REPORTAJE El maestro recuerda emocionado la temporada que marcó su carrera César Rincón: 20 años de un flechazo “Cuando paso por delante de Las Ventas siempre pienso: buenas tardes, mi reina” Se cumplen 20 años de aquella temporada de 1991 en la que César Rincón logró abrir en cuatro ocasiones la Puerta Grande de la plaza de toros más importante del mundo. Dos tardes consecutivas de mayo en San Isidro, la Beneficencia y la Feria de Otoño fueron las cuatro fechas que permitieron al torero colombiano llegar a lo más alto y coronarse como triunfador absoluto de la temporada. A partir de ese momento se hablaría de él como “el Cesar del toreo” y Rincón pasaría a la historia como torero conocido en todo el mundo pero fundamentalmente como torero de Madrid. Las cuatro salidas a hombros quedaron grabadas en las retinas de muchos aficionados, que a pesar del paso de los años, siguen recordando la euforia con la que se vivió el toreo de aquel colombiano que llegó a Madrid en 1991 demostrando que venía para quedarse. Veinte años después el maestro revive junto a nosotros aquellas cuatro tardes que marcaron su carrera. Para mí todo lo que fuera torear en Madrid era un premio”. Texto: Herman Pascual, María Cascales y Álvaro de Tomás, alumnos del I Curso de Periodismo Taurino de ABC y la Mesa del Toro Fotos: Annaïs Pascual y Pablo Priego Los cuadris fueron ovacionados por su imponente presencia. Su juego fue duro, encastado e interesante. El balance fue de silencio en su primero y ovación en el cuarto, precisamente el más complicado de la corrida. Ante un toro “de los de antes” Madrid intuyó la entrega, conocimiento y valor de Rincón: “la verdad, nadie apostaba por mí como figura, pero al menos conseguí que me esperaran”. J ulio César Rincón Ramírez, así se llamaba el jovencito que en 1982 llegó a España desde Colombia con la firme intención de convertirse en torero. Sus primeros pasos ya los traía dados desde el otro lado del Atlántico y fue en su ciudad natal donde se vistió por primera vez de luces dos años atrás. La noticia de la muerte de su madre y su hermana en un accidente obligó al joven a volver a su país. A finales de ese mismo año, el 8 de diciembre, César Rincón tomó la alternativa en el coso de la Santamaría de Bogotá con toros de Vistahermosa, le apadrinaba Antonio Chenel “Antoñete” y José María Manzanares era testigo de la ceremonia. Su confirmación en Las Ventas llegó en 1984 y nadie pudo pronosticar en ese momento el prometedor futuro del torero colombiano, al que todavía le quedaban varios años de lucha por hacerse un hueco en los carteles. La falta de grandes oportunidades acompañó al diestro durante casi diez años de su carrera, sin embargo, su suerte dio un giro de 180 grados el año 1991. 10 César Rincón, en la actualidad. Prueba de fuego que Rincón superó con buena nota, tanto para la prensa como para la afición. Vicente Zabala escribió en ABC: “Puede haber en este colombiano un interesante torero de feria […] César Rincón, oído al parche, va a dar guerra, porque se le ve con valor, con no poco oficio y una afición sin límites”. EL TOQUE DE ATENCIÓN. FIRME CON LOS CUADRI El domingo 29 de abril la afición madrileña acudió en buen número a la catedral del toreo, al reclamo de una señora corrida de Celestino Cuadri y un cartel de jóvenes matadores: confirmaba doctorado Raúl Zorita, junto al colombiano y a Enrique Ponce: “mi apoderado, Luis Álvarez, había conseguido que me incluyeran en San Isidro, a condición de que matara antes la de Cuadri. 21 DE MAYO. EL SUEÑO HECHO REALIDAD Los carteles de San Isidro vieron la luz. Con la de Baltasar Ibán, junto a Armillita y Curro Vázquez, nuestro protagonista. Algunas voces se levantaron protestando su inclusión; a fin de cuentas, era su noveno año de matador y sus méritos en España se resumían en un par de buenas actuaciones en Valencia y su digno papel con la de Cuadri. Pero los hermanos Lozano lo tuvieron claro y finalmente el co- sos en sus dos primeros toros. Para el de Espartinas, los pitos y la animadversión del sector más duro. Rincón dejó buen gusto en su primero. Cuando saltó al ruedo el sexto de Murteira, Mengoado, el de Bogotá no dudó. Exprimió la nobleza del toro portugués desde el primer muletazo. La afición bramó al ver su claridad de ideas, la sencillez y el clasicismo de un estilo que les traía recuerdos de Chenel. Su forma de ligar y su honradez en el cite hipnotizaron a la exigente afición: “la verdad