Enfermedad de Parkinson y espectro obsesivo

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REVISIÓN
Enfermedad de Parkinson y espectro obsesivo-compulsivo
J.D. López-Moríñigo, R. Ramos-Ríos, S. Martínez-Formoso,
M. Arrojo-Romero, P. Ecénarro-Tomé
ENFERMEDAD DE PARKINSON Y ESPECTRO OBSESIVO-COMPULSIVO
Resumen. Introducción. La descripción de la asociación de síntomas obsesivos con trastornos neurológicos ha sentado las
bases de los modelos neuroanatómicos del trastorno obsesivo-compulsivo y ha involucrado a los ganglios basales y lóbulos
frontales en su etiopatogenia. En la última década se han comunicado frecuentemente en pacientes con enfermedad de Parkinson fenómenos obsesivo-compulsivos –ya sean rasgos o síntomas– y trastornos del control de impulsos –en el otro extremo
del espectro–. Se ha postulado que esta asociación constituiría una prueba más del hipotético papel de los ganglios de la base en los circuitos implicados en la aparición de los fenómenos característicos de los trastornos del espectro obsesivo-compulsivo. Objetivos. Se realiza una revisión en Medline con las expresiones ‘obsessive compulsive Parkinson’ e ‘impulse control Parkinson’, con la finalidad de comprobar las evidencias existentes sobre dichas asociaciones. Desarrollo. Parecen existir suficientes datos como para no considerar casual la aparición de novo de trastornos del control de impulsos en enfermos
parkinsonianos. Esto se ha relacionado sobre todo con el tratamiento con agonistas dopaminérgicos. Mayor desacuerdo existe sobre la presentación de síntomas obsesivo-compulsivos en la enfermedad de Parkinson, al encontrarse estudios con resultados dispares y con importantes diferencias metodológicas, incluso en la definición del fenómeno obsesivo. Conclusiones.
Actualmente son necesarios más estudios que profundicen en esta cuestión y que sean lo más rigurosos posible, por los avances que podría suponer para el conocimiento de la neurobiología de estas entidades. [REV NEUROL 2009; 49: 202-9]
Palabras clave. Agonistas dopaminérgicos. Enfermedad de Parkinson. Juego patológico. Síntomas obsesivo-compulsivos.
Trastorno obsesivo-compulsivo. Trastornos del control de impulsos.
INTRODUCCIÓN
El espectro obsesivo-compulsivo y
su relación con los ganglios de la base
Desde la descripción de la aparición de síntomas asimilables al
trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) como secuela en pacientes que habían padecido la encefalitis letárgica de von Economo
en los años veinte, no han cesado de proliferar datos a favor de
una base neurobiológica del TOC, teniendo siempre presente la
participación de regiones subcorticales en su patogenia. La asociación del TOC con la corea de Sydenham, con infecciones estreptocócicas, con los tics del síndrome de Gilles de la Tourette
o con la enfermedad de Huntington constituye otra prueba de la
etiología biológica en al menos un subgrupo de pacientes con
TOC, que implica también a los ganglios de la base [1,2].
En las últimas décadas, los modelos neuroanatómicos del
TOC que han tenido más éxito son aquéllos que han involucrado al lóbulo prefrontal y al estriado. Las teorías actuales defienden que tanto en el TOC como en los trastornos relacionados, la
alteración fisiopatológica que subyace reside en la existencia de
una disfunción en alguna de las vías corticoestriado-talamocorticales. La vía afectada, así como el nivel de la alteración, se relacionaría con la fenomenología del trastorno [3-5].
La existencia de una teoría biológica sólida respecto a la
etiopatogenia del TOC impulsó a varios grupos de investigación
a proponer su separación de los trastornos de ansiedad con los
que hasta el momento se halla clasificado, para agruparlo con
Aceptado tras revisión externa: 06.02.09.
Servicio de Psiquiatría. Complexo Hospitalario Universitario de Santiago
de Compostela. Santiago de Compostela, A Coruña, España.
Correspondencia: Dr. Ramón Ramos-Ríos. Hospital Gil Casares. Travesía
da Choupana, s/n. E-15706 Santiago de Compostela (A Coruña). E-mail:
[email protected]
© 2009, REVISTA DE NEUROLOGÍA
202
otra serie de trastornos con los que consideran que presenta similitudes en su fenomenología, agrupación familiar, curso, respuesta terapéutica y con los que existiría un solapamiento en su
fisiopatología. Nace de este modo el espectro obsesivo-compulsivo (EOC), que englobaría una serie de trastornos caracterizados por la presentación de acontecimientos intrusos que motivan conductas repetitivas, incluyendo no sólo los trastornos con
una fenomenología más similar a la del TOC como la dismorfofobia o la hipocondría, sino también aquellos trastornos con
conductas repetitivas con los que puede presentar agregación
familiar o comorbilidad (tics, tricotilomanía, síndrome de Tourette), e incluso los comportamientos adictivos y otros trastornos del control de impulsos (juego patológico, adicciones sexuales, compra compulsiva, etc.) [6].
