AHORA | 7 | 11 - 17 DE MARZO DE 2016 EUROPA Grecia y la UE, un escenario apocalíptico Bruselas debería diseñar una estrategia para los refugiados que incluya a EE.UU., Canadá y Australia ANNA TRIANDAFYLLIDOU A ANÁLISIS l tiempo que Grecia atravesaba una severa crisis social y económica durante los últimos seis años, el país ha tenido que hacer frente a un número creciente de refugiados que piden asilo y de inmigrantes económicos desde 2013, y sobre todo durante 2015 y lo que llevamos de 2016. Nadie predijo la escalada dramática de llegadas irregulares por mar, todavía en plena actividad. El año pasado Grecia recibió a través de su frontera marítima con Turquía a más de 770.000 personas, y durante los dos primeros meses de 2016 ya son 102.000 los que han cruzado la escasa distancia que separa la costa turca y las islas griegas de Lesbos, Samos, Quíos, Leros o las diminutas Tilos y Farmakonisi. Los tres principales países de origen de los refugiados que llegan a Grecia son Siria (más del 50%), Afganistán (entre el 25% y 30%) e Irak (entre el 10% y 20% en los últimos meses), poblaciones en los tres casos que claramente necesitan protección internacional. Las llegadas tuvieron al principio un gran impacto en las islas griegas, la primera tierra europea que pisaban antes de continuar su camino hacia el norte en cuestión de semanas, tras ser registrados en Grecia. La llamada ruta de los Balcanes llevó a cientos de miles de personas a través de Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia hasta Europa central (Hungría, Austria), Alemania o incluso más al norte, hasta Suecia, buscando asilo en países donde las ayudas sociales y el trabajo eran más factibles que en Grecia, tan golpeada por la crisis. Curiosamente, países como Francia, Holanda o Dinamarca han recibido muy pocas más peticiones de asilo y llegadas de refugiados e inmigrantres respecto a años anteriores. En respuesta a la crisis de los refugiados, la Comisión Europea ha puesto en marcha varias iniciativas. En primer lugar, la Operación Sofía de mayo de 2015 intentó atacar con medios militares las redes de contrabando en los últimos países antes de llegar al continente europeo, sobre todo Libia. Sin embargo, la operación se desactivó por varias razo- DANI ROVIROSA E l primer ministro turco, Ahmed Davutoglu, volverá la semana que viene a Bruselas. Su presencia está siendo imprescindible para la UE porque, incapaz de resolver por su cuenta la crisis de los refugiados, Europa ha decidido delegar en Ankara gran parte de la solución. Davutoglu irá para cerrar los detalles del acuerdo alcanzado el 7 de marzo con los líderes europeos, dispuestos a hacer grandes concesiones a Turquía si frena la llegada incesante de inmigrantes y refugiados sirios al territorio comunitario. Estos días las capitales europeas están tratando de resolver las dudas que plantea el pacto alcanzado a tres bandas entre la canciller alemana, Angela Merkel, el primer ministro holandés, Mark Rutte, y el propio Davutoglu, al que el resto de delegaciones dieron su visto bueno preliminar. La UE quiere que Turquía acoja a “todos los nuevos migrantes irregulares” que lleguen desde su territorio a las islas griegas, 2.000 personas de media al día desde que empezó 2016. A cambio, Ankara exige nes, incluyendo el hecho de que las acciones que debían ocurrir en el territorio del tercer país (Libia) y de acuerdo con el gobierno provisional de ese país debían ser autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU (que es muy improbable que concediera autorización). Paralelamente a la Operación Sofía, las cuotas de refugiados también se decidieron en mayo de 2015, y de nuevo en octubre. Entonces se decidió repartir a 160.000 personas, 50.400 de ellas desde Grecia, entre los países de la UE. Pero estas cuotas no se han cumplido (menos de 500 personas han sido realojadas desde Grecia e Italia) por la reticencia de los socios europeos, que han utilizado procedimientos administrativos para retrasar y finalmente matar el proyecto. El 15 de octubre de 2015 se presentó un plan conjunto de la UE y Turquía diseñado para mejorar la cooperación con Ankara en el manejo de los flujos de peticionarios de asilo que llegan al país en su camino hacia Grecia. El plan incluía ayu- da económica de la UE a Turquía y la cooperación turca en el combate contra las redes de contrabando de personas que operan en sus costas. Además, en la cumbre europea del 25 de octubre se decidió un acuerdo de 17 puntos que urgía a los países de llegada como