[procesos de erosió sedimentación en el durante el cuaterna

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2008
II Seminario del
Geoparque de Sobrarbe
Investigación Geológica y
Recursos Didácticos.
BOLTAÑA
[PROCESOS DE EROSIÓN Y
SEDIMENTACIÓN EN EL SOBRARBE
DURANTE EL CUATERNAR
CUATERNARIO
RECIENTE]
24,25 y 26 de octubre de 2008
200
Carlos E. Martí Bono
Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC)
Introducción
El Sobrarbe es una comarca paradigmática para el estudio geomorfológico del Pirineo.
Vertebrado por los ríos Cinca y Ara, con sus afluentes Cinqueta y Arazas, presenta altitudes máximas
superiores a los 3000 m (Mte Perdido 3348 m, Posets 3375 m) y mínimas cercanas a los 500 m. El fuerte
desnivel permite que los procesos erosivos actúen con gran intensidad, dando lugar a morfologías y
sedimentos muy característicos.
Glaciarismo
Uno de los principales atractivos de las altas cumbres del Sobrarbe es la presencia de
glaciares aún funcionales. También su estudio resulta de gran interés para los científicos, que tratan de inferir
consecuencias climáticas a partir del crecimiento o disminución de las masas de hielo existentes. Estos
glaciares, que aún estaban en
contacto con sus morrenas a
mediados del siglo XIX, al
finalizar la Pequeña Edad del
Hielo, han venido retrocediendo
desde entonces, con alguna
etapa de estabilización, hasta la
actualidad. El hielo ha perdido
en Sobrarbe entre el 60 y el
75% de su superficie y bastante
más de su volumen (Chueca et
al, 2002, 2004).
Fig 1.- Extensión máxima de los glaciares
cuaternarios con circos de cabecera
localizados en el Parque Nacional de
Ordesa y Monte Perdido.
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Pero además durante el Cuaternario diversas épocas de intenso frío favorecieron el desarrollo de
grandes glaciares, decenas de veces mayores que los actuales, en toda la cordillera pirenaica,
particularmente en macizos que superaban los 2200-2500 m de altitud.
Los glaciares en su avance desplazan fragmentos de rocas y material fino que han caído en su
superficie desde las crestas y vertientes dominantes o que el hielo ha arrancado del fondo y paredes del valle.
Estos materiales pueden transportarse en superficie o en el interior y en la base del hielo. En este último caso
sufren un rozamiento contra las paredes y el fondo del valle, adquiriendo un pulido y estriado característicos,
que también aparece en las paredes del valle. El material arrastrado se deposita al fundir el hielo dando lugar
a las morrenas frontales (poco frecuentes) y laterales (mejor conservadas, especialmente en la confluencia de
valles afluentes no glaciares).
Todos las cabeceras de los valles del Sobrarbe estuvieron ocupadas por el hielo durante los
momentos más fríos del Cuaternario. Esto dio lugar a una serie de retoques y formas de detalle
características de los valles glaciares (perfil transversal con paredes verticales, alternancia de rellanos y
abruptos en el perfil longitudinal, valles afluentes colgados…), formas que, aún siendo menos claras en los
macizos calcáreos que en valles graníticos, son perfectamente identificables.
Los valles presentan una serie de depósitos glaciares y glaciolacustres, que definen la extensión
máxima del glaciarismo cuaternario en la comarca.
Valle del Ara .- La altitud de las morrenas laterales sobre el fondo del valle demuestra el gran
espesor de la acumulación de hielo, superior a los 400 m en la zona de confluencia del Ara y el Arazas. Las
morrenas laterales de Diazas,
Furco, Viu, Buesa, Sarvisé, etc
delimitan lo que fueron bordes de
la lengua glaciar, que penetraba
por el valle de Chaté, y debía
finalizar entre Sarvisé y Fiscal,
quizás unos cuatro Km aguas
abajo de la primera población (no
existe ninguna morrena frontal
preservada que indique el lugar
exacto de fusión de los hielos).
Fig 2.- Morrenas laterales de Frajen y Viu y
depósitos glaciolacustres de obturación de
Linás de Broto: 1) Morrenas; 2) Depósitos glaciolacustres; 3) Depósitos glaciofluviales relacionados con 2; 4) Terrazas y depósitos torrenciales
recientes; 5) Borde escarpado; 6) Cresta morrénica.
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El valle de Ordesa apenas presenta depósitos glaciares, excepto en las áreas de circos de
cabecera. Las acumulaciones morrénicas voluminosas son muy recientes, probablemente tardiglaciares. El
complejo mejor desarrollado aparece en la vertiente S de la cresta Taillon-Bacillac-Brecha de Rolando, con
varios arcos, el más interno de los cuales, mejor conservado, debe ser la morrena de la Pequeña Edad del
Hielo (siglos XVI-XIX).
