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Solemne Acto de Investidura
como Doctor Honoris Causa
de la Sra. Irina Beletskaya
U n i v e r s i d a d
30 de junio de 2015
del Sr. Edwin Rober t Hancock
d e
A l i c a n t e
Solemne Acto de Investidura
como Doctor Honoris Causa
U n i v e r s i d a d
d e
A l i c a n t e
LAUDATIO
Laudatio pronunciada por el
Sr. Francisco Alonso Valdés
con motivo de la investidura
como Doctora honoris causa
por la Universidad de Alicante
de la Sra. Irina Beletskaya
LAUDATIO
Representa para mí un gran honor defender hoy ante ustedes, a propuesta del Instituto de Síntesis Orgánica y del Departamento
de Química Orgánica, los méritos de la Dra. Dña. Irina Belestkaya, Profesora de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú,
como candidata a Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alicante, en esta ceremonia de reconocimiento público a su
labor científica, académica y social.
El historial de Premios Nobel de Química nos revela que de un total de 106 galardonados, tan sólo cuatro son mujeres.
Asimismo, en el archivo de investiduras de Doctores Honoris Causa por la Universidad de Alicante figuran 76 académicos
y, únicamente, ocho académicas, ninguna de ciencias puras. Es de todos sabido que la representación de la mujer en la
investigación científica es insuficiente a todos los niveles. Así, según el Instituto de Estadísticas de la UNESCO, las mujeres
constituyen sólo un 30% de los investigadores existentes en el mundo. Lo que es más preocupante, a pesar de su alto
rendimiento universitario, relativamente pocas mujeres alcanzan puestos estratégicos, todo lo cual transmite a la sociedad el
prejuicio de que la ciencia pertenece a los hombres.
Los nuevos retos que plantea el siglo XXI requieren del aprovechamiento del talento tanto de hombres como de mujeres, cuyas
contribuciones al desarrollo de la ciencia y a nuevos descubrimientos cuenten con el adecuado reconocimiento.
Dicho esto, quiero agradecer sentidamente la oportunidad que se me brinda para, desde este estrado, rendir tributo a una
mujer que ha hecho de la investigación y la Universidad su modus vivendi. Actos como el que nos reúne hoy aquí dignifican
la aportación de las mujeres a la ciencia.
La Profesora Beletskaya nació en San Petersburgo –a la sazón, Leningrado– en 1933. Su providencial traslado a Uzbequistán
a los 5 años evitó que fuera víctima del asedio que sufrió dicha ciudad durante más de dos años por parte del ejército nazi.
Se graduó en Química por la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú en 1955 –año históricamente destacado por la firma
del Pacto de Varsovia– para, a continuación, empezar su fulgurante y longeva carrera en el Departamento de Química de dicha
Universidad, a la que pertenecieron químicos ilustres como Markovnikov y Zelinsky. En 1958 obtuvo el título de Candidato de
Química y en 1963 el de Doctor en Química, llegando a ser Catedrática en 1971, con tan sólo 38 años. Comentar, a título
anecdótico, que su defensa de la tesis doctoral fue publicada en la prensa, refiriéndose a Beletskaya como “una joven de gran
madurez científica”, y apuntando que “sólo un talento como el suyo podía hacer frente a la cascada de preguntas de los
científicos célebres allí presentes, además, con una vehemencia y seguridad increíbles”.
Además de su intensa dedicación a la investigación, siempre ha estado muy involucrada en la docencia, impartiendo clases en
dicho Departamento desde 1971, de Química Orgánica general y cursos de postgrado sobre Química Organometálica y Catálisis
con metales de transición.
En 1970 fue nombrada Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias de la URSS, de la cual llegó a ser miembro de
pleno derecho (Académica) en 1992, tras la reciente disgregación de la Unión Soviética. Desde el año 1989 es Directora del
Laboratorio de Química de los Organoelementos de la Universidad Estatal de Moscú.
Su actividad investigadora se inició en el campo de los mecanismos de reacción. Los estudios que Hughes e Ingold realizaron
para la sustitución nucleofílica, Beletskaya los efectuó para la sustitución electrofílica sobre carbono saturado. Fue pionera en
analizar con detalle los mecanismos de las reacciones de los compuestos organometálicos, confeccionando en ese periodo una
de las primeras escalas de acidez del enlace carbono-hidrógeno, basada en correlaciones con datos electroquímicos. Estas líneas
de trabajo la introdujeron en la investigación de la reactividad de carbaniones, de los mecanismos de sustitución nucleofílica
aromática y vinílica y, más recientemente, en los de reacciones de sustitución con supernucleófilos organometálicos.
La Profesora Beletskaya fue de las primeras en aplicar elementos de las tierras raras en Química Orgánica, sintetizando nuevos
complejos organolantánidos aplicados a procesos catalíticos altamente efectivos, tales como la hidrosililación, hidrogenación u
oligomerización de olefinas.
En los años 70, de nuevo entre los primeros, se percató del enorme potencial de un nuevo campo, la aplicación de la catálisis
con metales de transición en síntesis orgánica. Inició estudios sobre reacciones catalizadas por paladio y níquel, desarrollando
una serie de métodos para la formación de enlaces carbono-carbono y carbono-nitrógeno, de los que surgieron procedimientos
importantes industrialmente, como la alcoxicarbonilación de haluros de arilo y bencilo.
La observación de la actividad catalítica de varios complejos de paladio reveló el papel crucial del agua como disolvente, todo
lo cual llevó a concebir un tipo nuevo de catálisis general en medio acuoso y libre de ligandos, en particular, de fosfinas. Esta
fructífera metodología se caracterizó por proporcionar una catálisis altamente eficiente bajo condiciones muy suaves y con una
gran simplicidad experimental. De este modo, se adelantó al concepto de “Green Chemistry” –Química Verde– y a la irrupción
del interés global por la Química respetuosa con el medio ambiente.
Un análisis riguroso de la catálisis acuosa libre de fosfinas favoreció el hallazgo de otra característica esencial, la participación
de nanopartículas metálicas, lo que permitió no sólo desarrollar nuevos sistemas catalíticos, sino también explicar la catálisis
con cantidades ultrajabas de catalizador, a veces apodada “catálisis homeopática”.
Sorprendentemente, la actividad científica de la Profesora Beletskaya ha ido progresando a un ritmo creciente, a pesar de los
severos problemas económicos y la reducción del apoyo a la ciencia sufridos desde la pasada década. Así, sus líneas de trabajo
son más diversas que nunca, incluyendo la química organometálica, catálisis, química supramolecular, nanoquímica, metodología
sintética, etc.
La Profesora Beletskaya se encuentra entre los científicos más prolíficos de la historia de la Química, cuya producción científica
se resume en más de 1000 artículos, 4 libros, 11 capítulos de libro, 35 revisiones y la dirección de más de 100 tesis doctorales.
A pesar del veto a la internacionalización sufrido por los científicos rusos en los tiempos soviéticos, ha participado como
ponente plenaria o invitada en multitud de congresos internacionales y ha impartido más de 100 conferencias en universidades
o en la industria fuera de Rusia.
Su labor científica ha sido reconocida con el nombramiento de tres Doctorados Honoris Causa por las Universidades de Córdoba
(Argentina), Técnica de San Petersburgo y del Real Instituto de Tecnología de Estocolmo; con el de Miembro Honorífico de la
Academia de Ciencias de Bashkir y “Tarrant Distinguished Visiting Professor of Organic Chemistry” por la Universidad de
Florida; con la concesión de los premios Lomonosov, Mendeleev, Nesmeyanov, Kapitza (UK), Demidov, Arbuzov y Balandin; recibió
la “Order of the Red Banner”, el título de Profesora Honorífica de la Universidad Estatal de Moscú y el Premio Estatal de
la Federación Rusa. Como conspicua mujer científica ha sido galardonada con el “Women in the Engineering Science Award”
(del “Swedish Research Council for Engineering Sciences”) y, en 2013, con el “IUPAC Distinguished Women in Chemistry or
Chemical Engineering Award”.