Grecia o Italia a reforzar su capacidad de registro y la integración local de miles de refugiados. De hecho, a finales de 2015 vimos una gran presión sobre la UE para gestionar de forma más efectiva la crisis de los refugiados mientras estos seguían llegando sin cesar a pesar del invierno. Grecia e Italia lucharon por implementar los procedimientos de registro solicitados y los llamados “puntos calientes”: los primeros centros de recepción donde refugiados e inmigrantes son registrados y clasificados, aunque estos últimos son enviados de nuevo a sus países de origen. Con más de 165.000 peticiones de asilo en 2015, Suecia reintrodujo los controles en la frontera con sus vecinos a principios de 2016 y de- claró que ya había aceptado a tantos refugiados como podía. Por su parte, Francia, Reino Unido y Holanda, que apenas habían visto incrementadas las solicitudes, afirmaban rotundamente que solo podían aceptar a unos pocos miles. Siguiendo la reintroducción parcial de los controles en varias zonas del norte y La gran pregunta es si el cada vez más autoritario Gobierno turco pondrá en práctica el acuerdo Dos tercios de los griegos creen que no deberían cerrar las fronteras a quienes buscan protección el centro de Europa, el 26 de enero Austria comenzó un cierre progresivo de sus fronteras que tuvo un perjudicial efecto dominó en la ruta de los Balcanes, algo que todo el mundo —tanto los refugiados como las autoridadess griegas— temía. En febrero la ruta de los Balcanes se bloqueó y unos 36.000 refugiados están varados en estos momentos en varios centros temporales de recepción en Grecia. Las esperanzas estaban puestas en la cumbre UE-Turquía del 7 de marzo, ya que un acuerdo con Ankara es visto como crucial para mejorar la crisis de los refugiados. En una reunión de 17 horas en Bruselas, la Comisión Europea y el Gobierno turco lograron ponerse de acuerdo en varios puntos de acción conjunta, especialmente en la devolución de los inmigrantes irregulares (los que no son considerados como refugiados) a Turquía desde Grecia, enviando a sirios “legales” desde Turquía por cada sirio “irregular” que sea devuelto desde Grecia a Turquía —algo que parece una medida sin sentido, pero en la que al parecer insistió el primer ministro turco, probablemente por cuestiones de política interna—. También acordaron acelerar el desembolso de los 3.000 millones de euros que la UE prometió en noviembre al Ejecutivo de Erdogan. Además, Ankara y Bruselas trabajarán conjuntamente para crear zonas seguras en Siria y que sus habitantes no tengan que abandonar el país. Una medida importante pero muy difícil de lograr. ¿Capitulación moral de la UE? El acuerdo incluye liberalizar el visado para los ciudadanos turcos a partir de junio de 2016 (otra medida buscada desde hace tiempo por Turquía y que probablemente debería haber sido concedida antes por la UE) y la reapertura de negociaciones para su adhesión a la UE. Este último elemento es el más espinoso del acuerdo, ya que Turquía se está deslizando hacia un régimen autoritario en el que los medios están bajo el control del Gobierno, se ha reactivado la represión contra los kurdos y la poderosa maquinaria del AKP lo controla todo, desde la universidad a los negocios, de ahí que pueda parecer una capitulación moral por parte de la UE si finalmente está dispuesta a pasar por alto estas cuestiones a cambio de un control más efectivo de la ola de refugiados. La gran pregunta, claro, es si Turquía cumplirá y pondrá en práctica el acuerdo. Uno se pregunta si la UE debería diseñar y solicitar una estrategia internacional para recolocar a los refugiados que incluya a Australia, Canadá y EE.UU. (Canadá, hasta el momento, ha aceptado a unos 25.000 sirios). Y teniendo en cuenta que Europa propone una política de aceptación y distribución más amplia, podría obtener un mejor acuerdo que el actual. De hecho, una reciente encuesta muestra que dos tercios de los griegos —a pesar de las llegadas de las últimas semanas— todavía creen que su país no debería cerrar las fronteras a la gente que busca protección. También afirman que los refugiados serían capaces de integrarse si les dieran una oportunidad. Un voluntario europeo ofrece té caliente a refugiados sirios a las afueras de Mitilene, en la isla griega de Lesbos. PHOTOFCS PARA AHORA La dudosa esperanza turca Ankara ha logrado vincular la solución a la crisis de los refugiados con los avances en los acuerdos de adhesión al club europeo que por cada sirio al que se envíe de vuelta, los países