Nueva información sobre Hacinas y su patrimonio.

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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Hacinas.
Hacinas: foto aérea.
(Fuente: SITCYL y añadidos de F, Palomero)
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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Índice de Hacinas
Página
Índice general
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1.- Situación
3
2.- Breves datos históricos
3
3.- Casco urbano, arquitectura popular y edificios auxiliares
7
4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa
11
5.- La cultura inmaterial: las tradiciones, celebraciones y trabajos
17
6.- Material gráfico y planimetría aportados
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7.- Bibliografía
26
Imágenes
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Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
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1.- Situación.
Desde Salas de los Infantes, saliendo en dirección Soria por la N-234, a algo más
de dos kilómetros se encuentra la población de Hacinas. El casco urbano, vigilado y
controlado por el risco arenisco donde se ubicara el castillo medieval, se expande a
ambas laderas de esa zona elevada, cuya cumbre, con una vaguada en el centro, articula
de hecho la villa. La pequeña cordillera de arenisca, orientada en sentido noreste
sudeste, es un elemento decisivo en la organización del entramado urbano. De hecho
una calle longitudinal lo atraviesa en ese sentido, ajena a lo que ha significado más tarde
el trazado de la carretera Burgos-Soria. Nuestra población es una centro de vigilancia y
control en el amplio valle del Arlanza que se abre hacia el oeste. Definen el paisaje los
robledales cercanos, casi en el mismo núcleo de población y el imponente farallón
montañoso de los Montes de Carazo, en su vertiente norte mirando en lontananza hacia
el Fuerte San Carlos y el enigmático monte Gayugar.
La villa de Hacinas, plena de recuerdos históricos, se ubica en uno de los parajes
más bellos y pintorescos del viejo alfoz de Lara: a los pies de un pequeño montículo, en
el que hubo una importante fortaleza, desde la que se domina un amplio panorama del
valle regado por el río Arlanza. La contempla y protege el imponente farallón de los
míticos Montes de Carazo.
2.- Breves datos históricos de la zona de la Demanda y población de
Hacinas.
El área de la Demanda, a ambas vertientes de la Sierra de la Demanda, los
Montes Distércicos de las fuentes medievales, avena sus aguas a la cuenca del Duero y
a la del Ebro. En la zona meridional nos movemos a caballo de los ríos Arlanza,
Pedroso y otros de menor entidad mientras que en la norte la red hidrográfica la forman
el Arlanzón y afluentes que avenan sus aguas hacia el Duero mientras que el Oca y el
Tirón lo hacen hacia el Ebro. Las cumbres de la Demanda, con el San Millán, Mencilla,
Trigaza o San Lorenzo marcan geográficamente la zona central divisoria de vertientes,
mientras que las sierras de Neila y la Campiña, junto con la Demanda, individualizan el
encajonado curso alto del Pedroso. Por el contrario montañas de menor porte como los
Montes de Oca o las sierras de las Mamblas, Montes de Carazo o la Cervera significan
el resto del territorio en el piedemonte de la gran sierra sin olvidar la atractiva sierra de
Atapuerca.
La paleontología nos informa de la importante huella dejada por los dinosaurios
y otras especies en zonas sedimentarias como los montes de los relieves invertidos de
Carazo, Gayugar, Picón de Lara y la Sierra de Mamblas. En el caso concreto de la
población que nos ocupa, en su término municipal se localizan diferentes yacimientos
de interés paleontológico, como El Prado, Tenadas de Matarruya, La Cruz, Las Matillas,
Los Vallejos…etc., con diferentes restos óseos de vertebrados y con “xilopalos” de la
especie Juniperus, es decir, lo que en lenguaje común se conoce como árboles fósiles,
uno de los principales atractivos para los visitantes. En todo caso el hito más
importante de esta tierra, de compleja y quebrada orografía, es la evolución que
científicamente hacemos arrancar en la sierra de Atapuerca, con el “homo antecesor”, y
el largo proceso de la evolución humana hasta llegar al “homo sapiens sapiens” en el
paleolítico superior. Los restos prehistóricos no sólo de la sierra de Atapuerca sino
repartidos por todo el territorio nos informan de que los asentamientos humanos tienen
una larga secuencia desde el paleolítico medio hasta nuestros días. No deberemos
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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perder de vista, según nos indica la arqueología que hay restos musterienses en la cueva
de la ermita en San Pedro de Arlanza. Ya en el paleolítico superior encontramos algunos
restos, de le etapa auriñaciense, en el abrigo de La Aceña de Lara, en el entorno de
Atapuerca y en otras zonas. Según los datos que figuran en el inventario arqueológico
de la provincia de Burgos, en el término municipal de esta población, en el lugar
llamado Cantón de Hacinas situado al norte del pueblo, en la amplia vaguada que
comunica los valles formados por el río Ciruelos y el arroyo del Prado, en una zona
rocosa, se localiza un lugar de habitación donde ha sido hallada industria lítica de
cuarcita, tal vez paleolítica, así como cerámica algo posterior.
La etapa de mayor trascendencia por las transformaciones a que dio lugar fue el
Neolítico del que conservamos diferentes manifestaciones que indican la tendencia a la
sedentarización, al cultivo de algunos cereales y tal vez a la construcción y fabricación
de cerámica. De este período prehistórico, en su etapa más antigua, conservamos
diferentes testigos en Jaramillo de la Fuente, Barbadillo del Mercado, La Aceña, Pinilla
de los Moros, Iglesiapinta y Tinieblas que son sobre todos lascas y hachas. Las muestras
de una clara sedentarización las documentamos en Cubillejo, Jaramillo Quemado y
Barbadillo del Mercado. Destacan ante todo el dolmen de Cubillejo, los de Atapuerca,
Ibeas de Juarros y otros lugares.
La edad de los metales, bronce o hierro, la documentamos en la ermita de
Hortigüela, La Aceña, ambas de la primera etapa. Ya a la segunda corresponden los
restos de la peña de Lara, los torques de Jaramillo Quemado y diferentes restos de
castros distribuidos por toda la zona del valle alto y medio del Arlanza. Pero restos de
esta lejana etapa los encontramos en numerosos yacimientos de la zona. Sin olvidar la
cultura de los castros, con presencia destaca en el Fuerte San Carlos, Son Carazo y la
Yecla que se reparte por todas la geografía de la Demanda, aunque tengan mayor
presencia en la zona meridional.
La llegada, asentamiento y difusión de la civilización romana tiene su expresión
de mayor interés en la “civitas Lara” y numerosas villas alto y bajo imperiales que se
reparten tanto en la zona de sur, valle del Arlanza y Pedroso, como en la norte en el
entorno de Atapuerca, Arlanzón, Villafranca Montes de Oca y otros lugares como el
valle de San Vicente. Como veremos más adelante, por las inmediaciones de Hacinas
pasaba la calzada romana que desde Clunia, luego de atravesar Mamolar, el término de
Carazo por las cercanías de la villa de “La Serna”, se adentraba en nuestro término
municipal camino de Salas y de su fin, ya en tierras de la Rioja, donde enlazaba con una
de las calzadas de mayor entidad del momento en Hispania. A lo anterior hay que
sumar la existencia de numerosos núcleos de población que son el testimonio de las
transformaciones habidas en este período. Destacamos al respecto los de Hortigüela, La
Revilla, Mambrillas, Mazariegos, Villaespasa, Jaramillo Quemado, San Millán de Lara,
Quintanilla de las Viñas y un largo etc. No se puede conocer el grado de romanización
habido en esta tierra pero parece que fue bastante alto sin que ello signifique la
desaparición de algunas de sus señas de identidad precedentes..
En la Alta Edad Media centros tan notables como Santa María de Lara, el
monasterio de San Cosme y San Damián de Covarrubias y numerosas “villae” como la
de “La Serna”, nos indican que la transición hacia el mundo medieval en esta tierra se
hizo desde planteamientos de la baja romanidad. La cesura en la evolución histórica
impuesta por la desintegración del reino visigodo y la consiguiente desarticulación del
territorio, hace que haya una vuelta a tiempos nunca olvidados del todo en lo que se
refiere a la organización social, económica y tal vez también política. Que esta tierra
mantuvo su actividad, organización y formas de vida lo prueban los numerosos
poblados altomedievales y las numerosas necrópolis existentes en toda la zona, teniendo
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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especial significación algunas de la zona más escabrosa de la sierra. La Alta Edad
Media nos brinda un número bastante elevado de restos de núcleos de población,
numerosos despoblados e importantes restos materiales como Santa María de Lara, San
Millán de Lara, Rupelo, Piedrahita, Lara de los Infantes, San Pelayo de Arlanza, La
Revilla, Barbadillo del Mercado, Amparo, Vizcaínos, Barbadillo del Pez, Covarrubias y
un elevado número de poblados rupestres en las cercanías de Hacinas. Por ejemplo el de
Castrejón, ubicado en una zona periférica del término municipal en su zona de contacto
con la Ledanía de Salas, Hacinas y Castrillo de la Reina. Lo que se ve en superficie es
un gran afloramiento de arenisca con muchos entalles en la roca lo que, en palabras de
los arqueólogos, indica un uso antrópico del lugar. Martinez Díez también dice que allí
hubo un poblado.
El promontorio sobre el que se localiza la villa de Hacinas fue, desde época
romana, un punto estratégico de control en la vía que desde Clunia llegaba a Tritium
Magallum. Cuando se produjo la desestructuración de la organización romana muy
probablemente dejó de cumplir esa fundamental misión y fue utilizado como esporádico
lugar de enterramiento. Durante la Alta y Plena Edad Media continuó dedicándose a los
mismos fines; de ahí los diferentes tipos de enterramientos que han sido hallados,
asociados a un posible templo perrománico –tal vez semirrupestre- y a un seguro templo
románico, del que quedan significativos restos en el actual.
La antigua calzada romana, luego vía de comunicación medieval de primer
orden, hizo que Hacinas, por su fortaleza natural, fuera un lugar disputado y estratégico
en el proceso de ocupación de la tierra de Lara. El "Facinas" de los textos medievales
del siglo XII, tal vez derivado de "fascia o faza", con el significado de montones de
haces, puede ponerse en relación con la mítica batalla de Hacinas, donde según la
tradición fuera derrotado el temible Almanzor por el conde Fernán González, como nos
recuerda el monje de Arlanza que fabula el poema dedicado a este héroe de la
independencia castellana. En la mítica leyenda, elaborada por el susodicho monje en el
siglo XIII, en los momentos críticos se aparece Santiago a las tropas cristianas para
infundirles ánimos, muere el caballero Don Gustios González (tan ligado a la leyenda de
los Infantes de Salas) y se persigue a los agarenos, regresando luego al lugar de la
batalla ("A Fazinas se tornaron") para proceder a enterrar a los muertos propios "que
espesos (en montones) yazyan", pero el conde decide que lo hagan en Arlanza. La villa,
a la sombra de esta legendaria historia, se desarrollará y será fiel guardiana de esa
memoria, cuyo testigo más cualificado es el desmochado y casi desaparecido castillo
levantado sobre la propia roca en las inmediaciones de la iglesia parroquial.