Este espectro se puede estudiar de un modo categorial, identificando fenotipos o subtipos del TOC con una determinada fisiopatología [7], o desde un punto de vista dimensional, planteando la existencia de un continuo desde la dimensión compulsividad en un extremo –donde se situaría el TOC– hasta la dimensión impulsividad en el otro extremo –con los trastornos del
control de impulsos (TCI)– [8].
En el caso de la enfermedad de Parkinson (EP), parece especialmente interesante la posibilidad de irrupción de cuadros situados en ambos extremos del espectro.
Trastornos neuropsiquiátricos en la enfermedad de Parkinson
La EP se erige como paradigma de enfermedad neuropsiquiátrica por la posibilidad de presentación de casi cualquier trastorno
psicopatológico a lo largo de su evolución, no sólo en relación
con su progreso, sino también en relación con el tratamiento dopaminérgico, las fluctuaciones motoras derivadas de su uso y el
tratamiento quirúrgico [9-11].
Al tratarse de una enfermedad en la que se produce una importante degeneración del estriado, resulta de especial interés
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PARKINSON Y SÍNTOMAS OBSESIVOS
estudiar su relación con sintomatología obsesiva o con trastornos del EOC. Actualmente, el papel del estriado, que, clásicamente, se hallaba circunscrito a la modulación de funciones
motoras, se ha ampliado, y destaca su importancia en funciones
cognitivas y en la afectividad [12,13]. Según algunos autores,
demostrar la asociación entre la EP y síntomas obsesivo-compulsivos o similares refrendaría las teorías fisiopatológicas sobre estos trastornos, ya que, si en la etiopatogenia de los estados
obsesivos desempeñasen un papel primordial la disfunción del
estriado y de la neurotransmisión dopaminérgica, en una enfermedad en la que éstas se presentasen de un modo importante
deberían encontrarse estos síntomas con una frecuencia mayor
que la esperable por azar [14].
Desde el punto de vista clínico, el mayor énfasis se ha realizado sobre la presentación de TCI en los enfermos parkinsonianos, por las repercusiones que tienen en el manejo terapéutico
de estos pacientes. Más infrecuentes son las comunicaciones de
TOC de nueva aparición en el curso de la EP. De todos modos,
debe señalarse que el TOC no diagnosticado en pacientes parkinsonianos empeora el pronóstico global, por lo que, de verificarse dicha asociación, debería hacerse un especial hincapié en
su detección en la práctica habitual [15].
El objetivo de este artículo es mostrar los datos existentes
sobre la asociación de la EP con estas entidades y tratar de integrarlos con las hipótesis dimensionales del EOC y neurobiológicas de la fisiopatología de estos trastornos. Con esta finalidad
se ha realizado una revisión en Medline con las expresiones
‘obsessive compulsive Parkinson’ e ‘impulse control Parkinson’,
y se han incluido, además, referencias cruzadas y referencias de
obras generales.
SÍNTOMAS OBSESIVOS Y
ENFERMEDAD DE PARKINSON
Una de las cuestiones que más puede lastrar la investigación de
la asociación entre enfermedad neurológica y el TOC es la imprecisión a la hora de definir el síntoma obsesivo, ya que, según
señala Berrios, en cualquier enfermedad neurológica que pueda
evolucionar con un declive de las capacidades cognitivas es posible la aparición de síntomas ‘obsesivoides’ caracterizados por
la repetición y la perseverancia, pero desprovistos de las características de interferencia y resistencia que caracterizan al fenómeno obsesivo genuino [16]. Un ejemplo común de dicho error
podría ser el asimilar el punding con el TOC, cuestión que se
comenta más adelante.
Sobre todo en la última década, han aparecido varias publicaciones y estudios centrados en demostrar la asociación entre
fenómenos obsesivo-compulsivos y la EP [14,15,17-21] y en
destacar las características comunes entre el TOC y la EP [22].
Presentan resultados contradictorios y, en ocasiones, difícilmente interpretables por la confusión existente en la definición
del fenómeno obsesivo con superposición entre lo que es síntoma obsesivo y rasgo de personalidad [23], por el uso de diferentes escalas que dificultan las comparaciones, y por los diversos
objetivos de los estudios y diferencias en sus diseños y procedencia de las muestras (tanto de casos como de controles). Los
resultados de estos estudios se resumen en la tabla I.
Estudios que refrendan la asociación entre
fenómenos obsesivos y enfermedad de Parkinson
Lees [22], en uno de los primeros trabajos en los que se relacio-
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na el TOC con la EP, describe una serie de 12 pacientes jóvenes
con TOC con un importante componente de enlentecimiento, en
los que se encontraban múltiples anormalidades en la exploración neurológica, además de déficit neuropsicológicos. Sugiere
que esta asociación podría indicar que en este grupo de pacientes estarían afectados sistemas neuronales comunes a los dañados en la EP. Destaca, además, que un nexo de unión entre la EP
y el TOC serían los hallazgos en la neuropsicología, implicando
a circuitos frontosubcorticales [24].
