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VI
Un sacerdote semejante a Jesús
Aún sintiéndose definitivamente defraudada en sus más íntimas
emociones, Cándida comprendía que ni ella ni las otras maestras podían
culpara Hipólito de la menor insinuación amorosa, pues sin dejar de ser un
caballero de maneras gentiles, supo siempre mantener las distancias sin dar
de si más de lo que exigían las conveniencias sociales . Tal vez por ello
Josefita del Vasto, Marucha Vela, Micaela Camargo y Moniquita Ceballos
creyeron oportuno apartarse . Cuando Cándida quiso convencerlas para
que continuaran asistiendo a las clases de apicultura, ellas trataron de
explicarle que de común acuerdo preferían alejarse para dejarle el campo
libre . Sabiéndose inocente de . lo que suponían, Cándida aprovechó el
malentendido y aunque insistió en decir que era un error lo hizo con frases
un tanto ambiguas y con una sonrisa tan sutil, que ellas ya no dudaron de lo
contrario . Al hacerles creer que sí existía un inicio de relaciones amorosas
entre Hipólito y ella, Cándida se creyó en libertad para completar lo que ya
suponía una conquista . Sin embargo, nada era más incierto que ese ilusorio
triunfo. Cándida lo comprobó enseguida, pues al quedarse dueña de la
plaza, tuvo que abandonarla ya que no era prudente que ella sola visitara el
taller de Hipólito, sobre todo porque las tías se oponían a ello, y no teniendo
quién se dignara acompañarla, no tuvo más remedio que desistir mientras
lograba persuadir a María Isabel .
Tan enfrascado estaba Hipólito en su trabajo, que apenas puso mientes
en la ausencia de las cinto maestras . Sí notó sin embargo la de Felipe,
sobre todo porque Ladera y Chon Candela le hicieron ver la conveniencia
de salvar a Felipe de la vagancia y de los tragos . Si ya Hipólito había
logrado encaminarlo con miras a aprender un oficio y a ser hombre formal,
era una lástima desampararlo cuando más lo necesitaba .
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Hipólito hizo varios intentos pero no pudo convencer a Felipe quien por
su cuenta manifestó su desagrado de que un hombre lo anduviese buscando
por las cantinas y aun por ocultos recovecos . Empecinado en su obra redentora,
Hipólito fue con Ladera a visitar a las tías de Cándida . Lo hizo por sugestión
de Chon Candela. María Adelaida, que ya había puesto ligeras esperanzas en
el noviezgo de Cándida e Hipólito (si no ha de hacerse monja, que no pierda
la ocasión de casarse con un ángel como éste), resolvió que la tía Chabela
debía servir de chaperona acompañando a la «nena a las elecciones . De igual
edad que Hipólito, María Isabel, sin ser coqueta, se conservaba fresca y
atractiva. Dedicada a la escuela y a la crianza de su hija, sobrellevaba con
sobria dignidad su viudez . Comprendió lo muy útil que sería para Cándida el
noviazgo y se dispuso a acompañarla todas las tardes .
Meditando más tarde sobre este nuevo arreglo, Cándida tuvo que aceptar
que resulté más cara la mecha que el candil, pues Hipólito, aviesamente
adoctrinado por Chon Candela, creyó oportuno no desilusionar a Felipe a
quien supuso enamorado de Cándida . Su gran delicadeza lo hizo disimular
y, actuando de manera pueril, se desvivió por atender a Chabela, creyendo
ver en ello una manera de retener a Felipe junto al taller y de ese modo
obligarlo a superarse . Las atenciones de Hipólito ilusionaron a Chabela y
fueron causa del lógico distanciamiento entre tía y sobrina . Sacrificándose
en favor de Felipe y aun sabiendo que Cándida era para él lo que un poeta
llamaría la ideal imagen de sus sueños, Hipólito no tuvo más remedio que
persistir en un engaño de muy difícil solución, pues siguió aparentando su
complacencia por Chabela . Esta, a su vez, disgustada con Cándida, no
siguió acompañándola lo cual puso en aprietos a la sobrina, quien,
desobedeciendo a las tías, insistió en visitar sola el taller sin que la vieran .
Fingiendo que iba a hacer sus oraciones, penetraba en la iglesia por la puerta
central ; humedecía sus dedos en el agua bendita ; se genuflexsignaba y,
escurriéndose por la puerta trasera, pasaba lindamente de la pequeña sacristía
al taller, libre de atisbos y de miradas indiscretas . Por lo menos eso era lo
que ella suponía .
La ausencia de las demás maestras y de la vigilante María Isabel en
nada mejoró la situación de Cándida con respecto a Hipólito, sobre todo
porque siendo ambos tímidos no osaban insinuarse menos aun frente a Felipe
cuya presencia en el taller era para ellos no tan sólo un testigo sino un
estorbo insuperable . Sabiendo que Felipe deseaba a Cándida como quien
corre a tientas tras un sueño, Hipólito, impulsado por su propia delicadeza,
prefería reprimirse y no mostrarse ni muy enamorado ni muy correspondido .
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Más bien trataba de ayudar a Felipe compadecido de su loca lujuria e
ingenuamente servía de mediador dando a entender que le agradaba el
connubio sexual entre Chompipe y Candida, falso concepto con el cual
acentuaba el odio que ésta sentía contra Felipe pues lo sabía capaz de violarla,
sólo por congraciarse, apenas la tuviera a su alcance en la más mínima
oportunidad.
Sin embargo, Cándida tenía casi la plena seguridad de que Hipólito se
casaría con ella .
Todo andutro como a pedir de boca hasta el momento en que, un
domingo en la misa, ocurrió lo inesperado . Vestido con sotana corriente, el
padre Brito enfrentóse a los fieles en el altar y con acento parsimonioso
manifestó que necesitaba ausentarse de la isla por una larga temporada
pues haría un viaje a España con el propósito de aclarar si era válido el
diagnóstico que nuestros médicos acababan de anunciarle .
-No tengo inconveniente en revelarles -dijo- que se trata de un
cáncer en los pulmones ; de allí la tosecita, la necia tosecita que me molesta
con frecuencia . Yo sé que fumo mucho, pero nadie va a convencerme de
que abandone mis queridos habanos . Son deliciosos . La tos se debe al
humo . No será nada grave . Antes de retirarme les quiero agradecer las
bondades que han tenido conmigo . Han sido muy cordiales y auténticos
amigos. No quedarán desamparados, pues los meses que yo dure en España,
que espero no sean muchos, la iglesia quedará encomendada tanto a Betín,
que es un acólito insuperable, como a un hombre de Dios, digna persona y
caballero muy apreciado en la isla . Les advierto que él no va a reemplazarme
como párroco. Yo sigo siendo el titular. El buen amigo a quien todos
conocen sólo tendrá a su cargo los oficios que su alta diaconía le concede
como asimismo mantener encendida la fe procurando que los fieles asistan
a la iglesia . Podrá leer las Sagradas Escrituras, administrar solemnemente
el bautismo como asimismo el viático a los moribundos y presidir los ritos
funerales . Insisto en que mi ausencia será corta . Tal vez, de un mes o dos .
La parroquia quedará en buenas manos . El nuevo capellán es nuestro amigo
Danilo Hipólito Salerno .
En ese instante, Hipólito salió de la sacristía investido con las sagradas
vestimentas y bendijo a los fieles .
Hubo un sordo rumor de comentarios . Las muchachas chismeaban las
unas con las otras . Las maestras comentaban, indiscretas, entre sí . Las
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beatas, no sabiendo qué hacer, se persignaban, pero se las notaba
complacidas . Un sacerdote tan parecido a Jesucristo debía oficiar como un
bendito . ¡Gracias a Dios y gracias al Santísimo Corazón de Jesús!
Muchas etéreas ilusiones se deshicieron como cosa de magia . El nuevo
«hombre de Dios» comenzó su saludo declarando que había hecho sus
estudios eclesiásticos en la Universidad Gregoriana de Roma y que haría lo
posible por ser digno de la misión que se le había encomendado. Acto
seguido realizó la lectura del Evangelio tras la cual, sin más trámites, finalizó
el oficio .
Cándida, que estaba allí en la iglesia, se sintió avergonzada y estuvo
casi a punto de salirse, pues la asaltaron unas ganas inmensas de ir corriendo
a su casa, tirarse sobre el lecho y desahogarse llorando a todo trapo, pero
frenó sus nervios y logró razonar simulando la más completa indiferencia .
Las maestras se habían aproximado a conversar con Hipólito
manifestándole su agradable sorpresa. Sin comentar el hecho, todas ellas
habían quedado extrañadísimas, pues habiendo notado que Hipólito se
complacía de modo unívoco con Cándida habían resuelto de mutuo acuerdo
dispersarse con el objeto de no estorbar a los que ya suponían en vías de
aproche romántico .
Sumisamente, Cándida se aproximó al altar y, sin decir oxte ni moxte,
besó las blancas manos de Hipólito .
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VII
Peripecia en las regiones australes
Vestido con su recién confeccionado hábito salesiano, Danilo esperaba
con paciencia que anunciaran la salida del paquebote que debía conducirlo
a Puerto Limón . Tenía la vaga idea de que el vapor partiría al caer la noche,
pero la empleada que le vendió el pasaje le advirtió que era imposible
predecir la hora exacta del zarpe . Por eso, apenas comenzó a obscurecer,
se había sentado sobre esos sacos de maíz con su maleta a buen recaudo
por el temor de olvidarla nuevamente .
El trasatlántico italiano que lo trajo desde Valparaíso siguió su viaje
rumbo a Nápoles . Danilo se había sentido tan a gusto, que habría deseado
seguir hasta Pausílipo para darles la gran sorpresa a Renato, a Norina y a
Lisetta . Sabía que el nonno Teófilo ya descansaba en paz con el Señor .
Siempre le plugo llamarlo nonno aunque, en efecto, el bondadoso
nonagenario no era su abuelo sino su bisabuelo .
Atosigado por el calor, y sudoroso, sentía deseos de estar a bordo para
darse un buen baño, pues el polvo que despedían los fardos mientras iba
cargándolos la grúa formaba densa polvareda que no sólo se adhería a su húmeda
piel sino también, de vez en cuando, le provocaba desagradables estornudos .
El trajín infernal de obreros de diferertes razas formaba una Babel en
ambos puertos del Canal . Ya, en su viaje anterior de Italia a Chile, había
admirado la portentosa vía . Las silenciosas maniobras de las compuertas y el
bullir de las aguas mientras llenaban las esclusas lo había dejado estupefacto .
Apenas desembarcó en Colón tuvo el capricho de visitar el vicioso
antro donde mamma Rosina, joven aún, se vio obligada a desnudarse para
servir de pasto a la lujuria vulgar de los viajeros .
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Fue allí donde Rosina Salerno comenzó a hacerse rica vendiéndose a
los hombres que, desde luego, se peleaban tras ella enardecidos por la
atractiva gracia de su belleza juvenil unida al ritmo de sus canciones y sus
danzas napolitanas .
Cuando esa noche, enloquecido de rabia y de vergüenza, salí del
Tabernáculo no creí haber logrado mi propósito de encaminarla hacia la
gracia de Dios . Supe más tarde que, antes de envenenarse, dejó arreglados
sus asuntos de orden espiritual y económico .
Arrepentida de todos sus pecados, recibió el pan bendito en una iglesia
cercana al Tabernáculo .
Ahora, sabiendo que está en el Purgatorio, rezo por ella noche y día .
Aquella noche me dejé poseer de los demonios . Bebí y lloré de rabia,
de repulsión, de angustia .
Al día siguiente me desperté en el sucio camarote de algún navío . Sentía
que todo me daba vueltas . Había ingerido diversas clases de licores . El
resultado lo sentía en mi cabeza que me dolía terriblemente . Mi sed y la
resequedad de mis labios me obligaron a descender de la litera . Por fortuna
hallé a mano un jarro de agua . En ese instante fue cuando, al darme cuenta
de que todo oscilaba, me percaté de que viajábamos . Debía ser una nave de
muy poco calado . Tal vez una goleta . Aun creyéndome experto, no capté
de momento si el camarote en que iba era de proa o de popa . Cierta insistente
fetidez me daba arcadas y un malestar como de bascas . Por los desagradables
residuos que vi esparcidos por el suelo comprendí que debido al malestar
de los tragos vomité lo ingerido . Necesitaba respirar aire fresco . Abrí la
puerta . La fría brisa marina me hizo recuperarme . Oí afuera voces
acaloradas . Una de ellas era la de Pausílipo que perjuraba a gritos haber
vivido en Magallanes y había oído de labios de un borracho datos precisos
de una famosa lobería. Si no precisos, por los menos preciosos, pero, decía
«en el techo de la caverna, perdida entre las nieves, hay una entrada oculta .
