Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo DIRECTOR Javier Cepeda Morrás SUBDIRECTOR Francisco Javier Andrés González COORDINADORES DE LA SERIE Alfredo Montoya Melgar Enrique Sánchez-Izquierdo Nieto SECRETARÍA Subdirección General de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Agustín de Bethencourt, 11 28003 Madrid Telf.: 91 363 23 45 Fax: 91 363 23 49 Correo electrónico: [email protected] Internet: http://www.mtas.es COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Castelló Boronat Carmen de Miguel y García Lucía Figar de la Calle José Marí Olano Antonio Luis Martínez-Pujalte López Elena Sánchez Pérez La Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales no se responsabiliza de las opiniones expresadas por los autores en la redacción de sus artículos. Se permite la reproducción de los textos siempre que se cite su procedencia. RET: 03-2.078 Edita y distribuye: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Subdirección General de Publicaciones Agustín de Bethencourt, 11. 28003 Madrid NIPO: 201-03-002-2 ISSN: 1137-5868 Depósito legal: M-12.168-1998 Diseño cubierta: CSP Diseño interior: C & G Imprime: Solana e Hijos, A.G., S.A. Telf. 91 610 90 06 Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo CENTENARIO DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES SUMARIO PRESENTACIÓN, Eduardo Zaplana Hernández-Soro, 7 EDITORIAL, Alfredo Montoya Melgar, 11 I. ESTUDIOS Recordando al Instituto de Reformas Sociales. Adolfo Posada, 17 El Instituto de Reformas Sociales: un empeño conciliatorio entre dos ciclos revolucionarios. Carlos Seco Serrano, 27 El Instituto de Reformas Sociales: su explicación como consecuencia de la economía de la Regencia de Doña María Cristina de Habsburgo. Juan Velarde Fuertes, 39 El Instituto de Reformas Sociales y los orígenes de la Sociología en España. Enrique Martín López, 55 El reformismo social en los orígenes del Derecho del Trabajo. Alfredo Montoya Melgar, 81 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 3 Los Proyectos de Ley de Contrato de Trabajo del Instituto de Reformas Sociales. (En especial en cuanto a los privilegios salariales). Manuel Alonso Olea, 109 El Instituto de Reformas Sociales como precedente del Consejo Económico y Social. Jaime Montalvo Correa, 115 El Instituto de Reformas Sociales en el origen de la Inspección de Trabajo. Fermín Rodríguez-Sañudo, 119 En los orígenes de la Administración sociolaboral: del Instituto de Reformas Sociales al Ministerio de Trabajo. Gerardo Marraud González, 141 La descentralización en la Reforma Social: especial referencia al Instituto de Reformas Sociales. Juan Gil Plana, 167 II. DOCUMENTOS A. Relación de propuestas, peticiones, proyectos y normas, 205 B. Normas básicas del Instituto de Reformas Sociales, 217 4 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES Presentación Presentación EDUARDO ZAPLANA HERNÁNDEZ-SORO* L aa presentación de este volumen de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociaales supone para mí una especial satisfacción, no sólo por la calidad y rigor científico de asu contenido, características habituales de esta revista, sino también por tratarse de un homenaje al Instituto de Reformas Sociales, con motivo del centenario de su nacimiento. La creación, en los albores del siglo XX, del Instituto de Reformas Sociales simboliza, sin duda, uno de los aspectos centrales de la evolución del Derecho y del Estado contemporáneos. En efecto, en aquellos momentos la legislación laboral emergente era escasa y, además, de muy limitada aplicación. Y la participación del Estado en el ámbito de las relaciones laborales y económicas no había adquirido todavía carta de naturaleza. Fue el Instituto de Reformas Sociales el que marcó el inicio de una nueva etapa, en la que los poderes públicos irían asumiendo progresivamente como una responsabilidad propia la garantía del equilibrio en las relaciones laborales y el avance en la cohesión social y en el bienestar de los ciudadanos. Desde entonces hemos avanzado mucho. Hoy contamos con una legislación laboral avanzada, con un modelo de protección social fuerte y consolidado, y con una Constitución que recoge una extensa tabla de derechos sociales y económicos, muchos de ellos dotados de rigurosas garantías jurídicas. Pero precisamente la conciencia del extraordinario progreso que hemos logrado en estos cien años nos invita a volver la vista atrás, y expresar nuestro reconocimiento a una iniciativa que –como el Instituto de Reformas Sociales– fue pionera en España y en Europa. Además, algunos de los principios básicos que inspiraron al Instituto de Reformas Sociales continúan teniendo vigencia hoy, como ejes indispensables de una política social adecuada. Me refiero, concretanente, a la participación institucional de los agentes sociales y económicos, y a la importancia del estudio y la investigación científica como sólido fundamento de las políticas emprendidas. El Gobierno apuesta siempre por el diálogo social como marco de todas las reformas e iniciativas en el ámbito social y laboral. Y la experiencia de los últimos años demuestra que el diálogo social es un factor básico de confianza y estabilidad, que son condiciones esenciales para el crecimiento económico y la generación de empleo. El diálogo social constituye, en suma, la más eficaz herramienta de progreso. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 7 PRESENTACIÓN Y junto al diálogo social, el rigor en las decisiones, que es consecuencia del estudio y de la reflexión, especialmente necesarios cuando se trata de dar respuesta a retos nuevos que plantean las cambiantes circunstancias sociales. Buen ejemplo de este modo de proceder es la reciente creación, en el seno del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, de sendos Comités de Expertos que van a abordar dos importantes desafíos de futuro: la responsabilidad social de las empresas, y la cobertura de las situaciones de dependencia. Dos temas centrales del actual debate social europeo, sobre los que el Gobierno ha querido, antes de adoptar sus propias decisiones políticas y legislativas, requerir de expertos y especialistas una labor de análisis y propuesta. Enlazamos así con la más genuina tradición de la labor que desarrolló, a inicios del siglo XX, el Instituto de Reformas Sociales. Porque, sin duda, la experiencia del pasado constituye una valiosa aportación para la construcción del futuro, Análisis del pasado y propuestas para el futuro se conjugan también en las colaboraciones publicadas en este volumen, con el que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales quiere contribuir a la conmemoración del nacimiento del Instituto de Reformas Sociales, y por las que quiero expresar mi más sincera gratitud a todos sus autores. EDUARDO ZAPLANA HERNÁNDEZ-SORO Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales 8 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES Editorial Editorial ALFREDO MONTOYA MELGAR* E n la magna obra del reformismo social ocupa un lugar preferente la creación del Instituto de Reformas Sociales en 1903. Cien años después, resulta ilustrativo volver la vista hacia aquella institución, las ideas que la inspiraron y los frutos que de ella brotaron. Haciéndolo, se cumplirá además el anhelo que expresaba uno de los hombres más eminentes del Instituto -Adolfo Posada-, en el momento triste de la desaparición del organismo: «al alejarme de él me consolaba pensando que algún día se haría justicia a su obra…». Precisamente, este número especial de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (serie Derecho del Trabajo) se configura bajo el propósito de recordar y reconocer esa obra, extraordinaria desde tantos puntos de vista, en el centenario de la creación del Instituto. Se inician los estudios que componen el presente número con un viejo y clásico estudio del propio Adolfo Posada, publicado originariamente en 1930, y en el que el ilustre profesor de Oviedo rememoraba, junto a la génesis del Instituto, sus aspectos orgánicos y funcionales, su espíritu y su obra, la personalidad de las grandes figuras que lo inspiraron. Nos ha parecido éste un testimonio de autoridad directísimo, vivo y emocionado, muy adecuado para introducir al lector en el estudio de los restantes artículos, éstos sí redactados expresamente para integrarse en el presente volumen. El catedrático y académico Carlos Seco Serrano inicia su estudio aludiendo a la existencia, en el primer tramo de la época contemporánea, de dos ciclos revolucionarios: el burgués y el proletario. El autor considera un espejismo la diferenciación radical entre moderados y progresistas a cuyo tenor estos últimos se habrían encontrado más próximos a los intereses obreros; por el contrario, mientras que los moderados reconocieron en diversos momentos el asociacionismo obrero, los progresistas dieron muestras repetidas de falta de entendimiento del problema social, disolviendo en distintas ocasiones las asociaciones obreras, desplegando una política favorable a los intereses patronales y propugnando el abstencionismo estatal ante la cuestión social. Precisamente fue la decepción causada en el movimiento obrero tras la revolución de 1868 la que decantó a aquél hacia la Internacional y su concepción abiertamente refractaria a la alianza obrera con los partidos políticos. En fin, son los prohombres de la Restauración (Cánovas, Moret…) quienes se preocupan realistamente de la cuestión social, creando un clima de tolerancia que, por ejemplo, permitió la fundación del Partido Socialista. En Cánovas, Canalejas y Dato –los tres víctimas del anarquismo– se perfilan las ideas intervencionistas que habrían de plasmarse institucionalmente en el proyecto de Instituto del Trabajo y en el Instituto de Reformas Sociales. El catedrático y académico Juan Velarde Fuertes traza el cuadro económico en el que se enmarca la aparición del Instituto, un cuadro caracterizado por la depresión mundial de la que fue excepción notable el caso alemán, en el que concurrieron el expansionismo internacional, el creci- ** Catedrático de la Universidad Complutense. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 11 EDITORIAL miento industrial y el proteccionismo y la cartelización. Si el nacionalismo expansionista germano no tuvo pendant en el difícil momento histórico de la Regencia, sí encontró eco en España el ideario proteccionista de Von List y los socialistas de cátedra; proteccionismo con ribetes de aislamiento económico, que casaba bien con el temperamento pesimista de Cánovas y que, por otra parte, contribuía con su política arancelaria a mejorar la situación de nuestra Hacienda pública. En fin, los problemas de desarrollo de la economía de la Regencia desembocaron en una fuerte conflictividad social frente a la que se irguió la idea maurista de la «revolución desde arriba». La interacción sociedad-conocimiento científico propia del panorama español del siglo XIX es analizada, desde la perspectiva del nacimiento de la Sociología, por el catedrático Enrique Martín López. La necesidad de conocer los problemas reales como presupuesto de la acción legislativa se encuentra en la base de los estudios sociológicos que se organizan en los inicios del reformismo social. El autor destaca la importancia de la labor de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en esta materia, así como la de otras instituciones: seminarios diocesanos, Ateneo-Casino Obrero de Valencia, y, desde luego, ya desde el plano de la Administración pública, la Comisión de Reformas Sociales y el Instituto de Reformas Sociales. Al tiempo, resalta la obra de sociología empírica impulsada por personalidades como Azcárate y Posada, en la línea emprendida en informaciones europeas previas y coetáneas, sin olvidar los trabajos de Alvarez Buylla, Bernaldo de Quirós, Marvá, Salillas, Sanz Escartín o Sangro. En nuestro artículo examinamos las conexiones entre cuestión social, reformismo social y legislación del trabajo, señalando los difíciles comienzos de las reformas, tan apartadas de las propuestas colectivistas como del «laissez faire» social y laboral. Centrándonos en el movimiento intervencionista estatal, estudiamos las distintas instituciones en las que éste se quiso plasmar: la Comisión de Reformas Sociales, el fallido Instituto del Trabajo, y, por último, el Instituto de Reformas Sociales. El estudio aborda los aspectos orgánicos y funcionales de estas instituciones así como los contenidos jurídico-laborales de su labor. El estudio de Manuel Alonso Olea merece un comentario especial. Es un trabajo histórico, no ya por su contenido, sino por su significación doctrinal y humana: se trata del último estudio que escribió el gran catedrático y académico, Maestro del Derecho del Trabajo español. Don Manuel falleció el pasado 23 de febrero de este año 2003; el estudio, redactado cuando ya padecía la enfermedad que había de poner fin a su vida, me lo remitió el 15 de febrero, ocho días antes de morir. Fui testigo de cómo, durante su breve estancia hospitalaria, encontraba tiempo para ocuparse del tema propuesto, que él, siempre cumplidor diligentísimo de los plazos académicos, tenía especial empeño en realizar. Acompañando a su hija Rosina, tuve ocasión de llevarle la Ley de Relaciones Laborales, que necesitaba consultar (y que aparece citada en el artículo). En aquella oportunidad –9 de enero de 2003– me anticipó –y pocos días después me confirmó, ya en su casa–, con la precisión y el entusiasmo que ponía en todo cuanto hacía, el propósito de su trabajo; a saber: examinar en su decurso histórico el importante tema de los privilegios salariales, para demostrar que había sido el proyecto de Ley de Contrato de Trabajo del Instituto de Reformas Sociales de 1904 el que había marcado el verdadero punto de ruptura en tal materia entre la vieja legislación civil y mercantil y la emergente legislación laboral. Elevándose a lo general, el maestro señala en su último estudio «hasta qué punto las elaboraciones del Instituto de Reformas Sociales están en la base de cambios fundamentales en nuestro Derecho del Trabajo». Para la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, de la que el Profesor Alonso Olea fue asiduo colaborador, en esta etapa y en las precedentes (en el lejano 1955, la entonces «Revista de Trabajo» publicaba un artículo suyo que había de tener gran resonancia: Sobre si la persona jurídica puede ser trabajador), es todo un símbolo que las últimas páginas escritas por el gran maestro de nuestro Derecho del Trabajo sean éstas que aparecen en el presente número. La Revista se honra con esta publicación póstuma del gran jurista y gran servidor del Estado, que desempeñó en el Ministerio de Trabajo muchos y relevantes cargos: Letrado del Instituto Nacional de Previsión, Director General de Empleo y de Jurisdicción Social, y Presidente del Tribunal Central de Trabajo. 12 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR El catedrático y Presidente del Consejo Económico y Social, Jaime Montalvo Correa, dedica su colaboración a poner de relieve los puntos de contacto entre dicho ente y el Instituto de Reformas Sociales. Enmarcando su estudio en el contexto histórico-político de la Restauración, el autor señala la singularidad que supuso el hecho de que el Instituto incorporase a su estructura la participación de obreros y patronos; una colaboración que hoy parece obvia –y que está, junto con otras representaciones, en la base del actual Consejo Económico y Social– pero que a principios del siglo XIX chocaba con una tradición obrero-patronal de confrontación. En tal sentido, el Instituto puede considerarse como precursor del Consejo, toda vez que uno y otro parten del principio de la representación institucional de intereses sociales y económicos diversos; asimismo, ambos entes han puesto de manifiesto la interrelación de los problemas sociales, económicos y laborales y la bondad del método que procede a su estudio riguroso con carácter previo a la posible adopción de medidas legislativas. El catedrático Fermín Rodríguez-Sañudo aborda en su artículo, tras recordar el panorama general que actúa como telón de fondo histórico del reformismo social –la Monarquía liberal plasmada en la Constitución de 1876, el inicio de nuestra industrialización en una economía predominantemente agraria–, sitúa a la acción inspectora en materia laboral en el contexto de la institucionalización de las reformas sociales. El autor examina las iniciales dudas sobre si el poder sancionador en lo laboral habría de discurrir por la vía penal o la administrativa, y centra su análisis en la organización por el Instituto de Reformas Sociales de la Inspección del Trabajo en 1906. En tal sentido, el estudio pasa revista a cuestiones como el ámbito de la actuación inspectora, la organización territorial de la Inspección, el estatuto jurídico del personal inspector, la actuación inspectora y específicamente el procedimiento sancionador, etc. Sin dejar de reconocer los limitados efectos prácticos que, lógicamente, tuvieron las primeras actuaciones inspectoras, el autor pone de relieve cómo éstas fueron el origen indispensable del gran desarrollo de la Inspección de Trabajo en nuestro país. El ideario político reformista como inspirador del Ministerio de Trabajo, y las causas que dilataron la aparición de éste a favor de una estructura orgánica distinta (centrada en el Instituto de Reformas Sociales) es objeto del estudio del consejero técnico del Ministerio Gerardo Marraud González. Para el autor, la desaparición del Instituto no fue tanto consecuencia directa de la creación del Ministerio como efecto del agotamiento del propio modelo organizativo e institucional en que el ente se basaba. A su juicio, el Instituto se identificaba hasta tal punto con Azcárate y con la capacidad de concitar consensos de éste, que su muerte en 1917 apunta también el declinar inevitable de la institución; un declinar fructuoso porque la vida del Instituto no fue estéril, sino que sirvió para asentar firmemente la conciencia social del Estado, sin duda el actor principal de las reformas sociales. Al estudio del significado descentralizador –descentralización orgánica en unos casos, funcional en otros– de la reforma social se dedica el estudio del investigador de la Universidad Complutense Juan Gil Plana, en el que se abordan sucesivamente y desde ese punto de vista los antecedentes institucionales del reformismo social español, así como las experiencias descentralizadoras durante la existencia de la Comisión de Reformas Sociales, a través de las Comisiones Locales y Provinciales, las previsiones de Consejos Locales en el marco del proyectado y no nacido Instituto del Trabajo y, en fin, durante la vigencia del Instituto de Reformas Sociales, los Institutos Regionales y las Juntas Locales y Provinciales. Este número extraordinario de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales se completa con un Anexo que contiene una exhaustiva relación de proyectos y disposiciones, así como las normas básicas reguladoras del Instituto de Reformas Sociales; textos obtenidos directamente de la Gaceta de Madrid y de los Diarios de Sesiones del Congreso y del Senado por Juan Gil Plana. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 13 I. Estudios Recordando al Instituto de Reformas Sociales * ADOLFO POSADA F I ué en la segunda quincena del mes de abril de 1904. Adolfo Buylla y yo, que habíamos sido llamados en 1902 por nuestro ilustre amigo D. José Canalejas para ayudarle, con Luis Morote, en la noble empresa de organizar una Dirección u Oficina, que al fin decidió se llamaría Instituto del Trabajo1, no teníamos del Instituto de Reformas Sociales otras noticias, entonces, que el Decreto de su creación, aparte algunas indicaciones que sobre su futuro funcionamiento me hiciera en León, en el mes de enero anterior, nuestro D. Gumersindo de Azcárate. Como en aquellos días la Prensa anunciara que el insigne profesor había dimitido, por motivos de delicadeza, la presidencia del Instituto, ningún valor podían tener las indicaciones de D. Gumersindo. Nos hallábamos, pues, los dos Adolfos –inseparables amigos hasta que la muerte rompió cruelmente el lazo cariñoso–, nos hallábamos, digo, bien ajenos a las gestiones que se hacían en Madrid para organizar la nueva institución. Pues bien: un día de abril del año antes citado, ha- * Publicado inicialmente en la Revista Internacional del Trabajo, «Informaciones Sociales», II, 2, 1930. 1 Acerca de esta campaña de verdadera iniciación de una Política social, fracasada por obra de la inseguridad política, puede verse el libro El Instituto del Trabajo, de BUYLLA, MOROTE y mío, con largo prólogo del Sr. CANALEJAS (1902) cia el 20, Buylla y yo nos encontramos en la calle, en Oviedo, uno en busca del otro, para leernos sendas cartas del Sr. Moret, en las que nos daba cuenta de sus intervenciones –para nosotros tan honrosas– y propósitos, en relación con nuestra colaboración en el Instituto de Reformas Sociales, que comenzara a funcionar con todos sus elementos corporativos. El Sr. Moret nos obligaba de modo muy agradable para nosotros, recordando nuestra colaboración en el intento de Canalejas.«Empiezo esta carta, me decía, recordándole, para justificarla, aquellos días de hace dos años en que nos ocupábamos en organizar el «Instituto del Trabajo», que entonces preparaba el Sr. Canalejas. Ya conoce usted las alternativas que aquella noble idea ha tenido hasta los momentos actuales, en que el Instituto de Reformas Sociales se ha organizado, por medio de un Reglamento, del cual remito al Sr. Buylla dos ejemplares, para que le entregue uno de ellos ...». El Sr. Moret presidía entonces, como ex Ministro más antiguo de los que actuaban en el Instituto, la nueva institución, por haber presentado su dimisión Azcárate. Pero el Sr. Moret nos decía que hablaba también en nombre de éste, «con quien estoy –escribía– completamente de acuerdo, y cuyas iniciativas y planes he adoptado al ocupar interinamente la presidencia, en la cual espero verle de nuevo muy pronto». Como, en efecto, ocurrió. Arreglado el asunto, por telégrafo, como se nos rogaba, el Pleno del Instituto de Reformas Sociales REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 17 ESTUDIOS aprobó las propuestas de su Consejo de Dirección2, en las que estábamos comprendidos. Y de ese modo nos incorporamos, en el mes de abril del año de 1904, con el ilustre «Coronel» –entonces, y hoy General– Marvá, y el que había sido Secretario de la Comisión de Reformas Sociales, D. Julio Puyol. II Hacía muy bien D. Segismundo Moret al recordar en su carta la iniciativa de Canalejas. El Instituto de Reformas Sociales –no obstante su excepcional originalidad de organismo oficial, pero autónomo– era un caso de verdadera descentralización de un servicio público; no era una improvisación, ni los llamados a trabajar en las Secciones técnicoadministrativas, bajo el magisterio de Azcárate, se veían por primera vez comprometidos en las graves y nobles tareas de estudiar y preparar las intervenciones del Estado en la reforma social. El Instituto que comenzaba a vivir constituía, sin duda –bien se vió–, una admirable fórmula institucional, más orgánicamente construída que la del proyecto de Instituto del Trabajo y de más sólida estructura que la que había inspirado la Comisión de Reformas Sociales. Rafael Salillas, al proponer el nuevo Instituto de Reformas Sociales, había tenido en cuenta todos los antecedentes que los intentos y experiencias anteriores le ofrecían, utilizándolos con acierto y eficacia. Presidido por Moret, interinamente, y al fin por Azcárate, rodeárase éste –fue su esencial empeño– de funcionarios o auxiliares que habían tenido alguna intervención en las iniciativas anteriores. En efecto, D. José Marvá 2 Formábanlo entonces dos delegados obreros, Sres. GÓMEZ LATORRE y LARGO CABALLERO, y los Sres. MORET, Presidente; HERNÁNDEZ IGLESIAS, S ALILLAS , S ANTA MARÍA DE PAREDES e INCHAURRANDIETA. 18 dirigiera antes la «Sección» social que creara en el Ministerio de Agricultura algún tiempo después de abandonado el proyecto de creación del Instituto del Trabajo, en el que Buylla y yo colaboráramos; D. Julio Puyol, como acabo de recordar, había sido el Secretario de la Comisión de Reformas Sociales. En el nuevo Instituto, que comenzaba a funcionar en mayo de 1904, se recogía el imborrable influjo del espíritu inquietador y original de Canalejas, que había querido convertir en función de gobierno orgánicamente construida la reforma social, procurando hacer «política social» mediante el Instituto del Trabajo, con un amplio Consejo que Canalejas se imaginaba, con clara visión del porvenir, como un futuro «Parlamento del Trabajo». Por otra parte, el nuevo Instituto –el de Azcárate– utilizaba la experiencia de la Comisión de Reformas Sociales, experiencia tan rica en sugestiones y en prudentes iniciativas, algunas de las cuales se convirtieran en leyes gracias a la eficaz intervención del ilustre repúblico D. Eduardo Dato –recuérdense la Ley de Accidentes del trabajo y la relativa al trabajo de la mujer y del niño, 1900–. La tradición de la Comisión citada manteníase de modo natural en el nuevo Instituto con el escogido núcleo de personalidades que de ella pasaron a la nueva institución –Moret, Azcárate, Manresa, Moreno Rodríguez, Hernández Iglesias, Maluquer, Santa María de Paredes, Salillas, Ugarte, Inchaurrandieta, Ruiz de Velasco, Sánchez Pastor–. Hubo quienes desde el primer momento advirtieron una injusta preterición. Creían que al constituirse el organismo de la reforma social y de la política social no podía olvidarse a Canalejas. El Instituto de Reformas Sociales es seguro que no se habría constituido en la forma que lo fue sin el precedente, mejor, sin la fuerte y decisiva sugestión del Instituto del Trabajo. Y no por motivos de índole subjetiva o de vanagloria, la preterición produjo, más que molestia, pena, a Canalejas, quien nos decía en aquellos días a Buylla y a mí: «Constituye para mí, en cierto modo, un ver- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ADOLFO POSADA dadero desagravio de injustas pretericiones la invitación del Instituto de Reformas Sociales, de que ustedes me dan cariñosa cuenta». Por fortuna para el nuevo Instituto, la injusta preterición fue reparada. III Hablemos ahora de la organización del Instituto de Reformas Sociales, en sus dos etapas, hasta la transformación de 1919 y después... Luego diremos algo de su espíritu, para considerar, por fin, su obra: Organización La organización del Instituto, teniendo en cuenta el momento en que se elabora –19031904–, revestía, sin duda, verdadera originalidad; era, a mi juicio, ha sido, un acierto. El Instituto, considerado sintéticamente, puede estimarse como una hermosa experiencia, no aprovechada ni llevada a su total rendimiento, todo lo contrario, de la organización de un servicio público por y para el Estado, encomendando éste la función del servicio, o sea su gestión, a una institución autónoma, con cierta personalidad, y a la que, con las debidas garantías, el Estado confiaba dicha gestión. He dicho antes y repito ahora que la organización del Instituto de Reformas Sociales puede señalarse como un caso, aquí muy típico, de descentralización por servicios, de que ha hablado Duguit. En efecto, el Instituto de Reformas Sociales se constituía: 1.º, por una Corporación formada por miembros designados por el Gobierno, en parte, y elegidos otros por las Asociaciones obreras y patronales –treinta Vocales en total–; 2.º , por las dependencias u oficinas propias de carácter «técnico-administrativo». El Instituto así organizado tenía por misión: 1.º preparar la legislación del trabajo en el más amplio sentido, con «libertad de iniciativa», aunque sometiendo sus pro- puestas al Gobierno; 2.º, cuidar de la ejecución de las leyes del trabajo: lo que le autorizaba para organizar, como lo hizo, y su obra en este punto se mantiene, los servicios de inspección y de estadística; 3.º, favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora o bienestar de la clase obrera, para lo cual se le reconocía, no sólo la asesoría que en cada caso pudiera ofrecer, en virtud de su experiencia acumulada, sino que se le facultaba para actuar, directa o indirectamente, como mediador siempre que fuere posible, sea para prevenir los conflictos del trabajo, sea para resolverlos, conciliando los intereses encontrados. En la organización inicial del Instituto, tal como se estableció en el Reglamento de 15 de agosto de 1903, en consonancia con el Real Decreto de creación, de 23 de abril del mismo año, se realizaba una feliz combinación de los elementos que podían y debían constituir una institución de gestión de tan graves intereses político-sociales, institución que habría de funcionar con gran autonomía. Era la organización del Instituto de Reformas Sociales de análoga estructura a la que, en la Parte XIII del Tratado de Versalles de 1919, se había de adoptar para la Oficina Internacional del Trabajo, de Ginebra, que dirige desde su fundación M. Albert Thomas. Como la institución internacional de Ginebra, el fenecido Instituto español se desdoblaba, sin romper su unidad orgánica, en un complejo elemento representativo y en una oficina técnico-administrativa. El elemento representativo del Instituto, como el que se había de establecer en Versalles, comprendía: a) miembros –aquí, no delegados– designados por el Gobierno, dieciocho, de treinta; b) representantes elegidos, según se disponía en el Reglamento, seis por el elemento patronal y seis por el elemento obrero, «ambos, se decía, en la proporción de dos representantes por la gran industria, dos por la pequeña industria y dos por la agricultura». El elemento corporativo funcionaba, de análogo modo al del organismo internacional, o concurriendo todo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 19 ESTUDIOS el Instituto en pleno, o bien mediante un Consejo de Dirección, formado por seis Vocales. El Presidente del Instituto –Azcárate, durante catorce años– presidía el Instituto y, por tanto, el Pleno y el Consejo de Dirección. Nuestra Oficina técnica estaba constituída, en la organización de 1904, por la Secretaría general, que desempeñó siempre el Sr. Puyol, con sus auxiliares, y tres Secciones: la primera, de Legislación e información bibliográfica; la segunda, de Inspección, a cargo siempre del Sr. Marvá, y la tercera, de Estadística, que dirigió el Sr. Buylla hasta que dimitió su cargo, en 1919. A mí se me encomendó la dirección de la Sección primera. La autonomía del Instituto inferíase, ante todo, de su régimen económico. Según el artículo 147 del Reglamento de 1903, el Instituto tendría su propia Caja de recursos, consistentes en la asignación anual del Estado, en el rendimiento de sus publicaciones y en las subvenciones y donativos que pudieran hacérsele, reconociéndosele capacidad para recibir por herencia, legado o donación, en representación del Estado, los bienes o cantidades que se le confiaren ..... Pero, esto aparte, la autonomía se afirmaba amplísimamente en su funcionamiento, fuera él y su personal de toda jerarquía administrativa. En efecto, el Instituto, por sus órganos corporativos, Pleno y Consejo, dirigía su propia vida, enlazada con la del Gobierno por medio de su Presidente; nombraba todo su personal técnico-administrativo, formaba y aplicaba su presupuesto y realizaba sus diversas intervenciones libremente, en los términos, claro está, de su Reglamento. Las primeras actuaciones de nuestro Instituto realizáronse modestamente: con una subvención por aquel primer año –1904– de 150.000 pesetas, de las cuales se devolvieron al Estado unas treinta mil o más, no recuerdo el dato, y con los cuatro Jefes y quince auxiliares, con gratificaciones de 5.000 pesetas anuales los primeros y de 2.000 los segundos, emprendió la nueva institución su noble, difí- 20 cil y complicada labor. Nos ayudaban también algunos entusiastas «meritorios»: así comenzó a trabajar en la reforma social D. Pedro Sangro..., que un día había de desempeñar tan dignamente las funciones de Ministro del Trabajo, representando por tal manera la eficaz continuidad y la fuerza del espíritu del Instituto. Poco a poco, al principio, con mayor rapidez unos años después, el Instituto de Reformas Sociales fue ensanchando sus funciones y su acción, incluso por provincias, bajo el magisterio del venerado Azcárate, durante catorce años. El digno sucesor de Azcárate, el Sr. Vizconde de Eza, conocedor, por experiencia propia, de la obra, cada día más compleja, del Instituto, inspiró la reforma del mismo de 1919, mediante la cual se realizaba una verdadera transformación orgánica de la creación o fundación del primer Presidente: Azcárate. IV El espíritu El espíritu del Instituto: he ahí su verdadera y profunda originalidad, reflejada en la organización, la que habrá alcanzado su significación propia, tanto más plena, precisamente, cuanto tal organización haya logrado reflejar en su funcionamiento y en su obra, aquel espíritu. Este espíritu, su imperio, es, en efecto, el que nos dará la explicación satisfactoria de dos de los carácteres más salientes de la labor y de la organización del Instituto de Reformas Sociales; a saber: a) su neutralidad frente a la política, la llamada política de partido, la que divide; b) la autonomía en el funcionamiento de la institución, de que ya he hablado, y que debe considerarse la condición previa de una neutralidad real. De modo inmediato, el espíritu del Instituto procedía en parte de la Comisión de Reformas Sociales, pero la significación intensa y la fuerza que a REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ADOLFO POSADA la larga había de alcanzar en la vida política española, se deberá muy principalmente a la fuerte personalidad, egregia, de su primer Presidente, D. Gumersindo de Azcárate. Sólo teniendo presente el influjo de Azcárate y su rara, única posición en la política, podrá explicarse, hecho capital, que siendo el maestro un republicano militante, jefe en ocasiones de la minoría republicana del Congreso de los Diputados, haya, sin embargo, sido constantemente respetado como personalidad casi sagrada para todos, salvo para algún desdichado, por todos los Gobiernos, conservadores y liberales, en la presidencia del Instituto, en cuyas manos ponía el Estado la acción de estudio y de posible alivio de tantos profundos dolores sociales y de las más graves preocupaciones de orden social que la marcha del mundo impone a los Gobiernos. Azcárate representaba, al frente de su Instituto, eso: la neutralidad política, la serenidad política y la abstención, del criterio pasional partidista frente al «problema social»; y ello en un organismo de Gobierno, y político, por tanto; pero en el más noble y elevado sentido. Pertenecía Azcárate, no obstante ser un político militante, a un raro grupo de personalidades españolas, entre las que se ha destacado muy en primer término D. Francisco Giner, el cual grupo aspiraba –nada de generosa utopía: política práctica–, aspiraba, digo, a sustraer a las luchas, a menudo envenenadas, de los partidos la consideración, el tratamiento y, en lo posible, hasta las soluciones de ciertos problemas, tan esenciales como delicados, de la vida nacional, esforzándose ante todo por provocar corrientes de inteligencia y de concordia entre las representaciones más opuestas de las doctrinas y de los intereses más encontrados –v. gr., el problema de la enseñanza en sus diversos grados, problema social en todas sus manifestaciones–. Por otra parte, el Instituto de Reformas Sociales venía a ser un ensayo, realizado con éxito excelente durante sus veinte años de vida, y encaminado a armonizar y compene- trar los dos elementos o factores que constituyen el cuerpo del Estado moderno, pero que con tanta dificultad se armonizan, respetándose y complementándose: el factor representativo de las opiniones y de los intereses, aquí de los patronos y de los obreros y de los elementos sociales y políticos, y el elemento técnico, o sea las exigencias técnicas de todo servicio. La Corporación de los treinta miembros, que en 1904 formaban el elemento representativo, con ciertas delegaciones ministeriales, estaba integrada por Vocales de nombramiento libre del Gobierno y por Vocales elegidos por patronos y por obreros, que acudían al Instituto para defender los respectivos intereses de clase. El personal de los servicios técnico-administrativos formaba el elemento o factor técnico, llamado a preparar objetivamente los anteproyectos de leyes, de reglamentos, de resoluciones, aportando las informaciones necesarias de las legislaciones extranjeras, de las doctrinas y sobre la situación real de aquel problema concreto que en el caso se hubiere suscitado. La reforma de 1919, inspirada por su Presidente de entonces, el Vizconde de Eza, ensanchó con extraordinaria amplitud el elemento representativo, tanto el de obreros y patronos como el de nombramiento, añadiendo representaciones de carácter social, institucional, de índole muy diversa: Academias, Universidad, Tribunal Supremo, Cámaras de las Cortes, Unión General de Trabajadores, etc., etc. V La obra Recuerdo como uno de los períodos de acción entusiasta de mi vida, los días..., años del magisterio social de Azcárate, en los que el insigne patricio de la Universidad y de la Política, dedicaba con austero y ejemplar desinterés las horas de casi todas sus tardes y de muchas de sus noches, a la obra de la reforma social. Desde 1904 hasta su muerte, en diciembre de 1917, muerte acaecida, en rigor, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 21 ESTUDIOS en la sala misma del Instituto, que allí perdió la conciencia de su vida, al sentarse ¡por última vez! en el sillón presidencial, Azcárate dedicó, durante catorce años, sus mejores horas a la labor del Instituto. Nombrados los Jefes de los Servicios y designados sus quince auxiliares, comenzamos todos, nuestras tareas en los servicios técnicos, guiados por el ejemplo de D. Gumersindo, actuando en el mismo edificio del Ministerio de la Gobernación, instalados provisionalmente algunos en habitaciones allá en lo alto, que recibían la luz casi casi por el techo, de altos ventanales, por los que en un momento de descuido, en día de tormenta, penetraba en abundancia el granizo hasta cubrir con dura capa mesa y sillones. De allí pasamos al Consejo de Estado, y, por fin, nos instalamos en la casa de la calle de Pontejos, donde, en mayo de 1924, nos sorprendió, así como suena, nos sorprendió la muerte... No podré seguir paso a paso la labor del Instituto de Reformas Sociales desde su creación –1904– hasta su supresión –1924–. Se necesitaría un libro de centenares de páginas de letra menuda. Mi Sección comenzó a funcionar preparando un proyecto de Ley sobre Sindicatos agrícolas –véase la Ley de 28 de enero de 1906– y estudiando detenidamente la reforma de la Ley de Accidentes del trabajo de 1900, propuesta su reforma por la representación obrera –véase la Ley de Accidentes del trabajo reformada de 1922–. Convertida mi Sección en Dirección de Legislación y Acción Social en 1919, merced a la transformación del Instituto inspirada por el Vizconde de Eza, terminaron las labores iniciadas en 1904 cuando estudiábamos el problema de la sindicación obrera, que se pretendía convertir en obligatoria por algunos elementos, especialmente catalanes, y el de la organización de Comités paritarios, que se conceptuaba por muchos de verdadera institución de paz social. Esto aparte, y en suspenso tales estudios, cuando nos sorprendió la muerte del Instituto trabajábamos con cierta intensidad en la preparación de un anteproyecto de 22 Código, con el fin de ordenar y sistematizar' la legislación del trabajo, dispersa en tantas leyes y disposiciones reglamentarias. Fueron años los veinte de nuestro Instituto de Reformas Sociales de labor intensa, realizada por todos con fe y con caliente entusiasmo, y de jornadas de x horas para los colaboradores íntimos del maestro Azcárate, y años para todos de preocupación constante y de devoción calurosa y sincera a la obra. Puede decirse que esos íntimos vivíamos principalmente para el Instituto, sobre todo en la época que yo llamo heroica, cuando, de modo especial, con ocasión de la implantación del Descanso dominical, fue preciso luchar contra duras y resistentes oposiciones, abiertas y sordas, de los intereses que se estimaban lesionados, y de modo general contra alarmas infundadas y prejuicios injustificados. Aludía antes a la jornada de labor en el Instituto, ¡jornada de oficina! Aparte la normal del personal de las Secciones, la real la dictaban las circunstancias o las exigencias de cada momento a los colaboradores íntimos del maestro-Presidente. No una vez, muchas, Azcárate, que desempeñaba su cargo con soberano desinterés, como un honor, en homenaje a la Nación, Azcárate y algunos de los íntimos –Marvá, Buylla, Puyol...–, después de la labor de la tarde, prolongaban el trabajo por la noche, retirándose a veces Azcárate pasada la una, gallardamente, y satisfecho el hombre ejemplar que tan fraternalmente y con su ejemplo nos dirigía a todos. Interveníamos –recuerdo inolvidable–, en cierta ocasión, como árbitros de una de las más graves huelgas que en España se han producido: al decidir sobre determinada reclamación obrera, que los árbitros apoyábamos, la representación patronal accedió a lo propuesto, después de larga discusión, declarando que lo hacían así como merecido homenaje al ilustre patricio, al venerable anciano que nos presidía y nos daba de tan admirable modo aquel ejemplo de asistencia cívica. ¡Eran las cuatro de la madrugada! ¡Y las labores, agrias a veces, de la famosa huelga ferro- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ADOLFO POSADA viaria de 1916, cuando la autoridad de Azcárate hizo que unánimemente se aceptara el reconocimiento de la personalidad de las Asociaciones obreras en las empresas concesionarias de servicios públicos!... ¡Muchas páginas tendría que llenar si me propusiera recordar algunas de las intervenciones eficaces de Azcárate, y reveladoras de la manera como él desempeñaba, rodeado del afecto y del cariño de todos, la presidencia del Instituto. Toda la legislación del trabajo, o social, posterior a las leyes del inolvidable Dato ya citadas, toda se preparó en los Servicios técnicos del Instituto, elaborándose los proyectos en el Pleno o en el Consejo del mismo: de él recibió el Gobierno, que ahora yo recuerde, los proyectos siguientes: Sobre Sindicatos Agrícolas y sobre Pósitos. El de reforma de la Ley de Accidentes del trabajo y el de aplicación de dicha Ley a las faenas agrícolas. La reglamentación del Descanso dominical. Los de las reformas de la Ley sobre trabajo de la mujer y del niño, trabajo nocturno de la mujer, y de la Ley llamada de la Silla. El de reforma de la legislación de Tribunales industriales. El del trabajo en las minas. Otro sobre la jornada mercantil. El de reglamentación del trabajo en la industria textil, y otros más: Sobre el trabajo a domicilio. Sobre el trabajo nocturno en la industria de la panificación. Sobre casas baratas. Sobre inspección del trabajo. Sobre jornada de ocho horas. Sobre reconocimiento de la personalidad de las Asociaciones obreras en las empresas de servicios públicos. Sobre contrato de trabajo, que fue una de nuestras últimas colaboraciones... Nada mejor ni más expresivo para que pueda apreciarse cómo hubo de desarrollarse la labor o las labores del Instituto de Reformas Sociales durante los veinte años de su vida que los datos que el lector puede ver a continuación: En junio de 1904 publicamos el primer número del Boletín; tenía éste entonces 64 páginas, formando los de aquel primer año un tomo de 964 páginas; pocos años después, el tomo anual alcanzaba más de mil págínas –1.452 en 1910–; cuando desapareció el Boletín se publicaban dos tomos en el año, uno de los cuales, en el año 1924, tenía 1.743 páginas. El Instituto dedicó especial atención a las publicaciones: son quizá su mejor argumento, pues en ellas se manifiesta de modo indubitable la intensidad y variedad de sus tareas. La preparación de todo proyecto de Ley suponía casi siempre una previa información de hechos, legislativa y bibliográfica, y el oportuno razonamiento, formando con todo gruesos volúmenes. El Instituto, al desaparecer bajo el Directorio militar y sin previo aviso, podía presentar una colección de más de trescientas publicaciones –libros y folletos–, sin contar el Boletín, habiendo distribuido seguramente unos quinientos o seiscientos mil ejemplares de ellas. Otra indicación interesante de la actividad del Instituto nos la ofrece la marcha del que llamábamos «Servicio bibliográfico». Cuando la Sección se hizo cargo de los «libros» que a su disposición se ponían no pasarían mucho éstos de los «cuarenta volúmenes» –1904–; al verme obligado, en 1924, a dejar el Servicio..., la Biblioteca del Instituto pasaba de treinta mil volúmenes y recibía por cambio y suscripción unas trescientas revistas. El éxito público de la Biblioteca se demuestra con sólo recordar que, en el año 1904, la utilizaron 26 lectores, ya en 1916 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 23 ESTUDIOS se sirvieron 1.730 obras, que llegan en 1921 a 11.148. El año último de su vida pasarían bastante, de haber sido completo, de 12.000 los lectores. VI La historia, la breve historia del Instituto de Reformas Sociales, se puede dividir en tres períodos bien diferenciados. El primero, el mas largo, lo constituye la presidencia de Azcárate –1904-1918–. El segundo, breve y crítico, sería el de la presidencia del Sr. Vizconde de Eza, gran colaborador en la presidencia de Azcárate, como uno de los Vocales más devotos y entusiastas. Por eso, sin duda, fue indicado por D. Gumersindo para Vicepresidente del Instituto cuando el maestro sentía que le iban faltando las energías. La presidencia del Vizconde de Eza se destaca, de un lado, por la intervención en la primera Conferencia internacional del Trabajo de la Sociedad de las Naciones –1919–y por la reforma del Instituto, tanto en su parte corporativa como en los Servicios técnicos. Ampliaba el Decreto, por el Presidente inspirado, las representaciones corporativas, haciendo éstas más variadas y mucho más numerosas las de patronos y obreros. De no haberlo impedido las circunstancias, es decir, de haber podido funcionar algunos años más el nuevo Instituto, la Corporación en pleno podría haber sido algo así como aquel Parlamento del Trabajo que, según antes indicaba, intentaba organizar Canalejas en el Instituto del Trabajo. El último período del Instituto de Reformas Sociales, de acentuada crisis, pero de crecimiento, no de agotamiento, llega hasta su destrucción, en 1924, y funciona el Instituto bajo la presidencia, de hecho, del benemérito magistrado D. Víctor Covián, y luego bajo la del Sr. Conde de Lizarraga, con los Sres. Pedregal y Rodríguez de Viguri como Vicepresidentes, el primero hasta el 15 ó el 16 de septiembre de 1923. Pocos años antes, el Sr. Dato había creado el Ministerio del Trabajo, acentuando con tal medida la crisis del 24 Instituto. Hallábase, no hay duda, el Instituto de Reformas Sociales, a los veinte años de labor ruda y compleja, necesitado de reforma; quizá convenía desdoblar sus servicios, incorporando algunos a la administración «activa», al Gobierno, e intensificando otros, siempre bajo la tutela protectora y aislante de la Corporación... Pero una reforma, por honda que sea, no es lo mismo que una supresión, para la que basta tener a mano la Gaceta. La reforma del Instituto... requería, en efecto, estudio sereno y meditado, y requería además proceder con los miramientos que el gobernante debe tener con las instituciones de arraigo que ha de utilizar... que ha de utilizar y que no se improvisan...; requería, por fin, la reforma eficaz del Instituto el arte exquisito del político para saber aprovechar con eficacia una organización corporativa y técnica de tradición y de espíritu, constituida ya, a los veinte años de vida honrosa, con indiscutida personalidad. Pero ..... Ya entrada la noche –una hermosa noche de mayo del año 1924–, uno de mis más íntimos y queridos colaboradores, formado allí, en el Instituto, entusiasta de su obra, y llamado, años después, a salvar o a renovar, desde el sillón del Ministerio del Trabajo, lo de más valor de una institución, su espíritu, me hablaba por teléfono de una noticia relativa al Instituto, que acababa de leer en la Prensa, Yo nada sabía: no había visto periódicos. Entonces mi buen amigo Sangro me leyó la noticia a que se refería, y, a mi juicio, tan clara y terminante como una esquela de defunción. Y aquella tarde trabajáramos, como de costumbre, en nuestra oficina, sin que nada nos hiciera presumir que el Instituto agonizaba... Muerto el Instituto, su personal fue incorporado al Ministerio del Trabajo. Razones sentimentales y políticas me impidieron aceptar los insistentes ofrecimientos que entonces se me hicieron; y con verdadera y profunda pena me vi obligado a separarme de tantos queridos compañeros, con algunos de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ADOLFO POSADA los cuales conviviera los veinte años del Instituto. Y al alejarme de él me consolaba pensando que algún día se haría justicia a su obra y que alguna vez se intentaría, si no restaurarlo como institución, cosa acaso imposible, al menos restaurar su espíritu. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 25 El Instituto de Reformas Sociales: un empeño conciliatorio entre dos ciclos revolucionarios CARLOS SECO SERRANO * L a época contemporánea, en su primer tramo, prolongado hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, que da, a su vez, entrada a nuestro tiempo puede distribuirse en dos ciclos revolucionarios: el ciclo revolucionario liberal –de base burguesa– y el ciclo revolucionario socialista –de base proletaria–. Hablamos de la movilización, sucesiva, del tercer y del cuarto «estado», según la terminología heredada de la Revolución Francesa. El primer ciclo, iniciado en 1789 –con un prólogo «definidor» al otro lado del Atlántico– cristaliza, en Francia, en torno a 1830, y tiene su expresión en el reinado de Luis Felipe, que por algo fue llamado «el Rey burgués». El segundo tiene su primera manifestación significativa, también en Francia, en la revolución de 1848, que se tradujo, políticamente, en la II República y, socialmente, en la aparicion del socialismo utópico y en la publicación del Manifiesto Comunista; y cristaliza con la fundación de la Primera Asociación Internacional de Trabajadores (1864), cuyas últimas consecuencias, a su vez, se registran en la revolución bolchevique de 1917 y en la plasmación de la III Internacional (la Segunda * Catedrático Emérito de la Universidad Complutense. De la Real Academia de la Historia. había sido cauce para los partidos socialdemócratas). En España, la Revolución Francesa había tenido su expresión –o su paralelo– en los años de la minoría de edad de Isabel II –como su antecedente estuvo en 1812 y en Cádiz: reflejo español del 39 francés–; cristalizaría con el triunfo del liberalismo sobre el carlismo, en 1840. En cuanto al ciclo revolucionario de base proletaria comienza a manifestarse, lógicamente, en la plataforma española de la revolución industrial –Cataluña–, y con antecedentes a partir de 1834, tiene su primera expresión en la traducción social de la «vicalvarada»: la lucha por la libertad de asociación, los choques entre capital y trabajo en torno a la petición de contratos colectivos, la frustración en una primera solicitud de arbitraje por parte de las autoridades competentes, para resolver los conflictos entre patronos y obreros... En efecto, hasta mediados del siglo, la presencia de los elementos obreros en las convulsiones sociales los había presentado como instrumentos al servicio de los intereses de la burguesía revolucionaria. Tras la poco afortunada experiencia esparterista (1840-1843), todo el centro del siglo XIX está monopolizado, políticamente, por los moderados. Durante más de veinte años, la oposición progresista –desdoblada, al final, en la inédita falange REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 27 ESTUDIOS democrática– se servirá, una y otra vez, del bajo pueblo –los llamados «miserables»– como fuerza de choque en su lucha por el poder. Simultáneamente, los esfuerzos del sector obrero consciente –el de los «operarios–, incluídos en el sistema de la máquina para conseguir un cuadro de seguridades y garantías a través del asociacionismo, habrán de estrellarse en la incomprensión y el egoísmo del empresariado. Empujados los unos, mercenariamente, por la oposición progresista, desplazados los otros hacia esa misma oposición por el fracaso de su táctica, la que pudo ser una dualidad, o una división, en el «cuarto estado» entre miserables y obreros industriales, quedaría superada –sintetizada– a partir de 1855 (tras la vicalvarada), en un frente compacto. «La tendencia al dualismo –ha escrito Jutglar– existía, y si la división –vista como imposible a partir de 1855– no se produjo, se debió tanto a las condiciones objetivas de la estructura de clases como a la falta de visión burguesa y al egoísmo empresarial, que lejos de intentar o de fomentar esta división, a partir de la promoción de un pequeño sector adicto, no abrió camino a las pretensiones operarias, e hizo real, con su avaricia y exclusivismo, una fusión clasista de gran trascendencia para el futuro de la clase obrera1». Al cabo del ciclo isabelino –en los tiempos que llevan de la crisis de 1855 a la de 1868– operarios y miserables, abandonado el campo «progresista», irían coincidiendo en sucesivos frentes políticos cada vez más radicalizados: frente democrático, frente republicano. Desde 1870 se fundirían en una plataforma de acción común –la Primera Internacional– que a un mismo tiempo rechazaba el cauce político y la estructura social. Aunque puede dar lugar a confusiones una visión puramente superficial de la historia política de nuestro siglo XIX, no debe olvidar1 ANTONI JUTGLAR: Els Burgesos catalans, Barcelona, 1966, págs. 65-66. 28 se –y se olvida de continuo– que moderados y progresistas son dos caras de una misma moneda –de una misma revolución: la revolución liberal–, y que más o menos, unos y otros se nutrieron con clientelas de idéntica base social; las diferencias que los separan, antes atienden a los límites o al alcance del programa desamortizador que al programa en sí. No deja de ser curioso el espejismo que enturbia las ideas de nuestros actuales especialistas en historia social, dispuestos siempre a establecer una diferencia nítida en cuanto al tratamiento del problema obrero, entre las situaciones moderadas y las situaciones progresistas. La realidad es que los años que corren de 1840 al 1854, quedan enmarcados por la ley moderada de 1839, autorizando la organización de sociedades obreras (R.D. de 28 de febrero de 1839, bajo el Gobierno Pérez de Castro, que permitiría la aparición de la temprana Mutua de Tejedores); y por la Ley, también moderada, de 1854, estableciendo en condiciones que el inquieto obrerismo barcelonés consideró aceptables, unas bases para la formación de sociedades industriales, que incluían un tímido esbozo de jurados mixtos. Y es igualmente una realidad, que el mando progresista, durante la regencia de Espartero, está jalonado por una serie de oscilaciones respecto a la legalidad del asociacionismo obrero –enumeremos: el 6 de enero de 1841, la Regencia decreta la disolución de la Mutua de Tejedores; el 9 de diciembre del mismo año, nuevo Decreto de disolución el 16 de enero de 1843–. Ahora bien, el hecho de que el progresismo –alternativa de izquierda política– permaneciera alejado del poder durante más de once años, hizo que, olvidados los errores de Espartero, polarizase todos los movimientos enfrentados, por unas y otras razones, con el moderantismo encarnado por Narváez, monopolizador del gobierno a lo largo del reinado de Isabel II. Cuando, tras la vicalvarada, logró recuperar el Poder, el progresismo volvió a poner de manifiesto sus carencias en la visión del problema social. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES CARLOS SECO SERRANO Fue, en efecto, la experiencia negativa –para los intereses de la clase obrera– vivida durante el bienio progresista de 1854 a 1856, lo que determinó un deslizamiento del «proletariado» desde el campo del «progreso», en el que había figurado durante el trance revolucionario iniciado por O´Donnell y del que se benefició Espartero, al campo democrático. Dos episodios decidieron este desplazamiento: la huelga general –para Cataluña– de 1855 –y su represión por el Gobierno esparterista– y el llamado «conficto de la media hora»2. La primera no fue otra cosa que la réplica de las sociedades obreras catalanas a la reaccionaria actitud del general Zapatero, que, tomando como pretexto la amenaza de la facción –el presunto riesgo de un movimiento carlista– suprimió, de un plumazo, todas las asociaciones obreras. Cuando Espartero trató de poner remedio al error de Zapatero, y de «contentar» a los obreros, prometiendo a éstos, a través de un mensaje paternalista que llevó a Barcelona su ayudante, el general Saravia, dar satisfacción a sus reivindicaciones, esa pretendida satisfacción, materializada en un proyecto de ley sobre relaciones entre patronos y obreros, decepcionó totalmente a estos últimos. Una delegación obrera, encabezada por los «operarios» Alsina y Molar, puso de relieve ante la Comisión de las Cortes Constituyentes que había de tramitar la Ley, los motivos del rechazo que el proyecto provocaba en ellos: en los tres frentes a que apuntaban las aspiraciones de los «operarios» catalanes –libre asociación, establecimiento de jurados mixtos, sistema de contratos colectivos– ese proyecto suponía una burla o un retroceso. Limitaba el número de cada asociación a 500 individuos; prohibía los contratos colectivos; ponía los jurados mixtos bajo el control del Gobierno, que elegiría sus miembros entre los «dueños de talleres, mayordomos y contramaestres». La argumentación de 2 «Las sociedades obreras de Barcelona y la política en junio de 1856», en Homenaje a Jaime Vicens Vives, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona, 1967. Alsina venía a resumirse, aun no formulándola, en una acusación: la Ley proyectada por el Gobierno progresista atendía descaradamente a los exclusivos intereses de la clase patronal. La posición de Alsina venía respaldada por las 33.000 firmas recogidas por el tipógrafo Ramón Simó y Badía, director de «El Eco de la Clase Obrera». Pero las esperanzas puestas en la gestión de Alsina y Molar registraron un fracaso que, exasperando los ánimos de los obreros contra el progresismo gobernante, preparó el ambiente para que el llamado «conflicto de la media hora» estallase en mayo. Su origen estuvo en un atentado de la clase patronal contra el límite de la jornada de trabajo, establecido un año antes3. Extendido y agriado el conflicto, el gobernador civil se inhibió al ser requerido por los obreros como posible árbitro, ya que, según declaró, no quería mezclarse en este tipo de cuestiones «para no estorbar la libertad de patronos y obreros» (8 de junio)4. La réplica –formulada por los hiladores– se expresó en un manifiesto (día 15), que denunciaba, no sólo la actitud del gobernador, sino la política clasista del Gobierno –tal 3 «Los términos en que se plateaba el conflicto eran simples. Desde primeros de mayo de 1856, cuatro fabricantes habían impuesto a sus obreros hiladores que trabajasen media hora más el sábado por la tarde en las semanas en que había habido algún día festivo, además del domingo. Los hiladores de estas fábricas se negaron a ello y fueron despedidos. Poco tiempo después, otros trece fabricantes imitaron la exigencia de los cuatro primeros, sin que conste cuál fue la reacción de los respectivos hiladores. Para entender todos los elementos en litigio es preciso recordar que la semana normal de trabajo constaba en aquel momento, en lo que respecta a los hiladores, de sesenta y nueve horas, repartidas a razón de doce horas diarias para cada uno de los cinco primeros días de las semana; las nueve horas restantes se trabajaban en sábado, con lo cual la jornada en este día terminaba a las cuatro de la tarde. En las semanas en las que coincidía una fiesta además del domingo, las horas efectivas de trabajo eran cincuenta y siete. Los mencionados patronos exigían cincuenta y siete horas y media, y los obreros se negaban a la imposición de esta media hora suplementaria» (MARTÍ, págs. 375-376). 4 MARTÍ, 376. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 29 ESTUDIOS como éste la había expuesto, según vimos, en su proyecto de ley: «Pasmó a la Comisión –subrayaba el manifiesto– esta respuesta que no esperaba, puesto que nunca pudo creer que el representante en Barcelona de una forma de gobierno que legisla sobre las libertades y que restringe aún la de asociación, se negase, si no a patrocinar a una clase, al menos a intervenir en un desacuerdo que por su carácter puede ser un manantial de nuevas calamidades públicas». Y llegaba a esta conclusión: «Ellos (los fabricantes) son los que con sus exigencias han abierto nuestros ojos y nos han obligado a buscar la causa de tantos males, y de raciocinio hemos llegado a comprender que nuestros males cesarían cuando las Cortes se interesen por nuestra causa, y las Cortes estarán a favor nuestro y en favor de la justicia al mismo tiempo cuando nosotros nombremos nuestros diputados». De hecho, se trataba de una proclama democrática. Pi y Margall percibió de inmediato el viraje. En un artículo publicado en La Razón (1 de julio) se expresaba así: «Estas grandes masas de obreros, preocupados hasta aquí exclusivamente por la cuestión del trabajo, se creía que podían servir de instrumento a cualquier partido que se ofreciese a apoyarles en sus más o menos justas pretensiones. Su adhesión de hoy a los principios democráticos, traba y confunde a nuestros enemigos: saludémosles desde hoy a este nuevo ejército, confiémosles desde hoy nuestra bandera». Y en efecto, en las nuevas confrontaciones sociales que matizaron la fase final del reinado de Isabel II, la presencia del obrerismo se hizo notar, integrada en las filas de un proceso revolucionario de filiación democrática. Pero además, muy significatiavamente, coincidían ahora fundiéndose en un solo frente, la frustración del camino legalista emprendida por los «operarios» –el sector obrero consciente, incluido en el sistema de la máquina– y la desesperación de los llamados «miserables». 30 En adelante, la lucha por el asociacionismo se identificaría con una aspiración política democrática para alcanzar sus propias reivindicaciones; para dejar de ser ingenuo instrumento y convertirse en sujeto de la acción política. Se ha dicho que «no hay duda de que el obrerismo constituyó la infraestructura real, si no de la revolución de 1868 en sus inicios, sí de su intención final»5. Aunque esta afirmación resulta excesiva e inexacta, sí es cierto que el proceso político alumbrado tras la batalla de Alcolea, aunque no representase de hecho otra cosa que la culminación del ciclo revolucionario liberal-burgués, iba a abrir –involuntariamente, por supuesto–, partiendo del sufragio universal y de la libertad de asociación, un ciclo nuevo –el del «proletariado militante»– en cuanto las masas obreras que habían dado fuerza y calor excepcionalmente al pronunciamiento de Cádiz se fuesen desplazando hacia un frente propio, decepcionadas –una vez más– por el «reajuste» que los caudillos de aquél –Prim, Serrano– se apresuraron a imprimirle, apenas conseguido el triunfo. La nueva decepción vino, ante todo, como consecuencia, por una parte, de la renuncia de Prim a hacer efectivas sus promesas de abolición de las quintas6, y, por otra, de la 5 JOSÉ LUIS ARANGUREN; Moral y sociedad, Edicusa, pág. 134. La realidad es, como señala JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN, que la revolución burguesa de 1868 «utilizó cuanto pudo la potencialidad revolucionaria de los movimientos obreros, guardando las prevenciones de rigor, y, como había sucedido en Francia veinte años atrás, la revolución burguesa liquidó en cuanto pudo la revolución popular. Prim había de ser un Cavaignac seguro, capaz de inspirar confianza en su clase. Así, cuando las Constituyentes –el gran compromiso de la oposición de Ostende– plantearon la liquidación del movimiento revolucionario, el desaliento sucedió al ingenuo optimismo del pueblo» («Alcance de los movimientos sociales en la revolución de 1868», en Atlántida, n.º 36, noviembre-diciembre de 1868, pág. 578). 6 La fuerza atractiva que estas promesas ejercieron sobre los elementos populares ha sido estudiada por JOSÉ TERMES, El movimiento obrero en Epaña. La I Internacional (1864-1881) (Publicaciones de la Cátedra de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES CARLOS SECO SERRANO supresión drástica de las juntas populares surgidas al mismo tiempo que el triunfo de «la gloriosa», así como de la represión de los movimientos campesinos que, sobre todo en la Baja Andalucía, intentaron convertir en «revolución sustantiva» la revolución política que se trataba de fijar en Madrid. A ello se sumaría el fracaso del republicanismo pimargalliano, que se tradujo en los incidentes provocados a raíz de la visita del general republicano Pierrard a Tarragona, suscitando el «repliegue táctico» del directorio republicano, que prudentemente se decantó por la decisión de no apoyar una insurrección que estaba abocada al fracaso. Parece bastante claro que el caso de José Ferrando y Borrás, que señalaba en el desarme de Cornudella la ocasión que le decidió a abandonar cualquier cauce político, debió de repetirse a millares entre los ingenuos combatientes en la algaradas de 1869. El momento no podía ser más propicio para los propagandistas de la Internacional, que precisamente iniciaban por entonces su ardorosa campaña proselitista en Madrid, Barcelona y Andalucía. La deserción del campo de la política era más bien la plena aceptación del credo bakuninista que Fanelli vino a difundir en los medios obreros de la Península. Aunque presentándose como portavoz de la Internacional Obrera fundada por Marx, la Alianza de la Democracia socialista fundada por Bakunin, de quien era discípulo Fanelli, tenía una significación radicalmente diferenciada de la ideología de Marx: la diferencia que contrapone el anarquismo puro a la socialdemocracia. Aunque en principio la Alianza se había adherido a la Internacional, esa diferencia se haría patente muy pronto en el Congreso de La Haya, y acabaría con la expulsión de los aliancistas de la Internacional según Marx7. Historia General de España, Universidad de Barcelona, 1965). 7 Vid. Max Netlau: La Première Internationale en Espagne (1868-1888). Revision des textes, traductions, introduction, notes et cartes aux soins de Renée Lamberet. Dordrecht, Holland, 1969. También: La Prèmire Ahora bien, los internacionalistas españoles –salvo la disidencia de la «Nueva federación madrileña», inspirada por Paulino Iglesias8–, fueron, desde la creación de la Sección Española, no marxistas, sino anarquistas, y como tales se afirmaron en el importante congreso de Córdoba (que supuso algo así como una segunda fundación), en 1872, en la misma línea en que se había expresado ya el congreso fundacional de Barcelona (1870), imponiendo a sus seguidores «la renuncia a toda acción corporativa que tenga por objeto la transformación social por medio de las reformas políticas nacionales... Esta Federación (la de los cuerpos de oficio) es la verdadera representación del trabajo, y puede verificarse fuera de los gobiernos políticos». Un año más tarde, la conferencia de Valencia, ya muy dentro de la corriente ácrata y cada vez más enfrentada con el «autoritarismo» de Marx –al que no mucho después iba a calificársele, desde las filas del internacionalismo español, de «gran sultán de Londres», y a sus seguidores, equiparándolos con el autonominado Carlos VII, «karlistas»–, trazaba una frontera dogmática con la concepción federal de Pi, adaptando al nuevo credo la terminología utilizada por éste, y oponiendo utopía a utopía: «Considerando que el verdadero significado de la palabra República, en latín res publi- Internationale. Recueil de documents publié sous la direction de Jacques Freymond. Institut Universitaire de Hautes Études Internationales. Genève, Suisse, 1962; A.I.T. Actas de los Consejos y Comisión Federal de la Región Española (1870-1874). Transcripción y estudio preliminar por CARLOS SECO SERRANO (2 tomos). Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Barcelona. Publicaciones de la Cátedra de Historia General de España, 1969; AIT. Cartas, comunicaciones y circulares del III Consejo Federal de la Región Española (1870-1874). Transcripción, estudio preliminar, notas e índices por CARLOS SECO SERRANO (los 4 últimos vols. por MARÍA T ERESA MARTÍNEZ DE SAS ) (7 tomos). Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Barcelona. Publicaciones de la Cátedra de Historia General de España, 1972-1987. 8 ENRIQUE M ORAL SANDOVAL: Pablo Iglesias. Escritos y discursos. Antología crítica. Sálvora, Madrid, 1984. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 31 ESTUDIOS ca, quiere decir cosa pública, cosa propia de la colectividad, o propiedad colectiva. Que democrática es la derivación de democratia, que significa el libre ejercicio de los derechos individuales, lo cual no puede encontrarse sino dentro de la anarquía, o sea, la abolición de los estados políticos, reemplazándolos por Estados obreros, cuyas funciones son puramente económicas; que siendo los derechos del hombre impactables, imprescindibles e inalienables, se deduce que la Federación debe ser pura y exclusivamente económica. La Conferencia de los delegados de la Región española de la Asociación Internacional de los Trabajadores, reunida en Valencia, declara: Que la verdadera República democrática federal, es la propiedad colectiva, la Anarquía y la Federación económica, o sea la libre federación universal de las libres asociaciones obreras agrícolas e industriales, fórmula que acepta en todas sus partes»9. Se explica que, definida así la Región Española de la A.I.T. –y de manera definitiva en el Congreso de Córdoba (1872)–, resultase inadmisible tanto para la monarquía de Amadeo, en cuyas Cortes de 1871 se la declaró incompatible con la Constitución de 1869 –a lo largo de un debate en dos tiempos10 suscitado por la circular de Jules Fabvre, uno de los fundadores de la III República francesa, en que, aludiendo a los crímenes cometidos por la Comuna en París solicitaba de las cancillerías europeas la condena de la organización obrera–, como para la I República, durante la cual los internacionalistas (ácratas) españoles se sumaron a la rebelión cantonalista, simplemente por cuanto ésta significaba como rup- 9 Organización social de las secciones obreras de la Federación Regional Española, adoptada por el Congreso Obrero de Barcelona en junio de 1870, reformada por la Conferencia Regional de Valencia celebrada en septiembre de 1871, y recomendada por el Congreso de Zaragoza, celebrado en abril de 1872. 2.ª ed., Valencia, 1872. 10 ORIOL VERGÉS M UNDÓ: La I Internacional en las Cortes de 1871. Publicaciones de la Cátedra de Historia General de España, Universidad de Barcelona, 1964. 32 tura con la legalidad de la República federal intentada por Pi, aunque con las reservas señaladas en la siguiente carta dirigida por el Consejo Regional Español de 1873: «...No habéis podido apreciar con exactitud lo que sucede en España porque los periódicos burgueses todo lo transforman y adulteran, y en el mismo defecto caen los obreros si cogen noticias de dichos órganos de la burguesía. El movimiento de Alcoy11 ha sido un movimiento puramente obrero, socialista-revolucionario. El movimiento de Cartagena es puramente político y burgués. Tanto es así, que en Cartagena existe un gobierno enfrente del gobierno que existe en Madrid, como el gobierno carlista que existe en Estella está al frente de este último. Es decir, que en España por falta de gobiernos no se pueden quejar los amantes de la autoridad, porque cuando no hace falta ninguno, tenemos tres. En Cartagena no había internacionalistas, y dudamos que hoy exista ninguno defendiendo aquel cantón, lo cual es suficiente para demostrar que es muy diferente el movimiento de Alcoy y el de Cartagena porque en el primero tan sólo fue una reivindicación de los internacionales al ver sus derechos hollados por el alcalde o autoridad municipal, y en Cartagena ha sido un movimiento político con el único propósito de ser poder y continuar explotando a las clases trabajadoras. En las sublevaciones de Valencia, Sevilla, Cádiz, Granada, Jerez, Sanlúcar, San Fernando, Carmona, Lebrija, Paradas y Chipiona, los internacionales tomaron una parte muy activa en aquellos acontecimientos para después ser abandonados por los farsantes políticos. En Sevilla y Valencia, únicas poblaciones donde hubo lucha, puede decirse que únicamente los internacionales se batieron». Así pues, el Gobierno republicano de Castelar se vio precisado a luchar simultánea- 11 En Alcoy se impuso el bakuninismo puro, creando una situación de violencia que sólo pudo superarse algún tiempo después, con el auxilio de un ejército de 6.000 hombres. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES CARLOS SECO SERRANO mente contra «la cantonal» y contra la Internacional, reproduciendo en cierto modo, en la situación española, la acción de Thiers en los albores de la III República francesa –aunque, ciertamente con harto menos violencia que el Presidente galo–. Y, finalmente, el general Serrano, durante el año de República sin Parlamento, hubo de situar, una vez más, fuera de la Ley a la revolucionaria organización anarquista española. Pero junto a la ruptura –inevitable– y la lucha violenta contra el movimiento obrero, tal y como éste se manifestó en España a lo largo del sexenio que el profesor Jover rotuló, generosamente, de «democrático», también es cierto que la sociedad burguesa de la época –tanto la que actuó como protagonista del mismo en sus diversas facetas políticas como la que se mantuvo al margen esperando su hora, esto es, la que articularía la Restauración–, empezó a plantearse en serio la evidencia de que era preciso abordar, por fin, la cuestión social, hasta entonces contemplada como un simple problema de orden público. En este sentido ofrece indudable interés la aparición y las orientaciones de una revista, «La defensa de la sociedad», fundada en 1871 y cuyo director fue, precisamente, Bravo Murillo, y en la que figuraron como colaboradores algunas de las personalidades que habrían de ilustrar las corrientes conciliadoras de la monarquía de Sagunto y los primeros intentos de dar respuesta satisfactoria, dentro de un orden, a las inquietudes del «proletariado militante». Entre estas personalidades encontramos a Cánovas, a Moret, entre otros pronombres de la Restauración, junto a ilustres figuras ajenas a la acción política pero volcadas a la acción social, como Concepción Arenal. Pero, simultáneamente con las formulaciones especulativas surgen también, en esta época, las primeras iniciativas prácticas –aunque sin horizonte– para hacer frente al duro reverso negativo de las transformaciones económicas traídas por el industrialismo y por el proceso desamortizador. Me refiero a las leyes propuestas por el diputado republicano Benot, tendentes a poner fin a la inhumana explotación de niños y mujeres en las fábricas; como otras iniciativas suyas –la «Asociación del arte de imprinir»– pretendió renovar en España la experiencia francesa de los «talleres nacionales» de 1848, y crear una plataforma de fuerza desde la que los obreros de la linotipia pudieran mejorar sus condiciones de trabajo –jornales y jornadas– de cara al empresariado. La suerte de esta Asociación sería, ya al margen de las orientaciones de Benot, extraordinariamente fructífera, según veremos, hasta convertirse, según la calificó Morato, en «la cuna de un gigante» (el Partido Socialista Obrero Español). El profesor Palacio Morena ha recordado que, bajo la quietud impuesta por el régimen canovista en sus primeros años, «y con ese aún desarticulado y confuso espectro de fuerzas reformistas, las escasas proposiciones de carácter social tienen como objetivo revisar el limitado derecho de asociación obrera o son proyectos inspirados en una filosofía benéfica y paternalista» 12 . Conviene subrayar, sin embargo, que una «asociación obrera» como la que acabamos de mencionar –la Asociación del Arte de Imprimir–, que sobrevivió a las disposiciones de Serrano contra «todas las reuniones y sociedades políticas que, como la Internacional, atenten contra la propiedad, contra la familia y las demás bases sociales», sería respetada expresamente, tras el golpe de Estado de Martínez Campos, tanto por el alcalde de Madrid, Felipe Ducazcal, como por el ministro de la Gobernación, Romero Robledo, precisamente porque nada tenía que ver con la Internacional. Paulino Iglesias –así se le llamaba entonces, dada su juventud–, que había ingresado en ella seducido por el éxito que los tipógrafos que la integraban habían obtenido, yendo a la huelga para obtener 12 JUAN IGNACIO PALACIO MORENA: Las reformas sociales, en t. XXXVI (I) de la Historia de España fundada por R. M ENÉNDEZ PIDAL, Espasa Calpe, Madrid, 2000, pág. 427. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 33 ESTUDIOS unas tarifas mínimas de jornales frente a la intolerancia de los patronos, la moldeó, convirtiéndola en su plataforma de acción. Gracias a él se había logrado una solución eficaz al conflicto creado por la Imprenta Colectiva –que representaba el peso de una deuda–, y la creación, con el margen sobrante de su venta, de una caja de resistencia. Se aceptó este criterio, pero dimitió la directiva, y el propio Iglesias fue nombrado presidente. Poco después tenía lugar la Restauración: y a favor del clima de tolerancia implantado por Cánovas, y del auge alcanzado por el marxismo en Europa, Iglesias fundaría, el 2 de mayo de 1879 –en una taberna inmediata a la Puerta del Sol, y aún hoy existente (la «Casa Labra»)– el Partido Socialista Obrero Español. Pero junto a la tolerancía canovista para con movimientos obreros como éste, no basados en el enfrentamiento abrupto con el Estado y sus instituciones –en contraste con los que de nuevo aparecieron en los atentados de «la Mano Negra» andaluza, ya en la década de los 80–, la conciencia de «la cuestión social» a que antes aludimos, estimulada por el krausismo vinculado a la Institución Libre de Enseñanza13 daría paso al Congreso Nacional de Sociología celebrado en Valencia en julio de 1883, presidido por el ex-Rector de la Universidad de Valencia, Eduardo Pérez Pujol. De este Congreso saldría la idea de crear una Comisión que estudiase la situación de los obreros y propusiese soluciones para una mejora de sus condiciones de vida y de trabajo. Estaban ya en marcha, pues, a través de las resoluciones del Congreso, las iniciativas que conducirían a la creación de la Comisión de Reformas Sociales, que tuvo lugar mediante R.D. de 5 de diciembre de 1883: su principal inspirador había sido Segismundo Moret, ministro de la Gobernación en el Gobierno de Posada Herrera. El artículo 1.º del Decreto señalaba, como función atribuida al nuevo organismo, la búsqueda y propuesta de soluciones respecto a «todas las cuestiones que directamente intere- san a la mejora y bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo». «Así –señala el profesor Palacio Morena– lo que no se logró en la Revolución de 1868 y la experiencia de la primera República, se conseguirá en la nueva situación nacida de la Restauración. Sólo que tendrá una significación y una trascendencia muy distinta. A diferencia de algunos de los proyectos anteriores, en particular de los propuestos por Fernando Garrido y otros en el período 18691873, no es una comisión parlamentaria la que se crea para recabar información y estudiar la situación de las clases obreras. La Comisión resulta ser, en este caso, un órgano dependiente del Ministerio de la Gobernación. El propio ministro de la Gobernación es el que determina las personas que lo componen y la dotación de los medios necesarios para su constitución14. En la composición de la Comisión se refleja, desde luego, el consenso político logrado por el canovismo y que, desde luego, tomaría forma en el llamado Pacto del Pardo. El propio Cánovas fue su primer presidente, mientras que entre sus catorce miembros figuraban Gumersindo de Azcárate, animador de la Institución Libre de Enseñanza, y miembro del partido republicano; y, por supuesto, Segismundo Moret, que sería su segundo presidente (25 de enero de 1884). Dada la inspiración fundamental de don Segismundo, atenido siempre a las doctrinas manchesterianas y al dogmatismo del liberalismo económico, la Comisión funcionó siempre como recolectora de material informativo, en lo que desplegó sin duda una actividad muy eficaz15, pero sin llegar a plantear de hecho una política correctora de la estructura 14 Idem. id. «Los trabajadores convierten la participación en la información social y escrita en un ejercicio de autoafirmación» (PALACIO, pág. 432). 15 13 34 Idem. id. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES CARLOS SECO SERRANO social, y, en efecto, sería Cánovas el que, ya en los comienzos de la Restauración lanzase una consigna que dará paso, en su nombre, a las primeras realizaciones prácticas en lo tocante a una legislación social efectiva. «El estado del porvenir –advertía Cánovas– ha de estar influído, antes que por nada, por el hecho novísimo de que sobre los antiguos problemas políticos claramente prepondera el problema social»; y se decantaba por un intervencionismo del Estado a favor de los más débiles, rompiendo con el inhibicionismo defendido por la escuela liberal. Aunque no llegara a desarrollar su idea –se lo impidió, precisamente, el atentado que puso fin a su vida– ya en 1890 había insistido en ella al afirmar: «No hay que hacerse ilusiones: el sentimiento de caridad cristiana y sus similares no son ya suficientes por sí solos para atender a las exigencias del día. Necesítase, por lo menos, una organización supletoria de la iniciativa individual, que emane de los grandes poderes sociales... Por mi parte opino que será más ventajoso a la larga el concierto entre patronos y obreros con o sin intervención del Estado. Pero yendo más lejos todavía, llegaría a hablar, no mucho más tarde, de «un socialismo de Estado», «que tanto se anatematiza por algunos demócratas inocentes», y que se justificaba en «la necesidad del Estado de intervenir en los crecientes conflictos entre capital y trabajo». Las palabras «intervención» e «intervencionismo» iban a ser las utilizadas por Eduardo Dato, en los albores del siglo XX y formando él parte del primer Gobierno regeneracionista que fue consecuencia de la gran crisis nacional de entresiglos. Pero ya entonces se había sumado a estos nuevos planteamientos de la política al uso el poderoso impulso venido del Vaticano: de 1892, como es bien sabido, data la famosa encíclica de León XIII, «De rerum novarum», definidora de la doctrina social católica16, expresamente aludida por 16 JOSÉ M ANUEL CUENCA: Catolicismo social y político en la España contemporánea. Silvela al exponer su programa de gobierno en 1899. En cambio, resulta muy significativo el hecho de que cuando Dato volvió a hablar de un necesario, e inaplazable, intervencionismo del Estado en la cuestión social, se alzase frente a él la oposición y la crítica de quienes, fieles al concepto tradicional del liberalismo económico, se rasgaron las vestiduras ante la nueva doctrina sustentada por el político conservador: de una parte, Romero Robledo, en estos términos: «El Estado no tiene ninguna, absolutamente, ninguna facultad para intervenir en las relaciones de patronos y obreros»; de otra, Segismundo Moret, con una desafiante pregunta: «¿Intervención? ¿En qué, cómo y para qué?»17, pregunta que por sí sola explica las limitaciones que caracterizaron a la famosa Comisión de Reformas Sociales, reducida, como dije antes, a una labor de simple información. Por supuesto, la legislación social de Dato –me refiero a la Ley de Accidentes del Trabajo, y a la que regulaba el trabajo de mujeres y niños en las fábricas– tropezó también con otro tipo de resistencias e incomprensiones: así, la que formuló en las Cortes el diputado Vincenti, tachando a don Eduardo de socialista; o la que, en la zona industrial catalana expresaron corporativamente los patronos. A Vincenti le replicó Dato de esta forma: «Yo... no soy socialista, ni en el sentido filosófico de la palabra, ni en el sentido económico, ni en el sentido político... Yo no soy socialista ni individualista; soy intervencionista». Por cierto que Azorín, en sus crónicas parlamentarias glosaría así esta frase: «Ya está lanzada una palabra; una palabra puede ser un partido»18. A Azorín se le escapaba que el «intervencionismo» estaba ya vinculado a los posibles programas del Partido Conservador desde los días de Cánovas. En cuanto a la rebeldía de la patronal catalana, sólo le cupo a Dato aguantar a pie firme las famosas 17 CARLOS SECO SERRANO: «Eduardo Dato y su catolicismo social». En La cuestión social en la Iglesia española contemporánea, Madrid, 1981, págs. 75-91. 18 Azorín: Parlamentarismo español (1904-1916); Madrid, 1916, pág. 118. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ESTUDIOS «xiulades» de que le hizo víctima la alta burguesía catalana durante su visita a Barcelona y a la zona industrial en 1900. Pero asimismo, en la otra vertiente del «turnismo» se había producido, en estas mismas fechas, y en contradicción con Moret y con Montero Ríos, una clarividente crítica escrita contra el hasta entonces inalterable inhibicionismo del Estado en los conflictos sociales, por parte de una de las figuras más notables del liberalismo democrático en el siglo que acababa de inaugurarse, y que a partir de 1910 había de convertirse en indiscutible jefe del Partido liberal. Me refiero a José Canalejas, que en 1901 afirmaba: «La pasividad del Estado cuando los elementos sociales actúan con una desproporción de medios e influencias tan enorme como la que se advierte en España, equivale a convertir en una absorción que a título de libertad hará tabla rasa de todas nuestras libertades». Y no mucho después reforzaba estas palabras advirtiendo: «La economía clásica esperaba una serie de milagros de la derogación de las tablas antiguas y del libre juego de la oferta y la demanda. A la vista están los resultados. Por eso, cuanto tienda a abrir los ojos de nuestros gobernantes, impulsándoles al estudio del problema obrero, a legislar en la materia, será obra utilísima de primera necesidad»19 «Canalejas –comenta Carr– deseaba ganar la confianza de las clases obreras mediante un partido liberal segregado del laissez faire burgués. Así, favorecía el arbitraje salarial controlado por el Estado, la regulación de condiciones y horario de trabajo, el seguro laboral y la compensación por accidentes...»20. El intervencionismo conservador coincidía con el arbitraje al que apuntaba el liberal Canalejas. Ahora bien, intervención y arbitraje habían sido las dos reclamaciones del 19 CANALEJAS, prólogo al libro de Práxedes Zancada El obrero en España, Barcelona, 1902, pág. 23. 20 RAYMOND CARR: España, 1808-1939. Ariel, Barcelona, 1969, pág. 477. 36 obrerismo desde los días conflictivos de 1855: hubo de transcurrir medio siglo para que ambas exigencias fueran asumidas por el Estado, ya en los inicios del reinado de Alfonso XIII; y a partir de 1903 las encauzaría el Instituto de Reformas Sociales, a cuya creación contribuiría el precedente de la legislación de Dato, y para la que sería decisivo, a su vez, el proyecto de un Instituto del Trabajo elaborado por Canalejas, ministro de Agricultura, Industria y Comercio en el último Gobierno Sagasta –el que dio paso a la mayoría de edad del Rey–. La creación del Instituto del Trabajo al que acabo de referirme tendría por finalidad mejorar la situación de la clase obrera y mitigar las tensiones suscitadas por los enfrentamientos entre patronos y obreros. Se inspiraba en la Office du Travail de Francia y en el Ministerio de Industria y Comercio belga. Le caracterizaba su amplitud de competencias y su concepción descentralizada, y se presentaba como sucedáneo de un posible Ministerio del Trabajo, cuya posible creación se consideraba aún prematura. El proyecto de Canalejas, muy debatido en el Congreso y en el Senado, no llegaría, sin embargo, a salir de éste: de nuevo se manifestaron contra él las resistencias ofrecidas por los defensores de un liberalismo extremo, y también por parte de un patronato catalán representado por el doctor Robert. La dimisión de Canalejas, ya prevista por otras razones, y que se produjo después de la jura del Rey, acabó con el proyecto. Ahora bien, a través de los debates a que ese proyecto había dado lugar, se había logrado «desbloquear la discusión sobre la cuestión social del puro plano abstracto y paralizante de los principios al de los hechos y los medios concretos»21, y ello facilitó la creación del Instituto de Reformas Sociales por el segundo –y último– Gobierno Silvela, en el que de nuevo fue decisiva la gestión de Eduardo Dato en el ministerio de Gracia y Justicia. En realidad, como observa el profesor Palacio Morena, «son los mismos 21 PALACIO MORENA, ob. cit,., pág. 442. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES CARLOS SECO SERRANO hechos y circunstancias que rodean la elaboración del proyecto de Canalejas, aunque éste no saliese finalmente adelante, los que enmarcan y contribuyen a explicar el éxito del Instituto de Reformas Sociales; de nuevo se cumplía esa especie de ley natural según la cual, a los liberales les corresponde, en un Estado bien organizado, hacer leyes conservadoras, y a los conservadores, reformas liberales». Aunque, en principio, el Instituto de Reformas Sociales se diferenciase del proyecto de Canalejas en determinados aspectos –aparte su vinculación o dependencia del Ministerio de la Gobernación, el recorte de la autonomía del Instituto y de la representación directa de las fuerzas sociales ahora más reducidas–, al ser remodelado en el momento de su constitución definitiva, mejoró notablemente el precedente proyecto canalejista. Según Posada, «el Instituto constituía... una admirable fórmula institucional, más orgánicamente construída que la del proyecto del Instituto del Trabajo, y de más sólida estructura que la que había inspirado la de la Comisión de Reformas Sociales»22. A un mismo tiempo Consejo Consultivo y centro especial de la Administración Activa23, animado desde el primer momento por los institucionistas como núcleo vertebrador e inspirador del Instituto –Gumersindo Azcá- rate sería director del Instituto desde su fundación hasta 1917–, y contando como colaboradores, a través de sus tres secciones técnicas, con prácticamente todas las figuras relevantes de la política y la intelectualidad del momento, el Instituto se haría presente en la notable (aunque generalmente ignorada o silenciada) acción social desarrollada a lo largo del primer tercio del siglo XX: en los momentos en que hacía aparición la poderosa y radical organización sindical de signo ácrata –la C.N.T.– mientras crecía la U.G.T. de signo marxista, el Instituto idóneo utilizado por Canalejas en la orientación arbitral entre las fuerzas sociales durante los conflictivos años 1911 y 1912 lo seguiría siendo en la etapa subsiguiente a la primera guerra mundial; y en él se apoyaría Dato cuando el ilustre político conservador llevó a cabo la importante creación del Ministerio de Trabajo en 1920. Como un triste contraste que no es inoportuno recordar, los tres estadistas que tomaron conciencia y pusieron en marcha cuanto quedó, en cierto modo simbolizado en el Instituto de Reformas Sociales (a un mismo tiempo, punto de llegada y punto de partida en la búsqueda de una síntesis entre las dos revoluciones del mundo contemporáneo), esto es, Cánovas, Canalejas y Dato, murieron asesinados por el fanatismo inconciliable del anarquismo. 22 A. GONZÁLEZ POSADA: «Recordando al Instituto de Reformas Sociales», en Revista Internacional de Trabajo (Informaciones Sociales), vol. II, núm. 2, 1930, págs. 116-117. 23 PALACIO MORENA, pág. 444. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 37 El Instituto de Reformas Sociales: su explicación como consecuencia de la economía de la Regencia de doña María Cristina de Habsburgo JUAN VELARDE FUERTES * E l año 1903 se situaba en el quicio del paso de un reinado –el de la Regente María Cristina de Habsburgo– a otro, el de su hijo, Alfonso XIII. Dentro, también, de una alteración clarísima en el panorama de la Restauración. Cánovas del Castillo, su constructor, había sido asesinado en 1897; Sagasta moriría precisamente en 1903. Nuevas fuerzas políticas –en el caso del Instituto de Reformas Sociales, sobre un primer impulso debido a Canalejas en colaboración con el grupo de Oviedo, vendría otro definitivo de Maura–, y la nueva situación diplomática y económica derivada de la reacción tras el Desastre de 1898, van a crear nuevas realidades. Pero su apoyo, en lo económico, venía de más atrás. No es posible entender nada de lo que sucede sin partir de la economía de la Regencia. A lo largo de ésta, había existido un cierto desarrollo económico. Para poder comparar, en dólares Geary-Khamis 1990 con otros paises, de acuerdo con el trabajo ya clásico de Angus Maddison, La economía mundial 1820-1992. * Catedrático Emérito de Estructura Económica de la Universidad Complutense. De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Análisis y estadísticas 1 ha de iniciarse la serie en 1890. Pues bien; de 1890 a 1902, el PIB español creció un 17,4%, o sea, a una tasa anual ligeramente superior al 1%. En Francia el crecimiento había sido del 18,8%; en Alemania, nada menos que del 40,5%, lo que explica la seducción, como veremos más adelante, del modelo económico alemán; en Italia, del 17,7%; en el Reino Unido, del 26,2%, y en Estados Unidos un brutal 63,6%, lo que probaba bien a las claras las raíces del desastre y que se asistía al nacimiento de un Imperio colosal. Pasemos ahora al mundo económico creado por la Regencia, que transcurre desde noviembre de 1885 a mayo de 1902. En esta larga etapa en la que la responsabilidad de la Jefatura del Estado recae en la Reina María Cristina, tienen lugar acontecimientos esenciales en la Historia de España. Políticamente, quedamos barridos, tras los choques sucesivos con Alemania y los Estados Unidos, del Pacífico y del Caribe. Ese cambio esencial va acompañado de uno no menos importante en nuestra vida cultural. Basta decir que la 1 Centro de Desarrollo. Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, París, 1997. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 39 ESTUDIOS generación del 98 y el modernismo dan sus primeros pasos en la Regencia. Ambos cambios, político y cultural, muy de fondo, tienen un acompañamiento asimismo en el económico. Buena parte de la realidad económica nacional hasta el viraje aperturista de 1959 se fraguó precisamente en la Regencia. Por eso conviene señalar las circunstancias económicas internacionales que reinaban cuando, tras la década de Alfonso XII, el trono va a ser administrado durante dieciséis años por la reina María Cristina. Cuando pasa ésta a ocupar la Jefatura del Estado, como Reina Regente, el mundo se encontraba sumido en una situación depresiva bien conocida. Kondratief señaló que la II onda larga del capitalismo creado por la Revolución industrial inicia su derrumbamiento en los años 1870-752 . En 1885, la crisis es general3. En los Estados Unidos todo esto había promovido innumerables tensiones sociales, como la que se desarrolló entre los granjeros y las empresas ferroviarias que, se decía, arruinaban con sus altas tarifas a los primeros, mientras favorecían, con otras muy reducidas, a las grandes empresas capitalistas, que comenzaban a agruparse en grandes conglomerados o «trusts», desde el del petróleo al del azúcar4. Tampoco podía 2 El artículo de NICOLAI DMITRIEVICH KONDRATIEF, Los grandes ciclos económicos, aparecido en Voprosy Konvuntury, 1928, vol. 1, págs. 28-79, fue traducido al inglés en The Review of Economics and Statistics, 1935, vol. 17, n.º 6, págs. 105-115. Junto con el trabajo de G. GARVY, Kondratieff´s theory of long waves, publicado en The Review of Economics and Statistics, 1943, vol. 25, n.º 4, págs. 203-219, fue traducido al español en el volumen Las ondas largas de la economía, Revista de Occidente, Madrid. 3 Un buen panorama de esta crisis en JOHAN AKERMAN, Structures et cycles économiques, trad. de BÉATRICE M ARCHAL y G. AUGOT, Presses Universitaires de France, Paris, 1957, Tomo II, parte I, págs. 349-385. Soy consciente de que de esta obra de AKERMAN existe una versión española; su traducción es tan deleznable que nadie puede aconsejar su manejo. 4 Sigue teniendo actualidad lo que sobre este fenómeno señala E.A.G. ROBINSON en Monopolio, traducción 40 olvidarse cómo acentuaban las tensiones los sindicatos obreros –la American Federation of Labor es de 1880– enfrentándose a los empresarios con huelgas tan considerables como la del acero de 1882, la del carbón de 1884, la de los ferrocarriles de 1886, y algaradas como las de la costa del Pacífico, de 1885, contra la llegada de inmigrantes chinos. En la primavera de 1884, añadamos que la quiebra de dos empresas bancarias, provocó una crisis bursátil que concluyó en graves alteraciones del sistema crediticio. Concretamente, 1885 fue en Norteamérica un año de depresión y paro. En Gran Bretaña reina la que se llamaría poco después «la gran depresión». Joseph Chamberlain, para atenuar las consecuencias del paro, y como resultado, muy posiblemente, también de la política populista de Bismarck, pretende que los municipios comiencen a desarrollar programas de obras de utilidad pública. La condensación de problemas acabaría provocando en 1890 la crisis de la Banca Baring Brothers & Co, que pudo ser superada gracias a una intervención concertada del Banco de Inglaterra y de las principales entidades bancarias de la City. En 1883 se había fundado la Fabian Society. En 1884, la Misión del Ejército de Salvación de socorro a las prostitutas, cuyo número había crecido vertiginosamente a impulsos de la crisis, hace oír su trompetería militar en Whitechapel. En 1889, una dura huelga de estibadores londinenses motiva que el cardenal Manning se ponga del lado del proletariado desvalido, como un preludio de la Rerum novarum de León XIII. En Francia, en 1882, se había iniciado una crisis económica importante con la suspensión de pagos del Banco de Lyon y del Loira. Pronto se propagó, a través de la crisis Bontoux a la Unión General. Esta se había fundado en 1878 y parecía patrocinada por la de VÍCTOR L. URQUIDI, 2ª edición, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1950, págs. 148-158. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN VELARDE FUERTES opinión legitimista afín al Conde de Chambord y por la opinión católica, sin excluir al Vaticano. La había impulsado el ingeniero Bontoux, que había trabajado en el mundo ferroviario europeo creado por los Péreire y los Talabot. Esta institución financiera había recogido fondos de «los hidalgüelos provincianos, de los curas de pueblo, de las señoritas solteronas, de los pequeños comerciantes y del ahorro campesino»5. De ahí la crisis se propaga a buena parte de los bancos de negocios que, en gran número, habían surgido en Francia a partir del período 1871-73, a causa de una disposición que permitía crear una institución de crédito con el desembolso de sólo la cuarta parte del nominal de sus acciones. Esta depresión de 1882 comenzó a llegar a la industria en 1883, a las actividades de construcción ferroviaria en 1884 y, finalmente, también en 1883 a la siderurgia que se había comenzado a localizar en su expansión en zonas costeras –Bayona, Saint-Nazaire, Caen– para aprovechar las ventajas del transporte marítimo de los minerales. Como consecuencia de esta crisis, el Comité des Forges se ve obligado a transformarse, en 1887-1888, de simple gremio de estudio en central siderúrgica6. La Compañía del Canal de Panamá, que había iniciado sus trabajos en 1881, encuentra en 1886 obstáculos que no puede superar desde el punto de vista financiero. En enero de 1889 se producirá su bancarrota, iniciándose el famoso escándalo de Panamá. El contraste se encontraba en Alemania. Es preciso exponer esto con alguna mayor amplitud, precisamente para entender la política económica española. Tras derrotar a los franceses en Sedán en 1870, Berlin consigue en 1879 –cicatrizadas las heridas de 5 Cfr. de J. BOUVIER, tanto Le Krach de L'Union Générale, 1960, como Le Crédit Iyonnais de 1863 á 1882. Les années de formation d'une banque de dépots, 1961. 6 Cfr. GUY P. PALMADE, Capitalisme et capitalistes frangais au XIXe siécie, Armand Colin, Paris, 1961, págs. 232235. Sadowa– una alianza defensiva con el Imperio austríaco que se ampliará en 1882 a una Italia irritada por la conquista en 1881 de Túnez por Francia. En 1884 Alemania adquiere el Sudoeste africano, y en 1885 choca con España por el conflicto de la Micronesia, en el Pacífico. Al mismo tiempo, desde 1883 –seguro de enfermedad–, a 1889 –seguro de vejez e invalidez– pasando por 1884 –seguro de accidentes de trabajo–, se ponen en marcha los seguros sociales obligatorios bismarckianos que crean un modelo mundial de protección social que llegará hasta que aparezca en la II Guerra Mundial el modelo alternativo de Beveridge. Es el momento también de la gran victoria de los proteccionistas gracias a las barreras aduaneras de 1879, bajo el lema de «protejamos el trabajo nacional en la ciudad y el campo». La Unión Aduanera Alemana –la Zollverein de 1834, abierta hacia el interior, cerrada hacia el exterior, por la que tanto había luchado List– había triunfado al unirse a la creación del Imperio alemán por Bismarck en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles. Con este creciente proteccionismo, surgía aquella soñada nación alemana que había motivado los famosos Reden an die deutsche Nation (Discursos a la nación alemana) de Fichte. Todo se une a un expansionismo político de carácter nacionalista, mientras se busca ocupación para la mano de obra del pueblo alemán. Como ha observado Alberto Hirschman, Alemania pretende emular de algún modo la política del Reino Unido que, tras la polémica de las anticorn laws había perdido gran parte de su agricultura y, por tanto de su capacidad de autoabastecerse en productos rurales. El Imperio británico, con su gigantesca expansión colonial, su enorme flota mercante y su potente Marina de guerra, podía permitirse ese desprecio a la agricultura. Para lograr una situación parecida, Alemania –y otros muchos pensaron hacer lo mismo–, creyó que también tenía que disponer de colonias, que sostener una fuerte Armada, que subvencionar a una REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 41 ESTUDIOS marina mercante –en 1885 eso se hace en favor de empresas armadoras de trasatlánticos– pero, sobre todo, al no ser tan potente en esto como el Reino Unido, que era preciso atender «a la famosa alianza del acero y el centeno», la que constituyó en el Reich alemán un «pacto entre la industria pesada y los junkers». Incitaba a mantenerlo el pronóstico de que, como todos los países se podían industrializar, acabaría declinando la posibilidad de exportar bienes industriales. Ese fue el pronóstico de Lujo Brentano en su ensayo de 1901, Los temores de los Estados predominantemente industriales. Tal posibilidad de industrializarse se veía facilitada por la amplitud que tenía en Alemania la fabricación y exportación de bienes de equipo. Por eso, para entender toda esta política económica es necesario completar las preocupaciones de Lujo Brentano con el ensayo de Heinrich Dietzel, que aparecería en 1907, titulado «¿Es un suicidio económico la exportación de maquinaria?». Dentro de ese modelo juega también un papel central la proliferación de asociaciones empresariales, ya integradas verticalmente, ya cartelizadas: entre 1879 y 1885 habían surgido 76 cárteles7. Agreguemos que en Alemania, en 1848, había nacido una creciente y por ello cada vez más potente Banca mixta. La reconstitución de la Schaffhausen, que se dedicó inmediatamente a la industrialización de Alemania, fue pronto seguida, en 1852, por la Diskontogesellschaft y, en 1853, con domicilio social en Darmstadt –a causa de las condiciones favorables dispuestas por el Gran Ducado de Hesse para que estas organizaciones crediticias se organizasen sin trabas–, por el Bank für Handel und Industrie. Como señala Åkerman sobre esta situación alemana, «esta mejor adaptación del crédito a la actividad de las empresas industriales liberó las fuerzas latentes del progreso»8. Pues bien; en medio de esa situación, la producción industrial alemana crecería de 1890 a 1913 a una tasa sólo superada por Rusia, como muestra el cuadro siguiente9: TASAS ANUALES Y PORCENTUALES DE INCRFEMENTOS DEL ÍNDICE DE PRODUCCIÓN INDUSTRIAL (IPI), 1890-1913 Alemania lograba mantener, desde tiempo atrás, una tasa de incremento del IPI, que convertía a esta nación, de atrasada, en adelantada. La revolución industrial alemana, a mi juicio, se había iniciado, como muy bien señala Antonio Ramos-Oliveira «en la década de 1830-1840, y después de 1850 alcanzó su auge... Puede decirse que en aquel decenio penetró en Alemania la industria moderna... La producción manufacturera aumentó con la consiguiente celeridad»10. Para eso fue fundamental la ampliación del mercado con la 8 Cfr. JOHAN ÅKERMAN, ob. cit., tomo II, parte I, pág. 308. 7 Como señala ROBERT LIEFMANN en Kartelle, Konzerne und Trusts, 8ª edición, Stuttgart, 1930 (la traducción inglesa, New York, 1933), el término cártel se utilizó por primera vez el 5 de mayo de 1879, en una sesión del Reichstag. Se empleó ese término para designar la situación creada por los productores de material ferroviario fijo y móvil que, al controlar el mercado, hacían pagar a los consumidores alemanes precios más elevados que a los consumidores extranjeros. 42 9 Las tasas proceden del cuadro 5.l., Tasas de crecimiento de los IPI de algunos países europeos, 18311980 (porcentame), en el ensayo de ALBERT CARRERAS, La industria, en el vol. Estadísticas históricas de España. siglos XIX-XX, coordinación de ALBERT CARRERAS, Fundación Banco Exterior, Madrid, 1989, pág. 174. 10 Cfs. ANTONIO RAMOS OLIVEIRA, Historia social y política de Alemania, tomo I, 2ª edición, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1952, pág. 212. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN VELARDE FUERTES mencionada Zollverein, que se había constituido el 1 de enero de 1834. Había recibido el primer impulso gracias al esfuerzo de Federico List, a partir de su asistencia en abril de 1819 a la reunión fundadora de la Asociación Alemana de Comercio Interior y Exterior, constituida para abolir las barreras internas al tráfico11. Schumpeter dirá, con razón: «List vio una nación que forcejeaba presa en las cadenas que le imponía un pasado inmediato miserable; pero vio también las potencialidades económicas de aquella nación»12. cionado progreso de la cartelizacion de la economía. Arnold Wolfers señalará 15 que «el movimiento en favor del cártel continuó siendo, hasta la I Guerra Mundial, un asunto específicamente alemán y austríaco; los economistas anglosajones y franceses se ocupan de los cárteles como de algo descarriado, como de un fenómeno extranjero, de origen alemán. A eso se debe que los investigadores científicos de Alemania sintiesen la responsabilidad de iniciar una tarea que desenvolviera, y elaborara, una doctrina relacionada con el cártel». Se creó así una complicada base que resultó muy eficaz desde el punto de vista real. Al observar las cifras macroeconómicas se percibe que el proceso expansivo se había convertido, desde luego, en bien visible, de 1861 a 1890. Las crisis internacionales no parecían afectar demasiado al Imperio germano. Como resultado se observa de qué modo su crecimiento va muy por delante del de otros países occidentales. Sólo Rusia logrará mantener algún tipo de emulación en las tasas de desarrollo logrado a lo largo de la segunda mitad del Siglo XIX13. Realmente hay que convenir, con Åkerman14 en que «sin miedo a exagerar, la vida económica alemana no conoció ni crisis ni depresiones durante el largo período que va de 1859 a 1873». Inmediatamente, los historicistas y los socialistas de cátedra se apropiaron con júbilo poco oculto de esta institución. Schmoller hablaría de cómo esta organización llevaba hacia una política de desarrollo económico que, a la fuerza, se integraría en algún tipo de dirección estatista, o socialista, de la economía16. En relación con esta singular coyuntura, no dejaron de tener peso las investigaciones sobre otro fenómeno, del que algo más arriba se ha hecho una rápida reflexión, tan heterodoxo para la mentalidad de los economistas británicos de entonces como lo eran el proteccionismo y la banca mixta. Se trata del men11 El papel de L IST en el lanzamiento y defensa de la Zoliverein, puede verse en The life of Friedrich List and selection from his wrintings, ed. por M.E. HIRST; SMITH, ELDER & CO., London, 1909. 