Acceder al relato (parte 1)

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Agradecimientos:
. Quiero agradecer a mi marido JM por el hosting, el dominio y el espacio que me regala tan
gratuita y eficientemente desde www.escor.pro . Y por toda su labor a la hora de guiarme y
enseñarme cómo se hace para manejar la creación de páginas web, sin la cual nunca hubiera
podido hacer públicos ni mis dibujos, ni mis relatos. Es obvio que sin su amor y su inspiración, la
mayor parte de relatos no se parecerían; ni siquiera existirían. Gracias, JM. Te quiero.
. También quiero dar unas gracias muy especiales a Yanddros, un amigo muy especial que he
encontrado a través de esta página, y que me ha ayudado como nadie en la corrección de la forma
y las erratas, así como en la presentación de los pdf´s online. Eres una persona increíble, y ojalá
pudiera tenerte cerca para darte los miles de abrazos que te mereces por todo tu interés por
mis creaciones, por tus ánimos, por tu inestimable labor y, sobre todo, por tu paciencia con mis
fallos.
. También quiero agradeceros a todos vosotros, los que estáis disfrutando de forma
anónima del material que creo y subo a esta web, pues solo que a uno de vosotros pueda haber
emocionado con mis relatos, aunque sea mínimamente, ya me sentiría recompensado por todo el
trabajo. Gracias a todos.
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comentario sobre el mismo puedes dirigirte a mi página web: - www. ibrael. com -
Este relato contiene escenas de temática homosexual.
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Sinopsis
La Cofradía de las Sombras Titilantes de Lunargenta ha recibido una petición de lo
más singular: deben capturar a Anduin Wrynn, el príncipe heredero del trono de
Ventormenta, en su propia ciudad. El elfo de sangre Kithaen Alasol ha demostrado
durante décadas ser el más eficiente de sus miembros, y es el elegido para esta tarea.
Las graves consecuencias políticas de esta tarea y la profunda relación que se
establece entre sin’dorei y su víctima complican esta trama en donde la traición y la
pasión se entremezclan hasta decidir el destino de toda la civilización de Azeroth.
Esta es la primera parte de esta historia, no te pierdas la segunda y ultima
disponible en breve...
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Índice
Prólogo – Página 5
Capítulo 1 – Página 12
Capítulo 2 – Página 16
Capítulo 3 – Página 21
Capítulo 4 – Página 25
Capítulo 5 – Página 29
Capítulo 6 – Página 35
Capítulo 7 – Página 39
Capítulo 8 – Página 48
Capítulo 9 – Página 54
Capítulo 10 – Página 59
Capítulo 11 – Página 66
Capítulo 12 – Página 75
Capítulo 13 – Página 82
Capítulo 14 – Página 88
Capítulo 15 – Página 96
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Prólogo
El Final de Quel’Lithien
Pese a la inusual ausencia de nubes en el cielo, la atmósfera de la cúpula celeste se
veía enferma desde aquellas frías y ventosas alturas.
El camino de polvo y piedra serpenteaba montaña arriba y pasaba de largo cerca de
la cima, bajo el antiquísimo portal que marcaba la frontera con la península del norte. La
vegetación apenas consistía en retorcidas plantas marchitas no mayores que un tallo
seco
Al sur se extendían las llamadas Tierras de la Peste, cuyo aspecto era precisamente
el que su nombre evocaba en la mente, y al norte Quel'thalas, la antigua nación de los
Altos Elfos.
Dos altos elfos montaban guardia allí. Uno de ellos tenía la azul mirada perdida en el
horizonte, meditando sobre su familia y notando cuánto les echaba de menos; el otro
(algo más novato en estas lídes) paseaba la mirada desde el paisaje élfico hasta las
baldías tierras corruptas intentando encontrar algún contraste… y terminó bufando
hastiado.
- ¡Menuda mierda de trol!. Nuestro país apenas se diferencia ya de esta horrible
región donde se originó la Plaga.
El veterano miró a su compañero con molestia por ver el silencio roto, y le contestó.
- ¿Y qué quieres, si Arthas invadió Quel'thalas con su ejército de muertos vivientes?.
Solo se salvó la zona más alejada, la que rodea la capital de Lunargenta… y pese a todo
perdimos el Pozo del Sol. Eso si te lo han enseñado en la escuela, ¿verdad?.- Se burló.
El elfo más joven apenas se dio cuenta de la puya; era su primer día en este
emplazamiento y su primer turno como guardia de la puerta a Quelt'halas. Estaba
demasiado impresionado por la devastación que la nigromancia humana había causado en
toda la naturaleza colindante como para pensar en nada más. – Pero… eso fue hace años, y
los muertos vivientes fueron repelidos de nuestro país. Pensaba que la tierra sanaría, que
todo volvería a ser como antes. Que podríamos volver…
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No se dio cuenta del gesto enfadado que sus comentarios habían provocado en su
compañero. – A veces pareces tonto.- Le recriminó. - ¡Nada volverá a ser como antes!.
Con la destrucción del Pozo del Sol, los habitantes de Quel’thalas se transformaron en
elfos de sangre, en sin'dorei. ¡Están corrompidos por la sed de magia que les causó la
implosión de la Fuente!. Ellos ya no son como nosotros, los auténticos altos elfos, que
tuvimos la suerte de estar lejos en aquel fatídico día. Los sin’dorei son impuros, y
Quel’thalas ya no es nuestro país. Deja de repetirlo o tendré que callarte yo la boca.
- Lo… lo siento. – El novato parecía verdaderamente compungido. – Mi padre… mi
padre me cuenta maravillas de nuest… de los antiguos bosques de Quel’thalas, y del
esplendor de Lunargenta. Ojala hubiera podido verla al menos una vez antes de su caída.
El guardia mayor sintió como se conmovía ante esas palabras, pero se obligó a sí
mismo a enfadarse de nuevo. – Deja de decir esas cosas. Da gracias por no haber vivido
en aquella maravillosa época, antes de la destrucción de nuestro Artefacto más preciado;
así no tienes que sufrir con el permanente dolor de saber que un príncipe humano
enloquecido por la magia oscura nos invadió, tomó lo que quiso, destruyó lo que le dio la
gana y nos dejó huérfanos de país, apenas tolerados por la Alianza, divididos… y sin
honor.
Nada más que el viento moviendo sus doradas cabelleras se escuchó durante un par
de minutos, hasta que el joven volvió a hablar para disgusto de su camarada. – A veces
me pregunto porqué los altos elfos seguimos siendo parte de la Alianza; porqué somos
amigos de los humanos; porqué no hacemos piña con los sin'dorei y volvemos a casa, a
Quel’thalas, a intentar sanar nuestros bosques y nuestros…
El veterano, que esperaba con creciente impaciencia a que su compañero terminase
para echarle la bronca por tan estúpidas preguntas, se volvió hacia él al notar que se
había detenido a mitad de frase… y se quedó mudo.
Ninguna palabra salió de su boca, no solo por la impresión de ver al joven altonato
recubierto de escarcha y completamente quieto como si fuera una estatua de hielo, sino
porque el aire que salía de sus propios pulmones agitando localmente sus cuerdas vocales
no producía sonidos. ¡Magia!.
Se volvió hacia Quel’thalas y palideció asustado. ¡Un asalto de sin'dorei!.
No podía ser cierto… los altonatos que montaban guardia en la frontera con
Quel’thalas eran solo un símbolo de los Altos Elfos que no habían resultado corruptos; un
símbolo de que aún quedaban Elfos del Sol sin corromper, y de que no permitirían que la
maldición de sus antiguas tierras y de los elfos de sangre se contagiase al resto.
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Hasta ahora, los sin'dorei nunca habían asaltado su propia frontera con esta
marchita Tierra de la Peste. No necesitaban del paso terrestre entre la península y el
continente para cruzar, pues se suponía que tenían acceso a la Alta Magia de
teleportación, y por tanto nunca había habido verdaderos problemas en el fuerte
Platasol… hasta hoy.
El veterano desenvainó su espada asustado, pero de nuevo su grito para alertar a
sus compañeros del refugio se vio silenciado por el acusador bastón de una sin'dorei
pelirroja cuyo hechizo le había afectado. ¡Eran al menos 40 elfos de sangre!, con sus ojos
brillando verdes cual esmeraldas, con sus insignias de Lunargenta centelleando en sus
uniformes, con sus rostros deformados en expresiones de odio desmedido.
Lo último que sintió fue la flecha que uno de los asaltantes disparó hacia él con
mortal puntería, traspasándole la garganta. Solo pudo pensar que el Refugio Quel’Lithien
de Altos Elfos no estaba preparado para repeler un ataque así, y menos sin ser alertados
por los guardias.
“Estamos perdidos...”
***
La hechicera pelirroja, Aurora Alasol, se acercó dignamente hacia los guardias y
sonrió malévolamente al mirar a los azules ojos muertos del alto elfo. Ni siquiera prestó
atención al modo en que su compañero sin'dorei desjarretaba al congelado segundo
guardia, regodeándose en la sensación de sesgar la vida de un traicionero elfo incorrupto
que había dado de lado a sus congéneres afectados por la destrucción del Pozo del Sol.
Pero esto no era más que el primer punto del largo e intrincado plan cuyas
ramificaciones tendrían repercusiones todo a lo largo y ancho de Azeroth.
La sin'dorei miró a su lugarteniente y asintió seriamente. Este extendió sus
silenciosas órdenes por el resto de elfos de sangre y la maga les observó dividirse en
tres grupos; comenzaron a avanzar hacia la cima de la montaña envueltos en el sigilo más
perturbador. Todos sabían lo que había de hacerse: los vigilantes altos elfos ni los verían
venir, y pronto la Mansión Platasol, convertida actualmente en el Refugio Quel’Lithien,
estaría en su poder.
***
Kalarel Amanecer terminó su copa de licor élfico y depositó el delicado cristal
tallado con motivos florales en la bandeja de plata con incrustaciones de oro, sobre la
mesita al lado del diván en que descansaba.
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Tras ojear una vez más la carta que le habían traído, miró con tanta lujuria al
mensajero sentado a su vera que este se sintió ruborizar mientras apuraba también el
contenido de su copa y la dejaba al lado de la de su anfitrión.
Ferkath era un joven humano empleado por el servicio de correos del ejército de la
Alianza desplegado en las Tierras de la Peste, y llevaba 4 años trayendo misivas y
llevando órdenes al altonato líder de esta mansión en la frontera con Quel’thalas. Había
sido elegido por su grácil galopar y el rápido ejercicio de sus deberes; en esas regiones,
más le valía correr si no quería ser devorado por la muerte.
Ya en el primer año, a Ferkath le quedó claro que al elfo le gustaban los humanos,
los jóvenes como él, y a lo largo de todo este tiempo el altonato había ido insinuándose y
colmando de exageradas atenciones al ágil muchacho. Le ofrecía caras bebidas, leía los
mensajes junto a él en una estancia privada con la excusa de que quizá querría enviar una
respuesta, y conversaba con él sobre temas de toda índole (incluso de temas íntimos).
El mensajero, que gustaba tanto de la carne como del pescado, se sentía muy
halagado por el interés de este noble elfo para con su persona, y había decidido hace
poco que no pondría impedimentos si este daba algún paso más para acercársele en un
modo más… físico. Después de todo, el altonato era un ser muy atractivo y viril, dotado
de las bellas facciones y los delicados modales que su distinguida alcurnia le habían
otorgado. Además, su apoyo como mando del ejército podía darle el empujón que le
faltaba a su carrera militar.
Kalarel suspiró y dejó la carta lacrada con el sello real de Ventormenta junto a su
copa, mostrando un claro desinterés por su contenido. Puesto que se la había leído en voz
alta, quizá para presumir de sus contactos con la nobleza de palacio, Ferkath se atrevió a
opinar:
- Barón, ¿no pensáis acudir?.
El elfo se incorporó levemente y sonrió a su invitado. – ¿Para qué?. Solo es otra
aburrida fiesta. Sabes que evito esas trivialidades siempre que puedo. – Y era cierto; el
noble altonato había demostrado un escaso interés en las intrigas y relaciones
cortesanas. Se contentaba con ostentar el mando de una tropa de altos elfos en un lugar
donde fuera la máxima autoridad (en su milenaria propiedad, en la mansión de su familia),
y sabía que su labor y valía estaban siendo muy bien consideradas por el propio Rey
Varian.
- Pero…- acercándose unos centímetros más hacia su destino, el mensajero se
atrevió a continuar con la confianza que su anfitrión le había ido brindando durante años.
Hoy el elfo estaba arrebatador y el muchacho quería hacerle notar lo receptivo que se
sentía. -… es la fiesta del cumpleaños del príncipe.
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Kalarel se irguió y miró a su contertulio divertido, devorándole con los ojos. “Los
humanos tienen tan poca paciencia… ”. Había esperado durante años para seducirle y
ahora lo tenía a punto de caramelo. Podía verlo en sus ojos, en el rubor de sus mejillas. Le
haría sufrir un poco más, se lo merecía. Mientras, se deleitó observando el vello que se
insinuaba por entre los abiertos botones del cuello de su uniforme, y en la recortada
sombra de barba de su rostro. Era esa apariencia animal que los elfos no tenían lo que le
gustaba de los humanos; parecían más… bestiales. Eso le ponía muy cachondo.
- ¿Y?.
- Bueno… si recordáis, hace meses me hablasteis de vuestro encuentro con el
príncipe Anduin en su anterior fiesta de cumpleaños. – El altonato asintió para que
continuase. – Se supone que le enamorasteis y que le prometisteis que volveríais en su
mayoría de edad… cuando ya fuera un adulto entre los suyos. Según esta carta, se
celebra su aniversario junto a un ritual por el que se le declara mayor de edad. Vuestra
promesa…
El Barón se levantó, se paseó por la sala aparentando meditar y terminó su periplo
tras el joven, en cuyos hombros apoyó las manos, comenzando a masajear. Era el primer
contacto físico que tenían desde que se conocían y Ferkath no pudo sino atragantarse
por la sorpresa, saboreando con anticipación la que suponía que iba a ser una sensacional
tarde de sexo.
La intimidad de esa habitación estaba asegurada; Kalarel estaba al mando de todos
los altonatos destinados en aquella casona, y todos sabían que debían concederle
completa privacidad cuando se encerraba con el mensajero. -¡Bah!.- Exclamó el alto elfo.