Tomer et al [17] encontraron una relación entre la presencia
de síntomas o rasgos obsesivo-compulsivos y la gravedad de la
EP. Se observó también una relación entre la asimetría de los
síntomas motores y la presentación de los síntomas obsesivocompulsivos. El predominio de los síntomas motores en el hemicuerpo izquierdo apareció asociado con obsesiones de contaminación y pensamientos desagradables, mientras que cuando
la afectación era derecha, destacaban las obsesiones por el orden y la rutina.
Alegret et al [14] hallaron una relación entre el estadio de la
enfermedad y los años de evolución, y las puntuaciones obtenidas en las escalas de síntomas obsesivos aplicadas. Aquellos pacientes con EP grave obtenían unas puntuaciones mayores que
aquéllos con enfermedad leve-moderada y los controles normales. A partir de estos resultados, los autores consideran que es
posible que los síntomas obsesivos se produzcan sólo en fases
avanzadas de la enfermedad, porque es en este momento cuando no sólo están afectadas las vías nigroestriadas, sino también
las proyecciones del estriado hacia la corteza.
Kurlan [15] comunicó cuatro casos de sintomatología obsesiva compulsiva que se iniciaron en una fase avanzada de la EP.
Todos ellos presentaban importantes fluctuaciones motoras.
Los síntomas se producían en fase on y la medicación permanecía estable desde seis meses antes de iniciarse la clínica. Ninguno de los pacientes respondió a inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) ni a modificaciones en la medicación antiparkinsoniana, por lo que se intentó tratarlos con antipsicóticos. Se obtuvo respuesta sólo en un caso, al introducir
clozapina. La falta de respuesta a ISRS y, en cambio, sí a clozapina incrementa el interés por el estudio de los efectos de los
antipsicóticos atípicos en este tipo de pacientes.
Isaias et al [21], en un estudio realizado para determinar los
factores asociados a la aparición de TCI en pacientes con EP,
incluyeron, entre otras escalas, el Maudsley Obsessional-Compulsive Inventory (MOCI). La puntuación del MOCI, que fue
significativamente mayor entre los pacientes, no se relacionó
con el tiempo de evolución de la enfermedad, con el tipo o dosis de tratamiento ni con la aparición de TCI.
Estudios en los que no se demuestra la asociación
entre fenómenos obsesivos y enfermedad de Parkinson
Müller et al [18] realizaron un estudio en el que compararon la
frecuencia y las características de los síntomas obsesivo-compulsivos en pacientes con TOC, con síndrome de Tourette, con
EP y controles sanos. En las escalas de síntomas obsesivos aplicadas, mientras que los sujetos con TOC y síndrome de Tourette
obtuvieron puntuaciones más altas, no hubo diferencias entre
los controles y los enfermos de Parkinson. A pesar del pequeño
tamaño muestral, los autores concluyen que a partir de su estudio no existe evidencia para afirmar que los síntomas obsesivocompulsivos se presenten con frecuencia en la EP, a diferencia
de lo que ocurre en el síndrome de Tourette.
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J.D. LÓPEZ-MORÍÑIGO, ET AL
Tabla I. Estudios sobre la asociación de síntomas obsesivos con la la enfermedad de Parkinson.
Referencia
Muestra
Tipo de estudio
Escalas utilizadas
Resultados
Lees [22]
12 pacientes con TOC
Serie de casos
–
Elevada frecuencia de clínica parkinsoniana y
déficit neuropsicológicos similares a los de la EP
Tomer et al [17]
30 pacientes con EP
Estudio
transversal
LOI, BDI
17 casos con más SO que los controles.
Los SO se relacionaban con la gravedad de la EP.
Lateralización de los temas obsesivos
Müller et al [18]
20 pacientes con EP
frente a 46 controles
Estudio
transversal
MOCI (a 20 casos), En el MOCI no hubo diferencias entre casos y controles.
HZI-K (a 16 casos)
En el HZI-K hubo diferencia en la escala de orden
Alegret et al [14]
72 pacientes con EP frente
a 72 controles sanos
Estudio
transversal
MOCI, LOI
Casos con mayor puntuación en las dos escalas.
Correlación con gravedad y años de evolución de la EP
Maia et al [19]
100 pacientes con EP
frente a 100 controles
enfermos médicos
Estudio
transversal
SCID (diagnóstico),
Y-BOCS (gravedad)
Sin diferencias en la frecuencia de SO o TOC,
ni en las puntuaciones de la Y-BOCS
Kurlan [15]
4 pacientes con EP grave
Serie de casos
–
Desarrollo de SO con importante discapacidad.
Falta de respuesta a ISRS
Harbishettar
et al [20]
69 pacientes con EP
frente a 69 controles
enfermos médicos
Estudio
transversal
MMSE, MINI,
Y-BOCS
Sin diferencias en la frecuencia de SO o TOC,
ni en la Y-BOCS (ni en gravedad ni en tipo de SO).
