Aproximación a la categoría de Víctima en el caso colombiano

Anuncio
Congreso Internacional
International Conference
“¿LAS VÍCTIMAS COMO PRECIO NECESARIO?”
Memoria, justicia y reconciliación
“VICTIMS AS A NECESSARY PRICE?”
Memory, Justice and Reconciliation
Organización:
Proyecto de Investigación
«Filosofía después del Holocausto:
Vigencia de sus lógicas perversas»
INSTITUTO DE FILOSOFÍA
Centro de Ciencias Humanas y Sociales-CSIC
Organization:
Research Project
“Philosophy after the Holocaust:
Validity of its perverse logics”
INSTITUTE OF PHILOSOPHY
Center for Human and Social Sciences-CSIC
29-31 octubre 2013
29 to 31 October, 2013
Centro de Ciencias Humanas y Sociales-CSIC - Center for Human and Social Sciences-CSIC
Sala Menédez Pidal
Albsanz, 26-28 – MADRID
Tatiana Castañeda López
Aproximación a la categoría de Víctima en el caso
colombiano
Introducción
Walter Benjamin hace una reflexión crucial para la filosofía: “no hay un solo documento de
cultura que no lo sea de barbarie”1, lo cual significa que la historia de la humanidad es un
claroscuro compuesto tanto por vencedores como por vencidos, por aquellos que triunfan y
aparecen como los ganadores en la contienda por la libertad de los pueblos, y aquellos cuyo
sacrificio corre el riesgo de caer inevitablemente en el olvido. Ante la amenaza de tal olvido
resulta preciso, éticamente hablando, asegurar que se mantenga viva la memoria del vencido.
En otras palabras, es preciso volver la mirada hacia las víctimas de la historia.
Es la lección que dejó un acontecimiento que trasformó radicalmente la historia. Me
refiero, por supuesto, a Auschwitz. Lo que hace la singularidad de este hecho es, como dice el
historiador francés Vidal Naquet: “la negación del crimen dentro del crimen’ para que no
hubiera memoria en la humanidad”2. En efecto, ante el intento, casi logrado, por borrar toda
huella de lo ocurrido, este hecho histórico volvió urgente una reflexión profunda acerca de la
mirada de la víctima. Testigos y sobrevivientes de este hecho, como Primo Levi y Jean Améry,
plantearon el testimonio como una forma de hacer justicia a las víctimas. Pero aunque la
intención es garantizar la no repetición de los hechos sucedidos, al parecer la historia de la
humanidad sigue sin percatarse de ello.
A partir de algunos presupuestos teóricos desarrollados por Reyes Mate, del testimonio
de Primo Lévi y los análisis elaborados por Giorgio Agamben en relación con el campo de
concentración, esta comunicación busca conceptualizar algunos aspectos de la idea de víctima
y enseguida poner a prueba su eventual pertinencia en el análisis del conflicto interno en
Colombia.
Primo Levi el “testigo principal”
Primo Levi relata el inicio de una tragedia que terminaría para él un año después, y que le
marcaría hasta el último instante de su vida. Tuvo la fortuna o el infortunio a la vez de dar
testimonio de todo lo que vivió en Auschwitz; según Reyes Mate y Agamben, Levi representa
el “testigo principal” por ser uno de los que escribió su experiencia en varias obras como Si
esto es un hombre (1988) Los hundidos y los salvados (1989). En varias entrevistas Primo Levi
asegura que sobrevivió al Lager porque era un hombre ni demasiado joven ni demasiado viejo,
su condición física le permitió sobrevivir para dar testimonio. En efecto, con la mirada puesta
1
Reyes, Mate. Reflexiones sobre la justicia de las víctimas. Estudios filosóficos. Octubre de 2008. Universidad de Antioquia
pp. 249.
2
VIDAL, Naquet citado por MATE, Reyes. Memoria de Auschwitz. Actualidad moral y política. Madrid: Trotta, 2003. Particularmente en el capítulo “El testigo, entre palabra y silencio”, pp. 9.