12 Cfs. JOSEPH A. SCHUMPETER, Historia del análisis económico, traducción de MANUEL SACRISTÁN con la colaboración de JOSÉ A. GARCÍA DURÁN y NARCISO SERRA, Ariel, Esplugues de Llobregat, 1971, pág. 566. 13 Del ensayo La industria cit. de ALBERT CARRERAS , ibidem. 14 JOHAN ÅKERMAN, ob. cit., tomo ll, parte I, pág. 325. Este sendero se comenzó a recorrer con la cartelización obligatoria de la política económica del Kaiser Guillermo. Franz Newmann, dentro de la cartelización obligatoria de la época, menciona a «los cárteles del carbón y la potasa», así como los «del almidón, fósforos, leche, azúcar de remolacha, navegación interna y canales»17. Alfredo Marshall integrará todo esto en la economía neoclásica en 1919 en su Industry and Trade18. Actualmente, la comprensión del fenómeno vendrá de la mano de George Stigier en su artículo A theory of oligopoly19. 15 En el ensayo Das Karteliproblem in Lichte der Deustchen Karteli-literatur, en los Schriften de la Verein für Sozialpolítik, 1931, vol. 180, parte 2. 16 Cfs. la pág 237 de su artículo Das Verhältnis der Kartelle zum Staate, en los Schriften de la Verein für Sozialpolitik, 1905, vol. 116; más adelante, véase el número monográfico Das Karteilproblem, en los Schriften de la Verein für Sozialpolitik. 17 En Behemoth. Pensamiento y acción en el nacional-socialismo, traducción de VICENTE HERRERO y JAVIER M ÁRQUEZ, Fondo de Cultura Económica, México, 1943, pág. 300. 18 MACMILLAN, London, 1919. 19 En Journal of Political Economy, febrero 1964, vol. 72, n.º 1, págs. 44-61. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 43 ESTUDIOS Subrayemos que en España el profesor Comín se ha referido al establecimiento en la época de la Regencia de regulaciones monopolísticas en los mercados, como las que originan la Unión Española de Explosivos, o a la existencia de acuerdos entre los fabricantes, como sucedía en el caso del alcohol y del azúcar. Además, se traspasan en ocasiones las fronteras de una conducta admisible, debido a que los grupos de presión, subraya Comín, «secuestran a los funcionarios de los principales sectores, como la minería, la siderurgia, y los nuevos sectores industriales». Nuestra cartelización no era, en lo sustancial, diferente de la alemana. Con todo eso, el crecimiento industrial alemán fue muy fuerte desde 1861, como se observa a continuación. TASAS ANUALES Y PORCENTUALES DE INCREMENTOS DEL ÍNDICE DE PRODUCCIÓN INDUSTRIAL (IPI), 1861-1890 Es evidente que en la Regencia las cifras de este acusado desarrollo germano tenían que impresionar mucho, en particular por la humillación a que habíamos sido sometidos por parte de Alemania en el conflicto de la Micronesia. Simplificaríamos mucho las cosas si todo lo dejásemos ahí, y pensásemos que la puesta en marcha a lo largo de la Regencia de una política económica proteccionista, con gotas reformistas o populistas se debía sólo a un mimetismo con Alemania. Por supuesto podría aducirse, por ejemplo, la creación de la Comisión de Reformas Sociales por un 44 Gobierno Posada Herrera, bajo la presidencia de Antonio Cánovas del Castillo, en 1883, a causa de la impresión de los sucesos de la Mano Negra y su dura represión. Asimismo podría tener estas raíces la Ley Dato de Accidentes de Trabajo de 1900, así como esa actitud complaciente con las cartelizaciones, no ya con las señaladas, sino con su continua ampliación, que pareció culminar durante el Gobierno largo de Maura. Sin embargo, todo es más complicado. Si buscamos el fundamento de unas frases capitales de Cánovas del Castillo, pronunciadas el 12 de abril de 1882, observamos una confluencia de motivos20. Decía entonces Cánovas: «Somos, pues, proteccionistas en el sentido de querer ante todo tener nación, en el sentido de querer ante todo que los consumidores protejan a los productores, y los productores a los consumidores... La libre concurrencia está modificándose, y se modificará más todavía por la moral y por el derecho; y el Estado interviene con justo título para impedir todo acto inmoral, aunque sea favorable a la producción; y el Estado interviene para impedir todo acto antijurídico, aunque puede enriquecer a las naciones. Para eso, interviene todos los días, considerando que en la libre concurrencia lo que lucha no es sólo la materia elaborada, no son únicamente las máquinas, es la vida; y la vida con la razón y el sentimiento que la informan, no puede quedar expuesta a la brutalidad de la lucha por la 20 Sobre las consecuencias de estas frases y las polémicas que después se plantearán y alargarán, debe leerse el artículo de GABRIEL RODRÍGUEZ, La reacción proteccionista en España. La Asociación para la Reforma liberal de los Aranceles de Aduanas y D. Antonio Cánovas del Castillo, en Revista de España, 15 mayo 1894, en el que culmina un debate que, previamente, había saltado del Congreso de los Diputados al Ateneo de Madrid y a las intervenciones sucesivas en esta institución de GABRIEL RODRÍGUEZ y CÁNOVAS, titulada la de éste De cómo he venido yo a ser doctrinalmente proteccionista que tanto ruido causó, como prueban sus numerosísimas ediciones. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN VELARDE FUERTES vida como entre los seres que carecen de razón»21. Parecería que esto es pura imitación de lo alemán que entonces se admiraba. Es necesario añadir al menos tres concausas muy importantes y profundas, sin las que se entiende mal el espíritu económico de la Regencia. La primera de ellas la expuso Cánovas en una conferencia pronunciada ante Alfonso XIl en un acto organizado en 1883 por una de las entidades precursoras de la Real Sociedad Geográfica 22, bajo la dirección de Joaquín Costa. Este, como heredero del Sexenio Revolucionario de 1868, había mostrado algo así como todo un programa muy audaz de política internacional, de fuerte expansión colonialista de acuerdo con el modelo angloholandés. Todo esto lo efectuaba dentro de un incitante despliegue de posibilidades nacionales tanto en el ámbito europeo, lo que obligaría a verificar todo un amplísimo conjunto de alianzas, como por lo que se refería a los ámbitos africanos –y aquí tanto en Marruecos como en el Sáhara, así como en las zonas ecuatoriales y en la costa del Mar Rojo–, así como en los de Oceanía en relación con la permanencia en las Marianas y las Carolinas, y en la propia Asia, a través de la proyección de Filipinas sobre el Continente, a más, por supuesto, del mantenimiento del dominio español en el Caribe americano. 21 Parte de este texto se recoge en el volumen Cánovas del Castillo (AntologíaJ, selección y prólogo de LUIS GARCÍA ARIAS, Ediciones FE, Madrid, 1944, págs. 142143. Otros textos sobre el proteccionismo de Cánovas, se incluyen en el volumen Cánovas. Un hombre para nuestro tiempo, introducción y antología de JOSÉ MARÍA GARCÍA ESCUDERO, Biblioteca de Autores Cristianos. Fundación Cánovas del Castillo, Madrid, 1989. Lo que nadie ha estudiado aun –ni incluso publicado una bibliografía crítica– es la evolución del pensamiento económico de Cánovas y, más concretamente, su larga pugna con los librecambistas, muy particularmente con Gabriel Rodríguez. 22 Véase sobre esto mi trabajo Una polémica en esta Sociedad en 1883: Costa y Cánovas del Castillo ante el problema de España, en Boletín de la Real Sociedad Geográfica, enero-diciembre 1983, tomo CXIX, n.º 1-12, págs. 229-255. La reacción de Cánovas frente a esto fue muy viva. Basándose en un análisis económico, que ahora ha de parecernos, a la fuerza, bastante frío y ponderado, de las posibilidades españolas, consideró que la carestía de este planteamiento impedía tomarlo en consideración. Todo intento de fuerte expansión colonial dentro del marco de las alianzas y, por ende, de las rivalidades europeas, arriesgaría la creación de situaciones conflictivas en torno a nuestra nación. Como ésta era incapaz de desplegar un Ejército y una Armada suficientes para defender sus fronteras, el riesgo de que se produjese una agresión muy importante contra el territorio nacional, con consecuencias quizá dramáticas, era algo que no se podía despreciar. La única salida, para Cánovas, se encontraba en el aislamiento frente al exterior, en una especie de paso de puntillas de la vida española por el escenario internacional, lo que obligaba a una neutralidad política23 que significaba, al mismo tiempo, la búsqueda de 23 Podría considerarse que el Acuerdo secreto firmado el 4 de mayo de 1887 por MORET, con el pleno conocimiento de CÁNOVAS, por el que a través de Italia, España se integraba en la Triple Alianza, desmiente este punto de vista. Tiene toda la razón el CONDE DE ROMANONES cuando señala que el motor esencial para España era la defensa del régimen monárquico de la Restauración contra el apoyo de Francia a los exiliados republicanos –véase el Diario de las Sesiones del Congreso de los Diputados, 7 de julio de 1904– y MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO que en Historia política de la España contemporánea. (Regencia de doña María Cristina de Austria durante la menor edad de su hiio don Alfonso XIII), Ediciones Pegaso, Madrid, 1959, tomo lI, pág. 99, que señala que también es preciso tener en cuenta lo que señala el duque de MAURA en Historia del reinado de don Alfonso XIII durante su menoridad bajo la Regencia de doña María Cristina de Austria, al afirmar que España suscribió un convenio que «la ligaba por cuatro años a la Triple Alianza, no a sus objetivos continentales, sino con el exclusivo fin del mantenimiento del statu-quo mediterráneo». En 1891 el convenio se prorrogó por otros cuatro años; pese a su vencimiento, el 4 de mayo de 1895, no fue objeto de una nueva prórroga. Desde el 23 de marzo de 1895, y hasta su muerte, el 8 de agosto de 1897, era presidente del Gobierno, ANTONIO CÁNOVAS DEL CASTILLO. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 45 ESTUDIOS un aislamiento económico. No sólo era preciso practicar una política de aislamiento político. Si se dependiese en exceso del comercio internacional, habría posibilidades importantes de sufrir coacciones de otras potencias. Era preciso aislarse en lo económico para asegurar la neutralidad internacional de España. Angel Ganivet, en «Porvenir de España» acertó a definir esta política con estas palabras: «Sin perjuicio de buscar salida al excedente de nuestra producción, lo que más debe preocuparnos es producir cuanto necesitemos para nuestro consumo y alcanzar un bien a que pocas naciones pueden aspirar: la independencia económica». Pero además de esta especie de gran planteamiento del pesimismo estratégico y geopolítico subyacente en el proteccionismo de Cánovas, es preciso tener en cuenta que éste, de modo automático, lo tenía que afianzar con su talante personal que no sólo no lo frenaba, sino que lo exacerbaba. Conforme más estudio su figura, más me hago fuerte en la idea de que este proteccionismo canovista era fruto bien palpable, entre otras cosas, de un doble pesimismo, repito que personal. Por una parte, da la impresión Cánovas, en sus análisis históricos, de ser un convencido de que los españoles habíamos iniciado con los Austrias un vastísimo proceso de decadencia 24, que incluso se acentuaba, como si se tratase de una especie de función exponencial de nuestro declinar histórico, con el simple paso del tiempo. Una actitud de librecambio 24 Sobre todo sus Estudios del reinado de Felipe IV, colección de Escritores Castellanos, PÉREZ D UBRULL, 1888-1889, dos tomos; su Bosquejo Histórico de la Casa de Austria en España, en Diccionario de Política y Administración, de FRANCISCO B ARCA y E STANISLAO S UÁREZ INCLÁN, 1869, del que existe versión de Ediciones Marte, Barcelona, 1971; su artículo De las ideas políticas de los españoles durante la Casa de Austria, en Revista de España, 1869, tomo VI, n.º 40; aparte de su juvenil Historia de la decadencia de España desde el advenimiento al trono de Felipe III hasta la muerte de Carlos II, Biblioteca Universal, Madrid, 1854. 46 –entonces y ahora– señala una decidida voluntad de participar de lleno en la política internacional. Cánovas parecía temer que si eso ocurriese, el proceso de hundimiento nacional acabaría por ampliarse. Da la impresión de que tras concluir su brillantísimo trabajo «Estudios del reinado de Felipe IV» (1888-1889), se va a contemplar a sí mismo como el guardián de un jarrón de finísima porcelana, el de la unidad y el futuro de la Nación española, que manos insensatas parecen dispuestas a trasladar acá y acullá, en medio de una asendereada política comercial exterior librecambista. El riesgo de rotura era tan grande, y la significación de ello tan irreversible, que acepta pagar en moneda de un crecimiento más lento, en forma de vida más apagada y menos celebrada, el guardar un objeto tan precioso en el fondo de un armario protegido con las sólidas puertas de los aranceles de 1892 y 1895. El era el responsable ante la Historia de que no se hiciese añicos. Revísese, desde esta perspectiva, su Historia de la decadencia de España25 y se comprenderán las lejanas raíces que tiene este melancólico pesimismo. Quizá como consecuencia de estos estudios y de la observación de la alicortada historia española en el siglo XIX, Cánovas del Castillo, se convierte de manera adicional, a mi juicio, en persona con un talante íntimo de tipo pesimista muy marcado en todo lo que se refiere a las consecuencias de la acción política. Un contraste empírico de esto puede encontrarse en la carta que dirige desde Madrid, el 28 de mayo de 1876, a Martín Belda, primer Marqués de Cabra, que se había trasladado a París a poner armonía entre el conde de Puñonrostro, administrador general y liquidador de lsabel II y el marqués de 25 Como aquí de lo que hablamos es de talante, no si la obra está bien o mal como investigación histórica, hago simple referencia a que Cánovas del Castillo la repudió desde el punto de vista científico; cfs. JOSÉ MARÍA GARCÍA ESCUDERO, Introducción a Cánovas. Un hombre para nuestro tiempo, ob. cit, págs. 10-11. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN VELARDE FUERTES Molins, embajador de España. El momento era casi el de la apoteosis política de Cánovas. Basándose en la Constitución de 1869, desde cuya legitimidad quería partir para construir una nueva 26 , había convocado éste las Cortes constituyentes que iniciaron sus trabajos el 15 de febrero de 1876. El 30 de junio del mismo año concluirían su labor, con lo que se estaba a punto de disponer, el mencionado 28 de mayo, de una Ley Fundamental capaz de proporcionar todo su sentido a la Restauración. Pues bien, precisamente en ese momento y en la citada misiva al marqués de Cabra, escribe Cánovas lo siguiente27: «Todo marcha aquí, si no como en el mejor de los mundos posibles, porque éste es el peor sin duda alguna, como yo no me hubiera atrevido a pensar, después de todo, ni creo que ninguno de los que me censuran. De aquí a mes y medio tendremos Constitución, presupuestos y Ley de Fueros, de seguro, y probablemente también organización provincial y municipal, todo en sentido más conservador y autoritario que lo teníamos al tomar el Poder el último ministerio Narváez. La paz se conserva a pesar de la mayor aglomeración de elementos anárquicos. El Rey es, hoy por hoy, incontrastable, digan lo que quieran los ojalateros. No sé yo que después de la reacción de 1843 se lograra tanto en tan breve plazo, ni menos después de la de 1856; y las cosas jamás llegaron a estar tan mal como llegaron a estarlo ahora. Pero, en fin, esto lo digo sólo como ciudadano espa- 26 Entre los muchos paralelismos que se han trazado entre la I y la II Restauración, no he visto nunca destacado éste, de crear una Ley fundamental sin ruptura con la Ley fundamental anterior; de la Constitución de 1869 del Sexenio Republicano procede formalmente la de 1876, como de las Leyes Fundamentales del régimen de Franco procede la Constitución de 1978, también en lo formal. 27 Tomo el interesante documento de la transcripción verificada por JOSÉ G. CEBALLOS TERESÍ en Estudios Económicos y Financieros. Selección de Artículos, Talleres Tipográficos «El Financiero»", Madrid, 1933, págs. 150-151. ñol que tiene que vivir en España, y encuentra ahora mayores esperanzas de poder vivir en un país organizado, que ha tenido mucho tiempo hace, y que razonablemente podría esperar tener a estas fechas. No lo digo por vanagloria, ni porque nadie me lo agradezca». «Hace mucho tiempo, desde que me hice cargo de esta empresa, me han oído repetir de todo corazón mis amigos muchas veces: "Si yo logro llevar a España a Don Alfonso; si logro terminar la guerra civil; si logro reconstituir la Nación, restableciendo el ejercicio del sistema representativo; y aunque lograse también terminar la guerra de Cuba, y arreglar la Hacienda, dotando a España de un Presupuesto formal..., me contentará con que no me ahorquen, simplemente". Quizá fuera hasta aquella pretensión inmodesta. Nada me sorprendería de mi país, como un átomo de justicia, de buen sentido o de gratitud. De seguro que no caigo ya de ninguna engañosa y plácida ilusión, el día en que se desconozcan, como se han desconocido ya los de Salaverría, todos mis servicios. Lejos de eso me parecerá que se cumple un plazo legítimo y que pago una letra a día fijo, debidamente aceptada. Aquí me tiene usted, pues, luchando día y noche, multiplicándome, matándome, sin una ilusión, sin una esperanza, sin el menor asomo de satisfacción. Es el deber, y por serlo, lo cumpliré mientras se me imponga. Cuando no, nadie tendrá que buscarme la salida, que yo me saldré por mis pies, y lo que es esta segunda vez para más tiempo que la pasada, y no digo que para siempre por no parecer exagerado». A ambos tirones pesimistas, que impedían cualquier aventura aperturista –económica y política– se añaden una serie de reacciones proteccionistas, meramente pragmáticas28. 28 Las tomo de mi recensión del libro de JUAN MARÍA SERRANO SANZ, El viraje proteccionista en la Restauración. La política comercial española, 1875-1895, del que las sintetizo, aparecida en Economistas, agosto-septiembre 1987, n.º 27, págs. 62-63. Más ampliamente en mi trabajo Prólogo, o los motivos del interés para un economis- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 47 ESTUDIOS La primera se relacionaba con la estabilidad de la Restauración. Era preciso, para que el reinado de Alfonso XII quedase bien anclado en aguas tranquilas, liquidar los últimos focos de la insurrección carlista. Incluso la derrota en Lácar frente al pretendiente Carlos VII había mostrado que la guerra del Norte podía enmarañarse más de todo lo conveniente para la Restauración. El Capitán General de Cataluña, Martínez Campos, señaló a Cánovas cómo, para resolver el problema carlista catalán, muy afincado en la zona de los Pirineos y con proclividades guerrilleras muy preocupantes, era preciso conseguir un sólido apoyo al nuevo régimen por parte de la opinión pública de la región. Para secar la laguna en la que el pez guerrillero se encontraba tan cómodo, a Martínez Campos se le ocurrió que podía emplearse la exhibición, ante el entorno local, de que el nuevo Gobierno iba a ser cerradamente proteccionista. Cánovas del Castillo estaba dispuesto a dar los tres jamases frente a actitudes librecambistas a lo Espartero o a lo Laureano Figuerola. Efectivamente, consiguió este respaldo, y la opinión pública catalana se volcó, como pretendía Martínez Campos, en favor de la Restauración 29. ta de la figura de Cánovas del Castillo, en ANTONIO CÁNOCASTILLO, Obras Completas, tomo IV, Escritos de Economía y Política, Fundación Cánovas del Castillo, Madrid, 1997, págs. 7-87. 29 GABRIEL RODRÍGUEZ puntualizará muy bien esto en el discurso pronunciado en el mitin de la Asociación para la Reforma liberal de los Aranceles de Aduanas, celebrado en el Teatro Real de Madrid, el día 13 de marzo de 1881, contenido en el volumen Gabriel Rodríguez. Libro en cuyas páginas resplandece el genio y el recto carácter de un gran español. 9 de diciembre de 1829 – 20 de diciembre de 1901, imprenta Helénica, Madrid, 1917, págs. 382, al señalar: «Yo creo, señores, que al menos uno de los señores ministros militares, precisamente aquel que por cierto antecedente pueda aparecer menos seguro para nuestra causa, ha de ser favorable a la reforma arancelaria. Hablo de D. ARSENIO MARTÍNEZ DE CAMPOS . Es verdad que vino en 1875 a poner el peso de su espada en la balanza para que se suspendiera la reforma del Sr. FIGUEROLA; pero no obró así entones porque fuera proteccionista o librecambista. Estaba combatiendo a los carlistas en Cataluña; se le dijo allí que era VAS DEL 48 Por otro lado, la siempre renqueante Hacienda española precisaba incrementar sus ingresos, sobre todo ante ciertas situaciones bélicas importantes. Una de éstas era la insurrección cubana y, en algún grado, la filipina. Para allegar fondos era preciso emplear toda suerte de medidas fiscales, y la subida de los aranceles significaría que las importaciones también contribuirían a la mejoría de los ingresos del sector público. Pronto, con el famoso Arancel de Guerra de 1892, se iba a dar un salto en la protección arancelaria al par que una mejoría en la recaudación, con un tributo de tipo indirecto, que se cobraba a expensas de quienes adquiriesen cualquier bien que procediese del exterior. Cuando se eliminaron las circunstancias bélicas, estos impuestos no disminuyeron, sino que se convirtieron en instrumentos muy útiles para mantener la protección arancelaria. Además existía otra necesidad. Salvo en el Reino Unido, el proteccionismo se había generalizado en todo el mundo occidental, y para que nuestras exportaciones tradicionales se abriesen paso en los mercados extranjeros, era preciso, más de una vez, ofrecer a las otras potencias rebajas arancelarias paralelas a las que solicitábamos tuvieran nuestros productos dentro de este do ut des. Fue preciso tener altas tarifas aduaneras en las que se pudiese ceder, para conseguir mejoras más allá de nuestras fronteras. El pragmatismo tradicional de Cánovas no dejó de percibir ventajas evidentes en este sentido. Finalmente, y menos en el caso de Cánovas, no puede negarse que existía un mensaje una cuestión de orden público, que era preciso, para poder vencer al carlismo, que se aplazase la reforma, y reclamó la suspensión como medida política y de guerra. Pero este acto equivocado del Sr. MARTÍNEZ CAMPOS, ¿puede tomarse como base para suponer que ha de pensar lo mismo en tiempos normales, cuando el orden y la paz estén asegurados? No, y la prueba es que ha venido de Cuba, después de restablecer allí la paz, con un programa liberalísimo para las cuestiones económicas, y no se concibe que no aplique el mismo criterio liberal cuando se trate de las reformas en la Península». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN VELARDE FUERTES doctrinal, frente al de Ricardo y Cobden, del que era protagonista Federico List, tanto en su proyección alemana como en la norteamericana. Así se deduce de la postura de Cánovas en cuanto receptor de las doctrinas de List y de los clásicos. Es evidente que estas ideologías han supuesto bastante para que el mensaje proteccionista de la Regencia quedase bien afianzado. Sea por imitación de la política económica alemana, o por otros motivos, lo cierto es que este período de la Regencia que se incicia en 1890, se abre con el triunfo del proteccionismo. Pero eso no es lo único que sucede. Para explicar aun mejor lo ocurrido en el período 1890-1903, es preciso añadir una profunda conmoción sociopolítica. Por el Tratado de París, en realidad un diktat norteamericano, desaparece el pabellón español de la mayor parte del Ultramar isabelino. Sin embargo, es bien visible que eso va a ir acompañado de una muy fuerte reacción intelectual –pensemos en la generación del 98, en el modernismo, en la consagración de la Institución Libre de Enseñanza, y algo después, en el Premio Nobel para Cajal y en la creación de la Junta para la Ampliación de Estudios en 1907– y económica. Los protagonistas sucesivos en este último sentido serán Raimundo Fernández Villaverde, que con su reforma hará posible que aparezca, alrededor del año 1900, la Banca privada española; y como herederos inmediatos, Amós Salvador, responsable del Arancel de 1906, o Arancel Salvador, con el que se reafirma el proteccionismo integral de modo clarísimo, sobre todo con su revisión al alza en 1911; finalmente, Antonio Maura, que a partir de 1907 incrementa el proteccionismo tradicional hasta entonces, con dosis muy fuertes de corporativismo, de cartelizaciones, de intervencionismo del Estado y de medidas populistas relacionadas con las condiciones de vida de los trabajadores. El modelo pretendía un rápido crecimiento de nuestra economía. Si entonces se hubiesen publicado, con cierta rapidez, las cifras de las magnitudes macroeconómicas, se hubiese visto cómo en vez de convergencia con otros países, se lograba divergencia. Si no se derrumbó más nuestra economía se debió a las exportaciones de minerales basadas en unos incrementos enormes en sus producciones, como se observa en el cuadro siguiente30. Las producciones de minerales metálicos se dedicaban, casi en toda su integridad, a la exportación. He calculado para el mineral de hierro unas ventas al exterior de un 96,5% en 1887, un 90,2% en 1900, y un 99,6% en 1902; para el plomo, los porcentajes de la exportación son de un 98,2% en 1885, un 89,2% en 1900, y un 96,4% en 1902, El impulso que recibió así nuestra economía es bien conocido. También se tiene noticia cumplida de la carga que significó la producción carbonífera gracias a Perpiñá Grau31 . 30 Las series de minerales se contienen, por una parte, en el volumen Estadísticas básicas de España. 19001970, Confederación Española de Cajas de Ahorros, Madrid, 1975, págs. 186-187 y 192-197; en carbón y hierro enlazan perfectamente estas series con las de La Industria de ALBERT CARRERAS, loc. cit., págs. 194-195 y 201-202; sin embargo no sucede así con las demás. Me parece que la serie más completa es la de las Estadísticas básicas de España, cit., que comenta, para las series de los minerales de cinc, cobre, estaño, manganeso, mercurio y plomo, que «son de las más completas» y que «no existen lagunas importantes, aunque sí modificaciones en el criterio de clasificación de los datos». Debe tenerse en cuenta que la serie de carbones de ALBERT CARRERAS, sin señalar nada, elimina el lignito; por tanto, para homogeneizar, así se hace. De todas formas, la producción de lignito en el período fue pequeña –oscila entre 47.934 toneladas en 1901 y 138.396 toneladas en 1913 según Estadísticas básicas... y entre 26.000 y 277.000 para ambas fechas según Estadísticas históricas...– que da la impresión de que encubren, con su diferencia, algún tipo de conversión en TEC, porque en antracita y hulla, 1 TEC _ tm, y en lignito, 1 tm _ 0,5 TEC. La serie de producción de piritas, desglosada, procede de Estadísticas básicas ... pero como se inicia la serie en 1901, los datos de 1885 y 1900 se toman de Estadísticas históricas ... y se asignan a piritas de cobre, porque las de hierro tenían entonces una significación minúscula: en 1901 un 1,3%. 31 Cfs. ROMÁN P ERPIÑÁ G RAU, Memorandum sobre la política del carbón, CEEV. Valencia, 1935 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 49 ESTUDIOS EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN DE LOS PRINCIPALES MINERALES METÁLICOS Y ENERGÉTICOS (en 103 Tm) Esta composición de fuerzas expansivas –las de exportación– y contractivas –la de una energía nacional cara y de unos aranceles y mecanismos interventores de tipo cada vez más agobiador en nuestra economía de mercado– se agazapan detrás de la atonía que presenta nuestra economía en el período. También algún efecto de tipo protector tiene que haber constituido algún año la caí- No es posible decir mucho más, después de la observación de Marcela Sabaté de que, para el período 1897-1904, «la depreciación nominal de la peseta no había alcanzado a encarecer lo suficiente la moneda extranjera para compensar el abaratamiento, vía precios relativos, que simultáneamente beneficiaba a los productos foráneos en orden a su posible colocación en el mercado interno. Nuestros cálculos apuntan a que sólo la espectacular elevación del tipo de cambio nominal durante 1898 habría reforzado en la práctica, sobre los niveles de protección arancelaria establecidos en 1891, el grado de 50 da del cambio de la peseta a partir de 1883, año en que se liquida cualquier conexión de la peseta con el patrón oro, pues hasta ese año, de hecho, existía libre convertibilidad en oro de nuestra moneda. La serie siguiente señala la magnitud de la caída respecto a la libra esterlina y al franco francés de acuerdo con la serie 1880-1903 de Rafael Anes32. reserva del consumo autóctono. En este sentido, la tesis según la cual el sistema monetario español, de corte fiduciario y tipos de cambio flexibles, habría derivado a partir de 1896 en una acentuación de las barreras de entrada del Arancel de 1891, no es correcta para el conjunto del período»33. 32 Cfs. RAFAEL ANES, El Banco de España 1874-1914: un Banco nacional, en La Banca española en la restauración, volumen I. 33 La protección se dirige a ciertos bienes concretos; la inseguridad de los índices de precios en cuanto señal de los de movimiento de los de cada mercancía concre- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN VELARDE FUERTES Como es natural las estadísticas de comercio exterior acaban por recoger el fenómeno de nuestro débil desarrollo y del cierre de nuestra economía. De 1891 a 1903, las exportaciones crecen, a precios constantes, a una fuerte tasa anual. Mientras tanto, en Italia, en Francia y en Gran Bretaña lo hacen a una tasa mayor. Claro que, como contrapartida, las importaciones, también a precios constantes, avanzan a una escuálida tasa anual del 0,04%, mientras que en Italia, en Francia y en Gran Bretaña, también, son sus ritmos más altos. Desde el inicio de la Regencia y hasta 1903, la balanza de mercancías presenta los siguientes saldos (E-l)34. Se debe completar este cuadro, a efectos de tener una idea aproximada de las balanzas exteriores del período, en primer lugar con las remesas de fondos de América, al liquidarse multitud de negocios en el Caribe, como consecuencia de la catástrofe de 1898 y por otra serie de sucesos posteriores, entre los que se encuentran desde el fin del porfiriato en México, que tuvo lugar en 1911, hasta el crecimiento acelerado que en esta etapa pre- sentaba la economía argentina, lo que facilitaba la remesa de cantidades muy importantes desde el Plata hacia España. En segundo lugar, con el envío de fondos por parte de la Iglesia católica desde Francia a España, relacionados con el anticlerical asunto de los mil millones35 que tuvo consecuencias sociopolíticas muy importantes en el país vecino36. Saldos favorables en la balanza de mercancías y estas llegadas de fondos permiten iniciar una activa política de rescate de activos en manos ta, y más en los de entonces, motiva que ni se pueda hablar del modo rotundo que señalan M ALUQUER DE MOTES y PRADOS de la Escosura, en sentido de complemento proteccionista, ni en el ofrecido por M ARCELA SABATÉ, de crítica radical a esta postura. Debe continuarse esta difícil investigación para dilucidar si existe convergencia, o no, entre política arancelaria y movimientos del cambio. Creo que alguna convergencia hubo, y no sólo en los años de caída más exagerada de la peseta. Véase, como punto de arranque de esta posible polémica, el artículo de MARCELA SABATÉ SORT, «Tipo de cambio y protección en la economía española de principios de siglo», en Revista de Economía Aplicada, primavera 1993, vol. I, n.º 1, págs. 67-86. 34 La base estadística procede de ANTONIO TENA, en Comercio exterior, en Estadísticas históricas de España, ob. cit. págs. 335 y 342-343. Naturalmente, estos saldos estimados nada, o poquísimo, tienen que ver con los oficiales, en los que se ampara esta perezosa afirmación 35 En 1898, el Consejo de la Orden de la Francmasonería, dentro de la obediencia del Gran Oriente de Francia, difundió en las Logias un texto, reproducido en el Bulletin hebdomaire des travaux de la Maçonnerie en France, 29 de abril de 1898, en el que se incluía «la carta gráfica del aumento de los bienes inmuebles conocidos de las congregaciones religiosas desde 1881 a 1898... A partir de 1881, fecha de aplicación de los decretos denominados del 29 de marzo, los inmuebles ocupados por las congregaciones... han subido de 800 millones a 2 mil millones (de francos), teniendo sólo en cuenta bienes conocidos, porque si se tienen en cuenta los que retienen las congregaciones, se llegaría a los 10 mil millones...». 36 A mi juicio, el clima está bien recogido en P IERRE C HEVALLIEr, Histoire de la Franc-Maçonnerie francaise, tomo lII, La Maçonnerie: Eglise de la République (18771944), Fayard, s.l., 1975, pág. 71-117. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 51 ESTUDIOS extranjeras, al mismo tiempo que se incrementa la reserva de oro del Banco de España. Una serie de noticias explica, de modo adicional por qué tenía serios problemas de desarrollo la economía de la Regencia y de la primera etapa de Alfonso XIII. En primer lugar se experimenta una clara subida en la población española: 17,5 millones de habitantes en 1887; 18,6 millones en 1900 y 19,9 millones en 1910. La expansión agrícola, visible en el número de hectáreas roturadas, no es capaz de absorber esta presión demográfica. Por supuesto que esto da lugar a un proceso de urbanización importante. Por ejemplo, de 1900 a 1910, la población urbana crece con más fuerza que en cualquier periodo anterior a partir de 1860, pero en cambio cae mucho la tasa de incremento de viviendas en estas zonas, que precisamente para el período 1860-1981, marca un mínimo histórico de 1900 a 1910. Su fruto fue el hacinamiento, con consecuencias sanitarias lamentables, en corralas, pisos bajos e interiores, barrios bajos y toda clase de chamizos37. Otra complicación se produjo porque a partir de 1890 fue visible la crisis ferroviaria. Los capitalistas extranjeros habían apostado mal. Los problemas de tesorería de las empresas que se contemplan por entonces, ponen al descubierto más de un disparate empresarial e inversor. Como suele suceder, esto provocó, en cadena, una repatriación de estos fondos. Además, algunos de los inversores más audaces e importantes, como Emilio e Isaac Pereire, habían fallecido, en 1875 y en 1880, respectivamente. Poco a poco nuestros activos ferroviarios se traspasaban a manos 37 Existe una literatura creciente sobre esto; por supuesto que en la trilogía La lucha por la vida de PÍO BAROJA aparecen buenas descripciones del fenómeno, más o menos endulzado en otra literatura para consumo burgués, como era el género chico. Lamentablemente, FABIAN ESTAPÉ nunca nos ha proporcionado, a pesar de sus promesas, un trabajo sobre la situación económica encubierta por estas obras de nuestro mejor teatro musical. 52 españolas. Esta parcial y creciente nacionalización se complicaba con un dilema: si las empresas cesaban en su actividad, la catástrofe para la economía española sería tan tremenda como mostró con un modelo de tipo contrafactual el profesor Gómez Mendoza38. Por lo tanto, el Estado debería actuar subvencionando sus déficit, pero ¿por qué favorecer, y con cantidades importantes, a unas empresas que habían efectuado una egoísta política de tarifas, que desviaban incluso hacia otros países fondos que la débil presión fiscal española parecía exigir que se orientasen hacia desatendidísimos sectores, tan vitales incluso para nuestro progreso material, como la educación, la sanidad o las carreteras? Al mismo tiempo, a través de asesorías jurídicas y de puestos en los Consejos de Administración, muchos políticos de la Restauración, hicieron que esta o aquella empresa ferroviaria resultase beneficiada. Los reproches de corrupción se hicieron muy vivos y economistas eminentes –Bernis39 , Olariaga40– acentuaron, y no atenuaron esa creciente convicción de que algo malsano había surgido en torno a estas compañías. En resumidas cuentas, en plena Regencia estalla la cuestión de los ferrocarriles de la que aún no nos hemos liberado un siglo después. Es el momento, además en que este proceso va a ser complicado por el descubrimiento del motor de explosión. Un futuro modelo contractual ya no tendría en lo sucesivo que plantearse el dilema entre ferrocarril y carga a lomos de animales, sino entre ferrocarril y transporte por carretera. En esta etapa se 38 CfS. su Ferrocarril, industria y mercado en la modernización de España, Espasa Calpe, Madrid, 1989. ANTONIO GÓMEZ M ENDOZA no ha detenido ahí sus trabajos sobre la historia de nuestros transportes. 39 Cfs. sobre esto mi artículo El profesor Bernis ante la economía española, en Revista de Economía Política, julio-diciembre 1960, vol, XI, n.º 2, págs. 417-500. 40 Cfs. LUIS OLARIAGA, Escritos de Reforma. Antología de Luis Olariaga Pujana, edición e introducción de JUAN VELARDE FUERTES, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1992. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN VELARDE FUERTES observa con bastante nitidez el planteamiento inicial de la cuestión. En 1900 se matricularon 3 vehículos automóviles; en 1902, 40; pero en 1913 lo hicieron ya 1.809. Todo esto no podía efectuarse sin un aumento de la conflictividad social y no sólo obrera. A mi juicio, aparte de una tensión muy fuerte, y creciente en el período, entre organizaciones proletarias y resto de las fuerzas políticas, aparece otra entre la que podríamos llamar vieja oligarquía, unida a las herencias del período isabelino y del Sexenio Revolucionario, esencialmente basada en los grandes terratenientes creados por las desamortizaciones y en la representación de los capitales extranjeros, llegados para las explotaciones mineras y los diversos servicios públicos, que cristaliza en los dos partidos firmantes del Pacto de El Pardo, y los nuevos políticos, casi jóvenes turcos representantes de una industria crecientemente protegida, que van a acabar por propugnar una alteración política precisamente de la Restauración que ha creado las condiciones para su nacimiento. No es necesario mencionar, en este último sentido, mucho más que el movimiento maurista, nacido con la original toma de posición de Antonio Maura, quien, como actitud inicial, rompe con Sagasta, a pesar de ser éste su jefe político, en el famoso discurso de La Revolución desde arriba, el 15 de julio de 1901. En él, tras señalar que los recientes comicios que habían dado el triunfo a Sagasta eran una «saturnal electoral», toma posición con aquél párrafo tan conocido de que «la primera necesidad política que vengo predicando hace mucho tiempo es atraer a la política a los neutros. ¿Hay egoísmos? ¿No responden a los llamamientos? Indudable; yo no sé si su egoísmo es legítimo, aunque sí que sobran causas históricas para explicarlo; lo que digo es que no se ha hecho un ensayo para llamarlos con obras, que es el único lenguaje a que ellos pueden ya responder; llamarlos con obras vibrantes, para despertarlos y convocarlos, para arrancarlos de su inacción y de su egoísmo, para traerlos por fuerza a la vida pública. Por eso he dicho y repito que España entera necesita una revolución en el Gobierno, y que si no se hace desde el Gobierno, un trastorno formidable lo hará; porque yo llamo revolución a eso, a las reformas hechas por el Gobierno radicalmente, rápidamente, brutalmente; tan brutalmente que baste para que aunque estén distraídos se enteren, para que nadie pueda abstenerse, para que nadie pueda ser indiferente y tenga que pelear, hasta aquellos mismos que asisten con resolución de permanecer alejados». Inmediatamente, Maura, en Valladolid, el 18 de enero de 1902, en el teatro Lope de Vega, pronunciará un discurso en el que, entre otras cosas, abominará de Cánovas y de Sagasta. Quizá por eso es posible que constituya, según César Silió, la «partida bautismal del maurismo»41. Muy pronto, su ruptura con Fernández Villaverde, sus alusiones cáusticas contra Dato, le mostrarán, por supuesto, también dispuesto a transformar absolutamente al partido conservador, del que había sido nombrado jefe en una extraña investidura, por Silvela y el marqués de la Vega de Armijo, el 11 de noviembre de 190342. Lo que constituyó este movimiento –tan mal estudiado– de recogida del espíritu del Partido Unión Nacional y del regeneracionismo, transmutándolo en alambiques conservadores, fue radical para España. Aun vivimos en él. Provocó bienes, pero asimismo proporcionó las bases para que se afianzasen multitud de frenos para nuestro desarrollo. Como flanqueo, aparecen, procedentes del mundo industrial relacionado con esta búsqueda de un proteccionismo creciente, solicitudes crecientes de radicalismo político. Por una parte se afianzará cada vez más la idea 41 Cfs. CÉSAR SILIÓ, Vida y empresas de un gran español. Maura, en Vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX, Espasa-Calpe, Madrid, 1934, pág. 76. 42 Cfs. LUIS ANTÓN DEL O LMET y A RTURO G ARCÍA CARRAFFA, Los grandes españoles. Maura, Imprenta de «Alrededor del mundo», Madrid, 1913, págs. 260-261. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 53 ESTUDIOS de que el ideal es la autarquía. España debe crear su propia demanda efectiva y separarse de los mercados internacionales. Se llega a definir como nación sólo a la que es capaz de autoabastecerse. Al mismo tiempo, la política de la Restauración se considera que debe darse por periclitada. Bastan dos citas. Señalará el ingeniero industrial y adalid, más que del proteccionismo, del nacionalismo económico Durán y Ventosa: «El régimen constitucional es en España... la gangrena que corroe el organismo nacional ... Es el régimen oligárquico (el) que mantiene a la Nación adormecida bajo un aparente bienestar». Francisco Bernis escribirá, de modo aun más rotundo, 54 abriendo una ventana al intervencionismo corporativista y autoritario: «El Estado futuro no podrá ser tan degeneradamente democrático como el que en varios países padecía la Humanidad. La representación de los intereses económicos es algo más serio y desde luego no coincidente con los intereses políticos. La competencia está reñida con la tolerancia; la autoridad no se aviene con una democracia ingerida en todo y en todo generalizada». Todo esto, naturalmente, se abrirá hacia horizontes nuevos en el reinado efectivo de Alfonso XIII. Pero buena parte de sus raíces pertenecen, como se ha visto, a la Regencia. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES El Instituto de Reformas Sociales y los orígenes de la Sociología en España ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ * 1. DOS CUESTIONES CONTROVERTIDAS N o es fácil determinar en qué momento se acaban los precursores y aparece la sociología, propiamente dicha. La constitución diferenciada del objeto formal propio de una ciencia; es decir la aparición de la perspectiva o del enfoque que da lugar a conocimientos inequívocamente propios de una nueva disciplina científica, no es algo que se produzca de una sola vez y para todas. Y esto sucede tanto en el ámbito de las ciencias naturales, como en el de las ciencias humanas. Y dentro de las ciencias humanas, no es una circunstancia exclusiva de la sociología, ni mucho menos, de la sociología española. dice por presuntos sociólogos es estricta sociología, en el más purista de los sentidos, sino que se nos sirve mezclado con reflexiones éticas, recomendaciones políticas o propuestas imaginativas. Tal vez esto nos preocupe mucho más a nosotros que a los científicos de otros países, empeñados como estamos en ensayar el dardo acerado de la crítica contra nuestras propias carnes. Pero es el caso que convendría dejar a un lado todo tipo de prejuicios doctrinales, personales o de escuela, para valorar adecuadamente las aportaciones científicas de esos autores, más o menos próximos a la sociología, a fin de someter a comprobación la eventual corrección y validez de sus proposiciones. Lo descubrimos al estudiar a ciertos pensadores de la Ilustración inglesa y también acontece lo propio cuando se leen las obras de los arquetípico-reformistas franceses, o los escritos de los padres fundadores de la sociología norteamericana. Más aún, cuando pudiéramos pensar que nos hallamos ya dentro de los límites de la sociología, acontece con frecuencia que no todo lo que se escribe o se Fácilmente se comprenderá que, si no están claros los orígenes de la sociología en España, difícilmente van a poderse valorar con claridad las aportaciones del Instituto de Reformas Sociales a esos orígenes. La pregunta por la aportación del Instituto de Reformas Sociales al posterior desarrollo de la sociología en España es una pregunta nunca contestada en sus justos términos y, podríamos decir que es, más bien, sistemáticamente soslayada. * Catedrático de Sociología y Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. En sus estudios sobre la sociología española, Gómez Arboleya, después de referirse a los escritos de Azcárate y Posada, sin hacer alu- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 55 ESTUDIOS sión a su participación en el Instituto de Reformas Sociales, pasa a considerar la influencia destructora de la fenomenología en la sociología española: « la influencia de la fenomenología en sociología constituye un fenómeno análogo al del kantismo, y continúa la etapa de crisis del crecimiento de esta ciencia entre los años 1915-1917 y 1940»1. Llama la atención Gómez Arboleya sobre el contraste que se ofrece en esa etapa entre el desarrollo espléndido «del pensamiento, de la literatura y el arte, de la ciencia española» y la práctica inexistencia de la sociología. Y añade, intentando ilustrar su pensamiento: «Tan sólo una cátedra en la Universidad de Madrid, que regenta don Severino Aznar. Junto a ella, un Instituto que se ocupa del «problema social» y cuya actividad técnica es de gran calidad. Me refiero al Instituto de Reformas Sociales, fundado en 1904. Su historia es bien conocida». Pero es evidente que Arboleya se refiere sólo a la historia de la creación del Instituto, no a la historia científica y político-reformista protagonizada por él y desde él. De modo que alude a la creación de la Comisión de Reformas Sociales, y cómo, a partir de ella, surgió el Instituto. Únicamente añade que «trabajó de un modo positivo y concreto sobre los problemas sociales» y cita, a pie de página, los títulos de los seis u ocho informes más conocidos, de entre los elaborados por el Instituto de Reformas Sociales. Ni una sola mención de quiénes fueron los presidentes y técnicos del Instituto, ni los autores 1 GÓMEZ ARBOLEYA, Enrique, «Sociología en España», en Estudios de Teoría de la Sociedad y del Estado, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1962, pág. 681. Sobre la validez de esta afirmación no vamos a tratar aquí, pero la recogemos en tanto que una parte de ese período (1915-1924), corresponde a la segunda mitad de la vida del Instituto de Reformas Sociales, y otra parte (1936-1939), a la guerra civil. Al final de este estudio incluiremos una sucinta relación cronológica de las obras, presuntamente sociológicas, en todo o en parte, publicadas en España entre 1875 y 1940. No siempre es fácil separar el grano científico de la paja ideológica, pero eso también sucede con las cosechas actuales. 56 de los Informes y su personalidad y vinculación con la sociología2. A algunos de ellos, los cita como criminólogos –Salillas, Bernaldo de Quirós–, o como investigadores económicos y sociales –Álvarez Buylla–. Casi cuarenta años después, también Saavedra analiza el pensamiento sociológico de Azcárate y de Posada sin mencionar que, junto a sus elaboraciones teóricas, sería obligado referirse a sus participaciones personales en las investigaciones llevadas a cabo en el Instituto de Reformas Sociales, del que el primero fue Presidente y el segundo, miembro distinguido y permanente de su personal técnico. Parece lógico pensar que sus concepciones teóricas tuvieron que estar presentes en los estudios empíricos que encauzaron y que, más o menos personalmente, dirigieron. Salvo que se piense en una especie de división esquizoide de sus personalidades, no cabe imaginar que en ellos estuvieran completamente disociados el pensamiento especulativo y la investigación descriptiva, máxime cuando, dada la naturaleza y los fines del Instituto, su actuación terminaba desembocando, necesariamente, en una acción política y legislativa científicamente orientada. No aparece, sin embargo, en Saavedra, una sola referencia a los estudios del Instituto de Reformas Sociales, proporcionando una visión de las obras de Azcárate y de Posada3, que, pese a su innegable valor documental y panorámico, quedan desgajadas de la sociedad en la que se producen. Más positivo es el planteamiento de Castillo, en sus «Apuntes para una historia de la sociología española» 4 . Se refiere Castillo, 2 Op. cit., págs. 682-3. SAAVEDRA, Luis, El pensamiento sociológico español, Madrid: Taurus Humanidades, 1991, páginas 77 y siguientes. 4 CASTILLO CASTILLO, José, «Apuntes para una historia de la sociología española», Apéndice a la obra de G. DUNCAN M ITCHELL, Historia de la Sociología, Madrid: Guadarrama, 1973, 2 volúmenes. 3 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ especialmente, al Informe sobre los salarios agrícolas en Andalucía y Extremadura en el año 1905, y después de aludir a la hipótesis básica de la que parte dicho estudio, y de mencionar la técnica de cuestionario empleada en el mismo, concluye que «el citado informe, si bien con defectos, es reflejo de una actitud totalmente moderna respecto del estudio de los problemas sociales». Y añade, como corolario, que «en los primeros desarrollos de la sociología en nuestro país, ya existía una auténtica preocupación por el estudio teórico y empírico del trabajo asalariado»5. 2. INFLUENCIA RECÍPROCA SOCIEDADCONOCIMIENTO CIENTÍFICO La sociología del conocimiento ha dejado en claro hace ya largo tiempo, que existe un condicionamiento recíproco entre la sociedad y el conocimiento científico que en ella se produce, lo cual proporciona una cierta tonalidad a la ciencia que una sociedad es capaz de producir y, sin afectar, pese a ello, a la universalidad y validez de los conocimientos, muestra una cierta predisposición a pensar preferentemente sobre ciertas cuestiones y a llevar al terreno de la acción social, económica y política, preferentemente, las consecuencias prácticas de determinados conocimientos. Esto parece más notable en el caso de la sociología que, al ser una reflexión sobre la propia sociedad, aparece históricamente, después de haberse desplegado el conocimiento científico sobre el resto de las realidades que integran nuestro mundo y que se nos hacen presente en esa misma sociedad. La reflexión sociológica aparece así, en cada país, cuando se llega a un momento de plenitud y autoconciencia en el que la sociedad se convierte en objeto de su propia consideración y en objeto de una reflexión científica de síntesis. 5 CASTILLO CASTILLO, José, Op.cit., vol. II, págs. 118119. Igualmente positiva es la aproximación de Juan ZARCO, «Notas sobre el Instituto de Reformas Sociales y las tres historias de la sociología española», REIS, n.º 86, 1999, págs. 129-151. En Inglaterra, el acontecimiento desencadenante es, sin duda, la revolución industrial, en tanto que, en el caso de Francia, ese papel lo cumple la revolución política y social, como conjunto de acontecimientos que destruye un orden social y que pone en trance de aparición otro nuevo. En el caso de Alemania, tal vez cumpla esa función el intento de integrar la revolución económica y la revolución política en el contexto de su tradición cultural e institucional6. En todo caso, como se ha dicho muchas veces, la sociología supone un intento de comprender la sociedad como un todo, para descubrir las leyes internas de su constitución y de su desarrollo y aprender el funcionamiento de esos principios activos que, si no se conocen, pueden producir alteraciones y conflictos. Es singularmente claro el pensamiento con el que Augusto Comte inicia uno de los primeros escritos que publica con su firma: «Un sistema social que se extingue, un nuevo sistema llegado a su entera madurez y que tiende a constituirse, tal es el carácter fundamental asignado a la época actual por la marcha general de la civilización. Conforme a este estado de cosas, dos movimientos de naturaleza diferente agitan hoy la sociedad: uno de desorganización, otro de reorganización»7. Tales movimientos, de signo contrario y protagonizados por actores sociales diferentes y enfrentados, originan conflictos y alteraciones de modo constante y constituyen el 6 Las notables diferencias en la evolución de los «problemas sociales» en Alemania se prestan a un análisis en términos de sociología del conocimiento, ya que parecen configurar un contexto social favorable al desarrollo de una sociología más armónica y equilibrada que en los países europeos, donde se afincó más profundamente el individualismo y en donde las asociaciones obreras y otras instituciones intermedias fueron objeto de mayores dificultades y persecuciones. Véase, M ARTÍN LÓPEZ, Enrique, Sociología industrial, Madrid: Fundación para la Formación de Altos Profesionales (FUFAP), 1997, pág. 27. 7 COMTE, Auguste, Plan des travaux scientifiques nécessaires pour réorganiser la société (1822), Paris: Aubier-Montaigne, 1970, pág.55. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 57 ESTUDIOS motivo que hace necesaria la aparición de una nueva ciencia sobre la sociedad. Pero el razonamiento que aplica Comte, con carácter general, al origen de la sociología, no resulta el más adecuado para comprender y explicar la sociedad española de mediados, o incluso de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Y sin embargo, la sociología había empezado a surgir entre nosotros, pero en virtud de circunstancias sociales muy diferentes y a partir de preocupaciones prácticas y de planteamientos teóricos distintos. 3. EL CASO DE ESPAÑA Es ardua empresa hacer una síntesis, en el corto espacio del que disponemos para tal empeño, de los principales problemas que afectan a la sociedad española del siglo XIX y de las primeras décadas del XX, que condicionan y motivan la preocupación por los problemas sociales, primero, y la reflexión científica, después. Enfrentado a esta tarea, después de reconocer su complejidad, escribe Gómez Arboleya que, «durante el siglo XIX asistimos al intento de afirmación de la burguesía española frente a las fuerzas tradicionales» y, ciñéndose a los hechos que él considera fundamentales en ese proceso, enumera los siguientes: «a) La misma guerra antinapoleónica, que había dado poder social, en los cuadros del ejército, a hombre sin origen noble; b) el desarrollo industrial, sobre todo en ciertas regiones; c) la desamortización que había quebrantado la posición de los poderes tradicionales: nobleza y clero, y pone en circulación una cierta cantidad de bienes; d) los restos ideológicos de la Ilustración, que dio a la burguesía una serie de supuestos para enfrentarse con la realidad tradicional»8. Si bien es cierto que el propio Arboleya intenta matizar los hechos a los que alude y que es consciente 8 58 GÓMEZ ARBOLEYA, Enrique, Op. cit., págs. 657-8. de que lo acontecido en España –incluso la emergencia de una burguesía-, es difícilmente comparable a lo que sucede en otros países europeos, entendemos que su enumeración es insuficiente y, sobre todo, que no resulta demasiado útil para comprender la sociología que de ahí se desprende. Pero el camino por él iniciado nos parece el más aconsejable para acometer nuestra tarea y, consecuentemente, lo vamos a seguir. Por de pronto, conviene destacar la importancia de la Guerra de la Independencia en el proceso transformador de la sociedad española9, y no sólo por lo que se refiere a la formación de cuadros del ejército que no son de origen noble. Mayor importancia tiene el poder social y el respaldo popular de los altos jefes militares, acrisolados durante la Guerra de la Independencia, que les permitirá intervenir en la vida política a lo largo de todo el siglo XIX, al margen de las instancias políticas, bajo la forma de pronunciamientos. Y junto a esto, la pervivencia de la estructura y el sistema de las guerrillas que, carentes de un reconocimiento y una integración adecuada dentro de la sociedad rural pacificada, sirven de pauta de conducta para la extensión del bandolerismo. Pero, aparte de lo anterior, la victoria frente a Napoleón va unida a la aceptación de las ideas políticas liberales, procedentes de la revolución francesa y con ello, la división radical de la sociedad entre liberales y conservadores (llamados «serviles» en tiempos de Fernando VII). Las guerras carlistas prolongarán durante largos años tanto el enfrentamiento entre liberales y tradicionales, como el poder del ejército y la inseguridad de las zonas rurales. Junto a esto, la causa liberal, a través de un penetrante ejercicio de aproximación, ganó para su causa a muchos 9 Sobre este tema puede verse Gabriel H. L OVETT, La Guerra de la Independencia y el nacimiento de la España contemporánea, 2 volúmenes, Barcelona: Península, 1975. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ oficiales del ejército, lo que, unido al protagonismo social y político de las fuerzas armadas, decantaría frecuentemente la marcha de los acontecimientos. El proceso desamortizador de los bienes de la nobleza y del clero, que tuvo su impulso decisivo en 1836, prohibiéndose las órdenes religiosas masculinas y vendiéndose sus bienes a los particulares, había de liberar, en principio, las «manos muertas» para favorecer el proceso industrializador, incrementando la productividad agraria. Sin embargo, los resultados no fueron siempre los esperados. Por el contrario, se formó una burguesía terrateniente, de residencia urbana, que se desentendió de las grandes fincas y de las multitudes de hombres y mujeres que vivían del trabajo en las mismas. Esta nueva burguesía, propietaria ahora, a precios irrisorios, de las tierras de la nobleza y del clero, conservaba los antiguos privilegios pero se desentendía de sus obligaciones correlativas observadas por aquéllos. La miseria de las poblaciones rurales sería, durante largo tiempo, el caldo de cultivo de constantes agitaciones campesinas. Por otra parte, cuando se estableciera el sufragio universal masculino, en 1874, la coacción y el engaño ejercidos por los caciques de cada comarca, garantizarían la permanencia de la situación. Este fue el medio de que se valieron los gobiernos de la Restauración para garantizar la estabilidad política, eventualmente al precio de la arbitrariedad y la injusticia, especialmente en los medios rurales. Atención especial merece el proceso de industrialización que tiene lugar en España. Como se ha señalado a propósito de la revolución industrial inglesa, es necesario que, antes de que esta empiece, se produzca una revolución agraria, que a partir del mejor aprovechamiento de las tierras, origine un incremento de la producción y del consumo privado, y con ello el doble fenómeno de la expansión de la población y de la economía y de la marcha de un sector de la población rural hacia las ciudades. Pues bien, entre nosotros, el proceso desamortizador contribuyó en escasa medida a este avance de la agricultura y de la ganadería, que habían iniciado el siglo en situación verdaderamente catastrófica, como consecuencia de las guerras napoleónicas y que, en gran parte de España, habían prolongado la catástrofe a través de las guerras carlistas. Tanto el norte minifundista, como el sur latifundista, ofrecían un panorama de profunda pobreza, bien que por causas muy distintas. Y junto a esto, el dato de que la abrumadora mayoría de la población española vivía en el campo y de la producción del campo. El desarrollo industrial es tardío, inconsistente y lento. Se inicia hacia 1830, gracias a los capitales repatriados de las provincias de Ultramar, recién independizadas, y a los escasos fondos que, procedentes de la desamortización, se arriesgaron en las empresas industriales. Pero el proceso industrializador no encuentra las condiciones políticas, económicas y sociales para una continuidad y se aletarga hasta los años posteriores a la Restauración borbónica. Por otra parte, este proceso se centra en la industria textil, la siderurgia y la minería y se localiza sobre todo en Asturias, Cataluña y las Provincias Vascongadas. A partir de 1868, el gobierno liberaliza las explotaciones mineras, hasta ese momento de propiedad estatal, y las pone a la venta, siendo adquiridas, en su mayoría, por empresas inglesas, belgas, alemanas y francesas, que explotan los yacimientos hasta esquilmarlos, frecuentemente en condiciones precarias y peligrosas para los trabajadores, sin atender a la legislación vigente, y nada respetuosas hacia el medio ambiente y los habitantes de la zona. Entre 1868 y 1900 casi toda la producción de minerales metálicos fue enviada a la industria europea. Sólo en Vizcaya una parte del capital de las empresas mineras pertenecía a españoles. La escasez de los recursos energéticos, limitado a poco más que el carbón asturiano, más caro que el inglés y difícil de transportar a las fábricas, fue un obstáculo muy fuerte al REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 59 ESTUDIOS desarrollo industrial, especialmente a la siderurgia. La industria textil catalana, que podía haber sido el motor de la industrialización española, defendió a ultranza tesis proteccionistas y la pérdida definitiva de las provincias de ultramar limitó su mercado al mercado interior peninsular, escasamente desarrollado. El predominio durante casi todo el siglo XIX de las tendencias individualistas o librecambistas, remunerando el trabajo por su valor de mercado, fue una fuente continua de huelgas. Mayores matizaciones precisa la referencia de Gómez Arboleya al enfrentamiento de la burguesía, desde ideas de la Ilustración, al pensamiento tradicional español. Un sector importante de la burguesía –aquélla que se encumbró gracias a los negocios propiciados por la desamortización y por el desarrollo industrial–, se aferró a la versión más anquilosada de la mentalidad del antiguo régimen para defender sus posiciones. Así, se presentaron como liberales y católicos, sosteniendo que la estructura social abruptamente desigualitaria, existente en España, era el orden natural, querido por Dios y nada debía hacerse contra ella. Ciertamente, procede también de la burguesía –de ciertos sectores cultos de la burguesía, no especialmente vinculados a la propiedad de la tierra y de la industria, sino a las profesiones liberales–, el intento de llevar a cabo una regeneración del pensamiento y de la acción social y política en España. Pero la reflexión crítica sobre la sociedad española, aunque pretenda basarse en argumentos racionales, suele ir acompañada, en mayor o menor medida, de componentes doctrinales. Como tendremos ocasión de señalar esto no es exclusivo del pensamiento español. La reflexión crítica sobre la sociedad española surgida desde la burguesía, no es unitaria, sino que ofrece, por lo menos, dos direcciones que coinciden parcialmente en su metas, pero son diferentes, e incluso contrarias, en algunos de sus valores y principios. Hay una corriente de esa reflexión crítica, de carácter laico, que se proyecta sobre la filoso- 60 fía, la pedagogía, la política y la sociología, interesándose por todas las áreas del saber científico, y que está representada por el Regeneracionismo, plasmándose especialmente en la Institución Libre de Enseñanza. Pero, en paralelo a este movimiento discurre otro del que no cabe olvidarse, especialmente en España. Nos referimos a la reflexión crítica, que surge de los intentos de renovación cristiana. Existe en ciertos países europeos –sobre todo, en Bélgica y Alemania– un movimiento de renovación católica que conduce a un intento de aplicar el pensamiento cristiano al tratamiento y solución de la «cuestión social» y que tiene uno de sus hitos fundamentales en la publicación, en 1891, de la encíclica Rerum Novarum, por el papa León XIII. Con anterioridad el Cardenal Mercier había creado el Instituto Católico de Lovaina. Por último, es necesario añadir que el proceso de industrialización y los problemas agrarios favorecen la extensión de doctrinas reivindicativas en el medio rural y en el minero e industrial, generándose un vasto proceso asociativo, anarquista y socialista, que organiza y respalda las acciones de lucha y protesta frente a los abusos y en apoyo de las reivindicaciones. 4. UN POSIBLE ENFOQUE: LA SOCIOLOGÍA ESPAÑOLA COMO REFLEXIÓN CRÍTICA SOBRE LOS PROBLEMAS DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA Para comprender correctamente el sentido científico y político de la acción llevada a cabo por el Instituto de Reformas Sociales, es necesario situarlo en su contexto histórico, social y económico. Su existencia discurre en medio de un acusado proceso de cambio en el que se hace evidente la necesidad de una variación sustancial de las estructuras españolas, sobre todo en lo que se refiere a las quiebras y desajustes en la sociedad española, originadas por el desarrollo industrial, en un escena- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ rio político marcado por la inhibición del Estado en los conflictos sociales originados por aquél. En ese escenario emergen iniciativas públicas y privadas, políticas y religiosas, obreras y patronales, multiplicándose los actores sociales que irrumpen en la acción y las direcciones, unas veces confluyentes, pero la mayoría de las veces enfrentadas. Muchos de los intentos tienen un carácter predominantemente activo y se orientan a resolver o paliar problemas, ya conocidos y vividos, de alcance personal y geográfico limitados. Pero en los casos de mayor relevancia el planteamiento presenta una dimensión más universal, partiendo de la necesidad de un mejor conocimiento de los problemas, que va unido a una interpretación y propuesta de solución desde la peculiar óptica de los protagonistas: ideológica, científica o religiosa. En todos estos casos se plantea, implícita o explícitamente, el precepto comtiano: conocer para prever, prever para poder. El conocimiento de los hechos y de los problemas va directamente anudado al intento de actuar para poner remedio a los mismos. Pensamiento sociológico y acción social y política aparecen indefectiblemente unidos. Al menos en la intención de los actores, y tal como ellos entendían estos términos. 5. LOS AUTORES DE LA REFLEXIÓN CRÍTICA En todo caso, algo nos hace pensar que nos encontramos ante un error de perspectiva que da lugar a una deficiente comprensión de los fenómenos, y que es necesario comenzar replanteándonos la situación y la definición de la sociología en España. No sólo a la que pudo hacerse en el Instituto de Reformas Sociales, sino a la que, de alguna manera, se hacia por los intelectuales españoles, de modo independiente o en el seno de instituciones. En el Ateneo de Madrid, y en otros Ateneos de toda España. En la Institución Libre de Enseñanza. En la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. En la Administración Pública –pues a ella pertenecían, a fin de cuentas, tanto la Comisión de Reformas Sociales como el Instituto de Reformas sociales–. En los Seminarios Diocesanos y, en concreto, en el de Madrid. Y también en la Universidad, pues aunque sólo existiera durante mucho tiempo la cátedra de Sales y Ferré, cubierta de nuevo, a la muerte de éste, por Severino Aznar, existían otras cátedras, de diferentes materias, y muy especialmente, la de Giner, que se ocupaban de formar a sus alumnos en los conocimientos sociológicos de la época y en otras áreas próximas. Sólo a modo de introducción a la labor realizada por el Instituto de Reformas Sociales, nos referiremos a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, a los Seminarios Diocesanos y al I Congreso Nacional Sociológico, convocado por el Ateneo-Casino Obrero de Valencia. 5.1. La Real Academia de Ciencias Morales y Políticas Entre 1881 y 1932, ingresan en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas catorce académicos que son considerados como sociólogos o que, por lo menos, disertan sobre temas sociológicos. No deja de ser significativo que, según nuestras cuentas, once de quienes trabajaron –como vocales por designación real o como personal técnico– en el Instituto de Reformas Sociales, o eran ya académicos cuando ingresaron en el Instituto o lo fueron durante su pertenencia al mismo. Sólo en dos casos, ingresaron en la Real Academia con posterioridad a la desaparición del Instituto. He aquí sus nombres: 1. Gumersindo de Azcárate y Menéndez, (7 de Mayo de 1891), Discurso: Concepto de la sociología. 2. Vicente Santamaría de Paredes y Salvá, (Conde de Santamaría de Paredes) (15 de Mayo de 1893), Discurso: El movimiento obrero contemporáneo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 61 ESTUDIOS 3. Eduardo Sanz y Escartín (Conde de Lizárraga) (25 de Febrero de 1894), Discurso: De la autoridad política en la sociedad contemporánea. 4. José Manuel Piernas Hurtado (12 de Marzo de 1905) Discurso: Consideraciones acerca del principio de solidaridad y de sus consecuencias en el orden económico. 5. Adolfo Bonilla y San Martín (1 de Diciembre de 1912), Discurso: La ficción en el Derecho. 6. Adolfo González Posada (13 de Junio de 1915), Discurso: La ciudad moderna. 7. Adolfo Alvarez-Buylla y González Alegre (21 de Marzo de 1917), Discurso: La reforma social en España. 8. Julio Puyol y Alonso (11 de Mayo de 1919), Discurso: Proceso del sindicalismo revolucionario. 9. Severino Aznar y Embid (13 de Febrero de 1921), Discurso: La abolición del salariado. 10. Leopoldo Palacios Morini (16 de Octubre de 1927), Discurso: Los mandatos internacionales de la sociedad de las Naciones. 11. Pedro Sangro y Ros de Olano (Marqués de Guad-el-Jelú) (15 de Mayo de 1932) Discurso: Opinión pública y masa neutra10 10 Discursos de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Fundación San Millán de la Cogolla, formato pdf. 2001. Para una consulta de los textos íntegros, véase ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS, Discursos de recepción y de contestación leídos ante la Real Academia al dar posesión a los individuos de número de la misma, 1880-1875, 1920-1924, tomos I a XVIII, Madrid: Impr. del Asilo de Huérfanos del S.C. de Jesús y otras, 1900-1924. 18 volúmenes. 62 En distintas oportunidades convoca la Real Academia premios sobre cuestiones de interés social y, cuando en 1883 se celebra en Valencia el I Congreso Nacional Sociológico, convocado por el Ateneo-Casino Obrero de Valencia, la Academia es una de las instituciones que acuden a la convocatoria. Resulta encomiable la intensa vinculación de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas a los problemas de la sociedad española de la época y a la reflexión sociológica sobre los mismos durante ese período constituyente. Y además de encomiable, resulta sorprendente, sobre todo si se compara con su ostensible alejamiento de la sociología y de los sociólogos durante las últimas décadas del siglo XX. 5.2. Los Seminarios diocesanos El catolicismo social tiene como elemento básico la preocupación de los católicos por la llamada «cuestión social» y, en concreto, el movimiento liderado por el cardenal Mercier, que pretende aplicar criterios racionales al análisis de los problemas de la sociedad moderna. Es decir, pretende empezar por un análisis científico de las nuevas circunstancias del mundo europeo, a fin de aplicar después soluciones según los principios cristianos. «Un gran número de prelados –escribe Marvaud, en 1910, refiriéndose a España– han comprendido la grandeza de la obra social que se les presentaba y han aceptado tomar su dirección. Muchos han creado cátedras especiales de Sociología en sus Seminarios. El Obispo de Madrid ha creado incluso una auténtica Facultad de Sociología, que ha confiado a uno de los católicos sociales más en boga, Severino Aznar»11. Y añade, refiriéndo- 11 MARVAUD, Ángel, La cuestión social en España (París, 1910), Madrid: Ediciones de la Revista de Trabajo, 1975, pág. 227. El autor parece referirse a Don José REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ se a éste último: «Aznar no se contenta con abrir ampliamente las páginas de su revista –La Paz Social– a las discusiones sociales, ni con batallar con la pluma y la palabra por las ideas que preconiza. Comprendiendo bien que una solución de la cuestión social en España necesita de antemano un estudio profundo y sobre el terreno de las condiciones particulares de cada región, no cesa de recorrer la Península, haciéndose acompañar en sus viajes (...) por algunos seminaristas alumnos suyos, a los que encarga preparar monografías de familias obreras. El Obispo de Madrid, según parece, desea incluso enviar a aquellos de entre los más distinguidos a Alemania o a Bélgica, con el fin de completar su educación sociológica»12. 5.3. El Ateneo-Casino Obrero de Valencia. El I Congreso Nacional Sociológico Nada tiene de particular, en tal contexto, que en 1883 se convoque y se celebre en Valencia, con gran participación, el I Congreso Nacional Sociológico. Dicho Congreso se convoca por el activo Ateneo-Casino Obrero de Valencia, con el fin de «reunir las fuerzas vivas del país, la inteligencia, el capital y el trabajo» para ocuparse «de la cuestión social en cuanto se relaciona con la condición de los trabajadores». A la convocatoria respondió un total de 118 entidades, representadas en el Congreso por 380 delegados. La concurrencia fue, por demás, heterogénea y multicolor. Entre otros organismos estuvieron representados la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Sociedades Económicas de Amigos del País, Ateneos y Universidades, como la literaria de Valencia, así como patronos, María Salvador y Barrera, que fue obispo de Madrid, de 1905 a 1916 y que ingreso en 1912 en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Parece también muy probable que esa presunta Facultad de Sociología siguiera las huellas de la Universidad Católica de Lovaina. 12 M ARVAUD, Op. cit., pág. 227. empresarios y asociaciones obreras, desde las de resistencia catalanas hasta las cooperativas y/o de socorros mutuos, muchas ellas de Valencia. También estaban representados el Gran Círculo Obrero, la Sociedad de Profesores Mercantiles y el Fomento de las Artes, todas ellas de Madrid. Además, se adhirieron por escrito o enviaron trabajos de personas como Castelar, Cristino Martos, Silvela, Salmerón, Azcárate y Gabriel Rodríguez13. Pues bien, el resultado del Congreso fue un claro exponente del nivel en que se hallaban en nuestro país las teorías y las actitudes respecto al intervencionismo estatal en las cuestiones sociales. El termómetro marcaría en Valencia una elevada temperatura individualista contraria al intervencionismo. Pero no simplemente contraria en el nivel de los principios, sino opuesta abiertamente a la asunción de las propuestas concretas de intervención que se presentaron. No obstante, en el curso de las discusiones del Congreso se planteó la conveniencia de crear una Comisión para que se ocupara de estudiar la situación de los obreros y propusiera soluciones para una mejora de sus condiciones de vida y de trabajo. 6. EL PROTAGONISMO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. DE LA COMISIÓN AL INSTITUTO Sólo unos meses después, y en clara conexión con el Congreso de Valencia, Moret crearía, desde el Gobierno, una Comisión de estu- 13 Para un análisis detallado de las ponencias presentadas en el Congreso y del desarrollo del mismo, véase CASTILLO, Santiago, «El reformismo en la Restauración: Del Congreso Sociológico de Valencia a la Comisión de Reformas Sociales», en la revista Estudios de Historia Social, n.º 30, 1984, págs. 21-78. En una versión posterior, ligeramente modificada, aparece este texto como Estudio Introductorio a la edición facsímil sobre la Comisión de Reformas Sociales, Reformas Sociales. Información oral y escrita publicada de 1889 a 1893, 5 volúmenes, Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1985. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 63 ESTUDIOS dio para que tratara de «todas las cuestiones que directamente interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo» (artículo 11 del Real Decreto de 5 de Diciembre de 1883). Era la Comisión de Reformas Sociales. En el Discurso Preliminar que, pronunciado por Canalejas, precede al Proyecto de Instituto del Trabajo, realizado por Adolfo Álvarez Buylla y Adolfo González Posada 14, se explica con gran precisión el discurrir del pensamiento que lleva a sostener la necesidad de que el gobierno intervenga en la resolución de los problemas sociales, y como requisito previo para el enfrentamiento a tal tarea, la necesidad de disponer en España de los «datos vivos del problema». Canalejas recuerda la afirmación de Dante sobre cómo debe proceder el político: speculandum sed ad opus. Y hace suya la idea expresada por Dante, poniendo especial énfasis sobre el hecho de que el político debe dedicarse al estudio y la meditación, orientados siempre a elegir el mejor modo de obrar para resolver los problemas públicos a los que, por causa de su dedicación, se enfrente. Se lamenta Canalejas de no disponer de información sobre los problemas obreros, cada vez que tiene que enfrentarse a los problemas españoles y de la necesidad de acudir a informaciones ajenas. Y en una larga alocución, que expresa muy bien la situación en que se encuentra el político –y el científico– español, que pretende hablar y decidir sobre problemas concretos: «¿Dónde en España nada parecido al censo profesional germánico de 1895 clasificando la población del Imperio según su capacidad económica en veinticuatro grandes grupos, cuyo análisis ocupa sen- 14 «Discurso preliminar», de CANALEJAS Y MÉNDEZ , José, en BUYLLA, Adolfo y POSADA, Adolfo, El Instituto del Trabajo (1902), Madrid: Centro de Publicaciones. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1986, edición facsímil. 64 dos volúmenes?15 ¿Dónde los elementos que han permitido con toda fidelidad evaluar los coeficientes de cada factor de la producción en los Estados Centrales de Europa, Inglaterra y República Norteamericana? ¿Dónde algo que se asemeje al magnífico estudio del Departamento Federal del Trabajo en los Estados Unidos, en el cual se examina comparativamente el proceso de las operaciones en que se subdividen los esfuerzos de las máquinas y de la mano del hombre, en 672 clases de producción, trabajo que con sus complementos de informaciones gráficas ocupa muchos millares de páginas? ¿Dónde la gran información de 1894 irradiada de Inglaterra a los principales países del mundo y que instruye de un modo tan completo y provechoso? ¿Dónde algo semejante siquiera a las tareas de la Comisión extra-parlamentaria del catastro en Francia de 18 de Marzo de 1891, con alcance no solamente técnico, económico y jurídico, sino social, que lleva ya publicados siete voluminosos tomos de lectura interesante e instructiva, sobre todo lo que afecta a los trabajos de la sub-comisión jurídica? ¿Dónde se han estudiado aquí como estudiaron recientemente los italianos todos los problemas agrarios contemporáneos recogiendo sobre los latifundios enseñanzas bien adaptables a España? ¿Dónde...en fin, el fruto de las tareas de tantas informaciones parlamentarias y extra-parlamentarias, de los Laboratorios y Museos sociales, de las Asociaciones obreras y de las Memorias presentadas en Congresos internacionales en que o se deploró nuestra ausencia o padecieron tristezas inmerecidas nuestros representantes?»16. 15 Sobre una edición posterior de este Censo de Profesiones –la de 1925–, pudo Theodor Geiger elaborar su intento de estudio de la estratificación social del pueblo alemán (1932), cuando en Estados Unidos, años después, sólo se llevaron a cabo estudios sobre la estratificación social de ciudades –Middletown, Middletown in Transition, Caste and Classe in a Southern Town, «Yankee City Series» Hay edición en español: Theodor GEIGER, La estratificación social del pueblo alemán, Madrid: Euramérica-FOESSA, 1971. 16 CANALEJAS , «Discurso preliminar», Op. cit., págs. VI-VII. La obra incluye, como Apéndice octavo, un REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ Haciendo referencia a los proyectos puestos en marcha por él, cuando fue Ministro de Gracia y Justicia, contando con la colaboración de Salillas –publicación de Anuarios, Memorias, jurisprudencia, etc.–, añade con cierta ironía, no exenta de amargura: Apero como yo duro poco en los Ministerios, me fui y nadie ha vuelto a acordarse de reanudar trabajos que eran utilísimos. Censo de la población, estadística de enseñanza, estadística agrícola, estadística de importaciones y exportaciones, estadística de obras públicas, estadística minera, estadística sanitaria, resúmenes de recaudación, boletines de las estaciones enotécnicas y de los servicios comerciales del ministerio de Estado, estadística de la administración de justicia en lo civil y en lo criminal, alguna que otra estadística de los impuestos...todo externo, formal, inseguro, discontinuo...»17. Los anteriores argumentos son propuestos por Canalejas para justificar la necesidad de un Instituto del Trabajo que, después de aprobado en Consejo de Ministros, no llegó a la existencia, sino, un año más tarde, con algunas modificaciones, y con el nombre de Instituto de Reformas Sociales18. Los años de desarrollo económico con los que comienza la Restauración contribuyen, minucioso estudio, realizado por el institucionista J. UÑA SARTHOU, como «Notas de Viaje», sobre Los Institutos del Trabajo en diferentes países, incluyendo Europa y Estados Unidos. En cada caso se considera: su creación, fines, organización interna, obra realizada y métodos de trabajo. Se añade después una nota sobre la Office International du Travail y el Museo Social de Paris. (págs. 261342). 17 CANALEJAS, «Discurso preliminar», Op. cit., págs VVI. 18 En realidad, CANALEJAS propuso y obtuvo la aprobación, en el Consejo de Ministros de Abril de 1902, de la creación de dos Institutos: el Instituto del Trabajo y el Instituto de la Propiedad. CANALEJAS, «Discurso preliminar», Op. cit., pág. IV Conviene tener en cuenta que estos proyectos fueron presentados por CANALEJAS siendo Ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. Y igualmente, al agravamiento de la «cuestión social» sin que pierdan fuerza las tendencias individualistas, partidarias de la no intervención del Estado en la resolución de los problemas de la clase obrera, ni en la conflictividad del mundo del trabajo. El paso más notable que se da en esos momentos se refiere a la toma de conciencia de la existencia de un problema que es, por su propia naturaleza, social y no meramente de orden público, como pretenden los sectores más afincados en las estructuras sociales de tiempos pretéritos. Lo social es lo referente a la cuestión social19, y la sociología hace referencia a los problemas de la sociedad, de la nueva sociedad, y sobre todo de la clase obrera, del advenimiento del cuarto estado a la vida social, como dirá Azcárate20. 7. EL PENSAMIENTO SOCIOLÓGICO ORIENTADOR DE LAS REFORMAS SOCIALES: GUMERSINDO AZCÁRATE Y ADOLFO POSADA Para comprender la acción reformista llevada a cabo desde la Administración, es necesario, de un lado, contar con los problemas que padecía y a los que se enfrentaba la sociedad española, desde finales de la guerra de la independencia y, después, por el discontinuo y conflictivo proceso de industrialización. A este tema ya nos hemos referido más arriba, y volveremos sobre él cuando intentemos demostrar cómo la labor del Instituto de Reformas Sociales se centra, precisamente, sobre los problemas a los que hemos aludido. Pero, de otro lado, la comprensión de la acción reformista requiere una clave científica que es el conjunto de ideas y consideraciones desde los que tal acción se enfoca y se perfila. Esto es, el bagaje de criterios científicos y de 19 Sobre la evolución del sentido de «lo social», véase M ARTÍN L ÓPEZ , Enrique, «El Balance social de la empresa, en AA.VV., Economía y sociedad, Madrid: Banco de Bilbao, 1982. 20 AZCÁRATE, Gumersindo de, «Estudios sobre el problema social», incluido en Estudios Económicos y Sociales, Madrid, 1876, pág. 118 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 65 ESTUDIOS ideas básicas con las cuales, quien trabajaron en el Instituto de Reformas Sociales, se enfrentaron a la tarea de estudiar los problemas y proponer las reformas. Lo cual no creemos que deba buscarse en otra parte que en el pensamiento de los dos hombres que crearon el Instituto y que dirigieron sus actividades durante el mayor lapso de tiempo: Gumersindo Azcárate y Adolfo Posada. El primero, que fue secretario de la Comisión desde su origen, se convierte en el presidente por antonomasia del Instituto, más allá de su muerte en 1917: «... la huella de Azcárate permanece viva en la labor cotidiana del Instituto hasta la disolución de éste. Su simple recuerdo despierta fidelidades y sostiene actitudes entre los miembros del Instituto que salvaguardan la pureza original de las intenciones, objetivos y forma de funcionamiento que conformaron el Instituto de Reformas Sociales como una institución ejemplar en su género, y, en este sentido, única en todo el continente europeo»21. El segundo, Adolfo Posada, que junto con Adolfo Buylla redactara el Proyecto de Instituto del Trabajo, y que ocupó cargos directivos, dentro del personal técnico, durante toda la vida del Instituto. Conviene destacar algunos aspectos del pensamiento sociológico de ambos, en la medida en que permiten una más correcta comprensión del sentido e intencionalidad profunda de los trabajos del Instituto de Reformas Sociales. 7.1. El pensamiento sociológico de Gumersindo de Azcárate. Concepto de la Sociología Probablemente, puedan encontrarse en Estudios Económicos y Sociales 22 aspectos 21 Juan Ignacio PALACIO MORENA, La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad social, 1988, pág. 496. 22 Gumersindo de AZCÁRATE, Estudios económicos y sociales. 66 relevantes del pensamiento sociológico de Azcárate, pero, para nuestros intereses actuales, es más adecuado recurrir a lo expuesto en su Concepto de Sociología, que fue su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Muestra Azcárate el carácter totalizador de la sociología junto a su carácter no específico, que permiten diferenciarla de las ciencias sociales particulares y concretas: «Lo social total y genérico es lo propio de la Sociología; y lo social particular y específico corresponde a las distintas ciencias sociales»23. Esta distinción plantea la necesidad de determinar en qué consiste el hecho propiamente sociológico, ya que «se trata de saber qué hechos deben considerarse como de la sociedad toda, cuáles puede ésta considerar como suyos». Establece Azcárate la diferencia de los hechos cuando se trata de un individuo y cuando se trata de un pueblo. En el primer caso, el hecho es la individualidad, lo que le distinga, de modo que a ningún biógrafo se le pide que describa todo lo que se refiere a un individuo, sino sólo los que sean precisos para mostrar su personalidad, su individualidad. «De modo análogo, si se trata de un pueblo, su hecho será el humano mostrado bajo el predominio de su carácter, genio e índole, de su raza, de su cultura, del territorio en que vive, del medio social en que se desenvuelve; en suma, lo característico de su nacionalidad; y así como la biografía ha de contener todos los hechos de la vida del individuo, la historia de un pueblo no debe, ni puede contener todos los de la de éste, y al modo que en ella sólo interesa lo más sustancial de la biografía del 23 Gumersindo de AZCÁRATE, Concepto de la Sociología y un estudio sobre los deberes de la riqueza, Barcelona: Henrich y Cía., 1904, pág. La primera parte es el discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (1891), la segunda es el discurso de apertura de curso en el Ateneo Científico y Literario de Madrid (1892). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ individuo, lo que ha trascendido a la de la comunidad, de igual manera en la historia universal sólo tiene cabida la sustancia de la vida de los pueblos, lo que ha transcendido o ha de transcender a la vida de la humanidad»24. En esta descripción de los temas que constituyen el hecho sociológico, respecto de un pueblo o sociedad, parece contenerse un programa de investigación empírica, en nada abstracto ni utópico. Mayor interés tiene su modo de entender el Arte Social, que tiene por objeto proponer las consecuencias prácticas para resolver los problemas de la sociedad, a la luz de los ideales propuestos por la Sociología. Azcárate toma de Vico la distinción entre Historia, Filosofía y Arte social, que aplica éste a cualquier ciencia que haga relación al hombre: «Conocimiento de lo hecho, conocimiento de lo que se debe de hacer, conocimiento de cómo ha de hacerse, y que satisfacen respectivamente la Historia, la Filosofía y el Arte». Y lo ejemplifica Azcárate con temas tomados de la política y de la economía, para pasar después a un tema concreto de la sociología, cual es el de la igualdad. «Tomemos un problema sociológico más concreto, como por ejemplo, el de la igualdad –dice Azcárate– y veremos que acontece lo mismo. La sociología puede hallar que hay una desigualdad social, en cuanto que por el valor de la individualidad, por las exigencias de la vocación, por la diversidad de caminos abiertos a la actividad, por la energía con que ésta se ejercita, por los resultados que se logran, por las condiciones del medio social que los favorecen o estorban, etc., cada cual se crea una distinta posición social, no habiendo dos que sean completamente iguales en este respecto, resultando así, no solo diferencias en cuanto a la cantidad de lo realizado, por decirlo así, si que también con relación a la calidad; esto es, en cuanto a lo primero, entre sabios e ignorantes, ricos y 24 AZCÁRATE, Op. cit., págs. 33-34. pobres, etc., y en cuanto a lo segundo, entre el activo y el perezoso, el débil y el enérgico, el bueno y el malo, el justo y el injusto». La sociología puede afirmar que esta desigualdad no implica la desigualdad de esencia, ni la desigualdad política, ni la desigualdad jurídica, sino que afecta «a la participación en el poder y al ejercicio de las funciones». Por su parte, la historia muestra el reinado constante de la desigualdad a través de los tiempos: esclavitud, castas, clases, aristocracias basadas en el nacimiento, en la riqueza, en la fuerza, etc. Por último, el Arte «en vista del ideal trazado por la sociología y de los hechos mostrados por la Historia, traza el modo de sustituir las jerarquías y las clases nacidas de otros tiempos, por las que en el seno de la sociedad determinan la aptitud, el carácter, la virtud, en una palabra, el prestigio»25. Corresponde a la sociología conocer los hechos y formar ideales y al Arte, realizarlos en la sociedad. De esto no hay duda, como tampoco la hay de que el Arte Social se encuentra en un estado atrasado, porque «la norma, la guía, el ideal ha de dárselo la sociología, y ya hemos visto como esta ciencia se encuentra en lo que podemos llamar período de formación». Sin embargo, no parece que Azcárate se refiera a ideales morales, sino a las formas más eficientes de ordenar la vida social y de regular las actividades sociales, entendiendo por eficiencia el logro de una cierta armonía y proporción entre las partes. Queda esto claro, negativamente, en su referencia a los planteamientos extremos del problema social: «¿Cabe negación más radical de todo Arte, que la liquidación social pedida por los que no tienen y la respuesta de los que tienen reducida a decir: noli me tangere?»26. 25 AZCÁRATE, Op. cit., págs. 60 y sigs. AZCÁRATE, Op. cit., págs. 65-66. Creemos que sería conveniente intentar entender el pensamiento de moral social de este autor desde la perspectiva indicada, ya que daría lugar a un planteamiento estrictamente 26 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 67 ESTUDIOS En este conjunto de ideas se manifiesta con suficiente claridad el bagaje de conceptos e intenciones sociológicas con el que Azcárate llega, primero, a la Comisión de Reformas Sociales, después, al Instituto de Reformas Sociales. 7.2. Sociología y acción social en Posada Posada abre una brecha en el determinismo espiritualista de su tiempo, intentando mostrar cómo, en la vida social, hay un margen de creciente importancia para la acción libre de los individuos. «La realidad social se ofrece, desde luego –dice Posada– aun a la observación más superficial y exterior, como un hacer; la sociedad se hace –génesis–, la sociedad la hacemos persiguiendo fines –télesis– movidos por estímulos; excitados por deseos –emociones, ideas– que se convierten en tendencias y en aspiraciones. ¿Nos damos siempre cuenta de este hacer? ¿Tenemos conciencia –sobre todo conciencia reflexiva– de como ese hacer se produce? Parece que sí, pero de cierto modo, y hasta cierto punto, y con diversa intensidad»27. Aquí está, planteado con toda precisión, el tema de la acción social como tema central de la vida social y de la reflexión sociológica, al mismo tiempo que se explicita la existencia de una gradación en la conciencia reflexiva. Es decir, Posada afirma que existen grados diferentes de conciencia en la acción social. sociológico de la moral: la norma moral, o el sistema moral, más adecuado sería el que contribuyera en mayor medida a conseguir una mejor solución de los problemas y conflicto sociales. Así habría que interpretar su estudio Los deberes de la riqueza, discurso leído por el autor en el Ateneo Científico y Literario de Madrid, el 11 de Noviembre de 1892. Por orta parte, ese discurso tiene cierto parentesco con el libro de SUMNER, William G., What Social Classes Owe to Each Other, 1882. 27 Adolfo POSADA, Principios de Sociología (1908), segunda edición revisada y aumentada, Madrid, Daniel Jorro, 1929, tomo 2º, pág. 275. 68 Hay un primer grado, que representa la menor conciencia reflexiva posible de la acción social, que está representado por el hacer social general de la masa, que constituye el material vivo de toda sociedad. En cuanto proceso vivo, «adquiere como hacer social, para el sociólogo, un carácter genético, de obra que se produce y exterioriza en un proceso causal. Las condensaciones espontáneas de ese proceso constituyen las costumbres, los usos, los hábitos colectivos, que representan verdaderos estados de equilibrios sociales, a punto de romperse constantemente tales equilibrios, y que, en efecto, se rompen, merced a las manifestaciones de la actividad inventiva e innovadora –la invención, de Tarde– característica del hombre»28. Este hacer general de la masa, se corresponde con lo que Giddings ha llamado conciencia de la especie, que es el vehículo propagador de la imitación de Tarde y de Baldwin, y que engendra el hecho social objetivo de Durkheim, representa únicamente un primer grado de mínima conciencia reflexiva por parte de los actores. En el otro extremo de la reflexividad habría que colocar las realizaciones del hacer social que «culminan en la personalidad como una expresión querida y razonada, teniendo por órganos la conciencia de los individuos». Pero entre ambos extremos se sitúa «una gradación que va desde el acto social incoloro, casi un reflejo imitativo, resultado quizá de una manifestación instintiva, hasta el acto directivo de la personalidad saliente –quizás del genio– que acaso sintetiza el ideal posible de un pueblo en un momento dado». Pues bien, en la esfera del «hacer social» reflexivo se encuentra –dice Posada– lo que con todo rigor puede llamarse Arte social29. Aparece aquí, de nuevo, el concepto Arte social, establecido ya por Azcárate, a partir de Vico. Pero en el pensamiento 28 29 POSADA, Op.cit., 2.º, págs. 276-7. POSADA, Op.cit., págs. 277-79. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ de Posada alcanzará una mayor extensión y desarrollo conceptual. «El Arte social expresa la convicción de que nuestra razón es una fuerza social eficaz y de que la evolución social se produce, en una cierta medida, por la acción reflexiva, que tiende –como la espontánea– a continuar la vida y a mejorarla, según las representaciones anticipadas de lo que ha de ser, o sea del porvenir según un ideal. El Arte social, en cierto modo, supone la aptitud del espíritu –individual y colectivo– para forjar ideales, esto es, para elaborar una representación anticipada de la realidad social futura, no ciertamente una representación puramente imaginativa o abstracta, como la que se condensa en la utopía, sino una representación elaborada bajo el influjo del pasado –tradición, historia– y con la vista en las condiciones del presente». A fin de cuentas, habla Posada de la capacidad que el hombre tiene de hacer proyectos, individuales y/o colectivos, y de convertir esos proyectos en contenido de su propio hacer social, reflexivo y consciente. Pero tiene un mayor empeño en aclarar la naturaleza de esos ideales –o proyectos– que ponen en marcha la acción a la que se refiere: «Que no es el ideal función del capricho: surge en todo momento y en todas las esferas de la vida humana, como una realidad del espíritu y una consecuencia de la naturaleza psicológica del hombre, es decir, de un ser capaz de representarse –incluso más o menos plásticamente– la realidad por venir, y de proponerse el enlace positivo de ésta con el presente para continuar la Historia. El ideal tiene su causa inmediata en la inquietud humana, y es obra de la naturaleza emocional del hombre, y de su aptitud para desear lo mejor y para convertir lo deseado en atracción, con fuerza suficiente para mover el ánimo y la voluntad en el sentido que señala la atracción del ideal»30. Fácilmente se podría tomar lo que antecede como el punto de partida para una teoría de la acción social racional con arreglo a fines, en el más riguroso sentido maxweberiano, abarcando, en consecuencia, el ámbito de las acciones que se realizan conforme a proyecto, con deliberación respecto de los fines y de los medios y una adecuada organización, realización y control de las tareas, que conducen a hacer real la representación anticipada de la que se partió. Y, ciertamente, esa posibilidad está implícita en Posada, aunque no es ese el tema que le preocupa cuando se enfrenta al Arte social. En lo que realmente piensa es en la aplicación científica de la Sociología a la realidad social, llevando a la práctica ideales -proyectos- sociales. «Nuestra experiencia y nuestra observación nos señalan, como cosas reales, transformaciones sociales, obra de cambios y de modificaciones causados en la Historia, y que, a veces, traducen intervenciones eficaces de una acción humana reflexiva, calculada, hábil, que se define como reforma –reforma social se dice en cierta esfera hoy–, labor en ocasiones de verdaderos «sociólogos de acción»31. En consecuencia, lo que esos sociólogos de acción, actores de las reformas sociales pretenden llevar a cabo es el Arte Social, situado en la esfera del «hacer social» reflexivo. Distingue así Posada, entre el sociólogo filósofo y el sociólogo de acción: el primero contempla la realidad con el espíritu de un filósofo; el segundo «será el órgano específico del ideal social para la vida real, que acaso no ha engendrado, que habrá recogido del ambiente, pero que tomará carne en él, siendo él como el instrumento consciente y eficaz, capaz de identificarse con la realidad social y ser como una causa viva y obrante del proceso actual y futuro. El sociólogo de acción puede ser –debería ser– el reformador social»32. Y tal función se justifica plenamente a los ojos de Posada, aun en el caso de que la marcha de la humanidad estuviera determinada 31 30 POSADA, Op.cit., 2.º, págs. 279-80. 32 POSADA, Op.cit., 2.º, pág. 268. POSADA, Op.cit., 2.º pág. 283. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 69 ESTUDIOS por fuerzas cuyo control último se nos escapara: «Y aunque prescindiéramos de toda intervención reflexiva y calculada, y supusiéramos que las transformaciones sociales entrañan sólo el puro juego mecánico de fuerzas o energías físicas, ellas plantearán necesariamente un problema sociológico, que se complicará más y más, en cuando consideremos que, en todo caso, nosotros somos una fuerza del conjunto que influirá de algún modo, o en alguna medida, en la producción de las inevitables resultantes en que las transformaciones sociales realizadas pueden consistir»33. 8. EL NACIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA EMPÍRICA EN ESPAÑA (SOCIOGRAFÍA) En realidad, podemos considerar, la parte sociológica de los trabajos del Instituto de Reformas Sociales, como el comienzo de la sociología empírica entre nosotros. No se trata de un fenómeno exclusivo de España, que ponga de manifiesto peculiaridades o tipismos del alma nacional, sino que, más bien al contrario, nos enfrenta a trabajos que en su temática y en su estilo consuenan con otros que, por ese mismo tiempo, se llevan a cabo en distintos países europeos y que, sólo el desconocimiento y un exacerbado criticismo hacia lo propio, nos han impedido valorar en su justo término. Se trata, con todo rigor, de estudios que encajan dentro de lo que por aquellos años se denominó sociografía, término que, acuñado por Steinmetz34, se hizo bastante común en el mundo sociológico europeo y, sobre todo en 33 POSADA, Op.cit., 2.º, pág. 268. R. STEINMETZ , sociólogo holandés, formado en Inglaterra, usa esta expresión por vez primera en 1913, contraponiéndola a la sociología abstracta, en un intento de no perder el contacto con la realidad. R. STEINMETZ, «Die Soziographie in der Reihe der Geisteswissenschaften», Archiv für Rechts-und Wirtschaftsphilosophie, tomo 6, 1913. 34 70 Alemania, en Holanda y en España, empleándose para denominar a los estudios sociológicos empíricos. «La sociografía, igual que la antigua estadística –dirá Tönnies– se propone como objeto el estudio de los países y de sus gentes: por lo tanto, está orientada de modo más inmediato hacia el estudio de un territorio determinado y de determinados hombres como habitantes del mismo».Tönnies la denomina sociología empírica o sociografía, y considera que se ocupa del «estudio de la vida social contemporánea, concebida en su marcha hacia adelante, en su incesante transformación», utilizando un método especial que «consiste concretamente en la investigación de los propios hechos sociales; el método de la observación y de la comparación basada en las observaciones; el método empírico, inductivo»35. Este es el tipo de investigación empírica en sociología que, por lo menos hasta los comienzos de la segunda guerra mundial, se dará, con mayores o menores exigencias metodológicas, en todo el mundo europeo. Los informes de la Comisión de Reformas Sociales y del Instituto de Reformas Sociales discurren en paralelo a los informes de Ferdinand Tönnies y de Max Weber, en Alemania 36, de Charles 35 Ferdinand TÖNNIES , Principios de sociología, México, F.C.E., 1942, págs. 381 y sigs. 36 Lluis FLAQUÉ y Salvador GINER consideran a Tönnies como el fundador de los «informes sociales» o social surveys, que él incluía dentro de la sociografía o descripción objetiva de un conjunto de «eventos sociales», Prólogo a Comunidad y asociación, Barcelona: Península 1979, págs. 8-9. El informe más conocido de los realizados por TÖNNIES es el que versa sobre la huelga de los trabajadores portuarios y los marinos en Hamburgo, 1896/97 (Die Wahrheit über en Streik der Hafenarbeiter und Seeleute in Hamburg 1896/97, Hamburgo: Engelke, 1897). Por lo que se refiere a los informes realizados por Max W EBER , véase Sociología del trabajo industrial, Madrid: Trotta, 1994. En dicho volumen se recogen dos investigaciones empíricas realizadas por Weber entre 1908 y 1909, sobre la situación de los obreros industriales en Alemania: «Introducción metodológica para las encuestas de la Verein für Sozialpolitik sobre selección y adaptación de los obreros de las grandes fábricas» y «Psicofísica del trabajo industrial». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ Booth en Inglaterra37, de Frédéric Le Play en Francia y en otros países de Europa38, etc. En todo caso, se trata de una sociología empírica, descriptiva, que pretende dar cuenta minuciosamente de una situación social problemática, acudiendo a todos los datos y fuentes de información disponibles y que se orienta, seguidamente, a servir de base para proponer soluciones a los problemas descritos. Dentro del conjunto de las actividades de información, asesoramiento y apoyo técnico al Gobierno y a las fuerzas sociales, los Informes se elaboran cuando «se estima necesario un conocimiento más exacto de los hechos o un estudio técnico más detallado de las posibles respuestas o soluciones, (entonces) se remiten los temas a las correspondientes secciones técnicas para su estudio y posterior informe o dictamen»40. Pero en todo caso, hay dos posibles fuentes, bien diferenciadas, de las que pueden brotar los informes: 1) sucesos, por lo regular catástrofes, como las mineras, que afectan profundamente a la opinión pública y que exigen un análisis detallado de las causas y una reflexión sobre los medios para corregirlas, y 2) temas más generales cuya trascendencia e interés aconsejan un tratamiento monográfico41. Sabido es que el Instituto de Reformas Sociales tuvo encomendadas, desde su fundación, una serie de tareas relacionadas, en sentido muy amplio, con la «reforma social». Partiendo de lo que ya se decía respecto de la Comisión de Reformas Sociales, se encomienda a ambos «estudiar todas las cuestiones que directamente interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo», correspondiendo, además, al Instituto de Reformas Sociales, preparar la legislación del trabajo; cuidar de la ejecución de la legislación a través, fundamentalmente, de los servicios de inspección y de estadística; y favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora o bienestar de las clases obreras mediante el asesoramiento, el estudio, y la mediación para prevenir y conciliar conflictos39. En el orden cronológico aparecen diversos informes sobre problemas agrarios. En 1904, Álvarez Buylla redacta y publica, a petición del gobierno, su Memoria de la información agraria en ambas Castillas42, publicándose ese mismo año, sobre el mismo tema, pero en folleto separado, el Proyecto de plan para la información agraria de ambas Castillas y, en 1905, el Interrogatorio para la información agraria de ambas Castillas, que constituyen, 37 Los estudios de Booth guardan una evidente relación con los que llevan a cabo la Comisión de Reformas Sociales y el Instituto de Reformas Sociales: la vida en los barrios obreros de Londres, la pobreza y sus formas, los ancianos pobres y las pensiones, las distintas tareas del trabajo industrial, la influencia de la religión en la vida de las gentes, etc. Para una presentación de textos escogidos, puede verse; Charles BOOTH, On the City. Physical Pattern and Social Structure, Chicago y Londres: The University of Chicago Press, 1967. Recoge trabajos desde 1886 hasta 1913. Son evidentes tanto el paralelismo temático como la coincidencia cronológica. 38 La principal obra de Frédéric LE PLAY, en la que, además, desarrolla el método monográfico que le hizo famoso, es Les ouvriers europèens, (1855), 6 volúmenes, 2.ª edición, Tours: Mame, 1877-89. El pensamiento de Le Play y, especialmente, su método de las monografías, alcanzó una gran difusión. 39 Juan Ignacio PALACIO MORENA, La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1988, pág. 140. 40 PALACIO MORENA, Op. cit., pág. 143. 41 PALACIO MORENA, Op. cit., pág. 259. 