El actual núcleo de población hunde sus raíces en el proceso de reorganización
del territorio habido desde el reinado de Alfonso III, a partir del año 875, cuando se
asienta el dominio castellano sobre el valle del Arlanza, levantando un conjunto de
fortalezas, como las de Castrovido, Carazo y Lara, que permiten a nuestro pueblo
desarrollarse con tranquilidad, bien protegido por su propia fortaleza. De esta misma
época data el hecho legendario de la " batalla de Hacinas ", que el poema de Fernán
González atribuya al glorioso conde, pero que en realidad es una lucha ganada con
anterioridad por su padre Gonzalo Fernández a los musulmanes. Es a partir de este
hecho de armas, cuando la ocupación del territorio es efectiva y se inicia una
reorganización del lugar.
El primer dato documental referente a la villa de Hacinas, procede del
manipulado y más que dudoso documento de los " Fueros de Salas ", que supuestamente
concedió, el año 974, el conde Garçi Fernández. Entre las villas del alfoz que se
incluyen dentro de los fueros figura "Facinas". Es más que probable que en los años
finales del siglo X la población fuera asolada por las razzias de Almanzor, ante todo
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cuando pasa hacia San Millán de la Cogolla, pero la verdad es que el asentamiento
cristiano no parece que se interrumpiera.
Expresión de la existencia de poblamiento en el entorno es el vecino yacimiento
de San Cibrián, donde aparecen tumbas excavadas en roca, y la propia ermita de Santa
Lucía, en cuyas inmediaciones se encontró alguna punta de lanza que se custodia en el
museo del monasterio de Silos.
Cuando se resuelve el largo litigio de límites entre el obispado de Burgos y el de
Osma, el año 1136, nuestro pueblo aparece citado como uno de los que se incluye en el
segundo. Sólo los cambios habidos el año 1956 harán que la parroquia vuelva ahora al
arzobispado de Burgos.
Por el Becerro de las Behetrías, año 1352, sabemos, que la villa fue de solariego
de los hijos de Juan Martínez de Avellaneda, de la esposa de Juan Martínez de Leyva y
del monasterio de Fuencaliente. Hay, pues, un señorío compartido, laico y abacial y por
ninguna parte vemos la presencia de las grandes familias de la zona los Lara, los Haro y
los Velasco, la hace sospechar que nunca estuvo vinculada a Salas de los Infantes como
quiere el fuero falso, atribuido a Garçi Fernández, año 974, pero que en realidad se
falsificó en el entorno del monasterio de San Pedro de Arlanza en la segunda mitad del
siglo XIII.
La modernidad nos aportará un caudal informativo muy superior y por tanto la
reconstrucción del pasado tendrá muchos más elementos y se ajustará con mayor
fidelidad a lo que entendemos fue esta tierra. En el censo de 1591-1594, la población de
“Acinas” aparece entre los territorios conocidos como “la ciudad de Burgos y
provincia” y dentro del ámbito del municipio conocido como “Nebrada”. Esta
constatación es la confirmación de que de que ni en la Baja Edad Media ni tampoco con
anterioridad, la villa de Hacinas estuvo incluida en los fueros de Salas ni en su entorno
jurisdiccional. En esta época Hacinas debía ser ya una villa de realengo y como tal
figurará en la relación que el intendente de Burgos realice a finales del siglo XVIII por
mandato del conde de Floridablanca, según veremos más adelante.
A partir de finales del siglo XVI o desde la primeras décadas del XVII
disponemos de otra utilísima fuente de información: los libros de tazmías, matrícula o
de fábrica, de las parroquias, nos aportarán una importante documentación para poder
reconstruir la evolución de la población de Hacinas, los oficios y las actividades a que
se dedican y las reformas y cambios habidos en los templos parroquiales y ermitas.
Es de la mayor significación para conocer la situación de Hacinas, sus fuentes
económicas, las actividades y los oficios, el catastro de la Ensenada elaborado el año
1752. El cuestionario y las respuestas abordan los elementos más señalados de cada
población. Importa ante todo el “Libro Mayor de la Raíz” o el “libro de personal” por el
que sabemos el número de casas, las habitadas o deshabitadas; las tenadas, los pajares o
los corrales; la existencia o no de panadería; si había molinos, cuántos eran y las
propiedad de los mismos; los telares; cómo funcionaban las tabernas; si había o no
escuela, médico, boticario; a que partido pertenecían, en nuestro caso al de Can de
Muñó. Tenemos noticias sobre la agricultura, la propiedad de la tierra y el tipo de
cultivo. En suma para un mejor conocimiento de nuestra población será esta una fuente
de mayor importancia juntamente con los libros de las parroquias. Los últimos datos del
siglo XVIII proceden del informe de la intendencia de Burgos hecho a petición del
ministro de Estado, conde de Floridablanca, en 1785. Hacinas figura en él como villa de
realengo e integrada en el partido de Aranda de Duero.
A partir de las reformas puestas en marcha por las Cortes de Cádiz, continuadas
a partir de 1821, comienza a fraguarse la primera división provincial que se consolida
en 1833. Diez años más tarde, en 1843, se generaliza el régimen municipal. Hacinas
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adquirirá ahora la independencia jurídica plena y empezará funcionar como
ayuntamiento constitucional. Pocos años después, entre 1845 y 1850, el liberal Pascual
Madoz nos proporciona diferentes datos de nuestra población en su “Diccionario
Geográfico-estadístico de España y sus posesiones de ultramar”: “las casas de que se
compone, están colocadas en grupos, son de inferior fábrica, excepto tres o cuatro de
labradores que tienen mejor construcción”. Nos dice que entre las casas y
construcciones “se encuentran los restos de un castillo que los moros edificaron sobre
un risco”. En ese momento ya existía la casa consistorial, había escuela de primeras
letras y que el cementerio estaba en torno del templo de San Pedro. Destaca la
existencia de dos fuentes de tipo romano “cubiertas de arcos de piedra sillar”. Además
de la ermita de Santa Lucía nos informa de “las ruinas de otra dedicada a Santiago,
cuya imagen fue trasladada a la parroquia”. Según nos dice “esta ermita se construyó en
celebridad de una batalla que se ganó a los moros en el campo llamado de Acoron que
está al NE de la villa”. Nos informa de la existencia de sendos puentes “el encimero y el
bajero”, situados en la zona de los huertos “en el riachuelo denominado Egete”. Desde
el punto de vista industrial el único elemento destacable es la existencia de un molino
que no hemos podido localizar, aunque la mención de cultivo de lino y cáñamo nos
lleva a pensar, como en tantas otras localidades, en una producción industrial doméstica
de uso propio. La producción global en reales era de 916.500 los suponían una base
imponible de 92.910 que daba una contribución de 5.144.
3.- Casco urbano: arquitectura popular y edificios auxiliares.
El primer elemento que llama nuestra atención en la visita a este lugar es que el
casco urbano se organiza en torno al farallón arenisco del antiguo castillo y el vallecillo
o vaguada que se abre entre éste y el otro altozano. La mayor parte de la población, la
más moderna, mira hacia el oeste buscando las laderas y la zona más llana del
emplazamiento rocoso en que se asienta. Por el contrario el núcleo más antiguo, en el
entorno del templo parroquial, en una zona de relieve más quebrado, mira hacia el este.
El casco urbano presenta una planimetría (ver foto aérea y plano) que no
responde a una tipología concreta sino que más bien parece que ha ido evolucionando
sin tener un orden o hito que lo defina siendo por tanto un tanto anárquico en su
estructura, suponemos que en gran parte debido a los desniveles entre unas zonas y
otras. Las calles siguen un rumbo errático sin que tengan un punto de partida
predeterminado que marque y defina al conjunto. Pese a ello sí se aprecia que hay una
calle dominante, seguramente la calle mayor de otros tiempos por donde pasaba el
camino real de Soria a Burgos, que tiene una orientación norte-sur con algunos matices.
La carretera actual entre estas dos capitales deja nuestra población a un lado y por tanto
su trazado no ha influido para nada en su configuración que sigue siendo el resultado de
siglos de existencia. Hay dos grandes bloques urbanos, el que se vertebra en las laderas
del castillo, la zona más norte, y el más moderno que se desarrolla de la zona alta del
otro cerro para desparramarse hacia la ladera oeste que mira hacia Villanueva de Carazo
y el imponte farallón de la mítica montaña de la Peña de Carazo.
La arquitectura de este núcleo de población se integra, según la clasificación de
Gracía Grinda, en la subcomarca de Salas dentro de la comarca de la Sierra de la
Demanda. Estamos en una zona de claro dominio de la piedra como material
constructivo, habitualmente la arenisca y en un núcleo agrícola y ganadero, más lo
segundo; por ello los tipos edificatorios más habituales son las pequeñas manzanas con
agrupaciones muy simples y sin patios interiores aunque a veces haya huertos y prados
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agregados a la edificación; a pesar de las transformaciones sufridas -porque muchas de
estas casas ya no son de ganaderos o agricultores sino segundas residencias de urbanos-,
esta mezcla de zonas construidas y prados o huertos se mantiene como se aprecia muy
bien en las fotografías aéreas y desde el privilegiado mirador del farallón rocoso donde
estuvo su origen (fotos aéreas / foto general del pueblo). En algunas zonas sí podemos
hablar de calles con un trazado más o menos rectilíneo, pero nunca de mucha longitud
(arpop 13 / arpop 21), y con frecuentes intersecciones con otras menores, a menudo con
ligeras pendientes (arpop 18). En varias zonas del pueblo vemos abundantes desniveles
entre unas parcelas edificatorias y otras (arpop 4) o entre unas calles y otras (arpop 24 /
arpop 26) que en ocasiones han obligado a acomodar un volumen constructivo a ello,
incluso haciendo que tenga una planta más por un lado que por otro y cubriéndola con
un tejado de vertientes desiguales.
Por tanto pueden diferenciarse, por un lado, manzanas de casas adosadas en
hilera definiendo una calle y, por otro, agrupaciones edificatorias que son un señalado
volumen por la superficie que ocupan, generalmente con tejado común aunque integren
dos o más viviendas e incluso alguna construcción auxiliar (arpop 10). En este ejemplo
que acabamos de citar existe también el casito o casillo, pequeña construcción muy a
menudo acodada a la vivienda, destinada a guardar leña, aperos de labranza de uso
frecuente o similar.
Un buen número de casas tienen planta y piso e incluso doblado y sus fábricas
son de piedra. Viéndolas nos resulta un tanto chocante la información que nos daba
Madoz de que las casas “son de inferior fábrica y no ofrecen comodidad alguna excepto
tres o cuatro de labradores que tienen mejor construcción”; ello puede ponernos en la
pista de que la mayoría de las que hoy vemos son construcciones de finales del siglo
XIX o primeros treinta o cuarenta años del siglo XX, algo que en muchas sí nos parece
perfectamente posible por diferentes rasgos que presentan, entre ellos muchas de sus
ventanas, como luego analizaremos. Esas casas de “inferior fábrica” de las que le
hablaron a Madoz sus informantes podrían ser de muros de emplenta o de irregular
mampostería sin apenas rejuntar y, además, de una sola planta, poco diferentes a las
tenadas de los animales. En Hacinas, a pesar de la transformación sufrida, todavía han
llegado a nosotros algunas que creemos fueron viviendas de este tipo aunque hoy día su
uso sea otro o simplemente estén abandonadas (arpop 17 / arpop 27). En una de éstas
que acabamos de indicar y en alguna más de este núcleo de población vemos una
solución muy sabia para que azote menos el viento, la lluvia o la nieve en el vano de
la puerta cuando, debido a la forma de agruparse las construcciones, éste debe abrirse
orientado hacia las zonas de mayor incidencia de estos agentes meteorológicos; nos
estamos refiriendo a la entrada en recodo (arpop 17 / arpop 20).
