ORACIÓN Y BLASFEMIA EN LA POESÍA DE LEÓN

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ORACIÓN Y BLASFEMIA EN LA POESÍA DE LEÓN FELIPE
Martín Panero
¡Oh, lisie absurdo y monstruoso zurrón
donde hay piedras enemigas y encontradas,
donde viven ¡untas y revueltas ..,
la rata y la pttloniü,
la blasfemia y Iti oración."
En septiembre de este año, falleció en México
el poeta León Felipe, tal vez la voz lírica más robusta y potente de la poesía española de nuestro
siglo. Sin embargo, su nombre y su obra son desconocidos para muchas gentes. Cuando, a raíz de su
fallecimiento, he leído y comentado en distintos
círculos poemas de León Felipe, he notado siempre
una impresión de asombro. Asombro ante la arrebatadora fuerza poética de este inmenso español del
éxodo y del llanto —como se llamó a sí mismo— y
asombro, a veces, ante la ignorancia de la existencia
de su obra. No obstante, su voz resuena en la poesía española desde hace cincuenta años. Y editoriales de tanta solvencia cultural como Losada, Grijalbo
y el Fondo de cultura Económica han incluido en
sus catálogos la obra de León Felipe. En la lujosa
colección "Cumbre" de la Editorial Losada, figura
al lado de Neruda. de Miguel Hernández, de Rafael
Alberti y de Antonio Machado.
El título de este artículo —oración y blasfemia . . . — puede parecer extraño. Sin embargo, no
es más que la expresión de lo que en verdad es la
obra de León Felipe: una inmensa melodía en la
1
León Felipa: ¡Oh, esle viejo y rolo violín!
Económica. Míxieo. 1966. p. 206.
614
Fondo de Cullura
que suenan alternativamente la oración y la blasfemia, la plegaria a media voz y la imprecación vociferante. Pero veamos, antes de entrar en el tema, lo
que fue su aventura poética y existencial. Ambas son
inseparables. "Puedo explicar mi vida con mis versos. Puedo sacar mi biografía de mis poemas" 2—
escribió León Felipe en las páginas exegéticas que
preceden a Los lagartos. Efectivamente, en él la obra
fluye de la vida y, a su vez, la vida modula su cabal
explicación en la obra. Nacido en Castilla, la región
española de cielos profundos y horizontes ilimitados,
León Felipe fue un poeta trotamundos. Numerosas
ciudades españolas fueron escenario de sus actividades de farmacéutico o de sus entusiasmos como actor
de teatro. Después . . . la Guinea Española, México,
Estados Unidos, Panamá . . . España en la convulsión de la guerra civil, todos los países hispanoamericanos y, nuevamente, México, donde terminó por
anclar su vida de peregrino, fueron testigos, alguna
vez, del apasionado quehacer poético y vital de León
Felipe. Su vida de peregrino había sido ya prefigurada por él mismo en 1920:
Ahora de pueblo en pueblo
errando por la vida,
luego de mundo en mundo errando por el cielo
lo mismo que esa estrella fugitiva . ..
¿Después? . . . Después . . .
ya lo dirá la estrella mismu,
esa estrella romera
!
Obras Complelus. Editorial Losada. Bucnus Aires. 1963. p. 239.
que es la mía.
estrella que corre por el cielo sin albergue
tamo yo por la vida.'