es que, admirando al maestro Antoñete, en mis primeros años de novillero apenas le había visto en algún vídeo. Mi forma de torear creo que es totalmente mía, sin espejos”. lombiano, de verde y oro, se presentó ante la cátedra. La epidemia del toro grande estaba en pleno auge en aquel Madrid de primeros años noventa. Los contreras de Baltasar Ibán tuvieron movilidad, pero también fueron terciados. La tarde transcurrió entre protestas hasta el sexto toro. Eso sí, en su primero Rincón saludó una fuerte ovación tras fajarse con valor. La espada quizá le privó de su primera oreja en Madrid. Pero fue en el sexto, Santanerito, donde el maestro colombiano dio su máxima nota: “me sentía preparado, distinto. Sería la necesidad de triunfar, pero yo sabía que algo iba a pasar. No tenía otra oportunidad”. Sacó sin dudar al toro a los medios y allí citó a larga distancia y esperó al toro sin mover las zapatillas, con la muleta plana y dando el pecho. Aquello fue lo más parecido a una revelación para la afición, la vuelta de lo clásico con la valentía de la sangre nueva: “nada más hermoso que un torero firme citando a distancia a un toro que galopa. La emoción de no saber hasta el último momento qué va a pasar allí y la satisfacción de dominar toda esa fuerza, es incomparable”. Toreó tanto al natural como en redondo con pureza y muy asentado. Madrid había encontrado la novedad que tanto ansiaba. Rincón veía cumplido su sueño: la Puerta Grande con mayúsculas. Cualquiera se hubiera conformado con vivir ese sueño. Él quiso más. Esa misma noche, en una habitación del hotel Foxá: “lo recuerdo perfectamente. Salí de la ducha y Luis Álvarez me dijo que tenía dos noticias. La primera es que Manuel Chopera Rincón se convirtió en el “César de Madrid”. nos firmaba treinta corridas para ese mismo año. La segunda, que la empresa de Madrid nos ofrecía sustituir al día siguiente a Fernando Lozano que estaba herido, con la de Murteira Grave. Tú decides, me dijo. Mi contestación fue la que me salió del corazón: yo he venido a torear”. 22 DE MAYO. EL GESTO Y LA GESTA Era un cartel estrella junto a Espartaco, primera figura. Ahí se fraguó parte de la leyenda de Rincón. Dio el paso adelante, tuvo la valentía de decir sí a una apuesta a cara o cruz: poner en juego su triunfo del día anterior. Era el gesto que la afición de Madrid espera siempre de las figuras. El murmullo de la expectación al romper paseíllo junto a Ruiz Miguel y Espartaco ya era un triunfo. Para el veterano torero de San Fernando fueron los aplau- César Rincón, junto a Juan José Rueda y alumnos del curso de periodismo taurino. Dos orejas de nuevo y locura colectiva: “todo fue distinto después de esa tarde. La prensa pasó de preguntar qué pinta este aquí, a preguntar cuándo volvía a torear”. El torero desconocido, el inmigrante que no encontraba su sitio, era el nuevo amo del toreo. Por valor ante el toro y ante los retos. 6 DE JUNIO. BENEFICENCIA. ORTEGA Y RINCÓN A HOMBROS. Y VAN TRES Dos salidas a hombros consecutivas le habían puesto en figura. Le contrataron para Beneficencia, mano a mano con Ortega Cano, que llevaba seis años consagrado: “me pagaron una cantidad que para mí era como toda la plata del mundo. Me acordé de mis tres primeros años en España: estuve toreando sólo para pagar la deuda del viaje desde América”. Toros de Samuel Flores que contribuyeron a la apoteosis con su intachable trapío y su buen juego. Seis orejas y los dos a hombros. Plaza en ebullición, el Rey presidiendo, tercios de quites, rivalidad. Toreo de gran clase del cartagenero y entrega y emoción del colombiano: “fue una tarde inolvidable para todos los que la vivimos. Había una electricidad especial. Los dos a hombros, creo que es algo que no se ha vuelto a dar en muchos años”. “¡Esto es la Fiesta¡”, coreaba el Foro cuando los dos maestros cruzaban la Puerta de la calle de Alcalá. Para Madrid, los dos eran los grandes del momento, en espera de que Joselito consiguiera la regularidad en el triunfo que tanto ansiaba Las Ventas. César Rincón se consolidaba ya como el nombre del año. Pero aún habría más. 11 REPORTAJE El 29 de mayo de 1995, sale por quinta vez a hombros en Madrid, tras cortar las dos orejas a un sobrero de Hermanos Astolfi. Sus compañeros de cartel fueron Emilio Muñoz y Manolo Sánchez. Entre 1999 y 2002 se mantiene alejado de los ruedos a causa de la hepatitis C. Una impresionante cornada recibida en Palmira (Colombia) en el año 90 hizo necesarias transfusiones de sangre. Fue en ese momento cuando contrajo el virus que tardó varios años en manifestarse. El maestro logró vencer a la enfermedad y reapareció en Olivenza en 2003 manteniendo su cartel de figura. De Madrid al cielo. 