La piedra predominante es la arenisca, de colores grisáceos, dorados y más o
menos rojizos, destacando por su cromático veteado la utilizada en los sillares angulares
y de encuadre de vanos en una casa (arpop 12) en la que además el resto del muro es
una fábrica de mampostería cubierta con un grueso revoco blanco, resultando de todo
ello una obra que destaca por estos contrastes de color y, asimismo, por la configuración
armónica de su fachada. El grueso mortero de cal acabado en blanco como cubrición de
la mampostería vuelve a estar presente en algún ejemplo más (arpop 11 / arpop 18). De
todos modos en la mayoría de los casos –al menos tal y como los vemos hoy- ese color
blanco no aparece aunque la tónica dominante sí son calicantos gruesos que ocultan casi
por completo la fábrica pétrea (arpop 9 / arpop 14…).
En algunas casas el muro de la fachada está más cercano al sillarejo e incluso a
la sillería, pero los lugares preferentes de ubicación de la piedra labrada en sillares son
los ángulos de las construcciones y el encuadre de los vanos. De estos últimos vamos a
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analizar primero los que tienen función de ventanas; en las casas más antiguas suelen
ser de proporciones cuadradas, de pequeño tamaño y estar encuadradas por cuatro
grandes sillares que tienen muy bien labrada la cara que da hacia el vano y por el
contrario más irregular la que se introduce en el muro para conseguir mejor la trabazón
con la mampostería de éste (auxiliar / arpop 11 / arpop 18 / arpop 24). Un segundo
tipo, que vemos en casas que parecen ya construídas en los años 20 o 30 del siglo XX,
son ventanas más grandes de proporciones rectangulares, encuadradas por sendos
sillares de gran tamaño por la parte inferior y superior, pero por varios de tamaño y
forma diferente (de mayor o menor altura o anchura) en los laterales, dispuestos de
forma simétrica (arpop 12 / arpop 13). Finalmente en estas casas menos antiguas es
también muy frecuente un vano más rasgado a modo de balcón pero sin pretil saliente
respecto al muro, con la barandilla (que en muchos casos no existe) empotrada en él
(arpop 21 / arpop 9 / arpop 11 / balcón 5 / balcón 9). Ello no quiere decir que no
existan balcones volados que le dan un porte especial a la fachada, sobre todo si a su
presencia se unen otros rasgos de ésta (calidad de la piedra, articulación armónica de sus
elementos…etc (arpop 12 / arpop 13). Hay finalmente algunas ventanas y balcones con
detalles especiales de tipo decorativo (alzado 1 / balcón); otros con sus sillares de
encuadre en resalte sobre el plano del muro (arpop 22 / arpop 35 / balcón 8), motivos
decorativos e inscripción (HIZO ESTA OBRA ADRIAN OLALLA. EL COMPAÑERO
DE FRANCISCA GUTIERREZ. AÑO 1880) aunque estos últimos se hallan en un
muro completamente recompuesto.
Las portadas son adinteladas y aquellas que no han sido modificadas nos
ofrecen potentes dinteles de arenisca perfectamente labrados en todas sus caras, que
apean en los voluminosos sillares de las jambas; en éstos, al igual que los de las
ventanas, se labran muy bien la cara que da al vano y se deja más irregular la que tiene
que hacer trabazón con el muro de mampostería (puerta 1 / puerta 4 / puerta 7 / arpop
11). No vemos en esta localidad ningún ejemplo con doble dintel, ejerciendo el superior
funciones de descarga. En las construcciones auxiliares los grandes portones
normalmente llevan el dintel de madera y las jambas de piedra (auxiliares 2 / tenadas
8).
Los tejados pueden ser a dos o a cuatro aguas, predominando los primeros
(arpop 9 / arpop 10 / arpop 26 ) ; hay asimismo toda suerte de soluciones que no se
ajustan a estos dos modelos básicos cuando se trata de cubrir una manzana de
configuración no muy regular, sobre todo si las construcciones agrupadas son auxiliares
(auxiliares 2). Los aleros originales que se conservan son siempre de tejas superpuestas,
es decir, tejaroces. Sobre algunos de estos tejados vemos sobresalir aún las siluetas de
varias chimeneas de campana (arpop 17) que conservan más o menos la configuración
original (chimenes 4 / chimenea 5 / chimenea 6 / chimeneas) tal y como nos la describe
Torres Balbás: Para construir la chimenea se toman unas colondas (palos verticales) y
se entrelazan con cestería de ramas flexibles (bardas y bardones) de enebro o de
sabina; se recubre exteriormente de un escamado de trozos de teja, rematando con un
copete calado de madera
La estructura interna de la casa suele estar formada por una serie de pies
derechos de madera, en esta localidad muy a menudo el enebro o la sabina, sobre los
que descansan las vigas; ellas son luego las que soportan, trasversalmente las viguetas
sobre las que se levanta el piso superior y en su caso el doblado. Este esqueleto de
madera se aprecia exteriormente en aquellas casas que han perdido el revoco de su
mampostería o que posiblemente nunca lo tuvieron como ocurre en las construcciones
auxiliares Se aprecia también interiormente puesto que los muros medianeros entre las
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casas adosadas y los tabiques de compartimentación interna de las viviendas solían ser
de entramado de madera con relleno de adobe; incluso es las más antiguas (algo ya muy
difícil de encontrar aunque alguna localidad nos depare una sorpresa) era algo tan
simple como un encestado de ramas revocado con barro.
El piso inferior normalmente tenía un pequeño zaguán desde el que se accedía a
las estancias delanteras que muchas veces no solían ser vivideras sino tener funciones
de pequeño taller de trabajo, almacén de productos agrícolas o para guardar aperos,
leña…etc. A veces esta función en las viviendas serranas la cumplía una pequeña
edificación que suele recibir el nombre de casito o casillo, adjunta a la vivienda como
un volumen diferenciado de ella mucho más pequeño, tal y como lo vemos todavía en
alguna casa de Hacinas (arpop 10). Al fondo de la planta baja solían estar las cuadras
del ganado vacuno o caballar que se empleaba en las tareas de labranza. En el centro la
escalera con los primeros escalones de piedra, resguardada y defendida mediante una
puerta. En la planta superior la estancia principal era la cocina que, como en todas las
arquitecturas de montaña, jugaba aquí un papel trascendente. Es esta una estancia
amplia de planta cuadrada o cuadrangular en la que se inscribe un octógono que sirve de
apeo a la chimenea de campa de base circular. El hogar puede estar en el centro o
adosado a uno de los muros, con un elemento de madera giratorio sobre el que coloca el
“allar¨o “llar” del que cuelgan algunos recipientes. En los muros suele haber adosados
bancos con alto respaldo y una mesa plegable. La chimenea tradicional es de encestado
con palos verticales y un cuidado entramado de mimbres recubierto de arcilla. Por el
exterior está recubierta de tejas imbricadas. Reproducimos por su interés las
descripciones de Torres Balbás:
La cocina es siempre lo más esencial (….) a dos metros y
medio del suelo colocánse unos cargaderos que convierten la planta cuadrada en
octogonal, levantándose sobre ellos la campana, cónica, que cubre totalmente la
cocina, no tiene más luz que la que entra por la parte superior de la chimenea a través
de su copete de tablas. El ingreso a estas cocinas queda siempre cortado por un tabique
que hace de biombo y sirve al mismo tiempo que para evitar la entrada directa del aire,
de apoyo al hogar. En ellas suele estar el horno; la perezosa, mesa plegable a la pared;
el burro o soporte giratorio para tener la caldera; los escaños…etc. El elemento
esencial de estas cocinas, la chimenea, ya la hemos descrito anteriormente.
El resto del espacio podía estar organizado en salas con las correspondientes
alcobas o con otro tipo de compartimentaciones dando lugar a espacios de uso versátil.
Sí era muy frecuente que en el fondo de la casa, sobre las cuadras, se reservara un
espacio para almacenar hierba o paja, que se vertía directamente sobre la cuadra
eliminando en una parte el suelo-techo que las separaba; desde el exterior solía
introducirse a través de una puerta en altura que recibe el nombre de bocarón o butrón
(auxiliares 2 / emplenta 1). Cuando había desván solía ser diáfano, sin ninguna
compartimentación.
Como en la mayor parte de los cascos urbanos en Hacinas, junto a las viviendas,
encontramos edificios que convenimos en llamar auxiliares. Con frecuencia, adosados a
las viviendas hay establos o corrales, de una sola planta, a veces con cubierta a dos
aguas, con una puerta o veces portalón de dos hojas, que sirven para guardar el carro,
tener gallinas, a veces cerdos y en ocasiones cabras u ovejas.
En esta población en los extremos norte y noreste y sur y sudeste, en su zona
alta, han existido hasta tiempos recientes tenadas o apriscos para ovejas y cabras. Este
tipo de construcción tiene muros de piedra, sin revoco, una sola altura, puerta de
notables dimensiones, con doble hoja y sendos ventanucos a ambos lados. La cubierta
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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es a dos aguas y a veces hay un pequeño doblado para almacenar paja, hierba o lo
necesario para atender al ganado (auxiliares / auxiliares 2) De todas las maneras hay
algunas tenadas que se encuentran repartidas por la mayor parte del término municipal
(ver plano). Las tenadas, como hemos señalado estaban en los extremos del casco
urbano, buscando el exterior de la población. Los muros son de piedra, sin revoco, con
una puerta de considerables dimensiones en la fachada sur a veces con sendos
ventanucos. La cubierta habitual es a dos aguas, tanto las que están el pueblo como las
que vemos distribuidas por los montes, solas o en pequeñas agrupaciones de mayo o
menor entidad. Lo normal es que sirvan para guardar el ganado ovino o a veces el
caprino (tenadas / tenadas 8).
Un edificio documentado, como en la mayor parte de las localidades serranas, es
la fragua a la que se asocia o está cerca del potro. La fragua se compone de un fuelle,
hogar para calentar el hierro, yunque y un pilón de agua para templar las herramientas o
utensilios reparados o elaborados. El potro es una sencilla estructura de madera, de uso
público, preparada para herrar los animales de uso, bien para el trabajo o para el
transporte (foto potro)
También encontremos hornos y horneras, de propiedad pública y privada. Es un
edificio habitual en todos las poblaciones, generalmente de planta cuadrada, con un
horno fabricado de adobe en forma cónica, colocado sobre una plataforma de piedra. Le
acompañan la artesa o artesas donde se prepara la masa, un banco para depositar la masa
preparada para cocer y las palas. También hay un espacio para ubicar la leña que se
utiliza para calentar el horno. La boca del horno, donde se enciende inicialmente el
fuego, comunica con una chimenea para la salida de humos. Es un edificios que tiene
habitualmente cubierta a cuarto aguas porque suele ser una construcción exenta y de
planta cuadrada. Informaciones orales nos hablan de la existencia de ellos en Hacinas
pero no han llegado a nuestros días.
Otro de los elementos habituales son las fuentes. En el manantial hay una
estructura de piedra o cemento que sirve para la recogida del agua. A veces se canaliza
hacia unos caños que acaban por depositar el agua en un pilón. Es muy frecuente que la
fuente se vea cubierta por una estructura de piedra rematada interiormente en bóveda de
medio cañón y a dos aguas por el exterior, la fuente que denominamos de tipo romano.
