FICHA DE AUTOR Nº 10 GUERRA CIVIL El poeta pastor BIOGRAFÍA MIGUEL HERNÁNDEZ GILABERT 10 SÍMBOLOS Orihuela, Valencia (1910) Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Alicante, Valencia (1942) Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte. Poeta y dramaturgo español, de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Probablemente sea el poeta de su época que más se lee todavía. Mantuvo una gran proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como “genial epígono de la Generación del 27”. Pastor de cabras desde muy temprana edad, recibió su educación básica en escuelas jesuítas. En 1925 abandona los estudios por orden paterna para dedicarse en exclusiva al pastoreo, aunque poco después cursa estudios de Derecho y Literatura. Mientras cuida el rebaño, Miguel lee con avidez y escribe sus primeros poemas. Al estallar la guerra civil, Miguel se alista en el bando republicano. Amigo íntimo de Vicente Aleixandre. Sus obras fueron sometidas a la depuración franquista y fue encarcelado por ellas, vagando de prisión en prisión. Muere en la prisión alicantina azotado por la bronquitis, el tifus y la tuberculosis. Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor. EL TORO, con el significado de sacrificio y de muerte (sus cuernos son “mi luna menos cuarto” y los toreros, “émulos imprudentes del lagarto”). LA PALMERA, elemento paisajístico mediterráneo, es comparada con un chorro. LA SANGRE: en muchas ocasiones simboliza el deseo sexual; también, el dolor. LA CAMISA: el sexo masculino. EL LIMÓN: el pecho femenino. EL VIENTO, simboliza la voz del pueblo. EL LEÓN, como imagen de rebeldía e inconformismo. OTROS SÍMBOLOS. La simbología de Miguel es bastante amplia. Además, podemos destacar: las manos (del trabajo duro), carne de yugo (como reflejo de un destino de trabajo duro y arduo), colmillos y garras (reflejo de la ferocidad de la angustia y el inconformismo). Abundan los símbolos referidos al sexo masculino. También retoma y bebe de la simbología lorquiana. IMÁGENES: el limonero, el pozo, la higuera, las pitas o el patio… Todas ellas reflejo de su entorno próximo y cercano y también como profusión del arraigo a la tierra. OBRAS Perito en lunas (1933) El rayo que no cesa (1936) Trascendencia A sus veintidós años, Miguel también se cree perito en poesía. Después de haber quedado exento del servicio militar, por exceso de cupo, resuelve que es acuciante en su porvenir literario viajar a Madrid. Ha cumplido la mayoría de edad y empieza a buscarse a sí mismo en las emociones y en los sentimientos. Son poemas de amor y desamor, desesperados, algunos de sutil y sugerente erotismo. En ellos el poeta se metamorfosea en lengua, en barro, en amapolas… con tal de conseguir tocar a la amada. Esta obra lo lanzaría a la fama. Características Quiso hacer en este libro un homenaje tardío a Góngora, tal como ya lo hicieran los poetas del 27 (se ha comentado que Miguel deseaba ser incluido o, al menos reconocido, en esa generación). Se lanza a la conquista de la maestría de la forma, a la búsqueda de la belleza como fin último de la poesía. En esta obra se muestra enigmático y hermético, en el que cultiva la metáfora gongoriana. En ella, va dándonos fogonazos de realidad enmascarada en ingeniosidades a través de un brillante dominio de la imagen y la metáfora. El tema central de Perito en Lunas se relaciona con la luna, aunque muchas veces se enlaza con otras realidades. No es una luna literaria, sino real, vista y sentida en el monte, en el huerto o en las calles. El poeta nos recrea su propio mundo bucólico, su paisaje y su tierra. El tono trágico o dolorido preside el libro desde el primer poema “Un carnívoro cuchillo…”. Describe una lucha constante, en la que el yo lírico pelea contra la fatalidad con actitud combativa y vital. Expresa el amor humano visto como destino trágico (“Me llamo barro, aunque Miguel me llame”) y presiente la muerte como algo inminente. Es también, sin embargo, una obra colorista que sigue los preceptos impresionistas del enfoque sensorial (influencia de Rubén Darío). Simplificando mucho, podríamos decir que este libro, que lo lanzaría a la fama, es el resultado de dos crisis: una amorosa y otra ideológica y poética. Tres de los poemas están dedicados a su novia Josefina Manresa. Viento del pueblo (1937) Busca Hernández una poesía útil que llegue al corazón del pueblo llano, escrita para ser recitada en las trincheras, aldeas y pueblos, y busca emparejarlas con el cancionero popular con la intención de “mantener la moral del soldado”. Miguel Hernández levantará poema a poema, con su pluma y con su sangre como dos fusiles fieles, el edificio más hermoso y sincero de la poesía de la contienda civil. En esta obra hay pasión desbordada, esperanza y optimismo por el rumbo que pueden tomar los acontecimientos. “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”. Destacan poemas de