1
en Levi, Reyes Mate define y caracteriza a las víctimas. Éstas: a) “son siempre inocentes, con
lo que el verdugo es culpable de una injusticia, condición que no se perderá jamás” b) “las
víctimas tienen voz propia y no debemos permitir que nadie la sustituya ni por supuesto las
olvide” c) la víctima pone en evidencia la maldad de la acción terrorista y, a su vez, introduce
un elemento novísimo en la reflexión política, a saber, la mirada de la víctima. La cual
transgrede la lógica política imperante, una lógica que, instaurada en la modernidad, genera
víctimas para avanzar y, peor aún, las justifica y legítima mediante su sofisticada maquinaria.”
(Reyes Mate, 2003, p. 96).
De manera que víctima es alguien necesariamente inocente y no cualquiera sometido al
sufrimiento, pues si bien el verdugo sufre el castigo, no es víctima, ya que es asimétricamente
distinto a la víctima. Precisamente, Reyes Mate señala que en el caso del terrorismo político
existen dos daños infligidos a las víctimas: a) personal: tortura, mutilación, privación de la
libertad se inflige un daño a menudo irreparable: “en tanto que sea reparable el daño debe ser
reparado por el conjunto de la sociedad” y si no es reparable se debe recordar como tal por la
misma sociedad; b) político: el crimen tiene un mensaje político basado en la misma muerte
“las víctimas son muertas porque no cuentan para sus planes políticos. Se les niega por tanto su
ser ciudadano y eso de manera radical: no con un papel, sino con la privación de la vida” (2008,
p.252). De modo que la víctima resulta silenciada, anulada por un sistema que no la concibió
desde su diseño original, tal es el caso de los actuales proyectos democráticos de corte liberal
que dejan por fuera de los beneficios económicos, sociales y políticos a algunos sectores de la
sociedad.
Ahora bien, para Reyes Mate el rol de la víctima deviene esencial en tanto que la mirada
de ésta supone la necesidad de adoptar un cambio radical en la forma de comprender la idea de
realidad. Sin la mirada de la víctima no es posible entender la realidad en su totalidad, de ahí la
significación esencial de su testimonio. Por otra parte, la memoria de las víctimas cuestiona
una “lógica política” que avanza y dispone de la vida y de la muerte como armas políticas: “el
problema es esa lógica política y no sólo su activación puntual o su cese unilateral: eso no
basta para la paz” (2008, p. 251). La paz no es el resultado de un alto al fuego, si esto implica
olvido, indulto o amnistía, sino el efecto de interrumpir dicha lógica política. Finalmente, la
moral resulta transgredida en la medida en que la víctima, o en muchos casos su memoria,
testimonian que lo sucedido fue una injustica cometida y que la sociedad en su conjunto debe
asumir la responsabilidad de hacer justicia a la víctima, esto es, asumir la actualidad de sus
derechos que, negados en un pasado, cobran toda vigencia.
Por su parte, Giorgio Agamben analiza el exterminio desde una visión política que tiene
2
algunos puntos de encuentro con lo señalado por Reyes Mate. Al igual que éste, asume a Primo
Levi como el “testigo perfecto” de lo acontecido en Auschwitz, comprende la víctima como
testigo de lo indecible y acepta la caracterización de la figura del “musulmán”. No obstante,
existen algunas divergencias que valdría la pena considerar oportunamente. Por lo pronto, basta
señalar que para Agamben, a diferencia de Reyes Mate, la tarea de la memoria queda
inexorablemente incompleta debido a que el único testimonio plenamente fiable es el de aquél
que justamente no puede dar testimonio, pues como “testigo integral” ha sido eliminado.
