LA CANCIÓN POPULAR EN ESPAÑA INDICE • EL CANTO POPULAR VASCO...................................................... Pág. 5 1. Géneros musicales.............................................................. Pág. 5 2. Características estructurales de la canción vasca............... Pág. 5 3. Canciones de baile y danza................................................. Pág. 9 • EL CANTO POPULAR EN CATALUÑA....................................... Pág. 21 1. Características generales..................................................... Pág. 23 2. Géneros vocales.................................................................. Pág. 25 3. El baile y la música tradicional........................................... Pág. 32 • EL CANTO POPULAR CASTELLANO-LEONES....................... Pág. 39 d 1. Introducción........................................................................ Pág. 39 2. Zonas folclóricas................................................................. Pág. 45 3. Géneros musicales............................................................... Pág. 47 • EL CANTO POPULAR GALLEGO................................................ Pág. 75 1. formación del canto popular................................................ Pág. 76 2. géneros musicales................................................................ Pág. 77 • EL CANTO POPULAR EN ANDALUCIA..................................... Pág. 89 1. Introducción........................................................................ Pág. 89 2. Las coplas del carnaval de Cádiz........................................ Pág. 92 3. Los verdiales y otros aires malagueños............................... Pág. 94 4. Las coplas de zambomba.....................................................Pág. 95 5. Otros giros del folclore andaluz.......................................... Pág. 97 6. Saetas, romances y pregones litúrgicos............................... Pág. 97 • • Introducción general........................................................................... Pág. 3 Bibliografía.......................................................................................... Pág. 99 1 INTRODUCCIÓN Por medio de este trabajo hemos interiorizado, y en ocasiones conocido por primera vez, elementos de diferentes folklores regionales españoles, en nuestro caso, el andaluz, vasco, gallego, catalán y castellano-leones, desarrollando en mayor medida lo referente al canto popular. No obstante, en ocasiones es muy dificultoso el aislar el canto y el baile ya que esta íntimamente relacionado en muchos casos. Se puede comprobar que la música tradicional tiene, o ha tenido, una gran influencia en nuestra sociedad ya que acudía a ella con mucha frecuencia y en los mas variados ámbitos. El desarrollo de cantos populares, cada vez mas, esta quedando relegado a un segundo plano, al igual que muchos elementos que han tenido presentes numerosas generaciones pasadas. Debido a las tendencias globalizadoras actuales y los valores liberales y modernos inculcados actualmente se ignora y omite esa tradición local, condenándola así a una futura extinción. Por este motivo, con este trabajo se pretende dar a conocer un poco más los aspectos musicalmente tradicionales para así poder valorarlos y conocer ese legado musical que hemos heredado. 3 EL CANTO POPULAR VASCO . En cuanto a la canción tradicional vasca se observan diferencias notables entre las diversas regiones. La causa principal sería quizá la industrialización algo precipitada de algunas regiones, que hizo olvidar la cultura de siglos precedentes, netamente agrícola, pero en parte también se debe al menor esfuerzo invertido en su búsqueda y catalogación en determinadas zonas. Esto ocurrió probablemente en Álava, no afectada por la industrialización, donde en las primeras investigaciones se encontraron 22 canciones populares y 8 danzas. Posteriormente, sin embargo, se contabilizaron 26 danzas. La canción folclórica es muy reducida, y su zona se reduce a Aramayona y Legutiano. En Guipúzcoa son las canciones de ronda, las narrativas y las festivas las que se llevan la palma. En total serán unas setenta canciones y cincuenta danzas más diez ciclos sin contar las Soiñu zarrak, las recogidas por Azkue. En el recuento posterior de Ángel Murua respecto a la danza folclórica, se contabilizan cincuenta danzas y diez ciclos o suites. Totalizan, pues, cerca de cien danzas. Las zonas más ricas en canción popular son Fuenterrabía, Orio, Getaria, Elgóibar, Arrásate, Usúrbil, Hernani, Gatzaga, Astigarraga, Mutriku, Oiartzun, Zumaya y Tolosa. En Navarra las danzas y canciones se concentran en la zona vascófona, incluyendo la sexta Merindad de la Baja Navarra, totalizando unas 392 canciones y 72 danzas, según el Cancionero popular de Azkue. Las canciones religiosas son las más abundantes, siguiendo romances, elegías, canciones narrativas, festivas y báquicas, descendiendo de 57 a 33 en el orden mencionado. Las amorosas son 26. Se observa mayor abundancia de canción amorosa que en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Donde son más abundantes es en el País Vasco francés, pero en la Baja Navarra se da el mayor porcentaje de ellas. Se debe advertir que si las canciones de ronda se consideran como amorosas, como algunos afirman, las amorosas serían las más numerosas en todas las zonas. Las zonas más ricas de esta región son Amikuze, Larráun, Baztán, Baigorri, Alduides, Olazagutia, Urdiáin, Arnegi, Ituren, Lesaka, Alsasua, Alkotz, Bakaikoa, Baraibar, Bera, Betelu, Bidankoze, Erro, Etxarri Aranaz, Imotz, Sunbilla, Zugarramurdi y Salazar. La jota es otra expresión popular extendida por toda la geografía navarra. De estilo vibrante, vive a finales del s. XX un renacimiento en todos los pueblos y comarcas que la sitúa en su edad de oro. Destacan las zonas de difusión de Tafalla, de Tudela, de Andosilla y de Peralta, entre otras. En Vizcaya las canciones de ronda y los romances engrosan principalmente el caudal folclórico de las 175 canciones populares y 71 danzas 5 que recoge Azkue en la zona. Si se recuerda la rápida industrialización que ocurrió, similar a la de Guipúzcoa, aunque algo más tardía, supone una herencia nada desdeñable. Las zonas más ricas en canción popular son Murélaga, Ochandiano, Zeánuri, Gabika, Bérriz, Yurreta, Bedia, Forua, Lekeitio, Amorebieta, Durango, Elorrio, Izpazter, Ondárroa y Ubidea. 1. Géneros musicales. Un estudio sobre el Cancionero popular vasco de Azkue distingue tres géneros musicales principales: los modales, los cambios cromáticos y las escalas incompletas. En cuanto a los modales hay un rico caudal de ellos. Se cuentan unas 277 melodías modales, aunque no todas ellas sean antiguas. Es probable que muchas melodías se hayan salpicado de cromatismos a lo largo del tiempo, y ya no sean modales. La escala de Re menor con Si natural o sexto grado ascendente, la escala de Sol mayor con Fa natural y la escala de La menor normal con todas las notas naturales, con el sexto y séptimo grados naturales son las más frecuentes, y las menos frecuentes son los modos quinto y sexto. Probablemente la alteración del Si bemol los identifica con el modo mayor moderno. Los cambios cromáticos aparecen en una misma melodía. El efecto inmediato de los cambios cromáticos es que la melodía va saltando de una modalidad a otra. El folclore musical vasco presenta melodías con flexiones modales y tonales. No abundan con el primer grado alterado, ni con el primero, cuarto y quinto alterados ni con el tercero y sexto alterados, pero son muchas con el tercer grado alterado, bastantes con el cuarto alterado pasajeramente, no constitutivo del tono o modo principal, y muchas con el séptimo grado alterado con sensible. Otra opinión prefiere mantener que las piezas de Soiñu zarrak, algunas de las cuales llegan a más de trescientos o cuatrocientos compases, serían el resultado de retazos añadidos a una primitiva melodía original. Este cúmulo de compases añadidos procedería quizá del "desafío" existente entre los dantzaris para ver quién podía y valía más. Dice Iztueta que el mejor dantzari es aquel que ejecuta mayor número de Soiñu zarrak sin incurrir en faltas, a pesar del exorbitante número de compases y de lo irregular de los períodos. Las escalas defectivas son también abundantes, pues se cuentan unas 423. Lo que más destaca en este apartado es la ausencia de los grados sexto y séptimo. Sin el grado sexto serían unas 126 melodías, y sin el grado séptimo unas 122, y sin los grados sexto y séptimo unas 63. Con todo, no parece que se haya dado una escala incompleta típicamente vasca. A estos resultados se debe añadir la consideración de las escalas mixtas con características de varios modos. 2. Características estructurales de la canción vasca. Si en las 175 danzas examinadas por Uruñuela la modalidad mayor predomina con notable diferencia sobre la menor, acerca 6 de las melodías de las canciones populares se debe afirmar que predomina también la tonalidad mayor. Hay abundantes canciones de escalas incompletas, pero la mayor parte de las canciones son de escala diatónica. Y aunque se cuenten las melodías pentáfonas y hexátonas, la proporción de la tonalidad mayor es más notable. Se ha dicho que el vasco canta en tono menor aun cuando su espíritu esté alegre. Afirmaba Uruñuela que de 1.816 melodías analizadas se contarían unas 80 canciones vascas de escalas francamente gregoriana. Se observa ausencia de cromatismos, y la presencia de intervalos de cuartas y quintas dota a la canción vasca de cierto carácter viril. Sin embargo, tampoco faltan imprecisiones melódicas. Sobre el cambio y mutación constantes de la canción popular habría que recordar la discusión referente a la danza folclórica sobre si siendo un fenómeno social el canto popular permanecería idéntico a través del tiempo, o estaría sometido a un cambio constante. Se admiten cambios accidentales debidos a diversas causas, pero que no afectan a la identidad primitiva. Aunque su ritmo medieval fuera retocado por el isocronismo permanecería su modalidad antigua. Es evidente que el canto tradicional vasco es silábico. El adorno musical es siempre sobrio, aunque en casos contados se pueda percibir algún melisma, como en Leyorik leyó. Como en la danza, también en la canción popular se dan intervalos de segunda y tercera, que son más frecuentes que los de cuarta y quinta. Es frecuente que las melodías comiencen por la tónica y por la dominante, en especial las instrumentales. No faltan intervalos de sexta y de séptima, y aun de octava, sobre todo en las canciones infantiles y en la música instrumental. Los intervalos disjuntos y los mencionados de sexto y séptimo inclinan a algunos a decir que son melodías instrumentales casi todas las piezas de Iztueta. En el canto silábico el texto en euskera y el ritmo se conjuntan bien fácilmente por la isotonía de sus sílabas, como en Ake-rra ikusi degu (urak sua, suak makila, makilak akerra, akerrak artoa) Texto en euskera y ritmo musical van asimismo sentimentalmente emparejados, como "Xoriñua kaiolan, Plañu niz, Nik ba ditut bortuetan". La mayoría de las canciones son de tipo andante, y su cualidad más sobresaliente es la placidez. Se puede decir que la música vasca entra plenamente en la música occidental, celta, griega, gregoriana y europea moderna. Cree Escudero que en las melodías populares se halla una clara percepción de la unidad 7 armónica con un sentido tonal clásico. En el folclore vasco el fundamento tónico es una nota sobre la cual gravita la composición. Además, de ese fundamento tónico emanan todas las notas, lo que da unidad a la composición. No hay influjos orientales. No se observa alternancia de coro y estrofa. Tampoco se anticipa el solista al coro para su repetición, si no es en alguna canción de cuestación, como ocurre en los coros de Santa Águeda. El esquema de la canción vasca en un 60% es A-B-A. Hay casos de paralelismo. El texto es más poético en las canciones de Ultrapuertos, que participan de la sensibilidad francesa o bearnesa, mientras que entre los vascos peninsulares no se dan efusiones tan líricas, pero sí satíricas. Con todo, el lirismo es delicado al cantar la naturaleza, creando un diálogo con la luna, o con alusiones a las aves, a la abubilla que canta en el Irati, al pájaro en la jaula, a la paloma, al mar, a la niebla, al vuelo de las perdices en el monte, o a las palomas del hayedo. El tema de Txoriñua kaiolan (El pájaro en la jaula) posee matices poéticos muy delicados. Recuerda el cantor la imposibilidad de hablar con su amada, a la que está viendo en sueños, y en la tercera estrofa declara que si fuera pájaro o cuervo, entraría en la habitación como un ratonzuelo para confesarle sus penas. En otra canción un pájaro recuerda su estancia en la jaula, donde nada le faltaba y era feliz día y noche. Ahora, en cambio, cuando es libre, todo es zozobra y llora su libertad, porque fue una ilusión vana lo que le llevó a liberarse de la jaula. Se hace notar en lo lírico algo típicamente vasco: la inconexión del texto en algunas canciones. Se recuerda al comienzo, por ejemplo, el haya como árbol más hermoso, el sol, la niebla del mar, etc., y de ese recuerdo se pasa al sentimiento lírico del cantor, como si sintiera pudor al expresar directamente su íntimo sentimiento. La inconexión, sin embargo, es bastante general, como en Orrako or goian errota (Allí arriba el molino). Esta canción recuerda el molino de arriba y la ermita de arriba para acabar diciendo que los Reyes Magos vienen de prisa a Belén. Los estudiosos perciben en las regiones de Ultrapuertos el contorno primitivo de la inspiración y "melodías de trompa de caza", y como contraposición habría canciones suaves de rico caudal melódico. La Baja Navarra, tan afín a Valcarlos (Luzaide) en las danzas, estaría por sus canciones junto con Laburdi Baztán, que conservaría la aristocracia melódica de su pasado. Habría por otra parte suavidad idílica y la firmeza característica de Guipúzcoa y Vizcaya, mientras Álava participaría de los matices ya descritos en las demás regiones. Un caso de derivación hacia la ironía se encuentra en la canción Ikusi nuenean: el ojo de la amada le parece al poeta una cereza roja, el mentón le parece un erizo de castaña, la nariz le parece gajo de longaniza, la boca le parece el hueco de un calero y la oreja una hoja de berza. Se observa 8 también inclinación a corear la melodía principal con armonías de dos o más voces. Puede ser que la música vasca posea una capacidad real de armonización. El ritmo vasco es libre e isócrono (de dos o mas movimientos que se hacen en tiempos de igual duración) y el isócrono puede ser regular e irregular. Algunos cantos libres se parecen al canto gregoriano. Dos ejemplos entre otros de modo gregoriano son Belatsa (El milano) y Arranoak bortietan (Los buitres en las montañas). Hay bastantes ejemplos de medidas de 5/8, 7/8 y 9/8. El compás de zortziko 5/8 fue ya empleado a finales del s. XVIII. por músicos vascos. No es un compás exclusivo o predominantemente vasco. De 1001 canciones de Azkue solamente 55 están medidas en ese compas. Y si se añaden las recogidas por Donosita pueden alcanzar las 60. Su origen podría ser un torculus y podatus, o un compas compuesto de 3/8 y 2/8, de ritmo dáctilo y troqueo. Se empleo mucho en la danza y posee énfasis y vigor impregnado por el puntillo, tanto en el ritmo de los pies como en la expresión del canto. Del mismo modo que la jota, el vals y la mazurka se distinguen por el ritmo, así el compás de zortziko 5/8 vasco se caracteriza por el ritmo afirmativo de la pulsación de los pies sobre el pavimento y de su acento vocal. 3. Canciones de baile y danza. La danza vasca es varia. Lo es por las cadenas y círculos de sus dantzaris, que se mueven y ocupan los cuatro lados del escenario. También es vario el conjunto de sus melodías por las denominaciones de sus participantes, por el ceremonial reglamentado de la plaza y de las romerías, por la tradición diversa según los tiempos señalados y por la riqueza de su expresión. Por todo ello, resulta necesaria una explicación detallada de todos esos fenómenos para entender adecuadamente su función en la sociedad vasca. Simplemente enumerar las principales dantzak del país vasco: Atzestu, aurrez aurre, aurresku (de anteiglesia y del Barte),azeri dantza, azkendari, biribilketa, bizkai dantza, bolant yantzak, bordon dantza, brokel dantza, cachimorro, chulalai, edate dantza, dantza de la entradilla, esku aldatzeko soinua, esku dantza galayena, esku dantza neskatxena,neska dantza, gazte dantzak... 3.1 Canciones de laboreo. No son frecuentes las canciones de trabajo directamente alusivas a la tarea realizada o entonadas durante su ejecución, pero menudean, en cambio, 9 las que encierran insinuaciones a veces jocosas al trabajo. Quizás el oficio más frecuentemente mencionado sea el de pastor, con reminiscencia amorosa o con puntadas humorísticas destinadas al trabajo mal ejecutado, a su dureza o a la libertad. Ilustran lo dicho canciones como Belhaudiko bortian, Etxera etorria o Abenduaren lauean. Entre las más bellas se encuentra Argi azkoman Jinik: la muchacha, obligada por sus padres, se despide del más guapo pastor (agote). No está ausente del folclore el muy frecuentado oficio de molinero; la canción Errata barriko Ermmaldo, libre en ritmo y de cierta audacia interválica, recuerda el trabajo de picar la piedra molinera; en Zazpi ehiera baditut los molinos son el señuelo que ha de seducir a los celosos padres de la novia bien guardada. Las ferrerias (burdinolak) de honda tradición en el pais vasco han dejado su huella en el cancionero. El padre Donosita conserva una melodía sin palabras que tarareaban los olagizonak, al relevo de media noche. Los ferrones tuvieron su parte en los origenes de las toberas(toberak) Los herreros son recordados por su buen beber en Otzandioko erementaria, o por su buen hacer. El de Ituren dejó dudosa memoria por su arte fundiendo estatuas para esquilas, y el de Bardabio se ganó la oportunidad de cantar en la cárcel, por su destreza para falsificar moneda. Costero el país en gran medida, las canciones lo recuerdan. En algunos puertos, las descarnaduras de pescado alivian su trabajo con un elemental bordón. En Fuenterrabía cantaban los remeros Burdutzali xar, por su carácter rítmico, pues la letra no concierne al menester; más directamente alentadora es la canción Ale, Arraunean, en la que alternan un animador y el grupo de remeros, combinando dos frases con un diseño musical apto al propósito perseguido 10 Aparte de alguna cauciónenla en que se alude al precio del pescado (Katalin txiki), las más notables evocan acontecimientos: Sekula santón lamenta el naufragio de un barco que se hace a la mar en San Juan de Luz, Luis Gaiztoak ensalza la mano del arponero de ballenas, Ondarutar oriek celebra una regata de ondarroeses y lequeitianos, y en Aldatorrean nengoanean, casi un recitado, dialogan suegra y nuera sobre el pesquero naufragado y el destino del hijo que lleva la segunda en sus entrañas. Las hilanderas cantan más su amor que su quehacer: "Iruten ari nuzu/kiloa gerrian" (estoy hilando/a rueca a la cintura). A ellas se refieren canciones festivas como Astea luze o Enea andrea, que las motejan de ser mejores bebiendo que hilando. Hay coincidencia en la onomatopeya usada en esta canción y en el cuento de las lamias que penetran por la chimenea, para designar la acción de hilar. En la canción Oi, Pello, Pello, mientras la mujer insiste, pidiendo permiso al marido para acostarse, éste contesta invariablemente señalando un nuevo trabajo a realizar "luego, luego irás" hasta que amanece: "Irun zan, astalka/an, arilkazan, zuritu, izazki, pikatu, yosi" (hilar, enmadejar, devanar, blanquear, tejer, cortar y coser); tanto las formas verbales como la música diferencian las palabras de la mujer y las del marido. Las agramadoras de lino (garbaricna, garbaris) cantaban una curiosa avemaria, intercalando referencias al hilo mal trabajado; cuando el canto del gallo las sorprendía todavía en su labor, entonaban "argi ollarrak yo due; eguna sentitu due" (los gallos la luz han cantado, han sentido el día). La fabricación de la sidra, muy generalizada antaño, generó cantares de los que sólo vestigios han llegado, como el rítmico Alakiketa, que anuncia el final de su elaboración, o los ingenuos "tolara-kantak", "enien, kanien", "enuen banuen'\ El corte del helécho y la recogida del grano han propiciado oportunidades a la musa popular. Durante el penoso guadañar de helécho se cantaba con una elemental melodía insistentemente repetida (pentacordo): "Salla egin, egin, egin/au egin eta bestera" (Cortando este trozo/vamos a otro). El desgrane del maíz reúne en el sabai (granero) grupos sobre todo de mujeres, que distraen su fatiga y su tiempo cantando; de estos "artozuitek" procede el nobilísimo Lañe gorrión, el muy repetido y variado Bentara nua y el Matxakarran beltza, en los que la letra gira en torno a los supuestos amores de las asistentes. 11 El feliz remate de la hornada de cal se festeja con la cena y la humorada "Jaz il zitzaitan senarra/aspaldi egin beharra" (El año pasado se murió el marido; tiempo ha que debía haberlo hecho). Otros muchos oficios cruzan el cancionero con más o menos fortuna; el albéitar que trae esperanza "Barberak esperantza" o alivia los desmanes de Baco, el arriero que enamora con sus versos "Alageratzen", el cestero, el labrador Oi laboran e incluso algún paragüero. Si no agota el tema lo expuesto, quede al menos como muestra de lo que el padre Donostia dijo alguna vez: "El vasco tiene canciones propias para sus distintos trabajos". 3.2. Canciones infantiles, sonsonetes y recitados. Es posible distribuir estos cantos en romances de animales, de juegos de corro, de sucesos diarios y recitativos. Agur, agur; otsoko es un diálogo entre Astoko y Otsoko, un asnillo y un lobezno, en escala La menor con sexto y séptimo grados ascendentes. El esquema sería A-B-A-B, y se reparte de cuatro en cuatro compases, correspondiendo ocho al borrico y otros ocho al lobezno. Astoko y Otsoko, son diminutivos, comunes en los cuentos infantiles. Es el asnillo el que rompe el diálogo. El saludo es cauto, como se observa en las notas Sol y Fa sostenidos, terceras mayor y menor. Si el asnillo le ofrece vino blanco para beber (edateko), que se pone de relieve en la nota Re, el lobezno le recuerda, como contraste, la cena "afaritako" de la cabeza y orejas en la misma nota. En una variante de esta pieza el asnillo le recomienda "zikiros", carneros tiernos, de un rebaño sin pastor y sin perro que pace más arriba. Pero el lobezno tiene una espina clavada en el pie, que le impide brincar. El asnillo con permiso del lobezno entra en una ermita a oír misa. El lobezno espera en vano la salida del borrico, que huye y burla al lobezno. Cuando está libre de los colmillos del lobo, le llama viejo, taimado y mal educado. En otra variante el lobezno le llama "mukizu" (mocoso), y jura que no se le escapará otra vez. En otra variante habla sólo el asnillo en Sol menor. En otra, en cambio, es el lobezno el primero en saludar zalamero y amistoso. En general, un Re natural en 12 giro ascendente o descendente muestra la psicología de distinto signo del asnillo y del lobezno. Akerra ikusi degu. Canción de esquema A-B, con la frase A compuesta de dos miembros con cadencia modal a la dominante de sabor arcaico. Sigue otra fiase de un compás, en el que se enumeran diez elementos. La frase gravita principalmente con un consecuente ascendente de Si mayor. Podría decirse que sigue una coda de cinco compases en forma de un tetracordo con Re sostenido, obteniéndose así una cadena modal de la misma significación cadencial que en la primera frase, dándole así un valor más antiguo. La enumeración, que se hace cada vez más larga y rápida, consta casi exclusivamente de vocablos de tres sílabas. Los vocablos de dos sílabas ("ura", agua, y "sua", fuego) se pronuncian con un zumbido especial: "idiak u-u-ra, u-u-rak su-u-a'\ Bein yoan nintz.an. Canción mixta sin el grado sexto (Do). Melodía que recuerda en tono menor la ida gozosa al mercado. Pródosis en dos compases, apódosis en otros dos, y en perfecta simetría en otros dos se oye la onomatopeya del perro, del pájaro y otras. A la vuelta del mercado se acaba llorando, porque el pájaro huye al bosque. La cadencia es muy curiosa, abarcando una séptima menor, dividida en tres terceras descendentes. Este diseño está implícito en el primer miembro de la frase. Bart non ote nintzen ni. Esta canción sin los grados sexto y séptimo conjuga casi constantemente con el grado de quinta justa ascendente, que corresponde a tónica y dominante y viceversa. Es una narración que cuenta la ida a un mercado. Es una misma tonada de pregunta y respuesta, repetida tres veces. En el mercado compra un tambor que suena "tontonton", un silbato que hace "frifrifri” etc. Al fin se enumeran todos los enseres comprados. Txintxin txirikitin es un cuento cantado de esquema A-B-A. Lasegunda parte trata de la siembra del 13 trigo, que recoge un celemín, el mizmiz del gato, al que arroja una piedra y hiere la frente de una vieja, etc. La parte B al final diseña los saltos de octava, moderados por la cuarta y quinta intermedias. Atxia motxia. Después de una interválica larga conjunta, esta variante del Bein yoan nintzan acaba en dos saltos de octava. Es un miembro compuesto de dos compases con fuerte gravitación en la dominante Si; concluye de forma afirmativa dando la tónica en los últimos cuatro compases en un giro de octava. Andró Santa Lucia. Canción sonsonete propia de grupo, sin los grados cuarto y sexto. Va de dos en dos compases. Luego en tres compases viene la pregunta y respuesta "¿quién ha bebido el agua1?, ¿cuántas veces? Tres veces. Se eleva la voz en la nota Si, tercera mayor, con la pregunta final, y desciende a su tónica. Umengotxu orí. En esta canción bailable se cantan las cualidades de los cinco dedos de la mano al mismo tiempo que se baila. La variante presenta un salto de octava, que no es tan raro en las canciones infantiles. La cadencia tiene una flexión de séptimo grado ascendente coloreada con el séptimo descendente. Es frecuente en la canción infantil que el giro completo de octava o séptima descienda en interválica conjunta, como en mox, mox, katuko (Mox, mox, gatito), en Lindan eder aitzurra (Hermosa es la azada en el campo) y en Yoan nintzan (Me fui). Andra Santa Luzia. Sonsonete con texto sin sentido. En los seis primeros compases la nota Si y su giro de tercera proporciona carácter infantil al canto, limitado por una sexta menor descendente. En los compases quinto y sexto mantiene la elevación de la voz un tiempo para que el correspondiente del corro se prepare para "girar al otro lado" en los 14 dos últimos compases. Sonsonetes similares son Euria dala mcnditik (Del monte viene la lluvia) y Oían olanetan, zozua kantctan (Oían Olanetan, canta el tordo) y parecidos son otros sonsonetes y exclamaciones que se evocan ante las hogueras de San Juan ("Artoa ta gana, gorde! gorde! Lapú-rak eta sorgiñak ere, ere!! Gora San Juan, Gora!"). Maña daga negarrez,. Es notable esta canción sin el grado cuarto o subdominante por sus cuatro giros de octava repetidos, que la hacen de carácter muy infantil. Urlia dogo negare z ("Fulano está llorando") presenta también cuatro saltos de octava. An guian. Sonsonete que podría estar en Re mayor, pero estableciendo una tonalidad melódica de cuatro notas sobre la que gravita la canción. En el compás quinto descansa el sonsonete y se preparan los cuatro últimos compases. Gure aita. Esta canción con el acento tónico en 4wAi-ta" en la parte fuerte del compás tiene carácter infantil. De la falta de un acento tónico euskérico el verbo "gan da" corresponde con su acento a la palabra del comienzo. Comienzo y final se corresponden: Ai-ta y gan da (ha ido). Convéngase en que la canción se interprete en 6/8 y el acento recaiga en Ai-ta (padre), le sigue el acento en "gan da". En castellano sería imposible decir "nuestro padre". La primera interpretación vuelve infantil la canción, la segunda la haría más enfática y menos infantil. Lo notable de esta canción reside en que en lugar de un salto de cuarta La-Re, de dominante a tónica, de la quinta salta a la sensible. Quizá sea porque el carácter infantil prevalece tal como está. Recitativos. Estos recitativos, tan largos como perfectamente recordados, se oyen de labios de personas mayores. Se pierden porque ya no se transmiten de padres a hijos. Un ejemplo de estos relatos puede ser el de Martintxo, el herrero, que pactó con el diablo. Una de las condiciones del pacto fue que a cada cifra aritmética añadiera Martintxo un 15 dogma religioso. El diablo cuenta: "Martintxo, esaik bat" (Martinico, di uno), Martintxo le responde: "Gure Ja na dok bat" (Nuestro Señor es uno). Así al llegar al trece, exigido por el diablo, Martintxo responde: "Ez dok amairu" (No hay trece). El diablo: "Ba dok amairu" (Sí hay trece). Antes de caer bajo el poder del diablo, Martintxo en un cuarteto poético entrega su alma a la Virgen. 