Sin relación entre gravedad de EP e Y-BOCS
Isaias et al [21]
50 pacientes con EP frente
a 50 controles sanos
Estudio
transversal
MOCI, GDS-15,
BIS
Mayor puntuación en el MOCI. Sin relación
con los años de evolución ni el tipo de tratamiento
BDI: Beck Depression Inventory; BIS: Barrat Impulsivity Scale; EP: enfermedad de Parkinson; GDS-15: Geriatric Depression Scale; HZI-K: Hamburger Zwangsinventar; ISRS: inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina; LOI: Leyton Obsesional Inventory; MINI: Mini International Neuropsychiatric Interview;
MMSE: Minimental State Examination; MOCI: Maudsley Obsessional-Compulsive Inventory; SCID: Structured Clinical Interview for DSM Disorders; SO: síntomas obsesivos; TOC: trastorno obsesivo-compulsivo; Y-BOCS: Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale.
Maia et al [19] compararon la prevalencia del TOC, síntomas obsesivo-compulsivos y trastornos relacionados en pacientes con EP con la hallada en controles provenientes de las consultas de un servicio de medicina interna. No se encontraron diferencias entre los dos grupos en la frecuencia de síntomas obsesivos y de TOC. La presencia de síntomas obsesivos no correlacionó con el estadio Hoehn y Yahr ni con la presencia de fluctuaciones motoras. En el grupo de enfermos con predominio de
síntomas motores en el hemicuerpo izquierdo o con síntomas
bilaterales, se halló una mayor frecuencia de determinados síntomas obsesivos. Estos resultados sugieren, por una parte, que
en el TOC las vías corticoestriadas implicadas son distintas de
las afectadas principalmente en la EP, pero también que es posible que el hemisferio derecho desempeñe un papel en el modo
de presentarse los síntomas obsesivos
Harbishettar et al [20] estudiaron la presentación de síntomas obsesivos en una muestra de pacientes parkinsonianos sin
demencia que compararon con pacientes con otras patologías
médicas. No se encontraron diferencias entre los dos grupos en
las tasas de TOC ni en el tipo ni en la gravedad de los síntomas
obsesivo-compulsivos, ni tampoco entre los pacientes con un
estadio precoz de la EP y aquéllos con un estadio avanzado.
Este estudio tuvo la virtud de emplear unos criterios diagnósticos de TOC y no basarse solamente en escalas de rasgos o síntomas, que pueden arrojar resultados confusos y difícilmente
comparables.
Fenómenos obsesivo-compulsivos y cirugía de la EP
La circunstancia de que al intervenir a enfermos parkinsonianos
se produzcan modificaciones en la sintomatología obsesiva que
éstos presentan también se ha propuesto como un dato a favor
de la implicación de circuitos comunes para la EP y el TOC en
204
los ganglios de la base [25]. Destacamos dos experiencias en
torno a este fenómeno.
Junqué et al [26] estudiaron los cambios cognitivos y conductuales en una muestra de 15 pacientes intervenidos mediante palidotomía posteroventral unilateral. Encontraron que a los
tres meses del procedimiento se producía una mejoría significativa de las habilidades visuoespaciales y de las conductas obsesivocompulsivas con respecto a la situación prequirúrgica.
Mallet et al [27] comunicaron los resultados de la estimulación subtalámica en dos pacientes con EP que, además, presentaban una historia de TOC grave. En uno de los casos, los síntomas obsesivo-compulsivos se habían exacerbado desde el inicio
de la clínica parkinsoniana. En ambos casos, tras la implantación de los electrodos bilateralmente en los núcleos subtalámicos se produjo una importante reducción de la clínica obsesiva.
Los autores consideraron que este hallazgo casual corroboraba
la participación de vías estriatopálido-subtálamo-talamocorticales en la fisiopatología del TOC.
PERSONALIDAD Y ENFERMEDAD DE PARKINSON
Se ha sugerido que los pacientes con EP podrían presentar una
personalidad premórbida característica. Generalmente, se los ha
descrito como personas introvertidas, poco expresivas, inflexibles, perfeccionistas, desconfiadas, preocupadas por el cumplimiento de las normas (‘buenos ciudadanos’), leales, con poca
confianza en sí mismos, con tendencia a la depresión y a la hipocondría y baja impulsividad. Una de las cuestiones que ha
servido para apoyar estas teorías es la asociación del bajo consumo de tabaco y la EP. Se plantea que estas características de
personalidad premórbidas con baja impulsividad y escasa tendencia a la búsqueda de sensaciones explicarían la menor fre-
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PARKINSON Y SÍNTOMAS OBSESIVOS
cuencia del hábito tabáquico entre quienes desarrollan la enfermedad [28]. En un estudio reciente se halló que la elevada tendencia a la búsqueda de sensaciones se relacionaba con un riesgo menor de EP y un mayor consumo de cigarrillos, café y alcohol [29]. Se encontró una relación inversa entre la cuantía y la
duración del hábito tabáquico y el riesgo de desarrollar la EP.
La cuestión que se plantea es si esta menor búsqueda de sensaciones puede constituir un factor de riesgo o facilitador del desarrollo de la EP, con una menor tolerancia a los tóxicos ambientales, o bien puede ser indicativa de una fase prodrómica de
la EP con un inicio de la degeneración del sistema dopaminérgico, que coincidiría con el cese del hábito tabáquico.