Lo único malo es que se halla en las profundidades de un precipicio . Es
necesario descender con sogas . Presiento que daré con el sitio . Los pájaros
marinos, sobre todo gaviotas, salen a veces de la grieta . Sé que ellos pueden
guiarme hacia la cueva. Si logro dar con ella tendremos «popis para
volvernos ricos . Es por la Patagonia . Más abajo de la Tierra del Fuego,
entre las islas Wellington y Lhermite» .
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-Nosotros -dijo la voz de otro hombre- nos hacemos pasar por
cazadores de focas pero, en verdad, contrabandeamos ginebra y whisky .
Ya tú sabes . No me fío para nada . Ese asunto me parece muy vago . Tú
andas siempre borracho y eres muy charlatán . Para chingarla, trajiste a ese
otro tipo . ¿Dices que es cura? Nos traerá mala suerte . Si quieres, te dejamos
en tu isla mientras nosotros distribuirnos las barricas . Será cuestión de una
semana . Te dejaremos lonas, harto aguardiente y aderezos de pesca . Puedes
quedarte con el cura . No lo queremos en nuestra compañía . Te repito que
no creo en ese cuento de tus «popis .
Al poco rato llegó a mi camarote Pausílipo . Con la mayor desfachatez
me explicó que todo mi dinero se lo entregó a esos dos forajidos calabreses
a cambio de pulóveres y suéteres de lana abrigadores . Me dijo que, en
pleno estado de ebriedad, yo había insistido en embarcarme con rumbo
hacia el Canal, raro capricho que resultó imposible pues, faltándome la
maleta, no tenía ni el pasaje ni el pasaporte ni el resto de mis cosas, y fui yo
mismo quien después insistí en hacer el viaje a las regiones australes . Me
dijo que en mi loca embriaguez le había contado todo lo relativo a los
prostíbulos de mi «purísima» mammina, lo cual quería decir que yo era
dueño de esa famosa empresa denominada Tabernáculo S .A . En todo el
viaje, que fue larguísimo e incómodo, tanto Pausflipo como sus dos amigos
calabreses, confabulados entre sí, tenían el tacto de secretearse de consuno
para evitar que yo lograra enterarme de sus pecaminosas peripecias .
Desembarcamos en un páramo nevado y borrascoso . La expedición fue
inútil pues no hubo indicio alguno de grieta ni de gaviotas . Sintiéndose
engañados, los calabreses se enfurecieron con Pausílipo y lo obligaron a
continuar solo la búsqueda . Afortunadamente dimos con una especie de
bohío rústico y, tras un día de espera, fuimos en busca de Pausílipo
inútilmente . No hallamos rastro de él . Los calabreses manifestaron sin
rodeos su temor de que yo les acarreara jettatura . Comprendí que deseaban
proseguir sin demoras su viaje rumbo al sur con el objeto de negociar el
contrabando lo cual era arriesgado . Pensé que lo más justo era quedarme e
insistir en la búsqueda . Me advirtieron que en ese tiempo la nieve cubría
todas las grietas . . . ; podía caerme en una de ellas y que sería una lástima
que el heredero de tan ricos prostíbulos fuera a quedarse sepultado en la
nieve . Me hicieron bromas y, antes de irse, dijeron que, siendo yo un
devotísimo hombre de Dios, debía testar a favor de ellos . Me habían dejado
sogas provistas de adecuados garfios metálicos . Apenas quedé solo salí a
intentar mi expedición salvadora . Luego de haber andado un trecho largo
sobre la nieve, vi aparecer una gaviota que, tras dar un rodeo, se sumió
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nuevamente en el páramo . Me acerqué . Vi la brecha. Llamé en voz alta al
compañero y oí que su voz, debilitada a tal extremo que era difícil escucharla,
respondía desde el fondo del precipicio . Luego de haber fijado el gancho
en una roca, eché la soga . Pausílipo subió de inmediato. Ni la caída lo
había afectado ni había perdido sus energías . Su voz llegaba a mis oídos
debilitada debido al fuerte viento que corría abajo . Feliz de haber hallado
la caverna donde parían las focas, me anunció que deseaba iniciar al tiro la
matanza de los recién nacidos de 1 o contrario sería tarde . Pasada una semana
perdían valor. Cuando le dije que los dos calabreses se habían marchado,
se enfureció . Conseguí convencerlo de que era preferible volver al día
siguiente luego de haber comido y descansado . Los dos contrabandistas
habían dejado pescado seco . Pausílipo se sentía tan alegre que esa noche
no hizo más que beber . Tan intenso era el frío, que yo mismo no tuve más
remedio que imitario . Tuvimos que cobijamos juntos bajo la misma manta .
Me tocó, me excitó, quedó desnudo e hizo el papel de dama para que yo lo
poseyera diciéndome que la noche siguiente me iba a tocar a mí darle su
turno . De inmediato comencé a idear la forma de escabullir el compromiso .
Si yo aceptaba, seguiría siendo eternamente la amante de Pausilipo que me
pondría en ridículo delante de la gente . Tendría que hacer el rol de ama de
casa, de simple barragana ; lavar, planchar, fregar los pisos, cocinar y
soportarle bravuconadas y hasta golpes . Al día siguiente bien temprano
partimos con los enseres necesarios . Luego de haber fijado en una roca los
garfios de la soga, bajó primero . Yo, rezando, me encomendé al Señor. Al
llegar a la sima del precipicio, Pausilipo comenzó a gritar, baja Danilo,
¿qué esperas?, ¡baja, coño! Yo imploraba al Altísimo . Él, colérico,
zamarreaba la soga vociferando . Noté que el garfio se estaba desprendiendo
de la roca y, desde luego, no hice ningún intento por sujetarlo . Yo había
aceptado eyacular en él pensando que aquel acto no sería denigrante para
mi hombría pero el desquite que él me solicitaba me parecía ofensivo a mi
pureza . Mientras seguía rogándole a Dios que me salvara de la terrible
tentación de pecar contra natura, vi que de pronto el gancho se zafó, cayó al
abismo, y oí el violento aullido de Pausílipo que me exigía volver a la
cabaña y regresar de inmediato con una soga de repuesto . Le contesté que
iba enseguida y me alejé de aquel sitio . Cuando llegué al bohío, los
calabreses me esperaban furiosos y algo bebidos . El contrabando les resultó
un auténtico desastre . Ya lo habían descargado en la habitual ensenada
cuando vieron que inesperadamente se iba acercando un guardacostas . De
chiripa lograron escapar . Fue en ese instante cuando sintieron la explosión .
Las barricas habían volado en llamas debido a algún certero disparo del
puñetero escampavía . Como yo les había causado la jettatura, debía pagar
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la manda y la demanda . Por eso preferían no abandonarme en aquel páramo .
Nada les importaba la suerte de Pausílipo . Yo iría, con ellos hasta Valparaíso
y, una vez en el puerto, llamaría por teléfono a mammina para que me
salvara del secuestro mediante el pago de una suma adecuada . En efecto,
al llegar, llamé al prostíbulo . Quien contestó fue el negro peruano que
copulara con mammina en mi presencia. Tal vez creyó prudente no darme
de inmediato la penosa noticia . Me trasmitió un mensaje de la manan.
Aquello me pareció algo extraño . Sólo era el nombre y el teléfono de un
famoso abogado (que era también notario). Por él supe que mi madre había
muerto y me legaba su cuantiosa fortuna. Le consulté el secuestro de que
era víctima inocente. Mis captores no se atrevieron a exagerar la suma . El
abogado llevó el dinero en efectivo y en su auto me fui a su casa . Después
de haber dejado sus asuntos en regla, mi mamá había ingerido más pastillas
de las que acostumbraba para dormir y al día siguiente no pudo despertar .
Con la efectiva ayuda del notario-abogado vendí todos mis bienes . Lloré
en la tumba de Rosina Salerno y me embarqué rumbo al istmo .
La faena de carga y de descarga había llegado a su fin . El paquebote
dejó oír su sirena . Posiblemente yo me había distraído pues fui tal vez el
último en abordarlo . Me sentía cansadísimo . Sin ganas de cenar, me di un
buen baño y, luego de endosar mi pijama, me eché, extenuado, en mi litera .
No me di cuenta del despegue ni que iniciaba el viaje rumbo a Puerto Limón .
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Desventura de Cándida en la poza
Desventuradamente para Cándida sus previsiones se cumplieron . Todo
ocurrió de modo tan violento y salvaje que ella, asustada, apenas tuvo tiempo
de encomendarse fugazmente a la Virgen mientras se daba cuenta de que
Felipe, como un perro de presa, la violaba de manera brutal . Gracias a
Dios que el acto obsceno tuvo lugar cuando ya ella se había desvanecido de
manera que sólo sospechó algo del hecho al volver en sí .
Cándida prefirió silenciar su ruin deshonra . Tal oprobio nadie debía
saberlo . Menos aún mi padre . Con lo volado que es, seguramente sería
capaz de asesinar a Felipe . Ni eso podría lavar la mancha ni suavizar la
ofensa ni ablandar el rencor .
A pesar de que Hipólito vestía su rigurosa sotana, Cándida había
insistido en visitar el taller. Sabía que muchos curas, enamorados, cuelgan
sus hábitos . Les importa un comino lo que opine la Curia y contraen nupcias,
pero al ser ultrajada por Felipe sentía vergüenza de hallarse frente a Hipólito .
Por ciertos comentarios que le oyó a Chon Candela, Cándida supo que
Felipe se había esfumado sin dejar huella ni despedirse, pero que a fuerza
de indagar y al cabo de atinadas pesquisas se había sabido que Felipe
deambulaba embarcado con los buzos de San Miguel .
Sin olvidar sus nuevos deberes, Hipólito no abandonó el taller y, a
pesar de la ausencia de Felipe, cada día bregaba con la garlopa y el martillo,
Vistiendo su sotana visitaba diariamente a las tías de Cándida quienes
estaban indecisas entre sentirse resentidas o halagadas . Cada una de ellas
analizaba de manera distinta los designios de Dios . En lo que estaban muy
de acuerdo las tres era en el hecho de que las ilusiones perdidas renacían
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con la fe y, en efecto, era un gran triunfo para la isla el hallazgo de un
hombre como Hipólito pues era el párroco perfecto .
En los primeros días de su azarosa aventura, Cándida prefirió
esconderse . Fingióse enferma . Se encerró en su recámara y, procurando
que nadie se enterara, lloraba con el rostro hundido en la almohada, pero
haciendo de tripas corazón, según el dicho habitual de la tía Lola, recibió a
las amigas, superó el malestar y reinició sus faenas escolares . De pronto se
dio cuenta de que sus regulares funciones femeninas entorpecían su ritmo
habitual y en la inútil espera de esa eclosión sintió el impacto de una fatal
verdad inevitable. Estaba encinta e iba a tener un hijo de Felipe . Todas sus
fibras se erizaron como dispuestas a luchar contra algo injusto . La semilla
indeseada debía ser de inmediato desarraigada . Recordó que durante los
muy felices años de su internado en la Normal oyó a sus compañeras de
dormitorio las diversas argucias de que se valen las mujeres para
reconciliarse con su cíclica epifanía sanguínea .
Resolvió a todo trance provocar el aborto y evitar el escándalo . De
modo que, a escondidas de las tías, bebió tisanas de borraja . Con mil
dificultades, se dio baños calientes de asentadera, pero todo fue inútil, pues
ya era tarde . Si mi papá se entera de que Felipe me ha preñado va a armarme
un gran bochinche y es muy capaz de hacer un despropósito . ¿Qué hago,
Dios mio, qué invento? No se atrevía a confiarle a nadie su angustia . Bien
sabía que Balbina y aun Faustina eran expertas en abortos, pero ellas no
eran gente discreta sino al contrario deslenguadas . Ya les había escuchado
referencias de Zutana y Mengana . Con ellas, ni pensarlo .