3.3. Cantos religiosos. Sabido es que la música popular intervino tardíamente en el culto católico, si bien participó ampliamente en las diversas manifestaciones de la piedad popular: procesiones, romerías, auroras, rosarios y otras, e incluso informó la vida familiar y social más o menos profundamente. Acertadamente unas veces, y con peor gusto otras, la melodía popular tomó cuerpo en la iglesia. No es muy abundante la canción destinada al culto en el cancionero vasco, pero sí lo es la canción religiosa. Su texto, en general, es muy apropiado y válido al fin a que se dirige; rehuye la abstracción y el discurso teológico y tiende a lo concreto. Sea por el genio del idioma o porque tal vez estas canciones fueron escritas por gente del pueblo o por eclesiásticos pas-toralistas, atentos a no alejarse del lenguaje popular en aras de la eficacia, lo cierto es que en sus estrofas emplean expresiones incisivas. Su exposición es sencilla, afirmativa, quiere conmover o adoctrinar, y sus giros y frases no encierran complicaciones gramaticales. Son líneas versan sobre la enseñanza de verdades fundamentales y otras, la mayoría, son devocionales, parentéticas o exhortativas, destacando por su número las marianas, como Agur María, Ama Birjina. Peka-tariok Ama (Hombre, ¿dónde tienes el juicio? ¿Ignoras que tu vida no es sino un poco de humo? Repudia de corazón al mundo, sin pérdida de tiempo; la muerte tienes próxima, en tu busca viene). En la música se ve la influencia del gregoriano, llegando en ocasiones a ser clara imitación del mismo; elocuentes ejemplos son, entre otros, Nere Kristau maiteak, graciosa popularización de la prosa gregoriana O filii etfiliae, que se cantaba en pueblos de Baztán al canto del gallo del día de Pascua, Agur Itziarko, adaptación de las estrofas del Ave Maris Ste-lla, y rZato Izpiritua, que sigue la línea de la secuencia de Pentecostés Veni, Sánete Spiritus casi literalmente; el ritmo se hace ternario, tal vez porque se adivina latente, o porque el pueblo gusta de apoyar los acentos. La cadencia es al modo gregoriano, sin alterar el séptimo grado, a pesar de la tendencia a hacerlo infiltrada en el s. XIX. 16 Si estos ejemplos abonan la persistencia del gregoriano en la música popular vasca, otros aseguran de su impregnación hasta el punto de que pudiera afirmarse, sin excesiva exageración, que constituye la base de las melodías de este grupo. Ahora bien, la facultad del pueblo para transformar lo que a sus oídos llega es venero inagotable de inspiración, por lo que las fórmulas gregorianas suelen sufrir curiosas metamorfosis, que suscitan la coexistencia de dos melodías, una pura y otra deformada, en modo gregoriano una (intervalo de tono y medio en la tercera) y en tono mayor neto y definido (Nere Kristau) o con cadencia modal y tonal como Esnatu adi otra. Se ha ensanchado el modo gregoriano sin desbaratarlo. Otra característica que asemeja ambas músicas es la ausencia de estribillo: el pueblo canta toda la estrofa, sin solista. En la mayor parte de las canciones populares religiosas vascas que conservan un regusto antiguo, la modulación final es descendente, con ligeras variantes, como puede apreciarse en Azkue. No todas las melodías respiran el mismo ambiente: algunas parecen datar del s. XVIII o de después, teniendo claro origen francés, y cierto sabor ajeno a la música eclesiástica, pero aun así conservan dignidad suficiente como para merecer un puesto en el repertorio popular. Para concluir este apartado debe reseñarse la existencia de algunos poemitas elementales en que la fantasía, aliada con la exposición de verdades, a veces en mixtura un tanto confusa, da vado a la inspiración del alma popular. Zeren billa zabiltza, Andre Madalena o Gurutze santuaren con sus 21 estrofas pueden servir de referencia 3.4. Canciones de cuna. El cancionero vasco, si no exuberante, es notablemente rico en ejemplares de este género, englobando en él tanto las canciones específicamente alusivas al sueño, como las entonadas para distraer al bebé mientras aquél le rinde. No son las más difundidas, pero sí las más intimistas y menos contaminadas: su transmisión, madre-hijo, lo condiciona. En cuanto al texto se observa, quizá con mayor frecuencia que en otros acervos de música popular, que se desliga aparentemente del propósito, recurriendo a enumeraciones más o menos festivas ("bolón bat eta bolón bi'\ un juguete, dos juguetes), promesas de golosinas, o espontáneas anotaciones y pinceladas del entorno, con aposiciones, a veces, un tanto sorprendentes (Niño duerme, duerme, duerme; te daré dos dulces; 17 uno ahora, otro después. Sí, sí, sí... no, no... Al contemplar tus ojillos, me parecieron estrellas del cielo). En ocasiones, la madre prescinde de texto definido para musitar repetidamente apelativos cariñosos como "uauatxoa", "txikirritin" o "kuttuna" mientras recrea una caricia con la melodía. La concisión verbal de esta poesía, directa, no discursiva, procede franqueando de un salto lo que en lógica debiera hacerse paso a paso; sus versos son ráfagas que responden a un estado de ánimo más que a un raciocinio. Sonidos imitativos u onomatopéyicos "dringuilin, drangulun", "bilibili bonbolo sendalo", "atxia motxia perolipan", "una planeta salsamison" sirven de reclamo al sueño. La música de estas bellas canciones se adecua a la letra y a la materna diligencia. Predomina a veces una cierta monotonía de ritmo, balanceante, fundido con un diseño sencillo. Más o menos patente, este ritmo subyace a casi todas las melopeas mecedoras. Obsérvese el oportuno y eficaz giro de la nota accidental en este ingenuo arrullo. Nacidas estas cantilenas para ser semitonadas o canturreadas, sin vocería, tienen un ámbito muy restringido; muchas veces se desarrollan en una quinta, pocas veces alcanzan la octava, y excepcionalmente la sobrepasan, en consonancia con la opinión, quizás un poco hiperbólica, del especialista Tiersot, para quien la canción de cuna "es el triunfo de la fórmula melódica de tres o cuatro notas, que se mueven por grados conjuntos y giran sobre sí mismas. Considerable número de estos desahogos cantados constan de dos breves episodios unidos entre sí, sometidos a ritmo binario o fácilmente reducibles al mismo; no menudea el 6/8 que, a priori, podía presumirse reiterativo, en un cancionero en que esta medida es usual. Predomina el tono mayor sobre el menor, si bien se acude con frecuencia a la tonalidad oscilante o afín a modos gregorianos, que suele afianzarse con la modulación final arqueada o descendente, pese a que en el transcurso se haya sostenido algún intervalo vacilante. Junto a desarrollos elementales y sencillos, se encuentran otros más elaborados y de vuelo más libre, netamente definidos en tono y medida, de sabor menos arcaico, pero muy bellos, como Atxia motxia, Bonholontena, Uauatxoa y Urundiko uso, entre otros. 18 3.5. Canciones báquicas y festivas. Género muy cultivado en el país, que da pie a brotes de humor, a veces un poco elemental o distorsionado. No deben buscarse sutiles divagaciones poéticas ni lirismos de alto vuelo en sus letras; los versos, en ocasiones difícilmente mensurables, se aderezan con el lenguaje más asequible y familiar; el vino suele ser el inmediato pretexto para dar rienda suelta a la musa popular: unas veces, se proclaman sus excelencias con vocalizaciones seriadas que apoyan ingenuas estrofitas ("A, a, a. Ardo gorri Naparra, elikatua onada"; el vino tinto de Navarra, es buen alimento); otras, se auto-describe el bebedor en trance, como en Goizian on, modelo en su género; tampoco faltan alusiones a la salud confiada al vino, no al médico o sus medicinas, chascarrillos de las relaciones hombre-mujer, o a las viejecitas que gustan del calorcillo anejo al zumo de la uva, temas que proporcionan venero casi irrestañable a estos vates. No faltan versos reclamando sabroso riego para sus honras y un puesto junto a la espita de un barril para el reposo final. "Bueno a la mañana/bueno por la tarde/siempre es bueno el vino./Vas hacia casa y no puedes seguir./Caer y quedar allí tumbado /levantarte y caer allí tumbado". A esta sección del cancionero se adscriben melodías y letras entonadas a diario en las más diversas circunstancias, como Atzo. atzo, atzo, Gabiltzan kalez kale o Atzo zarra, repetidamente armonizadas para improvisados coros. Es frecuente el fenómeno que Azkue llamaba "transmigración": melodías usurpadas para dispares letras y viceversa, letras pegadas a diferentes melodías, e incluso mosaicos montados con reminiscencias fragmentarias dispersas, como en Solonek esaten du. Aunque la mayoría son breves, una frase de dos episodios, con o sin repetición, hay también algunos ejemplos de canciones más desarrolladas como Urin zoragarri. Son muy escasas las canciones registradas en este apartado en tono menor, y más las que rezuman sabor arcaico, apenas media docena; en alguna se aprecia el modo gregoriano, como en Ezkondu nintzanean, cuy* letra más tiene de lamentación que de orgía, y cuya música rememora más o menos veladamente músicas ajenas. Le mayoría suena en tono mayor decidido, incluso insistente casi monótono, y no parece provenir de remota tradición; "Andemos de calle en calle en buen humor./Txomín, toca la trompeta./ Patxi ¿dónde está la bacineta?/Si no hay bebidas, tráela llena". Melódicamente no es el sector más original del cancionero vasco: se prodigan las referencias, transformaciones y deformaciones, más o menos patentes, de la canción infantil o de cuna, romance o del noël francés. El inicio suele ser con gran asiduidad, con intervalo de cuarta o en la tónica directamente, y muy pocas lo hacen en la tercera o en h quinta superior. Los tempi asignados por los folcloristas a la mayoría de estas canciones las convierten en 19 especialmente aptas para callejear al son del txistu o festejar la sobremesa las medidas de 6/8, rápido, y 2/4 (predominantes sobre todas) avivan eficazmente la jovialidad de las pequeñas progresiones; su tesitura, más bien corta, tolera cuerdas vocales poco templadas. En capítulo aparte considera Azkue una serie de ochenta números que él denomina Canciones festivas, cualidad común a todas es su incidencia en rasgos de humor, sátira c picardía. En este país pegado a la bruma y a la neblina, e donaire y la gracia irrumpen durante las reuniones familiares o de trabajo común, en el caserío y en la plaza, en e bodegón y en la calle. Los diversos estamentos de la población y las variadas situaciones pueden ser objeto de burla: e albéitar, el cura, la soltera, la viuda, los novios, la dote, y cor desmedida frecuencia, las viejecitas, asidas al jarrillo c soñando en casarse: "Mi padre me dotó un día ¡oh qué dote!, / una cerda con sus crías, una clueca / con sus pollos.. ¡Ya veis qué dote!" Campea en este sector el compás de 6/8 (más de la mitad de los números en Azkue), seguido por el 2/4; apenas hay otras medidas. Los tiempos, aun dominando los vivos, admiten más amplio abanico de lecturas que en las báquicas. Mas de la mitad de las melodías están concebidas en tono mayor pero hay considerable cantidad de tonos menores y modales algunos muy bellos. 20 EL CANTO POPULAR EN CATALUÑA Cronológicamente, puede distribuirse el estudio del folclore musical en Cataluña en tres etapas características. La etapa inicial tiene sus orígenes en las primeras recopilaciones del s. XIX y está marcada por los intereses filológicos y literarios. La segunda etapa, situada entre los comienzos del s. XX y la guerra civil española de 1936-39, se distingue por el protagonismo que los estudios musicológicos empiezan a ejercer en la investigación. La tercera y última etapa, que puede fecharse desde la fundación del Instituto Español de Musicología por H. Anglés, se caracteriza por la importancia cada vez mayor que se da a los paradigmas de investigación antropológico-culturales en el estudio del fenómeno musical. José de Vega i de Sentmenat (1754-1831) y Pau Piferrer (1818-48) pueden ser considerados precursores en los estudios folclórico-musicales por el interés que ya a principios de s. XIX demostraron por las canciones tradicionales procedentes del ámbito rural catalán. El estudio del folclore musical de la primera etapa debe ser situado dentro del cuadro ideológico de la Renaixenca, movimiento intelectual que tenía como principal objetivo la revitalización de la lengua y cultura del país. Los trabajos de la segunda mitad del s. XIX, claramente enfocados hacia el estudio de la cancionística, vienen marcados por las actividades recopiladoras e investigadoras de M. Milá i Fontanals y Marian Aguiló. M. Milá i Fontanals, dentro de la línea del romanticismo historicista fue el primero en aplicar el rigor científico en el estudio de la poesía tradicional. Sus principales trabajos en este campo son las Observaciones sobre la poesía popular y El romacerillo catalán, esta última obra con la trascripción musical 46 canciones. Marian Aguiló, mallorquín afincado en Barcelona recogió una ingente cantidad de textos de canciones tradicionales de las que sólo una ínfima parte fueron publicadas en su Romancero popular de la terra catalana en 1893, permaneciendo el resto de su material conservado en diversas colecciones y archivos del país. Dentro de los recopiladores de esta misma etapa debe mencionarse asimismo a Bertrán y Bros y, sobre todo, a F. P. Briz, quien publicó un buen número de canciones tradicionales con la trascripción musical de una gran parte de ellas. No obstante, por lo que a este último folclorista respecta, debe tenerse en cuenta que en sus trabajos, de corte romántico, las canciones eran a menudo retocadas por razones estéticas e ideológicas, y armonizadas para facilitar su difusión. 21 Si la primera etapa de los estudios folclórico-musicales venía marcada por la Renaixenca romántica, la segunda etapa, coincide ya con el noucentisme y su plasmación positivista en el ámbito de la investigación. F. Pedrell, compositor y musicólogo, constituye la figura clave de este período. Como teórico ejerció una gran influencia entre sus coetáneos y sobre posteriores generaciones de estudiosos del folclore musical. Los trabajos etnomusicológicos en Cataluña se articularon en el primer tercio de s. XX a través de la labor recopiladora del Arxiu d'Etnografía i Folklore de Catalunya fundado por Carreras i Artau en 1915 y sobre todo a través de la Obra del CanÇoner Popular de Catalunya (1921-36), ambiciosa empresa de investigación financiada por la Fundación Concepció Rabeli i Cibils y llevada a cabo bajo la dirección del Orfeó Cátala. En la Obra del CanÇoner Popular de Catalunya, cuyos objetivos eran la recopilación, estudio y difusión de la música tradicional del ámbito catalano-hablante, participaron los principales especialistas del país, como Higini Anglés, Francesc Pujol, Francesc Baldelló, Baltasar Samper y José Barbera, entre otros, así como el multifacético folclorista Joan Amades. Como punto final de esta etapa debe citarse la celebración del III Congreso de la Sociedad Internacional de Musicología en Barcelona (1936) con una concurrida sección de folclore en la que los colaboradores de la Obra del Cancionero Popular tuvieron un papel destacado. La fundación por H. Anglés del Instituto Español de Musicología, poco después de finalizar la guerra civil, señala los inicios de la tercera etapa de la etnomusicología en Cataluña. Aunque este centro de investigación fue concebido como órgano de proyección estatal, la sección de folclore creó su propia infraestructura orientándose principalmente en la experiencia conseguida por la Obra del CanÇoner Popular de Catalunya, y de ella procedían también muchos de los primeros colaboradores de esta sección de folklore del instituto (por ejemplo, J. Tomás y F. Baldelló, además del mismo H. Anglés). Entre los diferentes especialistas de la tercera etapa de la etnomusicología catalana merece destacarse la figura de José Crivillé, durante varios años ligado asimismo al Instituto Español de Musicología, por sus trabajos de recopilación, investigación y docencia. Aunque en esta etapa los principales investigadores del folclore musical siguen rigiéndose fundamentalmente por criterios musicológicos, se tiende a enriquecer u orientar el trabajo de investigación de manera progresiva hacia parámetros antropológico-culturales. La labor de Joan 22 Amades como folclorista y la de José Romeu como investigador de la literatura popular han tenido una singular importancia para la etnomusicología catalana. 1 características generales La música tradicional catalana se halla íntimamente relacionada con la que puede observarse en tierras francesas, italianas y españolas. El carácter de tierra de paso hace que se hallen numerosas influencias de los países vecinos, hecho que, por ejemplo, se manifiesta con toda claridad en los textos cancionísticos, en los que abundan tanto los castellanismos como los galicismos. Dentro del ámbito geográfico catalán se pueden delimitar dos zonas vagamente diferenciadas desde el punto de vista etno-musicológico que de manera aproximada coinciden con los límites de la Cataluña Vieja y la Cataluña Nueva. Si en la primera de estas zonas resulta más patente la estrecha relación cultural con el mundo francoprovenzal, en muchas comarcas de la Cataluña Nueva se han conservado algunos patrones musicales claramente meridionales provenientes del legado cultural propio de la población anterior a la reconquista. En la música tradicional catalana el ritmo mensurado, basado en células rítmicas binarias y ternarias, es lo más habitual. El ritmo libre constituye más bien la excepción y se limita generalmente a canciones de laboreo y a alguna canción de cuna, propias sobre todo de la Cataluña Nueva. La canción catalana conoce el ritmo sincopado y, aunque de manera más bien excepcional, practica igualmente los ritmos aksak. Las frases musicales muestran muy a menudo una organización cuadrada. Aunque en la música tradicional catalana la métrica regular es lo que predomina, no son en absoluto raros los casos de heterometría con cambios frecuentes de compás dentro de una misma canción. Un fenómeno típico de algunas danzas como, por ejemplo, el contrapás y la sardana, es la interpolación de compases ternarios entre los binarios sin alterar la duración métrica. Ej. 1. La música tradicional catalana se caracteriza por una cierta austeridad de sus líneas melódicas, con claro predominio de los inicios anacrúsicos y las cadencias de tipo femenino. En ella resulta notoria la influencia del canto gregoriano, ya que son muchas las canciones que poseen determinados diseños melódicos que con toda seguridad provienen de melodías gregorianas. En la canción popular catalana aparece con mucha más frecuencia la parataxis, o 23 yuxtaposición de motivos, que el desarrollo melódico de ellos (Róvenstrunck, 1979). El canto es fundamentalmente silábico. El estilo melismático se encuentra principalmente en algunas canciones campesinas de laboreo en comarcas tarraconenses y leridanas. Ej. 2 Desde el punto de vista tonal, el modo mayor tiene un predominio claro en la música popular catalana, seguido por las creaciones musicales en modo menor y las que presentan ambos modos alternados, en ocasiones incluso dentro de un breve tema; hay canciones en el modo de Mi, tan extendido en la Península, y de manera más excepcional otras escalas modales. En algunas canciones de trilla meridionales se encuentra presente la gama modal basada en un tetracordo descendente constituido por una segunda menor, una segunda aumentada y otra menor, de claro sabor arcaico, correspondiéndose formalmente al sistema de organización melódica del Maqam Hijaz (Crivillé, 1977). En el cancionero infantil son frecuentes las escalas no heptáfonas de dos, tres y cuatro tonos. El cromatismo pasajero no es en absoluto inhabitual en la música tradicional catalana; el de tipo orgánico, de una profusión mucho menor, se encuentra principalmente en las canciones de laboreo de Tarragona y Lleida, así como en alguna canción de cuna. En cuanto a la interpretación, la canción tradicional catalana se acostumbra a ejecutar monódicamente; las excepciones, principalmente a base de dúos de terceras, proceden sobre todo del ámbito de la música religiosa. El canto dialogado y el cantar a desafío constituyen modalidades interpretativas bien conocidas. Ej. 3 Desde el punto de vista literario, el cancionero catalán se caracteriza formalmente por la preponderancia del oxitonis-mo en las rimas, y en cuanto al contenido, por el predominio de los temas de tipo lírico y la carencia de canciones de gesta ,'j y épicas. Escasas son asimismo las canciones de tema histórico. Parece ser que las canciones de tipo narrativo-legenda" rio y de carácter semiépico no son autóctonas. En la canción popular catalana pueden distinguirse dos tipos básicos de canciones: las denominadas 24 corrandes, canciones cortas, y las canciones extensas con estribillo o sin él. Las corrandes, a las que según la comarca también se les aplican otros nombres (follies, canÇonetes, corrantes, copies), tienen muy a menudo la apariencia de ser el resultado de una improvisación. Una gran mayoría de ellas constan de cuatro versos octosílabos con rimas a-b-b-a, a-b-a-b o a-b-c-b, y desarrollan un tema breve. También las encontramos con cinco versos o más y de metro pentasílabo. Se trata de un modelo literario muy propio de las canciones de cuna, petitorias, de ronda, de laboreo y que también se aplicaba con mucha frecuencia al baile, de manera que en algunas zonas de Cataluña, los términos corranda o su sinónimo follia servían para designar tanto la canción como al baile que se ejecutaba con ella; en estos casos, las canciones constituían muy a menudo la adaptación vocal de una melodía instrumental. Las canciones extensas, grupo al que pertenecen los romances,por ejemplo, poseen argumentos temáticos a menudo importados y generalmente, al margen de algunas religiosas, no se les adscribe ninguna función estricta. 2 géneros vocales. 1. Canciones del ciclo vital y del calendario. Dentro de las canciones de cuna catalanas puede distinguirse entre las non-nons, en las que el texto, con gran uso de onomatopeyas, prácticamente sólo hace apoyo a una corta y sencilla melodía, y las canÇons de bressol que poseen un texto, a menudo de contenido hagiográfico, y una melodía mucho más elaborados. En los textos de las canciones de cuna catalanas abunda la forma reiterativa basada en monosílabos regidos por la ene (non-non típico de las canciones de cuna de las lenguas romanicas mediterráneas .Ej.4 Las canciones propiamente infantiles, es decir, aquellas que son entonadas por los mismos niños, se caracterizan por poseer rasgos arcaizantes; son de ámbito reducido y con a frecuencia están basadas en escalas bitonales, tritonales y tetratonales. Los ictus finales, en contra de lo dicho para la canción catalana en general, acostumbran a ser de tipo conclusivo o masculino. Se trata de canciones-juego, eliminativas, mimologismos y otras formas, cuyos textos, siempre muy breves, han perdido muy a menudo su sentido original para llegar desfigurados y carentes de sentido. 