La existencia de una ‘personalidad parkinsoniana’ sigue siendo una cuestión controvertida [30], aunque debemos tener en
cuenta las dificultades metodológicas que supone explorar los
rasgos de personalidad de una manera retrospectiva. Mayor
consenso existe respecto a los cambios en la personalidad con la
progresión de la enfermedad, con tendencia a una mayor introversión y menos conductas exploratorias [31].
Actualmente, en la investigación de la neurobiología de los
trastornos psiquiátricos tiene una gran vigencia el constructo de
temperamento y carácter de Cloninger [32], ya que permite la
integración de las distintas dimensiones de temperamento con
un determinado sistema de neurotransmisión. En el caso de la
EP, la dimensión más estudiada ha sido la de búsqueda de novedad, que se asocia con la función dopaminérgica. En sujetos con
EP, se ha encontrado una tendencia a menores puntuaciones en
búsqueda de novedad [33]. Esto situaría a los pacientes con EP
en el extremo compulsivo en una dimensión compulsividad-impulsividad. Resulta interesante cómo esto se puede relacionar
con la documentada menor tendencia al suicidio de los enfermos parkinsonianos con respecto a la población general, a pesar
de que presentan una prevalencia mayor de depresión [34], al
ser la impulsividad una de las características más determinantes
para el suicidio consumado. En nuestra opinión, el aumento de
la tendencia al suicidio que aparece parejo a un incremento de la
respuesta emocional ante desencadenantes ambientales comunicado en pacientes con EP sometidos a estimulación subtalámica apoyaría esta hipótesis, ya que supone el reverso de estos
factores considerados protectores con mayor posibilidad de que
se produzcan conductas impulsivas [35]. Este planteamiento es
también congruente con el hecho de que los suicidios en enfermos parkinsonianos se producen en pacientes más jóvenes [34],
con menos años de evolución, en los que, por lo tanto, la disminución de la búsqueda de novedad es menos acusada y en los
que, además, son más frecuentes los TCI, que se abordan más
detenidamente a continuación.
TRASTORNOS DEL CONTROL DE IMPULSOS
Y ENFERMEDAD DE PARKINSON
Los TCI constituyen un conjunto de trastornos de conducta clasificados en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición (DSM-IV) [36] y caracterizados
por un déficit en el control de impulsos y la inhibición de respuestas y la búsqueda de nuevas sensaciones, que conduce a la
realización de conductas desadaptadas cuyo objetivo es la satisfacción o el placer inmediato, infravalorando el riesgo y los potenciales efectos perjudiciales para quien las realiza o los demás.
Existe un interés creciente en el estudio de la frecuente asociación entre los TCI y la EP, que sugiere la existencia de un
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sustrato neurobiológico común en la etiopatogenia de ambos
trastornos [37-40].
Entre los TCI relacionados con la EP, hablaremos del juego
patológico, la hipersexualidad, las compras compulsivas, los
atracones de comida y el consumo compulsivo de medicación.
El juego patológico aparece descrito en la bibliografía siguiendo los criterios del DSM-IV [36]. En España está más asociado al empleo de las máquinas tragaperras, mientras que en
otros países son más frecuentes los juegos de cartas y la frecuentación de casinos. La hipersexualidad aparece definida según los criterios de Voon et al [41], y se caracteriza por la aparición de novo de una mayor demanda de actividad sexual a la pareja, frecuentación de clubes de alterne, visita de páginas de
pornografía en Internet, etc. Las compras compulsivas se definen según los criterios de McElroy [41], caracterizadas por realizar gastos desmesurados en objetos de dudosa utilidad.
En relación al punding (toqueteo o jugueteo), definido como
la repetición compulsiva de comportamientos complejos y carentes de un fin concreto –doblar repetidamente un papel u ordenar de manera compulsiva una serie de objetos–, resulta discutible su enmarcación en uno u otro extremo de un espectro
compulsivo-impulsivo. Aunque la mayor parte de los grupos lo
incluyen entre los fenómenos obsesivo-compulsivos, algunos
autores clasifican el punding entre los TCI, debido a la remisión
parcial del cuadro tras la disminución en las dosis diarias de
agonistas dopaminérgicos [42].
Frecuencia de los trastornos de control
de impulsos en la enfermedad de Parkinson
La prevalencia de los TCI en la EP resulta generalmente mayor
que en la población general –en la que se sitúa entre el 0,3 y el
1,3%–. Esta diferencia aparece como estadísticamente significativa en algunos estudios [43-47], significación no obtenida en
otros [21]. La mayor parte de estos estudios y series de casos
hacen referencia únicamente al juego patológico. En la tabla II
se recogen aquellos estudios que arrojan directamente cifras de
prevalencia de los TCI en la EP.
Etiopatogenia de los trastornos de control
de impulsos en la enfermedad de Parkinson
Desde los hallazgos de Carlsson en los años cincuenta, se ha
considerado la EP como una disfunción dopaminérgica. Todos
los tratamientos tratan hasta la fecha de suplir ese déficit de dopamina por diferentes mecanismos. Por este motivo, resulta hoy
en día complejo discernir fenómenos que aparecen en la EP como primarios o secundarios al tratamiento, situación que se presenta al estudiar la relación entre los TCI y la EP.