– El hijo de Varian es un hermoso doncel, de los más guapos que he visto, pero… es
demasiado joven.- Su mano se deslizó ligeramente por el rostro del humano y se regocijó
con el tacto de su sombra de barba. -Y ni siquiera fue una promesa en sí… fue un plazo
mínimo que establecí, por si queríamos retomar en algún momento lo que empezamos.
Como siempre, el joven emisario se daba cuenta de que la certeza de sus
comentarios y la perspicacia de sus cuestiones parecían calentar a su anfitrión, y trató
de aislar su mente de las caricias de esas suaves pero fuertes manos para concentrarse
en improvisar una inteligente pregunta que diera el empujón definitivo a la acción que
deseaba: - Me insinuasteis que la seducción de Anduin no fue solo por el mero placer de
su compañía; sugerísteis que teníais intereses políticos en establecer una relación
sentimental con el príncipe de Ventormenta; ascensos, condecoraciones, títulos,
influencia y todo eso... ¿Ya no os interesa?.
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Kalarel se regocijó al darse cuenta de que este chaval, al que tenía por un bonito
ejemplar humano de mediana capacidad mental, gozaba de una buena memoria, intuición y
coraje, y ello le gustó. Despasó otro botón más del uniforme de su pecho e introdujo su
mano en los negros rizos de aquel pectoral; el contacto con el vello del humano le robaba
la razón. – He decidido que no merece la pena el riesgo.- Comenzó a responder. – Un amor
adolescente, tan caduco y pasajero, tan inseguro y caprichoso como el viento… El príncipe
pudo estar confundido por las hormonas aquella noche, y casi seguro que ni se acordará
ya de mí. No voy a exponer mi honra y mi honor ante él de nuevo, cuando hay otros más
cerca y más de mi gusto.
Las manos del elfo habían dejado a la luz el pecho del muchacho humano, y mientras
una apretaba su pezón izquierdo, la otra descendía lujuriosa por su vientre hacia su
cinturón. Ferkath sonrió con orgullo al percatarse del escandaloso bulto que su propia
erección le marcaba en el pantalón, pues era imposible que pasase desapercibida para su
anfitrión. –Creí que el agraciado príncipe os gustaba.
Kalarel rió. – Aún le falta mucho para que comience a atraerme de verdad. A mí me
placen más crecidos. Más…- rozó con sus labios el lóbulo de la oreja del humano y le
susurró al oído - … más como tú.
El chico, que tendría unos 23 años, se sintió lleno de orgullo al ser colocado por
delante del infante real, cuya belleza y apostura era un tema de conversación común
entre las doncellas casaderas del reino. Si había tenido alguna duda acerca de dejarse
seducir por el Barón, se había disipado.
Ferkath se levantó y agarró a Kalarel de los hombros, acercando su boca a la del
elfo; quería comerle los labios, saborear su lengua, y luego más cosas…
… pero el Barón parecía contrariado, como si algo le hubiera alertado. - ¿Qué
pasa?.- Se atrevió a preguntar el mensajero.
No hubo tiempo para una respuesta: Los cristales de la ventana estallaron hacia
adentro y una multitud elfos armados entraron ágilmente; elfos de ojos verdes, luciendo
un blasón con la forma de un par de alas doradas en el hombro, mirándoles con odio.
- ¿Qué significa esta intromisión?. Estáis violando el alto el fuego declarado por la
Alian…
La puerta se abrió y una sin’dorei de cabellos como el amanecer enmarcando un bello
rostro penetró en la estancia luciendo una feroz sonrisa de triunfo en los labios del color
de la sangre. Kalarel tragó saliva asustado: si habían llegado hasta allí, sus hombres y
leales debían estar ya presos, o muertos. - ¿Interrumpo algo?.- Preguntó con sorna la
mujer en idioma Thalassiano viendo el modo en que el mensajero humano estaba medio
vestido, o más bien medio desnudo; pero no les dejó contestar.
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– Barón, he acudido a esta audiencia con alguien de tu ralea por un solo motivo…extendió un brazo de nívea piel y tomó con sus largos dedos de uñas pintadas la carta
lacrada de Ventormenta.
- Pero, ¿para qué?.- Intentó protestar el alto elfo. – Ni siquiera voy a acud…
La sin'dorei le miró con una expresión adorable durante un segundo, pero chistó
mientras movía un dedo negativamente. – Silencio, por favor. Ambos sabemos cómo va a
terminar esto.- Comentó; y sin mediar una palabra más abrió mucho aquellos ojos
repletos de fuego vil y apuntó al noble con su bastón. Al grito de las sílabas arcanas, el
conjuro detonó en una instantánea explosión de área localizada que consumió al alto elfo
en medio de gritos; apenas un segundo después, el mensajero humano caía al suelo
traspasado por flechas.
- Mi señora Alasol, ¡lo hemos logrado!.- Exclamó el sin'dorei lugarteniente con
alegría.
Ella le miró con desprecio un solo instante antes de continuar con el examen de la
misiva.
-Por supuesto. Ocúpate de que todos tomen sus puestos. Desde fuera, debe parecer
que el Refugio Platasol sigue en perfecto estado.
- Sí, señora.- Los elfos de sangre salieron de la estancia dejando a la hechicera a
solas con los dos cadáveres, y entonces ella abrió el zurrón de componentes de su cadera
y tomó un frasquito que contenía una extraña esencia de plata; tras buscar un lugar
limpio y adecuado en el suelo, dibujó con aquel polvillo un complicado diagrama místico y
depositó la carta con sumo cuidado en su interior.
Habló durante casi un minuto en una extraña cadencia de sílabas inconexas,
mientras las runas del criptograma se iluminaban tenuemente. Terminó el ritual con un
nombre: - Kithaen Alasol.- La carta desapareció.
Ya cumplida su parte de la misión, la mujer rompió a reír con una entonación tan
malévola que parecía incongruente con la hermosura de su rostro; cuando se calmó,
murmuró: - Tu turno, cariño.
***
Miles de kilómetros al sur, otro elfo de sangre abría las manos y tomaba el papel
que se estaba materializando ante él.
- ¡Por fin!.- Exclamó en un susurro. – Feliz dieciseisavo cumpleaños, Anduin. Feliz
último cumpleaños.
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Capitulo 1
Kithaen
Odio las monturas de los hombres.
Son feas, se mueven demasiado y también… hieden. Huelen de una manera tan
asquerosa que no sé cómo los humanos pueden montarlas con sus felices sonrisas
bobaliconas de simios atontados, como si olieran a rosas; debe ser porque ellos no huelen
mejor.
Pero no odio a sus monturas más de lo que los odio a ellos. Tan orgullosos, tan
creídos de su bondad y de su rectitud… cuando en realidad solo muestran una hipócrita
fachada de “decencia” tras la que esconden su verdadera naturaleza: la maldad, la
traición, la ambición…
¿Y ellos nos llaman taimados a los sin'dorei?.
¡No fue un elfo de sangre quien abrió el portal oscuro a Draenor atrayendo a la
legión ardiente en la Segunda Guerra!. ¡No fue un sin'dorei quien humilló, diezmó y metió
en campos de concentración a los pobres orcos recién salidos de su maldición de sangre
demoníaca!. ¡No fuimos nosotros quienes traicionamos a nuestros aliados durante la
última gran guerra, ni fue un príncipe sin'dorei el que se erigió como nuevo líder de la
Plaga y enemigo de todo lo vivo!.
-Puff…- respiro profundamente para calmarme.
Tengo que abandonar esta línea de pensamiento, pues sé a qué estado de ánimo me
conduce y ya estoy llegando a los portones. Está todo lleno de guardias ante la entrada
de Ventormenta, como si temieran una invasión repentina; debe ser por el cumpleaños del
infante, el hijo de Varian Wrynn.
¡Por todos los demonios; mira a esos memos!. Han sido lo suficientemente listos para
usar a sus magos detectando la magia de todos los viajeros que pretenden entrar. Menos
mal que había previsto esto. Ante sus ojos, soy un altonato, soy parte de la elitista
Alianza.
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Zopencos, como gallinas regodeándose en su costumbrosa existencia vacía, sin saber
que el zorro se está colando en el gallinero ante sus mismas narices. - Buen día, señor
elfo.- Se me aproximan dos guardias recubiertos de metal hasta los dientes, un insulso
escriba con sonrisa diplomática y un jovencito aprendiz de mago canturreando sus
letanías mientras calcula cuanta magia llevo, de qué clase y si soy una amenaza; me llama
la atención su cayado con una brillante cuenta dorada en la punta.
Ya se me habrían echado encima si yo llevase magia ilusoria encima pero, ¿porqué
usar magia para esconder mi verdadera raza y lealtades, cuando unas lentillas alquímicas
pueden solucionarlo?.
Los ojos de los sin'dorei refulgen interiormente como jade al sol, plenos de fuego
vil debido a la “maldición” causada por la destrucción del Pozo del Sol; mientras que los
altonatos sin “corromper” poseen el celeste brillo arcano de antaño, un color azul como el
que mis ojos muestran ahora.
– Por favor, su nombre y su motivo para entrar en la capital.- ¡Ah!. Cierto es, hablan
en Aráthico, la burda lengua humana que toda la Alianza ha tomado como idioma unitario
y común, legado de otros tiempos más dignos.
Miro de reojo hacia el enorme portón por el que decenas de transeúntes van
caminando sin que los guardias los interroguen. Casi todos son humanos, aunque también
hay un enano y un gnomo arrastrando una carreta y ni siquiera los miran; puedo parecer
un altonato, pero ni así se fían de mí.
– Soy el Barón Kalarel Amanecer, y esta es mi razón.- contesto altivamente
mientras clavo mis afilados ojos en el mago allí detrás y observo complacido como traga
saliva amedrentado; estoy tendiendo un papel lacrado al escriba, que se apresura a
tomarlo, leerlo con admiración y comprobar la veracidad de su origen antes de
devolvérmelo. Tras realizar una reverencia y apartarse a un lado, me deja pasar. Los
guardias le imitan; no así el aprendiz de mago, que me mira fijamente al mesarse su
pequeña perilla y da un paso hacia mí con una expresión de curiosidad. Se huele algo, es
muy intuitivo.
- ¡No, Emith!.- Ordena el escriba y el iniciado frunce el ceño, pero acepta y se
aparta. Al pasar a su lado me mira con algo de suspicacia mientras agarra fuertemente su
bastón coronado en oro, pero finalmente me dedica una ligera sonrisa cómplice que me
extraña.
Pese a mi desdén por ellos, tengo que recordar que no todos los humanos son
macacos idiotas; no debo bajar la guardia, pues alguno puede sobresalir de la media en
intelecto, como este mago. Pero su aspecto y raciocinio son lo de menos; son una plaga
para Azeroth casi tan mortal y dañina como los propios muertos vivientes que el rey
Exánime comanda contra los vivos.
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En verdad los humanos son peores, porque creen representar la verdad, la justicia,
el valor y la bondad, sin darse cuenta de que en realidad siempre actuaron como racistas
engreídos, tiranos sin capacidad de autocrítica o arrepentimiento ante sus deleznables
hazañas.
¡Ejem!, ya estoy divagando de nuevo. He de concentrarme, pues soy el centro de
muchas miradas a causa de mi parecido con un elfo de sangre, un enemigo declarado de la
Alianza y de los humanos; solo el falso color añil de mis iris me da la oportunidad de
presentarme como un súbdito altonato; como un lamebotas de la Alianza que reniega de
su propia raza y de su herencia con tal de seguir del lado de “los buenos”.
Compongo una sonrisa tranquila mientras mi apestoso caballo piafa esquivando
carros, viajeros, guardias y transeúntes que se ocupan de sus asuntos en la entrada de la
ciudad. Casi resoplo indignado al ver la magnitud del ego humano: a los lados del puente
de entrada y justo ante la puerta principal de acceso a la urbe tienen decenas de
gigantescas estatuas de más humanos y de antiguos aliados de la Alianza. Por favor, ¿a
quién pretenden intimidar con eso?. Y por cierto, ¿Quiénes pueden ser todos esos
“héroes” humanos que tanto festejan?. Su corta esperanza de vida me desconcierta un
tanto; seguro que todos yacen bajo varios palmos de tierra desde hace décadas.
Sonrío ahora más feliz al observar como una de las bestias voladoras de la guardia
aérea de la ciudad defeca sobre la cara de una estatua con toda la pinta de representar
un paladín sagrado.
Casi tengo que apartar a patadas a la media docena de críos y adolescentes que me
han rodeado para pedirme dinero, por curiosidad ante mi raza o para ofrecerme servicios
variados: guía, comida, bebida… ¡incluso un masaje!. Qué osado el malandrín; ¿Cree que
algún miembro de la Alianza pondrá jamás sus manos sobre mi cuerpo?. Antes tendría
sexo con un goblin.
Entro en el Distrito de los Mercaderes.
Esto parece un embudo; han construido una estrecha plaza llena de calles hacia
todos los lugares nada más entrar. Bueno, aún quedan tres días hasta el cumpleaños de mi
víctima, así que mejor descansaré en esa posada de ahí durante unas horas.
¡Qué estrés!. ¡Cómo berrean estos humanos!, y cómo echo de menos las tranquilas
calles de Lunargenta, plenas de magia, misterio, armonía y orgullo. En mi hogar, la mera
visión de sus altas torres, de sus sinuosas calles, de sus acristalados ventanales dorados
seduce al corazón más duro; pero aquí solo siento asco y vergüenza ante la burda
arquitectura humana de piedra gris, sin más organización que un caótico avispero
zumbante.
Me contengo para no escupir al suelo.
- 14 -
Aunque lo parezca por la forma en que me fijo en todo, no es la primera vez que
estoy en una ciudad humana. Hace años yo era verdaderamente un altonato, yo era parte
de la Alianza y disfrutaba de la compañía de estos bestias en su ciudad capital de
entonces, la antigua Stromgarde; pero con cada generación, la ineptitud conquista un
poco más en el exiguo intelecto de esta raza menor, y todo lo suyo me parece más
pequeño y menos glorioso.
No, ya no hay gloria en los hombres; solo ambición y engreimiento.
Y yo voy a hacerles pagar. Voy a dejarles sin heredero real.
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Capitulo 2
Anduin
-¡Príncipe Anduin!.