europeos admitan de forma legal a otro sirio de los campos turcos de refugiados. Ambas partes intentan enviar un mensaje claro a los emigrantes: no merece la pena arriesgarse en el mar ni confiar a las mafias la promesa de una vida mejor porque no va a servir de nada. La única forma de llegar a Europa es por vía legal. No está claro, sin embargo, que la iniciativa cumpla con las normas de asilo. El alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, ha mostrado ante el Parlamento Europeo su “profunda preocupación” por una medida que apunta al retorno sistemático de los inmigrantes hacia Turquía, poniendo en duda el respeto al derecho internacional que asiste a las personas que piden protección. El artículo 19 de la Carta Europea de Derechos Humanos prohíbe las expulsiones colectivas y, según ha recordado el máximo responsable de ACNUR, un demandante de asilo solo puede ser deportado a un tercer país si este cumple los estándares internacionales que garantizan la protección del solicitante y se le da acceso a la sanidad, la educación y el empleo. Bruselas considera que se cumplen estas condiciones, acogiéndose al acuerdo de readmisión bilateral firmado entre Atenas y Ankara y a la directiva europea sobre el procedimiento de asilo. Grecia considera que Turquía es un país seguro, por lo que la norma comunitaria le exime de la obligación de procesar todas las solicitudes de asilo que reciba. Amnistía Internacional cree que “de ninguna manera se puede considerar a Turquía un país seguro al que la UE pueda derivar sus obligaciones” porque “ha devuelto a Siria a refugiados por la fuerza y muchos de los que están en el país viven en condiciones terribles, sin una vivienda adecuada”. Además, asegura la ONG, “cientos de miles de niños refugiados no pueden ac- Un demandante de asilo solo puede ser deportado a un tercer país si se garantiza su protección ceder a la educación formal”. No está claro tampoco que los países europeos vayan a acoger a los refugiados sirios de Turquía. El documento especifica que el reasentamiento es voluntario (Hungría amenazó con vetar el pacto si se le obligaba a aceptar a demandantes de asilo) y desde septiembre solo se han admitido a poco más de 3.400 personas con derecho a protección. De aquí a la reunión con el primer ministro turco, Bruselas tiene que decidir, además, si establece un cupo máximo de los migran- tes que está dispuesto a aceptar. Ankara sabe que negocia desde una posición ventajosa con una UE desmembrada políticamente y ha conseguido vincular la solución a la crisis de refugiados con los avances en los acuerdos de adhesión al club. El lunes pasado logró que los líderes europeos se comprometieran a darle más dinero a cambio de que no lleguen más personas a suelo comunitario. Una financiación adicional a los 3.000 millones de euros que ya se acordaron en noviembre. La cuantía definitiva es otro de los puntos que hay que resolver. Chipre, en contra Los Veintiocho también se han comprometido con Davutoglu a acelerar la exención de visados a los ciudadanos turcos que quieran viajar a la UE. La intención es que a partir de junio de este año ya no tengan que pedir permiso para entrar a un estado miembro. En la cumbre anterior entre la UE y Turquía ese plazo se fijó pa- Anna Triandafyllidou es profesora en el Instituto Universitario Europeo (IUE) de Florencia TraduccióndelinglésdeNoeliaSastre ra el mes de octubre, pero Ankara ha logrado ahora acortar los plazos. La condición para que sus ciudadanos pudieran viajar libremente era que Turquía aplicase el acuerdo de readmisión firmado con Grecia, lo que según Davutoglu se va a hacer de inmediato porque su país se compromete ahora a aceptar a todos los migrantes irregulares que lleguen a las islas griegas. Francia, Suecia y Chipre se oponen a ello. Debido al conflicto histórico que mantiene la isla con Turquía por la ocupación del norte de su territorio, Chipre también es reacio a abrir nuevos capítulos del proceso de admisión de Ankara en la UE, algo que el país euroasiático reclama desde hace tiempo. A la espera de que la semana que viene se logren solventar las dudas que plantea el acuerdo preliminar del 7 de marzo, la UE ha tenido que reaccionar por otra parte a la crisis humanitaria que se ha generado en Grecia, como consecuencia de los controles fronterizos en la ruta de los Balcanes. Más de 36.000 personas están atrapadas en el país heleno, lo que ha obligado a la UE a diseñar un plan de emergencia para los próximos tres años de 700 millones de euros.