La Profesora Beletskaya ha ocupado u ocupa multitud de cargos de gestión y administración científica a nivel nacional,
incluyendo el de Editora en Jefe de la revista “Russian Journal of Organic Chemistry”, miembro del consejo editorial de
“Russian Proceedings of the Academy of Science”, de los consejos científicos sobre Catálisis y Química Orgánica de la Academia
de Ciencias de Rusia y de la Universidad Estatal de Moscú, componente de los consejos académico-científicos del Departamento
de Química de la Universidad Estatal de Moscú y del Instituto de Física-Química de la Academia de Ciencias de Rusia, miembro
de la División de Química del Comité de Premios Estatales en Ciencia y Tecnología, así como de la Comisión Gubernamental
sobre el Estado de la Ciencia y Tecnología afiliada a la oficina del Presidente de la Federación Rusa.
A nivel internacional, ha formado o forma parte del consejo editorial de destacadas revistas de investigación, tales como Journal
of Organometallic Chemistry, Mendeleev Communications, Chemistry A European Journal, Journal of Molecular Catalysis, Chemistry
Letters, Organometallics o Current Organocatalysis. Desde 1998 es miembro del programa COST (European Cooperation in Science
and Technology). Ha sido también componente del consejo científico de INTAS, una asociación internacional que promueve la
cooperación con científicos de los nuevos estados independientes de la antigua Unión Soviética.
Posiblemente, su mayor entrega a la gestión en el ámbito internacional haya sido la de los servicios prestados durante muchos
años a la IUPAC (“International Union of Pure and Applied Chemistry”), organismo dedicado al avance de las ciencias químicas
a nivel mundial y a su aplicación al servicio de la humanidad. Actuó como Secretaria de la División de Química Orgánica de
la IUPAC a finales de los años 80, para pasar a ser Vicepresidenta y, finalmente, Presidenta de dicha División entre 1991 y
1993. Ha sido miembro del Comité Científico Internacional de la IUPAC y representante de ésta en multitud de congresos y
simposios. Finalmente, su sensibilidad hacia el uso apropiado de la Química, la llevó a ocupar, desde 1991 a 2005, el cargo
de Vicepresidenta del Comité sobre Destrucción de Armas Químicas de la IUPAC.
Estimada Profesora Beletskaya, quiero expresarle mi gratitud personal por aceptar este Doctorado Honoris Causa por nuestra
Universidad. Esperamos que esa vitalidad y profesionalidad que la caracteriza sea perdurable, que siga enriqueciendo el acervo
científico con su conocimiento, y que su tesón y consagración a la ciencia sean el alma mater para las generaciones más
jóvenes de científicos.
Me van a permitir que me dirija a la Profesora Belestkaya con estas mismas palabras pero en su lengua materna:
Estimada profesora Beletskaya. Quiero expresar mi gratitud personal por que haya aceptado este doctorado honoris causa de
nuestra universidad. Esperamos que su conocimiento y su tan característica energía y profesionalidad seguirán enriqueciendo
la herencia científica del mundo. Estamos seguros de que su tenacidad y dedicación a la ciencia seguirá siendo un ejemplo
y una fuente de inspiración para las nuevas generaciones de científicos.
Así pues, considerados y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridades y claustrales, solicito con toda consideración y
encarecidamente ruego, que se otorgue y confiera a la Excma. Sra. Irina Belestkaya, el supremo grado de Doctora Honoris
Causa por la Universidad de Alicante.
Muchas gracias
DISCURSO
Discurso pronunciado por la
Sra. Irina Beletskaya
con motivo de su investidura
como Doctora honoris causa
por la Universidad de Alicante
DISCURSO
Es para mí un gran honor y placer recibir el grado de Doctora Honoris Causa de la Facultad de Ciencias de la Universidad de
Alicante. Me siento verdaderamente feliz al convertirme en un miembro de su comunidad. Quiero agradecer al Profesor Alonso
por iniciar el procedimiento de este nombramiento y por sus generosas declaraciones sobre mis actividades. Estoy convencida
de que nuestra exitosa colaboración traerá nuevos resultados fructíferos para nuestra ciencia en el futuro.
Permítanme que les diga algunas palabras sobre mi ciencia favorita, la Química Orgánica, y por qué es tan importante para
la humanidad, hasta tal punto que la sociedad no puede existir sin ella.
Cuando comencé mi curso de Química Orgánica en la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, se conocían cerca de 3 millones
de compuestos orgánicos, casi tres veces más que los conocidos en la naturaleza. Desde entonces, sobre todo después de la
introducción de nuevos métodos de síntesis y la química combinatoria, la cuenta ha aumentado a un ritmo increíble. Es difícil
saber cuál es su número real ahora, pero seguro que es superior a los 100 millones. Esto significa que los químicos orgánicos,
en aproximadamente un siglo, han creado un nuevo mundo, un mundo artificial, que ahora nos rodea por todas partes.
¿Por qué necesitamos tantos compuestos? Primero, es importante para la síntesis de productos farmacéuticos. Vital como es,
este no es el único objetivo. Necesitamos nuevos materiales como polímeros y fibras sintéticas, plaguicidas, herbicidas y otros
agroquímicos; agentes retardantes de llama, colas y adhesivos, y, bueno, también explosivos. Si imaginásemos por un momento
que no hubiera tintes sintéticos, habría mucho menos color a nuestro alrededor. Hoy en día, todas las tecnologías requieren
compuestos orgánicos. La electrónica fue una de las que evitó la química orgánica desde hace mucho tiempo, pero desde el
comienzo del nuevo siglo, los compuestos orgánicos van ganando en esta área. Así, hoy conocemos y usamos los semiconductores
orgánicos, pantallas orgánicas muy brillantes, tinta electrónica, colorantes orgánicos que mejoran la eficiencia de las células
solares, nuevas células de energía eficaces basadas en la electroquímica en medios orgánicos, etc.
Entonces, ¿por qué la química orgánica, si es tan importante para casi todo, recibe tan poco apoyo de los gobiernos? Creo que
la razón principal es porque los dirigentes gubernamentales con competencias en ciencia, en realidad no saben nada sobre cómo
los resultados de la ciencia se transforman en las cosas reales y útiles - ordenadores, tratamientos médicos, materiales, etc. No
saben que para hacer algo revolucionario o simplemente útil, se necesita una gran cantidad de conocimiento e investigación.
La posición de la química orgánica es particularmente difícil en este sentido, ya que casi nunca produce productos de consumo
y servicios directamente, y los compuestos orgánicos se encuentran enmascarados por otras tecnologías, que los funcionarios
no pueden entender. Además, el lenguaje de la química orgánica – con los sabidos nombres interminables – no dice nada a
la mayoría de la gente. Los dirigentes no pueden entendernos.
¿Cuáles son las tareas que los químicos orgánicos deben cumplir y cuáles es el origen del entusiasmo que les ayuda a superar
estas dificultades? Su tarea principal es sintetizar moléculas que posean nuevas propiedades de gran valía. Para lograr este
objetivo, se necesitan nuevos métodos eficientes que permitan obtener el producto con pocos residuos, de acuerdo con las
exigencias de la llamada “Química Verde”. Con el desarrollo de tales métodos y la obtención de nuevos compuestos, el químico
tiene la sensación de ser un creador. Recuerdo que una joven estudiante de doctorado, una buena chica que trabajaba en mi
laboratorio, obtuvo un cristal enantioméricamente puro; estaba muy feliz por este hecho y todos lo estábamos compartiendo
su felicidad. Necesitamos compuestos quirales para las nuevas generaciones de fármacos, pero también necesitamos comprender
el origen de la quiralidad, ya que puede dar respuesta a los fundamentos básicos de la vida.