la voz de León Felipe adquiere nueva entonación y
brota en su obra un poema realmente extraño: Drop
a star, obra en la que el poeta paga tributo a la
moda y adopta un lenguaje muy próximo al surrealismo entonces reinante. Drop a star —arrojad
una estrella— es un mundo muy distinto de cuanto León Felipe había escrito hasta entonces. La fórmula prometeica de la poesía —de Prometeo, que
les robó e! fuego a los dioses—. tan querida por
León Felipe, arde en este poema en busca de luz y
justicia para el hombre. No tengo espacio para su
análisis, peto creo útil copiar algunos versos representativos del nuevo lenguaje del poela:
Llegó León Felipe a la poesía en 1920. con un
libro titulado Versos y oraciones de caminante, completado con una segunda pane en 1929. Representan
esos poemas la primera etapa poética de León Felipe,
la de la poesía recatada y pudibunda, musitada a
media voz, en un tono que de ningún modo preludiaba la fuerza de lírico vendaval que iba a tener
después. En ese primer libro, en el que la voluntad
de sencillez se transparenta en cada verso, queda el
eco nostálgico de las iniciales congojas del poeta
ante la vida. En sus poemas, late un pulso emocional
leve, en el que se alternan el cansancio ante la monotonía de la existencia, las vicisitudes de la búsqueda poética y una sensación de difusa angustia ante el universo, todo expresado con palabras sencillas, y frecuentemente con versos cortas, tan cortos que, a veces, parecen un fugaz suspiro. Pero
juntos forman la melodía ínlima en que plañe la
congoja de León Felipe, que desde la monotonía de
su propia vida intuye la total monotonía de la existencia humana. La tristeza por la aplastante uniformidad de su vida surge como melancólico ritornello
en numerosos poemas:
¡Oh, estas jornadas siniestras.
Señor . . . estas jomadas siniestras
en que mis ojos empiezan
a verlo todo en la (ierra
igual, y al fin no hallan diferencia
entre la luz de una venta
y el resplandor de una estrella!
¡Olí estas jornadas siniestras,
S e ñ o r . . . estas jornadas siniestras
en que nada me consuela,
ni me alienta,
ni me eleva! .. .
Nada, Señor: nada, nada . . . ni Tú . . . ni la Belleza . . .
Si en estas horas siniestras
me da igual ser o no ser poeta . . .
y ya no hallo diferencia
entre un verso y una blasfemia.'
Versos y oraciones de caminante son un paradigma de la fidelidad del poeta a su propia voz. Radicalmente fiel a sí mismo y a la fluencia de su mundo interior, León Felipe no acata en esos poemas
otra norma artística que el ritmo de su espíritu y
el latido de su corazón. Ni los artificios melódicos
y temáticos del fenecido modernismo ni las extravagancias uitraístas del Madrid de 1920 hallan eco
en los versos de León Felipe. Sin embargo, en 1950,
'
O.C., p. 54.
O.C., p. 56.
Detrás de mi frente —estuchad esto bien—,
detrás de mi frente hay un viejo dragón!
el sapo negro que saltó de la primera charca del mundo
y está aquí, agazapadu en mis sesos,
sin dejarme ver el amor y la justicia.
Sin embargo, León Felipe insiste en desgarrar
su voz contra la injusticia del mundo. Y lo hace
sintiéndose la voz misma del hombre vencida desde
el comienzo de los siglos. Por eso, la impotencia de
su grito choca patéticamente contra el turbio universo de injusticia descrito en el poema:
Encenderé la estopa sorda de mi grito.
reventaré mi voz, esta voz (la mía, la tuya).
Esta voz ronca que golpea vencida
en el vientre negro del mundo.
en el cóncavo barro de este cántaro obscuro.
en la curva cenicienta de todos los horizontes apagados.'
Pero más interesante que el cambio de lenguaje es el cambio de temática. En Drop a star, León
Felipe abandona la expresión recatada de su solitaria congoja interior y orienta su musa al canto de
la causa del hombre. Este poema anticipa lo que
pronto va a ser la poesía de León Felipe, no en
su expresión externa, sino en su intención humana
y social. A ello han contribuido múltiples factores,
el más importante de los cuales ha sido su encuentro con la poesía de Walt Whilnian. Muy pronto la
guerra española, en la que León Felipe se sentirá
comprometido, le permitirá dar a su voz poética la
misma fuerza huracanada del gran poeta norteamericano.
La guerra española convulsionó hondamente el
alma de León Felipe. Y desde entonces su poesía
fue, a veces, un vendaval de aullidos e imprecaciones, en el que se adivinan ecos de Job, de Nietzsche
y de Walt Whitman . . . De la tímida expresión de
!