42 Adolfo ÁLVAREZ BUYLLA Y ALEGRE, Memoria acerca de la información agraria en ambas Castillas, Madrid: M. Minuesa, 1904; Miseria y conciencia del campesino castellano, Madrid: IRS, 1977. Parece evidente que cuando DEL CAMPO, Salustiano y CAMACHO, Juan Manuel «Social Reporting in Spain. «Recent Tradition» EuReporting Working Paper nº 16, Subproject «European System of Social Indicators», Mannheim: Centre for Survey Research and Methodology (ZUMA), Social Indicators, afirman que los informes sociales -social reports- son hijos de nuestros días y que no aparecen en España hasta la década de los sesenta, se están refiriendo a los informes sociológicos de carácter global. Sólo así cabría admitir que los Informes sociales sean un fenómeno reciente en España. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 71 ESTUDIOS a fin de cuentas, dos cuestionarios para la realización de encuestas informativas. La Memoria se redactó a partir de dos fuentes de información: 1) una serie de entrevistas, en todas las poblaciones visitadas, con «gobernadores, alcaldes, secretarios de Ayuntamiento y algunos jueces de primera instancia, registradores, maestros, curas párrocos, jefes de puestos de la Guardia Civil, directores y redactores de los principales periódicos, y con bastantes patronos y obreros, procurando, por la directa inspección del trabajo en los campos, de las casas, de la alimentación, el mejor conocimiento de las condiciones de la agricultura y del modo de vida de los obreros agrícolas»43; 2) la aplicación de una encuesta, de la que se repartieron 17.540 cuestionarios, en un total de 4.278 municipios, siendo cumplimentados 3.375 cuestionarios. Es decir, algo menos del 20 por 100 del total. Las preguntas que integraban el cuestionario se distribuían en cinco bloques: extensión territorial, densidad de población, emigración e inmigración, propiedad agrícola y vida del obrero agrícola. También versa sobre la sociedad rural el trabajo de Celedonio Rodrigáñez, El problema agrario en el mediodía de España44, gana- 43 ÁLVAREZ BUYLLA, Miseria y conciencia.., pág. 114. Celedonio RODRIGÁÑEZ, El problema agrario en el mediodía de España, Madrid: IRS, 1904. Díaz del Moral valora muy positivamente la información de este trabajo, así como la de los cinco accesits concedidos por el jurado del Instituto y los considera como absolutamente imprescindibles para comprender los problemas del campo andaluz. DÍAZ DEL MORAL, Agitaciones campesinas.., Madrid, 1973, pág. 517. Rodrigáñez había ganado, años atrás, un concurso convocado por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas: RODRIGÁÑEZ, C., La vida del campo, Madrid: Tipografía de los Huérfanos, 1886. 44 72 dor de un concurso convocado por el gobierno y cuya resolución fue encomendada al Instituto de Reformas Sociales. En 1905 publica el Instituto un folleto que lleva por título Resumen de la información acerca de los obreros agrícolas en las provincias de Andalucía y Extremadura que, aunque posterior en la fecha, recoge información que en su mayor parte había sido elaborada en 1902 por la Comisión de Reformas Sociales, con motivo de la crisis agraria en Andalucía, si bien se añaden datos más recientes45. Mayor importancia tienen los estudios que realiza el Instituto en la provincia de Córdoba, a raíz de los conflictos agrarios que tienen lugar a comienzos de 1919. Una detallada exposición de esos conflictos, utilizando los materiales elaborados por el Instituto, además de otros de distinta procedencia, se recoge en el libro de Juan Díaz del Moral, Historia de las agitaciones campesinas andaluzas y en el trabajo de Constancio Bernaldo de Quirós, El espartaquismo agrario andaluz46. En el mismo área de la sociología rural y del agitado mundo del campo andaluz hay que situar el estudio de Bernaldo de Quirós sobre Bandolerismo y delincuencia subversiva en la baja Andalucía, publicado en 1913, en el que sostiene la tesis de que el bandolerismo es la solución individual, paralela al 45 Una parte del Resumen, concretamente la que se refiere a «los salarios agrícolas en Andalucía y en Extremadura en 1905», fue publicada en la Revista de Trabajo, n.º 1, 1963, págs. 187-295, con comentarios de José Castillo. 46 Juan DÍAZ DEL M ORAL , Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Córdoba, Madrid: Gráfica Universal,1929; Madrid: Alianza Editorial, 1973. Díaz del Moral, notario de Bujalance, fue discípulo de Fernando de Castro y de Francisco Giner de los Ríos, a quienes dedica su libro, pero, que sepamos, no trabajó nunca en el Instituto de Reformas Sociales. Constancio BERNALDO DE QUIRÓS, El espartaquismo agrario andaluz, Madrid: Reus,1919. Edición moderna por J.L. GARCÍA DELGADO, selección y prólogo, El espartaquismo agrario andaluz y otros ensayos sobre la estructura económica y social en Andalucía, Madrid: Editorial Revista de Trabajo, 1973. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ espartaquismo agrario, como solución colectiva, frente a las características de la estructura social de Andalucía47. También sobre problemas agrarios y sociales, pero lejos del mediodía y de las dos Castillas, se sitúa el trabajo de García de Cáceres, titulado Información acerca de las condiciones sociales en que se realiza el cultivo del arroz en la provincia de Valencia, 1910. dad propias de los informes del Instituto. Sin embargo, en ocasiones están directamente implicados asuntos de carácter social, como los referentes a la vivienda, alimentación, dotación de servicios y a los abusos de los propietarios de las minas, estableciendo cantinas y economatos en sus propias explotaciones, en las que los mineros se ven obligados a comprar48. Tanto la Comisión como el Instituto dispensaron una gran atención a los problemas del campo, y lo mismo hacen otros muchos pensadores e instituciones, hasta tal punto que podría decirse que la sociología rural es la primera sociología empírica que se practica en España, frente a lo que sucede en el resto de Europa, en donde es la industrialización el motor del pensamiento crítico sobre los problemas de la sociedad. Por lo que se refiere a los efectos sociales y económicos del proceso industrializador, conviene señalar, en primer término, la preocupación del Instituto en todo lo referente al trabajo de las mujeres y de los niños. Existen informes sobre temas particulares, elaborados con ocasiones de problemas o consultas planteadas al Instituto. Por ejemplo, el elaborado a petición de los fabricantes de vidrio de la provincia de Barcelona, quienes solicitaban la suspensión de ciertas normas que limitaban a seis las horas de trabajo y prohibían el trabajo nocturno de los menores de 14 años, de ambos sexos. Pero tienen mayor interés, por su carácter general, los informes redactados por José González Castro, sobre El trabajo de la mujer en la industria, 1914, y El trabajo de la infancia en España, 191749. El primero de estos estudios, realizado por un miembro del Instituto, no se hizo por iniciativa de éste, sino como respuesta a un concurso convocado por la Sociedad Española de Higiene para estudiar las condiciones de trabajo de la mujer. Sin embargo, el Instituto lo asumió como propio y lo publicó para su difusión. En Pero, casi simultáneamente, preocupan los problemas relativos a las minas y a los mineros. Dos catástrofes en sendas explotaciones mineras –en la explotación hullera de Villanueva de las Minas (Sevilla) y en Melendreros (Oviedo), también de hulla–, dan lugar a dos visitas de inspección, seguidas de informes técnicos. La primera es realizada por José Marvá y Mayer, ingeniero militar, de quien se decía que era «más sociólogo que guerrero» y que a la sazón dirigía la sección técnica segunda –Inspección–. La segunda visita de inspección corre a cargo de Rafael Bautista Sanz, ingeniero de minas y auxiliar de la sección segunda. El contenido de estos informes es predominantemente técnico, relacionado con el incumplimiento de diversas disposiciones sobre higiene y seguridad en el trabajo de las minas, pero en ellos se pone de manifiesto las exigencias de objetivi- 47 Constancio BERNALDO DE QUIRÓS, «Bandolerismo y delincuencia subversiva en la Baja Andalucía», tomo IX de los Anales de la Junta para Ampliación de estudios e Investigaciones Científicas, Madrid, 1913. Años más tarde publicará, en colaboración con Luis ARDILA, Criminología del campo andaluz. El bandolerismo, Madrid: Publicaciones de «Policía Española», 1933. 48 Uno de estos informes se ha reeditado hace algunos años: José MARVÁ, El trabajo en las minas, Algorta, 1970. Marvá se formó en la Academia de Ingenieros del Ejército, siendo profesor de la misma y miembro de la Academia de Ciencias y del Instituto de Reformas Sociales. Véase M ARVÁ Y MAYER, J., Función técnico-social del Ingeniero, Madrid: Imprenta del Memorial de Ingenieros del Ejército, 1909, en donde reconoce el importante papel del ingeniero como intermediario entre el capital y el trabajo, en un régimen de libre competencia. 49 José GONZÁLEZ DE CASTRO, El trabajo de la mujer en la industria. Condiciones en que se efectúa y sus condiciones en el porvenir de la raza, Madrid: IRS., 1914; El trabajo de la infancia en España, Madrid: IRS. 1917. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 73 ESTUDIOS el informe se comienza señalando las transformaciones irreversibles suscitadas por el paso del taller familiar a las fábricas, con las condiciones creadas por el uso de las «máquinas». Este paso afecta gravemente a las condiciones de la mujer, en cuanto a seguridad e higiene, jornada de trabajo, remuneración, etc. Con la alternativa del trabajo a domicilio –sobre todo en la industria textil–, que permite eludir la posible supervisión de la inspección del trabajo femenino. Se analizan en este informe las relaciones entre patronos y obreras y la falta de sensibilidad de la sociedad ante los problemas que se denuncian. Los informes sobre el trabajo de los menores presentan esquemas analíticos análogos, tanto el publicado por González Castro en 1917, como el que elabora Alberto López Argüello, en 1920, sobre el trabajo de los niños en los espectáculos públicos50. En ambos se lleva a cabo la descripción de las características de la vida de los menores y del trabajo al que están sometidos: trabajo de menores de 10 años, ausencia de escolarización, jornadas interminables de trabajo, mala alimentación, carencia de medidas de higiene y seguridad, etc. En todos estos casos se proponen medidas que permitan mejorar las condiciones de los niños, elevando la edad de acceso al trabajo de los menores y reclamando competencias para un control más eficaz y una mejor protección de los mismos. Las huelgas y los conflictos obreros son uno de los temas a los que mayor atención presta el Instituto de Reformas Sociales desde la fecha de su constitución. Las «estadísticas de huelgas» constituyen un trabajo fijo y regular del Instituto, que, sobre todo en los resúmenes trimestrales de la Crónica de Huelgas, proporcionan una interesante información cualitativa. Son dignos de mención, por su minucioso y detallado análisis, comentarios y estadísticas económicas, los informes 50 Alberto LÓPEZ ARGÜELLO, El trabajo del niño en los espectáculos públicos, Madrid: IRS, 1920. 74 anuales sobre las huelgas en Barcelona, que publica Miguel Sastre, de 1903 a 1915, con independencia del Instituto pero en paralelo a sus actividades y preocupaciones51. Pero aparte de las estadísticas de huelgas, el Instituto prestó una atención especial a ciertos conflictos cuando llegaron a tener una importancia propia, por determinadas razones, de modo que se llegaron a redactar unos veinticinco estudios monográficos sobre distintas huelgas. Uno de los más conocidos es el que llevó a cabo Julio Puyol y Alonso, secretario del Instituto, sobre los conflictos que tuvieron lugar en la Sociedad Fábrica de Mieres, que explotaba minas de hulla52. Este Informe se realiza a instancias de la asociación de obreros de Mieres «La Unión Social», que denuncia una serie de prácticas discriminatorias, por parte de la empresa, hacia trabajadores sospechosos de ideología socialista. También tiene su origen en una huelga concreta el Informe realizado por Vicente Santamaría de Paredes y otros, a raíz de una serie de conflictos que afectaron a buena parte de la población de Gijón 53. En todos los casos, el Instituto pretende establecer los hechos en los que se concreta el conflicto, partiendo de las motivaciones de las partes y de las actuaciones que entre las mismas se han dado, todo ello en el contexto de las condiciones de trabajo y de los factores sociales de la vida del minero. Una vez fijados, con la mayor objetividad posible, los términos del 51 Miguel SASTRE Y SANNA, Las huelgas en Barcelona y sus resultados durante el año 1903. Acompañado de numerosos e importantes datos estadísticos sobre otros asuntos relacionados con la cuestión social obrera en Barcelona, Barcelona: Establecimiento Tipográfico de Ramón Pujol, 1904. Hasta 1915 inclusive, publica cada año un informe análogo. En 1908, publica, además, un libro titulado: Las huelgas. Sus causas, sus efectos y sus remedios, Valencia: Imp. y Lit. J. Ortega, 1908. 52 Julio P UYOL Y ALONSO, Informe acerca de la fábrica y de los obreros de Mieres, Madrid: IRS., 1907. 53 Vicente S ANTAMARÍA DE PAREDES, Francisco MORA, Pedro Pablo de ALARCÓN y José María GONZÁLEZ, Informe acerca del conflicto obrero-patronal de Gijón, Madrid: IRS., 1910. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ conflicto, el Instituto pretende ofrecer su mediación, para aproximar posturas y ver el modo de llegar a una toma conjunta de decisiones, que sea aceptada por las dos partes. En todo caso, se trata de un tipo de análisis de conflictos y de mediación que preludia las técnicas de decisión de grupo y resolución de conflictos, desarrolladas en Estados Unidos por Kurt Lewin y Jakob Moreno, en la década de los cincuenta. Pero más interés que los Informes anteriores tiene, desde el punto de vista analítico, el Informe sobre las minas de Vizcaya54. La solicitud de que se realizara este Informe, por parte del gobierno, tiene su origen en la huelga general de 1903, en Vizcaya, que afectó principalmente al sector minero, pero también a las industrias de la zona, y que, ante la imposibilidad de un entendimiento entre obreros y patronos, y dada la violencia alcanzada, concluyó con la intervención militar, cuya autoridad dictó un bando de obligado cumplimiento, que no satisfizo a nadie. La comisión nombrada al efecto, estaba formada por Sanz y Escartín, Salillas y Puyol, y se desplazó al lugar de los hechos al día siguiente de ser designada. La premura del tiempo y el máximo interés puesto por el gobierno y por el propio Instituto en su análisis, se debe al hecho de tratarse de una zona de conflictividad endémica, de modo que se toma como referencia para el análisis de las recientes huelgas, el lapso de tiempo que va de 1890 a 1903. La metodología seguida es la habitual en los Informes del Instituto: la información directa en los lugares de trabajo y de residencia, a través de entrevistas con obreros y 54 Eduardo SANZ Y ESCARTÍN, Rafael SALILLAS Y PANZAy Julio PUYOL Y ALONSO, Informe referente a las minas de Vizcaya, Madrid: IRS. 1904. Sanz y Escartín, Conde de Lizárraga, académico de Ciencias Morales y Políticas, sería el tercer y último Presidente del Instituto, Rafael Salillas fue reputado criminalista de fama internacional y Julio Puyol, académico de Historia y de Ciencias Morales y Políticas, fue secretario del Instituto. NO patronos, y las entrevistas con las distintas autoridades de la zona. A lo cual se añade toda la información documental de la que se puede hacer acopio –estadísticas de salarios, de horas de trabajo, de precios de artículos de primera necesidad, variaciones de estos factores a lo largo del período estudiado, número de asociaciones obreras y de participantes en las mismas, etc.–, y la que se obtiene a través de una encuesta aplicada a los patronos55 . Todo esto se recoge en la Parte primera del Informe. Pero, sin duda, el mayor interés de este Informe reside en la Segunda parte del mismo –constituida por las Apreciaciones de Rafael Salillas y, por separado, las de Sanz y Escartín, a partir de los materiales incorporados en la Parte primera–, que constituye un análisis estricto y riguroso de los datos. Comienza Salillas haciendo mención expresa de las condiciones en las que se basa su objetividad de juicio y su no implicación personal en los intereses de las partes: «Vistos los documentos que le fueron facilitados a la comisión y formado juicio, que lo estima exen- 55 En un artículo titulado «Notas sobre el Instituto de reformas Sociales y las tres historias de la sociología española», REIS, n1 86, 1999, Juan ZARCO, después de referirse a este Informe y a su metodología, concluye: «Así, pues, la observación directa sobre el terreno, las entrevistas a los protagonistas, la implementación de un cuestionario y el análisis de datos secundarios nos parecen elementos suficientes para atribuir a estas investigaciones carácter sociológico». Sin embargo, receloso tal vez por las críticas que pueda recibir a causa de tan atrevidas –y atinadas– conclusiones, añade: «cabe cuestionarse esta última afirmación y preguntarse si es posible sostener que estos hombres (...) tenían espíritu sociológico, además del claro talante reformador» (pág. 146). Conviene tener presente que una ciencia se especifica por su objeto formal. Esto es, por la perspectiva desde la cual se contempla su objeto material y por el método de estudio aplicado- y que en ningún caso hay que confundir el método con las técnicas de recogida de datos. Por otra parte, cuando un tema social se considera desde la perspectiva sociológica, no cambiará el carácter sociológico de los conocimientos que se acuñen, el uso posterior al que se destinen, ya sea la reforma social o la docencia universitaria. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 75 ESTUDIOS to de preocupaciones de escuela, de clases e intereses, se conceptúa en adecuada disposición para emitir dictamen, según su leal saber y entender»56. El punto de partida del análisis de Salillas consiste en la elaboración de una tipología de las huelgas estudiadas, según las motivaciones de los actores. Se refiere a las motivaciones que laten por debajo de las conductas, y que él considera como causa predisponente, distinguiéndola de los acontecimientos que ponen en marcha la huelga en un momento determinado, a los que atribuye la condición de causa ocasional. Su tipología distingue cuatro tipos de huelgas: 1. Huelgas de aspiración, que tienen motivaciones de marcado carácter fisiológico –insuficiencia de los salarios, excesiva duración de la jornada, etc.–; 2. Huelgas de imposición, que rechazan la imposición del poder de los empresarios sobre los trabajadores; 3. Huelgas políticas, como rebelión frente a las medidas gubernativas y, por último, 4. Huelgas libertarias, que recaban la independencia económica y la libertad para vivir de los trabajadores –libertad para comprar, libertad para elegir vivienda, etc.–. En todo caso, se trata de una tipología construida a partir de los datos empíricos, y ofrece, en consecuencia, tipos reales y no ideales. A la luz de esa tipología analiza Salillas los diferentes enfrentamientos laborales acaecidos en Vizcaya entre 1890 y 1903, distinguiendo entre conflictos mineros y conflictos industriales, y mostrando las peculiaridades de cada uno de esos colectivos, en cuanto a sus motivaciones huelguísticas y sus conductas. Igualmente estudia el comportamiento diferencial de los patronos y de los trabajado- 56 Esta Segunda parte fue publicada en el número 20, año 1967, de la Revista de Trabajo, págs. 171-296, bajo el título Informe referente a las minas de Vizcaya, Apreciaciones de D. Rafael Salillas y de D. Eduardo Sanz y Escartín. No por casualidad este Informe apareció en el volumen monográfico que el Ministerio de Trabajo dedicó a rendir homenaje a Salvador Lissarrague Novoa, Catedrático de Filosofía Social e Inspector de Trabajo, con motivo de su fallecimiento. 76 res, en función de que sean fijos o ambulantes, caso frecuente entre los mineros, si bien han ido disminuyendo en proporción los mineros ambulantes dentro del lapso de tiempo considerado. La menor asociatividad de los mineros ambulantes permite explicar algunos de los rasgos diferenciales entre la zona industrial y la zona minera. No tratamos de reproducir aquí el análisis que lleva a cabo Salillas, sino llamar la atención sobre el hecho de que se trata de un análisis multivariable, mediante el cual se intenta ponderar el peso de cada variable, en las conductas de las partes, al mismo tiempo que se explican las diferencias entre la industria y la minería, y en ambas, en una consideración diacrónica, en función de los procesos tecnológicos, económicos y urbanísticos. Las Apreciaciones de Sanz y Escartín, de mucha menor extensión, se basan en la distinción entre causas aparentes y causas reales de las huelgas y tienen las virtudes de su sencillez y claridad, junto a un escueto despliegue analítico. Una nueva prueba de objetividad del Instituto consiste en que se adjuntan, como partes del mismo Informe, ambas Apreciaciones y las conclusiones a que cada una de ellas conduce, siendo próximas, aunque no absolutamente coincidentes en sus puntos de vista. Sin pretensiones de ser exhaustivos, no sería lícito eludir aquí la mención de los estudios monográficos sobre las emigraciones y sobre las viviendas y los barrios obreros. Por lo que se refiere a las primeras, el interés del Instituto en este tema comienza con el envío de Pedro Sangro y Ros de Olano al I Congreso Iberoamericano de Emigración, con el encargo de informar sobre los nuevos planteamientos de estudio y de tratamiento de los problemas que de la emigración se derivan57. La pri- 57 Pedro SANGRO Y ROS DE OLANO, Primer Congreso Nacional de Emigración. Memoria acerca de los trabajos del Congreso, presentada al Instituto de Reformas Sociales, Madrid: IRS, 1909. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ mera guerra mundial produce efectos diversos sobre la industria nacional, variables según industrias y según las regiones, pues mientras en unos casos se produce desabastecimiento de materias primas y reducción de los pedidos, en otros, se observa una activación de la actividad económica. En cualquier caso, todo ello da lugar a movimientos de la población trabajadora, que se recogen en diversos informes, sobre la base de monografías elaboradas en las provincias, por los delegados de estadística58. Si bien es cierto que el Instituto llevó a cabo estudios monográficos sobre una gran variedad de materias59, está por hacer una labor desapasionada de sus aportaciones científicas al conocimiento de la realidad española de su tiempo. También queda por hacer el estudio de sus efectos estimulantes y fructificadores sobre otras instituciones y sobre autores independientes. Consideramos de especial interés el estudio monográfico de las aportaciones del Instituto a determinados temas, como el de la ciudad moderna, los barrios obreros y las viviendas obreras, de los que ya se ocupó la Comisión de Reformas sociales60 y que aparecen tratados de manera dispersa en diferentes Informes del Instituto. Es aconsejable no olvidar que ya en 1856, había publicado Ildefonso Cerdá su Monografía estadística de la clase obrera de Barcelona, en 185661, que es 58 Información sobre emigración española a los países de Europa durante la guerra, Madrid: IRS, 1919; Constancio BERNALDO DE QUIRÓS, La emigración obrera en España después de la guerra, Madrid: IRS, 1920. 59 P ALACIO MORENA, Op. cit., págs. 281 y sigs. proporciona interesante información sobre monografías realizadas por el Instituto, en cuyo estudio no entramos aquí. 60 Sobre este tema puede verse, Antonio BUJ Y BUJ, «La cuestión urbana en los informes de la Comisión de Reformas Sociales», SCRIPTA VETERA, edición electrónica de trabajos publicados sobre geografía y ciencias sociales (www.ub.es/geocrit/sv-32.htm). 61 Ildefonso CERDÁ, Monografía estadística de la clase obrera de Barcelona, en 1856, reeditada después con mucho más que un conjunto de datos estadísticos y que le sirvió de base para establecer cómo tenían que ser las viviendas y ordenarse los barrios para responder adecuadamente a las necesidades de la vida personal y familiar y de las relaciones sociales y los servicios de la vecindad. Dentro del estricto plano de la sociología está el estudio de Posada, La ciudad moderna, 191562; y son abundantes los estudios sobre desviación social dentro de la ciudad, cuyo contenido sociológico no conviene desdeñar sin haberlos leído. Por ejemplo, los de Bernaldo de Quirós y Llanas Aguilaniedo, sobre La mala vida en Madrid. Estudio psicosociológico63; Salillas, El delincuente español: El hampa64; Concepción Arenal, El pauperismo65. Igualmente existen numerosos estudios sobre higiene pública y municipal y sobre las condiciones de salubridad del proletariado industrial66. su Teoría general de la urbanización y aplicación de sus principios y doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona (1868), Madrid: Instituto de Estudios Fiscales, edición facsímil, 1968. 62 Adolfo G. POSADA, La ciudad moderna, discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1915. 63 C. BERNALDO DE Q UIRÓS y J.M. LLANAS AGUILANIEDO, La mala vida en Madrid. Estudio psico-sociológico, Madrid: B. Rodríguez Serra, Editor, 1901. Existe una edición reciente: Huesca: Instituto de Estudios Alto-Aragoneses, Zaragoza: Egido Editorial, 1997. Esta obra pertenece al mismo estilo y temática que el clásico de Henry M AYHEW, Those That Will Not Work (1862), cuarto volumen de London Labor and the London Poor. Puede verse la selección realizada por Peter Quennell, con el título London’s Underworld, London: Spring Books, 7ª edición, 1969. 64 Rafael SALILLAS Y PANZANO, El delincuente español: Hampa, Madrid: Victoriano Suárez, 1898. Pocos años después publicará otro libro, algunas de cuyas categorías empleará en el análisis de las motivaciones de las huelgas mineras: La teoría básica (biosociología), Madrid: Victoriano Suárez, 1901. 65 Concepción ARENAL, El pauperismo, Madrid: Victoriano Suárez, 1897. 66 Véase especialmente José María L ÓPEZ PIÑERO y otros, Medicina y sociedad en la España del siglo XIX, Madrid: Sociedad de estudios y Publicaciones, 1964. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 77 ESTUDIOS 9. LA SOCIEDAD ESPAÑOLA Y LOS TEMAS TRATADOS POR EL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES Llegados a este punto, la lógica de nuestro propio planteamiento nos obliga a poner en relación los estudios realizados por el Instituto de Reformas Sociales con lo problemas que venía arrastrando, durante casi todo el siglo XIX la sociedad española. Lo que, a fin de cuentas, queremos poner de manifiesto, es la estrecha conexión entre los problemas y los estudios, como una clara manifestación de que se llevó a cabo –o se intentó, al menos– y probablemente con bastante éxito, una reflexión crítica de los problemas de la sociedad española, pretendiendo comprenderlos y proponer soluciones, desde esa comprensión. No se trata de estudios asépticos y desimplicados sino que, persiguiendo la objetividad por todos sus medios, pretenden comprender los problemas –sin duda, con reviviscencia endopática–, explicarlos adecuadamente, y proponer reformas. Es un momento –largo momento–, en que la sociedad española padece problemas profundos y graves y no resulta lícito a sus actores adoptar ante ellos actitudes de un lejano academicismo. Esto hace que hombres de diferentes orientaciones pero de un común talante, se olviden de sus posibles diferencias, para colaborar en proyectos comunes –ideales, dirá Posada–. Pero se trata de una empresa que ya se había acometido, no mucho tiempo antes, en otros países europeos. Probablemente en circunstancias más favorables. Ciertamente, estos comienzos de la sociología empírica en España presentan limitaciones y defectos, pero conviene no olvidar dos tipos de factores: unos, que afectan a España en partiIgualmente se puede consultar, Luis URTEAGA, «Miseria, miasmas y microbios. Las topografías médicas y el estudio del medio ambiente en el siglo XIX», SCRIPTA VETERA, con abundante bibliografía sobre topografías médicas de ciudades y pueblos, durante el siglo XIX, como un comienzo de sociología médica (www.ub.es/geocrit/sv-58.htm). 78 cular, como el escaso desarrollo de las estadísticas oficiales y la falta de bases de datos fiables; otros, de carácter general, como el escaso desarrollo de las técnicas de investigación, tanto en lo referente a la recogida de datos, como a su tratamiento y posterior análisis. Esta segunda limitación es común a la mayor parte de la investigación empírica europea, hasta el término de la segunda guerra mundial. Por lo demás, como hemos intentado mostrar, el Instituto de Reformas Sociales prestó atención a los problemas más urgentes de la sociedad española. En primer lugar, el campo, aquejado por problemas endémicos y agitado convulsivamente por conflictos recurrentes. En este sentido, los comienzos de la sociología española son netamente diferentes del resto de las sociologías de otros países, centrados sobre el mundo urbano industrial. Pero no dejó de lado los problemas de la naciente industria y de la minería, cuya inconsistencia y precariedad, junto a la doctrina imperante de no intervención pública, generó continuos conflictos. Las condiciones de vida del proletariado, tanto en el trabajo como fuera de él, fueron cuestiones continuamente presentes en los estudios del Instituto. Es evidente que el tema subyacente es el de la conflictividad de la sociedad española que persiste del pasado y de la nueva sociedad que emerge del proceso industrializador. Se trata de dos mundos conflictivos, pero independientes entre sí, y que, en principio, no se encuentran ni se enfrentan. La conflictividad brota de estructuras sociales y de mentalidades irreductibles, de modo que la intervención pública llega a presentarse como la única vía para el encuentro de soluciones viables. Esa fue la razón de la existencia, primero, de la Comisión de Reformas Sociales, más tarde, del Instituto. 10. LA DESAPARICIÓN DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES Y SU LEGADO SOCIOLÓGICO El Instituto de Reformas Sociales fue creando instituciones que asumieron, poco a REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ENRIQUE MARTÍN LÓPEZ poco las funciones que, en un principio, desempeñara el Instituto por sí solo: el Instituto Nacional de Previsión, la Inspección de Trabajo, etc. En los últimos momentos, transferidas la mayoría de sus competencias, el Instituto se va quedando vacío y, finalmente, se extingue. Es comprensible que un hombre como Adolfo Posada, que había estado desde el principio vinculado a sus actividades, se rebelara contra su desaparición y no quisiera, pese a que le fue solicitado con insistencia, incorporarse a ninguna de las nuevas instituciones, surgidas de ese proceso de institucionalización especializada, fruto de una división del trabajo político y administrativo. Sin embargo, la práctica totalidad del personal técnico, funcionarios de carrera, continuaron realizando labores similares a las que, desde tiempo atrás, venían realizando en el Instituto. Sería interesante averiguar si quienes recibieron la herencia científica –no sólo sociológica– del Instituto de Reformas Sociales, fueron los organismos públicos a los cuales pasó, en mayor o menor medida, con restricciones, pero también con ampliaciones, el conjunto de tareas que el Instituto llevaba a cabo. Aventuramos como hipótesis, por si alguien tuviera interés en comprobarlo, que muchas de esas tareas pasaron a las instituciones creadas por el Instituto y que de él se fueron desgajando: el Instituto Nacional de Previsión, el Ministerio de Trabajo –tanto en la Vicesecretaría General de Estudios, como en el Instituto de Estudios Laborales y de Seguridad Social y en la Dirección General de Promoción Social–, en las Escuelas Sociales, así como también en el Ministerio de Sanidad y Seguridad Social –en la medida en que recibió competencias procedentes del Ministerio de Trabajo– y, con independencia de ese proceso, en el Ministerio de Agricultura67. Todo 67 La tradición de los estudios pormenorizados de problemas sociales como punto de partida para la elaboración de políticas o proyectos legislativos, se continúa en todos esos casos, aunque, sin duda, la estructura institucional no es tan precisa y unitaria. En todo caso, el esto excede, con mucho, del propósito inicial de este estudio, orientado a mostrar la eventual aportación del Instituto de Reformas Sociales a la naciente sociología empírica española. Nos daríamos por satisfechos si lo hasta aquí escrito hiciera, por lo menos, que algunos sintieran la necesidad de aproximarse –y no sólo mirarla desde lejos– a la obra científica de una institución considerada como excepcional en toda la Europa de su tiempo. APÉNDICE Algunas obras presuntamente sociológicas, publicadas entre 1875 y 1940 1875. PÉREZ PUJOL: La sociología y la fórmula del derecho. 1876. AZCÁRATE: Estudios económicos y sociales. 1876. AZCÁRATE: Ensayo sobre la historia del derecho de propiedad. 1884.GONZÁLEZ SERRANO: Sociología científica. 1887. PIDAL Y MON: El método de la observación en la ciencia social. Le Play y su escuela. 1889-97. SALES Y FERRÉ: Tratado de Sociología, 4 vols. 1891. AZCÁRATE: Concepto de la sociología. 1891. DORADO: El positivismo en la ciencia jurídica y social italiana. 1892. AZCÁRATE: Los deberes de la riqueza. estilo del Informe, creado en la Comisión y perfeccionado en el Instituto de Reformas Sociales se mantiene en los organismos que proceden de él. Y por lo que a las materias se refiere, se prolonga una tradición vinculada a los temas de competencia de tales instituciones: los conflictos de trabajo, la seguridad social como sistema institucional, la sanidad, los gastos farmacéuticos, las profesiones sanitarias, los servicios sociales, los movimientos migratorios, la promoción profesional, el empleo, los accidentes de trabajo, etc. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 79 ESTUDIOS 1893. SANTAMARIA DE PAREDES: El movimiento obrero contemporáneo. 1894. SANZ ESCARTIN: Autoridad política en sociedades contemporáneas. 1896.ARENAL: La igualdad social y política y sus relaciones con la libertad. 1910. (*) SANTAMARÍA y otros: Informe acerca del conflicto obrero-patronal de Gijón. 1910. (*) GARCÍA CÁCERES: Condiciones sociales del cultivo del arroz en Valencia. 1912. SALES FERRÉ: Sociología general. 1896. SANTAMARIA DE PAREDES: Concepto del organismo social. 1913. BERNALDO DE QUIRÓS: Bandolerismo en la Baja Andalucía 1897. ARENAL: El pauperismo. 1914. (*) GONZÁLEZ CASTRO: El trabajo de la mujer en la industria. 1898. SALILLAS: El delincuente español: El hampa. 1898. COSTA: El colectivismo agrario. 1899. GINER: Estudios y fragmentos sobre la teoría de la persona social. 1915. POSADA: La ciudad moderna. 1917. (*) GONZÁLEZ CASTRO: El trabajo de la infancia en España. 1917. BUYLLA: La reforma social en España. 1901. SALILLAS: La teoría básica (biosociología). 1919. (*) BERNALDO DE QUIRÓS: Espartaquismo agrario. 1901. BERNALDO DE QUIRÓS y LLANAS: La mala vida en Madrid. 1920. (*) BERNALDO DE QUIRÓS: La emigración obrera en España después de la guerra. 1901-02. COSTA: Oligarquía y caciquismo 1902. POSADA: Sociología contemporánea. 1902. SALILLAS: La trata de blancas. 1903. BERNALDO DE QUIRÓS: Alcoholismo. 1904. (*) BUYLLA y ALEGRE: Miseria y conciencia del campesino castellano. 1904. (*) SALILLAS, SAINZ Y ESCARTIN, PUYOL: Informe referente a las minas de Vizcaya. 1921. SASTRE: La esclavitud moderna. 1921. ORTEGA: España invertebrada. 1923. ORTEGA: El tema de nuestro tiempo. 1926. AZNAR: La familia como institución básica de la sociedad. 1929. (*) DIAZ MORAL: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. 1929. POSADA: Principios de Sociología. 2ª edición, muy ampliada. 1906. AZNAR: Catolicismo social en España. 1930. AZNAR: Despoblación y colonización. 1906. SASTRE: Las huelgas en Barcelona y sus resultados en 1905 y 1906. 1930. ORTEGA: La rebelión de las masas. 1907. (*) PUYOL: Informe acerca de la fábrica y los obreros de Mieres. 1931. AZNAR: Promedios diferenciales de natalidad, mortalidad y reproductividad por grupos sociales en España. 1907. SALES Y FERRÉ: Nuevos fundamentos de la moral. 1932. SANGRO Y ROS DE OLANO: Opinión pública y masa neutra. 1908. POSADA: Principios de sociología. 1940. ORTEGA: Ideas y creencias. 1908. SALILLAS: El tatuaje y su evolución histórica. 1910. SALES Y FERRÉ: Problemas sociales. 1910. (*) MARVÁ: El trabajo en las minas. 80 Las obras señaladas (*) son publicaciones del Instituto de Reformas Sociales o realizadas con materiales procedentes del mismo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES El Reformismo Social en los orígenes del Derecho del Trabajo ALFREDO MONTOYA MELGAR * «En la historia no hay solución de continuidad; la vida es una perpetua transición entre la realidad y el ideal; y por esto la misión delicada del político consiste en discernir en los hechos lo que hay que suprimir y lo que hay que reformar, y en hacer encarnar en la parte sana de los mismos los nuevos principios que han de presidir el desarrollo de la sociedad; obra de arte cuyas dificultades se muestran constantemente en la práctica, en la que son causa de casi todos los errores, contrariedades y perturbaciones a que conduce así el empirismo conservador como el idealismo revolucionario». G. de AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, Madrid, 1881, págs.139 y 140. 1. LAS REFORMAS POSIBLES FRENTE A LA UTOPÍA REVOLUCIONARIA Y AL INDIVIDUALISMO LIBERAL 1.1. Cuestión social, reformas sociales, legislación del trabajo L a legislación laboral, logro quizá el más importante y duradero de las reformas sociales iniciadas en el último cuarto del siglo XIX, es, ella misma así como esas reformas en su conjunto, una respuesta a la «cuestión social» planteada a consecuencia de los profundos cambios determinados por la doble revolución político-ideológica e industrial del siglo precedente. Ciertamente, los problemas de distribución del poder y la riqueza, y por tanto los problemas sociales, acompañan a la humanidad en todas las épocas; o cuando menos, «en estos nues- * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Complutense. tros detestables siglos», tan distintos de aquellos añorados «a quien los antiguos pusieron nombre de dorados»1. Sin embargo, la toma de conciencia de la existencia de un problema o cuestión social alcanza en la segunda mitad del siglo XIX una hondura y extensión hasta entonces inéditas. Si la abolición del sistema electoral censitario y el reconocimiento del sufragio universal (Constitución de 1869) supusieron la incorporación 1 M. DE CERVANTES S AAVEDRA: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, ed. M. de Riquer, Ed. Planeta, Barcelona, 1962, págs. 113 y 114. Cervantes pone en boca de Don Quijote los lugares comunes sobre la utopía comunista cifrada en la Edad de Oro de los antiguos: «los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas (…) Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia (…) No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza…». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 81 ESTUDIOS del proletariado a la sociedad política, esa igualdad política no impidió el mantenimiento de graves desigualdades reales2, tanto en el orden cívico general («consumos»; «quintas»; problema de las «subsistencias», necesidad de enseñanza gratuita para pobres y de beneficencia para enfermos y desvalidos, etc.) como en el específico orden laboral (condiciones laborales ínfimas, reivindicación del derecho de asociación, etc.). La gravedad de estas situaciones unida a los movimientos radicales, tanto obreros como políticos, dirigidos a un cambio social revolucionario, llevaron a políticos e intelectuales burgueses de diversas tendencias (liberales, republicanos, católicos sociales o conservadores reformistas), a plantearse la necesidad de prestar atención a la cuestión social y buscar sus posibles remedios. 1.2. Razones de las reformas sociales Las medidas de reforma, cuyo contenido alcanzó a los temas clásicos de la legislación laboral, venían impulsadas por «profundas fuerzas sociales»3: tanto por la acción asociada de los obreros («los trabajadores manuales son los que a toda hora denuncian los excesos del capital»4) como por la acción del «elemento intelectual»5 que, hondamente preocupado por la cuestión social, fue el verdadero introductor, en sus distintas ramas ideológicas, del pensamiento reformista. Un destacado 2 Como escribía A. POSADA: Socialismo y reforma social, Est. Tipográfico de Ricardo Fé, Madrid, 1904, pág. 121, «no basta declarar al pobre poseedor teórico de los derechos políticos y civiles: hay que llevar hasta él el minimum de los elementos de vida material». 3 La expresión, referida al proceso de diferenciación y autonomía del Derecho del Trabajo, en M. ALONSO OLEA: Introducción al Derecho del Trabajo, 6ª ed., Civitas, Madrid, pág. 45. 4 A. Á LVAREZ B UYLLA : La protección del obrero (Acción social y acción política), Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, 1910, pág. 21. 5 A. ÁLVAREZ BUYLLA: La protección del obrero …, cit., pág. 23. 82 reformador –el Catedrático de Economía y Hacienda Pública de la Universidad de Oviedo D. Adolfo Álvarez Buylla– llegaba incluso a anteponer, como motores de las reformas sociales, a los «hombres de ciencia» sobre «las reivindicaciones de las masas populares», citando como ejemplo ilustrativo la dedicación que a las materias sociales venía consagrando en sus actividades la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas6. En el ideario de la burguesía reformista ocupa, en efecto, un lugar central el concepto de «deber social», que otro eminente reformador, D. Adolfo Posada, Profesor de Derecho Político de la misma Universidad, definía, en los albores mismos del Instituto de Reformas Sociales, como «la reacción de la conciencia individual y colectiva de los hombres, bajo el influjo de los estimulantes que entraña la contemplación del sufrimiento, del dolor físico y moral»; reacción o inspiración que a su juicio dominaba «con gran fuerza, sobre todo, en las clases intelectuales de los países cultos, y a veces en las mismas clases ricas»7. Bien es cierto que ese convencimiento moral venía reforzado por el temor que inspiraban a las clases establecidas los movimientos y agitaciones sociales de la época; la propia E. de M. del Real Decreto de 5 de diciembre de 1883, creador de 6 A. BUYLLA Y G. ALEGRE: La reforma social en España, Discurso leído en su recepción pública en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas el día 25 de marzo de 1917, Imprenta Clásica Española, Madrid, 1917, págs. 15 y ss., citaba, como prueba de su afirmación de que la Academia era «el genuino hogar intelectual de la Reforma social en España», los numerosos discursos leídos en recepciones o sesiones académicas por personalidades como Linares Rivas, Santamaría de Paredes, Figueroa, Piernas, Ugarte, Azcárate, Moreno Nieto o Perier. 7 A. P OSADA: Socialismo y reforma social, cit., pág. 114. El «deber social» no conducía, en la concepción del autor, al igualitarismo mecánico de muchos colectivistas: «hay ricos y hay pobres; hay fuertes y sanos, y hay débiles y enfermos; hay sabios y quienes no lo son; pero ¡cuidado! Lo que no debe haber es explotadores y explotados; amos y siervos; dignos é indignos; gentes destinadas a gozar, y gentes destnadas a sufrir…» (op. cit., pág. 120). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR la Comisión de Reformas Sociales y antecedente notorio del Instituto de cuyo centenario celebramos el centenario, se hace eco indisimulado de ese miedo. Las primeras palabras de esa justificación, firmada por D. Segismundo Moret, Ministro de la Gobernación del Gobierno liberal de Posada Herrera, son para explicar la desatención del poder público hacia las «cuestiones llamadas sociales», y reconocer los peligros de esa actitud para la «paz pública». Para conjurar esos riesgos –sigue el citado preámbulo del Real Decreto de 1883–, el Gobierno debe realizar las «obras de paz y de concordia» que le competen a favor de las «clases menesterosas», y debe realizar «el estudio de las necesidades sociales», analizando «las causas que engendran los conflictos del porvenir», en los que se avizoran «sangrientas represalias» y «dolorosas sorpresas». Ante la situación social –continúa la E. de M.– «siente el capital inquietudes justificadas por hondas y continuas perturbaciones», de tal manera que «habría motivo para temer que las corrientes, hasta ahora pacíficas, por donde va encauzándose este movimiento torcieran su rumbo de suerte que los males conocidos se agravasen con todos aquellos otros a que da origen la violencia, e hicieran así precaria la paz y las relaciones entre los dos grandes factores de la producción: el trabajo y el capital»8. La misma doble finalidad –reparar la injusticia y conseguir la paz social– reaparece en la meditada E. de M. del frustrado Proyecto de Ley creando el Instituto del Trabajo9, antecedente inmediato del de Reformas Sociales, y presentado por el Ministro de Agricultura D. José Canalejas y Méndez. La preocupación por «el llamado problema 8 Sobre el que hemos llamado «lenguaje del miedo» de nuestra primera legislación social, y del que el texto transcrito constituye un expresivo ejemplo, vid. A. MONTOYA MELGAR: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España (1873-1978), Civitas, Madrid, 1992, págs. 51 y ss. 9 Congreso de los Diputados: Diario de Sesiones, núm. 9, 12 de abril de 1902. social», en «su doble aspecto jurídico y económico» aparece ya en las primeras líneas de ese texto, que aluden al panorama de huelgas y «pavorosa agitación agraria» de la época, muestra de «los muchos vestigios de guerra que aún rigen las relaciones entre el capital y el trabajo». De otro lado, y en palabras preocupadas del propio estadista, era «un hecho innegable que el socialismo evoluciona ganando influencia sobre Parlamentos y Gobiernos»10. Lo que hemos llamado en otro lugar «el lenguaje del miedo» de la primera legislación laboral española11 se hace patente en estos textos emanados de los poderes públicos. Pero junto al temor hacia las perturbaciones sociales, inspiran a las reformas valores morales y ciudadanos: la justicia, la equidad, «el concepto superior de la solidaridad humana», y «la democracia, consagrada al fin como condición y forma definitiva del Estado»; valores explícitos en el elaborado preámbulo del citado proyecto de creación del Instituto del Trabajo. Al reformismo social, denostado por tantos en sus orígenes no faltos de contradicciones, debe sin embargo su nacimiento la legislación laboral que, con el tiempo, había de organizarse científicamente como disciplina jurídica propia: el Derecho del Trabajo12 y, próximo a él y durante mucho tiempo en él integrado, el Derecho de la Seguridad Social. Una legislación emergente que, ciertamente, a principios del siglo XX se podía tildar de prácticamente inoperante, a la vista de la escasa y a 10 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ en el erudito Discurso preliminar que sirvió de introducción al estudio de A. BUYLLA, A. POSADA y L. M OROTE: El Instituto del Trabajo. Datos para la reforma social en España, completado con una Memoria acerca de los Institutos del Trabajo en el extranjero elaborada por J. UÑA Y SARTHOU, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Ricardo Fé, 1902 (existe edición facsimil del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1986), pág. xv. 11 Vid. nota 8. 12 Cfr. el clásico análisis sobre el Derecho del Trabajo como «disciplina especial» contenido en el Capítulo preliminar de libro de M. ALONSO OLEA: Introducción al Derecho del Trabajo, cit. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 83 ESTUDIOS veces nula aplicación de las primeras leyes del trabajo13, pero que el tiempo y la persistente acción de los poderes públicos habían de consolidar de modo definitivo a partir del primer cuarto del siglo XX, llegando a constituir lo que se ha considerado como la máxima innovación del Derecho contemporáneo14. Esa conexión íntima entre ideario reformador y legislación laboral aparece con claridad en no pocos documentos de la época; tal es el caso del Informe elaborado por la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid (nuestra actual Universidad Complutense), en respuesta al Cuestionario planteado por la Comisión de Reformas Sociales15. En ese dictamen, fechado el 30 de junio de 1885, comienza advirtiéndose prudentemente que la cuestión social no es «primaria y fundamentalmente una cuestión jurídica», sino «esencialmente económica». Pero, aun siendo así, se reconoce que también desde la esfera jurídica «puede contribuirse a normalizar las relaciones sociales». En concreto, la acción del Derecho (y del Estado) hacia los trabajadores presenta numerosos ámbitos de actuación: reconocidos ya los derechos políticos a los obreros, el dictamen de la Facultad de Derecho enumera las materias en que considera precisa la intervención legislativa, correspondientes a contenidos típicos de lo que luego sería el Derecho del Trabajo y de la 13 Como reconocía la E. de M. del RD de 5 de diciembre de 1883. En el mismo sentido, y años más tarde, E. DATO E IRADIER: «Significado y representación de las leyes protectoras del trabajo», en Rev. Gral. de Legisl. y Jurispr., tomo 114, 1909, pág. 23. 14 Como dijo A. D’O RS: Prelección jubilar, leída en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago el día 12 de abril de 1985, reiterando conceptos expuestos ya en su Memoria de oposiciones a Cátedra publicada en 1943, el «rumbo del porvenir» era «la regeneración del Derecho Civil por el nuevo Derecho laboral»; «el centro del Derecho del futuro está en las relaciones de trabajo» (págs. 27 y 28). 15 REFORMAS SOCIALES: Tomo II, Información escrita, cit., págs. 3 y ss. Precisamente fue en el «Paraninfo viejo de la Universidad Central» donde se celebraron las sesiones de la Información oral a la Comisión. 84 Seguridad Social: «libertad de los trabajadores para asociarse y defender sus intereses», reforma del proceso para que «los trámites de la justicia sean rápidos, eficaces y fácilmente utilizables por las clases…más necesitadas», «consagración de la libertad de trabajo», creación de «jurados mixtos de capitalistas y obreros» para solucionar sus conflictos, «reglamentación del trabajo en lo que concierne a la seguridad y a la higiene del obrero, y a la ocupación de las mujeres y de los niños en la industria», «acción oficial (para) atender al obrero enfermo, viejo, inutilizado o falto de trabajo», etc., etc. Al final, pues, la que se presentaba como cuestión ante todo económica recibía la propuesta de remedios eminentemente jurídicos. Esta misma actitud se refleja en el preámbulo del RD de 23 de abril de 1903, por el que se creó el Instituto de Reformas Sociales, en el que el Presidente del Consejo de Ministros, D. Francisco Silvela, se mostraba también partidario de las reformas paulatinas a través de las leyes del trabajo al proponer «desarrollar gradual y sistemáticamente nuestra legislación laboral». Los propulsores de la reforma social eran conscientes, en efecto, de que ésta había de ser sobre todo reforma de la regulación de las relaciones laborales. Esta reforma se dirigió en lugar muy destacado a suplir la escasa atención del Código Civil –«con sus miserables y censurables artículos» sobre la materia 16 – al contrato de servicios personales, 16 La expresión en A. POSADA: Socialismo y reforma social, cit., pág. 130, postulando «que el contrato de trabajo se regule jurídicamente», toda vez que «ni el Código Civil … ni los individualistas introducen con eficacia positiva la acción protectora del derecho, en las complejas y múltiples relaciones que el contrato de trabajo entraña». «Los llamados juristas –continuaba (pág. 135)– apenas suelen ocuparse de él: hasta es dudoso que los Códigos civiles traten del mismo; no lo citan, aunque hablen del arrendamiento de servicios, que no es quizá el mismo contrato de trabajo, acerca del cual además se legisla, de ordinario, fuera de la legislación propiamente civil». Más aún (pág. 139): «no se ha llegado a encontrar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR regulando de modo completo el nuevo contrato de trabajo. Con gran penetración, una vez más, Canalejas sintetizaba las carencias del código en la materia: «El número de las horas del servicio, la exigencia de que el pacto sea formalizado por escrito, la forma del pago del salario, la prohibición a renunciar a determinadas acciones por parte del obrero en caso de accidente y el procedimiento libre de trabas costosas y emplazamientos dilatorios que impidan hacer efectivas las responsabilidades del patrono; tantas disposiciones, en fin, como la equidad aconseja, fueron olvidadas en nuestro Código»17; el cual prosigue la tradición de incluir los servicios personales en figuras acuñadas en el Derecho romano (arrendamientos, compraventa), con ignorancia de que «hay una relación especial jurídica humana entre el empresario y el obrero», basada en un esfuerzo inseparable de la propia persona del trabajador; y ello, pese a que «doctos economistas …siguen hablando del mercado de trabajo»18. En un principio, quienes se ocupan del estudio de la cuestión social no muestran preferencia por instrumentos normativos determinados; lo que les importa es que las reformas se produzcan, sea cual sea su vehículo regulador. Abordándose directamente el pro- el derecho propio para regular imparcial y equitativamente…las relaciones que entraña lo que en derecho civil se llama contrato de arrendamiento de obras y servicios…». Obviamente, ese «derecho propio» que el autor reclamaba perentoriamente había de ser el nuevo Derecho del Trabajo. 17 A. POSADA: Socialismo y reforma social, cit., pág. 132, trazaba también un amplio elenco de materias que había de regular la ordenación del contrato de trabajo: jornada máxima, descanso semanal, salario mínimo, respeto de los pactos, establecimiento de arbitrajes, seguridad e higiene en el trabajo, indemnizaciones por accidentes, regulación especial del trabajo de mujeres y niños, seguros, retiros y pensiones. 18 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: op. cit., págs. CXVII y ss. Del «mercado de trabajo», por cierto, seguían hablando los economistas en los albores del siglo XX y lo siguen (o seguimos) haciendo, economistas y no economistas, cien años más tarde. blema de la técnica legislativa en materia laboral, se exponen, como igualmente viables, la alternativa de regular el contrato de trabajo «en el Código (civil) ó en una ley especial civil»19; opción a la que se añade una tercera más innovadora, en la que apunta una legislación laboral distinta de la civil, centrada en «la ley orgánica del contrato de trabajo»20. Una encomiable actitud de realismo y modestia al acometer la obra de reforma social se refleja en la concepción del propio legislador (o «prelegislador») sobre la técnica de la legislación laboral. El frustrado proyecto de Canalejas para crear un Instituto del Trabajo es consciente de que «dos caminos se ofrecen para regular el orden jurídico de las relaciones del trabajo y la condición de los obreros»: elaborar un código unitario e integral, o «proceder por serie sistemática de reformas parciales…partes de un sistema de medidas»; este segundo procedimiento, menos ambicioso pero más viable, es el que merece la preferencia de Canalejas, coincidente con la de los encargados de preparar el diseño del futuro Instituto del Trabajo. Éstos, en efecto, se preguntaban «si se debe continuar haciendo leyes sueltas, ó bien acometer la redacción de una especie de Código Industrial, tipo austríaco ó alemán, ó simplemente una ley sobre el Contrato de trabajo que comprendiese refundidas las leyes de Dato y lo que aún falta por regular en dicho contrato, dejando otros puntos para leyes especiales», y respondían inclinándose hacia la última posibilidad21. Y, en efecto, ése fue el camino que había de seguir históricamente nuestro (y no sólo el nuestro) Derecho del Trabajo, cuyo edificio legislativo nunca ha adoptado la for- 19 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: op. cit., pág. CXLIX. Las opciones aparecen también en A. POSADA: Socialismo y reforma social, cit., pág. 132: «…un código, una ley ó una serie de leyes, reguladoras del contrato de trabajo». 20 J. CANALEJAS Y M ÉNDEZ: op. cit., pág. CXV. 21 A. BUYLLA, A. POSADA y L. MOROTE: El Instituto del Trabajo. Datos para la reforma social en España, cit., pág. 11. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 85 ESTUDIOS ma acabada de un verdadero código, por más que en alguna ocasión se lo haya propuesto el legislador22. Aspecto reiteradamente invocado por el pensamiento reformista en su abordaje de la cuestión social fue el de la actitud que debía adoptar el Estado, no ya como poder público sujeto del intervencionismo social y, básicamente, como legislador, sino como patrono o empresario. «El Estado –escribe Canalejas23–, aunque lentamente, va ya convenciéndose de que a él le corresponde practicar lo que aconseja». El Estado «debe ser el primero que reglamente su contrato de trabajo en las industrias y servicios que le competen; el primero que acepte soluciones arbitrales para las discordias; el primero que defienda contra el infortunio prematuro o la vejez prolongada a sus obreros; (…) el Estado, en fin, puede mejor que patrono alguno promover, para estudiarlas y difundirlas, experiencias que constituyan tanteos acerca de la posibilidad y la eficacia de reformas en los métodos de trabajo y remuneración del mismo…»24. 1.3. El reformismo social y la crítica del laissez-faire y de las utopías colectivistas Directamente frente al radical individualismo liberal imperante, acogido en su aspec- 22 En efecto, el Código del Trabajo de 1926 fue más que un verdadero código sistemático y completo la yuxtaposición de las regulaciones de varias instituciones específicas. En tiempos actuales, el vigente Estatuto de los Trabajadores (texto refundido de 1995), prevé en su Disp. adicional 8ª (3ª en el texto originario de 1980) que «el Gobierno…recogerá en un texto único denominado Código de Trabajo las distintas leyes orgánicas y ordinarias que, junto con la presente, regulan las materias laborales…», etc. Como es bien sabido, aun contando esa disposición con cerca de un cuarto de siglo de existencia, sigue pendiente de cumplimiento. 23 J. CANALEJAS Y M ÉNDEZ: op. cit., pág. XIV. 24 Cfr. sobre la teorización del «Estado patrono modelo», A. MONTOYA MELGAR: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España (1873-1978), cit., págs. 72 a 76. 86 to jurídico en el Código Civil, («lo que hay en el fondo del problema social es una protesta contra el individualismo dominante», escribió D. Gumersindo de Azcárate, una de las más representativas figuras, si no la que más, del reformismo social español25), pero también frente a la entusiasta y simplificada radicalidad de las propuestas revolucionarias, tanto de signo socialista como anarquista, que se encaran con la «cuestión social», se va elaborando entre nosotros, a finales del XIX y comienzos del XX, una teorización armonicista sobre el conflicto social, que hace de la idea de reforma gradual y pacífica su principal instrumento propugnando «la composición entre la tradición y el progreso»26, y que se propone hacer evolucionar al Derecho civil desde «el período individualista» hasta «el período de la sociabilidad» 27 . Ese ideario reformista, sin dejar de reconocer el valor de la libertad en las relaciones políticas, económicas y sociales, se aparta decididamente del dogma individualista del laissez faire, basado en la creencia en unas inexorables leyes naturales de la economía28 y en un ajuste también 25 G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, Gras y Cía., Editores, Madrid, 1881, pág. 63. (La citada obra, como explica el autor en su inicio, constituye «un resúmen del importante y animado debate que sobre este tema tuvo lugar en el curso de 1877 a 1878 en el Ateneo de Madrid»). 26 G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., pág. 140. 27 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: Discurso preliminar, cit., pág. CXVI. 28 Una crítica de esas leyes («Busco estas leyes naturales de que siempre se habla y no las encuentro») en G. DE AZCÁRATE: Estudios económicos y sociales, Librería de Victoriano Suárez, Madrid, 1876, pág. 217 y ss. «Los economistas –afirma el autor– olvidan que la base de todo régimen económico en los pueblos civilizados, son las leyes hechas por los legisladores (…) y no supuestas leyes naturales, inmutables, a las cuales es necesario someterse ciegamente para siempre» (pág. 220). «La teoría de las leyes naturales –añade– ha alejado toda noción de un ideal a que pueda aspirarse» (pág. 227). En fin: «creo, que con razón, se ha censurado a la Economía política oficial que emita como verdades absolutas, proposiciones que en realidad están desmentidas por los hechos…» (pág. 230). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR natural de los distintos intereses en presencia; aquel liberalismo extremoso había de desembocar en la consideración de la intervención del Estado como una perturbación de las leyes económicas y en la convicción de que, una vez apartada esa intervención, el libre juego de la competencia y el mercado bastaría para concordar los distintos intereses sin necesidad de ninguna actuación correctora externa 29. En el polo opuesto, y mientras que en la concepción liberal ortodoxa la política de reformas progresivas quedaba por principio descartada, sencillamente porque se reputaba innecesaria, las ideas socialistas no sólo se oponían al dogma liberal del laissez-faire, cuya ineficacia social era patente, sino que también consideraban insuficientes y nimias las reformas intervencionistas que comenzaba a proponerse dentro del sistema político-económico, y postulaban una transformación radical de la sociedad dirigida desde el Estado30. En una sucesión de movimientos pendulares a la que no parece ser ajeno el desenvolvimiento global de la historia de la humanidad, resulta patente que así como el individualismo liberal supuso una reacción drástica frente a la regulación de la vida social y económica por el Estado durante el Ancien Régime, las tendencias socialistas fueron a su vez una reacción exagerada a favor de la intervención estatal frente al abstencionismo público y a favor de lo colectivo frente a lo individual. La «libertad abstracta» y el «liberalismo atomístico» dejaron a la intemperie «ciertos intereses a causa de la destrucción de los antiguos organismos», y provocaron, como reacción, la aparición de «proyectos más ó ménos utópicos de organización social»31. Entre esos extremos –la inmovilidad del laissez-faire y la pro- 29 Estas ideas y su crítica, en G. DE AZCÁRATE: Estudios …, especialmente págs. 166 y ss., y en Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., págs. 159 y ss. 30 G. DE AZCÁRATE: Estudios …cit., págs. 180 y 181. 31 G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., pág. 11. clamación de la lucha de clases– se movió, con no pocas dificultades, la tercera vía, a la postre la que había de alcanzar los mejores resultados prácticos, del reformismo social. El empeño conciliador de esta vía, capaz de acoger lo que de bueno había en el ideario liberal y en el socialista, fue sustentado con convencida firmeza por un grupo de intelectuales y políticos, el eje de cuyo pensamiento en la materia aglutinaba junto a principios de la moral cristiana y del idealismo ético inspirador de la Institución Libre de Enseñanza, ideas tomadas de los entonces emergentes «socialistas de cátedra» con las que se intentaban rectificar los excesos de individualismo liberal. Ese empeño conciliador queda perfectamente reflejado en textos como éste de Azcárate: «La libertad industrial es cosa excelente. El libre cambio, la libertad del trabajo y de los contratos han contribuido enormemente a acrecer la producción de la riqueza. Es preciso destruir todas las trabas de la libertad, si existen todavía; pero al Estado corresponde intervenir, cuando las manifestaciones del interés individual llegan a estar en contradicción con la misión humana y civilizadora de la Economía política, produciendo la opresión y la degradación de las clases inferiores»32. Aunque el citado texto, si se mira atentamente, parece referirse más que a la opinión propia del autor a la exposición de la doctrina de los Katheder-sozialisten, no hay duda de las coincidencias entre uno y otros; si acaso, Azcárate propugna un intervencionismo estatal más matizado, distinguiendo entre «lo que en todo caso y momento toca hacer al Estado, por corresponder a su misión esencial y fundamental, de lo que le toca hacer con carácter transitorio y sólo por razones históricas»33; por otra parte, el que fuera Profesor de Legislación Comparada de la Universidad de Madrid y, tras ser separado de esta función, Profesor en la Institución Libre de Enseñanza, no dejaba de manifestar su reticencia frente a la idea central de los 32 33 G. DE AZCÁRATE: Estudios …cit., págs. 195 y 196. Op. cit., pág. 196, nota 1. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 87 ESTUDIOS socialistas de cátedra, a saber, la identificación de la «cuestión social» con la «cuestión de la repartición»34. Ello no obstante, Azcárate no podía dejar de mostrar su conformidad con la fórmula que pretendía limitar el liberalismo introduciendo en él intervencionismo público: no la fórmula inviable de regresar al pasado Antiguo Régimen, no la fórmula del socialismo radical de subvertir el orden social, ni tampoco la fórmula del liberalismo ortodoxo que acababa contentándose con «vanas palabras»; antes bien la idea de que «no hay que negar el mal» (como hacían algunas escuelas ante la cuestión social35), sino que, por el contrario, «vale más estudiarlo bajo todas sus fases y procurar remediarlo con reformas sucesivas y racionales». Frente a la convicción de los anarquistas y socialistas que en la segunda mitad del siglo XIX anunciaban la revolución inminente, y proponían ora la utopía del «comunismo sin gobierno»36 ora la «supresión del orden esta34 Op. cit., pág. 198, nota 1: «La cuestión de repartición es el problema social bajo el punto de vista económico; pero no todo el problema social, el cual (…) tiene tantos aspectos como órdenes se dan en la vida». En la misma pág. citada se expone sucintamente el alcance que la referida «cuestión de repartición» tenía para el socialismo de cátedra: «Las clases laboriosas quieren mejorar su suerte y obtener mayor parte de los bienes creados por el concurso del capital y del trabajo». 35 Negativa de la que se hacía eco el propio AZCÁRATE (op. cit., págs. 278 y 279) cuando defendía la «investigación científica por el camino de la observación y de la experiencia» para mostrar «la realidad manifiesta de imperfecciones sociales de nuestro tiempo, cuya existencia se obstinan en negar ciertos científicos sobradamente optimistas y ciertas clases sobrado egoístas». 36 P. KROPOTKIN: La conquista del pan, publicada en 1892 (trad. esp. de Ediciones Júcar, Madrid, 1977), pág. 28. En esa utopía no tenían cabida ni el Estado ni el Derecho: «la humanidad tiende…a abolir el Estado, esa personificación de la injusticia»; «el común acuerdo reemplaza a la ley» (op. cit., pág. 29). Para el Príncipe anarquista se imponía la desaparición del régimen del trabajo asalariado, y por ello del derecho al trabajo: «¡Basta de esas formas ambiguas como el ‘derecho al trabajo’!» (pág. 23); «el ‘derecho al trabajo’ es el derecho a continuar siempre siendo un esclavo asalariado» (pág. 24). 88 blecido» y la «abolición del trabajo» 37 , las reformas pausadas y prudentes son la respuesta que el sistema político-social apresta frente a la cuestión social para «aplacar los odios» y «cerrar heridas abiertas» (E. de M. del RD de 1883, creador de la Comisión de Reformas Sociales). Claro está, la solución reformista ha de combatir tanto los postulados colectivistas como los conservadores individualistas38; una vez más, Canalejas sintetiza con acierto el proceso: «como mediadores en la lucha entre los adeptos del statu quo individualista y los partidarios de una revolución que dé el triunfo al colectivismo ó al anarquismo, surgen escuelas y partidos intermedios, que proclaman la reforma legislativa social»; en una línea de intervencionismo armonicista, se encomienda al Estado «el deber y la potestad de lograr jurídica y progresivamente que sean más equitativas y conciliadoras las relaciones contractuales y económicas entre los distintos factores de la producción»39. El propio Canalejas contrapone la idea reformista, según la cual «no había otro medio de ‘desarmar la revolución’ que conceder por la ley lo que se pretendía por la fuerza», a la concepción conservadora a cuyo tenor «la represión sistemática y caso necesario sangrienta de la revolución, conseguirá 37 K. MARX: La ideología alemana (1846), en la antología de M. RUBEL: Páginas escogidas de Marx para una ética socialista, II, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1974, pág. 28: «Llamamos comunismo al movimiento real que suprime el orden establecido»; «…la revolución comunista…permite abolir el trabajo» (pág. 29). Y en contra del reformismo (Alocución, 1850): «los demócratas pequeñoburgueses, lejos de pretender transformar toda la sociedad en beneficio de los proletarios revolucionarios, aspiran a un cambio de las condiciones sociales que vuelva la sociedad existente lo más soportable y cómoda posible para ellos» (pág. 52); en fin (Carta a J.B.Schweitzer, 1865): «la clase obrera es revolucionaria o no es nada» (pág. 72). 38 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ : Discurso preliminar, cit., pág. LVII: «Por carecer de ese sentido de gobierno social, la escuela individualista adelantó bien poco en el áspero sendero de las realidades». 39 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ : Discurso preliminar, cit., págs. XLIII y CXV. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR exterminar sus gérmenes» 40. En fin, y aun considerando al socialismo como un «grandioso movimiento», otro insigne reformista, Posada, rechaza la idea de que el progreso social sea monopolio de aquella ideología; antes bien, considera que «los socialismos teóricos, y los prácticos (…) no son la única fuerza organizada, ó viva, que mantiene y empuja la reforma social», pues «fuera del socialismo…hay una ‘acción social’ fecundísima…(…) que al fin persigue el aniquilamiento de toda opresión y de toda explotación humanas»41. 1.4. Los difíciles inicios del reformismo social 1.4.1. Conocimiento frente a ignorancia y represión Reconocer el problema social en lugar de empeñarse en ignorarlo o en reprimir sus efectos, y, una vez admitido, dedicarse a conocerlo en su realidad, eran las vías por las que había de discurrir nuestro primer reformismo social, cuyos pasos iniciales discurrieron a través de lo que se ha llamado el «intervencionismo científico» del Estado42; una actitud constructiva, razonadora y civilizada, situada en las antípodas de la primera reacción del poder público frente al asociacionismo obrero, a saber, la pura actitud de represión con medidas penales y de orden público. Comentando esas propuestas a favor del estudio de la cuestión social, Azcárate no podía menos que mostrar su encendida adhesión: «¡Qué 40 J. C ANALEJAS Y M ÉNDEZ: Discurso preliminar, cit., pág. CLIV. 41 A. POSADA: Socialismo y reforma social, cit., págs. 6 y 7. 42 Esta expresión en L.E. DE LA VILLA G IL : Los orígenes de la Administración laboral en España, Escuela Nacional de Administración Pública, Madrid, 1969, pág. 17 y en I. LÓPEZ PENA: «Los orígenes del intervencionismo laboral en España: el Instituto de Reformas Sociales», Revista de Trabajo, 1969, nº 25, págs. 14, 18 y 19. diferencia entre este modo de ver el problema social y el de aquellos políticos que no encuentran otros modos de resolverlo que la infantería, la artillería y la caballería! Bien pudieran los que así discurren atender a lo que pasa en Inglaterra, país clásico del buen sentido y del espíritu práctico, donde todas las escuelas y partidos, hasta los más conservadores, en medio de todas las contingencias y sucesos, por dolorosos que sean, nunca dejan de estudiar los problemas sociales con serena imparcialidad»43. 1.4.2. Los enemigos del intervencionismo estatal; un ejemplo señero El empeño reformista optaba así por el llamado «procedimiento de la propaganda pacífica», rechazado tanto por «los socialistas radicales y los conservadores medrosos»44; tal procedimiento, de clara raíz pedagógica, estaba lejos de ser un fácil recurso a la filosofía del término medio45, y prueba de ello es que tanto el ideario como sus sustentadores se atrajeron, junto a la desconfianza de los medios obreros46, la inquietud de los conser43 G. DE AZCÁRATE: Estudios…cit., pág. 199, nota 1. G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., págs. 142 y 143. 45 Como parecería deducirse a primera vista de textos como el de G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., pág. 147: «no hallaremos más que dos escuelas fundamentales: la individualista y la socialista, y luégo una intermedia que (…) será armónica o ecléctica». La dificultad de mantener esta última postura quedaba patente en la declaración del propio autor: «es probable que los que se hayan fijado en el modo que tuve de plantear el problema me califiquen de socialista, y los que en la manera de resolverlo, de individualista»; calificativos ambos que rechazaba (pág. 146). 46 La desconfianza obrera hacia la reforma social está patente en varias cualificadas intervenciones de la «Información obrera» al Cuestionario de la Comisión de Reformas Sociales: «consideramos totalmente ilusoria la labor de esta Comisión»; «esta información no puede producir resultado alguno, porque los señores que forman la Comisión no representan los intereses de la clase trabajadora, sino los intereses de la clase explotadora» 44 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 89 ESTUDIOS vadores, que veían en las propuestas de reforma peligrosas inclinaciones demagógicas47. (Sr. García Quejido); «no cree el partido socialista que represento que la Comisión podrá hacer nada positivo por sí propia» (Sr. Iglesias); «el resultado definitivo de esta información quedará reducido a una exposición más o menos extensa de nuestras miserias, y a un dictamen muy bien escrito seguramente … y nada más» (Sr. Ordóñez). Cfr. REFORMAS SOCIALES: Tomo I, Información oral, Madrid, Manuel Minuesa de los Ríos, 1889, págs. 25, 200 y 219 (existe una edición facsimil del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1985). En el informe de la Agrupación socialista de Madrid (debido al Dr. Vera) a la Comisión no se ahorraban tampoco las críticas a la tarea propuesta por Moret: «Resulta, por tanto, de las consideraciones expuestas: Que la misión de los Gobiernos no es mejorar la condición del trabajador. Que las ventajas obtenidas hasta aquí por los obreros son triunfos del trabajo sobre la burguesía y los Gobiernos que la representan. Que no teniendo la clase obrera española la fuerza necesaria para imponer sus pretensiones, no debe esperar ventaja alguna de los trabajos de la Comisión informadora ni de los desarrollos del pensamiento a que su creación obedece» (cfr. el Apéndice a la citada obra REFORMAS SOCIALES: Tomo II, Información escrita, pág. XLVII). En fin, y para no alargar en exceso los abundantes ejemplos, la Asociación del Arte de Imprimir declaraba rotundamente: «Nada esperamos de esa Comisión; nada esperamos del Gobierno»; en igual sentido, el Montepío de Tipógrafos: «no esperamos nada de los trabajos de la Comisión ni de los que efectúe el Gobierno»; análogamente, El Porvenir, sociedad de trabajadores en hierro y demás metales se manifestaba «sin esperanza alguna de que vuestros trabajos ni los del Gobierno disminuyan en el más pequeño grado los duros sufrimientos de la clase proletaria» (R EFORMAS SOCIALES: Tomo II, Información escrita, cit., págs. 459, 490 y 591). 47 A esas «supuestas inclinaciones demagógicas» que «por pasión o interés» le atribuían algunos, se refería J. CANALEJAS Y MÉNDEZ en el citado Discurso preliminar, en el que el eminente político se sentía obligado a trazar la divisoria entre el intervencionismo reformista y los movimientos colectivistas: «No se hable, a propósito de este movimiento universal (se refiere al reformismo) de romanticismos socialistas, de lisonjas a las muchedumbres, de flaquezas populacheras y no se pretenda deducir de esa noble y frecuente inclinación de estadistas y pensadores a mejorar la suerte de los que sufren, que todos laboran por el triunfo de Karl Marx. ¡Qué injusticia!» (pág. LII). Años antes, al ponerse en marcha los trabajos de la Comisión de Reformas Sociales, desde diversos medios se acusaba al Partido Conservador de connivencia con la revolución; entre otros muchos ejemplo, la 90 Los orígenes de nuestro reformismo social, como se ha dicho con referencia a la Comisión de Reformas Sociales, lejos de ser cómodos se desenvolvieron, en efecto, «en medio de la adversidad» y la «falta de arraigo social», expresadas en la «apatía del Gobierno y de ambas Cámaras», la «repulsa de los obreros organizados … convencidos de que cualquier concesión al reformismo suponía restar fuerza a la revolución», y, en fin, la indiferencia de la sociedad48. Tampoco el proyecto de Instituto del Trabajo (1902) dejó de despertar inquietudes entre sus contemporáneos; contrastando vivamente el hecho de que fuera «acogido con tanto recelo por una parte de la opinión parlamentaria de España» y se le tildara de antemano como «obra de disolución social», con el funcionamiento de entes similares desde hacía décadas en otros países como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Canadá, etc.49 En fin, el Instituto de Reformas Sociales tampoco se sustrajo, en cuanto órgano de consenso, al choque «con una tradición obrera y patronal de simple confrontación de fuerzas»50. Con todo, las ideas de reforma social fueron avanzando, impulsadas por la burguesía cultivada situada en los ámbitos del eticismo krausista, el catolicismo social y en diversas órbitas políticas (liberales, republicanos, conservadores…). El eje de esas ideas no era otro sino el de corregir el liberalismo con tempera- prensa republicana le imputaba abrir «en las 49 provincias otras tantas cátedras de socialismo aparatoso y violento, y en los 10.000 municipios otras tantas escuelas donde se discute a placer todo linaje de reformas y delirios sociales (…) donde se defiende bajo el manto protector del Sr. Cánovas (…) el comunismo (y) la anarquía» (apud S. CASTILLO: Estudio introductorio a la edición de la obre R EFORMAS SOCIALES: Información oral y escrita, 1889-1893, cit. tomo I, pág. CXIII). 48 Mª D. DE LA CALLE: La Comisión de Reformas Sociales (1883-1903), Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1989, págs. 15-16. 49 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: Discurso preliminar, cit., pág. LXVII. 50 J.I. PALACIO MORENA: La institucionalización de la reforma social en España, cit., pág. 61. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR mentos sociales, introduciendo el imprescindible intervencionismo del Estado en la cuestión social, una ideología ésta que, como ya hemos indicado, distaba de ser compartida mayoritariamente por los estamentos burgueses. Un ejemplo significativo de la honda penetración del pensamiento individualista que todavía estaba presente en los intelectuales españoles de finales del siglo XIX51 lo tenemos en la posición mantenida por el precursor de la generación del 98, Ángel Ganivet, en su ensayo –dedicado a Unamuno, si bien para polemizar con él– sobre El porvenir de España. Después de reconocer la trascendencia de la cuestión social y la necesidad de darle solución adecuada – «El valor de los organismos políticos depende en nuestro tiempo de su aptitud para dar vida a las reformas de carácter social»–, y de reprochar que «ni el Estado, ni la Religión, ni ninguna de sus formas posibles, satisfacen esta necesidad de nuestro tiempo», el original pensador52 descartaba como solución la intervención del Estado, que asociaba sin titubeos al credo socialista, para resolver aquella cuestión social: «No sé cómo hay socialistas del Estado ni de la Internacional; en España es seguro que la acción del Estado sería completamente inútil. Se darían leyes reguladoras del trabajo y habría que vigilar el cumplimiento de esas leyes: un cuerpo flamante de inspectores, es decir, de individuos que en virtud de real orden tendrí- 51 Así F. PÍ Y MARGALL: Las clases jornaleras, cap. XIV: «Abdicándose puede y debe ayudarnos el Estado, no atribuyéndose como ahora nuevas facultades (…) El dejad hacer, dejad pasar ha de ser aún el principio de su política y la norma de sus actos» (en J. T RÍAS: Francisco Pí y Margall: Pensamiento Social, Madrid, 1968, pág. 190). 52 Original y contradictorio: regeneracionista y «pionero del nuevo espíritu» pero también amante de la tradición y azote de la civilización y la técnica; idealista quijotesco y partidario nietzscheano de la voluntad de dominio individual, anarco-individualista, antisocialista y antidemocráta (Cfr. J.L. ABELLÁN: Historia crítica del pensamiento español. Tomo V (II): La crisis contemporánea (1875-1936), Madrid, 1989, págs. 211 y ss. an el derecho de pedir cinco duros a todos los ciudadanos que cayeran bajo su dirección»53. Muchos años más tarde podía decirse entre nosotros que «domina todavía el santo horror a la legislación que repercutir pueda en merma del sagrado derecho de la propiedad real»54. Entre acusaciones de signo contrario hubieron, pues, de avanzar dificultosamente las posiciones reformistas, que sin embargo tuvieron la fortuna de contar con defensores convencidos y esforzados, tan distantes de las propuestas de subversión radical del orden establecido como de los remedios tradicionales basados en su mantenimiento inmóvil, garantizado por la pura fuerza 55. De este modo, la escuela individualista hubo de adoptar un «movimiento de rectificación» que moderó sus anteriores «desconfianzas respecto de los planes de reforma social» 56. Así, Azcárate expresó con toda claridad la primacía de las reformas sobre la revolución cuando afirmó la necesidad de emprender «el lento camino de las reformas para evitar el violento de las revoluciones»57; una postura que 53 A. GANIVET : Idearium español y El porvenir de España, 6ª ed., Espasa Calpe, col. Austral, Madrid, 1962, pág. 172. Frente al socialismo de Estado, el autor proponía un curioso «comunismo» inspirado en la tradición: «el socialismo español ha de ser comunista, quiero decir, municipal, y por esto defiendo yo que sean los municipios autónomos los que ensayen las reformas sociales; y en nuestro país no habría en muchos casos ensayos, sino restauración de viejas prácticas». Este reformismo comunal lo oponía Ganivet al reformismo emprendido por «instituciones convencionales, porque éstas, faltas de asunto real, divagan y caen en todo género de excesos». 54 A. A. BUYLLA Y G. ALEGRE: La reforma social en España, cit., pág. 22 (recuérdese que la publicación citada es de 1917). 55 Esta actitud frente a la solución represiva de la cuestión obrera, en J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: Discurso preliminar, cit., pág. CXLVIII: «Pobre concepto del Estado tienen los que esperan que solvente estas cuestiones acumulando leyes penales o concentrando tropas». 56 G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., págs. 169 a 171. 57 G. de AZCÁRATE: Estudios sociales, Madrid, 1933, pág. 282. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 91 ESTUDIOS recuerda la del Canciller Bismarck cuando anunciaba sus reformas con el propósito de detener el avance del socialismo. Otro ilustre avanzado de los estudios sociales, Álvarez Buylla, dedicaba el primer capítulo de su libro La protección del obrero (acción social y acción política)58 a «La Reforma Social», que consideraba manifestación de la «universal ley de la evolución», y cuyas heterogéneas realizaciones –mundiales y, aunque más parvas, también españolas– enumeraba: casascuna, protección de niños obreros, cajas de ahorros, regulación del salario, Inspección de fábricas, limitación del trabajo de las mujeres, jornada laboral, cajas de retiros, consejos de arbitraje y conciliación, reconocimiento de las asociaciones obreras, seguros sociales, bolsas de trabajo, etc., etc. 2. LA ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA DE LA REFORMA SOCIAL 2.1. El Estado, impulsor de las reformas sociales La reforma social, que como modelo teórico se presentaba simultáneamente como reforma a cargo de los individuos, de la sociedad y del Estado59, fue en la práctica ante todo reforma desde el Estado y, en consecuencia, obra del intervencionismo estatal al que venían oponiéndose «los jurisconsultos que militan bajo la bandera de una libertad absoluta»60. El reformismo social es un ideario que conduce a una previsión de objetivos y medios, entre ellos los legislativos; objetivos que van concretando y van ampliando su ambición con el transcurso del tiempo, y entre los cuales va ganando un lugar preferente la produc- 58 Págs. 11 y ss. G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., pág. 146. 60 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: Discurso preliminar, cit., pág. LIX. 59 92 ción normativa laboral. Así, en los textos de Azcárate, y como desarrollo y concreción de los grandes principios de subordinación del interés individual al general, de sujeción de la vida económica a la razón y a la moral y de impulsión de la solidaridad social, se proponen metas específicas de reforma como el reconocimiento de la participación en beneficios, el fomento del cooperativismo y la pequeña propiedad así como la propiedad corporativa, la creación de jurados mixtos como fórmula de paz y armonía en el trabajo, el apoyo de las instituciones de previsión y seguros mutuos, el reconocimiento del asociacionismo obrero, etc. Se considera, pues, que el Estado está legitimado para ejercer una amplia labor de «tutela», que se extiende a numerosos aspectos de la vida social: enseñanza, beneficencia, jurados mixtos, sociedades cooperativas, etc. Curiosamente para un observador de hoy, el insigne reformador no logra escapar del todo al individualismo todavía dominante en su tiempo, y considera inaceptable la fijación de salarios mínimos («la tasa del salario») y la «limitación de las horas de trabajo», salvo para las mujeres y los niños61 ; más genéricamente, no encuentra «justa ni conveniente» la «intrusión del Esta- 61 G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., págs. 89 y ss. La reducción de la jornada de los varones adultos habría de suponer que «salvo que se establezca la tasa del salario, éste descendería a medida que el tiempo de trabajo se rebajara, y por tanto, lo que el obrero ganara en alivio de esfuerzo, lo perdería en la cuantía de la retribución». En la obra citada, pág. 179, concluía el autor manifestando que «la regulación del trabajo (…) sólo es justa y conveniente respecto de las mujeres y de los niños». Otros reformadores, sin embargo, no abrigaban dudas acerca de la viabilidad económica de la reducción de la jornada de trabajo. Así, A. POSADA: Socialismo y reforma social, cit., pág. 145: «la reducción de la jornada de trabajo no implica necesariamente una disminución proporcional del producto, ó de otro modo: si el obrero, por razones fisiológicas, higiénicas y morales, es capaz de producir en ocho horas tanto ó más que en diez ó en nueve, ¿dónde está la perturbación económica temida? ¿Cómo temer una baja del salario a causa de la baja en la producción?». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR do» en el derecho de obligaciones que entonces apenas regulaba, en beneficio del dogma de la autonomía de la voluntad, las prestaciones de trabajo dependiente62. 2.2. Los trabajos preparatorios de la reforma social: primeras iniciativas públicas para el estudio de la cuestión social Frente a la relativa planificación de las reformas sociales, las primeras normas laborales hacen su aparición, sin embargo, de un modo asistemático, ajenas a un verdadero programa reformador e inspiradas por el propósito de atender las situaciones de necesidad social más graves y urgentes. La intervención del Estado en materia laboral –vertida en una Administración «investigadora» antes que gestora o «activa»63– precede así en 62 G. DE AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., págs. 122 y 123 plantea con lucidez el problema, aunque llegando a una solución que la historia desoyó: «En el derecho de obligaciones una sola cuestión nos interesa, pero es fundamental. ¿Debe mantenerse el principio de libertad como base de la contratación, es decir, garantizarse la libre concurrencia, ó, por el contrario, habrá la ley de poner trabas a ésta, tasando, por ejemplo, el salario en el arrendamiento ó locación de servicios y el interés del capital en el préstamo, rescindiendo los contratos en que haya lesión para una de las partes, é interviniendo en el cumplimiento y ejecución de todos?». El autor considera que ello supondría una intrusión del Estado injusta e inconveniente en problemas que a su juicio no son de solución estatal, sino que «sólo pueden remediarlos el individuo y la sociedad» con criterios de razón y moralidad. Ello no obstante, como Presidente del Instituto de Reformas Sociales, Azcárate, junto con los Vocales Sres. Inchaurrandieta, Santamaría, Piernas y Ugarte, formuló unas Bases de Ley de Contrato de Trabajo (20 de abril de 1904), de notable alcance intervencionista. 63 A. POSADA: Socialismo y reforma social, cit., pág. 230: «La acción de los Estados (…) en la vida del trabajo, se ha manifestado desde un principio, más que como una acción de intervención, como una actividad informativa é investigadora, ó de una manera más exacta, como una actividad de estudio». Cfr., en la bibliografía actual, A. MARTÍN VALVERDE: «Estudio preliminar», en La algunos años a la planificación de la reforma social, aunque, ciertamente, las primeras ideas de institucionalización de la reforma social y los primeros proyectos de leyes del trabajo sean coetáneos. En efecto, esas ideas se van configurando a mediados del siglo XIX, tanto en el esbozo de Comisiones precursoras de la de Comisiones Sociales como en la tentativa de elaborar una legislación específica del trabajo. En cuanto a lo primero, ya en 1842 se formula en el Senado por D. Joaquín F. Campuzano la propuesta de creación de una Comisión encargada de «examinar el estado de la ilustración del pueblo y los medios más adecuados para proporcionarla a las necesidades de su propia convivencia y al bien de toda la sociedad», y en 1855 se elabora, sin llegar a votarse en las Cortes, por el Ministro de Fomento Sr. Luxán y el Presidente del Congreso Sr. Madoz un proyecto de Comisión encargada de «reconocer y apreciar en su justo valor las causas de las dificultades suscitadas entre los fabricantes y los trabajadores de nuestras provincias manufactureras y proponer al Gobierno los medios más oportunos de terminarlo felizmente» 64. A esos empeños frustrados les sigue otro que tampoco prosperó: la propuesta de D. Fernando Garrido y otros diputados (1869) para abrir una «información parlamentaria sobre el estado material, intelectual y moral de las clases trabajadoras». Otra propuesta del propio Garrido (1871) dio lugar al nombramiento de una Comisión, que abrió un proceso informativo que no alcanzó la debida efectividad65. Como decíamos, estos intentos de institucionalización de la reforma social son paralelos legislación social en la historia de España. De la revolución liberal a 1936, Congreso de los Diputados, Madrid, 1987, pág. XLIX. 64 Su texto íntegro puede consultarse en A. A. BUYLLA Y G. ALEGRE: La reforma social en España, cit., págs. 60 a 66. 65 Sobre estos antecedentes, cfr. J.I. PALACIO MORENA: La institucionalización de la reforma social en España (1823-1924). cit., págs. 12 y ss., y Mª D. DE LA CALLE: La Comisión de Reformas Sociales (1883-1903), cit., págs. 31 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 93 ESTUDIOS en el tiempo a los primeros proyectos de leyes laborales entre los que debe citarse el de Alonso Martínez (1855) relativo a una fallida «Ley sobre ejercicio, policía, sociedades, jurisdicción e inspección en la industria manufacturera». Por pocos años de diferencia, nuestra primera legislación laboral se anticipó a la creación del primer órgano efectivo de la reforma social, la Comisión de Reformas Sociales; en efecto, si ésta se constituyó en 1883, diez años antes se había promulgado la que se considera comúnmente como primera ley laboral española, la de 24 de julio de 1873, a la que siguió, dentro de la misma línea de protección de la mujer y el niño en el trabajo, la de 26 de julio de 187866. 2.3. La institucionalización del estudio de las reformas sociales El primer paso de la reforma social que llamaríamos consciente es, como ya dejamos apuntado más arriba, el dirigido a alcanzar un conocimiento lo más preciso posible de la realidad, paso que obliga al Gobierno al «estudio de las necesidades sociales», como se lee en la E. de M. del RD de 1883, creador de la Comisión de Reformas Sociales. Como escribió lapidariamente Salvador de Madariaga, sintetizando el sentido de este proceso, «la era de la prudencia se anuncia con el deseo de saber»67. Aquel estudio se promueve ofreciendo en primer término «un programa de cuestiones» a analizar, iniciando así el «trabajo social que ha de preceder a la obra de los legisladores». Respondiendo a esa misma línea de realismo, en la propia E. de M. aparece, por cierto, una temprana y convencida invocación a lo que hoy llamamos «diálogo social», cuando se refiere a «la autoridad que las reformas sociales sólo pueden reunir cuando se discuten y preparan con el concurso de los mismos elementos para quienes se va a legislar»; y, más adelante: «los que mañana van a ser preceptos de una ley irán de antemano aceptados por los mismos que han de obedecerlos, y llevarán la sanción de la opinión pública, que es superior a todas las sanciones legales». Los reformistas españoles de finales del siglo XIX y principios del XX fueron conscientes de la necesidad de evitar los arbitrismos políticos (como los que habían proliferado al calor de la Revolución de 1868) y los legislativos en materia laboral (y, más ampliamente, social), a cuyo efecto insistieron en la conveniencia de fundamentar las normas legales en previos estudios de la realidad social 68; tarea propia, más que de la ciencia jurídica o jurisprudencia, de la «sociología experimental», a la que aludía la E. de M. del Proyecto de Ley de Instituto del Trabajo, atribuyéndole la misión de aconsejar «el programa de las medicinas sociales» oportunas en el momento. 66 Cfr. L.E. DE LA VILLA GIL: Nacimiento del derecho obrero en España, Instituto de Estudios Administrativos (separata), Madrid, 1970, págs. 9 y ss.; A. MONTOYA MELGAR: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España (1873-1978), cit, págs. 36 y ss.; M.C. PALOMEQUE LÓPEZ: Derecho del trabajo e ideología, 6ª ed., Tecnos, Madrid, 1995, págs. 64 y ss. 67 S. DE MADARIAGA: España. Ensayo de Historia Contemporánea, 13ª ed., Espasa-Calpe, Madrid, 1979, pág. 121. El texto sigue así: «Después de la Restauración del 75, algunas cabezas claras se preguntaron si no había llegado el momento de investigar los hechos de la situación social e industrial». Como anticipaba la E. de M. del proyecto de Decreto de Luxán y Madoz, «la investigación es 94 aquí una necesidad y un deber», de donde seguía que «una Comisión compuesta de personas inteligentes y amigas del bien público puede desde luego encargarse de estas investigaciones para proponer al Gobierno los medios más oportunos de acallar las exigencias de los unos, los recelos y aprensiones de los otros, la inquietud y la ansiedad de todos». 68 A. POSADA: Socialismo y reforma social, cit., pág. 229, exponiendo el cauce que había de seguir el intervencionismo estatal en la cuestión social: «enterarse, y para enterarse, y enterándose, intervenir con conocimiento exacto de las condiciones reales de las dificultades y de los problemas»; y para ello, crear un órgano y su correspondiente función. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR Esta vertiente estudiosa e investigadora del intervencionismo del Estado, tan abominado por muchos en la emergencia del reformismo social, cristalizó en la creación de un órgano oficial ad hoc, dotado de una amplia autonomía frente a la Administración ordinaria e incluso frente al ideario de los partidos gobernantes; institución en la que seguramente no es equivocado ver un reflejo del organicismo social que profesó buen número de los reformadores sociales69. Tal fue el caso de la Comisión de Reformas Sociales y, frustrado el nacimiento del Instituto del Trabajo, del más complejo y ambicioso Instituto de Reformas Sociales. Los propósitos del poder público de habilitar medios con los que conocer la realidad social acaban concretándose, en efecto, en la creación de órganos administrativos específicos. El primero en el tiempo fue la Comisión de Reformas Sociales, constituida en 1883 en el seno del Ministerio de la Gobernación, en parte, según parece, bajo la impresión causada por las acciones terroristas de la sociedad secreta «Mano Negra» 70 . Este primer hito institucional del reformismo social español, precedido por los intentos parlamentarios a los que se aludió más arriba, se inserta dentro de una serie de experiencias internacionales cuyo antecedente común suele situarse en la figura del «Bureau of Labor Statistics» creado por Ley de 22 de junio de 1869 en el Estado norteamericano de Massachussets71, y cuyos esfuerzos 69 Este organicismo, tan caro a la Institución Libre de Enseñanza, es expreso en G. AZCÁRATE: Resúmen de un debate sobre el problema social, cit., pág. 66: «la sociedad (…) es un organismo». 70 S. DE MADARIAGA: España, cit., pág. 121: «Estimularon esa actividad investigadora (de la Comisión de Reformas Sociales) los crímenes y desórdenes producidos por la ‘Mano Negra’, sociedad secreta que comprendía 150 federaciones y 50.000 socios, y que en aquella época instauró en Andalucía un régimen de terror». 71 Sobre este organismo, cfr. J. UÑA Y SARTHOU: Los Institutos del Trabajo, incluido como Apéndice Octavo a la obra de A. BUYLLA, A. POSADA y L. MOROTE: El Instituto se dirigieron prioritariamente a un objetivo indispensable para alcanzar un conocimiento científico de la realidad social: la organización de las estadísticas del trabajo. La Comisión se constituyó, efectivamente, con un claro ánimo de rigor técnico e imparcialidad, más allá de las concretas opciones partidistas, para operar «como el centro donde se reúnan y condensen los datos, noticias y opiniones ya formuladas sobre la materia». Pieza esencial de esa metodología fue la vasta Información Oral y Escrita abierta por la Comisión, en consonancia con su propia y larga denominación oficial: «Comisión para el estudio de las cuestiones que interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras tanto agrícolas como industriales y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo»72. Como presupuesto indispensable para ser órgano de reflexión y elaboración jurídica, la Comisión fue ante todo factor de institucionalización de los estudios sociológicos en nuestro país73. En efecto, en la vía de estudio de los problemas reales que se encomendó a la Comisión y luego al Instituto de Reformas Sociales se situaron desde un principio dos importantes instrumentos reformistas: la apertura de «amplias informaciones para estudiar los diferentes aspectos del mal y sus remedios» y la iniciación de una «estadística del trabajo»74; instrumentos a los que expresamente se refería Canalejas en su E. de M. a la fallida Ley de creación del Instituto del Trabajo, y que contaron, ciertamente, con el del Trabajo. Datos para la reforma social en España, cit., págs. 270-71, 282-84, 296-98 y 316-17. 72 Informaciones y encuestas de esta naturaleza se produjeron por la misma época en algún otro país; así, la Comisión belga creada en 1886, que llevó a cabo una información sobre la situación del trabajo industrial publicada en 1887-88 (cfr. J. UÑA Y SARTHOU: Los Institutos del Trabajo, cit., pág. 265). 73 En este sentido, Mª D. DE LA CALLE: La Comisión de Reformas Sociales (1883-1903), cit., pág. 43. 74 Ya el Real Decreto de 9 de agosto de 1894 había procedido a crear un servicio especial de Estadística del Trabajo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 95 ESTUDIOS sólido punto de partida constituido por la extraordinaria labor informativa de la Comisión de Reformas Sociales. La conciencia de que el desarrollo de los instrumentos de conocimiento de la cuestión social se encontraba en España, en relación con los países europeos más destacadas, en notoria inferioridad, movió también al poder público a impulsar estudios sobre las experiencias extranjeras de los cuales pudieran derivarse enseñanzas para nuestro buen gobierno. De la precariedad de datos estadísticos y sociológicos se lamentaban los políticos más sensibles a los problemas del trabajo; así, en el citado Discurso Preliminar de Canalejas al libro de Buylla, Posada y Morote, el ya ex–Ministro de Agricultura se quejaba amargamente de la falta de fuentes de conocimiento propias, que le llevaba irremisiblemente a «acudir a las informaciones ajenas»75; precisamente para recabar éstas, encargó al «joven publicista Uña Y Sarthou» la no fácil tarea de recopilar la información extranjera sobre los Institutos de Trabajo u organismos similares; información incluida luego como anexo de la citada obra de Buylla, Posada y Morote76. Los reformistas se proponen, pues, ante todo conocer «los datos vivos del problema», de los cuales «aquí en España no se sabe nada 75 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: op. cit., pág. VI y ss. Los propios de A. BUYLLA, A. POSADA y L. MOROTE: El Instituto del Trabajo. Datos para la reforma social en España, cit., págs. 24 y 25, se quejaban de «la falta de datos concretos», expresando duros juicios al respecto: «No sabemos casi nada. El Gobierno español no sabe nada respecto de las condiciones de hecho del problema obrero, de aquí ni de fuera de aquí. Vive a ciegas y legisla a ciegas». (…) «Aquí no hay estadística obrera aprovechable, aquí no existe centro alguno que recoja con imparcialidad el movimiento obrero y la marcha de la evolución económica; por no haber, no hay donde estudiar cosa alguna que a la reforma social se refiera» (la cursiva, de los autores). 76 Apéndice Octavo: Los Institutos del Trabajo. Notas de viaje por J. UÑA Y SARTHOU, Auxiliar de la Biblioteca del Senado. 96 o apenas nada»77; datos referentes a la situación real de las asociaciones obreras, a las huelgas, a las economías de los trabajadores, etc., etc., para cuyo conocimiento era necesaria, por lo pronto, una labor estadística hasta entonces inexistente. Avanzando en la vía de la institucionalización del reformismo social, a comienzos de 1902 –y para dar efecto al compromiso suscrito con Sagasta, Moret, Weyler y De la Vega Armijo–, Canalejas acordó proponer la creación de una Dirección del Trabajo en el Ministerio de Agricultura y Obras Públicas, con amplias competencias en materia social: inspección, estadística, preparación de proyectos de ley en materia de contrato de trabajo, asociaciones, huelga y consejos de conciliación, y reforma tributaria; rasgo destacado de este proyectado y no creado órgano era que se preveía la participación en él de los «elementos obreros». En abril de ese mismo año 1902 se publica en el Diario de Sesiones del Congreso el Proyecto de Ley para la creación del Instituto del Trabajo en el propio Ministerio de Agricultura (proyecto que no llegó a convertirse en Ley). Un año más tarde ve la luz en la Gaceta de Madrid el Real Decreto de 23 de abril de 1903, de creación del Instituto de Reformas Sociales. La idea de independencia frente al poder político que inspiró la creación de la Comisión de Reformas Sociales presidió también los laboriosos (y finalmente fracasados) esfuerzos por crear el Instituto del Trabajo; cuando Canalejas expuso a Posada su idea de configurar dicho ente, quedó claro que éste había de ser «una institución neutral o si se quiere técnica»78; y, en completo acuerdo con esta 77 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: Discurso preliminar, cit., pág. VIII. 78 La historia de la idea de crear el Instituto del Trabajo y todos los avatares del proceso subsiguiente, especialmente los referidos a la tramitación parlamentaria del correspondiente proyecto de ley, aparece minucio- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR idea, en la E. de M. del Proyecto de Ley presentado por el propio Canalejas, entonces Ministro de Agricultura, el ilustre estadista anunciaba su propósito de que «el nuevo Instituto del Trabajo goce de la mayor independencia posible; por eso colocará al frente de él y a su servicio a personas que, prescindiendo de su significación política en las luchas candentes de los partidos, se hayan revelado como competentes en los estudios económicosociales y sin sujeción alguna a categorías burocráticas». En fin, idéntica actitud a favor de la independencia técnica del organismo de la reforma social se observaba en la E. de M. del Real Decreto de 23 de abril de 1903, de creación del Instituto de Reformas Sociales, refrendado por el Presidente del Consejo de Ministros, el conservador D. Francisco Silvela, que expresaba el «deseo de mantener apartada de las pasiones políticas la delicada tarea» encomendada al nuevo ente. 2.4. Las Instituciones de la reforma social y su composición Esas proclamas a favor de la autonomía técnica del órgano de la reforma social forzosamente habían de traducirse en la naturaleza y en la composición del mismo. Comenzando por la Comisión de Reformas Sociales, el art. 3º del RD de 5 de diciembre de 1883 que la creó declaraba que «ella misma organizará sus trabajos y bajo la dirección de su presidente, nombrará sus secretarios y procederá a reunir los antecedentes necesarios y a redactar los programas de su trabajo»; por otra parte, y según expresaba la E. de M. del propio RD, la Comisión había de estar «compuesta de personas que en sí mismas llevan sobrada garantía de imparcialidad, de suficiencia, de seriedad y de acierto para el cum- samente relatada, con la viveza que corresponde a su condición de protagonistas del suceso, en el libro de A. BUYLLA, A. POSADA y L. MOROTE: El Instituto del Trabajo. Datos para la reforma social en España, cit. (la referencia del texto, en pág. 5). plimiento de su alto cometido». La RO de 7 de diciembre de 1883 procedía al nombramiento de los miembros de la Comisión: D. Antonio Cánovas del Castillo (pronto sustituido por D. Segismundo Moret, al haber sido nombrado aquél Presidente del Consejo de Ministros79), como Presidente, y D. Gabriel Rodríguez, D. Gumersindo de Azcárate, D. Joaquín Escrivá de Romaní, D. Urbano González, D. Fernando Puig, D. José Cristóbal Sorní, D. Juan M. Sánchez Romate, D. Andrés Mellado, D. Carlos Mª Perier, D. Mariano Carreras, D. Federico Rubio, D. Daniel Balaciart y D. Juan Jiménez Martos. Se trataba, pues, de una cámara de notables, políticos y profesionales del Derecho en su mayoría, muchos de ellos vinculados a relevantes instituciones culturales y científicas (Ateneo de Madrid, Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Universidad Central de Madrid…); cámara que, sin embargo, no acogía la presencia institucional del elemento obreropatronal80. El fallido proyecto de ley sobre el Instituto del Trabajo, aunque no entraba a precisar la concreta composición de los órganos de éste, dejaba constancia en su E. de M. del propósito de que el Consejo Superior del Trabajo que, junto con la antigua Comisión de Reformas 79 Por RO de 25 de enero de 1884 Cánovas volvió a presidir la Comisión al ser nombrado Presidente del Consejo Sagasta (RD 22 diciembre 1885); dimitió el 21 de enero de 1889 a favor de Moret. Por RROO de 5 y de 20 de marzo de 1884 fueron agregados a la Comisión, respectivamente, D. Alberto Bosch y D. Ignacio de Henestrosa. A consecuencia del RD de 13 de mayo de 1890, reorganizando la Comisión de Reformas Sociales, se alteró la composición de ésta, manteniendo Moret la presidencia y pasando Federico Rubio y Azcárate a ser, respectivamente, sus Vicepresidente y Secretario general. Los RRDD de 22 de diciembre de 1885 y 13 de mayo de 1890 procedieron a modificar la composición de la Comisión. 