Cuando empezó a sentir las primeras molestias indicadoras del proceso
genésico se pasaba las noches sin dormir imaginando lo que podría ocurrirle :
primero, el juicio inquisitivo de las tías ¿quién fue el canalla? ; después, la
sofoquina, las groserías del Ñopo, rediez me cago en Dios ; los comentarios
y las habladurías de la gente ; tendría que renunciar a la escuela ; irse de la
isla ; para colmo de males, el idiota de Hipólito se había salido con un
domingo siete . Bueno, de todos modos, siendo ahora sacerdote, podría
ampararla, aconsejarla ; pero, no, qué vergüenza ; ni oculta tras las rejas del
discreto confesonario se atrevería a decírselo . De ninguna manera . No se
sentía con el valor suficiente como para enterar al nuevo cura de su
ignominia . Desde que el padre Brito se había ausentado, Hipólito, vestido
con sotana o revestido de ornamentos curiales, se había hecho cargo de la
parroquia . Pensaba en él y lo veía tan místico, tan santo, tan pulcro, tan
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dedicado a la vida espiritual y a la ética cristiana, que lo sentía lejano,
inaferrable e inasible como Jesús en el instante en que le dijo a la Magdalena
noli me tangere. Si él no puede ayudarme, ¿ qué debo hacer? Ampárame,
María Auxiliadora .
Cuando lograba conciliar el sueño, tenía terribles pesadillas de las que
despertaba empavorecida y sudorosa . Tal vez sólo en artículo moros tendría
el coraje de confesarle a Hipólito su desventura . El secreto de la confesión
es sagrado . En la conciencia del padre Hipólito el oprobio de Cándida
quedaría sepultado con más seguridad que en una tumba . La única solución
entonces era morir . ¿De qué manera? Comenzó a elucubrar diversos tipos
de suicidio . Si el percance fatídico le ocurrió porque al bañarse sola en la
gran poza, de modo desusual, estuvo casi como en un tris de ahogarse, lo
adecuado sería intentar la prueba con el firme propósito de dejarse morir .
Se veía entre las aguas luchando con la asfixia y de inmediato la piel se le
erizaba y el corazón aceleraba sus latidos presa del pánico . ¿Sería capaz de
hacerlo? Siempre me he defendido diestramente en el agua no sólo en
competencias difíciles sino también en ejercicios de natación y de buceo .
Corrí el grave peligro de perecer sólo porque al notar que Felipe me aguaitaba
desnuda se me enredó en los brazos el camisón y caí al agua ; los nervios
me atacaron ; me dio calambre en ambas piernas y hasta perdí el sentido .
De no haber ocurrido tan imprevistas circunstancias jamás hubiera estado
a punto de ahogarme . Por eso estoy segura de que nunca tendría el valor de
mantenerme inactiva dentro del agua hasta el instante de la total inercia .
Pensó que un buen recurso sería arrojarse del muelle durante la pleamar y
de noche para que nadie le prestara auxilio . Dalila, que era una buena
nadadora, murió tal vez golpeada por el aguaje . Los tiburones se encargarían
de repartirse mi carne como buenos hermanos . Sería un nuevo milagro de
los peces pero a la inversa . No quiero ni pensar en mi tío Néstor y en
Débora . Qué horror. Dicen que el mar se puso rojo como cuando mataron
a Gancho Hermoso . Además, desde que las fragatas gringas se alejaron de
esta isla es bien sabido que los voraces escualos polinesios prefirieron seguir
tras su nutricia y rica estela . No tendré la esperanza de metamorfosearme
en tintorera . Un disparo en la sien o en el pecho . Las sábanas manchadas
de sangre . Mis bellas sábanas de Holanda . Yo misma les marqué mis
iniciales . Además, desde la última campaña política la guardia recogió de
casa en casa todas las armas que había en la isla . Ya no recuerdo bien si eso
ocurrió mucho antes de la guerra de Coto o cuando los gringos invadieron
la isla . No sé por qué motivo no se llevaron esos viejos cañones coloniales
que hay en diversos sitios del pueblo . La única tercerola de que tengo
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noticias que existe hoy escondida me parece que es la de Papa Chente .
(Chinino se la metió en la boca y ¡Dios me salve!) . La usa para cazar
palomas con cartuchos de regadera . Ahora siempre la carga con perdigones
contra un posible abuso de los gringos . Un tiro con esa arma sería fatal .
Perforaría mi piel . Todo mi cuerpo lleno de agujeritos como una coladera .
Vengan, señoras . Una nueva manera de colar el chicheme . Más bien sería
una espléndida y expedita técnica abortiva . Muere la madre y muere el
feto. Demasiado espectacular. Menos escandalosa sería la muerte por
envenenamiento . Pobre Cándida, equivocadamente bebió arsénico creyendo
que eran polvos para dormir. El padre Hipólito oficiaría la misa de réquiem
compungido . Señor, ten piedad ; Cristo, ten piedad . No hay duda de que
Cándida irá al cielo, diría la gente sin conocer la realidad . Sé bien que los
suicidas no alcanzan la piedad del Señor . Nopis, diría San Pedro . Una
temporadita entre las ánimas benditas del Purgatorio no te caerá del todo
mal . Si después de trasegar el veneno llamo a Hipólito y le confieso mi
culpa, tal vez me libro por chiripa del fuego eterno . Lo lamento, San Pedro .
Traigo salvoconducto .
Cándida recordó que en la botica det tío Plácido había visto unos tarros
con etiquetas que decían calomel o arsénico o cianuro . A veces ella visitaba
a las tías . La Niña Clo y la Niña Chenta, aprovechando que Cándida sabía
atenderles la farmacia sin fiarle a nadie, la dejaban cuidando y se iban
rápido a echarse su manito de rezos a la iglesia .
Fue . Consiguió el arsénico . Bebió una dosis fuerte . Lo hizo después
de estar segura de que no habría testigos en la casa . Logró que una niñita
fuera a llamar al padre Hipólito con señales de urgencia . Luego, ajustó la
puerta y, preparando su ánimo para morir en paz, se echó en la cama .
Muy sorprendido por el mensaje recibido, el padre Hipólito le preguntó
a la niña qué novedad había . ¿ Por qué motivo lo requerían así?
-¿Qué tiene Cándida?
-Creo que está muy enferma .
-Vete enseguida a casa de Ladera y dile que venga .
Mientras la niña ejecutaba el mandado, entró a la casa . Vio a Cándida
muy pálida, con los ojos cerrados, con toda la apariencia de una persona
muerta .
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Ella, deshecha en llanto, le contó la violación de que fue víctima de
parte de Felipe . Sabe que ahora está encinta y, más aún, que el Ñopo no
querrá transigir, ni ella tampoco quiere casarse con Felipe . No siempre se
consigue lo que se sueña, pues el hombre con quien habría deseado casarme
me lo robó la Iglesia. Se atreve a confesarle intimidades porque ahora se
halla a un paso de la muerte . Ama a Hipólito . Su mejor ilusión habría sido
unirse a él como lo manda la Santa Madre Iglesia, pero precisamente fue la
Curia quien se interpuso entre ambos . El destino y el cielo dispusieron las
cosas de esa manera . La única esperanza que a ella le resta es que él,
Hipólito, después que ella haya muerto, rece por su perpetua salvación.
Ella no habría tenido la audacia de confesarle su ignominia si no se hallara
en trance agónico . Únicamente había querido salvar a su familia del
deshonor. Jamás hubiera imaginado que Felipe fuera capaz de cometer
con ella tal villanía . Según solía ella hacerlo, fue a bañarse a la poza a la
hora meridiana que es cuando se halla solitaria . Mi excesivo pudor no me
permite desnudarme ni frente a otras mujeres . En el instante en que iba a
endosar el camison, vi que Felipe me aguaitaba parapetado tras las frondas
de un papo . Entontecida por el desasosiego, trastabillé, retrocedí, caí, me
hundí en el agua ; la tela húmeda del camison me ató los brazos y se adhirió
a mi cara ; me impedía respirar y aun el intento de mantenerme a flote .
Logré ver que Felipe se echó al agua desnudo . En ese instante, no sé por
qué milagro, liberé un brazo y, enloquecida de pavor, prensé su cuello con
tal anhelo de vivir que, para defenderse, no tuvo más remedio que golpearme,
motivo por el cual perdí el sentido . Creo que sufrí un colapso nervioso .
Cuando mucho después me recobré, tuve enseguida la plena convicción de
que Felipe me había violado . Soy inocente . Que Dios me salve si, al
atentar contra mi vida, he pecado, pero no tuve más remedio que
envenenarme . Tomé unos polvos, no sé si arsénico o cianuro, que robé en
la farmacia de tío Plácido
Hipólito, aún sabiendo que Ladera no tardaría en llegar, se volvió un
lío de nervios, se le aflojó la voz y todo trémulo, con angustias de llanto y
acariciando a Cándida con la más tierna dulcedumbre, lamentábase de su
maldita timidez debida acaso a su carácter pueril .
-Eres tan pura como tu nombre . Fueron precisamente tu prudencia y
candor las dos vallas que me impidieron darme cuenta de que me amabas,
de lo contrario te habría manifestado mis sentimientos . Espero que don
Plácido venga cuanto antes y te salve, pero si has intentado suicidarte creo
que no sólo ha sido por lo que llamas tu deshonra sino decepcionada porque
482
vestí los hábitos . Acepté reemplazar al padre Brito sólo durante el tiempo
que él permanezca ausente . Deseo manifestarte que nada de ello constituye
un obstáculo puesto que yo aún no me he ordenado de sacerdote . Soy
simplemente diácono . Me falta un año probatorio para mis votos absolutos .
Vestí los hábitos y me encargué de la parroquia en atención a una imperiosa
solicitud de la Curia, pero esto es momentáneo, provisional . Es mientras
vuelve de España el padre Brito . Nada me impediría casarme . La grave
situación en que te encuentras, quiero decir, tu estado de gravidez, no es un
obstáculo contra mis sentimientos, pues mi deber ahora es pedir tu mano .
Por el contrario, quiero que seas mi esposa. Casi me considero responsable .
Nos casaremos enseguida para evitar murmuraciones .
-Sin embargo, no nos hagamos ilusiones, cuando dé a luz al niño,
¿qué ocurrirá? Todos sabrán que es hijo de Felipe . Además, ya es inútil, es
demasiado tarde para que trate usted de consolarme . No debe ya olvidarse
de que ingerí un veneno y estoy agonizando . Deme la absolución . No
olvide, Padre, que sólo confesé mi deshonra porque sé que me encuentro,
como dicen ustedes, en artículo mortis. Perdone mi osadía, mi intolerancia
y acaso mi descaro .
Hipólito se asoma al balconcillo . Ve a Plácido que avanza lentamente
y le hace señas para que se apresure .
-¿Qué ocurre, Hipólito?
-Ha ingerido un veneno .
-¿ Quién? ¿Cándida?
-Entre pronto . Es urgente . Nadie debe saberlo .
Enterado del conflicto de Cándida y de su intento de suicidio, Ladera
la examina mientras Hipólito le ruega que la salve pues su propósito es
casarse con ella .
Cándida siente bascas pero no puede vomitar y su semblante revela su
ansiedad .
Plácido, informado por Hipólito, se entera de que Cándida pudo haber
trasegado cianuro o arsénico robado en su farmacia .
-Esos dos frascos no contienen ni cianuro ni arsénico sino polvos
inofensivos . Yo preferí cambiarlos porque una vez sorprendí in franganti
483
a Chinino queriéndome robar algo de ellos con la intención de suicidarse,
De todos modos lo hizo a su manera .
Cándida, que ha ingerido un calmante, se va tranquilizando y se duerme .
Hipólito sugiere que sea Plácido quien hable con el Ñopo .
-Mejor, háblele usted . Se va a alegrar ; pero no le mencione lo de la
gravidez .
-¿Cómo lo sabe? Cándida decidió envenenarse cuando creyó que
siendo cura yo no podría casarme con ella .
-Los polvos que ingirió no son la causa que produce esas bascas sino
su estado grávido . Yo sé que Cándida se entrevistaba con usted en el taller .
Recuerde que Monseñor Medina preñó a Milagro . Nada tiene de malo que
usted también se anticipara .
-Le ruego que esto quede entre nosotros . Es preferible que Cándida
no sepa que hemos hecho mención de su embarazo .
-Procure hablar lo antes posible con el Ñopo y apresure las bodas, no
vaya a suceder que celebremos boda y bautizo juntos .