En el valle de Añisclo son escasos los depósitos morrénicos bien conservados. Los sedimentos de
origen glaciar de menor altitud corresponden a una pequeña acumulación lateral a 900 m, cerca de la ermita
de San Urbez. .
Los valles del Cinca y del Cinqueta estuvieron ocupados por dos de los glaciares más importantes
de la vertiente meridional del Pirineo. Alimentados por el hielo de circos de gran altitud, como el de Marboré,
que modeló el valle de Pineta, finalizaban cerca de la confluencia de ambos valles (Martí Bono & García Ruiz,
1993), a unos 800 m de altitud, aunque algunos autores han mantenido que el hielo superaba el desfiladero
de las Devotas. Morrenas frontales de fases más tardías aparecen al pie de la pared de Pineta y
especialmente en el circo de Marboré, donde pueden atribuirse a la Pequeña Edad del Hielo.
Terrazas fluviales.
Aguas abajo de donde terminaban los glaciares se depositaron grandes acumulaciones de
cantos fluviales que en la actualidad se localizan a cierta altura sobre el cauce actual del río dando lugar a
terrazas colgadas. Presentan en principio características fluvioglaciares, que pierden a medida que se alejan
de la zona de fusión del hielo. Las zonas más favorables para el desarrollo de terrazas son aquellas en las
que los valles son amplios (el río pierde capacidad de transporte) que en el caso del Sobrarbe coinciden en
gran medida con los afloramientos de margas azules del Eoceno, por ser estas rocas fácilmente
meteorizables. Las terrazas aparecen en un número variable (dos a cuatro). Las mejor desarrolladas se
presentan a unos 45-60 m. y 10-15 m sobre el nivel del cauce actual, y enlazan lateralmente con otras formas,
también de escasa pendiente, las morfologías en glacis de erosión, que coadyuvaron a la gran extensión de
las zonas llanas en las áreas margosas. Cuando los ríos pirenaicos desembocan en la Depresión del Ebro las
terrazas se generalizan y aparecen en mayor número, por ejemplo ocho en el Gállego a la altura de Gurrea, y
un número similar en el Cinca (Peña et al, 2004 b; Sancho et al, 2004). En la comarca del Sobrarbe las zonas
con glacis y terrazas fluviales mejor desarrolladas son las de Jánovas y Boltaña-Ainsa en el Ara, y las de
Laspuña-Ainsa en el Cinca. Sin embargo otras de muy escasa extensión aportan también datos de alto
interés geomorfológico (San Marcial, Devotas…).
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Hace poco tiempo (Peña et al, 2004 a,b) que se ha podido establecer la edad de algunas terrazas
pirenaicas, al aplicar técnicas de datación absoluta, en este caso OSL (luminiscencia óptica), además de
radiocarbono en los niveles más recientes, cuando se situaban dentro del rango de medición. Las edades de
las terrazas en la zona de Ainsa son: terraza 3 a 170 m sobre el río (retazos en Banastón), 600-700 ka;
terraza 7, a 45 m (llano alto de Ainsa), 60-70 ka, y terraza 9, a 10 m sobre el río, 15-22 ka. Sin embargo estos
resultados no son directamente extrapolables a todos los valles pirenaicos: en el valle del Gállego,
inmediatamente al W, las edades de las terrazas son claramente diferentes aunque haya cierta coincidencia
en altura (Peña et al 2004 a).
Avenidas fluviales y deslizamientos
En la cordillera pirenaica son frecuentes las tormentas de verano, en ocasiones súbitas y
muy localizadas (como ocurrió en 1996 en la zona del Sobremonte, en el valle del Gállego, dando lugar a la
tragedia del camping de Biescas). Pero aún son más habituales las lluvias de otoño (y primaverales) que, con
una duración de varios días, aportan fuertes caudales a los ríos, que con sus avenidas dañan las
infraestructuras de la zona. Al mismo tiempo estas precipitaciones empapan el terreno, dando lugar a
deslizamientos en masa y coladas de barro que afectan incluso a zonas habitadas.
Uno de los mejores ejemplos de esta acción doble de las lluvias otoñales en los Pirineos ocurrió en
1982 en diversos puntos de la cordillera. En el Sobrarbe afectó especialmente al valle de Xistau, aunque
también tuvo consecuencias en el valle de Benasque, y más al E. en el valle del Segre.