Un posible sustrato neurobiológico común a la etiopatogenia de ambas patologías podría implicar alteraciones tanto neuroanatómicas como neuroquímicas.
Desde una perspectiva neuroanatómica, las regiones cerebrales más frecuentemente involucradas en los mecanismos de recompensa son el área tegmental ventral y sus proyecciones al estriado ventral, al sistema límbico y al córtex prefrontal, especialmente relacionado éste con el control de impulsos [39,40,46,4851]. La mayor frecuencia de TCI tras la introducción de pramipexol –potente agonista dopaminérgico de los receptores D3–,
dada la elevada disponibilidad de estos receptores en el estriado
ventral, avalaría la implicación de estos sistemas [26,39,40,46,48].
Respecto a la neuroquímica subyacente, varios estudios encuentran una mayor frecuencia –estadísticamente significativa–
205
J.D. LÓPEZ-MORÍÑIGO, ET AL
entre los pacientes parkinsonianos en tratamiento con agonistas
dopaminérgicos, si bien no se encontraron diferencias entre el
empleo de uno u otro agonista [41,44,49,52]. Recientes publicaciones no han replicado esta asociación [21]. En una serie de
seis pacientes con EP, dos presentaron juego patológico refractario a la reducción en las dosis de agonistas dopaminérgicos
[15]. El trabajo de Drapier et al plantea una ‘hipótesis triaminérgica’, que implica no sólo la dopamina, sino también la serotonina y la noradrenalina [53]. En la anterior serie se describe un
caso único en toda la bibliografía tratado con selegilina, hallazgo que cuestionaría la participación de la serotonina en la patogenia de los TCI, ya que, si se considera ésta cierta, sería esperable una mejoría clínica tras la instauración de selegilina –inhibidor de la monoaminooxidasa– [15].
Un factor probablemente importante en la patogenia de los
TCI en la EP es la dosis equivalente diaria de levodopa. Si bien
algunos estudios no han encontrado una asociación con el juego
patológico [41,44,52], una publicación reciente asocia de forma
estadísticamente significativa la dosis equivalente diaria de pramipexol con estos trastornos [49]. Además, la aparición de hipersexualidad sí se relaciona con altas dosis equivalentes diarias
de levodopa, pero no con el agonista dopaminérgico concreto
[41], como también ocurre con los TCI en conjunto [52].
A la vista de esta revisión, resulta plausible considerar como causal la asociación entre la instauración de un agonista
dopaminérgico y el desarrollo secundario de TCI. El siguiente
paso consistiría en analizar los mecanismos responsables de dicha interacción. El grupo de Voon postula cuatro posibles mecanismos no excluyentes entre sí:
– Interferencia con la liberación normal de dopamina.
– Hiperestimulación de determinados receptores dopaminérgicos, que estimulan así regiones cerebrales específicas.
– Activación de los mecanismos de respuesta responsables de
los TCI.
– Sensibilización de regiones dorsal y ventral del estriado [43].
Un hecho bien documentado entre pacientes con juego patológico en el curso de la EP es la mayor tendencia al juego en los
períodos on [15,37].
Resulta una evidencia que sólo unos pocos pacientes parkinsonianos de entre todos los tratados con agonistas dopaminérgicos desarrollan un TCI. Esto hace pensar en posibles factores individuales de vulnerabilidad, entre los que cabría considerar la neurobiología de la propia EP, la respuesta individual ante
los tratamientos dopaminérgicos y otros factores individuales
de susceptibilidad independientes de la EP [43,54]. Entre estos
últimos se encuentran un inicio más precoz de la EP [41,53,55],
lo que sugiere la existencia de factores previos de vulnerabilidad a los TCI latentes hasta el inicio del cuadro motor. Sin embargo, estos pacientes reciben unas dosis mayores de agonistas
dopaminérgicos, lo que podría actuar como un factor de confusión. Además, la progresión neuroanatómica de la degeneración
durante la EP es variable, siendo mayor la probabilidad de presentar un TCI en aquellos casos con afectación precoz del estriado ventral y córtex prefrontal ventral.
El papel del déficit cognitivo en la patogenia de los TCI durante la EP no resulta claro, y no se encuentra una asociación
significativa con la alteración en funciones ejecutivas, que sí
aparecía si se consideraba un deterioro cognitivo global. Este
hallazgo sugiere una disfunción subclínica del sistema límbico,
que genera una disminución en el control de impulsos [51].
206
Tabla II. Prevalencia de los trastornos del control de impulsos en la enfermedad de Parkinson.
Referencia
Muestra
Prevalencia
Molina et al [37]
250 pacientes con EP
4,9% con JP
Lu et al [68]
200 pacientes con EP
7% con JP
Driver-Dunckley
et al [39]
1.884 pacientes con EP
durante 12 meses
0,47% con JP
Imamura et al [48]
1.411 pacientes con EP
0,42% con JP
Voon et al [41]
297 pacientes con EP
6,1% con TCI,
13,7% sin ADA
Weintraub y Potenza [50] 272 pacientes con EP
6,6%
Grosset et al [49]
388 pacientes con EP
4,4%, todos
con ADA
Pontone et al [45]
100 pacientes con EP
9%
Avanzi et al [44]
98 pacientes con EP
6,1%
Isaias et al [21]
50 pacientes con EP
y 100 controles sanos
28% en EP y
20% en sanos
ADA: agonistas dopaminérgicos; EP: enfermedad de Parkinson; JP: juego patológico; TCI: trastorno del control de impulsos.