80 Cfr. datos pormenorizados de los fundadores de la Comisión de Reformas Sociales en Mª D. DE LA CALLE: La Comisión de Reformas Sociales (1883-1903), cit., págs. 44 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 97 ESTUDIOS Sociales, había de formar parte del Instituto, estuviesen representados «los patronos, los obreros y cuanto es sangre y nervio de la producción». Más precisamente, el Instituto de Reformas Sociales se integró inicialmente, siguiendo el criterio de incorporación de los que hoy llamamos agentes o interlocutores sociales, por «treinta individuos, dieciocho de libre elección del Gobierno; de los doce restantes serán elegidos (…) seis por el elemento patronal y seis por la clase obrera» (art. 2º del RD de 23 de abril de 1903); los miembros designados por el Gobierno fueron D. Gumersindo de Azcárate, presidente, y los vocales señores Moret, Moreno Rodríguez, Hernández Iglesias, Sánchez Pastor, Santamaría de Paredes, Maluquer, Echegaray, Conde y Luque, Manresa, Ugarte, Fernández Villaverde, Mequíades Alvarez, Inchaurrandieta, Salillas, Piernas y Hurtado y Mariátegui (todos ellos nombrados por RD de 13 de mayo de 1903), aparte de tres vocales natos de la Administración. Entre los representantes obreros se encontraba D. Francisco Largo Caballero y entre los patronos D. Eduardo Dato. 2.5. Encuadramiento administrativo de los órganos de la reforma social La idea, a la que ya nos hemos referido, de un ente público integrado en la Administración del Estado pero dotado de una acusada autonomía frente a ésta presidió el diseño de la Comisión de Reformas Sociales, el del proyectado y no nacido Instituto del Trabajo y el del Instituto de Reformas Sociales. Si el fin último de estas instituciones era también común –la reforma social–, se separaron en muchos aspectos, y no sólo en los relativos a sus cometidos, ya examinados. En efecto, empezando por la integración administrativa de estos órganos, destaca el hecho de que tanto la Comisión como el Instituto de Reformas Sociales se constituyeron «en el Ministerio de 98 la Gobernación» (art. 3º del RD de 1883; art. 1º del RD de 1903; art. 3º del RD de 14 de octubre de 191981), mientras que el frustrado Instituto del Trabajo se proyectó integrado en el Ministerio de Agricultura, Industria y Obras Públicas (art. 1º del Proyecto de Ley de 1902). No existiendo en la época una Administración especializada en materia laboral (el Ministerio de Trabajo no se creará hasta 1920), cualquier adscripción de los nuevos órganos de la reforma podía resultar forzada y ser discutida por ello. Tal cosa ocurrió, precisamente, cuando Canalejas intentó separar al proyectado Instituto del Trabajo del Ministerio de la Gobernación e incorporarlo al de Agricultura, operación que el eminente político justificaba así en la E. de M. de su proyecto de Ley: «No es aún hora de llegar a la creación de un Ministerio del Trabajo como el que existe en Bélgica y en los Estados Unidos; bastará para las necesidades actuales y preparación del porvenir, organizar el Instituto del Trabajo, de análoga manera, por ejemplo, al Office du Travail de Francia, las instituciones similares de Austria, Dinamarca, Gran Bretaña, Holanda, y la recientísima preparación de parecidos organismos en Alemania e Italia. Y creándolo en el Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, esto es, separando del de Gobernación, Ministerio esencialmente político y de policía, el servicio administrativo de Reformas Sociales que hoy existe, y que revestirá otro carácter muy distinto en el Departamento ministerial, en que se hayan agrupado los servicios de índole acaso la más técnica de cuantos el Estado rige». Aparte posibles razones objetivas, hay una explicación bien sencilla a la distinta adscripción administrativa del órgano de reforma social: la Comisión de Reformas 81 Este precepto no se limita a declarar la integración del Instituto en dicho departamento sino que puntualiza que «El Instituto de Reformas Sociales dependerá del Ministerio de la Gobernación», declaración que no obstaba al reconocimiento de la «completa libertad de acción» y «libertad de iniciativa» del organismo (art. 4º del RD de 14 de octubre de 1919). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR Sociales fue promovida por el Ministro de la Gobernación, D. Segismundo Moret, lo que explica suficientemente su encuadramiento en ese Departamento (encuadramiento que mantuvo D. Francisco Silvela, Presidente del Consejo de Ministros, respecto del Instituto de Reformas Sociales, y que conservó D. Manuel Burgos y Mazo al reorganizar el organismo en 191982); por el contrario, el Instituto del Trabajo, proyectado por el Ministro de Agricultura D. José Canalejas, se quiso adscribir, precisa y explicablemente, a este Ministerio. 2.6. Estructura de los órganos de la reforma social: entes centrales y periféricos En cuanto a su estructura, los órganos de la reforma social mantuvieron, a lo largo de su vigencia, una doble presencia: un órgano central (Comisión, Instituto) y unos órganos provinciales y locales. La organización de la Comisión de Reformas Sociales apenas se esbozó en sus normas reguladoras, que se limitaron a establecer –aparte de la constitución del órgano en el Ministerio de la Gobernación, que funcionaría «en el local que al efecto se designe»–, que el Ministerio pondría a su disposición «los elementos necesarios para llenar su cometido, tanto de personal como de material», previéndose que, una vez creada, «ella misma organizará sus trabajos y bajo la dirección de su presidente nombrará sus secretarios y procederá a reunir los antecedentes necesarios y a redactar los programas de su trabajo» (art. 3 del RD de 5 de diciembre de 1883). Alguna mayor precisión se contenía en el RD de reorganización de la Comisión, de 13 de mayo de 1890, que, como ya se indicó, fijaba en 30 el número de «individuos» que, nombrados por Real Decreto, 82 Vid. nota anterior. habían de integrar el organismo, establecía sus órganos de gobierno (Presidente, Vicepresidente y Secretario general), preveía la creación de secciones y encomendaba a la Comisión la redacción de su reglamento interno, fijando finalmente alguna regla de quorum (arts. 1º y 2º). En contraste con estas esquemáticas reglas sobre la estructura de la Comisión de Reformas Sociales, la regulación de los órganos provinciales y locales implicados en la reforma fue bastante prolija. En primer lugar se crearon unas Comisiones, más que genéricamente delegadas de la «Comisión Central» 83 o nacional, encargadas de un cometido específico, a saber, la organización en sus respectivos ámbitos de la «información sobre el estado y necesidades de la clase obrera». A tal efecto, dicha Comisión central adoptó el 30 de abril de 1884 una «Instrucción» –luego remitida a los Gobernadores civiles por el Ministro de la Gobernación, acompañando a su Circular de 28 de mayo de 1884– en la que se establecía la composición de las Comisiones Provinciales y Locales, las reglas de designación de algunos de sus miembros (las «clases o cuerpos que estén organizados o agremiados» 84 ) y, en fin, el cuestionario de preguntas que habían de formularse para efectuar la información, así como indicaciones sobre la manera de llevar 83 La denominación aparece en la Circular del Ministro de la Gobernación Sr. Romero Robledo dirigida a los Gobernadores civiles el 28 de mayo de 1884, requiriendo su actuación para facilitar la constitución y funcionamiento de las referidas Comisiones Provinciales y Locales. 84 La Instrucción de 30 de abril de 1884 aprovechaba la ocasión para fomentar la constitución de organizaciones obreras; así, su art. 10.3º disponía que uno de los «medios» para llevar a cabo la información eran «las Asociaciones de obreros, a las cuales es deber de las Comisiones oír en primer término. En las provincias en que existan pocas o no haya ninguna, las Comisiones procurarán la organización, siquiera sea transitoria o sólo para este propósito, de los obreros por oficios, a fin de que puedan cooperar de un modo más eficaz y autorizado a los fines de esta información». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 99 ESTUDIOS a cabo en la práctica tal información y documentar sus resultados. Las Comisiones Provinciales, constituidas en todas las capitales de provincia salvo Madrid (donde la información corrió a cargo de la Comisión central) y presididas por los respectivos Gobernadores civiles, se integraban de 52 individuos, de los que diez eran obreros; las Comisiones Locales, previstas para otras veintinueve poblaciones (ampliables a discreción de las Comisiones Provinciales) y presididas por los respectivos Alcaldes, estaban formadas por 23 miembros, de los que cinco eran obreros. La complejidad de la organización provincial y local de la reforma social se acentuó con la creación de unas Juntas Provinciales y Locales de Reformas Sociales, con competencias inspectoras y de resolución de conflictos, así como de propuesta de normas oficiales en materia de jornada y salubridad en el trabajo. La peculiaridad de estos órganos, concebidos como instituciones de tránsito hasta que se creasen los Jurados Mixtos, consistía en que su actuación se circunscribía a la tutela del trabajo de mujeres y niños. Ello se explica porque las Juntas de referencia se crearon en la Ley de 13 de marzo de 1900, reguladora del trabajo de las mujeres y los niños; su reglamentación corrió a cargo de la Real Orden de 9 de junio del mismo año, estando ambas normas inspiradas por el Ministro de la Gobernación y eminente figura de nuestro reformismo social D. Eduardo Dato e Iradier. El proyectado y no nacido Instituto del Trabajo se quiso configurar con criterio ecléctico, como macro-órgano integrado por dos entes de carácter central: la ya existente Comisión de Reformas Sociales y el Consejo Superior del Trabajo, a los que se sumaba una Comisión Permanente. En el ámbito local se preveía la creación de Consejos Locales (art. 2º del proyecto de Ley de 11 de abril de 1902). La Comisión pasaba a ser un «alto Cuerpo consultivo», que se mantenía respetuosamente «por razones de tradición» y «por 100 gratitud a sus inestimables servicios»85, en tanto que el Consejo Superior del Trabajo se configuraba como un órgano de representación obrero-patronal con vocación de llegar a ser «órgano permanente de conciliación social», constituido a modo de asamblea que serviría «de comunicación del Gobierno con la vida social» (las expresiones entrecomilladas, en la E. de M. del Proyecto de Ley de 1902). En fin, la estructura del Instituto de Reformas Sociales era traducción de la ampliación de funciones que este organismo ejercía, y que traspasaban las de contenido económicosocial. Tal estructura experimentó diversas modificaciones, la más profunda la que llevó a cabo el RD de reorganización del Instituto de 14 de octubre de 1919. En su versión inicial, el «Instituto en corporación» –esto es, el pleno–, compuesto de treinta individuos86, se dividía 85 La cuestión del mantenimiento o supresión de la Comisión fue, lógicamente, muy delicada. De ello dan testimonio A. BUYLLA, A. POSADA y L. MOROTE: El Instituto del Trabajo. Datos para la reforma social en España, cit., pág. 15: «En lo que el Sr. Canalejas vacilaba, como nosotros, era en lo que debía hacerse con la Comisión de Reformas Sociales. Se inclinaba a respetarla, pero temía resultase incompatible con el Consejo Superior del Trabajo: refundirla en él no era fácil, pues aparte de que no habría manera de equilibrar las representaciones patronal, obrera y la simplemente política y social que hoy tiene la Comisión, el futuro Consejo tendría que resultar excesivamente numeroso. Á fin de proceder con prudencia, y guardando todos los merecidos miramientos, nos encargó que viésemos, en su nombre, al Sr. Moret, para consultarle el caso, estando el Sr. Canalejas resuelto a tener muy en cuenta el concepto del Sr. Moret, así como el del Sr. Azcárate, Vicepresidente de la citada Comisión». Como era de esperar, D. Segismundo Moret, padre de la Comisión de Reformas Sociales, «se manifestó desde el primer momento partidario de que fuera respetada» e incluso de que se convirtiese en «una especie de Senado, llamado a emitir el dictamen científico y jurídico acerca de las reformas» (págs. 16-17). 86 El Art. 68 del Reglamento de 1903 exigía un quórum de la mitad más uno de los miembros tanto para el Pleno como para las secciones. El RD de 24 de noviembre de 1904 rebajó esa cifra a 15 vocales para el Pleno y 5 para las Secciones. El RD de 3 de febrero de 1911 modificó de nuevo el citado art. 68, que quedó redactado así: «Para celebrar sesión se requiere la presencia de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR en tres Secciones, que elegían de entre sus miembros a sus presidentes y secretarios, y que, además, elegían dos individuos de su seno por sección para formar el Consejo de Dirección del Instituto que auxiliaba al Presidente del mismo87 Dichas secciones, sin perjuicio de la integración del Ente en el Ministerio de la Gobernación, se afectaban a tres Ministerios: la Sección dedicada a asuntos de policía y orden público, al citado Departamento; la dedicada a asuntos eminentemente jurídicos al Ministerio de Gracia y Justicia, y la dedicada a cuestiones económicosociales al Ministerio de Agricultura. La Sección primera y la segunda se integraban, cada una, por nueve individuos de libre elección del Gobierno, más el Subsecretario de la Gobernación en la primera y el Subsecretario de Gracia y Justicia en la segunda. La Sección tercera estaba formada por seis individuos elegidos por el «elemento patronal y otros seis elegidos por «la clase obrera»88, más el Director general de Agricultura. trece vocales en el Pleno, de cinco en las Secciones y de cuatro en el Consejo de Dirección». La reorganización del Instituto llevada a cabo por el RD de 14 de octubre de 1919 elevó el número de miembros del Pleno a 60, cifra que el RD de 5 de diciembre de 1919 incrementó en cuatro vocales más. 87 El RD de 3 de febrero de 1911 modificó el Reglamento del Instituto de Reformas Sociales, facultando al Consejo de Dirección para entender «en todos aquellos asuntos referentes a la aplicación de las Leyes sociales que de modo general o especial le delegare el Pleno». La razón de esta delegación era descargar al Pleno del conocimiento de asuntos «de escasa importancia» o sobre los que ya se había elaborado «una verdadera jurisprudencia administrativa», como explicaba la E. de M. del Decreto. 88 El RD de 24 de noviembre de 1904, firmado por el Rey D. Alfonso XIII y refrendado por el Ministro de la Gobernación Sr. Sánchez Guerra, procedió modificar el Capítulo VI y los arts. 67 y 68 del Reglamento del Instituto de Reformas Sociales, con el fin de subsanar «alguna deficiencia, originada por el modo de alcanzar su respectiva investidura los representantes de la clase patronal y de la clase obrera», y al tiempo «establecer una disciplina común para normalizar los trabajos de las Secciones y la celebración de las Juntas en pleno» (E. de M. del RD de 1904). Menos considerado que Canalejas, Silvela puso fin a los casi veinte años de vida de la Comisión de Reformas Sociales con una seca fórmula sucesoria contenida en el art. 7º del RD de 23 de abril de 1903: «Habiendo quedado terminada la misión de la Comisión de Reformas Sociales del Ministerio de la Gobernación, el Instituto se hará cargo de la documentación y libros que a aquélla pertenezcan». En un plano más próximo a la gestión administrativa funcionaban originariamente la Secretaría general y las Secciones Técnico-administrativas de Legislación e Información bibliográfica, de Inspección y de Estadística. El RD de creación del Instituto sólo se ocupó de regular el órgano central, silenciando toda referencia a los provinciales y locales; y lo mismo ocurrió en el Reglamento de 1903. No obstante, subsistían, al margen de la estructura del Instituto, las pocas Juntas provinciales y locales que habían llegado a constituirse, siempre con problemas electorales y de funcionamiento89. La reorganización del Instituto de Reformas Sociales llevada a cabo en 1919 supuso, además de la ampliación del número de vocales del Pleno90, la creación de dos Direcciones generales (unidades administrativas que iban ya anunciando la próxima creación de un Ministerio de Trabajo), en las que se integraban diversas Secciones técnicoadministrativas: la Dirección de Legislación y Acción Social, centrada sobre todo en la realización de estudios, y la de Trabajo e Inspección, a cuyo cargo estaban las estadísticas del trabajo, la inspección de éste (el art. 44 del RD 1919 recoge la figura de los «Inspectores del Trabajo»), el «estudio de las perturbaciones sociales» (por tales se entendían los conflictos 89 Cfr. J.I. P ALACIO MORENA: La institucionalización de la reforma social en España, cit., págs. 76 y ss. y 446. 90 Ver nota 86. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 101 ESTUDIOS colectivos) y la adopción de «intentos de mediación, conciliación, arbitraje y otras formas de pacificación social» para poner fin a tales perturbaciones. En el plano provincial y local, la reorganización del Instituto en 1919 pretendió, sin llegar a conseguirlo, crear Institutos Regionales de Reformas Sociales; cuestión a la que la E. de M. del RD de 14 de octubre de 1919 dedicaba dos amplios párrafos y la parte dispositiva de la norma su Capítulo VIII. El propósito era atender a las peculiaridades laborales de las regiones españolas, evitando una mecánica uniformización en la ordenación social; ello sin perjuicio del respeto a la «superior unidad espiritual requerida especialmente en la política social», no sólo justificada en la solidaridad nacional sino también en la «tendencia a la universalización de la legislación del trabajo, que es garantía suprema de la paz social» 91. Estas nuevas instituciones –los Institutos Regionales– se consideraban por el legislador «parte fundamental» de la reorganización de 1919, y emulaban la estructura descentralizada del Instituto Nacional de Previsión; «la feliz experiencia de esta política social de respeto a las autonomías regionales llevada a cabo en el régimen de previsión por el Instituto Nacional de este nombre», como señalaba la E. de M. del RD. La creación del Ministerio de Trabajo (Real Decreto de 8 de mayo de 1920) supuso la «asignación» a él del Instituto de Reformas Sociales (art. 1) y la atribución al Ministerio de la competencia para «entender (…) en las aplicación de las leyes, reglamentos y disposiciones complementarias sobre (…) Juntas de Reformas Sociales (…), Instituto de Reformas Sociales…», etc... (art. 8 del RD de 24 de mayo de 1920). Tal asignación no 91 Palabras de la E. de M. del RD de 1919 coincidentes con las que se inicia el Preámbulo de la Constitución de la OIT: «…la paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social». 102 supuso todavía la disolución del Instituto, aunque la anunciaba inequívocamente; así, cuando el RD de 29 de abril de 1924 crea el Consejo Superior de Comercio, Trabajo e Industria, deja a salvo aún las «prerrogativas inherentes en su aspecto técnico al Instituto de Reformas Sociales» (art. 5,a) y cita, como primero de los vocales del Consejo, al presidente del Instituto de Reformas Sociales (art. 2). Sin embargo, poco después, el RD de 2 de junio de 1924 acometió una «reorganización» del Instituto que en realidad implicó su refundición o fusión en el Ministerio y la conversión de las Juntas de Reformas Sociales en delegaciones del Consejo de Trabajo. Consecuentemente, en la organización del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria llevada a cabo por el RD de 9 de junio de 1924 desaparece cualquier mención específica al Instituto de Reformas Sociales, cuyas funciones básicas se atribuyen a la Dirección General de Trabajo y Acción Social, en la que, sin embargo, quedan incluidos genéricamente los «Consejos, Institutos y Juntas que actualmente se relacionan con el Ministerio» (arts. 4.I y 23). El RDLey de 24 de diciembre de 1926, por el que se aprobó el Reglamento orgánico del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria, disipa toda duda acerca de la supresión del Instituto de Reformas Sociales cuando especifica cuáles eran esos Institutos afectos a la Dirección General de Trabajo y Acción Social: sólo el Instituto Nacional de Previsión y el Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo. Como se ha escrito sintetizando el proceso de disolución del Instituto de Reformas Sociales, éste se liquida cuando «resulta un cuerpo extraño en una sociedad que empieza a estructurarse bajo principios corporativos»92. 92 J.I. PALACIO MORENA: La institucionalización de la reforma social…cit., pág. 133. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR 3. CONTENIDOS JURÍDICO-LABORALES DE LA REFORMA SOCIAL Y FUNCIONES DE LOS ÓRGANOS ADMINISTRATIVOS DE LA REFORMA Las materias objeto de regulación por las normas reformadoras eran, naturalmente y sobre todo, aquéllas de carácter social que se encontraban ayunas de ordenación jurídica por el Derecho civil. Así, los accidentes del trabajo, el trabajo de las mujeres y los menores, las asociaciones profesionales, el contrato de trabajo, los llamados «contratos colectivos», la huelga, la solución extrajudicial de los conflictos laborales (buscando fórmulas «menos rígidas y más expeditas que las de los tribunales ordinarios y jurisdicciones, más inclinadas a los dictados de la equidad que a los del summum jus»93 y creando órganos permanentes de conciliación como consejos del trabajo o jurados mixtos, etc...). 3.1. La Comisión de Reformas Sociales y sus funciones de estudio y apoyo normativo En tanto órgano de estudio previo a la puesta en marcha de las reformas sociales –la Comisión nació «con objeto de estudiar todas las cuestiones que directamente interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras…», etc... (art. 1º del RD de 5 de diciembre de 1883)–, la Comisión de Reformas Sociales debía ocuparse «especialmente» del estudio de una serie de materias que especificaba el art. 2º del citado Real Decreto y entre las que destacaban las de carácter jurídico-laboral: Jurados mixtos, Cajas de retiros y socorros, trabajo de mujeres y niños, higiene y salubridad de los talleres y responsabilidades patronales en la materia y socorros mutuos94. En 93 J. CANALEJAS Y MÉNDEZ: op. cit., pág. CXLIX. Al margen de estas materias jurídico-laborales, se preveían otras como las relativas a bancos agrícolas, rectificación de algunas consecuencias de la desamortiza94 directa relación con estas tareas de estudio, y con el objeto de acopiar datos sobre la realidad investigada, se atribuía más adelante a la Comisión la «facultad de dirigir consultas a las personas que crea conveniente acerca de las materias cuyo examen le está confiado; de abrir interrogatorios con carácter privado o público sobre puntos concretos…» (art. 3º del RD de 13 de mayo de 1890). Los temas objeto de atención por la Comisión de Reformas Sociales, según se desprende del RD que procedió a crearla y sobre todo del Cuestionario propuesto para la información oral y escrita abierta por dicha institución, fueron en buena parte de contenido laboral e incluso jurídico-laboral, aunque ello no suponía desatender otras materias. En efecto, laborales eran la mayor parte de los objetivos de estudio planteados por el RD de 1883 y también lo eran las preguntas sobre gremios, asociaciones y huelgas, sobre jurados mixtos, inválidos del trabajo, salarios y participación en beneficios, horas de trabajo, trabajos de mujeres y niños, instituciones de previsión y obreros agrícolas. Al lado de ellas, ciertamente, se formulaban también cuestiones de otra índole, como las relativas a aparcerías y arrendamientos rústicos, montes públicos y bienes comunales, impuestos, emigración u obras públicas. A esta tarea fundamental de estudio, el ya citado RD de 13 de mayo de 189095, que procedió a reorganizar la Comisión, añadió, como «objeto especial de los trabajos» de ésta, la preparación de proyectos de ley o decreto en las materias de su competencia, y específicamente en cuestiones de habitación obrera, salubridad de los talleres, represión del fraude en los alimentos y asociaciones y socorros mutuos, tanto por propia iniciativa como a ción, sociedades cooperativas y habitaciones de obreros. 95 Firmado por la Reina Regente Dª María Cristina en nombre de su hijo el rey D. Alfonso XIII, y refrendado por el Ministro de la Gobernación, D. Trinitario Ruiz y Capdepón. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 103 ESTUDIOS petición del Gobierno. En realidad, antes de recibir formalmente estas competencias, la Comisión las venía desempeñando, puesto que ya había redactado «dos proyectos de ley tan importantes como el relativo a la manera de hacer frente a los accidentes que sufren los trabajadores y el que se refiere a la reglamentación del trabajo de los niños y de las mujeres, y (…) un tercer proyecto para la organización de los jurados mixtos», según informaba la E. de M. del citado RD de 1890. Destaca la labor de la Comisión en materia de formulación de dictámenes sobre materias sometidas por el Gobierno y sus Ministros a su consideración (incluidos los dictámenes sobre proyectos de ley96), así como en cuanto a la preparación de reglamentos a solicitud gubernamental y de proyectos de ley de propia iniciativa. La trascendencia de estos trabajos que pudiéramos llamar «para-normativos» es innegable: disposiciones tan importantes como las Leyes de Dato sobre trabajo de mujeres y niños (Ley de 13 de marzo de 1900) y Accidentes del Trabajo (Ley de 30 de enero de 1900), y sus respectivos reglamentos, son claramente tributarias de los trabajos previos de la Comisión sobre esas materias. Otras muchas y trascendentales normas comienzan a estudiarse y proyectarse en el ámbito de la Comisión de Reformas Sociales, aunque su transformación en leyes tarde en producirse; tal es el caso de las Leyes de Descanso Dominical (1904), Tribunales Industriales (1908), Consejos de Conciliación y Arbitraje Industrial (1908), Huelgas (1909), Contrato de Aprendizaje (1911), etc. En fin, no faltan los estudios y proyectos que no llegan a convertirse en normas (así, los relativos a Jurados Mixtos y Ley de Contrato de Trabajo), aunque no por ello dejan de ejercer su influencia, manteniendo viva la idea de que es necesario acometer tales regulaciones, que, en algunos casos, y aunque sea parcial y 96 Antecedente de la competencia más característica del actual Consejo Económico y Social (art. 7 de la Ley 21/1991, de 17 de junio). 104 tardíamente, acaban siendo tenidas en cuenta por el legislador97. 3.2. El proyectado Instituto del Trabajo y sus funciones de estudio y preparación de la legislación laboral El proyectado y no creado Instituto del Trabajo mantenía los objetivos de la Comisión (estudio y publicación de datos sobre el trabajo en España y el extranjero), añadiendo explícitamente los cometidos relativos a la organización de la estadística y la inspección del trabajo, y la información al Gobierno sobre la obra legislativa que conviniera realizar (arts. 1º del Proyecto de Ley de 1902). En esta última dimensión, los autores del diseño del Instituto explicaron, asumiendo las ideas de Canalejas, su criterio acerca de las «reformas legales más urgentes en materia social». Sin perjuicio de ciertas propuestas de carácter general (reforma agraria, fiscal y de servicios municipales, así como de viviendas obreras), los propósitos de reforma laboral eran amplios y alcanzaban tanto a los aspectos individuales como colectivos de las relaciones de trabajo. Así, se proponía la preparación de una ley de contrato de trabajo (concebida con gran amplitud y sin excesivos escrúpulos sistemáticos, puesto que habría de refundir las leyes de Dato sobre trabajo de mujeres y niños y sobre accidentes del trabajo, limitar la jornada en ciertas industrias así como prohibir el truck-system, además de fomentar los «contratos colectivos de trabajo» y regular el contrato de aprendizaje y los procedimientos de conciliación y arbitraje voluntarios). Más concretamente, se proponía la regulación específica de los contratos de trabajo en que fueran parte patronal el Estado, la Provincia 97 Una prolija exposición sistematizada de la acción de la Comisión de Reformas Sociales en materia de legislación laboral, en Mª D. DE LA CALLE: La Comisión de Reformas Sociales (1883-1903), cit., págs. 277 a 318. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR o el Municipio (incluyendo como «base» del contrato la «fijación de la jornada máxima, del mínimo del salario … y la sumisión al arbitraje de todas las diferencias que puedan surgir…»). En fin, reformas laborales urgentes eran consideradas también la elaboración de «disposiciones legales para fomentar la organización obrera» y el estudio del «modo de establecer el seguro de accidentes del trabajo»98. Evidentemente, al no llegar a crearse el Instituto del Trabajo, no fue posible que éste llevara a cabo las tareas que sus mentores habían proyectado. Sin embargo, las ideas aportadas por éstos, lejos de caer en el olvido, habían de mantenerse vivas inspirando nuevos proyectos normativos, ya bajo la existencia del Instituto de Reformas Sociales, e incluso, más adelante, tras la desaparición de éste en 1924. Un claro y relevante ejemplo de ello es el Código del Trabajo de 1926, que, con independencia de su denominación excesivamente ambiciosa, procedió a regular un conjunto de materias coincidente en buena parte con las que Buylla, Posada y Morote relacionaban como objeto posible de la ordenación de una Ley de Contrato de Trabajo: el contrato de trabajo, el de aprendizaje, los accidentes del trabajo y los Tribunales Industriales99. 98 A. BUYLLA, A. POSADA y L. MOROTE: El Instituto del Trabajo. Datos para la reforma social en España, cit., págs. 10 a 12. 99 La E. de M. del Código del Trabajo (aprobado por RD-L. De 23 de agosto de 1926) reconocía tanto la deuda de éste hacia la legislación ya existente como su carácter limitado: «Como toda obra orgánica de legislación, por modesta que ella sea, es ésta fruto de las disposiciones promulgadas en épocas anteriores y del caudal de jurisprudencia que concitó su aplicación». «El Código no abarca todo el derecho del trabajo; es por lo tanto parcial, como sus congéneres…». Vid. sobre la significación de dicho Código A. MONTOYA MELGAR: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España (18731978), págs. 161 y ss. 3.3. El Instituto de Reformas Sociales y sus funciones de estudio, preparación y ejecución de la legislación laboral En fin, el RD de 23 de abril de 1903 asignaba al Instituto de Reformas Sociales la misión de «preparar la legislación del trabajo en su más amplio sentido, cuidar de su ejecución, organizando para ello los servicios de inspección y estadística, y favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora o bienestar de las clases sociales» (art. 1º). Las funciones del Instituto resultaban, en comparación con los antecedentes del organismo, mejor delimitadas, aunque la labor de estudio no fuese mencionada inicialmente, seguramente por considerarla obvia. Esa omisión inicial fue pronto subsanada100, y en la reorganización del Instituto llevada a cabo por el RD de 14 de octubre de 1919 se destacó expresamente su cometido de estudio e investigación. Efectivamente, el art. 1º de dicha norma definía al Instituto como «el organismo oficial encargado del estudio, proposición, ejecución y difusión de las disposiciones legales referentes a los problemas económicosociales en su más amplio sentido…». «Compete al Instituto de Reformas Sociales –añadía el art. 2º de la misma norma– el estudio e investigación de las modalidades del trabajo en España y en el extranjero, como factor de la producción, y en sus relaciones con el capital, mediante las oportunas informaciones». Esta labor de investigación de la realidad social y económica del trabajo, que fue también la razón de ser de la Comisión de Reformas Sociales, tenía asimismo una importante proyección jurídica y específicamente jurídico-laboral, en cuanto que servía, como se lee en el mismo precepto citado, para «preparar los elementos científicos y de hecho para la 100 El art. 5º del Reglamento del I.R.S., de 15 de agosto de 1903 subsanaba la omisión y aludía al asesoramiento que el Instituto podía prestar «en virtud de la experiencia acumulada por estudio informativo de las condiciones…», etc. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 105 ESTUDIOS legislación social y del trabajo» cuyos proyectos le cumplía «formular, por su propia iniciativa o a petición del Gobierno». Además del estudio de la dimensión sociológica y económica del trabajo, indispensable para acometer una regulación adecuada del mismo, el Instituto recibía en la citada reorganización de 1919 la atribución de «estudiar los efectos de (la) aplicación (de las normas adoptadas)», para, en su caso, «adoptar las reformas que aconseje la experiencia» (art. 2º). Por otra parte, este artículo concluía inyectando un toque de modernidad corporativista al encomendar al Instituto «el estudio y fomento de la organización corporativa, profesional y de mutuo auxilio de las mismas clases sociales» (se refería a las «más necesitadas»). En suma, se atribuían con claridad, tras la reorganización de 1919, cuatro grandes cometidos al Instituto de Reformas Sociales: a) el de estudio e investigación del hecho económico-social del trabajo, al que se sumaba específicamente el de «llevar las estadísticas que su misión exija y recomiende»101; b) el de preparar proyectos de normas laborales (fase prenormativa indispensable para acometer las reformas), c) el de velar por el cumplimiento de las normas una vez promulgadas (creando un servicio de inspección del trabajo y otro de estadísticas laborales), y, en fin, d) el más difuso pero también más extenso de promover –tomando aquí el RD de 1903 (y repitiendo sustancialmente el de 1919) palabras del art. 1º del RD de creación de la Comisión de Reformas Sociales– «la mejora o bienestar de las clases obreras». El RD de reorganización de 1919 completó esta vieja fórmula con una referencia, a la que ya hemos aludido más arriba, al estudio de la organización corporativa y al objetivo de «procurar la atenuación de las anormalidades en la vida del trabajo y su solución jurídica y humanitaria» (art. 2º in fine). 101 Art. 2º del RD de14 de octubre de 1919 (ver nota 41). 106 Curiosamente, el RD de 1903 contemplaba también otras competencias menos obvias del Instituto de Reformas Sociales, como eran las concernientes a «los asuntos relacionados con la policía y el orden público» (precisamente, la materia que el proyectado Instituto del Trabajo no quiso asumir para lo cual previó evitar su encuadramiento en el Ministerio de la Gobernación); cometidos policiales que desaparecieron oportunamente en la reorganización del Instituto llevada a cabo por el RD de 14 de octubre de 1919. Del órgano de estudio que era la Comisión de Reformas Sociales, se pasaba con el Instituto de Reformas Sociales a un ente de mayor complejidad administrativa; complejidad a la que contribuyeron las sucesivas y numerosas modificaciones que experimentó la institución. El Instituto se constituyó, en efecto, como un órgano permanente que, por un lado, actuaba inicialmente como Cuerpo consultivo de determinados Ministerios102 y más adelante como Cuerpo consultivo del Gobierno en su integridad103, y por otro se configuraba como «centro especial de la Administración activa» (art. 6º del Reglamento de 1903), en el que se prefiguraba el futuro Ministerio de Trabajo, creado en 1920. Con carácter residual recibía el Instituto ciertas funciones (de asesoramiento y mediación en conflictos colectivos) orientadas a la genérica mejora de las clases obreras. El contenido de las «funciones de carácter consultivo» a que aludía el art. 6 del RD de 1903 se explicaba en el art. 3 del Reglamento: «responder a las consultas de los Ministros 102 El de la Gobernación, el de Gracia y Justicia y el de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas (art. 6º del Reglamento de 1903). 103 Esta generalización de la función consultiva del I.R.S. (antecedente de la que hoy ejerce el Consejo Económico y Social) se produjo con la promulgación del RD de 14 de octubre de 1919, de reorganización de los servicios del Instituto (firmado por el Rey D. Alfonso XIII y refrendado por el Ministro de la Gobernación, Sr. Burgos y Mazo). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES ALFREDO MONTOYA MELGAR con que se halla inmediatamente relacionado (el Instituto) y a todas las demandas atendibles»104; labor consultiva cuya finalidad era la específica de «preparar la legislación del trabajo». Así lo confirmaba el art. 43 del Reglamento cuando disponía que «el Instituto en pleno funcionará como Cuerpo consultivo para los efectos de la proposición, reforma y aplicación de las leyes sociales», fórmula que añadía a la consulta para la elaboración de normas la consulta sobre su aplicación. En cuanto órgano de la Administración activa, el Instituto de Reformas Sociales tenía la competencia de «cuidar de la ejecución de las leyes del trabajo», lo que le autorizaba a «organizar los servicios de inspección y estadística en condiciones de la mayor eficacia, lo mismo en las dependencias centrales que en las provinciales y locales» (art. 4º del Reglamento). En fin, la genérica función que se atribuía al Instituto «para favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora y bienestar de las clases obreras» se traducía, además de en la competencia de asesoramiento, en la de mediación «ya para prevenir los conflictos, ya para resolverlos, conciliando los intereses encontrados» (art. 5º del Reglamento). Los trabajos del Instituto de Reformas Sociales fueron ingentes, con independencia de que en su mayor parte no llegaran a plasmarse en normas, debido a la sobresaltada vida parlamentaria de la época y, a veces, a las encontradas posiciones dentro del propio Instituto. Así, en materia de contrato de trabajo, eje como es bien sabido del Derecho del Trabajo, el primer cuarto del siglo XX asistió a la elaboración de hasta ocho proyectos de Ley, cuyo punto de partida (objeto de pura reproducción ulterior en varias ocasiones) fue el importante Proyecto del Instituto conocido con el nombre de su presidente, Azcárate (1905). Sobre la base del Proyecto Azcárate se redactaron en 1906 el Proyecto Dávila (mera 104 Vid. nota anterior. reproducción de aquél); en 1908 el Proyecto La Cierva (que se aparta sensiblemente del de Azcárate); en 1910 el Proyecto Merino (que vuelve al de Azcárate, seguido por Dávila); en 1914 el Proyecto Sánchez Guerra (que transcribe el de Azcárate con alguna levísima modificación); en 1916 el Proyecto Ruiz Jiménez (idéntico al de Sánchez Guerra); en 1919 el Proyecto Burgos y Mazo (que se separa en diversos tratamientos de los anteriores); y en 1924 un nuevo anteproyecto del Instituto de Reformas Sociales105. Además de estos intentos globales de ordenación del contrato de trabajo, que si no prosperaron sí prepararon la futura promulgación de normas generales sobre contratación laboral (el Código del Trabajo y las Leyes de Contrato de Trabajo de 1931 y 1944), el Instituto de Reformas Sociales trabajó en la elaboración de normas sobre aspectos específicos del contrato laboral: salario (Proyecto de ley sobre inembargabilidad del salario, 1905; informes sobre prohibición del truck-system, que influyen en el Real Decreto de 18 de julio de 1907), jornada laboral (Proyectos de ley sobre limitación de la jornada en la industria textil, 1915; y en la dependencia mercantil, 1918, etc...), descanso dominical (proyectos acogidos en los reglamentos de 1904 y 1905 y en diversas Reales Órdenes), trabajo de mujeres y niños (proyectos acogidos en las Leyes de 8 de enero de 1907 y 20 de febrero de 1912, y en los Reales Decretos de 25 de enero de 1908), contrato de aprendizaje (proyecto acogido en la ley de 17 de julio de 1911). Asimismo elaboró el Instituto proyectos normativos en materia de seguridad y salud en el trabajo (proyecto de Reglamento General de Seguridad e Higiene 105 Un completo análisis del contenido y significación de estos proyectos en Mª T. SOSA MANCHA: La emergencia del contrato de trabajo (La codificación civil y los proyectos de Ley de Contrato de Trabajo: 1821-1924), Civitas, 2002, págs. 141 y ss. Como señala la autora, en rigor sólo puede hablarse de dos proyectos del Instituto de Reformas Sociales, pues «el resto de los intentos que componen este iter prelegislativo es reproducción del texto elaborado por dicho Instituto en 1905, o bien obra de la acción ministerial o del Senado» (pág. 155). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 107 ESTUDIOS en el Trabajo, 1906; y otros informes y propuestas en la materia). Por lo que se refiere al llamado «Derecho colectivo del trabajo», el Instituto elaboró un proyecto de reglamento sobre actuación sindical en las empresas de servicios públicos, que fue acogido en el Real Decreto de 23 de marzo de 1917; los trabajos preparatorios del Instituto influyeron también en el contenido de la Ley de Consejos de Conciliación y Arbitraje, de 1908, y en la de Huelgas y Coligaciones, de 1909; ello sin perjuicio de que varios proyectos sobre estas materias no prosperasen106. En materia de previsión social y accidentes del trabajo el Instituto informó y preparó diversas normas. De gran trascendencia fue su proyecto luego convertido en la importantísima Ley de 27 de febrero de 1908, creadora del Instituto Nacional de Previsión, «feliz combinación de la ini- ciativa de obreros, patronos y filántropos»107z. Ambos Institutos cooperaron intensa y eficazmente; fruto destacado de ello fue la preparación del Real Decreto de 20 de noviembre de 1919, que estableció un plan de seguros sociales. También preparó el Instituto de Reformas Sociales sucesivos proyectos de reforma de la legislación sobre accidentes del trabajo, que fueron finalmente acogidos en la Ley de Accidentes de 1922 y en su Reglamento; igualmente elaboró el Instituto un proyecto fallido de Ley reguladora de las enfermedades profesionales. En fin, al Instituto se debe la preparación del proyecto de la Ley de Tribunales Industriales de 1912, modificativa de la de 1908, y su gestión fiscalizadora de las relaciones laborales anticipa la promulgación de la primera Ley de Inspección del Trabajo (1906). 106 Cfr. referencia de los mismos en I. LÓPEZ P ENA: «Los orígenes del intervencionismo laboral en España: el Instituto de Reformas Sociales», cit., pág. 32, nota 32. 107 A. A. BUYLLA Y G. ALEGRE: La reforma social en España, cit., pág. 87. 108 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES Los Proyectos de Ley de Contrato de Trabajo del Instituto de Reformas Sociales (En especial en cuanto a los privilegios salariales) MANUEL ALONSO OLEA* 1. PRELIMINAR: SOBRE EL PROYECTO DE LEY CONCURSAL rrado como está el proyecto a la de los Jueces de lo Mercantil –«Jurisdicción del Juez del concurso ... exclusiva y excluyente»– que crea. abido es que, al fin, tras un larguísimo período con hitos marcados por proyectos en cualquier instancia rechazados, hoy está en fase de tramitación parlamentaria, un Proyecto de Ley Concursal1, que contiene múltiples referencias (no menos de seis en su preámbulo, y no menos de veinte en su texto articulado y en sus disposiciones transitorias) a los salarios, de un lado, y a la empresa como fuente de éstos, de otro. Es impredecible, vistas las variantes que entre sí tuvieron los anteproyectos, y el proyecto respecto de los anteproyectos, cuál va a ser la solución definitiva, tanto de derecho material como, extremadamente importante éste, de Derecho Procesal, incluida la cuestión de la Jurisdicción competente; aunque precisamente esta última parezca la menos dudosa, afe- Algún estudio sobre uno de los anteproyectos incluye en su título el interrogante: ¿Réquiem por el artículo 32 [de los Trabajadores] de su Estatuto?2. El artículo 32 del Estatuto de los Trabajadores (ET en adelante) es el que actualmente regula las que denomina Garantías del salario, llamando tales a «las preferencias de los créditos salariales». S * Catedrático Emérito de la Universidad Complutense. De las Reales Academias de Jurisprudencia y Legislación y de Ciencias Morales y Políticas. 1 El Proyecto de Ley remitido por el Gobierno está publicado en el Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VII Legislatura, Serie A, Nº 110-1, de 23 de julio de 2002. Característica del artículo recién citado (ET. art. 32.4) es que –el denominado «privilegio de ejecución separada» aparte– el sistema preferencial de los créditos por salarios contra el empresario, incluye el supuesto de que esté tramitándose «un procedimiento concursal», esto es, como impecablemente decía y hasta ahora sigue diciendo, el artículo 874 del Código de Comercio, uno en el que el comerciante, vieja denominación del empresario, sobresea «en el pago corriente de sus obligaciones». 2 B. RÍOS SALMERÓN, El Anteproyecto de Ley Concursal y los trabajadores: ¿réquiem ...?, en Revista de Derecho Social, Nº 14, 2001. Puede consultarse también sobre uno de los anteproyectos, J. L. FERNÁNDEZ RUIZ, Los créditos salariales y otras cuestiones laborales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 109 ESTUDIOS 2. VISIÓN RETROSPECTIVA Veamos de dónde viene a nuestro Derecho, llamémosle contemporáneo, esta protección singular de los créditos salariales, esperando que el réquiem no suene, y hagámoslo retrocediendo desde el ET hasta los orígenes de tal protección y exponiendo muy resumidamente sus tramos. 2.1. Hasta el Estatuto de los Trabajadores de 1995 desde el Código del Trabajo de 1926 La redacción actual3 del art. 32 ET, en sustancia concede a los salarios «por los últimos treinta días de trabajo y en cuantía que no supere el doble del salario mínimo interprofesional ... preferencia sobre cualquier otro crédito, aunque esté garantizado por prenda o hipoteca». Los salarios restantes gozan de preferencia «sobre cualquier otro crédito» respecto de los objetos, muebles o inmuebles, elaborados por el trabajador «mientras sean propiedad o estén en posesión del empresario». Los demás créditos salariales, aunque privilegiados en parte de su cuantía, ceden preferencia a favor de los «créditos con derecho real»4. El mismo art. 32, en la redacción originaria del ET5 contuvo ya el «superprivilegio» de los salarios de los treinta últimos días, y el privilegio general respecto de los salarios sobre los objetos elaborados por el trabajador acreedor. La diferencia está en que el privilegio sobre los no comprendidos en los dos apartados anteriores (extendido a las indemniza- 3 Texto Refundido aprobado por RD. Legislativo 1/1995, de 24 de marzo. 4 Para el estudio de ET. art. 32, remito a M. ALONSO OLEA y Mª E. CASAS BAAMONDE, Derecho del Trabajo, 20ª ed., Madrid, CIVITAS 2002, págs. 363-366 y a la jurisprudencia y bibliografía que allí se cita. 5 Ley 8/1980, de 10 de marzo; reflexionamos sobre ésta en Derecho del Trabajo, cit, 13ª ed., Madrid, Univ. Complutense, 1993, págs. 345-348. 110 ciones por despidos), sólo quedaba postergado precisamente por los créditos hipotecarios. La Ley de Relaciones Laborales de 19766, art. 32, llamó «singularmente privilegiados» y concedió preferencia a los créditos por salarios sobre todos los demás respecto: (1) de los objetos [muebles] elaborados por el trabajador mientras estén en posesión o sean propiedad del deudor; (2) los inmuebles a que se incorpore el trabajo, salvo los hipotecarios, caso en el que el privilegio alcanza sólo a una mensualidad; (3) los restantes sobre los «bienes muebles o inmuebles» incorporados o afectos a la actividad de la empresa, pero cediendo frente a los hipotecarios y pignoraticios. La Ley de Contrato de Trabajo de 19447, art. 59, no contenía el superprivilegio de los salarios del último mes y sí sólo la preferencia «sobre todos los demás créditos» –aquí con gran precisión– respecto de los objetos elaborados [por los trabajadores] mientras permanezcan en poder del [empresario] deudor y sobre los inmuebles a los que precisamente se incorpore su trabajo. Pero esta preferencia sólo alcanzaba «a los salarios de las dos últimas semanas y a los sueldos del último mes», si los tales bienes inmuebles estuvieren hipotecados8. Respecto de los demás bienes muebles e inmuebles, las preferencias salariales cedían ante los créditos pignoraticios o hipotecarios. El art. 55 de la Ley de Contrato de Trabajo de 19319 fue trasladado sin variación, salvo 6 Ley 16/1976, de 8 de abril; sobre nuestro tema loc. cit. 4ª y 5ª eds., Madrid, 1976. 7 Texto de su entonces Libro Primero, aprobado por Decreto de 26 de enero de 1944; sobre el mismo, para nuestro tema, loc.cit., 3ª ed. (y anteriores), págs. 182-184. 8 También con precisión, decía el art. 59, regla 4ª, que si el acreedor hipotecario hubiera satisfecho los salarios de dos semanas o sueldo del último mes ... tendrá derecho a pedir ampliación de la hipoteca por el importe de las cantidades satisfechas. 9 Ley de 21 de noviembre de 1931, Gaceta de 22 de noviembre. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES MANUEL ALONSO OLEA alguna levísima de redacción, al art. 59 de la Ley de 1944, de la que se acaba de hablar; lo que ahorra el comentario. 3. LOS PROYECTOS DE LEY DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES El monumental Código del Trabajo de 192610, art. 16 de su Libro Primero, dedicado al Contrato de Trabajo, no dejó de decir que «los créditos por salarios o sueldos devengados por los obreros, dependientes o empleados ... gozarán de preferencia sobre todos los demás créditos respecto de los bienes muebles producidos por aquéllos, mientras permanezcan en poder del deudor»11. La pregunta entonces consiste en precisar dónde aparece, frente a los precedentes, de una u otra forma configurada la preferencia amplia e intensa del crédito salarial, cuya primera desembocadura hemos encontrado en el Código del Trabajo. 2.2. Los Códigos Civil y de Comercio Si retrocediendo nos situamos en las normas sobre prelación de créditos del Código Civil, de nuevo en exposición brevísima, comprobaremos que los créditos salariales no figuraban como preferentes con relación ni a bienes muebles ni a bienes inmuebles del deudor sobre los que existen series muy amplias de créditos preferentes (arts. 1922 y 1923). Sólo respecto «de los demás bienes muebles e inmuebles» aparecen junto a otros los créditos «por salarios y sueldos de los trabajadores por cuenta ajena y del servicio doméstico correspondientes al último año» (art. 1924.2º.D). En el Código de Comercio, aparte de que los salarios no son bienes «de dominio ajeno» que hayan de ponerse «a disposición de sus legítimos dueños», figuran entre los de la 1ª Sección («acreedores por trabajo personal por los seis últimos meses anteriores a la quiebra», art. 913.1º.C) que, por consiguiente, son satisfechos «con el producto de los bienes muebles», no con el de los inmuebles. 10 RD. Ley de 23 de agosto de 1926, Gacetas de 1, 2 y 3 de septiembre. 11 Mías las cursivas de muebles, para resaltar que la preferencia no alcanzaba a los inmuebles, aunque a ellos se hubiera incorporado el trabajo del trabajador acreedor. La respuesta es ésta: En los Proyectos de Ley estudiados y preparados por el Instituto de Reformas Sociales. En ellos se fraguan los privilegios de los créditos salariales; se vuelven a fraguar, más bien, dado que son de origen remoto y, como abundantemente nos tiene enseñado Bartolomé Ríos, fuertemente arraigados en nuestro Derecho, hasta que la Ley Hipotecaria de 1861 primero, y el Código Civil después, favorecieron los créditos hipotecarios12. Pasemos, pues, de una vez, a los proyectos. 3.1. Las Bases de 1904 y el Proyecto de 1906 Ya en las «Bases para un Proyecto de Ley de Contrato de Trabajo» que al Instituto –un año apenas tras su creación (Real Decreto de 23 de abril de 1903)– se presentaron el 20 de abril de 1904, figura una base XVIII conforme a la cual «los créditos por salarios devengados y por indemnizaciones debidas al obrero, se declaran preferentes en el caso de muerte o quiebra del patrón». El Proyecto de Ley de Contrato de Trabajo presentado a las Cortes el 1 de noviembre de 12 Los privilegios del crédito salarial, Madrid, 1984; Las garantías salariales (en torno al artículo 32), en «El Estatuto de los Trabajadores, veinte años después», ed. especial del núm. 100 de la Rev. Española de Derecho del Trabajo, Madrid, CIVITAS, 2000 (tomo 1º, págs. 689-703). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 111 ESTUDIOS 190613, dedica a nuestra materia su art. 21, de necesaria cita íntegra. Éste es el texto del art. 21: Los créditos por salarios devengados y por indemnizaciones debidas al obrero [c.s.i. en adelante] y correspondientes al último año, se declaran preferentes en todos los casos de concurrencia de créditos de carácter civil o mercantil. Para determinar su preferencia, serán clasificados y graduados de la manera siguiente: 1.º Cuando se refieran a determinados bienes muebles, incluyéndolos en el número 1º del art. 1922 del Código Civil, con aplicación en su caso del párrafo último de dicho artículo. (Se traen por tanto los c.s.i. a la lista de los preferentes, con relación a determinados bienes muebles del deudor, situándolos en su núm. 1, esto es, junto a los créditos por construcción, reparación o precio de venta de los «bienes muebles que estén en poder del deudor hasta donde alcance» su valor. El párrafo último del art. 1922, general para todos los créditos listados en el mismo, nos dice que si los bienes muebles sobre los que recae la preferencia hubieren sido sustraidos, el acreedor puede reclamarlos de quien 13 Este Proyecto de Ley (Proyecto Dávila), reprodujo «íntegramente el aprobado por el Instituto de Reformas Sociales en Pleno, en sesión de 11 de mayo de 1905 (Proyecto Azcárate)», nos informan A. MARTÍN VALVERDE et al.; La Legislación Social en la Historia de España. De la Revolución Liberal a 1936, ed. Congreso de los Diputados, Madrid, 1987 (pág. 1127); imprescindible obra esta para nuestro Derecho histórico del Trabajo y de la Seguridad Social. De ella tomamos los textos de las Bases y del Proyecto de Ley citados, así como el del Código de Trabajo de 1926 a que nos referimos antes; en su Anexo figuran también los de los demás fracasados proyectos de ley de contrato de trabajo (Proyectos LA CIERVA, MERINO, SÁNCHEZ GUERRA, RUIZ GIMÉNEZ, MAURA, BURGOS y M AZO) y el último anteproyecto (1922). 112 los tuviese, dentro de los treinta días siguientes a la sustracción. Es innecesario insistir en que la preferencia refiere precisamente a bienes muebles). 2.º Cuando se refieran a determinados bienes inmuebles [incluyéndolos] en el núm. 5º del art. 1923 del mismo Código, si no estuviesen comprendidos en el núm. 3º. (Se colocan pues los c.s.i., junto con los créditos refaccionarios no anotados ni inscritos, sobre los inmuebles a los que se refiera la refacción [tras los del Estado, aseguradores, hipotecarios o refaccionarios, anotados o inscritos y los preventivamente anotados en virtud de mandamiento judicial]; salvo si estuvieran comprendidos en el núm. 3º del mismo art. 1923, esto es, anotados o inscritos, en cuyo caso sólo ceden preferencia a los créditos a favor del Estado y de los aseguradores). 3.º En los demás casos, en la letra D del núm.2º del art. 1924 del repetido Código Civil. (Créditos por «salarios y sueldos de trabajadores por cuenta ajena ... correspondientes al último año» no empleados en los bienes muebles a que se refiere el art. 1922, núm. 1º, o inmuebles a que se refiere el art. 1923, núm. 5º ó 3º –«los demás bienes muebles o inmuebles del deudor»– que siguen, pues, donde estaban). 4.º Si la concurrencia fuera de créditos mercantiles, los créditos de que se trata se considerarán comprendidos en la letra C del número 1º del art. 913 del Código de Comercio. Las demandas sobre estos créditos no podrán interponerse sino por el obrero acreedor o sus herederos. (Milagrosamente del maltrecho Código de Comercio seguía y sigue en vigor el citado art. 913.1º.C, conforme al cual los créditos a que se refiere se dividen en dos secciones, la pri- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES MANUEL ALONSO OLEA mera de las cuales comprende los créditos que deban ser satisfechos con los bienes muebles de la quiebra, siendo los de su núm. 1º los correspondientes a «acreedores singularmente privilegiados», precisamente por el orden que el propio núm. 1º establece, apareciendo en tercer lugar –apartado C– «los acreedores por trabajo personal por los seis últimos meses anteriores a la quiebra» [tras los que lo sean por gastos de entierro, funeral y testamentaría y los acreedores alimenticios]. económica a favor de determinado causahabientes en caso de muerte por accidente del trabajador, al tiempo que se autorizaba a los patronos para sustituir –entre otras– esta obligación por un seguro hecho a su costa en cabeza del obrero. Dentro de este contexto, el sentido del núm. 5 es que tales indemnizaciones, si existiese seguro, quedan «exentas», esto es, no pueden ser objeto de reclamación, ni por los herederos, ni por los acreedores del patrono)16. El privilegio conforme al párrafo 2º de este art. 21.4 del Proyecto queda reservado «al obrero acreedor o sus herederos» , únicos que pueden demandar). 3.2. Los proyectos posteriores 5.º Las indemnizaciones determinadas por la Ley de Accidentes del Trabajo para caso de muerte del obrero, hállanse comprendidas, si existiese seguro, en la exención respecto a las reclamaciones de herederos o acreedores del patronato reconocida por el art. 428 del Código de Comercio14. (Sabido es que el Proyecto del Instituto de Reformas Sociales de 1906 se preparó cuando ya había sido promulgada la Ley de Accidentes del Trabajo, Ley de 30 de enero de 190015, en la cual se preveía una «indemnización» 14 Con seguridad, el texto debe ser patrono, que no patronato. Una errata pues respecto de la que no estamos en condiciones, ni en realidad merece la pena, precisar si estaba ya en el proyecto original o en el texto que estamos utilizando. Los Proyectos de Ley, también emanados del Instituto de Reformas Sociales de 1910 (MERINO), 1914 (Sánchez Guerra) y 1916 (RUIZ GIMÉNEZ), en su respectivo artículo 21.5º, hablan de «herederos o acreedores del patrono» (mías las cursivas), demostración virtualmente irrefutable de que el patronato del Proyecto de 1906, es una errata. 15 Puede consultarse el texto de la Ley junto con un comentario de la misma, en el estudio de M. Alonso Olea, El origen de la Seguridad Social en la Ley de Accidentes de Trabajo de 30 de enero de 1900, en «Papeles y Memorias» de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Nº VIII, julio/2000, págs. 3 a 13. El texto de la Ley, también en A. M ARTÍN VALVERDE et al. cit., págs. 255-257. No se trata aquí de seguir las vicisitudes del privilegio o preferencias salariales en los sucesivos proyectos de ley de contrato de trabajo del Instituto de Reformas Sociales, hasta llegar, como se dijo, al Código del Trabajo de 1926, sino meramente, de dejar constancia de su muy frecuente aparición. Déjese, pues, brevemente anotado: – El Proyecto de La Cierva (1908), brevísimo, no contiene ninguna referencia a nuestro tema. – El Proyecto Merino (1910), contiene un artículo 21 idéntico al artículo 21, transcrito más arriba, del Proyecto de 1906. – Idéntico comentario respecto del Proyecto Sánchez Guerra (1914). – Idéntico comentario respecto del Proyecto Ruiz Giménez (1916). – El extenso Proyecto Burgos y Mazo de 1919, una vez más reitera el viejo artículo 21 del Proyecto de 1906, aunque figurando ahora en el mismo como artículo 99. 16 Agradezco mucho la ayuda del Prof. AURELIO M ENÉNDEZ , a propósito del sentido del, hace mucho tiempo desaparecido, art. 428 del Código de Comercio. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 113 ESTUDIOS 3.3. Indicación final Con todo lo que precede, creo, podemos dar por cumplido nuestro intento de demostrar hasta qué punto las elaboraciones del Instituto de Reformas Sociales, están en la base de cambios fundamentales en nuestro Derecho del Trabajo y, concretamente, en lo que aquí estamos viendo, en la regulación de su institución básica, esto es, del contrato de trabajo. De forma que quien quiera que trate de perseguir los orígenes de otras muchas instituciones, tendrá que acudir a las mismas fuentes históricas; así, entre otros ejemplos, para la limitación del tiempo de trabajo a través de la fijación de jornadas máximas; o para la consagración general del principio de liber- tad de forma, tradicional en nuestro derecho, de los contratos para el trabajo17. O para la regulación incipiente de los convenios colectivos a los que, con seguridad, quiere referirse el artículo 3 del Proyecto de 1906, al hablar de «el contrato entre el patrono y un sindicato o asociación a nombre de los obreros». Y a los que desde luego se refirió el dictamen de la Comisión del Senado sobre el Proyecto Ruiz Giménez, al hablar de que «los patronos y obreros podrán celebrar contratos individuales y colectivos»18 O para la extinción del contrato de trabajo que trajera su causa de las que en su día se fueron llamando «pérdida de facultades o aptitudes», «inhabilidad» o «ineptitud» del trabajador19. 17 Ambos temas en Mª T. S OSA MANCHA, La emergencia del contrato de trabajo. La codificación civil y los proyectos de ley de contratos de trabajo 1821-1924, Madrid, 2002, respectivamente págs. 283-293 y 267283. En el Prólogo de este libro, A. MONTOYA MELGAR, se refiere a la importancia de la serie de intentos de regulación del contrato de trabajo que se suceden «durante el primer cuarto del siglo XX», que son precisamente los del Instituto de Reformas Sociales, estudiados por el libro prologado. 18 A esto me referí en Pactos colectivos y contratos de grupo, 1ª ed., Madrid, 1955, págs. 74-75 y 128-132; reimpresión Granada 2000 (ed. J. L. MONEREO), págs. 5456 y 107-110. 19 A. MONTOYA MELGAR, Política de empleo y jubilación, Murcia, 2002, págs. 14-17; en especial las referencias que se contienen en las notas 11 a 15. 114 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES El Instituto de Reformas Sociales como precedente del Consejo Económico y Social JAIME MONTALVO CORREA* C on el inicio de la Restauración en 1875, los poderes públicos empiezan a asumir la llamada «cuestión social» obrera y la necesidad de intervenir, al menos para reparar las consecuencias sociales más acentuadas del proceso de industrialización y del abstencionismo jurídico que le serviría de fundamento. En España, con más retraso que en otros países europeos, la naciente clase obrera comienza a organizarse y a plantear serios problemas de estabilidad política y social. Todo ello lleva a los distintos gobiernos, tanto liberales como conservadores, a proponer medidas protectoras de los trabajadores en los ámbitos sociales más sensibles (legislación sobre menores, mujeres , accidentes de trabajo, etc.). Por Real Decreto de 5 de diciembre de 1883, personalidades políticas tan significativas como Moret o Cánovas ponen en marcha la Comisión de Reformas Sociales, aunque sus efectos, desde la perspectiva de la promoción de las leyes sociales, no se hacen visibles, cuanto menos hasta principios del siglo XX. El conservador Dato –promotor de importantes Leyes de 1900– coincide con los liberales en la conveniencia de crear un Instituto como el establecido en * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la UNED. Presidente del Consejo Económico y Social. otros países para impulsar las necesarias reformas sociales. Con gobierno conservador de Francisco Silvela se crea en 1903 el Instituto de Reformas Sociales. Hoy cien años después, se puede afirmar que el Consejo Económico y Social de España encuentra su fundamento, salvadas las distancias históricas y de modelo de sociedad, en el Instituto de Reformas Sociales. El Instituto de Reformas Sociales viene a recoger los objetivos y características fundamentales del proyecto del Instituto de Trabajo de Canalejas (1902). Como ha recordado J.I. Palacios1, en el Preámbulo del citado Proyecto se pone de manifiesto el carácter insoslayable que había adquirido la preocupación por la «cuestión social» y la propia institucionalización de las relaciones entre obreros y empresarios que, aun cuando resulta débil y defectuosa, es un fenómeno que aparece asociado al propio desarrollo social y político. La intervención del Estado se concibe, en expresión del citado Preámbulo, «como un deber ético que dota de contenido social a la democracia consagrada, al fin, como condición y forma definitiva del Estado». Entre las carac- 1 La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), La Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, MTSS, 1988. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 115 ESTUDIOS terísticas básicas del organismo que se pretendía crear destaca, sin lugar a dudas, su alto grado de autonomía (pese a su dependencia formal del Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas), señalando expresamente que se colocaran a su servicio personas que «prescindiendo de su significación política en las luchas candentes entre partidos, se hayan revelado como competentes, en los estudios económicos y sociales, y sin sujeción alguna a categorías democráticas». Se prevé, al mismo tiempo, que exista una representación paritaria en el mismo de empresarios y trabajadores. Sin entrar en detalle sobre las dificultades que entrañaron la creación del Instituto de Reformas Sociales en 1903, si es conveniente destacar que, ya desde sus inicios, se hizo patente que la pretendida participación de obreros y patronos (y también la estructura descentralizada) chocaban, como expresa J.I. Palacios, con una tradición obrera y empresarial de confrontación, poco acostumbrada al diálogo, a la negociación, a las mediaciones y a la búsqueda de consenso, en el marco de un Estado centralista y de usos caciquiles. En este contexto, en la constitución del IRS y en su posterior funcionamiento y estructura, la personalidad reformadora de su presidente, G. Azcárate, fue clave indispensable. Si los trabajos del IRS alcanzaron relevancia, tanto desde el punto de vista público como desde la actividad científica e intelectual, fue gracias a la capacidad conciliadora y la habilidad de Azcárate y a los que junto a él colaboraron en este proyecto: hombres de la talla intelectual de Adolfo González Posada, Adolfo Álvarez Buyila, José Marvá o Constancio Bernaldo de Quiros; empresarios, políticos, intelectuales y sindicalistas que, en el corto período de existencia del IRS, integraron sus estructuras y desarrollaron sus proyectos. La estructura interna y funcionamiento del IRS, salvadas hemos dicho distancias históricas y sociales, guarda cierto paralelismo con nuestro actual Consejo Económico y Social. La estructura inicial del IRS (hasta su 116 modificación en 1919) difiere en parte de la proyectada por Canalejas pues se recortan la autonomía del IRS y la representación directa de las fuerzas sociales, reduciendo el número de vocales elegidos por patronos y obreros. La elección de representantes directos venía en cierta medida dificultada por la ausencia de un censo de asociaciones. A pesar de ello se logra que el IRS comience a funcionar con la siguiente composición: 30 individuos de libre designación del gobierno y los 12 restantes elegidos a partes iguales por patronos y obreros en la proporción de dos representantes de la gran industria, dos de la pequeña industria y dos de la clase agrícola. Posteriormente, a medida que avanza el proceso de industrialización y los problemas sociales, se hace necesaria una reestructuración del IRS –efectiva mediante el Real Decreto de 14 de octubre de 1919–, y la composición del IRS se establece en los términos siguientes: 12 vocales de libre designación del gobierno (posteriormente 16), 16 nombrados por las entidades que el Instituto crea conveniente, 16 representantes del lado patronal y 16 representantes del obrero. Por primera vez las mujeres serán electores y elegibles para cualquier cargo del Instituto. El procedimiento electoral se modifica totalmente y se fijan ochos grupos profesionales clasificados según industrias y trabajos, cada uno de ellos constituirá un cuerpo electoral en el que se habrán de elegir dos vocales titulares y dos suplentes por cada una de las representaciones patronal y obrera. El IRS tenía encomendado el estudio de «todas las cuestiones que directamente interesen a la mejora y al bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afecten a las relaciones entre capital y trabajo». En términos más concretos, el IRS era competente para: 1. preparar la legislación del trabajo en su más amplio sentido; 2. cuidar de la ejecución de la legislación; y 3. labor de asesoría o consultoría y de apoyo de las tareas de las tareas legislativas y de Gobierno, y 4. labores de mediación para prevenir y REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JAIME MONTALVO CORREA conciliar conflictos. Como señalara J.I. Palacios, el aspecto más importante del IRS es el que atañe a la promoción y canalización de la acción social y gubernativa en torno a la «cuestión social». Las realizaciones del IRS alcanzaban en aquel momento, y hasta la creación del Ministerio de Trabajo en 1920, un papel primordial en la difusión y en el impulso de la reforma social, con toda la ambigüedad y extensión que este término conlleva. Dicha labor abarcaba desde el análisis de los problemas sociales y laborales, la mediación de los conflictos, el desarrollo de propuestas e iniciativas para resolverlos, hasta la elaboración de proyectos legislativos, y la vigilancia en el cumplimiento de los finalmente aprobados, ayudando a su interpretación. La labor del IRS es importantísima, por último, desde la perspectiva científica e intelectual: el valor del Instituto y el trabajo realizado por sus prestigiosos miembros, en ocasiones desconocidos, se fue recogiendo en sus importantes Boletines, Monografías e Informes, y proporcionan una información sumamente útil y un interesante referente en la configuracion de las distintas ciencias sociales, el Derecho, la Estadística, la Sociología, la Economía, la Higiene, la Arquitectura y el Urbanismo. El paso del tiempo nos ha permitido constatar el papel clave y fundamental que tuvo el IRS en el avance de nuestra sociedad y en la configuración y consolidación de importantes usos y costumbres en el ámbito de las relaciones laborales. Si bien puede resultar cuanto menos osado el efectuar una comparación entre el IRS y el Consejo Económico y Social (CES), si se aprecian ciertas similitudes entre ambos. En primer lugar, la representación institucional de los intereses sociales y económicos está presente en ambos organismos. El CES, principal órgano de participación institucional de nuestro país, creado mediante la Ley 21/1991, cuenta con una composición equilibrada: 60 consejeros integrados en tres grupos. El grupo primero está compuesto por 20 consejeros nombrados a propuesta de las organizaciones sindicales más representati- vas a nivel estatal (CCOO y UGT) y autonómico (CIG, ELA-STV). El grupo segundo está formado por 20 consejeros nombrados por CEOE y CEPYME. El grupo tercero está formado por 14 consejeros representantes de diversos sectores como el agrario, el marítimo pesquero, las asociaciones de usuarios y consumidores, las asociaciones de cooperativas y de sociedades laborales, y por seis expertos en el ámbito socioeconómico y laboral designados por el Gobierno. El CES es por excelencia un órgano consultivo del Gobierno, y accesoriamente del Parlamento, llamado a colaborar en la acción gubernativa y parlamentaria en materias socioeconómicas que le son propias: Economía; Fiscalidad; Relaciones laborales, Empleo y Seguridad Social; Asuntos Sociales; Agricultura y pesca; Educación y Cultura; Salud y Consumo; Medio Ambiente; Transporte y Comunicaciones; Industria y Energía; Vivienda; Desarrollo regional, Mercado Único Europeo y Cooperación para el desarrollo. Según su ley de creación, la consulta al Consejo es preceptiva sobre estas materias pero su dictamen no es vinculante. Asimismo, el CES tiene encomendada la labor de realización de Estudios o Informes sobre temas concretos, bien a iniciativa propia o a petición del Gobierno, y una Memoria anual en la que se analiza la situación económica y socio-laboral de nuestro país. Ambos organismos, el IRS y nuestro CES actual, son sedes o foros del diálogo, de intercambio de información, de experiencias y de opiniones. En su propia existencia, en su razón de ser, y en propia fuerza institucional radican sin duda su principales virtudes. El IRS puso de manifiesto la existente interrelación entre los distintos problemas sociales, económicos y laborales y la necesidad de que el poder público les dé una respuesta, más allá de puntuales, en ocasiones excesivamente paternalistas, medidas legislativas. Una de las mayores contribuciones del IRS es su manifiesta apuesta por el rigor científico, el estudio serio y documentado, en el tratamien- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 117 ESTUDIOS to de las materias económicas y sociolaborales, constituyendo un referente obligado en el estudio y análisis posteriores de las diversas ramas de las ciencias sociales. Asimismo, entre las labores llevadas a cabo por IRS, destaca la elaboración de información estadística, permitiendo un conocimiento más exacto de la realidad social española, a los fines de la reforma social y a las actuaciones del IRS. científico y la participación efectiva de los representantes económicos y sociales, permitió al IRS –y aquí es dónde el CES quiere recoger el testigo–, acoger la canalización y posible resolución de los conflictos sociales –inherentes o connaturales a la propia existencia de las relaciones laborales–, y el estudio y tratamiento de las cuestiones sociales más polémicas y/o novedosas. Como señalara J. I. Palacios, el IRS logra, a pesar de su corta existencia, conglobar en una entidad superior agentes y organizaciones con intereses e ideales contrapuestos sin que pierdan su independencia y vida propias. El trabajo del IRS adquirió una enorme relevancia. Resulta admirable contemplar el altísimo grado de respeto que los sucesivos Gobiernos expresaron hacia la labor del Instituto y la modélica capacidad de éste para integrar en sus debates y propuestas los puntos de vista de sectores sociales con intereses frecuentemente polarizados. La agilidad y trasparencia en la gestión, la capacidad de asunción de obligaciones y compromisos, el contacto directo con la realidad social, el rigor En su día, en un pleno del IRS (9 de enero de 1921), Largo Caballero señaló que «ya no vivimos en estado de protección, sino de colaboración patronal y obrera para realizar la justicia social2». Fue la colaboración, el diálogo, la búsqueda de consenso, el arte de la negociación y la capacidad de compromiso, los factores que en su día permitieron el avance social y económico de nuestro país. Hoy en día son éstos mismos los factores, los instrumentos básicos, la única receta válida para hacer frente a la rapidez de los cambios, a los retos a los que nos depara el futuro y, en definitiva, a la indispensable consolidación de una sociedad democrática sin exclusiones sociales. 2 Crónica de la reunión del Pleno del Instituto de Reformas Sociales de 9 de enero de 1921, en El Socialista, Madrid, 10 de enero de 1921. Cita extraída del libro de M. C. GARCÍA NIETO, J.M. DONÉZAR y L. LÓPEZ PUERTA, Bases documentales de la España Contemporánea, volumen VI: Expansión económica y luchas sociales 1898-1923, Guadiana de Publicaciones, Madrid, 1972, pág. 305. 118 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES El Instituto de Reformas Sociales en el origen de la Inspección de Trabajo FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO* L a conmemoración del centenario de la creación del Instituto de Reformas Sociales en la que este trabajo se inserta ofrece una magnífica ocasión para rememorar la obra realizada por aquella institución, verdadero motor en las primeras etapas de la intervención del Estado en las relaciones laborales. Entre los variados aspectos que merece la pena recordar se encuentra sin duda la iniciación de una línea de presencia pública y de intervención en esa realidad social que desde entonces y hasta el presente no ha dejado de realizar su actividad: un servicio público de control del cumplimiento de las normas laborales con la consiguiente imposición de sanciones administrativas a los infractores. No se propone este trabajo una descripción completa de la «cuestión social» surgida y tratada desde los poderes públicos en la España de la Restauración. Los datos de esa situación van a ser meramente recordados en la misma medida en que constituyen el telón de fondo sobre el que se produce el nacimiento de la Inspección de Trabajo. Sin duda que en el análisis y exposición de las circunstancias que acompañaron el naci- * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. miento y primera ordenación de los servicios de inspección, así como su organización y competencias, será necesario conseguir despojarse de la mentalidad actual sobre lo que significa la acción administrativa: extensión y complejidad de su organización, importancia de los medios con los que cuenta para realizar su función, generalizada aceptación social de esta última, nivel profesional y técnico de las personas que la realizan o especialización y conocimiento sobre la realidad específica sobre la que actúa, entre otros muchos aspectos. En caso contrario, se correría el riesgo de valorar incorrectamente aquellas experiencias, que sin duda fueron valiosas e importantes en su momento, sobre todo por lo que supusieron de inicio real –aunque sometido a múltiples limitaciones y obstáculos– de una línea de intervención pública que rompía con lo que entonces era aceptado como normal. No siendo igual ni el contexto (político, económico, social) en el que tal experiencia se realizaba por primera vez, ni tampoco semejante el instrumental técnico y jurídico a disposición de lo que hoy se concibe como «Administración laboral», sería absurdo aplicar a aquellos primeros mecanismos de control y de sanción los criterios valorativos actuales. Tampoco la valoración de los resultados efectivos de su actividad podría intentarse con los criterios hoy utilizados; teniendo en cuenta además que incluso actualmente es REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 119 ESTUDIOS apreciable un margen nada reducido de incumplimiento y de elusión por parte de los obligados, a pesar de la extensión de la organización administrativa y de los medios puestos a su disposición, ni una ni otros comparables a los existentes en los momentos iniciales que ahora se rememoran. Este trabajo se inicia con unas indicaciones breves en torno a la realidad política, económica y social de la España de la Restauración, que a modo de esquemático esbozo sirva para recordar el marco en el que nace la institución que es objeto central del estudio. Aparte de que esos datos no son el objetivo principal de este último, es algo que ya ha sido expuesto suficientemente y con sobrada autoridad por los especialistas de la Historia en general y también de sus aspectos económicos y sociales. A partir de ahí, el paso siguiente será el de rastrear en el contenido de las primeras normas laborales de finales del siglo XIX y comienzos del XX el dato de si existieron –y, caso afirmativo, en qué medida y con qué características–, mecanismos de control y vigilancia del cumplimiento de lo regulado; mecanismos que en su caso podrían ser considerados como precedentes inmediatos de los medios de inspección específicos creados posteriormente. La aproximación definitiva al objeto de este estudio –y, lógicamente, su parte más extensa–, toma como punto de partida la creación del Instituto de Reformas Sociales; el cual, como se comprobará, no parte de la nada en su iniciativa de creación de los servicios específicos de inspección, sino que necesariamente apoya tal iniciativa en ideas, proyectos y propuestas anteriores que no llegaron a realizarse. Habrá que recordar en esta sección, junto a las bases teóricas, sus normas de creación, la orientación de sus trabajos y las funciones que se le atribuyeron. Entre los resultados de sus iniciativas en el terreno de la normativa laboral se inscribe finalmente la creación de la Inspección del Trabajo. El analisis más pormenorizado de las normas que la 120 llevaron a cabo y que le proporcionaron una primera regulación sobre su organización y su funcionamiento será el objeto de la última parte de esta exposición. 1. SOBRE LA SITUACIÓN POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL DE LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN Por lo que al aspecto político se refiere, es conocido que se establece en España a partir de la Constitución de 1876 un régimen de monarquía liberal, entendido este último término según la doctrina del principal artífice de la restauración borbónica, Cánovas del Castillo; y ello en su versión conservadora, que se proponía establecerlo como solución que se situaría en un punto equidistante entre la anarquía destructora de la sociedad y la dictadura personal negadora de las libertades democráticas. El sistema político instaurado desde aquella fecha se apoya en el sufragio universal, pero entendido, al menos en una primera etapa, –como en sus precedentes inmediatos aplicados durante determinados períodos del reinado de Isabel II– como sufragio censitario o restringido, al que sólo tiene acceso una pequeña parte de la población del país, precisamente la de aquellos ciudadanos que tienen intereses materiales que defender, propietarios e industriales básicamente1. Y 1 Sobre la legislación electoral en los períodos 1876-1890 (sistema censitario) y 1890-1902 (cuando se establece ya el sistema de sufragio universal masculino), vid. J. VARELA y C. DARDE: «Los procesos electorales y y la función parlamentaria», en Historia de España Menéndez Pidal (dir. J.M. JOVER ZAMORA), tomo XXXVI, La época de la Restauración (1875-1902), Espasa Calpe, Madrid 2000, págs. 119 y ss. Cfr. los datos del censo electoral español entre 1879 y 1887, en el que solamente entre un 4,5 y un 5,7 por ciento de la población censada o estimada son electores, en M. M ARTÍNEZ CUADRADO: La burguesía conservadora (1874-1931), vol. VI de la Historia de España Alfaguara, Alianza Editorial, Madrid 1973, pág. 57. Sobre la personalidad de Cánovas y sus ideas políticas, plasmadas estas últimas en la Constitución de 1876, vid. las consideraciones de R. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO que desemboca, lógicamente, en una representación política en exclusiva de la clase burguesa, a quien se atribuye, además de la iniciativa en el sistema de producción económica, la dominación del sistema político desde el centro mismo del poder. Este mecanismo de sufragio restringido se proyecta, por otra parte, sobre un sistema de partidos que en teoría se abre a cualquiera que pudiera formarse, pero que en la práctica se reduce a un «turno pacífico» entre liberales y conservadores, alternativamente en el poder por períodos equivalentes de tiempo como resultado, no tanto de elecciones limpias, como de decisiones tomadas en instancias oligárquicas de las propias formaciones políticas utilizando la apariencia de unas elecciones, en realidad manipuladas desde el poder2. La orientación de las soluciones que al menos una parte de esa clase política está dispuesta a ofrecer y a aplicar, en su caso, en las cuestiones económicas y sociales que se plantean van a estar lógicamente condicionadas por la ideología, la mentalidad y los intereses de una fracción limitada de la sociedad española3. CARR, Spain 1808-1939, Oxford University Press, Londres 1966, págs. 347 ss. 2 Matiza MARTÍNEZ CUADRADO que «aunque la crítica científica, política y literaria de la época de la Restauración y posterior, al mencionar la «forma de gobierno» de España repite el tópico slogan de Costa «oligarquía y caciquismo», la realidad fue evidentemente mucho más compleja que la enunciada tan gráficamente»: La burguesía conservadora, cit., pág. 69. Más contundente la afirmación de R. CARR: «It was not a parliamentary regime with abuses; the abuses were the system itself»: Spain 1808-1939, cit., pág. 367. Sobre el «predominio del clientelismo» en los partidos políticos y las «máquinas caciquiles», más extensamente, J. VARELA y C. DARDE: «Las claves de la política oficial: jefes, familias y clientelas», en Historia de España Menéndez Pidal, cit., págs. 95 y ss. 3 Sobre la diferente actitud de liberales y conservadores alternativamente en el poder, vid. J.I. PALACIO MORENA: «Las reformas sociales» en Historia de España Menéndez Pidal (Dir. J.M. Jover Zamora), cit., pág. 423: «Las posiciones más conservadoras propugnan una política de represión y restauración del orden público. Los En el aspecto económico, el período inicial de la Restauración conoce una etapa de crecimiento económico en términos reales, especialmente en el sector agrario, dominante con mucho en el sistema productivo español; pero que afecta igualmente a la producción industrial, todavía incipiente, pero no por ello menos evidente. Esta última, aparte de su todavía debilidad estructural, muestra importantes desequilibrios tanto desde el punto de vista sectorial como desde el punto de vista de distribución geográfica. La industria textil, siderúrgica y minera son los sectores emergentes que alcanzan unas primeras cotas de desarrollo, con una presencia mucho más limitada de otras actividades. La producción se concentra principalmente en unos determinados puntos geográficos: Cataluña en primer lugar, por lo que se refiere a la industria textil algodonera y también, aunque en tono menor, a la industria siderometalúrgica; Vizcaya, como importante foco industrial derivado de la utilización del mineral férrico y de una creciente actividad naviera; también Madrid, aunque a considerable distancia de los dos puntos territoriales anteriores. Ambos rasgos de la desequilibrada distribución industrial deberían prolongarse en España durante mucho más tiempo, más allá de los estrictos límites de la etapa aquí considerada. Sea como fuere, se está asistiendo ya a un débil, pero no por ello menos real, nacimiento de un proceso de industrialización capitalista que habría de consolidarse desde los primeliberales, por su parte, tampoco llegan a medir claramente el alcance de los conflictos sociales, y vacilan entre la capitalización política de dichos conflictos tomados como signo de llevar más lejos las reformas sociales y políticas en curso, o su integración y represión para garantizar un cierto orden que permita consolidar el embrionario Estado liberal democrático.» Extensa y documentada noticia sobre las actitudes y las acciones de los diferentes sectores doctrinales y políticos en la España de la Restauración frente a la cuestión social, en F. MONTERO GARCÍA: «La polémica sobre el intervencionismo y la primera legislación obrera en España (18901900)», en Revista de Trabajo nums. 59-60 y 61-62 (1980), págs. 121 ss. y 35 ss., respectivamente. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 121 ESTUDIOS ros años del siglo XX; proceso que se manifiesta con cierta claridad por el aumento de las inversiones –en el que participan en buena medida el capital extranjero y los capitales repatriados de América, estos últimos al compás de la pérdida de los últimos territorios de ultramar– y una cierta concentración de las estructuras empresariales4. La referida estructura productiva tiene su traducción, como no podía ser menos, en la distribución de la población activa: siendo España todavía –y lo va a seguir siendo durante bastante tiempo– un país con una economía predominantente agraria y sólo con una reducida producción industrial y una limitada actividad de servicios, aquella distribución personal sigue un esquema coincidente: más de dos tercios de la población activa trabaja en la agricultura y el tercio restante se reparte, prácticamente por mitad, entre los sectores secundario y terciario5. Datos del 4 Todos estos datos, más ampliamente, en J. VICENS VIVES: Historia económica de España, 40 ed., Ed. Vicens Vives, Barcelona 1965, págs. 596 ss. y 604 ss. Sobre el tránsito de la época preindustrial a una etapa «semiindustrial» por lo que respecta a la estructura productiva, y en lo que se refiere a los sectores que representan «el primer despertar industrial moderno del país durante los tres lustros que abarca el período inicial de la Restauración hasta 1890», vid. M. M ARTÍNEZ CUADRADO, La burguesía conservadora, cit., págs. 159 ss. Una amplia síntesis de la situación de la economía española de la época (población, sistema productivo, papel del Gobierno en la economía, etc.) en G. T ORTELLA: «La economía española 1830-1900», en Historia de España (dir. M. TUÑÓN DE LARA), vol. VIII, Revolución burguesa, oligarquía y caciquismo (1824-1923), 20 ed., Ed. Labor, Barcelona 1981, págs. 11 ss. 5 Señala J. VICENS VIVES que según el censo profesional de 1900, el 68 por ciento de la población activa eran agricultores, el 16 por ciento trabajaba en la industria y la misma cifra en los servicios; aunque estas cifras ocultan datos básicos de estructura social, al no distinguirse entre clase media agrícola y jornaleros en el sector primario ni entre burgueses y proletarios en los dos restantes: Historia económica de España, cit. pág. 567. Sobre la composición de la oferta y la demanda de trabajo en esta época, extensamente, A. SOTO CARMONA, El trabajo industrial en la España contemporánea (1874-1936), Editorial Anthropos, Barcelona 1989, págs. 43 y ss. 122 máximo interés para la comprensión correcta de la dimensión y de las características de los conflictos sociales surgidos en la España de la época y, derivadamente, de la reacción frente a ellos por parte de la clase política. Porque es precisamente en ese marco político y económico característico donde va a surgir y se va a desarrollar la «cuestión social», expresión que, como es sabido, acuña en una fórmula de la época, abundantemente utilizada desde entonces, la situación de grave conflictividad social provocada por el sometimiento de una buena parte de los trabajadores asalariados a extremas condiciones de trabajo –salarios, jornada, abuso en la utilización de la fuerza de trabajo infantil y femenina y seguridad en el trabajo, como principales–, y también de vida en cuanto ciudadanos: salud, vivienda, educación, entre otras. A lo que se añade la resistencia de las clases dominantes a adoptar siquiera unas medidas mínimas para paliar tal situación6. Esta «cuestión social», aunque coincidente en términos generales con la existente en otros países con anterioridad a la española, parece alcanzar en este último caso un grado de gravedad, de violencia y de tensión social bastante más alto. La explicación es por supuesto compleja7, interveniendo en ella múltiples fac- 6 Numerosos datos sobre estas condiciones de trabajo (salarios, jornada, seguridad laboral, trabajo de mujeres y niños ...) en A. SOTO C ARMONA, El trabajo industrial en la España contemporánea, cit., págs. 509 ss. 7 Aunque sin restarle importancia, pero relativizando la intensidad de las expresiones conflictivas obreras durante la primera etapa de la Restauración, opina M ARTÍNEZ CUADRADO: «Parece evidente que aunque conflictos obreros de las ciudades y del artesanado se conocían a lo largo de toda la historia del siglo XIX, especialmente en las grandes urbes industriales, y que por supuesto los conflictos del proletariado agrario se insertaban dentro de las corrientes ideológicas de su tiempo, las primeras y acaso más auténticas tensiones conflictivas de una moderna sociedad industrial no se manifiestan en España hasta precisamente las de 1917, donde se destacan no sólo los focos habituales o tradicionales de la inquietud obrera y campesina, sino una verdadera acción nacional del proletariado que representa cuantitativa- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO tores; sin duda se encuentran entre ellos la insatisfacción frente a la situación política; las graves manifestaciones de injusticia social; el retraso, la timidez y la insuficiencia de las medidas tomadas por los poderes públicos para al menos atenuar las desigualdades sociales; y la actividad de organizaciones sociales más radicalizadas, como es el caso del anarquismo, especialmente en los medios industriales catalanes y en el campo andaluz. Destáquese por otra parte que es en los primeros años de la Restauración cuando comienza a cristalizar una verdadera corriente reformista frente a la cuestión social; bien que todavía limitada a ciertos grupos de la burguesía, especialmente aquéllos que, influidos por las ideas del krausismo y organizados en torno a la Institución Libre de Enseñanza, van a ejercer su influencia sobre todo frente al partido liberal8; partido que parece adoptar una postura más abierta –no considerando la cuestión social como un mero problema de orden público frente al que haya que reaccionar en exclusiva con medidas represivas– y también más decidida, aunque sólo sea en sentido relativo, por comparación con las posiciones del partido conservador. 2. LA LABOR DE LA COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES «Crea este Decreto una Comisión compuesta de personas que en sí mismas llevan mente una fuerza organizada y capaz de enfrentarse al poder»: La burguesía conservadora, cit., págs. 163-164. Sobre las orientaciones básicas de la «aproximación humanitaria» al problema obrero de la España de esta época, comprobables en normas jurídicas, documentos políticos, informes y obras doctrinales, cfr. A. MONTOYA: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España, Ed. Civitas, Madrid 1992, págs. 30 ss. 8 Sobre este movimiento y su influencia sobre ese partido, pero también sobre las corrientes reformistas conservadoras y la propia acción del movimiento obrero, vid. J.I. PALACIO, «Las reformas sociales», cit., págs. 425 ss. sobrada garantía de imparcialidad, de suficiencia, de seriedad y de acierto para el cumplimiento de su alto cometido, y a las cuales el Gobierno va a rodear, quizás por primera vez en España, de cuantos elementos y medios pueda facilitarles para que plenamente la realicen.» Así se expresaba, con algún optimismo no exento de cierta retórica, la Exposición de Motivos del Real Decreto de 5 de diciembre de 1883; disposición que creaba, según su artículo 11, una «Comisión con objeto de estudiar todas las cuestiones que directamente interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo». Esta Comisión de Reformas Sociales supuso en su momento una operación de clara acentuación de las corrientes reformistas que, tímidamente aún, se habían manifestado desde los primeros años de la Restauración; operación que se enmarcaba en un contexto de mayor aceptación de una intervención pública en las cuestiones laborales, cuando la misma conflictividad social se había incrementado y se buscaban –todavía sin un proyecto definido y con la oposición de una parte de la clase política– los medios para abordarla y resolverla. No es sin embargo la creación de un organismo de este tipo una iniciativa totalmente nueva; otras propuestas de creación de comisiones con funciones informativas habían sido ya presentadas algunos años antes, aunque su naturaleza no fue la misma; se trataba en aquellas otras ocasiones de comisiones parlamentarias de información sobre la misma materia, «el estado de las clases trabajadoras»: la primera de ellas tras la Revolución de 1868 y la segunda durante la efímera I República en 1872. Ninguna de tales iniciativas habría de conducir a ningún resultado práctico9. En contraste con ellas, la Comisión 9 Sobre las circunstancias de la creación de tales comisiones, vid. M.R. ALARCÓN CARACUEL: El derecho de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 123 ESTUDIOS que ahora se creaba efectivamente se caracterizaba por ser un organismo encuadrado en el Ministerio de la Gobernación, aunque dotado de una cierta autonomía10. transformación que en alguna medida reflejó una posición más decidida en favor de la intervención del Estado en los problemas laborales14. Calificada por voz autorizada como «primer germen de la futura Administración de Trabajo» 11 , se le encomendaron desde el momento de su creación tanto labores de estudio e información como de preparación de proyectos legislativos en materia social; es lo cierto sin embargo que la imagen que hoy se conserva de este organismo responde más a la primera de esas tareas que a la segunda12. Y ello a pesar de que en la reorganización a la que se somete la Comisión en 1890 se acentúa su carácter de organismo encargado de la preparación de proyectos de ley, sin perjuicio de mantener la primera de sus tareas 13 ; En el primero de los aspectos de los trabajos de la Comisión destaca, como es de sobra conocido, la elaboración de un «Cuestionario» que aparecía como anexo de la Real Orden de 28 de mayo de 1884 sobre constitución de Comisiones provinciales y locales de Reformas Sociales; cuestionario que fue sometido por aquellas comisiones a personas e instituciones mencionadas en el artículo 10 de la citada disposición 15 . Estaba formado este cuestionario de 223 preguntas divididas en 33 secciones o apartados, en las que se solicitaba tanto aportaciones sobre datos reales de asociación obrera en España (1839-1900), Ediciones de la Revista de Trabajo, Madrid, 1975, págs. 211-212; los textos de ambas resoluciones de creación de las comisiones, en págs. 375-376. Cfr. J.I. PALACIO, «Las reformas sociales», cit., pág. 423. 10 El artículo 31 del Real Decreto de creación disponía: «La Comisión se constituirá en el Ministerio de la Gobernación en el local que al efecto se designe; los elementos necesarios para llenar su cometido, tanto de personal como de material, serán puestos a su disposición por el Ministro de la Gobernación. Una vez constituída la Comisión, ella misma organizará sus trabajos y bajo la dirección de su Presidente, nombrará sus Secretarios y procederá a reunir los antecedentes necesarios y a redactar el programa de sus trabajos». 11 A. GALLART FOLCH : Derecho español del Trabajo, Editorial Labor, Barcelona 1936, pág. 35. 12 Plantea A. M ARTÍN VALVERDE la hipótesis de si en la realidad se utilizó la función de estudio atribuída a la Comisión como pretexto para el abordaje directo y decidido de la solución de los problemas sociales: «La formación del Derecho del Trabajo en España», Estudio preliminar a La legislación social en la historia de España. De la revolución liberal a 1836, Congreso de los Diputados, Madrid 1987, pág. XLIX. 13 En la Exposición de Motivos del Real Decreto de 13 de mayo de 1890 se señalaba: «El Gobierno se propone, porque lo aconsejan así las circunstancias, ensanchar la esfera de acción de la (Comisión) y someter a su estudio nuevos trabajos, entre ellos el examen de las peticiones que han formulado recientemente los representantes de las clases trabajadoras, a fin de aquilatar el 124 fundamento de sus quejas y la eficacia de los remedios que reclaman (...)»; su artículo 61 establecía como «objeto especial de sus trabajos» preparar «todos los proyectos de ley, lo mismo los que procedan de su propia iniciativa, como los que, a propuesta del Gobierno, le sean sometidos» y también «someter al Gobierno todos aquellos proyectos de decreto o de ley que estime conducentes a a los siguientes puntos taxativamente señalados en la información obrera (...)». 14 Para M.D. DE LA CALLE, este aumento de sus competencias «supone a nuestro juicio un avance gradual hacia la institucionalización del reformismo social del Estado»; y también: «se trata de un aspecto bastante abandonado por la historiografía, porque, a nuestro juicio, se ha considerado más su finalidad informativa, analizada como «plataforma de discusión doctrinal» de las organizaciones obreras, o lugar de confrontación ideológica de grupos sociales y políticos, o como el acervo de datos para el conocimiento de la realidad social de finales del siglo XIX. Su aportación a la legislación social española, en cambio, ha quedado relegada o casi olvidada»: La Comisión de Reformas Sociales. 1883-1903, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1989, págs. 235 y 277, respectivamente. 15 Se señalaban en ese artículo: «la prensa, tanto política como profesional», «las personas que especialmente se hayan ocupado de estas cuestiones», «las Asociaciones de obreros», «las Sociedades, Compañías, Círculos Ateneos», «las Facultades de Derecho y de Medicina de las Universidades, los Colegios de Abogados, las Academias de Legislación, las Juntas provinciales de Agricultura, Industria y Comercio», «las Sociedades Económicas de Amigos del País» y otras. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO la situación social y económica de los trabajadores (con toda seguridad, las más numerosas) como valoraciones u opiniones sobre la misma situación. Y también, desde otro punto de vista, tanto sobre aspectos puramente laborales (huelgas, asociaciones obreras, salarios, jornada, trabajo de mujeres y niños, entre otras) como sobre instituciones sociales y económicas (créditos, arrendamientos rústicos, previsión y seguro, impuestos, industrias explotadas por el Estado, entre ellas). A pesar de las dificultades y limitaciones con que tropezó en la práctica la labor de información realizada a través del cuestionario y a pesar de haberse conseguido, por las mismas razones, sólo una información desigual e incompleta, ninguna duda puede caber sobre el interés que el conjunto de esta última ofrece para el conocimiento de la realidad social de la España de su tiempo16. mento se incluyeron cuestiones sobre la intervención pública, directa o indirectamente relacionada con la situación de las clases trabajadoras, pero siempre de un tipo diferente, como es el caso de los impuestos que afectaban a dichas clases (apartado XXX), industrias explotadas por el Estado (XXXI) u obras públicas (XXXII). No hay que descartar que en el texto definitivamente aprobado, de cuya primera redacción se encargó Gumersindo de Azcárate, quedasen eliminadas algunas cuestiones sobre la mencionada intervención de vigilancia por parte del Estado. No parece existir sin embargo ningún dato de hecho que permita apoyar esta hipótesis17. Destáquese ahora que a lo largo de esas 223 preguntas no existió ni la más simple alusión a la necesidad o siquiera mera conveniencia de montar cualquier mecanismo de control del cumplimiento de la todavía incipiente normativa social. Cuestión que, sin forzar lo más mínimo el objetivo general de la información que se solicitaba podría haberse incluído, al menos en sus términos más generales. Probablemente la explicación de tal carencia descanse en una insuficiente preocupación o sensibilidad de la clase política y de los mismos redactores del cuestionario sobre el problema: repárese que en el docu- En contraste con lo que se acaba de indicar, la lectura de las leyes de contenido laboral que se fueron aprobando en los últimos años del XIX y primeros del XX permite comprobar que la atención al aspecto de la vigilancia de su cumplimiento estuvo bien presente18. Por reducida que fuera y aún con las carencias e imperfecciones de las que se habla inmediatamente, hubo en sus redactores una mínima preocupación por la cuestión y también por su lógico complemento de aplicación de medidas sancionadoras. 16 Sobre el contenido del cuestionario, el desarrollo y la realización del proyecto, dificultades encontradas, respuestas y resultados obtenidos, extensamente en M.D. DE LA CALLE, La Comisión de Reformas Sociales, cit., págs. 62 ss. Sobre la escasez de medios, indiferencia de los sectores políticos burgueses, contestación obrera y otras dificultades con las que tropezó la labor de la Comisión, M.C. PALOMEQUE: Derecho del Trabajo e ideología, 50 ed. revisada, Ed. Tecnos, Madrid 1995, pág. 64. Señala también la paulatina pérdida de influencia y de efectividad de la Comisión A. SOTO C ARMONA, El trabajo industrial en la España contemporánea ..., cit. pág. 265. 3. LA FUNCIÓN DE VIGILANCIA Y CONTROL EN LAS PRIMERAS LEYES LABORALES La inexistencia de una Administración laboral propiamente dicha en este momento impuso la utilización, para esa tarea de control, de autoridades u organismos existentes, a los que se atribuyeron unas competencias que iban más allá de lo que les correspondía por su 17 Datos sobre la preparación y aprobación definitiva del texto del cuestionario en M.D. DE LA CALLE: La Comisión..., cit., págs. 59-61. 18 Datos sobre la ineficacia de las primeras leyes laborales españolas, desde finales del siglo XIX hasta los primeros del siglo XX, de la que fueron conscientes tanto políticos como estudiosos de la situación social, en A. M ONTOYA: Ideología y lenguaje ..., cit., págs. 69 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 125 ESTUDIOS propia naturaleza19. En algunos casos se preveía para esta función la creación de órganos de base corporativa, con representación patronal y obrera, aunque también con presencia de ciertas autoridades u otras representaciones20. En estas primeras normas puede observarse una cierta vacilación entre la vía penal y la administrativa a los efectos de establecer la exigencia de lo legislado. Así, la Ley Benot sobre condiciones de trabajo en talleres estableció multas21; la Ley de 26 de julio de 1878 sobre prohibición de trabajos peligrosos a los menores de 16 años impuso sanciones penales a los infractores22; la Ley de 13 de marzo 19 El artículo 3 de la Ley de 26 de julio de 1878 sobre prohibición de trabajos peligrosos de los niños señalaba las penas establecidas en el artículo 352 del Código Penal a los Gobernadores y Alcaldes «que toleraren la infracción de cualquiera de las disposiciones de esta Ley o no lo (pusiesen) en conocimiento de la Autoridad judicial competente». 20 Es el caso del artículo 8 de la Ley de 24 de julio de 1973 (Ley Benot): «Jurados mixtos de obreros, fabricantes, Maestros de escuela y Médicos, bajo la presidencia del Juez municipal, cuidarán de la observancia de esta ley y de su reglamento en la forma que en él se determine, sin perjuicio de la inspección que a las autoridades y Ministerio fiscal compete en nombre del Estado»; aunque en el «artículo transitorio» se disponía que «ínterin se establecen los Jurados mixtos, corresponde a los Jueces municipales la inmediata inspección de los establecimientos industriales, objeto de esta ley.» Por su parte, el artículo 7 de la Ley de 13 de marzo de 1900, sobre condiciones de trabajo de mujeres y niños, ordenaba al Ministro de la Gobernación el nombramiento de Juntas provinciales y locales, también de composición básicamente corporativa, con funciones, entre otras, de «inspeccionar todo centro de trabajo» y de «cuidar de que tengan condiciones de salubridad e higiene». Los artículos 31 a 36 de su reglamento, aprobado por Real Decreto de 13 de noviembre de 1900, regulaban el nombramiento de inspectores y el ejercicio de sus funciones. Sobre este aspecto de los mecanismos de exigencia del cumplimiento de las normas en este período, vid. A M ARTÍN VALVERDE: La formación del Derecho del Trabajo ..., cit., pág. LV. 21 Artículo 7: «La falta de cumplimiento a cualquiera de las disposiciones anteriorees será castigada con una multa de 125 a 1.250 pesetas». 22 Artículo 11: «Incurrirá en las penas de prisión en su grado mínimo y medio y multa de 125 a 1.250 pese- 126 de 1900 sobre condiciones de trabajo de mujeres y niños establecía también multas gubernativas23. La inexistencia de organismos administrativos especiales para llevar a cabo las tareas de inspección, por otra parte, se acompañó a veces de una paralela carencia de procedimientos para la imposición de las sanciones administrativas previstas, cuando éste es el caso; mientras que, en contraste, en otras ocasiones tal procedimiento se regula con algún detalle24. Existen también otros aspectos de interés en el contenido de estas normas que merece la pena recoger. Es uno de ellos la previsión de actuaciones preventivas en los centros de trabajo con la finalidad de comprobar sus condiciones en el inicio de actividades laborales25. También la inclusión expresa e insistente de la materia de seguridad e higiene en el trabajo, a pesar de tratarse de normas de contenido material muy limitado y de no existir todavía una normativa sistemática y completa de su regulación26. Y, aunque esta mención puede tas, señaladas en el artículo 501 del Código Penal: (sigue la descripción de las conductas de los que empleen menores en las actividades prohibidas)». 