PRUEBAS DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD L.O.G.S.E. CURSO 2007 - 2008 CONVOCATORIA: JUNIO MATERIA: HISTORIA Hay que escoger una de las dos opciones: A o B A partir del texto histórico que se presenta en cada opción el estudiante debe responder obligatoriamente a la primera cuestión y después elegir una entre las dos cuestiones planteadas. Se valorará cada cuestión de 0 a 4’5 puntos, dejando un último punto para evaluar, globalmente, la presentación formal del ejercicio, especialmente en lo que se refiere al orden expositivo seguido, el cuidado de la ortografía y la calidad literaria de la redacción. OPCIÓN A LA NACIONALIDAD CATALANA Siendo la nacionalidad una unidad de cultura, un alma colectiva, con un sentir, un pensar y un querer propios, cada nacionalidad ha de tener la facultad de acomodar su conducta colectiva, es decir, su política, a su sentimiento de las cosas, a su sentido, a su libre voluntad. Cada nacionalidad ha de tener su Estado. [...] La aspiración de un pueblo a tener política propia, a tener un Estado suyo, es la fórmula política del nacionalismo. La aspiración a que todos los territorios de la misma nacionalidad se agrupen bajo la dirección de un Estado único es la política o tendencia pannacionalista... [...} Allá donde hay nacionalidades que han de hacer vida en común, el régimen federativo tiene natural aplicación; el Estado federal, asociación de los Estados nacionales, es el organismo jurídico de la nueva formación política. [...] Del hecho de la nacionalidad catalana nace el derecho a la constitución de su Estado propio, de un Estado catalán. Del hecho de la actual unidad política de España, del hecho de la convivencia secular de varios pueblos, nace un elemento de unidad, de comunidad que los pueblos unidos han de mantener y consolidar; de aquí, el Estado compuesto. Estos dos hechos primarios, fundamentales, el de la personalidad nacional de Cataluña y el de la unidad de España, fortalecidos por dos leyes correlativas, la de la libertad que implica la autonomía y espontaneidad sociales, la de la universalidad que lleva a la constitución de potencias mundiales, se resuelven en una fórmula de armonía, que es la Federación Española. Así, el nacionalismo catalán, que nunca ha sido separatista, que siempre ha sentido la unión fraternal de las nacionalidades ibéricas dentro de la organización federativa, es aspiración levantada de un pueblo, que, con conciencia de su derecho y de su fuerza, marcha con paso seguro por el camino de los grandes ideales progresivos de la humanidad. Enric PRAT DE LA RIBA: La nacionalidad catalana, Alianza Editorial/ Enciclopedia Catalana, Madrid, 1987. 1.- Comenta las principales ideas del texto. 2.- Analiza el proceso de urbanización e industrialización en la España de la Restauración 3.- Explica la crisis del 98 en España: causas y consecuencias. Historia de España 1 CANARIAS CONVOCATORIA JUNIO 2008 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTOR: José Ucedo Babiloni Opción A El texto recoge varios fragmentos de la obra de Enric Prat de la Riba, La nacionalidad catalana, publicada originalmente en 1906. Prat de la Riba fue un político catalán, que junto a Francesc Cambó, participó en la fundación de la Lliga Regionalista (1901). Fue presidente de la Mancomunidad de Cataluña entre 1914 y 1917. En este texto expone su concepción política de la nacionalidad catalana basada en la creación de un estado catalán federalista (no separatista) en el conjunto de la Federación Española. El autor entiende la nacionalidad como la unión de personas con una una lengua y cultura comunes, conscientes de los rasgos que las unen («Siendo la nacionalidad una unidad de cultura, un alma colectiva, con un sentir, un pensar y un querer propios»). Cada nacionalidad debe tener la capacidad de decidir su propia política («acomodar su conducta colectiva, es decir, su política, a su sentimiento de las cosas»). Por ello, «cada nacionalidad ha de tener su Estado». Al ser Cataluña una nacionalidad, según Prat de la Riba, tiene el derecho a constituir un Estado catalán («Del hecho de la nacionalidad catalana nace el derecho a la constitución de su Estado propio, de un Estado catalán»). El autor, por tanto, defiende que el nacionalismo catalán no nace de presupuestos ideológicos discutibles, sino del derecho jurídico que tienen los pueblos a constituirse como nacionalidades. Cataluña ha convivido con otros pueblos a lo largo de la historia, otras nacionalidades que existen en España. La fórmula propuesta por Prat de la Riba para conjugar la existencia del Estado catalán con el mantenimiento de la unidad de España (entendida como integración de todas las nacionalidades) es la creación de un Estado federal: la Federación Española. Entre los factores que propiciaron el desarrollo del nacionalismo catalán en el siglo XIX destacan el movimiento cultural conocido como renaixença («renacimiento»), que reivindicaba la identidad