En el artículo “¿Qué es el campo?” (1995) Agamben analiza cómo los campos de
concentración fueron creados en un principio como forma de retener a los prisioneros de guerra
sólo en los casos de excepción. Sin embargo, Auschwitz aparece y se convierte en una práctica
política de desaparición y esclavitud de seres humanos durante la Segunda Guerra Mundial. El
campo de concentración es una realidad sui generis, pues allí puede suceder todo: la
desaparición, el abuso y el asesinato hacen que la estructura política desaparezca y por ende las
leyes3. En él se traspasa la línea de los derechos humanos y la legalidad. El italiano afirma que
en el campo la ley está suspendida, es decir, la víctima deja de ser un ciudadano, su vida se
encuentra en un lugar de suspensión donde nada lo protege. Agamben no duda en afirmar que
el campo de concentración, en el marco de una experiencia histórica concreta denominada
Auschwitz, se erige como escenario de la biopolítica contemporánea. Al respecto, Agamben
señala que es tal la absolutización del biopoder en un Estado totalitario como el Estado nazi
que al biopoder de hacer vivir se le entrecruza una política de la muerte, una tanatopolítica,
que no puede desembocar sino en una aniquilación total del individuo.
Con todo y pese a lo imperfecto de los testigos, si ahora conocemos el campo de concentración con la minucia y agudeza con las que Agamben lo define, es porque éste ha sido reconstruido por los testigos. En Homo sacer III (2010) Agamben se apresta a desarrollar los
presupuestos anteriormente señalados y caracteriza al testigo y al testimonio en relación con la
figura del “musulmán”, eje central de la obra en cuestión.
El testigo y el testimonio
Indica el filósofo italiano que el término testigo4 proviene del griego martis –mártir- y que en
3
Aspecto señalado por Arendt y que Agamben refiere: “Hannah Arendt ha observado que en los campos emerge a plena luz el
principio que rige el dominio totalitario y que el sentido común se niega obstinadamente a admitir, es decir, el principio según
el cual "todo es posible". Sólo porque los campos constituyen, en el sentido que se ha visto, un espacio de excepción” (Agamben, 1995, en línea.).
4
Agamben establece dos etimologías respecto al término testigo: 1) testis, de la cual deriva el término “testigo”, “aquel que se
sitúa como tercero (terstis) en un proceso o en un litigio entre dos contendientes”; 2) superstes, “hace referencia al que ha
vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el final por un acontecimiento y está, pues, en condiciones de ofrecer un
testimonio sobre él” (Agamben, 2009.P.15).
3
dicho sentido el término griego deriva de un verbo que significa recordar, de ahí que “el
superviviente tiene la vocación de la memoria, no puede no recordar” (Agamben, 2009, p.26).
Sin embargo, el problema es que “el testimonio contiene, no obstante, una laguna (…) laguna
que pone en tela de juicio el propio sentido del testimonio y, por ello mismo, de la identidad y
la credibilidad de los testigos” (Agamben, 2009, p. 33). El testigo de la masacre, por ejemplo,
tiene el privilegio, aunque suene paradójico, de sobrevivir y de contar su destino, mas el
destino de los otros que murieron allí nunca se sabrá, o por lo menos no completamente. Esto
hace que si bien un testigo de ordinario testimonie apelando a la verdad y la justicia, su
testimonio valga esencialmente “por lo que falta en él; contiene, en su centro mismo, algo que
es intestimoniable, que destruye la autoridad de los supervivientes” (Agamben, 2009, p.34) Así
las cosas, el estatuto del testigo y del testimonio es cuestionado, más aún, Agamben no duda en
indicar quiénes son los testigos reales:
Los “verdaderos” testigos, los “testigos integrales” son los que no han testimoniado ni
hubieran podido hacerlo. Son los que “han tocado fondo”, los musulmanes, los
hundidos. Los que lograron salvarse, como seudotestigos, hablan en su lugar, por
delegación: testimonian de un testimonio que falta (…) Quien asume la carga de
testimoniar por ellos sabe que tiene que dar testimonio de la imposibilidad de
testimoniar. Y eso altera de manera definitiva el valor del testimonio, obliga a buscar su
sentido en una zona imprevista (Ibíd.).
