Introducción a la comarca de la Comunidad de Calatayud. Julián

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Introducción a la comarca de la Comunidad de Calatayud
JULIÁN MILLÁN GIL
AGUSTÍN SANMIGUEL MATEO
(COORDIN ADORE S )
La comarca de Calatayud se localiza en el suroeste de la provincia de Zaragoza,
en el corazón del Sistema Ibérico. El Jalón es y ha sido el eje vertebrador de este
territorio, a través del cual han fluido culturas e intereses económicos desde la
prehistoria hasta la actualidad. El Jalón es el referente que identifica y da vida a las
gentes y a las tierras de esta Comarca. Pero el Jalón entra menguado en la comarca
y se hace grande con las aportaciones del río Mesa, del Piedra, del Jiloca, del Manubles, del Perejiles, del Ribota y del Grío.
Estos tantos ríos configuran espacios diferenciados con una raíz y una trayectoria
común: la voluntad de nacer y de permanecer juntos, aportando cada uno su carácter para formar un complejo social, económico y cultural.
En los más de 2.500 km2 de superficie se distribuyen 67 localidades y más de
40.000 habitantes, de los cuales casi la mitad están censados en Calatayud. Tan
sólo 5 poblaciones superan los 1.000 habitantes (Alhama de Aragón, Ariza, Ateca,
Calatayud y Maluenda). En el extremo opuesto se encuentran 13 localidades que
no superan los 100 habitantes (Berdejo, Bordalba, Cabolafuente, Calmarza, Clares
de Ribota, Contamina, Embid de Ariza, Godojos, Pozuel de Ariza, Ruesca, Sisamón,
Torrelapaja y La Vilueña). La población se concentra en el valle del Jalón, mientras
que en las tierras más alejadas los pueblos se encuentran casi deshabitados.
La comarca de Calatayud es zona de contrastes. Aquí confluyen el verano de calor
extremo y las heladas de invierno; el desierto de los parajes yesíferos y la fertilidad
de las vegas; las altas cumbres que orlan el Moncayo y las tierras bajas envueltas
por la niebla; las afloraciones de agua de los balnearios en el medio de un territorio que apenas recibe agua de lluvia.
La naturaleza ha permitido que en un espacio reducido convivan de forma armoniosa
variantes geológicas extraordinarias: paisajes africanos y del norte de Europa; especies
botánicas de climas glaciares con otras semidesérticas. En suma, extremos que encuentran en la comarca su ambiente y su capacidad de desarrollo.
Esta diversidad produce riqueza. Riqueza natural, riqueza cultural, y riqueza
económica.
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Desde las épocas más remotas la población se ha asentado en este territorio: en
las altas montañas, buscando la defensa que no les ofrecía el valle; en las terrazas
colgadas de los ríos, para proteger los caminos naturales: o en el valle para la explotación de sus recursos.
La primera organización administrativa estable conocida en la Comarca aparece en
época Celtibérica, en el siglo II a de C., cuando el peligro de la invasión romana
despierta en las gentes el deseo de libertad frente a los conquistadores, y con este
sentimiento se agrupan en grandes castros bien protegidos, refuerzan sus murallas y
organizan milicias que ponen en tela de juicio la efectividad de los ejércitos romanos.
Anteriormente habían desarrollado una cultura y una estructura de explotación
económica del territorio que hunde sus raíces en la Edad del Bronce y que posiblemente habían mejorado con la aportación de otras civilizaciones mediterráneas
con las que habían tenido relación. De ellos hace la siguiente descripción el geógrafo e historiador romano Estrabón (S. II a. C.):
«Su rudeza y salvajismo no se deben sólo a sus costumbres guerreras, sino
también a su alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estas tierras son largos; [...] Sin embargo, hoy el mal es menor gracias
a la paz y a la presencia de los rhomaíoi».
La Celtiberia como territorio histórico, geográfico y cultural, que ocupa las regiones
que recorre el Sistema Ibérico, ha tenido un desarrollo paralelo, sin diferenciar las
fronteras administrativas que posteriormente se han establecido. Ahora pertenecen
a lo que se denomina la España Interior, con una problemática común.
Después de la conquista romana el Jalón une Tarraco y Caesaraugusta con Emérita Augusta, estableciéndose como ruta principal entre el noreste y el suroeste de
la Península Ibérica. La Bílbilis imperial vigila desde lo alto el paso del Jalón en
épocas de guerra y organiza el territorio para la explotación de sus recursos, tal y
como reconoció Marcial:
«Bílbilis, la mejor en el cruel metal
superior al de los cálibes y nóricos;
Platea que resuena con su hierro,
ceñida por el Jalón que da temple a las armas,
de escasa pero inquieta corriente.»