de Cataluña; la defensa de la realidad histórica plural de España, suprimida en Cataluña en el siglo XVIII por la imposición del centralismo borbónico; y la influencia de las élites sociales y políticas catalanas, desarrolladas en relación con la potente industrialización del territorio catalán, que reclamaban un mayor peso político para Cataluña en el conjunto de España. El nacionalismo catalán surgió como tal durante el Sexenio Democrático, representado por el federalismo, que reivindicaba una Cataluña integrada en un conjunto © Oxford University Press España, S. A. de estados españoles federados. Durante la Restauración, Valentí Almirall fundó el Centre Catalá (1882) para aglutinar a todos los catalanistas. Sin embargo, otros intelectuales eran partidarios de un nacionalismo catalán tradicionalista, rural y antiliberal (Joan Mañé i Flaquer, Jacint Verdaguer). La Unió Catalanista (1891) intentó unificar todas las tendencias en torno a la burguesía nacionalista, ilustrada y conservadora, y promovió las Bases de Manresa (1892), un documento que recogía el primer programa explícito de catalanismo e incluía un proyecto de Estatuto de Autonomía de carácter conservador y tradicionalista. Hasta 1901 no se formó el primer gran partido catalanista, la Lliga Regionalista liderada por Enric Prat de la Riba (autor del texto) y Francesc Cambó. Su objetivo era lograr cierto grado de autonomía administrativa para Cataluña; a cambio, la Lliga colaboraría con la monarquía. En este contexto, en noviembre de 1905 se produjo un grave incidente en Cataluña: unos oficiales del Ejército, ofendidos por una caricatura aparecida en la revista satírica nacionalista Cu-Cut, asaltaron los locales de la publicación y también los de La Veu de Catalunya, el periódico de la Lliga Regionalista. Montero Ríos, presidente del Gobierno, no pudo castigar a los militares por la oposición de Alfonso XIII y tuvo que dimitir. El Gobierno Moret que emergió de la crisis aprobó la Ley de Jurisdicciones (1906), por la que los delitos contra la patria y el Ejército serían juzgados por tribunales militares. Las fuerzas políticas catalanas reaccionaron constituyendo Solidaritat Catalana, una coalición de todos los partidos antidinásticos, que aglutinaba desde republicanos federales hasta carlistas, y que obtuvo resultados espectaculares en las elecciones de 1907. Desde finales del siglo XIX se produjo en España una aceleración del proceso de urbanización en el que influyó la industrialización del país. La industrialización española fue más tardía y escasa que la de otros países europeos debido al mantenimiento de una agricultura tradicional, que empleaba técnicas ancestrales y obtenía una baja productividad. Por otra parte, los capitales generados por la venta de las propiedades desamortizadas en 1836-1837 y 1855 no se invirtieron en la industria. La actividad agrícola, por tanto, apenas tuvo incidencia en la liberación de capitales y mano de obra hacia la industria y las ciudades. El medio rural tampoco se convirtió en mercado para los productos industriales, debido a la extrema pobreza de la mayoría de los campesinos. Tras la aprobación de la Ley de Minas en 1868, se intensificó la explotación de los recursos mineros españoles, Historia de España 3 CANARIAS antes muy escasa. En muchos lugares, la explotación de las minas corrió a cargo de compañías extranjeras. Alrededor de las minas surgieron numerosas industrias y se construyeron redes de ferrocarriles. Algunos enclaves (como Río Tinto) quedaron desligados del resto de la economía nacional. El carbón, la fuente de energía fundamental en la Revolución industrial, se concentraba en Asturias y León, pero era escaso, caro y de baja calidad. Su extracción estaba muy protegida por elevados aranceles, lo que encareció los costes de la industria nacional. En el siglo XIX los principales sectores industriales fueron el textil y el siderúrgico. El sector textil algodonero adquirió gran importancia en Cataluña donde ya existía, antes del siglo XIX, una importante actividad comercial y una industria manufacturera artesanal basada en la lana, y se desarrolló gracias a la protección arancelaria. La producción se mecanizó poco a poco y se destinó al mercado nacional y al indiano de Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, su incapacidad de atraer a la banca le privó del capital necesario para su desarrollo ya que predominaba la autofinanciación familiar. La pérdida de las colonias agravó la crisis en la región desde finales del siglo XIX. Las industrias siderometalúrgicas se establecieron junto a las minas de hierro en Málaga, Asturias (Mieres-La Felguera) y, por último, en Vizcaya donde la familia Ybarra fundó la empresa Altos Hornos y Fábricas, S. A., en 1882 y en 1902 se creó Altos Hornos de Vizcaya. Uno de los principales frenos para el desarrollo del proceso industrializador en España era la deficiente red de transportes, a causa del accidentado relieve y la