Lo que señala el filósofo italiano es fundamental para entender la vulnerabilidad e
incertidumbre que subyacen al testigo y al testimonio. Y no porque sean falsos, sino porque, de
por sí, el testigo relata como un tercero que sobrevive y su testimonio contiene algo de
indecible, algo no testimoniable que constantemente relativiza y hace problemática su
condición de testigo, y lo imposibilita para testimoniar integralmente. Dicha imposibilidad
lleva a Agamben a afirmar que
“el testimonio es el encuentro entre dos imposibilidades de testimoniar (…) la
imposibilidad de testimoniar, la “laguna” que constituye la lengua humana, se desploma
sobre ella misma para dar paso a otra imposibilidad de testimoniar: la del que no tiene
lengua” (Ibíd. p.39).
El Musulmán
Agamben recurre a la figura del “musulmán”, la de un individuo “cadáver ambulante” que se
encuentra en un estado de desnutrición avanzado, a grado tal que se mantenía con la cabeza
inclinada y la espalda encorvada; un ente, un ser sin sujeto que, para Agamben, es el “nombre
4
de lo intestimoniable”, de la “laguna del testimonio” que es indecible; el “musulmán” como un
no-hombre al que unos y otros eluden, él es “quien ha visto a Gorgona”, es decir, quien ha visto
la imposibilidad de ver y de conocer. Es aquel no-hombre en el que ya no había humanidad,
que ya había muerto moralmente al cruzar un “punto de no retorno”, en últimas, su vida había
sido reducida a un concepto biológico, a una máquina vegetativa; especie humana: “es una
figura límite de una especie particular en que pierden todo su sentido no sólo categorías como
dignidad y respeto, sino incluso la propia idea de un límite ético” (Agamben, 2009. P. 64).
“¿Cómo puede ser el verdadero testigo aquel que por definición no puede prestar
testimonio?” (Agamben, 2009, p. 85) pregunta que se formula Agamben para inmediatamente
mencionar la llamada “paradoja de Levi”: “el musulmán es el testigo integral”; el nervio del
campo, aquel que ninguno quiere ver y que inscribe en cada testimonio una “laguna”, pues se
presenta como el no-vivo, como el que tiene una vida que no es tal, a lo sumo biológica, mas
no moral; y, a su vez, se presenta como aquel cuya muerte ni siquiera puede ser llamada muerte
sino “fabricación de cadáveres” (Agamben, 2009, p. 85), su cuerpo no es cuerpo, es una
“figura” y nada más.
Pero la “paradoja de Levi” no se consume en la primera enunciación, por el contrario, se
complejiza cuando Levi afirma “yo testimonio por el musulmán”. Si el musulmán es el “testigo
integral” ¿qué estatuto concederle a Levi? Agamben dirá que Levi es un superviviente, un
“seudo-testigo”, mas esto no supone que su rol sea subsidiario al del “musulmán”; “testigo
integral” y seudo-testigo comparten un vínculo indisoluble, del cual el testimonio es el enclave.
Entonces, hay sujeto del testimonio, toda vez que se reconozca que es el sujeto que testimonia
una desubjetivación, no propiamente el “testigo integral”, pero tampoco el “seudo-testigo”,
pues el uno no puede hablar, el otro habla por delegación, es decir, porque vio cómo la víctima
fue integralmente desubjetivada. El problema se presenta cuando se quiere tratar a cada uno
por separado, uno está muerto, el otro sobrevivió pero da testimonio de algo intestimoniable;
Agamben es enfático: son irreductibles, inseparables, aunque se presenten escindidos entre la
posibilidad y la imposibilidad de decir.
De manera que no resulta difícil afirmar que para Agamben la víctima es el testigo: aquel
que ha sido sometido a una situación tan violenta que difícilmente puede sobrevivir a ella, y
aún cuando logra sobrevivir, su testimonio se ve radicalmente cuestionado porque habla de una
desubjetivación. Reyes Mate diferirá al resaltar el valor que de cualquier modo tiene el testimonio de quien, aunque sobreviviente, permite reconstruir la memoria del hundido.
5
Aproximación al conflicto colombiano.
¿Por qué es necesario ir a Auschwitz para reflexionar acerca del conflicto interno colombiano?