25 Las canciones de ronda, en un principio extendidas por Cataluña, se cantaban hasta fechas recientes en tierras leridanas y tarraconenses. Utilizadas sobre todo para el galanteo por parte de los jóvenes, pero también como medio para dar a conocer hechos cotidianos de la localidad, las canciones de ronda basan su forma literaria en la de las cornadas. Su forma musical se halla fuertemente influida por la jota. Los instrumentos musicales con los que se acompañaban estos cantos difieren según las comarcas; generalmente, no obstante, se utilizaban el acordeón, instrumentos de cuerda como guitarras, guitarrons (guitarrillos) o bandurrias y, por lo que concierne a la percusión rítmica, los ferrets o ferreguins (triángulo), cucharas, ossets o bandúrries d'ossos, catañuelass, panderetas y el rigo-rago. En ocasión de los festejos nupciales se cantaba a los recien casados en algunas comarcas catalanas composiciones vocales del tipo denominado rellotge de la nit de nuvis (reloj de la noche de bodas), cuyos textos eran siempre de naturaleza licenciosa. Pero entre los cantos de boda, el genero más difundido en la geografía catalana lo constituyen las canÇons de pandero (canciones de pandero); el motivo de su denominación radica en el hecho de que se ejecutan con el acompañamiento de un pandero cuadrado o alduf. Estas canciones también recibían el nombre de Uevant de taula, dado que a menudo se cantaban durante el convite nupcial. Las canciones de pandero eran interpretadas sobre todo por mujeres pertenecientes a cofradías religiosas, siendo en Cataluña la más extendida de ellas la Contraria del Roser. Las canciones se dedicaban a todos los asistentes de la celebración, a los cuales se aludía directamente en los textos, sobre todo a los novios. La letra era, pues, parcialmente improvisada, siguiendo unos moldes típicos de la tradición. La canción de pandero, isosilábica (ocho sílabas por verso), consta normalmente de una estrofa de ocho versos que puede ser ampliada hasta el número de catorce mediante la repetición de alguno de ellos. La rima aparece en los versos pares. Muy a menudo se aplicaba una misma melodía a diferentes textos. De hecho, las canciones de pandero son de tipo petitorio, ya que su ejecución servía para recoger dinero que, según las diferentes costumbres, era asignado al joven matrimonio o a la hermandad a la que pertenecían las cantoras. Las canciones de pandero eran habituales en algunas comarcas de Lleida, de Tarragona y en el Rosellón francés. A pesar de que este tipo de canciones se interpretaban sobre todo en bodas, también podían ser usuales en otros tipos de celebraciones, principalmente bautizos. En este 26 último caso, las mayoralas visitaban las casas en el momento de festejar el bautizo de un niño y dedicaban una serie de canciones a los padrinos, padres del niño e invitados en general. Ej. 5 En cuanto a las ejecuciones musicales relacionadas con la boda, se debe tener en cuenta asimismo la práctica muy común antaño en Cataluña de la esquellotada (cencerrada), mediante la cual se sancionaba negativamente la boda o emparejamiento que no cuadraba con las normas habituales de la colectividad en cuestión (matrimonio entre viudos, gran diferencia de edad entre los casados...). En estas ocasiones se trataba de ejecutar delante de la casa de los recién esposados o emparejados un concierto malsonante mediante instrumentos burdos generalmente improvisados; con ello, el ruido llega a categoría etnomusicológica, tal como sucede a menudo en el Carnaval. En las esquellotades asimismo se solían cantar coplas de carácter mordaz alusivas a la pareja criticada. Dentro del repertorio cancionístico más típicamente sujeto a los patrones del calendario se encuentran principalmente las canciones de Navidad, de Carnaval, de Cuaresma y de Semana Santa. Hacia comienzos del s. XV, o incluso posiblemente a finales del XIV, ya se hallan ejemplos del género cancionístico navideño. Se trata de un género que ha evolucionado poco, ya que en realidad sus rasgos típicos se han mantenido a lo largo de las seis últimas centurias. Desde el punto de vista musical, estas canciones son predominantemente isométricas e isorrítmicas; no se conocen ejemplos de ritmo libre. Cabe la suposición de que muchos de estos villancicos antiguamente hubieran sido bailados. La extensión y estructura métrica de los textos propios de este género, que puede considerarse semipopular debido a su origen predominantemente de tipo culto, son muy diversas. Las canciones pertenecen al tipo estrófico, y los textos se basan fundamentalmente en la Biblia y libros litúrgicos. Uno de los temas de más frecuente aparición es el de la duda de San José al tener conocimiento del estado de gravidez de María, duda que es esclarecida a través de un milagro; en estos casos se trata a menudo a San José con una cierta irreverencia. Otros temas importantes de los villancicos 27 catalanes son la visita de los pastores, uno de los más habituales en la cancionística navideña, la adoración al Niño Jesús y presentación de ofrendas, la matanza de los santos inocentes y la huida a Egipto. En relación con el repertorio cancionístico propio del ciclo navideño debe hacerse alusión asimismo al Cant de la Sibil-la a pesar de su origen culto y a pesar también de que, al margen de algunos casos excepcionales, las composiciones de este tipo no pertenezcan a la canción estrictamente tradicional de transmisión oral. Las versiones catalanas que conocemos del Cant de la Sibil-la fueron compuestas a partir del s. XIII, y hasta el s. XVI se practicó esta costumbre derivada de las representaciones del misterio de Navidad medievales en diversas catedrales del país. A diferencia de Mallorca o de la ciudad catalanohablante de l'Alguer (Cer-deña), en Cataluña la representación del Cant de la Sibilla ha perdido su continuidad, aunque se intenta recuperar esta costumbre de representar y cantar la profecía de la sibila Eritrea sobre el juicio final en algunas ciudades. Las canciones de Carnaval poseen muy a menudo un carácter grotesco y erótico, y con cierta frecuencia son también representadas. Muchas de ellas están íntimamente relacionadas con los actos lúdicos propios de esta época del año, aspecto que se puede reflejar en los mismos textos de las canciones. Dentro de este ámbito cancionístico merecen destacarse las canciones de testamento del Carnaval. Los días de Carnaval resultaban asimismo apropiados para las canciones mordaces de crítica dirigidas contra algún miembro de la colectividad, generalmente en forma de corrandes. La ejecución de este tipo de canciones, aunque no exclusivas de la época de Carnaval, se ha conservado hasta tiempos relativamente recientes en muchas comarcas catalanas. En Ribera de l'Ebre, por ejemplo, se conoce como el cantalet la tradición de censurar negativamente de esta manera comportamientos socialmente mal considerados. En el Maresme, esta costumbre recibe el nombre de visclabat, denominación claramente relacionada con los actos carnavalescos (visca l'abat). La normativa tradicional impedía que en tiempos de Cuaresma se cantasen otras canciones que no fuesen las religiosas. En esta época, pues, tanto en el tiempo de asueto como en el laboral, el repertorio cancionístico tenía que adaptarse a esta costumbre restrictiva. Entre los cantos típicos para el período de Cuaresma se encuentran textos penitenciales, religioso-narrativos y rogativos, así como los que tenían la función de anunciar el inicio de una función religiosa como, por ejemplo, el 28 tradicional rezo del rosario de la aurora. Propio de las procesiones de Semana Santa era el canto de los divinos, cuyos textos describen la Pasión de Jesucristo y que por costumbre en algunas localidades catalanas eran cantados por mendigos. La prohibición de cantar cantos profanos en Cuaresma concluía con la conmemoración de la Resurrección de Jesucristo. Para esta ocasión es tradición cantar las caramelles (en ciertas localidades también reciben el nombre de camalleres o cami-lleres). En algunas zonas se empiezan a cantar después de la misa del Sábado Santo, aunque lo más propio es hacerlo el Domingo o Lunes de Pascua. Para cantar este tipo de canciones se organizan grupos de jóvenes que van de casa en casa, ofreciendo las caramelles a cambio de comida o dinero con que generalmente se les suele obsequiar. Las canciones de caramelles son de dos tipos principalmente: las que constan de estrofas de cuatro versos, y formalmente, por tanto, deben ser consideradas corrandes, y las que pertenecen al género de los gozos, generalmente de uso exclusivo para esta ocasión; en este último caso, se cantan sobre todo los gozos de Nostra Senyora del Roser. Cuando las caramelles se componen de corrandes, muy a menudo se hace alusión en el texto a los miembros de la casa visitada. Además de estas corrandes y gozos religiosos, también son usuales en las caramelles otras canciones extensas y de tipo festivo y humorístico tales como los goigs de les botifarres, o las cobles de les minyones. Por lo que a Cataluña se refiere, la costumbre de cantar caramelles se ha conservado especialmente en la zona pirenaica. El acompañamiento instrumental más habitual para este particular tipo de canciones se basa en cornamusas, zambombas, panderetas, triángulos, flautas, violines, guitarras y almireces. La costumbre de usar el canto como acción petitoria se halla muy extendida. Además de los ejemplos ya citados de las canciones de pandero o las caramelles existían multitud de ocasiones, muchas ellas de restringido ámbito local, en las que se entonaban canciones con fines petitorios. Así, por ejemplo, en la zona pirenaica era habitual efectuar el captiri de Ninou por Año Nuevo; en Sant Lloren? de Morunys esto se hacía durante el día del Jueves Lardero. De manera más generalizada, también se pedían donativos mediante el canto en ocasión del salpás o bendición pascual de las casas con el hisopo, en Cuaresma, y por San Nicolás. Según la ocasión y la localidad, estas canciones eran entonadas por niños, jóvenes o mendigos 2. Otros géneros vocales. El romancero catalán se constituyó fundamentalmente entre los ss. XVI, XVII y XVHI. Pueden distinguirse los elementos 29 franco-provenzai, castellano y autóctono. Desde el punto de vista de la métrica de los textos, predominan las combinaciones de dos hemistiquios octosílabos, heptasflabos y hexasílabos, aunque también se hallan ejemplos en el metro típicamente catalán de 8 + 5. En los romances catalanes se observa a menudo la contraposición acentual entre la asonancia y el hemistiquio (Menéndez Pidal). Los romances de tipo histórico son muy tardíos; entre los más notorios pueden citarse La presa de Niga y La presó del rei de Franga, del s. XVI, Els Segadors, del s. XVII, y En Bac de Roda, relativo a la guerra de Cataluña contra Felipe V; de época posterior son los temas de bandoleros, de la guerra del francés y los de las guerras carlistas. La influencia del romancero castellano, constatable ya a partir del s. XV, se pone de manifiesto tanto en el léxico como en el mayor paro-xitonismo de las rimas en relación con la canción estrófica, como también en los temas tratados por las canciones. En Cataluña se han conservado algunos romances en lengua castellana que ya han desaparecido de las zonas hispanohablantes de la Península. Ej. 6. El folclore musical de tipo religioso está formado en su mayor parte por canciones extensas y ofrece un amplio espectro tipológico: cantos de novenas, procesionales, rogativos y oraciones cantadas, entre otros. Debe hacerse mención especial al género particular de los gozos debido a su hondo enraizamiento en la geografía catalana, de manera que pocas son las localidades que no poseen sus propios gozos dedicados al santo patrón o a otras advocaciones religiosas. Los gozos son himnos religiosos compuestos principalmente en honor de la Virgen María y de los santos, aunque también pueden tener otras dedicaciones (Jesucristo, Santísima Trinidad, santas reliquias, etc.). Ya en el s. XII se encuentran en la literatura medieval catalana composiciones versificadas que exaltan los gozos (gaudia) terrenales y celestiales de la Virgen María. A partir de los ss. XIV y XV se generalizó en Cataluña la costumbre de componerlos en honor a otras advocaciones, al mismo tiempo que iban 30 perdiendo su carácter culto y adoptando un cariz popular que iría en aumento en siglos posteriores. Ej. 7. Los gozos, como himnos, constan de un texto y una melodía. La forma poética del texto quedó fijada ya en el s. XV. Generalmente se componen de estrofas de ocho versos octosílabos exceptuando la primera y última estrofa, que suele tener cuatro versos. El número de estrofas es variable, aunque lo más habitual es que tengan nueve, y pocas veces sobrepasan las quince. En Cataluña, los gozos están compuestos generalmente en catalán, aunque también existen en español y en francés (Cataluña francesa). El contenido de los gozos es fundamentalmente de tipo laudatorio y rogativo. Las alabanzas a la advocación titular del himno ocupan por lo general la mayor parte del texto, y en ellas el elemento hagiográfico es muy importante. El carácter rogativo acostumbra a manifestarse en las estrofas finales de la composición en las que se formulan ruegos tanto de índole espiritual como terrenal. Un gran número de estos himnos contiene asimismo referencias de tipo local relacionadas con la población donde se cantan. La componente musical de los gozos es por regla general muy sencilla melódica y rítmicamente. La frase melódica es corta y se va repitiendo constantemente de forma por lo general monódica. El ritmo se mueve con libertad y son bastante habituales las alternancias de ritmos binarios y ternarios. Hay gozos tanto de movimiento alegre y ligero, a menudo con aire de danza, como de carácter solemne. Estos himnos son de carácter fundamentalmente silábico, recurriendo a los melismas sólo de manera incidental. La cantidad de melodías de gozos existentes es mucho menor a la de los gozos cantados, ya que gracias a la regularidad de la forma poética, una misma melodía puede ser aplicada a diferentes textos. Los autores de estos himnos, pertenecientes generalmente al ámbito de la clerecía, los componían por iniciativa propia o por encargo de las jerarquías eclesiásticas o hermandades religiosas. Los gozos, una vez han pasado a formar parte del legado cancionístico popular, se van modificando en letra y melodía según se vayan adaptando que las diferentes coordenadas de tiempo y espacio. No obstante, su capacidad para formar textos variantes es mucho menor que la de otros géneros de la música tradicional. Esto es debido a su gran fijación local muy a menudo son exclusivos para una única localidad, al hecho de que sean cantos colectivos, y especialmente también debido a la costumbre iniciada ya en el s. XVI de imprimir el texto en hojas sueltas. En las zonas rurales de Cataluña se siguen 31 cantando y componiendo gozos. Se cantan principalmente en la festividad del santo patrón a quien van dedicados, pero en algunas comarcas también se cantan en las caramelles, al final de diversos actos religiosos (santa misa, rezo del rosario, novenas, procesiones), y hasta hace pocos años se utilizaban asimismo con finalidad rogativa en períodos de necesidad. Aparte de los gozos como himnos religiosos hay otro tipo de composiciones poéticas populares formalmente idénticas a estos himnos (por lo que también reciben el nombre de gozos) pero de contenido lúdico, satírico o incluso político. Su número es muy reducido, pero gozan de gran popularidad en determinadas zonas de la geografía catalana. Además de los habituales canales de transmisión oral, debe tenerse en cuenta que en la cultura tradicional catalana la difusión de la canción por medio de folletos sueltos ha sido muy importante. Iniciada esta práctica con la estampación de gozos, la canción popular tanto de signo religioso como profano se difunde, especialmente entre los ss. XVII y XIX, a través de folletos sueltos impresos por lo general a una sola cara (literatura de fil i canya). 3. el baile y la música instrumental. Los modelos coreográficos más habituales son los bailes de pareja y los de tipo colectivo que toman como base morfológica el círculo y la hilera. Los bailes de tipo ceremonial o cerrado son más comunes en las zonas meridionales de Cataluña que en las septentrionales. Dentro de esta tipología, los balls de bastons (bailes de palos), derivados buena parte de ellos de antiguos bailes de espadas, pueden ser considerados como los de mayor difusión. A mediados de s. XV las danzas de espadas en Cataluña formaban ya parte de las representaciones y entremeses propios del Corpus. Todos los bailes de esta clase tienen en común el simulacro de lucha entre dos grupos, aunque a veces, en lugar de espadas o palos se utilizan otros utensilios como escobas (en el Pallars) o pequeños platillos de hierro (moixiganga de Lleida); estos instrumentos se golpean mutuamente y, en ocasiones, también se baten contra el suelo o contra otros complementos adicionales, tal como es el caso del ball de la post de Manlleu, en el que se baten los palos contra una tabla. La mayoría de estas danzas son saltadas. Donde han mantenido una mayor vigencia es en las fiestas patronales de diversas localidades del Penedés y del Camp de Tarragona, pero también se conocen o se habían conocido en otras muchas comarcas catalanas. En Berga, por ejemplo, los balls de 32 bastons forman parte todavía de los diversos actos de la fiesta de la Patum que se celebra en Corpus Christi. El baile de palos, en ocasiones, ha sido en Cataluña privativo de determinados gremios y cofradías. Los bailes ceremoniales en los que intervienen gigantes y representaciones zoomórficas tales como las aligues (águilas), cavallets (caballitos), la mulassa (gran muía de cartón) y el drac (dragón), son muy usuales para la festividad del Corpus y fiestas patronales en Cataluña. Las danzas de cavallets aparecen muy a menudo asociadas a las de espadas o de palos, en las cuales se representa la lucha entre turcos y cristianos, portando estos últimos caballos de cartón tal como si los cabalgasen. Mención especial merecen asimismo los balls de gitanes, conjunto coreográfico integrado por varios bailes, muy diferentes según la localidad donde se ejecuten; en el Valles, los balls de gitanes están formados por coreografías relativamente modernas y son propios de Carnaval. En el Penedés, el ball de gitanes consiste en una danza que se ejecuta alrededor de un mástil del cual penden varias cintas que son enrolladas y desenrolladas a lo largo de las diferentes evoluciones de la danza (baile de cintas). Hasta el primer cuarto del s. XX, en varias poblaciones catalanas habían sido muy populares las representaciones dialogadas y coreografiadas sobre determinados cuadros históricos, entre los que destacan los hagiográficos relativos al santo patrón de la localidad, así como el denominado ball d'en Serrallonga sobre el popular bandolero del s. XVII Joan de Serrallonga. Desde el punto de vista histórico ofrece un gran interés la danza de la muerte de origen medieval que todavía se ejecuta en Verges, pueblo del Baix Empordá. Esta danza forma parte de la representación de la Pasión que se hace el Jueves Santo en la que intervienen todos los habitantes de la localidad. La danza entra en escena después del juicio a Jesucristo. Intervienen cinco danzantes y un tamborilero vestido con traje negro y capucha. Como danza ceremonial también de signo religioso cabe destacar asimismo la denominada moixiganga, mezcla de danza y comparsa, propia sobre todo de la comarca del Penedés, en la que se simulan los pasos de la Pasión y muerte de Jesucristo. Entre los bailes de tipo abierto, el denominado ball pía, de parejas y galanteo, constituye el baile tradicional de mayor raigambre en el país, puesto que a mediados del s. XIX ya se encontraba difundido por toda Cataluña. Su coreografía, muy simple, consta de dos partes; la primera, denominada entrada, en ocasiones no se baila sino 33 que se ejecuta de manera distendida en forma de paseo. En la segunda parte, las parejas, cogidas de la mano o sueltas, ejecutan un punteo suave y reposado. Los patrones musicales se desarrollan en ritmo ternario y constan de dos temas melódicos correspondientes cada uno de ellos a las dos partes de la danza. Cuando el ball pla todavía tenía una vigencia social real, se acostumbraba a bailar en las fiestas, especialmente a la salida de los oficios religiosas, y en romerías, al son de los instrumentos habituales de cada localidad concreta (cornamusa, chirimía u otros),o también únicamente con acompañamiento vocal. Dada su gran difusión en Cataluña, según la comarca de la que se trate, el ball pla toma diversas formas y denominaciones, estas últimas relativas la mayoría de las veces a hechos circunstanciales propios de la ejecución de la danza (ballet de muntanya, ball enrobat, ball cerdá, de coques, de tortell, de pavordes, y otros), Ej. 8. Bajo la denominación de ball rodó se conocen en muchas comarcas catalanas bailes colectivos danzados en círculo, la mayoria de las veces con escasísimos elementos coreográficos, que se reducen todavía más en un tipo de danza con el mismo nombre, fundamentalmente infantil, en la que los chiquillso, al son de canciones, van siguiendo la música de manera muy libre, asidos de la mano y en círculo. En algunas localidades se han conservado hasta principios del s. j XX sencillas danzas a ball rodó alrededor de un árbol, tal como es el caso de algunos bailes relacionados con los arbres de maig (árboles de mayo), o también el denominado ball de l'arbre que se realizaba después de haber hecho la junta de l'arbre o reunión convocada en el bosque junto a un árbol corpulento para tratar asuntos de interés para la colectividad. El contrapás constituye una de las danzas catalanas de tipo colectivo más interesantes desde el punto de vista folclolórico-musical. Se le supone un origen religioso, y su denominación alude al movimiento de los pasos que se suceden en tandas que consecutivamente invierten lateralmente su sentido. El contrapás, caído en desuso ya a finales del s. XIX, se bailaba en hilera o en semicírculo. Los danzantes, muy a menudo sólo hombres, se cogían de las manos contraponiendo la dirección de los pasos pero con tendencia a avanzar hacia la izquierda, de manera que al final de la danza se hubiese dado la vuelta completa a la plaza donde se 34 ejecutaba el baile, procurando que, al terminarlo, cada persona se encontrase en el mismo sitio donde lo había comenzado; para ello era necesario que uno de los danzantes (el capdanser), a veces ayudado por otros dos (el cua y el mitjaner), dirigiese las complicadas evoluciones de la danza, cuyos movimientos se iniciaban después de una breve introducción tocada por el flabiol. La melodía del contrapás se desarrolla preferentemente en tono mayor, aunque también existen ejemplos en los que abundan las escalas modales. El compás propio de la danza es el de 6/8 con intercalaciones de ternario, configurando de esta manera lo que ha sido denominado ritmo alternante catalán (Besseler). El conjunto instrumental más habitual con el que se acompañaba la danza estaba formado por la cornamusa, la gralla, el flabiol y el tamborino (cobla deis tres quartans), pero la música era asimismo interpretada vocalmente por los danzantes mediante un texto de contenido religioso, perteneciente principalmente al tipo de los divinos, en el cual se hacía mención a la Pasión de Jesucristo. Estas composiciones poéticas son de larga extensión, por lo que la danza, cuya melodía podía exceder los 400 compases, alcanzaba una considerable duración. Parece ser que en un principio el contrapás se bailaba en la iglesia; con el tiempo, no obstante, pasó a ejecutarse en la plaza en ocasiones de tipo festivo. Dentro del contrapás pueden distinguirse diferentes variantes: las más importantes son las denominadas contrapás llarg, contrapás curt, el cerda y el porsigola, distinguiéndose entre ellas por su distinta duración y los motivos musicales. La vitalidad de esta danza, posiblemente de lejanos orígenes históricos, empezó a decaer en el s. XIX y había desaparecido ya prácticamente a principios del s. XX. El contrapás se bailaba en numerosos puntos de la Cataluña Vieja, siendo sus principales zonas de asentamiento las comarcas septentrionales de La Selva y UEmpordá. Además de la danza recién descrita, hay que tener en cuenta que el mismo término contrapás servía también para designar algunos bailes con coreografía más informal y de índole humorística y paródica (contrapás boig, botella, de Crist y otros), claramente derivados de la danza severa y grave de la cual tomaron su nombre. A veces, estos seudo-contrapases se ejecutaban durante el Carnaval, como es el caso del contrapás de la bruixa, en el que se formaba una larga cadena de hombres cogidos de las manos que recorrían danzando las calles de la población entrando asimismo en las casas sin desasirse en ningún momento. En Cataluña, el término contrapás también se ha aplicado en ocasiones a algunos bailes de carácter muy local, no necesariamente colectivos y de naturaleza 35 totalmente diversa a la danza homónima tan generalizada en la Cataluña Vieja. Éste es el caso, por ejemplo, del contrapás xinxina del Pallars, una danza alegre y movida que se ejecutaba especialmente en romerías con la melodía de diferentes canciones. La sardana, cuya forma moderna parece haber surgido del contrapás, es un baile de tipo colectivo y circular en el que los danzantes, asidos de las manos, desarrollan una sencilla coreografía consistente en movimientos de traslación laterales en sentido izquierda-derecha alternante. La sardana actual se compone de dos partes musicales diferenciadas que se reflejan coreográficamente a través de series de pasos denominados curts, que abarcan dos compases musicales, y de series de pasos denominados Uargs, de cuatro compases. El diseño melódico de las sardanas se estructura según los principios tonales modernos, y el ritmo es binario simple o compuesto con el típico intercalado de ritmos ternarios tan propio del contrapás. El número de compases de esta danza es indeterminado, generalmente de 20 a 40 para la parte correspondiente a los curts y de 60 a 90 para la de los llargs. La morfología coreográfica y musical de la sardana actual se remonta a mediados del s. XIX. La danza derivó de la llamada sardana curta, que, como su nombre indica, se distingue por su menor duración. Esta modalidad de la sardana se componía de un total de 24 compases, de los cuales 8 pertenecían á los pasos cortos y 16 a los largos, articulados básicamente según los mismos esquemas musicales y coreográficos que la sardana larga o actual, con la que coexistió durante algún tiempo hasta ser totalmente desplazada por ella a finales del s. XIX. La sardana larga, originaria del norte, se expandió por toda Cataluña. Dentro de la sardana larga existen dos tipos con pequeñas diferencias coreográficas que reciben el nombre de sardana empordanesa, el más generalizado, y de sardana selvatana, localizada sólo en la comarca gerundense de La Selva. La sardana era acompañada antiguamente por los mismos instrumentos que el contrapás (flabiol, tamborino, gralla y cornamusa) hasta que la reforma propiciada por Pep Ventura introdujo el uso de la cobla moderna. De hecho, la sardana actual es el resultado de la confrontación a finales del s. XIX entre la cultura urbana y la rural de signo tradicional, en un momento en que esta última todavía tenía una cierta vitalidad. De ahí que la sardana haya conservado unos rasgos morfológicos y sobre todo funcionales propios de la cultura tradicional (se trata de una danza abierta concebida más como entretenimiento que como espectáculo), adquiriendo, no obstante, 36 también rasgos propios de los productos musicales modernos: autoría, formas coreográfica y musical fijas y conjunto instrumental asimismo bien establecido y en esencia invariable. Entre los bailes de tipo abierto de Cataluña debe hacerse mención asimismo de la jota. Encontramos este baile en la Cataluña Nueva, principalmente en las zonas más meridionales y en las colindantes con Aragón. Mientras se danza la tonada instrumental, los bailadores van marcando fuertemente el ritmo con los dedos, ya que para ello muy raramente se emplean las castañuelas. Las jotas son cantadas y acompañadas por instrumentos de cuerda (guitarras y bandurrias). Las coplas de los textos constan de cuatro versos que se reparten entre las siete frases musicales de la melodía. La jota puede ser bailada por varias parejas simultáneamente aunque efectuando sus evoluciones de manera independiente, exceptuando el caso de la variante tortosina, en la que entre los movimientos de las diferentes parejas debe existir una cierta correlación. En Cataluña la jota se usa no sólo como baile, sino también como canción de ronda (ronden-ya). Asimismo, en comarcas meridionales como el Camp de Tarragona, Conca de Barbera y Priorat se encuentran otros bailes como los denominados ball del punxó y ball de coques, claramente derivados de la jota. En la cultura tradicional catalana el baile se concebía en muchas ocasiones como juego, adquiriendo de esta manera un componente lúdico adicional. Así, por ejemplo, en el ball de la comare del Pallars, uno de los danzantes hacía el papel de comadre sentado en el suelo, guardando una bota de vino defendiéndola a zurriagazos de los demás, que debían intentar cogerla sin perder el ritmo de la danza; una variante del mismo baile-juego se conocía en Gósol (Alt Berguedá), donde en el denominado ball de la llet los danzantes tenían que apoderarse o hacer volcar un cubo de leche. En otros casos se pide una especial destreza a los danzantes. En el ball de 1'escombra de la Valí de Boí, se tenía que sostener una escoba a ras del suelo teniendo que saltar y bailar por encima sin poder tocarla con los pies, y algo parecido se hacía en el ball del ous de Bot (Terra Alta), en el que una pareja se movía dentro de un círculo formado por nuevos. Dentro de este tipo de bailes cabe destacar por su difusión el de l'hereu Riera, que consiste en bailar encima de dos bastones puestos en el suelo en forma de cruz que sostienen un vaso de vino que no debe ser derramado. En este baile, ejecutado al son de una melodía muy popular en Cataluña que recibe el mismo nombre, participa una persona sola o una pareja según la localidad de que se trate. El período de Carnaval era asimismo un tiempo propicio para dotar a los bailes de formas y contenidos diferentes a los habituales. En el ball de les donzelles de Granollers se efectuaba una parodia grotesca en la que saliendo los hombres por la calle con la cara 37 enmascarada y vestidos con harapos obligaban a bailar a la fuerza a todas las mujeres. También típico de Carnaval y de claro sabor ancestral es el ball de l'ós (baile del oso) propio de las zonas pirenaicas; en esta danza intervienen hombres que representando osos se cubren con pieles y realizan actos de parodia en los que se simula la caza del oso y su posterior afeitado. En ocasiones, el baile tenía funciones electivas; por Carnaval, en Vilafran-ca del Conflent, se danzaba el ball de l'arengada, exclusivamente masculino, en el que cada danzante, evolucionando en círculo, arrastraba por el suelo un arenque que los demás intentaban pisar; aquel que conseguía que no se le pisase el suyo era elegido rey del Carnaval. Dentro de las costumbres relacionadas con el baile cabe destacar la de la subasta de los bailes, muy extendida en toda Cataluña, así como la de su distribución de acuerdo con diferentes criterios jerárquicos propios de cada localidad concreta; en el baile de moriscas de Geni, por ejemplo, el baile era del alcalde, el segundo del párroco y alguno de los siguientes de quienes lo habían costeado, pudiendo después de ellos bailar el que lo desease. 