Finalmente, la aparición de TCI durante la EP sigue con frecuencia a la introducción o incremento en las dosis diarias de
agonistas dopaminérgicos –especialmente agonistas D3, como
pramipexol [39,40,46,48,49]–, si bien la asociación con este fármaco no se ha constatado en otros estudios [41,44,47,52]. El tratamiento inicial con levodopa produciría un mecanismo de upregulation de los receptores D3 –muy abundantes en el estriado
ventral, sobre todo en el núcleo accumbens– [51]. Otros autores
consideran un sesgo la asociación patógena con pramipexol, al
tratarse del agonista dopaminérgico más utilizado, y la falta de
publicaciones acerca de los TCI en la EP en la época previa a dichos agonistas [56]. Una serie de tres casos con síndrome de
piernas inquietas y juego patológico secundario al tratamiento
con agonistas dopaminérgicos [57] refrendaría su papel.
Otros factores que se deben considerar son algunos rasgos
de personalidad –impulsividad o la búsqueda de nuevas sensaciones–, la edad, el género, e incluso determinados polimorfismos genéticos [43,58]. De hecho, se ha objetivado un tono hiperdopaminérgico en el líquido cefalorraquídeo de estos sujetos
[47]. Sin embargo, los sujetos con EP presentan con menos frecuencia estos rasgos de personalidad.
Se propuso un modelo de evaluación del riesgo de juego patológico en un paciente parkinsoniano basado en el inicio precoz de la EP, la presencia de los rasgos de personalidad antes
descritos y los antecedentes personales o familiares de abuso de
alcohol u otras sustancias [58].
Un TCI muy característico de estos pacientes es el aumento
progresivo en las dosis de levodopa, a expensas de un incremento en la frecuencia de las tomas, fenómeno relacionado con las
fluctuaciones motoras y su autotratamiento. Se trata del consumo compulsivo de medicación. Entre los factores predictores e
independientes descritos para el desarrollo de este trastorno
aparecen la personalidad previa descrita, los antecedentes depresivos, el consumo de alcohol y el inicio precoz de la EP, asociación no replicada en otras estudios [42].
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PARKINSON Y SÍNTOMAS OBSESIVOS
Las alteraciones de la conducta sexual –hipersexualidad y
parafilias– son significativamente más frecuentes en el caso de
un inicio precoz de la enfermedad y en varones [58], y se han
relacionado con la instauración o el incremento de las dosis diarias de agonistas dopaminérgicos [42], e incluso con la estimulación cerebral profunda bilateral del núcleo subtalámico [42],
si bien otros casos mejoraron tras la cirugía [59].
Trastornos de control de impulsos y
cirugía de la enfermedad de Parkinson
Ardouin et al describen siete pacientes con EP que desarrollaron juego patológico secundariamente a la instauración de agonistas dopaminérgicos y, dadas las graves fluctuaciones motoras
y no motoras que presentaron –con disforia e irritabilidad en los
períodos off–, fueron sometidos a cirugía –estimulación crónica
del núcleo subtalámico–. Tras unos tres años, el juego patológico desapareció por completo en todos, si bien en el postoperatorio inmediato se había agravado en dos casos, que presentaron,
además, sintomatología maniforme. Se propone la eficacia de la
cirugía en la remisión de los cuadros de TCI de estos pacientes,
basándose en tres hechos: la disminución de las dosis diarias de
agonistas dopaminérgicos, el logro de un tono dopaminérgico
más constante y la estimulación del sistema límbico por los
electrodos. Además, se refrenda el papel nuclear del estriado
ventral y el córtex prefrontal en la asociación entre TCI y EP
[60]. Series posteriores han replicado la mejoría de la clínica
psiquiátrica tras la cirugía [59], si bien en algún caso se plantea
un origen iatrogenoquirúrgico del cuadro [61].
Tratamiento de los trastornos de control
de impulsos en la enfermedad de Parkinson
No abundan las referencias a la terapéutica de estos trastornos,
más allá de la reducción en la dosis equivalente diaria de levodopa, hecho sobre el que se fundamentan gran parte de los conocimientos acerca de la etiopatogenia de los TCI en la EP.
Pese a no tratarse de trastornos muy frecuentes, pueden resultar catastróficas las consecuencias de cuadros como el juego
patológico o la hipersexualidad, incluyendo problemas legales.
Se hace necesario informar a pacientes y cuidadores de los riesgos al iniciar un tratamiento dopaminérgico y en los momentos
de incremento de dosis, tomando, si fuese necesario, las medidas legales oportunas [62].
Respecto a tratamientos farmacológicos, la primera medida
indicada es la reducción de dosis o discontinuación del tratamiento dopaminérgico, dada la escasa respuesta de estos cuadros
al tratamiento con ISRS [63], incluida la clomipramina [59]. En
casos refractarios, los antipsicóticos atípicos de tipo sedativo
–olanzapina o quetiapina– constituyen una alternativa [42].