484
IX
Un obsceno demiurgo dionisíaco
¿Hacia adónde nos llevan? ¿Cuál ha de ser nuestro destino? No lo
sabemos . El vaporcito en el que más de doscientos presos ticos hacemos
este viaje luctuoso marcha con calma de tortuga . Las luces encendidas y el
ruido del motor me han desvelado . Mis compañeros duermen echados por
el suelo, apiñados cual sardinas en lata, rendidos de cansancio . Navegamos
por aguas del Pacífico arrullados por suaves ondulaciones . Sopla una brisa
fresca y agradable . La batalla de Coto fue un verdadero descalabro para
nosotros . ¡Bendito sea el Señor! Todo por culpa de Mamita Yuni . ¿Por
qué motivo tenía yo que mezclarme en esta guerra de intereses ajenos?
¿Soy de veras un capellán castrense? Me pregunto si, impulsado por mi
afán de pureza, debo seguir sufriendo calamidades . Con la catarsis como
escudo y el apoyo irrestricto de la Virgen me he limitado a defenderme de
la ignominia . Hasta ahora, tal vez por cobardía, no me he atrevido a
enfrentarme al dragón como San Jorge . ¿Soy efectivamente un caballero
de la fe o un judío errante? ¿Quién me persigue? ¿Quién me persigue? ¿El
ángel de Sodoma? ¿Debo al fin someterme a sus dictados? ¿He de luchar
con él hasta vencerlo como lo hizo Jacob? Envidio su victoria pues se impuso
aun sabiendo que ése era un nuncio del Señor . Tras su mágica controversia
carismática pudo aun vanagloriarse de estar vivo, lo cual indica que mi
lidia con Dios sería una pura confrontación conmigo mismo . ¿Por qué no
he de forjarme mi destino a mi antojo? Cuestión de voluntad . ¿Libre
albedrío? Sólo eso . ¿Ser? ¿Existir? Hacerse . Nolengo más remedio que
decidirme y escoger la pureza aunque para ello sea necesario, como dijo el
acólito, liquidar al dragon .
Teodorina y Giovanni (pobrecitos), no ocultaron su júbilo al verme
descender del paquebote con mi sotana puesta . Ambos abuelos estaban
485
convencidos de que yo no los había defraudado. No me atreví a confiarles
mi propósito, pero debía llevar a cabo lo última voluntad de mammina .
Me legó su fortuna para que yo fundara colegios salesianos siguiendo el
buen ejemplo de Don Bosco . Me entrevisté con varios cofrades, con las
autoridades de la Curia, con ingenieros y arquitectos . Planos y cálculos
dieron por resultado la posibilidad de construir únicamente un gran colegio
en Puerto Limón . Todo el resto de la enorme fortuna debía invertirse en
bienes raíces cuya renta cubriría con creces el costoso mantenimiento de
ese único colegio . Su índole salesiana lo haría asumir el cómputo de
asignaturas que la orden establece, pero su especialización absoluta tenía
que ser, de modo inapelable, la estructura de naves . El formidable edificio
junto al puerto fue inaugurado con bombos y platillos, amén de la presencia
de las altas autoridades de nuestro mundo oficial y religioso . Preferí no
hacer pública la procedencia del legado y aún me negué a informar que se
trataba de mi propia fortuna . Simulé que, en contacto con gente de valía,
había logrado diversas y cuantiosas donaciones privadas . Tampoco quise
ser Director del nuevo establecimiento . Sólo acepté ser profesor y asesor
técnico en los asuntos relacionados con la estructura de navíos . La dirección
fue conferida a un salesiano, traído de exprofeso al país, que, a simple
vista, demostraba ser absolutamente ajeno a la idiosincracia de los puertos
y, desde luego, de la misión específica que se le había encomendado . No
hizo muy buenas migas conmigo, pero me respetaba por la fama que yo me
había forjado al crear la escuela y acaso por mi imponente aspecto nazareno .
Exigí que el primer compromiso con los donantes fuera la concesión de
becas a alumnos pobres que aspiran a ser marinos o constructores de navíos .
Lo curioso fue que un crecido número de acaudalados jóvenes se inscribieron
en las carreras mencionadas sin objetar el alto costo de la colegiatura . Uno
de éstos, Pier Luigi Sansulpizio, heredero de potentados italianos, me trajo
entre sus rubios cabellos, la jettatura . Su seráfico aspecto y su sonrisa me
dejaron entrever de inmediato su filiación de alcurnia sodomítica .
Presintiendo algo de ello, sus propios padres se opusieron a que siguiera la
vocación sacerdotal . Mimado por la madre en exceso, Pier Luigi consintió
en ser marino . Transigía con el padre, siempre y cuando que lo dejasen
estudiar como alumno interno en el recién fundado colegio salesiano de
Limón . El padre me encomendó al muchacho advirtiéndome que era
propenso a desviaciones fatales y que tratara de encausarlo por el camino
recto . Deseaba hacer del hijo todo un hombre . Nada de niñerías ni
matrumancias . Precisaba tratarlo con la mayor severidad sin olvidar, desde
luego, darle el trato que Pier Luigi había recibido en su propia casa, ya que
era hijo único . Aunque el asunto me resultó asaz enojoso, no tuve más
486
remedio que dedicarme al chico que, desde entonces, se pegó a mi sotana
como una rémora . De modo solapado, simulando no entender sus lecciones,
solicitaba mi buena comprension y aun me rogaba ser paciente . Por medio
de engañifas de esa índole se ingeniaba para estar junto a mí . Como yo era
asesor en el aspecto naval, tenía a mi cargo visitar, aun fuera de Limón, a
las familias de los alumnos ricos . Ello me hizo alternar con cierta gente del
mundo encopetado . Mamás y hermanas me recibían felices . Bellas
muchachas y aun monjitas mariposeaban en torno a mí atraídas por mi
jovial aspecto nazareno y por mis finos modales que, como me decían, era
un gran símbolo de buena educación . Muy pronto me volví el preferido de
todas las tertulias admitidas por las Damas Católicas . Propuse y llevé a
cabo reformas sustanciales en Limón . No había acto donde no me invitaran .
Debido a ese prestigio que adquirí por mis maneras afables, se le dio
resonancia especial al bautizo de la primera nave construida por los alumnos
del colegio . Hubo diversos brindis de champaña, de moscatel y aun del
sabroso vino de consagrar . Con la mente anublada por el demonio
dionisíaco, me dejé enternecer por lo mimoso que se mostró conmigo Pier
Luigi cuando me acompañó hasta mi recámara . Dejé que me besara. Lo
toqué o me tocó . Sería difícil precisar los detalles . Sin voluntad para
ahuyentarlo, me eché en mi lecho y lo dejé succionarme, tras lo cual se
marchó prudentemente . Desde ese día me atosigaba y tuve que amonestarlo .
Lloró sin aparente motivo y estuvo triste y desganado por varios días . Una
mañana yo contemplaba el puerto desde una balconada del colegio cuando
alguien me hizo caricias en los lóbulos, sopló en mi nuca y me estrecho por
la espalda de modo tan cordial que enseguida sentí su erectitud y la mía .
¡Paul Durgel! Condenado, ¿de dónde apareciste? Vengo de Roma . Concluí
mis estudios . Como, además de ser un cura, soy experto en música coral,
me envían a este colegio con las funciones de capellán y profesor de canto .
¿No te parece regio? Me agradó el entusiasmo de Paul Durgel . Me satisfizo
enormemente volver a verlo y de inmediato iniciamos el difícil escogimiento
de las voces para formar el coro . Paul Durgel prefirió a los alumnos de
raza negra, no por ser los que más abundaban en el colegio, o sea los pobres
becarios de Limón, sino porque él aseveraba que las mejores voces para
grupos corales eran los que tenían los de su estirpe . Sentíase en órbita y
hasta casi estallaba . del júbilo, pues lo que, poco a poco, fue forjando en
Limón sería lo que deseaba crear en Haití . Sólo quiso en el Coro a un
joven blanco como solista : Pier Luigi Sansulpizio . No lo aceptó
sencillamente por la voz bien timbrada del chiquillo sino porque, al cantar
la antífona, Paúl captó las ansias mórbidas de Pier Luigi y ambos, de mutuo
acuerdo, se habían entrelazado en escondida coyunda . Le di gracias al
487
cielo y a la Virgen Santísima . Ella nunca me había desamparado . La llegada
de Paul dignificó el prestigio del colegio . Uní mi voz al Coro con sumo
agrado, pues sus primeros triunfos en Limón me hechizaron haciéndome
intuir que en el futuro la fama del colegio no sólo giraría en tomo a las
naves sino de modo potencial sobre el Coro . Sentí júbilo y al mismo tiempo
envidia . Yo había cedido mi fortuna ilusionado con la idea de una escuela
cuya notoriedad consistiría en la adecuada formación de marinos y
ensamblaje de estupendos navíos y, sin ambages, debía aceptar mi gran
derrota . La popularidad que fue adquiriendo el grupo coral de Paul fue
aniquilándome, nulificándome, cosificándome a tal extremo que el Padre
Director del colegio, tal vez celoso por mi anterior celebridad, solía
zaherirme lanzándome, al pasar, pullas irónicas disfrazadas de bromas . Casi
al cumplirse el año de haber llegado Paul, el Coro había adquirido tal
resonancia que fue invitado a presentarse en el Teatro Nacional de San
José . Pier Luigi Sansulpizio seguía siendo solista y daba gusto escuchar su
voz angélica . El sábado siguiente bien temprano, conmigo y Paul Durgel,
los muchachos abordaron el tren . Habíamos convenido que el Coro cantaría
a prima noche, y enseguida regresaríamos a Limón ; pero triunfamos de
modo tan rotundo que el domingo creímos necesario dar dos nuevas
funciones, por la tarde y la noche . Después del éxito obtenido, la
municipalidad nos hizo un agasajo en el mismo Teatro Nacional . Paul
Durgel se sentía tan eufórico que, aparte de los tragos brindados en la fiesta,
se compró una botella y, en el tren, por la noche, de regreso a Limón, siguió
bebiendo . Como él era prudente, procuraba que los muchachos no lo vieran,
disimulaba el hecho pretextando ir al baño o a echarse un vaso de agua . Yo
había tenido una alterada disputa con Durgel el sábado pues, antes de iniciar
el concierto, al ver el público que llenaba la sala sentí cierto temor de cantar
en el Coro mezclado con los adolescentes, sobre todo, por mi severo aspecto
nazareno . Paul Durgel se sintió muy contrariado asegurándome que mi
voz le era infinitamente indispensable en el coro . Con todo y eso, permanecí
impasible y él se manifestó muy ofendido . Yo había notado que, en la
estación, poco antes de que abordáramos el tren, Pier Luigi se le había
aproximado y él de súbito se lo zafó de encima groseramente . Al ver que
yo había visto la escena, el chiquillo me miró de mal modo . Ya en el tren,
procuré vigilar a Durgel para evitar que hiciera alguna peripecia
desagradable . Por eso no lo perdía de vista . Los muchachos del Coro se
habían dormido casi todos . No sé si fue uno de ellos o un pasajero quien
anunció que ya faltaba muy poco trecho para llegar al precipicio del río
Reventazón . Recordé que en el viaje, de día, hacia San José, los chicos,
488
casi en tropel, habían querido mirar el horrísono y profundo despeñadero .
Alguien contó que la corriente del río en ciertas épocas del año era tan
impetuosa, que había causado grandes derrumbes y un famoso
descarrilamiento del tren donde murieron muchas personas inocentes .
Recordé asimismo que Durgel había dicho que los abismos lo atraían . Traté
de prevenirlo y con ese propósito me le acerqué . Parece que él malinterpretó
mis sentimientos y, con toda intención, fue aproximándose a una de las
salidas del tren . ¿Querría empujarme al precipicio? Comenzó a lamentarse
de la mala jugada, casi insidiosa, que yo le había tendido en el Teatro . Me
dijo que estaba fastidiado de Pier Luigi y que era a mí a quien amaba, que
era tan fuerte el sentimiento que lo embargaba por mi desprecio que prefería
la muerte . En ese instante (yo le pedía a la Virgen que me salvara del ángel
de Sodoma) Paul, jumadísimo, amagaba con echarse al abismo si no
aceptaba complacerme con él . Pensé que su amenaza sólo era un nuevo
alarde de hacer bromas o tal vez un capricho de fingir heroísmo frente a mí .