Rechina la voz del maestro de armas fuera mi tienda, y yo aprieto los dientes con
rabia mientras guardo bajo los cojines el libro prohibido que había estado estudiando con
total atención. -¡Alteza, lo hemos divisado!.
Suspiro lleno de resignación y me tapo la cara con otro de los almohadones,
sabiendo que la buena vida se me acaba con cada segundo que transcurre.
He pasado los últimos tres días junto a un grupito de leales escoltas y
acompañantes en medio de la naturaleza, y para mí han sido unas gratas vacaciones. Pese
a las cabalgatas, las vigilias, las incomodidades del campo y de la noche fuera de un
cómodo colchón de plumas de ganso, este tiempo ha sido para mí como un tesoro
inesperado, como una recompensa por todo lo que he sufrido.
El Rey, mi padre, siempre estuvo muy orgulloso de mi inteligencia y de mi capacidad
estratégica; sin embargo, cuando se dio cuenta de que todo aquello que tenía que ver con
la lucha física, la guerra cuerpo a cuerpo o las armas me aburría soberanamente, se echó
las manos a la cabeza.
No es que no le comprenda; es normal que, tras años de cautividad amnésica a manos
de un desaprensivo orco, luchando por su vida en los sangrientos juegos ilegales de las
Arenas diseminadas por Kalimdor, su carácter haya cambiado hasta darle una mayor
importancia a la violencia, las armas y la disciplina de combate; pero reconozcamos que
ese no debería ser mi problema.
Le eché mucho de menos desde su desaparición, cuando yo era niño, hasta su
inesperado pero glorioso retorno hace pocos años; pero durante ese tiempo de orfandad
pude desarrollarme como me dio la real gana. Siendo el príncipe heredero y careciendo
de autoridad paterna, mis tutores no escatimaron en darme todo lo que deseé, pues
sabían que algún día sería rey.
- 16 -
Y lo que yo deseé fue estudiarlo todo: desde las hierbas de cada región de Azeroth,
hasta las costumbres e historia de cada raza conocida… sin dejar por supuesto mi mayor
ilusión y divertimento: la magia arcana.
Cuando mi padre volvió, tomó este interés por el estudio de la cultura y lo arcano
como un simple entretenimiento o pasatiempo, pero al darse cuenta de que flaqueaba mi
concentración por otras áreas que le parecían mucho más importantes para un
adolescente de la familia real, a él se le acabó la paciencia y a mí las clases de magia y
estudios.
No es que me hubiera prohibido acercarme a cualquier libro que me interesase, pero
se aseguró de que, tras mis obligatorias clases de arco, espada, monta, caza, atletismo,
natación y demás materias que a mí me parecían una pérdida de tiempo, apenas me
quedase energía suficiente para lavarme y meterme en la cama al volver a palacio cada
noche.
Pero soy bastante cabezón, como descubrió al poco, y comencé a quedarme
realmente flaco y mancillento (pese al ejercicio) debido a la falta de sueño; y es que por
mucho que me cansase de día, mis horas nocturnas las dedicaba con aún más
concentración (si cabe) al afín estudio de la magia que a él tanto le disgustaba.
No duré muchos meses así. Cuando algún desleal miembro del servicio descubrió la
causa de mis desvelos y se lo comunicó, mi padre prohibió que volviera a acercarme a
escrito mágico alguno hasta mi mayoría de edad.
Aún me quedan los libros de historia, romance y novelas para leer algún ratito entre
clases o antes de dormir, pero mi verdadera fascinación (la magia) se encuentra
habitualmente lejos de mi alcance, así que he comenzado a dormir por las noches de
nuevo.
Parece que este último año, el ejercicio, la buena alimentación y las horas
aprovechadas de sueño están causando un efecto espectacular en mi físico, puesto que
he comenzado a obtener los mejores resultados en las obligatorias enseñanzas marciales
que me inculcan, y tengo a mi padre más contento.
Queda menos de una semana para mi dieciseisavo cumpleaños y, aunque han montado
todo este paripé desempolvando esta absurda tradición de caza real desechada hace
décadas para celebrar que voy a abandonar la adolescencia, irónicamente eso no me
convierte verdaderamente en un adulto ante la severa mirada de mi progenitor; y su
prohibición de no acercarme a la magia arcana no se levantará hasta mis 18. A sus ojos,
debo ser un pre-adulto o algo similar.
- 17 -
Sin embargo no todos son cerrados pelotilleros de mi obtuso padre, y tengo amigos
tanto en la biblioteca como en la torre de magia que, para algunos días como estos en que
salgo de palacio, me facilitan acceso al prohibido material de mis anhelos, bajo la
condición de que no me los descubran y, si así sucediera, niegue siquiera el conocerles a
ellos.
- ¡Alteza, se nos escapará!. ¡Mi señor Anduin!.
Gimo con hastío retozando en las peludas pieles y cojines del interior de mi tienda y
me sonrío con algo así como orgullo al notar mi involuntaria y perezosa erección presionar
contra el suelo.
- ¡Voy, voy!.- Tras suspirar una vez más con resignación, me calzo las botas
rápidamente, me coloco la capa azul con la dorada enseña del león sobre los hombros y
abandono mi refugio.
Nada más salir, mi viejo intendente de armas me facilita la espada, el carcaj y el
arco que dos pajes se afanan en asegurar sobre mi cuerpo, y el palafrenero trae a mi
descansado y ansioso caballo.
Rauth es mi amigo, además del cuidador personal de mi montura, y es una de las
pocas personas ante las que soy completamente sincero al hablar de mi predilección por
la magia y… por los chicos; y él ya ha demostrado serme leal. Me entrega las riendas.
No puedo evitar sonreír al ver a mi blanco “Albor” esperándome, y casi puedo ver en
sus ojos pardos el deseo de que lo monte, le haga correr y salgamos juntos de aventuras.
He de reconocer que, de todas las materias a las que obligatoriamente me someten en mi
instrucción militar, la que menos me cuesta y la que más alegría me reporta es montar a
caballo; en gran parte es por la amistad que yo y mi precioso Albor hemos desarrollado,
pero más bien es por la sensación de libertad que me aporta el viento golpeando mi cara,
la tierra pasando por debajo de mí a toda velocidad y el sostener las riendas por mí
mismo. Es la misma sensación que me embarga al soñar que vuelo, pues me siento libre,
sin responsabilidad ni tener que rendir cuentas ante nadie.
- Alteza, la bestia ha sido vista a un kilómetro al este, sobre las colinas que rodean
el Subrin en uno de sus tramos más mansos. Si os dais prisa, podréis encontrarla
bebiendo y desprevenida.
Permito que mi desdén por todo este asunto se plasme en la mirada que cruzo con
mi amigo palafrenero, y él palmea disimuladamente mi hombro para darme ánimos; no me
causa ningún tipo de alegría el pensar en matar a un pobre animal desde la distancia y
seguridad que me otorga mi arco, aunque se trate de este Jabakko, como lo han
apodado.- Suerte, Alteza.- Me desea, y el resto de mi escolta me aplaude y jalea.
- 18 -
- Mi príncipe, recordad que el tiro ha de ser único, certero y mortal. - Me instruye
el intendente con algo de preocupación. - Si simplemente le herís, el jabalí solo se
enfurecería y correríais un grave peligro.
- Lo sé.- Ojala tras mi cumpleaños, la gente deje de tratarme como aun crío idiota.
***
Trotando despacio para causar el menor ruido posible, me acerco hasta varios
cientos de metros al sur de la posición que me han indicado, y allí desmonto. Tras sacar
una saeta y colocarla sin fuerza en la cuerda de mi arco, avanzo en guardia mirando hacia
todos lados.
Aunque mis sentidos agudizados por los entrenamientos están a lo que están, mi
aburrida mente se permite el lujo de vagar hacia temas más interesantes para
mantenerme entretenido: Kalarel.
Los elfos me fascinan con sus ojos brillantes como un claro cielo al mediodía, con la
suavidad de sus atractivos y viriles rasgos, con esas orejas puntiagudas tan morbosas y
sus movimientos ágiles, felinos y elegantemente desinhibidos. Hablo de los altos elfos
claro, no de los elfos de la noche, tan asalvajados y carentes de alcurnia como un
labriego ante un noble.
Pero antes que cualquier otro elfo, el que se despierta junto a mis recuerdos cada
mañana es siempre Kalarel; ese barón de cabellos rojizos como las tardías nubes otoñales
del ocaso tras un día ventoso, de maestros labios con sabor a licor de miel y rodeado de
esa casi tangible atmósfera que huele a la libertad que solo puede obtenerse al mantener
su residencia tan lejos de la Corte y sus interminables intrigas. Este hombre feérico es
mi amor platónico… lo es desde hace casi un año, desde mi quince cumpleaños.
Solo le vi en las penumbras de una noche, entre las nieblas del vino que por fin me
habían permitido probar y la nerviosa excitación de sentirme más mayor y más capaz.
Como parte de la nobleza, fue invitado a la ciudad capital y sorprendentemente
(pues nunca lo había hecho) acudió. En la noche de aquella fiesta hablamos, bebimos,
paseamos… y yo apenas podía dirigirle la mirada unos segundos antes de ruborizarme,
pues acerté al sentir reflejada en él la misma atracción por mí que él me despertaba. En
la intimidad de un solitario y oscuro salón nos besamos largamente durante demasiado
poco tiempo; me habría pasado así toda la noche.
Sin embargo, eso fue todo.
Le parecí agradable, le parecí deseable, le parecí… demasiado joven incluso para un
humano. Me dijo que no podía hacerme suyo hasta que se me considerase adulto entre mi
raza, y que en ese momento vendría a mí y le tendría por completo. No volví a saber de él,
y desde entonces ha sido mi esperanza y mi anhelo.
- 19 -
No tengo realmente claro si le valdrá esta ceremonia de abandono de la
adolescencia, o si se refería a los usuales 18 años con que los humanos suelen
considerarse mayores de edad, pero aún guardo unas pocas esperanzas de que me
recuerde y de que aún me desee.
Me maldigo por haber olvidado los matices de su cara, por haber perdido el
recuerdo de su olor; pero es que yo no veo tan bien en la noche como los elfos, y le tuve a
mi lado durante tan escasos momentos...
Eso no importa; nadie me quitará lo que sentí, ni me convencerá de que no le deseo.
Le quiero.
Lo admito ahora en medio de esta floresta. Como el pescador que juega con el sedal
para cansar al pez que ya ha picado, Kalarel me dejó con la miel en los labios y me ha
obligado a soñar con él durante todo este tiempo, inflamando lo que siento hasta tornar
estos sentimientos en una llama incontenible.
No quiero ni planteármelo pero, ¿y si viniera?. ¿Y si en la noche de mi aniversario él
acudiera a mí, y en la tibia oscuridad de mi alcoba me enseñase lo que se siente al ser
amado, deseado, poseído…?.
Al notar de nuevo mi rebelde erección presionando contra mi ropa interior sacudo la
cabeza y resoplo. ¡Maldita adolescencia!. Desde hace unos meses me noto atolondrado,
como si fuerzas extrañas tirasen desde mi sexo arrastrándome a tomar acciones fuera
de lo decoroso; como cuando espié a los chicos del servicio mientras se bañaban y se
cambiaban; o como cuando miro demasiado fijamente a los nobles de la Corte que más me
gustan. ¡Tengo que contenerme!.
Si mi padre solo imaginase lo que yo estoy empezando a ver claro, que esta
atracción que siento por los hombres no es solo de pasajera curiosidad sino de perenne
orientación sexual, quizá me desterrase o algo peor.
Veo movimiento por allá.
¡Jabakko!. Allí está la bestia. El pobre cerdo sobredimensionado que escarba en el
lodo buscando trufas y semillas.
Puede que haya atacado a humanos y rebaños con sus afilados colmillos, que sea un
peligro para las cosechas y la fauna de la región, pero odio convertirme en su ejecutor.
Crick.
Mierda, he pisado una rama.
Me mira, me detecta, y veo en el brillo de sus pupilas que es más listo de lo normal.
Sabe lo que he venido a hacer.
¡Oiiiiiiiiiink!.
Ruge con furia y carga hacia mí con tanta potencia que noto cómo el suelo bajo mis
pies tiembla. Cubierto de sudor frío, imprimo fuerza a mi arco, apunto y disparo.
- 20 -
Capitulo 3
Kithaen
Tras deshacerme de la montura en el mercado (deseándole un rápido final en forma
de salchichas o comida para perros), me estoy dirigiendo hacia la Posada de la Alondra
Matutina cuando unas trompetas llaman mi atención y la de la muchedumbre que me
rodea: Desde la puerta de entrada a la ciudad, una comitiva uniformada como guardias
exploradores (vestidos de pieles y con arcos en las manos) escolta a un muchacho humano
montado en un caballo completamente blanco que lleva un gran jabalí arrastrando de la
cuerda que lo ata; un cadáver de jabalí que va dejando un reguero de sangre.
¿Qué clase de salvajada es esta?. ¿Quiénes son esos energúmenos que restriegan el
cuerpo muerto de un animal por el suelo de la ciudad?. ¡Qué falta de respeto por la
naturaleza!. Nunca entenderé a los humanos; y sin embargo la masa de ciudadanos les
cede el paso vitoreándolos entusiasmados.
- ¡Viva el Príncipe Anduin!.
- ¡Enhorabuena, Alteza!.- Le gritan. ¿Cómo?. ¿Esa es mi presa?.
Me aproximo todo lo que puedo y clavo mis ojos en él para memorizar sus rasgos,
sus movimientos, sus tics… Se detiene para recibir las ovaciones, y en ese momento uno
de sus sirvientes se le acerca. Le está susurrando algo.
Rubio oro, ojos azules, piel blanca… Típico de la familia de su madre, por lo que
recuerdo. Amplios hombros, pómulos altos, sonrisa carismática, facciones agradables,
proporciones poderosas… casi podríamos decir que es guapo.
Sacudo la cabeza. ¡Bah!, un humano más; me parecen todos iguales.
¿Me está mirando?. ¡Por el fuego de la Legión Ardiente!. Cientos de personas
rodeándole y tiene que fijarse en mí. Ahora ya no puedo ocultarme. No sé si esto
facilitará o dificultará mi acceso a él, pero ya no hay remedio; así que le sonrío
esperando parecer amigable, y debe funcionar porque levanta una mano y me saluda
cortésmente realizando una reverencia con la cabeza.