En Hacinas tenemos documentadas tres fuentes, dos de las cuales son de tipo romano
(fotos fuentes) Los lavaderos suelen tener una pileta, de piedra o cemento, inclinada
hacia el interior, por donde corre el agua, como sucede en Hacinas, situado en una zona
bastante alejada de la población en dirección sur, hacia la dehesa. Habitualmente el
lavadero se hace junto a una fuente o manantial. En nuestra población se encuentra
camino de la dehesa, algo alejado del núcleo urbano, reconstruido recientemente y
aceptablemente tratado (foto lavadero).
Nuestra localidad conserva también el rollo, elemento que suele estar presente
en poblaciones con alguna entidad jurisdiccional, bien propia o de algún señor laico o
eclesiástico. En este caso es bastante sencillo, sin apenas motivos decorativos ni
inscripciones (foto rollo).
4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa.
4.1.- La parroquia de San Pedro
Este templo con su actual advocación no lo encontramos citado en la
documentación consultada y los únicos datos referentes a él son los seis capiteles que se
han conservado del primitivo templo románico, puesto que su gran mayoría ha
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desaparecido para dar paso al actual de estilo gótico tardío, siglo XVI y con otros
importantes elementos barrocos como la portada, torre y naves laterales levantados en la
segunda mitad del siglo XVII. Junto a estos restos escultóricos reutilizados, en la roca
cercana se detectan testigos de haber habido en ella una lugar de culto que se remataba
en una espadaña levantada en la parte superior de la roca. El templo parroquial actual se
asienta en la zona más elevada sobre lo que fuera necrópolis y estructura defensiva
como hemos indicado anteriormente.
El edificio actual es una construcción que consta de tres naves, con dos tramos
en las laterales y tres en la central –uno adelantado hacia el oeste sobre el que se alza la
torre-, además de la cabecera; tiene todas las características de un salón con dos cuerpos
adelantados: torre a los pies y ábside en la cabecera. La fábrica realizada en piedra
sillería, de cuidado aparejo isódomo, presenta varios momentos en su proceso
constructivo, claramente diferenciados. De un lado el ábside y la nave central, articulada
en dos tramos, están realizados con formas góticas tanto en las cubiertas como en la
traza. Sin embargo la torre y las naves laterales, pese a que tienen cubierta de formas
góticas, los arcos formeros de medio punto con su intradós acasetonado nos están
hablando otro lenguaje. De otra parte a los pilares anteriores, sólo abiertos a la nave
central, se les adosan pilastras cajeadas que sirven de arranque de los arcos fajones de
las naves laterales. A esta segunda etapa de obras responde también la portada abierta el
mediodía, cobijada bajo un ceremonial arco de triunfo con su interior acasetonado.
La torre corresponde con el primer tramo de la actual nave central,
Exteriormente se organiza en dos cuerpos, macizo el primero, con excepción de la
ventana del muro occidental y la escalera de acceso desde el exterior adosada al norte.
El cuerpo superior es el de las troneras, dos en cada cara, formadas por arcos de medio
punto. En el interior el primer cuerpo es un tramo de la nave central y se aboveda con
crucería de terceletes al igual que las naves laterales levantadas al mismo tiempo. Al
muro sur de la cabecera se adosada la sacristía, espacio de planta rectangular que se
cubre con bóveda de medio cañón; pese a ello y a ciertos aires retardatarios parece que
es una obra levantada en el siglo XVII.
Este templo, tal como lo vemos en la actualidad, nos parece obra de dos
momentos. La primera parte, la nave central con dos tramos y la cabecera con
contrafuertes prismáticos en los ángulos, por las formas de los arcos, el tipo de bóvedas
de terceletes y su factura creemos que es un trabajo que bien podemos catalogar de
tardogótico, concluido ya en el siglo XVI. En el arco triunfal se reutilizan unos cuidados
capiteles románicos, que bien pudieran haber pertenecido al anterior templo, tal vez
situado en el mismo lugar y destruido para levantar el actual. A la segunda etapa de
obras pertenecen la gran portada y la torre así como las dos naves laterales, las pilastras
adosadas a los restos de los pilares entregados del templo precedente, que hablan un
lenguaje clasicista y manierista.
Uno de los elementos más significados es la portada abierta en el primer tramo
de la nave meridional o de la epístola. El conjunto se cobija y enmarca en un cuidado
arco de medio punto de intradós acasetonado que permite retranquear el muro al que se
adosa la portada propiamente dicha. Ésta arranca de un pequeño zócalo que sirve de
apeo a las cuatro columnas estriadas de orden toscazo que articulan tres calles, más
ancha la central donde está el vano de acceso al templo y la única que presenta un
segundo cuerpo enmarcado por pilastras cajeadas que cobijan la hornacina con la talla
del apóstol titular. En los laterales del primer cuerpo se inicia un frontón triangular
partido mientras el segundo se remata con uno curvo asimismo partido. Las pirámides
rematadas en bolas que se suelen denominar de tipo escurialense completan los
elementos definitorios de esta portada. Estamos ante una notable construcción cuyas
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trazas, diseño y sentido de proporción corresponde a las mejores obras del mundo
barroco en la línea de otras portadas como las de Poza de la Sal y Villacastín (Segovia).
El maestro que la diseña y realiza es un buen conocedor de los gustos y formas
imperantes. Nos parece uno de los fieles seguidores de las mejores pautas del barroco
castellano cuyas formas perviven hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVII.
Esta obra se data el año 1686 según consta en una cenefa colocada bajo las peana de la
monumental escultura de San Pedro en la cátedra.
Un volumen muy significado en el conjunto del templo es el ábside de planta
ligeramente rectangular cuyas trazas responden a pautas góticas en todos sus extremos
aunque parece una obra realizada ya en pleno siglo XVI. El mismo arco triunfal, la
tipología de los pilares y las formas de las bóvedas nos inclinan hacia esta hipótesis.
Estamos ante una de las partes más antiguas del templo que quizás, juntamente con los
dos tramos de la nave central, sea lo que nos queda del templo gótico remozado
profundamente a lo largo del siglo XVII.
* Descripción y análisis de los capiteles románicos.
Al que damos aleatoriamente el número uno está parcialmente destruido, pero
aún se puede ver un animal fabuloso, colocado de perfil y ejecutado en medio relieve.
El animal tiene cabeza de ave con pico muy encorvado, una pequeña cresta muy carnosa
y cuerpo mitad de ave con alas y mitad de reptil, con ostentosa cola cubierta de
escamas cuidadosamente realizadas. La coloca entre las patas, cuyas garras se apoyan
fuertemente sobre el collarino. Dirige su mirada hacia el ángulo donde se afronta con
otro animal similar a él. Tiene todas las características formales de los basiliscos según
aparecen descritos en los bestiarios medievales y luego representados en época
románica.
Es un relieve bajo con los volúmenes bien definidos y separados del
tambor. Bien modelado, acabado cuidado, pero sin que sea muy detallista y minucioso.
Composición armónica, simétrica, de grandes calidades plásticas y buen dominio del
espacio escultórico.
El segundo es un capitel de mayor volumen que el precedente, con tres caras
decoradas y probablemente ubicado en el primitivo arco triunfal, o en un arco fajón. En
la cara izquierda vemos un león de perfil que apoya sus garras sobre el collarino y
camina con elegancia y solemnidad hacia el ángulo. Sobre él se encarama un hombre
que le agarra por el cuello de manera violenta como si quisiera matarlo. Es Sansón que
lucha con el león, al que terminará dando muerte. El juez bíblico viste túnica corta que
ciñe a la cintura y le llega hasta media pierna, muy pegada al cuerpo con pliegues muy
someros y de escasa plasticidad. Posee una cabellera que cae hacia la nuca realizada
partiendo de una raya central, con mechones sueltos, completamente lisos y bastante
largos. Las facciones de la cara son duras y angulosas, sobre todo los pómulos y la
barbilla. Relieve bajo, cercano al medio, ejecutado de perfil, volumen bien definido,
composición solemne, armónica y cargada de serenidad y equilibrio.
En la cara central escenifica la lucha de un hombre con un león. El animal se
encarama sobre el caballero que va vestido con cota de malla que le cubre cabeza y
cuerpo hasta media pierna, calza largos borceguíes e incorpora asimismo un casco de
forma cónica sobre su cabeza. Con la mano izquierda sostiene un largo escudo
puntiagudo, colocado delante buscando la protección de las garras del fiero animal. El
felino se levanta sobre las patas traseras y se encarama sobre el escudo, sobre el que
coloca una pata delantera y otra de las traseras, al mismo tiempo eleva el rabo de forma
airosa y elegante hasta la parte superior, en un deseo de imprimir más fuerza y violencia
a la escena. Tiene la boca completamente abierta, en una clara expresión de fuerza y
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amenaza. La espada que el caballero sostiene con su mano derecha se clava en el cuello
y en las fauces. El cuadrúpedo presenta ojos saltones, almendrados, bien definidos por
los párpados, orejas pequeñas en estado de alerta y una larga melena que cubre todo el
cuello realizada a base de mechones sueltos, desordenados, ligeramente ondulados y
que terminan describiendo elegantes y airosos bucles. Nos parece estar ante la lucha del
caballero y el león, expresión en esta ocasión de la pugna entre el bien y el mal.
En la cara derecha, la parte más deteriorada de este capitel, aún se puede ver la
cabeza de un hombre con barba y una larga cabellera que cae hacia la nuca de manera
elegante y airosa. Viste túnica y manto que llegan únicamente hasta media pierna
permitiéndonos ver los borceguíes que calza. Coloca las manos juntas y con ellas sujeta
un objeto, parece ser un bastón. Está colocado de perfil y dirige su caminar hacia la
esquina. Es posible que formara escena con alguno de los capiteles que faltan.
En conjunto estamos ante un relieve bajo pero bien excavado con lo que las
figuras parecen despegarse del equino. La labra es dura y angulosa, el acabado poco
detallista pero ambos de una gran expresividad y calidad plástica. El escultor ha sabido
dominar el espacio acomodando al mismo el relieve que se mueve con elegancia,
expresión clara de su buen oficio.
El tercero son dos águilas que apoyan sus garras sobre el collarino, adosan sus
cuerpos al fondo y luego vuelven el cuello y cabeza para terminar afrontadas. Tienen
las alas desplegadas creando una escena y composición airosa y con pleno dominio de la
escenografía y espacio escultórico.
En el cuarto vemos dos animales colocados de perfil, apoyan sus patas en el
collarino, se afrontan y adosan los cuartos delanteros en el ángulo. Uno de ellos es un
león que levanta el rabo hasta la parte superior que acaba transformado en un tallo
rematado en una flor con los pétalos completamente abiertos. El otro tiene cuerpo de
ave, cola de reptil y cuello de lo mismo, elementos propios del dragón. Describe una
elegante y airosa incurvación hasta poder afrontarse con el león. De la base del capitel
nace un grueso tallo que termina en la parte alta transformado en un frondoso árbol de
hojas dobladas, entreabiertas y ejecutadas con un exquisito cuidado y bello trepanado.
Son figuras realizadas con un relieve bajo, casi medio, claroscurista, de un acabado
poco detallista. Uno de los elementos más significativos de este capitel es la
composición plena de dinamismo, armonía y perfecto dominio del espacio plástico.
