TRES CAMPANILLAS DE LA ORDEN DE SAN ANTONIO ABAD. 175 Kobie Serie Antropología Cultural nº 17: 175-184 Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia Bilbao - 2013 ISSN 0214-7971 TRES CAMPANILLAS DE LA ORDEN DE SAN ANTONIO ABAD. Three small bells of the Saint Anthony Abad. Pedro Argandoña Otxandorena1 (Recibido 20-III-2013) (Aceptado 27-III-2013) Palabras clave: Campanillas. Cerdos. Orden de San Antonio Abad. Ss. XII-XVIII. Key-words: Pigs. Saint Anthony Abad order. Small bells. XII-XVIII century. Hitz-gakoak: San Antonio Abad erlijio-ordena. Txerriak. XII-XVIII. mendeak. RESUMEN. La orden antoniana realizó su labor asistencial durante 700 años, entre los siglos XII Y XVIII. Para financiarse, promovió la figura de su patrón como protector de los animales domésticos; su práctica más característica fue el uso de los cerdos que, con su inseparable campanilla al cuello con la cruz tau, eran alimentados por la gente como limosna hacia la orden. Este es el origen de las tres campanillas aquí presentadas. SUMMARY. The antonian order carried out its welfare work 700 years, between the 12th and 18th centuries. To finance themselves, they promoted the figure of their patron saint as the protector of domestic animals; their most characteristic practice was the use of pigs. The pig went, with their inseparable small bell around their necks, with the tau cross and they were fed by the residents of the towns or villages as a type of charity towards the order, this is the origin of the three small bells presented here. LABURPENA. Antoniotarren ordenak 700 urtetan zehar bete zuen bere laguntza-lana, XII. eta XVIII. mendeen artean. Finantzatzeko, bere patroiaren figura sustatu zuen etxe-abereen babesle modura. Bere jarduerarik ohikoena izan zen txerriez baliatzea, lepoan kanpaitxoa zeramatela tau gurutze batekin. Jendeak, txerriak elikatzen zituen ordenarentzako limosna bezala. Horixe da hemen aurkezten diren hiru kanpaitxoen jatorria. 1 Sdad. de Estudios Vascos. TRES CAMPANILLAS DE LA ORDEN DE SAN ANTONIO ABAD. 1. SAN ANTONIO ABAD. Actualmente la festividad de san Antonio Abad -17 de enero- , popularmente san Antón, no es más que un remedo de la importancia que tuvo en el imaginario popular. De su patronazgo como protector de los animales domésticos todavía perdura la bendición de mascotas. Igualmente, en Navarra, localidades distantes como Cadreita y Lesaka honran al santo: los primeros salen en procesión con su imagen y los segundos lo festejan en la ermita del barrio de Endara; antiguamente se juntaban, en su feria, gentes de Bortziriak y de localidades guipuzcoanas cercanas como Irun y Oiartzun. Especial devoción le manifestaban los arrieros y en Sakana se mantienen antiguas cofradías que lo designaron como protector. Así, en Iturmendi (desde el s. XVIII) o Bakaiku (desde el s. XVII) , todavía se reúnen y renuevan los votos todos los años. En Tudela, es la Orden del Volatín la encargada de conservar las tres vueltas rituales que , antiguamente, daban las caballerías alrededor de la cruz de san Antón, colocada en la Plaza de los Fueros. Esta especial protección a caballos, mulas y asnos tuvo una amplia distribución por Euskal Herria (Manterola 2000) y de manera jocosa se recoge en una antigua canción de Mezkiritz (valle de Erro) donde se hace extensible la protección del santo al vino transportado por las acémilas (Ibarra 2011: 39): “ Auxen duk ardo ona Peraltakoa San Antonek gorde dezala karri duen mandoa, karri duen mandoa”. La biografía de san Antonio la desarrolló un contemporáneo suyo, san Atanasio. Este recogió directamente sus enseñanzas, luego traducidas al latín: la famosa Vita Antonii. Esta obra impulsó el ideal monástico de tal manera, que miles de seguidores ocuparon los lugares más recónditos del desierto