- 21 -
¿Será cabrito?. ¿A qué viene esa distinción hacia mi persona?. Ahora la gente se
vuelve hacia mí y me observa, preguntándose quién soy y el motivo de ese saludo directo
del infante; y yo también me lo pregunto.
Una vez toda esta cabalgata ha pasado de largo alejándose hacia el castillo que se
yergue al norte, llamo la atención de un enano cargado con una bandeja de pastelillos.Perdone.- Se le cae uno de los dulces de más arriba, pero se agacha, lo toma, lo sopla y lo
coloca donde estaba. - ¿Qué hacía el príncipe Anduin con la guardia y ese jabalí muerto?.
¿Es alguna costumbre humana?.
Tras un gesto pensativo asiente meneando su barba. – Cierrto es. “La caza de la
hombrría”, crreo que la llaman. Es algo como un rritual parra dejarr atrras la
adolescencia. El chico caza un jabalí, un oso o un lobo grrande, lo prresenta ante su
padrre y todo el mundo contento.
- ¿Los humanos hacen eso?. Vaya, no tenía ni idea.
Se ríe divertido. – No, no; Solo la familia rreal, y crreo que ésta es la prrimera vez
desde que…- palidece un poco -… desde la juventud de Arrthas, en Lorrdaerron. Perro
bueno, solo ha tarrdado trres días en encontrrar y cazarr esa enorrme bestia en el
Bosque de Elwyn. ¡Anduin es un muchacho fuerrte! y serrá un grran sucesorr del León. Y
ahorra, si me disculpa…
¡Tres días en el bosque!. ¿Porqué los espías de mi hermandad no mencionaron este
asunto?. Sin duda alguna, mi labor habría sido mucho más sencilla y limpia emboscando al
chico entre la floresta.
En fin, no tiene sentido lamentarse ahora. Descansaré un poco y comenzaré con el
plan para acceder al heredero real durante mi estancia en la ciudad.
***
Por diez monedas de oro (o leones, como se les conoce aquí en honor a la enseña del
monarca y a su mote) abono el alquiler de una espaciosa habitación con vistas a la plaza
durante una semana, así como acceso a una aburrida comida que apuesta más por el
excesivo sabor que por la elegancia. Es un antro burdo y sucio (si lo comparamos con las
habitaciones de Lunargenta, por supuesto) en la que medito un par de horas para
relajarme. Quizá no es uno de los establecimientos al que suelen acudir los nobles más
adinerados, pero no puedo arriesgarme a que conocieran al Barón en otra posada y
arruinen la identidad falsa que estoy usando.
Saco el frasco con líquido azul del bolsillo interior de mi chaleco y dejo caer un par
de gotitas en cada ojo, pues noto como las lentillas empiezan a escocerme de nuevo.
Pensar que tengo que llevarlas puestas tres días es descorazonador, pero el alquimista de
la hermandad me aseguró que durarían menos si perdían el contacto con mi cuerpo.
- 22 -
No hay mucha magia en Ventormenta, al menos no entre las construcciones de la
plebe, así que tardo un poco más de lo normal en saciarme de la esencia que impregna
toda la creación.
“Ummm… sí.” Casi jadeo de placer.
Mi dosis diaria de absorción de la energía arcana latente en el mundo me deja como
nuevo. Resoplo aliviado, tumbándome y dejándome llevar por la agradable y excitante
sensación sensual de sentirme pleno de esencia…
Pom pom pom.
…cuando resuena mi puerta.
Tras tantear las empuñaduras de las dos dagas enfundadas en arneses ocultos bajo
mis amplias mangas, me aproximo sin ruido a la puerta. Afino mis sentidos al máximo,
entrecierro los ojos y me concentro:
Me llega un respirar enérgico y alterado; está nervioso. Huelo su joven sudor; tiene
miedo.
Ha pasado un segundo.
Escucho el rozar de largas sedas; una túnica. Resuena quedamente el seco apoyar
metálico de algo largo y delgado en el suelo; un bastón.
Dos segundos.
El cuero de la cuerda de un zurrón de componentes arcanos sisea abriéndose a la
altura de la cintura; un mago. Incluso me parece intuir como se acaricia algo peludo
arriba; una perilla.
A los tres segundos ya sé de quién se trata: Emith, el aprendiz de mago de la
guardia que conocí en el portón.
Puedo disimular que no estoy, confiando en que se vaya; pero si ha venido hasta aquí,
es que se ha informado de mi paradero, y si no actúo con normalidad podría incrementar
sus razonables y (por lo que se ve) ya numerosas sospechas sobre mi persona.
Arrugo mi ropa, desanudo la pechera de mi camisa para mostrar más carne de lo
habitual, compongo un gesto de cansancio y abro la puerta sorpresivamente para llenarle
de inseguridad y sensación de inoportunidad.
-¿Sí?.- Pregunto sin dar muestras de reconocerle.
- ¿Barón Amanecer?.- Pregunta tímidamente, apretando su mano en torno a su
bonito bastón de madera con tope de acero y brillante punta dorada. Su otra mano pende
de forma tensa cerca del bolsito lateral que cuelga de su cinturón. No es de los humanos
más feos que he visto.
- ¿Sí?.- Repito elevando una ceja con desdén.
- ¿Puedo pasar?. Hay algo que me gustaría hablar con usted.
- 23 -
¡No puede estarme pasando esto!. Me he peinado y cortado el cabello como el barón,
tengo el pelo de su mismo tono, imito su forma de hablar y comportarme a la perfección,
e incluso visto como él. ¡Y una de las razones por las que me han escogido a mí de entre
todos los miembros de mi hermandad, es por el razonable parecido!, que he terminado de
igualar cubriendo mi barbilla (algo más afilada que la suya) con una elegante perilla de
aspecto noble; sin hablar de la verdadera misiva real que porto invitando al susodicho
Barón a acudir. ¿Me van a descubrir nada más llegar a Ventormenta?. Claro que, si
hubiera saltado la liebre, no creo que este guardián de la puerta hubiera venido a solas a
enfrentárseme.
Decido presionarle un poco más: - He hecho un largo viaje desde Quel’Lithien y
necesito descansar. Si no es nada urgente, preferiría…
- No eres Kalarel.- me suelta de sopetón con el rostro inexpresivo, y me parece
escuchar como alguien más se acerca desde la sala común hacia las escaleras que llevan a
estas habitaciones.
- 24 -
Capitulo 4
Anduin
Tras subir las escaleras hasta el trono, me he arrodillado para ofrecerle la presa
que he cazado y recibir los rituales golpes de espada en los hombros para nombrarme su
sucesor, según la antigua manera de antaño.
Noto como el filo me roza levemente con su parte plana; después mi padre me ayuda
a levantarme cogiéndome del brazo y me abraza en público tan cálida y afablemente
como nunca antes había hecho. Me cuesta contener las lágrimas de emoción, pero sé que
a él no le gustaría que llorase, así que me vuelvo hacia la Corte de Ventormenta con una
sonrisa henchida de satisfacción y saludo levantando el puño en señal de triunfo.
Los vítores inundan el gran Salón Real y me siento por primera vez aceptado entre
la nobleza. Cuando el rey desapareció siendo yo niño, noté que algunos querían
derrocarme y otros me apoyaban para usarme en mi juventud e inexperiencia, siempre
con interés. Hoy parecen todos felices de verme aquí y de saberme su próximo rey.
Mi padre me coloca el brazo sobre los hombros y dedica tantas palabras de valor,
honor y orgullo hacia mi persona que casi ni puedo escuchar por los emocionados nervios.
Tan solo una nota discordante empaña mi alegría en ese momento: Kalarel. El resto
de la nobleza, tanto la residente como la invitada para mi cumpleaños, ha acudido al ritual
(que concluirá en el momento en que sople las velas de mi tarta de cumpleaños en dos
días), pero no así mi amor platónico.
Aun así, no dejo que ello empañe mi momento; me fuerzo a recordar que tengo la
confirmación de su llegada gracias al escriba del Portón, y que yo mismo ya le he visto en
la calle mirándome con atención; si ha acudido a Ventormenta, no puede faltar a mi fiesta
en un par de días, a su promesa, a nuestra cita…
Se sirve un vino de honor a todos los presentes, amenizado con música cantada por
un coro de despampanantes hembras (no solo humanas, sino también gnomas, elfas de la
noche, enanas y draeneis) que hacen las delicias de los hombres y despiertan envidias
entre las mujeres, y se me permite por fin retirarme a mis aposentos a descansar.
- 25 -
No es que haya pasado por muchas privaciones o realizado numerosos esfuerzos
durante estos días de caza (más allá que en los momentos finales en que tuve que abatir
a Jabakko no con una, sino con tres flechas que le acertaron en ojos y garganta), pero la
misma tradición caduca que ordenaba que debía salir a buscar una bestia de inusual
potencia que vencer para mi padre, también dicta que tengo estos últimos días hasta mi
aniversario como descanso; cosa que agradezco.
- Puedes retirarte. - Le doy permiso al niño que me han impuesto como ayuda de
cámara; necesito intimidad y tranquilidad. El chico asiente obediente y se aleja por el
pasillo buscando alguna labor en la que mostrar su utilidad.
Al entrar en mis estancias caldeadas por las encendidas chimeneas, voy quitándome
la ropa prenda a prenda mientras camino hacia mi enorme baño particular, donde una
espumosa bañera calentada mágicamente por las runas ligadas al plano del fuego que
rodean la pila me recibe como un mimoso amante. Antes de meterme, tomo el libro de
magia de mi macuto y me dispongo a comenzar con una buena sesión de relajado estudio
como colofón de un día magnífico.
Sin embargo, antes de abrir el libro se me ocurre una pícara idea y dejo el texto en
la banqueta de al lado mientras cierro los ojos y comienzo a acariciar mi cuerpo.
No me gusta el ejercicio ni el esfuerzo físico, pero tengo que reconocer que mi
corpulencia adolescente de marcados musculitos me encanta, y disfruto de mí mismo
mientras mi mente se evade hacia la única dirección posible en que mi cuerpo y mi deseo
se funden: mi anhelado elfo.
“Pufff… estoy tan duro, tan excitado… ”
Suenan golpes en la puerta del baño y carraspeo ruborizado colocándome boca abajo
en la bañera. – Ade… adelante.
- Saludos, Alteza.- Se presenta seriamente Rauth con una amplia reverencia, y luego
los dos rompemos a reír. Sabe que no tiene porqué tratarme con esa cortesía y
protocolaria corrección cuando estamos en privado.
- ¡Te pillé!.- Dice acusica señalándome. – ¡Te estás haciendo una!.
Me encojo de hombros con un suspiro y me doy la vuelta para mostrar la enorme
erección que sobresale entre la espuma como el periscopio de un submarino gnomo. ¿Porqué no?.- Pregunto.
Se acerca hacia mí y se sienta en la banqueta a mi lado, dejando el libro de magia en
el suelo. – Deja que te ayude.- Tal y como espero y deseo, agarra mi real miembro con su
mano y empieza a menearme el cetro de carne con la maestría de muchas pajas
compartidas; ya sabe exactamente cómo me place que me la coja, cuanta presión tiene
que poner y la rapidez con que ha de hacerlo.
- 26 -
- ¿Te gusta?.- Pregunta, y yo solo asiento relajándome. – Piensa en él, piensa en
Kalarel. Lo estás deseando.- Me sugiere, y yo sonrío cerrando los ojos al aceptar su
íntima y amistosa cercanía mientras me absorbe mi fantasía.
Al principio me cuesta, pues no puedo evitar pensar en lo bien que me siento
teniendo un amigo tan íntimo y fiable como mi palafrenero, alguien a quien le he contado
todo y con quien he compartido cientos de orgasmos a lo largo de los últimos meses.
Él asegura que es heterosexual casi por completo; que solo le gustan las mujeres y…
y yo. ¡Dice que es imposible que yo no le guste a alguien!. A mí me da igual lo que le guste
o le deje de gustar con tal de que a veces me deje meneársela y él me lo haga a mí. Solo
una vez me pudo tanto la excitación que le chupeteé el capullo durante unos segundos
antes de arrepentirme: ¡soy un príncipe!. Una cosa es descargar juntos, y otra llegar a
una relación sexual de mayor calibre con alguien cuya alcurnia no se acerca a la mía en
modo alguno.
No es que no haya otros hombres que me gusten fuera de la Corte; a decir verdad,
me resultan sumamente morbosos y atractivos muchos de los que veo por las calles de la
ciudad, pero he de llevar cuidado; hay enfermedades que no quiero pillar, y desde luego
que hay rumores que prefiero evitar que corran por ahí. No es ese el caso de Rauth (que
está sano y en el que confío plenamente), pero prefiero tenerle solo como amigo con
derecho a masturbación.
Mi cuerpo, mi carne y mis instintos me dicen que me gustan los hombres no
demasiado jóvenes ni demasiado viejos. Pero mi mente ha sido educada para apreciar la
diferencia de clases y de educación, y por ello hay muchos de ellos que, me atraigan o no,
no forman parte de lo que admitiré a mi lado. Me gustan los nobles; tan educados y
correctos en su forma de hablar y de actuar como cualquier situación pueda requerir. Y
me gustan los elfos, pues son tan mágicos, longevos y bellos como solo una raza feérica
puede ser.
Ese es el motivo por el que adoro a Kalarel. No es que sea el único altonato noble
que conozco, pero sí es el único con quien he sentido una atracción mutua, y desde luego
es uno de los más atractivos que nunca viera.
A propósito de ello; cuando le he visto hace unas horas en el Distrito de los
Mercaderes casi me caigo al suelo de la impresión. ¡Estaba más guapo incluso que en mis
recuerdos!, y se había dejado una morbosa perilla anaranjada. Es cierto que hace ya un
año que le vi, que en aquellos lejanos momentos estuve algo borracho y que nuestro
encuentro se produjo en lugares bastante oscuros… pero ahora que le he visto
claramente, es definitivamente mejor que en mis mejores sueños.
- 27 -
Durante estos meses, he temido idealizarle demasiado y que, al volver a verle, se
me cayera el mito al suelo; pero ha sucedido al revés. ¡Por todos los conjuros!, ¡le tengo
unas ganas!.