38 EL CANTO POPULAR CASTELLANO-LEONES. 1. Introducción De todas las regiones de España, la de Castilla y León es la que hasta el momento ofrece la mayor cantidad de documentos musicales transcritos de la tradición oral popular. Las músicas tradicionales de las gentes de la submeseta norte, lo mismo que las de otras del interior de la península Ibérica, quedaron al margen del interés de los músicos que al final del s. XIX coleccionaban (más que recopilaban) músicas populares con el fin de utilizarlas para escribir repertorios pianístico-vocales de salón. Sólo Rogelio del Villar (1875-1937), compositor de origen leonés, dedicó alguna atención a la recogida y adaptación pianística de breves colecciones de melodías tradicionales, publicadas en sucesivos cuadernos bajo el título Canciones leonesas para piano (1904-18). Pero los cancioneros de Federico Olmeda (Folklore de Castilla o Cancionero popular de Burgos, 1903) y de Dámaso Ledesma (Folklore o cancionero salmantino, 1907) son dos obras de recopilación pioneras que recogen y transcriben ya muy tempranamente la tradición oral musical del s. XIX, puesto que la labor recopiladora de sus autores comenzó bastante antes de la publicación. Por otra parte, la abundancia de documentos contenidos en estas dos obras obligó a sus autores a llevar a cabo una cierta labor de clasificación y ordenación y a esbozar unas bases de reflexión musicológica que, sobre todo en la obra de Olmeda, demuestran un profundo conocimiento de la naturaleza musical de las tonadas recogidas. Al lado de estas dos obras tempranas merece ser citada por su importancia la recopilación llevada a cabo por Kurt Schindler en varias provincias españolas al comienzo de la década de 1930, y publicada en 1941 en Nueva York con el título Folk Music and Poetry of Spain and Portugal, en la que aparecen un total de 625 documentos de música tradicional recogidos en las provincias de Ávila (172), Burgos (11), León (36), Salamanca (23), Sego-via (8), Soria (359) y Zamora (15). En evidente contraste con el interés que la obra de Schindler tiene para el conocimiento de la tradición musical de Castilla y León en una época temprana, el Cancionero musical popular español de Felipe Pedrell contiene un fondo de datos tan escaso (dos canciones de Burgos, 19 de León, tres de Soria y una de Zamora), que apenas aporta nada al conocimiento de la música tradicional, no ya de Castilla y León, sino tampoco al de otras tierras del interior, completamente ausentes en este cancionero que, con más propiedad que español, habría que denominar periférico. 39 Desde la aparición de estas obras pioneras, la recopilación en las tierras de Castilla y León ha continuado. El número de documentos contenidos en las recopilaciones ya editadas sobrepasa la cifra de siete mil. En el recuento que M. A. Palacios Garoz hacía en la obra Introducción a la música popular castellana y leonesa (1984), el autor daba la cifra de 4.500 documentos publicados. Si a ese número se añaden los 2.637 que desde aquella fecha se han editado (canciones de León, Zamora, Burgos y Segovia) y los 2.944 recopilados y transcritos en las misiones del Instituto Español de Musicología encomendadas en las décadas de 1940-60 a los folcloristas Juan Tomás, Bonifacio Gil, Manuel García Matos y Pedro Echevarría en las provincias de Ávila, Burgos, León, Salamanca, Segovia, Soria y Zamora, cuyos manuscritos se conservan en el archivo de dicho instituto, el número total de documentos musicales de los que el investigador dispone se eleva a 10.081, cifra no superada por ninguna otra comunidad autónoma. Se da, además, un dato sorprendente: contra lo que pudiera esperarse, dado el estado de deterioro de la tradición oral por las tierras de la submeseta norte, en la década de 1980 se han publicado los cancioneros más abundantes en contenido, los de Zamora y León. Y por otra parte existen archivos discográficos con un contenido excepcionalmente rico y abundante de Palencia, Burgos, Salamanca y Zamora, que pueden llegar a totalizar una cifra que se aproxima a los seis mil nuevos documentos. A pesar de la riqueza de este archivo documental, que permite abordar un estudio minucioso y acabado de la música popular de tradición oral en todos los aspectos, Castilla y León apenas ha sido tenida en cuenta a la hora de establecer el mapa folclórico de las músicas tradicionales de España. En forma concisa y esquemática se incluye a continuación una referencia de los principales trabajos de recopilación y estudio de la música tradicional de Castilla y León. La tradición musical de la provincia de Ávila está publicada, aunque de modo bastante fragmentario, en la obra de Kurt Schindler (1941). Las 172 melodías que contiene fueron recogidas sobre todo en las tierras del sur de la provincia, por las comarcas de la vertiente meridional del macizo de Gredos. Por otra parte, el folclore musical de Ávila está ampliamente documentado en los manuscritos de las misiones de búsqueda encomendadas por el Instituto Español de Musicología a Bonifacio Gil en los años 1949, 1950 y 1959, que totalizan la cifra de 715 melodías, canciones y toques 40 instrumentales, pertenecientes a todos los géneros y especies del repertorio popular tradicional. El Cancionero popular de Burgos (1903) de Federico Olmeda puede considerarse como la primera obra de recopilación sistemática aparecida en España. Tanto su abundante contenido musical (308 documentos) como el sistema de clasificación y ordenación del mismo, junto con las certeras reflexiones etnomusicológicas que Olmeda hace a propósito del material recogido, hacen de esta obra un medio imprescindible para el conocimiento de la música tradicional castellana en una época muy temprana. La obra de Olmeda fue reeditada por la Diputación de Burgos en 1975 y 1992. Aunque con un contenido más reducido (178 documentos) y con menor rigor sistemático y documental, también es muy rica en el aspecto musical la Colección de cantos populares burgaleses recopilada por el compositor burgalés Antonio José Martínez Palacios, terminada en 1932 y editada en 1980. La obra de Justo del Río Velasco Danzas típicas burgalesas (1959) recoge exclusivamente 85 tonadas y toques instrumentales de baile y danza usados como soporte musical para la coreografía de los grupos que el autor dirigió durante varias décadas. A estas publicaciones tempranas hay que añadir los 191 documentos musicales recogidos por M. García Matos en 1953 como resultado de la misión que por entonces le encomendara el Instituto Español de Musicología, los cuales se conservan en los archivos de esa institución. El trabajo monográfico de Abdón González de Juan titulado El folklore de Hacinas (1985) contiene una breve descripción de los ritos festivos de este pueblo burgalés, y recoge un amplio repertorio de textos de canciones y cuarenta transcripciones melódicas de algunas tonadas y toques instrumentales. Finalmente, entre 1986 y 1988 se publicaron tres cuadernos de música popular burgalesa bajo el título Canciones y danzas de nuestra tierra, que recogen el resultado de sucesivos concursos anuales organizados en Burgos para recuperar la música popular de esta provincia. Las 208 tonadas y toques instrumentales que contienen estos cuadernos constituyen un material musical muy rico, aun cuando esté dispuesto sin un criterio uniforme y acompañado de comentarios faltos de rigor etno-musicológico. La obra de Domingo Hergueta Folklore burgalés (1934), frecuentemente citada entre los cancioneros, contiene únicamente textos literarios de tonadas y referencias etnológicas. 41 La provincia de León va a la cabeza en cuanto al trabajo de recopilación y estudio de la música de tradición oral. El Cancionero leonés recopilado por Miguel Manzano (1988-91) recoge en seis tomos un total de 2.162 canciones populares de tradición oral, muestra de la enorme riqueza cancionística de la tierra leonesa. Provista de amplias introducciones de contenido etnomusicológico, esta obra aborda el estudio de los aspectos y problemas más relevantes planteados por la recopilación y el análisis musical del repertorio tradicional, tanto leonés como de otras tierras. En el extenso estudio que abre el primer tomo de este cancionero, el autor traza una panorámica general de los trabajos de recopilación que en León han precedido a esta obra. Allí se dan detalles del contenido de los trabajos de Rogelio Villar, Venancio Blanco, Manuel Fernández Núñez, Eduardo González Pastrana, Felipe Pedrell, Kurt Schindler, Odón Alonso, Amador González Ayerbe y F. Fernández Luana, así como de otros trabajos monográficos que contienen transcripciones de canciones tradicionales de la tierra leonesa. Sumado el contenido de todas estas obras y añadidos los 207 y 190 documentos recopilados y transcritos respectivamente por J. Tomás y M. García Matos en las misiones que les fueron encomendadas en 1946 y 195Í por el Instituto Español de Musicología, existen aproximadamente 3.350 documentos musicales de León, que son en su mayoría música vocal, canciones pertenecientes a todos los géneros y especies del repertorio. De la provincia de Palencia, el número de canciones tradicionales publicadas es el más escaso entre todas las de Castilla y León. Las melodías contenidas en las recopilaciones de Guzmán de Ricis (Obra musical palentina, 1981), Andrés Moro (Música popular saldañesa, 1953), Joaquín Díaz (Cancionero del norte de Falencia, 1983) y en el cuaderno Apuntes Palentinos, n° 4 (Folklore musical palentino, 1983), alcanzan solamente la cifra de 211, aunque los estudios que prosiguen en esta provincia Luis Guzmán Rubio, Mariano Pérez o Emilio Rey apuntan a cerca de tres mil documentos musicales, lo que da idea de la riqueza de las tradiciones musicales de Palencia. De signo bien diferente es la recopilación musical tradicional en Salamanca. A la temprana obra de Dámoso Ledesma Folklore o cancionero salmantino (1907), que contiene 404 documentos musicales, siguieron el Nuevo cancionero salmantino (1943) de A. Sánchez Fraile, con un contenido también muy amplio, 261 melodías, la obra de Kurt Schindler de 1941 que contiene otros 24 cantos tradicionales recogidos en 42 Salamanca, y más recientemente la recopilación de Ángel Carril Canciones y romances de Salamanca (1982), que incluye otros cincuenta temas vocales. A estos trabajos ya publicados hay que añadir otras dos recopilaciones llevadas a cabo por Á. Sánchez Fraile en 1944 (382 documentos) y por M. García Matos en 1950 (387 documentos), que se encuentran en los archivos del Instituto Español de Musicología. Estos trabajos de recopilación totalizan alrededor de 1.500 documentos, a los que se suman los trabajos llevados a cabo por el Centro de Estudios Tradicionales de la Diputación de Salamanca y los de investigadores a título personal (por ejemplo, sobre el archivo sonoro de Ángel Carril, o el Cancionero de Medes, trascrito por Miguel Manzano). La provincia de Segovia cuenta con una temprana recopilación realizada por el renombrado folclorista e intérprete Agapito Marazuela, el Cancionero segoviano, que contiene 337 canciones y toques instrumentales de dulzaina. Recopilada durante las décadas de 1930 y 1940, esta obra, galardonada con un premio nacional, no fije publicada hasta el año 1964. Desde esa fecha la recopilación y el estudio del folclore musical de Segovia no se han llevado a cabo de forma sistemática. Algunos trabajos más recientes, como los tres tomos titulados Folklore segoviano (Claudia de Santos, L. Domingo Delgado, Ignacio Sanz, 1982-88), cuyo contenido recoge preferentemente textos de canciones populares, o el Cancionero popular de Segovia (1985), de Isidoro Tejero, que recoge textos y unas cuantas melodías de la comarca de Cuéllar, aportan algunos aspectos complementarios para el conocimiento de la música de una tierra que revela una riqueza mucho mayor que la que aparece en estas muestras, todas ellas parciales. Soria es la provincia que, además de Ávila, carece de una obra de recopilación sistemática que pueda llamarse cancionero soriano. No obstante, en su primer viaje a España (años 1928-31) Kurt Schindler recogió 362 documentos musicales que publicó en su obra de 1941 (nº 542-903), y otros 207 documentos fueron recopilados y transcritos por J. Tomás en la misión que el Instituto Español de Musicología le encomendó en 1947. En cuanto a los romances y cantos narrativos, el Romancero tradicional soriano (1983) de Luis Díaz contiene 53 transcripciones musicales de melodías de romances recogidos en las tierras sorianas. La provincia de Valladolid, tradicionalmente olvidada en cuanto a la recopilación de la música tradicional popular, ha sido trabajada por Joaquín Díaz al 43 frente de un equipo de estudiosos que ha conseguido reunir y publicar un fondo de unas 340 canciones, en su mayor parte pertenecientes al repertorio infantil y al de los cantos narrativos. Este repertorio cancionístico está contenido en el Catálogo folklórico de la provincia de Valladolid (1978-82), que también recoge un buen número de textos literarios de tradición oral, y en los dos tomos sucesivos editados por Joaquín Díaz bajo el título Cien temas infantiles y Otros cien temas infantiles (1981-82) con transcripciones musicales del mismo autor. La provincia de Zamora es una de las mejor representadas en cuanto a trabajos de recopilación de música tradicional. De todas las obras editadas, el Cancionero de folklore musical zamorano (M. Manzano, 1982) es la que recoge mayor número de documentos musicales, que alcanzan 1.085 canciones. En el año 1933 ya había publicado G. de Arabaolaza un cuaderno de melodías armonizadas para piano bajo el título Aromas del campo que, aunque breve en contenido, revelaba la sorprendente belleza y sonoridad arcaica de la música popular de Zamora. En dos misiones sucesivas del Instituto Español de Musicología, realizadas en 1950 y 1960 por M. García Matos, fueron recogidas y transcritas un total de 396 tonadas populares. Otra colección de 275 melodías recogidas por I. Haedo se ha ido publicando a lo largo de varias décadas en una edición preparada por S. Calabuig (1987). Esta recopilación, aunque sumaria, es una muestra interesante del folclore musical zamorano en una época relativamente temprana. A pesar de las referencias indicadas, hay que terminar afirmando respecto a Zamora lo que ya se ha dicho de otras provincias de Castilla y León: las casi dos mil melodías populares tradicionales zamoranas dadas a conocer no agotan la abundancia y variedad de que también dan muestras otros trabajos de recopilación que se realizan de manera continuada. Por ejemplo, una encuesta intensiva de M. Manzano en cuatro pueblos ribereños del bajo Duero ha dado el sorprendente resultado de más de un millar de documentos musicales recopilados. En cuanto a los trabajos de recopilación llevados a cabo por el Centro de Estudios de Folklore de Zamora, el fruto es un interesantísimo archivo sonoro del que sólo se ha editado un corto número de muestras. Para concluir esta relación hay que citar el Cancionero popular de Castilla y León (L. Díaz Viana, M. Manzano Alonso, 1989), que contiene una breve pero valiosa colección de 107 documentos musicales en la que están representadas las nueve provincias de las tierras castellano-leonesas con algunos de sus cantos tradicionales más característicos. 44 Por lo que se refiere a los estudios musicológicos acerca de este repertorio, se cuenta con el trabajo de Miguel Ángel Palacios Garoz, Introducción a la música popular castellana y leonesa (1984), que aborda de forma sistemática el estudio de los principales aspectos de la tradición musical de dichas tierras, así como el análisis de los elementos musicales y literarios. También han sido estudiados en forma monográfica algunos aspectos determinados de la música de Castilla y León en los amplios estudios introductorios de los seis tomos del Cancionero leonés de M. Manzano. 2. zonas folclóricas. Los intentos de establecer diversas zonas folclóricas no faltan en algunas recopilaciones y cancioneros de ciertas regiones y comunidades autónomas del territorio español, pero han faltado en los de Castilla y León por la simple razón de que la entidad política que agrupa administrativamente las nueve provincias que la forman es reciente. Muy al contrario, se ha intentado alguna vez en la década de 1980-90, aunque con escaso o nulo éxito, buscar en la música tradicional castellano-leonesa algún apoyo que contribuyese a dar cohesión a tierras tan dispersas. Entre uno y otro extremo, la cuestión de las zonas folclóricas de Castilla y León se puede aclarar sumariamente sobre la base de los siguientes puntos: A) Si se toman como base los elementos musicales del repertorio popular tradicional de Castilla y León, no se puede afirmar que haya en este espacio geográfico diferentes zonas folclóricas, porque los sistemas de organización melódica, los ámbitos y la interválica de las melodías, las formas y estructuras de desarrollo melódico, la organización rítmica básica, la mensura poética de los textos y las constantes que rigen la relación del texto literario con la melodía son prácticamente idénticas, y no sólo en las tierras de Castilla y León, sino también en casi todo el cuadrante noroeste de la península Ibérica, incluidas las provincias y regiones portuguesas de tierra adentro. Dicho de otro modo: la sonoridad básica de los cantos y músicas populares es muy similar en todas las provincias de Castilla y León y tierras aledañas, y es una prueba evidente de que la cultura musical que ha dado origen a las diversas realizaciones musicales (géneros, especies y tipos de músicas) que aparecen en las tradiciones de esos lugares pertenece a una herencia común que emparenta estrechamente, por lo menos, a todas las tierras del noroeste peninsular. Esta afirmación se puede probar con hechos musicales por el método de la musicología comparada. 45 B) Si se consideran las realizaciones concretas (géneros, especies y tipos de músicas) en que los pueblos de Castilla y León han plasmado esta herencia común musical, hay que distinguir, a su vez, dos grandes bloques. El primero de ellos está integrado por una serie de géneros y especies (rondas, bailes y danzas -en el aspecto musical, no en el coreográfico-, cantos narrativos, cantos de boda, canciones de cuna, repertorio infantil, cantos del ciclo festivo y de trabajo, cánticos religiosos) cuyos rasgos tipológicos revelan semejanzas muy estrechas que a menudo llegan a la identidad (a veces no son más que variantes de los mismos tipos melódicos). Pero hay también un segundo bloque de músicas y cantos que presentan ciertos rasgos musicales singulares, según los diferentes pueblos, tierras o comarcas, que permiten identificar ciertas peculiaridades musicales parciales, que afectan sólo a una mínima parte del repertorio tradicional. Tales son los casos, por poner algunos ejemplos, de la charrada salmantina, cuyo singular ritmo amalgamado de 10/16 aparece muy raramente por otras tierras; el de la estructura simple de ciertos bailes en ritmo 6/8 cuyas estrofas sucesivas van enlazadas únicamente sobre un ritmo de pandero o pandereta, que sólo aparecen por las comarcas norteñas de Zamora, León, Palencia y Burgos; el de la inusitada estructura de tipo suite que enlaza sucesivamente urtiromance, una jota y una seguidilla en una pieza rondeña, que sólo aparece por las tierras veratas del sur de Ávila; o el de la otra estructura, también de tipo suite, que enlaza sucesivamente ritmos binarios y ternarios de baile hasta un número de cinco, que sólo aparece en la comarca sanabresa de la provincia de Zamora. Aparte de estas singularidades musicales y algunas otras, que no son tan abundantes como se podría sospechar, los rasgos diferenciales sobre los que sería posible establecer una zonificación se refieren más bien al marco etnográfico de los usos y las costumbres en que estas músicas se interpretan, y a la forma particular en que se desarrollan en cada lugar, comarca o provincia, que a la misma sustancia musical a la que se ha hecho referencia más arriba. Vista así la música popular en el entorno de costumbres, ritos, ceremonias y celebraciones festivas en que se interpreta, formando parte integrante de los mismos, es evidente que muy poco tiene de común ese entorno en unos lugares y en otros, dada la gran extensión geográfica de Castilla y León, y dada la enorme diversidad y distancia geográfica que separa, por ejemplo, comarcas tan alejadas 46 entre sí como los valles lacianiegos de la montaña occidental astur-leonesa y las tierras llanas de la planicie vallisoletana, o las aldeas salmantinas del norte de la sierra de Gata y los villorrios del páramo soriano 3. géneros musicales. La tipología de los diferentes géneros del repertorio de música tradicional viene determinada primordialmente por su funcionalidad. Pero si sé quiere definir cada género en todos sus rasgos es necesario tener en cuenta una serie de elementos relativos a la música, al texto, a la estructura, a la interpretación y al estilo que lo configuran totalmente. 3.1.Géneros de carácter lírico. Canciones de ronda. Estas canciones se denominan comúnmente rondas. El término, que tuvo tiempo atrás un significado bien definido, se aplicaba, en su aspecto de canción, a las tonadas que los mozos entonaban durante la noche por las calles del pueblo en determinados días, sobre todo en las vísperas de las fiestas más señaladas, cantando junto a las ventanas y balcones de las casas donde vivían las mozas. Aunque estas rondas se hacían generalmente de forma espontánea, en determinados lugares se desarrollaban conforme a una especie de ritual establecido consuetudinariamente y respetado por el colectivo de rondadores. Pero los cantores e informantes no sólo denominan rondas a estos paseos musicales nocturnos de los mozos, sino también alas veladas de canción y divertimento que en determinadas fechas celebraba la juventud, mozas y mozos, trasladándose en alegre y musical jolgorio por las calles del pueblo hasta las casas de familiares y amistades para celebrar algún acontecimiento festivo, pidiendo, al son de cantos, toques y bailes, ser obsequiados con algo que se comiera y bebiera, para continuar después la ronda hasta la siguiente estación. En un sentido parecido a este segundo, los cantores e informantes a los que hoy se sigue acudiendo para realizar las recopilaciones de música tradicional aplican el término ronda a todo tipo de tonada de carácter más o menos lírico, de estilo melódico, que se cante en cualquier momento de diversión, encuentro, reunión, desplazamiento colectivo, reunión festiva y ocasiones semejantes. Consideradas en bloque las tonadas que los cantores tradicionales califican como rondas, se halla en todas ellas algo que es común, precisamente ese carácter lírico que las convierte en cauce de expresión de los sentimientos más diversos. El aspecto funcional que en otro tiempo tuvo la ronda ha quedado muy diluido, viniendo a tomar el sentido amplio que tienen las palabras tonada o canción, que se acerca bastante a los términos chanson y lied en el sentido originario de estos vocablos, no en el que tienen 47 como música de autor. Desde el punto de vista musical, el carácter de la ronda es, pues, fundamentalmente melódico, cantábile, casi siempre reposado y tranquilo. La ronda es un canto comunicativo en el que texto y música son vehículos de expresión de los estados de ánimo más variados. El género rondeño aparece en todas las recopilaciones de música tradicional de Castilla y León. Olmeda transcribe un buen número de ellas bajo el epígrafe "Rondas" en la sección que abre su cancionero burgalés, y otra buena colección de tonadas que también pertenecen al género rondeño en las secciones de cantos de trabajo y en la que titula "Cantos de varias clases". También Ledesma abre su Cancionero salmantino con una sección primera en la que agrupa los cantos que a él le parecen más bellos y representativos de su tierra. Este autor divide la sección en dos apartados, el primero de los cuales titula "Tonadas de primer orden", incluyendo en él las tonadas "de estructura más delicada y de sabor regional más puro, es decir, aquéllas en que más resaltan los caracteres especiales de la música popular castellana". En esta primera sección, que comprende un total de 112 documentos, hay tonadas líricas de gran belleza y esas coplas de ronda, tan representativas del estilo propio de las tierras salmantinas, por las que desfilan centenares de personajes y sucesos de la historia de cada día. Del mismo modo, A. Marazuela ordena su Cancionero segoviano iniciándolo con una sección de 38 cantos de ronda de muy variada estructura, y recogiendo en las secciones 6a y 7a otras muchas tonadas de estilo rondeño. Pero si son ricas en contenido rondeño estas tres recopilaciones pioneras, son sobre todo las más recientes de Zamora y de León, mucho más numerosas, las que dan una idea más exacta de la importancia de este género dentro de la canción tradicional de Castilla y León. Las dos primeras secciones del cancionero zamorano de M. Manzano, tituladas 'Tonadas de ronda" y "Tonadas diversas autóctonas", abarcan un total de 230 cantos que permiten hacerse una idea completa de las características del estilo. En cuanto a León, el género rondeño abarca un total de 379 documentos, que llenan el primero de los seis tomos del Cancionero leonés de M. Manzano. La extraordinaria amplitud de esta sección, que demuestra una vez más la importancia del género rondeño en la tradición musical leonesa, ha permitido al autor de dicha recopilación disponer el material en seis apartados distintos, tipificando las diversas especies que abarca el género rondeño en razón de la estructura, del contenido o de otras características diferenciadoras. 