La lit e r at ur a e s un a sola […]Muchas veces me defino como un gran ojo y una gran oreja que me permite construir los escenarios que luego darán vida a mis narraciones.[…] ¿A qué edad comenzaste a escribir? I.M. - En realidad tuve tendencias a escribir desde niño pero mis primeros cuentos salieron cuando tenía veinticinco años o un poco más. En 1981, en Caracas, publiqué un cuento que se llamó El pájaro que no pudo volar y fue seleccionado como uno de los diez mejores del año, lo que me dio ánimo para seguir. En 1984 salió mi primer libro El libro de todos, editado en Suecia la primera vez. ¿Qué lecturas consideras que fueron "disparadoras" para hacer de ti un escritor y, seguramente, un muy buen lector? I.M. - En mi casa hubo siempre muchos libros. Mi madre era una voraz lectora. Mi padre un muy buen narrador. En verano, él se sentaba en la puerta de mi casa en Jacinto Vera y se llenaba de chiquilines para oírlo. Sin dudas que mi vida familiar fue una gran influencia. Yo indagaba todo lo que hubiese en la biblioteca de casa aunque debo admitir que Quiroga y sus Cuentos de la selva fueron una referencia esencial. Con el paso del tiempo la poesía, en mi adolescencia temprana, también fue esencial: Miguel Hernández, Nazim Hikmet, Machado, Vallejo. ¿Qué lugar ocupa tu vida, tu experiencia, tu familia en tus libros? I.M. Creo que es un universo insoslayable del cual no puedo ni quiero separarme a la hora de crear. En mi literatura para todas las edades están presentes mis vivencias, mis amigos, la familia y esa suerte de registro que creo haber tenido siempre de lo que sucede en el mundo. Muchas veces me defino como un gran ojo y una gran oreja que me permite construir los escenarios que luego darán vida a mis narraciones. ¿Cómo definirías la relación que existe entre lectura y escritura? I.M. En mi caso imprescindible. Aprender de los otros, de los que han escrito antes, ha sido, sin dudas, mi gran escuela. No sé si yo he sido buen alumno, pero leer me ha enseñado por dónde transitar para expresar mis sueños, mi imaginación, mis creaciones. ¿Existe un proceso habitual en la gestación de tus libros? I.M. - Sí. Hay un momento de la creación que es absolutamente libre, con la libertad que se puede tener en cada momento de la historia y de la vida. Allí vivo lo que escribo y escribo lo que vivo. Río, Lloro. Me emociono. Vibro en cada palabra. Una vez terminado el acto creativo viene un momento de corrección que es compartido con mi familia y con personas que se dedican a eso profesionalmente, por lo general, vinculadas a las editoriales. Finalmente vuelve a mí, reviso y doy el visto bueno para que se publique. Una vez convertido en libro, salvo alguna vichadita general, ya no lo vuelvo a leer. No quiero padecer la tentación de reescribir cosas que ya han salido publicadas. Es que las palabras también están en una constante transformación. Una recomendación para los lectores: un libro, una estrategia, una experiencia. I.M. - No suelo aconsejar porque no me siento autorizado para dar ningún consejo. En todo caso cuento mi experiencia que está en las respuestas anteriores. Cuento lo que hago para que quien lo desee tome lo que quiera, pero en todo caso pongo sobre la mesa escritores muy cercanos que nos pueden alentar a leer: Cortázar, Quiroga, Galeano, Vilariño, Whitman (traducido por León Felipe), García Márquez, para nombrar solo algunos. Quisiera que nos contaras tu experiencia como escritor fuera del país, tus contactos con otros escritores y la forma que todo esto, seguramente, te ha enriquecido. I.M. - Recorrer otros países, ir a mesas redondas, encuentros, congresos, ferias del libro, ha sido enriquecedor. Pero lo más importante para mí ha sido tomar contacto con el público, dentro y fuera de Uruguay, especialmente el público infantil y juvenil en Chile, Cuba, Argentina, Brasil, entre otros. En cuanto a contacto con otros escritores, debo reconocer que el mejor contacto ha sido a través de sus libros. Las relaciones más personales han sido con algunos escritores con los que, sin duda, aprendí mucho porque supe escuchar. ¿Qué poder transformador es el que le asignas a la literatura? I.M.- En realidad la literatura la pienso como un territorio de encuentro entre escritor y lector, donde, a su vez, cada uno se encuentra a sí mismo como si cada página fuera un espejo que se construye al escribirla o al leerla. También veo en cada página una puerta que puede conducir por infinidad de caminos que cada lector va construyendo a medida que lee y se mete en la historia y vive y vibra con ella haciéndola suya. La literatura como todas las artes es un torbellino de mundos exteriores e interiores que se encuentran, que se tocan y se funden allí, en las palabras o en las notas o en las telas coloridas. Miras y escuchas con atención, según nos cuentas. El mundo de los niños ha sido el mundo de los adultos, esto te hace pensar que la literatura infantil o adolescente es restrictiva de esa franja etaria. I.M.- No, para nada. Creo que la literatura es una sola y debe estar al servicio de todos los seres humanos independientemente de cada edad. Cada uno tomará lo que quiera de lo que lea o escuche. Hasta un niñito de corta edad podría sentir algo dentro suyo al oír por ejemplo (Poema 4 de Neruda) Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano. Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes, el viento las sacude con sus viajeras manos. Marzo, 2016