23 Artículo 13: «Las infracciones de esta Ley se castigarán con multas de 25 a 250 pesetas, exigibles solamente a los patronos, salvo el caso de que resulte manifiesta la irresponsabilidad de los mismos». 24 Ejemplo sobresaliente de este segundo caso, los artículos 24 a 30 del Real Decreto de 13 de noviembre de 1900, Reglamento de la Ley de 13 de marzo sobre condiciones de trabajo de mujeres y niños: atribución a los alcaldes de hacer efectivas las multas, notificación al infractor, recursos y vía de apremio, entre otras cuestiones. El artículo 18 de la Ley declaraba ya como pública «la acción para denunciar los hechos» que la infringiesen. 25 El artículo 9 de la Ley Benot dispuso: «Promulgada esta Ley, no se construirá ninguno de los establecimientos de que habla el artículo 11 (fábrica, taller, fundición o mina) sin que los planos se hayan previamente sometido al examen de una Jurado mixto, y hayan obtenido la aprobación de éste, respecto sólo a las precauciones indispensables de higiene y seguridad de los obreros». 26 Además de lo dispuesto en el artículo 9 de la Ley Benot, citado en la nota anterior, el artículo 36 del Real REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO considerarse como algo anecdótico si contemplada desde la perspectiva actual, la inclusión entre las materias sometidas a inspección y sanción, junto a las laborales en sentido estricto, de otras que respondían a la preocupación de los reformadores sociales por conseguir, además del bienestar material de los trabajadores, la elevación de su nivel moral27. En contraste con las previsiones legales citadas, otras normas de la misma época, aunque un tanto posteriores, no contienen precepto alguno sobre infracciones o sanciones28. En conjunto, sin embargo, sí puede concluirse sobre la existencia de una mínima conciencia del problema del incumplimiento de estas primeras normas laborales y, en consecuencia, de la necesidad de organizar la vigilancia y de reaccionar contra las infracciones. Preocupación que todavía no pudo materializarse, por la carencia de una infraestructura administrativa especializa- Decreto de 13 de noviembre, Reglamento de la Ley de 13 de marzo de 1900 sobre condiciones de trabajo de mujeres y menores, establecía: «Los inspectores encargados de velar por el cumplimiento de la Ley dirigirán sus visitas a inspeccionar las condiciones higiénicas del taller (...). La inspección de higiene del taller abrazará la limpieza, salubridad y seguridad del establecimiento». 27 Vid., por ejemplo, la competencia atribuída a las Juntas locales por el mencionado artículo 7 de la Ley de 13 de marzo de 1900 sobre condiciones de trabajo de las mujeres y de los niños: «velar por el cumplimiento de esta ley, singularmente donde se reunan obreros de ambos sexos, para que se observe una disciplina que evite todo quebranto de la moral o de las buenas costumbres.» Por su parte, el artículo 36 del Reglamento de esta Ley, aprobado por Real Decreto de 13 de noviembre de 1900, señalaba entre las obligaciones de los inspectores la de «inspeccionar (...) el cumplimiento de la obligación escolar» establecida en el artículo 8 de la Ley de 13 de marzo. 28 Son los casos, entre otros, del Real Decreto de 25 de enero de 1908 sobre industrias y trabajos prohibidos total o parcialmente a los niños y a las mujeres menores de edad; y del Real Decreto de 18 de noviembre de 1908 sobre trabajo a bordo de los menores de 14 años. da, en un organismo de inspección propiamente dicho; pero que sería el germen de lo que al poco tiempo se traduciría en su efectiva creación. 4. LA CREACIÓN DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES A pesar de todos los obstáculos y limitaciones, la reforma social había conseguido avanzar significativamente al llegarse a los últimos años del siglo XIX. Lo había hecho, en primer lugar, mediante la aprobación de unas normas que, aunque todavía de contenido sencillo, nada ambiciosas en sus objetivos, sobre las cuestiones laborales que se estimaron más necesitadas de regulación. Y también lo había hecho en un segundo aspecto que ahora interesa resaltar más: el de la institucionalización de la reforma misma, materializada en la creación de organismos que anuncian y proyectan la intensificación de la intervención pública en las relaciones de trabajo. En efecto, el camino abierto por la creación en 1883 de la Comisión de Reformas Sociales no habría de cerrarse sino que, por el contrario, iba a prolongarse con nuevos ímpetus. 4.1. El precedente del proyectado Instituto del Trabajo A esa línea respondía, recién iniciado el siglo, el proyecto presentado en el Congreso en 1902 por el ministro liberal Canalejas; proyecto que los avatares políticos del momento impidieron llevar a una votación final en el Senado que hubiera supuesto la creación de un «Instituto del Trabajo». Aunque frustrada, tal iniciativa tiene el valor de precedente inmediato y directo del posteriormente creado Instituto de Reformas Sociales, de cuya organización y funciones formaron parte no pocas de las líneas esenciales del proyecto de 1902. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 127 ESTUDIOS Inspirado en organismo existentes en otros países, el non nato Instituto mantenía igualmente con respecto a la Comisión de Reformas Sociales más de un punto de coincidencia: en realidad, en la concepción de sus inspiradores, seguía siendo en lo fundamental, más que un órgano de la Administración activa, un centro dedicado al estudio e información de la totalidad de las cuestiones sociales del momento y también órgano consultivo del Gobierno en estas mismas materias. Coincidía también con aquella Comisión en la integración orgánica en su seno de representaciones patronal y obrera, así como en su descentralización organizativa, a través de delegaciones o consejos locales en todo el territorio nacional. Pero, al mismo tiempo, presentaba algunos rasgos diferentes, que en cierta medida mostraban una cambio institucional: el Instituto no hubiera estado vinculado, como la Comisión de Reformas Sociales, al Ministerio de la Gobernación — de connotación más política — sino al de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas; por otra parte era también apreciable en el proyecto un más intenso grado de autonomía del organismo con respecto a la Administración activa29. 29 Para un conocimiento completo del proyectado Instituto, proceso de gestación y de elaboración del proyecto, su discusión en las Cortes e ideas fundamentales sobre su organización, sus funciones, sus medios y los funcionarios a su servicio, entre otros aspectos de interés, es indispensable la consulta de la obra de la que fueron autores algunos de los que intervinieron decisivamente en su preparación y su impulso parlamentario: ADOLFO BUYLLA-ADOLFO POSADA-LUIS MOROTE, El Instituto del Trabajo. Datos para la historia de la reforma social española, Establecimiento tipográfico de Ricardo Fé, Madrid 1902; edición facsimil, Centro de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid 1986. La obra incluía un extenso «Discurso preliminar» de José Canalejas en el que este político sintetizaba sus propias ideas sobre la acción del socialismo y el anarquismo en varios países europeos, la necesaria intervención del Estado en materias sociales, la regulación del contrato de trabajo, la libertad de asociación obrera, la regulación de la huelga y otras varias cuestiones. También incluía como Anexo un Informe de J.UÑA sobre 128 En la discusión parlamentaria se exteriorizaron posturas todavía muy contrarias a esta intensificación de la intervención pública; y, más concretamente, a la nueva inspiración que subyacía en el fondo de esta nueva iniciativa de un organismo más ambicioso en sus planteamientos que la Comisión de Reformas Sociales. Posturas contrarias que lógicamente se enfrentaron con las cada vez más favorables a trasladar al terreno de los hechos concretos la discusión sobre los principios abstractos de la reforma social30. En el proyecto de ley que aprobó el Congreso de los Diputados pero no el Senado, el Instituto del Trabajo quedaba encargado, además de recoger y clasificar «los datos y noticias referentes al trabajo en España y en el extranjero» y de «preparar los proyectos de ley y emitir las consultas que el Gobierno le someta», de «organizar la estadística y la inspección del trabajo» (artículo 11). Los «Consejos locales», cuya creación se preveía en el artículo 31, habrían de «coadyuvar a las funciones de inspección y de estadística» (artículo 41). El artículo 51 por su parte preveía que «los funcionarios técnicos del Instituto (podrían) ser nombrados libremente por el Ministro (de Agricultura, Comercio, Industria y Obras Públicas), con arreglo a las condiciones seña- Institutos de Trabajo o similares existentes en varios países europeos y Estados Unidos (organización, funciones, obra realizada hasta el momento, etc.). Opina J.I. PALACIO que «no es una inquietud superficial por el mantenimiento del orden público lo que late en el proyecto. Está en juego la conservación y desarrollo del sistema democrático (...) La intervención del Estado se concibe como un deber ético que dote de contenido social a la democracia consagrada, al fin, como condición y forma definitiva del Estado»: Las reformas sociales. cit., pág. 440. 30 Así lo señala J.I. P ALACIOS en Las reformas sociales, cit., pág. 442. Cfr. sin embargo, sobre las posiciones del partido conservador frente al proyecto, la opinión algo más matizada de SANTIAGO CASTILLO, «Prólogo» a la edición facsímil cit. de El Instituto del Trabajo, págs. 17-18. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO ladas en el Decreto orgánico que al efecto acuerde el Consejo de Ministros»31. La inclusión, entre las funciones a desarrollar por el Instituto, de las de inspección del trabajo expresaba la especial preocupación de los promotores de la ley por organizar un servicio específico de este tipo, que el demostrado incumplimiento de las normas sociales hacía necesario. En efecto, ya en los primero esbozos de lo que se entendía que había de ser el Instituto se había planteado la cuestión de la asunción de tal función; y en su caso con qué organización para lograr la independencia en la realización de estas tareas y al mismo tiempo su aceptación tanto del lado empresarial como del lado de los trabajadores32. La cuestión no había quedado limitada a un planteamiento general o abstracto; los promotores del proyecto estudiaron con alguna atención y extensión los distintos precedentes ya existentes en España sobre realización de tareas de vigilancia, siendo conscientes de sus limitaciones y carencias; compararon los diferentes sistemas de inspección operativos en varios países europeos, valorando las variantes de organización y funcionamiento de cada uno de ellos. Y se inclinaron definitivamente por rechazar la atribución de funciones inspectoras a las personas u organismos a los que hasta el momento se había confiado, para atribuirla a «inspectores especiales», esto es, personas que al mismo tiempo reuniesen condiciones de conocimientos técnicos suficientes, moralidad, competencia e independencia33. 31 El texto completo del Proyecto de ley, en la forma definitiva en que quedó aprobado en el Congreso de los Diputados, se incluye como «Apéndice tercero» en El Instituto del Trabajo, cit., págs. 221-223; un «Esbozo del proyecto de Decreto orgánico del Instituto», en el «Apéndice cuarto» de la misma obra, págs. 227-230. 32 Vid a este respecto El Instituto del Trabajo, cit., pág. 8. 33 Extensamente sobre todo ello, en especial en la exposición de los servicios de inspección existentes en Un primer paso para el establecimiento de un verdadero servicio de inspección había quedado ya anunciado y esbozado en el frustrado proyecto de 1902. Tal iniciativa, sin embargo, no habría de quedar por completo truncada, puesto que habría de tener su continuidad, ahora ya en el terreno de la realidad, con la creación posterior del Instituto de Reformas Sociales. Organismo que, como se comprobará inmediatamente, aprovechó en buena medida las ideas de organización y de funcionamiento que habían inspirado el proyectado Instituto del Trabajo; incluída en ellas la creación de un servicio de «inspección del trabajo» fundamentada en criterios básicamente coincidentes. 4.2. Su creación: organización y funciones Sólo un año más tarde se aprobaba, no por vía parlamentaria sino por el Gobierno directamente, la norma de creación del Instituto de Reformas Sociales. En ese acto quedaban plasmados los nuevos planteamientos de la reforma social española que, entre otras cosas, conduciría casi inmediatamente a la creación definitiva de la inspección de trabajo. En efecto, por Real Decreto de 23 de abril de 1903 se establecía «un Instituto de Reformas Sociales en el Ministerio de la Gobernación, que estará encargado de preparar la legislación del Trabajo en su más amplio sentido, cuidar de su ejecución, organizando para ello los necesarios servicios de inspección y estadística, y favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora o bienestar de las clases obreras» (artículo 11). La Exposición de Motivos de la disposición ese momento en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Suiza y Austria y también sobre la opción en favor de un servicio de inspección centralizado en el mismo Instituto del Trabajo «con todas las condiciones de garantía que auguraran un buen éxito», El Instituto del Trabajo, cit., págs. 69-94. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 129 ESTUDIOS subrayaba que «se hace ya indispensable un organismo adecuado» para perfilar la reparación de los accidentes de trabajo y otras materias», «desarrollar gradual y sistemáticamente nuestra legislación social y conseguir incorporar a la vida nacional lo que en ella se disponga». Todo ello «en la orientación significada por ambas Cámaras al examinar el proyecto de Ley, que no llegó a votación definitiva, sobre el Instituto del Trabajo.» La continuidad con respecto al ya comentado proyecto quedaba así explicitada con plena claridad34. El Real Decreto de creación del Instituto era una norma muy breve, que en lo fundamental se limitó a diseñar sus líneas maestras: sus funciones; su composición por treinta «individuos», dieciocho de ellos de libre designación por el Gobierno y otros doce 34 Para GALLART FOLCH, «era el Instituto, a la vez, un centro de estudios, una oficina administrativa del trabajo y un incipiente organismo corporativo. No era sólo, pues, como preparador de proyectos de ley, un auxiliar meramente técnico del ministro de Gobernación, sino como en el trabajo preparatorio intervenían las representaciones patronales y obreras, constituía la elaboración de estos proyectos una discusión previa por los elementos afectados, discusión de una gran utilidad práctica»; añade que aquel triple carácter «convirtió al Instituto, en el aspecto científico, en laboratorio privilegiadísimo para estudios y experiencias sociales, lo que explica su valor y eficiencia. Pero, a pesar de disponer de tan magnífico laboratorio social, si no queremos excedernos en el justo elogio que merece el Instituto de Reformas Sociales y sus hombres, debemos de (sic) confesar que algunos de sus trabajos y proyectos pecaron de un exceso de preparación literaria y, en cambio, adolecieron de defecto en el conocimiento de la complejidad y especiales características de los problemas sociales españoles»: Derecho español del Trabajo, cit., pág. 38. Para C. BERNALDO DE QUIRÓS, el Instituto «en los veinte años que tuvo de existencia realizó una meritoria labor, no sólo preparando importantes documentos legislativos y elaborando estadísticas e informaciones sobre temas nuevos y difíciles, sino organizando la Inspección de Trabajo, para asegurar el cumplimiento de las leyes protectoras de los trabajadores, y dando origen a otros organismos de tanto interés como el Instituto Nacional de Previsión, fundado en 1908»: Derecho Social, Instituo Reus, Madrid 1932, págs. 9-10. 130 patronos y obreros; su organización en tres secciones; y el encargo al primer grupo de constituirse en comisión y «formular un proyecto de Reglamento orgánico». En su artículo 7 se disponía que «habiendo quedado terminada la misión de la Comisión de Reformas Sociales del Ministerio de la Gobernación, el Instituto se (haría) cargo de la documentación y libros que a aquélla le (pertenecieran)»35. El previsto Reglamento orgánico se aprobó al poco tiempo por Real Decreto de 15 de agosto de 1903, que en contraste con el de creación es una disposición extensa en la que con mucho mayor detalle se regularon las competencias del Instituto, su composición y sus órganos directivos, el procedimiento para la elección de representantes patronales y obreros (que posteriormente fue modificado por Real Decreto de 24 de noviembre de 1904), la organización y funcionamiento de las secciones y el procedimiento general. Sin que en este momento sea posible exponer la totalidad de estas materias, sí parece conveniente detenerse en lo relativo a la de vigilancia y control de la legislación laboral, sobre la que a estas alturas de su evolución se proyecta ya un notable incremento de atención36. Así, el artículo 4 del Reglamento establecía la competencia del Instituto «en lo que concierne a cuidar de la ejecución de las leyes del trabajo», señalando que ello «le autori- 35 Subraya PALACIO MORENA que en el nacimiento de una sociedad más compleja, con la necesidad de una nueva articulación social que diera cauce a la participación de las masas, la experiencia del Instituto lo convirtió en una institución excepcional, capaz de responder de algún modo a aquella necesidad: Las reformas sociales, cit., pág. 448. Por su parte, A. MARTÍN VALVERDE pone de relieve la continuidad de fondo de la labor del Instituto respecto de la realizada por la Comisión de Reformas Sociales, con la misma inspiración ideológica, las mismas personas y la misma actitud «científica» ante la solución de los problemas laborales y sociales: La formación del Derecho del Trabajo ..., cit, págs. L-LI. 36 Sobre esta mayor preocupación por parte de los poderes públicos por los mecanismos de refuerzo o exigencia de las normas laborales, vid. A. MARTÍN VALVERDE: La formación del Derecho del Trabajo ..., cit., pág. LV. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO za(ba) para organizar los servicios de inspección y estadística en condiciones de la mayor eficacia, lo mismo en las dependencias centrales que en las provinciales y locales». De las tres «Secciones técnico-administrativas» de las que constaba el Instituto, sería la segunda, denominada «Jurídica», la que recibiría las competencias que ahora interesan: el artículo 100 del Reglamento le atribuía todo lo concerniente a la aplicación de la Ley de Accidentes de Trabajo en lo relativo a la previsión de éstos, de la Ley sobre trabajo de mujeres y niños y de cualquier otra norma que se dictase; más específicamente, le correspondía «la organización general y especial del servicio de inspección», a propósito de lo cual el artículo 105 detallaba las funciones concretas. La Sección estaba compuesta por nueve «individuos» de los de libre elección por el Gobierno más el Subsecretario del Ministerio de Gracia y Justicia y quedaba afecta a este Ministerio para los asuntos que especialmente fueran de su competencia; la designación de sus miembros, según disponía el artículo 12, se haría «de común acuerdo entre los dieciocho individuos de libre elección reunidos para este fin». Es evidente que con la creación del Instituto y, más especialmente, con la atribución de las comentadas competencias, se dió continuidad, ahora en el terreno de los hechos, a las ideas que habían inspirado el proyecto del Instituto del Trabajo. También lo es –y ello se va a comprobar inmediatamente– que, aunque en las normas de creación y de organización del Instituto ahora creado no aparecían de forma explícita cuáles habrían de ser las líneas maestras del servicio de inspección, en buena medida sirvieron para ello las ideas que en su momento se habían elaborado para el proyectado Instituto del Trabajo. 5. CREACIÓN DEL SERVICIO DE LA INSPECCIÓN DEL TRABAJO La tarea encomendada al Instituto por las citadas normas habría de desembocar en la aprobación por el Gobierno del Real Decreto de 1 de marzo de 1906, Reglamento para el servicio de la Inspección del Trabajo. Disposición extensa, con 85 artículos más uno transitorio, cuya lectura, a la distancia temporal de casi un siglo, pone de relieve una voluntad y un esfuerzo por lograr, junto a una cuidada redacción y un notable rigor técnico, una regulación completa y sistemática de un servicio nuevo considerado como apoyo fundamental de la legislación social. Merece la pena detenerse, incluso con algún detalle, en el contenido de esta regulación. Es sin duda mérito de quienes así concibieron este nuevo servicio administrativo el haber logrado una ordenación que en más de un aspecto puede hoy considerarse «moderna», con no pocas normas que han permanecido en lo esencial — es más, incluso con iguales o similares conceptos, términos y expresiones — hasta la vigente regulación. 5.1. Ámbito de la actuación inspectora Como «objeto de inspección» señalaba el artículo 1 del Reglamento de 1906 tres leyes laborales concretas, aprobadas en los años inmediatamente anteriores y cuyo nivel de cumplimiento efectivo estaba siendo, como había ocurrido con el de las que les precedieron, bastante reducido: la Ley de 30 de enero de 1900 de Accidentes de Trabajo («en lo que hace relación con la previsión de estos accidentes»), la Ley de 13 de marzo del mismo año sobre condiciones de trabajo de mujeres y niños y la Ley de 3 de marzo de 1904 sobre descanso en domingo. Tal precisión se completaba en el mismo precepto con una cláusula abierta (lógica, dado el carácter «generalista» con el que nacía la inspección): también quedaban confiadas a ésta «las demás leyes y disposiciones protectoras y reguladoras del trabajo dictadas o que pudieran dictarse en lo sucesivo». Con lo que quedaba claro que al sistema de inspección quedaba confiado el control del cumplimiento de la totalidad de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 131 ESTUDIOS las leyes laborales, vigentes y futuras, aunque con una explícita intención de destacar aquéllas ya aprobadas que en la todavía escasa legislación española sobre la materia podrían considerarse como de contenido más importante37. Tales precisiones sobre el ámbito normativo o material se completaba en los artículos 2 y 3 con otras adicionales sobre lo que podría denominarse «ámbito funcional». Respecto de la Ley de Accidentes de 1900, la inspección habría de extenderse a todas las «industrias» señaladas en su artículo 3 (que comprendía tanto actividades industriales propiamente dichas como algunas agrícolas y forestales y otras que en terminología actual se encuadrarían en los «servicios»), con la excepción «de las obras a cargo de de los Ministerios de Guerra y Marina», aunque para éstas sí tenía competencia la inspección en los sitios donde trabajaren mujeres y niños (artículo 44 del mismo Reglamento). Respecto de la Ley de 13 de marzo de 1900, eran objeto de inspección todos los centros de trabajo donde hubiera mujeres y niños, con excepción del «trabajo agrícola y el que se (verificase) en talleres de familia», según disponía ya el artículo 31 del Real Decreto de 13 de noviembre de 1900, reglamento de la citada Ley. Ninguna precisión o excepción se señalaba para la Ley de descanso dominical ni para ninguna otra, lo que permite concluir para ellas que quedaba incluída en el ámbito de la inspección la totalidad de los centros de trabajo. esquema a la par sencillo y garante de una estructura jerarquizada y compartimentada territorialmente en todo el ámbito nacional; se pretendía con ello seguramente mantener una dirección y coordinación atribuídas a una autoridad única y al tiempo una presencia de los medios de inspección próxima a la realidad laboral objeto de control. 5.2. Organización territorial La autoridad directiva correspondía a la «Inspección central» que, ejercida por el personal del Instituto, asumía entre otras las funciones de organización y de vigilancia de todos los servicios de inspección; informes de expedientes de instalación y modificación de industrias y de los instruídos por infracciones; y labor estadística (artículo 7). A los «inspectores regionales» correspondía por su parte la inspección de establecimientos que se estimase necesaria «por ofrecer mayores dificultades u otras causas»; vigilancia de los inspectores provinciales; tramitación de órdenes y de documentación entre la Inspección central y los inspectores provinciales (artículo 8). A los «inspectores provinciales», en tercer término, además del ejercicio de su labor propia en su demarcación, correspondía la remisión a los inspectores regionales de toda una serie de informaciones en relación con la aplicación efectiva de las leyes de trabajo en la provincia y con los resultados de su actividad de control (artículo 9). A este personal se añadían los «ayudantes o auxiliares», que ocupaban vacantes, ausencias o enfermedades en las inspecciones provinciales pero con el exclusivo carácter de «señaladores de infracciones», sin intervención alguna en la propuesta o aplicación de sanciones (artículo 10). El Capítulo II del Reglamento organizaba el servicio de inspección sobre la base de un 5.3. Estatuto del personal inspector 37 Una referencia a algunas de las normas laborales posteriores que igualmente quedaron comprendidas en el ámbito material de las competencias inspectoras, en G. DIÉGUEZ: «Ejecución sancionadora de las leyes sociales (1900-1932)», Revista de Política Social, num. 83 (julio-septiembre 1969), pág. 57. 132 El propósito de establecer, en contraste con lo que había sido habitual en la legislación anterior, una inspección especializada y profesionalizada y también de integración puramente administrativa, quedó adecuadamente plasmado en el Capítulo III del Regla- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO mento; es sin duda uno de los aspectos en que con mayor claridad se aplicaron las ideas barajadas por los que intervinieron en el proyecto de creación del Instituto del Trabajo, inspiradas en los servicios de inspección existentes en otros países europeos38. Primer aspecto importante que confirmaba este fundamental cambio era el de nombramiento y separación de los inspectores por parte del Ministro de la Gobernación; siendo su nombramiento como «interinos» el primer año (artículo 11) y pasando luego, en su caso, a serlo «con carácter permanente» (artículo 14); para la separación sería preciso en todo caso «la formación de expediente» (idem). También lo era la relación de «condiciones» que habrían de reunir los inspectores, tanto personales (nacionalidad española, más de treinta años de edad, pleno uso de sus derechos civiles y políticos, entre otras) como de formación («instrucción necesaria para el objeto a que se le(s) destina, justificado por título adecuado o competencia reconocida») y de talante («de moralidad intachable, de carácter firme e independiente, voluntad decidida» y «trato adecuado a a la difícil misión que ha(n) de desempeñar») (artículo 12). Tales exigencias se completaban con la relación de incompatibilidades establecida en el artículo 13: entre ellas, la prohibición de ejercicio de otros cargos o de «profesión o industria que (estuviera) sometida a su inspección»; la de dedicación «a negocios comerciales e industriales en relación con las que (tuvieran) que inspeccionar»; o la de «tener participación directa en empresas, fábricas, ni haberla tenido en los dos años que (hubieran) precedido a su nombramiento». Norma jurídica básica del estatuto del personal inspector se añadía en el artículo 15: 38 Vid. a este respecto las observaciones hechas anteriormente en las notas 32 y 33 y el texto correspondiente. «los inspectores se considerarán como funcionarios de carácter administrativo, dependientes, como delegados, del Instituto de Reformas Sociales»39. 5.4. Regulación de la actuación inspectora Particular atención, con una cuidada regulación, dedicó el Reglamento en sus Capítulos IV y V a este aspecto central del servicio que se creaba. En el primero de aquéllos (y en su artículo 16) se identificaban los distintos medios a través de los cuales podía iniciarse la acción de inspección: «por iniciativa propia, indicación de las autoridades, denuncias de los particulares, de obreros o de Sociedades de éstos, autorizadas o por orden del Instituto.» Detallaba también las materias que los inspectores debían comprobar en sus visitas a los centros de trabajo, en una extensa lista contenida en el artículo 17 que, en coherencia con lo establecido en el artículo 1 sobre el «objeto de inspección», especialmente atendía al trabajo de mujeres y niños, descanso dominical y condiciones de seguridad e higiene en los establecimientos. Varias normas daban cuenta de otro de los pilares básicos que inspiraron la ordenación 39 La Real Orden de 25 de septiembre de 1906 definió las condiciones que deberían reunir los inspectores. Debe recordarse sobre esta materia que hasta 1918, con la aprobación de la Ley de Bases de 22 de julio («Estatuto Maura») no se contó en España con una regulación relativamente unificadora del régimen jurídico de los funcionarios «generales»; esta norma, aunque supuso la implantación de determinadas mejoras en tal régimen (inamovilidad, ingreso por oposición, entre otras), no terminó con la existencia de los «cuerpos especiales», que incluso aumentaron de número. En la fecha de creación de la inspección, por lo tanto, lo que existe es un régimen diversificado, con estatutos diferentes para los distintos cuerpos de funcionarios. Vid. sobre ello, en general, M. SÁNCHEZ M ORÓN: Derecho de la función pública, Ed. Tecnos, Madrid 1996, págs. 39 ss.; y R. PARADA: Derecho Administrativo, vol. II, Organización y empleo público, 15 ed., Marcial Pons, Madrid 2002, págs. 424 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 133 ESTUDIOS del servicio que se creaba: en su actuación, el inspector debería ser, más que un agente del poder sancionador del Estado, un impulsor del más eficaz conocimiento de las obligaciones legales por parte de los empresarios, colaborando con éstos en su efectivo cumplimiento. Se disponía así que deberían recordar a los patronos «cuando (fuera) necesario los deberes que les (imponían) las leyes y reglamentos tutelares del obrero» (artículo 19); que en materia de seguridad e higiene el inspector se limitase «a señalar al patrono las faltas que (observase) con arreglo a lo legislado» (artículo 20); y, en una formulación más general, que «la misión de los inspectores (debería) tener un carácter preventivo, tanto como represivo. La legislación se dirige a proteger al obrero, pero sin causar vejaciones a la industria» (artículo 21). Orientación razonable que, sin impedir la eficacia de la función controladora, con seguridad tenía en cuenta el grado de desconocimiento real de una normativa nueva que sólo de forma paulatina habría de conseguir su efectivo cumplimiento; y en lo cual estos funcionarios especializados podrían sin duda colaborar de forma muy eficaz. Se insistía por la norma en el deber y, al mismo tiempo, facultad del inspector de recogida «de cuantos datos estadísticos (pudiera) procurarse para el conveniente estudio de las condiciones de ejecución de las leyes protectoras del trabajo y su perfeccionamiento» (artículo 23), suministro de «datos y noticias» que se formulaba luego como estricta obligación del patrono frente al personal inspector (artículo 43). Normas complementarias de todo lo anterior, dirigidas a lograr el más correcto y eficaz resultado de la acción inspectora, eran las relativas al deber de asistencia y apoyo a los inspectores por parte de autoridades y organismos (artículo 33, 34 y 35); también aquéllas otras dirigidas a evitar corruptelas originadas por determinados actos de favor por parte de los empresarios: prohibición de aceptar la «hospitalidad» o los «regalos» ofrecidos 134 por estos últimos (artículo 22) y de localidades reservadas al público «en espectáculos públicos» (artículo 23). Y la imposición de un deber de secreto «respecto a los procedimientos industriales de que (llegaren) a tener conocimiento con ocasión del ejercicio de sus funciones», con previsión de aplicación en su caso de las sanciones establecidas en el Código Penal (artículo 24). Como resultado de las actuaciones realizadas durante la visita de inspección, una vez «agotado el sistema persuasivo», se ordenaba al inspector hacer –en el «libro de visita» que debía existir en todos los establecimientos sujetos a inspección– un «apercibimiento» por las infracciones comprobadas y a «levantar acta por triplicado» (artículo 47). Esta última quedaba sometida a tramitación en parte diferente, según se tratase de la materia de previsión de accidentes de trabajo (artículos 48, 49 y 50), de trabajos de mujeres y niños (artículos 51, 52, 53 y 56) o de descanso dominical (artículo 54).). 5.5. Obstrucción a la actividad inspectora Nuevo aspecto de la modernidad de la norma que se comenta es la previsión y tratamiento jurídico de posibles actuaciones de obstáculo a la acción inspectora, previsión en la que se incluía más de un punto que en lo esencial también ha permanecido presente hasta la regulación actual. Se identificaban las conductas concretas por parte de los empresarios afectados que materializaban tal obstrucción: negativa a la entrada del inspector en el centro de trabajo; resistencia a la presentación de libros o documentos; ocultación de personal; declaraciones falsas; y «cualquier otro que en general (impidiera, perturbara o dilatara) el servicio de inspección» (artículo 70). Esta obstrucción era castigada con una multa, sin perjuicio de la sanción penal que en su caso pudiera corresponder (artículo 69). La negativa a la entrada del REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO inspector en el centro de trabajo facultaba a aquél a dirigirse, tras advertencia al empresario o a su representante, al alcalde o gobernador «en demanda del auxilio necesario, que le (sería) prestado sin pérdida de tiempo» (artículo 71). 5.6. Imposición de sanciones El Reglamento de 1906, además de atender a la organización del servicio de inspección, ordenar el estatuto jurídico del personal inspector y sus deberes y facultades en el ejercicio de sus funciones, incluyó en su articulado lo que con terminología actual se denomina el procedimiento para la imposición de sanciones por incumplimiento, con los correspondientes recursos por parte de los sujetos infractores: materia que el Reglamento desarrollaba en su Capítulo VI, con el título general de «Penalidad». Si, a pesar de la indicación que se hizo al comienzo de este trabajo, quisiera valorarse esta regulación con criterios actuales, no estaría de más señalar que es quizás la parte más débil del Reglamento, con alguna oscuridad y más de una dificultad de interpretación. Resultado con toda probabilidad de que en ese momento se estaba todavía ante un sistema en formación, para el que se carecía aún de un modelo claro y decidido dotado de la necesaria unidad; y para el que, además, no existía aún un aparato administrativo básico especializado en el tratamiento específico de las materias laborales. La imposición de las sanciones se diversificaba en atención a las diferentes disposiciones objeto de la infracción: multas decididas por la «autoridad municipal correspondiente» en el caso de infracciones en materia de previsión de accidentes de trabajo (artículo 60); remisión al Reglamento de la Ley de trabajo de mujeres y niños de 1900 para las infracciones a esta última norma (artículo 61); remisión al Reglamento de la Ley de descanso dominical para la imposición de multas por infracciones en esta materia (artículo 67); y aplicación de las disposiciones sancionadoras de la Ley de Accidentes de 1900 para las infracciones a otras leyes distintas de las mencionadas (artículo 80). Se mantenía así, en contraste con la lograda unidad del servicio de inspección, la variedad del sistema sancionador existente en cada una de aquellas disposiciones. Igualmente quedaban sometidos a trámites diferenciados el levantamiento de las correspondientes actas de infracción por parte de los inspectores, su notificación a los afectados y a alcaldes y gobernadores, su traslado a los Tribunales caso de apreciarse comisión de delito o falta y la comunicación al propio Instituto de determinados datos sobre infracciones, obstrucciones y otras circunstancias (artículo 75 y siguientes). Sobre los recursos, la regla general se contenía en el artículo 83: recurso de queja ante el gobernador por las multas impuestas por el alcalde, con resolución definitiva del primero sin ulterior recurso. Contra la imposición de la multa por «infracciones sencillas» a la Ley de 1900 sobre trabajo de mujeres y niños, remisión a los preceptos correspondientes de su Reglamento de aplicación del mismo año (artículo 83). Normas específicas se dedicaban a los supuestos de reincidencia: determinación de su concepto en el artículo 66: «comisión de otra (infracción) igual antes de haber transcurrido un año de la anterior»; y decisión del cierre del establecimiento en caso de «reincidencias repetidas» en la infracción o en la obstrucción (artículo 74), con intervención en este caso del inspector dirigiéndose al Instituto y éste al «Ministerio correspondiente» (artículo 79). 5.7. La implantación paulatina de la inspección La tarea de organización ex novo del servicio de inspección en todo el territorio nacional que el Instituto había iniciado con la prepara- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 135 ESTUDIOS ción del texto del Reglamento aprobado por el Gobierno era por supuesto ambiciosa e incluso ingente; sobre todo teniendo en cuenta los seguramente escasos medios con que se contaba en ese momento. No es de extrañar por ello que su implantación no se realizase de una sola vez y de forma completa en toda España. El propio texto de la norma que se comenta expresa reiteradamente su implantación paulatina, contando de forma transitoria y hasta la culminación del objetivo propuesto con los mecanismos de vigilancia que, aunque limitados y probablemente poco operativos y poco eficaces, existían en esa fecha. El «artículo transitorio» del Reglamento dispuso que «mientras no se (estableciera) de forma definitiva por una ley el servicio de Inspección del trabajo, el Instituto de Reformas Sociales (iría) plateándolo paulatinamente dentro de los preceptos de este reglamento y según se lo (permitieran) los recursos económicos de que (dispusiera)». El artículo 45 venía precisamente a cubrir las carencias de cobertura del nuevo servicio en lo que se refería a la vigilancia de la Ley de 1900 sobre trabajo de mujeres y menores: se decidía que en esta materia «las Juntas locales y provinciales de Reformas Sociales (continuarían) desempeñando las funciones que les (competían) ... en donde no (hubiera) inspectores». Las juntas deberían proceder «en idéntica forma que la prescrita para tales funcionarios en este reglamento, dando cuenta al presidente del Instituto, en término de tres días, de las resoluciones que (recayeran) en las infracciones señaladas y manteniendo con la Inspección central las mismas relaciones que se (ordenaba) tener a los inspectores.» Ninguna otra norma del Reglamento establecía nada similar en relación con la vigilancia de otras normas distintas de la citada; a pesar de que entre éstas últimas, alguna sí contenía disposiciones sancionadoras40. 40 El artículo 5 de la Ley de 3 de marzo de 1904 sobre descanso dominical preveía multas a imponer por 136 Recuérdese ahora que el artículo 7 de esta última Ley había encargado al Ministro de la Gobernación el nombramiento de aquellas juntas provinciales y locales de Reformas Sociales. Las primeras, presididas por el gobernador civil y con representación de las locales; y estas últimas, compuestas por un número igual de patronos y de obreros, un representante de la autoridad civil y otro de la autoridad eclesiástica. Entre sus competencias se incluía la de «inspeccionar todo centro de trabajo» y la de «cuidar de que (tuvieran) condiciones de salubridad e higiene». Por su parte, el Capítulo VI del Reglamento de la ley (aprobado por Real Decreto de 13 de noviembre de 1900) había desarrollado estas normas, con regulación del nombramiento de las personas que habrían de realizar la inspección, sus facultades, deber de comunicación del resultado de sus visitas y otros extremos41. Obsérvese finalmente que el mantenimiento provisional de la función de vigilancia dentro de las competencias de las mencionadas juntas lo era también, como es lógico, con ausencia en este caso del carácter profesionalizado del personal de inspección. Carácter que, como ha quedado expuesto en alguno de los apartados anteriores, fue sin duda una de las «autoridades gubernativas»; el artículo 12 de su Reglamento, aprobado por Real Decreto de 19 de agosto del mismo año, distribuía esta competencia entre alcaldes y gobernadores, según la cuantía de la multa. En contraste, ni la Ley de 30 de enero de 1900 sobre accidentes de trabajo ni su Reglamento de 28 de julio del mismo año contenían normas de esta naturaleza; sí lo hicieron normas posteriores en materia de prevención de accidentes: vid. a este respecto G. D IÉGUEZ: «Ejecución sancionadora...», cit., págs. 54-55. 41 Las relaciones entre las mantenidas Juntas de Reformas Sociales y el recién creado servicio de inspección fueron bastante deficientes, incluso conflictivas; situación que, denunciada repetidamente por el último, hizo necesaria la intervención del Gobierno. Vid. sobre este punto los numerosos y significativos datos aportados por F. PÉREZ-ESPINOSA: Las infracciones laborales y la Inspección de Trabajo, Ed. Montecorvo, Madrid 1977, págs. 62-63. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO las características más sobresalientes introducidas por el Reglamento de 1906. En las juntas, por el contrario, la inspección se realizaba por sus propios componentes, como disponía el artículo 32 del Reglamento de 13 de marzo de 1900: «las Juntas locales nombrarán los individuos de su seno que juzguen conveniente para que ejerzan durante el semestre la inspección de las fábricas, talleres y establecimientos de trabajo enclavados en el término municipal». No era seguramente la mejor solución, pero sí era al menos realista, al aprovechar de forma transitoria unos medios que, aunque poco operativos, podrían seguir realizando en alguna medida las funciones de vigilancia que les habían sido encomendadas, hasta que el nuevo servicio consiguiera su total implantación. 6. LOS LIMITADOS RESULTADOS PRÁCTICOS DEL SERVICIO DE INSPECCIÓN No puede extrañar que un servicio que nacía en las condiciones descritas sólo pudiera alcanzar unos resultados muy modestos. Los testimonios de la época sobre esta realidad, recordados y reiterados por estudios posteriores, que en este momento basta recoger con brevedad, dan sobrada cuenta de ello. Unos y otros ponen de relieve las numerosas causas que contribuyeron a provocar un alto grado de ineficacia de la inspección, tanto de la actuación inspectora en sí misma como de la aplicación de las medidas sancionadoras. Realidad que en buena parte venía de más atrás, antes de la creación de la Inspección y con relación al cumplimiento de las normas aprobadas desde los últimos años del siglo XIX42. 42 Vid. los datos comentados por A. MONTOYA, Ideología y lenguaje ...,cit., págs. 69 ss., tomados de las Exposiciones de motivos de algunas normas y de otros documentos, sobre esa falta de cumplimiento; comenzando En este catálogo de condiciones desfavorables deben contarse en primer término las propias limitaciones, especialmente en lo que se refiere a los medios personales, del servicio inspector. La implantación paulatina que el Reglamento había previsto, según se acaba de recordar, fue además en una primera etapa una implantación lenta, para lo que se contó con unos medios de patente insuficiencia43: aunque referida a una normativa laboral todavía reducida y ejercida sobre una estructura productiva modesta en cuanto al número y dimensión de las empresas, los medios personales con los que se contó estuvieron desde luego por debajo de lo estrictamente necesario para lograr resultados significativos. Factor limitador igualmente de carácter interno fue quizás la orientación preferentemente «persuasiva», más que represiva con la que se quiso dotar a la actuación de vigilancia, formulada de forma expresa en el Reglamento de 1906, como ha quedado dicho en el apartado correspondiente. Orientación del todo explicable en el momento de ser explicitada, pero que aplicada probablemente de una manera demasiado intensa frente a un empresariado poco proclive al cumplimiento de las normas, se mostró como medio de muy limitados efectos a la hora de conseguir el objetivo último de la actividad inspectora. Uno de los obstáculos externos de mayor entidad surgió seguramente de esta actitud de los obligados a cumplir las normas, responsables en su caso de las infracciones: los patronos. La generalizada posición de resistencia patronal, no ya sólo al cumplimiento de la norma, sino al sometimiento a la activi- por la Ley de 1873 sobre trabajo de menores, en relación con la cual se llegó incluso hasta plantear la posibilidad (no realizada) de volverla a publicar en la Gaceta. 43 Señala F. P ÉREZ-E SPINOSA que al comenzarse la aplicación del Reglamento de 1906 se contó solamente con seis Inspectores regionales en todo el territorio nacional, con un crecimiento muy lento en los siguientes años: Las infracciones laborales ..., cit., pág. 62. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 137 ESTUDIOS dad de control administrativo, creó continuos obstáculos e impedimentos a este último. La actuación inspectora no contaba con un suficiente reconocimiento social ni tampoco con una mínima aceptación por parte del empresariado: la regulación del servicio por parte del Gobierno no había venido acompañada de una legitimidad real, al considerarse frecuentemente como invasión administrativa en las facultades patronales, que de forma directa chocaba con sus intereses legítimos. Era evidente que esta nueva línea de intervención nació en un ambiente todavía impregnado de una extendida ideología liberal, en plena lógica resistente a la intensificación de la presencia y actividad públicas en las relaciones laborales. Esta actitud obstrucionista quedó reforzada por la escasa valoración de la acción inspectora por el lado de los sujetos protegidos por las normas laborales y por el consiguiente mecanismo controlador de su cumplimiento. La misma o similar actitud de poco aprecio y desconfianza que sociedades obreras y trabajadores habían venido mostrando respecto de la importancia real de las normas laborales para mejorar la deplorable situación de la clase trabajadora se repetía ahora frente a la labor de la inspección. Faltó por lo tanto en buena medida este elemento de colaboración que en la práctica hubiera sido factor complementario de importancia en la labor cotidiana de los inspectores. Obstáculo de considerable entidad para esta labor fue también la falta de efectiva colaboración de autoridades y organismos que ya habían recibido antes de la creación de la Inspección, como se ha recordado, determinadas atribuciones para el control del cumplimiento de la legislación y para la imposición de sanciones; y a los que, una vez creada aquélla, se habían señalado determinados deberes de auxilio y apoyo a su actividad. Actitud esta que refuerza la impresión de carencia de una suficiente aceptación social del recién instaurado mecanismo controlador. Las propias características políticas reales del régimen de 138 la Restauración –clientelismo, caciquismo, entre ellas–, impregnaron también la actuación de obstrucionismo y de resistencia pasiva por parte de aquellas autoridades que, precisamente por sus propias competencias y responsabilidades, eran las primeras llamadas a prestar una decidida colaboración a los funcionarios de la Inspección. Los testimonios y datos de la época son suficientemente expresivos de todo este cúmulo de limitaciones y carencias; a través de ellos puede hoy valorarse una aplicación en buena parte frustrada de las previsiones de todas aquellas personas que con tan estimable interés se habían esforzado en conseguir la implantación de un medio eficaz del cumplimiento de la legislación laboral44. 7. LA EVOLUCIÓN POSTERIOR La exposición de las transformaciones y del régimen jurídico de la Inspección de Trabajo desde su creación hasta el presente queda ya fuera del objeto y del propósito de este estudio. Pero sí debe terminarse con una indicación, al menos somera, de las líneas principales de tal evolución durante los casi cien años de su ininterrumpida existencia45. Como es obvio, en esa evolución han intervenido múltiples factores, de signo y efectivi- 44 Un conjunto especialmente ilustrativo de datos sobre las infracciones advertidas y otros aspectos de la actuación inspectora (centros visitados, apercibimientos, obstrucciones, sanciones impuestas, etc.), también sobre el reducido grado de colaboración obtenido por la Inspección de autoridades locales y de las Juntas de Reformas Sociales, todo ello obtenido de las «Memorias « de la propia Inspección y de otras fuentes, en M.C. PALOMEQUE: Derecho del Trabajo e ideología ..., cit., págs 81. ss. 45 Datos normativos más completos desde la primera regulación de 1906 hasta la actualmente vigente, en J. MINONDO SANZ: Fundamentos de la Inspección de Trabajo, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid 2000, págs. 23 ss.; F. PÉREZ-ESPINOSA: Las infracciones laborales ..., cit., págs. 59 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO dad muy diversos. Cada uno de ellos ha provocado en su momento respectivo significativas modificaciones, ya sea en la organización de los servicios de inspección, en su encuadramiento y dependencia orgánica y funcional, en el ámbito de sus competencias de control, en sus atribuciones o en el régimen jurídico de sus funcionarios; también, como es inevitable, en la ordenación de la documentación y tramitación de las infracciones comprobadas y en el procedimiento de aplicación de las sanciones. para hacer efectiva su presencia y actuación sobre esa realidad. La sucesión, a partir de los primeros años del siglo XX, de regímenes políticos diferenciados ha venido marcando la impronta de cada uno de ellos en la regulación, de acuerdo con las diferentes claves ideológicas y políticas propias: los últimos años de la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la II República, el régimen franquista y el actual sistema constitucional a partir de 1978 aportaron en cada momento impulsos de orientación y de contenido diferentes en la organización y en el funcionamiento de la Inspección; aunque no sea menos cierto que algunas de sus líneas maestras permanecen inalterables o apenas modificadas, al afectar seguramente a aspectos técnicos u obedecer a razones de eficacia de la función regulada, sometidos unos y otras a criterios más alejados de los estrictamente ideológiocos o políticos. La Inspección sin embargo no conservaría el carácter «generalista» con el que había nacido: en 1907 se creó la Inspección de Emigración para el control de esta especializada parcela de la normativa social; en 1921, al establecerse el Régimen obligatorio del Retiro Obrero, se acompañó de un servicio propio de inspección, sustituído en 1935 por la Inspección de Seguros Sociales; mucho después, en 1948, se estableció la Inspección Técnica de Previsión Social para la vigilancia del funcionamiento de las entidades y organismos de gestión de los seguros sociales. Tras esa larga etapa de diversificación, la Inspección habría de unificarse en un único cuerpo de funcionarios por la Ley 39/1962, de 21 de julio, tras la ratificación por España del Convenio num. 81 (1947) de la Organización Internacional del Trabajo sobre inspección del trabajo en la industria y el comercio. Todo ello, además, como es lógico, al compás del desarrollo y consolidación de la legislación laboral, a la que desde los primeros años del siglo se uniría el crecimiento de la normativa de Seguridad Social. Y, por supuesto, sobre la base de una realidad económica y social en constante evolución, de la que son datos de inevitable mención el incesante proceso de urbanización, el aumento del número de empresas, de centros de trabajo y de trabajadores asalariados, la progresiva evolución hacia una economía industrial y de servicios y los consiguientes cambios en la estructura del empleo. Tampoco debe olvidarse el crecimiento y perfeccionamiento de los medios con los que el Estado ha ido contando La creación del Ministerio de Trabajo en 1920 constituyó a partir de ese momento la base fundamental para la organización y el encuadramiento de la Inspección. Departamento en el que habría de quedar ya definitivamente integrada, al margen de las numerosas y variadas denominaciones y ámbitos competenciales que éste recibiría desde esa fecha. Sucesivas regulaciones, por otra parte, a partir de la primitiva de 1906, fueron impulsando su desarrollo y perfeccionamiento. Sin que en este momento pueda entrarse en la mención y comentario de todas ellas, sí cabe destacar algunas de las principales. Lo fue, en primer lugar, el Reglamento provisional de 1922 tras la aprobación de la nueva Ley de Accidentes de Trabajo de ese mismo año; las reformas de 1924 y 1926 tras la reorganización del Ministerio de Trabajo; el Reglamento de 1931 que aportó sustanciales reformas a la primera regulación de 1906, ya palpablemente obsoleta en esa fecha; otras disposiciones posteriores, también dentro del período de la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 139 ESTUDIOS II República, sobre procedimiento para la imposición de sanciones, inspección en las minas y en otros sectores y la ya mencionada creación de la Inspección de Seguros Sociales; una ley de 1939 que reestructura la Inspección al comienzo del régimen franquista; y la también citada ley de 1962 de unificación del servicio de inspección y modernización de sus estructuras y competencias. Esta última, como es conocido y después de un período de vigencia quizás excesivamente prolongado tras la aprobación de la Constitución, fue derogada por la actualmen- 140 te en vigor, Ley 42/1997, de 14 de noviembre; a la que ha seguido una serie de disposiciones reglamentarias en la que destacan el Reglamento de organización y funcionamiento de la propia Inspección de 2000 y el Reglamento sobre procedimiento para la imposición de sanciones y la liquidación de cuotas de la Seguridad Social de 1998. No ha de olvidarse desde luego en esta apretada relación la fundamental Ley de infracciones y sanciones en el orden social (texto refundido de 2000), instrumento básico para la actuación inspectora. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES En los orígenes de la Administración sociolaboral: del Instituto de Reformas Sociales al Ministerio de Trabajo GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ* 1. INTRODUCCIÓN P ara referirse al contexto en el que se desarrollaron en Europa los primeros pasos de la intervención de los poderes públicos en el campo sociolaboral, se suele emplear la expresión «cuestión social» (que es también la que se utilizaba en su tiempo) para denominar al conflicto social generado por la industrialización y la urbanización asociada. Tal situación condujo a los gobiernos de la época a plantearse la necesidad de tomar medidas (primero represoras y luego reformadoras) para intentar solucionar, o al menos controlar, una conflictividad social que ponía en peligro la estabilidad social y política. Más recientemente, Robert Castel ha caracterizado la «cuestión social» en términos breves y amplios como «una inquietud en torno a la capacidad de mantener la cohesión de una sociedad» 1, una problemática * Director de la Biblioteca de la Universidad de Vigo. Ex-Consejero Técnico, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. 1 R. CASTEL, Les métamorphoses de la question sociale: une chronique du salariat, Fayard, 1995, p. 29. J.I. PALACIO MORENA en su libro La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924): la Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1988, destaca la «particular virulencia e intensidad de la cuestión social en España» (p. 9). que, según este mismo autor, empieza a emerger hacia 1830 y que desde mediados de la centuria obliga al Estado a intervenir a través de la política social una de cuyas primeras formulaciones fue la «reforma social». Con relación a España, los estudiosos suelen destacar que el despliegue de la reforma social se produce con un cierto retraso con respecto a los países europeos más avanzados, siendo sobre todo a partir de 1900 cuando los gobiernos de la Restauración empiezan a interesarse por la política social2 en tanto respuesta estatal a la «cuestión social». Con todo, se considera que la reforma social española arranca en la década de los ochenta del siglo XIX al vincularse a una corriente de opinión favorable a un intervencionismo social del Estado que quebraba la filosofía del liberalismo individualista del laissez-faire. Con ello la historia de la Administración sociolaboral española hunde sus raíces en las postrimerías del siglo XIX. Así, aunque ya con 2 JOIN-L AMBERT ha definido la política social como «el conjunto de las intervenciones de los poderes públicos elaboradas en el transcurso del tiempo para responder a lo que primero se denominó la ‘cuestión social’ y luego problemas sociales», M.-T. JOIN -LAMBERT , «Politiques sociales: la mémoire de l’intendance», Droit Social, 4 (1994), p. 327. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 141 ESTUDIOS anterioridad a 1883 hubo actuaciones públicas de carácter social, fue en ese año cuando, con la creación de la Comisión de Reformas Sociales, la cuestión social apareció definitivamente en la arena política y se inicia su proceso de institucionalización. En 1903 la Comisión da paso al Instituto de Reformas Sociales que en muchos aspectos es el antecesor directo del Ministerio del Trabajo establecido a mediados de 1920. El Instituto, creado por el Gobierno de Francisco Silvela basándose en la precitada Comisión y el proyecto de Instituto del Trabajo promovido por Canalejas en 1902, va a prolongar su existencia hasta 1924, fecha en la que desaparece al integrarse en el Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria ya bajo la Dictadura de Primo de Rivera3. Por su parte, como se ha dicho, el Ministerio del Trabajo nace a mediados de 1920 por obra de Eduardo Dato al acceder por tercera vez a la Presidencia del Gobierno. Originariamente se configuró como una amalgama de diversos organismos de carácter social (entre ellos el Instituto de Reformas Sociales) y con una misión inicial de coordinación4. A juzgar por las referencias que ofrecen algunos auto3 Conviene advertir que si bien el Ministerio nació con la denominación de Ministerio del Trabajo, en febrero de 1922 sufrió una profunda reforma en la que adoptó la nueva designación de Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. 4 Al acceder el primer ministro de Trabajo, Carlos Cañal a su nueva cartera, se apresuró a declarar su voluntad de que el nuevo Departamento actuara como «lazo de unión entre los organismos que concurren a su formación», haciendo mención expresa a que tanto el Instituto de Reformas Sociales como el Instituto Nacional de Previsión mantendrían su autonomía y sus propias instalaciones (v. el diario El Sol del 12 de mayo de 1920). Del mismo modo, como nos ponen al corriente los Anales del INP, en su primera sesión como Presidente del Consejo del Patronato del INP, Cañal «se ratificó en su criterio, expuesto ya públicamente, de considerar al nuevo Ministerio como un consorcio de los órganos autónomos del Trabajo y de la Previsión, manteniendo la organización y los procedimientos que han permitido alcanzar tan lisonjeros resultados», v. Anales del Instituto Nacional de Previsión, tomo XII, núm. 43 (1920), p. 148. 142 res, las relaciones entre el Instituto y el «joven» Departamento ministerial no debieron de ser del todo armónicas. De hecho se puede sospechar cierta conexión entre la crisis del Instituto y el surgimiento del Ministerio, de suerte que la emergencia de éste parece propiciar la caída de aquél. En tanto que para el principal estudioso del Instituto de Reformas Sociales, Palacio Morena, la creación del Ministerio presenta rasgos involutivos, para otros autores, como por ejemplo el historiador Tuñón de Lara, fue un signo de contemporaneidad y, por tanto, un elemento positivo para el desarrollo de la política social española. El déficit democrático del sistema político diseñado por Cánovas en forma de un bipartidismo pacífico, turnista y solidario basado en la manipulación electoral, significaba que las demandas y expectativas de amplios sectores de la población no eran directamente tenidas en cuenta en la acción de gobierno. Aunque la principal virtud del entramado canovista fue la pacificación política, ante la emergencia y agravamiento del conflicto social, sus esquemas de pacificación fracasaron. En este contexto, la asunción de los problemas de determinados sectores sociales (la «cuestión social») por parte de algunos líderes políticos concretos (Dato, Canalejas, Maura) fue lo que permitió el avance de la reforma social. En tal asunción se entrelazaban planteamientos ideológicos, humanitarios, tácticos y políticos que dieron como resultado una trayectoria vacilante y accidentada de la reforma social. Ante la lentitud de la reforma, los desfavorecidos no permanecieron quietos e intentaron formular sus propias soluciones, tanto desde enfoques transaccionistas como revolucionarios. Por otro lado, la propensión de algunos sectores patronales a la solución represiva, hace que no se pueda proclamar sin más una intención instrumental o defensiva de la reforma social, por cuanto su inclinación a la «mano dura» y a reclamar la intervención de las fuerzas de orden público y del Ejército parecían negar cualquier concesión social a REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ los obreros. Por ello, da la sensación de que el Estado, como tercer protagonista de la «cuestión social», se veía a menudo entre la espada y la pared. Como quiera que el conflicto social no parecía atajarse con la represión ni con las medidas de corte humanitario y caritativo que los propios patronos habían puesto en marcha, la filosofía reformista fue ganando terreno y acabó por ligarse a los postulados intelectuales (fundamentalmente el krausismo y el catolicismo social) que reclamaban una mayor intervención del Estado en el ámbito sociolaboral contradiciendo los principios originales del liberalismo individualista. A partir de entonces se va a asistir a una escalada del intervencionismo estatal que desde 1917 se consolida con carácter definitivo. Una intervención que ha sido calificada por Montoya Melgar de moderna y racional5 por cuanto centra su atención en las causas económicas del malestar social en vez de limitarse a constatar sus malas condiciones de vida y trabajo e intentar solucionar sus manifestaciones concretas (mala alimentación, escasa alfabetización, condiciones higiénicas deficientes, etc.) y, a la vez, por cuanto se manifiesta en un decidido intervencionismo estatal. En semejante cambio de rumbo tuvo mucho que ver el Instituto de Reformas Sociales. A modo de síntesis previa de la situación en la que se inscribe en nuestro país el despertar del intervencionismo estatal y la reforma social, podemos recordar las siguientes palabras de Gómez Molleda: «la España de comienzos del siglo XX, desfasada cronológicamente de la Europa del gran capitalismo, generó a comienzos de aquel siglo demandas sociales de menor cabotaje y urgencia que en el resto de los países, pero los riesgos y problemas vitales de las clases trabajadoras españo- 5 A. M ONTOYA MELGAR , Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España (1873-1978), Civitas, 1992, p. 83. las, su precariedad de vida, la inseguridad en el trabajo, los riesgos de la salud y de la edad, el paro, no dejaron de presentarse con un ritmo cada vez más acelerado a medida que el país transformaba sus estructuras económicas, hasta llegar a sincronizar con el momento europeo»6. Tal es la situación ante la que, llegado cierto momento, los gobiernos de la Restauración se ven obligados a intervenir, en primer lugar, según la interpretación más común, con el objetivo de preservar el propio sistema político y el orden social, pero también como reflejo de las corrientes ideológicas que empezaban a ganar terreno en Europa postulando el abandono de la filosofía del laissez faire y la necesidad de un intervencionismo estatal corrector, tanto económico como social. El reformismo social cobró al principio la forma de una preocupación por conocer y analizar las condiciones en las que se desenvolvían el trabajo y la vida del obrero para desde ahí, establecer medidas que mejoraran su situación vital y laboral, y previnieran el estallido o la agudización de las tensiones sociales. Se trataba de «conocer para solucionar»7. Nos situamos así ante el denominado «intervencionismo científico» que en España tiene su mejor expresión en el Instituto de Reformas Sociales, pero que ya se inicia con la Comisión de Reformas Sociales, y que se prolongará hasta 1920, año en que se crea el Ministerio del Trabajo que, como señaló López Pena, representa el paso al «intervencionismo administrativo»8. No obstante, pese 6 D. GÓMEZ MOLLEDA, «La historia de los seguros sociales en la España del siglo XX: una laguna historiográfica», en F. MONTERO GARCÍA, Los seguros sociales en la España del siglo XX: orígenes y antecedentes de la previsión social, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1988, p. XV. 7 J.Z ARCO, «Notas sobre el Instituto de Reformas Sociales y las tres historias de la sociología española», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 86 (1999), pp. 129-152, p. 143. 8 I. LÓPEZ PENA, «Los orígenes del intervencionismo laboral en España: el Instituto de Reformas Sociales», Revista de Trabajo, 25/1 (1969), p. 43. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 143 ESTUDIOS a estos y otros precedentes, las circunstancias históricas que condujeron a la creación del Ministerio del Trabajo se remontan más claramente a la segunda década del siglo XX. Es en este decenio cuando, dentro del sentimiento regeneracionista que había surgido tras el Desastre del 98 y que tuvo su correlato en la exigencia de emprender reformas desde el Estado (entre ellas las de carácter social), se empieza a plantear la creación de un Departamento ministerial de corte social como el que poseían otros países. Como vemos, la política social (en tanto política pública) es anterior al surgimiento de los Ministerios de Trabajo, fenómeno en realidad posterior y que viene a representar su consolidación. De hecho, la creación de Departamentos ministeriales especializados en las cuestiones sociolaborales puede interpretarse en sí misma como una medida de política social. Uno de los modernos teóricos del maganement, Alfred Chandler9, sostiene que, en las organizaciones, la estrategia determina la estructura de las mismas, o, dicho de otro modo, que la estructura forma parte de la estrategia. Si aplicamos esta idea a la política pública, cabría pensar que las «estrategias» que elige el Estado para intentar resolver un problema público, determinarán la estructura organizativa del Estado en ese área de acción. Partiendo de ello, podemos considerar que las diversas formulaciones organizativas que manifiesta la intervención social del Estado restauracionista remiten, a su vez, a estrategias diversas ante la «cuestión social». La primera de tales estrategias es el denominado «intervencionismo científico» que se corresponde con las experiencias institucionalizadoras de la Comisión y el Instituto de Reformas Sociales. A raíz del empeoramiento de la situación económica y social que se registra en España desde 1917, dicho enfoque va a entrar en crisis y a ser sustituido por la estrategia del «intervencionis- 9 A. CHANDLER, Strategy and structure, MIT Press, 1962. 144 mo administrativo» articulada en torno al Ministerio del Trabajo. Por otro lado, conviene advertir que a lo largo de este artículo y en relación con la noción de «política pública» (policy), nos valemos de la definición de Dye, para quien política pública es todo lo que los gobiernos deciden hacer o no hacer10. Como señala Subirats, las políticas públicas, como forma de intervención de los poderes públicos, son respuestas que éstos intentan dar a los problemas11. Partiendo de esa importancia que se concede a los «problemas públicos», el enfoque de políticas públicas también nos enseña que, en realidad, los problemas a los que responden las políticas no tienen existencia objetiva, «sino que son construidos, definidos subjetiva e interesadamente por un observador», de forma que «actores distintos entenderán el problema planteado de manera diferente, reflejando en sus respectivas definiciones sus propios intereses y valores»12. Este fenómeno de construcción de los problemas públicos resulta crucial para comprender cualquier política pública, en cualquier época y en cualquier país. Así, aquellas personas (políticos, burócratas, expertos, etc.) y grupos (grupos de interés, partidos políticos, etc.) que intervienen en la construcción de los problemas determinan de algún modo el rumbo de la política. Un buen ejemplo lo constituye precisamente el tema de la «cuestión social». Durante los primeros tiempos, la construcción de este problema se efectuó en términos de orden público suscitando políticas básicamente de represión y control, o, como mucho, de beneficencia. Esto explica que la primera respuesta pública al problema social recayera en el Ministerio de la Gobernación. La labor del Instituto de Reformas Sociales, donde se 10 Cit. en J. SUBIRATS HUMET, Un problema de estilo: la formación de políticas públicas en España, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1992, p.13. 11 Ibid. 12 M. TAMAYO SÁEZ, «El análisis de las políticas públicas», en R. B AÑÓN Y E. C ARRRILLO (comps.), La nueva Administración Pública, Alianza, 1997, P. 286. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ van a dar cita el Gobierno y los dos principales actores de la «cuestión social», patronos y obreros, va a propiciar una nueva construcción del problema por cuanto los estudios, debates y reflexiones del Instituto comenzaron a poner de relieve sus causas socioeconómicas propiciando el tránsito al enfoque de la política social propiamente dicha que refleja un reconocimiento por parte del Estado de que esa nueva responsabilidad forma parte de su razón de ser13. A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX, el Instituto va a figurar como un actor fundamental en la construcción del problema social y, por tanto, en el rumbo que va a tomar la política sociolaboral. 2. INICIOS DEL INTERVENCIONISMO SOCIAL DEL ESTADO: AGENDA POLITICA Y POLITICA SOCIAL DURANTE EL TRAMO FINAL DE LA RESTAURACION Al abordar el estudio de los orígenes del Ministerio de Trabajo en tanto vinculados a la desaparición del Instituto de Reformas Sociales hemos de situar nuestro punto de partida, por tanto, en la consideración de que el desarrollo de una Administración ad hoc, constituye en sí mismo un elemento de política social. Tras unos momentos inaugurales marcados por el debate sobre la conveniencia y legitimidad de la intervención del Estado en materia social14 que tienen su principal for- 13 K.H. M ETZ, «From pauperism to social policy: towards a historical theory of social policy», International Review of Social History, XXXVII (1992), p. 334. 14 M ONTERO ha señalado los factores que influyen en la conformación de una corriente pro-intervencionista, muy ligada al krausismo y otros idearios de la época de procedencia alemana, italiana o francesa, (F. MONTERO GARCÍA, Orígenes y antecedentes… p. 16-19), incluido el catolicismo social. Sin embargo, como se ha visto, ese fermento intelectual no es el único factor que explica el triunfo de la corriente pro-intervencionista. En todo caso, la corriente intelectual pro-intervencionista difundió en España las experiencias extranjeras, sobre todo su mulación institucionalizadora en la Comisión de Reformas Sociales, el reformismo social despega definitivamente a raíz del Desastre del 98 y la ola de regeneracionismo que a partir de entonces invade la vida nacional. Será al vincularse al «regeneracionismo político» cuando la reforma social cobre impulso combinándose con un creciente intervencionismo estatal. La desaparición de los dos artífices de la Restauración, Cánovas y Sagasta, propiciará el ascenso al poder de nuevos dirigentes políticos (Silvela, Maura, Canalejas, Dato) que van a profundizar en ese todavía vacilante intervencionismo estatal intentando llevar adelante una reforma social en cuyo contexto se promulga la primera legislación sociolaboral española. En efecto, la desaparición de los dos veteranos líderes (Cánovas fue asesinado en 1897 y Sagasta falleció a comienzos de 1903), dejó a conservadores y liberales enfrentados a un problema de liderazgo cuya resolución se ligó al «regeneracionismo político» y, por ahí, a la aparición de Antonio Maura y Eduardo Dato entre los conservadores, y de José Canalejas en las filas liberales. El primero que promovió esta intervención social del Estado fue Eduardo Dato. Desde su puesto de ministro de la Gobernación en el Gabinete de Silvela, al que se ha calificado de «primer Gobierno regeneracionista», Dato va a promover y lograr la aprobación en 1900 de la Ley de accidentes de trabajo y de la Ley de condiciones de trabajo de las mujeres y los niños que marcan el auténtico punto de arranque de la política social española15. En términos generales, el regeneracionismo llevado a la política fue una etapa de justificación filosófico-moral y política, y dispuso de cauces para introducir la cuestión social entre las preocupaciones del Gobierno y, así, iniciar la política social en nuestro país. 15 CARLOS SECO, refiriéndose a los proyectos y realizaciones de Dato y Canalejas, ha hablado de una «inflexión social de la Restauración» ( v. C. SECO SERRANO, «La inflexión social de la Restauración: Dato y Canalejas», en C. GORTÁZAR, Nación y Estado en la España liberal, Noésis, 1994, pp. 195-238). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 145 ESTUDIOS voluntad reformista que afectó positivamente a la reforma social y al avance del intervencionismo estatal que venía propugnándose ya desde finales del siglo XIX. A ello contribuyeron además otros factores como la difusión del krausismo y el catolicismo social entre un sector de la burguesía, el miedo a la revolución que suscitaba la reaparición del movimiento obrero y las doctrinas anarquistas y socialistas, la imitación de las experiencias extranjeras que ofrecía un vigoroso modelo de éxito en la política económica y social de la Alemania de Bismarck, y, por supuesto, la propia voluntad de determinados líderes políticos en algunos casos influidos por aquellas corrientes intelectuales. Al analizar las circunstancias que hicieron posible en España el reformismo social es ya un lugar común referirse a la elite intelectual reformista (entre la que se encontraban algunos políticos) y al debate público que promovió a finales del siglo XIX en torno al papel del Estado en la «cuestión social»16. A los efectos de nuestro artículo, no resulta tan importante explicar el surgimiento y desarrollo de ese debate y de la elite reformista que lo promovió, como determinar en qué momento, por qué y cómo, los portadores de las ideas reformistas tuvieron acceso a los órganos del poder (Gobierno, Parlamento, Administración) logrando con ello la posibilidad de volcar su ideario reformista en la acción política del Estado. Parece claro que para que los reformistas pudieran llevar a cabo sus proyectos debían disponer de alguna capacidad de influir sobre la acción gubernamental, de ahí la trascendencia de la incorporación de algunos intelectuales reformistas, sobre todo los krausistas, primero a la Comisión de Reformas Sociales (en especial Azcárate) y luego al Instituto de Reformas Sociales (el propio 16 Un buen resumen de este debate puede verse en F. M ONTERO, «La polémica sobre el intervencionismo y la primera legislación obrera en España, 1890-1900», en Revista de Trabajo, 59-60 (1980), pp. 121-165 y 61-62 (1981), pp. 35-91. 146 Azcárate y el llamado «grupo de Oviedo»). En este sentido, además de Moret, él mismo krausista, fueron sobre todo Canalejas y Maura quienes más impulso dieron a esa incorporación. No se puede dejar de destacar la trascendencia que tendría para el devenir de la reforma social la iniciativa de Canalejas de vincular a la acción gubernamental a un grupo de intelectuales de filiación krausista y provenientes en su mayoría de la Universidad de Oviedo, en especial a Adolfo González Posada y Adolfo Alvarez Buylla, al objeto de que organizaran y pusieran en marcha el organismo que había de llevar adelante sus proyectos de reforma social: el Instituto del Trabajo, presentado como proyecto ante las Cortes en 1902. Si bien el proyecto no logró la aprobación del Senado, al año siguiente, y por efectos de la propia sistemática del turnismo, era el partido conservador el que se hallaba en el Gobierno y a él correspondió reavivar el proyecto del Instituto, optando por contar de nuevo con los hombres del grupo de Oviedo que Canalejas había traído a Madrid. Nace así el Instituto de Reformas Sociales con un perfil bastante parecido al Instituto del Trabajo17. Así, si bien correspondió sobre todo a los conservadores la empresa de construir una Administración sociolaboral, en ello aprovecharon proyectos y realizaciones de los liberales como son la Comisión de Reformas Sociales creada en 1883 por Moret, y, en especial, del Instituto del Trabajo de Canalejas. 17 Según P OSADA, el Instituto de Reformas Sociales no hubiera adoptado su forma característica «sin la fuerte y decisiva sugestión del Instituto del Trabajo (v. A. POSADA, «Recordando al Instituto de Reformas Sociales», Revista Internacional del Trabajo, vol. II, nº 2 (1930), p. 117). En cuanto a su cambio de nombre, un jurista de la época afirmaba que «la denominación adoptada, Instituto de Reformas Sociales, en vez de Instituto del Trabajo, nombre empleado en el proyecto de 1902, daba a entender que mientras éste se concretaba a los problemas del trabajo, la nueva institución iba a abarcar, además, otros asuntos también encerrados en la cuestión social» R. MARÍN Y LÁZARO, «El Instituto de Reformas Sociales», en Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, Congreso de Valencia, tomo VI, sección 5ªCiencias Sociales, Madrid, 1911, pág. 75. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ Con estos antecedentes, el Gobierno Silvela va a proceder a crear el Instituto de Reformas Sociales en 1903 al parecer por iniciativa de Antonio Maura, a la sazón Ministro de la Gobernación18. La historia social ha venido manejando dos tipos de explicaciones en torno a los comienzos del intervencionismo social del Estado y, en general, sobre los orígenes de la política social en los países europeos. Por un lado están las tesis que sostienen que dicha política es resultado de la presión ejercida sobre los gobiernos por las organizaciones obreras en demanda de mejores condiciones de trabajo, regulación de las relaciones laborales, seguros sociales, etc. Desde este enfoque, las políticas sociales vendrían a ser una conquista de los trabajadores organizados. Por otro, quedan aquellas otras interpretaciones que ven en el Estado un instrumento al servicio de los intereses de los sectores sociales que detentan el poder económico y que, llegado cierto momento, van a reaccionar defensivamente ante la «cuestión social» por temor a la revolución, ofreciendo ciertas concesiones a los trabajadores en forma de políticas sociales. De acuerdo con ambas tesis, el Estado actuaría siempre movido por condicionantes o presiones externas a él. Sin embargo, ambas interpretaciones presuponen que los sectores y clases sociales actúan como entes homogéneos y con comportamientos uniformes y racionales basados en intereses de clase o grupo, lo cual, en realidad, no resulta tan claro19. Por otro lado, estos enfoques tampoco explican satisfactoriamente por qué determinadas políticas resultan 18 J. VELARDE, 1900-2000, historia de un esfuerzo colectivo: cómo España superó el pesimismo y la pobreza, vol.I, p. 31 y p. 315. 19 Como indica M ERRIEN, «históricamente, la posición de las clases burguesas, lo mismo que la de las clases medias o las clases obreras, raramente ha reflejado una posición de clase homogénea» (v. F.-X. MERRIEN, «Etat et politiques sociales: contribution à une théorie ‘néoinstitutionnaliste», Sociologie du travail, 3 (1990), p. 276). incongruentes, tanto en sus planteamientos como en sus resultados, con las presiones sociales que presuntamente las originan. El caso español también parece participar de este fenómeno. De entrada, constituye un lugar común afirmar que hasta la coyuntura propiciada por la I Guerra Mundial, el movimiento obrero careció de fuerza y cohesión, y que, por tanto, los inicios de la política social no pueden explicarse del lado de sus presiones reivindicativas sobre los gobiernos20. Por otra parte, aunque durante cierto tiempo se manejó la explicación defensiva, hay un sector de historiadores que rechazan que fuese el empresariado español el que dictara las políticas sociales y económicas seguidas por los gobiernos de la Restauración21. A este respecto el caso de Dato resulta paradigmático pues, aunque como es sabido poseía fuertes lazos con el mundo empresarial, y de hecho participaba en el Instituto de Reformas Sociales como representante de la patronal, fue el primer gobernante que promovió seriamente la legislación social, ganándose por ello la hostilidad de algunos sectores de la patronal que lo acusaban de socialista encubierto mientras que los propios socialistas le echaban en cara sus objetivos alicortos y contemporizadores22. Lo mismo podría decirse 20 Así, por ejemplo, dice FELICIANO MONTERO que entre 1890 y 1914 «la presión obrera y popular era todavía relativamente escasa, por lo que es discutible establecer un estrecho paralelismo, como a menudo se ha hecho, entre reivindicación obrera y reforma social (o considerar las reformas sociales como conquistas obreras arrancadas mediante presión). Más bien parece que las iniciativas de los propagandistas y políticos de la reforma social obedecieron más a impulsos propios, copias con frecuencia de iniciativas europeas, que a presiones o amenazas externas» (F. MONTERO, «Conservadurismo y cuestión social», en J. T USELL, F. MONTERO, J.M. MARÍN (eds.), Las derechas en la España contemporánea, Anthropos, 1997, p. 59). 21 M. CABRERA, F. DEL REY REGUILLO, El poder de los empresarios: política y economía en la España contemporánea (1875-2000), Taurus, 2002, pp. 142-144 y 147ss. 22 C. SECO, «La inflexión social...», p. 202. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 147 ESTUDIOS del proyecto de Instituto del Trabajo de Canalejas derribado en el Senado, cámara especialmente conservadurista dominada por las oligarquías más rancias de la España de entonces. Recientemente, Carlos Arenas ha propuesto un nuevo argumento que descubre en una especie de coalición entre determinado sector de la patronal y de los trabajadores a la promotora de la política sociolaboral de la Restauración23. Este autor advierte la posibilidad de que a partir de los años de la I Guerra Mundial se estableciera en España una «unión sagrada» entre la gran empresa industrial y los obreros frente a la oligarquía agraria con el propio consentimiento del sindicalismo socialista. Esta «unión sagrada» presionaría sobre los Gobiernos en defensa de sus intereses que no eran otros que unas políticas sociolaborales uniformes para todo el territorio nacional. Como quiera que las capacidades interventoras del Estado en el terreno sociolaboral eran aún débiles, una parte de dicha política obligaba a fortalecer al 23 Para este autor, en los países europeos se forjó una «unión sagrada» entre las grandes empresas y sus trabajadores frente a los intereses de las pequeñas empresas, los terratenientes y las clases mercantiles que eran por naturaleza contrarias al monopolio al que tendía la gran industria. Semejante unión perseguía, en última instancia, transferir al Estado los gastos que comportaban «las políticas de bienestar industrial» que la gran empresa había puesto en marcha a fin de disponer de una mano de obra estable, sana y leal. Como quiera que a finales del siglo XIX ese paternalismo empresarial resultaba excesivamente complejo y costoso, en parte por las grandes exigencias burocráticas que planteaba, se pensó en recurrir al Estado como solución al problema. En segundo lugar, siempre según este autor, la gran empresa había establecido un intercambio con sus trabajadores, ofreciendo seguridad en el empleo a cambio de un acatamiento a los nuevos métodos del management científico que empezaban a difundirse en Europa. Por último, la legislación social lleva aparejada una homogeneización dentro de cada país de los sistemas de relaciones laborales y de protección social facilitando así la integración de los mercados nacionales (C. ARENAS POSADAS, «Los inicios de la intervención del Estado en materia de asistencia social y de relaciones laborales», en A. GALÁN GARCÍA (coord.), Intervención pública en las relaciones laborales, Tecnos, 2000, pp. 17-18. 148 Estado central, algo que se emprendió a partir de 1920 con la creación del Ministerio del Trabajo y los proyectos de homogeneización de las relaciones laborales y la protección social, y hasta con la supresión del Instituto de Reformas Sociales24. Todo lo anterior nos permite descubrir que tampoco en la historiografía española existe acuerdo sobre qué sectores sociales estuvieron detrás de los orígenes de la política sociolaboral. Tales dificultades interpretativas parecen conducirnos a la necesidad de interrogarnos sobre la posibilidad de que existieran otros factores y otros actores tras la reforma social y el intervencionismo estatal. En concreto el propio Estado, del que acaso habría que reconsiderar su actuación como un tercer agente dotado de cierta autonomía con relación a los intereses constituidos en la sociedad y, por tanto, con capacidad para formular políticas que no fueran simples respuestas a las demandas e intereses de sectores sociales concretos. Este planteamiento, en todo caso, obliga asimismo a preguntarse acerca de las razones y los modos por los que el Estado de la Restauración formulaba políticas «autónomas» con respecto a los intereses de los sectores sociales dominantes o con capacidad de presionar sobre él25. Aun así, tampoco se trata de negar la capacidad de los sectores sociales para influir en la formulación de las políticas públicas, sino más bien de remitirlas a la fase de construcción de los problemas. En este sentido, Merrien afirma que «ciertamente los hombres situados en la cima del Estado, o próximos a ella, desempeñan un papel fundamental en la elaboración de nuevas soluciones pero a partir de ideas que se originan en círculos más amplios que el propio Estado»26. 24 ARENAS POSADAS, Op. cit., p. 21-22. Así, MERCEDES CABRERA y FERNANDO DEL REY REGUILLO se refieren a la relativa independencia con la que se movieron los «políticos profesionales» de la Restauración a la hora de adoptar o diseñar las políticas públicas (v. M. CABRERA, F. DEL REY REGUILLO, Op. cit., p. 99-101). 26 MERRIEN, Op. cit., p. 293. 25 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ Lo que se acaba de exponer invita a analizar los orígenes de la reforma social española concediendo un papel más importante y autónomo al propio Estado restauracionista. Partiendo de ello, al intentar indagar acerca de las causas que motivaron o pudieron motivar esa actuación «estatista» parece que hay que manejar una serie de factores que actuaron entrelazadamente y que impiden cualquier explicación monocausal. La conjunción de causas no es, sin embargo, algo exclusivo del caso español, sino que ya ha sido señalada con carácter general para los países industrializados27. Entre nosotros, Feliciano Montero afirma que «en España, como en otros países, la reforma social no fue tanto ni sólo consecuencia mecánica de un determinado desarrollo de las fuerzas económicas o fruto de la presión social, sino el resultado de la convergencia de diversos factores entre los que no se puede descuidar el ideológico o mental»28. Así, de entrada, habría que considerar el peso del ejemplo extranjero, la difusión de ideologías prointervencionistas como el krausismo y el catolicismo social, el espíritu regeneracionista, las voluntades personales y la propia tendencia incrementalista de las políticas públicas. Con relación al peso del ejemplo extranjero sobre los orígenes de la reforma social española se ha señalado que tanto en la primera legislación sociolaboral española como en la doctrina que genera en su derredor, es cons- 27 «El papel del Estado en el desarrollo de la política social entre 1870 y 1914 no tiene una única causa decisiva, sino que cada país constituyó, en este ámbito, un mundo a parte cuya evolución se explica por un conjunto de causas que forman un todo ‘sui generis’ en el que se conjugaron influencias de tipo económico (renta per capita), sociológico (importancia del sector rural), político (democratización) y personales (Bismarck, Lloyd George, etc.)». v. P. DE LAUBIER, L’age de la politique sociale: acteurs, ideologies, realisations dans les pays industrialisés depuis 1800, Editions Techniques et Economiques, 1978, p. 87. 28 F. MONTERO, «Conservadurismo y cuestión social», p. 59. tante la referencia al ejemplo extranjero y a la necesidad de incorporar a España al grupo de los países más avanzados en el campo social. Incluso en el nacimiento de la propia «cuestión social» también tuvo mucho que ver el ejemplo extranjero. A partir de ello cabría considerar que el factor imitación o mimetismo jugó un papel importante en los orígenes del intervencionismo estatal y de la política social en España29. Como ya se ha dicho, al entrar en el siglo XX, latía en España una especie de sentimiento generalizado en torno a la necesidad de ser «contemporáneos» y, por tanto, asemejarse a los países más avanzados» 3 0 . Por su parte, el economista Juan Velarde ha destacado el predicamento que el modelo económico alemán, y su política social asociada, alcanzó entre los gobernantes de la Restauración, sobre todo en Cánovas y, posteriormente, en Antonio Maura31. Será Maura 29 Según M ONTERO, («Consevadurismo y cuestión social, p. 61) «la reforma social en España se plantea y avanza muy estrechamente vinculada al reformismo social europeo. Una minoría de la elite gobernante e intelectual española lee los libros de los reformistas, conoce las leyes y las instituciones sociales que se están implantando en Alemania, Francia, Bélgica, y participa en las instancias internacionales promotoras de la reforma social». PALACIO MORENA escribe que «La cultura o ‘civilización’ europea, a pesar del relativo aislamiento español, va a tener una influencia innegable en el nacimiento de la ‘cuestión social’ en España. Las corrientes ideológicas reformistas o revolucionarias, y el clima sociopolítico europeo que subyace tras ellas, marcaron decididamente los orígenes del problema social en la España del siglo XIX» (v. PALACIO MORENA, La institucionalización... p. 111). 30 Para TUÑON DE LARA, la creación del Ministerio del Trabajo en 1920 «representa el reconocimiento de la línea axial de la contemporaneidad «M. TUÑÓN DE LARA »Prólogo: las transformaciones estructurales en el primer tercio del siglo XX», en J.L. GARCÍA DELGADO, J. SÁNCHEZ JIMÉNEZ, M. TUÑÓN DE LARA, Los comienzos del siglo XX: la población, la economía, la sociedad (1898-1931), Historia de España fundada por Ramón Menéndez Pidal, Tomo XXXVII, p. XII y XXXV. 31 Según VELARDE, «España pasó a mirarse en el espejo germano», de suerte que el éxito del modelo alemán «actuó como una especie de mensaje que no podían por menos de escuchar los dirigentes de la política económica española (...) Se inicia así una marcha hacia la autarquía entendida como nacionalismo económico, que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 149 ESTUDIOS quién más profundice en este modelo (no en vano Velarde lo denomina «Bismarck ibérico») con efectos directos sobre la configuración y desarrollo de la Administración sociolaboral como más adelante veremos. Por otro lado, si, como afirma Hugh Heclo, una vez que se ha puesto en marcha una política pública sucede que «hasta las creaciones más innovadoras se encuentran decididamente moldeadas por el contenido de la política precedente»32, cabría considerar que el Instituto de Reformas Sociales marca una especie de punto de no retorno a partir del cual va a ir creciendo el intervencionismo social del Estado33. Desde este punto de vista, si bien limitada, la vía reformista promovida en España por los herederos políticos de Cánovas y Sagasta e inaugurada por Eduardo Dato en 1900 será recogida y ampliada por el Instituto y la gran influencia que llegó a alcanzar. Esta tendencia incrementalista de las políticas públicas, si bien no explica su surgimiento, sí permite entender su posterior desarrollo. El reconocimiento o la sospecha de que no existe una causa única que explique los orígenes de la política social española, ha llevado a proponer nuevas interpretaciones entre las cuales empieza a emerger el progresivo reco- pronto enlazará con instituciones cartelizadoras (...) y con decisiones de política social que pretenden seguir el sendero, desde 1883 y con la Comisión de Reformas Sociales, del socialismo de cátedra. En 1900 Dato iniciará, aún con pasos vacilantes, lo que después se llamará seguridad social» (VELARDE, Op. cit., p. 28). 32 HECLO, Op. cit. p.5. 33 Desde el enfoque del análisis de políticas públicas, se ha señalado el fenómeno de «los deseos de crecer de las organizaciones públicas», de suerte que tienden a ampliar sus agendas a fin de asegurar su supervivencia (TAMAYO SAEZ, Op., cit., p. 292). De ello puede constituir un ejemplo el propio Instituto de Reformas Sociales, que, como señala PALACIO MORENA (La institucionalización... p. 93-94) va a ir ampliando su agenda inicial en torno a la cuestión social (condiciones de trabajo y relaciones laborales) a viviendas baratas, emigración, mendicidad, sindicalización, crédito agrícola, etc. 150 nocimiento del Estado como un actor, más o menos independiente, de la historia social. Sin embargo, ese «descubrimiento» del papel de un Estado con cierto grado de autonomía con relación a los intereses de los grupos sociales, obliga a distinguir, a su vez, entre los elementos del mismo directamente vinculados con lo que se suele denominar «nivel político» (esto es, los políticos profesionales) y los burócratas integrados en la Administración. A propósito de ello, aunque la tesis clásica sostenía que al nivel político (Gobierno, Parlamento) corresponde la decisión y a la Administración la ejecución, posteriormente se ha destacado que los burócratas también han sido capaces de intervenir en las decisiones políticas. Por ello cabe preguntarse sobre el papel que desempeñó la Administración, o más en concreto los técnicos y burócratas en ella integrados34, en el desarrollo de la reforma social. En este sentido el precedente clave es la reunión de un grupo de intelectuales, profesionales y políticos en el seno de la Comisión de Reformas Sociales y, sobre todo, del Instituto de Reformas Sociales y el Instituto Nacional de Previsión, que, por encima de sus diferencias ideológicas, irán adquiriendo el protagonismo de la reforma social española. Además, la experiencia del Instituto de Reformas Sociales es susceptible de contemplarse como una experiencia pionera de profesionalización de la Administración como parecen sugerir Jover y Gómez-Ferrer35, lo 34 Hace algunos años HECLO planteaba la hipótesis de que las políticas sociales en Gran Bretaña y Suecia no fueron tanto el resultado de presiones sociales, como invención de los burócratas y los expertos. V. HECLO, Op. cit. 35 Así lo sugieren estos autores cuando, al referirse a la acción gubernamental durante el reinado de Alfonso XIII, dicen que «Los ministros no suelen disponer ni del alto personal técnico especializado, capaz de asesorar sus decisiones –a excepción del Instituto de Reformas Sociales, algunos organismos del Ministerio de Hacienda...–, ni del tiempo y el sosiego necesario para estudiar los problemas, agobiados como están por la ‘firma’ de ingentes cantidades de papel y por la atención que han de prestar a numerosas visitas que consumen estérilmente la mayor parte de la jornada», J.M. JOVER ZAMORA, G. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ cual de nuevo nos coloca ante la tesis de la influencia de los burócratas sobre el proceso de políticas públicas. A propósito de ello no hay que olvidar que hasta el Estatuto de Maura (1918) la función pública española quedaba a merced de los vaivenes políticos y el sistema de cesantías que lastraban el desarrollo de una Administración burocrática moderna por razones de desprofesionalización y clientelismos. Durante todo el siglo XIX, la Administración había estado dominada por la cuestión de las cesantías que obviamente hacían imposible una influencia sostenida por parte de los burócratas en las políticas públicas. En tales condiciones es lógico que el Instituto de Reformas Sociales (que siempre tuvo a gala el estar por encima de partidismos) asumiera un papel principal en el diseño de las políticas sociales del momento, aun cuando en muchas ocasiones el Gobierno desoyera o hiciera caso omiso de sus propuestas. A raíz del Estatuto de Maura, los funcionarios pudieron comenzar a convertirse en profesionales de la Administración, y empezar a acaparar cualificaciones técnicas y administrativas que les fueron poniendo en condiciones de influir en las agendas y en la formulación de las políticas públicas. Síntoma acaso de esta creciente importancia de los burócratas fue la creación del Ministerio del Trabajo en 1920 que acabó por provocar la desaparición del Instituto cuatro años después. Tampoco cabe desconocer que el Ministerio se pudo beneficiar de la incorporación de parte del personal del Instituto, con lo que logró un nivel de cualificación y profesionalización del que no disponían los demás ministerios civiles, salvo Hacienda. A partir de entonces emerge el Ministerio del Trabajo como un actor principal de la política social española. De igual forma tampoco se debe minimizar el papel jugado por las voluntades personales GÓMEZ-FERRER, J.P. FUSI AIZPURÚA, España: sociedad, política y civilización (siglos XIX-XX), Debate, 2001, pp.521522. de los políticos de la época. Tal es el caso de Eduardo Dato, promotor del Ministerio del Trabajo y «peso pesado» de la política social de su tiempo, que se hallaba muy influido por las ideas que defendían la necesidad de la intervención del Estado para corregir las consecuencias negativas de la libre competencia postulada por el liberalismo. En parecidos términos deberíamos hablar de la influencia de los proyectos y realizaciones en materia de reforma social tanto de Canalejas como de Maura. Pero al reivindicar el papel de las voluntades e inquietudes personales de determinados líderes políticos, junto a las influencias que éstos pudieron recibir de las ideologías reformistas que circulaban en Europa y en España, también hay que reparar en la evolución de la política española durante el primer cuarto del siglo XX. Como se ha dicho, consumado el Desastre del 98, la «cuestión social» se va a ir configurando como uno de los problemas críticos de la agenda de gobierno junto a otros como el catalanismo, la guerra de Marruecos, las Juntas de Defensa o la propia reforma política. En este entorno, la especial sensibilidad regeneracionista de los inicios del nuevo siglo hará que algunos de los nuevos líderes que pugnaban por suceder a Cánovas y Sagasta al frente de sus partidos, abrazara la causa regeneracionista. Este fue el caso de Francisco Silvela y Antonio Maura, que tras la desaparición de Cánovas se habían ido perfilando como jefes de los conservadores, y de José Canalejas en el partido liberal. El auge regeneracionista, unido al progresivo empeoramiento del conflicto social y la reorganización del movimiento obrero, irán haciendo ver que la solución de Moret en forma de Comisión informadora era insuficiente. Quienes primero lo vieron fueron los conservadores, en especial Dato, quien al acceder a la cartera de Gobernación en 1899 se aprestó a promover las primeras medidas de política social con las leyes de 1900 que abordaban dos de los principales resortes de la política social intervencionista: la regulación de las condiciones de trabajo (Ley sobre el trabajo infantil y femenino) y la previsión REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 151 ESTUDIOS social (Ley de accidentes de trabajo). Sin embargo, Dato chocó con la reacción negativa de una parte importante de la patronal y con el escepticismo de las organizaciones obreras. Esto, junto con los vicios del turnismo y la emergencia de nuevos y graves problemas que también amenazaban el sistema restauracionista, fueron poniendo frenos a la política social, obligando a posponerla y a mantener vigentes las construcciones del problema en términos de orden público y represión que, lejos de remediarlo, tuvieron el impacto contrario provocando la agudización y radicalización del conflicto social. En todo caso, su obra legislativa, desarrollada reglamentariamente en ese mismo año, fija un punto de partida a partir del cual va a emprenderse una política social de signo incrementalista. En los años siguientes, y con relación al desarrollo de la Administración sociolaboral, destaca la fundación del Instituto de Reformas Sociales en 1903, recayendo sobre él en lo sucesivo el impulso de la reforma social en el terreno laboral, y el Instituto Nacional de Previsión en 1908, encargado de promover la previsión social. Con ello, al crearse dos instituciones estables, las bases de la reforma social parecían consolidarse al empezar a sustraerse al azar que representaba depender de la aparición de líderes políticos que la promovieran. El progresivo arraigo de la idea de la actuación de los poderes públicos sobre la «cuestión social» hizo que el entramado institucional sobre el que debía articularse se desarrollara asimismo gradualmente. Aun así, ya desde 1908 se detectan partidarios de crear un Departamento ministerial especializado, algo que, inevitablemente, abría incertidumbres sobre la propia existencia del Instituto. Por ello, no es de extrañar que cuando en 1914 el Gobierno presidido por Eduardo Dato sometiera al propio Instituto el proyecto de creación de un Ministerio del Trabajo, el informe correspondiente aconsejara su aplazamiento. Por fin, tras diversos intentos, tanto de conservadores como de liberales, será de 152 nuevo Dato quien establezca el Ministerio del Trabajo en 1920. 3. LOS ANTECEDENTES DEL MINISTERIO DEL TRABAJO Durante el primer cuarto del siglo XX el reformismo va a constituir el enfoque principal de la política social y para ello, lo primero que hubo de hacerse, fue estudiar y analizar la «cuestión social» con la finalidad de tomar ulteriormente las medidas legales oportunas. Es la etapa del «intervencionismo científico» que tiene su mejor exponente en el Instituto de Reformas Sociales. En el seno de esta institución se empiezan a desarrollar los estudios sociológicos36, la estadística social37, la documentación, etc. En principio el objetivo de toda esta actividad de estudio e información era la preparación de una legislación social y laboral que atajara los excesos del liberalismo individualista sobre las clases asalariadas. No obstante, el Instituto también recibió otras capacidades de política social, como libertad de iniciativa para proponer medidas al Gobierno, la Inspección de Trabajo (creada en 1906 dentro del Instituto) o las labores de mediación. En 1908, el propio Instituto promueve la creación del Instituto Nacional de Previsión con el objetivo de fomentar la previsión social. Sin embargo, además de la Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, existen otros antecedentes de instituciones y organismos que se suman al Instituto en la génesis del Ministerio. En primer lugar el Servicio de Estadística de Trabajo del Ministerio de la 36 Véase J. ZARCO, «Notas sobre el Instituto de Reformas Sociales y las tres historias de la sociología española», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 86 (1999), pp. 129-152. 37 Véase J.M. ARRIBAS M ACHO, A.F: F ÉLIX VALLEJOS IZQUIERDO, «Los orígenes de la estadística social en España: los trabajos de la Comisión y el Instituto de Reformas Sociales», Jornadas de Historia de la Estadística y de la Probabilidad, 2001, pp. 251-269. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ Gobernación, creado por Real Decreto de 9 de agosto de 1894. Algunos años después, en concreto en 1902, por Real Decreto de 7 de septiembre, se crea dentro del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio una Sección de Industria, Comercio y Trabajo que desde 1903 fue sustituida por un Negociado de Industria y Trabajo orientando básicamente hacia la inspección de trabajo. Sin embargo, estos servicios o no llegaron a ponerse verdaderamente en marcha o carecieron de relevancia38. Asimismo cabría referirse a las Juntas provinciales y locales, con representación obrera y patronal, creadas por la Ley Dato de accidentes de trabajo de 1900 y que, años después, quedarían como la base de la estructura descentralizada del Instituto de Reformas Sociales. A ello habría que sumar, obviamente, el proyecto de Instituto del Trabajo de 1902. Con relación a la Comisión de Reformas Sociales, hay que recordar que en realidad no fue un organismo estable y que, como apuntan Arribas y Vallejos, más que un «analista» de la cuestión social fue un «analizador» (provocador)39. A mediados de 1890 una serie de acontecimientos (publicación de la información recogida por la Comisión en 1884, celebración por primera vez en España del 1º de Mayo, celebración de la Conferencia de Berlín en marzo) harán ver al Gobierno la necesidad de reactivar y reformar la Comisión haciéndola pasar de mera comisión de estudio a órgano consultivo y asesor del Gobierno en materia social, reforma que representa un paso más en la institucionalización del reformismo social estatal y que contribuye a reabrir la vía de la política social40. Es indudable que la Comisión constituye un hito inicial 38 39 PALACIO MORENA, La institucionalización.., p. 50. ARRIBAS M ACHO, VALLEJOS IZQUIERDO, Op. cit., p. 257. 40 M.D. DE LA CALLE, La Comisión de Reformas Sociales: política social y conflicto de intereses en la España de la Restauración, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1989, p.cit., p. 246. importante en la trayectoria del intervencionismo social del Estado en España, pues, como apunta De la Calle Velasco es la primera institución oficial encargada de estudiar y ofrecer soluciones a la cuestión social y con ella «inicia su andadura, tímida y lenta en los comienzos, la política social del Estado en España»41. A partir de entonces, el intervencionismo público fue ganando terreno, primero con la reforma de la propia Comisión en 1890 y luego con la creación en 1903 del Instituto de Reformas Sociales. Con todo, las dificultades con las que tropezó en el desempeño de su misión, en gran parte derivadas de sus propias limitaciones, obligaron a plantear un intervencionismo más ambicioso en cuanto a que, superando el diseño de la Comisión, de componente gubernamental, se dará entrada, junto al Gobierno, a los dos principales actores de la «cuestión social», obreros y patronos, lo cual se produce en 1903 al sustituirse la Comisión por un organismo más estable en cuanto a organización, funciones, plantilla y presupuesto, el Instituto de Reformas Sociales, algo que, de entrada, significa un mayor grado de institucionalización del intervencionismo. El Instituto recibe el encargo de cumplir con cuatro misiones básicas: a) estudio y análisis de la cuestión social, b) recopilación de estadísticas laborales, c) organización de la Inspección del Trabajo, y d) asesoramiento al Gobierno en materia social y laboral. Cabe reiterar, además, que el Instituto pronto se preocupó de la previsión social fundando en 1908 el Instituto Nacional de Previsión sobre el que recaería durante mucho tiempo la política de protección social. Martín Valverde advierte dos cambios importantes en la concepción del Instituto de Reformas Sociales con relación a la de la Comisión: por un lado, la colocación de la función de preparación legislativa como función principal del nuevo organismo a la que debía subordinarse la función de estudio e información, y, por otro, la asignación al 41 M.D. DE LA CALLE, Op. cit, p. 13. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 153 ESTUDIOS Instituto de una función de supervisión del cumplimiento de la normativa laboral42. Conciliación y Arbitraje (Ley de 19 de mayo de 1908). Tanto la Comisión como el Instituto aparecen muy marcados por los planteamientos krausistas de algunos de sus integrantes que van a influir poderosamente en el modelo de relaciones laborales que se instauró durante la etapa de la Restauración y que, según Martín Valverde, se caracteriza por tres elementos básicos: una estrategia científica de la reforma social, una visión armonicista de la sociedad y la asignación al Estado de un papel preventivo y arbitral con relación al conflicto social43. Pero llegó un momento en que el intervencionismo científico acabó por resultar insuficiente, haciéndose necesaria una intervención más activa y, sobre todo, de mayor jerarquía; un Ministerio propio cuya creación traduce el hecho de que la «cuestión social» había llegado a ser una cuestión de gobierno. Había pasado de no merecer ninguna consideración política a convertirse en un problema central de la agenda de los Gobiernos del siglo XX, algo que se plasmaría en el establecimiento de un Departamento ministerial propio. Tras la creación del Instituto corresponde al «Gobierno largo» de Maura (1907-1909) un importante desarrollo de los organismos de intervención pública en el ámbito sociolaboral 44. Si ya en su etapa de Ministro de la Gobernación había promovido, como hemos visto, la fundación del propio Instituto de Reformas Sociales, al acceder a la Presidencia del Gobierno va a intentar llevar adelante su proyecto regeneracionista y su conocido lema de «la revolución desde arriba». Para ello no dudará en impulsar la legislación social y desarrollar la Administración sociolaboral, de suerte que en 1907, por medio de sendas Reales Ordenes de 15 de marzo y de 22 de julio, consolida la Inspección del Trabajo y, por Real Decreto de 4 de junio, establece una Sección especial de Reformas Sociales en el Ministerio de la Gobernación con el fin de asegurar las relaciones entre la Administración central y el Instituto de Reformas Sociales. Al año siguiente se crean el Instituto Nacional de Previsión con el fin de promover una política de seguros sociales (siempre con el ejemplo de Bismarck) y los Tribunales Industriales y los Consejos de 42 A. MARTÍN VALVERDE, «La formación del Derecho del Trabajo en España», en La legislación social en la Historia de España: de la revolución liberal a 1936, Congreso de los Diputados, 1987, p. XLIX. 43 A. MARTÍN VALVERDE, Op. cit. pp. CIV-CVI. 44 J. VELARDE, Op. cit, pp. 344-349. 154 Si bien la creación del Ministerio del Trabajo data de una fecha anterior a la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera, su afianzamiento se produce con ésta. En este sentido parece existir un nexo entre el debilitamiento y posterior desaparición del Instituto de Reformas Sociales, y el desarrollo del Ministerio. La decadencia del Instituto de Reformas Sociales coincidirá con la crisis socioeconómica que afectó a España tras la I Guerra Mundial y que hizo ver que hacía falta más acción y menos análisis a fin de no incurrir en la parálisis por análisis45. Nace por ello el Ministerio del Trabajo y se consolida el Instituto Nacional de Previsión y el interés del Estado por promover los seguros sociales obligatorios. Esta vía del «intervencionismo administrativo», sin embargo, tendrá el coste de la desaparición del Instituto de Reformas Sociales46. 45 Para MARTÍN VALVERDE «cabría pensar incluso que la función de estudio hubiera sido utilizada, paradójicamente, como pretexto para evitar el abordaje directo y decidido de la solución de los problemas sociales» (MARTÍN VALVERDE, Op.cit., p. XLIX). 46 En opinión del propio MARTÍN VALVERDE, el fracaso final de la reforma social promovida desde el Instituto tiene mucho que ver con la falta de predisposición de los trabajadores y los patronos hacia las vías institucionales de coexistencia y negociación. En su opinión, «la mitificación de la ‘acción directa’ y de la ‘huelga general’, de un lado, y del ‘principio de autoridad’ y de la ‘mano REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ 4. EL PROCESO DE GESTACION DEL MINISTERIO DEL TRABAJO to de Reformas Sociales, ya se plantea la creación de un Ministerio de Trabajo48. En páginas anteriores hemos aludido a la conexión entre el origen de la política social en España durante la Restauración, y el surgimiento, al final de la misma, del Ministerio del Trabajo como una formulación concreta de esa política social. El Ministerio nace en el período posterior a la I Guerra Mundial, de la que si bien España no participó, sí padeció la crisis económica y social que llevó aparejada. Se ha señalado que tanto los orígenes de la Comisión como del Instituto tienen lugar en momentos simbólicos de la conflictividad social que actúan como «precipitadores». En el caso de la Comisión, está el episodio de la Mano Negra, en tanto que tras la fundación del Instituto queda la oleada huelguística de los primeros años del nuevo siglo. Algo parecido parece suceder con la creación del Ministerio del Trabajo que, aunque se venía hablando de ello desde 1908, parece ligarse a la coyuntura huelguística de los años 19171920. Cabe creer que a partir de entonces, al Estado ya no le bastaba con tratar de comprender, prevenir y controlar el conflicto social, sino que tenía que afrontarlo o gestionarlo de algún modo47. En 1912 nuevamente se suscitó la cuestión cuando, tras el asesinato de Canalejas, Romanones se coloca al frente del Gobierno y en la declaración que difundió a la prensa al ascender a la Jefatura del Gobierno, exponía su intención de crear un Ministerio del Trabajo estableciendo, además, las principales líneas de la política del nuevo Departamento. A continuación ofrecemos algunos pasajes de dicha declaración tomados del Heraldo de Madrid del día 30 de enero de 1913: Con todo, cabe recordar que la creación del Ministerio del Trabajo en 1920 vino precedida de una serie de intentos y declaraciones favorables a su instauración. La primera noticia que tenemos al respecto corresponde a 1908 año en que, con ocasión de la discusión en el Senado de los presupuestos del Institu- dura de otro’, habían de conducir necesariamente a la minusvaloración de las fórmulas de avenencia o compromiso surgidas de las propias partes o proporcionadas por los poderes públicos (Op.cit., p. LXIII). 47 En torno a esos mismos años en el terreno de la previsión social se inicia una progresiva obligatoriedad de los seguros sociales inicialmente privados y voluntarios (v. J. CUESTA BUSTILLO, Los seguros sociales en la España del siglo XX: hacia los seguros sociales obligatorios: la crisis de la Restauración, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1988, pp. 27-28). «Intimamente ligado con el problema económico y financiero está el de las reformas sociales que el Gobierno, además de aquellas soluciones que conduzcan a un abaratamiento de la vida, se propone continuar con vigor. Para abarcarlo en toda su extensión se procederá a crear un ministerio del Trabajo que asuma, coordine y amplíe los distintos servicios de la Administración pública relacionados con los problemas y cuestiones que el propio nombre de aquél indica. A dicho ministerio quedará afecto el Instituto de Reformas Sociales, cuya cooperación ha sido y seguirá siendo inestimable, y los demás organismos análogos, cuya función se encamina a mejorar la condición de las clases proletarias y apresurar la formación de aquel nuevo derecho que los grandes problemas planteados por la civilización contemporánea en la vida social hacen necesario y urgente. Así, con ello, las cuestiones relativas al trabajo quedarían completamente apartadas del ministerio de la Gobernación (...) El ministerio del Trabajo consagrará preferentemente atención a los siguientes extremos (...): 1.º Ley de Sindicatos obreros que defina la personalidad de las Asociaciones obreras 48 PALACIO M ORENA, Op. cit., p. 100. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 155 ESTUDIOS y, habilitándolos para concertar contratos colectivos, normalice su acción social y elimine las luchas y conflictos suscitados exclusivamente por el reconocimiento de esa personalidad jurídica. 2.º Contrato de trabajo individual y colectivo. 3.º Medidas legislativas que aseguren la eficacia de la intervención del Estado en los grandes servicios públicos realizados por entidades concesionarias, de modo que en todos los casos de conflicto quede a salvo en interés general. 4.º Reorganización de la inspección del trabajo, acrecentando su eficacia como garantía suprema de la observancia de las leyes protectoras del trabajo. 5.º Arbitraje obligatorio, como etapa preliminar de la declaración de la huelga, con aceptación facultativa del laudo, pero garantía del incumplimiento por cualquiera de ambas partes, una vez aceptado (...)». A raíz de ello, en mayo de ese mismo año, Suárez Inclán, ministro de Hacienda de Romanones, presentó al Congreso un proyecto de ley de creación de un Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Sin embargo, la actuación en materia social del Gabinete Romanones fue más bien escasa en el año durante el que se mantuvo en el poder, sin que se llegara a crear el citado Ministerio. Pero no eran los liberales los únicos que postulaban su creación. Un año antes, la Revista General de Legislación y Jurisprudencia, dirigida por Eduardo Dato, incluía un artículo, seguramente con afán ejemplificador y sensibilizador, en torno a la creación del Ministerio del Trabajo de EE.UU. En dicho artículo afirmaba su autor, el congresista Williams Sulzer, que la creación del Ministerio, «evidenciaría que el Gobierno se halla dispuesto a reconocer que el trabajo merece toda la consideración, es digno de tener voz en los Consejos de Estado y de que 156 sus pretensiones sean desapasionadamente discutidas»49. Tras el breve Gobierno de Romanones, a finales de octubre de 1913 vuelven los conservadores al Gobierno. La negativa de Maura a formar Gobierno (que determinaría la escisión de los conservadores entre los idóneos bajo el liderazgo de Dato y los mauristas), hará que Dato sea nombrado Presidente. Durante esta su primera Presidencia (19131915) hubo de enfrentarse al estallido de la I Guerra Mundial que tan grandes consecuencias tuvo para España y que determinó nuevos rumbos para la política social. De entrada, en el tradicional discurso de la Corona con ocasión de la apertura de las Cortes surgidas de las elecciones de marzo de 1914, se volvió a suscitar la idea de crear un Ministerio del Trabajo 50 . Sin embargo, cuando el nuevo Gobierno sometió el proyecto a examen del Instituto de Reformas Sociales, éste lo rechazó en su informe, aplazando su creación. Al año siguiente, el Vizconde de Eza, en una conferencia pronunciada en la Casa del Pueblo de Madrid, de nuevo sostenía la necesidad de un Ministerio de Trabajo51. El agravamiento de las tensiones sociales en el contexto de la crisis que sobrevino tras 49 W. S ULZER, «El Ministerio del Trabajo», Revista General de Legislación y Jurisprudencia, Tomo 121 (1912), pp. 549-553. 50 «Atento mi Gobierno a los problemas económicosociales y deseoso de emplear en ellos sus iniciativas, tras maduro examen de su oportunidad, se propone crear el Ministerio del Trabajo, para que, a la vez que organice los actuales servicios referentes a estas interesantes materias con un criterio de unidad, sea el adecuado instrumento para el estudio, preparación y aplicación de las leyes sociales, desde la formación de las estadísticas indispensables para apreciar las realidades del mundo del trabajo, hasta la inspección del cumplimiento de aquellas disposiciones; obra a que habrán de contribuir con su experiencia y celo, en los diversos órdenes de su actividad, los Institutos de Reformas Sociales y Nacional de Previsión (F. SOLDEVILLA, El año político 1914, Madrid, 1915, p. 162). 51 «Declaraciones del Excmo. Sr. Vizconde de Eza», El Socialista, 2057 (1915). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ la I Guerra Mundial, fue el síntoma que hizo ver a los políticos la necesidad de una actuación estatal que fuera más allá del intervencionismo científico del Instituto de Reformas Sociales. Desde 1917 España se ve sumida en un proceso de alza de precios y pérdida del poder adquisitivo de la mayor parte de la población, con el corolario del aumento de las tensiones y los conflictos sociales. El agitado panorama social plagado de motines, huelgas, crisis políticas, actos de terrorismo, cierres patronales, etc. se fue enturbiando crecientemente, agravándose a principios de 1920. La creciente complejidad de la política social y su conexión con otras áreas de la política, sobre todo la política económica y fiscal, hacían cada vez más imperioso que estuviera representada per se en el Consejo de Ministros. Ante esta situación, el tercer Gobierno de Dato, constituido el 5 de mayo de 1920, introdujo por primera vez en España un Ministerio del Trabajo que quedó al cargo del abogado sevillano Carlos Cañal. Con relación a ello, se ha señalado, y de hecho así lo recoge la exposición de motivos del Real Decreto de creación del Ministerio, que la conclusión de la I Guerra Mundial y el Tratado de Versalles (1919) vinieron a favorecer el surgimiento del Ministerio52. Por otro lado, aunque se ha solido considerar que la creación del Ministerio fue determinante para la supresión del Instituto de Reformas Sociales cuatro años después, no parece existir unanimidad en torno a las causas de desaparición del Instituto. Para López Pena, su supresión fue causada porque «su actividad creadora le había granjeado envidias y enemistades, y la escisión de la representación patronal y de la obrera a causa del ‘control obrero’ aceleró su supresión»53. Por su parte, Martín Valverde señala que aunque la idea de creación de un Ministerio del Trabajo ya había sido expuesta en diversas ocasiones, cuando realmente cobró fuerza fue con la cri- sis de la Restauración en el contexto más amplio de la posguerra europea «ante la evidencia de que el encauzamiento del conflicto obrero necesitaba, no intervenciones esporádicas, sino una presencia administrativa permanente, apoyada en un soporte orgánico de cierta consistencia. La necesidad de tal estructura administrativa más sólida que la existente hasta entonces era tanto mayor cuanto que la fórmula institucional diseñada entre nosotros para el encauzamiento del conflicto obrero era (...) la negociación colectiva en el marco de organismos públicos corporativos»54. En opinión de Soto Carmona, la triple dependencia ministerial del Instituto de Reformas Sociales (Gobernación, Justicia y Agricultura) le hacía incurrir en múltiples ineficacias por causa del «obstruccionismo administrativo». Desde estas bases, convergieron diversos factores que acabaron por llevar a la supresión del Instituto: la oleada de conflictos sociales y laborales que siguió a la I Guerra Mundial, la utilización propagandística que realizaron los obreros del Instituto, la desconfianza patronal hacia el mismo y su propia crisis institucional. Con la creación del Ministerio del Trabajo se institucionalizó la acción del Estado no como mediador en los conflictos laborales, sino como parte, lo cual supuso la pérdida de funciones por parte del Instituto e inevitablemente su desaparición55. Según Carlos Arenas, el problema residió en que, en realidad, el Instituto careció de fuerza para imponerse a las Juntas locales y provinciales ante la frecuente negativa de éstas a colaborar con o a acatar sus decisiones, situación que no era sino un trasunto de la pervivencia del poder de las elites locales. En otro lugar ya nos hemos referido a la tesis 54 A. MARTÍN VALVERDE, Op. cit. p. LXXV. A. SOTO CARMONA, El trabajo industrial en la España contemporánea (1874-1936), Anthropos, 1989, p. 269. 55 52 53 A. SOTO CARMONA, Op. cit., p. 270. I. LÓPEZ PENA, Op. cit., p. 41. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 157 ESTUDIOS de la «unión sagrada» propuesta por este autor en cuyo contexto se haría necesario fortalecer la posición y medios de la política social estatal con objeto de acabar con las singularidades y atomización de los mercados locales de trabajo, los dispositivos asistenciales municipales y todos los sistemas locales y particulares de relaciones laborales que iban en contra de los intereses de las grandes empresas al impedir la constitución de un auténtico mercado nacional. En este contexto, se imponía la supresión de un Instituto de Reformas Sociales instrumentalizado desde sus instancias locales, y la creación de un Ministerio de Trabajo que permitiera la centralización de las políticas públicas sociolaborales56. De la Villa, al explicar la creación del Ministerio, señala la necesidad de un órgano ejecutivo de la Administración central que coordinara la política social estatal y la actuación de los organismos públicos que habían ido siendo creados a lo largo del tiempo. Partiendo de ello, destaca como factores determinantes de la creación del Ministerio la necesidad de seguir el ejemplo extranjero y la posible influencia de Cañal sobre Dato. Cañal, ya había sido Ministro de Abastecimientos en el Gobierno de Sánchez Toca, si bien pocos meses después de su nombramiento dimitió por considerar que su Ministerio debía reformarse en profundidad a fin recibir un mayor contenido social57. 56 C. ARENAS POSADAS, Op. cit., pp. 20 y 22. L.E. D E LA VILLA, «Los orígenes de la Administración Laboral en España», Documentación Administrativa, 131 (1969) p. 24-25. Carlos Cañal, era Doctor en Derecho y Filosofía y Letras y miembro del partido conservador. Inició su carrera política en 1903 al ser elegido diputado por Sanlúcar la Mayor (Sevilla), siendo reelegido en diversas ocasiones y llegando a ocupar la Vicepresidencia del Congreso. En 1909 fue nombrado Director General de Administración del Ministerio de la Gobernación, unidad en la que por aquel entonces se hallaba encuadrada la beneficencia. En 1917 era Fiscal del Tribunal Supremo, en 1919 ocupó la cartera de Ministro de Abastecimientos, en 1920 la de Trabajo y en 1922 la de Gracia y Justicia. Desde muy pronto mostró Cañal sus 57 158 El Ministerio del Trabajo, creado por Real Decreto de 8 de mayo de 1920, y a cuyo frente se colocó a Carlos Cañal58, nació como una amalgama de instituciones y unidades ministeriales que de un modo u otro se habían venido ocupando de temas relacionados con la «cuestión social». Así, en su creación le fueron asignados el Instituto de Reformas Sociales y el Instituto Nacional de Previsión; la Sección de Reformas Sociales del Ministerio de la Gobernación; el Negociado de Trabajo de la Dirección General de Comercio, Industria y Trabajo; el Consejo de Emigración, y el Patronato de Ingenieros y obreros pensionados en el extranjero, además de crearse su correspondiente Subsecretaría. Poco después, por Real Decreto de 29 de mayo, se estableció la estructura orgánica del nuevo Departamento ministerial. inquietudes de corte social, y así en 1903 escribió un estudio sobre los métodos para erradicar la mendicidad en Sevilla, fundando asimismo la Asociación Sevillana de la Caridad. En 1917, siendo Fiscal del Supremo, firmó la Memoria de apertura del nuevo año judicial en la que evidencia sus preocupaciones sociales en frases del siguiente tenor: «hay, cuando menos, que continuar con ánimo resuelto la elaboración de leyes que regulen todo lo referente a las relaciones entre el capital y el trabajo», o «la base de toda legislación obrera habrá de ser una ley sobre el contrato de trabajo» (v. C. C AÑAL M IGOLLA, Memoria elevada al Gobierno de S.M. en la solemne apertura de los tribunales el día 15 de septiembre de 1917, p. XXV-ss.). 58 Cañal permaneció en el cargo hasta el 13 de marzo de 1921. Durante su ministerio, las tensiones sociales fueron en aumento, menudeando los conflictos laborales, especialmente en Cataluña, y los actos de terrorismo. Precisamente en este agitado clima social, se produce en marzo de 1921 el asesinato del Presidente del Gobierno, Eduardo Dato, en Madrid. Con ello se abre una crisis política que lleva a la formación de un nuevo Gobierno bajo la Presidencia de Manuel Allendesalazar, el 12 de marzo, en el que queda como Ministro de Trabajo otro afecto a Dato, Sanz Escartín. Sin embargo, poco había de permanecer éste en el cargo pues, una nueva crisis generada esta vez por el desastre de la intervención militar en Marruecos, determinaría la formación de un nuevo Gobierno el 13 de agosto presidido por Antonio Maura, quedando al frente del Ministerio, Leopoldo Matos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ Con relación a la evolución de la estructura organizativa del nuevo Ministerio durante sus primeros tiempos, se pueden advertir dos rasgos principales: 1º) su progresivo desarrollo en cuanto al número de órganos y unidades al existir cada vez más problemas que resolver y operarse un proceso de creciente fragmentación de los mismos, y 2º) que en esta etapa subsiste cierta confusión o timidez sobre el lugar que debía ocupar la política social, y por ello es frecuente que en la denominación del Ministerio la rúbrica Trabajo aparezca asociada a otras como Comercio, Agricultura, Industria, Justicia, etc. 5. LAS RELACIONES DEL MINISTERIO DEL TRABAJO CON EL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES Pero, ¿por qué surge el Ministerio del Trabajo con retraso en comparación con los principales países occidentales? ¿Hasta qué punto el Instituto de Reformas Sociales demoró tal surgimiento? ¿Fue realmente el Ministerio el culpable de la desaparición del Instituto? Las relaciones entre el Instituto y el Ministerio se han valorado de dos formas distintas. De un lado Palacio Morena estima que la desaparición de dicho organismo forma parte de un proceso de involución marcado, entre otros fenómenos, por un auge de la burocracia administrativa de la que precisamente forma parte la creación del Ministerio del Trabajo, un proceso que, en todo caso, ya estaría presente en la reforma del Instituto de 1919. De este modo, a medida que se fue organizando el Ministerio, el Instituto fue perdiendo atribuciones, siendo gradualmente marginado por el Gobierno y menudeando los conflictos de competencias entre ambas instituciones. A agravar la situación contribuyó igualmente la campaña de rechazo hacia el Instituto por parte de la patronal que lo consideraba un organismo falto de eficacia y contrario a sus intereses, en tanto que los socialistas pugna- ron por mantener el Instituto por la necesidad que tenían de una plataforma en la que sustentar su peso sindical y político59. En contrapartida, otros autores (Gonzalez-Rothvoss, De la Villa), achacan a las resistencias del Instituto las iniciales dificultades que tuvo el Ministerio para afianzarse, y llegan a hablar de posición subordinada de éste con relación al Instituto; una subordinación que no se superará hasta la Dictadura de Primo de Rivera al suprimirse el Instituto de Reformas Sociales. Así, los cuatro años que median entre el nacimiento del Ministerio en 1920 y la desaparición del Instituto de Reformas Sociales en 1924, pueden calificarse de fase de asentamiento del nuevo Ministerio. Si atendemos a todo ello, hemos de convenir que el perfil de las relaciones entre ambas instituciones resulta cuando menos difuso, de ahí 59 Refiriéndose a la reforma de que fue objeto el Instituto en 1919 dice PALACIO MORENA: «... en la reforma de 1919 parece superponerse a la participación de los protagonistas directos de los problemas sociales una excesiva confianza en el intervencionismo burocrático. En vez de una oferta de servicios que busca integrar y poner de acuerdo a patronos y obreros, se adivina un cierto paternalismo que confía en encontrar consenso para la imposición de fórmulas o soluciones preestablecidas (...). La crisis social y política de 1917 se hace mas profunda al finalizar la primera guerra mundial, aumentando notablemente el grado de tensión y la conflictividad social. Ante esta situación, la incapacidad y anhelos de un cuerpo social más complejo y fragmentado desemboca en un repliegue político e institucional...» (PALACIO MORENA, La institucionalización..., p. 100). Y más adelante señala que tras la integración del Instituto en el Ministerio, «se ocultan transformaciones de fondo en el papel social asignado al Instituto (...) La misma reforma de 1919 nace marcada por un ambiente de crisis social y de involución política. La creación del Ministerio de Trabajo, además de responder a una necesidad de unificar servicios sociales dispersos por varios Ministerios y dotarlos de mayor coherencia y eficacia, es un reflejo de la tendencia absorbente de la Administración Central (...) Se acaba imponiendo (...) una orientación crecientemente burocrática» (p. 107). En cuanto a la involución, el autor seña expresamente «los rasgos involucionistas que rodean el nacimiento del Ministerio de Trabajo» (p.110) Para las actitudes de la patronal y las organizaciones obreras véanse pp. 110-120. J.I. PALACIO M ORENA, La institucionalización..., p. 124. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 159 ESTUDIOS la conveniencia de repasarlas desde sus inicios. En este sentido, la primera huella que nos pone al tanto de las relaciones entre ambas instituciones proviene de una etapa anterior a la existencia del propio Ministerio. En concreto nos referimos al informe encargado al Instituto en 1914 por el Gobierno Dato sobre la creación de un Ministerio del Trabajo. El informe60, voluminoso (cerca de 300 páginas), comienza reproduciendo la orden de Eduardo Dato dirigida al Presidente del Instituto de Reformas Sociales para que procediera a estudiar un proyecto de creación de un Ministerio del Trabajo. La orden, breve, y fechada en 2 de abril de 1914 dice así: «Deseoso el Gobierno de mi presidencia de prestar toda atención a los problemas económicosociales preponderantes en la época presente, proyecta someter a las Cortes la creación de un Ministerio de Trabajo que, como órgano adecuado, estudie, proponga y ejecute las disposiciones legales correspondientes a tan interesantes materias. Como base de esta labor, tiene acopiados numerosos elementos; pero considerando la especial finalidad del Instituto de Reformas Sociales y la competencia, aptitud y merecimientos de esa entidad, aquilatados por los valiosísimos servicios que desde su constitución viene prestando, estimo de excepcional importancia conocer la opinión de esa Corporación acerca del indicado proyecto, a cuyo fin intereso a V.S. se sirva facilitar a esta Presidencia, con la urgencia posible, los informes que, sobre el alcance, atribuciones y funcionamiento del Ministerio de Trabajo, juzgue el Instituto de Reformas Sociales convenientes para su examen y consideración al formalizar el proyecto de referencia». Obsérvese, ya de entrada, que las funciones que el Gobierno propone para el nuevo Departamento coinciden plenamente con las que hasta entonces había venido cumpliendo el Instituto: estudio, propuesta y ejecución de la legislación sociolaboral. El informe traza los antecedentes extranjeros y nacionales del futuro Ministerio 61 siendo aquí donde, tras recordar que corresponde a Francia la primera intención de creación de un Departamento ministerial laboral (en concreto a Louis Blanc quien en 1848 concibió la creación de un Ministerio del Progreso y del Trabajo), desvela una de las posibles razones por las cuales la creación de un Ministerio laboral resultaba todavía una iniciativa «sospechosa» por cuanto aunque «pacificadora (...) era radicalmente socialista», de modo que «pasó mucho tiempo antes de que los Estados se decidiesen a organizar los servicios concernientes al trabajo y a los trabajadores, y no ya con la misma idea y extensión propuestas en 1848, sino en esfera mucho más modesta, y sin reconocer el derecho al trabajo como una pretensión exigible en la esfera pública, debidamente satisfecha con instituciones adecuadas». Surgen como alternativa las Oficinas del Trabajo con la misión de estudiar, preparar, difundir y aplicar la legislación obrera a partir de la recopilación de estadísticas sociales. En cuanto a la creación de Ministerios especializados en cuestiones laborales o sociales, bien con carácter sustantivo, bien asociados a otras áreas de acción gubernamental, en especial las económicas, el informe nos pone al corriente de los países que a la altura de 1914 contaban con un Ministerio de Trabajo: Bélgica cuyo Ministerio se fundó en 1894, Estados Unidos y Nueva Zelanda en 1903, Francia en 1906, Canadá en 1909 y Noruega en 1913. Con posterioridad, en concreto en 1916, fueron Italia y Portugal los que se dotaron de su Ministerio de Trabajo. De todo ello extrae la conclusión de que «la creación de los Ministerios o de los organismos centrales destinados al gobierno y administración del trabajo, como servicio público, ha sido precedida, en los diversos países, de períodos más o menos largos, durante los cuales se han ido desarrollando aquellos organismos, casi siempre como 60 INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES, El Ministerio del Trabajo: informe de la ponencia, antecedentes, legislación extranjera, Madrid, 1914. 160 61 INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES, Op. cit., pp. VII- XV. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ dependencias de otros departamentos: Oficinas técnicas de diversa índole, a lado de Consejos o Juntas consultivas y auxiliares de las tareas de preparación legislativa, de informaciones y de estadístia, de Consejos o Comisiones de conciliación y de arbitraje, y de servicios de inspección, definiéndose poco a poco, y bajo el influjo de la creciente importancia de las cuestiones sociales, la necesidad de una organización administrativa diferenciada y sustantiva». En este proceso también participa España, primero a través de la Comisión de Reformas Sociales y las diversas unidades que se crearon con competencias sociales en algunos Ministerios, y luego con el Instituto de Reformas Sociales. Partiendo de la necesidad de mantener y afianzar la intervención social del Estado, señala el informe que nada tenía de extraño que el Gobierno planteara la oportunidad de reorganizar los servicios relacionados con la reforma social y que, siguiendo el ejemplo de otros países, pretendiera crear un Ministerio especial. Sin embargo, a pesar de que por estas palabras el Instituto pareciera favorable a la creación de un Ministerio del Trabajo, en las páginas posteriores del informe esta impresión se desvanece al afirmarse que «el desarrollo alcanzado hasta ahora por los servicios de carácter social no exige, ni justificaría, la inmediata creación de un Ministerio especial de Trabajo, dedicado única y exclusivamente a la gestión político-administrativa de los intereses con el trabajo relacionados, en el respecto que supone su consideración desde el punto de vista de la acción intervencionista y social del Estado». Al final, el Instituto aboga por una solución transitoria, muy propia de su tradicional estrategia dilatoria señalada por Martín Valverde62 (el propio informe la define como «solución etapa transitoria para crear en su día el Ministerio especial del Trabajo o de Reformas Sociales») consistente en integrar todos los servicios y organismos 62 A. M ARTÍN VALVERDE, Op. cit., p. CVIII. de carácter social que relaciona en el informe en una gran Sección del Trabajo y Acción Social dentro del Ministerio de Comercio e Industria que a la sazón adoptaría la denominación de Ministerio de Comercio, Industria y Trabajo63. A pesar de todo, finalmente el Ministerio del Trabajo fue creado algunos años más tarde. Una vez establecido, y aunque con carácter inmediato no se produjera la supresión del Instituto, los estudiosos parecen descubrir un patrón de relaciones conflictivas entre ambos organismos, en contraste con las buenas relaciones que supo mantener el Instituto Nacional de Previsión con el Ministerio. Sin embargo, a nuestro juicio no son las posiblemente malas relaciones entre ambos organismos la causa de la supresión del Instituto, y, en cierto modo, la labor de éste favoreció el desarrollo del Ministerio del Trabajo. En este sentido nos parece muy sugerente el concepto de «héroe del repliegue» de Enzensberger64. 63 El informe también se aplica a defender la permanencia del Instituto y fortalecer su posición en la nueva organización administrativa que propone. En este sentido, reitera la «necesidad de sustraer a las variables influencias de la política y a la acción exclusivista del espíritu de partido la elaboración y la aplicación de la legislación social» (p. XLI) que constituía desde sus inicios la imagen de marca del Instituto, y reafirma la estrategia del intervencionismo científico («el carácter técnico que necesariamente tiene la preparación de la reforma legislativa, en sus dos operaciones esenciales de información científica y de información de hechos –estadística- y la aplicación de esa legislación» p. XLI) así como el modelo corporativo a fin de que «inspirase confianza a los elementos patronales y obreros» (XLI). Todo ello debía ser, a juicio del Informe, trasladado al nuevo Ministerio («al crearse el nuevo Ministerio, parece, pues, que debe utilizarse íntegramente el Instituto con la fuerza que supone la cohesión de sus elementos y la práctica de diez años de labor, merced a la cual se ha ido concretando un conjunto orgánico que sería desacertado disolver o aniquilar», p. XLIII). 64 H.M. E NZENSBERGER , «Los héroes del repliegue: esbozo para una moral política del desmantelamiento», en Zigzag, Anagrama, 1999, p. 55-62. Como dijo SÁNCHEZ AGESTA, «la gran paradoja de esta institución es que, al llegar a esta meta que la propia institución informó como un proyecto, la creación de un Ministerio de Traba- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 161 ESTUDIOS Con arreglo al mismo, cabría sostener que el éxito del Instituto radicaba, en última instancia, en hacer de la cuestión social un problema público y, por tanto, en consolidar una política pública ad hoc. Un éxito que, en definitiva, comportaba su propia desaparición y la creación de un organismo ministerial. De hecho, en el informe de 1914 el Instituto ya lo parecía presentir al afirmarse que «actualmente, aun cuando el Instituto de Reformas Sociales ha realizado una amplia labor, desarrollando para ello una bien modesta organización, no podía ni puede estimarse como la última etapa en el proceso que sigue la formación del servicio público del trabajo y de la reforma social». Desde esta perspectiva del repliegue, el surgimiento del Ministerio del Trabajo no es tanto una causa de la desaparición del Instituto de Reformas Sociales, como una consecuencia de su éxito, lo cual no obsta para que el Instituto se resistiese a desaparecer. Uno de los principales hombres del Instituto, Adolfo Posada, más que achacar la desaparición del mismo al nuevo Departamento ministerial, responsabiliza al último presidente del Instituto, Eduardo Sanz Escartín65, que entre marzo y agosto de 1921 desempeñó el cargo de Ministro de Trabajo. Los estudiosos señalan que la época dorada del Instituto coincidió con la Presidencia de Gumersindo de Azcárate (1904-1917) y que sus sucesores en el cargo, el Vizconde de Eza y, sobre todo, Sanz Escartín, no supieron o no pudieron mantener el prestigio y la fuerza de la institución, como tampoco salir al paso de la politización de que estaba siendo objeto por parte de la representación obrera ni del desinterés de la patronal. Desde estos presupuestos, la creación del Ministerio resultaba totalmente jo, fue absorbida con todos sus servicios por ese Ministerio. « (L. SÁNCHEZ AGESTA, «Orígenes de la política social en la España de la Restauración», Revista de Derecho Político, 8 (1981), p.19). 65 A. POSADA, Fragmentos de mis memorias, Universidad de Oviedo, 1983, p. 312. 162 lógica ante los signos de agotamiento que estaba dando el Instituto. El mismo Posada apunta que la creación del Ministerio vino en realidad a acentuar una crisis en la que el Instituto ya se hallaba instalado desde hacía algún tiempo66. Otra cuestión es identificar los acontecimientos concretos que determinaron la supresión del Instituto y que Martín Valverde, remitiéndose a noticias del propio Adolfo Posada, descubre en las discrepancias entre el Gobierno y el Instituto a propósito de la regulación del contrato de trabajo67. A su vez, López Pena destaca que en sus años postreros, el Instituto llegó a adquirir mala prensa (fue por aquel entonces cuando empezó a ser denominado irónicamente Instituto de Molestias Sociales), lo que llevó al Gobierno a decretar su supresión68. Además de su éxito en cuanto a la naturalización de la «cuestión social», la labor del 66 A. POSADA, «Recordando...», p. 126. A. MARTÍN VALVERDE, Op. cit, p. LXXIII, nota 117, y cita la obra de POSADA, Fragmentos de mis memorias, pp.311-312. 68 LÓPEZ P ENA, Op. cit,. p. 43. J OSEFINA CUESTA destaca las presiones y la crítica de la «oligarquía dominante» en torno al Instituto de Reformas Sociales, en especial de la patronal catalana, durante la etapa de la posguerra europea: «el segundo congreso de la Confederación Patronal Española lanzó fuertes ataques a esta Instituto, planteando la necesidad de su supresión o, en todo caso, de la formación de institutos regionales (...). La respuesta no se hizo esperar. Las peticiones patronales, formuladas en septiembre, se traducían inmediatamente en el Real Decreto de octubre de 1919 con la reorganización del Instituto de Reformas Sociales (...). El Instituto de Reformas Sociales se debilita» (J. CUESTA BUSTILLO, Op, cit, p. 81). Y en nota a pie de página: «la crisis y crítica del Instituto de Reformas Sociales, estimulada en 1919 y que se extiende hasta 1924, en que se consuma su desaparición, tiene algo más que explicaciones organizativas. La presión patronal, especialmente fuerte en la posguerra, se alza vencedora con la dictadura». DEL REY REGUILLO, por su parte, matiza la oposición patronal a la reforma social al advertirla marcada por la falta de una posición común con organizaciones incluso favorables al Instituto de Reformas Sociales (v. F. D EL REY REGUILLO, Propietarios y patronos: la política de las organizaciones económicas en la España de la Restauración (1914-1923), Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992, p. 447. 67 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ Instituto tuvo otras repercusiones positivas para el desarrollo de la Administración sociolaboral. Así, creemos que no se ha hecho el debido hincapié en su aportación a lo que podríamos denominar «profesionalización» de la Administración. La incorporación al Instituto de un equipo de profesores universitarios dio un tono científico a la actividad diaria del organismo. En su quehacer cotidiano, los hombres del Instituto se acostumbraron a una forma de trabajo basada en el manejo de información, la recopilación de datos estadísticos, la utilización de bibliografía y documentación, etc., que luego pasaría al Ministerio toda vez que una parte muy importante del personal del Instituto pasó a integrarse en el Ministerio desde 1920. De hecho, en los diferentes organigramas ministeriales aparecen diversos hombres del Instituto ocupando en algunos casos cargos de responsabilidad en el nuevo departamento. Entre ellos cabe citar, por ejemplo a Julio Puyol, que de Secretario del Instituto pasó a ser Jefe de la Sección de Reformas Sociales del Ministerio, a Ricardo Oyuelos que ocupó el cargo de Oficial Mayor, a Alvaro López Núñez, a Leopoldo Palacios Morini, a Constancio Bernaldo de Quirós, a Pedro Sangro y Ros de Olano que llegaría a ser ministro de Trabajo, a Práxedes Zancada, Juan Uña Sartou o León Martín Granizo por citar a los más conocidos. En todo caso, según González Rothvoss fue Eduardo Aunós, el ministro de Trabajo de la Dictadura de Primo de Rivera, quien más se distinguió en ello69. El nuevo Ministerio, según indica el propio González Rothvoss70, hubo de atravesar una etapa inicial en la que quedó a la sombra del Instituto quedando su misión reducida, poco más o menos, a «conferir jerarquía administrativa a las propuestas de este organismo», continuando en este papel «segundón» hasta que se hiciera cargo del Ministerio Eduardo Aunós ya bajo la Dictadura primorriverista. La propia Memoria plurianual del Ministerio de 1932 se refiere a ese papel secundario durante los primeros tiempos71. Finalmente tuvo que ser la Dictadura la que disolviendo el Instituto permitiera el despegue del Ministerio. Pero las dificultades entre las que hubo de desenvolverse el Ministerio durante sus primeros años no sólo se derivaban de sus relaciones con el Instituto, sino asimismo de su posición con respecto a otros Ministerios de mayor tradición. Además, el agitado panorama de los primeros años de la década de los veinte derivó en un carrusel de cambios de Gobierno que determinaron una rápida sucesión de ministros de Trabajo. De hecho, la permanencia de diez meses en el cargo del primer ministro, Carlos Cañal, constituye un período prolongado en comparación con la mayor parte de los ministros que se suceden desde 1921 a 1939. Hasta el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera y el ministerio de Eduardo Aunós, los ministros de trabajo fueron los siguientes: Carlos Cañal (8 de mayo de 1920 a 13 de marzo de 1921), Eduardo Sanz Escartín (13 de marzo de 1921 a 19 agosto de 1921), Leopoldo Matos (19 agosto de 1921 a 8 de marzo de 1922), Abilio Calderón (de 8 de marzo de 1922 a 7 de diciembre de 1922), Joaquín Chapaprieta (7 de diciembre de 1923 a 5 de septiembre de 1923) y Luis Armiñán (5 a 15 de sepriembre de 1923)72. 69 En la Real Orden de 16 de junio de 1924 (Gaceta del 20 de junio) se relaciona el personal del Instituto de Reformas Sociales que pasa a integrarse en el Ministerio. Según dicho autor, Aunós «infunde nueva vida al Ministerio al incorporar al mismo un centenar de funcionarios del Instituto, altamente conceptuados en el dominio social», GONZÁLEZ ROTHVOSS, La política laboral de los ministros españoles de trabajo, Salamanca, 1968t, p. 6. 70 M. GONZÁLEZ ROTHVOSS, Op. cit., pp. 5-6. 71 M INISTERIO DE TRABAJO Y PREVISIÓN SOCIAL, Labor realizada desde la proclamación de la República hasta el 8 de septiembre de 1932, Madrid, p. 16. 72 Algo parecido sucedió con la propia denominación del Ministerio, que en 1922 cambió su nombre original de Ministerio del Trabajo por la de Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Con posterioridad se irán sucediendo cambios de denominación: Ministerio de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 163 ESTUDIOS 6. CONCLUSIONES A lo largo de este artículo hemos intentado desvelar las causas que motivaron el surgimiento del Ministerio del Trabajo en el año de 1920, una fecha algo tardía con relación a la mayoría de los países avanzados de la época. Para ello, hemos pasado revista a los orígenes de la reforma social que, entre otras consecuencias, supuso la puesta en marcha de la Administración sociolaboral que entre 1903 y 1920 tuvo su eje en el Instituto de Reformas Sociales. Desde nuestro punto de vista, tanto la opción por una Administración social peculiar con centro en el Instituto, como el rechazo a crear un Ministerio de Trabajo, han de interpretarse a la luz de la influencia de los reformadores krausistas que Moret en 1883 y Canalejas en 1902 habían captado para colaborar en la acción gubernamental. A la política social de signo armonicista, científico y concertador que promovían los krausistas no se adaptaba la formulación institucionalizadora de un Ministerio de Trabajo, cuya actuación se basaba en moldes burocráticos y centralizadores. De hecho, el proyecto de Instituto del Trabajo declara expresamente su rechazo a la alternativa ministerial. El Instituto de Reformas Sociales, nacido en 1903, va a participar del mismo espíritu krausista y, llegado el momento, se va a mostrar contrario a la creación de un Ministerio del Trabajo. Se ha solido considerar que la creación del Ministerio en 1920 representaba un ataque directo a la pervivencia del Instituto, de ahí que las relaciones que ambas instituciones mantuvieron entre 1920 y 1924 hayan sido interpretadas en clave conflictiva. Por nues- Trabajo y Previsión (1928), Ministerio de Trabajo y Previsión Social (1933), Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión (1934), Ministerio de Trabajo, Justicia y Sanidad (1935), Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión (1936), nuevamente Ministerio de Trabajo y Previsión (1937) y, en el mismo año, Ministerio de Trabajo y Asistencia Social y, por fin, Ministerio de Trabajo en 1939. 164 tra parte, sin pretender negar la existencia de desencuentros entre ambos organismos, consideramos que la supresión del Instituto no tuvo tanto que ver con la aparición del Ministerio como con el agotamiento del modelo de intervencionismo científico que representaba. Dicho agotamiento empezó a emerger a partir de 1917, año del fallecimiento de su presidente Gumersindo de Azcárate, y se combinó con la crisis socioeconómica que azotó a España tras la I Guerra Mundial. Si bien el propio Azcárate había pensado en Eza como su sucesor al frente del Instituto, la pervivencia de la orientación krausista del Instituto sólo podía quedar asegurada por otro Presidente del mismo ideario. Por otro lado, había sido el liderazgo personal de Azcárate lo que, en última instancia, había posibilitado la convivencia entre las diversas ideologías que se dieron cita en el Instituto (krausistas, católico-sociales, conservadores, liberales, socialistas), tanto en su estructura representativa como en su estructura burocrática. Al faltar Azcárate, el Instituto pluralista no pudo mantener su unidad de acción frente a la nueva envergadura que empezaron a adquirir los problemas sociales, empezando a manifestarse las disensiones entre las representaciones obrera y patronal. Ante esta situación, el Estado empezó a atisbar la necesidad de un recambio y un nuevo modelo de intervención. Pero por encima de estos y otros factores que condujeron al Instituto a la crisis, planea una explicación de mayor alcance. En este sentido, utilizamos la imagen del «héroe del repliegue» propuesta por el ensayista germano Enzensberger. Para este autor, el destino de dichos héroes viene marcado por su misión de desmantelamiento de aquello de cuya supervivencia o permanencia depende su propia supervivencia. En este sentido, lo paradójico del éxito de la política de reforma social promovida por el Instituto de Reformas Sociales era que la «cuestión social» cobrase carta de naturaleza y fuera incorporada con carácter permanente a la agenda política de los REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES GERARDO MARRAUD GONZÁLEZ Gobiernos lo cual, inevitablemente, conducía a la desaparición del Instituto. La reforma social resulta, así, una noción con fecha de caducidad que, llegado el momento, debía ser sustituida por una política pública sostenida bajo la competencia directa del Gobierno. Con objeto de poder desvelar hasta qué punto la reforma social alcanzó su propósito nos hemos detenido en rastrear las razones que llevaron a ella y marcaron su evolución en España. En ese proceso de indagación se ha pretendido recuperar al propio Estado como uno de los actores, acaso el principal, de la reforma social. Un Estado dotado de cierta autonomía con relación a las demandas de los sectores sociales más interesados, por uno u otro motivo, en la reforma social. Esto nos ha llevado a desmarcarnos de las tesis clásicas en las que el Estado actúa presionado o dirigido por sectores sociales en defensa de sus intereses, si bien no rechazamos la incorporación de esos intereses en el proceso de formulación de las políticas públicas. En última instancia, la puesta en marcha de la política reformista pudo tener que ver con el anhelo de regeneración y modernización que invadió España tras los acontecimientos de 1898 y que, en su vertiente política, obligó a los políticos comprometidos con el sistema canovista a buscar nuevas fuentes de legitimidad para el sistema de la Restauración toda vez que su preservación obligaba, en contra de los presupuestos del liberalismo clásico, a fortalecer el Estado73. Una de dichas fuentes era, precisamente, la reforma social, como fueron capaces de ver, desde diferentes puntos de vista, Dato, Canalejas o Maura. 73 Según GALÁN GARCIA, «la intervención del Estado en las relaciones laborales durante el primer tercio del siglo XX no va a ser un hecho aislado en cuanto a la acción política se refiere, sino que hay que enmarcarla en un contexto mucho más amplio de actuación estatal desde el punto de vista económico, más explícitamente fiscal, comercial e industrial» (A. GALÁN GARCÍA, «La intervención pública en las relaciones laborales durante el primer tercio del siglo XX en España», en A.GALÁN GARCÍA (coord.), Op,. cit, p. 24). En el contexto de esa política social reformista fue preciso establecer una primera Administración social, de carácter corporativo, arbitral y científico que tiene su plasmación en el Instituto de Reformas Sociales en torno al cual, y promovidos desde él, se irán desarrollando otros organismos como la Inspección del Trabajo o el Instituto Nacional de Previsión. Sin embargo, los problemas que a partir de 1917 irán aquejando al Instituto, empezando por la desaparición de Azcárate, y siguiendo por las luchas internas entre las representaciones obreras socialista y católica, el desinterés cuando no oposición de la patronal, la politización por parte de los socialistas, etc., irán precipitando su final y su sustitución por un organismo gubernamental de mayor rango: el Ministerio del Trabajo fundado en 1920 por Eduardo Dato reflejando un nuevo modelo intervencionista. Por otro lado, se ha considerado que la propia construcción de una Administración sociolaboral, tanto en el modelo del intervencionismo científico (Instituto de Reformas Sociales) como del intervencionismo administrativo (Ministerio del Trabajo), constituye, a su vez, una formulación concreta de la política social en el convencimiento de que política (policy) es todo lo que los Gobiernos deciden hacer o no ante un problema público y de que la estructura de una organización forma parte de su estrategia de actuación. Como ha dicho Martín Valverde74 la reforma social fue una vía lenta de intentar encauzar la «cuestión social» y, en todo caso, inclinada hacia la concertación y el corporativismo. En su esquema, correspondía al Estado un papel importante que, con el tiempo, fue ocupando el primer plano y que fue necesario consolidar definitivamente a partir de los años de la I Guerra Mundial con la creación de un Ministerio del Trabajo. A partir de ese momento, la suerte del Instituto aparece ligada al Ministerio. En todo caso fue una coexistencia difícil de la que se han ofrecido 74 A. MARTÍN VALVERDE, Op. cit., p. CVIII. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 165 ESTUDIOS dos visiones opuestas. Por un lado, aquellos que consideran que el Ministerio partía de una posición débil y que, por tanto, hubo de «someterse» al Instituto. Por otro, quienes estiman que el establecimiento del Ministerio truncó la vida del Instituto. Lo que sí es 166 posible afirmar es que los primeros años de existencia del Ministerio del Trabajo estuvieron dominados por un proceso de búsqueda de su propia identidad (y no sólo frente al Instituto) al que la situación política existente no ayudaba precisamente. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES La descentralización en la reforma social: especial referencia al Instituto de Reformas Sociales JUAN GIL PLANA* 1. INTRODUCCIÓN S e conmemora en este año la creación del Instituto de Reformas Sociales, cuya importancia y trascendencia para el desarrollo de la legislación social ha sido ya objeto de atención por la doctrina científica desde muy distintos prismas, como son la sociología, la historia, la economía, la estadística, y como no podía ser menos, desde la ciencia jurídica. La creación del Instituto de Reformas Sociales no puede entenderse sin el auge y consolidación de la denominada cuestión social, ligada usualmente con la aparición, auge y consolidación de la clase obrera, desde mediados del siglo XIX, pero sobre todo desde el último tercio de dicho siglo, y ello debido al retraso con el que se manifiesta la revolución industrial en España si tomamos en comparación otros países europeos1. Este retraso en * Investigador del Departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. 1 PALACIO M ORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ed. MTSS, Madrid, pág. 6-7, afirma que «el fracaso de la revolución industrial en España se manifiesta en una serie de constantes del proceso de industrialización, muchas de las cuales permanecen hasta fechas muy recientes» y que van a explicar el porqué la cuestión social «se manifiesta con un cierto retraso respecto a otros países». la aparición de la revolución industrial en el solar hispánico es una de las características particulares de la misma que va a marcar otra notable particularidad de la cuestión social en España, a saber: la importante impregnación agraria de la misma, o dicho de otra forma, no se puede identificar única y exclusivamente el auge de la cuestión social con la aparición de la clase obrera, entendida como la que presta sus servicios en las fabricas y reside en centros urbanos, sino que parte esencial de la misma lo constituye la clase campesina, la que presta sus servicios en el campo y reside en los centros rurales2. En efecto, si importantes y crecientes son los estallidos de protesta en los centros fabriles y en las ciudades desde mediados del siglo XIX no son menos importantes los estallidos de protesta en el campo; de manera que no se puede identificar totalmente el auge de la cuestión social a la consolidación del movimiento obrero ligado al proceso industrializador. «No serán los núcleos industriales, donde el movimiento obrero tiene una mayor fuerza y cohesión, los lugares de principal enfrenta- 2 Acudiendo a datos estadísticos, aunque imprecisos, COMELLAS, J.L.: Historia de España, ed. Rialp, Madrid, 1988, pág. 179, nos expone que en «la España de 1864 ... hay 665.000 artesanos, 150.000 obreros industriales, 26.000 mineros y hasta 2.354.000 jornaleros del campo». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 167 ESTUDIOS miento y conflictividad social. Los trabajadores agrícolas, mucho más dispersos y con condiciones muy heterogéneas, incluso dentro de una misma región o provincia, marcarán decisivamente el carácter de la cuestión social en España. Si las condiciones de trabajo en las fábricas son peores que en otros países más industrializados, la vida de los jornaleros y de los pequeños campesinos se caracteriza por su extrema pobreza»3. En definitiva, el Instituto de Reformas Sociales constituye la culminación del proceso dirigido desde el poder político para institucionalizar la vía reformista frente, por un lado, a las tesis inmovilistas de los sectores más conservadores y, por otro lado, frente a las tesis revolucionarias de los sectores anarquistas y socialistas, aunque estos últimos con el trascurso del tiempo se volvieron hacía posiciones más posibilistas. Como se afirma por la doctrina «la alternativa, planteada otras veces en la historia de España, entre inmovilidad, revolución o reforma, se agudiza a la hora de afrontar la cuestión social ... (serán) los políticos burgueses de uno y otro signo (los que) coinciden en la elección de la vía evolutiva de las reformas sociales, mediante el intervencionismo del Estado a través del estudio del problema obrero y de la preparación de leyes sociales»4. Por lo tanto el problema de la cuestión social no es a nuestro juicio, tal y como ha puesto de manifiesto un sector de la historiografía, algo nuevo, sino más bien supone la agudización de una situación, la miseria en que vivían las clases desposeídas, sin perjuicio de que adquiera unos perfiles particulares 3 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 9. En términos similares COMELLAS, J.L.: Historia de España, ob.cit., pág. 179, nos expone que «en nuestro país las protestas de los trabajadores hayan comenzado, al contrario que en otras partes, por el sector campesino». 4 MONTOYA MELGAR, A.: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España (1873-1978), ed. Civitas, Madrid, 1992, pág. 27. 168 con la aparición de un determinado tipo de trabajador, el obrero industrial, el que presta su trabajo en centros fabriles, y sin perjuicio de que el proceso industrializador agudizase dicha situación5. Tan deplorable era la situación de las clases no poseedoras a finales del siglo XVIII como a principios del siglo XIX, lo que si se produjo a lo largo del siglo XIX es lo que se ha denominado la «centrifugación social»6, es decir, el aumento de la distancia entre ricos y pobres. Por muy obvio que nos pueda parecer el primer problema que planteaba la cuestión social era conocer en qué consistía la misma, cual era el conjunto de problemas que tenía la clase trabajadora, tanto la obrera como la del campo, para ulteriormente poder establecer una serie de medidas de actuación de diversa índole, entre las que se contaban, las medidas legislativas. Respecto de estas últimas se consideró que era mejor tratar de conocer lo mejor posible la situación de la clase trabajadora previamente a la adopción de las mismas, para que así se pudiese ofrecer una mejor respuesta encaminada a ir solucionando los problemas que suscitaba la cuestión social. Por ello los intentos de reformismos social, incluido el constituido por el Instituto de Reformas Sociales, van a llevar a cabo una 5 COMELLAS, J.L.: Historia de España, ob.cit., pág. 274-275, nos manifiesta que «es difícil precisar en qué momento histórico el trabajador español –de la ciudad o del campo– vivió en condiciones peores». Así nos dirá que «la Restauración ha sufrido también de una especial mala fama por lo que se refiere a la opresión de las clases proletarias. No se trata ... de la situación real, sino más bien de la toma de conciencia social y de la propia capacidad de organización ... En la Restauración, el protagonismo de las clases trabajadoras llega ya a las formas de la historia de acontecimientos no porque hayan cambiado sus condiciones socioeconómicas, sino porque han cambiado su mentalidad y sus formas de organización». 6 Término que se debe a JOVER J.M. en «Situación social y poder político en la España de Isabel II», en Historia Social del siglo XIX, Madrid, 1972, recogido en COMELLAS, J.L.: Historia de España, ob.cit., pág. 178. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA labor de recopilación de información sobre la situación de la clase trabajadora para poder aprehender la denominada «cuestión social», y para ello, en línea de principio, y a pesar del dominio en la administración española de la época del modelo napoleónico caracterizado por estructuras administrativas centralizadas, era necesario adoptar una estructura descentralizada que permitiera recabar la información lo más directamente posible de las personas afectadas: los trabajadores. Pues cuanto más descentralizada fuera la estructura, más directa y fiable sería la información recogida, mientras que si los intentos de institucionalización de la reforma social no presentaban estructuras descentralizadas mayor era el riesgo de que la información que se recabase ofreciera un menor grado de fiabilidad y un menor reflejo de la verdadera situación de la clase trabajadora. Hemos de advertir que la finalidad perseguida por el reformismo social, no solo dependía del dato de la descentralización orgánica y/o funcional sino también de otros factores, entre otros, de la participación de la clase trabajadora en dichas estructuras y de su capacidad de influencia7. Nuestro estudio se va a centrar en determinar si en los distintos intentos de institucionalización, y concretamente, el constituido por el Instituto de Reformas Sociales, se han articulado formulas de descentralización orgánica o de descentralización exclusivamente funcional, y en el supuesto de encontrarnos con algún supuesto ver cual es la articulación jurídica de la misma. Por descentralización orgánica entendemos tanto la creación e integración, dentro del organismo para la reforma social, de órganos de base territorial a los que atribuir ciertas competencias como la utilización de órganos preestablecidos a los que se integra dentro de dicha estructura; mientras que por descentraliza7 Y ello sin perjuicio de no entrar a valorar la posición de la clase trabajadora respecto a dicho intentos de institucionalización de la reforma social, pues dicha valoración excede del objeto de este estudio. ción funcional entendemos la atribución a órganos que sin estar integrados orgánicamente se les encomienda la realización de funciones propias del organismo creado para la reforma social. Normalmente toda descentralización orgánica conlleva la descentralización funcional, mientras que la descentralización funcional se puede articular sin descentralización orgánica. 2. ANTECEDENTES Durante la segunda mitad del siglo XIX, y más exactamente, desde el último cuarto de dicho siglo se van a suceder una serie de proposiciones y peticiones para la creación de comisiones parlamentarias para el estudio de la situación de la clase trabajadora, en alguna de las cuales se pueden observar medidas de descentralización en la averiguación de la situación de la clase trabajadora. La primera proposición de la que tenemos conocimiento es efectuada en el Senado, el 18 de abril de 1842, por Joaquín Francisco Campuzano8, solicitando se «nombre una Comisión a la cual se encargue examinar el estado de la ilustración del pueblo y los medios más adecuados para proporcionarla a las necesidades de su propia conveniencia y al bien de toda la sociedad». Sin embargo, esta primera proposición no puede entenderse como el primer antecedente de la preocupación del poder político por la situación de la clase trabajadora española sino más bien como una manifestación de la preocupación del poder político en aras al mantenimiento del orden público y constitucional9, toda vez que el propio peticio- 8 Diario de Sesiones. Senado. Legislatura 1842. Tomo 1º. Volumen 12º. Sesión nº 44, martes 19 de abril, pág. 696. 9 No obstante para PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (18831924), ob.cit., pág. 12, «late ya en esta proposición la preocupación por las consecuencias sociales y políticas que se podían derivar de la ínfimas condiciones de vida de una gran masa de la población». En mi opinión esta REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 169 ESTUDIOS nario en la defensa10 de su solicitud afirma la necesidad de procurar los medios necesarios para «la seguridad del triunfo de las ideas progresistas y de los intereses nacionales» entre los que destaca la necesidad de «adelantar la ilustración del pueblo, pues sus enemigos cuentan con la ignorancia, como resorte de reacción», para posteriormente en la defensa esgrimida para justificar dicha solicitud vuelve a sostener que «es necesario que fortalezcamos esa unión y uniformidad en las creencias: no basta que las posea un corto número, es preciso que se generalicen» y añade como medida conexa la constitución de la milicia nacional «capaz de resolver la cuestión materialmente en pro del principio regenerador»11. Dicha solicitud tenía como finalidad el nombramiento de una comisión parlamentaria informativa que no contemplaba ninguna medida de descentralización ni para la recogida de información ni para implementar ningún tipo de medida, ya que no se debe olvidar que dicha solicitud iba dirigida a un aspecto parcial de la clase trabajadora, del «pueblo» tal y como manifiesta la petición, a saber: proporcionar a la clase trabajadora la necesaria instrucción en las doctrinas constitucionales12 . En definitiva, la petición iba primera tentativa se preocupa del mantenimiento del orden constitucional y en la medida que se pueda ver afectada su estabilidad se preocupa de la instrucción de las clases trabajadoras, pero no hay una preocupación por dichas clases en si mismas consideradas. 10 Se puede consultar en Diario de Sesiones. Senado. Legislatura 1842. Tomo 1º. Volumen 12º. Sesión nº 45, miércoles 20 de abril, pág. 702. 11 Los entrecomillados pertenecen a la solicitud. 12 El dictamen que sobre dicha solicitud se debía de emitir se refundió con el dictamen de otra proposición que iba encaminada al estudio de la situación de la administración económica, y de cuya lectura resulta que si bien se considera inaplazable centrar la atención en dicho problema se pide más tiempo al Senado para su dictamen para proceder a su elaboración salvo en lo referido a la situación del culto y del clero, sobre la que si se pronuncia dicha comisión. Ver Diario de Sesiones. Senado. Legislatura 1842. Tomo 2º. Volumen 13. Sesión nº 54, jueves 12 de mayo, pág. 895 y 896. 170 dirigida a crear una comisión que dictaminase sobre la instrucción de la clase trabajadora desde el conocimiento de sus integrantes sin articular mecanismo alguno de recepción de información. El segundo intento de institucionalización del reformismo social es el Proyecto de Real Decreto de Francisco Luxan 13 , a la sazón Ministro de Fomento, datado a principios de 1855, proyecto que no llegó a ser presentado en el Parlamento, y que se quedó en las dependencias del Ministerio de Fomento14. Dicho proyecto parte de un análisis diferencial de la situación española por parte del poder político que no consideramos ajustado totalmente a la realidad de la época15, pero que sin embargo, y como actuación esencialmente preventiva, consideraba que «la investigación es aquí una necesidad y un deber. Examinar el estado actual de las relaciones establecidas entre el trabajador y el dueño de 13 En dicho ensayo de institucionalización del reformismo social se atribuye un papel fundamental también a PASCUAL MADOZ, Presidente del Congreso de los Diputados. Sin entrar a valorar dicha coautoría defendida por voces muy autorizadas dentro de la doctrina científica, el proyecto partió del Ministerio de Fomento y a su titular le atribuimos el mismo. 14 Hemos podido conocer dicho proyecto gracias a ADOLFO BUYLLA que lo recoge y trascribe en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, titulado «La reforma social», pronunciado en 1917, y que se puede consultar en Discursos de recepción de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, tomo IX (1914-1917), Madrid, pág. 750 a 756. Según cuenta ADOLFO BUYLLA dicho proyecto llegó a sus manos gracias al celo de un funcionario del Ministerio de Fomento que lo guardó y conservó. 15 Ya que en el extenso preámbulo de dicho proyecto de RD se manifestaba que en España se daba una concordia entre el fabricante y los obreros y no se atravesaban crisis industriales de importancia. A ello habría que manifestar que nuestro proceso industrializador es tardío, se empieza a vislumbrar a partir del último tercio del siglo XIX, por lo que es lógico que a la altura de la década en que se producen dichas manifestaciones fuesen parcialmente verdaderas pero se omite la apreciación de la situación del trabajador en el campo, que en esos momentos es donde radica la mayoría de la clase trabajadora. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA los talleres y las fábricas, reconocer el verdadero valor de los elementos de trabajo, poner de manifiesto los derechos y obligaciones de los que por distintos medios concurren a la producción fabril y manufacturera; conciliar sus miras recíprocas, de manera que una utilidad común los aliente y estimule, lejos de dividirlos y desalentarlos; dirigir las tendencias industriales, conciliándolas con el orden público, y el progreso de la producción; procurar, en fin, que la acción protectora del Gobierno las regularice sin menoscabo de la libertad individual, y respetando siempre los intereses privados, será poner un término a esas funestas disidencias, que si hoy se limitan a la queja, abandonadas mañana a los recelos o la sequedad de sus promovedores, acabarían por reducirlos a la miseria, destruyendo juntamente con sus esperanzas el porvenir de nuestras fábricas, la suerte de infinitas familias y la de los pueblos». Y con esta finalidad esencialmente preventiva se articula dicho proyecto consistente en la creación de una Comisión16 que pueda «encargarse de estas investigaciones» que permitan al poder ejecutivo adoptar las medidas necesarias para satisfacer las exigencias tanto de las clases trabajadoras como de los empleadores, o como el propio preámbulo afirma, «proponer al Gobierno los medios más oportunos de acallar las exigencias de los unos, los recelos y aprensiones de los otros; la inquietud y la ansiedad de todos». Dicha comisión va a centrar su investigación no respecto a la situación de la clase trabajadora en su totalidad sino exclusivamente con relación a la clase obrera e industrial17, dejando fuera 16 Según el punto séptimo del preámbulo dicha Comisión estaría compuesta de «personas inteligentes y amigas del bien público», y en el art. 1º se establecía que estaría presidida por PASCUAL MADOZ, dejando en puntos suspensivos los miembros que la compondrían. 17 El art. 1º dice textualmente que la comisión se crea «para reconocer y apreciar en su justo valor las causas de las dificultades suscitadas entre los fabricantes y los trabajadores de nuestras provincias manufactureras», mientras que el art. 2º establece que «será objeto de la de su investigación a la clase trabajadora del campo. Para llevar a cabo dicha labor, y al margen de la previsión contenida en su artículo 2º respecto al deber de la Comisión de «oír a los comisionados de las partes interesadas, y tener presente sus razones», en este proyecto si podemos observar un supuesto de descentralización funcional, que no orgánica, para recabar los datos necesarios para efectuar la memoria18 que debía contener las propuestas que a la vista de la información obtenida debería formular al Gobierno. El artículo 3º de dicho proyecto preveía que dicha Comisión fuese auxiliada por una serie de organismos, concretamente, los Gobernadores y Diputados provinciales, así como a las Juntas de fábricas y las de comercio. Dicho auxilio consistiría tanto en la emisión de informes como en la labor de recopilación de cuantos datos y noticias les sean reclamadas. Dicho proyecto no establecía mecanismo alguno para articular dicha descentralización funcional; limitándose simplemente a enunciar dicha posibilidad, así como los sujetos encargados de prestarla. En definitiva, este proyecto contenía una previsión de descentralización funcional para que la Comisión pudiese llevar a cabo el cometido de investigar todas las cuestiones relacionadas con la clase obrera e industrial pero sin mayor concreción jurídica. Como ya hemos indicado este proyecto de Real Decreto no llegó a ser presentado19 en el Comisión: 1º, reunir todos los datos y antecedentes, relativos al estado y condición de las clases obreras y de las industriales ... a las quejas reciprocas de los obreros y de los dueños de los establecimientos fabriles y manufactureros». 18 El art. 2.3º del proyecto establece que se formulará una «memoria en la cual se proponga el medio de resolver, del modo más ventajoso, estas dificultades, y el progreso y desarrollo de la industria fabril y manufacturera, a la estabilidad y conservación del orden público». 19 Aunque DE LA CALLE VELASCO, M.D.: La Comisión de Reformas Sociales 1883-1903, ed. MTSS, Madrid, 1989, pág. 32, afirma que dicho proyecto no llegó a votarse, no tenemos constancia de que se llegase a pre- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 171 ESTUDIOS Parlamento, quedando intramuros del Ministerio de Fomento. La siguiente tentativa sino de institucionalización de la reforma social si de preocupación sobre el estado de la clase trabajadora se debe a una petición presentada por varios diputados20 al Congreso con fecha 9 de julio 1869, leída y defendida el 12 del mismo mes, y que se conoce con el nombre del diputado que llevo a cabo su defensa parlamentaria, Fernando Garrido21. Dicha petición consistía en que se decretase una «información parlamentaria sobre el estado material, intelectual y moral de las clases trabajadoras, así agrícolas como industriales, nombrando al efecto una comisión». Como se puede ver se solicita una comisión parlamentaria informativa cuya labor principal consistiría en recopilar todos los documentos, datos y noticias para presentar un informe que sirva de base para que las Cortes adopten las medidas necesarias para elevar la condición social de los trabajadores por los medios tanto directos como indirectos que estuviesen en manos de las mismas. En palabras del diputado Garrido, dicha comisión se encargará de presentar un informe «que habremos de tener presente cuando dictemos leyes que hagan referencia más o menos directamente a las clases trabajadoras». Fácilmente se puede observar que el ámbito subjetivo de dicha petición es más amplio que en el malogrado proyecto de Luxan, ya que el interés se extiende no solo a la clase industrial sino también al trabajador agrícola; siendo el ámbito objetivo de investigación e información bastante amplio y genérico, de suerte que se dirigía a todas las facetas o aspectos que pudiesen tener una incidencia en la vida de los trabajadores 22. sentar dicho proyecto de Luxán pues, salvo error en la búsqueda, no aparece en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados referencia alguna a la presentación del mismo, lo que nos lleva a pensar, a diferencia de lo acaecido con el proyecto de Instituto del Trabajo, que ni siquiera fue sometido a discusión. Afirmación avalada por el hecho de que dicho proyecto lo conocemos gracias a Adolfo Alvarez Buylla que lo recoge en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Nuestra opinión viene avalada por PALACIO M ORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 12, nota a pie de página nº 23 y PALOMEQUE LÓPEZ M.C.: Derecho del Trabajo e ideología, ed. Tecnos, Madrid, 2002, pág. 43, nota a pie de página nº 60. 20 Los diputados que firmaron dicha petición fuero J. T ATU, P. ALSINA, F.J. M OYA, F. MOYA, M. ACOSTA y J.M. CARRASCON. 21 Ver Diario de Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 1869-1871. Tomo 6º. Volumen 163. Sesión del lunes 12 de julio de 1869, nº 124, pág. 3654 y 3655. Tras esta manifestación del poder político de preocupación, o al menos de una parte de los miembros del poder político, en un plazo breve de tiempo se van a suceder una serie de solicitudes que, mas que de constitución, son Dado lo escueto de la solicitud es lógico que no se detuviese en articular como se debería llevar a cabo la labor de dicha comisión parlamentaria. Sin embargo en la defensa de dicha solicitud el diputado Garrido, al final de su intervención, nos señala su concepción acerca de la forma de actuar de la misma, al manifestar que los miembros de dicha comisión «visiten las provincias, se enteren del estado de las clases proletarias y recojan todos los datos y noticias a ellos referentes». Ello nos revela que no se preveía medida de descentralización alguna, ni orgánica ni funcional, pues era la propia comisión la que debería desplazarse por el territorio nacional para recabar dicha información, y más concretamente, sus miembros; sin despejarse si se desplazarían conjunta o separadamente. 22 No tenemos constancia en los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados de que se efectuase el nombramiento de dicha comisión solicitada en 1869, sin embargo la profesora CABEZA Y SÁNCHEZ-ALBORNOZ, S.: «La Comisión de Reformas Sociales: legislación sobre el trabajo de las mujeres y niños», en El Reformismo Social en España: la Comisión de Reformas Sociales, ed. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1987, pág. 355, nos manifiesta que dicha comisión se formó con siete miembros y fue presidida por FERNANDO GARRIDO. Sin dudar de la veracidad de dicha afirmación no se apoya la misma en dato alguno que permita su comprobación. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 172 JUAN GIL PLANA de continuación de la iniciativa presentada por el diputado Fernando Garrido. La primera de ellas está datada el 15 de junio de 1871 y es presentada ese mismo día por el anteriormente citado diputado23; la segunda, fechada el 16 de mayo de 1872 24 , es presentada y defendida por el diputado Joaquín María Sanromá25 el 21 de mayo, y la tercera, de fecha 30 23 Junto al diputado Garrido, firmaron esta petición los diputados A.J. de Vildósola, F.J. Moya, J.B. Topete, G. Rodríguez, J. Contreras y B. Lostau (Ver Diario Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 1871-1872. Tomo 2º. Volumen 174. Sesión del jueves 15 de junio de 1871, nº 62, pág. 1676). Dicha Comisión se integró por los diputados Lostau, Cánovas del Castillo, Candau, Rodríguez, Martínez Izquierdo, Pruneda, Herrera, Montesino, García Ruiz, Pasaron y Lastra, Sánchez Ruano, Valbuena, Rivero, Conde de Orgaz, Figueras, Jove y Hévia, Fabra, Castilla, Ríos y Rosas, Marqués de Camarena y Fandos (Ver Diario de Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 1871-1872. Tomo 3º. Volumen 175. Sesión del viernes 16 de junio de 1871, nº 64, pág. 1717); siendo nombrado presidente de la citada comisión el diputado Ríos y Rosas, y secretarios los diputados Lostau y Jove y Hévia (Ver Diario de Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 1871-1872. Tomo 3º. Volumen 175. Sesión del jueves 21 de junio de 1871, nº 71, pág. 1911). 24 Aunque DE LA CALLE VELASCO, M.D.: La Comisión de Reformas Sociales 1883-1903, ob.cit., pág 32, data la proposición de Sanromá en 1871, dicha proposición es de 1872, y no es a nuestro juicio, como dice esta autora, una «nueva tentativa de estudio de la condición obrera» sino una reiteración de la continuación de la información parlamentaria solicitada, ahora si, en 1871, por FERNANDO GARRIDO, que a su vez había reiterado su solicitud de 1869. 25 Esta petición fue suscrita también por C. Segundo Montesino, José Cristóbal Sorní, el Conde de Toreno, J. Moreno Benítez, J. Fabra y Floreta y J.E. de Santos (Ver Diario Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 2ª 1872. Tomo Único. Volumen 178. Sesión del martes 21 de mayo de 1872, nº 22, pág. 423 y 424). La novedad más significativa es que dicha comisión parlamentaria se dividió en secciones innominadas, es decir, no consta que cada una de las secciones tuviese asignada la investigación y recopilación de aspectos concretos de la información sobre la clase trabajadora, o que respondiese a una distribución de su actuación por zonas geográficas. En definitiva no consta cual fue el criterio, bien el funcional bien el geográfico, que se utilizó para la división de la comisión parlamentaria en secciones, si es que dicha división obedeció a criterio alguno. Dicha comisión parlamentaria se integro por los diputados Alonso de septiembre de 1872, presentada al día siguiente al Congreso de Diputados por Jove y Hévia26. Realmente, y tras la lectura de las mismas, se ha de llegar a la conclusión de que son una reiteración de la petición presentada en 1969 a las Cortes Constituyentes. Así la solicitud efectuada en 1871 por el diputado Fernando Garrido únicamente añade que se proceda a nombrar a los componentes de dicha Comisión como se desprende del tenor literal de la misma, a saber, «los Diputados que suscriben, piden al Congreso tenga a bien dictar el nombramiento de una comisión de 21 Martínez, Sagasta y Calderón Collantes (Primera Sección), González Alegre, López y Garrido Herrera (Segunda Sección), Soriano Plasent, Peñuelas y García Martino (Tercera Sección); Álvarez Peralta, Ripio y González Encinas (Cuarta Sección), Mosquera, Chao y el Marqués de Castroserra (Quinta Sección), Manuel Becerra, Fabra y Torres Mena (Sexta Sección) y Romero Girón, Venancio González y Moreno Rodríguez (Séptima Sección)(Ver Diario Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 2ª 1872. Tomo Único. Volumen 178. Sesión del viernes 7 de junio de 1872, nº 33, pág. 720 y 721). 26 Solicitud que contó con la firma de los diputados M. Morayta, el Marqués de Sardoal, F. Pí y Margall, F. Payela, L. Vidart y J. García San Miguel (Ver Diario Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 1872-1873. Tomo 1º. Volumen 179º. Sesión del martes 1 de octubre de 1872, nº 15, pág. 245 y 246). La composición de dicha comisión se produjo dos días después de efectuar dicha solicitud, quedando integrada por los diputados Anglada, Vidart y Martínez Villergas (Primera Sección), Escuder, Franquet y Ulloa (Segunda Sección), Pi y Margall, Gil Sanz y López Puigcerver (Tercera Sección); Sampere, Comas, Jove y Hévia (Cuarta Sección), Ardanáz, García y Fernández Villaverde (Quinta Sección), Orense, Ríos y Portilla y Conde de Toreno (Sexta Sección), Alvarez Bugallal, Guillén y Llano Péral (Séptima Sección)(Ver Diario Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 18721873. Tomo 1º. Volumen 179º. Sesión del jueves 3 de octubre de 1872, nº 17, pág. 259 y 260). Posteriormente durante la I República se procedió a efectuar una remodelación en la composición de dicha comisión que pasó a estar integrada por los asambleístas Díaz Quintero, Tutau, Escuder, Orense, Jove y Hévia, Balart, Franquest, Montesino Abarzuza, Bosch, Maisonnave, Fernando Garrido, Rivero, Deas, Soleaguí, Bardón, Fandos, Bernardo García, Sampere y Ercazti (Ver Diario Sesiones. Asamblea Nacional. Legislatura 1872-1873. Tomo Único. Volumen 183º. Sesión del sábado 15 de febrero de 1873, nº 3, pág. 79). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 173 ESTUDIOS individuos de su seno para que haga la información parlamentaria acordada por unanimidad por las Cortes Constituyentes, en la sesión del 12 de julio de 1869, y cuyo objeto era estudiar el estado moral, intelectual y material de las clases trabajadoras, así agrícolas como industriales, presentando después al Congreso un informe que sirva de base para que el Congreso acuerde cuanto pueda contribuir a elevar la condición social de esas clases, mejorando su suerte dentro del círculo de sus atribuciones». La petición efectuada por Sanromá el 21 de mayo de 1872 tampoco añade nada nuevo a las solicitudes presentadas por el diputado Fernando Garrido, pues es una solicitud de «continuación» de la información parlamentaria ya que en ella se decía que «los Diputados que suscriben piden al Congreso tenga a bien acordar el nombramiento de una comisión de 21 individuos de su seno, para que continúe la información parlamentaria decretada por unanimidad en las Cortes Constituyentes ...». Al igual que las anteriores la solicitud presentada por el diputado Jove y Hévia con fecha 1 de octubre de 1872 es una reiteración de la prosecución de la labor informativa al requerirse por «los Diputados que suscriben ... la continuación de las informaciones parlamentarias que dejaron pendientes los Congresos anteriores, una acerca del estado de las clases obreras y medios de mejorarlo ...». En ninguna de ellas se hace referencia a las posibles medidas de descentralización orgánica y/o funcional a la hora de proceder en la labor de investigación, obtención y recopilación de información sobre la cuestión social. No obstante se ha de indicar que en la última proposición, la presentada por Jove y Hévia, se parte de un supuesto de descentralización funcional a través de instancias ya establecidas, e incluso, acudiendo a la fuente más originaria, el trabajador; no participando dicha petición, de la misma idea, o por lo menos, de la idea inicial de la ausencia de descentralización funcional sostenida por la solicitud del diputado F. Garrido en 1869, al concebirse en ésta que la labor de obtención y 174 acumulación de datos se efectuaría mediante el desplazamiento de los miembros de la comisión a las provincias para comprobar y recabar in situ la información sin necesidad ni de acudir al auxilio funcional de determinadas instancias preestablecidas ni de crear órganos descentralizados ad hoc que contribuyesen a lograr la finalidad encomendada a dicha comisión. A dicha conclusión llegamos al leer la defensa parlamentaria efectuada por Jove y Hévia en la que de forma clara se nos indica que «en el supuesto de que la Cámara las admita27, concluiré recordando a los centros oficiales, a los centros fabriles, a los centros obreros y a los obreros mismos ... que aquellos que no han contestado al interrogatorio que con este objeto se les dirigió en una de las informaciones». Como vemos no se prevé la creación de órganos específicos que llevasen a cabo la labor de obtención de datos sino que se acudía a instituciones ya preestablecidas para otras finalidades que por su cercanía con las fuentes más directas de información permitirían obtener unos resultados más acordes para poder alcanzar el análisis más exacto de la verdadera situación en que se encontraba la clase trabajadora, e incluso, se prevé la información directa de los trabajadores. Con ello no queremos afirmar que dicha previsión sea merecedora de elogios, pues más allá de la intencionalidad, dicha previsión se movía, necesariamente, en el terreno de las buenas intenciones, ya que es fácilmente colegible que dicho interrogatorio no se podría remitir a muchos trabajadores, por un lado, porque si así se hubiese hecho no se hubiesen tenido los medios personales y económicos suficientes 27 A efectos aclaratorios se ha de reseñar que si se utiliza la expresión «las admita», es decir, si se habla en términos plurales, es porque la defensa parlamentaria efectuada por el diputado Jove y Hévia se refiere a dos informaciones ya solicitadas y admitidas: una respecto a la clase trabajadora y otra sobre el estado de las sociedades mercantiles. Según dicho diputado dichas cuestiones «aunque diferentes, se completan» lo que justificaba, en su opinión, su defensa parlamentaria conjunta. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA para procesar toda la información suministrada al dirigirse dicho interrogatorio a un amplio número de trabajadores, por otro lado, porque el estado de instrucción de la clase obrera era, con carácter general, ínfimo, cuando no inexistente, registrándose altos índices de analfabetismo, por lo que malamente podrían los trabajadores contestar dicho interrogatorio; pero sí queremos poner de manifiesto como se había «pensado» en articular una medida de descentralización funcional todo lo poco irrealizable que se quiera, pero a la postre, una medida que revela hasta que punto la preocupación por la averiguación del estado de las clases trabajadoras pasaba necesariamente por la implementación de medidas de descentralización. Como se puede apreciar en dicha defensa se hace referencia a un interrogatorio que se había confeccionado con ocasión de una información anterior en el tiempo que puede deberse a la solicitud del diputado Garrido de 1871 que, a diferencia de lo acaecido con ocasión de la solicitud de 1869, si dio lugar al nombramiento efectivo de la comisión, y que vendría a ponernos de manifiesto que la idea primigenia defendida por el diputado Garrido acerca del desplazamiento de los miembros de la comisión como forma de actuación se sustituyó por la de la confección de un interrogatorio compuesto de una serie de preguntas para su remisión a determinadas instancias o personas para que éstos, a su vez, procediesen a su contestación y ulterior remisión a la comisión. En definitiva, se apuntan dos notas que se verán en los posteriores supuestos relativos a la institucionalización de la reforma social, a saber: la implementación de mecanismos de descentralización funcional y la utilización de cuestionarios. Una vez remitida la información, está debería dar lugar a un informe de la comisión y a un debate parlamentario que tendría como documento base el informe elaborado por la comisión, tal y como se desprende de las palabras finales de la defensa parlamentaria cuando se manifiesta que «con ellos (los cuestionarios) y con las luces de los individuos que la compongan, y con la ilustración de la Cámara en el debate a que dé lugar, se hará un trabajo digno de las Cortes españolas». De ahí que se desprenda la importancia fundamental que adquiere la idea de descentralización funcional contemplada, pues sin dicha medida mal se podría conseguir la finalidad perseguida al solicitar dicha comisión. Finalizando el mes de octubre de 187228, concretamente el 26 de octubre, se presenta, con fecha de 20 de octubre, por Manuel Becerra29 ante el Congreso de los Diputados, no ya una solicitud para la creación de una comisión que investigue el estado de la clase trabajadora, sino una proposición de ley para la mejora de las condiciones morales de las clases necesitadas, que bajo esa aparente denominación no trata de regular aspectos diversos de las clases necesitadas sino solo determinados aspectos relativos al trabajo de jóvenes menores de quince años, siendo verdaderamente, una propuesta de regulación del trabajo infantil, que nos permite expresar gráficamente la identificación de las «clases necesitadas» con la problemática surgida en torno al trabajo de la población infantil, más exactamente de los menores de quince años30. 28 Se puede consultar en Diario Sesiones. Congreso Diputados. Legislatura 1872-1873. Tomo 2º. Volumen 180º. Sesión del viernes 26 de octubre de 1872, nº 37, apéndice vigésimo tercero. También en Diario Sesiones. Asamblea Nacional. Legislatura 1872-1873. Tomo Único. Volumen 183º. Sesión del sábado 15 de febrero de 1873, nº 3, apéndice octavo. 29 Fue suscrita también por P. Canalejas, G. Calvo Asensio, A. G. Olivares, U. Díaz Crespo y E. Gómez de la Vega. 30 Dicha proposición constaba de seis artículo, el primero, prohibía el trabajo de los menores de 11 años; el segundo, limitaba la jornada de trabajo de los jóvenes entre 11 a 15 años; el tercero, establecía la inexigibilidad del pago de horas extras si no se acudía a escuelas públicas o particulares; el cuarto, prohibía el trabajo nocturno de los menores de 15 años; el quinto, establecía beneficios de exención de la cuota de subsidio industrial cuando el empresario patrocinaba escuelas de primeras letras o profesionales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 175 ESTUDIOS Pero si traemos a colación dicha proposición se debe a que en su artículo 6º se atribuye a los alcaldes de barrio y a los tenientes de alcalde, aparte de funciones de inspección o policía, la obligación de remitir con carácter anual «una memoria sobre los defectos advertidos en el cumplimiento de la ley, en el orden social y económico», con lo que se establecía una muy «tímida» descentralización funcional informativa a través de las instancias de lo que hoy conocemos como instituciones de la administración local. Lógicamente esta descentralización funcional es parcial ya que, en definitiva, se refiere única y exclusivamente a la obtención de información acerca del cumplimiento de dicha ley. 3. LA COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES: COMISIONES LOCALES Y PROVINCIALES El declinar del siglo XIX o lo que es lo mismo el último cuarto de siglo va a ser testigo de la consolidación de la problemática en torno a la clase trabajadora en España, y va a suponer un salto cualitativo importante en lo concerniente a la preocupación del poder político en lo que a la denominada cuestión social se refiere, ya que vamos a pasar de una «tímida» preocupación que se refleja en una «tibia» acción desde las esferas del poder político a una más profunda reflexión sobre la cuestión social que lleva a lo que se ha denominado la «institucionalización de la reforma social» a través no ya de comisiones parlamentarias sino de comisiones e instituciones a las que se dota de cierta organización propia con diferentes formulas de descentralización no solo funcional sino orgánica. Tras haber trascurrido una década desde las solicitudes de constitución de comisiones parlamentarias, ahora sí, el Gobierno, a través de su Ministro de Gobernación, Segismundo Moret, reconociendo el retraso, a su juicio involuntario, que caracteriza a la situación española respecto a la cuestión social no 176 solo desde el plano de la acción legislativa sino también desde el plano de la acción de investigación y estudio31, afirma que «no era posible prolongar esta situación sin menoscabo de la paz pública», ya que «numerosos síntomas revelan que las clases obreras sienten el vivo estímulo de necesidades que importa remediar o aliviar cuando menos», y ante el temor de que el trabajador abandone los cauces legales previstos y se deslice hacia formas de reivindicación violentas32 y «solicitada por las circunstancias la atención de los poderes públicos, el obstinarse en resistir ciegamente sería preparar sangrientas represalias y el afectar indiferencia respecto de estos problemas no podría menos de exponer la sociedad a dolorosas sorpresas». Preocupación por la movilización de las clases trabajadoras y los medios de encauzar dicha movilización son los 31 La Exposición de Motivos del RD de 5 de diciembre de 1883 por el que se crea la Comisión de Reformas Sociales nos muestra claramente dicha afirmación cuando la misma se inicia con estas palabras: «Las frecuentes agitaciones políticas engendradas por nuestra laboriosa reorganización, no ha consentido que los Gobiernos pusieran su cuidado en aquellas cuestiones llamadas sociales, que preocupan a todos los países y que conmueven ya no poco a nuestra patria. Naciente todavía acá entre nosotros lo que desde hace años es en otros pueblos materia de legislación y privilegiado asunto de estudio para el Parlamento, bien puede decirse que (...) apenas ofrece nuestra legislación señales ciertas de aquella solicitud que los poderes públicos deben a la condición del trabajador y a las relaciones entre el capital y el trabajo». 32 Así se nos dice en la Exposición de Motivos que «habría motivo para temer que las corrientes, hasta ahora pacíficas, por donde va encauzándose este movimiento, torcieran su rumbo de suerte que los males conocidos se agravasen con todos aquellos otros a que da origen la violencia, e hicieran así precaria la paz y las relaciones entre los dos grandes factores de la producción: el trabajo y el capital», añadiendo en una concepción negativa del asociacionismo obrero que «otra parte de este movimiento parece huir de las vías legales, y da muestras de lo que reclama y señal de lo que apetece, disponiéndose ... a formar esas asociaciones misteriosas encaminadas a fines criminales, para los que ha sido y será de nuevo necesario que la sociedad reserve sus más terribles rigores». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA que mueven la acción del gobierno, pero no de forma única y exclusiva, pues también dicha acción se debe a la convicción de la responsabilidad que conlleva el ejercicio de la acción gubernamental, o dicho de otra forma, dicha acción gubernamental responde en gran medida a la profunda convicción de quien detenta el poder ejecutivo de que no puede sustraerse a abordar la compleja problemática de la cuestión social que empezaba a ser no solo manifiestamente visible sino también estructuralmente ineludible. Así se nos dirá que «si fue siempre misión del Gobierno prever y anticiparse a las consecuencias por el estudio de las necesidades sociales; si corresponde a él en todo tiempo abrir ancho cauce a la corriente de las aspiraciones públicas y dirigir éstas por caminos donde pacíficamente se depuren y satisfagan; si en cualquier hora es grato realizar obras de paz y de concordancia, a la vez que ventura y mejoramiento para las clases menesterosas, más estrechas parecen todavía las obligaciones del Gobierno, y con prontitud mayor debe atender a ellas» pues «todo el que gobierna está obligado a otorgar siempre, pero mucho más cuando las piden (las reformas) los menos favorecidos en el goce de las ventajas sociales»33. Y para remediar el retraso español, el Gobierno valora34 qué tipo de acción ejecutiva 33 Muestra de que la acción gubernamental esta no solo originada por la preocupación ante el crecimiento del movimiento obrero y al agudización de las problemática de la cuestión social sino que también está imbuida de la profunda convicción de que es tarea inexcusable del gobierno en el ejercicio de sus funciones acometer la búsqueda de soluciones sobre dicha problemática es la reiteración en la Exposición de Motivos al afirmarse que la acción gubernamental es reclamada por las clases trabajadoras «y cuando nadie la reclamase, ella se impondría por sí misma, puesto que en último término, uno de los deberes más estrechos de todo Gobierno es el de mirar, antes acaso que a las exigencias del día, a las causas que engendran los conflictos del porvenir». A efectos metodológicos se ha de indicar que las frases entrecomilladas que figuran en el texto se han extraído de la Exposición de Motivos del RD de 1883 34 Muy expresivamente se nos apunta en la Exposición de Motivos «cuanto no habrá meditado, antes de es más conveniente, bien proceder a una acción legislativa sobre las distintas facetas de la cuestión social de suerte que se presentasen determinados proyectos de ley que viniesen a regular aquellas facetas, bien llevar a cabo una acción informativa que permitiese una ulterior acción legislativa. Desde nuestra perspectiva actual se presentaban argumentos a favor de ambos tipos de acción ejecutiva, de un lado la lamentable situación de la clases trabajadora, agudizada con el proceso industrial, reclamaban una rápida intervención legislativa, de otro lado, el desconocimiento del complejo entramado de cuestiones que rodeaban la vida de las clases trabajadoras, y a pesar de la iniciativas parlamentarias ya reseñadas, se erigía en un obstáculo de muy difícil superación que impedía articular una acción normativa que contase con una mínimas garantías de eficacia en orden a paliar la tan referida lamentable situación de las clases trabajadoras. «Parecerá tal vez a primera vista, que lo más sencillo era legislar sobre la materia, sometiendo a las Cortes proyectos y formulas que de alguna suerte saliesen al encuentro de los males conocidos», sin embargo no será esta la vía de acción elegida al concebirse desde el Gobierno «que el mejor medio es abrir campo al trabajo social que ha de preceder a la obra de los legisladores», ya que si se optase por la acción gubernamental normativa, el resultado de la misma sería «expresión de las ideas del Gobierno; adoptaríanse o no; satisfarían o dejarían de satisfacer todos los intereses a ello sometidos; más por tener este solo origen y obedecer únicamente al pensamiento de sus iniciadores, es casi seguro que carecerían de la elaboración y la autoridad que las reformas sociales sólo pueden reunir cuando se discuten y preparan con el concurso de los mismos elementos para quienes se va a legislar»; a lo que añade una razón complementaria que viene dada por la inestabilidad política de la época, de manera que si se procedía a la elegir el medio de que el Gobierno intervenga en esta complicada agitación social». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 177 ESTUDIOS acción normativa fruto del proyecto particular de una determinada formación política era seguro que al producirse un cambio en las esferas gubernamentales se operase un abandono de dichos proyectos normativos por otros que concebirían la cuestión social desde otros prismas ideológicos y legislativos, lo que se revelaba contraproducente si tenemos en cuenta que ya en ese momento se tiene conciencia de la trascendencia nacional que tenía la cuestión social y de la necesidad de no sujetar dicha problemática a los vaivenes políticos adoptando un plan de acción gubernamental que fuese pensado a medio plazo35. Decidida la vía de acción por parte del Gobierno se procede mediante el Real Decreto 5 de diciembre de 188336 a crear la Comisión de Reformas Sociales con el objeto de proceder a «estudiar todas las cuestiones que directamente interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo»37, efectuándose en el articulo 2º de dicho Real Decreto, una enumeración no taxativa de dichas cuestiones, pues dicho precepto nos advierte que «se ocupará especialmente» de materias como los 35 Textualmente el Gobierno nos dice «tan agitada es la vida de los Gobiernos, al menos de la época presente, que de necesidad ha de ser también breve y pasajera; así, cuando desaparecen de la esfera pública los hombres que a ella trajeron un pensamiento, su pensamiento les sigue precipitadamente y la opinión no tiene siquiera tiempo de apoderarse de él, faltando con esto a la obra comenzada las condiciones necesarias para llegar a sazón y madurez. Producto de situaciones políticas que vienen sólo a cumplir fines de urgencia, mal pueden dar ni conservar vida a esas leyes que tocan a los intereses permanentes y fundamentales de una sociedad, y que por lo mismo exigen el amparo de instituciones permanentes también». 36 Publicado en la Gaceta de Madrid (en adelante GM) nº 344, lunes 10 de diciembre, pág. 761 a 763. 37 Art. 1º del RD en concordancia con lo manifestado en la Exposición de Motivos que nos refiere que la Comisión que se crea será «el centro donde se reúnan y condensen los datos, noticias y opiniones ya formuladas sobre la materia». 178 Jurados Mixtos, Cajas de retiros y de socorros, el trabajo de los niños y las mujeres, la higiene y la salubridad, sociedades de socorro mutuo, entidades bancarias agrícolas, habitaciones de los obreros y reformas legislativas en materia de desamortización. La Comisión de Reformas Sociales, a diferencia de las comisiones parlamentarias creadas en la década de los setenta del siglo XIX, supone la implementación de una comisión incardinada en el Ministerio de la Gobernación38, es decir, estamos ante la creación de una comisión no parlamentaria, independiente por tanto de quien, en teoría, tiene la facultad de legislar y a quien en última instancia se dirigirán los resultados obtenidos de la labor efectuada por la recién creada Comisión de Reformas Sociales en forma de proyectos de ley que se preveía se presentarían al Gobierno. Ahora bien esa dependencia orgánica del Ministerio de la Gobernación a nuestro juicio, no supone, desde la perspectiva jurídica, una merma de la independencia de la labor de la Comisión de Reformas Sociales, y ello porque, por un lado, dicha dependencia orgánica se limitaba a facilitar un local a dicha Comisión así como a provisionar de los elementos materiales y personales necesarios para llevar a cabo la misión que le había sido encomendada, sin que se estableciese mecanismo alguno de control de la actividad de la Comisión de Reformas Sociales por parte del Ministerio de Gobernación; de otro lado, porque sería la propia Comisión la encargada de organizar sus trabajos así como el plan a seguir para recabar la información que se estimase necesaria, nombraría sus secretarios, e incluso, debería organizar «en la forma que estime más oportuna, un Congreso»39. Como se puede apreciar la Comisión 38 Art. 3º del RD. Art. 4º del RD. De acuerdo con este precepto la finalidad perseguida con la convocatoria de dicho Congreso era reunir a los diferentes elementos implicados en la problemática social tan compleja para que aportasen sus conocimientos para una mejor y más completa aprehensión de la cuestión social. 39 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA gozaba de total libertad para determinar su forma de proceder a la hora de alcanzar la finalidad perseguida, esto es, obtener la mayor información posible sobre el estado de las clases trabajadoras en sus diversas facetas para poder presentar «una Memoria detallada, a la cual acompañará en forma de proyecto de ley, los que crea conveniente proponer al Gobierno para que éste, en la forma y tiempo que estime oportuno, pueda someterlos a la discusión y aprobación de las Cortes»40. Por ello, y desde la articulación jurídica de dicha dependencia orgánica, sin entrar a valorar otros aspectos, podemos afirmar que la referida dependencia no fue un obstáculo para que la Comisión de Reformas Sociales desarrollase su misión. Una cuestión que llama la atención de la regulación jurídica de dicha Comisión de Reformas Sociales es la ausencia de referencia alguna a la composición de la misma ya que solo en el artículo 4º se nos indica de forma indirecta al hablar de la forma de actuación de la Comisión de Reformas Sociales que habrá un presidente y, en principio, varios secretarios, sin especificar su número, de tal forma que la única pista sobre dicho aspecto, y concretamente en su dimensión cualitativa, la encontramos en la Exposición de Motivos cuando se explicita que se integraría «de personas que en sí mismas llevan sobrada garantía de imparcialidad, de suficiencia, de seriedad y de acierto para el cumplimiento de su alto cometido», sin que encontremos referencia alguna a la determinación cuantitativa de la misma, y sin que dicha determinación cualitativa dada la generalidad con la que está expresada y donde está efectuada nos aporte elemento jurídico de relevancia. La dimensión cuantitativa en lo referente a la composición la podemos determinar al comprobar la Real Orden de 7 de diciembre de 188341 por la que se produjo el nombramiento de los miem- 40 Art. 7 del RD. Publicada en la GM nº 344, lunes 10 de diciembre de 1883, pág. 763. 41 bros de la Comisión de Reformas Social, de suerte que podemos afirmar que inicialmente se compuso de catorce miembros42. Frente a este silencio el Real Decreto de 13 de mayo de 189043, que procede a reorganizar la Comisión de Reformas Sociales, si establece expresamente la dimensión cuantitativa de la composición de dicha Comisión, que se fija en treinta miembros44, y determina, ahora si de forma directa al dedicar el artículo 2º, la estructura interna que se configuró con un presidente, un vicepresidente, un secretario general y varias secciones, dejándose a la iniciativa de la Comisión de Reformas Sociales la confección de su reglamento de funcionamiento interno45. 42 Inicialmente se eligió como Presidente a Canovas del Castillo, y como integrantes de la Comisión de Reformas Sociales a los Sres. Gabriel Rodríguez, Gumersindo de Azcarate, González Serrano, Marqués de Monistrol, Fernando Puig, José Cristóbal Sorní, Duque de Almodóvar del Río, Andrés Mellado, Carlos María Perier, Mariano Carreras y González, Federico Rubio y Galí, Daniel Balaciart y Juan Martos Jiménez. 43 Publicado en la GM nº 134, miércoles 14 de mayo de 1890, pág. 426. 44 Art. 1º del RD de 13 de mayo de 1890. A través de sus correspondientes Reales Decretos de 13 de mayo 1890, insertados en la GM nº 134, miércoles 14 de mayo de 1890, pág. 426 y 427, se nombró Presidente a D. Segismundo Moret, Vicepresidente a D. Federico Rubio y Galí, Secretario General a D. Gumersindo de Azcarate; y vocales a los señores Sancha y Hervás, González Serrano, Fernando Puig, al Duque de Almodóvar del Río, Andrés Mellado, Daniel Balaciart, Pedro Moreno Rodríguez, Miguel Castells, Jerónimo Rodríguez Yagüe, Vicente Santamaría de Paredes, José Jimeno Agíus, Amalio Jimeno, Teodoro Baró, Eugenio Cemboraín y España, Melchor Salvá, Jove y Hévia, Joaquín María Sanromá, Manuel Pedregal, Mariano Sabas Muniesa, Manuel Ruiz Quevedo, Rafael María de Labra, Martínez Gutiérrez Pacheco, Alberto Bosch, al Conde de Moriana, Raimundo Fernández Villaverde, Fermín Hernández Iglesias y Joaquín Sánchez de Toca. 45 Con fecha 22 de abril de 1891 es presentada en el Congreso de los Diputados una proposición de ley, de fecha 20 de abril, por el diputado Eduardo de Vicenti cuya finalidad era reorganizar la Comisión de Reformas Sociales en lo concerniente a su composición en aras a que «en ella tengan todos los organismos y fuerzas sociales sus más genuinos y legítimos representantes» para lo que se contempla que se agreguen en su composición REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 179 ESTUDIOS La otra novedad que debemos referir y que afecta directamente al objeto de estudio hace referencia a las medidas de descentralización orgánica y funcional contenidas en el Real Decreto de 1883. El artículo 5º de dicho RD, a parte de facultar a la Comisión para pedir opiniones bien por escrito46 bien oralmente47, le permite «organizar en los puntos del territorio que estime oportunos informaciones acerca del estado y necesidades de la clase obrera», es decir, establece una habilitación a favor de la Comisión de Reformas Sociales para que pueda implementar medidas de descentralización, tanto orgánica como funcional. Bajo la cobertura legal que otorga el antedicho precepto del Real Decreto de 1883, la Comisión de Reformas Sociales decide implementar una medida de descentralización orgánica y funcional con la creación de las Comisiones Locales y Provinciales de seis obreros, seis patronos, tres senadores, tres diputados y tres representantes de la Administración pública. Esta solicitud de reorganización no está desprovista de cierta lógica pues la norma de reorganización pese a ponernos de manifiesto que una de sus finalidades es adquirir una representación genuina de las distintas fuerzas sociales lo cierto y verdadero es que del articulado lo único que se desprende es la determinación cuantitativa y la organización interna de la Comisión de Reformas Sociales, pero sin determinar cuantos representantes de los trabajadores y de los detentadores de los medios de la propiedad se deberían elegir para la misma, y sin ni siquiera advertir de la obligatoriedad de que fuesen elegidos dichos representantes para formar parte de la Comisión. 