Entender los mecanismos de reacción es también muy importante para la Química Orgánica. Voy a dar un ejemplo: en 1930
los químicos de IG Farbenindustrie estudiaron los procesos de carbonilación; Roelen descubrió la reacción de hidroformilación
de olefinas que permitió a la industria química iniciar la síntesis a gran escala de compuestos que contienen oxígeno. Estos
trataron de llevar a cabo la carbonilación de metanol para producir ácido acético, pero sin éxito, a pesar de aplicar presiones
enormes de 1.000 bares. Un breve comentario sobre IG Farbenindustrie y la sociedad química alemana. Esta compañía fue
un gran imperio industrial en la Alemania de la preguerra, a partir de 1920, de hecho, un estado dentro de un estado. Los
documentos que se conocen ahora revelan que recibió mucha tecnología de los EE.UU. y que les ayudaron en el desarrollo
de una industria química poderosa que permitió producir enormes cantidades de metanol, polímeros, gasolina de alto octanaje,
explosivos, y ayudó a construir una economía fuerte con la que Hitler llegó al poder y se preparó para la 2ª Guerra Mundial. Por
cierto, los mismos bancos y empresas en los EE.UU. continuaron colaborando con la industria alemana durante toda la guerra.
Después de la guerra, la producción de ácido acético, que se consume en millones de toneladas, se convirtió en el objetivo
de Monsanto Co. Más tarde, los científicos jóvenes Paulik y Roth se dedicaron a desarrollar un proceso de carbonilación de
metanol, pero no era lo suficientemente eficaz para la industria - los resultados eran prometedores pero pobres. Una vez el
profesor Halpern fue invitado a Monsanto a dar una conferencia y explicó por qué la carbonilación de metanol no tuvo lugar,
proponiendo la necesidad de yoduro de metilo en la reacción. Agregaron yoduro de hidrógeno a la reacción catalizada por rodio
y crearon un nuevo método de producción de ácido acético, que pronto se convirtió en un proceso practicado en todo mundo.
Las plantas para la producción de ácido acético fueron adquiridas por muchos países, incluyendo la URSS. Una de estas plantas
se instaló en Ucrania, en la región de Donbass, recientemente afectada por la guerra. Este es un proceso realmente maravilloso
y un ejemplo ilustrativo de lo importante que puede ser un buen científico académico para la creación de la nueva tecnología.
Ahora me gustaría decirles algo de la química que yo hago y por qué. El Profesor Alonso ya ha descrito mis resultados y
logros y quiero mostrarles, en general, lo que ha sido mi contribución a las ciencias químicas. Durante mis primeros años, bajo
la supervisión del académico Nesmeyanov, trabajé con compuestos de arsénico y fósforo. Entre estos, había productos para la
guerra química eficientes de la primera y segunda generaciones. Esta química me enseñó a tener mucho cuidado durante el
trabajo experimental, lo cual no es un mal hábito para un investigador comprometido toda la vida con la química experimental.
Por sorprendente que parezca, este estudio temprano mucho más tarde me dio la experiencia necesaria para encabezar una
comisión que evaluó y comparó los métodos aplicados para la destrucción de armas químicas en la URSS y EE.UU.
No obstante, he estado siempre profundamente interesada en las cuestiones más fundamentales, llevando a cabo investigación
en química orgánica-física. Como resultado de ello, surgió la teoría de los mecanismos de SE2 / SE1, de sustitución electrofílica
alifática. Una vez más, esto no era sólo ciencia pura, porque este conocimiento ayudó a descubrir cómo introducir grupos que
contienen flúor en moléculas orgánicas utilizando compuestos que se pensaba entonces que eran inertes, casi “químicamente
muertos”. Pudimos controlar el mecanismo cambiando de una ruta SE2 a SE1. Es bien sabido que la introducción de flúor en
las moléculas aumenta su potencial como compuestos biológicamente activos, y muchos de estos compuestos han encontrado
aplicación como medicamentos potentes. El flúor también es importante para la fabricación de nuevos materiales, recordemos
el PTFE o teflón, conocido ahora en todo el mundo.
Nuestro país, al igual que China, posee un gran stock natural de lantánidos. Contrariamente a la creencia común, no son
elementos raros, de hecho, su cantidad es bastante grande en el núcleo de la tierra. A pesar de que están dispersos, los
países que poseen los minerales correspondientes, son ricos en lantánidos y, naturalmente, han tratado de aplicarlos en la
industria y la tecnología. En estos países, nadie podía prever el gran éxito que los lantánidos han alcanzado hoy en día en
electrónica, pero en su momento trataron de descubrir cómo aplicarlos, por ejemplo, como catalizadores avanzados en procesos
de hidrogenación, hidrosililación y de polimerización. En 1987, Rhône-Poulenc Co. reunió a químicos organometálicos en París
donde se impartieron conferencias sobre la química de los lantánidos. El objetivo de este simposio era decidir si la compañía
podría reemplazar los catalizadores de Ziegler-Natta por los complejos de lantánidos. Esta foto es muy interesante porque
aquí se puede ver a todos aquellos que, desde entonces, influyeron seriamente en el desarrollo de la química organometálica,
incluyendo la catálisis por compuestos organometálicos.
T. Marks se dedicó a la química de los elementos-f. Recientemente, me dijo que la teoría de pares de iónicos, que aplicamos
en los estudios de reacciones organometálicas en 1960, le ayudó a proponer un nuevo catalizador para Dow Chemical Co., y
que la actividad de ese catalizador fue mejorada dramáticamente cambiando simplemente un contra-ión. Ese contra-ión forma
un par iónico y mejora sustancialmente el proceso de polimerización estereoselectiva. H. Kagan se puede considerar como el
padre del yoduro de samario (SmI2) y un pionero de la catálisis asimétrica.
En 1970, se realizaron notables descubrimientos en el campo de la catálisis por complejos de metales de transición. Los tres
Premios Nobel concedidos en una década es un buen testimonio de la importancia de este campo. Voy a hablar de la reducción
catalítica asimétrica (de nuevo en Monsanto Co). En el año 2001 el Premio Nobel fue concedido a la reducción y oxidación
asimétricas. A finales de 1950 una tragedia tuvo lugar en Alemania, EE.UU. y otros países - más de 10.000 niños nacieron con
malformaciones congénitas en diferentes regiones, sólo el 50% de ellos sobrevivió. La razón se encontró rápidamente - todas las
madres habían tomado talidomida como tranquilizante durante el embarazo, que puede existir en dos formas enantioméricas, S y
R, los isómeros derecho e izquierdo. Sólo uno de ellos es un medicamento, el otro es un potente veneno, un agente teratógeno.
Los químicos que desarrollaron la talidomida no sabían nada acerca de esta característica mortal, y no se molestaron en
preparar la forma enantioméricamente pura, puesto que la mezcla racémica es mucho menos costosa de producir.