O.C, p. 103.
615
sus congojas personales, pasó al grito destemplado
y a la blasfemia estridente, como protesta por el
drama de su patria y del mundo. Sus poemas de la
guerra alcanzaron una tuerza de torbellino, sobre
todo La insignia, alocución poemática en la que la
inspiración guerrera de León Felipe llegó a su cima
más alta. Después fueron el destierro y la nostalgia
de España los motores de su poesía. Y también el
caos y desconcierto del mundo brotaron frecuentemente en sus poemas, como puede verse en Los lagartos, donde alcanza patética expresión la situación angustiosa del hombre actual, que lleva en las
entrañas de sí mismo una dolorida conciencia de
náufrago. *
de la miseria del hombre" *. Este tema del llanto
como fórmula de salvación humana ocupa numerosas páginas en los poemas de León Felipe, y lo
reitera en las formas y tonos más diversos:
Que
sino
Que
que
que
no me tejan pañuelos
velas.
no me consuele nadie,
no me enjuguen el llanto,
no me sequen el río.
Soy el navegante y el camino,
el barco y el agua .. .
y el último puerto de la ruta.
Y en La espada llega a afirmar que Dios entregó al hombre el llanto para que mate la sombra
y conquiste la luz. Una orgullosa conciencia de la
eficacia de su llanto bulle en todos los versos de
este poema, el cual contiene asertos tan categóricos
como el de que "el mundo nunca se ha movido —
ni se mueve ahora mismo sin mi llanto", un llanto
que Dios tiene contado desde el comienzo de los
tiempos:
Dios contó mis lágrimas desde la víspera del Génesis.
Y allí van corriendo, corriendo,
gritando y aullando
desde e! día primero de la vida, a la zapa del sol,
Luz . . .
cuando mis lágrimas Le alcancen.
la función de mis ojos ya no será llorar
sino ver. *
Y porque cree en el poder de su llanto, se
atreve a desafiar a la muerte:
Del llanto a la blasfemia
Todos los libros de León Felipe posteriores a
la guerra española. —El hacha, Español del éxodo
y del llanto, El gran responsable, Ganarás la luz.
Llamadme publicano, El ciervo y. finalmente, ¡Oh,
este viejo y roto violin!, escrito a los 81 años, llevan la huella de su situación de desterrado, y en
todos se alternan el llanto, la blasfemia y la oración.
El llanto es el nuevo gran tema de León Felipe. Al
principio, el llanto del poeta es por España, que él
considera muerta tras la guerra civil. Pero pronto su
llanto transciende más allá y se eleva a categoría
poética para salvar al hombre, pues es el hombre el
que interesa a León Felipe. "En un poema no hay
bandos. No hay posiciones rojas ni blancas. No hay
más que una causa: la del hombre. Y por ahora, la
Ver mi ensayo Pasión y creación de León Felipe. Centro de Investigaciones Estéticas. Facultad de Filosofía y CC de la Educación de- lu Universidad Csiólico. Santiago. 1968.
616
Y ahora pregunto aquí: ¿quién es el último que habla,
el sepulturero o el Poeta?
¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios
para que me tapen la boca cuando muera,
con una paletada de tierra?
No.
He venido y estoy aquí,
me iré y volveré mil veces en el Viento
para crear mi gloria con mi llanto. *
Su llanto adquiere un claro sentido religioso,
incluso cristiano. Lo proclaman insistentemente la
mayoría de los poemas del libro II de Ganarás la
luz, tal vez su obra más densa y tormentosa. El
Cristo del Calvario y el sufrimiento es presencia viva
en numerosos pasajes:
Con
con
con
con
O.C,.
O.C.,
O.C,
O.C,
Cristo, pero en los Olivos y en la Cruz:
la fiebre y la hiél.
la sed y la esponja,
la sombra y el llanto,
p.
p.
p.
p.
121.
212.
215.
219.
en la humedad cerrada de la angustia.
un el reino de la semilla y de la noche.
esperando . .. esperando a que broten de nuevo
la espiga,
la aurora
y la conciencia.'"