egipcio. Antonio nació hacia el año 250, en una familia acomodada. Al morir sus padres vendió su legado, lo entregó a los pobres y se dedicó a llevar una vida ascética. Pronto fue atormentado por visiones malignas y tras superar esas pruebas se apartó al desierto. Allí fue aumentando su fama y su entorno se fue llenando de ascetas que optaban por una vida similar a la suya. Murió el año 316 tras ordenar, a los dos discípulos que le asistieron en ese trance, que lo enterraran secretamente sin revelar el emplazamiento. Insistentemente, los hagiógrafos del santo, lo han relacionado con los animales; relación ésta que apenas se reduce a las visiones espantosas de bestias feroces que terminaban obedeciéndole y a alguna curación Kobie. Antropología Cultural 17, año 2013 177 milagrosa. No hay indicios en su biografía que expliquen su posterior implantación como protector de los animales domésticos. 2. LA ORDEN HOSPITALARIA DE SAN ANTONIO. En el Concilio de Clermont, año 1095, el papa Urbano II aprobó la comunidad hospitalaria que tomó el nombre de Hospitalarios de san Antonio. Adoptaron un hábito negro al que incorporaron una cruz en forma de “T” (tau) de tela azul. Previamente, las reliquias del santo habían sanado milagrosamente al hijo del fundador que padecía el “fuego de san Antonio”. Desde su inicio, su eficacia y especialidad curando el mal des ardents (fuego de san Antonio), producido por el cornezuelo del centeno, les proporcionó beneficios papales; así Bonifacio VIII, en 1298, los convirtió en canónigos regulares. Su prestigio se basó en la efectividad de sus prácticas médicas entre las que incluían la amputación para combatir la gangrena y que complementaban con una buena alimentación en la que primaba el pan de trigo y la carne de los famosos cerdos de san Antón. La especialización del santo como protector de los animales domésticos fue fundamental a la hora de financiarse. Ellos serán quienes iniciarán e impulsarán esta relación que tan buenos resultados les proporcionó. Lógicamente, san Antonio Abad, no viene a ocupar un vacío en el cuidado de la salud y fertilidad del ganado. El día de su fiesta fue habitual el uso extendido de hogueras y sahumerios en los que, a veces, aparecen cenizas del tizón de Navidad o Gabonzuzi (Manterola 2000). Además de los ritos solsticiales no cabría descartar alguna deidad, tipo Epona, que, aunque de origen galo, tuvo amplia difusión en Roma, celebrándose su fiesta el 18 de diciembre. Aunque en origen aparece claramente relacionada con el caballo (Marco 1987: 62; Elorza 1970), se manifiesta con claridad su papel protector en otros animales domésticos y, en cualquier caso, era habitual su imagen en las cuadras tal como recogen Apuleyo, Minucio Félix y Juvenal (Apul., Met., III, 27; Minuc., Oct., XXVIII, 7; Juv., VIII, 154) (Gabaldón 2003). 3. LA ENCOMIENDA DE SAN ANTÓN DE CASTROJERIZ. El rey Alfonso VII fue el introductor de la orden en la península; el año 1146 fundó el monasterio de Castrojeriz, en plena ruta jacobea. Esta encomienda jerarquizó las distintas casas que se fueron abriendo en Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao. ISSN 0214-7971 P. ARGANDOÑA OCHANDORENA 178 Castilla, Andalucía, Granada, Portugal, y las Indias Orientales. Entre las mercedes reales estaba la de pedir limosna por todos los territorios del reino. Así se manifiesta en un privilegio de Enrique II del año 1369 y que se conoce por una confirmación de Isabel y Fernando: “…ordenamos que los miembros de la orden puedan andar y anden con Bacines2 e sin Bacines por todos los reinos de Castilla sin que nadie se lo impida ni les exija tercio, cuarto ni quinto por razón alguna, antes bien, sean bien recibidos e les sean dadas las buenas pesadas seguros y desembargados de otros pesadores. Otrosí