Desde esta tragedia, las compañías farmacéuticas han tomado decisiones severas, y en el siglo 21 todos los medicamentos
que contienen centros quirales deben de ser sintetizados y utilizados de una forma enantiomérica adecuada. Esta tarea difícil
puede ser resuelta utilizando un catalizador complejo de metales de transición con ligandos quirales. En este caso, se utilizan
pequeñas cantidades de compuestos quirales, lo cual es económicamente ventajoso y permite llevar a cabo la síntesis de sólo
un enantiómero (como en la naturaleza). Esta tipo de tarea fue realizada por Knowles en Monsanto Co. reduciendo un ácido
aminoacrílico sustituido usando un catalizador de Rh con un ligando quiral. Como resultado, se pudo obtener L-DOPA, un
fármaco eficaz para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson. Debido a los esfuerzos titánicos de muchos laboratorios
en todo el mundo, en poco tiempo, se sintetizaron 26 nuevos ligandos quirales, lo que dio el producto quiral con un exceso
enantiomérico superior al 96%. Desde entonces, surgieron docenas de ligandos de fosfina, aminofosfina y otros ligandos quirales,
que permitieron la síntesis de productos quirales con una enantioselectividad mayor del 99% (como en la naturaleza), utilizando
catalizadores de rodio, iridio, rutenio y paladio.
Teniendo en consideración nuestra dedicación a los compuestos organofosforados y el hecho de que la presencia del átomo de
fósforo en una molécula aumenta su actividad biológica, desarrollamos la reducción asimétrica de varios compuestos proquirales
que contienen fósforo. Así, obtuvimos análogos fosforados de algunos fármacos conocidos como el naproxeno y el ibuprofeno
(antiinflamatorios no esteroideos). También sintetizamos análogos fosforados de aminoácidos naturales y a-hidroxiácidos. En todos
los casos se estudió el metal (rodio, iridio, paladio) y los ligandos quirales para obtener el mejor catalizador.
En los años 70 tuvo lugar otro acontecimiento notable, a menudo considerado como una revolución en la síntesis orgánica:
se demostró que los complejos orgánicos de paladio de valencia cero catalizaban la formación de enlaces carbono (sp2) carbono (sp2), es decir, las reacciones de acoplamiento cruzado. Estas reacciones permiten una síntesis directa de varias clases
de compuestos orgánicos: biarilos, estirenos sustituidos, estilbenos, tolanos. En presencia de monóxido de carbono se pueden
obtener los productos de carbonilación, como aldehídos, cetonas, ácidos carboxílicos, ésteres y amidas. Estas reacciones se
pueden efectuar con nucleófilos de nitrógeno, fósforo, azufre y selenio, es decir, fueron posibles las reacciones de aminación,
fosforilación, sulfination de compuestos aromáticos en una determinada posición. Este tipo de reacción fue descubierto en
muchos laboratorios, casi simultáneamente, lo que fue un quebradero de cabeza para el Comité del Premio Nobel!!. El Premio
Nobel fue finalmente concedido a Suzuki, Negishi y Heck quienes investigaron profundamente las posibilidades de este tipo
de reacciones utilizando compuestos de organoelementos menos tóxicos con zinc y boro. Bastante antes de que este Premio
Nobel fuese otorgado, científicos japoneses organizaron una conferencia en Kioto a la que invitaron a todas las personas que
participaron en este descubrimiento, y en la que presentaron y ultimaron los detalles de estas reacciones.
Nosotros estábamos involucrados en esta química desde los años 70, pero propusimos otra solución al problema. Utilizamos
haluros de paladio (PdX2), que daban paladio (0), en las reacciones de compuestos orgánicos con estaño, mercurio y boro sin
ligandos adicionales, empleando agua o un medio acuoso-orgánico como disolventes. Por supuesto, el paladio (0) no puede
sobrevivir sin ligandos, pero los clústeres que se formaban promovían la reacción catalítica homogénea bastante bien sin los
caros ligandos. Más adelante, para mejorar la miscibilidad, utilizamos microemulsiones y demostramos que las partículas de
paladio formadas eran, de hecho, nanopartículas. Esta tendencia, la de la catálisis por nanopartículas, no sólo de paladio y no
sólo metálicas, ha llegado a ser muy importante en la química catalítica del siglo XXI.
Las reacciones de acoplamiento cruzado, la reacción de Heck, la metátesis de alquenos y las reacciones “click” bajo catálisis
de cobre son ahora ampliamente utilizadas en la síntesis de productos naturales, productos farmacéuticos, polímeros, materiales
para electrónica, la óptica no lineal o en la formación de agregados supramoleculares de diferente arquitectura. El paso catalítico
que involucra complejos de metales de transición, especialmente los de Pd, es el principal y el determinante de la velocidad
en la síntesis de nuevos compuestos.
Es bastante obvio, que para una enorme variedad de moléculas, la obtención de unidades de construcción molecular se convirtió
en un procedimiento de rutina después de la invención de los métodos sintéticos catalíticos.
Baste mencionar la síntesis de Reppe (de nuevo recordamos IG Farbenindustrie), desarrollada durante la Segunda Guerra Mundial,
cuando Alemania perdió todas las fuentes de petróleo y se quedó sólo con el carbón - el único recurso para la obtención de
acetileno y de otros compuestos orgánicos. Reppe utilizó un carbonilo de níquel muy tóxico y peligroso como catalizador, con
el que logró obtener los derivados de ácido acrílico requeridos para la fabricación de fibras. Recientemente, hemos demostrado
que muchas reacciones de adición a triples enlaces pueden llevarse a cabo bajo condiciones suaves usando nanocatalizadores de
paladio o níquel, y que tales catalizadores pueden ser reutilizados. Curiosamente, la adición de tiofenoles se cataliza mejor con
los derivados de níquel, mientras que la adición de tioles alifáticos lo hace con un material de paladio similar. Los resultados
son intrigantes - los rendimientos de los productos objetivo dependen más del tamaño y la morfología de las nanopartículas
que de la naturaleza del metal en el catalizador.
Al hablar sobre el gran impacto de la catálisis en el desarrollo de la química académica e industrial, no puedo dejar de
mencionar la nueva tendencia en la catálisis orgánica - la catálisis con moléculas pequeñas orgánicas quirales, tanto ácidos
de Brønsted como de Lewis, tales como aminoácidos sencillos. El progreso de este campo es impresionante y ha permitido
la síntesis de muchos compuestos biológicamente activos, precursores de fármacos, en muy alto rendimiento y pureza óptica.
Estoy muy agradecida a mis compañeros de trabajo y a los estudiantes que siempre han sido muy entusiastas y han mostrado
una alta actividad y productividad en la investigación. Estoy muy orgullosa de ellos.
Para concluir, permítanme mostrarles el retrato de Marie Curie, una mujer maravillosa y dos veces ganadora del Premio Nobel,
quien dejó estas palabras muy importantes para los científicos: “el trabajo científico deber realizarse para él mismo, para
la belleza de la ciencia, y siempre existe la posibilidad de que un descubrimiento científico llegue a ser, como el radio, un
beneficio”.
Una vez más, estoy muy agradecida por este honor. Quiero dar las gracias a todos mis colegas de la Universidad de Alicante
cuya actitud ha sido siempre muy amable, y particularmente a mis amigos los profesores Alonso, Yus y Nájera. Gracias a todos
por su amable atención.
LAUDATIO
Laudatio pronunciada por el
Sr. Francisco Javier Escolano Ruiz
con motivo de la investidura
como Doctor honoris causa
por la Universidad de Alicante
del Sr. Edwin Robert Hancock
Con cierta frecuencia, no demasiada, se nos permite rendir homenaje a los grandes hombres y mujeres sobre los que se apoya
el conocimiento. A ese ejercicio de síntesis, a menudo injusta, que termina en el ruego del grado supremo de Doctor Honoris
Causa se le llama laudatio.