ausencia de ríos navegables. Era pues imprescindible la creación de una red ferroviaria que articulara el mercado interior de la Península. Aunque con enormes deficiencias, la red fue impulsada desde la Administración del Estado a través de la Real Orden sobre Creación de Ferrocarriles (1844), que permitió la construcción de las primeras líneas ferroviarias (Barcelona-Mataró y Madrid-Aranjuez). Más tarde, se promulgó la Ley General de Ferrocarriles (1855), que concedió enormes privilegios para la construcción ferroviaria: creación de bancos, fomento de inversiones, pago de subvenciones, desgravación fiscal en la importación de materiales… Pese a todo, la construcción de la red se inició tarde, se llevó a cabo demasiado deprisa (entre 1856 y 1866 se completaron 4 500 km de vía) y su planificación fue irracional. Las compañías que explotaban el ferrocarril tuvieron numerosas dificultades de financiación y no percibían ingresos suficientes. La fabricación de trenes, por último, no benefició a la industria nacional, ya que buena parte del capital, tecnología e iniciativa empresarial provino de Francia. El desarrollo industrial necesitaba un sistema financiero estable que pudiera subvencionar las empresas canalizando los recursos disponibles de las élites sociales. Sin embargo, la mayor preocupación del Estado fue obtener ingresos para las arcas públicas; por ello ejerció un fuerte dirigismo estatal sobre el sector bancario. Los esfuerzos © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2008 por crear una banca privada en España estuvieron ligados al boom de la construcción ferroviaria. La actividad bancaria experimentó un período de expansión (18551864) y otro de contracción (1864-1870). La legislación del Bienio Progresista permitió la creación en 1856 de bancos de emisión, autorizados a emitir billetes y especializados en créditos comerciales a corto plazo, y de sociedades de crédito, que podían realizar préstamos a largo plazo. Los bancos financiaron, sobre todo, las compañías ferroviarias y la deuda pública del Estado. A partir de 1874, el Banco de España obtuvo el monopolio de emisión de moneda, por lo que todas estas entidades pasaron a ser sociedades de crédito comercial y financiación industrial. En el primer tercio del siglo XX, España se convirtió en un país industrializado caracterizado por un intenso proteccionismo arancelario y una política de intervención activa del Estado en la industria; la consolidación de Asturias, Vizcaya y Barcelona, como grandes centros industriales mientras Madrid se mantenía como sede del capital financiero y de muchas empresas de ámbito nacional; y una gran diversificación industrial. Se modificaron las fuentes de energía empleadas, ya que a las tradicionales, se sumaron la energía hidroeléctrica y el petróleo. Asimismo, el capital industrial se concentró, lo que dio lugar a oligopolios (en la electricidad, por ejemplo), cárteles e incluso monopolios (como el del petróleo, controlado por Campsa desde 1927); y las sociedades anónimas se desarrollaron. Las dificultades de la vida en el medio rural en el siglo XIX, más que la atracción de la débil industria de las ciudades, produjeron un movimiento migratorio del campo a la ciudad, que se tradujo en un ligero crecimiento urbano. Pese a que fueron configurándose centros urbanos importantes, como Barcelona, Madrid y, más tarde, otros en el País Vasco y en toda la costa peninsular, la población española seguía siendo, en 1914, mayoritariamente rural: el 51 % vivía en poblaciones de menos de 5 000 habitantes, y el 91 %, en ciudades por debajo de los 100 000. Una excepción la constituía Cataluña, con una tasa de urbanización mayor que la del resto de España y similar a la de los países más desarrollados de la época. A pesar de que el crecimiento urbano no fue espectacular, muchas ciudades derribaron sus cercas y murallas a mediados del siglo XIX a fin de ampliar su perímetro para acomodar a los inmigrantes. La ampliación del centro histórico de las ciudades se denominó ensanche. En ocasiones, siguió un diseño planificado según una trama ortogonal que casi nunca se respetó del todo: en Barcelona, el plan fue concebido por Ildefonso Cerdá, y en Madrid, por Carlos María de Castro. Otras ciudades, como Bilbao y Valencia, realizaron también ampliaciones. Los barrios obreros carecían de infraestructuras (agua corriente, condiciones higiénicas). Las casas, casi siempre de alquiler, eran pequeñas y mal ventiladas, lo que favorecía la propagación de enfermedades, incrementando la mortalidad. Además era frecuente que varias familias Historia de España 4 CANARIAS compartieran una misma vivienda, por lo que no existía apenas intimidad. La sensación de desarraigo de la población de origen rural en las grandes ciudades era extrema. Estas condiciones eran más evidentes en los núcleos urbanos más grandes, a los que afluían los inmigrantes en busca de trabajo. Hacia 1930 el nivel de urbanización del país