Y el poema Regad la sombra reitera bellamente la misma temática del llanto redentor de Cristo,
con el que el poeta aspira a llegar a Dios:
Por estas viejas aguas
navegaré en mi barca hasta llegar a Dios."
Entre la oración y la blasfemia
Sería demasiado prolijo el analizar ahora los
múltiples pasajes de Ganarás la luz en los que el
poeta transforma su llanto en oración, en el sentido
religioso de la palabra. Sin embargo, León Felipe,
rebelde y desesperado, escoge también la blasfemia
como camino para llegar a Dios. Con ello no quiero
insinuar que todas sus blasfemias lleven precisamente una intención de plegaria. Pero sí que hay en
muchas de ellas una desesperada vehemencia por
hacerse oir de Dios. Así lo proclama abiertamente,
en arrogante desafío a quienes no piensen como él:
El salmo y la canción no son ya caminos. Buscaré
a Dios por otros derrotero*. Y me he puesto a gritar
y a blasfemar porque pienso, como |ob. que éste es
un buen señuelo para cazar a lehová. Aún no le he
encontrado; ni le he visto siquiera.
"¡Oh, quién me diese el saber dónde poder hallarlo!"
Pero ya han empezado a llegar y a amonestarme
los sabios impasibles. Ya han hablado el preceptista, el
fariseo y el filósofo. Hablarán los que faltan... Yo
seguiré blasfemando. Y al final, cuando hable Dios
desde el torbellino, veremos a quién le da la razón."
Es sorprendente la pertinacia con que León Felipe proclama su voluntad de blasfemia, por considerar que el salmo y la canción ya han perdido vigencia. Sólo por dificultades con los editores no
publicó un libro con el título de Versos y blasfemias
de caminante. Aun así. tituló Yo soy el gran blasfemo un poema del libro VIII de Ganarás la luz.
Y ahí sí que el poeta se queda en la blasfemia
misma, expresada en forma grosera e infraartística.
Espero que el lector no considere irreverente el que
copie unos versos en comprobación de lo que afirmo:
Creo
que el trigo se hace harina
v carne la harina .. .
'» O.C. p. 210.
•i O . C , p. 211.
» O . C , p. 200.
carne de Dios y carne de mi cuerpo.
Creo
que un hombre honrado
cuando nos da su pan
tiene el cuerpo de Cristo entre los dedos.
Y creo
que en el cáliz y en la hostia
huy no hay más que babas
del Gran Conserje Pedro. '
Esto nos remite a otro flanco de la rebeldía de
León Felipe en materia religiosa: la rebeldía contra
la Iglesia, a la que acusa de haberle arrebatado la
fe. En el fondo de sus imprecaciones, subyace un
irreprimible espíritu de independencia. Quiere entenderse con Dios, como Unamuno, pero sin intermediarios. La inevitable presencia histórica de la
Iglesia, con sus luces y sombras, provoca la cólera
del poeta, que grita en todos los tonos su rencor y
desencanto. Todo adquiere en él un acento más patético cuando lo proyecta sobre la revolución española. Su pasión de desterrado se exacerba y proclama la muerte definitiva de la Iglesia. Un imperativo
de honradez me obliga a declarar que, sin renunciar
a una visión crítica y desapasionada de aquellos ya
lejanos sucesos, mi posición frente a ellos no es la
misma de León Felipe. No estoy escribiendo historia,
sino exégesis poética. Por eso me abstengo de cualquier ademán de objeción histórica y dialéctica frente a esa guerra en la que los españoles nos lanzamos unos contra otros, y de la que brotó gran parte
de la vehemencia pasional que empuja a la musa
de León Felipe. He aquí un pasaje transido de patetismo y muy expresivo de la situación espiritual
del poeta:
¡Ah! Si yo no creyese que la campana de la Iglesia
[está rota para siempre
tomo la basquina de una virgen violada . . .
que la onda ecuménica de bronce es un pájaro muerto!