Yendo más allá de un análisis de los méritos que concurren, algunos de los cuales constan en el Bio sketch de sus programas
de mano, permítanme que me centre en el hombre para entender la obra en lugar de actuar en sentido contrario.
A la hora de realizar este ejercicio he contado con la complicidad de algunos de sus más estrechos colaboradores, algunos de los
cuales se encuentran en esta sala. Creo hablar por todos ellos al afirmar que aún no sabemos si existe un único Edwin Hancock,
una misma realidad inmutable a cuyas aristas hemos tenido acceso desde nuestras limitaciones, o bien hemos comprado billete
para asistir a la evolución lógica de un científico excepcional.
Conocí al prof. Hancock en mi primera conferencia internacional, allá por el año 1997. Él me llevaba más de 20 años haciendo
ciencia en el campo de la física de altas energías, y casi una década en “pattern recognition” (la ciencia que explica la
comprensión humana de los patrones por las computadoras e incluso por los propios humanos). Muchos años de ventaja, y
por lo tanto de madurez, en el análisis de la estructura básica de la propagación de información. El tándem “estructura +
propagación” se mostró un binomio muy potente desde los inicios del Reconocimiento de Patrones (Pattern Recognition).
En aquella conferencia, figuras consagradas de la talla de Alan L. Yuille (también Honoris Causa por esta universidad), Shimon
Ullman o Steven Zucker jugaban con ese binomio bajo distintas formas (minimización de energía, optimización poblacional, teoría
bayesiana…). Otros científicos, entonces emergentes, como Anand Rangarajan, manifestaban los lazos evidentes entre la resolución
de problemas complejos —la verdadera razón de ser de la computación—, y los procesos neuronales y cognitivos.
Aquella visión se mostró potente y fértil, pero los planteamientos matemáticos de base eran tan elevados que subirse a aquel
carro fue una tarea ardua para todos. En el centro estaba el empeño de Edwin Hancock: “debemos proponer soluciones
principled, esto es, apoyadas en principios teóricos sólidos”. Esa parece haber sido la constante en sus cerca de 160 artículos
en revistas de prestigio y sus 600 ponencias en congresos. Si hemos de destilar esa ingente producción científica en unas cuantas
gotas de inspiración, podemos decir sin temor a equivocarnos, que la obra del prof. Hancock transpira un emocionado empeño
en que el reconocimiento de formas sea una rama de la ciencia y no una muleta de la ingeniería.
Solo así se puede explicar su empeño en descubrir la magia de la formación de patrones por intercesión de la luz, el desarrollo de
complejas formulaciones probabilísticas para emparejar grafos, el protagonismo explícito de los métodos espectrales en problemas
de naturaleza discreta y sus inmersiones en el mundo cuántico.
Por detenerme un momento en un problema concreto. Veamos el problema del emparejamiento de grafos. Imaginen por un
momento dos estructuras (por ejemplo dos redes de interacción de proteínas, cada una de las cuales corresponde a una cepa
de virus del SARS). El problema de determinar una de esas dos redes esta total o parcialmente contenida en la otra exige, en
principio, examinar todas las posibles combinaciones (formas de emparejar proteínas de una red con las de otra, no solo por
sus propiedades sino por sus interacciones locales). A eso en computación le llamamos un problema NP-completo (no existe
algoritmo sencillo que lo resuelva). Eso justifica el desarrollo de fórmulas tales que al optimizarlas logramos una aproximación
convincente (en la práctica) al problema. A día de hoy ese problema sigue sin resolverse a nivel general en un tiempo razonable,
salvo cuando el conocimiento acerca del campo de aplicación es capaz de descartar combinaciones imposibles. Edwin Hancock y
su equipo hicieron destacados avances en este campo y aún seguimos a vuelta con el “graph matching”.
La influencia del prof. Hancock en la definición del campo mixto de la visión artificial (o visión por computador) y el
reconocimiento de patrones se puede concretar en su participación en los comités de edición de los principales journals del
campo (IEEE TPAMI, Pattern Recognition, Computer Vision and Image Understanding, Image and Vision Computing) su ingente
actividad como Area Chair de las conferencias internacionales más prestigiosas (ICCV, CVPR), su participación en la creación de
series de conferencias específicas (EMMCVPR y SIMBAD) y su gran labor práctica en proyectos internacionales. Fellow de la IAPR
(Asociación Internacional para el Reconocimiento de Patrones) en 2000 y miembro del Governing Board de la IAPR desde 2006
su influencia se ha dejado sentir desde que sus contribuciones en “relaxation labeling” tomaron vuelo a mitad de los 90.
Las responsabilidades académicas e institucionales de Edwin Hancock van parejas al período de maduración de su aproximación al
reconocimiento de patrones y la visión artificial, siempre desde métodos originales y fundamentados. Este proceso de maduración
también va asociado a la creación de una escuela formada por post-docs y colaboradores internacionales y se acerca, sin
pretensiones, a la estructuración de todos sus trabajos bajo la forma de una teoría del reconocimiento de patrones. Dicha teoría
comprende no solamente los aspectos estructurales que provienen de interpretar los patrones objeto de estudio en la visión
artificial, sino aquellas estructuras, aquellas redes, que emergen de todos los campos del saber.
En el momento en que Hancock y su equipo se aperciben de que su enfoque es directamente transferible, al menos como punto
de partida, al campo de las redes y sistemas complejos, sus trabajos cobran un nuevo sentido, una especie de dualidad si se quiere.
Preguntas como ¿pueden las estructuras aprenderse automáticamente? encuentran su dual en cuestionar la validez de los modelos,
algunos de ellos sorprendentemente simples, de emergencia de las redes complejas a partir de interacciones. Si tenemos en cuenta
que dichos modelos dominan hoy en día el campo de las redes complejas y que ese campo pretende explicar el funcionamiento
de órganos tan complejos como el cerebro, o el desarrollo de fenómenos como la propagación de epidemias, la dinámica de
las redes sociales o el cáncer, conseguiremos calibrar en su justa medida la importancia de este aire fresco que proviene del
reconocimiento de patrones.
Como ejemplo más concreto, la experiencia del prof. Hancock en física cuántica le ha permitido entender los métodos que
explican la propagación de una partícula en una red bajo las leyes de la mecánica cuántica y llevarlos a un nuevo nivel de
comprensión. Las ecuaciones que explican la exploración cuántica de una red son bien conocidas cuando se trata de redes o
tipologías bien sencillas, pero dichas redes raramente se dan en la naturaleza o en la economía o en la realidad en definitiva,
por lo que el desarrollo de ecuaciones generales, y su resolución eficiente, resulta imprescindible. Más aún, la visión artificial,
inmersa en un tremendo impasse experimental ha sido poco permeable, hasta el momento, a los métodos cuánticos, no así el
aprendizaje automático que empieza a mirar a estos métodos con buenos ojos.
En el núcleo de todo está aquel binomio que se me mostró al principio (estructura y propagación) y la concepción o el
convencimiento de que capturar las simetrías del sistema es esencial para comprenderlo. La misma esencia de la información
como tal quedaría al descubierto.
Volviendo al capítulo de honores y reconocimientos, el prof. Hancock también es fellow (miembro de honor) del IET (2007), de la
British Computing Society (2008) y del Instituto de Física (2008), en 2009 la Royal Society le concedió el Royal Society Wolfson
Research Merit Award (premio al mérito científico).
Es por ello que son más que sobrados los méritos académicos para que el prof. Edwin Hancock se incorpore a la familia de
doctores honoris causa por la Universidad de Alicante.