46 Art. 5º, apartado segundo del RD 13 de mayo de 1883. Se podrían pedir por escrito las opiniones de «personas que, por residir fuera de Madrid o por otras causas, no pudieran asociarse y concurrir a los trabajos de la Comisión». 47 Art. 5º, apartado tercero del RD 13 de mayo de 1883. La información oral solo se refiere «a los representantes de las diferentes asociaciones obreras relacionadas con los fines antes indicados». Se ha de reseñar que dicho apartado no se debe entender como una limitación en cuanto a los sujetos que podrían ser llamados ante la Comisión de Reformas Sociales para que prestasen su testimonio, pues no debemos olvidar que dicha Comisión goza de total libertar para organizar tanto su plan como la forma de actuación. 180 Reformas Sociales. Y decimos que estamos ante un supuesto de descentralización orgánica, porque se crean órganos ad hoc para llevar a cabo parte de la labor encomendada a la Comisión de Reformas Sociales, cual es la obtención de información sobre el estado de las clases trabajadoras, y es por esto último que también entendemos que se operó una descentralización funcional, es decir, las Comisiones Locales y Provinciales de Reformas Sociales asumen parte de las funciones de la Comisión de Reformas Sociales. El acuerdo de la Comisión de Reformas de Sociales se plasmó en la Real Orden Circular de 28 de mayo de 1884 por el que se aprueba la Instrucción para las Comisiones Provinciales y Locales48. En dicha norma se prevé que tanto las Comisiones Locales 4 9 como las Comisiones Provinciales50 estarían compuestas por un grupo de personas bastante heterogéneo en cuanto a su condición dentro de 48 Publicada en la GM, nº 155, martes 3 de junio de 1884, pág. 603 y 604; nº 156, miércoles 4 de junio, pág. 612 a 614; nº 157, jueves 5 de junio, pág. 622. 49 Según el art. 2º de la RO Circular 28 de mayo de 1884, la comisiones locales estarían compuestas por el Alcalde Constitucional, dos concejales, un eclesiástico, el fiscal de la Audiencia si hubiese en la localidad, el juez de primera instancia, el juez de paz, un representante de la prensa, dos propietarios de fincas rústicas y otros dos de fincas urbanas, dos comerciantes, un profesor de instrucción primaria y otro de instituto, si lo hubiese, y cinco obreros. 50 De acuerdo con el art. 1º de la RO Circular 28 de mayo de 1884, las Comisiones Provinciales se integrarán por el Gobernador Civil, dos propietarios de fincas rusticas y otros dos de fincas urbanas, cuatro industriales, dos comerciantes, diez obreros, dos abogados, dos médicos, un ingeniero, un arquitecto, dos eclesiásticos, dos profesores universitarios o de instituto, uno de la escuela normal y otro de instrucción primaria, dos representantes de la prensa política y profesional, dos oficiales o jefes del Ejército o de la Armada, el Alcalde del Ayuntamiento de la capital, dos concejales, dos diputados provinciales, dos individuos de la Sociedad Económica del País, si la hubiese, el Presidente de la Audiencia o un Magistrado que él designe, el Fiscal de la Audiencia, el Juez de la primera instancia, el registrador de la propiedad, el Juez municipal, el Delegado de Hacienda, el Jefe de la Sección de Fomento y un notario. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA los ámbitos locales y provinciales, siendo más extensa la composición de las Comisiones Provinciales que las Locales. En cuanto a su organización interna se ha de referir que el Alcalde y el Gobernador Civil oficiaban como presidentes, respectivamente, de las Comisiones Locales y Provinciales; eligiéndose un vicepresidente y dos secretarios en ambos tipos de comisiones51; y pudiendo con carácter facultativo, es decir, si así se estimaba oportuno, el nombramiento de un comité ejecutivo en el seno de las Comisiones Locales y Provinciales52. Por otro lado, las Comisiones Provinciales se debían constituir en todas las capitales de todas las provincias, excepto en Madrid, donde estaba residenciada la Comisión de Reformas Sociales53; mientras que las Comisiones Locales se establecerían en determinadas localidades enumeradas en la propia Instrucción, enumeración, que dicho sea, no obedecía a criterio expreso y predeterminado alguno en la norma, como pudiese ser el número de habitantes de las localidades o el número de industrias en las mismas54, pero 51 Ver art. 7º de la RO Circular 28 de mayo de 1884, que además establece que en los supuestos de ausencia del presidente y vicepresidente de las comisiones locales y provinciales, ocuparía la presidencia el individuo de más edad. 52 Ver art. 8º de la RO Circular 28 de mayo de 1884. Si no se procediese a nombrar dicho comité ejecutivo, la Comisión, ya sea local ya sea provincial, funcionará con independencia del número de asistentes. 53 De conformidad con el art. 18º de la RO Circular 28 de mayo de 1884 será la Comisión de Reformas Sociales la que efectúe la labor de obtención de información en la provincia de Madrid, por lo que podríamos afirmar que en lo concerniente a Madrid va a actuar como Comisión Provincial, sin mencionarse sí a estos efectos aquélla se debería constituir con arreglo a lo dispuesto en la Instrucción contenida en la RO Circular de 1884 o con arreglo a lo dispuesto en el RD de 1883 fundacional de la Comisión de Reformas Sociales. 54 Ver art. 3º de la RO Circular 28 de mayo de 1884. Dichas localidades fueron Santiago, Vigo, Ferrol, Gijón, Béjar, Almadén, Cartagena, Granollers, Igualada, Manresa, Mataró, Tarrasa, Villanueva y Geltrú, Reus, Tortosa, Vera, Loja, Guadix, Linares, Antequera, Arcos de la Frontera, Jerez de la Frontera, San Fernando, Ecija, Carmona, Morón, Utrera, Alcoy y Mahón. que, sin embargo, y desde el análisis historiográfico no se dice que coincide «con la geografía del conflicto –soterrado o explícito– pesquero, minero, textil o agrícola» lo que probaría «la conciencia clara que, desde Madrid, poseen los miembros de la Comisión sobre el estado económico-social del conjunto del país»55, al mismo tiempo que se constata que «no sólo se constituyeron las Comisiones provinciales y locales que de forma imperativa fijaba el artículo tercero de la instrucción que ordenaba la información. Haciendo uso del poder discrecional (de) ... las Comisiones provinciales para establecer comisiones en otras poblaciones, se llegan a constituir en otras muchas localidades de España»56. Desde la perspectiva de la descentralización orgánica es significativa la creación de órganos específicos en los que tienen especial relevancia, como ya ocurriera en los antecedentes a la institucionalización de la reforma social, figuras propias de la administración local y provincial, pues no debemos olvidar que sobre el alcalde y el gobernador civil se hace gravitar la presidencia de ambos tipos de comisiones; no estableciéndose ningún sistema de control de la Comisión de Reformas Sociales sobre dichas Comisiones que vaya más allá de las directrices para llevar a cabo la descentralización funcional. La descentralización funcional se concreta en la atribución a las Comisiones Locales y Provinciales de la obligación de abrir un período de información publica sobre «el estado y las necesidades de la clase obrera, sobre las causas de su condición prospera o adversa, y so- 55 DE LA CALLE VELASCO, M.D.: La Comisión de Reformas Sociales 1883-1903, ed. MTSS, Madrid, 1989, ob.cit., pág. 66. En las páginas siguientes, concretamente 67 a 69, se expone el debate habido en el seno de la Comisión de Reformas Sociales acerca de la configuración de dichas Comisiones Locales y Provinciales. 56 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 36 y 37, donde además se enumeran otras localidades donde se implementaron Comisiones. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 181 ESTUDIOS bre los remedios que puedan y deban utilizarse, ya por el individuo, ya por la necesidad, ya por el Estado, para aliviarla o mejorarla», eso sí, como el propio Preámbulo nos dice «conforme a las reglas contenidas en la instrucción ... y sobre las preguntas incluidas en el cuestionario que igualmente se acompaña», es decir, que se marca por la Comisión de Reformas Sociales como se ha de llevar a cabo la actuación57 de las Comisiones Locales y Provinciales. Dicha actuación debía encaminarse en primer lugar hacia las asociaciones de obreros58, y posteriormente, se debería acudir a un grupo heterogéneo de instancias 59 que pudiesen aportar datos significativos sobre la cuestión social, incluyéndose la posibilidad de recabar la opinión de aquellas personas que de forma especial se hubieran ocupado de la problemática en la que se hallaban inmersas las clases trabajadoras. Especial mención merece el papel relevante que se atribuye a la prensa, tanto a «la política como a la profesional», pues las Comisiones deberían solicitar su participación en dicha tarea mediante dos vías, una activa y otra pasiva. La primera, al considerar a la prensa como emisor de opiniones autorizadas sobre la cuestión social, suponía recabar de aquella que aportase su propia opinión; la segunda, al concebirse a los medios de comunicación 57 Contemplada en los arts. 10 a 14 de la RO Circular 28 de mayo de 1884. 58 Según el apartado 3º del art. 10, las asociaciones obreras deberían ser oídas «en primer término», y sí no existiesen o fueran pocas, se encomienda a las comisiones que lleven a cabo la organización transitoria de los obreros por oficios, con la única finalidad de obtener una mas eficaz y autorizada información. 59 Las Comisiones Locales y Provinciales, de acuerdo con lo previsto en el art. 10.4 de la Instrucción, podrían dirigirse, entre otras, a las Sociedades, Compañías, Círculos, Ateneos, Facultades de Derecho y Medicina, las Juntas Provinciales de Agricultura, Industria y Comercio, las Comisiones permanentes de los Pósitos, las Sociedades Económicas de Amigos del País, los Ateneos y Círculos de obreros, las Sociedades caritativas y benéficas, las Asociaciones de Ingenieros, las Compañías agrícolas, mercantiles e industriales, las de Caminos de hierro y los Bancos. 182 como cauce idóneo para que los ciudadanos pudieran aportar cuantos datos o propuestas de reforma considerasen pertinentes, suponía solicitar que se abriese y facilitase la publicación en sus páginas de dichas opiniones y propuestas. En lo referente al periodo de información se ha de poner de manifiesto que tenía establecido un término final60, que fue ampliado, y cuya llegada abría un plazo de dos meses para que las Comisiones Locales y Provinciales remitiesen a la «central»61, aparte de uno o varios índices que faciliten la consulta de los demás documentos, las contestaciones 60 De acuerdo con el art. 15 de la RO Circular 28 de mayo de 1884, la información pública debería cerrarse el 30 de septiembre de ese mismo año, pero por RO Circular de 14 de septiembre de 1884 se procede a desplazar el término final de dicho período de información al 30 de noviembre (GM, nº 259, lunes 15 de septiembre, pág. 890). Dato a tener en cuenta pues cuando Palacio Morena, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 27, habla de la provisionalidad de las Comisiones, pues terminada la recogida de información, y trascurrido el plazo de dos meses para remitir la información, se entendía implícitamente su desaparición, y nos dice que se mantuvieron después del 15 de noviembre, fecha de cierre inicial de la remisión de información. Al respecto hemos de hacer dos matizaciones, en primer lugar, que la fecha de cierre inicial era el 30 de septiembre, que después se prorrogó hasta el 30 de noviembre, con lo que el plazo de remisión de la información se acabó el 31 de enero; y la segunda matización, es que no existe previsión legal sobre la desaparición de dichas Comisiones Locales y Provinciales acabada la recogida de información, y por lo mismo, ante la ausencia de previsión legal al respecto en relación con la Comisión de Reformas Sociales, podríamos llegar a la misma conclusión respecto a esta última, pues no debemos olvidar que su finalidad era recoger información y elaborar una memoria que permitiese dar lugar a un debate parlamentario sobre la cuestión social, lo que evidencia su carácter coyuntural, si bien, la reorganización de 1890 demuestra el carácter no provisional de la misma. 61 Expresión utilizada en el art. 16º de la RO Circular 28 de mayo de 1884 para referirse a la Comisión de Reformas Sociales. En dicho precepto se establece la documentación que las Comisiones Locales y Provinciales deben remitir a la Comisión de Reformas Sociales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA escritas, las actas de las informaciones orales, los datos estadísticos recabados, una memoria, incluidos los votos particulares si lo hubiese62, «en la que se exponga con la debida distinción el resumen de lo referente al estado de hecho de los trabajadores, lo relativo a las corrientes generales de la opinión en la provincia o la localidad en cuanto a las causas de aquel y sus remedios y el parecer de la Comisión misma sobre estos dos extremos»63. Este último documento que es de obligado envío a la Comisión de Reformas Sociales, nos revela que la descentralización funcional, que en principio dijimos se circunscribía a la mera obtención de información, va más allá de este objetivo, al recabarse de las Comisiones Locales y Provinciales su opinión sobre el estado de las clases trabajadoras y las medidas, que en su opinión, deberían adoptarse. De ahí que no podamos estar de acuerdo con la afirmación de que la única finalidad de las Comisiones era la de «realizar la información oral y escrita ... acerca del estado y necesidades de la clase obrera», pues también se erigen en fuente de emisión de informes y de proposición de medidas a tenor de la información por ellas recogida; pudiendo afirmar que no actuaban únicamente como centro receptor de la información sino también como centro productor de documentación que efectuaba su propia valoración de la información obtenida. Un último aspecto a destacar de este supuesto de descentralización funcional está relacionado con las cuestiones de fondo de la labor informativa a desarrollar por las Comisiones Locales y Provinciales. Dichas cuestiones de fondo, o dicho de otra manera, las face- 62 Según el art. 17º de la RO Circular 28 de mayo de 1884 «si al discutirse la Memoria en el seno de la Comisión, alguno o algunos de los miembros de ésta formulare voto particular, se elevará éste con aquélla a la Comisión central, así como se hará constar siempre el resultado de la votación cuando no se ha haya tomado el correspondiente acuerdo por unanimidad». 63 Art. 16.4. de la RO Circular de 28 de mayo de 1884. tas sobre las que se ha llevar a cabo la indagación vienen determinadas taxativamente por la Comisión de Reformas Sociales en el cuestionario por ella confeccionado, hasta tal punto, que las Comisiones Locales y Provinciales, están facultadas para decidir si las instancias a las que dirigen dicho cuestionario deben contestarlo en su totalidad o solo a determinadas partes del mismo, bien sean preguntas concretas o secciones64, pero no pueden introducir ni formular nuevas preguntas «sin la previa autorización» de la Comisión de Reformas Sociales65, es decir, se establece una prohibición de modificación unilateralmente decidida por las Comisiones Locales y Provinciales tendente a introducir nuevas preguntas al cuestionario. Como vemos se recurre a una técnica, la de la utilización del cuestionario, que ya se había implementado en los antecedentes de la institucionalización de la reforma social, por lo tanto, no es algo novedoso el recurso a dicha técnica. En este momento el cuestionario confeccionado por la Comisión de Reformas Sociales constaba de 223 preguntas que estaban agrupadas en 32 secciones; revelándonos esta agrupación en secciones las principales materias, dentro de la cuestión social, a las que dirige su atención prioritaria la referida Comisión, a saber: gremios, huelgas, jurados mixtos, asociación, inválidos de trabajo, industrias domésticas, condición económica, condición moral, condición social y polí- 64 Así se desprende del art. 10.4, inciso final de la RO Circular de 28 de mayo de 1884. 65 Aunque la previsión de imposibilidad de introducir nuevas preguntas por la simple decisión de las Comisiones Locales y Provinciales se establece respecto a las informaciones orales, nada impide su aplicación a las informaciones orales, pues existiendo idéntica razón para dicha prohibición, su mención solo respecto a las informaciones orales se debe, seguramente, a que es en este tipo de informaciones, presididas por la inmediación y la fluidez entre el receptor y emisor de la información, donde existen mayores riesgos y más posibilidades para que se efectúen preguntas no contempladas en el cuestionario. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 183 ESTUDIOS tica de la clase obrera, condición de la familia obrera, salario, participación en beneficios, horas de trabajo, trabajo de mujeres y niños, cultivo de la tierra, obreros agrícolas, labriegos propietarios, aparcería, arrendamiento de fincas rústicas, instituciones censuales, crédito territorial, crédito agrícola, bienes comunales, montes públicos, instituciones de previsión, crédito y de seguros, beneficencia, emigración, sucesión hereditaria, impuestos, industrias explotadas por el Estado y obras públicas. La simple enumeración efectuada nos revela hasta que punto podía alcanzar la extensión y complejidad de la llamada cuestión social y hasta que punto alcanzaban las aspiraciones de la Comisión de Reformas Sociales en aras a obtener la información más completa y eficaz para aportar alguna luz sobre la problemática que acuciaba a las clases trabajadoras. Ya hemos mencionado que la Comisión de Reformas Sociales sufrió en 189066 una reorganización con la finalidad, por un lado, de otorgarla más facultades, y, por otro lado, de que obtuviera en su seno una genuina representación de los distintos sectores que han de intervenir en la búsqueda de soluciones67. La primera finalidad queda plasmada en la atribución, junto a la labor de recopilación de información, de la atribución del carácter de órgano consultivo del Gobierno en relación con los asuntos que éste último le «someta especialmente»68, así como la competencia, con «vocación de permanencia», para preparar proyectos de ley, bien a iniciativa propia bien a iniciativa del poder ejecutivo. Y decimos con «vocación de permanencia» para descartar la posible argumentación de que dicha 66 Ver notas a pie de pág. nº 33 y 34. En la Exposición de Motivos del RD de 13 de mayo de 1890 se no expone «la necesidad que la Comisión, reorganizada al efecto, tenga mayor suma de facultades que ha tenido hasta aquí, y de que figure en ella la representación genuina de los elementos que, más o menos directamente, están llamados a intervenir en la solución de tan urgentes e importantísimos problemas». 68 Art. 6.2. del RD de 13 de mayo de 1890. 67 184 atribución competencial ya estaba establecida en la norma fundacional de la Comisión de Reformas Sociales, pues si una simple lectura permite sostener dicho argumento, una lectura más detenida nos revela, a nuestro entender, que mientras en la norma fundacional la atribución de la facultad para preparar proyectos de ley se establecía por una sola vez al terminar los trabajos de recopilación de información y siempre que la Comisión de Reformas Sociales lo estimase conveniente, es decir, no era obligatoria la efectiva plasmación de dicha competencia, en la norma de reorganización se contempla dicha competencia con carácter permanente, y no temporal, pues no solo ya no se sujeta la iniciativa de la Comisión a la terminación de la labor de información 69 sino que el propio Gobierno podía dirigirse a la Comisión solicitándole que preparase proyectos de leyes. En cuanto a la segunda finalidad ya nos hemos referido en este trabajo, y se concreta en la determinación cuantitativa de la Comisión de Reformas Sociales, así como la determinación de su organización interna. La norma de reorganización al establecer en su artículo 3º que la Comisión podría dirigirse a las personas que estimase oportuno y de abrir interrogatorios, permite «delegar el encargo de dirigirlos o de recibir la información» en personas que residan fuera de Madrid. Con ello entendemos se prevé una habilitación a la Comisión de Reformas Sociales para que implemente medidas de descentralización funcional70, que se concre- 69 Es más en el apartado 3º del art. 6 del RD de 13 de mayo de 1890 específicamente se contemplaba una serie de ámbitos donde debía centrar su facultad de preparación de proyectos normativos, ya sean decretos o leyes, a saber: mejora de la habitación de las clases obreras, policía, higiene y salubridad de los talleres, represión de fraude en la adulteración y peso de las sustancias de primera necesidad, y especialmente de los alimentos y en lo referido al asociacionismo, ahorro y socorro mutuo. 70 Coincidimos con PALACIO M ORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA tan en la dirección de los interrogatorios y recepción de información, sin prever medida alguna de descentralización orgánica, puesto que los destinatarios de dicha delegación eran personas físicas sin contemplarse que dicha descentralización se pudiese efectuar a instancias u organismos que se fuesen a integrar en la estructura de la Comisión de Reformas Sociales; y sin perjuicio de advertir que se establecía la posibilidad de que la propia Comisión podía acudir a las corporaciones oficiales o populares para obtener datos o antecedentes, sin que dicha facultad pueda ser entendida como medida de descentralización funcional, pues era la propia Comisión de Reformas Sociales la que directamente recababa dichos datos71. Como se ha afirmado «el paralelismo de propósitos y de medios» entre la comisión prevista en el proyecto de RD de Francisco Luxan y la Comisión de Reformas Sociales «es obvio», ya que ambas preveían la utilización de «la encuesta para recabar información acerca de los problemas sociales y poder así legislar sobre ellos. Ambas juzgan indispensable la cooperación de gobernadores, diputaciones y demás fuerzas sociales para llevar a cabo la tarea; sólo que, mientras el Proyecto de Madoz (y Luxán) se limita a solicitarla, la Comisión de Reformas Sociales la institucionaliza nombrando vocales a los gobernadores, presidentes y otras autoridades –políticas o de instituciones–. Los dos proyectos nacen cuando el grado de conflictividad es 1924), ob.cit., pág. 46-47, cuando afirma que «la capacidad de delegación prevista en el artículo tercero ... podía ser una vía indirecta» de descentralización funcional, pero no cuando afirma que dicha vía indirecta permitiría «constituir comisiones provinciales y órganos parecidos en el caso que se considerase necesario», pues los términos recogidos en dicho artículo no permiten, a nuestro juicio, la constitución de comisiones provinciales, por lo menos con estructuras similares a las Comisiones Provinciales creadas al amparo de la Instrucción de 1884. 71 Esta facultad aparece contemplada en el art. 5 del RD de 13 de mayo de 1890. alto y coincidiendo con procesos de apertura política. Finalmente los dos poseen el carácter de respuestas oficiales al conflicto»72. Y siendo coincidentes se separan en la descentralización implementada en uno y otro proyecto, funcional en el proyecto de Luxán, orgánica en la Comisión. «La trascendencia de este tipo de organización de la Comisión de Reformas Sociales ... es su descentralización. Tal estructura organizativa manifiesta el esfuerzo y la decidida voluntad para dar cauces efectivos de participación, por encima de formalismos, dentro de los límites y competencias que tiene la Comisión»73. 4. EL INSTITUTO DEL TRABAJO: LOS CONSEJOS LOCALES En los inicios del siglo XX y estando en funcionamiento la Comisión de Reformas Sociales, al amparo de argumentaciones similares a las que llevaron al Gobierno a crear dicha Comisión como el carácter central que la preocupación por la cuestión social ocupa en la acción gubernamental74, tanto por la presión que ejercen las clases trabajadoras como por el deber ético ineludible del Gobierno75, como 72 DE LA CALLE VELASCO, M.D.: La Comisión de Reformas Sociales 1883-1903, ob.cit., pág. 31. 73 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 27. 74 Así en la Exposición de Motivos del proyecto de ley creando el Instituto del Trabajo se nos dice que «no se impone a los Gobiernos de los pueblos cultos, en estos tiempos de incesante progreso, ninguna preocupación más honda y justificada, que la que entraña el llamado problema social ... nadie, cualquiera que sea su criterio, niega la realidad candente de esta cuestión, que si ha venido incubándose desde largo tiempo atrás, a medida que la industria adelanta, y que el obrero se eleva, despertándose en el legítimo deseo de mejora, adquiere caracteres más acentuado, y reclama solución, o por mejor decir, soluciones inmediatas. 75 Continúa la Exposición de Motivos afirmando que «aunque no fuera así, y cesaran en sus demandas los que muéstranse desasosegados e iracundos, en la ciudad y en el campo, al Estado se le impondría, con toda la fuerza de un deber ético, la necesidad de intervenir». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 185 ESTUDIOS el de la parcialidad e insuficiencia de la dicha acción gubernamental76, se trató de introducir un salto cualitativo en el camino de la reforma social ya que se entendió «necesario ... orientar de una manera definitiva y técnica la intervención del Estado en el sentido de ordenar legalmente el trabajo, de aplicar la idea de justicia a las grandes masas obreras de la ciudad y del campo» ya que únicamente «interviniendo el Estado, como órgano supremo del derecho, podrá acaso evitarse que las relaciones entre los factores ... adquieran un carácter violento», es decir, ya no se trataba de llevar a cabo la reforma social por medio de una comisión creada ad hoc, cuya única dependencia orgánica se hallase en su integración formal en un ministerio, sino en crear un organismo de carácter administrativo, dependiente del Ministerio de Agricultura77, 76 Es consciente el ejecutivo al presentar dicho proyecto de ley de la parcialidad y retraso y así nos refiere en la Exposición de Motivos que «en nuestra España, aunque de una manera quizás demasiado parcial, con deplorables soluciones de continuidad, prestaron los Gobiernos desde hace años su atención a estos problemas. No marchamos, claro es, al compás de los más de los pueblos de Europa y América ..., lo cual se explica de una parte, porque aquellos Estados que tienen una gran industria fueron los primeros en sentir las necesidades de una nueva organización jurídica, y en su consecuencia acudir a satisfacerlas con una más rica legislación social; y de otro lado, porque con las graves vicisitudes de nuestra historia política en el último siglo, con el relativo atraso de nuestra cultura nacional, no estábamos capacitados para ver con serenidad de espíritu el asunto y mucho menos abordarle con la preferencia que requiere», de suerte que nuestra «tarea legislativa comparada con la de otros países, y con lo que exige la inagotable materia social, resulta insuficiente». 77 Dicha integración en el Ministerio de Agricultura y no en el Ministerio de Gobernación obedecía a un cambio de mentalidad pues se consideraba que dicha labor revestía un carácter eminentemente técnico y se pensaba que el Ministerio de Gobernación siendo un ministerio esencialmente político y de policía mal podía responder a la finalidad buscada con la creación del Instituto del Trabajo, revelándose el Ministerio de Agricultura como el más idóneo para la integración del «servicio administrativo de reformas sociales» al ser el Ministerio más técnico de cuanto componían en ese momento la Administración del Estado. 186 totalmente incrustado en la estructura administrativa del Estado e integrado, en parte, por funcionarios públicos, descartándose, por el momento sin mayores argumentaciones, la creación de un Ministerio específicamente dedicado a encauzar la acción gubernativa en lo referido a las clases trabajadoras y las relaciones industriales. El referido salto cualitativo en el devenir de la reforma social como acción gubernamental se concreta en la presentación al Parlamento por Canalejas, a la sazón Ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, de un proyecto de ley por el que se crea el Instituto del Trabajo78. Dicho proyecto contó con la aprobación definitiva en el Congreso de los Diputados, remitiéndose al Senado, donde también obtuvo la aprobación provisional, quedando pendiente su aprobación definitiva en el Senado, que nunca llegó a producirse 79. No obstante se ha de indicar que dicho proyecto en su tramitación ante el Congreso de los Diputados sufrió modificaciones de tal forma que el proyecto remitido al Senado contenía varios preceptos más, y es por ello, por lo que nuestras reflexiones las vamos a realizar sobre este última versión del dicho proyecto de ley80. 78 Diario Sesiones. Legislatura 1902. Tomo 1º. Volumen 389. Sesión del sábado 12 de abril de 1902, nº 9, pág. 16 y apéndice primero. Ver ÁLVAREZ B UYLLA, A, GONZÁLEZ POSADA, A y MOROTE, L.: El Instituto de Trabajo. Datos para la historia de la reforma social en España, ed. MTSS, Madrid, 1987. (La edición originaria es de 1902, editada por Establecimiento tipográfico de Ricardo Fe, Madrid). 79 El proyecto de ley presentado por el Ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, D. José Canalejas y Méndez, a las Cortes puede consultarse en el Diario Sesiones. Legislatura 1902. Tomo 1º. Volumen 389. Sesión del sábado 12 de abril de 1902, nº 9, pág. 16 y apéndice primero. 80 El proyecto de ley modificado en sede del Congreso de los Diputados y remitido al Senado puede consultarse en Diario Sesiones. Congreso de los Diputados. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del miércoles 7 de mayo de 1902, nº 29, apéndice primero o en Diario Sesiones. Senado. Legislatura 1903. Tomo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA Para poder apreciar las medidas de descentralización que se preveían en dicho proyecto de ley es necesario, por un lado, la exposición de las funciones que se asignaban al Instituto del Trabajo y, por otro lado, la estructura orgánica. En lo concerniente a las atribuciones competenciales que se atribuían al Instituto del Trabajo, concretadas en el artículo 1º de dicho proyecto, se pueden enumerar en a) funciones de recopilación de datos y noticias relativas al trabajo tanto en el ámbito nacional como internacional, b) de preparación de proyectos de leyes, c) de emisión de las consultas que le fuesen requeridas por el Gobierno y d) de organización de la estadística y la inspección del trabajo. De esta enumeración, vemos que junto a las funciones ya atribuidas a la Comisión de Reformas Sociales se concibió atribuirles una nueva competencia como era la llevanza de la estadística y de la inspección, lo que nos lleva a afirmar que desde el punto de vista competencial no se preveía una ruptura con el proceso de institucionalización del reformismo social iniciado con la Comisión de Reformas Sociales, sino más bien supone una asunción del pasado inmediato al que se trataba de dar una nueva perspectiva caracterizada por una presencia más activa del Estado. En lo concerniente a la estructura orgánica del Instituto del Trabajo, tal y como determina el artículo 2º del proyecto, estaría integrado por la Comisión de Reformas Sociales, el Consejo Superior del trabajo, la Comisión Permanente y los Consejos Locales. Como vemos dentro de dicha estructura se preveía el mantenimiento e integración de la Comisión de Reformas Sociales, que conservaría su actual organización81, pues se consideraba «provechoso ... por razones de tradición, tan atendibles cuando se quiere hacer obra dura- 2º. Volumen 180. Sesión del viernes 9 de mayo de 1902, nº 32, pág. 650 y apéndice primero. 81 La organización de la Comisión de Reformas Sociales se entendía referida según el art. 3º del proyecto de ley al RD de 5 de diciembre de 1883. dera por gratitud a sus estimables servicios, y por ser indispensable considerarse como alto Cuerpo consultivo en las tareas de elaboración legislativa del Instituto»82, y por ello, su función principal sería informar al Gobierno, tarea compartida con el Consejo Superior del Trabajo, si bien cada uno de ellos informaría desde su «respectiva y especial representación» 8 3 . El Consejo Superior del Trabajo actuaría como «órgano de comunicación del Gobierno con la vida social, actuando en concepto de asamblea», por lo que estaría compuesto de cincuenta miembros: veinte en representación de los trabajadores, veinte en representación de los empleadores y diez miembros natos por razón de su función o cargo84. Tal y como la propia Exposición de Motivos nos manifiesta al Consejo Superior del Ttrabajo «no se exigirá un perenne funcionamiento ... pero sí que ejerza acción constante» a través de la Junta Permanente que se compondría de nueve miembros (cuatro elegidos por la Comisión de Reformas Sociales, cuatro por el Consejo superior del trabajo y el director del Instituto)85 y que se encargaría de ser el órgano de acción de las resoluciones de los otros dos órganos referidos anteriormente, llegando, incluso, a establecerse la posibilidad de que en los casos de urgencia la Junta Permanente pudiese sustituir tanto a la Comisión de Reformas Sociales como al Consejo Superior del trabajo86. La estructura orgánica del Instituto del Trabajo se cierra, precisamente, con la articulación de un supuesto de descentralización orgánica y funcional, ya que se previa la creación de Consejos Locales, de los que se ha dicho constituyen una de las principales características87 del Instituto. En la redac- 82 El entrecomillado pertenece a la Exposición de Motivos del proyecto de ley. 83 Art. 4.1 del proyecto de ley. 84 Art. 3 párrafo 2º del proyecto de ley. 85 Art. 3 párrafo 3º del proyecto de ley. 86 Art. 4.2 del proyecto de ley. 87 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 56-57. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 187 ESTUDIOS ción inicial del proyecto de ley no se contemplaba aspecto alguno de los Consejos Locales más allá de su simple mención dentro de la estructura del Instituto del Trabajo, de suerte que será en la tramitación parlamentaria en el Congreso de los Diputados donde se iban a introducir dos previsiones normativas que nos aportan una visión un poco más definida de dichos Consejos Locales, pero sin llegar a entrar en un mayor detalle acerca de dicha figura de descentralización orgánica y funcional. Así esa «supuesta» mayor concreción se centra en determinar su composición y sus funciones. Respecto del primer aspecto hay que decir que se preveía estuviese compuesto en proporción análoga a la del Consejo Superior del Trabajo88, lo que indirectamente nos permite inferir que estaría compuesto por representantes de los trabajadores y patronos y de personas especialmente significadas por su funciones o cargo. A pesar de su denominación nada se establecía en cuanto al ámbito geográfico, que en principio, debería coincidir con el municipio entendido como localidad, si bien en la composición de dichos órganos no se mencionaba la inclusión del Alcalde como autoridad de la localidad, nada impediría su inclusión como miembro dada la redacción del precepto del proyecto de ley. No obstante se producen un cambio significativo en relación con el órgano de descentralización creado en el seno de la Comisión de Reformas Sociales, pues en ella el Alcalde ocupaba una posición central en la Comisión Local, donde, además, ostentaba la presidencia. Destaca en este supuesto de descentralización orgánica, y desde la perspectiva de su composición, el papel principal que se atribuye a la representación de los elementos involucrados en la cuestión social, –trabajadores y empleadores– en detrimento de los elementos integrados en dichos organismos de descentralización por razón de sus funciones o cargo, como 88 188 Art. 3 párrafo 4º del proyecto de ley. sucedía en las Comisiones Locales en las que el número de aquellos que accedían a las mismas por su condición profesional o cargo era muy superior al número de representantes de los obreros y de los empleadores. En lo relativo a las funciones asignadas, los Consejos Locales debían «coadyuvar» a las funciones de inspección y de estadística del Instituto del Trabajo, emitir los informes solicitados por el Gobierno89, y podrían conocer de las disputas entre trabajadores y empleadores siempre y cuando estos de forma voluntaria decidiesen someterse a dichos organismos para dirimir sus diferencias90. «Los Consejos Locales ... se encargarían de estudiar problemas concretos y auxiliar a la inspección. Podrían desempeñar también una función conciliadora, sirviendo de interlocutores entre el gobierno y las partes interesadas»91. De la descentralización funcional destaca, en primer lugar, el hecho de que las tareas de estadística e inspección no se atribuyen a los Consejos Locales sino que las mantiene el Instituto del Trabajo, pues aquellos solo «coadyuvarían», lo que implica que no se les atribuye dicha competencia en exclusiva; en segundo lugar, la labor de emisión de informes no se preveía respecto del Instituto del Trabajo sino del Gobierno, de manera que este último podría dirigirse directamente a los Consejos Locales sin dirigirse al Instituto del Trabajo, ni a los órganos que dentro de él tenían asignada dicha función, que como hemos señalado, eran la Comisión de Reformas Sociales y el Consejo Superior del Trabajo, lo cual nos puede parecer paradójico ya que se introduce una descentralización irre- 89 Art. 4.3 del proyecto de ley. Art. 7 del proyecto de ley. Esta última atribución competencial también se atribuía al Consejo superior del trabajo sin deslindarse cuando actuaría uno u otro tipo de órganos.. 91 PALACIO ATARD, V.: «Canalejas y el proyecto de Instituto del Trabajo en 1902», en en El Reformismo Social en España: la Comisión de Reformas Sociales, ob.cit., pág. 268. 90 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA gular desde el momento en el que una de las funciones que se asigna a los Consejos Locales no es ejercida por éstos ni por delegación ni por mandato del Instituto del Trabajo sino por orden del Gobierno, de suerte que si efectivamente se producía una solicitud de emisión de un informe por parte del Gobierno a los Consejos Locales estos podrían emitir el mismo sin necesidad de que pasase por filtro alguno del Instituto del Trabajo; en tercer lugar, se les atribuye la función de órgano resolutorio no jurisdiccional de las diferencias entre obreros y patronos, atribución que va más allá de las funciones asignadas al Instituto del Trabajo. Muchos son los aspectos que en relación con los Consejos Locales, y en general sobre el Instituto del Trabajo, quedaban sin determinar en el exiguo articulado del proyecto de ley, tanto en el aspecto orgánico como en el aspecto funcional, y ello podría deberse a la remisión a la ulterior acción gubernamental para desarrollar lo previsto en el articulado del proyecto de ley92. A pesar de lo anterior, lo importante es destacar que se preveía en dicho proyecto un supuesto de descentralización orgánica y funcional sobre la base de los municipios y con notas que lo separaban del supuesto de descentralización previsto en la normativa reguladora de la Comisión de Reformas Sociales. 5. EL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES: DELEGACIONES REGIONALES, INSTITUTOS REGIONALES Y JUNTAS LOCALES Y PROVINCIALES DE REFORMAS SOCIALES El proyecto de ley por el que se promueve la creación del Instituto del Trabajo no llegó a superar el tramite parlamentario en sede de Senado, pero casi un año después de la presentación de dicho proyecto se publica en la 92 Así lo dispone el art. 10 del proyecto de ley. Gaceta de Madrid el Real Decreto de 23 de abril de 190393 por el que se crea el Instituto de Reformas Sociales «encargado de preparar la legislación del Trabajo en su más amplio sentido, cuidar de su ejecución, organizando para ello los necesarios servicios de inspección y estadística, y favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora o bienestar de las clases obreras»94. La creación del Instituto de Reformas Sociales está imbuida de la misma concepción que sustentaba el proyecto de ley de creación del Instituto del Trabajo, ya que suponía la creación de un órgano al que junto a la acción informativa y consultiva se le otorgaba una necesaria, a juicio del ejecutivo, acción administrativa95. La Exposición de Motivos confirma lo anterior cuando nos pone de relieve que «la esfera amplísima reconocida a la Comisión de Reformas Sociales en sus funciones puramente consultivas, ejercidas siempre con elevado, imparcial y patriótico criterio, la tendrá el nuevo Instituto, con más una eficaz acción administrativa», e incluso, en el ulterior desarrollo reglamentario del Instituto se 94 93 Art. 1 del RD 23 de abril de 1903. GM nº 120, jueves 30 de abril de 1903, pág. 371 y 372. 95 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 59, afirma que el «Instituto ... incorpora lo esencial del frustrado Instituto de Trabajo», si con dicha afirmación se refiere el autor a la filosofía que presidía ambos proyectos, coincidimos con él, pero si se refiere a la estructura orgánica de ambos no podemos coincidir pues entendemos que son bastante diferentes. Para DE LA CALLE VELASCO, M.D.: La Comisión de Reformas Sociales 1883-1903, ob.cit., pag. 242, la reorganización de la Comisión de Reformas Sociales en 1890 constituye el salto cualitativo hacia la incorporación de una acción administrativa en el reformismo social, sin embargo, nosotros entendemos que dicho salto se da por primera con el proyecto de ley del Instituto del Trabajo, y se plasma con la creación del Instituto de Reformas Sociales, pues la reorganización trataba de revitalizar a la Comisión, añadiendo la atribución de competencias de carácter consultivo, sin implementar una estructura orgánica que permitiese sustentar que con dicha reorganización se había producido el paso hacia la organización administrativa. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 189 ESTUDIOS vuelve a establecer, como lo hacia el proyecto de ley del Instituto del Trabajo respecto del Consejo Superior del Trabajo y los Consejos Locales, la facultad de intervenir como órgano mediador en los conflictos suscitados entre los trabajadores y los patronos, intentando llegar a un punto de acuerdo entre ambos; intervención que se predicaba tanto desde una perspectiva preventiva cuanto una vez ya existente el conflicto96. Otra semejanza con el proyecto de ley es lo exiguo de la regulación de la norma fundacional del Instituto de Reformas Sociales, con lo que se dejaba a ulterior desarrollo las líneas básicas trazadas en dicha norma fundacional a semejanza de la malograda regulación del Instituto del Trabajo. Coincidencias que no pueden llevarnos a entender que estemos ante un mero cambio de denominación del órgano que se crea en comparación con el órgano que se preveía en el proyecto de ley, pues más allá de esas coincidencias, el Instituto de Reformas Sociales creado tiene una estructura orgánica muy distinta de la prevista para el Instituto del Trabajo. Así, en primer lugar, se ha de referir que la creación del Instituto de Reformas Sociales supone la desaparición de la Comisión de Reformas Sociales, haciéndose cargo de los libros y demás documentación de ésta última el Instituto, mientras que en el proyecto de ley se contemplaba la integración y el mantenimiento de la Comisión de Reformas Sociales dentro del Instituto del Trabajo97. En segundo lugar, no se contemplaban órganos similares al Consejo Superior del Trabajo y la Junta Permanente, sino un único órgano, el Instituto como Corporación, que estaría compuesto de treinta individuos98, de 96 Art. 5 del RD 15 de agosto de 1903: « ... en virtud de la experiencia acumulada por estudio informativo de las condiciones que convenga modificar, siempre que sea posible, ya para prevenir los conflictos, ya para resolverlos, conciliando los intereses encontrados». 97 Art. 7 del RD 23 de abril de 1903. 98 Por RD de 13 de mayo de 1903, publicado en la GM, nº 134, jueves 14 de mayo, pág. 569, que debido 190 los cuales dieciocho serían de libre designación del Gobierno, y el resto, doce, a partes iguales entre representantes de la clase obrera y patronal99. En tercer lugar, el Instituto como corporación se divide en secciones a efectos, por un lado, de funcionamiento y, por otro lado, de articulación de su relación con tres ministerios (Gobernación, Gracia y Justicia y Agricultura), integrándose en dichas secciones bien el subsecretario ministerial o bien el director general100. En cuarto lugar, hay que mencionar que la estructura se completa con la Secretaria General y las Secciones Técnico-Administrativas. En definitiva, mientras que el Instituto del Trabajo se concibió como la agregación de varios órganos, el Instituto de Reformas Sociales se erige como un único órgano que se descompone en secciones para desarrollar su trabajo y para articular su relación con varios departamentos ministeriales, y se completa con una secretaria y varias secciones técnicas de carácter administrativo. a la constatación de errores se volvió a publicar rectificado en la GM nº 135, viernes 15 de mayo, pág. 585, se produce el nombramiento como Presidente del Instituto de Reformas Sociales a D. Gumersindo de Azcarate, y como vocales a los señores Segismundo Moret, Vicente Santamaría de Paredes, Pedro J. Moreno Rodríguez, Fermín Hernández Iglesias, Rafael Salillas, Rogelio Inchaurrandieta, José Maluquer y Salvador, José Piernas Hurtado, Eduardo Sanz Escartín, José María Manresa y Navarro, Francisco Javier Ugarte, Raimundo Fernández Villaverde, Manuel Mariategui y Vinyals, el Conde de San Bernardo, Melquíades Alvarez, Rafael Conde y Luque, Emilio Sánchez Pastor y José Echegaray. 99 Con fecha 21 de marzo de 1904 los señores compromisarios Emilio Riera y Galbetó y Miguel Vilalta Calvet solicitan de las Cortes que modifiquen la constitución del Instituto de Reformas Sociales para ajustarla a un criterio de verdadera representatividad en la industrial, la agricultura y el trabajo (Ver Diario Sesiones. Legislatura 1903. Tomo 11º. Volumen 403. Sesión nº 143, pág. 4568). 100 Art. 3 del RD 23 de abril de 1903: «Se dividirá el Instituto en tres Secciones, afectas respectivamente: al Ministerio de la Gobernación ..., al de Gracia y Justicia ..., al Ministerio de Agricultura. Formará parte de las dos primeras Secciones el Subsecretario del respectivo Ministerio, y de la tercera el Director general de Agricultura». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA Por lo que respecta a la articulación de algún mecanismo de descentralización orgánica y/o funcional, y a diferencia del proyecto de ley del Instituto del Trabajo o de la regulación de la Comisión de Reformas Sociales, no se contenía en la norma fundacional del Instituto de Reforma Sociales institución similar a las Comisiones Locales o Provinciales ni a los Consejos Locales, ni se establecía habilitación alguna para que en un momento posterior se procediese a implementar algún tipo de mecanismo de descentralización orgánica y/o funcional como ocurría en la norma creadora de la Comisión de Reformas Sociales. No obstante, la norma fundacional del Instituto de Reformas Sociales establecía que sería el propio Instituto, a través de una comisión formada por los vocales designados discrecionalmente por el Gobierno, el que se dotase de un reglamento101, cometido que el Instituto llevo acabo de forma efectiva y que quedó plasmado en el extenso Real Decreto de 15 de agosto de 1903102. Y decimos extenso porque dicho Real Decreto consta de 153 artículos, agrupados en 12 capítulos dedicados a la competencia del Instituto (capítulo I), a su composición (capítulo II), a la presidencia (capítulo III), al consejo de dirección (capítulo IV), al pleno y las secciones (capítulo V), al procedimiento 101 De acuerdo con lo previsto en el art. 5 en relación con el art. 4 del RD de 23 de abril de 1903 al designarse al Presidente y a los dieciocho vocales de libre designación, éstos se constituirían en una Comisión «encargada de formular un proyecto de reglamento orgánico del Instituto de Reformas Sociales, preparando sus trabajos una ponencia compuesta del Presidente, de tres Vocales, propuestos respectivamente a dicho efecto por los Ministerios de la Gobernación, Gracia y Justicia y Agricultura, y de uno elegido por la Comisión». La formula de elección de los vocales ponentes nos revela el papel activo que mantiene en el proceso de estructuración del Instituto de Reformas Sociales la Administración del Estado, y concretamente, el Gobierno, que además previamente había nombrado el Presidente del Instituto y a los dieciocho vocales de libre designación. 102 GM nº 230, martes 18 de agosto, pág. 1970 a 1973. electoral para los representantes de patronos y obreros (capítulo VI), el funcionamiento de las secciones y del pleno (capítulo VII), la secretaria general (capítulo VIII), las secciones técnico-administrativas (capítulo IX), el procedimiento para la designación, corrección y separación del personal (capítulo X), el procedimiento administrativo (capítulo XI) y el régimen económico del Instituto(capítulo XII). A la vista de los aspectos regulados en cada capítulo y tras un detenido análisis de dicha norma reglamentaria debemos afirmar que no encontramos en ella ningún precepto que estableciese mecanismo directo alguno de descentralización orgánica y/o funcional ni ninguna formula de habilitación expresa para que una norma posterior pudiese establecerlo. Sin embargo en 1907, en virtud de lo previsto en la Real Orden de 13 de diciembre103, se implementa, a nuestro juicio, un supuesto de descentralización orgánica y funcional en relación con la Sección 3ª técnico-administrativa. Ya hemos señalado que dichas secciones técnico administrativas no se pueden confundir104 con las secciones en que se divide el Ins- 103 GM nº 349, domingo 15 de diciembre, pág. 985. La posible confusión no se puede producir solo con contemplar la denominación y composición de unas y otras. Así las secciones del Instituto como Corporación se denominan, respectivamente de policía y orden público, jurídica y de relaciones económicosociales, mientras que las Secciones técnico-administrativas, se denominan, la primera, de legislación e información bibliográfica, la segunda, de inspección y la tercera, de estadística (ver arts. 9 y 17 del Reglamento del Instituto de Reformas Sociales). En cuanto a la composición de las secciones del Instituto como corporación, las dos primeras estarán integradas de nueve miembros del Instituto de entre los de libre designación y los subsecretarios del Ministerio de Gobernación para la sección de policía y el de Gracia y Justicia para la jurídica (arts 10 y 11 del Reglamento), y la sección de relaciones económica-sociales estaría integrada por los representantes de los obreros y de la patronal elegidos como miembros del Instituto (art. 12 del Reglamento); mientras que las Secciones técnica-administrativas estarían compuestas por un jefe técnico y un número de auxiliares indeterminado (art. 18 del Reglamento). 104 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 191 ESTUDIOS tituto como corporación, ya que aquellas son, junto con la Secretaria general, los órganos en los que se explicita y encarna el carácter administrativo del Instituto, que como ya hemos referido es una de las diferencias que se da en el proceso de institucionalización de la reforma social entre la Comisión de Reformas Sociales y el Instituto de Reformas Sociales. La Sección 3ª técnico-administrativa, que gozaba de independencia respecto a las otras secciones técnico-administrativas y a la Secretaría general y que se relaciona directamente con el Presidente del Instituto y el Consejo de Dirección105, estaba encargada de la estadística del trabajo y de las informaciones generales, y para llevar a cabo dichas competencias se implementó una descentralización orgánica mediante la creación de Delegaciones Regionales106, compuestas de un oficial y un escribiente, siendo el Instituto el que debía fijar la residencia de dichas Delegaciones107. En cuanto a la competencia de dichas Delegaciones Regionales nada específico se establece salvo la remisión en dicha materia a los previsto en el Reglamento del Instituto de Reformas Sociales al regular dicha sección técnico-administrativa108. 105 Ver art. 132 del Reglamento del Instituto de Reformas Sociales. 106 En el art. 1 de la RO de 13 de noviembre de 1907 establece las siguientes regiones: la primera integrada por Madrid, Toledo, Ciudad Real, Guadalajara, Badajoz y Cáceres; la segunda integrada por Barcelona, Tarragona, Lérida, Gerona y Baleares; la tercera que agrupa a Vizcaya, Alava, Guipúzcoa, Santander y Logroño; la cuarta constituida por Oviedo, Coruña, Lugo, Orense, Pontevedra y León; la quinta integrada por Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Jaén, Granada, Almería, Málaga y Canarias; la sexta agrupa a Valencia, Alicante, Castellón, Cuenca, Albacete y Murcia; la séptima reúne a las provincias de Valladolid, Ávila, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Zamora y Burgos; y la octava y última región integra a Zaragoza, Huesca, Teruel y Navarra. Las funciones a desarrollar por la Delegación de la primera región, en la que se integra Madrid, serán asumidas por funcionarios de la Sección 3ª del Instituto, según dispone el art. 2 de la referida RO. (Ver GM, nº 349, domingo 15 d diciembre, pág. 985). 107 Art. 5 de la RO de 13 de noviembre de 1907. 108 Art. 4 de la RO de 13 de noviembre de 1907. 192 Posteriormente, a la altura de 1919 el Gobierno consideró que era «necesario ensanchar el molde en el que el Instituto se mueve, porque en su actual contextura no le es dado acorrer, rápida y documentalmente, a todo lo que con urgencia, pero previa la necesaria meditación, exige hoy estudios y soluciones profundas» y procede a reorganizar el Instituto de Reformas Sociales mediante el Real Decreto de 14 de octubre109, en el que, entre los aspectos de la misma, debe mencionarse la estructura orgánica. En efecto, «para completar la organización corporativa a que responde el sentido que inspira toda esta reforma, es de esencia que en la obra se interesen, y con la misma se compenetren, todos los elementos sociales y productores que en las diversas regiones o comarcas constituyen el cuerpo vivo, objeto y materia de todo el problema social» y habiéndose constatado que «el Instituto carece de aquella rapidez, flexibilidad, confianza y ascendiente cerca del capital y del trabajo, que seguramente habrá de darle la diaria y no interrumpida relación o trato sobre el mismo terreno económico-social con todas y cada una de las corrientes potentes y encontradas que en el mismo se precipitan» se entendió como «parte fundamental de esta reforma la creación en todas las regiones productoras y de activa vida de trabajo, a medida que la conveniencia pública lo requiera, de Institutos regionales de Reformas Sociales, dotados de aquélla autonomía que sea garantía de su eficiencia, pues con ella han de poder adaptar su actividad a la especial psicología de la región»110. Prosigue el ejecutivo su alegato en la Exposición de Motivos incidiendo en la instauración de dichos Institutos regionales «que, con toda libertad, podrán realizar las funciones de estudio, investigación, propaganda, gestiones e iniciativas que convenga, en relación concorde con el Instituto central». 109 GM, nº 288, miércoles 15 de octubre, pág. 199 a 206. 110 Los entrecomillados de este párrafo pertenecen a la Exposición de Motivos del RD de 14 de octubre de 1919. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA En definitiva, la reorganización del Instituto de Reformas Sociales se va a traducir en la implementación de un supuesto de descentralización orgánica y funcional con el establecimiento de la previsión legal de poder constituir Institutos regionales. Es por ello que se ha llegado a afirmar que uno de los aspectos «más importantes y novedosos de la reforma de 1919 es la posibilidad de constituir ... Institutos Regionales»111 que vienen a implementar «una más efectiva descentralización»112. A este supuesto de descentralización orgánica y funcional se dedica únicamente un precepto del Real Decreto de 14 de octubre, el artículo 57, que nos aporta pocos datos de la configuración de dichos Institutos regionales, concretamente tres: en primer lugar, que su creación no es automática con la entrada en vigor de la norma reorganizadora, sino que requiere la decisión gubernamental de creación, bien por propia iniciativa bien por iniciativa del Instituto de Reformas Sociales, y siempre y en todo caso configurando dicha facultad gubernamental con carácter potestativo113; en segundo lugar, y en cierto modo consecuencia indirecta de la anterior, es que no necesariamente se constituirían en todas las capitales114; y en tercer lugar, la atribución de autonomía a cada Instituto regional podría variar de uno a otro en función de una serie de coordenadas expresamente previstas en el referido precepto con el fin de dar satisfacción a la «intensidad de la acción de los Poderes Públicos» requerida «para la solución del problema social en cada región»115. 111 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 105. 112 Ibidem, pág. 105. 113 A nuestro entender es claro el carácter potestativo de la decisión de creación de los Institutos regionales pues el precepto utiliza la expresión «podrá constituir», y no expresiones del tenor «debe constituir». 114 El precepto utiliza de forma clara la expresión «en determinadas capitales», con lo cual se nos viene a decir que no en todas las capitales de provincia se llevaría a cabo dicha elección. 115 Las coordenadas o parámetros que determinarían la mayor o menor autonomía eran: a) la actividad de Fuera de estas indicaciones, el mismo precepto, habilita al Gobierno para que proceda a concretar, mediante una disposición especial, aspectos como las «regiones» en las que se deban constituir los Institutos regionales, sus normas de constitución, las competencias que van a asumir, y el tipo de relaciones que se establecería entre dichos institutos regionales y el Instituto de Reformas Sociales, al que la norma se refiere como Instituto Central116. En definitiva, vemos que este supuesto de descentralización orgánica y funcional presenta en su articulación jurídica un alto grado de indefinición, tanto en el aspecto orgánico, ya que ni siquiera se preveía las regiones en las que se iba a implementar, como en el aspecto funcional, al no determinarse que funciones de las asumidas por el Instituto de Reformas Sociales iban a ser descentralizadas a los Institutos regionales y mediante que mecanismos se iba a operar. De lo expuesto podemos concluir que la norma de reorganización establece un supuesto de descentralización orgánica, que, en primer lugar, es potestativo para el Gobierno; en segundo lugar, toma como base las «regiones»; en tercer lugar, es irregular en la configuración de la autonomía de los distintos Institutos regionales. Y en cuanto a la descentralización funcional se ha de manifes- la vida económica de la misma, b) su cultura, c) sus tradiciones y peculiar carácter, d) la necesidad de una aplicación más rápida de los medios apropiados para armonizar las relaciones entre los diversos factores de la producción, mediante normas ético-jurídicas. 116 En relación con este último aspecto, el de la forma de interrelación entre los Institutos regionales y el Instituto de Reformas Sociales, el propio precepto justifica la necesidad de regular dicha interrelación por la necesidad de «mantener en interés común de la Patria, aquella unidad espiritual requerida por la solidaridad de intereses que la Nación tiene ante la competencia extranjera». Justificación no desconocida en el ámbito del ordenamiento jurídico laboral, especialmente a la hora de determinar la atribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas, donde se ha tenido presente el principio de solidaridad para llevar a cabo dicha distribución competencial. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 193 ESTUDIOS tar que es indeterminada pues deja a un posterior desarrollo, que no se llegó a producir, la concreción de las facultades que deberían asumir dichos institutos regionales. En cualquier caso se ha de referir que la reorganización proyectada tuvo un escaso alcance temporal, pues en primer lugar, seis meses después, por Real Decreto de 8 de mayo de 1920117 se crea el Ministerio del Trabajo, lo que va a suponer la integración en el mismo del Instituto de Reformas Sociales y una paralización (o ralentización) de la creación de dichos Institutos regionales, y el comienzo de un proceso de perdida de atribuciones del Instituto de Reformas Sociales; en segundo lugar, porque en 1924, por Real Decreto de 9 de junio118, se establece la organización del Ministerio del Trabajo en la cual se establecen una serie de estructuras administrativas que conforman la administración provincial, y que supone abandonar la previsión descentralizadora de la norma de reorganización del Instituto de Reformas sociales, pues entre los órganos que conforman dicha administración provincial no se encontraban los institutos regionales119; y en tercer lugar, porque en virtud del Real Decreto de 2 de junio de 1924120, se procede a refundir el Instituto de Reformas Sociales en el Ministerio del Trabajo121. 117 Publicado en la GM nº 130, domingo 9 de mayo, pág. 539. 118 GM nº 162, miércoles 10 de junio, pág. 1235 a 1241) 119 Los órganos de la administración, tal y como establece el art. 1 del RD de 9 de junio de 1924, eran Inspectores de trabajo, las Delegaciones provinciales y locales del Consejo del Trabajo, las Delegaciones regionales del Ministerio, los Negociados de Trabajo en los Gobiernos civiles y las secciones provinciales de Estadística y de Pósitos. 120 GM nº 155, martes 3 de junio, pág. 1138 y 1139. 121 Ver arts. 3º a 6º del RD de 2 de junio 1924. Dicha refundición se opera de forma que el pleno del Instituto de Reformas Sociales y su Consejo de Dirección se convertirían en el Consejo del Trabajo, el Secretario General del Instituto se transformaría en Secretario del Consejo del Trabajo, pasando todas sus funciones administrativas 194 Junto a este tardío y breve intento de implementación de descentralización orgánica y funcional en el Instituto de Reformas Sociales, existe un «peculiar» supuesto de descentralización funcional encarnado en las Juntas Locales y Provinciales de Reformas Sociales. Y decimos que es peculiar porque a pesar de que su denominación pudiera inducir a creer que dichos órganos fueron creados por la norma fundacional del Instituto de Reformas Sociales o norma posterior122, señaladamente la norma de reorganización de dicho Instituto de 1919, lo cierto y verdad es que dichos órganos fueron creados con anterioridad a la creación del Instituto de Reformas Sociales, concretamente en la Ley de 13 de marzo de 1900 relativa a trabajo de niños y mujeres123; sin que, tampoco, ninguna norma ulterior que directamente aborde la organización de dichas Junta o del Instituto proceda a integrar en la estructura del mismo a dichos órganos de descentralización. Estamos pues ante un supuesto de descentralización funcional, que no orgánica124, que como al Oficial mayor del Ministerio del Trabajo, Comercio e Industria y los Institutos regionales se convertirán en Delegaciones del Consejo del Trabajo. Por RD de 16 de junio de 1924 (GM nº 172, viernes 20 de junio, pág. 1412 y 1413) se establece la relación nominal del personal del Instituto de Reformas Sociales que es incorporado al Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. 122 En idéntico sentido PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (18831924), ob.cit., pág. 74-75. 123 GM nº 73, miércoles 14 de marzo, pág. 875. 124 Ello lo podría corroborar, a nuestro entender, el RD de 24 de mayo de 1920 (GM, nº 146, martes 25 de mayo, pág. 753 y 754) que al establecer la atribución de competencias al recién creado Ministerio del Trabajo en su art. 8, se refiere de forma separada a las Juntas Locales y Provinciales y al Instituto de Reformas Sociales, y si se tratase de un supuesto de descentralización orgánica hubiese sido suficiente la referencia al Instituto; no obstante se ha de referir que en el RD de 2 de junio de 1924 (GM nº 155, martes 3 de junio, pág. 1138 y 1139) que versa sobre la refundición del Instituto en el Ministerio del Trabajo se prevé la conversión de las Juntas locales en Delegaciones del Consejo del Trabajo, parece desvirtuar dicho argumento, pues si se trata de la norma de refundición del Instituto y se menciona a las Juntas es REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA veremos a continuación afectaba, en principio, de forma clara, a determinadas competencias del Instituto de Reformas Sociales. Hemos de destacar que la denominación inicial de dichos órganos de descentralización, contenida en la Ley de 13 de marzo de 1900, no llevaba el adjetivo «Reformas Sociales», simplemente se las mencionaba como Juntas Locales y Provinciales; y será en la Real Orden de 9 de junio de 1900, relativa a la constitución de las Juntas Locales y Provinciales, donde se adicione dicha adjetivación a dichos órganos, que será posteriormente utilizada en otras normas. Denominación que al crearse el Instituto de Reformas Sociales podía dar lugar a un cierto confusionismo provocado por la similar denominación, y llegar a entender que dichas Juntas fueron integradas en el referido Instituto por su norma fundacional u otra posterior atinente a su estructura orgánica; previsión normativa, que volvemos a reiterar no se puede encontrar en la legislación que reguló el Instituto desde su creación hasta su refundición en el Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Se ha afirmado por la historiografía que las Juntas Locales y Provinciales sirvieron para articular la descentralización de la Comisión de Reformas Sociales reorganizada125, no obsporque existía dicha descentralización orgánica. A nuestro juicio dicha mención en la referida norma se debe a la especial significación de dichas Juntas como órganos de descentralización funcional sobre todo en materia de inspección, como lo corrobora que la referencia se haga a las Juntas locales, que tenían un especial papel en dicha materia. En cualquier caso no hay una norma que expresamente establezca esa descentralización orgánica. 125 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 51, afirma que «cumplen prácticamente las funciones de delegaciones locales o provinciales de la Comisión de Reformas Sociales», para a continuación constatar que «numerosas dificultades impiden su efectiva constitución de forma generalizada en todos los pueblos y provincias de España» y es por ello que según este autor «se puede afirmar, sin riesgo de equivocación, que ... eran muchas las Juntas que quedan aún por constituirse». Es por ello que dichas Juntas se estudien como supuestos de des- tante, entendemos que esta afirmación desde un punto de vista jurídico se debe matizar en el sentido de que no existe precepto alguno que de forma expresa establezca dicha descentralización funcional de la Comisión a favor de las Juntas Locales y Provinciales, pues la única previsión normativa que hacía alusión a la Comisión de Reformas Sociales es el Reglamento de aplicación de la Ley de 13 de marzo126, en cuyo artículo 20º se establecía que ésta última tendría que ser oída antes de dictarse las disposiciones reglamentarias relativas a la forma de constitución y renovación de las Juntas Locales y Provinciales. Es más, dicha afirmación no es confirmada con el transcurrir del tiempo, ya que a la altura de 1903, año en el que se crea el Instituto de Reformas Sociales, se habían constituido pocas Juntas Locales y Provinciales, como lo demuestra que en junio de 1902 se dictase una norma relativa a la constitución de dichas Juntas ante la evidencia de que desde 1900 se habían constituido muy pocos de los referidos organismos127. Por lo tanto, mal pueden haber sido dichas Juntas órganos de descentralización funcional de la Comisión de Reformas Sociales porque jurídicamente no se puede sostener dicha afirmación y porque la coincidencia temporal entre la Comisión y las Juntas fue de aproximadamente tres años centralización funcional del Instituto y no de la Comisión de Reformas Sociales, pues la coincidencia temporal de la Comisión y de las Juntas fue mínima y respecto a muy pocas de estas últimas. 126 RD 13 de noviembre de 1900, publicado en la GM nº 320, viernes 16 de noviembre, pág. 574 y 575. 127 Dicha norma es la RO de 21 de junio de 1902, publicada en la GM nº 173, domingo 22 de junio, pág. 1240. En la justificación de dicha norma se nos dice que «la ley de 13 de Marzo de 1900 dispuso la creación de Juntas provinciales y locales ... y la RO de 9 de junio siguiente señaló las condiciones a que ha de ajustarse la constitución de dichos organismos; pero como todavía en muchas localidades no se ha dado cumplimiento a las mencionadas disposiciones; S.M. el Rey (Q.D.G.) ha tenido a bien disponer que en el término de un mes, a contar desde la publicación de esta RO en la Gaceta, se constituyan dichas Juntas en los puntos donde no lo estén». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 195 ESTUDIOS y seis meses antes de la desaparición de la Comisión de Reformas Sociales período en el que se habían constituidos muy pocas. La Juntas Locales y Provinciales se instauraron «provisionalmente»128 hasta en tanto en cuanto no se procediese al establecimiento de los Jurados Mixtos, sin embargo, dicha provisionalidad se mantuvo hasta la refundición del Instituto de Reformas Sociales en el recién creado Ministerio del Trabajo. Las Juntas Locales se constituirían en todos los municipios y estarían integrados por el alcalde, que asumía la presidencia, el párroco o quien ejerza sus funciones, un médico titular129, un número igual de representantes de los trabajadores y empleadores que no podía exceder de seis por cada representación y secretario elegido entre dichos representantes y un secretario130; mientras que las Juntas Provinciales se constituirían en cada capital de provincia y estarían integradas por el Gobernador civil, que asumiría la presidencia, un vocal técnico131, un representante de las Juntas Locales por cada partido judicial de la provincia y un secretario132. Solo tardíamente se va a dictar una norma que suponía introducir un elemento de conexión orgánica, que no de descentralización, cuando se prevé que tanto los Inspectores de Trabajo como los 128 Art. 7 de la Ley de 13 de marzo de 1900 y disposición primera de la RO de 9 de junio de 1900. 129 El médico titular como integrante de la Junta Local se estableció en la disposición primera de la RO de 3 de agosto de 1904, primera norma que se dicta sobre la constitución, régimen jurídico y funcionamiento de las Juntas Locales y Provinciales tras la creación del Instituto y a propuesta de éste. Ver nota a pie de página nº 114. 130 Art 7 de la Ley de 13 de marzo de 1900 en relación con la disposición segunda de la RO de 9 de junio de 1900. 131 Ver RO de 29 de julio de 1920 sobre nombramiento del vocal técnico-médico (GM nº 212, viernes 30 de julio, pág. 375 y 376) y RO de 24 de junio de 1922 (GM nº 179, miércoles 28 de junio, pág. 1106). 132 Art 7 de la Ley de 13 de marzo de 1900 en relación con la disposiciones cuarta y sexta de la RO de 9 de junio de 1900. 196 Delegados de Estadística del Instituto de Reformas Sociales tendrían la condición de vocales natos de las Juntas Locales y Provinciales en las poblaciones en las que residan133. Por lo tanto, volvemos a reiterar que no existe en las normas relativas a las Juntas Locales y Provinciales dictadas con posterioridad a la fecha de publicación de la norma creadora del Instituto de Reformas Sociales, como tampoco la hay en ésta última, ni en ninguna posterior referida a dicha institución, ninguna previsión expresa que haga mención a la descentralización orgánica, lo que en principio nos lleva sostener que jurídicamente no se articula dicho tipo de descentralización. Ahora bien, se puede constatar, en primer lugar, que existen una serie de previsiones en la norma fundacional del Instituto que de forma indirecta podían dar cobertura no a una descentralización orgánica pero sí a una descentralización funcional; y, en segundo lugar, que existen normas relativas a aspectos concretos, como la inspección o la denominada «jurisdicción social», en las que si aparecen recogidas este segundo tipo de descentralización. Así, si nos fijamos en la norma fundacional del Instituto de Reformas Sociales al atribuirle la facultad de inspección del cumplimiento de las leyes laborales y del servicio de estadística, dichas atribuciones se hacen tanto para las «dependencias centrales» como para las dependencias «provinciales y locales»134, con lo que de forma indirecta está reconociendo la posibilidad de implementar un supuesto de descentralización funcional. Junto a dicha previsión, al regular la Segunda Sección técnico-administrativa se establece que será de su competencia en lo relativo a la aplicación de la Ley del trabajo de mujeres y niños de 1900 y de su reglamento, así como a las reclamaciones y consultas a que den lugar dichas 133 Ver RO de 31 de enero de 1920, publicado en la GM nº 39, domingo 8 de febrero, pág. 467 y 468. 134 Ver art. 5 del Reglamento del Instituto de Reformas Sociales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA normas135, a la tramitación de la organización y renovación de las Juntas provinciales y locales136, así como el estudio de la legislación de dichos organismos, la propuesta de reglas y cuestionarios para la práctica de la inspección y las estadísticas referidas a dicha materia137. Esta segunda previsión actúa indirectamente como cauce legal para incardinar la descentralización funcional del Instituto de Reformas Sociales a favor de las Juntas Locales y Provinciales de Reformas Sociales. Pero 135 Ver RO de 24 de enero de 1905 (GM nº 27, viernes 27 de enero, pág. 323). 136 Sobre dicha atribución competencial ver RO de 3 de agosto (GM nº 218, viernes 5 de agosto, pág. 440 y 441) y RO de 22 de noviembre de 1904 (GM nº 326, miércoles 23 de noviembre, pág. 634); RO de 18 de enero de 1905 (GM nº 21, sábado 21 de enero, pág. 254); RO de 27 de noviembre de 1906 (GM, nº 332, miércoles 28 de noviembre, pág. 794 y 795); RO de 20 de junio (GM nº 173, sábado 22 de julio, pág. 1141), RO de 6 de julio (GM nº 190, martes 9 de julio, pág. 100) y Reales Ordenes de 26 de septiembre de 1907 (GM nº 270, viernes 27 de septiembre, pág. 1249); RO de 11 de enero (GM nº 12, domingo 12 de enero, pág. 144), RO de 29 de enero (GM nº 30, jueves 30 de enero, pág. 418 y 419), RO de 3 de julio (GM nº 189, sábado 7 de julio, pág. 110 y 111), RO de 7 de Octubre (GM nº 282, jueves 8 de octubre, pág. 105 y 106) y RO de 28 de octubre de 1908 (GM nº 303, jueves 29 de octubre, pág. 425 y 426); RO de 2 de junio de 1909 (GM nº 173, martes 22 de junio, pág. 1531); RO de 9 de noviembre de 1910 (GM nº 315, viernes 11 de noviembre, pág. 342 y 343); RO de 19 de noviembre (GM nº 325, miércoles 20 de noviembre, pág. 472) y RO de 14 de diciembre de 1912 (GM nº 350, domingo 15 de diciembre, pág. 801); RO de 5 de mayo de 1913 (GM nº 128, jueves 8 de mayo, pág. 373); RO de 14 de marzo (GM nº 79, jueves 20 de marzo, pág. 1066 y 1067) y RO de 12 de septiembre de 1919 (GM nº 257, domingo 14 septiembre, pág. 878 y 879); RO de 29 de julio (GM nº 212, viernes 30 de julio, pág. 375 y 376) y RO de 27 de noviembre de 1920 (GM nº 335, martes 30 de noviembre, pág. 909), RO de 15 de noviembre de 1921 (GM nº 322, viernes 18 de noviembre, pág. 573); RO de 3 de enero (GM nº 13, sábado 13 de enero, pág. 178 a 181), RO de 9 de enero (GM nº 17, miércoles 17 de enero, pág. 242), RO de 10 de febrero (GM nº 42, domingo 11 de febrero, pág. 530 y 531) y RO de 19 de mayo de 1923 (GM nº 146, sábado 25 de mayo, pág. 804 y 805); RO de 4 de febrero de 1924 (GM nº 39, viernes 8 de febrero, pág. 677 y 678). en cualquier caso ninguna de dichas previsiones normativas de forma expresa determinan la descentralización funcional. Confrontando el conjunto de atribuciones conferidas al Instituto y a las Juntas Locales y Provinciales, dicha descentralización se va a manifestar fundamentalmente en dos atribuciones como son la facultad de inspección y de estadística del trabajo, pues es en estas dos materias donde, además, sí se produce una previsión expresa, pero paradójicamente, contenida en la Ley de Tribunales Industriales de 1908138, acerca de dicha descentralización funcional. Efectivamente, en el artículo adicional de esta última Ley de forma clara se nos dice que «las Juntas locales y provinciales de Reformas Sociales ... desempeñarán las (funciones) de Inspección y Estadística del trabajo que el Instituto de Reformas Sociales les encomiende, y bajo la dirección del mismo», siendo el propio Instituto el que debía proceder a normar el ejercicio de dichas funciones. Labor que acometió a través de sendas Reales Ordenes de 2 de julio de 1909, por el que se aprobaron sendas Instrucciones que han de observarse por las Juntas Locales y Provinciales en el ejercicio de dichas funciones139. Es curioso anotar que mientras la Instrucción dedicada al ejercicio de la labor de inspección por las Juntas Locales y Provinciales declara que dichos organismos dependen del Instituto en dicha materia sin poder extralimitarse del marco competencial que éste último les atribuya, reiterando lo manifestado en la ley reguladora de la «jurisdicción social», se omite similar declaración de dependencia funcional en la Instrucción relativa a las tareas de estadística de los citados 137 Ver arts. 100 y 103 del Reglamento del Instituto de Reformas Sociales. 138 Ley de 19 de mayo de 1908, publicada en la GM, de 20 de mayo, pág. . Dicha previsión se mantuvo en los mismos términos en la Disposición Adicional 4ª de la Ley de 22 de julio de 1912, que modifica la ley anterior, publicada en la GM, nº , de 23 de julio, pág 139 GM nº 185, domingo 4 de julio, pág. 20 a 24. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 197 ESTUDIOS órganos descentralizados, aunque dicha omisión no implica modificación alguna por tratarse de una norma de rango inferior dictada en desarrollo de una norma de rango superior. Para valorar el alcance de dicha descentralización funcional entendemos necesario volver sobre las competencias atribuidas al Instituto de Reformas Sociales, ya manifestadas someramente en esta trabajo al enunciar lo previsto en el artículo 1º de la norma fundacional140, y concretadas en los artículos 3 a 5 del Reglamento del Instituto de Reformas Sociales. De dichos artículos se puede concluir que las atribuciones del Instituto eran de índole diversa, ya que tenía atribuida: a) la preparación de la regulación de todo lo concerniente al trabajo, tanto a iniciativa del Gobierno, debiendo evacuar todo informe o consulta que le fuese requerido, como a iniciativa propia, si bien en este supuesto debería contar con la aprobación del Gobierno; b) velar por el cumplimiento de la normativa laboral, para lo cual estaba autorizado para organizar los servicios de inspección y estadística, y c) podría actuar como mediador de los conflictos que se suscitasen entre los elementos implicados en la problemática social. Delimitada la competencia funcional del Instituto de Reformas Sociales debemos volver a fijar nuestra atención hacia las Juntas Locales y Provinciales de Reformas Sociales para destacar que de acuerdo con el artículo 7º de la Ley de 13 de marzo de 1900, dichas Juntas serían competentes para la inspección de todo centro de trabajo, para formar las estadísticas del trabajo, velar por la «salubridad» e higiene, resolver las reclamaciones que les sometan tanto obreros como patronos, y finalmente, velar por la ejecución de la ley que las crea. Como vemos sus funciones tienen un carácter más reducido de la atribu- 140 Ver nota pie de pág. nº 77 que nos determina a su vez el contenido del art. 1 del RD de 23 de abril de 1903. 198 ción competencial otorgada al Instituto, pues en definitiva, la ley delimitaba el ámbito de actuación de dichas Juntas en el estrecho marco de la protección de la mujer y niños trabajadores. Lo dicho anteriormente queda corroborado a nuestro entender por la disposición quinta de la Real Orden de 9 de junio de 1900 que viene a concretar las funciones de las Juntas Locales y Provinciales en proponer los medios conducentes a la reducción de la jornada de trabajo de los niños y las mujeres, determinar las industrias en las que se estimase conveniente prohibir el trabajo nocturno de los jóvenes entre catorce y dieciocho años, informar al Gobierno sobre los establecimientos dedicados a actividades peligrosas insalubres o productoras de sustancias inflamables para adoptar las medidas necesarias en relación con los niños y mujeres, determinar la imposición de multas y los supuestos de inaplicación de la Ley de 13 de marzo. Especial relevancia tiene la descentralización funcional en materia de inspección del cumplimiento de la normativa laboral 141 , como lo demuestra, en primer lugar, el conjunto de normas dictadas, tanto con anterioridad como con posterioridad a la Instrucción de 1909 sobre dicha materia, y que contrasta con las escasas normas que se dictan en relación a las funciones en materia de estadística142;en segundo lugar, porque se nos vuelve a reiterar, en una norma publicada en febrero de 1916 relativa a la actividad inspectora que «las Juntas Locales de Reformas Sociales, (son) organismos llamados a completar y 141 En idéntico sentido Palacio Morena, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (18831924), ob.cit., pág. 89, afirma que «un papel decisivo en las tareas de inspección corresponde a las Juntas locales de Reformas Sociales». 142 Ya con anterioridad a la creación del Instituto desde el RD de 13 de noviembre de 1900, por el que se aprueba el reglamento de aplicación de la Ley de 13 de marzo de 1900, se le atribuye a las Juntas la labor de inspección provisionalmente en tanto en cuanto no se organizase por el Gobierno dicho inspección. A partir de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA a ejercer en su caso tal misión, como dependientes del Instituto de Reformas Sociales», al mismo tiempo que se procedió a «recordar que las sesiones de estas Juntas no han de celebrarse exclusivamente para fines de la ley Electoral, pues creadas por la que regula el trabajo de las mujeres y los niños, tienen, sin duda, una misión trascendental en la esfera del trabajo, que ha de desenvolverse bajo la dirección del Instituto de Reformas Sociales y con la eficaz cooperación de los Inspectores»143; y, en tercer lugar, porque en el artículo 49 de la Instrucción de 1909 se reconoce al Pleno144 del Instituto de Reformas Sociales la facultad de proponer al Ministerio de Gobernación la disolución par- ahí se han sucedido varias normas referidas a las atribuciones en materia de inspección de las Juntas, incluso después de la organización de dicho servicio por el Gobierno, asignado al Instituto de Reformas Sociales , e incluso después de la Instrucción de 1909, a saber: RO de 12 de mayo (GM nº 138, martes 17 de agosto, pág. 639) y RO de 3 de agosto de 1904 (GM nº 218, viernes 5 de agosto, pág. 440 y 441); RD de 1 de marzo de 1906 (GM nº 63, domingo 4 de marzo, pág. 868 a 870), RO de 24 de enero (GM nº 26, sábado 26 de enero, pág. 311), RO de 22 de julio (GM nº 204, martes 23 de julio, pág. 314 y 315) y RO de 13 de diciembre de 1907 (GM nº 349, domingo 15 de diciembre, pág. 984 y 985); RO de 28 de enero de 1908 (GM nº 29, miércoles 29 de enero, pág. 402 y 403); RO de 26 de febrero de 1916 (GM nº 60, martes 29 de febrero, pág. 466 y 467); RO de 3 de abril de 1918 (GM nº 94, jueves 4 de abril, pág. 28 y 29); RO de 31 de enero de 1920 (GM nº 39, domingo 8 de febrero, pág. 467 y 468) y RD de 21 de abril de 1922 (GM nº 112, sábado 22 de abril, pág. 288 y 289). Frente a dicha proliferación, en materia de estadística del trabajo, aparte de la Instrucción de 1909, se puede citar la RO de 2 de julio de 1907 (GM nº 184, miércoles 3 de julio, pág. 32). 143 Exposición de Motivos de la RO de 26 de febrero de 1916, relativa a la adopción de medidas para mejorar el desenvolvimiento de las funciones de inspección. Posteriormente, la RO de 21 de diciembre de 1923 (GM nº 361, jueves 27 de diciembre, pág. 1431), vuelve a llamar la atención sobre la función inspectora de las Juntas al establecer la obligación de las Juntas de Reformas Sociales de proceder a solicitar el asesoramiento en los supuestos dudosos de interpretación y aplicación de las leyes sociales debido, entre otras razo- cial o total de la Junta cuando ésta haya llevado a cabo actos contrarios a su funcionamiento en lo concerniente a las funciones de inspección, de suerte que la disolución solo podía darse, no por contravenir cualesquiera de las atribuciones conferidas a las Juntas, sino exclusivamente las referidas a su labor inspectora. Para finalizar el análisis de la descentralización funcional operada a favor de las Juntas Locales y Provinciales hemos de mencionar que si bien desde un punto de vista normativo el ámbito funcional descentralizado se residenciaba en la función inspectora y en la función estadística del Instituto de Reformas Sociales, se observa en ciertas normas una posible descentralización funcional que iría más allá de las funciones mencionadas y abarcaría a cualquier función atribuida al Instituto de Reformas Sociales. Las normas en las que se encuentra dicha previsión son las que desde 1904 han establecido o bien el funcionamiento de las Juntas Locales y Provinciales o bien las reglas a las que se debía sujetar la elección de vocales obreros y patronales en dichos organismos. Y dicha previsión se establecía al articular la comunicación entre el Instituto y las Juntas Locales y Provinciales de Reformas Sociales y disponerse que las Juntas, junto a la obligación de comunicar al Instituto cualquier variación relativa a su composición, debían poner en conocimiento del Instituto tanto los acuerdos adoptados como las mociones y medidas discutidas y/o propuestas, así –y aquí es donde se haya la posible previsión de descentralización funcional que desbordaría los ámbitos de la inspección y la estadística– como «cuantos asuntos sean dignos de mención especial, en relación con los fines que el referido Instituto nes, a la estrecha relación y dependencia de dichas Juntas con el Instituto. 144 En virtud de la RO de 9 de enero de 1923, publicada en la GM nº 17, miércoles de 17 de enero, pág. 242, se reconoce dicha facultad también al Consejo de Dirección del Instituto. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 199 ESTUDIOS persigue y con la elevada misión que le está encomendada»145. Con ello se nos estaba dando a entender, de forma muy genérica, que las Juntas Locales podían llevar a cabo una labor, no solo de inspección y estadística, sino de adopción de acuerdos y medidas sobre cualesquiera materia relacionada con el mundo del trabajo y las relaciones entre obreros y patronales, que debían ser comunicadas al Instituto de Reformas Sociales. En este sentido, desde el campo de la historiografía, se ha afirmado de forma tajante que se «reconoce competencias más genéricas que son expresión del constante fluir de informaciones, propuestas e iniciativas de la más diversa índole entre las Juntas de Reformas Sociales y el Instituto y viceversa. La única limitación, en cuanto al contenido, es que se mantengan dentro de los fines propios del Instituto, que en definitiva no son otros que todo lo referente a la cuestión y la reforma social»146. Es por ello que se ha afirmado, y coincidimos plenamente, que «a pesar de esa teórica independencia existe una relación de hecho, que incluso formalmente se deja traslucir. Las Juntas locales y provinciales de Reformas Sociales son un elemento esencial en la actividad del Instituto de Reformas Sociales ..., son los cauces fundamentales de que se sirve el Instituto para canalizar inquietudes, propuestas, conflictos y toda clase de iniciativas de las fuerzas sociales, así como para hacer llegar a éstas sus propias resoluciones» pero «la vinculación formal, sigue, en cualquier caso, sin estar bien definida»147. 145 Disposición Vigésimo Novena de la RO de 3 de agosto de 1904. En sentido y con una redacción similar, las Reales Ordenes de 27 de noviembre de 1906, 7 de octubre de 1908, 9 de noviembre de 1910, 12 de septiembre de 1919 y 3 de enero de 1923. 146 PALACIO MORENA, J.I.: La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924), ob.cit., pág. 77. 147 Ibidem, pág. 75 y 82. 200 6. CONCLUSIÓN Como se puede apreciar en el tercer cuarto del siglo XIX la preocupación del poder político, concretado fundamentalmente en el poder legislativo, va a llevar a cabo lo que podríamos calificar de «tímida» iniciativa parlamentaria acerca de la situación en la que se desenvolvía la clase trabajadora, concretándose en la adopción de comisiones parlamentarias que llevasen a cabo una labor de investigación y obtención de información sobre los más diversos aspectos de la cuestión social. Desde esta forma de abordar la cuestión social, asignando dicha labor a comisiones creadas dentro del poder legislativo y compuesta por miembros del mismo, se puede fácilmente concluir que no se podía esperar que se estableciesen no ya medidas de descentralización orgánica, impensables si el órgano principal es un mero apéndice orgánico del Congreso de los Diputados, sino medidas de descentralización funcional que permitiesen que instancias más próximas a la realidad socioeconómica de los trabajadores españoles pudiesen contribuir a lograr la finalidad perseguida por dichas comisiones parlamentarias mediante la realización de tareas de recopilación de información e, incluso, de emisión de informes. Sin perjuicio de que dichas solicitudes no articulasen o propusiesen, desde un punto de vista jurídico, ninguna medida de descentralización, y que en la defensa de la solicitud de 1869 se confirmaba lo que acabamos de decir al prever que fuesen los miembros de la comisión los que se desplazasen por el territorio nacional, no es menos cierto que dicha concepción se vio alterada con la solicitud de 1871, ya que al nombrarse la comisión se abandonó dicha forma de actuación y se estableció lo que podríamos considerar una medida de descentralización funcional a través de instancias ya preestablecidas, al encomendar, principal aunque no exclusivamente, a ciertas instancias de la administración local la tarea de recabar información sobre el estado de la clase trabajadora, utilizando para ello un instrumento REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES JUAN GIL PLANA que se volverá a utilizar, y que por tanto aparece como antecedente, en los procesos de institucionalización de la reforma social, como es la confección de un cuestionario o interrogatorio. Es más, se puede afirmar, que ya en este momento, y a través de estas iniciativas, quedan enunciadas dos notas características de la institucionalización de la reforma social, como son la utilización de los cuestionarios como técnica de actuación y de articulación de la descentralización funcional y por otro lado el papel decisivo de las localidades y provincias como referente subjetivo hacia el que se dirigen las formulas de descentralización funcional, y como veremos, orgánica. Incluso la única iniciativa que se genera desde el poder ejecutivo, más concretamente en el seno del Ministerio de Fomento, y que como ya hemos indicado no llegó a ser presentada por el Gobierno al Congreso de los Diputados, participa de esa idea de descentralización funcional encaminada no hacia instancias de la administración local sino, entre otros, a los Gobernadores de las provincias y las Diputaciones Provinciales, es decir, a instancias de la administración provincial. Iniciada la institucionalización de la reforma social con la creación de la Comisión de Reformas Sociales desde una perspectiva descentralizadora se puede afirmar que no existe una clara línea continuista entre dicha Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, ya que mientras con relación a la Comisión sí se articula un mecanismo de descentralización orgánica, en el Instituto, solo tardíamente, se articula jurídicamente de forma clara un supuesto de descentralización orgánica, pues la descentralización orgánica prevista con relación a la Sección 3º técnico-administrativa no puede entenderse como pauta informadora de la estructura organizativa del Instituto debido a su parcial significación el reducirse a un concreto aspecto competencial de dicho órgano. No obstante ambas instituciones participan de una descentralización funcional a través de las Juntas Locales y Provinciales de Reformas Sociales, aunque a nuestro entender, esa descentralización funcional referida a la Comisión de Reformas Sociales no es significativa por las razones expuestas en este trabajo. Paradójicamente el proyecto de ley de creación del Instituto del Trabajo supone una línea continuadora de la pauta descentralizadora de la Comisión, con la creación de los Consejos Locales, mientras que el Instituto de Reformas Sociales, imbuido de la filosofía de dicho proyecto de ley, marca una ruptura en la tendencia descentralizadora apuntada en el proyecto de Instituto del Trabajo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 201 II. Documentos A. Relación de propuestas, peticiones, proyectos y normas * C on este Anexo Documental tratamos de ofrecer al lector la posibilidad de acceder a los textos originarios, tal y como aparecieron recogidos bien en los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados y del Senado (y de la Asamblea Nacional, durante la I República) bien en la Gaceta de Madrid. Para su posible consulta en las fuentes originales hemos de hacer las siguientes advertencias: tanto el Diario de Sesiones del Congreso como el Diario de Sesiones del Senado tienen una datación especifica, de suerte, que se inicia con la mención del órgano (Congreso Diputados, Senado, Asamblea Nacional), se continúa con la referencia de la legislatura, el número de tomo que se establece en relación con cada legislatura, y a continuación el número de volumen de la colección que se determina en relación con el inicio de la misma. La numeración de los volúmenes del Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados empieza en 1812, mientras que la numeración de los tomos se inicia con cada legislatura. Respecto a la Gaceta de Madrid, se publican cuatro tomos anuales correspondientes a los cuatros trimestres del año, de suerte que el primer tomo corresponde a las normas publicadas en los meses de enero a marzo, el segundo tomo a las publicadas entre abril y junio, el tercer tomo a las insertadas en los meses de julio a septiembre y el cuarto tomo comprende las normas publicadas entre los meses de octubre a diciembre de cada año. Por último he de agradecer la amistosa ayuda prestada por Ignacio Gutiérrez Cassillas, Letrado de las Cortes y Profesor Asociado del Departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la U.C.M., por el personal encargado de la biblioteca del Congreso de los Diputados, y muy especialmente, por el personal encargado de la biblioteca del Senado, cuya atención, ayuda e interés han hecho que mi labor fuera más fácil y fructífera. 1. Intervención de Sr. Campuzano en defensa de su proposición. DS. Senado. Legislatura 1842. Tomo 1º. Volumen 12. Sesión del miércoles 20 de abril, nº 45, pág. 702. Refundición en un único dictamen sobre la Comisión propuesta por el Sr. Campuzano y la Comisión creada para investigar nuestra administración económica, y con especial atención la situación del culto y del clero. DS. Senado. Legislatura 1842. Tomo 2º. Volumen 13. Sesión del jueves 12 de mayo nº 54, pág. 895 y 896. 2. * Elaborada por Juan Gil Plana. Proposición de Joaquín Francisco CAMPUZANO (1842), de creación de una Comisión para el examen de la ilustración del pueblo en las doctrinas constitucionales y los medios para proporcionarla, de los nuevos intereses y de la milicia nacional. DS. Senado. Legislatura 1842. Tomo 1º. Volumen 12. Sesión del martes 19 de abril, nº 44, pág. 696. Proyecto de Real Decreto presentado por Francisco LUXÁN REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 205 DOCUMENTOS (Ministro Fomento) y Pascual MADOZ (Presidente Congreso Diputados) de establecimiento de una Comisión para investigar el estado actual de las clases obreras e industriales (1855). Recogido por Adolfo Buylla en su discurso de ingreso en la RACMP, titulado «La reforma social» en Discursos de recepción de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, tomo IX (1914-1917), Madrid, 1917, pág. 750 a 756. 3. Petición de Fernando GARRIDO, Juan TATU, Pablo ALSINA, Francisco Javier MOYA, Federico MOYA, Macías ACOSTA, J.M. CARRASCON, solicitando la apertura de información parlamentaria sobre el estado materia, intelectual y moral de las clases trabajadoras, agrícolas e industriales y creación de una Comisión para que presente un informe sobre dicha cuestión (1869). DS. Cortes Constituyentes. Legislatura 18691871. Tomo 6º. Volumen 163. Sesión del lunes 12 de julio de 1869, nº 124, pág. 3654 a 3657. Sobre las dificultades para la constitución de dicha Comisión. ver Archivo del Congreso de los Diputados. Legislatura 146, nº 21-1, sesión de 9 de julio de 1869; nº 21-2 y 3, sesión de 16 de julio de 1869; nº 21-3, sesión de 19 de julio de 1869; nº 21-3 y 4, sesión de 22 de julio de 1869; nº 21-5, sesión de 18 de octubre de 1869. 4. 206 Petición de Fernando GARRIDO, Antonio Juan de VILDÓSOLA, Francisco Javier MOYA, Juan Bautista TOPETE, Gabriel RODRÍGUEZ, Juan CONTRERAS y Baldomero LOSTAU (1871) solicitando que se efectúe el nombramiento de los componentes de la Comi- sión acordada el 12 de julio de 1869. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1871-1872. Tomo 2º. Volumen 174. Sesión del jueves 15 de junio de 1871, nº 62, pág. 1676. Nombramiento de los componentes de dicha Comisión. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1871-1872. Tomo 3º. Volumen 175. Sesión del viernes 16 de junio de 1871, nº 64, pág. 1717. Nombramiento del presidente, vicepresidente y secretario de la Comisión. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1871-1872. Tomo 3º. Volumen 175. Sesión del jueves 21 de junio de 1871, nº 71, pág. 1911. 5. Proposición de Joaquín María SANROMÁ para la creación de una Comisión parlamentaria sobre las clases obreras (1872). DS. Congreso Diputados. Legislatura 2ª, 1872. Tomo Único. Volumen 178. Sesión del martes 21 mayo de 1872, nº 22, pág. 423-424. Nombramiento de los integrantes de dicha Comisión. DS. Congreso Diputados. Legislatura 2ª, 1872. Tomo Único. Volumen 178. Sesión del viernes 7 de junio de 1872, nº 33, pág. 720 y 721. 6. Proposición de JOVE Y HEVIA, Miguel MORAYTA, Marqués de SARDOAL, Francisco PI Y MARGALL, Florencio PAYELA, Luis VIDART y Julián GARCIA SAN MIGUEL relativa a la continuación de las informaciones sobre el estado de las clases obreras y los medios de mejorarlo (1872). DS. Congreso Diputados. Legislatura 1872-1873. Tomo 1º. Volumen 179. Sesión del martes 1 de octubre de 1872, nº 15, pág. 245 y 246. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS Nombramiento de los miembros de la referida Comisión. DS. Congreso Diputados. Legislatura 18721873. Tomo 1º. Volumen 179. Sesión del jueves 3 de octubre de 1872, nº 17, pág. 259 y 260; DS. Asamblea Nacional. Legislatura 1872-1873. Tomo Único. Volumen 183. Sesión del sábado 15 de febrero de 1873, nº 3, pág. 79. Interpelación parlamentaria entre Hilario SÁNCHEZ y JOVE y HEVIA sobre los trabajos de la Comisión parlamentaria informadora del estado de la clase obrera. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1872-1873. Tomo 4º. Volumen 182. Sesión del sábado 1 de febrero de 1873, nº 101, pág. 2899. 7. 8. Proposición de ley de BECERRA sobre mejora de las condiciones morales de las clases obreras (1872). DS. Congreso Diputados. Legislatura 1872-1873. Tomo 2º. Volumen 180. Sesión del viernes 26 de octubre de 1872, nº 37, apéndice vigésimo tercero, pág. 1 y 2; DS. Asamblea Nacional. Legislatura 1872-1873. Tomo Único. Volumen 183. Sesión del sábado de febrero de 1873, nº 3, apéndice octavo. Real Decreto de 5 de diciembre de 1883. Creación de la COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES. Gaceta de Madrid nº 344, lunes 10 de diciembre, pág. 761 a 763. Real Orden de 7 de diciembre 1883. Nombramiento de integrantes de la COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES. Gaceta de Madrid nº 344, lunes 10 de diciembre, pág. 763. Reales Ordenes de 22 de diciembre de 1885. Dimisiones y nombramientos en la COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES. Gaceta de Madrid nº 357, 23 de diciembre, pág. 956. 9. Real Orden Circular de 28 de mayo 1884. Instrucción para las Comisiones Provinciales y Locales encargadas de practicar una información sobre el estado y necesidades de la clase obrera. Gaceta de Madrid nº 155, martes 3 de junio, pág. 603 y 604; nº 156, miércoles 4 de junio, pág. 612 y 614; nº 157, jueves 5 de junio, pág. 622. Real Orden Circular de 14 de septiembre de 1884. Ampliación del plazo para remitir la información recabada por las Comisiones Locales. Gaceta de Madrid nº 259, lunes 15 de septiembre, pág. 890. 10. Petición del Ayuntamiento de ONTENIENTE, presentada por el Sr. Iranzo, sometiendo a las Cortes un proyecto de mejora de la situación de las clases obreras que se concreta en una petición de adoptar una norma para disciplinar el trabajo de los obreros. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1889-1890. Tomo 10º. Volumen 298. Sesión del sábado 10 de marzo de 1890, nº 159, pág. 5069. Número de petición. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1889-1890. Tomo 11º. Volumen 299. Sesión del martes 3 de junio de 1890, nº 177, pág. 5843. Dictamen pasando la petición al Gobierno. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1889-1890. Tomo 11º. Volumen 299. Sesión del sábado 7 de junio de 1890, nº 180, pág. 5959 y apéndice decimotercero. 11. Real Decreto de 13 de mayo 1890. Reorganización de la COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES. Gaceta de Madrid nº 134, miércoles 14 de mayo, pág. 426. Reales Decretos de 13 de mayo 1890. Nombramiento de los miem- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 207 DOCUMENTOS bros de la COMISIÓN DE REFORMAS SOCIALES reorganizada. Gaceta de Madrid nº 134, miércoles 14 de mayo, pág. 426 y 427. 12. Proposición de ley de Eduardo VICENTI, reorganizando la Comisión de Reformas Sociales, (1891). DS. Congreso Diputados. Legislatura 1891. Tomo 2º. Volumen 303. Sesión del miércoles 22 de abril de 1891, nº 39, apéndice décimo. 13. Ley de 13 de marzo 1900. Sobre al trabajo de mujeres y niños: artículo 7º relativo a las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 73, miércoles 14 de marzo, pág. 875. 14. Real Orden de 9 junio de 1900. Relativa a la constitución de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 161, domingo 10 de junio, pág. 1205 y 1206. 15. Real Decreto de 13 de noviembre de 1900. Por el que se aprueba el Reglamento para la aplicación de la Ley de 13 de marzo de 1900: artículos 20 dedicado a la Juntas Locales y Provinciales, y 31 a 36 relativos a las funciones de inspección de dichas Juntas. Gaceta de Madrid, nº 319, jueves 15 de noviembre, pág. 562 y 563; nº 320, viernes 16 de noviembre, pág. 574 y 575. 16. Proyecto de ley de CANALEJAS (Ministro Agricultura). Relativo a la creación del INSTITUTO DE TRABAJO presentado en el Congreso de los Diputados (1902). DS. Congreso Diputados. Legislatura 1902. Tomo 1º. Volumen 389. Sesión del sábado 12 abril de 1902, nº 9, pág. 16 y apéndice primero. Nombramiento de la Comisión parlamentaria. DS. Congreso Dipu- 208 tados. Legislatura 1902. Tomo 1º. Volumen 389. Sesión del miércoles 16 de abril de 1902, nº 12, pág. 262 y 264. Nombramiento de presidente y secretario de la Comisión. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1902. Tomo 1º. Volumen 389. Sesión del viernes 18 de abril de 1902, nº 14, pág. 271. Dictamen de la Comisión sobre el proyecto de ley. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del lunes 21 abril de 1902, nº 16, pág. 367 y apéndice décimo. Discusión parlamentaria sobre el proyecto de ley. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del jueves 1 de mayo de 1902, nº 25, pág. 618 a 624; DS. Congreso. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del lunes 5 de mayo de 1902, nº 27, pág. 665 a 689; DS. Congreso. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del martes 6 de mayo de 1902, nº 28, pág. 705 a 719; DS. Congreso. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del miércoles 7 mayo de 1902, nº 29, pág. 738 a 753. Enmiendas del Sr. Lombardero al dictamen de la Comisión relativo al proyecto de ley. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del sábado 3 de mayo de 1902, nº 26, pág. 662 y apéndice segundo al nº 26. 17. Proyecto de ley remitido al Senado por el Congreso de los Diputados. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1902. Tomo 2º. Volumen 390. Sesión del miércoles 7 de mayo de 1902, nº 29, apéndice 1º; DS. Senado. Legislatura 1903. Tomo 2º. Volumen 180. Sesión del viernes 9 de mayo de 1902, nº 32. pág. 650 y apéndice primero. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS Nombramiento de la comisión para entender de la creación del Instituto del Trabajo. DS. Senado. Legislatura 1902. Tomo 3º. Volumen 181. Sesión del martes 25 de noviembre de 1902, nº 60, pag. 1122 y 1123. Nombramiento de presidente y secretario de la referida Comisión. DS. Senado. Legislatura 1902. Tomo 3º. Volumen 181. Sesión del miércoles 26 de noviembre de 1902, nº 61, pag. 1158. Dictamen de la Comisión acerca del proyecto de ley. DS. Senado. Legislatura 1902. Tomo 3º. Volumen 181. Sesión del sábado 29 de noviembre de 1902, nº 64, pág. 1190 y apéndice tercero. Discusión parlamentaria en el Senado sobre dicho proyecto de ley. DS. Senado. Legislatura 1902. Tomo 3º. Volumen 181. Sesión del sábado 29 de noviembre de 1902, nº 64, pag. 1190 y apéndice tercero. Aprobación del proyecto pendiente de su aprobación definitiva. DS. Senado. Legislatura 1902. Tomo 3º. Volumen 181. Sesión del martes 2 de diciembre de 1902, nº 66, pag. 1239 a 1253. 18. Real Orden de 21 de junio de 1902. Relativa a las reglas que se han de observar para la constitución de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 173, domingo 22 de junio, pág. 1240. 19. Real Decreto de 23 de abril de 1903. Por el que se crea el INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES. Gaceta de Madrid nº 120, jueves 30 de abril, pág. 371 y 372. Real Decreto de 13 de mayo de 1903. Nombramiento de miembros del INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES. Gaceta de Madrid, nº 134, jueves 14 de mayo, pág. 569; nº 135, viernes 15 de mayo, pág. 585. 