El episodio lluvioso se inició el día 6 de Noviembre y terminó el día 8, aunque la mayor parte de la
precipitación ocurrió en las primeras 24 horas. En el fondo del valle del Cinqueta cayeron más de 400 mm,
aunque en altitud (observatorio de Góriz) se superaron ampliamente los 600 mm. Unas precipitaciones de tal
magnitud provocaron, en el Cinqueta, caudales máximos estimados en 700-800 m3/s (no existen registros de
aforo). Hubo daños en la red de carreteras cortándose la comunicación natural del valle de Xistau con el valle
del Cinca, quedando aquel valle con una sola pista de salida, la que lo une con Chía por un puerto de más de
2000 m de altitud.
Las riadas no son sin embargo un fenómeno insólito en estas áreas de montaña, donde se
repiten con más o menos frecuencia, causando daños, aunque en general de menor magnitud que la de 1982
(en realidad los daños más cuantiosos de esta avenida se dieron en zonas vulnerables de la Depresión del
Ebro). Pero las lluvias de ese año se recuerdan en el Cinqueta, particularmente en Chistau, por los grandes
deslizamientos del terreno que se iniciaron por encima de esa población. Un sustrato impermeable facilitó el
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deslizamiento de un coluvión cuaternario, formado en parte por restos morrénicos y empapado en agua. Se
trató de un deslizamiento rotacional, por suerte de poco recorrido. En determinados puntos se produjeron
además coladas de barro de gran longitud que dañaron diversos edificios de la localidad. Algunas hipótesis
atribuyen la reactivación del movimiento al abandono de las acequias tradicionales que dificultaban la llegada
del agua al depósito cuaternario (Martí Bono & Puigdefábregas, 1983).
Fig 3.- Localización del área de
movimientos en masa de Gistaín
(1982): 1) Pizarras paleozoicas; 2)
Calizas; 3) Areniscas y margas
triásicas; 5) Coluvión cuaternario
sujeto a deslizamientos, a) zona de
grietas por deslizamiento masivo
generalizado, b) Cicatrices de origen
de coladas de barro; 6) Cono de
deyección reciente.
Registros Paleoclimáticos
El conocimiento del clima del pasado es fundamental en unos momentos en que la problemática
del Cambio Climático es tan actual. Los mejores registros donde centrar la investigación son aquellos que
puede estudiarse una serie con sedimentación continua, material datable y con información paleoclimática
(especialmente polen). En Sobrarbe existen datos de la evolución de los glaciares actuales desde la Pequeña
Edad del Hielo de los que se pueden inferir datos del incremento de temperaturas. También las características
y el contenido polínico de los sedimentos sedimentos glaciolacustres de Linás y de las brechas estratificadas
de las Devotas aportan datos del clima durante la última glaciación.
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Fig 4.- Brechas periglaciares de la boca Sur del Tunel
de Devotas.
Sin embargo el registro continuo más prometedor (serie lacustre) se ha obtenido en 2008, en la
Basa de la Mora, presentando grandes posibilidades de datación y de contenido polínico (a fecha de hoy se
está iniciando su estudio).
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BILIOGRAFÍA A CONSULTAR
BIARGE, F., CHUECA, J. & JULIÁN, A. (2002). Los glaciares pirenaicos aragoneses. Evolución.
Fotografías 1880-1999. Boletín Glaciológico Aragonés, Num. Extr.: 323 pp.
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CHUECA, J., JULIAN, A., LÓPEZ MORENO, J.L. PEÑA, J.L. & CAMINS, J. (2004). Análisis de la
evolución reciente de los glaciares del macizo de la Maladeta (Pirineo Central español):
cuantificación de pérdidas en superficie y volumen. Boletín Glaciológico Aragonés 5: 9-164.
GARCÍA RUIZ, J.M. & MARTÍ BONO, C.E. (2001). Mapa Geomorfológico del Parque Nacional de
Ordesa y Monte Perdido: 106 pp. Ed. Organismo Autónomo de Parques Nacionales. Madrid.
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MARTÍ BONO, C.E. & PUIGDEFÁBREGAS, J. (1983). Consecuencias geomorfológicas de las
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Sánchez Fabre, Eds): Zaragoza.
PEÑA, J.L., LEWIS, C., McDONALD, E., RHODES E. & SANCHO, C. (2004 b). Ensayo
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Ebro. En Contribuciones Recientes sobre Geomorfología (G. Benito & A. Diez Herrero, Eds): 165172. Toledo.
SANCHO, C., PEÑA, J.L., LEWIS, C., McDONALD, E. & RHODES, E. (2004). Registros fluviales y
glaciares cuaternarios de las cuencas de los ríos Cinca y Gállego (Pirineos y Depresión del Ebro).
En VI Congreso Geológico de España. Geo-Guías 1. Itinerarios Geológicos por Aragón, 181-215
(F. Colombo et al., Eds). Zaragoza.
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