Para terminar, y antes de pedirles formalmente este supremo grado, permítanme que dirija al candidato unas breves palabras
en inglés:
"Querido Edwin, sus logros han dado forma a la ciencia del Reconocimiento de Patrones para siempre. Para usted estas
contribuciones definen toda una vida dedicada a la ciencia. Para muchos de nosotros son una fuente de inspiración. Para
la comunidad en su conjunto se trata de un salto gigante hecho de duro trabajo e inteligencia. ¡Felicidades desde el fondo
de mi corazón!
Así pues, considerados y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridades y claustrales, solicito con toda consideración y
encarecidamente ruego que se ortorge y confiera al Excmo. Sr. Prof. Edwin Hancock el supremo grado de Doctor honoris causa
por la Universidad de Alicante. Muchas gracias.
DISCURSO
Discurso pronunciado por el
Sr. Edwin Robert Hancock
con motivo de su investidura
como Doctor honoris causa
por la Universidad de Alicante
En primer lugar, muchas gracias por otorgarme este gran honor. Los grados honoríficos son una forma en la que la universidad
expresa sus valores, y espero que os resulte merecedor de este gesto de reconocimiento por la Universidad de Alicante.
Nací en 1956 y crecí en una pequeña pero preciosa localidad del sur de Inglaterra llamada Marlborough. Se asienta sobre un valle
empinado rodeado de bosques (donde Enrique VIII cortejó a Jane Seymour) por el que se desprende la pizarra ladera abajo. No
esta lejos de los anillos de piedra de Stonehenge —la cuna del Neolítico y la civilización de la Edad del Bronce en europa—,
y tampoco de las desconcertantes estructuras de Avebury y Silbury Hill. Idílico e inspirador lugar para una mente joven y curiosa.
Mi interés por la ciencia se inflamó a la edad de 13 años, cuando comencé a usar un maravilloso telescopio que una vez
perteneció al Observatorio Radcliffe en Oxford, y que regalaron a un colegio local. Lo que realmente me fascinaba no eran los
objetos que revelaba el telescopio, sino cómo podía usarse como un instrumento para sondear, medir y entender el universo
que nos rodea. Por eso me enganchó tan pronto la física, la ciencia que nos permite desentrañar la naturaleza del universo
mediante observaciones.
Más allá del universo, mi mente se fijaba en los arcanos del suelo de Wiltshire. Cuando el verano traía noches cortas y mermaba
la actividad astronómica, capturado por la arqueología del viejo Wiltshire, gastaba varias temporadas cavando en los restos
anglo-sajones cerca de Marlborough.
En el instituto (el mismo en el que se educó el premio Nobel William Goding treinta años antes) un profesor de física muy
motivador (Dr. Ian Roberts), prendió mi interés en los aspectos teóricos de la materia y me fui al norte a estudiar en la
Universidad de Durhan en 1974. Fue allí donde me rendí ante la física sub-atómica y cuántica. El Departamento había sido
establecido por George Rochester, que vino de Manchester donde había trabajado con Patrick Blackett y estaba fuertemente
influenciado por el legado de Ernest Rutherford. Rochester trabajó con partículas elementales y rayos cósmicos, y fue el primero,
junto con Clifford Butler, en observar el kaon (el extraño mesón).
Los años 70 eran un momento excitante para estudiar física de partículas, con el J-psi (acoplado) descubierto en 1974 en el
SLAC, y evaluar teorías que predecían la existencia de los bosones W,Z y del botón de Higgs. Por eso me quedé en Durham
para cursar el doctorado el física de altas energías, bajo la dirección de Desmond Evans, quien a su vez se había formado en
el equipo del premio Nobel Cecil Powel en Bristol. Mi tesis en 1981 versó sobre la determinación de los momentos angulares
de extrañas resonancias de los bariones delta. Usaba datos recogidos por la cámara de burbujas de hidrógeno del CERN. Era un
dispositivo que permitía fotografiar trazas de partículas cargadas, y sus propiedades podían deducirse que cómo se curvaban al
atravesar un fuerte campo magnético. Hice esas deducciones comprimiendo rápidamente un volumen de hidrógeno líquido con un
pistón vibrante y lo llevé al punto de filtrar gas explosivo o desintegrarse violentamente. Mis resultados aportaron evidencia de
que el tensor del momento angular (o spin 2) era necesario para explicar la anchura de las resonancias del hiperón observado
(extrañeza de 1 barón), y esto podría atribuirse a la acción de gluones entre quarks.
A esto siguió un post-doc en el Laboratorio Rutherford cerca de Oxford, trabajando en el grupo de George Kalmus en imágenes
de alta resolución de los decaimientos de partículas acopladas producidos en la cámara de 40 pulgadas del SLAC. Stanford
era un lugar excitante para estar a inicios de los 80. El SLAC estaba ganándole la partida al CERN en los descubrimientos de
partículas importantes, con el J-psi y la dispersión inélastica profunda del electrón, revelando la estructura en quarks y gluones
del núcleo. En octubre de 1981, el equipo de Stanford ganó el premio Nobel en Física y Económicas. La banda de música del
colegio capturó el espíritu del lugar tocando “White Punks on Dope” y fue anárquica e irreverente ¿puede que por quitarse la
presión del momento? En esta atmósfera puntera obtuvimos algunas de las primeras observaciones del decaimiento en mesones
D, lo cual ayudó a confirmar el mecanismo GIM (Glashow, Iliopoulis, Mainani).
Durante mi período en física de partículas aprendí cómo la naturaleza de la materia sub-atómica está gobernada no solamente
por las leyes de la física cuántica, sino por las simetrías que dirigen los campos de propagación entre partículas. La naturaleza
de esos campos significa que el físico debe idear experimentos elegantes para observar cómo las simetrías microscópicas y las
leyes cuánticas afectan al modo en que se produce el decaimiento. Este es, por supuesto, un patrón que el experimentador debe
reconocer.
Aparte de la gran cuestión de cómo reconocer simetrías sub-atómicas en campos cuánticos, mi etapa en la física de altas
energías me había enseñado a resolver un gran número de problemas —más pragmáticos— de reconocimiento de patrones.
En particular, usaba rutinariamente algoritmos para reconstruir las trazas de partículas a partir de las fotografías de la cámara
de burbuja. Eso se hizo usando un robot primitivo llamado el dispositivo de Hough-Powell —un dispositivo de fuerza bruta con
potencia neumática disparado a medida que procesaba la película usando un laser para escanear las trazas.
Pero la física de partículas era una materia superpoblada, y ofrecía uno o dos puestos académicos permanentes cada año en el
Reino Unido a mitad de los años 80. Sin embargo, justo en esa época, el programa Alvey, generosamente financiado, se lanzó con
el objetivo de ayudar al país a engancharse a la computación y la inteligencia artificial. Había muchos trabajos para científicos
interesados en cambiar de campo.
Penosamente (pero sin arrepentimiento) en 1985 decidí dejar la física de partículas y tomar un puesto trabajando con Josef
Kittler en reconocimiento estadístico de patrones. El trabajo pronto se mostró fascinante, y juntos desarrollamos métodos
bayesianos para detectar y reforzar estructuras en la imagen, a través de un proceso llamado “etiquetado por relajación”, que
emulaba los cálculos que probablemente se hacían en el cerebro. Fue ésta una etapa excelente para estar involucrado en este
área, con nuevos grupos fuertes constituyéndose en el Reino Unido sobre los cimientos de la ciencia de la computación, iniciada
por pioneros como Alan Turing.