1 DE OCTUBRE. ¡VIVA COLOMBIA! En otro gesto de compromiso con la plaza que le había lanzado a lo máximo, Rincón no rehuyó presentarse en la Feria de Otoño: “fue una buena jugada empresarial, nos convencieron de que iba a salir bien y yo no podía decir no a la plaza que me había dado tanto, que me había dado todo”. Madrid se lo pagó con una entrega absoluta. Él lo agradeció con dos faenas macizas, sobre todo en su segundo, un toro difícil y peligroso: “Luguillano toreó magistralmente, algo inolvidable. El maestro Manzanares había hecho un quite por chicuelinas enorme también. Esperando que saliera el último yo pensaba: estos dos me van a borrar del mapa”. La raza de figura le impedía acabar el año sin ese paso adelante: “estaba obsesionado con cuidar al toro, que no se cayera, rezaba para que llegara al último tercio en condiciones”. Cuando su hermano le cedió la muleta y la espada para comenzar la faena, César le dijo: “Dame la montera, que voy al centro, porque si me aguanta, le corto las orejas”. Fue la confirmación de los valores que habían rendido a esta plaza. Cuarta salida a hombros, insólito e inolvidable. El grito de un aficionado colombiano en los tendidos, “¡Viva Colombia!”, fue respondido al unísono por la plaza con otro ¡Viva!, símbolo de que Madrid había adoptado a este maestro como suyo 12 para siempre: “Cuando llego a Madrid le digo al taxista que se desvíe para pasar delante de Las Ventas. La veo y pienso: buenas tardes, mi reina”. RESPETO MUTUO Y AMOR CORRESPONDIDO, VEINTE AÑOS DESPUÉS. La temporada de 1991 supuso para el torero un antes y un después en su carrera. Rincón había conquistado Madrid y se había ganado el respeto y la admiración de todos los aficionados. A partir de ese momento el maestro de Bogotá se convierte en un fijo de las grandes ferias. En 1993 un toro de Joaquín Núñez del Cuvillo le infiere una grave cornada en la Real Maestranza de Sevilla que le impide actuar en San Isidro. Ya recuperado del percance, vuelve a torear en Las Ventas el 7 de junio del año siguiente. Compartía cartel con Emilio Muñoz y Juan Mora. Esa tarde se cruzó con Bastonito de Baltasar Ibán, un toro que para la afición madrileña supuso un “derroche de casta y bravura” y con el que Rincón cuajó una faena histórica. “Lo interesante es que nos íbamos estudiando juntos a lo largo de la faena, era un pulso”, de esta manera recuerda Rincón al sexto toro de aquella tarde, que a pesar de ser protestado a la salida, fue premiado con la vuelta al ruedo. El torero se la jugó a vida o muerte, y una vez más salió victorioso de Madrid. Una oreja y una profunda herida en la mano izquierda fueron el balance de su actuación. La sexta salida a hombros de Rincón en Madrid se produce el 18 de mayo de 2005, tras cortar una oreja a cada uno de sus toros de Alcurrucén. “La última tarde que salí a hombros en Las Ventas la recuerdo disfrutando plenamente de con las embestidas y de torear”. Manuel Jesús El Cid y Eduardo Gallo, que confirmaba alternativa, fueron los testigos del nuevo triunfo del colombiano. El 24 de abril de 2007 se despide de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla cortando dos orejas a un toro de Torrestrella, “fue una faena preciosa”, recuerda el torero. El día 23 de septiembre de ese mismo año se retiró de los ruedos españoles en la Monumental de Barcelona, despidiéndose definitivamente del toreo en activo en su Santamaría de Bogotá en febrero de 2008. Tras su retirada Cesar Rincón quiso continuar implicado con el mundo del toro, en este caso en la faceta de ganadero de bravo. Actualmente se encuentra volcado en sus dos ganaderías: El Torreón en España y Las Ventas del Espíritu Santo en Colombia, nombre en honor a la plaza madrileña, ambas de origen Domecq. En una ocasión tuvo la oportunidad de lidiar un toro de su propia ganadería “cuando salió el resultado del sorteo y vi que me había tocado un toro mío saltaba de alegría, torear a un toro al que de alguna forma has criado y visto crecer, sin duda, uno de los momentos más emocionantes de mi vida”. Se cumplen veinte años del idilio entre la plaza de toros de Las Ventas y Cesar Rincón, que a pesar del paso del tiempo, sigue guardando un aroma muy especial.