Tal vez porque Auschwitz es un precedente muy importante que nos ilumina frente a la idea de
barbarie y al deber de memoria ante las víctimas. ¿Cuál será la caracterización de las víctimas
de nuestro conflicto? Repensarnos es un deber para que la política y su lógica se transforme a
partir de la mirada de las víctimas. Entender la barbarie que ha vivido nuestro país con más de
cinco millones y medio de víctimas requiere de la búsqueda de la verdad y esta no puede prescindir de su testimonio. Cómo superar la tragedia ante una sociedad permisiva en donde muchos ciudadanos han sido espectadores de un exterminio que no acaba.
En el Informe general del Grupo de Memoria Histórica (GMH, 2013) se reconoce que el
país ha tenido un largo proceso de violencia pero al mismo tiempo “una renovada capacidad de
resistencia a ella, una de cuyas más notorias manifestaciones en las últimas décadas ha sido la
creciente movilización por la memoria”(GMH, 2013,p13). En Colombia la confrontación armada ha encontrado en la población civil una respuesta que implica el reclamo de verdad y de
justicia que no abandone sus experiencias dolorosas en silencio.
Este mismo documento sintetiza la evolución del conflicto armado desde 1958 hasta
2012 demarcando cuatro períodos. El primero (1958-1982) da cuenta de la violencia bipartidista y su transformación en violencia subversiva. El segundo período (1982-1996) se refiere a la
consolidación de los grupos guerrilleros, su relación con el narcotráfico, la Guerra Fría y exigencia de una nueva constitución por parte de la sociedad civil. El tercer período (1996-2005)
se caracterizó por el recrudecimiento del conflicto armado. El cuarto y último período se refiere a los logros del Estado colombiano en la lucha contrainsurgente pero al mismo tiempo, el
fracaso de la negociación política con los grupos paramilitares.
Durante el primer período “la violencia bipartidista 1958-1982” los partidos políticos tradicionales libraron una lucha encarnizada por el dominio del poder. El sectarismo político terminó en una confrontación armada que se caracterizó por niveles de violencia agudos. De
acuerdo con el informe citado, miembros del sistema de justicia y de las Fuerzas Armadas se
hallaban afiliados a uno de los partidos tradicionales, hecho que generó niveles mayores de
violencia. (GMH, 2013,p.112). La violencia se extendió en términos de la opresión contra los
movimientos agrarios, obreros y populares urbanos que alcanzó su punto máximo en el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de Abril de 1948. Durante la siguiente década, la
lucha entre los grupos afiliados a los partidos políticos tradicionales se intensificó sus agresiones y ataques armados llegando a consumar crímenes de lesa humanidad como masacres, descuartizamientos con el fin de castigar a los adversarios.
6
El segundo momento de este período se caracterizó por el surgimiento de las Farc, es decir por transformación de los grupos rebeldes en guerrillas de carácter comunista, debido a la
represión que los gobiernos ejercieron contra los grupos rebeldes. Los partidos tradicionales
pretendieron darle un punto final a la Violencia por medio de un acuerdo bipartidista de alternancia del poder y reducir así la competencia política (GMH,2013, p.115). Los efectos de esta
estrategia no condujeron a cesar la ofensiva militar por parte del gobierno de turno, porque se
instauró una lucha contra los comunistas que determinó el concepto de seguridad (influenciado
por el ambiente de la Guerra Fría) y excluyó otro tipo de ideal político que no fuera orientado
por los partidos tradicionales. La exclusión de los grupos disidentes contrarios al régimen bipartidista tanto en los repartos burocráticos como en las decisiones políticas se convirtió en la
justificación de muchos para optar por la lucha armada (Ibíd.p.117).