por quanto dicha orden fue y es fechura del rey Don Alonso, nuestro Padre y Nuestra; tenemos por bien que la dicha orden y sus bacinadores, Mayordomos y Criados, sean exentos y quiten de todo pecho y pedido e soldados, e menores, e servicio, de cualquier manera se haya de dar e pagar en todos los nuestros reinos…”, (Sánchez 2004: 182). Figura 1. Ruinas de la encomienda de Castrojeriz. En esta lucha por las limosnas, de igual manera que los monjes antonianos son protegidos por la realeza, son condenados a respetar a otros postuladores. Así tenemos que, en 1492, una sentencia favorece a los franciscanos de san Esteban de los Olmos en Villímar (Burgos) para postular en el Arcedianato de Treviño. Parece claro que los monjes de Villímar suplantan alguna práctica de los antonianos, ya que hasta nuestros días ha llegado, en diversas localidades treviñesas, la figura del franciscano san Antonio de Padua como protector del ganado (Aguirre 2004) reemplazando al santo ermitaño del mismo nombre: “…por la que vos mandamos que si asi es que los dichos padres se dicen frayres e convento del dicho monasterio de Santistevan acostumbran a pedir e demandar las dichas limosnas en las dichas villas e logares del dicho arcedianzgo segund e como dicho es non consintades que deste logar e por los dichos frayres claustrales nyn por otra persona alguna les sean impedidos nin sean fatigados nyn sean molestados nin les sea fecho agravio alguno…” (Huidobro 1950). 2 Bandeja para recoger limosna. Kobie. Antropología Cultural 17, año 2013 Por el mismo motivo pleitearon durante más de un siglo contra el santuario de Urkiola, quienes también habían copiado sus prácticas limosneras. Los frailes de Castrojeriz pretendieron someter al santuario a su obediencia pero no consiguieron anular la licencia que tenían los de Urkiola para postular a la manera de la orden antoniana (Ormaechevarría. 1958). 4. LA ENCOMIENDA DE SAN ANTÓN DE OLITE. Esta encomienda general tuvo en subordinación a las casas-hospitales del reino de Navarra, Aragón, Valencia, islas de Mallorca y Menorca, Principado de Catalunya y condado de Rosellón y Cerdaña. No se conserva la fecha exacta de su fundación pero se considera obra de los Teobaldos. Así una de sus primeras referencias se constata en el Testamento de Cartago de Teobaldo II quién donó diez sueldos para la casa de Olite (Sánchez 2004). También los Evreux fueron generosos con esta orden y Carlos II los favoreció “…por la gran devoción y reverencia que sentía por el santo…” con la donación de la aldea de Eulza (junto a Pamplona) en el año 1381 (Díez 1984). También los antonianos de Olite pleitearon para mantener su máxima capacidad limosnera; por ello se opusieron a que, en 1645, se autorizara al hospital general de Pamplona a mendigar corderos por todo el reino, con una frecuencia trianual. De igual manera, sostuvieron pleito con los frailes de Arantzazu para que no pudieran postular fuera de la sierra de Aralar y la villa de Leiza, dónde ya lo hacían con anterioridad (Sánchez 2004). Figura 2. Convento de las Clarisas de Olite, antigua encomienda antoniana. Actualmente, ésta casa-hospital, está ocupada por las clarisas de santa Engracia que se instalaron tras la extinción de la orden antoniana. El 30 de agosto de 1803 el vicario de las clarisas levantó el acta de ocuBizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao. ISSN 0214-7971 TRES CAMPANILLAS DE LA ORDEN DE SAN ANTONIO ABAD. pación: “…En la ciudad de Olite, a 30 de agosto de mil ochocientos tres, se hace este auto de posesión y entrega del convento o casa que en el convento de Olite existe y fue de religiosos de la extinguida Orden de San Antonio Abad, al Convento Monasterio de las Religiosas de Santa Engracia, estando al presente provisionalmente en la villa de Villava, tomando posesión públicamente del referido edificio o casa de San Antón, su iglesia, sacristía, coro, claustros, cocina, bodegas, pajares, jardín con pozo y huerta, sequera con sus paredes y tapias que rodean, y derecho a goteraje que el mismo edificio en toda su circunferencia por los cuatro costados le pertenece” (Díez 1984). 