En el número cinco de los ángulos y de la base del capitel nacen dos hojas de
acanto, que se ramifican en varios pétalos a partir de un grueso nervio central que hace
las veces de eje de simetría del conjunto. El tallo central va decorado con un cuidado
perlado, ejecutado a bisel, cincelado que resalta aún más al mismo. Las hojas se van
multiplicando formando una verdadera maraña vegetal. En la cara central nace otra
hoja, se eleva y acaba describiendo unos elegantes caulículos con un fruto, flor de
pétalos abiertos. El relieve es bajo, realizado a bisel, cincelado, de un acabado detallista
y de notable plasticidad. Al igual que en el capitel anterior uno de los elementos más
logrados es la composición en la que se significan el dominio del espacio plástico, el
juego de planos, la perfecta armonía entre las partes y la elegancia del conjunto.
Es seis es un capitel de menor tamaño que el precedente, tiene una cara decorada
y parece pertenecer tal vez, lo mismo que los números uno, tres y cuatro, a una
hipotética portada o ventana del templo románico. De la base nace una gruesa hoja de
acanto con significado nervio central y completamente lisa. Esta penca acaba en la parte
superior describiendo un elegante caulículo que sustenta triple fruto de airosas formas y
cuidado trepanado. El relieve es bajo, la labra dura, vemos que se excava el relieve
buscando resaltar el volumen y una vez más uno de los logros más señalados es la
composición.
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De los seis capiteles únicamente dos de ellos parece que pudieron estar
colocados en un arco triunfal o fajón. El tamaño y la forma de los restantes nos hacen
pensar en equinos de ventana o portada sin que se pueda ir más allá pues no
conservamos ninguna estructura de la iglesia románica. El tipo de relieve, composición
y técnica de labra nos inclina a pensar que todos fueron realizados por miembros de un
mismo taller y tal vez sean obra de una misma mano. Las formas, temas y conceptos
plásticos utilizados los ponen en relación con el mundo artístico del románico pleno que
tiene como referencia más significativa el trabajo del “expresivo culto” silense.
Entendemos que estamos ante una obra que se debe datar en la segunda mitad del siglo
XII realizada por escultores que tal vez también trabajaron en la última etapa de obras
del claustro inferior de Silos.
Hay una noticia, transmitida de generación en generación, de la existencia de
otro templo en el cerro opuesto al que ocupa la actual parroquia, al que acudían los
vecinos a “campaña tañida”, es decir, a la llamada del municipio. Es asimismo posible
que los capiteles y restos románicos conservados pudieran venir de él.
A pesar de que estos capiteles son un elemento muy parcial y fuera de contexto
del templo románico de Hacinas, vemos trabajar en ellos a un artesano con buen
dominio del oficio en diferentes motivos, todos ellos muy habituales dentro del estilo.
Los motivos vegetales se reducen a las hojas de acanto labradas de dos maneras:
de un lado las del capitel número cinco que forman un haz de hojas muy cercanas al
acanto clásico, con grueso nervio central del que nace todo el entramado
distribuyéndolas de una forma elegante, jugando con el trepanado y el volumen hasta
crear una cuidada composición; y de otro la del número seis, una sencilla penca, surcada
por un nervio central, completamente lisa que acaba doblada sobre sí misma y en una
flor de tres pétalos doblados, con airoso trepanado y de una gran calidad ornamental.
Seguramente una de las virtudes más reseñables en el trabajo de este tema sea la forma
hábil y elegante de componer y la calidad plástica del conjunto.
El repertorio de animales lo integran el león, un tipo de ser fabuloso al que
convenimos en denominare dragón y las águilas. El primero lo vemos luchando con
Sansón, afrontado a un ser fabuloso (dragón) o encaramado en lucha con un caballero.
El artista siempre los coloca de perfil, realiza un cuidado modelado del cuerpo y tienen
un aire realista. La escenificación de las águilas responde a los usos y concepción
estética del amplio mundo nacido en torno al “expresivo culto” silense.
También vemos la figura humana formando una escena: la de Sansón
desquijarando al león y la del caballero, vestido a la usanza medieval, luchando con un
león que se encarama sobre él y al que clava la espada por la boca. No podemos
identificar y especificar de qué escena formó parte, si ello fue así, el personaje que
parece caminar ayudado de un cayado. El trabajo de la figura humana responde a
arquetipos que los artesanos de este taller interpretan con poca habilidad pero siempre
con un gran dominio del oficio.
Se puede afirmar de forma general que el relieve es bajo pero con tendencia a
separarlo del fondo excavándolo hasta lograr sugerir el volumen y el espacio en el que
se mueven los temas. Los componentes de este taller dominan con bastante acierto la
técnica tanto de labra como de composición por lo que saben jugar con recursos
técnicos como el trepanado, los ritmos, huecos y planos para lograr un trabajo de buena
factura y de plasticidad más que aceptable. El espacio que presenta el equino no es un
problema en su trabajo pues lo dominan y saben acomodar con acierto los temas al
mismo. El acabado se hace de una forma expresionista jugando con la labra dura y el
modelado de mayor finura. Esos extremos los vemos en la forma de ejecutar las
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cabelleras, el entramado de las hojas y los pliegues de las vestiduras. En ningún caso
hace alarde de un trabajo cuidado y miniaturista pero imprime al trabajo la suficiente
calidad como para significar bien los aspectos concretos que le interesan: vestido,
pliegues, mechones, ojos o las plumas.
* Arte mueble
En la iglesia parroquial de San Pedro nosotros vimos cinco retablos. El
primero es una fábrica de madera policromada que consta de banco, un cuerpo, tres
calles y remate, con la advocación de San Antonio de Padua. La ornamentación es de
rocalla y sus trazas indican que estamos ante una obra de estilo barroco de comienzos
del siglo XVIII. Destacamos la talla de madera policromada de Cristo crucificada de
estilo y formas góticas. En la actualidad sólo queda esta talla mientras que el retablo ha
desaparecido.
El numero dos, bajo la advocación de la Virgen del Rosario, consta de banco
con tres netos, un cuerpo, tres calles con hornacina en la central y remate de forma
rectangular y ornamentación vegetal. Es una obra que por las formas que presentan las
columnas y la ornamentación parece de la segunda mitad del siglo XVIII.
El número tres es el retablo mayor que se adosada al muro este del ábside. Es
una estructura de madera dorada, con abundante ornamentación de rocalla vegetal que
todo lo invade y que consta de banco dividido en tres netos, un cuerpo de gran
desarrollo, tres calles con las correspondientes hornacinas rectangulares y ático.
Destaca el sagrario expositor, la talla central de San Pedro en la cátedra y los lienzos en
los que se representan algunos pasajes de la vida de este mismo apóstol. Es una obra
que nos parece se realizó en la primera mitad del siglo XVIII.
El número cuatro se adosa al muro este de la nave de la epístola. Presenta
formas muy similares al número dos: es de madera dorada y consta de banco, un cuerpo
con hornacina central trilobulada y remate. Este retablo está colocado bajo la
advocación de Cristo crucificado. Según leemos en el banco: “ESTE RETABLO SE
DORÓ EL AÑO 1751”. Según nos informa Madoz, la escultura de Santiago
Matamoros, procede de una ermita dedicada a Santiago, levantada para conmemorar la
victoria sobre los musulmanes en la batalla de Hacinas, ermita de la que a mediados del
siglo XIX sólo quedaban ruinas.
El número cinco, adosado al muro sur de la nave de la epístola, es similar
número uno, pero el titular ahora es San Roque. El retablo se doró el año 1753 según
consta en una inscripción pintada. Al lado del retablo vemos un crucifijo procesional
que recuerda a los de la escuela de Gregorio Fernández.
Otro elemento significado es la pila bautismal románica. Es una cuidada pila
rematada en el característico zarcillo y el resto ornamentado con hojitas lanceoladas
colocadas en forma imbricada. El pie corto descansa en una base cuadrangular con
garras en los ángulos. Las medidas son de 105 cm. de diámetro por 84 cm. de altura. Por
sus características de labra, volumen y formas podemos situarla en la segunda mitad del
siglo XII con claras similitudes con otras del entorno como las Carazo, Canicosa,
Palacios, Castrillo, etc.
4.2.- Ermita de Santa Lucía.
La mítica ermita de Santa Lucía, ubicada junto un yacimientos prehistórico y
cuevas excavadas en roca donde parece pudo haber ermitaños, es un templo de planta
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de salón o basilical, organizado en tres naves, con cubierta de armazón de madera,
parhilera, muros de piedra sillería, cabecera cuadrangular, sacristía adosada al muro sur
y portada abierta también al mediodía (ver croquis). Los arcos fajones y formeros de
medio punto arrancan de pilares de plana cuadrada. En la actualidad se cubre con falsas
bóvedas de ladrillo y yesones. La portada recuerda un arco triunfal rematándose en un
pequeño frontón con estructura avenerada. Tanto la fábrica de los muros, como la
cornisa de la cabecera y la propia portada hablan un lenguaje formal barroco pero de la
segunda mitad del siglo XVIII. Las sucesivas reformas e intervenciones han hecho de
este templo una obra de aires y formas más bien neoclásicas.
De la antigua ermita de Santiago, como hemos indicado, sólo queda la imagen en ella
existente y la memoria de que e mediados del siglo XIX aún se veían las ruinas, en el
paraje llamado “Acorno”, situado al noreste de la población, en dirección hacia Castrillo
de la Reina.
5.- El mundo de la cultura inmaterial.
a) Algunos de los ritos del ciclo vital.
Uno de los elementos existentes en toda el área estudiada son las celebraciones y
festejos que tienen relación con el ciclo vital, con frecuencia envueltas en tradiciones
religiosas más o menos recientes que buscan darles un valor cristiano o católico.
El primero de los hechos que tiene un tratamiento especial es el nacimiento y
bautismo. Al muchacho recién nacido, y en tiempos modernos, se le inscribía en el
registro de la iglesia y cristianaba al día siguiente de haber nacido. El niño, vestido con
una indumentaria propia de la ceremonia, era llevado a la iglesia por los padrinos. A la
puerta salía a recibirlo el sacerdote, quien hacía los rezos y gestos adecuados, según el
ritual católico-romano, para exorcizar al pequeño. Con posterioridad, con unos cirios
encendidos portados por los padrinos, era introducido en la iglesia y en pequeña
procesión se dirigían hasta el baptisterio. Una vez allí hacía el pertinente interrogatorio a
los padrinos sobre sus intenciones y las obligaciones que contraían, para concluir
preguntándoles sobre su deseo de bautizar al pequeño, con el “¿Vis baptizare…?”, a lo
que los padrinos debían responder “Volo”. Hacía -lo sigue haciendo- el signo de la cruz
con los óleos en el pecho, espalda y cabeza del infante, para luego derramar agua sobre
su cabeza haciendo la señal de la cruz imponiéndole al mismo tiempo el nombre;
finalmente tocaba la cabeza del recién bautizado con un gorro o paño blanco. Viene
luego la recogida de los datos por escrito en el correspondiente libro en presencia de los
padrinos.
La fiesta popular viene a continuación pues a la salida de la iglesia era frecuente
que los padrinos lanzaran a los asistentes regalos, dulces era lo habitual, como expresión
de alegría y celebración comunitaria. Dado que con frecuencia los bautismos solían ser
los domingos o en algunas fiestas, la asistencia de los habitantes del pueblo era lo
normal y por tanto esta fiestas popular, más bien de la gente menuda, tenía mucho
arraigo.
