijos, muertes, separaciones o divorcios).
■ Si han fracasado otras alternativas terapéuticas
(terapias de pareja, instancias de mediación).
a Se presume que hay baja probabilidad de aparición de
riesgo, cuando:
▪ La violencia que prima es la emocional o la económica.
▪ La mujer puede anticipar la reacción del varón ante
las acciones de ella.
■ La mujertiene un alto nivel de conciencia en cuanto a su situación de violencia.
▪ Hay conocimiento en el ámbito familiar y/o comunitario de la situación.
Para poder arribar a una aproximación diagnóstica acerca del nivel de
riesgo en que la mujer se enCÚentra, se consideran los siguientes
indicadares:..- : . • 1,
:p. Antepgd.entes de violencia en las familias de origen..
❑ Antecedentes de violencia en la familia de creación.
r:.1 . Duración del vincule.
Situeciónique"genera el pedido de ayuda (insultos, amena• .:. .: Zas, gólpesp
o Registro de mujer,de la situación de violencia.
.4 Agudización de le vlolencia.
❑ Cambios ehla relación, en la conducta del hombre o en sus
hábitos (albohat, drogal).
❑ Exterioniación de la violencia en el ámbito público.
❑ Patología psiquiátrica en el varón.
❑ Crisis vitales o modificacipnes familiares.
❑ Develamiento de secretos familiares (por ejemplo: abusos
sexuales, infidelidades).
❑ Posesión de armas (por profesión u otras actividades). Uso
con fines intimidatorios'o amenazantes.
❑ Reacción del hombre ante denunCias previas.
❑ Existencia de proyectos propios de la mujer (nuevos trabajos,
amistades o parejas, participación comunitaria) que generan
incremento del hostigamiento, el control y/o los celos por
parte del varón.
❑ Manifestaciones de violencia hacia los hijos (modalidad y
'frecuencia).
o Que los hijos testigos de la violencia intenten defender a la
mujer.
O, Amenazas de muerte o intentos de suicidio.
❑ Internalizabión del discurso mascullnó como único valederó;
En términoá generales, el mayor riesgo está dado por la diVerSidad e
impredictíbilidad de las situaciones de violencia.
■ Es un vínculo violento prolongado.
EFECTOS SOBRE LA SALUD, LOS DERECHOS REPRODUCTIVOS,
LA ECONOMIA Y EL DESARROLLO.
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Existe suficiente evidencia que demuestra que la violencia contra la mujer está generalizada y existe
en todas las sociedades. La comunidad internacional se ha preocupado por la responsabilidad de los
Estados en este aspecto y los ha instado a que informen acerca de la magnitud del problema en sus
respectivos países, de las medidas adoptadas para prevenir la violencia y para castigarla. También
se han pedido informes sobre la eficacia de esas medidas.
Sin embargo, en la mayoría de las sociedades los delitos contra la mujer son invisibles y sus
consecuencias difíciles de determinar pues contamos con muy pocos datos al respecto. Sin embargo, a esta altura existen suficientes indicios para afirmar que la violencia tiene altos costos vinculados con la salud de la mujer y sus hijos/as, así como en relación con el desarrollo de la sociedad y
su economía.
75
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
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tipo
Según Heise", los niños que crecen en un hogar donde la madre es agredida suelen presentar:
necesidad de apego, ansiedad, fobias, pesadillas, conductas agresivas, problemas escolares, depresión, trastornos psicosomáticos, desórdenes en la alimentación y el sueño, indiferencia, automutilaiones e ideaciones suicidas.
Se ha observado que los/as niños/as en la primera infancia responden somáticamente. Así, se ha
señalado entre los efectos que presentan estos/as niños/as las dificultades para dormir, el llanto y los
ritos excesivos. Posteriormente, algunos/as tienden a cortar sus procesos metabólicos. Asimismo,
muchos/as muestran una amplia gama de miedos, sentimientos de desprotécción, irritabilidad,
temblores, tartamudeos, desconfianza ante los adultos y problemas con la autoridad, entre otros
síntomas.
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En particular es compleja la situación de los/as niños/as testigos/as de violencia dado que en estos/
ás niños/as no existen muestras, marcas, golpes, lo cual a veces dificulta su asistencia. Los efectos
son igualmente dañinos, sin embargo, pues ser testigo de violencia es una experiencia traumática. En
general, las formas en que se puede ayudar a estos/as niños es cuando la madre o la maestra buscan
algún tipo de intervención. Según Ravazzola, «cuando ocurre la circunstancia concreta de sufrir o
presenciar escenas de descontrol agresivo de un miembro de la familia (generalmente el más fuerte
Y poderoso) hacia otro, es probable que el niño se sienta doblemente confundido y afectado por el
hecho de que ama al autor de ese daño» . 22 En muchos casos, el niño/a tiende a organizar estas
experiencias violentas en torno a la negación, que en muchos casos se transforma en agresiones
hácia la víctima o hacia ellos/as mismos/as.