Me noto derretir bajo las atentas caricias de mi amigo y noto como se aproxima mi
irrefrenable orgasmo solo con pensar en las posibilidades: ¿Cómo será la polla de mi
amado?. ¿Cómo se sentirá al ser penetrado por su carne y rellenado con su semilla?.
¿Cómo me responderá cuando le diga que le quiero?.
“UUUUuuuuhhhmmmm….“
Noto mis testículos contraerse, mi dureza gozar pulsante y mis entrañas
retorcerse de puro placer conforme mi semen me recorre por dentro, buscando una
salida que me de la paz del supremo placer…
…y la mano de Rauth se retira dejándome en lo mejor.
- ¿¡Qué coño está pasando aquí!?.
¡Mi padre está en la puerta del baño mirándonos!.
- 28 -
Capitulo 5
Kithaen
- No eres Kalarel.- Repite con seguridad.
Puede que sienta vergüenza por haber sido descubierto, pero no miedo.
Selecciono mi siguiente acción tan fríamente como quien escoge mercancía en una
tienda. En menos de un latido de su corazón tiene mis dos dagas cruzadas como unas
tijeras apretándole la garganta, y ambos sabemos que un solo parpadeo fuera de tiempo
significaría su muerte. Sin embargo, ambos sabemos también que me ha hablado
susurrando para que nadie lo oyera, que se ha arriesgado viniendo hasta mí a solas, que
se ha puesto en mis manos voluntariamente… así que presiono con mis filos y lo guío hacia
el interior de la estancia con presteza bajo la amenaza de una rápida ejecución.
- Quizá no sea fácil deshacerme de un cadáver en esta habitación…- le susurro tras
cerrar la puerta con el pie. Su bastón cae al suelo y le voy empujando hasta tumbarle en
la cama, subiéndome a horcajadas suyas. –…pero no me quedaré el tiempo suficiente para
que el olor a podredumbre de tu carne muerta alerte a los demás huéspedes.
Palidece realmente asustado y jadea intentando respirar sin cortarse con mis
cuchillos encantados. – Tranquilo, déjame hablar. – Musita solo moviendo los labios, y
aparto un milímetro el acero. – Sabes que no te he delatado, estoy de tu parte.
Se me escapa una sardónica sonrisa, pues aún no he conocido a nadie que esté
enteramente de mi parte. – Lo dudo; pero dime, ¿cómo me has descubierto?. – Es mi
curiosidad lo que le mantiene vivo.
Traga saliva. – Primero eran solo sospechas: los nobles extranjeros casi siempre
confirman su aceptación a una fiesta mediante una misiva al departamento diplomático
días antes de llegar a la capital; y suelen venir con su propio séquito.- Intento contener
mi enfado; ¡avisé a mis superiores de las Sombras Titilantes que si no me asignaban
acompañantes para actuar como escoltas y sirvientes, mi disfraz podría perder
verosimilitud!, pero lo repentino de esta oportunidad nos llevó a tentar este plan con algo
de imperfección. – Pero luego, tus ojos...
- 29 -
- ¿Qué les pasa?.
- No tienen la misma tonalidad azul que los otros altonatos…- le miro
interrogativamente. -… no del todo. El fulgor de tu corrupción distorsiona ligeramente la
tonalidad, como si fueran un poco más violetas de lo normal. Alguien perceptivo que haya
tenido tratos cercanos con altonatos podría notarlo.- Ahora sí resoplo con irritación al
descubrir una ineptitud en mis colaboradores, y me planteo seriamente el modo en que
arrancaré la piel de los huesos de aquel alquimista que me facilitó las lentes.
Mientras pienso, me permito disfrutar del contacto de la entrepierna de su túnica
en mi trasero y lo muevo lentamente apretando su sexo. Si le voy a matar igual, ¿qué más
da si antes le caliento un poco?. Ha interrumpido el solaz post-meditación de mi
absorción de maná y, como siempre, en estos momentos me encuentro cachondo por la
plenitud de magia recorriendo mis venas.
Por un momento me parece que su comisura se eleva con algo de burla, pero mi
gélida expresión y la repentina presión de mis armas en su cuello le hace replantearse su
tono, por lo que continúa sumiso. – Puedo ayudart…
- No necesito ayuda de nadie.- Le interrumpo cortante. – Y menos la de un humano
que se las da de sabiondo. Ahora que estoy dentro de tu ciudad, subsanaré los nimios
fallos que las prisas y la torpeza ajenas me han obligado a cometer, y obtendré mi
objetivo sin más contratiempos.
Noto cómo se le está endureciendo el miembro y, algo tembloroso, me hace notar: Puedo conjurar una ilusión en tus ojos para que sean enteramente del color apropiado.
Ahora que ya has pasado los controles de la puerta, nadie notará el sortilegio.- La verdad
es que eso me vendría bien. No dudo que podría encontrar a alguien en los bajos fondos
dispuesto a conjurar sobre mí algo tan sencillo como ese sortilegio por una buena suma;
pero hacerlo teniendo a Emith dispuesto a ello justo delante de mí, pudiendo matarle
para asegurarme su silencio si así me place, serían solo ganas de arriesgar el secreto de
esta operación.
Presiono más la daga izquierda contra su yugular mientras mi mano derecha
desanuda su zurrón y lo aparta de él. Confiando en que no hará ninguna tontería,
desparramo los componentes sobre la sábana y cojo el vellón de lana y la cuenta de
ámbar; tiro al suelo el resto y pongo ambos objetos en su mano, tras lo que me quito las
lentillas mostrando así el fuego vil que inunda mi alma. – Empieza a conjurar el Velo
Irisado.- Le ordeno refiriéndome al hechizo que cambia los colores de la materia, y me
sonrío al ver como se atemoriza por mis conocimientos.
- 30 -
Puede que mi variopinta experiencia de vida no incluya la ejecución de hechizos
mágicos, pero mi adicción a la magia no solo me permite absorber la que me rodea de
forma lenta o como un torrente, sino que la he canalizado durante años en forma de
estudios sobre glifos, encantamientos, runas y rituales, y sé la clase de ingredientes que
cada tipo de sortilegio usa; si va a usar una ilusión, estos serán los componentes
indicados.
Ha comprendido: sé lo que me hago y cualquier truco para hechizarme con algo
distinto a lo que le he pedido sería su perdición. Mientras recita la fórmula y mueve las
manos durante varios minutos creando una estela de brillos, detengo del todo el
restregar de mi trasero en su erecta virilidad para permitir que se concentre del todo.
Finalmente, noto como si una fresca brisa me acariciase la cara.
- Ya está.- Me informa, y yo compruebo la veracidad del resultado en el reflejo del
cristal de la ventana tan solo elevando un poco mi rostro. “Perfectamente azules”.
Mirándole a los ojos, me planteo seriamente cómo eliminarlo ahora de la manera más
eficiente posible, pero él me vuelve a hablar. – Hay dos cosas más que has de saber si
quieres conseguir raptar al heredero Wrynn…
Por más que me fastidie, su treta para picar mi curiosidad da resultado. ¿Cómo
demonios sabe este muchacho lo que pretendo hacer?. – Te escucho.
- No, así no.- negocia con inesperada valentía. – Creo que te estoy demostrando que
no soy un peligro para tu misión. Aparta tu arma y hablemos con calma.
Niego con la cabeza mientras utilizo mi mano derecha, libre ahora, para agarrarle
de los huevos y comenzar a masajearlos a placer.
– Seré yo quien decida si te permito seguir viviendo, listillo.- Me sorprende que,
después del tiempo en que ha tardado en realizar el sortilegio, aún siga duro.
Resopla ligeramente, aceptando tanto el contacto como mi negativa a sus
exigencias; sabe que está a mi merced. Su voz suena autoritaria, pero le noto temblar. –
Muy bien, explícame cómo piensas sacar al príncipe de la ciudad, una vez lo tengas en tu
poder.
Obviamente no confío en él, pero pienso matarle al acabar esta conversación así
que, ¿porqué no decírselo?; así llegaremos más rápido a donde quiero llegar. Mientras
agarro la hinchada forma de su sexo, comento: - Por el mismo sitio por donde entré,
claro. Tengo un truquito poliformizador reservado para su alteza, y un gatito enjaulado
no llamará la atención.- hablo por supuesto del broche encantado de mi capa que adquirí
para este trabajo.
- 31 -
- No funcionará. – Le miro sin expresión. – Han surgido rumores de hombres que
pueden transformarse en bestias lobunas cerca del reino de Gilneas, así que la
Archimaga Rowan ha instalado una alarma de poliformismo en el portón para evitar
intrusiones de monstruos cambiaformas. Si le sacas en cualquier otra forma diferente de
su original, esa clase de magia será detectada y los guardias se te echarán encima.
- Muy listos tus compañeros de la puerta, pero no es problema.
- Y si has pensado en los grifos de la guardia, esas monturas voladoras solo
obedecen a aquellos que se han entrenado con ellas; es algo instintivo, no lo conseguirías.
- Hay más maneras de sacarle.- Comento con hastío, simulando que lo que dice no me
está siendo de ninguna ayuda, pues no puedo dejarle creer que le debo algo. Mientras
hablamos lentamente y midiendo las palabras, le estoy apretando intermitentemente la
zona donde creo que tiene el glande y puedo ver como intenta disimular las descargas de
placer que recibe.
- Y…- empieza con la voz entrecortada, pero le chisto para que calle pinchándole un
poco en el cuello. Noto su polla demasiado dura, como si le pusiera especialmente
cachondo el saberse amenazado, manoseado y estar obligado a consentir; Así que
durante los siguientes minutos le sigo impidiendo que hable, acariciando su miembro cada
vez con más presión y maestría hasta que él se resigna: cierra los ojos, traga saliva y
respira agitadamente. Finalmente aprieta la mandíbula conteniendo los gemidos y noto
como la parte de la túnica que magreo se humedece más con cada orgásmico brinco de su
rabo.
Le dejo un momento para que se recupere mientras su erección remite y su
respiración se normaliza, y luego abre los ojos para encontrarse con mi sarcástica
sonrisa. Retiro el cuchillo de su cuello y lo guardo en la disimulada vaina de mi manga,
tras lo que me aparto de encima y me siento al lado.
- ¿A qué ha venido todo esto?.- Me pregunta con extrañeza, pero yo ignoro su
pregunta; la respuesta es obvia: le tenía a mi completa disposición y he tomado lo que me
ha apetecido. Hacía mucho que no provocaba un orgasmo a un humano, y probablemente
sea la última vez en mi vida que lo hago.
- Y dime, Emith, ¿porqué estás aquí?. ¿Qué te lleva a querer ayudarme?.- Me
resultaría intrigante y bastante gracioso haber conocido a un humano traidor a toda su
raza y facción.
- Pertenezco a “Azeroth Puro”.- Me confiesa en voz muy baja, como si eso lo
explicase todo.
- ¿Y?.- Aunque odio admitir mi ignorancia en cualquier materia, espero que se dé
cuenta de que necesito que me cuente algo más sustancial de ese grupo.
- 32 -
– Bueno; es como un símil en la Alianza de vuestro “Kalimdor Libre”, al cual tú
perteneces.– Me observa con cautela, esperando que confirme su elucubración.
Le miro con expresión neutra. Lo cierto es que yo no tengo nada que ver con ese
segundo grupo pseudo-legal integrante de la Horda que ha nombrado; yo trabajo para la
Cofradía de las Sombras Titilantes de Lunargenta, aunque reconozco que es posible que
este encargo de mi hermandad provenga de ese Kalimdor Libre.
Haciendo memoria de la rumorología, recuerdo haber oído que ese grupo de la
Horda se ha creado con un objetivo: provocar el retorno a la guerra abierta y total entre
nosotros y la Alianza, para borrarles definitivamente del continente del oeste. Kalimdor
Libre opina que permitir la presencia de la Alianza en algunos de aquellos territorios
(como el fuerte de la Isla Theramore o los elfos de la noche defensores de Vallefresno)
nos está restando fortaleza y un mayor avance en todos los campos. Recuerdo haber oído
cómo creían que el Jefe de Guerra Thrall (el líder de la Horda) no tenía suficiente valor
y agallas para hacer lo que había que hacerse.
Y si ese Azeroth Puro es algo similar en el lado contrario, es que creen que Varian
Wrynn no es suficientemente duro con la Horda, y creen poder ganar una guerra contra
nosotros si consiguen provocarla, para eliminarnos de sus territorios y quizá de la
existencia.
“Ilusos… ”
¿Así que es eso?. ¿Mi encargo de raptar al principito de marras tiene como fin el
provocar el retorno a la guerra total entre las dos facciones del mundo civilizado?. Es
seguro que la desaparición del heredero del trono de Ventormenta y las sospechas del
rey Varian por la autoría de la Horda en tal atentado, empujarían a los dos lados hacia el
cese de la diplomacia y al retorno de la violencia más cruenta.
Continuando con las deducciones, me doy cuenta de que tal confesión por parte de
este aprendiz de mago implica que Azeroth Puro y Kalimdor Libre están colaborando
entre ellas para llevar precisamente a las dos facciones a la guerra. Esta cooperación es
algo curioso, como mínimo.
Bueno, cierto es que al menos todo este embrollo explica claramente porqué Emith
está ayudando a un sin'dorei, un Horda, un enemigo de la Alianza, a introducirse en su
capital y raptar al infante; pero me resulta algo triste (aunque no desacostumbrado) el
tener que enterarme de los verdaderos motivos y repercusiones de mis trabajos por
cauces completamente inesperados.
- 33 -
- De acuerdo. Agradezco todo el apoyo, la información y la ayuda de tu Azeroth
Puro hacia nuestra causa.- le señalo la puerta de mi habitación con evidentes intenciones:
le he perdonado la vida. Disfruto mientras le observo levantarse, coger su zurrón, su
bastón y caminar a trompicones hacia la salida tratando de arreglarse la ropa para tratar
de disimular la mancha de semen de su entrepierna.
Al coger el picaporte se vuelve hacia mí y, tras aparentar algunas dudas sobre si
comentarme algo, decide añadir: - El príncipe ha preguntado por ti.
Eso me deja tan sorprendido que no puedo evitar elevar las cejas. - ¿¡Qué!?.
- Nada más llegar a la ciudad de su caza del jabalí, uno de sus escoltas se acercó al
notario de la guardia de la entrada y preguntó concretamente si el Barón Kalarel
Amanecer había llegado a la capital. Saca tus conclusiones.