20. Real Decreto de 15 de agosto de 1903. Por el que se aprueba el Reglamento del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 230, martes 18 de agosto, pág. 1970 a 1973. 21. Real Decreto de 29 de diciembre de 1903. Relativa a la elección de vocales del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 1, viernes 1 de enero de 1904, pág. 6. 22. Petición de RIERA y GALBETO y VILALTA CALVET relativa a la modificación de la constitución del Instituto de Reformas Sociales para dotarlo de una mejor representatividad. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1903. Tomo 11º. Volumen 403, nº 149, pág. 4568. Dictamen de la Comisión de dictámenes del Congreso de los Diputados. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1903. Tomo 11º. Volumen 403, nº 153, pág. 4679 y apéndice trigésimo primero. DS. Congreso Diputados. Legislatura 1903. Tomo 12º. Volumen 404, nº 154, pág. 4690. 23. Real Orden Circular de 17 de enero de 1904. Aclara el artículo 5º del Real Decreto de 29 de diciembre de 1903. Gaceta de Madrid nº 18, lunes 18 de enero, pág. 223. 24. Real Orden Circular de 15 de febrero de 1904. Relativa a la fijación de una nueva convocatoria para la elección de vocales de la clase patronal en el Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 47, martes 16 de febrero, pág. 653. Real Orden Comunicada de 21 de febrero de 1904. Relativa a la agre- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 209 DOCUMENTOS gación de nuevos vocales de la clase patronal al Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 53, lunes 22 de febrero, pág. 743; nº 54, martes 23 de febrero, pág. 750. tencias sobre reclamaciones y protestas con motivo de la elección de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 27, viernes 27 de enero, pág. 323. 25. Real Orden de 12 de mayo de 1904. Sobre la aclaración de las funciones inspectoras del Instituto de Reformas Sociales, y en concreto de las Juntas Locales en lo relativo al trabajo de mujeres y niños. Gaceta de Madrid nº 138, martes 17 de mayo, pág. 639. 32. Real Decreto de 1 de marzo de 1906. Por el que se aprueba el Reglamento del Servicio de Inspección del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 63, domingo 4 de marzo, pág. 868 a 870. 26. Real Orden de 3 de agosto de 1904. Sobre la constitución, régimen y funcionamiento de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 218, viernes 5 de agosto, pág. 440 y 441. 27. Real Orden de 22 de noviembre de 1904. Aclaratoria de la Real Orden de 3 de agosto de 1904. Gaceta de Madrid nº 326, miércoles 23 de noviembre, pág. 634. 28. Real Decreto de 24 de noviembre de 1904. Modificación del Reglamento del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 328, viernes 25 de noviembre, pág. 655 y 656; nº 333, miércoles 30 de noviembre, pág. 713. 29. Real Orden de 9 de enero de 1905. Relativa a las Instrucciones para la elección de vocales patronales en el Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 11, miércoles 11 de enero, pág. 110 y 111. 210 33. Real Decreto de 15 de abril de 1906. Relativa al establecimiento de una lista anual de candidatos a ser vocales de libre designación por el Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 106, lunes 16 de abril, pág.193. 34. Real Orden de 25 de septiembre de 1906. Relativa a los requisitos y conocimientos para ser Inspector de Trabajo. Gaceta de Madrid nº 272, sábado 29 de septiembre, pág. 1257. 35. Real Orden de 27 de noviembre de 1906. Establecimiento de normas relativas a las elecciones de vocales obreros y patronales en las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 332, miércoles 28 de noviembre, pág. 794 y 795. 36. Real Orden de 24 de enero de 1907. Relativa a la relación entre Inspectores de Trabajo y las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 26, sábado 26 de enero, pág. 311. 30. Real Orden de 18 de enero de 1905. Relativa a la constitución de las Juntas Locales. Gaceta de Madrid nº 21, sábado 21 de enero, pág. 254. 37. Real Decreto de 4 de junio de 1907. Creación de la Sección especial de Reformas Sociales en el Ministerio de la Gobernación. Gaceta de Madrid nº 156, miércoles 5 de junio, pág. 868. 31. Real Orden de 24 de enero de 1905. Relativa a la aclaración de compe- 38. Real Decreto de 20 de junio de 1907. Relativa al funcionamiento REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 173, sábado 22 de junio, pág. 1141. 39. Real Orden de 6 de julio de 1907. Relativa al cese de los vocales de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 190, martes 9 de julio, pag. 100. 40. Real Orden de 22 de julio de 1907. Sobre la forma de actuación de la Inspección de Trabajo y de las Juntas Locales. Gaceta de Madrid nº 204, martes 23 de julio, pág. 314 y 315. 41. Real Orden de 26 de septiembre de 1907. Relativa a la renovación de vocales de las Juntas Locales. Gaceta de Madrid nº 270, viernes 27 de septiembre, pág. 1249. 42. Real Orden de 26 de septiembre de 1907. Relativa a la sustitución de vocales natos de las Juntas Locales. Gaceta de Madrid nº 270, viernes 27 de septiembre, pág. 1249. 43. Real Orden Circular de 14 de noviembre de 1907. Relativa a las instrucciones funcionales de los Gobernadores Civiles para con el Instituto de Reformas Sociales en materia de accidentes de trabajo. Gaceta de Madrid nº 319, viernes 15 de noviembre, pág. 611 y 612. 44. Real Orden de 13 de diciembre de 1907. Relativa al deslinde de funciones entre el Servicio de Inspección y las Juntas Locales. Gaceta de Madrid nº 349, domingo 15 de diciembre, pág. 984 45. Real Orden de 13 de diciembre de 1907. Relativa a la creación de delegaciones de la Sección 3ª técnico-administrativa del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 349, domingo 15 de diciembre, pág. 984 y 985. 46. Real Orden de 11 de enero de 1908. Por el que se da nueva redacción de la regla 17ª de la Real Orden de 3 de agosto de 1904. Gaceta de Madrid nº 12, domingo 12 de enero, pág. 144. 47. Real Orden de 28 de enero de 1908. Relativa a las competencias en materia de Inspección de las Juntas Locales. Gaceta de Madrid nº 29, miércoles 29 de enero, pág. 402 y 403. 48. Real Orden de 29 de enero de 1908. Sobre la representación en las Juntas Provinciales. Gaceta de Madrid nº 30, jueves 30 de enero, pág. 418 y 419. 49. Real Orden de 7 de febrero de 1908. Relativa a la elección de vocales del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 39, sábado 8 de febrero, pág. 561. 50. Real Orden de 3 de julio de 1908. Relativa al abono de dietas a los vocales obreros. Gaceta de Madrid nº 189, sábado 7 de julio, pág. 110 y 111. 51. Real Orden de 7 de octubre de 1908. Relativa a las elecciones de vocales en las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 282, jueves 8 de octubre, pág. 105 y 106. 52. Real Orden de 28 de octubre de 1908. Por el que se aclara el término «gremio» » . Gaceta de Madrid nº 303, jueves 29 de octubre, pág. 425 y 426. 53. Real Orden de 2 de junio de 1909. Relativa a la adaptación de las normas de representación en las Juntas Locales en las Islas Canarias. Gaceta de Madrid nº 173, martes 22 de junio, pág. 1531. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 211 DOCUMENTOS 54. Real Orden de 2 de julio de 1909. Por la que se establecen las instrucciones que han de observarse por las Juntas Locales y Provinciales en el ejercicio de funciones de inspección. Gaceta de Madrid nº 185, domingo 4 de julio, pág. 20 a 22. 55. Real Orden de 2 de julio de 1909. Por la que se establecen las instrucciones que han de observarse por las Juntas Locales y Provinciales para el servicio de Estadística del Trabajo. Gaceta de Madrid nº 185, domingo 4 de julio, pág. 23 y 24. 56. Reales Ordenes de 9 de noviembre de 1910. Relativas a la elección de vocales de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 315, viernes 11 de noviembre, pág. 342 y 343. 57. Real Decreto de 3 de febrero de 1911. Por el que se modifica el Reglamento del Instituto de Reformas Sociales: artículos 15, 38, 68. Gaceta de Madrid nº 36, domingo 5 de febrero, pág. 352 y 353. 58. Real Orden de 13 junio de 1911. Creación de un registro de asociaciones dependiente del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 166, jueves 15 de junio, pág. 772. 59. Real Orden de 21 de julio de 1911. Relativo al registro de asociaciones. Gaceta de Madrid nº 203, sábado 22 de julio, pág. 283. 60. Real Decreto de 7 de febrero de 1912. Por el que se decreta la suspensión de la elección de vocales del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 40, viernes 9 de febrero, pág. 403. 61. Real Orden de 19 de noviembre de 1912. Decretando la suspensión 212 de la elección de vocales de las Juntas Locales. Gaceta de Madrid nº 325, miércoles 20 de noviembre, pág. 472. 62. Real Orden de 14 de diciembre de 1912. Relativa a la nulidad de las renovaciones de las Juntas efectuadas con anterioridad a la Real Orden de 19 de noviembre. Gaceta de Madrid nº 350, domingo 15 de diciembre, pág. 801. 63. Real Orden de 5 de mayo de 1913. Relativa a las reglas de plazos para la inscripción de las asociaciones patronales y obreras y otros aspectos para la renovación de las Juntas Locales y Provinciales. 64. Proyecto de ley de creación del Ministerio de Trabajo. D.S. Congreso. Legislatura 1911, Tomo 18º. Volumen 489. Sesión del miércoles 28 de mayo de 1913, nº 213, apéndice primero. 65. Real Decreto de 17 de abril de 1914. Relativa a la atribución de competencias a los funcionarios de la Sección técnico-administrativa del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 111, martes 21 de abril, pág. 152. 66. Real Orden de 26 febrero de 1916. Relativa a la adopción de medidas para mejorar el desenvolvimiento de las funciones de la Inspección. Gaceta de Madrid nº 60, martes 29 de febrero, pág. 466 y 467. 67. Real Orden de 10 de agosto de 1917. Relativa al cumplimiento del Reglamento aprobado por RD 23 de marzo de 1917. Gaceta de Madrid nº 225, lunes 13 de agosto, pág. 418. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS 68. Real Decreto de 4 de diciembre de 1917. Modificación del Real Decreto de 15 de agosto de 1903: nueva redacción del art. 36 y derogación del art. 41. Gaceta de Madrid nº 339, miércoles 5 de diciembre, pág. 520. 69. Real Orden de 6 de marzo de 1918. Por la que se establecen instrucciones a los Alcaldes y Gobernadores Civiles para la facilitación de la labor del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 67, viernes 8 de marzo, pág. 690. 70. Real Orden Circular de 3 de abril de 1918. Instrucciones para el cumplimiento de la Real Orden de 26 de febrero de 1916. Gaceta de Madrid nº 94, jueves 4 de abril, pág. 28 y 29. 71. Real Decreto de 14 de marzo de 1919. Sobre el funcionamiento de las Juntas Locales de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 77, martes 18 de marzo, pág. 1045 y Gaceta de Madrid nº 79, jueves 20 de marzo, pág. 1066 y 1067. 72. Real Orden de 12 de junio de 1919. Percepción de dietas por vocales patronos que desarrollan funciones del servicio auxiliar de inspección. Gaceta de Madrid nº 164, viernes 13 de junio, pág. 905 y 906. Real Orden 8 de agosto de 1919 que reproduce el contenido de la Real Orden de 12 de junio. Gaceta de Madrid nº 225, miércoles 13 de agosto, pág. 528 a 530 y Gaceta de Madrid nº 264, domingo 21 de septiembre, pág. 962 a 963. 73. Real Decreto de 21 de agosto de 1919. Relativo a las atribuciones en materia de excepciones a la jornada máxima de trabajo de las Juntas Locales y el Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 236, domingo 24 de agosto, pág. 671 a 673. 74. Real Orden de 4 de septiembre de 1919. Sobre atribución de competencias al Instituto de Reformas Sociales: censo obrero, patronal y corporativo. Gaceta de Madrid nº 249, sábado 6 de septiembre, pág. 810 y 811. 75. Real Orden de 12 de septiembre de 1919. Relativa a instrucciones que han de observar las Juntas Locales y Provinciales sobre composición de las mismas e información al Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 257, domingo 14 de septiembre, pág. 878 y 879. 15 de octubre, pág. 199 a 206. Sobre reorganización del Instituto de Reformas Sociales. (Los originales consultados están en muy mal estado, de ahí la calidad de la fotocopia). 76. Real Decreto de 14 de octubre de 1919. Por el que se aprueba la reorganización del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 238, miércoles 15 de octubre, pág. 199 a 206. 77. Real Orden de 30 de octubre de 1919. Concreción del artículo 9 del RD de 14 de octubre de 1919. Gaceta de Madrid nº 304, viernes 31 de octubre, pág. 448; sábado 1 de noviembre, pág. 495 y 496. 78. Real Decreto de 5 de diciembre de 1919. Nueva redacción del art. 6 del RD de 14 de octubre de 1919. Gaceta de Madrid nº 340, sábado 6 de diciembre, pág. 1091 y 1092. 79. Real Orden de 31 de enero de 1920. Otorgamiento de la condición de vocal nato en las Juntas Locales y REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 213 DOCUMENTOS Provinciales a los inspectores de trabajo y delegados de estadística del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 39, domingo 8 de febrero, pág. 467 y 468. 80. Real Orden de 19 de febrero de 1920. Aplazamiento de la elección de vocales del Instituto de Reformas Sociales así como su constitución. Gaceta de Madrid nº 52, sábado 21 de febrero, pág. 646. 81. Real Orden de 18 de marzo de 1920. Relativa a las normas que han de regir la elección de vocales obreros y patronales en el Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 79, viernes 19 de marzo, pág. 1013 y 1014. 82. Real Orden de 20 de abril de 1920. Por la que se da nueva redacción al artículo 15 del RD de 14 de octubre de 1919. Gaceta de Madrid nº 120, jueves 29 de abril, pág. 314. 83. Real Orden de 28 de abril de 1920. Por la que se aprueba el reglamento sobre el régimen electoral para vocales y suplentes del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 125, martes 4 de mayo, pág. 459 a 462. Real Decreto de 8 de junio 1920; y Gaceta de Madrid nº 161, miércoles 9 de junio, pág. 989 a 991. 84. Real Decreto de 8 de mayo de 1920. Por el que se crea el Ministerio de Trabajo. Gaceta de Madrid nº 130, domingo 9 de mayo, pág. 539. 85. Real Decreto de 24 de mayo de 1920. Por el que se aprueba la atribución de competencias al Ministerio de Trabajo. Gaceta de Madrid nº 146, martes 25 de mayo, pág. 753 y 754. 86. Real Decreto de 29 de mayo de 1920. Por el que se aprueba la 214 organización del Ministerio Trabajo. Gaceta de Madrid nº 151, domingo 30 de mayo, pág. 818 a 822. 87. Real Orden de 12 de julio de 1920. Relativa a la división territorial del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 195, martes 13 de julio, pág. 184. 88. Real Decreto de 25 julio de 1920. Otorgamiento de la condición de vocal nato del Instituto de Reformas Sociales al Subsecretario del Ministerio de Trabajo. Gaceta de Madrid nº 210, miércoles 28 y nº 24 de julio, pág. 342. 89. Real Orden de 29 julio de 1920. Sobre nombramiento vocal técnico-médico de las Juntas Provinciales. Gaceta de Madrid nº 212, viernes 28 y no 24 de julio, pág. 375 y 376. 90. Real Orden de 17 de septiembre de 1920. Aclaración del régimen electoral de vocales obreros y patronales del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta Madrid nº 262, sábado 18 de septiembre, pág. 1045 y 1046. 91. Real Orden de 27 de noviembre de 1920. Aclaración de la RO de 3 de agosto de 1904 en relación con la RO de 26 de septiembre de 1907. Gaceta de Madrid nº 335, martes 30 de noviembre, pág. 908 y 909. 92. Real Orden de 18 de junio de 1921. Sobre cobertura en los supuestos de ausencia al Consejo de Dirección del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 179, martes 28 de junio, pág. 1155. 93. Real Orden de 15 de noviembre de 1921. Sobre efectos del procesamiento de un vocal de una Junta en relación con el cargo que ocu- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS pa. Gaceta de Madrid nº 322, viernes 18 de noviembre, pág. 573. 94. Real Orden de 28 de enero de 1922. Relativa a las elecciones de vocales y suplentes del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 34, viernes 3 de febrero, pág. 503 y 504. 95. Real Orden de 5 de junio de 1922. Relativa a la celebración de la sesiones plenarias del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 159, jueves 8 de junio, pág. 891. 96. Real Orden de 4 de octubre de 1922. Establecimiento de normas de relación entre el Negociado de Trabajo y Estadística del Trabajo y el Instituto de Reformas Sociales: artículo 1. Gaceta de Madrid nº 279, viernes 6 de octubre, pág. 70 a 72. 3ª de la Real Orden de 3 de enero. Gaceta de Madrid nº 42, domingo 11 de febrero, pág. 530 y 531. 101. Real Orden de 19 de mayo de 1923. Aclaración de la RO de 3 de enero de 1923 y Resolución de peticiones. Gaceta de Madrid nº 146, sábado 25 de mayo, pág. 804 y 805. 102. Real Orden de 21 de diciembre de 1923. Recordando las funciones asesoras del Instituto de Reformas Sociales en materia de interpretación y aplicación la legislación social. Gaceta de Madrid nº 361, jueves 27 de diciembre, pág. 1431. 103. Real Orden de 4 de febrero de 1924. Aclaración de la RO de 3 de enero de 1923. Gaceta de Madrid nº 39, viernes 8 de febrero, pág. 677 y 678. 97. Real Orden de 3 de enero de 1923. Reglas sobre renovación de vocales de las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 13, sábado 13 de enero, pág. 178 a 181. 104. Real Decreto de 2 de junio de 1924. Sobre la refundición y supresión del Instituto de Reformas Sociales en el Ministerio de Trabajo. Gaceta de Madrid nº 155, martes 3 de junio, pág. 1138 y 1139. 98. Real Orden de 9 de enero de 1923. Atribución al Consejo de Dirección del Instituto de Reformas Sociales en materia de propuestas de suspensión o disolución de las Juntas de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 17, miércoles 17 de enero, pág. 242. 105. Real Orden de 3 de junio de 1924. Relativa el mantenimiento de las funciones desempeñadas por los vocales del Instituto de Reformas Sociales en otras corporaciones. Gaceta de Madrid nº 156, miércoles 4 de junio, pág. 1165. 99. Real Decreto de 9 de febrero de 1923. Modifica el RD de 14 de octubre de 1919: art. 31, 35 y adición del art. 35 bis. Gaceta de Madrid nº 44, martes 13 de febrero, pág. 547. 100. Real Decreto de 10 de febrero de 1923. Sobre aclaración de la regla 106. Real Orden de 3 de junio de 1924. Relativa a la suspensión de las funciones corporativas del Instituto de Reformas Sociales y mantenimiento de los servicios técnicos-administrativos. Gaceta de Madrid nº 158, viernes 6 de junio, pág. 1191 (y no 1190 como refiere el índice de la Gaceta). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 215 DOCUMENTOS 107. Real Decreto de 9 de junio de 1924. Sobre organización del Ministerio de Trabajo. Gaceta de Madrid nº 162, miércoles 10 de junio, pág. 1235 a 1241. 108. Real Decreto de 19 de junio de 1924. Regulador del Consejo del Trabajo. Gaceta de Madrid nº 174, domingo 22 de junio, pág. 1450 a 1453 (aunque el índice de la Gaceta señala hasta la pág. 1255). 109. Real Orden de 27 de junio de 1924. Gaceta de Madrid nº 180, sábado 28 de junio, pág. 1539. Nombramiento de la Comisión Permanente del Consejo del Trabajo. 110. Real Orden de 1 de julio de 1924. Atribución de los cargos ostentados por el Presidente del Instituto de Reformas Sociales al Presidente del Consejo del Trabajo. Gaceta de Madrid nº 185, jueves 3 de julio, pág. 109. 216 111. Real Orden de 1 de julio de 1924. Relativa a la constitución de las Juntas locales de Reformas Sociales en Delegaciones del Consejo del Trabajo. Gaceta de Madrid nº 185, jueves 3 de julio, pág. 109. 112. Real Orden de 1 de julio de 1924. Por la que se encomienda a la Comisión Permanente del Consejo del Trabajo la emisión de los dictámenes pendientes del Consejo de Dirección del Instituto de Reformas Sociales. Gaceta de Madrid nº 185, jueves 3 de julio, pág. 109. 113. Real Decreto de 19 de julio de 1924. Relativa al otorgamiento al Delegado Regional de Trabajo de la condición de vocal nato en las Juntas Locales y Provinciales. Gaceta de Madrid nº 204, martes 22 de julio, pág. 486; nº 220, jueves 7 de agosto, pag. 747. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES B. Normas básicas del Instituto de Reformas Sociales * 1. REAL DECRETO DE 23 DE ABRIL DE 1903, POR EL QUE SE CREA EL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES. (Gaceta de Madrid nº 120, jueves 30 de abril, págs. 371 y 372) ** S EXPOSICIÓN EÑOR: La legislación social española, en uno de sus fines de mayor transcendencia, puede hoy concretarse en grandes cifras, que permiten apreciar la eficaz solicitud del legislador para procurar la posible reparación económica de los accidentes del trabajo. No es esta ocasión de detallar estadística tan triste por su origen y tan consoladora por el progreso social que revela, siendo suficiente indicar que desde la promulgación de la Ley de 31 de enero de 1900 hasta hoy, y con referencia solamente a obreros asegurados, se han dedicado más de 2 * Selección de Juan Gil Plana. ** Por Real Decreto de 13 de mayo de 1903, publicado en la Gaceta de Madrid, nº 134, jueves 14 de mayo, pág. 596; que debido a la constatación de errores se volvió a publicar en la Gaceta de Madrid, nº 135, viernes 15 de mayo, pág. 585, donde también se produce el nombramiento de miembros del Instituto de Reformas Sociales. Se nombró Presidente a D. Gumersindo de Azcárate; y vocales a los Sres. Segismundo Moret, Vicente Santamaría de Paredes, Pedro J. Moreno Rodríguez, Fermín Hernández Iglesias, Rafael Salillas, Rogelio Inchaurrandieta, José Maluquer y Salvador, José Pernas Hurtado, Eduardo Sanz Escartín, José María Manresa y Navarro, Francisco Javier Ugarte, Raimundo Fernández Villaverde, Manuel Mariategui y Vinyals, el Conde de San Bernardo, Melquiades Álvarez, Rafael Conde y Luque, Emilio Sánchez Pastor y José Echegaray. millones de pesetas a indemnizar tales infortunios, en la forma y grado que ha sido factible conciliar intereses respetables, de obreros y patronos. Para perfilar estas y otras materias esbozadas, desarrollar gradual y sistemáticamente nuestra legislación social, y conseguir incorporar a la vida nacional lo que en ella se disponga, se hace ya indispensable un organismo adecuado, y considera el Gobierno, después de estudiado este asunto con atención merecida, que se lograría por medio de una reorganización de nuestros actuales servicios en la orientación significada por ambas Cámaras al examinar el proyecto de ley, que no llegó a votación definitiva, sobre el Instituto del Trabajo. Al efecto se establece dicho organismo en el Ministerio donde tuvo origen este interesante aspecto de nuestra Administración en 1883, y hoy funciona sin dificultades, y en el quedó enlazado a multitud de disposiciones y Centros que sería necesario modificar esencialmente si se trasladase a otro departamento. Respétase a la vez la actual organización ministerial en su respectiva competencia de asuntos, con sólo procurar que el Instituto propuesto tenga la expansión suficiente para contrastar sus proyectos en los Ministerios REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 217 DOCUMENTOS con el mismo más relacionados, que son los de Gobernación, Gracia y Justicia y Agricultura, pero dotándole de la unidad de acción necesaria para traducir sus trabajos en una resultante que evite así los perjuicios del criterio unilateral, como los de la diversidad de direcciones, y armonice convenientemente dicha especial legislación con la general. La esfera amplísima reconocida a la Comisión de Reformas sociales en sus funciones puramente consultivas, ejercidas siempre con elevado, imparcial y patriótico criterio, la tendrá el nuevo Instituto, con una más eficaz acción administrativa y a la que estén atribuidos los medios indispensables para su difícil cometido, a fin de que sea la práctica guía de sus consejos y rija en la realidad el desarrollo de sus proyectos. Es, en suma, la adaptación de la Oficina del Trabajo de Bélgica, con toda su extensión y virtualidad, a la organización nuestra, en que no existe como allí centralizado en un Ministerio especial cuanto afecta la Industria y el Trabajo en sus múltiples aspectos. Resta, por último, indicar, que la representación de patronos y de obreros, admitida ya en los organismos provinciales y municipales que funcionan con éxito para la reforma social, lo será, también en el proyectado Instituto central, y que para la mejor realización de sus fines en beneficio de la clase obrera, solicitará el Gobierno el concurso de cuantos elementos considere útiles, sin distinción de opiniones, en su deseo de mantener apartada de las pasiones políticas la delicada tarea a que se refiere el siguiente proyecto de decreto, tiene la honra de someter a la aprobación de V. M., que siempre se muestra propicio a iniciar y a patrocinar aspiraciones como las expuestas, de indudable interés patriótico y social. Madrid 23 de abril de 1903. SEÑOR: A L. R. P. de V. M., FRANCISCO SILVELA 218 REAL DECRETO Conformándome con lo propuesto por Mi Consejo de Ministros, Vengo en decretar lo siguiente: Artículo 1.º Se establece un Instituto de Reformas sociales en el Ministerio de la Gobernación, que estará encargado de preparar la legislación del Trabajo en su más amplio sentido, cuidar de su ejecución, organizando para ello los necesarios servicios de inspección y estadística, y favorecer la acción social y gubernativa, en beneficio de la mejora o bienestar de las clases obreras. Art. 2.º El Instituto se compondrá de 30 individuos, 18 de libre elección del Gobierno; de los 12 restantes serán elegidos en la forma que preceptúe el reglamento, seis por el elemento patronal y seis por la clase obrera, ambos en la proporción de dos representantes de la gran industria, dos de la pequeña industria y dos de la clase agrícola. Art. 3.º Se dividirá el Instituto en tres Secciones, afectas respectivamente: al Ministerio de la Gobernación, para los asuntos relacionados con la policía y el orden público; al de Gracia y Justicia, para aquellos de carácter esencialmente jurídico; y, por último, al Ministerio de Agricultura, si se trata de funciones de Administración pública concernientes a las relaciones económico-sociales. Formará parte de las dos primeras Secciones el Subsecretario del respectivo Ministerio, y de la tercera el Director general de Agricultura. Art. 4.º Se procederá al inmediato nombramiento por Real Decreto de los 18 Vocales de libre disposición del Gobierno y del Presidente del Instituto. Art. 5.º Dichos individuos nombrados constituirán una Comisión encargada de formular un proyecto de reglamento orgánico del Instituto de Reformas sociales, preparando sus trabajos una ponencia compuesta del Presidente, de tres Vocales, propuestos respectivamente a dicho efecto por los Ministerios de la Gobernación, Gracia y Justicia y Agricultura, y de uno elegido por la Comisión. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS Art. 6.º La Comisión expresada se constituirá dentro de los cinco días siguientes a la publicación en la GACETA DE MADRID de los correspondientes nombramientos, y en el plazo de un mes elevará al Gobierno un proyecto de reglamento que, entre otras materias, comprenda las siguientes: Régimen económico.–Reglas para la conveniente inversión de la asignación que se conceda al Instituto, previa la tramitación preceptuada por la Ley de Administración y Contabilidad de la Hacienda pública. Art. 7.º Habiendo quedado terminada la Competencia del Instituto y su relación con los demás centros oficiales. misión de la Comisión de Reformas sociales Procedimiento electoral para completar y renovar su personal con la representación de las clases de patronos y de obreros. se hará cargo de la documentación y libros Organización de sus trabajos: 1.º En las funciones de carácter consultivo. Sesiones generales y de Secciones. 2.º En las propias de la Administración activa, Consejo de Dirección. Comisiones. Delegados. novecientos tres. del Ministerio de la Gobernación, el Instituto que a aquélla pertenezcan. Dado en Palacio a veintitrés de abril de mil ALFONSO El Presidente del Consejo de Ministros, FRANCISCO SILVELA REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 219 2. REAL DECRETO DE 15 DE AGOSTO DE 1903, POR EL QUE SE APRUEBA EL REGLAMENTO DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES. (Gaceta de Madrid nº 230, martes 18 de agosto, págs. 1970 a 1973) S EXPOSICIÓN EÑOR: El Real Decreto de 23 de abril último, creando el Instituto de Reformas sociales, encomendó a esta Corporación el trabajo de preparar el Reglamento por el que ha de regirse; y el Instituto, dando muestra de plausible diligencia ha elevado al Gobierno el proyecto adjunto, que el Ministro que suscribe tiene la honra de someter a la aprobación de V. M. El Instituto de Reformas sociales, por la multiplicidad y diversidad de sus funciones, por sus aspectos de Cuerpo consultivo y oficina técnica, por la misión que se le confía respecto del estudio y preparación de las leyes; por su acción, que ha de ser extensa, y por los mismos elementos que le constituyen, es un todo muy complejo, pero también muy unificado, que exige, con necesidad absoluta, la esfera amplísima y la eficaz acción de que habla en su preámbulo el Real Decreto mencionado. Por eso, si se le hubiera moldeado conforme a los usuales organismos burocráticos, ni respondería a sus fines, ni se hubiera encontrado en aquéllos ninguno del que pudiera derivar; en tal sentido, no son de extrañar las innovaciones que aparecen en el proyecto, considerando, sobre todo, la singularidad que las produce; y si alguna de ellas se aparta de la legislación vigente, como ocurre, por ejemplo, en lo que se dispone respecto de los funcionarios y del régimen económico, claro es que necesitan del acuerdo de las Cortes al aprobar la suma consignada en el presupuesto general del Estado con destino al Instituto de Reformas sociales, dependiendo de lo que se resuelva el mantenimiento o la modificación de tales disposiciones, y enten- 220 diéndose, por tanto, que hasta 1º de enero próximo son provisionales aquellas propuestas reglamentarias. También ha de ser considerado como provisional todo el capítulo VI del Reglamento, y no podía ser de otra suerte si se tiene en cuenta la especial naturaleza de la materia que en él se trata. Era, en efecto, dificilísimo, como lo ha sido en todos los países, resolver respecto del procedimiento para la elección de los representantes, patronos y obreros que han de formar parte del Instituto, y esta dificultad aumentaba en este caso por las divisiones de grande y pequeña industria, determinadas en el Real Decreto de 23 de abril, y las cuales, ni siempre son fácilmente diferenciables, ni siempre están organizadas con verdadera separación. Se ha logrado, sin embargo, con el sistema que se adopta, vencer las dificultades, del momento, con el propósito de que la experiencia y la práctica enseñen cuál ha dé ser la fórmula más adecuada para el fin que se intenta conseguir. En lo demás, la organización que se establece ofrece el mayor conjunto de garantías y es de creer que los resultados corresponderán a las esperanzas que se cifran en la importantísima misión que se confía al Instituto y por la que tiene tan vivo interés el Gobierno de V. M. Atendiendo, pues, a las razones que anteceden, el Ministro que suscribe tiene la honra de someter a la aprobación de V. M. el siguiente proyecto de Reglamento del Instituto de Reformas sociales. Madrid 14 de agosto de 1903. SEÑOR: A L. R. P. de V. M. ANTONIO GARCÍA ALÍX REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES REAL DECRETO De acuerdo con mi Consejo de Ministros y de conformidad con lo propuesto con el de la Gobernación; Vengo en aprobar el adjunto Reglamento del Instituto de Reformas sociales. Dado en San Sebastián a quince de agosto de mil novecientos tres. ALFONSO El Ministro de la Gobernación, ANTONIO GARCÍA ALIX REGLAMENTO DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES CAPÍTULO PRIMERO De la competencia del Instituto Artículo 1.º Por virtud de las atribuciones consignadas en el artículo 1º del Real Decreto de 23 de abril último, el Instituto de Reformas sociales desempeñará su cometido con toda libertad de acción, dentro de los límites en que constitutivamente ha de desenvolverse. Art. 2.º El Instituto para la realización de las funciones que se le encomiendan, se entenderá constituído por tres órdenes de representaciones: la representación técnica, por personalidades caracterizadas, de libre elección del Gobierno, la representación patronal y la obrera. Art. 3.º Compete al Instituto de Reformas sociales preparar la legislación del trabajo en su más amplio sentido; y para este fin, además de responder a las consultas de los Ministerios, con que se halla inmediatamente relacionado, y a todas las demandas atendibles, tendrá libertad de iniciativa, si bien sometiendo siempre sus propuestas a la aprobación del Gobierno. Art. 4.º La competencia del Instituto, en lo que concierne a cuidar de la ejecución de las leyes del trabajo, le autoriza para organizar los servicios de inspección y estadística en condiciones de la mayor eficacia, lo mismo en las dependencias centrales que en las provinciales y locales. Art. 5.º Para favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora o bienestar de las clases obreras, el Instituto, además de la asesoría que en cada caso pueda ofrecer, en virtud de la experiencia acumulada por estudio informativo de las condiciones que convenga modificar, podrá actuar, directa o indirectamente, como mediador, siempre que sea posible, ya para prevenir los conflictos, ya para resolverlos, conciliando los intereses encontrados. Art. 6.º En cumplimiento de los fines enumerados en los artículos anteriores, el Instituto actuará permanentemente como Cuerpo Consultivo de los Ministerios de la Gobernación, Gracia y Justicia y Agricultura, Industria, Comercio y Obras públicas, y como Centro especial de la Administración activa. Art. 7.º El Presidente del Instituto, asume la dirección de los trabajos y la ejecución de los acuerdos, tanto en las funciones de carácter consultivo como en las propias de la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 221 DOCUMENTOS Administración activa, auxiliándolo en el cumplimiento de estas últimas un Consejo de Dirección. CAPÍTULO II De la composición del Instituto Art. 8.º Constará el Instituto de Reformas sociales: 1.º Del Instituto en Corporación. 2.º De una Secretaría general. 3.º De Secciones técnico-administrativas. Art. 9.º El Instituto como Corporación, compuesto de treinta individuos, indicados en el art. 2.º del Real Decreto de 23 de abril último, se dividirá en tres Secciones, denominadas: 1.ª De policía y orden público. 2.ª Jurídica. 3.ª De relaciones económico-sociales. Art. 10. La Sección primera la compondrán nueve individuos de los de libre elección del Gobierno y el Subsecretario del Ministerio de la Gobernación, y estará afecta a este Ministerio para los asuntos que especialmente le competen. Art. 11. La Sección segunda la compondrán nueve individuos de los de libre elección del Gobierno y el Subsecretario del Ministerio de Gracia y Justicia, y estará afecta a este Ministerio para los asuntos que especialmente le competen. Art. 12. La Sección tercera la comprondrán los seis individuos elegidos por el elemento patronal y los seis elegidos por la clase obrera y el Director general de Agricultura y estará afecta a este Ministerio para los asuntos que especialmente le competen. Art. 13. La designación de los individuos que hayan de pertenecer a las Secciones primera y segunda, será hecha de común acuerdo entre los dieciocho individuos de libre elección reunidos para este fin, y los nuevamente 222 nombrados pasarán a la Sección en que se produjera la vacante. Art. 14. Cada Sección elegirá de entre los individuos que la constituyen su Presidente y su Secretario, y tendrá, además, un Secretario adiministrativo adjunto, designado por la Presidencia del Instituto de entre los funcionarios de la Secretaría general. Art. 15. Cada Sección designará dos individuos de su seno para constituir el Consejo de Dirección del Instituto. Estos cargos durarán dos años, pudiendo ser reelegidos los que cesaren en su desempeño. Art. 16. Como dependencia administrativa encargada de la tramitación de los asuntos generales, en todas las relaciones de este orden que abarque el Instituto, se constituirá una Secretaría general. Art. 17. Como dependencias técnico-administrativas encargadas de los asuntos especiales del Instituto definidos en el art. 1.º del Real Decreto de 23 de abril último, habrá tres Secciones: 1.ª De Legislación e información bibliográfica. 2.ª De Inspección. 3.ª De Estadística. Art. 18. La Secretaría general, tendrá un Jefe, con el título de Secretario general, y el número de auxiliares que se conceptúe necesario. Cada una de las Secciones tendrá su Jefe técnico, con el número de auxiliares que se determine. Art. 19. El Secretario general y los Jefes técnicos serán nombrados por el Instituto en pleno, a propuesta del Presidente con el Consejo de Dirección. Art. 20. Todas las propuestas han de ser razonadas, justificándose que en el candidato concurren las condiciones de capacidad e ido- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS neidad para el desempeño del cargo que ha de ejercer. El sueldo máximo de los Auxiliares, será de 5.000 pesetas. Art. 21. Los nombramientos de Auxiliares serán hechos por el Instituto a propuesta del Consejo de Dirección. La propuesta será siempre razonada, indicándose en ella las condiciones que cada cargo exige y las circunstancias que en cada aspirante concurren. Art. 27. Para pasar del sueldo mínimo al máximo se establecerán dos órdenes de gradaciones, que serán: para el Secretario general y los Jefes de Sección, de 500 a 1.000 pesetas, y para los Auxiliares, de 250 a 500. Art. 22. Los Auxiliares serán nombrados de primera intención interinamente, y no podrá recaer el nombramiento definitivo hasta pasado un año en que se compruebe la eficacia de sus servicios. Este plazo se podrá ampliar o acordar el cese si el empleado resultara sin las debidas aptitudes. Art. 23. Nombrados en propiedad para el desempeño de sus cargos el Secretario general, los Jefes de las Secciones y los diferentes Auxiliares, no podrán ser separados sino por faltas en el servicio y en virtud de expediente instruido y fallado por el Instituto en pleno. Art. 24. Para la designación de los sueldos del Secretario general, de los Jefes de las Secciones y de los Auxiliares, fijará un máximum y un mínimum. El mínimum será el sueldo que primeramente se designe y el máximum el límite a que gradualmente y por méritos y servicios pueda alcanzarse. Art. 25. El sueldo mínimo del Secretario general y de los Jefes de las Secciones, será de 5.000 pesetas. El sueldo mínimo de los Auxiliares, será de 2.000 pesetas. En ciertos casos, y por acuerdo del Instituto en Corporación, el sueldo se conceptuará como gratificación. Art. 26. El sueldo máximo del Secretario general y de los Jefes de las Secciones, será de 10.000 pesetas. Art. 28. La gradación para el pase del mínimo al máximo se establecerá en consideración a los dos siguientes conceptos: 1.ª Servicios. 2.ª Méritos. Art. 29. Se considerarán como servicios los transcursos de tiempo en el desempeño de cargo, limitados por quinquenios. Los servicios normales darán lugar a que el funcionario aumente cada quinquenio el mínimo de asignación señalado a cada categoría en el art. 27. Art. 30. Se considerarán como méritos las manifestaciones de competencia y laboriosidad excepcionales manifestadas en trabajos e iniciativas que merezcan un testimonio especial, declarándolo así el Instituto en pleno. Dará lugar la declaración de méritos, según la importancia de los mismos, o a la concesión del máximo de quinquenio señalado en el art. 27, o la misma concesión fuera del plazo del quinquenio. Art. 31. Para la declaración de méritos será necesario que, previa constancia de los hechos, tome la iniciativa el Presidente del Instituto o el Consejo de Dirección o una de las Secciones del Instituto en pleno, y que éste lo acuerde por mayoría de dos terceras partes de votos. Art. 32. La concesión de quinquenios por servicios requerirá también que el Consejo de Dirección declare la aptitud del empleado para el ascenso, y si no lo declarase por motivos de que dará cuenta al Instituto en pleno, el empleado quedará en la misma situación por el tiempo que se determine, hasta la nueva declaración. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 223 DOCUMENTOS CAPÍTULO III De la Presidencia del Instituto Art. 33. La representación del Instituto, para todos los órdenes de relaciones que se establezcan, para comunicarse con los diferentes Ministerios, corresponde al Presidente. Art. 34. Compete al Presidente del Instituto: a) Convocar a la Corporación en pleno y presidir sus sesiones; b) Distribuir, los asuntos entre las diferentes Secciones de la Corporación; c) Ejecutar los acuerdos de la Corporación en pleno y de las Secciones; d) Ordenar y presidir los trabajos del Consejo de Dirección; e) Intervenir el nombramiento, ascensos, correcciones y separaciones de los funcionarios administrativos conforme a los trámites reglamentarios; f) Acordar e inspeccionar los trabajos de la Secretaría general y de las Secciones técnicas; g) Administrar los fondos del Instituto, ordenar sus gastos y legalizar sus cuentas; h) Reclamar la cooperación de las diferentes dependencias de la Administración pública, siempre que fuese necesario. Art. 35. Para la ejecución de todos los asuntos que le incumben, el Presidente tendrá inmediatamente a sus órdenes al Secretario general y podrá delegar en él la firma de ciertos asuntos de mero trámite. Art. 36. Sustituirán al Presidente, en casos de ausencia y enfermedad, los de las Secciones, por el orden en que aparecen enumeradas en el art. 9.º. CAPÍTULO IV Del Consejo de Dirección Art. 37. El Consejo de Dirección del Instituto tiene por objeto, conforme se determina 224 en el art. 7.º, cooperar con el Presidente en las funciones propias de la administración activa. Art. 38. Para los efectos del artículo anterior, son funciones propias de la administración activa del Instituto: a) La propuesta del personal, conforme a lo determinado en los artículos 19 y 22; b) La declaración de méritos, conforme al art. 31; c) La declaración de aptitud para el ascenso de los empleados, de acuerdo con el art. 32; d) Las correcciones disciplinarias de los distintos funcionarios; e) La inspección de los servicios administrativos en la Secretaría general y en las Secciones técnicas; f) El régimen económico del Instituto. Art. 39. A fin de que el Consejo de Dirección realice eficazmente las funciones que le están encomendadas, el Presidente queda facultado para distribuir entre los individuos que lo componen la inspección de los servicios administrativos. Art. 40. El Consejo de Dirección se reunirá cuando el Presidente lo acuerde. Art. 41. El Consejo de Dirección la primera vez que se reúna, nombrará de entre los individuos de su seno un Vicepresidente que sustituya al Presidente en sus ausencias y enfermedades. Art. 42. Será Secretario del Consejo de Dirección, sin voz ni voto en sus deliberaciones, el Secretario general del Instituto. CAPÍTULO V Del Instituto en pleno y de las Secciones Art. 43. Excepto en los casos que especialmente se detallan en este Reglamento, el Instituto en pleno funcionará como Cuerpo Con- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS sultivo para los efectos de la proposición, reforma y aplicación de las leyes sociales. Art. 44. Tendrán efectividad para lo consignado en el artículo anterior, las mociones de los Ministerios representados en el Instituto, y las provinientes de las Secciones técnico-administrativas del mismo. Art. 45. Cada una de las Secciones de la Corporación, por iniciativa de sus individuos, tiene también el derecho de moción respecto a la proposición, reforma y aplicación de las leyes sociales. Art. 46. Todas las mociones, de cualquier origen que fueren, serán tramitadas por conducto de la presidencia del Instituto, que decretará el pase a la Sección correspondiente. Art. 47. Para los efectos de la tramitación de las mociones y asuntos, las Secciones de la Corporación serán conceptuadas, o como ponentes, o como informantes. Cuando la Sección actúe como ponente, el dictamen acordado pasará a conocimiento de la Corporación en pleno. Cuando actúe como informante, el dictamen será definitivo. Art. 48. En el trámite de las mociones y asuntos, la Presidencia se atendrá a la correlación de los Ministerios y de las Secciones técnicas del Instituto con las respectivas Secciones de la Corporación representativa. Art. 49. Para definir si una moción o asunto ha de pasar a informe o ponencia, se tendrán en cuenta las siguientes reglas: 1.ª Será siempre asunto de ponencia, todo lo que indique propuesta de nueva legislación o modificación de las leyes vigentes. 2.ª Será asunto de informe, lo que concierne a los incidentes en la aplicación de las leyes, consultas y propuestas de simple alcance administrativo. Los informes serán convertidos en ponencia, siempre que el asunto exija conocimiento de otra Sección, o del Instituto en pleno, a propuesta de la informante o por acuerdo del Presidente. Art. 50. Cada Sección, para la mayor facilidad de sus trabajos, se organizará en ponencias permanentes de uno o más individuos, incumbiéndoles el despacho de los asuntos generales, y reservándoles nombrar ponencias especiales cuando se trate de asuntos no clasificados o de proyectos de reforma legislativa. Art. 51. El Instituto en Secciones o en pleno, podrá pedir a las Secciones técnicas y a la Secretaría general, cuantos datos conceptúe indispensables, ya en el curso de los informes y ponencias, ya para los efectos de discusión. Art. 52. También está facultada la Corporación, en Secciones o en pleno, para, en determinados asuntos, pedir el informe previo o la asesoría de determinada Sección técnica, haciéndolo ésta por escrito o de palabra, siendo, en este último caso, llamado el Jefe de la Sección a informar ante la Sección o la Corporación constituída, o ante las ponencias. Art. 53. Los trabajos del Instituto serán gratuitos, con las dos siguientes excepciones: 1.ª Los representantes obreros serán indemnizados de sus gastos de viaje y estancia, tratándose de obreros de fuera de Madrid, y de las dietas para los que se hallasen establecidos en esta capital. 2.ª Las dietas que se señalen a los individuos a quienes se les encomiende una Comisión o Delegación. CAPÍTULO VI Del procedimiento electoral para los representantes, patronos y obreros Art. 54. La elección de los 12 Vocales del Instituto que en él han de tener la representación de patronos y obreros, se sujetará provisionalmente a las disposiciones siguientes: REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 225 DOCUMENTOS Art. 55. El Ministro de la Gobernación señalará la fecha en que ha de verificarse la proclamación de los Vocales que sean elegidos. Art. 56. Para la elección de los representantes de los patronos, los Gobernadores civiles de las provincias, dentro del plazo de los ocho días siguientes a la convocatoria, se dirigirán, por conducto de los Alcaldes, a los Presidentes o Directores de las Sociedades Económicas de Amigos del País, Camaras de Comercio, Agrícolas, Círculos o Ateneos Mercantiles, Cabildos de mareantes, Sindicatos agrícolas, Cámaras de labradores, Sindicatos de riegos u otras Corporaciones o Asociaciones análogas legalmente constituidas en el territorio de su mando, para que, dentro del plazo de otros ocho días, designen, bajo la presidencia del Alcalde, uno que represente la grande industria, otro la pequeña industria y otro la agricultura. El Alcalde comunicará al Gobernador, dentro del plazo de tercero día, el resultado de la votación. Art. 57. Recibidos los pliegos de votación por el Gobernador civil, hará público su resultado dentro de los tres días siguientes, insertando en el Boletín de la provincia, la lista de los votantes y de los elegidos, y convocará a éstos para que, en el término de ocho días, bajo la presidencia del Alcalde de la capital, elijan, a su vez, los dos representantes de la grande industria y los dos de la pequeña industria y los dos de la agricultura que han de formar parte del Instituto de reformas sociales, y otros tantos suplentes. Art. 58. El mismo procedimiento se seguirá para la elección de los seis Vocales representantes de la clase obrera y de los seis suplentes, mediante la intervención de los Presidentes o Directores de las Asociaciones obreras que existan legalmente constituidas en cada provincia. Art. 59. Los Gobernadores remitirán los pliegos de votación directamente a la Secretaría del Instituto el mismo día en que la elección se verifique. 226 Art. 60. El Instituto, reunido en pleno, hará el escrutinio de votos el día señalado y proclamará a los Vocales electos por las representaciones respectivas dando cuenta inmediata al Ministro de la Gobernación. Art. 61. El Ministro de la Gobernación declarará elegidos los Vocales del Instituto, en la representación correspondiente, a los que hayan sido proclamados. Art. 62. Esta representación se renovará cada cuatro años. CAPÍTULO VII Del funcionamiento de las secciones y del pleno Art. 63. La Corporación en pleno será convocada por el Presidente del Instituto, y las Seciones por sus presidentes respectivos. Art. 64. El orden de convocatoria, en atención al número y urgencia de los asuntos, será fijado, en la primera sesión de cada mes, por la Corporación en pleno y por las Secciones, quedando siempre facultado el Presidente del Instituto, y los de las Secciones, para promover reuniones extraordinarias. Art. 65. Las citaciones para cada una de las sesiones que hayan de celebrarse, se harán por las respectivas Secretarías con veinticuatro horas de antelación. En cada convocatoria se enumerarán como orden del día, los asuntos que hayan de ser tratados. Art. 66. La asistencia a las sesiones es obligatoria, con las siguientes excepciones: 1.ª Excusa justificada por la sola manifestación del interesado, notificándola al Presidente que convoque. 2.ª Ausencia de Madrid, avisada a la Secretaría general. 3.ª Enfermedad. Art. 67. Si cualquier individuo de la Corporacion dejara de asistir reiteradamente a las sesiones a que fuere convocado, sin la jus- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS tificación del motivo, se dará cuenta al Gobierno si es de los de nuevo nombramiento para que le sustituya, y si es de los elegidos será sustituido por el suplente. El acuerdo respecto a este particular será tomado por la Corporación en pleno. Art. 68. Para que la Corporación en Pleno o las Secciones puedan celebrar sesión, se requerirá que se hallen presentes la mitad más uno de los indiviuos que las componen. Se exceptúa de este caso el período comprendido entre el 15 de junio y el 15 de septiembre, en el cual las sesiones se celebrarán con los individuos presentes con tal que lleguen a tres para las Secciones y a nueve para la Corporación en pleno. Art. 69. Si una sesión no se pudiera celebrar por falta de número, se levantará acta en que conste la orden del día, el pormenor de los individuos asistentes y la indicación de las excusas y de las ausencias sin justificación. Art. 70. En la primera reunión que celebre la Corporación en pleno para constituirse, se acordará la designación de los individuos que hayan de formar las Secciones primera y segunda, conforme a lo dispuesto en el art. 13 del capítulo II. Art. 71. En la primera reunión que para constituirse celebre cada una de las Secciones, y que será presidida por el Presidente del Instituto, se designará el de la Sección, y el Secretario de la misma. Art. 72. El cargo de Secretario del Instituto en pleno recaerá, sin voz ni voto, en el Secretario general. Tampoco tendrán voz ni voto, los Secretarios adjuntos de las secciones. Art. 73. Compete al Presidente del Instituto en las reuniones de la Corporación en pleno y a los de las Secciones en sus respectivas presidencias: a) Dictar el orden del día. b) Convocar las sesiones ordinarias y extraordinaias. c) d) e) f) Abrir y levantar la sesión. Dirigir las discusiones. Autorizar las actas con su V.º B.º Disponer la tramitación de los asuntos. Art. 74. Compete a los Secretarios de las Secciones y al Secretario general: a) Leer el acta y los documentos de que haya de darse cuenta. b) Redactar el acta de cada una de las sesiones. c) Llevar nota del orden con que fuere pedida la palabra. d) Autorizar con su firma la convocatoria y el acta de cada una de las sesiones. e) Tramitar los asuntos que fueren acordados. Art. 75. El Secretario adjunto estará a las órdenes del Secretario de la Sección y hará cuantos trabajos le encomiende. Art. 76. Las sesiones empezarán por la lectura del acta y, aprobada ésta, se seguirá el orden del día conforme se haya anunciado. Para variar este orden, intercalando un asunto incidental, se requerirá el acuerdo de los reunidos en sesión, a propuesta del Presidente. CAPÍTULO VIII De la Secretaría general Art. 77. La Secretaría general es el Centro administrativo del Instituto, cuya dependencia inmediata se define en el art. 35, y cuya diversidad de funciones se indica en los artículos 16, 35, 42, 72 y 74. Art. 78. Para el mejor desempeño de su cometido, se dividirán los asuntos de esta dependencia del siguiente modo: 1.º Asuntos corporativos. 2.º Asuntos gubernativos. 3.º Asuntos generales. 4.º Asuntos económicos. Art. 79. En el concepto de asuntos corporativos se comprenderá todo lo concerniente al REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 227 DOCUMENTOS Instituto en pleno y en Secciones, llevándose para este fin legajos y libros separados, a cargo, según la respectiva incumbencia, del Secretario general y de los Secretarios adjuntos. Art. 80. Los Secretarios adjuntos serán tenidos siempre como auxiliares de la Secretaría, a las órdenes del Secretario general, desempeñando, como los demás auxiliares de esta dependencia, todos los cometidos propios de la misma que les señalare su Jefe inmediato. Art. 81. En el concepto de asuntos gubernativos se comprenderán los señalados como de la competencia del Consejo de Dirección, incumbiéndole, por lo tanto, a la Secretaría general el trámite de los mismos, además de la obligación señalada en el art. 42. Art. 82. Los asuntos generales se refieren especialmente al trámite y distribución de asuntos, cualquiera que fuese su procedencia, al punto de destino, radicando para este fin en la Secretaría general el Registro de entrada y salida de la documentación del Instituto. Art. 83. Conforme a lo que dispone el apartado g) del art. 34, la Secretaría general desempeñará las funciones de contabilidad del Instituto y el servicio de habilitación. Art. 84. Ateniéndose a lo preceptuado en los artículos anteriores, el Secretario formulará el plan de organización interior de la Secretaría, indicando el número mínimo de auxiliares absolutamente precisos para el desempeño de los diferentes asuntos señalados a esta dependencia. Art. 85. Aprobado el plan por el Consejo de Dirección, se procederá a hacer las propuestas del personal de auxiliares que haya de ser nombrado, conforme a la norma establecida en el art. 22. Art. 86. Organizada la Secretaría general con el minimum de auxiliares, no se hará aumento en el personal más que cuando se de- 228 muestre con toda evidencia que el aumento de asuntos ordinarios lo exige inevitablemente. CAPÍTULO IX De las Secciones técnico-administrativas Art. 87. Las Secciones técnicas enumeradas en el art. 17 y constituidas con el personal indicado en el artículo 18, son las dependencias del Instituto de Reformas sociales encargadas de preparar los datos y elementos para que se cumplan todos los fines de esta Institución. SECCIÓN PRIMERA Art. 88. Compete a la Sección primera técnica, todo lo concerniente al servicio de biblioteca y publicaciones con objeto de reunir las colecciones legislativas de Leyes sociales, las publicaciones de esta índole, ya sean obras, revistas, periódicos o fragmentos, ordenarlas y clasificarlas, preparando índices, resúmenes e informes, tanto para la ilustración del Instituto como para el conocimiento general. Art. 89. Se dividirá la Sección primera técnica en los siguientes servicios: 1.º De biblioteca. 2.º De información bibliográfica. 3.º De jurisprudencia. 4.º De redacción y publicaciones. Art. 90. Los diferentes servicios de la Sección primera técnica serán cumplidos por todos los funcionarios de la misma, según la distribución que haga el Jefe en los casos generales y en los especiales. Art. 91. Para la organización del servicio de Biblioteca, el Jefe de la Sección, con sus informes propios, los de sus auxiliares y los de las otras dependencias del Instituto, propondrán razonadamente las adquisiciones de libros, revistas y otras publicaciones que sean REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS necesarias, resolviendo en definitiva el Presidente con el Consejo de Dirección. Art. 92. Los funcionarios de la Sección primen prepararán constantemente los apuntamientos de información bibliográfica, con nota de las obras y extracto de los asuntos, clasificándolos en los siguientes conceptos: 1.º Leyes en ejecución. 2.º Leyes en preparación. 3.º Leyes en estudio. Ademas, facilitarán las informaciones especiales que les pida el Instituto. Art. 93. Los mismos conceptos indicados en el artículo anterior, serán la norma para el continuado estudio de la Jurisprudencia española y extranjera. Art. 94. La parte concerniente a la legislación española, comprenderá los resultados y experiencias en la aplicación de las Leyes vigentes y la necesidad justificada de las reformas en la legislación. Para estos efectos, todas las Secciones del Instituto pasarán a la Sección primera las notas y datos referentes a estos particulares. Art. 95. La parte concerniente a la legislación extranjera, comprenderá el conjunto de las Leyes sociales catalogadas por países y por materias, los resultados y experiencias en cuanto a su aplicación y las nuevas propuestas y mociones legislativas. Art. 96. El servicio de redacción y publicaciones comprenderá los siguientes pormenores: 1.º De Secretaría, en correspondencia con el extranjero. 2.º De la publicación del Boletín del Instituto de Reformas sociales. 3.º De publicaciones monográficas. Art. 97. Conforme a lo indicado en el núm. 1.º del artículo anterior, el Jefe de esta Sección ejercerá cerca del Presidente del Instituto el cargo de Secretario de la correspondencia con el extranjero en cuanto concierne a la inter- pretación de Lenguas y a la redacción de documentos en otro idioma que el nacional, utilizando a los distintos funcionarios de la Sección. Art. 98. El Jefe de esta Sección tendrá también el carácter de Redactor jefe del Boletín del Instituto de Reformas sociales, facilitándosele por las diferentes dependencias del Instituto los originales que deban ser publicados. Con este carácter, correrán a su cargo las publicaciones monográficas que no sean de la competencia especial de otra Sección. Art. 99. Ateniéndose a lo preceptuado en los artículos anteriores, el Jefe de esta Sección formulará el plan general de organización de la misma, con la plantilla de empleados absolutamente necesaria, que no podrá variarse sino cuando se justifique debidamente; y una vez que lo apruebe el Consejo de Dirección, se harán las oportunas propuestas. SECCIÓN SEGUNDA Art. 100. Compete a la Sección segunda: 1.º Todo lo concerniente a la aplicación de la Ley de Accidentes del trabajo, en sus diferentes pormenores. 2.º Todo lo concerniente a la previsión de los accidentes del trabajo. 3.º Todo lo concerniente a la aplicación de la Ley del Trabajo de mujeres y niños. 4.º Todo lo concerniente a la aplicación de las Leyes sociales que se dicten. 5.º La organización general y especial del servicio de inspección. Art. 101. En virtud de lo dispuesto en el núm. 1.º del artículo anterior, correrán a cargo de la Sección segunda: a) El Registro general prevenido en el art. 45 del Reglamento de 28 de julio de 1900, con la documentación indicada en el art. 44. b) Las clasificaciones estadísticas prevenidas en el art. 46 de dicho Reglamento. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 229 DOCUMENTOS c) La publicación de la estadística de los accidentes del trabajo o su incorporación a la estadística general del mismo, según lo prevenido en el art. 47 de la expresada disposición. d) Las reclamaciones e intervenciones a que aluden los artículos 33 y 52 del propio texto legal. e) Las consultas y dictámenes referentes a la interpretación de los Reglamentos o modificación de la Ley. f) Las notas referentes a la reforma legislativa, en cuanto a la Ley de accidentes, que han de ser cursadas a la Sección primera. h) Las diferentes incidencias en cuanto a todo lo anteriormente indicado. Art. 102. En virtud de lo dispuesto en el núm. 2.º del art. 100, correrán a cargo de la Sección segunda: a) Las relaciones con la Junta técnica instituída por el art. 6.º de la Ley de 30 de enero de 1900. b) Lo preceptuado en el capítulo V del Reglamento de 28 de julio de 1900. c) El servicio de Museo y Gabinete de experimentación a que alude el art. 66 de dicho capítulo. d) La compilación de los Reglamentos de policía e higiene en uso en los talleres bien organizados y el estudio de las disposiciones de este género que haya que dictar. e) Las reglas y cuestionarios para la inspección de todos estos servicios. f) Los informes en cada caso particular referentes a las responsabilidades nacidas del art. 64 del referido capítulo V. g) Todas las demás incidencias de estos particulares. Art. 103. En virtud de lo dispuesto en el núm. 3.º del art. 100, correrán a cargo de la Sección segunda. a) Todos los particulares referentes a la aplicación de la Ley de 13 de marzo de 1900 y su Reglamento de 13 de noviembre del propio año. 230 b) El trámite de la organización y renovación de las Juntas provinciales y locales instituidas por el art. 7.º de dicha Ley, y el estudio de la legislación referente a dichos organismos. c) El trámite de las reclamaciones y consultas a que de lugar la aplicación de dicha Ley. d) La propuesta de las reglas y cuestionarios para la práctica de la inspección en cuanto a estos particulares. e) Las estadísticas e informes monográficos referentes al trabajo de la mujer y de los niños en España, y también en el extranjero. f) Las notas referentes a la reforma legislativa en cuanto concierne a esta Ley, que han de ser cursadas a la Sección primera. Art. 104. En virtud de lo dispuesto en el núm. 4.º del art. 100, y en forma análoga a la indicada en lo que respecta a las Leyes vigentes, corresponderán a la Sección segunda los asuntos que conciernan a la aplicación, interpretación, inspección y reforma de las Leyes sociales que se dicten con posterioridad a este Reglamento. Art. 105. Para los efectos del núm. 5.º del art. 100, corresponde a la competencia de la Sección segunda: a) El estudio de la reglamentación general y particular del servicio de inspección. b) El trámite para el nombramiento, corrección y separación de los Inspectores. c) El trámite de todos los asuntos emanados de las Inspecciones. d) Las estadísticas referentes a los resultados del servicio de inspección. e) Los informes y monografías motivados en el servicio de inspección. Art. 106. El plan general de organización de la Sección segunda, con la pauta de los anteriores artículos y con la plantilla del personal absolutamente necesario, lo formulará el Jefe de la misma, y una vez aprobado por el REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS Consejo de Dirección, se procederá a hacer las propuestas para el nombramiento de los respectivos auxiliares. SECCIÓN TERCERA Art. 107. A la Sección tercera le corresponden dos órdenes de servicios: 1.º La estadística del trabajo. 2.º Las informaciones generales. Art. 108. La estadística del trabajo comprenderá principalmente las siguientes titulaciones: I. II. III. IV. Clasificación del trabajo. Distribución geográfica del trabajo. Clasificación de los trabajadores. La vida del obrero. Art. 109. La clasificación del trabajo constituirá una información previa para definir, según las conceptuaciones admitidas en las diferentes comarcas y profesiones, las clases y categorías de obreros que existen, en esta forma: a) Trabajo operario agrícola. b) Idem íd. minero. c) Idem íd. industrial. d) Idem íd. de transportes. Art. 110. La distribución geográfica del trabajo tendrá por objeto definir en el territorio de la Península e islas adyacentes, en sus distintas comarcas y regiones, la demarcación de la producción, valuada principalmente por el número de obreros dedicados a las diferentes clases de trabajos. Art. 111. La clasificación de los trabajadores estará encaminada a ir gradualmente, y según los medios disponibles lo permitan, a la preparación y publicación del Censo de la población obrera. Art. 112. La vida del obrero será estudiada estadísticamente en las tres siguientes conceptuaciones: a) Ingresos b) Gastos. c) Resultantes. Art. 113. En el concepto de ingresos se estudiará estadísticamente lo que gana el obrero y cómo lo gana, formas varias de la remuneración del trabajo, el número de días laborables, las horas de trabajo, la población obrera activa y la sin ocupación, y todos los particulares que conciernan a esta investigación. Art. 114. En el concepto de gastos se computará lo que el obrero tenga que invertir, según las localidades, en alimentación, vestuario, medicación, habitación y menaje de casa, y se calculará en junto lo que el obrero tenga que invertir en todo esto y el superávit o el déficit que le resulta. Art. 115. En el concepto de resultantes se estudiará la morbilidad, la mortalidad, la instrucción, los accidentes del trabajo y las huelgas, con el pormenor estadístico correspondiente a cada uno de estos particulares. Art. 116. Las informaciones generales tendrán el carácter de ampliación y complemento de las investigaciones estadísticas. Art. 117. Además de lo indicado en el artículo anterior, se investigará lo siguiente por medio de informaciones generales: a) Estado y desenvolvimiento de la producción nacional. b) Su organización, remuneración del trabajo en España y situación comparativa con los otros países. c) Investigación de las causas de las huelgas y disensiones entre patronos y obreros. d) Medios de aumentar la prosperidad del trabajador. El ahorro, la cooperación, las instituciones de previsión. Medios para mejorar la condición moral e intelectual de la clase obrera. e) La asociación obrera, sus distintas organizaciones, sus carácteres y número de asociados. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 231 DOCUMENTOS Art. 118. La Sección tercera, antes de preparar sus trabajos directos, se dedicará a reunir cuantas informaciones, estadísticas y datos se hayan publicado por la Asesoría general de Seguros y por los diferentes Centros oficiales y particulares, que se conexionen de algún modo con la estadística del trabajo y de la producción y situación de las clases obreras. Art. 119. Conforme al proceder señalado a las demás Secciones, el Jefe de la Sección tercera formulará el plan general de organización de la misma, con la plantilla del personal, para ser sometido al Consejo de Dirección y hacer las correspondientes propuestas de los auxiliares. CAPÍTULO X Del procedimiento para la designación, corrección y separación del personal Art. 120. Al hacer las propuestas del personal de Jefes de la Secretaría y de las Secciones, conforme a lo que se determina en los correspondientes artículos del capítulo II de este Reglamento, no se tendrá más norma que la reconocida notoriedad e idoneidad de los designados por anteriores y relevantes manifestaciones de competencia. Art. 121. Entre los requisitos especiales que han de concurrir en los Jefes de las Secciones técnicas, se señalan los siguientes: 1.º El Jefe de la Sección primera, necesitará poseer el francés, escribiendo con facilidad en este idioma, y, además, el inglés o el alemán, preferentemente si lo sabe escribir. 2.º El Jefe de la Sección segunda, estará versado en el conocimiento de la organización industrial, y en los más esenciales particulares de la vida fabril. 3.º El Jefe de la Sección tercera, ha de ser un especialista en ciencia estadística. Art. 122. Las condiciones que han de concurrir en los Auxiliares, ya se haga la pro- 232 puesta directamente, ya por concurso o examen comparativo, variarán según se trate de la Secretaría general o de cada una de las Secciones. Art. 123. A los Auxiliares de la Secretaría general se les exigirá: Facilidad en la redacción de documentos; expedición en tomar notas y hacer extractos, prefiriéndose al que conozca la taquigrafía; escribir correctamente y con buena letra, siendo lo segundo computable con saber escribir a máquina. Art. 124. Será requisito absolutamente indispensable en los Auxiliares de la Sección primera saber redactar en uno de los siguientes idiomas: francés, inglés, alemán o italiano. Será preferido el que posea más de un idioma extranjero. Art. 125. En la Sección segunda habrá un Auxiliar con título de Licenciado o Doctor en Medicina; uno en concepto de higienista, dos con título de Ingeniero, y entre los demás se podrá dar preferencia a los que tengan título de Abogado. Art. 126. La competencia de los Auxiliares de la Sección tercera, implica aptitud y conocimientos para todas las prácticas que requiere el servicio de estadística. Art. 127. En cada caso de propuesta de Auxiliares, podrá ser previamente oído el Jefe de la dependencia en que existiere la vacante. Art. 128. Hechas y aprobadas las correspondientes propuestas conforme al procedimiento señalado en el capítulo II de este Reglamento, los nombramientos serán firmados por el Presidente del Instituto y rubricados por el Secretario general. Art. 129. Además de los nombramientos de plantilla, podrán ser admitidos en concepto de meritorios sin sueldo, los que lo soliciten, nombrándolos el Presidente del Institu- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS to, previo informe favorable del Secretario general o del Jefe de la Sección a que deseen ser adscritos. Art. 130. El Jefe de cada dependencia está facultado para corregir disciplinariamente a sus Auxiliares, dando siempre conocimiento al Consejo de Dirección. Art. 131. Caso de que hubiese que instruir expediente al personal, actuará, tratándose de los Jefes, un Vocal del Consejo de Dirección, y un Jefe, tratándose de los Auxiliares. Los expedientes los fallará la Corporación en pleno por mayoría de dos terceras partes de votos. CAPÍTULO XI Del Procedimiento General Administrativo Art. 136. En los asuntos de preparación y elaboración, que se refieren a las investigaciones, informaciones y publicaciones que ha de hacer el Instituto, lo único exigible es la constancia en el trabajo, acomodándose cada asunto, en lo que respecta al tiempo de ejecución, a las preceptivas que en los casos particulares se señalasen. Art. 137. Las dependencias del Instituto utilizarán siempre los procedimientos más expeditivos, siendo regla en los asuntos de trámite el decreto marginal y prefiriéndose la minuta rubricada a toda otra forma de expedienteo. Art. 138. Diariamente llevará cada dependencia del Instituto un índice del despacho de asuntos, y con tales índices se formará mensualmente la estadística de la documentación cursada, con los pormenores de detalle que se juzguen necesarios. Art. 132. La Secretaría y las Secciones técnicas del Instituto de Reformas sociales son independientes entre sí, y cada una de ellas se relaciona inmediatamente con el Presidente del Instituto y el Consejo de Dirección. Art. 139. Cada dependencia del Instituto tendrá ordenada su documentación de manera que en cualquier momento pueda compulsarse lo que se desee, y a este fin queda a cargo de los Jefes la adopción del plan ordenativo que conceptúen de mayor eficacia. Art. 133. Los asuntos de las dependencias del Instituto se clasificarán genéricamente en: 1.º De trámite. 2.º De informe. 3.º De preparación y elaboración. Art. 140. La entrada y salida de la documentación de todas las dependencias del Instituto se verificará por el Registro de la Secretaría general. Art. 134. Los asuntos de trámite, tendrán curso inmediato, procurándose que en el mismo día de entrada pasen a la dependencia a que correspondan, y si en algún caso existe impedimento para no proceder de esta manera, se hará constar justificadamente. Art. 135. En los asuntos de informe, se invertirá el tiempo absolutamente preciso para diligenciar todos los pormenores que el asunto requiera, haciéndose constar en cada informe las fechas en que fue pedido, tramitado y ultimado. Art. 141. Para definir el procedimiento, según la naturaleza de los asuntos, se dividirán éstos en dos categorías: 1.ª Asuntos corporativos. 2.ª Asuntos especiales. Art. 142. Se conceptuarán corporativos todos los asuntos que exijan dictamen del Instituto en pleno y en Secciones, en cuyo caso las dependencias administrativas del Instituto no tendrán que hacer otra cosa que tramitar lo que se acordase y facilitar lo que la Corporación les pidiere. Art. 143. Se conceptuarán especiales, los asuntos propios de cada dependencia del Ins- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 233 DOCUMENTOS tituto, que en este caso tendrán la iniciativa para proponer las resoluciones que hayan de tomarse y para que se desenvuelvan con expedición todos los asuntos en curso. cación a servicios especiales, o bien para el establecimiento de fundaciones o instituciones de cualquier clase, directamente relacionadas con el objeto que se propone. Art. 144. Los Jefes de las dependencias del Instituto despacharán con el Presidente los días que éste señalare, sustituyéndolos en ausencias y enfermedades el Auxiliar designado por aquél a propuesta del Jefe de cada Sección o del Secretario general, según sea la dependencia. Art. 149. En el mes de marzo de cada año la Secretaría general formará el presupuesto de gastos e ingresos del Instituto para el año siguiente, y este presupuesto, que ha de llevar el V.º B.º del Presidente, luego que haya sido discutido y aceptado por el Consejo de Dirección y aprobado por el Instituto en pleno, se remitirá al Sr. Ministro de la Gobernación. Art. 145. Cuando el Presidente del Instituto lo conceptúe necesario, sobre todo para concordar los trabajos de las diferentes dependencias, podrá promover reuniones de los Jefes de las mismas. Art. 146. El Presidente señalará las horas de oficina ordinarias y extraordinarias. CAPÍTULO XII Regímen económico del Instituto Art. 147. Los recursos necesarios para el cumplimiento de las funciones que se encomiendan al Instituto, se obtendrán por los siguientes medios: 1.º La asignación que anualmente se fije en el Presupuesto del Estado con este objeto. 2.º El rendimiento de las publicaciones que haga el Instituto. Y 3.º Las subvenciones y donativos con que las Corporaciones o particulares quieran contribuir en cualquier forma al desarrollo de los servicios que por esta Institución han de prestarse. Art. 148. Se autoriza al Instituto de Reformas sociales para recibir por herencia, legado o donación, en representación del Estado, los bienes o cantidades que se le confíen con apli- 234 Art. 150. El Presidente ordenará los pagos que hayan de hacerse con fondos del Instituto y autorizará la percepción de todos los ingresos. Art. 151. Uno de los empleados de la Secretaría general, designado por el Presidente, ejercerá las funciones de ContadorHabilitado y será a la vez Depositario de los fondos del Instituto. Art. 152. El Contador-Habilitado prestará la fianza, que señale el Consejo de Dirección, llevará por partida doble la contabilidad del Instituto y rendirá anualmente cuenta documentada con los justificantes necesarios. Art. 153. La cuenta anual de los ingresos y gastos del Instituto, autorizada con el V.º B.º del Presidente, se presentará al Consejo de Dirección, y una vez aprobada por éste y por el Instituto en pleno, se remitirá al Sr. Ministro de la Gobernación, que mandará insertarla en la Gaceta. San Sebastián 15 de agosto de 1903. Aprobado por S. M. El Ministro de la Gobernación, ANTONIO GARCÍA ALIX REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 3. REAL DECRETO DE 14 DE OCTUBRE DE 1919, POR EL QUE SE APRUEBA LA REORGANIZACIÓN DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES (Gaceta de Madrid nº 288, miércoles 15 de octubre, págs. 199 a 206) REAL DECRETO De acuerdo con Mi Consejo de Ministros y a propuesta del de la Gobernación; Vengo en decretar lo siguiente: CAPÍTULO I Carácter, función social y personalidad del Instituto Art. 1.º El Instituto de Reformas Sociales es el organismo oficial encargado del estudio, proposición, ejecución y difusión de las disposiciones legales referentes a los problemas económico-sociales en su más amplio sentido, y muy especialmente el Cuerpo consultivo del Gobierno en cuanto afecta a la legislación del trabajo y a la acción social. Art. 2.º Compete al Instituto de Reformas Sociales el estudio e investigación de las modalidades del trabajo en España y en el extranjero, como factor de la producción y en sus relaciones con el capital mediante las oportunas informaciones; preparar los elementos científicos y de hecho para la legislación social y del trabajo; formular por su propia iniciativa o a petición del Gobierno los proyectos de ley y disposiciones legales; cuidar de la ejecución de lo sancionado mediante la inspección y la relación adecuada con las autoridades; procurar por todos los medios la difusión y recta inteligencia de las disposiciones sociales vigentes; estudiar los efectos de su aplicación para las reformas que aconseje la experiencia; llevar las estadísticas que su misión exija y recomiende, y desempeñar cuantos cometidos le atribuyan las leyes vigentes y los que le confíen las que en adelante se dicten. Le incumbe asimismo favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora y bienestar de las clases más necesitadas, el estudio y fomento de la organización corporativa, profesional y de mutuo auxilio de las mismas clases sociales y procurar la atenuación de las anormalidades en la vida del trabajo y su solución jurídica y humanitaria. Art. 3.º El Instituto de Reformas Sociales dependerá del Ministerio de la Gobernación, actuando permanentemente como Cuerpo consultivo de los diversos Ministerios. Art. 4.º El Instituto de Reformas Sociales tendrá personalidad, con capacidad suficiente para adquirir, poseer y enajenar bienes, contratar y realizar cuantos actos jurídicos le convengan con arreglo a las leyes y dentro de las disposiciones de este Decreto. Cuando trate de enajenar bienes raíces necesitará autorización especial del Gobierno. Para el desempeño de su cometido el Instituto gozará de completa libertad de acción dentro de los límites en que constitutivamente ha de deselvonverse. En consecuencia, tendrá libertad de iniciativa, sometiendo sus propuestas a la aprobación del Gobierno. Cuando sea requerido por éste para dar forma a determinada iniciativa que deba traducirse en proyectos de medidas legislativas, tendrá absoluta libertad de criterio para apreciar y exponer luego al Gobierno la conveniencia de la propuesta. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 235 DOCUMENTOS CAPÍTULO II Composición del Instituto Art. 5.º El Instituto de Reformas Sociales se integra con los siguientes órganos: 1.º Instituto en Corporación (Pleno). 2.º Secretaría general. 3.º Direcciones generales de servicio. Con el cometido y composición que se especificará mas adelante y con facultades delegadas del Pleno, funcionará un Consejo de Dirección. De la Secretaría y de las Direcciones generales dependerán los servicios técnico-administrativos y los Inspectores, Delegados y Corresponsales en las formas que este Real decreto determine. CAPÍTULO III Del Pleno Art. 6.º El Pleno del Instituto se comprenderá de 60 Vocales. 1.º Doce de libre elección del Gobierno. 2.º Diez y seis nombrados a requerimiento del Instituto por las entidades que éste crea convenientes llamar a colaborar en su obra. 3.º Diez y seis representantes del elemento patronal; y 4.º Diez y seis representantes del elemento obrero, designadas, las dos últimas categorías, por elección en la forma que mas adelante se determinará. En casos especiales, cuando la índole e importancia del asunto lo aconsejen, podrá el Instituto incorporar al Pleno, con carácter temporal, con voz, pero sin voto, un número determinado de personas que actuarán como Vocales adjuntos para sólo el asunto o asuntos de que se trate. Art. 7.º Asimismo formará el Instituto la lista de entidades que a su juicio deban estar representadas en el Pleno, a los efectos de las renovación de cargos, teniendo en cuenta, para incluirse o no en aquélla, las solicitudes de representación que se le dirijan. 236 Art. 8.º Estarán desde luego representados en el segundo grupo del artículo 6.º el Senado y el Congreso de los Diputados con dos Vocales cada uno, y con uno, el Instituto Nacional de Previsión y las Reales Academias de Medicina, de Ciencias Morales y Políticas y de Jurisprudencia y Legislación. Art. 9.º Para la elección de los representantes patronales y obreros se formarán grupos profesionales de las industrias y trabajos, incluyendo en ellos la agricultura y el comercio. La ordenación de estos grupos se especificará previamente en el Reglamento de procedimiento electoral a que se refiere el artículo 14 de este Decreto, teniendo en cuenta la importancia de aquellas industrias y trabajos en la vida nacional, con el fin de conceder representación expresa a las ramas consideradas como sustanciales a la economía española. Art. 10. Los Vocales de representación patronal será elegidos por sus respectivas Asociaciones profesionales a razón de dos Vocales, con sus suplentes por cada uno de los grupos que se fijen en el Reglamento citado en el artículo anterior. Igual procedimiento se seguirá para la elección de los Vocales y suplentes de representación obrera. Art. 11. Se entiende por Asociación profesional para los efectos de la elección la que legalmente se halle constituida exclusivamente por patronos o por obreros para la defensa del interés profesional respectivo, siempre que en su constitución y funcionamiento no exista ingerencia de elementos extraños a la clase correspondiente, que pueda desvirtuar el carácter de la respectiva Asociación en orden a su emancipación como reivindicación de la personalidad autónoma sindical. Art. 12. No podrá ser elegido representante patronal quien en elecciones anteriores haya aspirado a la representación obrera y recíprocamente, ni quien desempeñe cargo en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS asociaciones de intereses encontrados con la representación a que aspire. Art. 13. Las mujeres serán electoras y elegibles para cualquier cargo del Instituto. Art. 14. Una disposición especial determinará el procedimiento y los detalles de las elecciones de representantes patronales y obreros, y en ella se establecerán las pruebas con que se ha de acreditar en cada caso el carácter profesional de su asociación. En el Reglamento de procedimiento electoral se fijará el voto por asociaciones y la concesión a ésta de tantos números de votos como veces contenga la cuantía de socios que se determine como necesaria para la concesión de cada sufragio. Asimismo se regulará el derecho a la representación de las minorías. Art. 15. El cargo de Vocal electivo del Instituto durará cuatro años, lo mismo el de los propietarios que el de lo suplentes, y requiere, como condición imprescindible, la vecindad o la residencia en Madrid. El suplente además de sustituir al propietario en caso de ausencia, ocupará definitivamente esta plaza, hasta el término del mandato del Vocal efectivo, cuando quedare vacante por defunción o renuncia. Los Vocales suplentes podrán asistir sin voz ni voto a las sesiones del Pleno. Art. 16. El Instituto en pleno celebrará dos sesiones anuales de reuniones en los meses de enero y junio para el estudio corporativo y decisión de los proyectos elaborados por los servicios técnicos y ponencias especiales y para tratar de los asuntos de mayor importancia que requieran la atención. Caso necesario y a iniciativa del Gobierno, del Presidente del Instituto o del Consejo de Dirección, podrá reunirse en sesión extraordinaria en cualquier tiempo. Art. 17. El Instituto redactará una Memoria anual, en la que dará cuenta de los trabajos y estudios que hubieran realizado durante el año en las materias propias de su compe- tencia y la elevará al Gobierno para los efectos de publicidad que éste creyera oportunos. CAPÍTULO IV Del Consejo de Dirección Art. 18. El Consejo de Dirección del Instituto tiene por objeto cooperar con el Presidente en las funciones propias de la administración activa especial del Instituto y, por delegación del Pleno, colaborar en las de carácter consultivo y de preparación legislativa. Art. 19. El Consejo de Dirección se compondrá de un Presidente, que será el del Instituto y ocho Vocales: uno designado por los miembros de nombramiento del Gobierno, otro por los Vocales de representación científica y corporativa no profesional, tres por los representantes del elemento patronal y otros tres por los del elemento obrero. Las designaciones recaerán en personas de la respectiva categoría representada, quienes podrán delegar en otro Vocal de la misma representación. Formarán también parte del Consejo los dos Vicepresidentes del Instituto. Art. 20. El Consejo de Dirección se renovará anualmente, pudiendo ser reelegidos los que cesaren en el desempeño de los cargos, pero continuando en él mientras no sean sustituidos. Art. 21. Corresponde al Consejo de Dirección: a) Entender en los asuntos del personal técnico-administrativo del Instituto, propuestas de nombramientos, ascensos, correcciones, etc. b) Colaborar con el Presidente en la inspección de los servicios. c) Intervenir en el régimen económico de la Corporación. d) Preparar por medio de los oportunos anteproyectos los trabajos legislativos del Pleno. e) Proponer o aceptar, según los casos, la mediación en los conflictos que surjan REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 237 DOCUMENTOS con motivo de las anormalidades de la vida social, en la forma que las disposiciones legales y las circunstancias aconsejen. f) Mantener con los elementos sociales extranjeros las relaciones normales que convengan. g) Resolver los expedientes sobre aplicación de las leyes sociales. h) Preparar las bases de informaciones de interés general. i) Acudir a las informaciones de interés social no sometidas reglamentariamente al Pleno. j) Redactar las Memoria anual que ha de examinar el Pleno. Art. 22. El Consejo de Dirección se reunirá en sesión ordinaria quincenalmente, y en extraordinaria siempre que el Presidente lo estime oportuno. CAPÍTULO V Régimen económico Art. 23. Constituirán el patrimonio del Instituto: 1.º La subvención anual que a su favor se consigne en los presupuestos generales del Estado. 2.º El producto de las publicaciones del Instituto. 3.º Los donativos, legados y otras subvenciones que pueda recibir. 4.º Cualquiera otro ingreso lícito aprobado por el Pleno o por el Consejo de Dirección. Art. 24. La administración de los fondos del Instituto corresponderá al Consejo de Dirección, siendo el Presidente su Ordenador de pagos. Uno de los Jefes designado por el Presidente ejercerá las funciones de Contadorhabilitado, teniendo a su cargo el régimen de administración interior del Instituto, llevando las cuentas y redactando anualmente la 238 que, una vez aprobada por el Consejo, se insertará en la Memoria corrrespondiente. La contabilidad del Instituto, en sus relaciones con la Hacienda pública, se sujetará a las disposiciones de la Ley de 29 de diciembre de 1903. CAPÍTULO VI Del Presidente Art. 25. El Presidente del Instituto será nombrado libremente por el Ministro de la Gobernación, mediante Real Decreto aprobado por el Consejo de Ministros. Art. 26. El Presidente asume permanentemente la representación y la dirección superior corporativa y administrativa del Instituto, y en su consecuencia le corresponde: a) Convocar a la Corporación en pleno y al Consejo y presidir sus sesiones. b) Distribuir los asuntos entre las diferentes Direcciones y Secciones. c) Ejecutar los acuerdos de la Corporación en pleno y los del Consejo de Dirección. d) Ordenar y presidir los trabajos del Consejo de Dirección. e) Intervenir el nombramiento, ascensos, correcciones y separaciones de los funcionarios administrativos conforme a los trámites reglamentarios. f) Acordar e inspeccionar los trabajos de la Secretaría general y de las Direcciones. g) Administrar los fondos del Instituto, ordenar sus pagos y legalizar sus cuentas. h) Reclamar la cooperación de las diferentes dependencias de la Administración pública, siempre que fuese necesario. i) Realizar las demás funciones que le encomienden las disposiciones vigentes. Art. 27. Para la ejecución de los asuntos que le incumbe, el Presidente tendrá inmediatamente a sus órdenes al Secretario gene- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS ral y podrá delegar en él la firma de ciertos asuntos de mero trámite. Art. 28. El Gobierno nombrará de entre los Vocales del Instituto dos Vicepresidentes para sustituir al Presidente en caso de asusencia o enfermedad. CAPÍTULO VII De la Organización general de los servicios y del personal Art. 29. Constituirán la categoría superior técnico-administrativa del Instituto los Directores generales de servicios y el Secretario general, los cuales, además de las funciones que estén señaladas en este Decreto tendrán la representación de la administración activa del Instituto en el Pleno y en el Consejo. Las Direcciones generales de servicios se denominarán de Legislación y Acción social, la primera, y de Trabajo e Inspección, la segunda. Art. 30. Corresponde a los Directores generales y al Secretario general, la inspección de los servicios y de las secciones, la asesoría permanente del Presidente y la del Pleno y del Consejo en lo referente a los mismos. Los Directores podrán delegar en los Jefes de las Secciones el informe ante el Pleno o el Consejo de Dirección. Art. 31. De la Dirección general de Legislación y Acción social formarán parte las siguientes Secciones técnico-administrativas: Legislación y publicidad. Cultura y Acción social. Jurisprudencia. Asociación. Agrosocial. Art. 32. La Sección de Legislación y publicidad tendrá a su cargo el estudio del movimiento legislativo nacional y extranjero, la preparación de los proyectos que le encomiende el Instituto, las publicaciones del mismo que no sean de la especial competencia de otras Seciones, la propaganda y servicio de Prensa del Instituto, la organización y dirección del servicio de correspondencia, las relaciones con el extranjero, representación en Asambleas y Congresos sociales, preparación de Convenios, Conferencias y Tratados internacionales y la Secretaría particular y Archivo de la Dirección de Legislación y Acción social. Art. 33. La Sección de Cultura y Acción Social tendrá a su cargo la biblioteca del Instituto, el servicio bibliográfico y el archivo social, estudio de las informaciones legislativas y del movimiento social español y extranjero, el fomento de la Acción y de la Cultura sociales mediante la organización de cursos, lecciones, conferencias, publicaciones, etc., auxiliada por el personal del Instituto, la lucha contra las enfermedades sociales y su profilaxia, la reeducación profesional de los inválidos y la redacción del Boletín del Instituto. Art. 34. La Sección de Jurisprudencia será la encargada de reunir y estudiar la Jurisprudencia nacional y extranjera y la Asesoría Jurídica de Acción y Legislación social. Emitirá los dictámenes y evacuará las consultas jurídicas que no sean de la competencia especial de otras Secciones, informará sobre las peticiones que se formulen al Instituto y que impliquen propuestas o reformas legislativas y entenderá singularmente en las modalidades jurídicas de los contratos de trabajo y aprendizaje. Art. 35. Corresponderá a la Sección de Asociaciones las materias siguientes: Asociación en general, Sindicalismo, Asociación de Previsión en relación con el Instituto Nacional de este nombre, Corporatismo profesional, Censos sociales, Cooperación, Ligas de consumidores, Mutualidad y régimen paritario. Art. 36. Corresponderá a la Sección Agrosocial el estudio del régimen de la propiedad, de la tenencia y del arriendo de la tierra en España, en sus aspectos de grande, mediana REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 239 DOCUMENTOS y pequeña propiedad, así como los demás problemas de índole jurídica relacionados con estas materias en su aplicación a la división y consolidación de la propiedad, así como de la disminución y aumento de la población campesina para conseguir el arraigo de las clases labradoras en su profesión. Estudiará también el trabajo rural, especialmente el familiar, y la constitución de los núcleos de asociación complementarios de la capacidad productora, económica y social del agricultor. Art. 37. Para auxiliar en sus investigaciones y estudios a la Dirección de Legislación y Acción Social y a propuesta razonada de la misma, se establecerá un servicio de corresponsales en las regiones o provincias de España y capitales del extranjero, donde sean necesarios sus servicios. Art. 38. Las Secciones técnico-administrativas dependientes de la Dirección del Trabajo e Inspección serán: Estadística permenente de la producción y el trabajo. Inspección y experiencia social. Asesoría jurídica. Casas baratas. Anormalidades de la vida del trabajo. Art. 39. La Sección de Estadística permanente de la producción y del trabajo tendrá a su cargo las informaciones generales y las estadísticas de hechos constantes de la vida normal de la producción y del trabajo en España y el extranjero, y de un modo especial las conducentes a conocer por regiones e industrias la importancia y resistencia económica de la producción española en sus varias modalidades, la clasificación y distribución geográfica del trabajo y los trabajadores, la vida del obrero y su condición, la de las demás clases más necesitadas de tutela social, los datos referentes al mercado de trabajo, a las subsistencias y artículos de primera necesidad y otros análogos. Art. 40. Entenderá la Sección de Inspección, en cuanto concierne a la aplicación y 240 cumplimiento de las leyes y disposiciones vigentes, con el auxilio del personal de Inspectores que dependerá de la misma, deduciéndo de su labor la experiencia de la mayor o menor eficacia de la legislación, obstáculos a su cumplimiento y necesidad o no de las reformas fundadas en la realidad como base de los estudios y proyectos del Instituto. Le corresponderá, asimismo, el estudio y propuesta de las medidas de higiene y seguridad requeridas por los peligros comprobados de la vida industrial. Art. 41. La Asesoría jurídica resolverá las consultas y emitirá los dictámenes sobre aplicación de las disposiciones vigentes, estudiará los problemas y cuestiones dudosas que surjan de su cumplimiento, interpretará las mismas, dirigirá el Consultorio general gratuito y llevará la Secretaría del Director. Art. 42. La Sección de Casas baratas entenderá en la divulgación y aplicación de la Ley de 12 de junio de 1911, con su reglamento y disposiciones complementarias, fomento de las cooperativas constructoras de habitaciones higiénicas y baratas, estudio del problema de la vivienda en las distintas poblaciones, fomento de las diversas formas del crédito, ciudades-jardines, huertos, obreros y cuantas instituciones se relacionen con el problema de la habitación. Art. 43. Corresponde a la Sección de Anormalidades de la vida del trabajo el estudio de las perturbaciones sociales al efecto de prevenirlas, atenuar sus efectos económicos, morales o técnicos y procurar su resolución jurídica y humanitaria con arreglo a la misión propia del Instituto. Al respecto, entenderá en lo referente a huelga, lock-outs, paro forzoso, intentos de mediación, conciliación, arbitraje y otras formas de pacificación social. Art. 44. De la Dirección del Trabajo e Inspección dependerán, como auxiliares de las funciones popias de las Secciones, los Inspectores de Trabajo y los Delegados de Estadísti- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS ca, cuyas funciones, así como las de las Juntas de Reformas Sociales en sus relaciones con el Instituto, serán objeto de reglamentación especial. Art. 45. El Instituto organizará un Museo social con la colaboración de las diferentes Seciones para estímulo de la acción social, enseñanza y prevención de los riesgos del trabajo. Art. 46. La Secretaría general es la encargada de la tramitación de los asuntos generales del Pleno, Consejo de Dirección y Direcciones y el Centro administrativo del Instituto. El Secretario general del Instituto será Secretario del Pleno y del Consejo, con voz en aquellos asuntos que sean de la competencia de su cargo. Art. 47. Corresponderá a la Secretaría general los asuntos siguientes: 1.º El régimen electoral para la designación de Vocales del Instituto en relación con la Secretaría de Asociaciones en lo referente a los censos sociales; 2.º El servicio del Instituto como Corporación, así en Pleno como en Consejo, citaciones, redacción de las actas, tramitación de acuerdos de carácter general, ponencias, etc.; 3.º El Registro general de entrada y salida de documentos con el reparto de los mismos a las Secciones a que correspondan; 4.º. El Archivo general; 5.º Los asuntos de personal; 6.º Las relaciones administrativas con el Ministerio de la Gobernación; 7.º La Secretaría de la Presidencia. Art. 48. El personal de las Secciones técnico-administrativas se distribuirá en las siguientes categorías: 1.ª Jefes de Sección; 2.ª Oficiales; 3.ª Auxiliares; 4.ª Escribientes. Habrá además un servicio de Conserjería con los Ordenanzas, Porteros y repartidores que se estimen necesarios. Art. 49. Los cargos de Directores y de Secretario general serán nombrados por el Instituto en pleno a propuesta del Consejo de Dirección. Los nombramientos de Jefes de Sección se harán por el Consejo a propuesta del Director general del servicio respectivo. Los de Oficiales y Auxiliares de Sección serán también de la competencia del Consejo a propuesta de los Jefes de Sección y con previo informe del Director respectivo. Los Oficiales y Auxiliares de la Secretaría general se designarán asimismo por el Consejo a propuesta del Secretario. Finalmente, el Conserje, los Ordenanzas y repartidores serán designados por el Presidente dando cuenta al Consejo. Art. 50. Los cargos técnicos del Instituto recaerán siempre en personas de reconocida competencia, siendo preferidos para la vacante los funcionarios del propio Instituto que hayan acreditado mérito suficiente. Si la propuesta recayera en una persona extraña al servicio del Instituto, podrán solicitar oposición los funcionarios del mismo de la categoría a que pudiera corresponder la vacante y que se crean con aptitud para desempeñarla. Para dar preferencia a cualquiera de las propuestas en terna podrán acordar los Directores exámenes prácticos o de ejercicios de oposición. Art. 51. Las gratificaciones de entrada de los funcionarios del Instituto serán las siguientes: Directores, 12.000 pesetas. Secretario general, 9.000. Jefes de Sección, 6.000. Oficiales, 3.500. Auxiliares, 2.500. Escribientes, 2.000. Conserje, 2.500. Ordenanzas, 2.000. Repartidores, 1.500. Art. 52. Los funcionarios del Instituto, podrán disfrutar un aumento de gratifica- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 241 DOCUMENTOS ción, en concepto de premio de constancia, que les será concedido por el Consejo cada cinco años de buenos servicios a juicio del mismo Consejo, y con arreglo a la siguiente escala: Para los Directores, 1.000 pesetas por quinquenio; para los Jefes y Oficiales, 500; para el resto del personal, 250. Art. 53. Los nombramientos de funcionarios del Instituto se harán siempre con carácter interino; pudiendo ser confirmados pasado un año desde la fecha del nombramiento, si el interesado hubiese demostrado en este tiempo la eficacia de sus servicios. Art. 54. El personal del Instituto disfrutará el derecho de excedencia en los casos y en las condiciones que detemine el reglamento interior. Art. 55. Los funcionarios del Instituto no podrán ser declarados cesantes sino en virtud de expediente instruido con audiencia del interesado por el Consejo de Dirección. Igual procedimiento se seguirá para imponer correctivos al personal por faltas cometidas en el ejercicio del cargo. Las correcciones consistirán en apercibimiento ante el Consejo, o suspensión de empleo y sueldo, según la gravedad de las faltas. Art. 56. Un reglamento redactado por el Consejo determinará las normas de orden interior a que ha de ajustarse el régimen del personal y el trabajo en las oficinas del Instituto. CAPÍTULO VIII Institutos Regionales de Reformas Sociales Art. 57. El Gobierno por propia iniciativa o requerido por el Instituto podrá constituir en determinadas capitales Institutos regionales de Reformas Sociales con aquel grado de autonomía exigido por la intensidad de acción de los Poderes públicos para la solu- 242 ción del problema social en cada región, atendiendo a la actividad de la vida económica de la misma, a su cultura, a sus tradiciones y peculiar carácter y a la necesidad de una aplicación más rápida de los medios apropiados para armonizar las relaciones entre los diversos factores de la producción, mediante normas ético-jurídicas. El Gobierno determinará, por una disposición especial, las regiones en que hayan de establecerse estos Institutos, sus normas de constitución, las facultades con que deban funcionar y el género de relaciones que han de ligarles con el Instituto Central para mantener en interés común de la Patria, aquella unidad espiritual requerida por la solidaridad de intereses que la Nación tiene ante la competencia extranjera. Disposiciones transitorias 1.ª Con el fin de facilitar la inmediata reorganización del Instituto, se autoriza por esta vez al Presidente del mismo para que designe de entre los actuales funcionarios de la Corporación aquellos que por su notoria competencia y por los servicios eficaces que hayan prestado al Instituto, convenga que sean nombrados Directores de los servicios, Secretario general y Jefes de las Secciones técnico-administrativas, los cuales, entrarán, desde luego, en posesión de sus cargos. Los actuales Auxiliares pasarán a la categoría de Oficiales, y los escribientes a la de Auxiliares. El personal designado en virtud de estas disposiciones seguirá percibiendo los mismos haberes que en la actualidad disfruta, hasta que en los presupuestos del Estado sean convenientemente dotados estos servicios. 2.ª El Presidente del Instituto, asesorado por los Directores y el Secretario general, procurará, en el plazo más breve posible, adaptar la organización actual de este Centro a las normas que por el presente Decreto se establecen, dentro de la posibilidad económica de la Corporación, definiendo para cuando REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS el Instituto disponga de los fondos necesarios aquellas medidas de adaptación que exijan mayor gasto. 3.ª Reorganizados antes del 1.º de enero de 1920 los servicios técnico-administrativos del Instituto en la forma indicada en las dos disposiciones anteriores, el Ministro de la Gobernación convocará las elecciones de Vocales de representación patronal y de la obrera, con sujeción a lo establecido en este Decreto. Al mismo tiempo se harán los nombramientos de Vocales de libre designación del Gobierno y se invitará a las Corporaciones a que se refieren los artículos 6.º y 9.º para que nombren sus representantes con objeto de que el Instituto en Corporación empiece a funcionar en 1.º de marzo de 1920. El actual Pleno, así como el Consejo de Dirección, seguirán funcionando con la integridad de todas estas atribuciones hasta 1.º de marzo de 1920. Dado en Palacio a catorce de octubre de mil novecientos diez y nueve. ALFONSO El Ministro de la Gobernación, MANUEL DE BURGOS Y MAZO REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 243 4. REAL DECRETO DE 2 DE JUNIO DE 1924, RELATIVO A LA REFUNDICIÓN E INSERCIÓN DEL INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES EN EL MINISTERIO DE TRABAJO (Gaceta de Madrid nº 155, martes 3 de junio, págs. 1138 y 1139) S EXPOSICIÓN EÑOR: La imperiosa necesidad de concentrar organismos dispersos de análoga naturaleza y funciones semejantes, exigencia ineludible de toda buena administración, se suma en los actuales instantes al criterio sustentado por el Gobierno de realizar la máxima economía en todos los servicios del Estado. Ambas razones han movido al Director Militar de mi presidencia a reorganizar el Instituto de Reformas Sociales, fusionando sus servicios con el Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria, dando así a ambos organismos una estructuración más en armonía con sus vastas e importantísimas funciones y mayores medios para realizar su cometido en el campo de acción donde se desenvuelven sus iniciativas conjuntas. La dualidad que había persistido hasta hoy, sólo achacable a la indiferencia en que se tenía los organismos encargados de velar por el mejoramiento de las relaciones entre los intereses afectados por la cuestión social, perjudicaba y hasta hacía inútiles cuantos laudables esfuerzos y provechosas iniciativas partían de los Centros directores por medio de quienes el Estado hacía sentir su acción tutelar. Si los elementos con que éstos cuentan, dispersos y a veces pugnando entre sí, podían intervenir con alguna eficacia en los conflictos planteados, mucha mayor será ésta si continúan la obra iniciada, convenientemente coordinados y obedeciendo a una sola dirección, lo que les dará un mayor sentido de la responsabilidad y más alto prestigio si cabe para verter en la vasta esfera de las relacio- 244 nes sociales el fruto de sus provechosos trabajos. En su consecuencia, el Jefe del Gobierno, Presidente del Directorio Militar, de acuerdo con éste, tiene el honor de someter a la aprobación de V.M. el siguiente proyecto de Decreto. Madrid, 2 de junio de 1924. SEÑOR: A L. R. P. de V. M., MIGUEL PRIMO DE RIVERA Y ORBANEJA REAL DECRETO A propuesta del Jefe del Gobierno, Presidente del Directorio Militar y de acuerdo con éste, Vengo en decretar lo siguiente: Art. 1.º A partir de la publicación de este Decreto, quedará refundido el Instituto de Reformas Sociales en el Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Art. 2.º El pleno del Instituto de Reformas Sociales y el Consejo de Dirección del mismo, que se convertirá en Comisión permanente de aquél, formarán el Consejo de Trabajo, con las facultades y composición que se señalarán en el Reglamento que para la reorganización de sus servicios propondrá el Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Art. 3.º El Secretario general del Instituto de Reformas Sociales será Secretario del Consejo del Trabajo, teniendo a sus órdenes los auxiliares que se crean necesarios, por dispo- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES DOCUMENTOS sición del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. de la ley de Bases de 22 de julio de 1918 y disposiciones posteriores. Art. 4.º Todas las facultades administrativas que tiene el Secretario general del Instituto de Reformas Sociales, señaladas en los casos tercero, cuarto y quinto del artículo 47 del Real Decreto de 14 de octubre de 1919, pasarán a ser desempeñadas por el Oficial mayor del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Art. 6.º Los Institutos regionales y las Juntas locales de Reformas Sociales quedarán convertidos en Delegaciones del Consejo del Trabajo, señalándose sus facultades y composición en el Reglamento a que se alude en el artículo 2.º de este Decreto. Art. 5.º Por el Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria se procederá antes de 1.º de julio a unificar las Secciones y Negociados similares de ambos Centros y señalar los funcionarios de éstos que han de quedar afectos a dichos servicios, proponiendo al Directorio la nueva plantilla del personal técnico administrativo. El sobrante de personal quedará excedente con los derechos que le conce- Art. 7.º Por el Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria, se dictarán las disposiciones necesarias para la ejecución del presente Decreto. Dado en Palacio a dos de junio de mil novecientos veinticuatro. ALFONSO El Presidente del Directorio Militar, MIGUEL PRIMO DE RIVERA Y ORBANEJA REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 245