La madre no asistía al bautizo pues lo normal era que la mujer, cuando daba a
luz, guardara lo que se denomina “cuarentena”. Durante cuarenta días la mujer tenderá a
desaparecer de la vida pública, bien para recuperarse o a la espera de ser nuevamente
recibida por la comunidad en una ceremonia religiosa. El día señalado, la mujer con su
retoño en brazos, acudirá a la iglesia con una vela y un pan o similar. A la puerta saldrá
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a recibirla el sacerdote que encenderá la vela, bendecirá a la madre y al niño y les
introducirá en el templo. En el momento del ofertorio, la madre acudirá con su hijo, la
ofrenda y la vela encendida, siendo recibidos en ese momento por la comunidad
mediante unos rezos y ceremonia apropiada.
Por su parte la mujer, después del parto, permanecerá en cama unos ocho días,
siendo alimentada con caldos de pollo y chocolate. Su incorporación al trabajo de la
casa e incluso del campo no tardará mucho en producirse.
El noviazgo y la boda son otros momentos importantes en las comunidades
rurales de la Sierra de la Demanda. Hasta tiempos relativamente recientes los
matrimonios se concertaban entre los familiares, padres u otros ascendientes. A partir de
ese momento se veían los novios en determinadas circunstancias y festejos públicos.
Había en todo caso una petición de mano y de recepción oficial del novio en la nueva
familia, la de la novia.
Una vez que había transcurrido un tiempo prudencial, que se aproximaba al año
o a veces más, se procedía a los acuerdos y transacciones entre las familias. La boda iba
precedida de las amonestaciones, tres en total, que leía el sacerdote en la iglesia en la
misa principal. Además de leer los nombres de los futuros esposos preguntaba a los
presentes si había algún impedimento para que el matrimonio se pudiera celebrar. La
última de las amonestaciones tenía lugar una semana antes del enlace matrimonial.
La boda propiamente dicha tenía dos partes diferentes: la ceremonia religiosa y
los festejos del convite. El segundo lo preparaban ambas familias con todo cuidado.
Había una comida que a veces se prolongaba durante tres o más días y casi siempre se
acompañaba de música: tamboril, gaita, a veces rabel, acordeón o instrumentos de
viento. La música acompañaba a los novios desde su casa a la iglesia, ante todo a la
novia, y luego amenizaba la comida y el baile posterior. La ceremonia religiosa,
habitualmente con misa, se ajustaba al ritual católico romano. Los invitados eran
habitualmente los allegados de los novios, algunos familiares lejanos, a veces el cura, el
secretario y el sacristán.
El otro componente del ciclo vital, que cerraba el ciclo de la vida, era la muerte
y lo que le acompañaba. La muerte de un vecino se anunciaba mediante repiques de
campana diferentes según se tratara de un hombre, una mujer o de un infante. Había un
velatorio durante el que los familiares invitaban a comida, una concreta para la ocasión,
a los que acudían a expresar sus condolenciass.
El sepelio era más bien una demostración de camaradería de cara a los vivos por
lo que participaba toda la comunidad. De un lado los cofrades, compañeros de cofradía
del finado, que tenían obligación de asistir y portar cirios, bajo pena de multa caso de
ausentarse. De otro estaba la población en general que por solidaridad acompañaba a los
familiares en ese terrible trance. En las poblaciones de menor entidad el cura,
acompañado de los monaguillos y sacristán, acudía a la casa del velatorio a recoger el
cadáver para conducirlo, entre rezos y cánticos a la iglesia. Una vez recibido en ella se
oficiaba la misa de difuntos, con mayor o menor solemnidad según la riqueza o
importancia social del finado. Una vez concluida, en procesión precedida por la cruz y
los ciriales, se llevaban al muerto al cementerio. Antes de depositar el cadáver en la
tierra se rezaba o cantaba un responso.
Hasta mediados del siglo pasado la costumbre era llevar el difundo con un
simple sudario, colocado sobre unas parihuelas y así depositarlo directamente en la
tumba.
En algunas localidades era frecuente una comida en casa del difunto a la que
asistían ante todo los familiares que habían venido de lejos o de pueblos cercanos. Pero
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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con frecuencia también participaban en ella otras personas de la localidad. Era un ágape
de gran significación, de acogida y de recuerdo al finado.
Era frecuente que los familiares, además de las misas de entrada y salida,
tuvieran una sepultura en el templo. Allí se colocaba un pequeño mantel blanco, con
velas o velones y en ocasiones con ofrendas denominadas en algunos lugares “bodigos”.
Al concluir la misa el sacerdote iba a rezar un responso, recibiendo a cambio una
ofrenda, en tiempos más recientes en dinero pero con anterioridad en especie. Los
familiares guardaban luto, muy riguroso, al menos un año. Era costumbre en algunas
localidades que durante la misa dominical se colocaran en primera fila al lado de los
velones.
b) Fiestas, tradiciones, costumbres…
La cultura inmaterial, para algunos el mundo del folklor, forma parte de la
memoria colectiva. Las tradiciones, festejos, decires, usos, canciones y un largo etc.
forman parte de un mundo ancestral que no resulta fácil recuperar. Todo ello tiene que
ver con la vida misma, las creencias, la cultura y la manera de sentir y expresarse.
Por convicción, uso, costumbre o tradición, las gentes del lugar participaban en
los distintos momentos del año litúrgico lo que siempre se ha interpretado como
expresión de religiosidad. Sea cierto o no, la verdad es que muchas fiestas tienen un
añadido o sobrepuesto religioso a tradiciones mucho más antiguas que acabaron por ser
anuladas en parte por las supuesta creencias o celebraciones religiosas. Se puede afirmar
que todas las fiestas y celebraciones presentaban casi siempre un contenido, al menos en
lo formal, religioso. Incluso en esta tierra se celebraban las Navidades y Reyes. En
muchas localidades tiene especial relieve los Inocentes y las inocentadas. A veces, como
en Barbadillo Herreros, se hacía una representación del nacimiento ante el portal con
personajes como el ganadero , los pastores, zagales, el mayoral, el rabadán y un coro.
Para la ocasión existen los correspondientes textos.
Hasta fechas muy recientes -en algunas poblaciones aún subsiste- la vida de las
gentes se regía y ordenaba por los toques de la campanas o campanas: los toques de
oración – al comienzo y final del día-, el toque de mediodía, el redoble de los muertos u
otros acontecimientos. Las gentes de cada población conocían el significado de los
distintos toques por la forma de ejecutarlos. Es muy frecuente en casi todas las
poblaciones el “Tente nublo, tente tú, que Dios puede más que tú” que se ejecutaba para
ahuyentar la tormentas.
De las fiestas populares de esta tierra destacamos las marzas, cantadas con
variantes en la puesta en escena, la noche última de febrero que es el paso a marzo, con
todo el valor simbólico que hay detrás. También se celebra en muchos lugares Santa
Águeda, con cánticos, toque de campanas, petición de recompensa y con posterioridad
celebrando una merienda entre los mozos. Otra señalada es el pingar el mayo, hecho
que tenía lugar el domingo primero del mes bien con el esbelto tronco de un árbol que
concedía el ayuntamiento. Los sanjuanes tenían relación con la fiesta del solsticio.
En la mayor parte de los pueblos se celebraba de forma especial el ciclo de la
Pascua Mayor. Daba comienzo la Semana Santa con la procesión de Ramos. Los ramos
llevados a la procesión, bendecidos, se colocaban luego en los balcones, ventanas u
otros lugares para protegerlos de cualquier mal. Tradicionalmente se celebraban la
procesión del mandato (Jueves Santo), los oficios de tinieblas (Viernes Santo); este
último día eran muy tradicionales las carracas u otros instrumentos de madera para
anunciar los festejos. La celebración de las tinieblas, ya al atardecer, además de los
rezos y las canciones populares, se hacía con fuertes golpes y produciendo un ruido
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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notable con diferentes objetos, entre los que destacaban las susodichas carracas. El
Domingo de Resurrección completaba la Semana Santa con la procesión del encuentro,
común a muchas poblaciones.
En la mayor parte de las poblaciones de la zona de la Demanda se celebraban
otras festividades de cierto sabor popular como las Candelas, el día de la Purificación
en que se bendecía a las mujeres que habían dado a luz hasta esa fecha. Por Santa
Isabel en muchos lugares se engalanaba la portada de la parroquia y las casas de las
novias, las enramadas. También han tenido gran arraigo popular las celebraciones del
Corpus, la Ascensión y la Virgen del Carmen. En todo caso las más populares y
anheladas fueron y siguen siendo las fiestas mayores que se celebran en diferentes
fechas predominando las de la Virgen y San Roque. También tiene mucho predicamento
la fiesta de acción de gracias, con la advocación de alguna Virgen o santa: Santa Lucía
en Hacinas, Virgen del Sol en Carazo, Costana en Barbadillo de Herreros… En la
actualidad las fiestas mayores que no se celebraban en el verano se han cambiado para
hacerlas coincidir con la presencia de mayor número de gente, los veraneantes, en su
mayor parte originarios del pueblo. Tendremos ocasión de ir viendo en cada lugar lo
que ha sucedido y cuáles fueron las fiestas patronales y las de mayor arraigo.
En las tradiciones populares también se celebraba de forma especial la memoria
de los difuntos, sobre todo con una especial significación la noche de Todos los Santos,
con el toque de campanas o de difuntos. Los mozos rezaban el rosario y luego se
reunían a cenar. El día de difuntos se repartía el galacho a los asistentes o mozos
animeros que eran unas ofrendas en la iglesia. En Navidades se pedía el aguinaldo.
Se celebraba San Blas, cuyo báculo se pasaba por las gargantas para sanar los
problemas o evitarlos. Las romerías son muy frecuentes destacando entre todas la de
Valpeñoso (Villaespasa y Jaramillo Quemado), Santa Lucía (Hacinas), Santa Julita, San
Juan de Ortega, Las Navas, Nuestra Señora de Mamblas y las advocaciones locales de
cada población. Por San Marcos, 25 de abril, se bendecían los campos y ya casi en
junio tenían lugar las letanías.
Los niños celebraban sus fiestas de carnaval, las “carnestolendas”, el jueves de
todos, que los niños y niñas pedían por las casas con unas canciones adecuadas a la
situación, con pequeñas variantes según la población. En la mayor parte de los pueblos
se celebraban estas fiestas, disfrazándose y con alguna frecuencia con la presencia de la
vaca romera y la tarasca. Hay otras tradiciones como la de los gallos con variantes
según la localidad pero con un tronco común.
En los carnavales se acostumbraba, por parte de los más acomodados de las
poblaciones, a vestir traje antiguo, con usos y formas particulares en cada lugar. Ese
traje consistía en calzón y chaqueta cortos adornados con botones o monedas de plata,
medias de lana, abarcas y sombrero de fieltro. De esa guisa contemplan la aventura de
matar el gallo suspendido de una cuerda con los ojos vendados. En muchas
poblaciones de nuestra zona la costumbre de matar el gallo, colgado de las patas de una
cuerda se solía celebrar también el día de San Juan. En este caso los mozos a caballo
trataban de descabezarlos con la mano premiando a quien lograra tres cabezas. En la
población que ahora nos ocupa se mantienen determinadas tradiciones en las fiestas de
carnaval.