48 El género rondeño abarca, como queda indicado, especies y tipos muy variados. La estructura más simple, a menudo arcaica, aparece en los cantos sin estribillo, en los que una misma fórmula melódica sirve para cantar sucesivas estrofas literarias por ejemplo En esta estructura simple hay que incluir todas las tonadas cuyo texto consta de sucesivas cuartetas, que unas veces tienen sentido cerrado, otras van encadenadas literariamente, en ocasiones forman una serie enumerativa, como los "sacramentos" y "mandamientos de amor", de las que se pueden encontrar decenas de variantes y versiones en las recopilaciones de Castilla y León, y a veces pertenecen al mismo tiempo al género narrativo (coplas y algún romance). Pero la estructura más corriente de los cantos de ronda es la que se compone de una estrofa de estilo melódico y aire reposado, seguida de un estribillo de carácter rítmico y aire más movido que contrasta con la estrofa. Ej. 2. También aparece con alguna frecuencia una estructura especial de canto rondeño en la que el comienzo del estribillo se imbrica melódicamente con la estrofa, 49 concluyendo la frase musical en su último inciso y dando comienzo, a la vez, a una frase literaria cuyo desarrollo exige que la melodía continúe, dando así origen a tonadas de una rara belleza, en las que parecen pervivir antiguas estructuras literarias y musicales, como el virelai y el rondó, que estuvieron en los albores de la canción europea. Ej. 3 Las tonadas rondeñas de León y Castilla se cantaban generalmente sin ningún acompañamiento instrumental. Sólo en algunas provincias del sur aparecen rondas acompañadas de un conjunto instrumental integrado por guitarras, instrumentos de púa y una base rítmica formada por panderetas, casta-: mielas y otros idiófonos. Este estilo aparece sobre todo en tas provincias de Segovia y Ávila, y está documentado en el Cancionero segoviano de A. Marazuela (1964, nos 6, 7 y 8) y en el Cancionero popular de Castilla y León (1989, n° 7). En este último ejemplo aparece una de las estructuras más originales de ronda, integrada por un romance, una jota y una seguidilla cantados ininterrumpidamente y trabados por introducciones e interludios instrumentales que dan cohesión al conjunto. Aunque la mayor parte de los cantos de estilo rondeño se cantaban en cualquier ocasión, la ronda era una costumbre tradicional en determinados días y épocas del año, o con Ocasión de acontecimientos especiales que están documentados en la mayor parte de los cancioneros. En este apartado de rondas ocasionales hay que incluir las rondas de boda -del casorio o albadas-, las de despedida de quintos, las enramadas de la noche de San Juan y de San Pedro, los mayos y mayas, el 50 reinado de tierras burgalesas, el retrato, el romance -de sacar a una joven al baile cuando llega a la mocedad-, las rondas petitorias de aguinaldos y marzas, entre otras. De todas estas especies de ronda y algunas otras de carácter más local pueden encontrarse abundantes y bellos ejemplos en cualquier recopilación de canciones tradicionales de Castilla y León. 2. Cantos de baile y danza. Aunque la diferencia entre el significado de los términos baile y danza no está claramente definida en el uso que comúnmente se hace de ellos, un estudio comparativo del repertorio deja bien claro que hay que admitir dos tipos de actividades coreográficas tradicionales que se sitúan en diferentes planos y presentan claras diferencias en muchos aspectos. Mientras que los bailes son un fenómeno espontáneo, una forma de expresión y de diversión muy frecuente, las danzas conllevan más bien un cierto aspecto ritual y están ligadas de ordinario a determinadas conmemoraciones, fiestas y celebraciones que se repiten de forma cíclica a lo largo del año. Se hace, pues, necesario considerar con cierto detenimiento cada una de estas dos especies de cantos y músicas coreográficas, comenzando por los bailes, que tienen una importancia y una frecuencia mucho mayor que las danzas en el repertorio tradicional. 2./. La jota. Es un género de baile con carta de naturaleza en la tradición musical de Castilla y León, como se evidencia en las recopilaciones de música popular. No hay cancionero de estas tierras que no tenga una sección de tonadas de jota, en algunos casos muy numerosa (valgan tres ejemplos: 29 cantos de jota en el cancionero burgalés de Olmeda, 168 en el de Zamora y 235 en el de León). En Castilla y León la jota fue siempre el baile más difundido y practicado, en la mayor parte de los casos al son de tonadas vocales acompañadas con ritmo de pandereta, pandero y a veces castañuelas u otros utensilios usados como idiófonos. También los instrumentistas populares han animado el baile de la jota, pero en una proporción muchísimo menor que las cantoras y cantores populares, que disponían de un repertorio amplísimo de melodías y textos para proporcionar el soporte musical del baile de la jota. De ahí el crecido número de cantos de jota transcritos en las recopilaciones de Castilla y León, que supera la cifra de seiscientos. Este significativo número de documentos permite efectuar un análisis pormenorizado de los elementos que configuran la estructura musical y literaria de la jota. 51 El canto y el baile de la jota, aun siendo genéricamente iguales en todas las tierras de Castilla y León (y en la mayor parte de la península Ibérica) y conociéndose por este nombre en todas las zonas geográficas, reciben a veces en ciertos lugares otras denominaciones alternativas o diferentes. En su Folklore de Castilla o Cancionero popular de Burgos, Federico Olmeda señala todas las que ha escuchado a los cantores populares: baile a lo llano (el más común), baile a lo grave, baile a lo pesado, baile abajo o a lo bajo, baile al parau o parao, y jotílla o jota, advirtiendo que se trata en todos los casos de tonadas de las mismas características y funcionalidad* a pesar de la diferencia de nombres. Aparte de estas denominaciones, algunas de las cuales se repiten en otras provincias, por tierras de Zamora, Salamanca y Segovia hay un tipo de jota denominada fandango, cuyo esquema rítmico característico la emparenta con el baile de tal nombre practicado en una buena parte de las tierras peninsulares, y sobre todo en zonas sureñas y levantinas. El hecho de que estas jotas afandangadas (o especie de fandangos jotescos) se canten con melodías a menudo arcaicas, de naturaleza modal, que no se adaptan a la sucesión de acordes habitual en el acompañamiento guitarrístico del fandango sureño, deja en la duda cuál pueda ser la patria de este baile tan bien caracterizado en su plantilla rítmica y tan extendido por todas las tierras españolas, incluidas las de Castilla y León, donde se canta y se baila al son de melodías "autóctonas", que no revelan influencia de la música de otras tierras. Del análisis comparativo del repertorio jotesco de las tierras de Castilla y León se deduce que, en su forma más simple, que muy probablemente es la originaria, la estructura de la jota se reduce a un texto de cuarteta octosilábica (excepcionalmente de seguidilla) cantado con una melodía de género silábico que adopta uniformemente un ritmo ternario de agrupación binaria (6/8), cuyo aire es en general bastante animado (=90), aunque en ocasiones se muestra más reposado (=66) en consonancia con una coreografía un tanto austera y grave (caso del baile a lo llano de Burgos). Esta estructura simple, que se da preferentemente en zonas geográficas un tanto aisladas (pueblos y villas de las zonas montañosas de Burgos, Palencia, León y Zamora), parece haber ido adoptando 52 sucesivos desarrollos y ampliaciones: por repetición de uno o varios versos de la cuarteta, por la adición de una muletilla o bordón a modo de estribillo embrionario, por adopción de un estribillo, unas veces corto (uno o dos versos) y otras desarrollado de forma simétrica a la extensión de la estrofa, siendo esta última la estructura más generalizada en casi todos los repertorios. En algunos casos, como cuando interviene en la interpretación un conjunto o rondalla de instrumentos de pulso y púa, tal estructura se complica y desarrolla más ampliamente, o asimila excepcionalmente las de otros géneros musicales. Este último caso se da sobre todo en las tierras sureñas de Ávila y Segovia, más cercanas al Sistema Central. Ej. 4 Las tonadas vocales de jota incluyen los elementos musicales (sistemas modales, escalas tonales, cadencias, aire, acompañamiento rítmico) propios de cada ámbito geográfico, que a menudo son arcaizantes. En la mayor parte de las recopilaciones de música tradicional, pero sobre todo en aquellas en las que se ha prestado mayor atención a la jota, el análisis musical permite constatar que este género está totalmente enraizado en el contexto del repertorio y que no es algo advenedizo o asimilado. La estructura musical de la jota, dentro de cierta unidad básica, ofrece múltiples variantes. Sin embargo, en cada región, provincia o comarca prevalece con frecuencia algún esquema determinado, que asume características locales. Ej. 5. El acompañamiento instrumental rítmico de la Ejemplo 5 jota se realiza generalmente en Castilla y León con una pandereta o pandero ejecutados por la misma cantora o cantor que entona las melo53 días. Por lo general el acompañamiento se hace con unos ritmos básicos regulares y uniformes cuando el intérprete está cantando, y éste aprovecha los finales de frase o los intermedios entre el final del estribillo y el comienzo de la estrofa siguiente para introducir variantes en el esquema rítmico, en el timbre y en la intensidad, jaleando al mismo tiempo a los bailadores con toda suerte de frases de picadillo e interjecciones rítmicas. Ej. 6. Lo mismo que se dice de la música hay que decir de la coreografía, también muy diversificada en la realización de los ademanes, movimientos y desplazamientos condicionados por el esquema rítmico, que pueden ser parecidos pero nunca completamente iguales, a veces ni siquiera en su carácter general como se deduce del hecho de que a pesar de ser la jota el baile saltado por excelencia (su etimología lo demuestra), se denomine también en muchos lugares baile a lo llano, a lo grave y a lo pesado. 2.2. El baile en ritmo binario. Al baile de la jota sigue en importancia v frecuencia otro tipo de baile Ejemplo 6 que, a denominaciones, pesar de bailarse recibir múltiples con diferentes coreografías y presentar algunas diferencias en la estructura, se caracteriza específicamente por su ritmo binario (unas veces simple y otras agrupado en pares, originando compases cuaternarios) en aire movido (= de 120 a 176). Como en el caso de la jota, también aquí sólo un análisis musical comparativo puede dejar en claro las semejanzas básicas entre tonadas de baile que la gente denomina con nombres tan variados y baila con coreografías tan diferentes. Respecto a las denominaciones, algunas tienen su origen en el carácter general de la coreografía, de alguno de sus pasos más característicos o de su acompañamiento rítmico. De aquí los nombres de baile a la pandera, baile a lo ligero, a lo ligerito, agudillo, brincadillos, baile arriba, a lo alto, llano, a lo llano, baile de p'acá y p'allá, de p'alante y p'atrás, encruciao, brincao, corrido, salpicao, saltao, baile p'arriba, mudao y baile de las culadas. Otra serie de denominaciones recuerdan 54 más bien una expresión o frase característica del texto, sobre todo del estribillo, como baile del trébole, tarara, calangrejo, habas verdes, ringondango, el Valentín, los titos, las habas verdes y el mis-mis. En otros casos, el baile recibe una denominación especial generalizada por el uso, como sucede cuando se le llama baile charro, o bien simplemente "el baile", por contraposición a la jota. La estructura del baile en ritmo binario está condicionada por el texto, que en la mayor parte de los casos es la seguidilla. Al ser ésta breve, suele cantarse una segunda vez, a modo de estribillo, con los versos en orden inverso o intercalando entre algunos de ellos una muletilla o bordón. Ej. 7. Cuando el texto es una cuarteta octosilábica, la estructura es más amplia y se suele completar con un estribillo. Ej. 8. Tanto en uno como en otro caso, pero sobre todo en el primero, los acentos de los versos segundo y cuarto suelen caer a contrarritmo del acento musical, dando lugar a un fenómeno de anisorritmia que llega a ser característico de las fórmulas musicales de este baile, cuya razón habría que buscar, seguramente, en que la mayor parte de las melodías han sido creadas en una época en que todavía no estaba fijada completamente la mensura métrica de la seguidilla en versos de siete y cinco silabas. En todo caso, y a pesar de que aparecen de vez en cuando soluciones isorrítmicas, las acentuaciones musicales a contratiempo de los acentos del texto son tan frecuentes en las fórmulas musicales de este baile que parecen como formar parte de una estética y un estilo característico del mismo, de tal modo que las soluciones isotónicas aparecen como desvaídas y sin gracia. El análisis de los elementos musicales del baile en ritmo binario revela el arcaísmo de sus rasgos. Abundan en el repertorio los sistemas melódicos modales, sobre todo el modo de Mi, casi siempre cromatizado, desplegados en un ámbito que a menudo no abarca más de cinco sonidos. El acompañamiento ejecutado por los instrumentos de percusión, generalmente pandereta o pandero, dibuja plantillas 55 rítmicas a menudo complicadas, llenas de síncopas y acentuaciones a contratiempo. La fórmula más extendida por tierras de Zamora y del norte de Salamanca abarca un compás de cuatro tiempos cuyo trazado rítmico se adapta a los dos esquemas siguientes en ritmo binario, según que la subdivisión de las partes adopte una fórmula binaria o ternaria. Ej. 9. Además de este ritmo sincopado tan característico, se repiten con frecuencia esquemas rítmicos. Ej. 10. Al igual que sucede con la jota, las pandereteras aprovechan con frecuencia los intermedios entre copla y copla para introducir variantes de intensidad, ritmos quebrados por cortes y silencios, y toda clase de expresiones para jalear y animar a los bailadores. El baile en ritmo binario es de carácter desenfadado y alegre. Los textos son con frecuencia humorísticos o picantes, y la coreografía insinuante, a pesar de su aparente hieratismo. Rara vez se interpretaba aisladamente un baile que no fuera seguido de la jota. Ambos ritmos integraban una sesión o suite completa que a veces, como en el caso del baile sanabrés, comprendía hasta cinco piezas alternadas de jota y baile. El baile en ritmo binario, muy frecuente y abundante en las zonas del norte, es más raro a medida que se avanza hacia las zonas sureñas de Ávila y de Segovia, donde ya comienzan a aparecer otras especies de baile más propias de las tierras situadas por debajo del Sistema Central. 23. Otros bailes diversos. Además de la jota y los bailes en ritmo binario, que son las dos especies más difundidas en la tradición popular de Castilla y León, aparecen también muchos otros bailes localizados en zonas geográficas más o menos amplias. Aunque estos bailes pueden reducirse, salvo excepciones raras, a las tres especies básicas de ritmo binario, ternario y ternario de agrupación binaria, los distintos tipos difieren tanto en la coreografía, extraordinariamente rica y variada, como en las plantillas rítmicas perfiladas por las 56 realizaciones concretas de los tres ritmos básicos que hemos citado. En razón de la distribución de valores y de la acentuación propia de cada ritmo, aparecen a menudo realizaciones muy singulares causadas por la presencia de síncopas, distribuciones irregulares de valores y cortes rítmicos. Dada la gran variedad de especies de baile, se comentan brevemente los más característicos y se citan sumariamente todas las denominaciones de bailes que aparecen en las obras de recopilación. Desde el punto de vista de la singularidad del ritmo hay dos tipos de baile semejantes en el esquema rítmico, aunque muy diferentes en la realización coreográfica: la rueda burgalesa y la charrada salmantina. En ambos casos la trascripción correcta de la plantilla rítmica de la melodía exige emplear un compás irregular o de amalgama (5/8 o 5/16) cuyos bloques de cinco valores acentúan en la primera y tercera o en la primera y cuarta figura (2+3, o bien 3+2)."Así lo hace Olmeda en su Cancionero de Burgos (págs. 138-9 y 154), advirtiendo y demostrando que tal ritmo no tiene nada que ver con el zortziko vasco, del que con frecuencia se piensa erróneamente que es el único ritmo de amalgama que aparece en la península Ibérica. Dámaso Ledesma, por su parte, transcribe también un repertorio bastante amplio de charradas vocales (págs. 69-78) y algunas instrumentales en las últimas páginas de su Cancionero salmantino. Hay que advertir, no obstante, que la trascripción realizada por el músico salmantino no es correcta, ya que el compaseo de 6/8 no refleja con exactitud las agrupaciones de cinco valores que llenan cada parte del compás. Fue M. García Matos quien en su trabajo "Sobre algunos ritmos de nuestro folklore musical" (1960-61) dejó perfectamente aclarada con una buena base documental la naturaleza de estos ritmos, entre los que incluye también el perantón extremeño, concluyendo que se trata de ritmos de amalgama que comprenden cinco valores que a la vez se agrupan en forma binaria y que, al ser rápidos, encuentran la expresión más adecuada en un compás de 10/18, tal como él los transcribe en su Cancionero popular de la provincia de Cáceres (Barcelona, CSIC, 1982), corrigiéndose también a sí mismo en las transcripciones que años antes había realizado en su Lírica popular de la alta Extremadura (Madrid, 1944). La naturaleza básica binaria de estos ritmos de agrupación irregular suscita dudas acerca de si es correcta la denominación aksak que a veces se aplica a estos esquemas rítmicos, ya que la percepción es totalmente regular y simétrica para ambas partes del compás, como lo son los vaivenes y 57 movimientos de la coreografía, a pesar de la composición irregular de cada bloque o parte del compás. Entre todos estos bailes es la charrada salmantina la que ha adquirido mayor renombre. Quienes han conocido este singularísimo baile coinciden en afirmar que la elegancia de los movimientos y el hieratismo de los bailadores lo acercan más a una danza de tipo cuasi ritual que a un simple baile de diversión Ej.11 Otro es el baile sanabrés, especie de suite que comprende una alternancia de cinco piezas seguidas (jota sin estribillo, baile binario sin estribillo, jota con estribillo simple, baile binario con estribillo y jota final, generalmente denominada jota punteada) que se cantan, tocan y bailan siempre juntas y en el orden citado. De este baile hay trece ejemplos transcritos en el Cancionero de folklore musical zamorano. Respecto al fandango, es necesario hacer algunas precisiones. La presencia de esta denominación está bien documentada en los cancioneros de Salamanca, Segovia, Zamora y Ávila. En (M. Manzano, 1982, nos 459-471) en los que queda perfectamente tipificado y perfilado en su originalidad Algo parecido ocurre con el salmantino baile de la rosca, < formado también por una suite cuyo carácter y ocasión lo \ acerca bastante a una danza ritual. En el folleto explicativo que acompaña a la Antología de la música tradicional salmantina (1986) se describe así este baile: "El baile de la rosca tiene singular relevancia y ello, sin duda, estriba en que es pieza musical y expresión coreográfica creada especialmente para esta solemnidad (la ceremonia de boda). Interpretada en distintos momentos, según las comarcas, la rosca o pica viene a suponer por su desarrollo y ejecución la síntesis plástica de la relación amorosa de los recién casados. Galanteos y desprecios en escuadras y esquinas alrededor de una mesa, mientras el tamboril marca el elegante ritmo de "charro" para terminar en una persecución invitados por el fandango o jota con espuela hasta hallarse cara a cara, entremezclando en algunas localidades unos compases de ‘agarraos’, influencias inevitables de los modernos estilos. La mesa, axil de la parada bailable, aguantaría una rosca o pica o bollo 58 maimón que, acabado el baile de su mismo nombre, repartirían entre los congregados asistentes una vez fuese descubierto del mantel o mantón de ramo con el que punta a punta a lo largo de su ejecución se había ido tapando en señal de recordatorio situacional para bailadores y tamborilero". Respecto al fandango, es necesario hacer algunas precisiones. La presencia de esta denominación está bien documentada en los cancioneros de Salamanca, Segovia, Zamora y Ávila. En todos ellos el nombre se aplica a melodías que encuadran perfectamente en la estructura y el ritmo de la jota, con la cual se intercambian o confunden a menudo. A, Maraezula por ejemplo, transcribe en su Cancionero segoviano (1964; pág. 275) una plantilla rítmica bajo la denominación “Ritmo de fandango" o "Baile llano o de Jotas antiguas” Sin embargo, queda todavía por aclarar si la denominación fandango responde siempre en Castilla y León a una coreografía diferente de la jota, o sólo se aplica al esquema rítmico del célebre baile que encuadra perfectamente en el ritmo de la jota; Pero es indudable que el ritmo que tipifica al fandango del que siempre se ha pensado que nació en el sur, esta también presente con muchísima frecuencia por tierras mas al norte y no solo en tonadas jotescas sino también en canciones de ronda; entonado en este caso a un aire mucho más lento. Otra especie de baile presente en todos los repertorios es el denominado la jerigonza, la jeringosa o el fraile cornudo del que aparecen numerosas variantes melódicas casi siempre en ritmo ternario, y a veces con denominaciones diferentes, que designan un tipo de baile de diversión en el que las parejas de bailadores van saliendo sucesivamente a un espacio acotado por todos los participantes, que corean y animan los movimientos de los danzantes que se van turnando. Este baile ha sido estudiado con bastante amplitud por Bonifacio Gil (1958). En cuanto a los bailes denominados seguidillas y boleros (o boleras), cuya cuna se encuentra indudablemente más al sur de las tierras de León y Castilla, también se detecta su presencia, aunque de forma escasa y esporádica, en los repertorios de Segovia, Ávila, y Salamanca (en Zamora hay un sólo ejemplo de bolero, el célebre bolero de Algodre, y en Burgos recogió Olmeda otras tres melodías de boleros y seguidillas), debido sin duda a la influencia entre los repertorios de pueblos y tierras fronterizas. Lo relativo al baile se completa con una enumeración de los diferentes bailes documentados en las principales recopilaciones de música de tradición oral. Por 59 tierras de Burgos recogió y transcribió Olmeda melodías de bailes denominados boleros, el angulé o margandú, el cangrejo, el chis con el chas, el pelele, el pindajo, el trepeletre, la giraldilla, la mar-marisola, la peringosa, la rueda, las carrasquillas, las agachadas y seguidillas. Este catálogo de bailes burgaleses aparece mucho más amplificado en denominaciones y ejemplos en la obra Danzas típicas burgalesas (1959) de Justo del Río, en la que se mezclan denominaciones, coreografías y transcripciones musicales de bailes y danzas. En el cancionero zamorano de M. Manzano (1982) se recogen tonadas de bailes denominados las alforjas, de la bandera, el bolero (de Algodre), la pajera, el candelín, las barcas, el pelele, la pandeirada por muiñeira, el baile del maragato, los gigantones, el baile de los cuatro laos, las pulgas, la habanera, las habas verdes, el mandilín, el baile de las carrasquillas y la rueda. En Salamanca se documentan, además de los ya citados, el baile charro, diferente de la charrada, que se presenta en las dos variedades de golpeado y verdadero, y también el perantón, por tierras cercanas a los límites de Extremadura. Y finalmente en el Cancionero leonés (1988-91) de M. Manzano se transcriben melodías del baile de las cuatro caras, la juliana, el colero, la redondilla, el baile de las carrasquillas, el baile del maragato, la habanera y la vaqueirada. Todas estas denominaciones y otras más son una muestra evidente de la variedad de realizaciones coreográficas y musicales a las que ha dado lugar creatividad popular por tierras de Castilla y León. 2.4. Las danzas. Las danzas revisten un cierto carácter ritual y solemne que trasciende la pura diversión y el pasatiempo. Se ejecutan en determinadas fechas o fiestas del año, con un atuendo especial y con arreglo a una coreografía que recoge con fidelidad las normas recibidas de los mayores. Aun cuando muchas danzas hayan tenido un origen pagano, la mayor parte de las que han sobrevivido en Castilla y León se interpretan en el ámbito de una festividad religiosa o con ocasión dé ella. De un catálogo probablemente muy abundante en otros tiempos sólo han sobrevivido el baile de las cantadeiras en León; las danzas del Corpus en Laguna de Negrillos; la danza de Nabucodonosor en Corporales (León), que incluye algunos elementos dramáticos, y otra serie de danzas y bailes de tipo ritual y sagrado que se interpretan ante las imágenes de los santos patronos durante los desfiles procesionales. Hay sin embargo dos tipos de danza o baile ritual que se han celebrado tradicionalmente desde 60 hace siglos en centenares de pueblos de León y Castilla: las danzas de palos o paloteos y la danza o baile de las cintas o del cordón. La coreografía de las danzas de palos se desarrolla en sucesivos episodios que reciben el nombre de lazos o mudanzas, cada una de las cuales se baila al son de una melodía instrumental diferente que se retiene en la memoria con ayuda de un texto que, a su vez, da título a cada uno de los lances. Estos textos y músicas están abundantemente documentados en las recopilaciones realizadas en Ávila (K. Schindler, n° 101, 1-11), Burgos (E Olmeda, n° 35, pág. 84), León (M. Manzano, n° 622), Palencia (A. Moro, pág. 283 ss.), Salamanca (D. Ledesma, pág. 216 ss.), Segovia (A. Manizuela, n°* 268286) y Soria, donde K. Schindler recogió series de melodías de lazos de paloteo en diez pueblos diferentes. A pesar de esta abundante documentación hay que decir, sin embargo, que la práctica de estas danzas, que casi siempre tenía lugar en la procesión del Corpus o bien en la fiesta patronal de cada pueblo, ha decaído mucho, si bien se está llevando a cabo una labor de recuperación de las mismas, con las dificultades que comporta restaurar una tradición que sólo queda en la memoria de algunas personas mayores. En el aspecto musical, una lectura comparativa de estos repertorios de toques y cantos nemotéc-nicos demuestra claramente que todos ellos están muy emparentados musical y literariamente y, lo que no deja de resultar extraño, que estas músicas, en su mayoría instrumentales, representan, si se toman en conjunto, un bloque más bien reciente dentro del repertorio de la música popular de tradición oral, en la que abundan cantos y toques instrumentales con evidentes rasgos de un arcaísmo que muy raramente se encuentra en la música de las danzas de palos, casi siempre de corte un tanto militar y de naturaleza tonal. Menor atención se ha prestado al baile de las cintas o del cordón, que se danza alrededor de un mástil que va quedando revestido, a medida que avanza el baile, por los colores de las cintas que sujetan los danzantes, del que sólo aparecen referencias pasajeras en algunas recopilaciones de Burgos (J. del Río, págs. 146 y 166), Salamanca (Sánchez Fraile, pág. 9), Segovia (A. Marazuela, n° 287), y una algo más amplia, que comprende la trascripción de las melodías y textos de tejer y destejer el cordón alrededor del ramo en un pueblo de Zamora (M. Manzano, n° L004). 