En 1991, la Universidad de York me ofreció una plaza académica permanente. Y así me volví al norte, a la ciudad donde un
maravilloso telescopio había sido concebido por Thomas Cooke, 130 años antes, en 1860. York se me aparecía como una fantástica
liberación después de 10 años de servicio civil en el Laboratorio Rutherford. Al final, tuve la libertad de definir mi propio
programa de trabajo. Mi visión fue sencillamente entender qué eran los patrones y cómo somos capaces de reconocerlos. Haciendo
eso, quería estar cerca de los físicos, o al menos de los métodos matemáticos subyacentes. Pero los patrones que buscaban los
físicos para entender las interacciones de las partículas sub-atómicas a altas energías, aunque simples, son aún elusivos continúan
empujando al instrumental hacia los límites de la energía y resolución factibles. Por ejemplo, el bosón de Higgs ha sido solo
observado recientemente en el CERN.
Contrariamente al físico de partículas que considera solo cómo dos cuerpos (o incluso uno solo) interactúan, en el reino
del reconocimiento de patrones hemos de considerar cuántos objetos internacionan para formar una entidad perceptual que
observamos y procesamos en nuestro cerebro. Este es un problema mucho más enredado. Tenemos que considerar cómo se ha
formado el patrón, cómo se percibe (usualmente a través de nuestros ojos) y cómo estimula nuestro cerebro. En parte física, en
parte estadística, neurociencia y un poco de psicología. ¿Cómo debería un físico entrenado experimentalmente en el CERN y el
SLAC acercarse a este problema? La respuesta, como en todos los problemas científicos es: con trabajo duro, paciencia, tenacidad
y una buena dosis de suerte o inspiración.
Elegí trabajar inicialmente con patrones visuales. Aquí, al menos, la luz es nuestra sonda que interacciona con los objetos y el
mundo físico para formar imágenes, y eso se entiende muy bien. O al menos eso es lo que yo pensaba, pues aunque creas que
entender la interacción de los fotones con la superficie de los objetos para formar imágenes es un problema sencillo, está en
verdad sujeto a muchos factores que hacen que la imagen sea ruidosa, de apariencia variable y difícil de cuantificar. Por eso,
antes de que incluso intentemos sondear las bases físicas necesitamos entender de donde salen esas incertidumbres cómo razonar
con ellas. Este fue el primer problema que afronté por mí mismo y me llevó a entender cómo las estructuras que observamos
en las imágenes surgen de nuestro proceso de observación.
Por supuesto, el reto aquí es que el observador determine la estructura 3D del mundo a partir de imágenes 2D del mismo.
Observando una superficie iluminada podemos hablar no solo de su estructura 3D sino acerca de la naturaleza de la superficie
en sí, por ejemplo, si es rugosa, brillante o traslúcida, o si está hecha de un material altamente refractario como el diamante.
Como problema puramente físico es detallado pero manejable. Pero cuando la superficie es percibida por un humano y la
computación necesaria debe ser realizada por el cerebro, el problema resulta casi intratable. Debemos juntar aspectos de la
física de la luz, la biología del ojo y la neurociencia del cerebro para encontrar una solución. Pero en ciertos dominios, como
en el reconocimiento de caras, se sabe mucho acerca de como el cerebro responde a las imágenes. Nos podemos basar en eso
y usar imágenes faciales para estudiar en mayor detalle las señales generadas por estímulos visuales en las profundidades del
cerebro, usando técnicas como el MEG (Imágen magento-encefálica) para confirmar nuestras teorías. Este problema de recuperar
la forma de una superficie y su composición a partir de sombra y textura me ha fascinado y absorbido durante al menos 15
años. Proporciona en sí mismo un bello ejemplo de cómo la física de la interacción hace emerger patrones que los humanos
pueden usar para reconocer objetos y juzgar su composición material.
Las imágenes son solo un ejemplo de los patrones que aparecen en la naturaleza, y que pueden ser entendidos usando un
modelo físico de interacción entre luz y superficie del objeto. Pero en principio un patrón un patrón puede ser la manifestación
de interacciones mucho más complejas donde la física subyacente no esta disponible o ni siquiera existe. Problemas de este
tipo aparecen cada vez que intentamos entender imágenes de diferentes objetos y no entendemos cómo los objetos de la
imagen interaccionan entre sí. Por ejemplo, ¿cómo se mueven los individuos en una multitud y qué fuerzas (sociales) producen
esos patrones? Otros patrones vienen de la demografía social, la economía, la epidemiología, la biología y ecología, donde solo
atisbamos a ver las consecuencias de las interacciones y no conocemos necesariamente la naturaleza de las interacciones. Un
físico de partículas se esfuerza en entender problemas que conciernen a uno o dos cuerpos, pero ¿como hacemos para explicar
patrones generados por complejos sistemas sociales y biológicos?
Estamos empezando a entender, particularmente con la emergencia de Internet y de los medios sociales, que la respuesta es
que el patrón está determinado por una red de interacciones. Me aproximé por primera vez a este problema hace 20 años
cuando intenté representar imágenes que capturasen interacciones espaciales entre objetos. Pero ¿cómo cambia una red cuando
se añade ruido en forma de pequeña perturbación? En particular, ¿cómo caracterizamos esto de manera estadística para que la
incertidumbre acerca del patrón pueda calibrarse o medirse? Además, ¿cuál es la estructura predominante en una red y como
podemos medirla con fidelidad? Quizás más fundamentalmente, ¿cómo un conjunto de objetos interactuando dan lugar a una
red y cómo la naturaleza de las interacciones determina la estructura de la red?
Todos esos problemas son los que me han tenido ocupado y para los que he encontrado, al menos, soluciones parciales usando
ideas generalmente prestadas por la física. Por ejemplo, un caminante aleatorio puede explorar la estructura de una red y medir
lo que encuentra. Pero las respuestas pueden ser muy diferentes dependiendo de si el caminante usa las leyes clásicas o las
cuánticas, y eso puede revelar atributos muy diferentes del patrón analizado. De hecho, un caminante cuántico se mueve mucho
más rápido cuando la simetría está presente en la red. Esta observación puede cerrar el círculo de mi recorrido desde la física
de partículas al reconocimiento de patrones y la visión artificial. ¿Pueden las redes ser las herramientas que necesitamos para
entender las simetrías que explican el funcionamiento de los sistemas complejos que encontramos en el mundo macroscópico?
Los físicos solamente tienen un grafo - el diagrama de Feynmann, tal vez es el momento de que tengan más de uno.
A posteriori, me pregunto qué es lo que me ha traído hasta aquí. ¿Aquellos prehistóricos círculos de piedra en Wiltshire y sus
patrones desconcertantes? Con toda certeza fue el hecho de que tuve acceso a una educación excelente — y gratuita también.
En un país en donde la asistencia a institutos privados se está considerando cada vez más necesaria para acceder a las mejores
universidades, me siento terriblemente afortunado por ello. Ciertamente, fue la oportunidad de trabajar con mucha gente de gran
talento lo que ha hecho de mi jornada una experiencia excitante e inmensamente gratificante.
DISCURSO
Discurso de bienvenida a los Profesores
Irina Beletskaya y Edwin Robert Hancock
al Claustro de Doctores de la
Universidad de Alicante, por parte del
rector de la UA
Manuel Palomar Sanz
en la ceremonia de investidura
del 30 de junio de 2015
DISCURSO
Muy buenos días a todas y a todos, y bienvenidos y bienvenidas de nuevo al acto de investidura como doctores honoris causa
de los profesores Irina Beletskaya y Edwin Hancock.
En primer lugar, quiero daros las gracias por haber querido acompañarnos hoy aquí en este solemne acto.
La Universidad de Alicante acaba de acoger, en su claustro, ilustres profesores de dilatada trayectoria vinculada al mundo
universitario, y que han tejido estrechas relaciones científicas y académicas con la Universidad de Alicante.