¡Ah! ¡Si yo pudiese orar,
si pudiese subir como el incienso todavía
y caer humildemente de rodillas como la cera hirviente
[de los cirios!
¡Ah! ¡Si los que asesinaron al Cordero
y viven de la sangrú del Cordero
no me hubiesen arrebatado la fe!
¡Ah! Si yo tuviese le.
si yo tuviese fe y creyese que el Gran Conserje Pedro
[había encontrado las llaves y la gorra que se le per[dieron en Guernica
y que tenia poderes todavía
para abrir puertas y postigos,
para enfilar la barca de los muertos
y firmar los pasaportes
de la gloria,
del purgatorio
y del infierno! .. .
¡Ah! ¡Si yo no tuviese estas heridas inmantadas en
[los sesos,
O O.C. p, 283.
617
estas heridas ocultas y reumáticas que se me enconan
[con los cambios
atmosféricas! . . . '
Pertenecen estos versos a su libro Llamadme
pubücano, escrito en 1950. El título mismo es ya
un desafío. Este carácter de "pubücano" reaparece
como arrogante estribillo en numerosos pasajes de
su obra. El poeta insiste en proclamar su independencia espiritual y en fustigar a cualquier poder eclesiástico que intente dirigirle. Hay un personaje que,
por esas fechas, ha reemplazado al arzobispo, que
tan frecuentemente asomaba, como blanco de su cólera, en los anteriores poemas de León Felipe: el
Arcipreste:
Llamadme pubücano vosotros también.
W me llama el Arcipreste,
Y los líricos flecheros farisaicos
que guardan e! secreto
de cómo se disparan
el verso y la oración."
Llamadme publicano es uno de sus libros más
bellos. En él su rebeldía alcanza gran calidad poética. Digamos que no sólo hay rebeldía, sino también una honda preocupación religiosa, plasmada a
veces en poemas de extraordinaria jerarquía artística. La caza, por ejemplo, es uno de ellos. La imagen de Dios sentado en la roca más alta del planeta y contemplando la angustiosa búsqueda del
hombre por la vida —simbolizada en la inquietud
alerta del perro cazador— es un indudable acierto
poético.
Dios en la obra de León Felipe
Indudablemente, a pesar de sus blasfemias e
imprecaciones, León Felipe es un poeta religioso.
Su primer poema de 1920, escrito en la soledad
manchega de un pueblecito de la Alcarria, era ya
una proclamación del sentido religioso de su poesj'a:
Nadie fue íiycr.
ni va hoy,
ni irá mañana
hada Dios
por esle mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol
y un camino virgen
Dios.
Hay en su poesía una búsqueda constante de
Dios, aunque los caminos por donde lo busca sean
i* O.C.. p. 32b.
« O.C, p. 35.
618
a veces tortuosos y oscuros. Sería del mayor interés
el seguir la trayectoria religiosa de León Felipe,
desde Versos y oraciones de caminante a su reciente
¡Oh, este viejo y roto violín! En ella podría verse
cómo León Felipe afirma a Dios, incluso en los
momentos de más apasionada rebeldía. Tal vez no
siempre sea fácil defender la ortodoxia teológica de
su religiosidad. Pero nadie podrá discutirle la apasionada vehemencia con que su poesía apunta hacia
Dios. Como ya hemos visto, plegaria, llanto, blasfemia y grito resuenan alternativamente en sus poemas En Versos y oraciones de caminante había ya
una aspiración religiosa hacia Dios hecha de plegaria sincera y humilde. Sin embargo, en una glosa
al famoso soneto "no me mueve, mi Dios, para
quererte" asoma cierta forma de resignado escepticismo frente a la otra vida, que se diría preludio de
las futuras tormentas religiosas del poeta. Ya ha
quedado bosquejado el tono de llanto y blasfemia
de sus libros posteriores. ¿Es eso todo? De ningún
modo. La lira de León Felipe daba bruscamente las
notas más inesperadas en el orden religioso. Tal vez
podría establecerse una línea divisoria entre los
cantos de su congoja personal y las canciones lanzadas desde su preocupación social y política. La
mayoría de sus gritos blasfemos y de sus irreverencias brotaron siempre al compás de su pasión política, reforzada por su condición de desterrado. Claro
ejemplo de ello son los poemas titulados ¿Dónde
está Dios?, en los que el rencor político se articula
en unos versos de escasa calidad poética, pero de increíble energía de expresión. He aquí el comienzo:
Dios ha existido siempre, hijos míos,
Anles
de que falanges y legiones
lo estampasen
en sus camisas y pendones.