3. Cantos de laboreo. El repertorio de cantos de trabajos y faenas es uno de los más abundantes y mejor documentados en las recopilaciones de Castilla y León. Del análisis musical de las melodías de los cantos de trabajo se deduce que en este género 61 de canciones aparecen algunos de los más bellos cantos de la tradición musical popular. Acerca de este repertorio hay que advertir que algunos de los cantos que los recopiladores incluyen en la sección de cantos de trabajo no deben ser clasificados como tales, sino que habría que calificarlos más bien como "cantos durante el trabajo", ya que no tienen nada que ver, ni en el texto ni en la música, con el trabajo que se está haciendo mientras se cantan. Es bien sabido que para llenar el tiempo, para distraerse, para darse ánimos mientras se trabaja, se ha cantado siempre cualquier género y cualquier tipo de tonada que llegue a la memoria. Los cantos de trabajo propiamente tales son aquellos cuyo texto alude a las tareas que se están realizando, o cuya música está condicionada en algún modo por la naturaleza o por el ritmo de esa tarea. La mayor parte de estos trabajos de las tierras de Castilla y León se repiten cíclicamente a lo largo de las faenas del año agrícola. Un buen número de estas tareas se realizan al aire libre y en espacio abierto: arar y sembrar, bimar, aricar, escardar, segar, acarrear, trillar, majar, limpiar el grano, llevarlo al granero, barrer la era, regar, vendimiar, recoger frutos a mano o vareando los árboles, podar, las exigidas por cultivos especiales, como el del lino, o por faenas relacionadas con el cuidado o la explotación de los animales, como llevarlos a pastar o a beber agua, ordeñar, esquilar, etc. Otros trabajos se realizan en el ámbito doméstico, a menudo en grupo, tales como espadar o espadillar el lino, preparar y tejer la lana, pelar, estitar o clasificar frutos, cerner la harina, amasar el pan, elaborar dulces y postres, preparar los aperos en casa o en la fragua, realizar las tareas de la matanza, y otro sinfín de labores caseras que exigía el trabajo artesanal. Todas estas faenas han dado origen a un amplio y variado repertorio de canciones que llena centenares de páginas de los cancioneros, en los que estas ocupaciones aparecen a menudo con denominaciones no exentas de cierta fuerza evocadora: los cantos de arada son gañanadas, boyeras, aradoras, aradas o labradoras; los de recoger el grano son trigueras, muelos o acarreas; los de barrer la era son baleos; los de apañar aceitunas son oliveras o aceituneras. Y la velada familiar o vecinal en la que se llevan a cabo los trabajos domésticos, a la par que se aprovecha ese tiempo para la diversión, el coloquio y el canto o la narración de historias, romances y leyendas se denomina serano, hilorio, magosto o calecho (de colloquium). 62 En los aspectos musicales, de los cancioneros se puede deducir que los trabajos y faenas de estas tierras han dado origen a tres tipos de cantos muy bien tipificados en sus rasgos. Por una parte están los de estilo melismático y ritmo libre, cuyo carácter es netamente lírico, que suelen interpretarse acompañando las faenas que se realizan al aire libre, y a menudo en solitario. Es indudable que en estos cantos el arte popular alcanza algunas de sus cotas más altas, llegando a una hondura lírica y a una perfección e inspiración difícilmente superable. Las secciones de cantos de arada, siega y acarreo del grano que aparecen sobre todo en las recopilaciones de Burgos, Salamanca, Segovia y Zamora lo demuestran bien claramente. Ej. 12. El segundo tipo de cantos tiene una configuración marcadamente rítmica, y su melodía está condicionada por tareas que exigen actitudes o ademanes repetitivos, tanto si se realizan individualmente como en grupo. En este segundo caso el es imprescindible cuando ese grupo tiene que actuar a la vez y acompasadamente como condición para que el trabajo sé ejecute de forma eficaz y sin peligro, como sucede, por ejemplo, en la maja o maya, en que dos grupos de majadores alternan sus golpes sobre el bálago para sacar el grano de las espigas sin estropear la caña del centeno. Ej. 13. Finalmente, un buen número de cantos de trabajo no tienen un estilo musical especial, sino que han sido tomados de otros géneros del repertorio tradicional adaptándoles algunas estrofas del texto, que unas veces aluden a la faena que se realiza y otras veces a las personas que ejercen un determinado oficio en forma habitual, como el molinero o la molinera, el herrero, el carbonero, el labrador, el carretero o mulero, el tejedor, el pastor, el panadero, el leñador y otros. Evidentemente, este tercer tipo de cantos está ya en la frontera de lo que puede entenderse propiamente por un canto de trabajo. 63 4. Cantos de ritos y costumbres. En este epígrafe se incluyen los cantos que acompañan usos y costumbres no explícitamente religiosos, aun cuando algunos de ellos se celebren con motivo de fiestas religiosas o de actos que estén relacionados en parte con alguna ceremonia religiosa. 4.1. Canciones de cuna. Relacionadas con el ciclo vital, las canciones de cuna son las primeras que escucha el niño desde sus primeros días de vida. El repertorio de canciones de cuna recopilado en Castilla y León (principalmente en Burgos, León, Salamanca, Segovia y Zamora) se acerca a un centenar de documentos. En él se muestra que la canción de cuna es uno de los géneros musicales mejor caracterizados en la tradición popular de estas tierras, y que se caracteriza sobre todo por la sonoridad. El modo de Mi, casi siempre cromatizado en el III grado, aparece en estas tonadas tan reiterativamente que se diría que se escucha siempre el mismo soniquete insistente sólo cuando estos cantos aparecen escritos y se comparan se aprecian las diferencias entre las diversas formulas melódicas. Esta sonoridad del modo de Mi se estructura preferentemente sobre la cuarta Mi-La-Mi, que se revela así como el núcleo melódico generador de unos arquetipos sonoros que aparecen, tanto en éste como en los demás géneros del repertorio de música tradicional de estas tierras, con una insistencia que deja muy pocas dudas sobre su carta de naturaleza autóctona. Se observa que en estas tonadas predomina la estructura compuesta de una estrofa cuya mensura silábica es preferentemente el verso hexasílabo o la seguidilla y con menos frecuencia el octosílabo, seguida de un estribillo en él que casi siempre aparece la muletilla ro-ro-ro, característica del arrullo. Desde el punto de vista rítmico, la estructura binaria, que se adapta perfectamente al mecer del niño, es la que predomina en el conjunto, a pesar de que de vez en cuando aparecen ritmos ternarios. Ej. 14 En la temática de los cantos de cuna de León y Castilla aparecen las frases y la imaginería poética más frecuente del género. Cuartetas como "Duérmete, mi niño, que tengo que hacer ..." o "Este niño tiene sueño, tiene ganas de dormir ..." se encuentran repetidas en la mayor parte de las tonadas, según sea el hexasílabo o el octosílabo la medida del verso. No faltan "el coco", "la mora" y algún otro ser imaginario que vienen a llevarse a los niños que duermen poco. Y tampoco faltan cinco versiones de la 64 nana de la madre adúltera, quien por medio del canto de arrullo envía un mensaje al amante que acecha al otro lado de la ventana, avisándole de que no es momento de entrar porque está en casa el padre del niño que llora. (F. Olmeda, n° 11, pág. 43;) 4.2. Canciones de boda. Este repertorio es uno de los más relevantes dentro de la tradición popular de Castilla y León. En ninguna recopilación falta un bloque más o menos numeroso de estos cantos, que en los cancioneros de León y Zamora en los cuales se les ha dedicado mayor atención, ha llegado nada menos que a la cifra de 61 y 114 respectivamente. Si a este número se añaden otros 47 contenidos en los demás cancioneros, es evidente que se trata de la más numerosa colección de cantos de boda de todas las regiones y pueblos de la península Ibérica, hecho que permite estudiar a fondo las características musicales y literarias de un género tan importante dentro del repertorio de los cantos tradicionales. Con algunas variantes que sólo afectan a aspectos secundarios, la boda se celebra por todas las tierras de Castilla y León conforme a un rito que comprende varios usos y costumbres de los cuales formaban parte importantísima los cantos. En no pocos lugares se preparaba el ambiente festivo de la boda con canciones de ronda entonadas durante las noches que precedían al día de la ceremonia nupcial. Llegada la fecha, los cantos acompañaban cada uno de los momentos del rito. Los cancioneros recogen tonadas que se cantaban al ir a buscar a la novia a casa de los padres, al pedir la bendición del padre, por el camino hacia la iglesia, al llegar a la puerta de la iglesia, a la entrada en el templo, durante la ceremonia del casamiento, a la salida de la iglesia, por el camino de vuelta hacia casa y, sobre todo, durante el banquete de boda que reunía a todos los comensales, a lo largo del cual había tiempo para entonar un variadísimo repertorio de canciones de todo tipo. El análisis comparativo de los cantos de boda permite encontrar una serie de rasgos y cualidades que los caracterizan. En los cantos que preceden a la ceremonia que se celebra en el templo predominan las estructuras simples, en las que una misma fórmula melódica sirve de soporte a sucesivas cuartetas octosilábicas. Las melodías de estos cantos revelan un arcaísmo mayor que en otros géneros del repertorio popular: sistemas melódicos modales, muchos de ellos diatónicos, ámbitos melódicos muy estrechos y fórmulas rítmicas que configuran agrupaciones irregulares de valores, consecuencia de una dicción natural del texto, configuran estos cantos vetustos a los cuales a menudo se añadían algunas estrofas de circunstancias compuestas para cada 65 ocasión. El bloque más amplio de tonadas de este tipo puede encontrarse en el Cancionero leonés (M. Manzano, 1988-91, vol. II, págs. 41-130), donde se transcriben ochenta documentos que permiten tipificar perfectamente esta clase de cantos. Ej. 15 Los cantos que se entonaban durante el convite nupcial presentan un interés musical y literario todavía mayor. Siendo uno de los momentos más festivos de la celebración de la boda, el banquete ha dado origen a uno de los repertorios más bellos de toda la música de tradición oral de Castilla y León. El análisis de los textos permite comprobar que los estribillos más repetidos ("Vivan y revivan", "Florezca la flor", "A la gala de la rosa bella", "Crezca el honor", "Esta sí que es novia", "Yo la vi subir", entre otros) están difundidos por gran parte de la geografía peninsular, y algunos de ellos aparecen en pasajes de la literatura culta ya desde hace más de cuatro siglos. En cuanto a las melodías, sometidas a un constante intercambio e influencia mutua dadas las especiales circunstancias en que se cantan -en las que conviven por unas horas personas y familias que viven muy distantes-, constituyen sin duda una de las bases documentales más fuertes para emprender un estudio a fondo de las constantes que rigen la transmisión de la música sobre soporte oral. En el Cancionero de folklore musical zamorano (M. Manzano, 1982, nos 680-704) aparecen 25 variantes de un mismo tipo melódico (la tonada más común del banquete de bodas) en un orden lógico evolutivo que permite conocer las transformaciones modales y tonales que experimenta una melodía transmitida de forma oral. Ej. 16. 4.3. Canciones de quintos. También dentro del ciclo vital se inscriben las canciones de quintos y los cantos alusivos al servicio militar. Las primeras son por lo general tonadas bastante conocidas, de tipo rondeño y de estilo melódico, cuyas músicas y textos se repiten con cierta insistencia en todas las recopilaciones. En cambio no pocos de los segundos reflejan con gran hondura y lirismo la impresión que la ausencia obligada ejercía en los mozos, creando en ellos una mezcla de añoranza, miedo e 66 incertidumbre ante lo desconocido. En el Cancionero leonés (M. Manzano, 1988-91, n° 152 y ss.) hay un repertorio de 26 tonadas rondeñas de esta especie que tipifican claramente estos cantos, algunos de los cuales son pequeñas obras maestras de la lírica popular tradicional. 4.4. Canciones del ciclo anual. Dentro del apartado de usos y costumbres, el repertorio más numeroso de canciones es el que está relacionado con el ciclo anual. Aunque dicho ciclo está en estrecha relación con el calendario festivo litúrgico, e por las tierras de Castilla y León proporciona la casi totalidad de las ocasiones de fiesta, hay numerosas tradiciones, ritos y costumbres que muy poco o nada tienen que ver con el aspecto religioso, bien sea porque pertenecen a la vida civil o profana, bien porque son una celebración festiva no religiosa a la que presta ocasión una fiesta del calendario litúrgico» Unas y otras han dado origen a un variado repertorio de tonadas que suelen recoger las recopilaciones y cancioneros. Entre las primeras hay que citar los cantos denominados aguinaldos o marzas, que acompañan a las rondas petitorias que en muchos lugares hacen los niños o mozos del pueblo y entre los que aparecen de vez en cuando fórmulas proto-melódicas muy arcaicas (ver Cancionero popular de Castilla y León, 1989, nos 85-88); las murgas y rondas de Carnaval* en su mayoría con textos de circunstancias compuestos para ser entonados al son de melodías divulgadas; las canciones que acompañan el rito de izar el árbol simbólico al comienzo del mes de mayo, repertorio escaso pero muy interesante (ver Cancionero segoviano de A. Marazuela, nos 9,10 y 35); los cantos de enramada, de tipo rondeño, que se entonan para ambientar la costumbre tradicional de poner ramos en las ventanas de las mozas en la noche de San Juan (ver Cancionero segoviano, A. Marazuela, n0515 y 21; Cancionero de folklore musical zamorano, M. Manzano, nus 663-668); las toreras o tonadas de toros, que animan el ambiente de la fiesta taurina (ver cancioneros salmantinos de D. Ledesma, 1907, y A. Sánchez Fraile, 1943; Cancionero zamorano, M. Manzano, nos 658-662, y sobre todo Folk Music and Poetry ofSpain and Portugal de K. Schind-ler, que contiene el más variado y numeroso repertorio de canciones de este género recogidas en la provincia de Ávila), y finalmente las canciones de bodegas y brindis, que forman un repertorio muy especial en razón de las circunstancias en que se cantan. En cuanto a las celebraciones religiosas que tienen una prolongación festiva profana, es evidente que el calendario litúrgico que rige el culto en la Iglesia católica ha condicionado desde hace más de un milenio el ciclo festivo civil. Por lo que se refiere a 67 la música popular tradicional, son sobre todo las festividades de los santos más celebrados en el ámbito rural, como Santa Águeda, San Blas, San Antón, la Candelaria, San Isidro o San Roque, junto con los santos patronos o advocaciones a las que cada pueblo, comarca o tierra se acoge tradicionalmente, las que han dado origen a fiestas, canciones y músicas en las que se amalgaman elementos religiosos y profanos en una mezcla difícil de separar. 5. Cantos narrativos. No es exagerado afirmar que las gentes de Castilla y León han conservado el repertorio de romances y cantos narrativos más rico, variado y abundante de toda la península Ibérica. En estas tierras más que en otra ninguna, dada su amplitud geográfica, llevó a cabo Menéndez Pidal sus trabajos de búsqueda sobre el romancero oral, como resultado de los cuales se vienen publicando ya desde hace décadas los sucesivos volúmenes del Romancero tradicional, en cuyas referencias geográficas aparecen insistentemente citados los pueblos de Castilla y León. En estas mismas tierras se llevó a cabo al final de la década de 1970 la encuesta que abre el proyecto AIER {Archivo Internacional Electrónico del Romancero), cuyo resultado, publicado por el Seminario Menéndez Pidal con el título Voces nuevas del romancero castellano-leonés, llena dos tomos que contienen centenares de versiones de 154 temas romancísticos y narrativos. La riqueza musical del repertorio narrativo recogido en las tierras de Castilla y León es tan extraordinaria como la literaria. Las obras de recopilación publicadas desde 1^ primera década del s. XX contienen alrededor de 1.200 fórmulas melódicas de romances y cantos narrativos, cifra que permite abordar sobre bases sólidas un estudio de los aspectos musicales de este repertorio en las tierras de la meseta norte Dicho estudio se ha llevado a cabo parcialmente en el Cancionero leonés de M. Manzano (1988-91, vol. II, tomo 2o) sobre el fondo, suficientemente amplio y representativo, de los 383 documentos transcritos y con referencias a un amplio contexto de trabajos de recopilación de cantos narrativos de todo el noroeste peninsular. Las conclusiones de este estudio, resumidas sumariamente, son las siguientes: 1. En las fórmulas melódicas de los romances y cantos narrativos de Castilla y León y de todo el noroeste peninsular predominan los sistemas melódicos modales sobre los tonales, y en un porcentaje mayor cuanto mayor es la antigüedad de los ternas. 2. El análisis comparativo de las estructuras de desarrollo melódico demuestra que éstas han evolucionado desde las formas más simples, que toman un par de versos octosilábicos 68 soldados por una melodía de tramo único, hasta las fórmulas estróficas de cuatro incisos, que parecen haber condicionado posteriormente la estructura literaria de los cantos narrativos más tardíos. 3. Las estructuras rítmicas de las fórmulas presentan una gran libertad y una enorme variedad, casi nunca trascribible en compás uniforme y sólo condicionada por la acentuación natural del texto. 4. En cuanto al carácter de la melodía, se distinguen cuatro estilos bien diferenciados: a) estilo narrativo severo, que aparece en una serie de temas arcaicos cuya fórmula melódica es poco más que un mero soporte para una recitación musicalizada del texto narrativo; b) estilo narrativomelódico, que se da en una serie de fórmulas melódicas que, sin perder la austeridad y severidad propia del género narrativo, en el que la música sirve a la palabra sin imponerse a ella, contienen sin embargo una cierta musicalidad; son, en general, melodías de gran belleza e inspiración, perfectas en su hechura y equilibradas en su desarrollo; c) estilo narrativo-lírico, que aparece en una serie de melodías caracterizadas por un fuerte componente lírico, o más bien sentimental; son de hechura relativamente tardía, como los romances y coplas de cordel que los ciegos cantaban y vendían impresos hasta bien entrado el s. XX; d) estilos cercanos a la tonadilla vulgar, producto de la asimilación popular de las formas de la canción "culta" de estilo popularizante. Ejs. 17a, b, c, d. 6. Canciones infantiles. El cancionero infantil es uno de los géneros más uniformes de todo el repertorio tradicional. En él se repiten temas y variantes melódicas de los mismos tipos con una insistencia cuyas razones todavía no han sido aclaradas suficientemente. El 69 repertorio infantil de Castilla y León ha sido objeto de atención preferente en algunos trabajos. El Nuevo cancionero salmantino (A. Sánchez Fraile, 1943) contiene un rico fondo de transcripciones musicales de más de un centenar de melodías del repertorio infantil (nos 128-219 y 245-257). Joaquín Díaz ha publicado en dos tomos sucesivos, Cien temas infantiles (1981) y Otros cien temas infantiles (1982), una amplia recopilación de cantos y sonsonetes de los niños o que los mayores cantan a los niños, llevada a cabo principalmente en tierras de Vallado-lid. El tomo II de la obra Folklore segoviano (1982-88) de C. de Santos, L. D. Delgado e I. Sanz, dedicado íntegramente al repertorio infantil, contiene también una amplísima colección de toda suerte de textos de canciones y soniquetes de los que los niños hacen uso en su juegos y entretenimientos, con más de medio centenar de transcripciones musicales. Finalmente, el Cancionero leonés (1988-91) de M. Manzano también incluye una colección de 126 cantos infantiles recogidos en León (vol. II, tomo 2o, nos 979a-1081) y un breve esbozo de estudio del repertorio infantil. Estos trabajos no agotan el tema de dicho repertorio, pero son suficientes para dar una idea de los rasgos musicales que este fondo común ha adquirido por las tierras de Castilla y León. 7. Cantos religiosos. Este apartado se refiere a los cantos cuya temática y funcionalidad tienen que ver con celebraciones litúrgicas o con actos de devoción y culto: fe y creencias, historia sagrada, culto y devociones a Dios y a los santos, ceremonias y ritos del culto, moral y costumbres, instrucción catequística. El repertorio de los cánticos religiosos es bastante significativo en casi todas las recopilaciones de música popular tradicional de Castilla y León, y en algunos casos muy amplio, alcanzando un total de 938 documentos: 19 en Ávila, 61 en Burgos, 610 en León, 13 en Palencia, 64 en Salamanca, 24 en Segovia, 26 en Soria, 32 en Valladolid y 138 en Zamora. La diferencia entre estas cifras responde al desigual empeño de los recopiladores en la recogida de datos pero, en todo caso, indican la importancia del canto religioso en el conjunto del repertorio popular, como no podía ser menos en una tierra en que el aspecto profano y el religioso han estado tan unidos desde hace más de un milenio. Teniendo en cuenta la funcionalidad, se pueden distinguir cuatro especies de cantos religiosos: los litúrgicos, los para-litúrgicos, los devocionales colectivos y los relacionados con la piedad privada o individual. Considerada en su función, la música 70 religiosa de Castilla y León no se diferencia notablemente de la de cualquier otro espacio geográfico, aunque presenta ciertas singularidades. 7.7. Cantos litúrgicos en latín. El latín ha sido la lengua oficial litúrgica en la Iglesia católica hasta la reforma del Concilio Vaticano II, por lo que todos los cantos propiamente litúrgicos habían de cantarse en latín y con la melodía oficial del canto llano o canto gregoriano. Pero en paralelo con las melodías oficiales gregorianas, siempre hubo por tierras de Castilla y León otras fórmulas melódicas conservadas por tradición oral que se han venido cantando desde tiempo inmemorial. Entre todas estas músicas litúrgicas de tradición oral tiene especial importancia la misa festiva solemne, cantada en las grandes fiestas locales por un colectivo de hombres maduros que ya habían asimilado una tradición a la cual se iban incorporando las generaciones jóvenes. Esta práctica se ha conservado hasta hace muy poco tiempo en centenares de pueblos. De este interesante documento se han hecho algunas transcripciones en recopilaciones de León, Burgos, Salamanca y Zamora, y de su análisis se deduce que todas ellas, así como otras que aparecen en recopilaciones gallegas, asturianas y extremeñas, son variantes bastante cercanas de un mismo tipo melódico conservado por tradición oral. 7.2. Cantos paralitúrgicos. Se trata de un repertorio muy abundante en la tradición oral. Como consecuencia de la ininteligibilidad del latín, ha existido desde hace siglos un repertorio paralelo de cantos religiosos en lengua vulgar que ha suplido las funcionalidades de la música litúrgica tanto en las celebraciones rituales (misa, oficio, procesiones, culto a los santos), en las que estos cantos inteligibles doblaban a los obligatorios en latín, como en los actos piadosos de devoción colectiva que desde hace siglos también, pero sobre todo en los tres últimos, se han venido multiplicando hasta la saturación: rosarios, novenas, quinarios y septenarios, dolores y gozos, siete domingos, nueve primeros viernes, trece martes, devociones a todos los santos y santas, peregrinaciones, rogativas, procesiones, romerías y actos piadosos de todo tipo. Algunos de estos actos de culto y piedad, como los que tienen lugar en el contexto de las fiestas litúrgicas más antiguas (Cuaresma y Semana Santa, Navidad y Reyes, fiestas y santos patronos de cada lugar), han dado origen en Castilla y León a un repertorio de cantos que tiene varios siglos de vigencia. Entre ellos cabe destacar, dentro del ciclo de Pascua, los via crucis o calvarios, los cantos penitenciales de Cuaresma, en especial el salmo miserere entonado en una versión popular del tono IV gregoriano, que ha dado origen a todo un 71 repertorio de melodías con textos en castellano que proceden de un mismo tipo melódico transformado evolutivamente (el Cancionero leonés recoge hasta 143 variantes de dicho tipo), y los cantos de la procesión del encuentro, que ambientan musicalmente la dramatización del encuentro de Jesús resucitado y la Virgen en la mañana de Pascua. Ejs. 18a, 18b Dentro del ciclo de Navidad merecen ser destacados por su valor musical los "ramos", cantos que acompañan y ambientan la ceremonia del mismo nombre celebrada para solemnizar dicha fiesta, y las pastoradas, corderas y corderadas de la tierra leonesa, actos dramáticoreligiosos en los que el canto tiene una importancia relevante, que se celebran con ocasión de las fiestas navideñas en numerosos pueblos, sobre todo de León y Zamora, y que han sido objeto de estudios e investigaciones especiales. Ej. 19 También hay que citar el amplio repertorio de cánticos festivos en honor de la Virgen y de los santos patronos denominados ramos, logas, loas, alboradas o romerías, cuyas músicas, casi siempre vetustas, cuentan las vidas y celebran los favores y milagros que la fe popular atribuye a sus protectores en unos textos que con frecuencia son, en todo o en parte, de circunstancias y de hechura reciente. Ej. 20 En estos tres bloques del repertorio se encuentra la veta más arcaica del canto popular religioso, 72 profundamente emparentado con la canción profana en los sistemas melódicos, la organización rítmica, las estructuras de desarrollo melódico y los demás rasgos musicales y literarios, aun cuando en muchos casos se adivine en él una mano culta y una autoría debida a especialistas que desde luego conocían muy bien el estilo popular tradicional. Pero al lado de este repertorio vetusto, cuyo estilo musical es sobrio y severo, aunque inspirado y elegante, aparece también ese otro bloque de cantos envetusto, cuyo estilo musical es sobrio y severo, aunque inspirado y elegante, aparece también ese otro bloque de cantos en uso durante los dos últimos siglos, que ha estado vigente hasta la década de 1960, formado por músicas popularizantes, compuestas para que el pueblo las cante, pero en general rebuscadas y artificiosas, sobre textos dogmáticos, catequéticos, conceptuales y adoctrinadores. 