En época islámica se configura el actual núcleo de Calatayud y se experimenta un
periodo floreciente en el que se establecen los riegos y formas de explotación agrícola de las que nos favorecemos hasta el momento actual. La convivencia pacífica
y armoniosa entre comunidades islámicas, cristianas y judías emblemática desde
esta época hasta la Alta Edad Media. Cuando el periodo islámico apuntaba a su
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Calatayud, casco antiguo
fin las tierras de Calatayud pasaron a la leyenda a través de las gestas de Rodrigo
Díaz de Vivar, «el Cid», que estableció su campamento en Ateca frente al castillo
de Alcocer.
La Reconquista de este territorio en el 1120 por las tropas de Alfonso I el Batallador
no supone una quiebra de esta convivencia. Muy al contrario manifiesta su máximo esplendor, con la manifestación artística más sugerente y propia de cuantas
han devenido en la comarca: el mudéjar. Alarifes mudéjares son los encargados de
realizar los templos de las tres religiones.
La Reconquista supone además la aportación de nuevos pobladores cristianos,
atraídos por las bondades del Fuero de Calatayud. Vecinos del norte se erigen
como minoría dirigente y dividen el territorio en propiedades de realengo, de la
nobleza, del clero y de la Comunidad de Aldeas. En la Extremadura aragonesa
–todos los territorios recién conquistados y limítrofes con los musulmanes –surgen
las Comunidades de Calatayud, Daroca, Albarracín y Teruel.
Las Comunidades de aldeas son un régimen particular de un territorio, del cual era
señor una villa o ciudad, formando por concesión real una administración subsidiaria, con su propio fuero y mancomunidad de obligaciones, derechos e intereses;
es decir, se otorga el señorío de un territorio a un Concejo, que se comporta como
un señor feudal.
El germen de esta Comunidad de Aldeas de Calatayud se encuentra en el Fuero de
Calatayud, por la necesidad de repoblar amplias extensiones en las que los cristianos
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apenas representan una pequeña minoría. La Comunidad de Aldeas fue instituida
por el rey Alfonso I el día de San Esteban del año 1131. A través de la Comunidad
de Aldeas, las localidades que la componen miran cara a cara a la ciudad de Calatayud y con el tiempo demandan y exigen autonomía administrativa. Lógicamente hay
momentos de tensión entre ambos que siempre se solucionan con el entendimiento
y buen tino que manifiestan las instituciones que arrastran tradición e historia.
El historiador bilbilitano Vicente de la Fuente nos da su interpretación de lo que
fueron las Comunidades:
«Las Comunidades eran entonces la verdadera democracia de Aragón, pues
tenían su Justicia de nombramiento popular, gozaban de los múltiples derechos concedidos por su fuero, no dependían de los nobles, tenían sus
Procuradores que les representaban en Cortes y por lo que a la Comunidad
de Calatayud se refiere, apoyaban frecuentemente y generalmente más a los
reyes que a la nobleza».
La comarca de Calatayud es frontera –una frontera permeable– que se debate entre
el postigo que suponen los montes del sistema ibérico y el camino que representa
el Jalón. Forma una cuña que se clava entre las Comunidades de Castilla y León y
Castilla y la Mancha, haciendo de puente entre ellas. Como «extremadura» aragonesa, la comarca ha permitido el tránsito de productos entre Castilla y Aragón cuando los dos reinos permanecían ajenos. El flujo comercial entre los dos permitió a
las gentes de la comarca desarrollarse económicamente a través de las aduanas y
portazgos, despertando el interés por el control de este territorio. Buen ejemplo de
ello es la denominada guerra de los dos Pedros –Pedro I el Cruel de Castilla y Pedro
IV el Ceremonioso de Aragón entre 1356 y 1369– que devastó la comarca.
Maluenda
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Dice mucho de la relevancia de esta
comarca la celebración en ella de
cortes aragonesas, elemento fundamental para pulsar la vida cotidiana
del Aragón medieval. En Calatayud
se reunieron en 1366, 1411, 1461 y
1481 en época medieval; en época
moderna en 1515, 1626 y 1678, y en
1821 durante el trienio liberal. También hay que destacar la celebración
de las primeras cortes aragonesas del
periodo democrático en la iglesia de
San Pedro de los Francos de Calatayud en 1978.