Mi conclusión era obvia: Anduin sabía de Kalarel con anterioridad, y no eran simples
conocidos.
Quizá el robo de esta identidad no ha sido una elección tan sensata, pero poco se
puede arreglar ahora; además, desde la lejanía y entre el gentío, el príncipe me ha
confundido con el Barón. Mi disfraz ha demostrado que funciona desde lejos; solo me
queda probarlo en las distancias cortas.
Asiento distraídamente y, ante mi desinteresada mirada, el aprendiz de mago me
hace una reverencia y se va de mi estancia tras añadir: - Suerte.
***
Nada más quedarme solo, me tumbo y suspiro.
Lo cierto es que esta entrevista me ha dado muchas cosas en las que pensar y me ha
mostrado claras lagunas en este improvisado plan que me han impuesto mis superiores;
Pero la responsabilidad de un supuesto fracaso solo recaería sobre mí, y por ello tengo
que atar todos los cabos.
Bueno, el tema de los ojos está solucionado, y aún me quedan un par de días para el
cumpleaños. ¡Manos a la obra!.
Ese chiquito no se me va a escapar.
- 34 -
Capitulo 6
Anduin
¡Esto no puede estar pasándome!. ¡Era mi momento cumbre!.
Rauth está tan rojo y asustado que retrocede hasta la pared de detrás, se tropieza
y se cae. - ¡Mi Rey!.- Exclama casi gritando.
- ¡Padre!.- Escondo mi virilidad entre las aguas, y maldigo al notar como ya no puedo
contenerme: estoy soltando leche en las profundidades mientras trato de ignorar el
gustazo y de contener mi respiración jadeante. Creo que está siendo el peor orgasmo de
mi vida…
¡Que bajón!.
Puedo asegurar que no he visto un rostro tan amedrentador como el de mi padre en
plena furia; cuando junta su ceño, las cicatrices de guerra de su nariz y mejillas
recuerdan la ferocidad a la que puede recurrir en caso de ser necesario y el motivo de su
popular apodo.
- Yo… yo…- Rauth intenta hablar.
- Sal de aquí.- Ordena el rey muy despacito, entrando al baño sin apartar sus ojos
de los míos, y mi amigo sale a toda velocidad tras musitar un “Si, alteza”. Una vez a solas,
se acerca a la pila y me mira con ese ceño fruncido tan duramente como si me hubiera
encontrado conspirando con orcos y goblins.
- Padre…- noto escalofríos de miedo por toda la espalda.
- Explícate.- Me ordena. Por una parte, me alivia saber que puedo hablar y razonar
con él, pero por otra me llena de pavor el pensar en qué decir. No puedo confesar mi
homosexualidad, no ahora, no a él, no tras el ritual, tras sentir su orgullo por mí y a tan
solo dos días de mi cumpleaños.
- Es… estaba agotado y sucio al llegar a mi habitación, así que he decidido darme un
baño y meterme en la cama. Pero el agua tibia me ha calentado y he querido m… mas…
masturbarme.-
- 35 -
Intento ver alguna modificación en su expresión, pero no hay reacción. – Estaba a
mitad cuando casi me quedé dormido del cansancio, y mi amigo Rauth, que entró a
recoger mis ropas, me ofre… me ofreció… seguir por mí.
- ¿El palafrenero?. ¿Lo hacéis a menudo?.- Pregunta con el rostro serio y los ojos
furiosos.
- ¡No!. Ha sido por mi cansancio. Él es muy servicial conmigo.
- ¿Es un… sodomita?.- Inquiere con rudeza, teniendo incluso que pensar en el
término a emplear.
- ¡No!. No; Tiene novia; se llama Anja y se casarán el año que viene.
- Y tú, ¿lo eres?.- Este podría ser un buen momento para decírselo, pero veo como
su brazo tiembla y le tengo mucho miedo.
- ¡Papá!. ¿Cómo puedes pensar…?.- Pero me freno a mitad de la frase: es obvio
porqué lo piensa; casi me ha visto casi correrme de la mano de otro muchacho. – En
absoluto, no. Yo… yo también tengo novia. Kal… Kally, se llama.- ¡Casi digo Kalarel!, tengo
que concentrarme.
Nos quedamos mirándonos a los ojos cerca de un minuto, y yo resisto como puedo su
mirada acusadora. Me duele mentirle, pues algún día tendré que decirle la verdad, pero
hoy no; ¡hoy no!.
Sus facciones se relajan poco a poco y finalmente suspira.
Al momento comienza a reírse algo histéricamente a carcajadas, tantas que casi se
le saltan las lágrimas mientras se acerca a la bañera y se sienta en el banco; por los
nervios, me uno a él sonriendo y soltando alguna risita falsa, aunque no sé lo que le hace
tanta gracia.
Finalmente resopla con alivio. - ¡Por todas las batallas, hijo mío!. ¡Que susto me has
dado!.- Me pone la mano en el hombro y aprieta con camaradería.
- Papá, lo siento… yo…
- ¡Nada, nada!. Si eso lo hemos hecho todos a tu edad… - me mira entrecerrando los
ojos. - … bueno, o un poco más jóvenes.- Suspira pensativo. – Hijo, tú y yo no hemos
hablado aún de sexo y mujeres…- le miro sin saber qué decir. – Mis años de forzado
destierro nos han robado muchos momentos juntos, y me siento responsable de esto.
Creí que tus tutores te habrían hablado también de estos temas, pero me temo que es
una labor de padre que no puedo postergar más tiempo.
- En serio, no es necesario. Te… tengo novia. Sé todo lo que hay que saber.
Asiente mirando mi marcado torso con orgullo y ternura. – Estoy seguro de ello,
pero tienes que tener algo en cuenta hijo: hay una edad en la que uno ya ha de dejar
atrás las pajillas con los amigos para centrarse solo en las doncellas.- Asiento con
expresión contrita, como si comprendiera y aceptase.
- 36 -
Él me mira apretando los labios, pues no se le da muy bien hablar de sentimientos.
Nunca se ha ocupado de educarme en persona y no tiene práctica. – Dime una cosa, ¿con
cuantas chicas has estado?.
Abro mucho los ojos y me noto enrojecer ante la intimidad de esa pregunta; pero
me acaba de ver haciendo algo bastante grave y tengo que tranquilizarle. – Con una, con
Kally.- De nuevo otra mentira que me corroe por dentro. No solo no he estado con mujer
alguna, sino que sigo virgen en todos los sentidos; pero después de lo que ha visto no
puedo dejar que piense que su hijo es un vicioso que solo piensa en el sexo.
- ¡Ahí está el problema!. - Se me acerca como para decirme un secreto y me ofrece:
- La noche de tu cumpleaños te traeré unas cuantas meretrices jovencitas para que
elijas, y conocerás lo bueno y variado del delicioso aroma, sabor y tacto del sexo
femenino.
- ¡Papá!.
- ¡Tranquilo!. Las haré pasar antes por mis clérigos para eliminar cualquier
enfermedad que pudieran tener, y estarán como nuevas para ti. Mi vástago será un
semental en la noche de su dieciseisav…
- ¡Papá!, ¡que te he dicho que tengo novia!. ¡No pienso serle infiel!.- Le grito nervioso,
buscando cómo salir de este terrible embrollo en el que me estoy metiendo.
Se me queda mirando fijamente y de nuevo tengo miedo de él. - ¿Vas en serio con
esa… Kally?.- Asiento fuertemente esperando que entienda que no quiero putas en mi
cama. – Es… humana, ¿verdad?.- Vuelvo a asentir; aunque mi padre es el líder de toda la
Alianza, nunca ha podido deshacerse del todo de un pequeño sentimiento xenofóbico por
las otras razas. En cualquiera de las demás (kaldorei, gnomos, enanos, draenei…)
encuentra fallos generalizados que los humanos no tienen. - ¿Es noble?.- Asiento por
tercera vez, sabiendo que no pillará esta mentira; mi padre nunca ha prestado atención a
los nombres de los integrantes de la Corte, excepto de aquellos señores de la guerra que
se han ganado su respeto defendiendo sus territorios o en antiguas batallas. – Bien;
entonces tráetela al banquete y preséntamela.- Se levanta y se dirige hacia la puerta,
como dando por concluida esta horrible e íntima conversación “padre-hijo”. –Será un
placer conoc…- comienza volviéndose por última vez, y entonces repara en el libro del
suelo al lado de la banqueta.
Al ver su expresión y a dónde mira, recuerdo por fin que ahí yace una prueba
inexcusable de mi desobediencia por sus órdenes y, pese al calor del agua, empiezo a
temblar. En dos zancadas se acerca, lo toma y lo abre. Las runas, dibujos crípticos y
líneas rituales no dejan lugar a duda sobre su naturaleza.
- Padre yo… estaba en la estantería… me entró curiosidad… como ya casi es mi
cumpleaños y hacía tanto que no…
- 37 -
- Ni una palabra.- Me ordena con una fría voz calmada; enmudezco. Apenas cinco
segundos después, llega su sentencia: – No volverás a estudiar magia. Nunca. La mañana
después de cumplir dieciséis, partirás hacia un internado militar en las montañas
Crestagrana; allí aprenderás a valorar todo lo que te he dado, y comprenderás las cosas
que verdaderamente importan.- Tras ello sale con el libro del baño, dejando la puerta
abierta, y observo horrorizado como tira el tomo arcano al ardiente hogar que caldea mi
cuarto.
Si me hubiera quedado solo, habría salido chorreando para salvar de las llamas
cualquier página aún legible; pero él se queda ahí plantado, mirándolo mientras se
consume. Noto como si un enorme pie chafase mi alma cada vez más fuerte.
Un minuto, dos, cinco… el crepitar del fuego devorando mi más preciada ilusión me
rompe algo por dentro, y solo puedo llorar mientras siento que la amplia espalda de mi
padre es como un muro inexpugnable contra el que darme cabezazos.
Cuando sale de mi habitación, ya no soy el mismo adolescente sumiso y complaciente
de hacía unos instantes.
Esto no quedará así.
- 38 -
Capitulo 7
Kithaen
Pese a la seguridad que mostré ayer con Emith acerca de mis numerosos planes y
alternativas para sacar a un raptado príncipe de la ciudad, lo cierto es que mis opciones
se reducen drásticamente ante esa alarma de poliformización en la puerta de la ciudad.
Por si acaso era alguna clase de farol, he ido yo mismo hasta los gigantescos
pórticos de la capital y he buscado la clase de runas que incluyen los sortilegios de
detección en las cercanías, y ciertamente todo el marco estaba tallado recientemente de
tal guisa.
Ya sabía de la instintiva lealtad de las bestias aladas de la guardia voladora por sus
jinetes, así que eso quedaba desde el principio fuera de mis expectativas.
Tampoco me he fiado del aprendiz de hechicero, por mucho que dijera pertenecer a
“Azeroth Puro”, y le he seguido unas cuantas horas para asegurarme de que no me iba a
denunciar. No lo ha hecho, se ha ido directamente a la habitación que tiene alquilada en
el Barrio de los Magos, y por la mañana ha vuelto a su puesto de trabajo sin darme
ninguna razón en que excusarme para eliminarle.
Mientras medito, paseo por mi habitación ordenando y toqueteando la decoración
existente. La dueña de la posada ha dejado un bonito jarrón de cristal con una única rosa
roja que hace conjunto con las cortinas burdeos. Es una bella flor, y le han dejado los
pinchos, como a mí me gusta; la tomo cuidadosamente entre dos dedos y la olfateo con
deleite en medio de mi caminar.
También he buscado información sobre Azeroth Puro entre los bajos fondos y
algunos soplones de la ciudad y lo cierto es que, pese a ser un grupo aparentemente
secreto, su existencia y sus fines son bastante conocidos. Supongo que sucede como con
Kalimdor Libre entre la Horda, que es apoyado (o al menos no obstaculizado) en su labor,
pues hay muchísima gente que desearía ver como esta guerra entre los dos grandes
bandos del mundo es retomada.
- 39 -
También he dado pasos para asegurar mi tapadera: he hecho llegar a palacio la
aceptación de mi invitación como Kalarel Amanecer para la ceremonia de aniversario del
príncipe, mañana por la noche. Ya tengo preparada encima de la silla la muda de ropa de
corte noble que tengo que ponerme; pero nada puede quitarme la intranquilidad de este
cabo suelto que no logro atar: ¿cómo demonios saco al príncipe de la ciudad sin volar, sin
poliformizarle y sin que nadie se dé cuenta?.
He pensado en drogarle de alguna manera, pero tendría que trasladarlo cogido en
brazos y sería demasiado llamativo. He estado buscando otras salidas de Ventormenta,
pero las altísimas murallas están perennemente recorridas por guardias alerta, y las
cloacas de la ciudad no llegan más allá de los muros. Me he planteado hasta bucear bajo
el río Subrin que cruza la ciudad para salir al exterior, pero estos desconfiados humanos
han colocado a lo largo de su trayecto incluso rejas de acero encantado imposibles de
romper sin llamar la atención.
¡Con lo fácil que sería simplemente llegar hasta él y clavarle un cuchillo en la
garganta!; un cuchillo con la enseña de la Horda. Estoy seguro de que eso bastaría para
alimentar la sed de guerra de Varian…
Pero no puede ser. Los clientes que han realizado el encargo, han sido muy concisos
a la hora de señalar que el muchacho no ha de recibir daño alguno. ¿Qué pensarán hacer
con él los de Kalimdor Libre una vez esté en su posesión?. ¿Torturarle?. ¿Sonsacarle
secretos de estado?. ¿Mantenerlo oculto hasta poder intercambiarlo por algún
importante preso de guerra?. Tanto me da, no es asunto mío. Yo solo tengo que llevárselo
vivo y sano; pero los planes que voy creando se desmoronan entre mis manos como un
castillo de naipes construido bajo un huracán.
Y no solo eso está en el aire: en mi hermandad conocen mi reputación como
improvisador, así que han confiado exageradamente en mi intelecto y recursos para
solventar los problemas que vayan surgiendo. Uno de ellos es cómo lograr quedarme a
solas con el hijo del Rey Wrynn el tiempo suficiente para apoderarme de él. ¡Necesitaría
semanas para ultimar los preparativos correctamente!.