En efecto, algunos/as expertos/as sugieren que los niños/as y los/as adolescentes tienen una primera actitud de cuidado y consideración hacia su madre violentada, que evoluciona a una hostilidad que
puede desembocar en agresión abierta hacia los padres y/o hacia sí mismos y, en algunos casos,
contra compañeros de colegio o niños/as más pequeños/as.
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Tal como expresa Ravazzola «La organización de la experiencia abusiva infantil tiene serias conseuencias en la vida adulta, en la que aparecen fenómenos sin explicación congruente con las experiencias actuales de los sujetos.»"
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Derechos reproductivos:
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Muchas formas de violencia contra la mujer dan lugar a violaciones de sus derechos reproductivos
por cuanto suelen poner en peligro su capacidad reproductiva y/o les impiden que ejerzan opciones
reproductivas o sexuales. Uno de los ejemplos más evidentes es el caso de la violación, que conlleva
con frecuencia daños físicos y fisiológicos que afectan temporal o permanentemente la autonomía
sexual y reproductiva de la mujer y tienen consecuencias duraderas para la salud de las víctimas. La
violencia se utiliza a menudo como instrumento para regular la conducta sexual de la mujer y por esa
razón, no es raro que se exprese sexualmente.
Numerosos estudios llevados a cabo en los Estados Unidos indican que hasta el treinta por ciento de
las mujeres que han sido violadas adquieren enfermedades transmitidas sexualmente a causa de
ello.
Efectos sobre la salud materna:
La violencia doméstica puede tener graves repercusiones para la salud reproductiva de la mujer, en
particular cuando es maltratada durante el embarazo. Los estudios indican que la violencia doméstica afecta directamente el papel de la mujer en la planificación familiar y la anticoncepción.
En una investigación sobre mujeres de Texas, más del doce por ciento de las mil quinientos treinta y
nueve que respondieron habían sido maltratadas sexualmente por un compañero actual o un ex
compañero después de la edad de dieciocho años. De esas ciento ochenta y siete mujeres, el 12,3 por
77
ciento comunicó que se les había impedido que utilizaran control de la natalidad, y el 10,7 por ciento
afirmó que se las había obligado a embarazarse contra su voluntad.
La sexualidad y la reproducción son dos de las formas con las que los perpetradores de la violencia
tratan de ejercer autoridad y control sobre las mujeres maltratadas.
Es posible que las palizas aumenten durante el embarazo e inmediatamente después, lo que puede
causar graves problemas de salud tanto para la madre como para el niño. Además de los daños
físicos, las palizas durante el embarazo pueden dar lugar a nacimientos prematuros, abortos, infecciones vaginales periódicas, nacimiento de niños prematuros o de poco peso o menores posibilidades de supervivencia, disfunciones sexuales, temor al sexo, y enfermedades transmitidas sexualmente.
Dado que el embarazo puede ser la única ocasión en que algunas de las mujeres entran en contacto
con los/as encargados/as de suministrar cuidados sanitarios, las visitas de cuidados prenatales
pueden ofrecer una buena oportunidad para investigar si hay casos de violencia física.
La prevalencia de violencia durante el embarazo muestra una variación del 4 al 15 por ciento según
el tipo y la edad de la población estudiada, aunque algunos trabajos han llegado a detectar el 65 por
ciento de violencia física y/o verbal durante este período."
Un estudio realizado en los Estados Unidos con 691 embarazadas encontró que una de cada seis
adultas embarazadas y una de cada cinco adolescentes embarazadas fueron víctimas de violencia
física. Aproximadamente el 60 por ciento de estas mujeres fue golpeada en dos o más ocasiones.
Además, informa que era doblemente probable que las mujeres y adolescentes acudieran a consultas de control prenatal sólo hasta el tercer trimestre del embarazo. 25
La investigación de Valdez y Sanín 26 , en México, señala que las víctimas de violencia durante el
embarazo tienen tres veces más complicaciones durante el parto y el posparto que otras mujeres.
También afirma que los factores de riesgo de homicidio son mayores en mujeres maltratadas durante
el embarazo que en las violentadas en el año anterior al embarazo.