7.3. Otros cantos religiosos. Aparecen también en el repertorio tradicional de Castilla y León otros cantos de contenido religioso que se entonan en determinadas épocas del año, momentos del día u ocasiones de la vida privada. Romances y narraciones piadosas, oraciones y plegarias, sonsonetes y retahilas instructivas o moralizantes conforman ese repertorio propio de la piedad privada o individual. Aunque estos cantos no son muy numerosos dentro del conjunto, se han cantado con mucha frecuencia y están muy arraigados en la tradición oral religiosa. 73 EL CANTO POPULAR GALLEGO En esta región no se perfila tan claramente una música popular propia. Este estudio se basa en un trabajo de campo realizado entre 1978 y 1983, en una época en la que el canto popular gallego en su ambiente propio apenas se practicaba espontáneamente. Este hecho, que afecta a casi todas las entidades étnicas europeas, se explica por dos razones: porque muchas labores colectivas han desaparecido, como las distintas tases de la elaboración del lino, o se realizan con máquinas, como la siega, y porque en las fiestas se prefieren las actuaciones de grupos folclóricos o de bandas. Por otra parte, en casi todas las zonas rurales, la generación intermedia ha emigrado y debería ser ella la que transmitiera la tradición oral sus hijos. No es posible saber si los materiales recogidos, la mayoría de boca de gente mayor, difieren fundamentalmente de los de generaciones anteriores. A pesar de disponer de dos amplias colecciones del canto popular gallego (Sampedro 1942, y Torner/Bal, 1973), la comparación con estos materiales revela poco, porque los intereses de los compiladores citados son fundamentalmente distintos. Para Torner y Bal cuenta sobre todo el canto elaborado, la mayoría de las veces tomado de archivos de coros. En cambio, el objetivo que interesa aquí es principalmente el canto arcaico, sin dejar de tener en cuenta que el canto popular siempre se compone de un estrato arcaico y otro nuevo. Estos dos estilos manifiestan la confrontación entre la cultura rural y la subcultura urbana. No es un fenómeno reciente, motivado por la aparición de medios de comunicación o migraciones, sino que preocupaba ya a los primeros investigadores del canto popular, como Bartók, antes de que la radio se popularizara. El canto gallego es en general de ámbito estrecho: usa, sobre todo, las escalas siguientes (||o||= nota fial, o = notas estructurales, ● = otras notas de la escala) Ej. 1 Escasas, en comparación, son las escalas más amplias con divisiones estructurales distintas. Bj. 2 Las notas estructurales son fijas. La disposición de tonos y semitonos es variable y puede incluso oscilar la entonación. Si la VII es un semitono por debajo de la nota básica, su entonación es siempre muy baja y no tiene función de 75 una sensible. Oscilaciones de entonación se dan también en el mismo informante y en la misma canción. Véase el ejemplo en un canto de siega conocido en todo el sur de la provincia de Ourense. Es un canto de dos versos con una cesura en el VII grado. Ej. 3 Formación del canto popular. Las melodías arcaicas gallegas están basadas en una idea melódica muy flexible. Se puede comprobar sinópticamente en las siguientes tablas en que se transcriben melodías de áreas geográficas distintas y de distintos géneros. Todas las melodías tienen en común dos segmentos; la nota más alta del segundo segmento es más alta que la del primero. La cadencia del primer segmento es el II grado dentro de las clasificadas en el primer grupo (tabla 1 A), y el III grado en el segundo grupo (tabla 1 B). Las primeras melodías de cada grupo son de ámbito más estrecho o mas bajo. Aparecen entre estas melodías prácticamente todos los géneros y tipos cantos. La formación individual afecta sobre todo al ritmo, pero también a la formación melódica. Son de ritmo libre los cantos de boda y de siega; son de carácter recitativo la regueifa y el arrolo; son silábicos con ritmos individuales los cantos narrativos (reyes y romances), y de ritmo determinado el canto de labor para mazar la leche y los bailes (jota y muiñeira). El arrolo muestra también en el primer segmento la repetición del sonsonete típico para acunar. A estas melodías se pueden añadir melodías de otras áreas europeas (tabla 1 C, a, b en relación con tabla 1 A, h; tabla 1 C, c, con tabla 1 B, f). La tabla muestra cómo, en distintas zonas, la misma sustancia puede llegar a una formación distinta según el genero o la función, o también según el carácter particular de una zona o de un cantante. Cuando se escucha la canción por voz del informante, se percibe que normalmente 76 predomina lo individual. Pero también el mismo informante a veces transforma una melodía. Entre los ejemplos citados hay dos melodias (tabla 1 B, b, c), formadas una vez como muiñeira y otra como jota por el mismo informante. 1. géneros vocales. La ordenación del canto gallego desde el punto de vista de los géneros presenta dos problemas: por una parte, la falta de fronteras claras entre géneros y por la otra, la libre combinación de letras y melodías. El género se define tanto por sus características formales como por su relación con el ambiente y con el lugar donde se canta. Así, se relacionan con el ambiente los cantos infantiles y de labor, los cantos dialogados y de costumbres; con la forma las coplas, los cantos narrativos y enumerativos (por su forma literaria) y el baile (por su formación musical y métrica). Por ejemplo, el arrolo se canta como canción con melodía y letra propias (tabla 1 B, e), como copla con melodía de copla y letra de arrolo, como villancico o como muiñeira nova con letra de arrolo. Otro ejemplo: la muiñeira, como baile, se canta en reuniones del molino, en las hilas, en las romerías y en las ferias; se canta también como arrolo, como aguinaldo, para acompañar la maza del lino y como canto de pastores. Hay que tener en cuenta que letras y melodías son intercambiables en gran medida. Algunos géneros se definen más por su letra, otros más por sus melodías. Por ejemplo, el canto de siega se reconoce por sus melodías lentas, de ritmo libre, pero sus textos son coplas con letras de siega o de otra temática; en la provincia de Ourense y en el norte de Portugal (distrito de BraganÇa) también se usan romances como textos. Los bailes propios de Galicia, la muiñeira y la jota, se definen por su ritmo, que se puede adaptar a todas las melodías arcaicas (tabla 1B, b, c). Los textos son casi siempre coplas de todas las temáticas. 77 En la provincia de A Coruña abunda la copla. También aparece con la misma función en las provincias de Pontevedra y Guíense, y en menor medida en Lugo. La copla se define solamente por su forma literaria: es una composición de tres o cuatro versos con métricas distintas que se adapta a melodías de varios géneros y se usa como canción sin función determinada, sobre todo en las reuniones aldeanas (molino, romería, hilas, siega), preferentemente con aires de muiñeiras y jotas, normalmente en series libres que pueden llegar a formar un hilo temático asociativo o enumerativo. Ej. 4; a veces es cantada alternativamente entre dos grupos como desafío. Ej 5 1.1. El canto lírico. Dentro del canto arcaico, el canto lírico sin función determinada constituye una parte relativamente pequeña. Está combinado con letras de coplas. La melodía es melismática o silábica con ritmo libre, o silábica con ritmo fijo. El canto melismático no se distingue de los cantos de siega en las provincias de Ourense y Lugo (tabla 1 B, k, con letra de siega). En la provincia de A Coruña puede ser una formación rítmica o melódica de una melodía que también aparece como baile. Ej. 6 Los cantos silábicos de ritmo fijo se forman por adición de grupos de dos o tres sílabas. Lo mismo se encuentra en los cantos de Reyes . 1.2. Bailes cantados. Los bailes cantados más frecuentes en Galicia son la muiñeira vella (vieja) y la muiñeira nova (nueva), que se distinguen solamente en la música y la manera de ser bailadas, y la jota. Se cantan casi siempre en coplas, pero también se usan cantos narrativos al son de los bailes La muiñeira y la jota. La diferencia entre los dos bailes está en el “manco", es decir, en el ritmo ostinato que se imprime con la mano en el instrumento de percusión 78 (pandeireta) y por la acentuación distinta: en la muiñeira se acentúa cada dos sílabas, en la jota cada tres. Ej. 6ª De esto resulta que, a pesar de que la velocidad de cada sílaba es la misma, la muiñeira es más rápida, monótona y áspera mientras que la jota es más lenta, dulce y melódica y también más variada, porque se divide en punto (copla de ocho sílabas) y volta (copla de seis sílabas). Tanto en la muiñeira como en la jota, el acento del maneo se mantiene regular, mientras que el canto discurre independientemente sin tener que ajustarse necesariamente al acento de la pandeireta. Es sobre todo en el punto de las jotas donde se dan estas acentuaciones discrepantes. En la muiñeira resultan dos ritmos independientes en el canto y en la pandeireta: a dos sílabas del canto corresponden tres golpes de la pandeireta. Ej. 6b Las posibilidades de formación rítmica de cada verso son muy limitadas para la muiñeira y más variadas en la jota. Sin embargo, la libertad melódica es muy grande; el cantante da a la muiñeira su melodía definitiva: Ej. 7. La forma también es muy abierta. Más frecuente que el simple discurso de la letra en cuartetos o tríadas es la ampliación de la estrofa por repetición de versos o añadiendo versos con sílabas vacías y melodías improvisadas. La muiñeira nova. En principio no parece que se trate de una música puramente popular, tanto por la complejidad de su compás y de su metro como por la misma melodía. Lo más probable es que la muiñeira proceda de alguna música culta pegadiza, popularizada y adaptada al modo del canto popular gallego arcaico; si bien no se han investigado las fuentes escritas a este respecto, se puede citar un dato interesante: en el tercer villancico de Melchor López aparece el término muiñeira como indicación de velocidad para un compás de 3/8 animado. Melchor López llegó a Santiago de Compostela en 1784 y el villancico citado lleva fecha de 1786: por ello se puede suponer que en aquella época la muiñeira era ya un género muy difundido (Xoán Trillo-información personal). La muiñeira nova es, con el arrolo, el único género dentro del canto gallego donde no dominas ni la métrica ni la cantidad de silabas sino el acento. En los demás géneros domina el numero de silabas, sino el acento de la melodías no coincide 79 necesariamente con el pulso. El pulso básico dividido en tres partes, se puede partir rítmicamente en ,♪.. De esta maneras resultan versos de ocho a doce silabas. La cantidad de silabas no influye en el desarrollo musical. Casi resultan versos de cuatro pulsos básicos. Ej. 8. También se encuentra la combinación de “muiñeira vella” como estrofa y muiñeira nova como refrán o con silabas vacías. Ej.9. En los Ancares y en el Bierzo se encuentra un baile local llamado O chao. En este baile se adapta un pulso de 3/8 a una melodía con ritmo binario. Ej. 10. Tanto la melodía con su ámbito estructural como la organización del ritmo y del metro hacen sospechar que se trata de un canto arcaico. Entre los demás bailes los más frecuentes son los pasodobles y valses, probablemente introducidos al final del s. XIX. Estos bailes llevan melodías propias o melodías tomadas del canto arcaico gallego rítmicamente adaptadas 1.3. Cantos de labor. Se encuentran canciones para las siguientes faenas: mazar la leche, pastoreo, arar, arriero, mazar y arrigar el lino, labor de campo y siega. En la comarca de Bande (Ourense) indicaron además dos melodías (una muiñeira y una jota) como tonadas de hilar. Parece posible pensar que son, como las otras melodías de baile o de cantos líricos, melodías sin función determinada. Se pueden distinguir dos clases de cantos de labor: a) Cantos que acompañan el ritmo de trabajo (mazar la leche, elaboración del lino). Son cantos silábicos con pulso básico que coincide con los movimientos rítmicos del cuerpo al trabajar. b) Cantos que se usan durante una faena sin que el pulso de la melodía esté relacionado con los movimientos rítmicos del trabajo. Son cantos lentos con ritmo 80 libre, silábicos o numismáticos, o canciones con un pulso básico lento. La cantidad de canciones recogidas de cada faena es muy pequeña: Una canción para mazar la leche (tabla I A, a), que lleva letra con cuatro versos de seis sílabas que se repiten irregularmente; el ritmo fin. J de cada verso es el mismo de muchos aguinaldos y romances hexasilábicos; la melodía coincide al final con la del romance Rufina. También la velocidad (J = 96) coincide con estas canciones (J = entre 88 y I 12). En este caso parece que la cantante ha adaptado la letra a una melodía adecuada al ritmo de la faena. Un canto de pastoreo de dos segmentos de estilo recitativo con letras improvisadas y silabas vacías, así como melodías para un texto de un cuento de pastores. Las melodías proporcionadas por dos hermanas (Taramundi, Asturias) entrevistadas independientemente son muy distintas. Una repite regularmente una tonada de dos segmentos, la otra empieza con una de cuatro segmentos, después se repiten segmentos de melodía y texto en un orden libre. Los demás cantos son muiñeiras novas de tipo arcaico que también pueden ser considerados como canciones infantiles. Un canto de arar silábico con ritmo libre (Carballedo, Lugo). Se dispone solamente de un canto para el laboreo del campo: esta melodía aparece frecuentemente en las provincias de Lugo y Cúrense. Mientras todos los informantes de Cúrense coincidieron en asegurar que se trataba de un canto para faenas del campo, en Lugo no tiene una función determinada. La melodía procede probablemente de Asturias. Allí aparece como canto de pandero de los vaqueros (Tornen 1920, n° 32, 44, 153). Llama la atención que en todas las versiones gallegas falta el carácter bailable con ritmo y metro fijo. También se ha recogido una canción para mazar el lino y dos para ¿irrigar. Las tres son silábicas con un pulso binario que coincide con el ritmo del trabajo. De la canción de mazar hay varias versiones en Cúrense, Lugo y A Cortina; las otras se han encontrado únicamente en Bande y Lobeira (Cúrense), donde la labor del lino perduró más tiempo. Dos canciones de tascar y mazar el lino en aires de muiñeira son cantadas también en otras ocasiones, una de ellas incluso con otras letras. Dos canciones de arriero de las que hay dos versiones de cada una. Son muy lentas, una de ellas silábica, la otra con escasos melismas. La persona que proporciono una 81 de las canciones silábicas la cantó primero como canto de siega. más lenta y melismática; cada una de las versiones tiene letra alusiva a la labor. La descripción muestra que la frontera entre canciones de diversas labores y la frontera hacia otros géneros Con la canciones de siega, la situación es bien distinta. Se dispone de unas 16 melodías de varias áreas geográficas, algunas en muchas versiones. En ellas ha podido sobrevivir un legado musical arcaico a salvo de influencias exteriores. La mayor parte de las melodías consta de dos segmentos con ritmo libre, son lentas, silábicas o melismáticas (Ej.3 tabla 1 A. d: tabla 1 B. d. i). El canto al aire libre se entona a plena voz, por eso se ejecuta alternadamente por dos grupos o un cantante y un grupo. En la provincia de Ourense se han recogido estas dos posibilidades (se indica con letras el segmento musical, con cifras el verso literario): 1. Un grupo o un cantante: A B 1 2 2. alternancia. Grupo o grupo mas cantante A B o B o B 1 2 2 2 En las siegas de Courel (el Bierzo. León) y de los Anclares hay, al lado de coplas con versos octosilábicos, coplas con versos de siete y cinco sílabas alternadamente que a veces llegan a formaciones especiales ABBABB 122344 o ABBABB 212234 Finalmente, se ha recogido una gran cantidad de coplas y cantos narrativos con textos relacionados con alguna labor u oficio. No se trata de canciones de labor sino de canciones sin función determinada que reflejan de una forma muy viva una parte de la vida social. Pero estas canciones sin función determinada se cantaban también durante el trabajo. 1.4. Cantos de ritos, usos v costumbres. Es difícil definir esta temática como genero en el canto gallego. Al igual que otros temas, se refleja en las letras de coplas y cantos narrativos que no tienen función determinada. Del ciclo de vida se conocen solamente canciones de boda; del ciclo del año hay muchas canciones religiosas no litúrgicas que se comentan en el apartado 7. Son escasas las canciones profanas del antroido y de las romerías. 82 Cantos de boda. Se han recogido cuatro melodías propias de boda (de Entroiro-Ourense, de los Anclares y del Bierzo).A ellas se adaptan coplas para las distintas fases de la ceremonia nupcial. Estas letras pueden también aparecer en otros contextos y con otras melodías. Un canto de boda especial, la regueifa, se localiza en el noroeste de la provincia de A Coruña. Originalmente se llamaba así a la rosca que se repartia a los convidados de la ceremonia nupcial. La letra se refiere siempre al banquete o a la rosca, por ejemplo "A regueifa está na mesa / ela é de pan de trigho/a muller qué a amasou / ténche pelos no ombigho". Motivado por el reparto de la regueifa se establecía una "tensón" poética en la abundaban las burlas y los insultos. Debido a las dotes de improvisación que exige el oficio del regueifa, está altamente profesionalizado. Las melodías de la regueifa son propias. Proceden del mismo material melódico que las muiñeiras y jotas vellas de esa comarca pero tienen una formación particular (tabla 1 A, e). Unos improvisan solamente el texto y lo adaptan a una melodía bastante formada, otros sin embargo forman también la melodía espontáneamente.. Cantos de antroido. En la provincia de Óurense se identificaron dos cantos como cantos de antroido. Son lentos, de ámbito estrecho, pero no llevan letra alusiva sino letra de ronda. Seguramente también se cantaban en el antroido canciones sin función determinada, como en todas las ocasiones de cantar. Se tienen varios textos de coplas que se refieren al antroido. Cantos de romeria. Se mencionan aquí a pese de que no hay canciones propias de romería, pero se han recogido series de coplas con letras alusivas a las romerías o al santo formadas con una melodía cualquiera del repertorio de los cantantes. Ej.11: cambiando el nombre al santo, la misma copla se encuentra también en otras romerías. 1.5.Cantos narrativos. La función del canto narrativo es muy diversa. Aparece como canto infantil, de labor o de hila, de Reyes y de ciegos. También se bailaba el canto narrativo tomando aires de baile. Según el estilo literario y la distribución geográfica se distinguen los siguientes tipos de cantos a) romances tradicionales. b) cantos narrativos nuevos conocidos por toda la península. c) Cantos narrativos 83 conocidos en Galicia y en el norte de Portugal. d) Cantos narrativos locales que cuentan sucesos reales de un lugar y tienen poca extensión geográfica. La división en cantos narrativos tradicionales y nuevos se da por la temática, el estilo y la manera de cantar. La división geográfica resulta de la ubicación de su origen y del alcance de las ondas de difusión. 1.5.a romances tradicionales los romances tradicionales no tienen melodías propias, sino que se les adaptan otras melodías viejas o nuevas. Lo importante no es el valor musical en si, sino como se adapta el texto as la melodía. La forma literaria se das por adición de versos compuestos de 8+8 o de 6+6 silabas con rimas constante. La melodía es la que divide el texto en estrofas. De manera semejante a las variantes formales en las coplas de muiñeira o jota, las formas estróficas pueden variar en un mismo romance repitiendo versos, o versos compuestos, con la misma letra o con otra letra. Así también se puede compensar si en el texto falta una parte de un texto compuesto, cosa muy frecuente en la tradición oral. Véase como ejemplo una estrofa del romance de Gerinaldo y el esquema formal de las demás estrofas. Ej. 12 1)2) A B C D 1 2 3 4 3) A B C D C D C D 1 2 3 4 5 6 7 8 4) A A B C D C D C D 12 3456 78 9 5) A B A B C D 1 23 456 6) A A A B C D C D C D 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 7) A B C D C D I 234 56 Con frecuencia se enriquece la forma por introducción de sílabas vacías que alargan un verso asimétricamente o que forman uno o dos versos independientes. Ej. 13. 1.5 b.c. Narrativos nuevos. El texto lleva normalmente versos compuestos (8+8) rimados en pareados. De ahí se entiende que no se usen melodías de dos segmentos. Se encuentran menos variantes formales, aunque las posibilidades son las mismas que en los romances tradicionales. 1.5.d. Narrativos locales. Los textos, una fuente muy importante y rica para el estudio etnográfico, reflejan las relaciones entre vecinos y la estructura social. Tratan sobre robos, peleas, rivalidades, la vida privada de los curas, amores, enfrentamientos entre familiares, política local y otros aspectos. Un tema central es el 84 ganado: el robo de una gallina, malos tratos a un animal, matar el perro de un vecino, reparto o testamento de un animal muerto. Este último tema tiene una larga tradición que en Galicia se ha mantenido viva. El testamento literario más antiguo es el lestamentum Porcclli mencionado ya por San Jerónimo como una pieza burlesca conocida alrededor del año 350 d. C. Desde entonces el hilo de la tradición no se ha interrumpido, quedando más vivo en determinadas áreas, sobre todo en Francia y los Países Bajos. 1.6. Cantos infantiles. Se caracterizan por tener una melodía estructurada de manera que solamente se le pueden adaptar letras infantiles. Procediendo con el ritmo, puede ser incluso una letra recitada rítmicamente basándose en dos o tres notas. En los arrolos es el ritmo de la melodía el que se adapta al ambiente y al balanceo del arrolo. Entre estos cantos figuran todas las muiñeiras con letra infantil. Los modelos melódicos son tan sencillos que permiten muchas variantes. La mayoría de las veces es una forma aditiva de uno o dos versos, a veces con un verso final (tabla I B, e). Las coplas con letras infantiles también se pueden considerar como cantos infantiles. Y también pueden ser cantadas en combinación con coplas de otra temática sin que tengan necesariamente función determinada. Igual que en la muiñeira nova, no domina en los cantos infantiles la métrica ni la cantidad de sílabas, sino el acento. Por el contrario, el pulso básico no tiene que ser ternario, sino que también puede ser binario o ternario con otra división. Ej. 14 1.7. Cantos religiosos. La mayoría de los cantos religiosos están relacionados con una fiesta del año. Entre ellos abundan los cantos de Navidad, Año Nuevo y Reyes. Son cantos narrativos que cuentan el nacimiento y la vida de Jesús y no se distinguen por su forma literaria de los romances tradicionales. Los de Reyes los cantan alternadamente dos grupos, ejecutando cada grupo "un pé" (un verso), después 85 del segundo pé hay un interludio con gaita, pandeiro, pandereta y otros instrumentos. Así resulta que dos versos compuestos forman una estrofa igualmente con melodía de dos segmentos. Pero también se encuentran cantos heterosilábicos (sobre todo con ocho y seis o con siete y cinco sílabas). La tradición de cantar los Reyes yendo de casa en casa permaneció viva más tiempo que la de otros géneros, y por tanto se dispone de tina gran cantidad de canciones con herniosas melodías. Se incluye un resumen sinóptico de melodías de Reyes con una evolución melódica común. Tabla II. Estos cantos proceden de todas las partes de Galicia, y son la métrica (seis u ocho sílabas) y la formación rítmica lo que da a la melodía su carácter particular. Estas melodías se organizan por cambios libres de grupos de dos y tres sílabas. Cada grupo que forma un conjunto métrico se ha trascrito por corcheas unidas por un trazo horizontal. El acento musical es independiente del acento textual y del valor rítmico. Sólo en la última sílaba acentuada de un verso suelen coincidir el acento métrico y el acento musical. Se puede apreciar una organización rítmica regular dividiendo un verso en tres partes por trazo vertical: el antecompás (de una a cuatro sílabas), el núcleo del verso (de¡ uno y dos grupos silábicos) y el final del verso (una y dos sílabas) con acento siempre en la primera. Existe una enorme variedad de composiciones rítmicas y métricas. Se han estudiado melodías con un pulso básico común de negra (tabla II b, d, f, i, k) y melodías con ritmos asimétricos y cambio de pulso básico, de dos y tres corcheas (tabla II a, e, g, h, j). De ahí pueden resultar compases asimétricos hechos con versos, o con versos compuestos, isométricos. a) 5+4 8 h) 2+2+3+3 8 j) 6/8+ 3/4 El canto de Reyes se inicia con la petición de licencia y concluye con el aguinaldo. Los aguinaldos pueden ser cantados como las demás estrofas, pero también pueden tener una melodía y una métrica distintas. Entre ellos hay algunos con textos casi improvisados y melodía con versos aditivos. Ej,15, otros aguinaldos son voltas(coplas de 6 silabas) de jotas con melodías propias o idénticas a las jotas. En la 86 provincia de A Coruña se encuentran también coplas con letra de aguinaldo sin melodía especifica. Los villancicos tienen un origen culto. Su métrica es la de la muiñeira nova, aunque se cantan mucho más lentos y con tiempo rubato. Frente a estos cantos, la cantidad de canciones extralitúrgicas es pequeña: canciones a un santo o para la procesión con melodías eclesiásticas, canciones a las ánimas y de catequesis o transformaciones profanas de ellas y parodias (por ejemplo la canción Los diez mandamientos de amor). 1.8. Cernios dialogados. Tienen mucha importancia dentro del canto gallego. Los temas tratados entre dos grupos o dos personas son el cortejo, el insulto, la burla y la competición. En estos cantos se reflejan la mentalidad y la vida social del pueblo. La competición y el carácter improvisado de los cantos provocan una gran tensión entre los participantes y oyentes. Pero no es un grupo de canto homogéneo, sino que se divide en cuatro géneros distintos: las reguéifas, los desafíos y preguntas, los parrafeos y los juegos. 