5. FIN DE LA ORDEN ANTONIANA. Como hemos comentado, la orden de san Antonio Abad nació para atender a los afectados por un ergotismo gangrenoso. Esta enfermedad cardiovascular tuvo varios episodios epidémicos y su síntoma característico era la gangrena seca de las extremidades; se llamó “ignis sacer” y “fuego de san Antonio”. En los casos más graves la carne se volvía seca y negra y los miembros quedaban momificados. Esa eficacia motivó su extraordinario desarrollo, llegando a regentar 369 hospitales, y encargándose de la atención sanitaria del papa. Este era acompañado, en sus viajes, por un religioso de esta orden. En el s. XVII las investigaciones relacionan la enfermedad con el consumo de harinas de centeno contaminadas con el cornezuelo del centeno (claviceps purpúrea). Esta es la razón más común para justificar su desaparición ya que su origen fue nítidamente hospitalario-asistencial y se alega su falta de búsqueda de nuevos objetivos. El cisma de Occidente será otra causa de su retroceso en el continente. En la península, los desgarros internos también tuvieron su importancia. Finalmente, en la península, fue extinguida por bula expedida por el papa Pío VI, en 1787. Fue el rey Carlos III quién solicitó la supresión de la orden aun habiendo ratificado sus privilegios en 1765. Además de la falta de objetivos, se alegaron: falta de recursos económicos; falta de personal, laicos en su mayor parte; ausencia continuada de sus casas por motivo de pedir limosna, etc. El 25 de mayo de 1791, la bula fue publicada en el convento de Olite y leída a las dos personas que se hallaban allí: el sacerdote Pedro Martínez de Lazcano y el lego Bernardo Buñuel (Ollaquindia 1999). Lo mismo se hizo en la casa de Castrojeriz, que en aquel momento contaba como comendador mayor a Damián de Olloqui, navarro de Peralta (Sánchez 2004). Kobie. Antropología Cultural 17, año 2013 179 6. LOS CERDOS COMO FUENTE DE FINANCIACIÓN. No es fácil encontrar una imagen del santo anacoreta en la que no aparezca acompañado de un cerdo con su campanilla. La hagiografía antoniana insiste en relacionar al cerdo con las tentaciones que lo atormentaron y que domeñó con firmeza. Otras interpretaciones milagrosas son más peregrinas. Lo cierto es que la cuestación más característica de los antonianos se efectuaba con cerdos. De ahí su inclusión, durante la Edad Media, en la iconografía del santo; todo ello debido a la acertada orientación que la orden ofreció de San Antón como protector del ganado doméstico. A pesar de la desaparición de gran parte del archivo antoniano, se puede rastrear ampliamente esa relación. Carlos II de Navarra (1349-1387) regalaba todos los inviernos un cerdo para la casa-hospital de Olite. Su hijo, Carlos III el Noble, continuó con la misma práctica (Díez 1984). En el privilegio, antes mencionado, de Enrique II de Castilla, otorgado en el año 1369, se apunta:…”Otrosí consentimos traer puercos, e campanillas, e bacines, e atabaques, e todo lo que se compliese a la dicha orden de San Antón…”. Los antonianos de Castilla, en el año 1744, obtuvieron de Felipe V una cedula real en la que se manifiesta:”…todas qualesquiera personas a quien tocare e pudiera tocar su cumplimiento y execución, y demas que tengan licencia para rifar cerdos, no lo hagan ni consientan hacer en manera alguna sin que primero preceda para ello licencia, permiso o convenio del Comendador Mayor de dicha religión.”, (Sánchez 