Yo, que seguía rogándole a la Virgen para que me librara del escándalo,
trataba de agarrarlo inútilmente . No sé lo que ocurrió pero lo cierto es que
a lo mejor la fuerza del viento sobre el despeñadero dio tan violento impulso
a nuestros cuerpos que, sin quererlo, di un empellón a Pan] Durgel
haciéndolo perder el equilibrio y caer de cuajo al precipicio lanzando un
grito de terror . Un natural impulso humanitario me hizo asomarme hacia el
abismo pero la obscuridad de la noche sólo dejaba ver una insondable
muralla de silencio . Varios chicos se me acercaron asustados . Querían
saber qué había ocurrido . Les repetí lo que precisamente el día anterior
habíamos escuchado de labios de una pasajera quien decía que a veces
cuando los trenes pasan el abismo del río Reventazón se oyen los gritos
lúgubres de los muertos . Al llegar a Limón se dieron cuenta de que faltaba
Paul Durgel . Ellos sabían que había bebido bastante puesto qué se notaba
a leguas la maciza embriaguez que lo azotaba . Al día siguiente se halló el
cadáver de Durgel destrozado . Rogué por él, lloré por él . Lo amaba . Me
pasaba las noches sin dormir azarado por los remordimientos . Necesitaba
confesar mi pecado, mas ¿cómo hacerlo sin explicar que fui testigo del
accidente y, al silenciarlo, me hice cómplice de él? Pier Luigi me asediaba .
Quería tal vez sentirse compadecido y aun llorar la nostalgia del ser ausente .
A falta de él, deseaba congraciarse conmigo . Íntimamente yo estaba
condolido como el, pero odiaba a Pier Luigi, pues descargaba mi conciencia
culpándolo de la desgracia . Me vi obligado a desecharlo apartándolo de mí
groseramente . Fastidiado de su insistencia en manosearme, no tuve mas
remedio que citarlo ante el Padre Director y acusarlo de sodomía . El
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muchacho se mantuvo callado, se echó a llorar . Sentí en ese momento una
gran lástima, pero, precisamente por ello, me enfurecí conmigo mismo . El
padre Eusebio prefirió mitigar mi exagerado modo de ver las cosas . Hizo
salir de su oficina a Pier Luigi y me previno que el muchacho era el único
herededo de una familia acaudalada . Su aspecto feminoide y sus maneras
afables no eran motivo suficiente para expulsarlo del colegio . Yo no debía
olvidarme que el papá de Pier Luigi se había ofrecido a servimos de
intermediario para la venta de los navíos estructurados en nuestro ya famoso
instituto . ¿No sabía el padre Eusebio que el colegio se construyó con mi
fortuna? No quise recordárselo . Cometí, en cambio, el grave error de exigir
que el asunto fuese expuesto en el seno del Consejo Disciplinario . Recuerdo
casi al pie de la letra el discurso que les eché frente a Pier Luigi que estaba
cabizbajo sin atreverse a alzar los ojos . «Créanme que lo siento, les dije,
pero es inevitable que este muchacho sea eliminado del colegio . Por sus
amores ilícitos con Paul Durgel, lo acuso de su muerte como único y
exclusivo responsable . Un instituto como el nuestro no puede permitirse
ni el más nimio vestigio de perversión . De modo casi aséptico debemos
prevenirnos contra impurezas, gérmenes, microbios . Es necesario erradicar
ipso facto las impudicias . Recuerden que, según la parábola evangélica, el
sembrador, al esparcir sus semillas, procura que ellas no caigan en secano
sino en la buena tierra de sembradura que, arada y abonada, las hará germinar
asegurándole una buena cosecha de la que él, a su vez, separará los frutos
sanos de los agusanados . También nosotros debemos ser prudentes .
Descartemos todo germen morboso y disociador . Extirpemos el más mínimo
brote de celulas anárquicas con miras a precavernos contra el cáncer de la
maldita sodomía. De manera que, como ya les dije, la única solución para
evitar que esta incidencia alcance las proporciones del escándalo es separar
de nuestro sano organismo al miembro dañado . Hacer la vista gorda no
nos conduce a nada . No hemos debido descuidamos con Paul Durgel .
Sabíamos que era un pederasta y que un obsceno demiurgo dionisíaco lo
inducía a la lujuria con niños obsecuentes como Pier Luigi . Aparte de esa
grave morbosidad, era admirable por sus conocimientos polifónicos, por
su amabilidad, por su increíble versatilidad . En vista de los hechos expuestos
yo insisto en que Pier Luigi debe ser expulsado del colegio .» Se decretó
enseguida tal sentencia contra Pier Luigi pero éste, sintiéndose perdido, se
echó a llorar y me acusó de la muerte de Durgel . Él fue testigo de la tragedia .
Pier no estaba seguro de que yo hubiese empujado a Paul, peco lo cierto era
que hallándome junto a él, no sólo no evité su caída sino, además, la silencié .
Me fue imposible negar esa evidencia . No tuve más remedio que someterme
49 0
al criterio del consejo y, al darme cuenta de su lógica indecisión, recordé
que ante todo debía salvar el prestigio del colegio y acepté como autocastigo
el cargo honorario de capellán en el penal de San Lucas . Lo hice de acuerdo
con la Curia, que prefirió echar tierra sobre el asunto evitando los trámites
legales y, de paso, el escándalo . Allí fundé un taller y di lecciones de técnica
naviera . Mi sotana y mis barbas servían de valladar contra cualquier
irrespeto de los presos cuya frecuente sodomía era odiosa . Por desventura
para mí, unos reclusos hicieron un navío según mis planos y lograron fugarse
del penal . Fueron astutos. Nadie los vio alejarse de la isla. El comandante
director del presidio me echó la culpa . Se había enterado de mi complicidad
en la trágica muerte de Paul Durgel y resolvió tratarme, desde allí en
adelante, sin consideraciones . Providencialmente Dios me salvó pues llegó
a tiempo la noticia de la guerra de Coto . El presidente de la República
solicitaba voluntarios . Me ofrecí como capellán castrense . Me aceptaron
entre los que ostentaban el rango de oficiales . Fue así como inicié mi carrera
militar, carrera finiquitada en sus inicios pues las lanchas en las que nuestras
tropas se acercaban a Coto, sorprendidas en hábil emboscada, cayeron en
poder del enemigo tras inútil y heroico tiroteo . Afortunadamente las balas
fueron pocas como asimismo no de excesiva gravedad los heridos . Ahora
viajamos hacia un destino incierto . Alguien, a mis espaldas, acaba de decir
que ya estamos llegando a la isla. ¿Será otra isla como la del penal?
491
X
Luna de miel en La Marina
Por más intentos que hizo, válgame Dios, Hipólito no pudo realizar
plenamente su acto sexual con Cándida . Ni durante la ansiada luna de
miel, pasada en la ciudad, frente al mar, en un amable hotelito denominado
La Marina ni en los días subsiguientes cuando ya se instalaron debidamente
en el antiguo caserón de los Lípero recién enjalbegado .
Cándida dio en imaginarse que el fracaso se debía a ella, claro, por mi
púdica forma de comportarme . Mi miedo del Infierno, qué le vamos a
hacer, Virgen del Carmen, si me educaron para monja, o si por el contrario
la incompetencia era de Hipólito puesto que ambos se hallaban en situación
idéntica, pues si ella no cumplió con su promesa de convertirse en monja,
también Danilo Hipólito dejó en cierta manera sus hábitos traicionando a
la brava su vocación religiosa lo cual seguramente le ocasionó un conflicto
psicológico .
La ira de Dios se hizo notoria desde el principio en diferentes presagios
en los que uno tras otro quiso el Señor manifestar su inconformidad con
esas bodas que eran una flagrante traición contra Su Reino . La evidencia
de ello fue la caída de Marino del gabinete, la grave enfermedad del Padre
Brito y el ataque de uremia de la señora Cris . Todo ello hacía que Cándida
temiera la cólera divina, túrbala San Jacinto .
La incumplida promesa de Marino de apadrinar las bodas y el imprevisto
viaje del capellán a España para que le atendieran el cáncer que
prometeicamente le roía los pulmones hicieron que nuestra buena Cándida
se volviera a sentir desamparada o a merced de las olas y al pairo .
A toda costa quería ocultarle al Ñopo su gravidez y evitar cualesquiera
de sus feroces exabruptos, pero sabiendo que era inútil querer tapar el sol
492
con las manos era mejor apresurarse porque el asunto iba in crescendo y, a
poco más, ni el mismo corset iba a servirle de tapujo .
Puestos de acuerdo con Plácido Ladera, los novios le hicieron ver al
Nopo la conveniencia de celebrar cuanto antes por lo menos el matrimonio
civil, cosa que a éste le pareció de perlas pues le urgía disponer lo antes
posible de los conocimientos de Hipólito con derechos de propiedad para
poner a flote su malparado negocio de las barcas .
La ceremonia la ofició Papa Chente en la casona sin mucha
concurrencia . Los testigos fueron Ladera y Nino Olaya . De inmediato
ambos tórtolos hicieron viaje a la ciudad capital con la esperanza de
complacerse mutuamente en la anhelada luna de miel .
En un destartalado carruaje tirado por un rocín anémico hicieron un
largo recorrido por la ciudad viendo rincones y edificios que Hipólito aún
no conocía . Cuando el cochero, que era italiano y charlatán, no hablaba .
Cándida le servía de cicerone . Tras una hora de recorrido pasando por la
famosa Calle de las Damas o de las putas y por los fumaderos de opio, se
detuvieron en una fonda china que olía a frituras y a mugre .
Mientras servían la cena, bebieron varias copas de moscatel que después
combinaron con vino blanco por sugestión de Hipólito quien, respetando la
sobriedad y el estado de Cándida, prefirió trasegar copa tras copa brindando
a la salud de la criatura en cierne .
Esa primera noche fue fatal para Cándida pues Hípólito se sintió
estragado y devolvió los raros manjares chinos entre lágrimas, estertores y
bascas que, recordándole su acentuada preñez, la obligaron, alabado sea
Dios, a la cordial reciprocidad de manera que en su primera cita conyugal
Cándida no tuvo más remedio que servir de enfermera, de madre y de
sirvienta pues se pasó dos o tres horas lavando sábanas y pisos .
En las noches siguientes, Cándida notó al esposo deprimido, mortificado
no solamente por su fallida iniciación sino porque tomaba ese pretexto para
evitar todo posible juego erótico dando a entender que se sentía como humillado
y desde luego impedido a ejecutar la mas sencilla demostración sexual .
En noches subsiguientes probó de nuevo el vino sin ingerir comida o
viceversa y aún se sirvió de afrodisíacos sin resultado alguno .
-Ahora comprendo que te sacrificaste sólo para salvarme del escándalo
-le dijo Cándida una noche al darse cuenta de que todo era inútil-. Tú
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eres sencillamente un religioso y seguirás siéndolo . No has debido casarte.
Fue un grave error . Quiero que sepas que te agradezco lo que hiciste y que
estoy dispuesta a concederte el divorcio apenas salga de esta forzada gravidez .
-Tal vez tengas razón -repuso Hipólito- . Es posible que sea mi
vocación religiosa lo que inhibe . Desde pequeño me forjaron en los crisoles
del horror al pecado . Yo debía ser para los míos nada menos que un caballero
de la fe, pero acuñaron una moneda falsa . La alquimia no da oro si no
existen los elementos necesarios . No bastan los broqueles ni los crisoles .
Hacen falta la magia y el poder de los dioses . Para mi nueva fundición se
hacía imperiosa la alianza contraída contigo . Tus elementos puros son los
que pueden redimirme .
-¿De qué?
-De un gran pecado . Dios me está castigando por mis antecedentes
de una vida de oprobio y de ignominia .
-Siempre he leído que los santos acostumbran culparse de nimiedades .
Tal vez sea yo la responsable de lo que está pasándote por mi falta de malicia
en la alcoba . Soy demasiado casta y ruborosa . También mis tías se
empecinaron en educarme sólo para ser monja .
Recordando a una amiga de colegio que acostumbraba embellecerse
con afeites postizos, Cándida se ingenió para ir a verla . Fue a hacerle una
visita . La halló casada y rica . Le expuso sus problemas y ella le aconsejó
coqueterías y hábiles sutilezas aparte de atinados retoques y esencias
excitantes . Ahora están muy de moda las baby dolí . Usa una .
Debidamente perfumada y embellecida se le insinuó esa noche a
Hipólito en el cuarto del hotel vestida apenas con una blusa transparente
tan indiscreta que descubría el secreto de sus formas desnudas ; pero al
notar que Hipólito reaccionaba a la inversa se avergonzó de haber actuado
de manera pueril y sin sentido .
-¿Por qué motivo te enfureces? Sólo quise ayudarte .
Sin rencor, sincerándose, él le dijo jamás he soportado a las mujerzuelas .