Antes
de que bautizasen con su nombre
ejércitos
y trimotores.
Anles
de que clavasen su efigie en la puerta
de los cuarteles
y de las prisiones.
Antes
de que lo llevasen colgado del cuello
en ricos medallones
los arzobispos,
las grandes prostitutas.
los generales iscariotes.
Antes
de que en la Bolsa Fuese negocio
pronunciar su nombre.
Dios ha existido siempre para todos,
para el rico y el pobre.
como existió la tierra
antes de que se la repartiesen los ladrones.
Y Dios
era del hombre
como el agua y el viento.
Ahora, como el oro, sólo es de unos cuantos señores.
Y no bendice al juslo.
Bendice la rapiña.
la traición,
la trilita de los aviones...
Y hay un señor en Roma
que pone el visto bueno a estas bendiciones."
Muy distinto es su acento cuando León Felipe
olvida su pasión ante los sucesos de su patria y del
mundo y habla desde las honduras de sí mismo. En
1958 publicó en PAPELES DE SON ARMADANS, la
revista que dirige Camilo losé Cela, "Cuatro poemas,
con epígrafe y colofón". En uno de ellos —La
Cruz— declara: "Y he vuelto a rezar. En la forma
sencilla de las almas humildes: con el Padrenuestro". Es un poema que chorrea sinceridad religiosa
por lodos los versos. En él León Felipe se vuelve
angustiado a Dios, pero no en un tono de blasfemia ni de imprecación, sino de confiada plegaria
filial. Y tras recordar que "nada se ha inventado
sobre la tierra más grande que la Cruz", intercala,
levemente cambiado, uno de sus antiguos poemas:
Hazme una cruz sencilla, carpintero. .
Sin añadidos ni ornamentos .. .
que se vean desnudos los maderos.
desnudos y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra.
el astil disparándose a los cielos . . .
que no haya un solo adornu que distraiga este gesto,
este equilibrio humano de los dos mandamientos.
Sencilla, sencilla . . . Hazme una cruz sencilla, carpintero. "
El segundo poema —Credo— es todavía mas
expresivo. A mi juicio es el más dolorido miserere
que jamás resonara en BU obra. Es el poeta dentro
de sí mismo, dejando manar su congoja ante la estela
de su vida malograda. Y de ella no fluye desesperación, sino arrepentimiento y confianza en Dios. Parece que León Felipe compuso el poema cuando su
vida había llegado a una cima de esencial angustia
y cuando el dolor le había llevado a las profundidades abisales de su alma. De cualquier modo, hay
en ese poema una explosión de dolorida sinceridad.
" O.C.. p. Ib7.
La posición del poela frente ¡i la Iglesia Católica fue expresada
por él mismo en julio de l%7. en declaraciones u María Embcita,
corresponsal de IB revista madrileña ÍNSULA. Al ver ci crucifijo
que Ltun Klipc Lcnia en su habitación, \e preguntó la periodista:
¿F.s Uited religioso? La respuesta fue lujante: "Soy cristiano,
hombre. ¿Tú qué creías que iba a ser yo? ¿Mahometano?
Católico no me interesa. Todavía uno podía pensar en el catolicismo si los Papas hubieran sido como Juan X X I I I . Lo
mataron al pobre, que era una esperanza y un milagro. Todo el
mundo estaba pendiente de el . . . ¿O a ti le gustaba más Pío XII?