2004). Dos años después el nuevo rey, Fernando VI, recordó que los antonianos: “… pudieran traer ganado de cerda por todas las ciudades, sin que por persona alguna pudieran ser prendados, bajo graves penas a los contraventores.” (Sánchez 2004). Fallecido este rey, se personó el procurador general de la orden ante el nuevo monarca, Carlos III, para la habitual renovación de las antiguas licencias. El rey que en un primer momento aprobó las mercedes de la orden, pronto se enmendó y, por razones de salubridad, prohibió que los cerdos deambularan por las ciudades (Sánchez 2004). Resulta evidente el origen antoniano de las rifas de cerdos ligadas a la misericordia o a los hospitales y hospicios municipales. Mientras los cerdos de la orden portaban al cuello una campanilla con la tau, los de los hospitales llevaban, para diferenciarse, las iniciales S.A. (Sánchez 2000: 272). Por ejemplo, la tradicional rifa del cerdo de san Antón en Gasteiz tiene su origen el año 1781, seis años antes de extinguirse la orden. La finalidad de lo recauBizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao. ISSN 0214-7971 180 P. ARGANDOÑA OCHANDORENA dado era la manutención del hospicio vitoriano que acogía a niños, vagabundos y pobres. No solo los hospitales de las ciudades mantuvieron la costumbre de engordar y rifar un cerdo. Igualmente, en muchas localidades perduró hasta el siglo XX la costumbre de mantener un cerdo entre todos los vecinos y rifarlo el día de san Antón. En Sigüenza (Guadalajara) lo paseaban por el pueblo la semana anterior a la festividad del santo, para incitar a la compra de boletos. Finalmente, sobre el uso de campanillas trató el pleito que mantuvieron los frailes de Olite con los de Montserrat. Los primeros tenían licencia para postular en Castilla y Aragón y los catalanes también podían hacerlo en el reino de Navarra; cosa habitual que se solapasen las zonas de demanda. El problema llegó porque los monjes demanderos de Montserrat plagiaron las formas antonianas. Los antonianos recorrían los pueblos con un carro tirado por una caballería. La bestia era engalanada con un estandarte con la tau y profusión de campanillas con el mismo signo. Los frailes de Olite aportaron diversas bulas en las que se demostraba el exclusivo derecho antoniano para el uso de campanillas. Los denunciados alegaron que ellos portaban cascabeles pero, la sutileza, no impidió que el tribunal eclesiástico fallara a favor de la orden de san Antonio Abad. 7. LAS TRES CAMPANILLAS. Íntimamente ligadas a la orden, las campanillas con la tau se muestran inseparables de su actividad postulante. Tanto al cuello de los cerdos alimentados por las gentes, como en los carros con los que el fraile demandero recorría los diversos pueblos y zonas en las que limosneaban. Figura 3. Tau grabada en la puerta norte de san Saturnino de Artajona. Kobie. Antropología Cultural 17, año 2013 Figura 4. Tau grabada en la ermita de la Blanca de Ujué. Esto, unido al celo que mostraron los antonianos para defender sus prácticas y símbolos nos lleva a interpretar las campanillas como pertenecientes a la antigua orden. Así como las rifas de cerdos llegan, en muchas zonas, hasta el siglo XX, la cruz tau no es interiorizada por el pueblo y pocas manifestaciones populares nos han llegado de tan curiosa cruz (figs. 3 y 4). Figura 5. Campanilla de la sierra de Andía. Cruz tau. Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao. ISSN 0214-7971 TRES CAMPANILLAS DE LA ORDEN DE SAN ANTONIO ABAD. 181 tual, en Navarra, el paso de los demanderos de distintas órdenes, por las eras, en época de trilla. De ahí el dicho: “Al fraile y al gorrión, perdigón”. La campanilla presenta una cruz Tau y en el lado opuesto una flor de Lis. Los brazos de la tau son curvos y de forma abocinada, del mismo estilo que las taus conservadas en Castrojeriz y Olite.