Efectos sobre la planificación familiar:
La propuesta de las 'mujeres de utilizar métodos anticonceptivos o de prevención de HIV y ETS a
veces es percibida por el compañero como infidelidad o como un cuestionamiento del supuesto
derecho del varón a tener relaciones sexuales fuera de la pareja (Worth,1989). Esto provoca a veces
una respuesta violenta. La negociación y/o acuerdo de estrategias de prevención y cuidado suponen
una equidad que no existe en muchas de estas relaciones.
Las mujeres que conviven con compañeros violentos suelen ser obligadas a mantener relaciones
sexuales contra su voluntad. En los EE.UU., del 10 al 14 por ciento de las mujeres casadas informan
haber sido físicamente forzadas a tener relaciones sexuales. Entre las mujeres maltratadas, la prevalencia es de por lo menos el 40 por ciento.
Economía y desarrollo:
La violencia contra la mujer ocasiona costos directos en relación con los bienes y servicios utilizados
para tratar y prevenir la violencia y también genera efectos multiplicadores económicos tales como
el impacto en la participación en el mercado laboral y la productividad."
En relación con los costos directos, si bien no existen estimaciones en nuestro país, lo cierto es que
los gastos en salas de urgencia, hospitalización, tratamientos y consultas, asistencia psicológica,
servicios sociales, refugios, servicios policiales, y la actividad del sistema de administración de
justicia son significativos. Si tomamos como ejemplo a Canadá, estos gastos exceden los mil millones de dólares canadienses por año.
78 Violencia contra las mujeres y políticas públicas
VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
EN EL AMBITO FAMILIAR
Jr ciento
iolencia
otra parte, las potencialidades de las mujeres y sus contribuciones al crecimiento son un aspecto
ptii•ante del proceso de desarrollo que se ve afectado. Por lo tanto, la violencia contra ellas tiene
éttos directos sobre la situación económica de las afectadas y sobre la economía de la sociedad
ue integran. Por ejemplo"
! :
■Menor participación de la mujer en el mercado laboral.
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■Menor productividad en el trabajo.
■Menores ingresos y/o capacidad de ahorro.
■Mayor ausentismo.
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■Impactos en la productividad intergeneracional através de la repetición de cursos y el menor
desempeño educativo de los/as niños/as.
■Menor nivel de inversión.
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■Fuga de capital.
Las diferencias entre las remuneraciones laborales de las mujeres afectadas por violencia física
severa y las que no la han experimentado son muy grandes. En Chile, por ejemplo, las mujeres que
no sufren de violencia física ganan un promedio de 385 dólares mensuales, mientras que las mujeres
que enfrentan violencia física severa sólo 150 dólares.
Esto implica un impacto importante sobre la economía de un país. Asimismo los/as niños/as testigos
de abuso doméstico tienen más probabilidades de tener problemas disciplinarios en el colegio y
podrían tener más probabilidades de repetir cursos, implicando un ingreso más tardío al mundo del
trabajo. Por lo tanto, la violencia ejerce un impacto directo sobre las posibilidades de estos/as niños/
as y su habilidad futura para obtener un empleo en la vida adulta.
De acuerdo con estudios del Banco Interamericano de Desarrollo de 1998, «la violencia doméstica
también perjudica las posibilidades de crecimiento de la región. Las mujeres que trabajan y son
víctimas de abuso en el hogar ganan mucho menos que las que no han sido abusadas, lo que
empobrece al hogar y al país. La evidencia sugiere que el monto de esta pérdida fluctúa entre 1,6 y 2,0
del Producto Bruto Interno para los países de la región.»"
El temor a la violencia impide a muchas mujeres llevar una vida independiente y puede llevar a una
situación de especial vulnerabilidad. La violencia resulta así un obstáculo para la plena realización de
la mujer. Tal como lo ha afirmado la Relatora Especial «se desaprovechan sus posibilidades y a
menudo se reprime una energía que podría utilizarse para mejorar la sociedad.»" La violencia
vulnera sus posibilidades de participar plenamente en la vida de la familia, la comunidad y la
sociedad. Menoscaba un potencial que podría ser utilizado para el beneficio y el desarrollo de la
sociedad? Obviamente, los costos materiales de las consecuencias de la violencia es superado por
un costo más intangible en términos de sus efectos para la calidad de vida de las mujeres, la
violación de sus derechos humanos y la denegación del derecho a participar plenamente y en
condiciones de igualdad en la sociedad.
1. GUTIERREZ, Ana María, Relaciones posibles e imposibles. Sistematización de un programa de intervención en violencia doméstica, creación
colectiva, Casa de la Mujer La Morada, Santiago de Chile, 1994.
2. FERREIRA, Graciela, La mujer maltratada, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989.
ORSI, Jorge. "Una mirada abarcativa sobre el problema de la violencia familiar", en Violencia familiar: Una mirada interdisciplinaria sobre un grave
blema social, Paidós, Buenos Aires, 1997.