87 Regueifas. Ya se han mencionado entre los cantos de boda. De ahí se independizaron como canto que se real iza entre dos cantores profesionales; éstos improvisan coplas sobre temas actuales, insultos y burlas con melodías de regueifas, hasta que se llega al punto de que no se sabe contestar más. Desafíos. Desde el punto de vista textual el desafío es bastante afín a la regueifa, pues también se trata de una competición poética. Sin embargo es menos improvisado. Aunque no está completamente descartada la invención instantánea, en general, los competidores van alternadamente extrayendo coplas de la memoria hasta agotar el repertorio y ver quién resulta vencedor. Desde el punto de vista musical, el desafío no se puede individualizar como género propio. Se compone de coplas y pertenece al genero de las coplas. Preguntas. Literariamente se individualiza porque un actor formula al otro un problema matemático de difícil cálculo o una cuestión insoluble. Musicalmente no es un género separable de las coplas. El parrafeo. Se distingue de los otros géneros dialogados en que los actores son un hombre y una mujer, y la temática es el galanteo o una parodia del mismo. Por su contenido está próximo al canto narrativo, pues tiene un hilo argu-mental que le da un carácter de composición estrófica; esto permite que sea una misma persona la que represente los dos papeles. Se le adaptan melodías de coplas o de cantos narrativos. Juegos. Son composiciones en que intervienen hombres y mujeres y uno de ellos escoge entre aquéllas; o bien otras veces se entabla un diálogo cortés entre ellos y ellas. Por su apariencia teatral se puede suponer que fueron danzas. Este carácter se corrobora también por la melodía, que es bailable. 88 EL CANTO POPULAR EN ANDALUCIA 1. Introducción Andalucía constituye uno de los grandes conjuntos regionales de España con una gran originalidad tanto geográfica como histórica, que configura la personalidad de sus tierras, de sus ciudades y pueblos, y de su gente. Las tierras de Andalucía están marcadas por la diversidad de las formas del relieve, lo que da lugar a la existencia de numerosas comarcas naturales, paisajes y ambientes que influyen en la existencia de un variado y rico folclore, quizás el de más variantes de Occidente, en lo concerniente a la vertiente de lo musical. El folclore musical andaluz tiene posiblemente unos orígenes antiquísimos, que se remontan quizás al Paleolítico Medio, si se tiene en cuenta que entre los restos arqueológicos de este período prehistórico se han encontrado conchas ensartadas como sonajeros, o al Paleolítico Superior, con objetos como la concha descrita por Adolfo Salazar, encontrada en una cueva almeriense, que por los agujeros que presenta pudo usarse como crótalo. Todo esto sin contar con los numerosos testimonios musicales que se pueden reseñar, aportados por los descubrimientos arqueológicos realizados en Andalucía, algunos de ellos sumamente curiosos y reveladores, de distintas épocas y dominaciones, así como los diferentes textos históricos y literarios que dan razón de una práctica musical, primordialmente en la época romana. Las más antiguas referencias escritas sobre las tierras andaluzas describen el mítico reino de Tartessos, que antes del s. IV a. C. era, según los geógrafos griegos, un país situado entre las marismas del Guadalquivir y la isla de León, hoy San Fernando, en Cádiz, "emporio afortunadísimo", al decir de Herodoto, y que en opinión de A. Blanco Freijeiro "sería el primer capítulo, en su sentido temporal, de lo que hoy se viene llamando iberización", por lo que no hay que descartar la existencia de unos aires musicales propios, autóctonos, en un pueblo que según los historiadores hacía sus leyes en verso. Pero las primeras referencias fidedignas a música, cantos y danzas específicamente andaluzas, las proporcionan distintos poetas latinos: Aviemo, Marcial y Juvenal especialmente, quienes glosaron las llamadas puellae Gaditanae. Con este nombre genérico se conocían en la antigua Roma a unas bailarinas y cantantes famosas cuya presencia era obligada en cualquier fiesta de cierta importancia. Sobre ellas, sobre estas bailarinas de Gades, se sabe de forma fehaciente y documentada que a finales del s. I a. C, el navegante griego Eudoxo embarcó a jóvenes cantoras gaditanas para amenizar su expedición el océano Atlántico. Las reseñas más completas sobre estas cantantes y bailarinas gaditanas se encuentran en la obra del poeta hispanorromano 89 Marcial, por quien se sabe que se acompañaban en sus bailes con castañuelas, los córtalos griegos, y que su baile más afamado consistía en unas provocativas ondulaciones del cuerpo, agitando el vientre y las caderas hasta rozar casi el suelo. Su repertorio de cantos incluía también temas eróticos, considerados como los más atrevidos de la época por el poeta satírico Juvenal. En general, estas pulllae o muchachas gaditanas representaban en Roma la máxima expresión de los espectáculos eróticos, y su especial habilidad para el baile y la canción se ha considerado como un precedente de la disposición natural de la mujer andaluza para la danza. Formaban auténticas compañías de teatro o variedades y debieron de alcanzar, a veces, una buena posición social y económica. No obstante, el proceso de la música popular andaluza carece de estudio exhaustivo, por lo que difícilmente puede trazarse de forma detallada su evolución a través de determinados ciclos históricos, pero sí suponer, al menos, la influencia que pudo recibir del continuo trasiego de culturas que se dieron en Andalucía hasta su configuración actual. Así, y como apunta, entre otros estudiosos, Antonio Martín Moreno “la cristianización del Imperio, impulsada desde Roma, hizo que prácticamente desaparecieran las costumbres paganas, refugiándose en algunos casos en aspectos del folclore mantenido y difundido por los bardos y los juglares”. Y también hay que apreciar en la configuración de la música popular andaluza el instrumental de inspiración oriental y helénica, el asentamiento de comunidades judías en el solar andaluz, sin olvidar las resonancias de la música visigodo-muzárabe empleada en la liturgia cristiana, cuyo rito se mantuvo incluso durante la ocupación musulmana, dominación que dio origen al esplendor de la música arábigo-andaluza, que tuvo su máximo exponente en Ziriab, músico de Bagdad que creo el laúd, establecido en Córdoba durante el califato de Abderraman II, donde creo escuela y divulgó su música oriental, a través de sus hijos y discípulos. Este texto revela, según Julián Ribera, que la afición musical, y su práctica a nivel popular, que existió en Andalucía en el s. XI, era incomparable en su tiempo con ninguna parte del mundo. Tras el esplendor de la música arábigo-andaluza, sobrevino la música andalusí, cuya principal aportación fueron los zéjeles y moaxahas. Antonio Martín Moreno ha analizado así su proceso y caracteres: "Si bien es verdad que no nos ha llegado ni una sola melodía escrita de lo que fue la música andalusí y que, por otra parte, la riqueza teórica de su producción está fuera de toda discusión, no es menos cierto que podemos establecer con el suficiente rigor la principal aportación de la música andalusí: la creación del zéjel y de la moaxaha ... Hemos insistido en la originalidad de la cultura 90 andalusí: los andaluces, al asimilar la música oriental, la transformaron convirtiéndola en algo propio y original. Tal transformación es debida fundamentalmente al poeta ciego Mocadén ben Moafa, natural de Cabra (Córdoba), que vivió entre los años 840 y 920 y comenzó a cantar un nuevo tipo de canciones caracterizadas por el empleo de la lengua romance, la habitual entre los andaluces de entonces ... Apenas han quedado noticias del llamado Ciego de Cabra, que con su innovación literario-musical iba a ejercer notable influencia en la lírica posterior. Sólo Abenbassán, ya a comienzos del s. XII, se refiere muy de pasada a Mocadén, considerando indigno referirse a un hecho tan 'vulgar' como era el nacimiento de una literatura popular romance en Andalucía. Posteriomente, sería Aben Kaldum quien repetiría la paternidad del Ciego de Cabra sobre la moaxaha en el s. XIII ... El sistema inventado por Mocadén presenta novedades respecto a la clásica casida árabe, ya que, en lugar de hemistiquios, tenía versos cortos rimados con variada rima y varia medida, aunque sujetos todos los versos a una pauta matemática señalada por el estribillo popular, base de la composición y esencia del sistema, según Ribera. Lógicamente Mocadén compuso sus canciones en formas métricas descuidadas y no excesivamente complicadas como posteriormente tendría lugar". El mismo historiador considera que aquella entonces nueva forma es el resultado de una síntesis en la que conviven varias culturas diferentes con lenguas diferentes, con toda la riqueza que ello comporta. Y reafirma la teoría de Ribera acerca de que las composiciones glosadas de la música andalusí tenían por destino ser cantadas y una buena parte de ellas también bailadas. Comentados estos ejemplos de los posibles orígenes estructurales de la actual música andaluza, ha de insistirse en la falta de estudios en torno a la evolución del folclore musical andaluz, pues documentalmente existe un gran vacío desde el s. XII en adelante, aunque no así de la música culta que se componía y se interpretaba en Andalucía a partir del s. XIII, fomentada por Fernando III y Alfonso X, los reyes que llevan a cabo gran parte de la reconquista de la región, especialmente de la música de corte y de la música de la Iglesia, que naturalmente se relacionarían con la popular en algunos aspectos. Lo cierto es que hasta el s. XIX, con la llegada a Andalucía de los llamados viajeros románticos, escritores extranjeros atraídos por las costumbres andaluzas y la atención de algunos escritores nativos, cultivadores de literatura costumbrista, no se había prestado atención al folclore musical andaluz, 91 que en aquel entonces sorprendió a todos, propios y extraños, tanto por su variedad formal y por su estética depurada así como por la calidad media de sus practicantes. Puede decirse que los citados cronistas Cunningham Grahan, Charles Davillier y Estébanez Calderón, entre otros, descubrieron las características de una música popular, de un folclore totalmente definido, que ha dado lugar a todo un arte, el arte flamenco: cante, baile y toque de guitarra. Asimismo, junto al arte flamenco existen otras muchas expresiones también propias del folclore musical andaluz. Nos centraremos propiamente en la vertiente vocal del folclore andaluz, pese a que en esta región la danza y lo vocal esta íntimamente relacionado, dificultando mucho su separación, es el caso de las sevillanas, fandangos y otros elementos del arte flamenco 2. Las coplas del carnaval de Cádiz Al margen de los estilos propiamente flamencos originarios de Cádiz y sus puertos, especialmente las distintas cantiñas, la ciudad más antigua de Occidente celebra el carnaval más característico y singular de España, que constituye un verdadero manantial de coplas cada año, inspiradas en hechos y sucesos de la actualidad y reveladoras de un sentido popular crítico, irónico, incluso satírico, pero transido de una gracia especialísima, al compás de los más dispares moldes melódicos y con un acompañamiento instrumental vario, a cargo de los llamados coros y chirigotas, que bajo las égidas más chuscas y estrambóticas pasean por la ciudad difundiendo sus canciones. Esta manifestación folclórica puramente gaditana se está extendiendo cada año más a localidades de la provincia y otras de Andalucía. Surgido posiblemente por la influencia del gran número de genoveses y venecianos avecindados en la ciudad de Cádiz en los mejores tiempos del comercio con América, el Carnaval gaditano se definió con sus aspectos más propios hacia 1827, cuando aparece en la prensa local la noticia sobre grupos que cantaban canciones que se pueden considerar antecedentes de las actuales, sin olvidar las comparsas de negros de la Nochebuena durante los ss. XVII y XVIII, dado que también hay que tener en cuenta, en la formación de este Carnaval, a la población negra que llegó a existir en Cádiz hasta los últimos años del s. XIX. En 1868, tras la Revolución de septiembre, el Carnaval cobró auge, cantándose coplas patrióticas y políticas, implantándose en los años siguientes las coplas graciosas, irónicas y satíricas antes apuntadas que siguen teniendo total vigencia. 92 Lo más particular y significativo de estas coplas es, en opinión de Ramón Solís, su gran capacidad para contar cuanto sucede: "Ahí la gran virtud de Cádiz a lo largo de su historia, la de estar abierta y dispuesta a cuantas novedades le llegan de fuera, y al mismo tiempo dar siempre una nota de personalidad a todo. Como pueblo viejo, Cádiz sabe aceptar las novedades sin asustarse ni entregarse por entero. Hay siempre un matiz de ironía, de broma, propio de quien está de vuelta de todo. Las letras del carnaval gaditano están rimadas con gran arbitrariedad; nacen a impulso de la música y luego se transcriben. Cuando es necesario, porque la idea no cabe en un verso, se fuerza el ritmo o se come el poeta una silaba. A veces se cambia el final de una palabra para que rime. Es una libertad que aumentará el matiz cómico de la canción ... La copla de Carnaval no tiene nada que ver con el flamenco, pese a ser una creación auténticamente popular que nace en el seno de una ciudad tan vinculada al cante. Por el contrario, tiene características en todo distintas. La primera y más acusada de todas, la de cantarse en coros conjuntados a varias voces, algo inusitado dentro del folclor-re andaluz ... La chirigota o murga y la comparsa tienen, cuando van por la calle, un ritmo de marcha con claras influencias afrocubanas o de samba". Los instrumentos con que se acompañan las coplas carnavalescas, las murgas o chirigotas y comparsas, varios como se ha dicho, son además ajenos al folclore andaluz; junto al bombo y el tambor, que denominan caja, son importantes el güiro o rascador y el pito de caña, terminado en una hoja de papel de fumar, que vibra al ser soplado con un sonido especial, con el que se inician todas las canciones. Los coros utilizan instrumentos de pulso y púa, como son guitarra, bandurria y laúd. Durante todo el año los componentes de los coros, comparsas y chirigotas crean y ensayan las canciones y confeccionan los trajes con verdadero apasionamiento, procurando que no trascienda al público ni su repertorio ni su vestimenta. Como reconocen los más destacados folcloristas, las coplas del Carnaval gaditano son un alarde de ingenio y de gracia del decir popular, ya que la música es secundaria; lo importante es la letra, que se canta cuando la agrupación está parada, acompañándose de movimientos y gestos burlescos. La música se cifra en los temas que estén de moda, sean pasacalle, pasodoble, tango, cuplé, canción española o cualquier otra melodía ligera, y muy especialmente en el típico tanguillo propiamente gaditano. Como opina Fernando Quiñones, "idéntica multiplicidad de registros se advierte en las temáticas y matices de las letras, devueltas hoy por la democracia a su autenticidad. En los cantables del 93 Carnaval de Cádiz no se excluyen, por fuerza y entre sí, términos habitualmente tan opuestos como broma y queja, crítica y encomio, a veces superpuestos, pillería y ternura, comedieta y drama. En ciertas coplas, más en las de asunto erótico o escatológico y muy patentemente en los breves cuplés, la ocurrencia deslenguada e incluso soez es neutralizada victoriosamente y superada en una mayoría de casos por una gracia tinta en sincero desparpajo, por el ingenio del letrista y por la dicción del coro". A modo de ilustración, se transcriben seguidamente dos ejemplos de letras del Carnaval gaditano, la primera correspondiente a 1898, y la segunda a 1961: "Un señor cocinero/ muy afamado /hablando de las mujeres/ las relaciona con los guisados./Las muchachas de quince años/ son chuletitas de ternera./Una rubia de veinte/ es un salmonete puesto en tartera. /Las que tienen veinticinco/ son picadillos de jamón /y las que van a los treinta llegando/ son pollos con arroz. /De treinta y cinco/ son carne mechada/ y de cuarenta son pavas trufadas. /De cuarenta y cinco /arroz con almejas /y en llegando a los cincuenta/ ya están hechas unas viejas/ y no son más que potajes /de habichuelas y lentejas". "No sabemos qué se han creído con los doctores/ el seguro que le llamamos de enfermedad/ pues resulta que ganan menos que un limpiabotas, / asi que se quitan el hambre a cachetás; /por familia tan sólo cobran ocho pesetas /es impropio de un doctorado ese jornal,/y además tienen esta consigna que es lo gracioso:/supositorios, supositorios y nada más”. 3. los verdiales y otros aires del folclore malagueño. En su poema Andalucía, Manuel Machado adjetivó a Málaga de cantaora. Según el folclorista Gustavo García-Herrera, el poeta percibió, con meridiana claridad, el inmenso canto a la vida de esa tierra cuando la bautizó con tan feliz apelativo. El mencionado autor describe el ambiente folclórico de Málaga en los pasados siglos y dice: "Sólo de musicales pregones callejeros llegaron a contarse cuarenta y tantos ... No cantaban sólo los actores de minúscula e individual industria; también lo hacían: el herrero en su fragua, el marinero en la barca, el campesino en la trilla, el conductor en la diligencia, el arriero al frente de su recua... Parecía como si el hombre, en vez de clamar por la bíblica condenación, aceptara de buen grado el destino de trabajar y dignificara las faenas, sí, con gotas de sudor en la frente, pero lleno el pecho de alegre conformidad. Hasta para mover a compasión y solicitar caridad pública se cantaba. Fueron múltiples los peticionarios de limosnas, acompañados de instrumentos 94 musicales. Así resultaba menos penosa la indigencia". Según lo dicho por los estudiosos de estos aires populares malagueños, se considera el fandango local como origen de los cantes flamencos de Málaga y su comarca. Los llamados verdiales se entienden como el prototipo del fandango campesino malagueño. Las letras son sencillas, alegres, y musicalmente presentan un ritmo trepidante y monótono que denota su primitivismo. Una de sus letra s más antiguas es la siguiente: "Salga el sol y alumbre/ el campo y sus verdiales,/ que el amor que yo le tengo/ de las entrañas me sale” . El acompañamiento no es exclusivamente de guitarra; suelen intervenir también otros instrumentos como violines, panderetas, castañuelas y, antiguamente, vihuelas, bandurrias; a veces hasta se utilizan instrumentos rústicos y caseros. Y aunque generalmente el cante va unido al baile existen algunas formas exclusivamente concebidas para ser cantadas, que siempre se tocan por arriba. José Luque Navajas, estudioso de los verdiales, cree que éstos, debido a su copioso acompañamiento, han evolucionado muy poco en su acercamiento al cante flamenco, "conservando aún su naturaleza primitiva, de una rudeza y autenticidad impresionantes". El mismo autor ha explicado las características de este aire musical malagueño con el siguiente comentario: “Son los verdiales la más antigua y genuina muestra de la música popular malagueña. Se trata de un fandango bailable de probable ascendencia morisca, que en Málaga ha cobrado una fisonomía fuerte y distinta. Los verdiales son una especie de cante rico en variedades, en tradición y costumbres. De estas, las que más nos importan son las que afectan directamente a su interpretación; así, si bien cantarlos se hace individualmente, no ocurre igual con el acompañamiento, que es múltiple y a base de una original rondalla...a este conjunto se le llama panda de verdiales" 4. las coplas de zambomba. La Navidad, fiesta religiosa y popular por excelencia, siempre ha estado presente en el folclore musical andaluz. Y desde que se tiene memoria de ello, los andaluces celebraron el nacimiento de Jesús cantando al son de la zambomba, cuyo compás se acompaña con otros instrumentos rústicos: panderetas, sonajas de latilias, tapaderas de ollas, botellas de aguardiente frotadas con cucharas... Todo ello crea un ambiente festivo, bullicioso y alegre, en el que participan desde los más viejos hasta los más niños. En torno a la zambomba se produce una eclosión de cantares y bailes, entre la mojiganga y lo dicharachero, con la gracia genuina propia de los andaluces. 95 En 1886, en la revista La Ilustración Española y Americana, Benito Más y Prat hacía esta descripción de la zambomba y sus coplas: "La zambomba es la reina de la fiesta y es la que presta a las nocturnas veladas de Pascua y Nochebuena su carácter propio. Instrumento esencialmente casero, está al alcance de todas las fortunas, y lo mismo levanta la voz en el tugurio que en la limpia casa del labrador acomodado ... La empresa de hacer resonar estos instrumentos es por demás difícil, pues se da el caso de que la zambomba alcance desmesuradas proporciones; por esto durante el vértigo de sus ronquidos, toman fuerza tocadores y tocadoras, consumiendo sendos pedazos de pasta con su aditamento de aguardiente. Por eso dice la copla: 'La zambomba tiene un diente/ y el carrizo tiene dos,/y la niña que la toca/ come torta y alfajor'. La mayor parte de los villancicos y cantares repetidos en la noche que nace el Niño es dialogada, y parece proceder de los antiguos juegos pastoriles o de los autos sacramentales que se componían para representarse en conventos e iglesias durante las pascuas. Entre los más usuales, el siguiente: 'Madre, en la puerta hay un niño/ más hermoso que el sol bello./Yo digo que tendrá frío/ porque el pobre viene en cueros./Pues dile que entre,/ se calentará,/ porque en esta tierra/ ya no hay caridad./Entró el niño y se sentó,/y apenas se calentábanle preguntó la patraña /de qué tierra, de qué patria./Mi padre es del cielo,/mi madre también,/yo bajé a la tierra/ para padecer'. Estas coplas se suelen interrumpir para dar paso a otras menos apropiadas. No es fácil detener los deseos ni poner linderos a las propensiones. El tema religioso es el principal, pero también entran en el coro las tonadillas profanas antiguas y modernas. A veces, la musa popular se insurrecciona; la mundana incredulidad responde inconscientemente a la fe que anima la garganta de las hermosas; el tiroteo empieza y suelen escucharse éstos o parecidos conceptos: 'Esta noche nace el Niño. /Es mentira, que no nace,/que son las ceremonias/ que todos los años hacen'". Estas costumbres, narradas líricamente por el autor del texto trascrito, todavía perduran con las mismas características en los pueblos andaluces, especialmente en Jerez de la Frontera (Cádiz), uno de los lugares donde más arraigo ha tenido la zambomba, y donde a partir de alrededor de 1980 se ha recuperado la secular tradición de una fiesta colectiva en la que se cantan a coro, entre la algazara general, los romances andaluces populares, las retahílas picaras y las coplas cómicas, irónicas y satíricas más viejas que se recuerdan, algunas irreverentes: "Estando un curita/ 96 malito en la cama,/a la medianoche /llamó a la criada./Qué quieres, curita,/que tanto me llamas./Quiero chocolate/ y no tengo agua. /El pozo es muy hondo,/la soga no alcanza. / Estando en el pozo/ le picó una araña./Le picó con gusto,/le picó con ganas. /Y a los nueve meses/ parió la criada, /y parió un curita/ con capa y sotana". 5. otros giros comunes del folclore musical andaluz. La variedad andaluza de canciones de rueda, de cantares de trabajo -como las trilleras, temporeras, pajaronas, arrieras-, de romances históricos -castellanos, judíos y moriscos-, nanas, coplas de jaleos y fandangos -el serrano y el chácara en la provincia de Cádiz, además de los anteriormente glosados-, es abundantísima en todas sus comarcas, y muchos de estos aires populares, como los llamados cantes de columpio o bamberas, cuya función es la de acompañar el divertimento de mecerse las mozas en los columpios colgados de los árboles, han pasado a engrosar los estilos del cante flamenco, al ser interpretados por los cantaores profesionales del género. Una de las coplas más antiguas de bamberas es la que dice: "Arremonta los cordeles,/ arremóntalos bien alto,/que parece una paloma/ la niña que va en lo alto./Antonio, divino Antonio, /alfiler de mi pechera,/cadena de mi relicario,/cadena que al cielo llega". 6. saetas, romances y pregones litúrgicos. El profundo sentimiento con que se vive en Andalucía la Semana Santa o de Pasión ha tenido a lo largo del tiempo un fiel reflejo en las manifestaciones populares de orden musical. Joaquín Turina escribió al respecto: "Muy difícil es encontrar el origen de la música que, durante tanto tiempo, ha servido de base para colocar la letra. Una melodía ingenua y algo solemne ha perdurado mientras la saeta fue verdaderamente popular. En los primeros años del s. XX todavía conservaba el pintoresco aspecto primitivo localizado en la región andaluza. El pueblo cantaba a sus imágenes sin preocuparse, ni poco ni mucho, de que alguien le escuchase. El ruido de tambores y cornetas apagaba, a veces, la voz del que cantaba, todo emocionado, dirigiéndose a la Dolorosa: 'Vuelve la cara, María,/ y mira a tu hijo Jesús,/ que aceleraíto viene/ con el peso de la cruz'". Tres son las teorías, según Melgar Reina y Martín Rejula, más aceptadas sobre la génesis de la saeta andaluza que se canta al paso de las procesiones: la que quiere descubrir en la misma una raíz árabe; la que la hace derivar de los cantos 97 sinagogales judíos, y la que mantiene una descendencia directa de antiguos cantos procesionales cristianos. Asimismo, opinan los citados investigadores que el origen de la forma literaria de la mayoría de las saetas hay que buscarlo en cuatro fuentes: a) las que crearon los misioneros franciscanos, para sus actividades apostólicas; b) las que tienen una clara descendencia de los antiguos romances de Pasión y coplas de Vía Crucis; c) las debidas a la inspiración poética, sea de poetas cultos o de copleros populares, y d) un grupo reducido, que son paráfrasis del miserere. Estas saetas populares, que conservan su vigencia en varios puntos andaluces, especialmente de las provincias de Córdoba y Sevilla, surgieron a finales del s. XIX en versión flamenca, al ser entonadas por profesionales de este arte andaluz con la misma musicalidad que las siguiriyas flamencas. Según Joaquín Turina, "el cantaor flamenco, al apropiarse de la saeta, haciendo de ella una pieza de virtuosismo, le ha dado un brusco cambio de dirección". Como precedente de la saeta popular de Andalucía se considera también la enorme influencia, tanto melódica como literaria, de los romances y pregones litúrgicos, debido, según el documento firmado por los obispos andaluces y titulado El catolicismo popular en el sur de España, a que el catolicismo popular andaluz "presenta una tendencia a lo devocional, probablemente debida a sentir la necesidad de expresiones mas accesibles para él que las formulas litúrgicas; cuyo lenguaje bíblico y teológico no consigue comprender en directo, y cuyo clima resulta demasiado austero para su exultante sensibilidad imaginativa”. 98 BIBLIOGRAFÍA 9 9 9 9 9 9 Enciclopedia musical de España e Hispanoamérica Enciclopedia Microsoft Encarta 2004 Imágenes historicas de la margen izquierda. El folklore vasco. -G. De Barandiaran Danzas de Bizkaia -J.L. Echevarria Cancionero popular gallego -A. santamarina 99