Cuando era joven, nunca logró excitarse en los burdeles . Lo menos que él
anhela es que Cándida se muestre lasciva sino al contrario, la desea casta,
la prefiere más igual así misma y a su nombre . La quiere cándida y aún
más, quisiera verla como a una monja . Tal vez si ella se pusiera los hábitos
494
que tenía preparados para su entrada en el convento, sí, a lo mejor ese
recurso ¿podría excitarlo?
Cándida llegó a la conclusión de que su esposo Danilo Hipólito era
víctima de un serio conflicto psicológico causado por su inflexible fe
religiosa, pues insistía en decir que Dios deseaba probarlo como a Job, con
la sensible diferencia de que Hipólito, sintiéndose culpable, quería el perdón
de sus pecados . Puestos de acuerdo, Cándida y él resolvieron ir al templo
a rezar y esa misma mañana visitaron la catedral capitalina . Oyeron misa
después de haberse confesado . Comulgaron . Hipólito le suplicó a la Virgen
elevación, templanza y fortaleza . Cándida prometió ser signo cáliz de la
oblación .
Púdica y casta, como él deseaba, lo esperó ella esa noche bajo las sábanas
temblando de impaciencia .
Mientras ella, rezando, ofrecía mandas para que se cumpliera el prodigio,
él, en el baño, se preparaba a entrar en acción . Hizo primero ciertas
maniobras lúbricas en forma de ejercicios que no eran precisamente
espirituales como los exigidos por San Ignacio de Loyola ; por rara asociación
pensó enseguida en que Felipe, de haberse hallado en su lugar, desnudo y
listo para montar a Cándida, se habría excitado briosamente como un caballo
sin manoseos ni pendejadas . Se vio enseguida transformado en Felipe,
desnudo allí en el baño con el baladro erecto y, como cosa de magia, sintió
de pronto que Dios hacía el milagro de la levitación . Loco de júbilo, feliz
y agradecido, se apresuró a llegar cuanto antes al lecho, pero la estancia
estaba a oscuras y, andando a tientas, febricitante, dio un tropezón con una
silla, maldita sea, llegó a la cama, sintió el suave contacto, la morbidez de
Cándida e intentó poseerla cuando sintió de pronto que su erección,
desfallecida, fue desinflándose hasta quedar marchita como un moco de
pavo . Enfurecido, no pudo más y se soltó en copioso llanto vociferando y
blasfemando contra Dios y la Virgen .
Cándida lo sorprendió una noche masturbándose y se sintió indefensa
frente a algo que no lograba comprender . Había un misterio que ella hubiera
deseado descifrar, pero creyó prudente no comentarlo con Hipólito por
miedo a ser juzgada como una vulgar e insensata fisgona .
Pensó que era oportuno consultar a un psiquiatra, pero cuando ya estaba
en el hospital solicitando el examen se dio cuenta de que era inoportuno e
imprudente lo que iba a perpetrar a espaldas de Hipólito . Prefirió hacerse
495
ver de un ginecólogo que la felicitó por su admirable adecuación al proceso
de la maternidad . Mejor se habría sentido al recibir una noticia nefasta
relacionada con la vida del feto, pues fue en ese momento cuando valorizó
la gravedad de lo que significaba para ella tener un niño negro de ojos
garzos, no por discriminar a la criatura sino porque, para evitar el escándalo
tendría que deshacerse de algo que ya estimaba . Debía confiarlo a extrañas
manos y ocultarlo, negarlo de por vida. Mejor era el aborto, pero no se
atrevió a decirle al médico la verdad ni a proponerle lo que efectivamente
habría deseado, pues casualmente en ese preciso instante el facultativo se
complacía elogiando su no frecuente caso de adaptación a la preñez siendo
como era primeriza .
Con todo y eso la enervaba la idea de estar encinta de Felipe . Conversó
con Hipólito sobre sus dudas . Siendo ellos dos de raza blanca no se
justificaba un hijo negro, sobre todo si por tener los ojos zarcos todos sabrían
que era hijo de Felipe.
Hipólito logró disuadirla de aquel aborto . Era un crimen que prohíbe
la Iglesia . El niño debía nacer de todos modos . Se irían de viaje a algún
país vecino. La crianza del neonato podrían encargársela a una buena
nodriza . Nadie tendría por qué enterarse .
Terminada la ineficaz luna de miel, Cándida e Hipólito regresaron a la
isla, y a pesar de que, de común acuerdo con el Ñopo, él enseguida se
dedicó a las naves, no por eso disminuyó su angustia que cada día seguía
en aumento según los cálculos de Cándida . A veces se entretenía charlando
con el Ñopo más de lo necesario, pues éste, entusiasmado con la feliz noticia
de que iba a ser abuelo, brindaba por el nieto a cada instante y hacía beber
a Hipólito más de la cuenta . Desinhibido por el alcohol, Hipólito volvía a
la casa canturreando a altas horas de la noche y sólo en ese estado de
semiconsciencia lograba ciertos éxitos eróticos con la esposa y en esos
intervalos de total ebriedad lamentaba la ausencia de Felipe a quien amaba
como a un pariente próximo . Cándida lo escuchaba a veces sollozando
porque anhelaba hacer las paces con el negro del diablo .
Cándida comenzó a sospechar que el meollo de la angustia de Hipólito
era el remordimiento por haberse casado con la mujer que iba a ser madre
del hijo de Felipe . Al hacerlo, ha traicionado al amigo . Precisamente por
eso no quiso hacerse cómplice del aborto . Para Hipólito, Felipe es como
un hijo pues lo forjó enseñándole un oficio y lo supo encaminar. Se encariñó
con él y ahora lo necesita al lado suyo . Lo ama .
496
DECÁLOGO DÉCIMO
Cairote pudo haber sido el sátiro
Cándida sentíase culpable . Cada noche soñaba con Felipe imaginándose poseída por él . . Sufría pensando que al dormirse gozaría en brazos del
amado adulterando sus bodas con Hipólito .
Para librarse de aquel íncubo rezaba pero el fantasma era obsesivo, la
subyugaba .
Vivía en una continua zozobra . Sí, deseaba ser penetrada por un
auténtico hombre y ese hombre era Chompipe .
Atormentada, trataba de indagar el origen de tan lúbrica idea . Presentía
que la única posible respuesta o significado de sus obscenas pesadillas tenía
mucho que ver con el estado de inconsciencia durante el cual estuvo
semiahogada tras el infausto accidente de la poza en el instante en que fue
infamemente poseída . Odiaba a Pipe por haberla violado y, aun así, lo
deseaba . Este constante contrapunto de ideas la atormentaba pues, temiendo
la presencia del negro, comprendía que la única manera de calmar la ansiedad
que sentía Hipólito era, sin duda alguna, logrando que Felipe regresara al
taller.
Faustina fue quien hizo de mediadora, pues Cándida no soportaba a
Chon Candela .
Felipe regresó a trabajaren el taller y su vuelta calmó el desasosiego de
Hipólito quien, desde luego, ya no volvió a sentirse incómodo y, sin
remordimientos de conciencia, pudo dormir tranquilo a pierna suelta . La
reservada actitud de Cándida con respecto a Felipe le pareció prudente y
adecuada .
499
Felipe, en cambio, no lograba entender esa reserva de Cándida . Por lo
común, ella no entraba en el taller . Hipólito y Felipe trabajan casi sin
pronunciar palabras que no fueran estrictamente necesarias .
De vez en cuando, Cándida les llevaba algún refresco de piña o de
guanábana ; lo dejaba sobre la mesa y, sin proferir saludo alguno hacia Felipe,
volvía a encerrarse en su recámara .
Siguiendo esa costumbre, llevó ese día una jarra conjugo de naranjas,
y disponíase a volver a sus quehaceres cuando Felipe, que estaba solo en el
taller (¿dónde diablos se habría metido Hipólito?) la interrogó prudentemente
sobre el inexplicable cambio de ella con respecto al tratamiento cordial que
antes le daba. Cándida miró hacia todos lados extrañada de no ver a su
esposo y al convencerse de que efectivamente no estaba en el taller hizo el
intento de retirarse pero, más ágil que ella, Felipe se interpuso y casi de
modo brusco le exigió una respuesta satisfactoria .
-Sé que aún sigues culpándome -le dijo- por el triste accidente de
Dalila, pero esta vez parece que me culpas de algo tan grave como aquello
y más reciente . ¿De qué se trata? No sé si me rehuyes porque te sientes
confundida e incómoda o porque te imaginas o sabes cosas que desconozco .
Al sentir desagrado por la desfachatez de Felipe, Cándida no pudo
resistir tanto cinismo y arguyó :
-No tuve más remedio que recurrir al matrimonio para ocultar tu
infamia y evitar el escándalo . Recuerda . Aquella tarde me violaste . Me di
perfecta cuenta de que tú fuiste . No lo niegues.
-¿Yo? Nunca -repuso él asombrado- . Si yo no hubiera estado en
la poza te habrías ahogado . Comprendo que hice mal en aguaitarte . Fue
sólo por admirar tu cuerpo . Cuando te vi en peligro de muerte recordé que
a Dalila no la pude salvar y que la pobre se ahogó también desnuda por
causa mía. Por eso aun comprendiendo que preferías morir por evitar la
vergüenza de que yo manoseara tu bellísima piel, no tuve más remedio que
echarme al agua para evitar que tú también murieras por mi descuido . Mi
culpa y mi deber fueron la audacia de aguaitarte y la de haberte salvado
para lo cual fue necesario tocarte . No te puedo negar que me excité . Lo
estaba ya por sólo el hecho de haberte contemplado sin ropas . Para colmo
de males yo me había desvestido porque asimismo iba a bañarme en la
pocita . Cuando te vi tendida frente a mí, desnudita, tuve deseos de hacer lo
500
que supones . Soy pura carne . No lo niego . No te habría respetado . Dios
me brindaba la más hermosa y única oportunidad de hacerte mía . Parecías
muerta pero ni eso me habría importado mucho . No era yo, era mi cuerpo
el que de modo imperioso me exigía poseerte . Fue entonces cuando escuché
el silbido de Cairote jumado . Sabía que era él porque silbaba yes we llave
no bananas . ¿Qué hacer? Parecías muerta . Me había visto obligado a
golpearte para que me soltaras porque, aferrada a mi garganta, no me dejabas
respirar y estaba ahogándome . Confieso que me sentí culpable . No quería
ir a la cárcel como mi tata. Tuve que abandonarte allí, desnuda, yerta,
desvanecida . Yo sabía que los síncopes te daban con frecuencia debido,
como decía don Plácido, a tu clorosis, al empobrecimiento de tu sangre por
la falta de hierro . Por eso siempre fuiste tan pálida . Sabía que tu desmayo
no tardaría en pasar. Aun así tuve miedo de que Cairote me culpara de un
crimen de violencia lasciva y, aferrando mi ropa, me escapé monte arriba
entre las hojas del matorral. Esa noche me embarqué con los buzos .
-Sí, claro -dijo Cándida- . Ya sé que huiste a San Miguel . ¿Remordimientos?
-Te aseguro que yo no te he violado, pero si huí por miedo . Sentí
terror de que Cairote me mandara al Penal donde mi tata estuvo encarcelado
desde que yo era un niño . Soy inocente de eso que me atribuyes . No te
hice mía . Lo juro .
-Pero yo estoy encinta .
-No de mí. Tú bien sabes que el paco silba esa tonada cuando ha
bebido mucho . Siempre que está borracho se vuelve un animal y es lujurioso
como un caballo en celo . Te vio desnuda allí a su alcance . Ni se dio cuenta
de lo que hizo . Cairote pudo haber sido el sátiro .
-¿A su edad? Imposible .
-Sé que aún es hombre fuerte, resistente y rijoso .
-Mientes, Felipe . Creo que mientes . Siempre has mentido, Pipe .
Todo me hace pensar que el hijo es tuyo . Necesito abortar. Si estoy casada
con Hipólito no es justo que mi primera preñez del matrimonio con él sea
para darle un hijo negro . No te ofendas ni pienses que deseo discriminarte
pero procura razonar y compréndeme . Mi esposo actual es rubio y el hijo
será prieto . - Si él se ha sacrificado, si ha colgado los hábitos impulsado
tan sólo por su buen corazón y por el simple deseo de protegerme y evitar
501
el escándalo, ¿no crees que mi deber es reciprocar su gentileza y ampararlo
a él de la deshonra? Apenas nazca el niño, todo el mundo comprenderá que
es tuyo . No habrá ninguna duda al respecto . Tendrá tus ojos garzos, tu piel
negra . Sería tal como tú eres .
