Himno Mariano Akathistos

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HIMNO MARIANO AKATHISTOS (I)
El himno Akátistos es una gran himno mariano de la liturgia oriental griega que
medita sobre el misterio de la encarnación salvífico del Verbo de Dios, desde la
anunciación hasta la parusía, contemplando a la Virgen María indisolublemente
unida a Cristo y a la Iglesia. El nombre completo del canto es Himno Akátistos a la
Santísima Madre de Dios. Literalmente Akátistos significa “estar de pie” (a =
negativo y Kathistomai = sentarse), porque se canta en esta posición. Se le llama así
porque, a diferencia de otros himnos en la liturgia bizantina, se canta y se escucha
de pie, como el Evangelio, en señal de especial reverencia. La Iglesia oriental lo
considera como expresión de su doctrina y piedad hacia la Madre de Dios.
El Akátistos es un himno de acción de gracias. La ciudad de Constantinopla,
consagrada a María, cuando se veía asediada por los bárbaros recurría a su
protección; y le daba gracias con vigilias y cánticos en su honor. El Akátistos habría
tomado su nombre de las celebraciones nocturnas de agradecimiento a María:
“Celebremos esta fiesta en recuerdo de las prodigiosas intervenciones de la
Inmaculada Madre de Dios”.
La fecha de composición, según los estudios más recientes, oscilan entre la segunda
mitad del s. V y los primeros años del s. VI, por lo que nos remite a las primeras
expresiones del culto a María, con el consenso universal. Las fuentes que inspiran
este himno son la Sagrada Escritura, la doctrina definida en los concilios
ecuménicos de Nicea (325), de Éfeso (431) – en el que se definió la Maternidad
Divina = Theothokos, Madre de Dios – y de Calcedonia (451), y la reflexión de los
Padres orientales de los siglos IV y V. Así, el Akátistos presenta en forma de síntesis
orante, todo lo que la iglesia de los primeros siglos creyó y extrajo sobre María en
declaraciones del magisterio y en el consenso universal de la fe.
De autor desconocido, éste tuvo que ser un gran poeta, un buen teólogo y un
profundo orante. Dice un comentarista moderno, “está bien que el himno sea
anónimo; así el himno es de todos, porque es de la Iglesia”. Los cristianos
orientales de rito bizantino, tanto católicos como ortodoxos, cantan y rezan desde
hace casi quince siglos este hermoso himno mariano en las varias lenguas de sus
ritos. Es también muy estimado en el occidente aún por algunos no católicos que
reconocen su antigüedad; la forma de alabanza que redunda en gloria del Señor; su
sustrato cristológico-eclesial; su doctrina que se deriva del misterio mismo de la
encarnación, del primer artículo de la fe cristológico que profesa todas las Iglesia.
Constituye, pues, un puente vetusto y solemne hacia la plena comunión entre la
Iglesia de Oriente y Occidente.
La estructura métrica del texto original griego es de una perfección suma, difícil de
verter a otras lenguas. Las veinticuatro estrofas que lo componen comienzan en
orden por cada una de las veinticuatro letras del alfabeto griego, forman así un
acróstico. Estas estrofas se distribuyen por igual en dos partes: una evangélica y
otra dogmática. La primera parte escenifica la narración evangélica en una serie de
cuadros, que van desde la Anunciación al encuentro de María con el anciano
Simeón en el templo de Jerusalén. La segunda parte expone los principales
artículos de la fe mariana de la Iglesia: perpetua virginidad, maternidad divina,
mediación de gracia desde el cielo. Relaciona continuamente los aspectos: junto al
Señor, Cristo Jesús, aparece su Madre, María; y aparece asimismo
entrañablemente cercana a nosotros, los cristianos, en el ejercicio de su
Maternidad.
La poesía y la teología de este himno conduce a la oración, una oración
contemplativa y lírica, llena de afecto y entusiasmo, que se convierte sobre todo en
alabanza dirigida a Dios y a la misma Virgen María. Los cristianos orientales lo rezan
y lo cantan en su oración privada y también en la litúrgica. Desde principios del
siglo VI la Iglesia bizantina lo incluyó en su liturgia como la expresión más alta del
culto a la Santísima Virgen. Tiene un puesto de honor en ocasiones solemnes de
acción de gracias. Entre las ocasiones en que se puede utilizar, se indican, de modo
especial, el tiempo de adviento y las solemnidades de Santa María, Madre de Dios y
de la anunciación del Señor. En el rito bizantino ocupa un lugar privilegiado y goza
de su propia fiesta el quinto sábado de cuaresma, llamado precisamente sábado de
Akátistos.
En los últimos años este himno se ha difundido mucho, también en las
comunidades de fieles de rito latino. Especialmente han contribuido a su
conocimiento algunas solemnes celebraciones marianas que tuvieron lugar en
Roma, con la asistencia del Santo Padre y con amplia resonancia eclesial. Por
ejemplo, el 7 de julio de 1981 en la conmemoración de los aniversarios de los
concilios de Constantinopla I y de Éfeso; durante el año mariano el 25 de marzo de
1988; fue mencionado expresamente en la bula Incarnationis Mysterium entre las
prácticas jubilares del año 2000, y fue objeto de una solemne celebración presidida
por el Papa Juan Pablo II el 8 de diciembre de 2000 en la basílica de Santa María la
Mayor, con la participación de representantes de varias Iglesias bizantinas
católicas.
Continuará…
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