Una costumbre popular bastante arraigada eran las rondas de los mozos. Estos
iban acompañados de algún personaje de mayor o menor significación. En Barbadillo de
Herreros a este personaje de aspecto grotesco le llamaban “cachidiablo”. Vestía traje de
colores a manera de payaso: verde, rojo y naranja. La cabeza la cubría y embellecía y en
las piernas y brazos llevaba cascabeles que hacía sonar a ritmo a compasado o todo lo
contrario. Su misión era dirigir la danza y formar el corro y sacudía con el bastón que
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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llevaba a quienes se acercaban. Es igualmente importante la danza guerrera, conocida
como de los palos. Los danzantes chocaban los palos al ritmo de la música.
Se celebraban de forma especial los acontecimientos más trascendentes de la
vida (el nacimiento -bautismo-, la boda y la muerte) como ya hemos visto
anteriormente. De la misma manera se hacían presentes, bajo signo religioso, los hechos
más importantes del año en cada comunidad con variantes según se dedicara a la
agricultura, ganadería…etc. El Catastro de la Ensenada del siglo XVIII -año 1752- se
hace eco con frecuencia de todo ello. El ciclo vegetativo es el que significan muchas de
las celebraciones religiosas que se distribuyen de un forma ordenada siguiendo el
calendario litúrgico. Es algo muy similar a lo que veremos sucede en la mayor parte de
las poblaciones de la zona, a ambas vertientes de la Demanda, bien que con algunas
variantes no significativas.
La fiesta principal de la villa de Hacinas es la romería de Santa Lucía, en
realidad la acción de gracias. Da comienzo el tercer sábado de septiembre siendo el
festejo principal el domingo, pero los gentes del lugar la prolongan hasta el lunes. En
realidad es una celebración de la comarca pues a la misma acuden gentes de todos los
lugares, tanto desde los pinares, la tierra de Lara e incluso de la Ribera del Duero. Era el
momento de cumplir las promesas, de hacer entrega de las rentas en la ermita y al
mismo tiempo de adquirir los aperos de labranza, cencerros, cestos … por parte de los
campesinos de los pueblos del entorno. La fiesta tiene se punto álgido en el desfile
procesional de la imagen de la santa, acompañada de grupos de danzantes que bailan al
son de la dulzaina y de la caja a la que seguirá la misa mayor.
En otros tiempos a ello seguían las compras y la comida junto a los carros de
cada cual de las familias al completo. Las vísperas de media tarde ponían punto final a
la romería y empezaba el regreso a las respectivas aldeas.
En esta tierra se vive con fuerza la épica y la leyenda que se confeccionan en
torno a la ermita de Santa Lucía y a la desmochada torre ubicada sobre el risco situado
al lado de la actual iglesia parroquial. Se suman a lo que el poema de Fernán González
relata de la lucha en la batalla de Hacinas contra el temible Almanzor. Es tradición que
en Hacinas los hacinaron, en referencia a la gran derrota que sufrieron las huestes del
caudillo cordobés, que supusieron la retirada hasta Calatañazor con Almanzor herido de
muerte, quien acabaría muriendo en la fortaleza de Medinaceli el año 1002. Luego de
haber quemado y saqueado San Millán de la Cogolla y a su regreso sufrir la gran derrota
en tierras de Hacinas.
Junto a esa leyenda y mundo épico, en la que se mezclan la fantasía y algunos
hechos históricos debemos significar igualmente la de los Infantes de Lara. Esta leyenda
época, confundida a veces con la realidad histórica, incluso por Ramón Menéndez Pidal,
se completa con dos hechos más: el lugar donde están las cabezas y los cuerpos. Las
primeras, según la tradición popular y algo más, deben estar depositadas en la iglesia
parroquial de Santa María en Salas de los Infantes, en el lado del evangelio. Esa urna ha
sido abierta en diferentes momentos, el 12 de diciembre de 1579, el 9 de octubre de
1846 y la última el 9 de julio de 1924 con la presencia del cardenal Benlloch. En todos
esos momentos se ha acreditado la presencia de ocho cabezas, las de los infantes y la de
su ayo Nuño Salido. Los cuerpos de los ocho están depositados en el atrio del
monasterio de San Millán de la Cogolla, en la iglesia de Suso. Es esta una de las
leyendas más arraigadas en las tierras de la Demanda, sostenida con fuerza tanto por las
gentes de Salas como por la de Lara, en cuyo salón de plenos han estado colocados unas
pinturas al óleo con los bustos de los ocho. El tiempo ha demostrado que todo ello
forma parte de la leyenda pese a los esfuerzos por convertir en histórico y señor de Salas
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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a Gonzalo Gustios, quien engendrara a Mudarra González de una mora relacionada
familiarmente con Almanzor, vengador de la afrenta según otra de las leyendas de la
zona. Esta pone incluso lugar y fecha a la venganza.
La épica y la leyenda quieren que en la ciudad, título que le llega a través de un
documento falso, parece que gestado en el entorno del monasterio de San Pedro de
Arlanza, el fabuloso Gonzalo Gustios construyera un palacio con una sala para cada uno
de los hijos en donde oía caer todos los días las fatídicas piedras que le recordaban la
sangrienta muerte de sus hijos. Incluso se da medidas de la susodicha construcción;
siete metros de altura en la fachada meridional que formaba un paralelogramo de 64
metros de largo por 60 de ancho, de norte a sur. El acceso al palacio se hacía a través de
una portada en la fachada oriental. Según nos indica Domingo Hergueta “La entrada
principal la tenía hacia oriente, en un lienzo que ha desaparecido, pues se ha de advertir
que un señor, administrador del Duque de Frías, dueño del edificio, llamado Molinero,
se apropió de la plazuela que había en esta parte y tiró, en línea recta, una pared nueva
desde la torre del homenaje, de unos 16 metros de altura, que se conservó hasta cerca
del año 1890…Cerca de este torreón del sur, y en la parte de adentro, se nota un
arranque de un arco, y tocando con él, una ventana, con la circunstancia que su vano
solo penetra hasta la mitad de este muro sur que, como los demás, es de 1,30 metros de
grueso…De esta edificio ruinoso sólo se conserva típico, para apreciar la antigüedad,
una serie de aberturas, saeteras o buitreras en la parte inferior de los muros, que acaso
antes, cuando los rodeaba un foso, aparecían más altas, y dos entradas o puertas que se
distinguen una en el ángulo sur con el poniente y otro en el poniente con el norte, que
afectan en el interior un arco de transición del románico al gótico, que nos van más allá
del siglo XII y ambas tapiadas.”Según quieren algunos Gonzalo Gustios fue también
señor de Hacinas, por lo que la población se siente vinculada con la trágica leyenda.
Otra leyenda, en la misma población de Salas, a un kilómetro hacia el este,
quiere recordar a Doña Lambra o Alambra. El recuerdo son unas marcas que su caballo
hizo en el lugar en el momento en que era perseguida por sus enemigos. Para librarse de
ellos dió un bote tan imponente que desde aquí fue a parar a las aguas de la laguna
Negra donde ambos yacen sepultados. Domingo Hergueta nos dice que nos dice que
estaban bien trazadas en el suelo de piedra.
c) Canciones.
Al acerbo común ha aportado la villa de Hacinas un amplio elenco de canciones,
de variada significación y oportunidad, como tendremos ocasión de poner de
manifiesto.
El cancionero popular burgalés es amplio y ha tenido una feliz resurrección a
través de la monumental obra de Miguel Manzano, que de alguna manera recupera las
tradiciones, las inmortaliza en el pentagrama y se hace eco de los trabajos precedentes,
sobre todo de Federico Olmeda, Agapito Marazuela, Manuel García Matos, Domingo
Jergueta y tanto otros. La obra susodicha nos ha servido para recoger algunas de las
canciones, vinculadas a diferentes tradiciones, usos y costumbre de esta tierra.
Canciones de Ronda (del reinado).
Estamos ante unas canciones en las que el texto y la música aparecen muy
compenetrados. En este caso hace referencia a una tradición muy extendida que eran las
rondas del reinado, que se hacían desde San Andrés hasta Enero, en Villanueva de
Carazo, Carazo, Hacinas, Contreras y muchas otras poblaciones de la Demanda. Es un
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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tipo de letra y melodía muy repetitiva. Con frecuencia detrás de ellas hay un gran
lirismo. La ronda puede expresar el sentir del rondador hacia una determinada moza, lo
hace cuando tiene la seguridad de ser correspondido por miedo al ridículo o a los
decires. Pero también puede ser una canción mucho más genérica en la que no haya
nada personal hacia la moza a la que se ronda. La ronda puede ser la de policía, que se
hace dando un paseo por las calles y no sólo frente a una casa concreta, como la
anterior.
Unas veces las rondas son individuales, de un grupo de mozos, que con ocasión
de fiestas o tradiciones, se dedican a rondar. En suele estar con alguna frecuencia la del
cortejo, pero puede haber también chanzas o bromas. Unas las cantan todos a coro por
la calle y otras son solos de la persona que ronda a su moza.. Cuando las rondas son
colectiva, los textos están codificados y son siempre los mismos que todos conocen. UN
ejemplo característico de esta ronda colectiva, es la del reinado a que aludimos con
anterioridad. En este caso había una junta, con varios cargos, siendo el mayordomo el
principal, que se encargaban de organizar las rondas y de velar porque todos cumplieran
las normas y se recitasen las canciones establecidas.
Hacia la Inmaculada se nombraba el rey y la reina, con frecuencia una pareja
casada que no tuviera hijos. Al mismo tiempo se elegía al alcalde de mozos o
mayordomo, dos contadores, dos “cachivarros” que iban pidiendo por las casas, un
cocinero y un alguacil. A las puertas de las casas cantaban siendo la canción adecuada a
la condición de la casa bien hubiera mozas, viudos, viejo, casados jóvenes etc. Los
normal es que cada año se compusieran nuevas canciones y los vecinos solían dar vino,
morcillas u otros alimentos para que luego lo festejaran los mozos o no tan mozos.
También se elegía guardador del rey y de la reina. El de la reina la debía seguir a todas
partes para que no le arrebataran el pañuelo y el del rey también para que guardar la
bandera acreditativa de su reinado.. Cuando alguien conseguir arrebatar el pañuelo o la
bandera, el guardador debía pagar media cántara d vino para el resto de los mozos. Se
cantaba fundamentalmente en tres ocasiones: Noche Buena, Noche Vieja y la noche de
Reyes. Todos los mozos debían cantar una canción independientemente de la voz que
tuviera. Era una buena ocasión para gastar bromas. Una vea concluido el reinado, el día
23 de Enero, San Ildefonso, se rifaba la bandera. Cada año los mozos debían costear
una nueva. Esta celebración solían coincidir con las fiestas de los quintos que
acostumbraban a tener fiesta y baile todos los domingos y fiestas desde el 8 de
diciembre. En Santo Domingo de Silos a las fiestas tradicionales se unía la de Santo
Domingo, el 20 de diciembre. También se podía cantar, en día sin especial significación
si así lo decidía la junta de mozos. Como dijimos con anterioridad es esta una tradición
con sus cánticos, letras y rondas que se extendía por la mayor parte de los pueblos de la
Demanda. Es una forma de celebrar las fiestas navideñas que en ocasiones, como en
Carazo y otros se acompañaban de fiestas patronales, la de Santa Eugenia el día 29 de
diciembre.