A ése le llevé yo a los Infiernos. Y allí le dejé". (ÍNSULA,
Nv 254, Kncru 1968. Madrid).
" O.C.. p. VÍ4.
completamente ajena al acento de rebeldía y sarcasmo resonante en algunos poemas suyos. Veamos un
fragmento:
Aquí estoy . ..
En este mundo todavía .. . Viejo y cansado . .. Espejando a que me llamen . ..
Muchas voces he querido escaparme por lu puerta
[maldita y condenada
y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hom[bro y me ha dicho severo:
No, no es la hora todavía .. . hay que esperar .. .
Y aquí estoy esperando . . .
con el mismo traje viejo de ayer,
haciendo recuentos y memoria,
haciendo examen de conciencia,
escudriñando agudamente mi vida . . .
¡Qué desastre!... ¡Ni un talento!... Todo lo perdí.
Sólo mis ojos saben aún llorar. F.sto es lo que me
[queda . ..
Y mi esperanza se levanta para decir acongojada:
Otra vez lo haré mejor. Señor.
porque . . . ¿no es cierto que volvemos a nacer?
¿No es cierto que de alguna manera volvemos a nacer?
Creo que Dios nos da siempre otra vida,
otras vidas nuevas.
otros cuerpos con otras herramientas,
con otros instrumentos . .. Otras cajas sonoras
donde el alma inmortal y viajera se mueva mejor
paru ir corrigiendo lentamente,
muy lentamente, al través de los siglos,
nuestros viejos pecados,
nuestros tercos pecados . . . "
La sinceridad del poeta
Tal vez la virtud dominante en la obra de
León Felipe sea siempre la sinceridad. Porque era
sincero hay tanta contradicción en su obra. Lo miraba todo con sinceridad apasionada, y ello implicaba el riesgo de equivocarse y de tener que variar
de posición. Por lo demás, hubo siempre en su vida
un ademán de autenticidad y de fidelidad consigo
mismo que lo impulsaba a alzarse contra la mentira.
Claro que lo problemático es a veces el discernir lo
que realmente es la verdad y no confundirlo con el
cuento o la fábula. ¿Hasta dónde extendió León
Felipe su visión de la mentira y falacia del mundo?
Un poema suyo, de 1944, hace sospechar que, por
esas fechas, el panorama total de la vida se le presentaba como pura fábula, como simple cuento:
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con
[cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre . . .
>' Q . C . , p . 395.
619
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos . . .
y sé todos los cuentos. "
E] mismo tono de sinceridad domina en su último
libro —¡Oh, este viejo y roto violín!— El mismo lo
definió como "un libro escrito por un viejo payaso
a los 81 años para hacer reír a la gente". Sin embargo, no es un libro que hace reír, ni el tampoco
se lo propuso. Es un libro en el que, entre bromas
y veras, León Felipe, ya al borde del sepulcro, va diciendo el dolor de su alma gritando angustiosamente las perplejidades de su espíritu. En numerosas
páginas, brota su religiosidad y también su antiguo
ritmo de combate. No puedo ya extenderme en el
análisis de esos poemas. Pero sí quiero destacar el
último de ellos, el que constituye como el testamento espiritual de León Felipe. Lo titula Perdón
y de él dice que es la piedra que más quiere de
cuantas ha metido en su poético zurrón de pastor
trashumante. Aquí van algunos pasajes:
Yo no he sido bueno . . .
quisiera haber sido mejor.
Estoy hecho de un barra
que no está bien cocido todavía.
Ya no recuerdo bien . ..
Vuy olvidando . .. olvidando . . . olvidando .. .
pero quiero que la última palabra,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morir
sea ésta: PERDÓN.
Casi todas estus piedras llegaron en días
de angustia,
di; terror,
de desespero y desamparo.
Algunas en días de "Gracia".
Ahora las veo serenamente
desde la fría altura de mis años,
desde mi vejez apaciguada.
Todos son juguetes:
las heridas, las lágrimas,
el venuno del áspid, la baba del tirano.
el hacha del verdugo . . .
Una pelota es esa cabeza cercenada.