RSI, Jorge. "Una mirada abarcativa sobre el problema de la violencia familiar", en Violencia familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave
ma social, Paidós, Buenos Aires, 1997.
5. CHAUI, M., «Participando do debate de la mulher e violencia», en Perspectivas antropológicas de muhler, Río de Janeiro.
ERNANDEZ, Ana María, «Violencia y conyugalidad», en La mujer y la violencia invisible, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989.
MONCARZ, Esther, «La violencia cotidiana de las mujeres», Apertura, publicación de Atico, Año 2 N°2,1988.
8. Ver BURIN, Mabel, "Familia y subjetividad femenina: La madre y la hija adolescente" en La mujer y la violencia invisible, Editorial Sudamericana,
11
En los Estados Unidos, por ejemplo, sólo en 1987 se gastaron 27.600 millones de dólares en
atención y albergue a las víctimas. Esta cifra no incluye los gastos médicos, jurídicos y de otro
relacionados con esta actividad.
Salud:
Las mujeres víctimas de violencia padecen graves problemas de salud. En estos últimos años se
realizado estudios acerca de las repercusiones físicas y emocionales, así como de los efec
nocivos de la violencia de género sobre la salud.
Diversas formas de agresión producen lesiones físicas en la víctima, pero se deben consid(
además los efectos psicológicos, que paralizan a la mujer e inhiben su libre determinación.
En América Latina y el Caribe se estima que entre el 30 y el 50 por ciento de las mujeres son víctin
de abuso psicológico cada año, mientras que entre un 20 y un 30 por ciento sufren violencia físi
Esto representa para la salud pública un gasto comparable al que originan enfermedades tales co
SIDA, tuberculosis, la sepsis durante el parto, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.•
Entre los resultados no fatales para la salud física se encuentran las enfermedades de transmis
sexual, lesiones, inflamaciones pélvicas, embarazos no deseados, abortos espontáneos, dolo
pélvicos crónicos, dolores de cabeza, problemas ginecológicos, abuso de drogas o alcohol, asr
síndrome de intestino irritable, conductas nocivas para la salud (como tabaquismo, sexo sin proti
ción) y discapacidad permanente o parcial. Existen resultados fatales como el homicidio o el suici(
en una dimensión significativa.
Las consecuencias sobre la salud mental suelen ser desorden de estrés postraumático, depresil
ansiedad, disfunción sexual, desórdenes de la alimentación, desorden de personalidad múltií
desorden obsesivo—compulsivo, entre otras.
La violencia contra las mujeres constituye un serio problema de salud a nivel mundial, En efecto,
una causa significativa de morbimortalidad femenina que casi nunca es visualizada como un tema
salud pública. Asimismo, conforme a las estimaciones del Banco Mundial en su Informe sol
Desarrollo Mundial (1993) relativo a la carga global de enfermedad, la victimización de género
responsable de uno de cada cinco días de vida saludable perdidos por las mujeres en edad reprodi
tiva; así en términos globales, la carga de salud por victimización de género es comparable a
correspondiente a otras condiciones de alta prioridad en la agenda mundial. El Banco Mundial estir
que la violación y la violencia doméstica representan el cinco por ciento de los años de vida saluc
bies perdidos por mujeres en edad reproductiva. Por su parte, el economista Amartya Sen estable(
que, debido a las diversas causas de violencia que las mujeres sufren a los largo de todo su ci(
vital, en este momento existen cien millones menos de mujeres en el mundo de lo que debería hab
Por supuesto, todo esto impacta negativamente en la calidad de vida de las mujeres y en su partir
pación en los distintos niveles de la familia, la comunidad y la sociedad.
Impacto sobre los/as hijos/as
La violencia en el ámbito familiar tiene graves consecuencias en particular para los/as niños/a
quienes a menudo presentan síntomas de agotamiento postraumático y trastornos de conducta
emocionales.
En este sentido, María Cristina Ravazzola afirma que «La experiencia de habersido objeto de maltt
tos en la vida infantil, ya sea recibiéndolos o presenciándolos, deja huellas difíciles de modificar, qi
se estructuran según la forma en que las personas usualmente aprenden a organizar esa experie
cia».2°
76 Violencia contra las mujeres y políticas públicas
Buenos Aires, 1989; y BURÍN, Mabel, «Estudios sobre la subjetividad femenina», Grupo Editor Latinoamericano, 1987.
9.Ver CORIA, Clara, El sexo oculto del dinero, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1986 y El dinero en la pareja: algunas desnudeces sobre
el poder, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1989.