Las rondas iban acompañadas de instrumentos musicales, que con frecuencia se
reducía a instrumentos de percusión que permitían el mantenimiento de un ritmo. Uno
de ellos era el conocido como “tambor de mozos” que era de uso exclusivo de los
hombres. Utilizan también almireces, botellas, cajas o redobles, a veces dulzaineros,
triángulos, tarrañuelas de madera, carraccas o cualquier instrumento que sirviera para
hacer ruido y mantener el ritmo vivo de las canciones. Las rondas son las del reinado, en
el tiempo navideño, de las marzas, del mayo, San Juan y San Pedro como tónica
dominante. A veces como en Castrillo de la Reina, en Carazo y otros pueblos se
ajustaba la música desde la Inmaculada hasta después de Navidad. En Contreras el
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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reinado duraba desde Navidad hasta Reyes. Este festejo, con unas grandes similitudes
era común a la mayoría de los pueblos de la Demanda.
d) Algunos de los trabajos y actividades.
Dado que en la mayor parte de las poblaciones la ocupación principal fue
durante mucho tiempo la agricultura, un instrumento tradicional es el arado. Hasta la
década de los cincuenta del siglo pasado, con algunas variantes, se utilizó masivamente
el conocido como arado romano. El trabajo de la tierra con el arado se hacía con bueyes,
vacas serranas y en ocasiones con burros, machos o mulas y a veces con caballos. Otro
de los instrumentos de trabajo y acarreo era el carro. Este vehículo, tirado por bueyes o
mulas, presentaba pocas diferencias entre unas zonas y otras. La mayor diferenciación
estaba en las carretas madereras, de ruedas más pequeñas, mucho más estrechas que los
carros de uso local, tiro más largo y casi sin cartolas. El sistema de tiro y la manera
uncir a los animales era muy similar. De una forma se uncía a los bueyes y vacas y de
otra diferente a las caballerías.
La siega de cereales se hacía masivamente a mano con la hoz. Por el contrario
para la siega de hierba se utilizaba el dalle o guadaña.
Lo segado se recogía en gavillas, atadas con vencejos de centeno o con cuerdas.
Se apilaban luego en los tresnales, que tenían forma piramidal. Así preparados se
procedía al transporte desde la tierra a la era para la trilla. La siega tenía lugar desde
finales de julio hasta finales de agosto e incluso primeros días de septiembre.
La trilla era otra de las actividades principales del año. Para ello se utilizaba el
trillo. Era una estructura de madera con piedras cortantes en la su parte inferior. Tirado
por bueyes, vacas, mulos o burros, dando vueltas y guiado por una persona se acababa
por separar y triturar la paja del grano. Con posterioridad había que beldar. Esta tarea se
hacía bien a mano con horcas y palas o mediante beldadoras movidas a mano. Así se
separaba el grano de la paja.
Un trabajo habitual en algunas localidades era la realización del carbón vegetal.
Habitualmente se utilizaba la encina, donde no la había también a veces se utilizó el
roble. Tenemos noticia de que se hacía en Hortigüela, Jaramillo de la Fuente, Tinieblas,
Iglesiapinta, Ura, Retuerta, Quintanalara… Esta actividad era un trabajo colectivo,
habitualmente de familia, en el que las mujeres tenían unas tareas y otras los hombres.
Unas veces se hacía a las afueras de las poblaciones y en otras en pleno bosque.
La primera tarea era la corta de la leña y la limpieza de las ramas pequeñas hasta
dejar los palos que debían servir para hacer el carbón. Esta tarea se llevaba a cabo en el
otoño e invierno. Una vez que está la leña, viene la preparación del túmulo para hacer la
“cocción”. Desde una base que lo levanta del suelo se prepara una estructura que se
cubre de piedras y barro dejando respiraderos laterales y el más importante y
trascendente en la parte superior, denominado ojo o cocota, por donde se irán
introduciendo los palos, leña de encina habitualmente, para ir rellenando el interior. Una
vez encendido se irá consumiendo a fuego lento. Para impedir que se queme se controla,
incluso se echa agua si no funciona correctamente y además el proceso de la “hurga”,
introduciendo más palos hasta rellenar lo más posible se ralentiza y controla la
“cocción”. La labor suele durante entre quince y treinta días. La tarea final es la de tirar
el horno, recoger el carbón vegetal y con posterioridad llevarlo a los puntos de venta o
consumo.
En muchas de las localidades de la zona de la Demanda tenemos noticias tanto
por la información de las gentes del lugar como por los topónimos del cultivo de
cáñamo y del lino. Ello dio lugar al trabajo de los tejedores, en los correspondientes
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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telares. Rara era la localidad que no tenía uno o varios telares cuya producción se
destinaba al consumo local. De esa actividad quedan algunos telares, de trabajo
completamente manual. En algunos lugares hay asimismo noticia de la existencia de
batanes para dar apresto a estos tejidos: en Vizcaínos, San Clemente del Valle,
Garganchón, Covarrubias, Salas de los Infantes y Pradoluengo.
Otra actividad era el trabajo de la lana. Esta actividad era propia de las mujeres y
se hacía casi exclusivamente para el consumo familiar. Una vez lavada y cardada la lana
se procedía al hilado que se hacía bien con la rueca y el huso o a veces se utilizada el
carro movido con el pie. Era frecuente que este trabajo, esencialmente femenino, se
hiciera en compañía de otras mujeres, en los denominados hilorios, o en las amplias
cocinas de campana al amor de la lumbre. Los instrumentos (huso, rueca, carda y el
carro), los encontramos en todas la localidades.
En la zona de Pradoluengo, la transformación de la lana y de otros productos,
dieron lugar a una actividad industrial desde la Edad Media. Ello acabó en la
conformación de una industria textil que ha llegado hasta nuestros días. De todas las
maneras no es lo habitual.
Los talleres de carpintería u otras actividades, eran frecuentes en muchas
localidades. Trabajaban muebles, tablas, arados, carros, bolos del juego, escobas, cestos.
Otro trabajo era el de los canteros y albañiles. Los primeros se dedicaban a la
construcción y al trabajo de la piedra. Lo normal es que el cantero, al menos algunos,
fueran algo más que picapedreros y en su actividad tuviera que ver con la carpintería.
Por ello no es infrecuente que junto al trabajo de la piedra hiciera labores de carpintero,
no necesariamente de ebanista. Era normal que el cantero llevara a cabo todos los
trabajos de la construcción y por tanto hiciera al mismo tiempo de albañil, montando
toda la estructura interna de las viviendas: maderamen, tabiques, suelos, enlucidos y el
acabado de las cocinas y otras estancias de la casa.
El herrero con su fragua era quien recomponía las rejas de los arados o las hacía
de nuevo cuño. También fabricaba clavos y los herrajes que necesitaban los carros o
carretas, el aro de hierro para las ruedas de éstas, las cerraduras, las llaves, los cuchillos,
las herraduras de los animales, las hoces, las guadañas o dalles y todo un sin fin de
utensilios de uso frecuente entre las comunidades agrícolas o ganaderas de estas tierras.
Sólo en algunos lugares, como Barbadillo de Herreros, esta actividad adquirió un mayor
porte y acabó por convertir a algunas ferrerías o ferrones en industrias que abastecían de
hierro a mercados muy lejanos. En esto caso la actividad del trabajo del hierro y la
existencia de las herrerías y fraguas está ya documentado desde la época medieval en
toda la zona
No es infrecuente que encontremos en muchas localidades el topónimo “tejera”.
Es con frecuencia el indicio y la evidencia de donde estuvo ubicada esta actividad. No
está en todas las localidades pero este trabajo se suele dar donde hay arcilla apropiada
para modelar y cocer las tejas curvas y algunos ladrillos. Lo más habitual es que esta
actividad se dedicara al consumo local pero en algunos lugares llega a tratarse de una
actividad mucho más amplia e industrial para abastecer a un área más amplia. Asociado
a la tejera estaba el cacharrero, que solían vender su producto no sólo en la localidad
que los realizaba sino en un área bastante amplia.
También hay campaneros, actividad que requería un horno y un taller
especializado, relojeros, que atendían, a partir del siglo XVIII, los relojes de los iglesias
o ayuntamientos que existían en la mayor parte de las localidades.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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6.- Material gráfico y planimetría aportados.
Fotografías:
Generales del municipio.
Casas más representativas.
Templo.
.
Croquis:
Croquis del conjunto y foto aérea.
Croquis del templo parroquial y de otros edificios religiosos.
Total: 93 imágenes.
7.- Bibliografía.
AA.VV. (2002) Enciclopedia del románico en Castilla y León. Burgos. Caja Duero,
Salamanca. Cuatro vol.
AA.VV. (1992) Tierra Lara. Estudio Antropológico Social. Diputación de Burgos,
Burgos.
AA.VV. (1992) Historia de Burgos III. Edad Moderna (2). Caja de Burgos, Burgos.
(1999) Historia de Burgos III. Edad Moderna (3). Caja de Burgos, Burgos.
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provincia de Burgos. Diput. De Burgos, Burgos.
ABASOLO, J. A. y GARCIA ROZAS, M. R. (1980) Carta Arqueológica de la
provincia de Burgos: partido judicial de Salas de los Infantes. Diput. De Burgos,
Burgos.
ALVAREZ BORGE, I. (1987) Feudalismo castellano y el libro Becerro de las
Behetrías: la Merindad de Burgos. León.
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Meridional. Los territorios entre el Arlanzón y el Duero, siglos X al XIV”. I
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BILBAO LÓPEZ, G. (1996) Iconografía de las pilas bautismales. Ed. La Olmeda.
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Ámbito viajero. Valladolid.
ESCALONA MONGE, J. (1995) Transformaciones sociales y organización del espacio
en el alfoz de Lara en la Alta Edad Media. Tesis doctoral inédita, defendida en
septiembre de 1995 en la Universidad Complutense de Madrid. Es el trabajo más
completo, documentado y novedoso que se haya realizado hasta el presente sobre este
período histórico del entorno histórico de Santo Domingo de Silos, pues hace un
planteamiento general desde la Edad del Hierro hasta el siglo XI.
“Análisis de las estructuras territoriales del sudeste del Condado de Castilla:
perspectivas de investigación”. I Jornadas Burgalesas de Historia, Burgos
(1990), pág. 541-555.
“Algunos problemas relativos a la génesis de la estructuras territoriales de la
Castilla Altomedieval”. II Jornadas burgalesas de Historia, Burgos (1991)
pág.489-506.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
27
“Problema metodológicos en el estudio de los centros de culto como elemento
estructural del poblamiento”. III Jornadas burgalesas de Historia, Burgos (1992),
pág. 573-599.
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Hacinas: cabecera del templo parroquial.
Hacinas: iglesia parroquial y campanario antiguo en primer término.
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Hacinas: nave central del templo.
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Hacina: portada del templo parroquial.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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Hacina: ermita de Santa Lucía, fachada meridional.
Hacinas: arquitectura popular.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Hacinas: arquitectura popular.
Hacinas: arquitectura popular.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Hacinas: arquitectura popular.
Hacinas: arquitectura popular.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Hacinas: arquitectura popular, lavadero.
Hacinas: arquitectura popular, tenada.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda.
Hacinas: picota o rollo.
Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.
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