(fig. 7). Campanilla nº2 (fig. 8). Todos los primeros sábados de mes, salvo julio, se celebra en la plazuela de San José, junto a la catedral de Iruña, un rastrillo de antigüedades. En ese lugar adquirí esta campanilla, a un anticuario burgales que solo me pudo atestiguar el origen de la pieza en esa provincia. Figura 6. Campanilla de la sierra Andía. Flor de lis. Campanilla nº1 (figs. 5 y 6). Procede de la sierra de Andía, del paraje llamado Arbelz. A finales de los años 80, del pasado siglo, se cercó la carretera NA-120 (Estella-Etxarri Aranatz) con una pared de piedra en su transcurso por la sierra de Andía. Así se evitaba el paso incontrolado de ganado y se evitaban accidentes. En el acondicionamiento del terreno, por medios mecánicos, para asentar la pared y a la vez extraer piedra para su elaboración apareció esta campanilla. La fractura que presenta es anterior a su hallazgo. Resulta interesante la aparición de la campanilla en una zona exclusivamente ganadera, parece lógico que la postulación se hiciera en los lugares y épocas más favorables. Hasta mediados del siglo XX ha sido habi- Figura 8. Campanilla de la provincia de Burgos. La cruz tau quedó algo borrosa en el proceso de fundición, pero se aprecia con claridad que es de estilo Antoniano. Campanilla nº3 (fig. 9). Procede de la localidad navarra de Vidaurre (Guesálaz). Es propiedad de Pedro Azcona, de Casa (de) el Herrero. La campanilla tiene el asa rota, quizá motivo de su pérdida. También perdió el arranque del badajo por lo que la agujerearon por el hombro y con un alambre le colocaron el actual badajo de hierro. Es la única de las tres que lo conserva y también va decorada con una cruz antoniana. Figura 7. Rosetón con taus de Castrojeriz. Kobie. Antropología Cultural 17, año 2013 Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao. ISSN 0214-7971 182 P. ARGANDOÑA OCHANDORENA Leyenda con claros visos de realidad. Lo cierto es que los monjes navarros plasmaron la flor de lis en sus campanillas con total naturalidad. Finalmente, debo anotar la existencia de campanillas con la tau antoniana y la imagen de san Antonio en el lado opuesto, al menos en Navarra. BIBLIOGRAFIA. Aguirre, A.; Galdós, J.J.; Garamendi, L.S.; González, J.A.; Sáenz de Urturi, I. 2004 Etnografia del Enclave de Treviño 1. Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos. Donostia-San Sebastián. Díez Díaz, A. 1984 Olite. 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Lo cierto es que en la orden antoniana gozó de total credibilidad ya que Blas de Ceballos, en 1686, recogió la afirmación de Juan Baltasar en su conocida obra sobre san Antonio y los antonianos. El año 1406 aparece anotado en Comptos Reales la estancia en Navarra de tres frailes de San Antón: Juan, Pedro y Simon. Provenientes de las tierras del Preste Juan de las Indias, la reina Leonor, residente en Olite les dio una limosna. No parece aventurado imaginar su estancia en la casa-hospital de Olite ciudad donde residia la monarquía (Ollaquindia 2000). Kobie. Antropología Cultural 17, año 2013 2003 “El caballo en el mundo Celta. Significado y simbolismo de los équidos entre los pueblos galos”. El caballo en la antigua Iberia. (Estudio sobre los équidos en la Edad del Hierro). Real Academia de la Historia. Madrid: 219-240. Ibarra Murillo, O. 2011 “Mezkiritz a través de los documentos”. Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra 86, 33-91 Manterola, A. 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Antropología Cultural 17, año 2013 183 Sánchez Domingo R. 2004 La encomienda de San Anton de Castrojeriz. Derecho de asistencia en el camino de Santiago. Trea. Gijón. Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao. ISSN 0214-7971