El Renacimiento supone un firme desarrollo económico de la Comarca,
fundamentado en el comercio y en la
agricultura, pero con este florecimiento se vislumbra la decadencia. La marginación o expulsión de las minorías
productivas –judíos en 1492 y moriscos
en 1610– posterga a un segundo plano
la actividad económica. Este extremo
llega a su cima con la expulsión de los
Calatayud. Torre mudéjar de la iglesia
moriscos y el abandono de gran parte
de Santa María
de la actividad artesana y agrícola que
desarrollaba este colectivo. Resultó ser una hábil maniobra que decantó a favor de
los castellanos el devenir económico y político de los siglos posteriores y que trajo
para la comarca la desaparición de muchas de las artesanías (principalmente la cerámica) y el abandono de riegos y de cultivos. De poco sirvió la resistencia a esta
expulsión de todos los estratos sociales, que sabían de la importancia económica
de este colectivo –«quien no tiene moros no tiene oro»–.
Muchas órdenes religiosas se establecen en la comarca a la sombra del fervor de la
Contrarreforma. Aparecen monasterios que continúan la tradición de los establecidos y arraigados desde la Edad Media. Las nuevas órdenes ven en Calatayud un
lugar acogedor y un terreno abonado para el desarrollo de su labor pastoral. Gran
importancia tiene la implantación de los jesuitas, atraídos por una serie de personajes de alcurnia y que desarrollan en Calatayud una importante labor pedagógica.
Baltasar Gracián es su figura más significativa, que ha sobrepasado los confines
nacionales para situarse como una figura clave del pensamiento y de la literatura
del siglo XVII. También los jesuitas propiciaron que Francisco de Goya legase a la
comarca la decoración de las pechinas de San Juan el Real.
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La guerra de Sucesión, que supuso el cambio de la dinastía de los Austrias por la
de los Borbones en los albores del siglo XVIII, afectó a la comarca, que se definió como borbónica lo que le reportó algunos beneficios ante la nueva corte. La
ciudad se convierte en uno de los trece partidos o corregimientos en los que se
dividió el Reino, que tuvieron vigencia hasta la invasión francesa. Sin embargo el
cambio de dinastía minó las libertades aragonesas –Decretos de Nueva Planta– y
con ello su capacidad administrativa y económica. A partir de este momento, la
comarca –con el resto de Aragón– sufren una irrefrenable decadencia en muchos
aspectos, fundamentalmente económicos, en favor de otros territorios.
Ya en el siglo XIX, las guerras carlistas se aproximaron peligrosamente a nuestra
Comarca. Como resultado se fortalecieron los castillos de Calatayud y de Ateca
para proteger la ruta del Jalón que unía el valle del Ebro con la Corte liberal.
La industrialización llegó tarde a la comarca de Calatayud como al resto de Aragón.
Frente a la pujante industria periférica, al interior peninsular –la antigua Celtiberia– tan
sólo le queda las actividades de transformación agrícola, con elementos dispersos
mal estructurados, que no favorecen la creación de una retícula empresarial ni una
burguesía económica. La tecnología llega tarde como tarde llega la mejora de las
comunicaciones, con lo que la exportación de productos se hace cara y penosa. La
inauguración de la carretera entre Madrid y Francia en 1826 y la llegada del ferrocarril en 1863 suponen un hito importante en el desarrollo comarcal. El eje transversal
Santander-Mediterráneo, que recorre el Sistema Ibérico se inaugurará el año 1930. Al
lado del ferrocarril se localizarán las pocas industrias que han ocupado a la población
–principalmente las azucareras– y por primera vez se establece la comarca como importante nudo de comunicaciones entre el valle del Ebro y la Meseta en primer lugar
y posteriormente entre el Cantábrico y el Mediterráneo.
Pero poco se ha beneficiado la comarca de este enclave privilegiado. Tan solo la
industria termal ve las oportunidades que le ofrece las nuevas comunicaciones a
finales del siglo XIX y principios del XX, situándose como uno de los primeros
enclaves nacionales que vieron al turismo como un recurso económico de primer
orden.
El comienzo del siglo XX no ha sido más benigno. Tan solo las azucareras, las
harineras y las destilerías de alcohol han dado algo de pulso industrial a nuestras
tierras.
El ámbito de influencia comercial y económica siempre ha superado las barreras
administrativas que en diferentes momentos de la historia se han establecido, de tal
manera que en 1821 se constituye la Provincia de Calatayud, que abarcaba algunas
poblaciones de las actuales provincias de Guadalajara, Soria, Teruel y Zaragoza.
Esta provincia, ligada a importantes acontecimientos políticos –el Trienio Liberal–,
desaparece a la vez que el régimen que la había propiciado, sin que sus habitantes
hiciesen nada por remediarlo.
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Abanto. Era y pajar
La escasa industrialización ha hecho de nuestro territorio un área de exportación
de mano de obra a otras zonas. Madrid, Cataluña, País Vasco y, principalmente,
Zaragoza han sido lugares de acogida para los emigrantes de la comarca de Calatayud. El territorio se ha visto despoblado. Afortunadamente la población que se
ha visto forzada a marchar mantiene el arraigo con su tierra y en periodos determinados del año retorna a sus lugares de origen, lo que ha permitido que muchos
núcleos mantengan su entidad territorial.