10.DASKAL, Ana María, «La violencia cotidiana de las mujeres», en El malestar silenciado, la otra salud mental, 'sis, N°14.
11.Informe presentado de conformidad con la resolución 1995/85 de la Comisión de Derechos Humanos, 6 de febrero de 1996
12.Informe de investigación «El movimiento antiviolencia en la Argentina», Centro de Encuentros Cultura y Mujer, Buenos Aires, 1994.
13.GONZO, Lucía y DE RONCHI, Diana. «Violencia hacia las mujeres: la cultura de los médicos y de los operadores», realizado para la Azienda USL di
Bologna, difundido por el programa Zero Tolerance de la Comunidad de Bologna, Italia. Traducción realizada por la Lic. Lucila Tufró.
14.Estoy leyendo una novela de Louise Erdrich.
A cierta altura, un bisabuelo encuentra a su bisnieto.
El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos tienen el color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién
nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria.
He aquí, pienso. La felicidad perfecta. Yo no la quiero." ( del libro de Los Abrazos de Eduardo Galeano.)
15.FERNANDEZ, Ana Marfa, "¿Historia de la histeria o histeria de la historia?", en La mujer de la ilusión, Paidós, Buenos Aires, 1993.
16.Ver el punto Efectos sobre la salud, los derechos reproductivos, la economía y el desarrollo, en este mismo capitulo.
17.WALKER, Lenore, Tire battered woman. Ed. Harper Perennial. EEUU. 1980 y Walker, Lenore "How battering happens and how to stop r, en Donna
Moore (comp.), Battered women,. Beveriy Hills, California, 1979.
18.Esta fase es la más breve de las tres, generalmente dura un par de horas, aunque puede extenderse.
19.Ver HEISE, Lori; PITANGUY, Jaqueline; y GERMAIN, Adrianne, Violencia contra la Mujer, la Carga Oculta de Salud, Programa Mujer, Salud y
Desarrollo, Organización Panamericana de la Salud, Washington D.C., 1994.
20.RAVAllOLA, María Cristina, Historias infames: los maltratos en las relaciones, Paidós Terapia Familiar, Buenos Aires, 1997.
21.Ver HEISE, Lori; PITANGUY, Jaquelíne; y GERMAIN, Adrianne, Violencia contra la Mujer, la Carga Oculta de Salud, Programa Mujer, Salud y
Desarrollo, Organización Panamericana de la Salud, Washington D.C., 1994.
22 RAVAllOLA, María Cristina, Historias infames: los maltratos en las relaciones, Paidós Terapia Familiar, Buenos Aires, 1997.
23.RAVAllOLA, Marta Cristina, Historias infames: los maltratos en las relaciones, Paidós Terapia Familiar, Buenos Aires, 1997.
24.Ver, por ejemplo, VALDÉZ Santiago, R., SANÍN AGUIRRE, Luz; "La violencia doméstica durante el embarazo y su relación con el bajo peso al nacer",
Salud Pública 38: 352-361, México, 1996.
25.Ver MCFARLANE, J, PARKER, B.; "Preventing abuse during pregnancy: An assesment and intervention protocol", en The American Joumal of
Maternal Chito Nursing, 1994.
26.Ver VALDÉZ Santiago, R. y SANíN AGUIRRE, Luz; "La violencia doméstica durante el embarazo y su relación con el bajo peso al nacer", Salud
Pública38: 352-361, Mildo°, 1996.
27.Ver BUVINIC, M; MORRISON A; y SHIFTER, M., "Violencia en América Latina y el Caribe: un Marco de Referencia para la acción", Departamento
de Desarrollo Sostenible, BID, Cartagena, Colombia, 1998.
28.Ver BUVINIC, M; MORRISON A; y SHIFTER, M., "Violencia en América Latina y el Caribe: un Marco de Referencia para la acción", Departamento
de Desarrollo Sostenible, BID, Cartagena, Colombia, 1998.
29.Ver BUVINIC, M; MORRISON A; y SHIFTER, M., °Violencia en América Latina y el Caribe: un Marco de Referencia para la acción", Departamento
de Desarrollo Sostenible, BID, Cartagena, Colombia, 1998.
....Ce30)forme
preliminar presentarlo por la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias, Sra. Radhlka
-,
oomaraswamy, de conformidad con la resolución 1994/45 de la Comisión de Derechos Humanos, 1996.
31. Véase Roxanne Carilla, Battered Dreams: Violence Against Women as an Obstacle for Development, Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas
para la Mujer, publicación N° WE 011, Nueva York, 1992.
80 Violencia contra las mujeres y políticas públicas
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