En una tercera etapa la expansión guerrillera y las políticas de paz derivaron en la explosión de los grupos paramilitares (1982-1996). El presidente Belisario Betancur decidió iniciar
un proceso de paz con los grupos guerrilleros el cual permitió la conformación de una partido
político que ayudaría a la inserción de los guerrilleros de las Farc a la vida legal. Se conformó
el partido político de la Unión Patriótica con simpatizantes de los grupos armados así como con
miembros del Partido Comunista y otras personas de izquierda. (ibíd. p.135) El surgimiento de
este partido, así como las conversaciones de paz no fueron bien recibidas por los gremios económicos, ni por las fuerza militares ó los estamentos políticos regionales. Desde los sectores
reacios a la incorporación de los grupos armados a la vida civil se propuso la creación de grupos de autodefensa paramilitares en las regiones. El proceso de paz se adelantó en un ambiente
de desconfianza que se resquebrajó con la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19 en
noviembre de 1985. A partir de ese momento se aceleró el asesinato de miembros de la UP y
de otros miembros de la izquierda, lo cual condujo al fin de las conversaciones de paz. Los
levantamientos populares se acrecentaron mientras los paramilitares llevaron a cabo masacres
sistemáticas contra la población civil. (ibíd. p. 140) A estos grupos de autodefensas se unieron
narcotraficantes y de manera indirecta a los militares, situación que permitió a estos grupos
contrainsurgentes el dominio de regiones enteras para proteger sus cultivos ilícitos, laboratorios
clandestinos y rutas de tráfico de drogas.
A pesar de la escalada de violencia en esta época se reiniciaron las conversaciones de paz
entre el Gobierno de Virgilio Barco y la guerrilla del M-19, que culminaron con el desarme del
grupo guerrillero y la reinserción de sus miembros a la vida civil. Esos grupos lograron la aceptación de la opinión pública convirtiéndose en los representantes de la transición que el país
viene reclamando; en ese momento alcanzaron la tercera votación política (ibíd.p.146).
7
El tercer período se cierra con la promulgación de la Asamblea Nacional Constituyente
que abrió nuevas esperanzas por ser el producto de iniciativas ciudadanas, que reclamaban
nuevas reglas y organizaciones para el país. El 4 de Julio de 1991 fue proclamada la nueva
constitución basada en un pacto por la paz fundado en el Estado Social de Derecho y el fortalecimiento de la democracia participativa (Ibíd. P. 149).
La última etapa de este conflicto armado se ha caracterizado por las reacciones a los derechos que la nueva constitución promovió para los desmovilizados de las guerrillas, los desplazados de sus tierras durante los años de violencia y, sobretodo, los grupos de indígenas y
afrodescendientes que nunca habían tenido acceso a la propiedad de un territorio. Este reconocimiento de derechos incentivó las agresiones de los grupos armados contra las comunidades,
pues los territorios reconocidos se encuentran precisamente en zonas de disputa de los narcotraficantes, zonas de expansión de la frontera agrícola para megaproyectos mineros, forestales
o agroindustriales.
Las Farc, entretanto, se rearmaron apoyadas en el narcotráfico para enfrentar a las Fuerzas Armadas, y a los grupos paramilitares que a partir del año 2000 se fortalecieron; al punto
de ingresar y apoyar a políticos en las regiones e ingresar al Congreso de la República donde
esperaban implantar su política de ocupación de tierras, el cierre a la participación política de
los disidentes o partidarios de la izquierda, bajo el temor de la posible instauración de un gobierno de izquierda.
De este esbozo del conflicto armado es importante resaltar que la mayor parte de las víctimas han sido de la población civil en las zonas rurales, campesinos pobres de regiones apartadas de los centros urbanos, donde los grupos armados se han disputado los territorios bien sea
para modernizar a la fuerza el campo, o bien para adueñarse de tierras fértiles dónde sembrar
coca o amapola para el narcotráfico.
Siguiendo el informe del Grupo de Memoria Histórica, los ataques violentos de los distintos grupos armados no son el producto de la improvisación sino que obedecen a los objetivos propuestos en sus estrategias de guerra, “para obligar a transferir o a mantener sus lealtades
y servir como proveedora de recursos” (GMH, 2013, p.37). Así, “la población civil es para los
actores armados una fuente de respaldo político, económico, moral y lógico, que suma en el
resultado final del conflicto” (ibíd.). Los civiles quedan involucrados en el conflicto pues los
distintos grupos justifican sus agresiones bajo la excusa de que “la población es señalada como
una prolongación del enemigo… o incluso, porque su victimización hace parte de los costos de
la guerra o de los daños colaterales” (ibíd. p.38). Las modalidades utilizadas por los distintos
grupos armados contra la población civil se caracterizó por acciones violentas frecuentes y de
8
baja intensidad, violencia percibida como “forma de invisibilización, ocultamiento o silenciamiento empleado por los actores armados” (GMH, 2013, p.42).