Miro el paquete envuelto en papel de oro y cuerdas de plata que descansa sobre la
cómoda, sabiendo que es mi primer y único plan actual para lograrlo: su regalo de
cumpleaños. Durante mis viajes por Terrallende me encontré esta magnífica espada larga
de filo de adamantita y empuñadura de korio adornada de fantásticas gemas; explicarle a
Anduin la historia de esta arma podría ser una excusa perfecta para demandar una
audiencia privada con el infante.
- 40 -
Si, quizá no sea tan mala excusa teniendo en cuenta la reputación de cazador y buen
luchador que el chico se está forjando. Pero no será fácil lograr que deje a sus escoltas y
guardias detrás, o que traiga los suficientemente pocos como para poder neutralizarlos
sin que salte la alarma.
Quizá pueda aprovecharme de ese conocimiento mutuo que parecen tener el Barón
que personifico y el príncipe, pero sigue siendo un problema el no saber qué clase de
tratos o amistad tuvieron en el pasado, ni si el chico podría reconocer rápidamente que
yo no soy el verdadero altonato que finjo ser.
Me acerco a la ventana y miro el paisaje gris y azul de esta ciudad. El sol se ha
puesto hace casi una hora tras las altas torres de la Catedral de la Luz al este, y por
tanto me quedan menos de 24 horas para decidir qué hacer en cada faceta de este
secuestro.
Aunque no de forma consciente, mi subconsciente toma nota del oscuro coche de
caballos con cortinas negras que ha aparcado frente a la Alondra Matutina, ya que
parece demasiado lujoso para pertenecer a alguien que se hospede aquí. Estoy entrenado
para percibir y asimilar los detalles más sobresalientes de cualquier entorno y situación
en que me encuentre, aún si estoy concentrado en otras cosas.
Arranco un pétalo de la rosa para disfrutar de su suave tacto relajante.
Los planes para llevar a cabo mis misiones suelen estar trazados al milímetro y con
absoluta perfección semanas antes de comenzarlas, pero la rapidez y oportunismo
inesperado de este encargo me está matando. Suspiro algo contrito. ¡Tengo que
devanarme más los sesos!.
Pom, pom.
Y para colmo llaman a la puerta, ¡y me he pinchado con la rosa!. ¿Quién demonios
puede ser ahora?. La posadera sabe (y ha sido bien pagada para ello) que nadie del
servicio debe molestarme. ¿El aprendiz de mago quizá?. Emith sabe que no necesito ni
quiero que vuelva a acercarse a mí, pues pondría en peligro la misión; pero claro, quizá
tiene alguna nueva información que desconozco… o quizá ha llamado a la guardia y hay un
pelotón de hombres armados tras mi puerta.
Tiro la flor a la mesita, me lamo la pequeña herida goteante y chequeo mi imagen.
Tras tomar como aceptable mi vestimenta y asegurarme de una rápida disposición de mis
armas por si fueran necesarias, me acerco a la puerta y me concentro en mis sentidos.
No se trata de ninguna clase de clarividencia mágica; simplemente estoy atento a los
datos que percibo y los uno eficientemente.
Lo primero que escucho es su agitado respirar, pero no parece miedo, sino nervios o
excitación... aunque su sonoridad está difuminada, como tras una capucha o velo.
Probablemente sea alguien que quiere mantener el anonimato.
- 41 -
Lo segundo que percibo es su olor… está ligeramente perfumado con caras sales de
baño; sin embargo, me llama más la atención su aroma personal, pues denota su juventud
y me llena de una extraña sensación de anticipación que activa en mí un anhelo de
olfatearle más cerca; se me hace la boca agua, cosa que me extraña.
Cuero; escucho un amplio manto de pieles que roza en el suelo. Probablemente sea
una capa que oculta su ropa y lo que quiera que lleve debajo. Esto confirma mi teoría de
que no quiere ser identificado; aunque el impaciente golpetear del tacón de su bota lo
describe como alguien enérgico que no está acostumbrado a esperar.
Es…
… no tengo ni idea de quién puede ser. ¿Un noble amigo de Kalarel que se ha
enterado de dónde pernocto y quiere saludarme?. ¿Un discreto mensajero de Azeroth
Puro?.
No merece la pena que elucubre más, así que abro la puerta de golpe y frunzo el
ceño para mostrar mi disgusto ante la inconveniencia de una inoportuna visita.
La anónima figura encapuchada que me encuentro, envuelta su silueta en una capa
parda de lo más común, es tan alta como yo y sus hombros son al menos tan amplios como
los míos. Al quitarse por sí mismo la capucha, sufro una de las mayores sorpresas de mi
vida al enfrentarme a esos bellos ojos azules.
¡Es él!.
Anduin Wrynn ha venido a mí.
***
- Alteza…- comienzo por instinto, agachando protocolariamente la cabeza.
Pero el príncipe se abalanza hacia mí y me rodea con sus brazos. -¡Kalarel!.
Cualquier otro humano en el mundo que lo hubiera intentado, hubiera visto su vida
terminada por varios tajos mortales antes de llegar hasta mi cuerpo; pero entre que mi
misión exige su sana comparecencia y que (lo reconozco) su cercana e inesperada
hermosura me ha descolocado, solo puedo quedarme rígido notando como junta su fuerte
pecho con el mío, su mejilla con la mía (raspándome un poco con su larga patilla) y
sintiendo la sensual caricia de sus manos por toda mi espalda.
Me aprieta tan fuerte que parece querer meterme dentro de sí.
Mi cuerpo se excita ante su deliciosa proximidad, pero mi fría mente ya ha elevado
un racional muro infranqueable y, tras su trinchera, clasifica y selecciona todas mis
opciones.
Juntando datos perspicazmente me doy cuenta de que no me ha llamado por mi
título, que me está visitando a escondidas, que me está abrazando efusivamente… y que
empiezo a notar la dureza de la incipiente erección de su entrepierna contra la mía.
- 42 -
Sin más dudas, puedo constatar que él y el altonato que represento no solo fueron
conocidos lejanos en la Corte, sino que tuvieron un trato más “íntimo”. Quizá no sea tan
irrelevante el confirmar que el príncipe es homosexual.
Espero que no reconozca las diferencias faciales entre ambos; para un elfo, el
Barón y yo somos claramente personas distintas; pero para un humano, los típicos rasgos
de los altonatos (ojos almendrados y brillantes, orejas extremadamente puntiagudas,
cejas largas, mandíbula fina…) son tan atípicos en ellos que parecen incapaces de ver más
allá mientras haya un parecido razonable; aun así, agradezco que la pequeña llama del
candil de la pared apenas ilumine la estancia, otorgándonos más penumbras que
claridades.
- Anduin…- decido hablarle directamente por su nombre, imitando su familiaridad
conmigo. Se separa unos centímetros hacia atrás para mirarme a la cara y percibo sus
mejillas sonrosadas de intensa emoción. - ¿Estás bien?. ¿Qué ha pasado?.
- ¿Aún lo preguntas?. Te he esperado todo un año…
Se vieron hace un año, probablemente en su aniversario anterior, y allí ellos… ¿ellos
qué?. ¿Se comprometieron a algo?. ¿Planificaron algo?. ¿Hicieron el amor?.
Tras desabrochar el lazo que sujeta su capa y dejarla caer indolentemente al suelo
tras su espalda, el chico me sonríe con los ojos brillantes de alegría y su boca se acerca
despacio hasta juntarse suavemente con la mía. Por primera vez en muchos años me
quedo pasmado, completamente desarmado ante alguien.
Sus fuertes pero suaves labios juguetean con los míos y, al poco, su lengua explora
ansiosa en busca de la mía; y yo me siento derretir.
No soy un novato en besos, ni en el sexo, ni en seducir o recibir intentos de
seducción… llevo más de dos siglos disfrutando de las mieles del romance casual y de
algunas relaciones a largo plazo, y jamás había sentido algo tan profundo de manera tan
rápida y directa hacia mi interior. Por muy poco consigo disimular el temblor de mis
rodillas. Solo puedo dejarme hacer.
Él se aparta de nuevo y me mira con el gesto demudado en confusa tristeza. – ¿No
me besas tú?.
Sin poder evitarlo, mi frío control se resquebraja ante su apetitoso cuerpo, ante la
ternura de su tono, ante la necesidad de su amor por mí, pues es eso lo que percibo: un
sentimiento completamente puro y anhelante. Algo en mi interior se rebela contra el
mero pensamiento de dejar esa necesidad sin cubrir, de provocarle una decepción, de no
ser capaz de devolverle lo que me está dando; así que le beso con toda la experiencia que
he acumulado con la práctica, y con toda la pasión y las ganas que despierta en mí.
- 43 -
Se estremece entre mis brazos y noto que tengo que sostenerle para que no caiga;
yo no estoy mucho mejor. Desde detrás de mis defensas, mi yo frío y calculador me grita
pidiendo calma y sosiego, pues estoy sintiendo demasiadas cosas; pero me tranquilizo a
mí mismo asegurándome que solo estoy actuando para no despertar sospechas,
adaptándome a lo que se me presenta para asegurar el mayor éxito posible del plan.
- ¿Qué haces aquí, Anduin?.- Le pregunto al cabo de un minuto, cuando consigo
acumular voluntad suficiente para dejar de saborear la inexperiencia de su tierna su
boca y separarme.
- Sabía que estabas en la ciudad y esperaba verte en el Rito de la Hombría de ayer.Durante unos momentos parece muy compungido.
Decido ser en parte sincero. Acaricio su barbilla y le susurro. – Pero Anduin, yo no
tenía ni idea de lo que era esa ceremonia hasta anoche. Yo no he venido por el rito, he
venido por ti.
- Por mi cumpleaños, como prometiste.- murmura más feliz. Esa alegría que le
embarga evoca en mi mente la imagen de un cachorrito; algo precioso pero muy frágil,
recién nacido, que depende completamente de mí.
- Yo también he esperado impaciente a que transcurriera este año.
Tengo que retenerlo aquí. Tengo que lograr que se quede el tiempo suficiente para
decidir qué hago. ¿Le drogo?. ¿Le poliformizo?. ¿Le dejo inconsciente de un golpe en la
nuca?. Mientras pienso, le llevo hacia la cama y le hago una señal para que se siente, cosa
que hace al instante cogido de mi mano. Le imito, y coloco un brazo sobre sus hombros.
- Entonces, ha llegado el momento. Ya soy lo suficientemente mayor, y tú me vas a
hacer… Me…- se ha ruborizado, y su saludable rostro enrojecido me parecen dos
melocotones que me comería en este instante. - …me vas a hacer tuyo.- Su mano derecha
se apoya en mi abdomen, y tentativamente va descendiendo por mi vientre. ¡Ey!, si no
hago algo llegará a…
No puedo perder el control, no puedo dejarle el mando. Por sorpresa tiro de sus
hombros hacia atrás y le tumbo, y yo me tiendo a su vera con una sonrisa. Sus ojos brillan
al mirarme como si estuvieran llenos de estrellas, y sus rosados labios se curvan en una
atontada sonrisa.
“Está fingiendo.” me digo, “Tiene que estar fingiendo. Kalarel y él se vieron hace un
año; ni siquiera follaron y ahora quiere hacerme creer que está completamente
enamorado de mí (bueno, de Kalarel). ¿Quién puede aceptar algo así?.”
Todo mi ser se revela contra su manera de actuar, y toda mi educación y prejuicios
me chillan que me está seduciendo, que me está engañando.
- 44 -
Hay que entender que los altos elfos hemos disfrutado de una vida longeva desde
hace miles de años (antes de eso éramos incluso inmortales), y por ello nunca tenemos
prisa a la hora de entregar nuestro corazón con sinceridad; e igualmente nunca
esperamos recibirlo durante los primeros años en que dura una relación. Si unimos esa
forma de pensar, junto al desencanto, la desconfianza y la sensación de traición
permanente que nos acompaña debido a la reciente historia de nuestra raza (en que
nuestro regente Kael’thas nos traicionó por el poder de la Legión Ardiente; en donde el
príncipe de la raza humana a la que honrábamos invadió y corrompió con nigromancia
nuestro país; en donde la propia Alianza a la que pertenecíamos nos marginó, ninguneó e
incluso apresó por quedar supuestamente mancillados tras la destrucción del Pozo del
Sol…) no hay demasiada esperanza para el amor sincero en el corazón de un sin'dorei.
El acercarse sentimentalmente a otros sin'dorei es para los elfos de sangre como
un ritual a la vez divertido, cauteloso y social, que termina convirtiéndose en humillante
para aquel que se engancha primero y termina con el alma deshecha y el corazón roto de
dolor; pues raramente es puro, desinteresado y sincero el afecto en nuestra raza. El
premio a conseguir mediante la seducción no solo consiste en el lujurioso goce y disfrute
del cuerpo ardiente de aquel a quien pretendes, sino en su total sumisión anímica. Somos
crueles, lo reconozco; la vida nos ha hecho así.
Por eso, notar la absoluta generosidad y el desprecio por su propia seguridad e
integridad emocional que implica el que este muchacho me esté entregando su corazón en
bandeja de plata, me aturde; y mucho más si tenemos en cuenta lo que tengo planeado
hacerle.
- Kalarel, por todos los conjuros… - susurra casi imperceptiblemente mientras mis
manos desabotonan el pectoral de su camisa, brindándome pleno acceso a su pecho y
marcados abdominales; aprovecho para acariciarlos, besarlos, olerlos… y tengo que
reconstruir mi muro de autocontrol cada instante, pues noto como su mera presencia me
inflama.
Mientras abro los botones de sus pantalones de cuero notando la rigidez de la gran
protuberancia que ocultan, intento pensar en si debo llevar ahora mismo a cabo el rapto.
¿Acaso tendré una oportunidad mejor que esta?. Probablemente nadie le echaría de
menos hasta el cumpleaños de mañana, cuando ya estaría muy lejos de aquí con él…
Dejo salir a la luz de la vela su turgencia adolescente y me sorprendo ante sus
dimensiones, ante su potencia, y por la excitación personificada en esa gotita
transparente que emana cual maná de los dioses desde su uretra, coronando esa gloriosa
cabeza rosada y brillante.
- 45 -
- Si, soy tuyo.- Dice el rubito, y noto como sus palabras me llenan de rabia. ¿No
puede callarse?. ¿Porqué tiene que decir eso?. Me entretengo sacando sus testículos
desde la ropa interior, y no puedo evitar lamer esas bolas lampiñas para asimilar su
juvenil sabor humano. Apenas consigo pensar mientras respiro el perfume de sus partes
más privadas, pero he de razonar. Cómo me alegro de que el chico no pueda distinguirme
del verdadero Barón altonato ni siquiera en medio de este contacto.
