mi gloria esta en jesus

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EN FUNCIÓN DEL REINO DE DIOS
IGLESIA CRISTIANA CASA JOSUÉ
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MI GLORIA ESTA EN JESUS
Lourdes de Castañeda
19 de mayo 2013
Gálatas 6:14 -Jeremías 9:23-24
La Palabra de Dios nos enseña que la boca habla de lo que abunda en el corazón
Lucas 6:45. Si hiciéramos un pequeño análisis de las cosas que más hablamos en un día, ¿Qué
obtendríamos?
Algunos podrían descubrir que hablan de su trabajo, de su profesión. Otros tal vez de su pareja, sus hijos, y
su casa.
Otros de sus problemas, su situación, de sus logros, de su experiencia del pasado, del
conocimiento, de las capacidades o incapacidades que tienen.
Este tipo de conversaciones las escuchamos todo el tiempo, pero también las usamos todo el tiempo. La
pregunta es, ¿Qué hay realmente detrás de todo esto que hablamos?
Viendo detrás de las palabras, podemos encontrar generalmente al señor YO. Aún en las personas que
hablan acerca de la política, del clima, y de los demás, se esconde el YO en alguna parte. Si lo meditamos a
fondo, veremos esa tendencia de todo hombre a manipular de tal manera sus conversaciones para recibir
de los demás el halago, la aprobación y la aceptación tan deseada en su corazón.
Una vez más volvemos a la raíz del problema en el corazón humano:
El orgullo, soberbia ó endiosamiento, como sea que lo llame. Deseamos demostrarle a todos los que nos
importan, lo maravillosos que somos, lo dignos que somos de recibir de ellos al menos su aprobación o un
aplauso. ¿Cómo lo sé? Pues con el increíble sentimiento que me da cuando lo recibo.
Mi orgullo se eleva a la 5ta. Potencia, y aún así, no es suficiente, al día siguiente, necesito más. Es como
una adicción a la alabanza. Por su puesto, cuando recibimos rechazo en lugar de aceptación, respondemos
con rechazo pensando que dicha persona no merece nuestra “¡tan valiosa compañía!”
Además, en nuestras conversaciones, también hemos de observar que hay veces que hablamos de las
cosas que sabemos hacer bien o de lo bien que nos va en determinada área, pues así ocultamos nuestras
debilidades. O bien, podemos estar hablando sólo de lo malo, pero también desviando la atención hacia
un culpable, que generalmente no soy yo mismo, y de esta manera, obtenemos la compasión de los
demás, que llena de igual manera mi tanque de orgullo.
Jeremías 9:23-24
“Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderosos de su poder ni el rico de su riqueza. Si alguien ha
de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actuó en la tierra con
amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada- afirma el Señor-”
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Podemos ser muy sabios en nuestra profesión, en nuestra manera de actuar, de hacer negocios o aún de
enseñar la Palabra del Señor. Podemos ser poderosos por la forma de cómo dirigimos la empresa, la casa
o las relaciones; o podemos también ser ricos en nuestros bienes materiales, o capacidades y atributos
físicos, pero eso no debe ser el motivo del gloriarnos.
Deuteronomio 8:17-18
“No se te ocurra pensar: “esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos”. Recuerda al Señor
tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza.”
TODO lo que tenemos viene del Señor. Olvidamos que si él decide hoy quitarnos el aliento, ninguno de
nuestros atributos serviría para impedírselo. ¡Él es el motivo de nuestra vida!, ya sólo por eso, es Él quien
merece toda la alabanza la gloria el poder y la honra!
Apocalipsis 4:11:
“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu
voluntad existen y fueron creadas.”
Pero, entonces, ¿por qué necesitamos tan desesperadamente que nos llenen de elogios continuamente?
¿Cuál es el vacío que queremos llenar con eso?
Génesis 1:27 Dios creó al ser humano a Su imagen. ¿Puedes imaginarte lo que eso significa? ¡Eres reflejo
del Dios que creo los cielos y la Tierra y todo cuanto existe!! En realidad, no debiéramos necesitar mayor
atributo que eso, y sin embargo, Dios no se quedó allí.
Al ser robados de la presencia del Señor, Satanás inyectó en el hombre la necesidad de ser cómo Dios, ¡qué
engaño! Eso ya no era necesario, pero esa caída, ocasionó toda esa confusión de identidad, y por eso el
hombre la busca con denuedo.
Sin embargo, no sabemos recurrir a la fuente correcta para llenar ese tanque, es como las cisternas rotas
que nos habla la Palabra.
Jeremías 2:13:
“Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han
cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.”
Con qué razón siempre nos queda sed. Andamos buscando el valor de nuestra identidad en fuentes que
no son capaces de satisfacernos verdaderamente.
Lo que verdaderamente buscamos en nuestro interior es sentirnos valorados como individuos. Eso es
precisamente lo que ha venido a darnos el Señor. El valor que perdimos, lo vino a restaurar por medio de
su muerte y resurrección.
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Romanos 5:8
“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo
murió por nosotros”
Se nos olvida el inmenso valor que tenemos para con nuestro Dios, que fue capaz de despojarse de toda
su divinidad y no le importó la humillación. El amor que tiene por ti vale mucho más que su misma
divinidad para él. Su sangre nos lo demuestra también, ¿cuánto vale la sangre del Señor?
Dios nos ha declarado ya su amor, nos grita a voces: “¡Tu eres de gran valor para mí y yo te amo!” No ha
colmado de bendiciones aún sin ser merecedores.
Hebreos 2:6:
“¿Qué es el hombre para que en él pienses? ¿Quién es el ser humano para que lo tomes en cuenta? Lo
hiciste un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y honra; ¡todo lo sometiste a su dominio!”
¿Qué parte no logramos entender para vivir de acuerdo a esta verdad?
¡Dios nos creó a su imagen, nos coronó de gloria y honra, lo sometió todo a nuestro dominio… y aún
cuando lo habíamos perdido todo, vino Cristo a rescatarlo por nosotros!
Al meditar en todo esto, no hay espacio para quedarnos con la gloria que sólo le corresponde a EL.
Salmo 115:1
¡No a nosotros, o Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad!.”
Es justo darle a El TODA la gloria, y por lo tanto, es una injusticia cuando la buscamos para nosotros
mismos. Mientras sigamos escuchando más la voz de la gente que la voz del Señor, seguiremos
mendigando el valor y buscando halagos y aprobación de los demás. Si buscamos cada vez más la
presencia y la Palabra del Señor, esa sed se irá disipando y cada vez nos sentiremos más amados y con
menor necesidades, capacitados para dar a los demás lo que por gracia hemos recibido.
Entonces nuestras conversaciones irán cambiando y nuestra boca hablará alabanzas a nuestro Padre.
Gálatas 6:14
“En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo…”
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