Dependiendo de las distintas modalidades de violencia, el grupo investigador de memoria
histórica presenta la clasificación de las víctimas según el delito cometido por los grupos armados dentro de sus estrategias de guerra: i. asesinatos selectivos, las muertes menos visibles; ii.
Las masacres como estrategia para sembrar terror; iii. Sevicia y tortura: la degradación de la
guerra; iv. Las desapariciones forzadas, ausencia, incertidumbre y soledad; v. Los secuestros y
la toma de rehenes: la libertad retenida; vi. El desplazamiento forzado: el desarraigo; vii. Despojo y extorsiones; viii. La violencia sexual en el conflicto armado: cuerpos marcados por la
guerra; ix. Reclutamiento ilícito: la guerra no es un juego de niños; x. Acciones bélicas; xi.
Minas antipersonal; xii. Ataques a bienes civiles y sabotaje; xiii. Atentados terroristas; xiv.
Amenazas.
Por todo lo expuesto, cabe decir que el conflicto interno colombiano se deja aproximar
valiéndonos de la caracterización política de las víctimas propuesta por Reyes Mate, en la medida en que los daños infligidos a las víctimas, como son la pérdida de sus derechos ciudadanos
y la privación de la vida, ha acaecido porque estas poblaciones se interponen dentro de los planes políticos y económicos de los grupos dominantes. En otras palabras, tienen el infortunio de
no hacer parte del diseño de la democracia. La sociedad colombiana se ha caracterizado por ser
una sociedad excluyente de las clases populares, los actores rurales, las etnias indígenas y afrodescendientes, poblaciones que han sido las más afectadas por el conflicto, razón por la cual
hacer justicia a estas víctimas exige superar la inequidad presente en la sociedad. Vale la pena
resaltar que en las últimas décadas la población se ha movilizado por la exigencia de sus derechos, siendo uno de ellos el reconocimiento de la memoria de las víctimas. En el caso colombiano, durante los tres primeros periodos expuestos anteriormente, la atención estuvo centrada
en la mirada del victimario y no de las víctimas, situación que ha trasformado la visión sobre la
verdad del conflicto.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
LEVI, Primo. Los Hundidos y los salvados. El Aleph editores. Barcelona. 1989. 191p.
Entrevista a Primo Levi de Lucia Borgia. “Volver a la vida”. 1984.
LEVI. Primo. Si esto es un hombre. Muchnik Editores, Barcelona. 1988. 112 p.
Reyes, Mate. Por los campos de exterminio. Barcelona. Antrophos. Editorial, 2003.
Entrevista a María Victoria Uribe. 11 de septiembre, 2010 en: La Silla Vacia
http://www.lasillavacia.com/historia/17769 capturado el 5 de Diciembre de 2012.
9
AGAMBEN, Giorgio. “¿Qué es un Campo?”. Revista Sibila Nº
1995.http://www.elcultural.com/eva/literarias/agamben/portada1.html
1.
Enero
de
MATE, Reyes. “Primo Levi, el testigo. Una semblanza en el XX aniversario de su
desaparición” en: MADINA, E. Mayorga, J. et al. El perdón, virtud política. En torno a Primo
Levi. Barcelona: Anthropos, 2008, pp. 11-31.
MATE, Reyes. (2008, oct) “Reflexiones sobre la justicia de las víctimas”. Universidad de
Antioquia, 249-255.
AGAMBEN, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III.
(Traducción de Antonio Gimeno Cuspirena). Valencia: Pre-Textos, 2010, 188p.
10
Descargar