La eficacia de la levodopa duodenal con bomba de perfusión
percutánea se ha avalado recientemente, manteniendo constante
el tono dopaminérgico y probablemente disminuyendo así la
frecuencia de este tipo de trastornos psiquiátricos [64].
Resulta necesaria la minuciosa observación por parte de
cuidadores y clínicos de posibles alteraciones conductuales en
estos pacientes, quienes rara vez reconocerán el trastorno. Entre
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las nuevas formas de TCI en relación con la posmodernidad, cabría alertar acerca del uso inadecuado de Internet –casinos virtuales, páginas de pornografía, etc.–, un fenómeno reciente, pero ya descrito [65,66].
CONCLUSIONES
En la EP idiopática, clásicamente descrita como un trastorno motor, aparecen con elevada frecuencia cuadros psiquiátricos, que
preceden en numerosas ocasiones a la aparición de los clásicos
signos motores.
La aparición de alguno de los TCI descritos en el curso de la
EP, lejos de ser una comorbilidad frecuente, constituye una entidad que a la luz de los datos existentes parece estar en estrecha
relación con el tratamiento del cuadro motor con agonistas dopaminérgicos.
En cambio, la hipótesis de la existencia de una mayor frecuencia de aparición de síntomas obsesivos en pacientes parkinsonianos sigue siendo una cuestión controvertida, lo que hace
necesarias más investigaciones que estudien esta asociación.
Entre los motivos aludidos para esta disparidad de resultados,
podrían destacarse algunos ligados al diseño y la metodología,
como la procedencia de los controles.
La visión dimensional del espectro obsesivo-compulsivo y
el modelo del temperamento de Cloninger parecen apoyados en
virtud de la existencia de rasgos y síntomas obsesivos asociados
a la degeneración de vías dopaminérgicas y de la presentación
de trastornos de control de impulsos en relación con los tratamientos dopaminérgicos. Resulta especialmente interesante la
vinculación de unas determinadas características de personalidad con la aparición de estos fenómenos. Para la confirmación
de estas hipótesis son necesarios más estudios que valoren la
importancia de estas dimensiones de personalidad como facilitadoras o protectoras de la aparición de determinados trastornos
psicopatológicos en la EP. Incluso podría aventurarse que al
extenderse las aplicaciones de los agonistas dopaminérgicos a
otras indicaciones distintas de los trastornos motores, podría ser
más frecuente la irrupción de trastornos del control de impulsos, ya que, en principio, las características de la ‘personalidad
parkinsoniana’ no la favorecen.
También la visión categorial del espectro parece reforzada,
y lo encontrado en la EP se suma a las observaciones sobre los
síntomas obsesivos de otras enfermedades neurológicas. Es decir, es posible distinguir un subtipo dentro del espectro con una
mayor participación de la neurotransmisión dopaminérgica en
su fisiopatología, que podría presentar una mayor respuesta al
tratamiento antipsicótico y a la cirugía. Esto abunda en la necesidad de más investigación sobre el papel de la dopamina en los
trastornos de control de impulsos y en el TOC [67].
Finalmente, resulta importante destacar la necesidad del enlace y el trabajo interdisciplinar entre neurólogos y psiquiatras
en el abordaje de los trastornos mentales que con elevada frecuencia se presentan en los pacientes parkinsonianos. Un adecuado tratamiento de aquéllos repercute de manera significativa
en su calidad de vida y en la de sus cuidadores.
207
J.D. LÓPEZ-MORÍÑIGO, ET AL
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PARKINSON’S DISEASE AND OBSESSIVE-COMPULSIVE SPECTRUM
Summary. Introduction. The description of obsessive symptoms associated with neurological diseases are in the basis of the
neuroanatomical models of obsessive-compulsive disorder, with participation of basal ganglia and frontal lobes in its
ethiopathogenesis. In the last years, the growth of obsessive-compulsive phenomena –including personality features or
symptoms– and impulse control disorders –at the other extreme of the spectrum– in patients with Parkinson’s disease were
frequently reported. It was proposed that this association could be other proof of the role of basal ganglia in the characteristic
features of the obsessive-compulsive spectrum disorders. Aims. A review in Medline was conduced using the expressions
‘obsessive compulsive Parkinson’ and ‘impulse control Parkinson’. The purpose of this review was to compile the current
evidence about these associations. Development. There are sufficient data to support that the growth of impulse control
disorders in parkinsonian patients are not produced by chance. It was mainly related with the dopaminergic agonist treatments.
More controversial is the growth of obsessive-compulsive symptoms in Parkinson’s disease. The studies found have shown
contradictory results and important methodological disparities that included even the definition of obsessive phenomenon.
Conclusions. Further and more rigorous studies about these topics are needed, because they could produce and important
advance in the knowledge of the neurobiology of these entities. [REV NEUROL 2009; 49: 202-9]
Key words. Dopaminergic agonists. Impulse control disorders. Obsessive-compulsive disorder. Obsessive-compulsive symptoms.
Parkinson’s disease. Pathological gambling.
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