Hoy hemos investido a la novena doctora honoris causa y al septuagésimo séptimo doctor honoris causa por la universidad
de alicante.
En las laudatio, realizadas por el profesor Alonso y el profesor Escolano, se ha puesto de manifiesto las prestigiosas trayectorias
de la profesora Beletskaya y del profesor Hancock. Permitidme que me detenga en algunos aspectos centrales que complementan
y ratifican lo expuesto previamente sobre nuestros nuevos doctores honoris causa.
La profesora Beletskaya mantiene una estrecha relación científica con nuestra universidad desde el año 2002, en concreto,
con el departamento de Química Orgánica, para iniciar un vínculo de colaboración científica Alicante-Moscú. Las sucesivas
visitas a nuestra universidad, por su parte, y las de nuestros profesores Alonso y Yus a Moscú, dieron como fruto una serie
de publicaciones conjuntas que permitieron arraigar una relación más allá del ámbito profesional y que culmina hoy con este
nombramiento de doctora honoris causa.
Me consta que la catálisis con metales de transición desarrollada a partir de los años setenta fue clave para el devenir de la
síntesis orgánica. En particular, los nuevos métodos para la formación de enlaces carbono-carbono permitieron el ensamblaje
de moléculas de una forma inimaginable previamente. Procesos inalcanzables hasta entonces o de muy difícil ejecución fueron
resueltos gracias a los descubrimientos de los premios Nobel de Química Richard F. Heck, Ei-ichi Negishi y Akira Suzuki. Junto
a éstos, también suena el nombre de Beletskaya, cuyas aportaciones pioneras a la catálisis con metales de transición han sido
cruciales para el desarrollo de procesos sintéticos más eficientes y respetuosos con el medio ambiente. Conviene destacar que
la síntesis moderna de compuestos orgánicos y, en especial, la de fármacos, se sustenta en buena parte en esta catálisis con
metales de transición, iniciada hace treintaicinco años.
Su aportación como pionera a otros campos de la química es también digna de elogio. Sin embargo, es su entrega y pasión
por la ciencia lo que resulta más fascinante, máxime teniendo en cuenta los obstáculos de diferente índole que ha tenido
que vencer a lo largo de su dilatada carrera. Esperamos que este nombramiento permita estrechar aún más las relaciones
entre la Universidad Estatal de Moscú y la Universidad de Alicante y mantener así un intercambio provechoso y duradero del
conocimiento.
El profesor Hancock realizó su doctorado en plena efervescencia del campo de la física de partículas (entonces, ya se teorizaba
sobre la existencia del bosón de Higgs). Realizó su Post-doctorado en el laboratorio Rutherford de Oxford. Allí se enfrentó a
problemas básicos de reconocimiento de patrones. Una iniciativa estratégica de su país, la apuesta por la inteligencia artificial,
le hace recalar en el laboratorio de Josef Kittler donde desarrolló trabajos de reconocimiento estadístico de formas. De ahí
a York y a la fundación de un laboratorio propio de amplísima trayectoria internacional en Pattern Recognition. Casualmente
ahora está inmerso en el campo de las redes complejas en donde utiliza lo que aprendió en física de altas energías, abriendo
una nueva perspectiva.
Las extraordinarias relaciones científicas entre el profesor Hancock y nuestra universidad a través del profesor Escolano, han
fructificado con este doctorado honoris causa.
Llegado a este punto, quisiera felicitar al profesor Alonso y al profesor Escolano por las magníficas laudatio sobre la profesora
Beletskaya y el profesor Hancock, felicitarles por liderar y mantener brillantes vínculos con la ciencia y la academia mediante
las relaciones internacionales y que hoy hemos puesto de manifiesto. ¡Muchas gracias a los dos!
Como saben, una apuesta estratégica de la Universidad de Alicante es el impulso a la internacionalización como una apuesta
irrenunciable en varias dimensiones y direcciones.
La Universidad de Alicante tiene convenios de movilidad y es socia de más de setecientas universidades en más de cien países
repartidos entre los cinco continentes. Una tupida red de relaciones internacionales que nos permite ser un referente a nivel
internacional, donde actos como el de hoy realzan y enfatizan todavía más nuestras relaciones y vínculos internacionales.
Para concluir, quisiera expresar mis más cálidas felicitaciones y gratitud a los profesores Beletskaya y Hancock por su
apoyo a la Universidad de Alicante y su compromiso con la educación superior, la ciencia, la academia, la cultura y el
conocimiento universal.
¡Muchas gracias!
ÁLBUM FOTOGRÁFICO DE LA CEREMONIA
DOCTORES HONORIS CAUSA POR
LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE
Eusebio Sempere
José Pérez Llorca
Francisco Orts Llorca
Alberto Sols García
Russell P. Sebold
Juan Gil-Albert
José María Soler
Severo Ochoa
Antonio Hernández Gil
Abel Agambeguian
Joaquín Rodrigo
Germà Colón Domènech
José María Azcárate y Rístori
Andreu Mas-Colell
Juan Antonio Samaranch Torelló
Manuel Alvar López
Erwin Neher
Bert Sakmann
Jean Maurice Clavilier
Antonio López Gómez
Jesús García Fernández
Jacques Santer
Enrique Llobregat Conesa
William Cooper
Eduardo Chillida
Mario Benedetti
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón
Enrique Fuentes Quintana
1984
1984
1984
1984
1984
1985
1985
1986
1986
1989
1989
1990
1991
1991
1992
1993
1993
1993
1994
1995
1995
1995
1995
1995
1996
1997
1998
1998
Luis Ángel Rojo Duque 1998
Juan Velarde Fuertes 1998
Elías J. Corey 1999
Ramon Margalef i López 1999
Enric Valor i Vives 1999
Bernard Vincent 2000
Ignacio Bosque Muñoz 2000
Humberto López Morales 2000
Tyrrell Rockafellar 2000
Manuel Valdivia Ureña 2000
Gonzalo Halffter Sala 2000
Eduardo S. Schwartz 2001
Johan Galtung 2002
Immanuel Wallerstein 2002
Alonso Zamora Vicente 2002
Miquel Batllori i Munné 2002
Antoni M. Badia i Margarit 2002
Robert Marrast 2002
Ryoji Noyori 2003
Manuel Albaladejo 2003
William F. Sharpe 2003
José María Bengoa Lecanda 2004
M.ª Carmen Andrade Perdrix 2006
Antonio García Berrio 2006
Pedro Martínez Montávez 2006
Muhammad Yunus 2006
Alan Heeger 2007
Robert Alexy 2008
Eugenio Bulygin
Elías Díaz García
Ernesto Garzón Valdés
Mario Vargas Llosa
Boris Mordukhovich
Jane Goodall
André Clas
Manuel Seco Reymundo
Avelino Corma Canós
Ramon Pelegero Sanchis
Deborah Duen Ling Chung
Alan Loddon Yuille
José Luis García Delgado
Eusebio Leal Spengler
Marilyn Cochran-Smith
2008
2008
2008
2008
2009
2009
2010
2010
2011
2011
2011
2011
2011
2011
2012
Linda Darling-Hammond 2012
Gloria Ladson-Billings 2012
Filippo Coarelli 2012
Carlos de Cabo Martín 2012
Daniel Pauly 2013
Tomàs Llorens Serra 2013
Consuelo López Nomdedeu 2014
Afaf I. Meleis 2014
Gérard Dufour 2014
Gérard Chastagnaret 2014
José Luis Romanillos Vega 2014
Gabriel Tortella Casares 2014
Raúl Zurita Canessa 2015
Irina Beletskaya 2015
Edwin Robert Hancock 2015
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