Posiblemente uno de los retos más importantes que debe afrontar la comarca sea
el envejecimiento de su población y lo que conlleva: la necesidad de servicios de
atención a la tercera edad en un territorio disperso, el envejecimiento de las explotaciones agrícolas, la falta de iniciativa emprendedora, etc., son problemas que
debe resolver el nuevo siglo.
Por otra parte, la brutal reconversión agrícola, mucho menos aireada que la industrial y de resultados catastróficos para la comarca, ha variado sustancialmente
cuando no arruinado y desertizado grandes espacios. Pero se debe afrontar el nuevo siglo con esperanza. La agricultura renace con nuevo ímpetu con la nueva cultura del vino y la creación del Consejo Regulador de la Denominación de Origen
o con el desarrollo de nuevas iniciativas en la industria hortofrutícola, que tanta
importancia ha tenido en el desarrollo de la Comarca en el final del siglo XX. Tal
vez los procesos de globalización han afectado gravemente a estas explotaciones
–las nuevas empresas de este sector han buscado territorios más favorables, con
grandes explotaciones fáciles de mecanizar– pero esta amenaza puede convertirse
en oportunidad por la experiencia adquirida a lo largo de los siglos. Frente a este
proceso, la búsqueda de una nueva cultura más apegada a la tierra ha abierto el
camino para el arraigo de los denominados productos ecológicos, que tanto predicamento tienen entre el consumidor actual.
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Así como el Fuero de Calatayud sirvió de herramienta para el asentamiento de
nuevos pobladores, las estructuras administrativas comarcales pueden establecer
para el siglo XXI una serie de «privilegios» para que nuestra tierra sea apetecible a
nuevas gentes que colaboren activamente en el desarrollo económico y social de
todo el valle del Jalón. Si en la Edad Media llegaron nuevos habitantes con la ilusión compartida de quedarse y de hacer grande a esta comarca, el reto planteado
para el nuevo milenio es el de la convivencia feraz entre nuevos y viejos pobladores. La llegada del AVE abre nuevos caminos para la expansión. La conexión de la
comarca a través de Calatayud con Madrid, Zaragoza o Barcelona abrirá la puerta
a nuevos pobladores que busquen en su lugar de residencia la calidad de vida a la
que nosotros estamos acostumbrados y que se acerquen huyendo de las grandes
ciudades y de su ritmo frenético. Y así como la construcción de un edificio se basa
en la sabia mezcla de materiales y de experiencia profesional, sea nuestra comarca
ejemplo de interrelación y simbiosis; de interculturalidad y desarrollo.
El turismo puede ser otro de los ejes estratégicos de la comarca, con la puesta
en valor de los recursos que en la actualidad se encuentran minusvalorados. La
potenciación social del denominado «ocio cultural» y la proximidad a núcleos densamente habitados es el marco en el que se debe desarrollar una adecuada política
turística. Patrimonio cultural, patrimonio natural y sostenibilidad conforman los
vértices sobre los que se deben asentar las bases de esta estrategia.
La oportunidad que brinda la comarca y con ello la aproximación mayor de la
administración a los administrados permitirá abordar la solución a los problemas
que se han enumerado y ha de aportar los resortes que dinamicen todos los ámbitos de la sociedad comarcal. Una comarca tan cargada de historia puede mirar
con orgullo su pasado, buscando en él la luz que alumbre el camino que se ha de
seguir para encontrar el futuro.
Los coordinadores hemos procurado huir de los temas recurrentes para intentar
realizar una fotografía fresca de lo que acontece en nuestra comarca y de las diferentes oportunidades que se le abren en los albores del tercer milenio. Los autores
que han participado en el proyecto, todos ellos especialistas en los temas que
han tratado, han hecho un esfuerzo considerable por abrir nuevas perspectivas o
por aportar nuevos puntos de vista, tanto en los apartados históricos, culturales y
etnográficos como en los económicos y sociales, con un lenguaje riguroso pero
huyendo de tecnicismos.
Desde el primer planteamiento de esta publicación hasta el resultado final que el
lector tiene en sus manos se ha producido una variación importante. Los autores
han sido los que han marcado el rumbo y el destino final, cada uno desde su propia perspectiva.
Este es un libro para los que vivimos en la comarca o hemos nacido en ella y para
los que se aproximan desde fuera. Es intento de los editores que los primeros se
reconozcan en cada una de las páginas y que los segundos encuentren señales que
les inciten a descubrirnos.
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CALATAYUD
Mapa de la Comunidad de Calatayud (DGA)
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