limpia preocupación social como: “Aceituneros”, “El sudor”, “Las manos” o “El niño yuntero”. Estalla la guerra civil y lanza en sus poemas el dolor de todos los españoles y el suyo propio. El hombre acecha (1939) Es el segundo libro de poesía escrito por Miguel durante la guerra civil. El libro se inicia con una dedicatoria a Pablo Neruda. Sigue la línea marcada por Viento del pueblo, pero con un doloroso acento por la tragedia de la guerra. Desde el título se nos propone un desencanto amargo por comportamientos crueles e injustos. Se nos habla en esta obra de sangre, pero de sangre derramada. Elabora una honda reflexión sobre la brutalidad de la guerra entre hermanos. Se pone en cuarentena el mito del pueblo bueno, adorable por el que es santo, justo y necesario dar la vida. Ya no hay enemigos, sólo hermanos. Ya no hay héroes, sólo hombres. Huye espantado de la naturaleza ante el hombre convertido en fiera. Las cárceles se personifican en muchos poemas, pero su alma es libre a pesar de las cadenas. Cancionero y romancero de ausencias (1941) Con la guerra, su poesía sufre un cambio. En la cárcel de Madrid, junto con Buero Vallejo es juzgado y condenado a muerte por su participación en la contienda al lado de la República. Existe en esta obra un aspecto esencial: su capacidad de sufrimiento. La guerra parece estar perdida y su esperanza de pervivir en el hijo que tanto se le parecía se le viene abajo. Esta obra es un verdadero diario íntimo: las confesiones de un alma en soledad. Son poemas breves, escritos en pocas palabras, sinceras, desnudas, enjutas. El dolor ha secado la imagen y la metáfora. Ni un rastro de leve retórica: su dolor solo, el dolor del hombre, el sombrío horizonte de los presos, el ir a la muerte cada madrugada. Canciones y romances lloran ausencias irremediables, el lecho, las ropas, una fotografía… La esposa y el hijo les arrancan las notas más entrañables. No hay ni un brillo en esta poesía requemada por el dolor, hecha ya desconsolada ceniza. Sólo existe un pequeño rastro de humor en la contracubierta del cuaderno donde dejó escritos estos poemas: Si este libro se perdiera Como puede suceder, Se ruega a quien se lo encuentre Me lo sepa devolver. Si quiere saber mi nombre Aquí abajo lo pondré. Con perdón suyo, me llamo M. Hernández Gilabert. El domicilio en la cárcel. Visitas de seis a seis. Por lo demás, sólo aparece el dolor del hombre ante la ausencia de la mujer, del hijo y de la libertad, y la presencia de la soledad y la muerte. MUY IMPORTANTE: Es la de Miguel Hernández una de las figuras más atractivas de la llamada Generación del 36, su breve trayectoria vital, su verdad de hombre, de la que fue dejando muestras en todas sus actuaciones; su poesía, apasionada en ocasiones hasta la desesperación, serena en otras hasta el desaliento; humana y verdadera siempre, han hecho del poeta un símbolo para las jóvenes generaciones de las últimas décadas. Porque de alguna manera, Miguel encarna la figura del poeta de libertad. Su mundo poético –como el de todo poeta verdadero- es un mundo transfigurado. Así, toda su obra no es más que la transformación poética de ásperas, fuertes y extremadas realidades. Todas sus vivencias, desde la de pastor adolescente hasta las de preso condenado a la última pena se convierten en poesía por el milagro de una intuición lírica, purísima y precoz en sus primeras composiciones, y madurada después por el dolor y la muerte. Apasionado y reflexivo, espontáneo y retórico, mimético y original, se entrega a su obra como reflejo verdadero de su propia existencia, que intuyó desde siempre amenazada: “Llego con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida…”, dirá en uno de sus últimos poemas. Pero también por las heridas de su pueblo, de las causadas en su alma de hombre del pueblo por la traición y el crimen. Su concepción solidaria de la vida queda plenamente reflejada en su obra El rayo que no cesa. Es pues, una figura “romántica”, en el sentido de que lucha desesperadamente a favor del amor, de la justicia y de la libertad; es decir, en defensa del hombre. Los temas de sus obras son muy variados, pero casi siempre relacionados con la vida campestre. Los encuentra en el paisaje de Orihuela, en la serranía que recorre con sus cabras. Su vida de pastor se introduce en sus poemas y le presta un vocabulario agreste: zagal, zurrón, chivo, lagarto, risco, yugo, nana… Se observa una gran capacidad para la percepción del mundo bucólico pastoril y para expresar las sensaciones que le provoca el paisaje de su tierra. En cuanto a sus fuentes, en muchos de sus poemas advertimos la presencia y la influencia de poetas del Siglo de Oro, de Bécquer, de Rubén Darío, del Romancero y, muy especialmente, de Juan Ramón Jiménez. Son muy abundantes las escenas mitológicas: Dafne, Eurídice, Helios, Orfeo… Al igual que hizo el gran Lorca, también Miguel supo abarcar la canción lírica.