seguía siendo bajo. Sin embargo, en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona se trazaron planes para ordenar su extrarradio y abrir grandes vías (Gran Vía en Madrid y Vía Layetana en Barcelona) que comunicasen los barrios antiguos con los ensanches. Durante la Restauración, los brotes de conflictividad en Cuba provocados por los independentistas se reprodujeron ocasionalmente: Guerra Chiquita de 1879, insurrecciones de 1883 y 1885. Estos conflictos y su represión, unidos a una larga guerra iniciada en 1868 con el Grito de Yara y finalizada con la Paz del Zanjón en 1878, alimentaron el nacionalismo popular en Cuba, al que se sumaron tanto los esclavos como los criollos ricos. Los burócratas, comerciantes y azucareros españoles residentes en la isla se opusieron a cualquier tipo de autonomía. Además, el comercio con Cuba, prácticamente un mercado en régimen de monopolio, proporcionaba a la Península un saldo positivo. La abolición de la esclavitud en la isla fue tardía (1880-1886); el proyecto de autonomía no se llevó a cabo y se intentó convertir la isla en una provincia más de España. Por otra parte, Cuba obtenía gran parte de sus ingresos de EE UU, país al que exportaba más del 90 % de la producción de azúcar y tabaco. La presión diplomática estadounidense sobre la isla se incrementó; en 1892 Estados Unidos obtuvo un arancel favorable para sus productos; después financió a los independentistas con la intención de ejercer de árbitro cuando surgiera un conflicto entre Cuba y la metrópoli. La guerra estalló en febrero de 1895 con el Grito de Baire, nombre con el que se conoce el levantamiento que tuvo lugar en la zona oriental de la isla. A continuación, se proclamó el Manifiesto de Montecristi (República Dominicana), redactado por José Martí y Máximo Gómez (líderes civil y militar, respectivamente). A la muerte de Martí, al poco de iniciarse la guerra, Gómez y Antonio Maceo, un mulato muy popular, asumieron la dirección militar de los rebeldes. A esta revuelta se unió la de Filipinas en 1896, encabezada por Emilio Aguinaldo. El general Polavieja, al mando de las tropas españolas, actuó con extrema dureza y ejecutó al principal inte- CONVOCATORIA JUNIO 2008 lectual independentista del archipiélago, José Rizal. La rebelión fue sofocada en 1897. En estas circunstancias, en febrero de 1898, tuvo lugar un incidente: la voladura del Maine, un acorazado estadounidense que se encontraba en el puerto de La Habana, en el que murieron más de 250 marinos. Aunque probablemente el estallido se produjo a causa de algún accidente, la prensa y el Gobierno de Estados Unidos culparon a España de la voladura y se ofrecieron a comprar la isla; los políticos de la Restauración prefirieron una derrota honrosa antes que una paz comprada. Por su parte la opinión pública y la prensa españolas se mostraron, en general, muy belicistas y nacionalistas. Estados Unidos declaró la guerra a España en abril de 1898. El conflicto se decidió en el mar: las escuadras estadounidenses derrotaron a las españolas en Cavite (frente a Manila), y después frente a Santiago de Cuba (mayo-julio de 1898). El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por el cual España reconocía la independencia de Cuba y cedía a Estados Unidos Puerto Rico, la isla de Guam, en las Marianas, y las Filipinas. En 1899, España vendía al Imperio alemán los restos de su imperio insular en el Pacífico, las islas Carolinas, las Marianas (excepto Guam) y Palaos. La pérdida de las últimas colonias fue conocida en España como el desastre del 98 y tuvo importantes repercusiones; entre ellas destacan las siguientes: 쐌 El resentimiento de los militares hacia los políticos, causado por la derrota y el sentimiento de haber sido utilizados. 쐌 El crecimiento de un antimilitarismo popular. El reclutamiento para la Guerra de Cuba afectó a los que no tenían recursos, pues la incorporación a filas podía evitarse pagando una cantidad. Esto, unido a la repatriación de los soldados heridos y mutilados, incrementó el rechazo de las clases populares hacia el Ejército. El movimiento obrero hizo campaña contra este reclutamiento injusto, lo que provocó la animadversión de muchos militares hacia el pueblo y las organizaciones obreras. 쐌 La aparición del regeneracionismo, un importante movimiento intelectual y crítico que rechazaba el sistema de la Restauración al considerarlo una lacra para el progreso de España o, en el caso de los regeneracionistas más extremos, un símbolo de la decadencia moral del país. La oposición política no rentabilizó la derrota. Opción B El texto es una fuente primaria de carácter político: el Manifiesto de la Junta Democrática del 29 de julio de 1974. La Junta Democrática fue el primer organismo © Oxford University Press España, S. A. que intentó agrupar a toda la oposición al franquismo, cuando el régimen agonizaba a causa de la enfermedad del general Franco. La Junta Democrática estaba encaHistoria de España 5