-Pero tu hijo no es mío .
-Tú me violaste . Perdóname, Felipe . No es que desprecie a un hijo
tuyo sólo porque sea negro sino porque no es hijo de mi esposo . Él, por ser
bondadoso, no quiere que yo aborte e insiste en que ese niño debe nacer. El
parto puede ocurrir en la ciudad lejos de la isla . Quedará en buenas manos .
Hipólito es un santo .
-Te juro que esta vez no he mentido . Convéncete de que sigues
culpándome injustamente ; no cabe duda alguna de que tú estás preñada de
Cairote . No te olvides de que Cairote es rubio . Tiene el cabello con el tinte
rojizo parecido al de Hipólito, pues él es descendiente de gringo, y como
estaba en tragos, puedes estar segura de que ahora no recuerda haberte
violado . También puede que el hijo sea de Hipólito .
-Yo estaba encinta desde antes de las bodas . Ya te he dicho que él se
casó conmigo sólo por evitar la furia de mi papá . Lo hizo por mí y por ti .
Me confesé con él precisamente porque estaba aterrada debido a que sabía . ..
-¿Quién te lo dijo? ¿Te examinó algún médico? ¿Te vio alguna partera?
-Nada de eso hace falta . Las mujeres sabemos .. .
-No tienes experiencia .
-. . .por intuición. ¿Acaso no se me nota la barriga? ¿Cómo vas negar
lo que cualquiera logra ver desde lejos? Todos en la isla saben que estoy
encinta, pero claro, suponen que es de Hipólito .
-Tal vez es un error.
-¿Mi gravidez? -No . Lo otro . ¿Cómo puedes saber que te violaron? Estabas
inconsciente .
-Lo supe desde el momento en que recobré el conocimiento .
-Aun así, ¿quién te dijo que quedaste preñada? Si después de las bodas
has resultado encinta supongo que será porque Hipólito no habrá perdido
el tiempo. Por lo menos, prefiero imaginármelo .
502
-Yo me casé preñada y no de Hipólito . Te juro que él no me ha
fecundado . Lo sé incapaz .
-¿Qué pasa? ¡Es impotente?
-Tiene ciertos conflictos religiosos . No ha debido casarse . Lo hizo
en un gesto bondadoso y ahora se siente confundido . Se da cuenta de que
ha sido un error. Desde pequeño resolvió hacerse cura porque así lo educaron
y él no le teme al celibato . Ahora Hipólito me considera culpable de que él
no logre poseerme porque soy demasiado ruborosa y no coopero . No puedo
hacerlo . No entiendo de esas cosas . También a mí me criaron cristianamente, me inculcaron la idea de hacerme monja, de entrar en un convento,
de convertirme en santa . Tiene razón Hipólito . Soy demasiado casta,
mojigata o idiota .
La emoción la enternece . Se le ablanda la voz y la ahoga el llanto .
Necesita apoyarse sobre los hombros de Felipe . Éste la aferra entre sus
brazos . La estrecha fuertemente . El cuerpo de ella unido al de él lo excita
de manera violenta . Cándida nota su erección, siente maciza entre sus
piernas la poderosa varonía de Felipe .
Lo apartó bruscamente, temerosa de su propia lujuria, pues de repente
había sentido que algo dormido en ella despertaba ; su deseo de entregarse,
su furor de sentirse poseída por Pipe . Le hizo un amable gesto de precaución,
de anhelo, de silencio ; lo obligó a irse de casa ; cerró tras él la puerta y,
azogada, se encerró en su recámara .
Quedó, al entrar, más sorprendida, pues allí estaba Hipólito .
Sintiéndose culpable, casi pierde el sentido, pero sobreponiéndose, se
echó en sus brazos sollozando .
Hipólito trató de consolarla y calmarla. Mientras le acariciaba las sienes
y el cabello, le iba diciendo tiernamente :
-Me sentí algo cansado y, aunque nunca acostumbro dormir siestas,
me eché en la cama y parece que me quedé dormido un breve instante . A
ratos y casi como en sueños oía la voz de ustedes . Lo único que recuerdo
claramente es que Felipe se declaró inocente . Él te respeta y estima . Se
crió a la par de ustedes casi como un hermano . Te salvó de la muerte
cuando estabas ahogándote . Estoy seguro de que él no fue quien te violó .
Si es de Cairote parecerá hijo mío . No hace falta que insistas en tu idea del
503
aborto . Me apenaba lo de perder a la criatura . Debemos respetar toda
semilla por diminuta que sea, sobre todo porque, como bien sabes, es hija
del Señor.
Reclinada en el lecho con los ojos cerrados, Cándida lo escuchaba sin
gran convencimiento . Recordaba que en efecto había oído el silbido de
Cairote, paro estaba insegura de que a su edad el paco fuese capaz de tal
proeza erótica . Tenía el presentimiento de que existía una incógnita, algo
ambiguo, dudoso . ¿Por qué ese afán de Hipólito de amparar a Felipe? No
había excusa posible que lo eximiera de su falta . ¿Por qué motivo Hipólito
había insistido en que Felipe regresara a la casa? Sabía que yo lo odiaba
por saberlo culpable y aun por lo de la muerte de Dalila, ¿por qué su nazarena
insistencia de que, en aras del amor y la paz, yo olvidara mi amargo
resentimiento y aceptara reconciliarme con Felipe? ¿Por qué su regocijo
cuando volvió al taller el hijo pródigo?
-Quiero a Felipe, Cándida . Lo quiero como a un hijo . Lo estoy
forjando con amor . Es mi obra, mi escultura maestra . Él es mi estatua, la
verdadera estatua de Felipe el Hermoso .
Hipólito dejó de hablar. Lloraba.
Cándida, por fortuna, no había escuchado sus palabras . Se había
dormido .
504
11
Felipe invita a la estatua
Apenas Cándida se encerró en su recámara, Felipe no insistió . Mejor
así . Se daba cuenta de que aquello marchaba como sobre patines . Mientras
disminuía su tensión hizo una pausa sin atreverse a abrir y, ya tranquilo, se
asomó con cautela para evitar que alguien lo viera salir de allí no estando
Hipólito. La brusca claridad del callejón lo hizo sentir el veneno de la
culpa y, colándose por la sacristía, consideró más oportuno sumergirse en
la iglesia, no para confesarse por el grave pecado de adulterio cuya
anticipación había gozado, sino para evitar habladurías contra Cándida y,
de paso, encenderle una vela a la Magdalena como agradecimiento por el
don otorgado, pues aún en cierne, el leve roce le había abierto el apetito
augurándole una opípara culpa . Lograda su oblación, se fue a la playa y
refrescó su fiebre entre las olas .
Como Faustina habitaba a pocos pasos de la casa de Hipólito, transigió
con el rol de mediadora para facilitar las entrevistas entre Felipe y Cándida
de la manera más discreta .
Una noche, mientras Hipólito y el jodido Ñopo trasegaban sus vinos
preferidos meciéndose en las amplias hamacas de la casona, Felipe entró al
taller sin ser visto mediante el hábil subterfugio que usaría en adelante .
Primero fue a la iglesia como quien se dispone a repicar las campanas o a
divisar desde la torre las luminarias de los barcos que pasan a lo lejos .
Seguro de que nadie lo observaba, pues las beatas brillaban por su ausencia,
se coló de rondón en la sacristía de cuya puerta pasó de un salto a la de
Cándida quien se le echó en los brazos vuelta un fajo de nervios . Cariñosa,
anhelante, pegada al cuerpo de él, boca a boca Cándida sopesó la violenta
erectitud de Felipe . Era el hombre que ella necesitaba, que la podría
satisfacer plenamente .
505
Rijioso como estaba, Felipe la apoyó contra el muro e intentó poseerla
de inmediato, pero ella procuró sofrenarlo .
-Por favor, no me asustes, Felipe . No estoy acostumbrada a tu
violencia . Me sentiría inhibida ; no podría disfrutar. Quiero ser tuya en
cuerpo y alma con el mismo entusiasmo que antes ambicionaba ser la esposa
de Dios . Necesito situarme, entrar en trance, tranquilizar mis nervios,
disolverme en el goce y olvidar el pecado . Recuerda que estuve a punto de
ser monja . Fui criada y educada para serlo . Me mantuve alejada de los
goces vitales gracias a los consejos de Malala quien supo convencerme de
que todo es pecado, metiéndome en la mente ideas absurdas de una moral
conservadora y nefasta basada en formas de vida superadas . Por el simple
hecho de notarte observándome mientras me enjabonaba los senos, perdí el
sentido y estuve casi apunto de ahogarme . El decoro jamás debe excluirla
sensatez y el valor. Junto a tu cuerpo, siento vibrar el mío anhelante de
conocer el gran misterio gozoso que tú encarnas . Quiero vivir mi vida. No
nací para el culto del aburrido mundo monacal . Sólo junto a tu cuerpo he
despertado a la vida del espíritu ; porque el amor incluye todas la manifestaciones del ser en su función genesíaca . Por fortuna, todo va a acontecer
desde ahora de manera distinta . Sí, a la sombra de Hipólito quiero que nos
amemos impunemente . Estoy segura de que en fondo él lo desea . Sé que
te quiere. Goza hablando de ti . Creo que se siente más dichoso contigo
que conmigo .
Felipe la besó y, estrechándola con febril impaciencia, la hizo sentir de
nuevo entre las piernas la rotunda rigidez de su anhelo .
Las sonoras pisadas de alguien que se acercaba y que, en efecto, sólo
cruzó frente a la casa, aterraron a Cándida quien, vuelta un haz de nervios,
se apartó del amante .
-¡Vete, Felipe¡ No quiero que te mate .
Cuando, casi a la fuerza, logró echarlo, quedó acezante, en ascuas .
Angustiada, sintiéndose en pecado mortal, se arrodilló ante la imagen de
Jesús Nazareno . En su lecho, más tarde, arrepentida, siguió rezando e
invocando el perdón de su pecado mientras trataba de mantenerse en vela
para esperar a Hipólito, lo cual era un deseo sin esperanza . Imágenes de
Hipólito y Felipe formaban en su mente una girándula cuya rueda de luces
la hizo sumirse en sueños de pecado, de misterios gozosos y de torturas
infernales .
506
Felipe comprendía que para Cándida resultaba difícil desprenderse de
un sólo sopetón de ideas que le inculcaron las tías, pues aunque todo en ella
vibraba a la más simple caricia, la angustia del pecado la inhibía, la aterraba .
Por tal causa, a pesar de que Hipólito se entretenía noche tras noche en casa
del Ñopo, Felipe continuaba como en ascuas, sin avanzar un ápice, pues
Cándida seguía sin entregársele, jugando al toma y daca, temiendo siempre
la llegada de Hipólito y el castigo del Cielo .
Para calmar su fobia, Felipe sugirió la conveniencia de que se vieran
en la iglesia, sitio que para él era habitual y de feliz memoria . Cándida
pensó que, en efecto, allí en el templo nadie los podría sorprender en horas
avanzadas de la noche . En la suave penumbra de las naves iluminadas
tenuemente por las escasas veladoras de los retablos, ellos se entregarían a
su gozosa pasión, impunemente, con la callada venia de los santos .
Sin embargo, para una ingenua como Cándida, la comisión del acto
carnal frente a las sacras imágenes le resultaba una violenta blasfemia, procaz
e irreverente .
A cada cálido aproche de Felipe, ella saltaba como al contacto de una
llama infernal .
-Dios nos mira, Felipe . La Virgen nos observa .
Felipe estaba erecto, rijoso . Ya no podía frenarse .
Cándida eludía sus caricias mortificada porque, a pesar de todo, sentía
en su cuerpo la lujuria, la apetencia, el anhelo de entregarse definitivamente
al gran misterio gozoso .
Sin embargo, le parecía escuchar que las imágenes de los diversos santos
gritaban iracundas :
-¡Adúltera! ¡Relapsa! ¡Bruja! ¡Herética!
Sólo calmaba su conciencia cierta voz evangélica que desde el sitio
más profundo de su alma le decía bondadosa :
-¡El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra!
Felipe presintió de repente que sus impulsos lúbricos decrecían y recordó
que esa noche, minutos antes de entrar al templo, al ver que, iluminada por
507
la luz de la luna la estatua centellaba, aproximándosele, le hizo en tono de
broma un reto audaz, diciéndole :
-Comendador, escúchame, esta noche voy a comerme a Cándida .