Jugamos al nacimiento y a la muerte,
al soplo y a lu llama,
al que me ves y no me ves . . .
al enciende y apaga la lámpara. n
León Felipe frente a su propia obra
A lo largo de estas páginas, he hecho hablar
mucho a León Felipe. Era necesario, pues el tono
de su voz es irreemplazable. Aunque centrado especialmente en torno de su problemática religiosa, la
figura del poeta creo que ha ido surgiendo al com" O.C.. p. 334.
-1' ¡Oh, este viejo y rolo violín!, p. 20910.
620
pás de sus odios y sus amores, de sus plegarias y sus
blasfemias. Obra de pasión y combate, necesariamente tiene que ser desigual. Creo que una parte
de ella no se salvará para la ortodoxia estética. Pero
sí para la eterna canción del hombre, más allá
de los cánones artísticos. Sobre ella, se han pronunciado favorablemente —entusiastamente— críticos
tan solventes como Guillermo de Torre. Ahora bien,
¿cómo vio el poeta su propia obra desde la cima
de sus postreros años? En 1959, escribió una carta a Camilo José Cela, que le había solicitado unas
líneas sobre su poesía. Es un documento de primer
orden, no sólo para valorar la conciencia estética
de León Felipe, sino también para calibrar su conciencia religiosa. Por eso la copio íntegra, pues vale
par el mejor de los poemas:
Amigo Camila losé Cela:
{. .,) ya no sirvo para nada. Estoy muy viejo.
Casi tan viejo como el rey Lear y esta cabeza mía
funciona ya muy mal. Lo voy perdiendo todo lentamente: las energías, la memoria y las ganas de vivir . . .
Me sostengo a fuerza de drogas que al final me debilitan más y me dejan hecho un guiñapo. Ya no escribo,
apenas leo y no puedo opinar de nada. Diría tonterías.
Es mejor no hablar cuando se es viejo; dehen quedar
de uno las palabras dichas cuando aún se sabe reír y
esperar. Yo ya no espero nada y la risa se me va
olvidando también. Casi no sé reír. Digo casi porque
siento mu> cerca la catástrofe final. Casi me estoy
muriendo. Sería la hora de hacer mi testamento mejor
que hablar de poesía. ¿Y de mi poesía? . . . Como no
sea para ordenar mis últimas disposiciones testamentarias . . .
Me gustaría decirle a alguien, a usted, por ejemplo,
con la solemne sinceridad de un moribundo, que mi
poesía, salvo los momentos religiosos que tienen un
alíenlo de plegaria, la rompería, la quemaría toda. He
roto y quemado cuanto andaba rodando por cajones y
carpetas —poemas, papeks. comedias— pero, ¡ay!. no
puedo romper ni quemar lo publicado. Mago lo posible
por no reeditarlo y escondo mis libros. Estoy avergonzado de haber escrito la mayoría de mis versos. Casi
todos no son más que actualidad. Al final creo que
no he sido más que un reportero con un énfo>ii de
energúmeno. He tenido una voz irritable, irritante y
salvaje sin freno y sin medida, y sólo en algunos momentos, muy pocos,'he tábido rezar. La poesía no es
más que oración. Ahora, como cuando escribí mi primer libro, creo que no es más que oración. Oración
fervorosa. O piadosa y reposada. Aquel mi primet I i
bro se llamaba Versos y oraciones de caminante. Tres
o cuatro poemas de ese libro y estos últimos que me
ha publicado usted en sus Papeles son lo único que
yo salvaría. Quedará menos. ... una gotita de rocío
diluida, perdida, anónima en el gran río de la> canciones eternas . . . Y ya es mucho . . . No espero más.
Me gustaría ser joven para ofrecerle a usted una
amistad verdadera. Así como ando ahora no soy más
que un puñado de huesos viejos y sin destino.... pero
todavía sé querer a las gentes buenas
y le abrazo con
todo lo que aún da mi corazón.:i
México, 29 de abril de 195*}.
-' O.C.. p. 1054.
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