Saborearé en la cena muslos y otras sabrosas presas . Te invito al ágape .
Será un banquete de primera .
Le pareció que las pupilas de la efigie brillaron y sintió un repeluzno .
Por sus venas circuló sangre helada . Con todo y eso se hizo el valiente y
entró al templo . Los agudos chillidos de los murciélagos lo desasosegaron .
Afortunadamente para él, Cándida se mostró aún más remisa que de
costumbre . Frente a Dios y los santos ella no se atrevía a pecar. Aunque
aquellas imágenes hieráticas eran de cartoné, Cándida había aprendido a
respetarlas . Felipe no insistió porque temía darle una nueva decepción a
Cándida seguro como estaba de que esa noche de ánimo aterrado lo dejaría
impotente como Hipólito .
Siguieron días de angustia e incertidumbre . Felipe no encontraba de
qué medios valerse para ahuyentar el miedo y la zozobra de Cándida quien,
por su parte, se desvelaba por las noches anhelando ser poseída por Felipe .
Se enfurecía contra las santas imágenes que le habían impedido y aún seguían
impidiéndole darse definitivamente en cuerpo y alma a Chompipe .
En cambio, el cirio pascual de Pipe tenía la esperma lista para el acto
iniciático . ¿En qué noche se iba a efectuar el rito? La joven novia no parecía
dispuesta al sacrificio o, mejor, al misterio de su auténtica comunión
genesíaca .
508
III
No te preocupes, lindo Nazareno
Cuando, al abrir los ojos tras pesadillas agobiantes, Cándida pudo verse
a sí misma tendida sobre el lecho de un hospital recordó que, casi en trance
de muerte, pudo aun captar que el médico exigía una cesárea y presurosamente fue llevada al quirófano donde la anestesiaron con cloroformo .
¿Por qué me encuentro sola? ¿Por qué no hay a mi lado enfermeras? ¿Qué
le ha pasado a Hipólito? No cabe duda alguna de que, al abrirme, me sacaron
del vientre un niño negro . Sólo un endemoniado hijo de Felipe podía
haberme causado tanto mal. Los billetes de lotería. ¿Y el premio? Si he
ganado, los escondí en la Biblia. Tendría dinero . Debo pagar al médico, el
hospital, nodrizas para ese niño negro . ¿Qué dijo el pajarito? Felipe apostó
que iba a violarme . Ya no me cupo duda . Claro, Cairote fue operado del
apéndice . No estuvo en la isla ni ese día ni los otros . Él no pudo haber
sido . Al darme cuenta de la mentira de Felipe fui presa de un acceso de
cólera . Me entraron los dolores del parto de tan desgarradora manera que
comencé a lanzar alaridos retorciéndome echada sobre el lecho . La billetera
fue en busca de Ladera . ¿Dónde estaban Hipólito y Felipe? Claro, los dos
se hallaban ensamblando una lancha en el taller recién inaugurado en la
playa . Por fortuna pudieron embarcarme en El Izabal aprisa . Hipólito,
azarado, ¿qué es lo que ocurre? Ni tuvo tiempo de trajearse . ¿Dónde habrá
ido? Tal vez ande intentando comprar un niño rubio . Señor, si paga bien,
le vendo el mío . Es caro pero tiene tres años . No me sirve . Deseo un
recién nacido . Tal vez la Virgen quiera venderle el suyo . Dicen que es hijo
adulterino . San José está furioso . Parece que es de un ángel . Sí, todo eso
del ave gratia plena . Quien sí estaba repleta y bien preñada de Felipe era
yo . ¡Virgen Santa! ¿Cómo pude creerle a ese canalla? Dijo que fue Cairote .
No pudo ser Cairote . Estuvo grave de muerte en esos días . Peritonitis . Por
poco pela el bollo .
509
Vendiendo sus billetes, María Palito había ido esa mañana a casa de
Cándida quien, como estaba sola, la hizo sentarse a conversar y hasta fue
tan amable que le ofreció un refresco de piña y galletas de jengibre . María
Palito se sintió confundida . Pensó, ¿qué mosca la ha picado? Cándida, en
su interior también se dijo, quiero que ésta, que es una lengüilarga, me
cotorree lo que en el pueblo se comenta de mí, de Hipólito y de Pipe .
-Tengo el presentimiento de que voy a ganarme un premio gordo
porque he tenido varios sueños . Cándida hojeaba los billetes sin decidirse
por ninguno- . Es muy probable que te compre uno entero, pues la racha
de suerte que he tenido me parece un buen síntoma. ¿No opinas tú lo
mismo? Imagínate, un matrimonio que ni mandado a hacer con el hombre
más codiciado de la isla . Y ¿qué opinas de lo rápido que es? Ni un año
tengo de preñada y fíjate qué barriga . Dice don Plácido que voy a dar a luz
de hoy a mañana . Parece como cosa de milagro .
-A mí que me registren, pero hay un pajarito que me cuenta las cosas
y a veces me parece algo indiscreto .
-Cuéntame, ¿qué te dijo?
-Que hubo ayuda . -María Palito mira hacia un lado y otro recelosa
y, precavida, prosigue el chismorreo con gran cautela- . Tú eres buena
conmigo, Cándida linda . Siempre me compras mis billetes muy cariñosa .
Estoy segura de que hoy te quedarás con una sábana . Todo un billete entero .
Sería mala contigo si te mintiera . No vayas a pensar que sea un bochinche
ni que las malas lenguas anden por esas calles murmurando . Lo que debo
anunciarte es confidencial . No creas que vaya a divulgarlo . ¿Cuál número
prefieres? Me quedan tres billetes enteros . No tengo compromisos, Si
quieres, te los vendo .
-Claro . Si tengo suerte, ¿por qué no? Dime . Dime .
María Palito le entregó los billetes, doblándolos primero y haciendo
que ella los empuñara . Luego, fue hasta la puerta del taller . Convencióse
de que no hubiese moros en la costa .
-No te preocupes -dijo- Cándida- . Estoy sola . Puedes hablar
sinceramente, con la mayor confianza .
-Lo que voy a decirte -dijo María Palito- es un secreto que a mí
me perjudica más que a ti . Me avergüenzo de saberlo yo misma . Te aseguro
510
que ninguna persona se ha enterado fuera de mí y de los compinches de
Pipe . Tú sabes cómo es él de lenguaraz .
-¿Qué es lo que dijo? Dime .
-Me encomiendo a los ángeles . Júrame que no has de repetirlo .
-Descuida.
-Yo vendo mis billetes de puerta en puerta y de cantina en cantina .
Escucho cosas por aquí y por allá . Soy muy discreta siempre que alguien
no se las quiera pasar de listo, pues entonces lo jodo .
-Dime.
-También, de vez en cuando, tú perdona, cuando no hay gente en la
cantina, me meto hasta en la cama del chino, lo dejo acurrucarse conmigo,
me paga bien, y salgo muy campante, sin que Cucho se entere . No vayas a
decírselo, linda . Ni Dios lo quiera . Esa noche, bien tarde, yo esperaba al
chinito en su recámara y él estaba cerrando ya las puertas para el refugio
pecatorum, cuando entraron de pronto en la cantina Felipe y sus compinches .
¡Maldita sea mi estampa! - No tuve más remedio que sacar mi camándula
y echarme una manito de padrenuestros, avemarías y salves para matar el
tiempo, porque ya sabes cómo beben esos hijos de puta . Tú perdona . Fue
allí donde, sin que ellos lo supieran y sin quererlo yo, pude escuchar cuando
el jodido de Felipe hizo una apuesta que, ni lo quiera Dios, sigo pensando
que fue bravuconada, y espero que ellos, todos, no se hayan ido de la lengua .
-¿Cuál fue la apuesta? Dime .
-El Mogo Tin, Mingo Segura y ese maldito Fulo Cañango le hicieron
bromas a Felipe diciéndole que tú eras la única mujer que había sabido
tenerlo a raya . Y él, ofendido en su amor propio o acaso por los tragos, juró
y dijo : «Llueva, truene o relampaguee les apuesto diez machacantes, que
yo me clavo a Cándida aunque para ello necesite violarla. Lo escuché sin
quererlo, pero dije, María Palito no te metas en lo que no te importa, y a
nadie se lo he dicho, sobre todo porque me va la fama y mi prestigio .
Imagínate que si Cucho lo sabe me da más golpes que a un tambor . Para
dejar la apuesta confirmada, los compinches le pidieron a Pipe una prueba,
una constancia de que te había violado y él contestó que ése era un punto
de honor que él como caballero respetaría . Dijo que era incapaz de inventar
cuentos y de ir propalando haberse acostado con fulana o zutana sin haber
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hecho pues lo agradable de cualquier aventura sexual para Felipe, según él
mismo dijo, era sin duda la complacencia que sentía en divulgarla . Pueden
estar seguros, dijo, de que cuando propale haber ganado la apuesta será
porque he tenido trato sexual con Cándida y es posible que hasta la haya
preñado . Te juro, Cándida, que es la purísima verdad . Todo eso dijo .
Don Plácido Ladera me había dicho que por ser primeriza y estrecha
de caderas, mi parto iba a ser grave con probabilidades de cesárea . Como
él estaba en el secreto de mi pasado intento de suicidio por algo sin mayor
importancia pues, como él mismo dijo, sólo era una preñez prematura, hizo
los cálculos de la época en que pudo ocurrir la concepción . Al darme cuenta
de que se equivocaba, le dije el día y la fecha del engendro sin ponerlo al
corriente del hecho violatorio . Fue entonces cuando dijo que esa semana
estuvo ausente de la isla con motivo de la peritonitis de Cairote quien fue
operado en la ciudad. Ya no había duda alguna de que Pipe había sido el
violador. Al ver mis crisis de nervios, de dolor y de rabia, María Palito
logró hacerme llegar hasta la cama y, de inmediato, fue a llamar a Ladera .
Si el niño es negro ¿lo debo repudiar? No me explico por qué razón Hipólito
no se encuentra a mi lado . Tal vez se haya indignado por lo del niño negro .
Parecía muy dispuesto a conformarse pero frente a los hechos cumplidos . . .
Averígüelo Vargas . Siento que tocan a la puerta, adelante, y el que ha
entrado es Hipólito sonriente y satisfecho . Tras él, una enfermera trae en
sus brazos a un niño . Me lo muestran . Es rubio . Será que Hipólito consiguió
hacer la compra . ¿Cuánto le habrá costado? La enfermera deja a mi lado la
criatura . Dice que es sólo por un rato . Se va. Nos deja solos . ¿Cómo
puede mostrarse tan contento? No es hijo de él . ¿Dónde habrá echado al
niño negro? Sigue mirándome como hechizado y me pregunta por qué
motivo lloro . Siento el impulso de decirle ¿por qué ha de ser, idiota? Mi
angustia es tan aguda que no consigo reprimir los sollozos . ¿No estás
contenta con nuestro hijo?, me dice, es rubio y bello, digno hijo de su padre .
No consigo calmarme ni logro soportar su ridículo y fingido entusiasmo .
Mientes, le digo, mientes . Felipe me violó . Di a luz un niño negro . ¿Cómo
has podido comprar a ése que no es ni mío ni tuyo?
-Cándida, no seas boba . Te aseguro que este bello niñito es hijo
nuestro . Para que te convenzas, no tengo más remedio que confesarte cierta
proeza bochornosa de la cual me avergüenzo . Cuando yo oí tus gritos en la
poza corrí en tu ayuda . Quedé al acecho entre unas hojas y al notar que
Felipe estaba a punto de violarte, no tuve más remedio que silbar la tonada
de Cairote . Al ver que huía desnudo, despavorido, me aproximé a prestarte
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los primeros auxilios . Fue entonces .. . Tú bien sabes que hasta los santos
se han dejado tentar del demonio . No sé qué me ocurrió . Perdí de pronto
el control de mis instintos y te hice mía aún sabiendo que cometía un pecado .
Desde esa tarde me ha atormentado mi conciencia . Tal vez por eso, Dios
me ha seguido torturando . Debido a ello no logro poseerte . Sólo estaré
tranquilo cuando tú me perdones mi felonía, querida Cándida .
-Cómo no hacerlo, tonto . Me quitas un gran peso de encima . Claro
que te perdono . (Te perdona la puta de tu madre, no yo . Felipe y yo
hallaremos una sabrosa forma de vengarnos . No te preocupes lindo
Nazareno.)
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