No, no puedo llevar adelante el rapto ahora. Ha venido en carruaje, y seguro que hay
alguien esperándole (alguien de confianza que sabe dónde está y a quién ha venido a ver)
que se extrañaría si no sale pronto de aquí. Además, aún no he pulido mi plan: si ahora me
apoderase de él, ¿de qué manera lo sacaría de la ciudad?. Sigo teniendo las mismas
limitaciones que hace un rato. ¡Necesito tiempo para dilucidar la manera!. Pero por
suerte, estos recientes acontecimientos me facilitarán mucho la labor de acercarme a él
cuando lo me convenga.
El chico ha mentado que Kalarel le hizo una promesa sobre su cumpleaños; quizá
pueda agarrarme a eso. Y mientras pienso, mi mano agarra su manubrio con fuerza desde
la base y, apretando, la subo por su tronco hasta la cúspide, estimulando el manar de su
íntima esencia. No me contengo, ¿porqué debería?. Saco mi lengua y la paso gustosa por
la cima de su carne recogiendo ese néctar.
Quizá hubiera sucumbido a su innegable encanto y atracción, pero dice algo más,
algo que me hace detenerme:
- Te quiero.
Doy gracias a las punzadas que tales palabras me producen, pues gracias a ellas
llevo a cabo la tarea más ardua que jamás he tenido que ejecutar: paladeando su sabor,
notando el ardor de su férrea excitación, guardo de nuevo su sexo entre su ropa y me
aparto para recuperar la respiración.
Anduin se queda quieto unos instantes, mirándome.
– Qué… ¿qué pasa?. ¿Todo bien?.- Veo sus ojos vidriosos, temiendo haberme
ofendido o decepcionado en algún sentido.
Vuelvo a tumbarme a su lado y le acaricio el suave cabello; le beso en los labios lenta
pero superficialmente. – Deberías volver a palacio. Podrían preocuparse.
Aunque mi amable y amoroso trato apacigua sus inseguridades, se queda muy quieto.
– Lo he preparado. Nadie sospechará que no duermo en mis aposentos. Tenemos
toda la noche si hace falta. Sé mío, Kalarel, démonos lo que nos prometimos, por favor;
yo ya soy tuyo.- Pide echando su fuerte mano a mi entrepierna, y de nuevo noto mi
resolución flaquear. ¿Porqué no ceder?. ¿Porqué no follarme al hijo del rey de los
humanos, del líder de la Alianza, esta misma noche?.
- 46 -
Como si su brazo pesase una tonelada, así me cuesta apartarlo debido a la tentación,
pero ya me he decidido; tengo un plan.
– No. No vamos a hacer nada más. Tienes que irte. Vete Anduin.
Se levanta airado, con los dientes apretados y el ceño fruncido.
- ¿Me rechazas?.
Asiento con una sonrisa.
- 47 -
Capitulo 8
Anduin
Intento contener mis temblores, e incluso me muerdo los labios para no llorar.
- No quieres… tú no me…- ¡Por todos los conjuros!, no me salen las palabras. No
puedo soportar el mero pensamiento de que no me ame, de no ver correspondido lo que
siento, de que todo lo que he esperado de él sea solo una ilusión sin sentido. Él es mi
elegido, no puede fallarme. Sin él no soy nada.
¿Qué hago ahora?. ¿Me corto las venas?. ¿Le estampo un puñetazo en la cara?.
Pero el pelirrojo elfo de mis sueños clava en mí sus almendrados ojos azules en una
tierna mirada y me sonríe acariciándome sensualmente - ¡Claro que sí!. ¿Cómo puedes
dudarlo?. Pero no podemos hacer más; hoy no. No es lo que te prometí.
¿Es por eso entonces?. Como agua de lluvia descendiendo sobre un bosque
incendiado, sus palabras calman mi desbocado corazón, y noto cómo se me escapa una
sonrisa enamorada. – Eres tan honorable; dijiste que sería en mi cumpleaños, y quieres
mantener tu palabra.- Expongo lo que creo, y su asentimiento me confirma mi intuición.
No me importaría en absoluto entregarle mi virginidad esta noche (es más, lo deseo
con cada fibra de mi cuerpo), pero esperar un día más, dejar que cumpla su compromiso y
lleguemos al momento perfecto hace que merezca más la pena. Le abrazo sin poder
contenerme y no reprimo lo que siento. – Mi Kalarel. Cómo te quiero. Te quiero, te quiero
Kalarel.
Por un momento me parece notarle frío, pero al poco reacciona y me aprieta contra
su cuerpo, y yo me desvivo intentando notar el latido de su corazón, aunque no lo logro
por las ropas que nos separan. Mañana, piel contra piel, nada impedirá que nuestras dos
almas perdidas y enamoradas se fundan en una.
Y sin embargo, este perfecto momento solo consuela la superficie del mar de mi
desesperación. Llegará mañana, me dará sexo, e incluso me dará este amor que tanto
tiempo he anhelado… y entonces se marchará, quizá para siempre.
- 48 -
¿Qué futuro podemos esperar juntos?. ¿Qué futuro me espera a mí bajo la amenaza
del injusto castigo del rey?.
- ¿Qué te pasa, Anduin?. Es solo un día más. Mañana es nuestro día.
La preocupación en su voz me alegra pues, aunque no quiero estropear este
momento, quizá su amor por mí sea tan fuerte como deseo; quizá quiera ayudarme y
entregarse del todo. – No es eso, Kalarel. Es que aún no te tengo y ya siento la próxima
despedida. Sé que no nos veremos más después de mañana.
Me mira con curiosidad, y yo solo deseo volver a abrazarle y perderme en su
presencia para olvidar todo lo malo; pero necesito decirlo, necesito que sepa lo que se
nos viene encima para que valore. Quizá, sabiendo que solo nos veremos una única vez,
decida que no le merezco la pena. Está en su derecho de tomar esa decisión si así lo
considera. – No te entiendo. ¿No querrás verme más?.
- Mi padre me manda a un campamento militar, interno, vigilado y aislado. No me
comprende y no quiere comprenderme. Solo le importa moldearme a su antojo. Y yo
terminaré siendo una triste sombra sin ti. –Se sorprende por estas noticias, y me parece
ver un fondo de enfado y rebeldía en su mirada celeste. ¿Es posible que pudiera
oponerse a las órdenes y deseos de su rey?. ¿Seré yo más importante para él que su
posición social, que la honra y la tranquilidad de una vida regalada?. ¿Será nuestra
historia más valiosa a sus ojos que evitar hasta una acusación de traición, si nos
encontrasen?.
- ¿Qué?. ¡No!. ¡No puede!. ¿Acaso no eres ya un adulto?. ¿No puedes negarte?.
Aunque me avergüence, tengo que negar con la cabeza. – Ese Rito de la Hombría es
solo un protocolo de la antigua monarquía que a mi padre se le metió en la cabeza
recuperar. Se supone que ya soy un hombre, pero legalmente no tengo aún la mayoría de
edad. E incluso cuando sea adulto, seguiré siendo su hijo, y él mi rey. Siempre va a
mandar sobre mí.
Me agarra fuertemente de los hombros y me mira seriamente; sus labios aún están
cubiertos de la saliva de mi beso y todo mi ser clama por devorarlos de nuevo. – Pero, ¿tú
quieres eso?. ¿Quieres ir a ese lugar?.
- ¿Cómo voy a querer ir?. No, claro que no. Yo quiero pasar mi vida entera contigo.
No quiero pasar ni un minuto más sin ti. Yo te quiero a ti, pero no puedo oponerme sin
ayuda.- nada más decirlo, me arrepiento. Este elfo posee tierras, riquezas, servicio,
guardias, un honor, una reputación… Lo que le estoy insinuando es que lo arriesgue todo
por mí, por sus sentimientos. Y en ese momento me doy cuenta: ni siquiera me ha dicho lo
que siente por mí.
Va a hablar, pero me aparto un poco y le espeto intentando que no se dé cuenta de
cómo se me rompe la voz: - Déjalo, no digas nada. Es demasiado y lo entiendo.
- 49 -
Pero me mira sonriendo y se acerca de nuevo a mí. – Te quiero.- Me responde, y esas
palabras de sus labios me llegan directas a lo más profundo. – Nada es demasiado si se
trata de tu felicidad. ¿Qué necesitas?.- Pregunta, y antes de que manifieste mis
inseguridades, me ataja: - Por favor, no menosprecies mis sentimientos dudando de lo
que puedo hacer y haré por ti. Necesito que seas sincero, pues tenemos poco tiempo y yo
diría que hay mucho que planear.
Me quedo sin palabras. Lo que ha dicho es poco menos que una declaración de amor
eterna en que compromete su vida totalmente por mí; me paso la manga de la camisa por
los ojos para secar las emocionadas lágrimas que se me escapan. Odiaría llorar ante
cualquier otro, pero no me importa que él me vea tan vulnerable.
Cuando consigo hablar al cabo de un par de minutos rodeado de sus brazos, intento
obedecerle y hablar con practicidad, pues tiene mucha razón: cada minuto es un tesoro
que desperdiciamos. Decido confiar en él tanto como mi corazón me pide y dejar en sus
manos la responsabilidad de su decisión por ayudarme o por arriesgar lo que decida.- No
quiero ir al internado.- Asiente. – Quiero irme de aquí contigo. Necesito vivir contigo, en
tu casa, junto a ti… y ya volveré más adelante, cuando mi padre ceda y se dé cuenta de
que ha de respetarme como persona; cuando podamos estar juntos abiertamente.
Su mano de largos y ágiles dedos acariciando mi nuca me reconforta, y su sonrisa es
como un bálsamo de tranquilidad que da sentido a todos estos pataleos que incluso me
avergüenzan. Con su ayuda, mis problemas podrían desaparecer. Podría vivir la más
hermosa experiencia de mi vida a su lado. Sus dedos se entrelazan entre mi cabello
presionando puntos que me relajan, y yo ronronearía de poder hacerlo. – Lo
conseguiremos. Mañana, después de la fiesta de tu aniversario pediré una audiencia a
solas contigo para hablarte de mi regalo de cumpleaños. Escaparemos entonces. – Se
agacha y toma mi capa del suelo, tras lo que la coloca sobre mis hombros para arroparme
con calidez.
- ¿Lo crees de verdad?. ¿Crees que hay alguna oportunidad?.- Ahora tengo un poco
de miedo. Me da la impresión de que lo que le he pedido es una idiotez, pero él ha dicho
que es posible. ¿Hay esperanza para nosotros?. Le creeré si me lo dice.
- Por supuesto. Si tú así lo quieres, la hay.- Sus manos me aprietan fuerte en los
brazos, transmitiéndome su energía y su seguridad. - Puedo ocuparme de sacarte del
castillo a escondidas, y del viaje desde fuera de la ciudad hasta nuestro destino, pero…
- ¿… pero?.- “¡Oh, no!. ¡Hay un pero!.”
- El río, las murallas, las alcantarillas, el portón… están demasiado bien vigilados. No
se me ocurre una manera de sacarte de Ventormenta sin que la guardia se dé cuenta, te
relacionen conmigo y nos impidan escapar.
- 50 -
Sonrío feliz. Si ese es el “pero”, entonces está todo solucionado. – Déjame eso a mí.
Podría jurar por su expresión que se muere de ganas de preguntarme cómo lo
lograré, pero se contiene. En vez de eso, se acerca poco a poco hacia mí y su aliento se
junta con el mío; sus labios acarician mi boca, y sus manos me aprietan en un abrazo tan
cálido que en mi estómago revolotean millones de mariposas.
Sin previo aviso, se aparta un par de pasos y ejecuta una grácil reverencia, de la que
se yergue con una sonrisa encantadora.
– Entonces, mi príncipe, nos veremos mañana.
Levanto la mano a modo de despedida y me doy la vuelta para irme… pero no puedo
contenerme: me vuelvo hacia él, me acerco a la carrera y le abrazo de nuevo buscando su
boca.
– Buenas noches.
Parece extasiado por mi beso, pero reacciona finalmente y me susurra al oído: Buenas noches, cachorrito.- Y me tiende una rosa roja que ha sacado de algún lugar. Un
regalo romántico de mi amado; el primero.
***
- No dices nada…- Me hace notar Rauth, sentado a mi lado en el banco del oscuro
carruaje anónimo que nos lleva de nuevo a palacio; un sitio que cada vez considero menos
mi hogar.-… pero tu sonrisa de tonto me indica que el encuentro con tu Barón ha ido
bien.- Suelto una incontenible risita a modo de respuesta mientras huelo la rosa que
sostengo con devoción. - ¿Te ha dado… todo lo que querías?. ¿Tu primera vez ha sido
como la esperabas?.
Le miro molesto. – No ha habido primera vez. No hemos tenido sexo.
- ¿Qué?.- Inquiere sorprendido, y una sonrisa incrédula curva su boca. – ¡Vamos!.
Soy yo, tu Rauth. Tienes que contármelo. ¿Te ha dolido por detrás?. ¿Te ha gustado?.
Le doy un amistoso empujón, pero frunzo el ceño para que baje la voz: el conductor
del carruaje es bastante amigo mío (lo suficiente para confiar en su discreción ante una
salida secreta como esta) pero no sabe nada de mi exclusivo interés por el género
masculino. – No hemos hecho nada, te lo juro.- “Bueno… ” me digo a mí mismo notándome
arder “…ha jugueteado con mi polla… pero no; eso no es perder la virginidad, y yo sé a lo
que se refiere mi palafrenero.” – Hace un año me prometió que sería mañana, y mañana
será. Es un caballero, y su palabra es su honor.
Su boca abierta me indica que eso sí le ha sorprendido. – Pero mañana será mucho
más difícil: en tu cumpleaños, rodeado de gente que quiere hablar contigo y sin nada de
intimidad. Y luego te irás al internado. ¡Hoy era la noche perfecta!.- Me recrimina, pero
ve que hablo en serio. - ¡Qué tontería habéis hecho!, si me lo permites…
- 51 -
Suspiro al saber que mi amigo no puede entenderlo; él nunca ha estado enamorado,
no ha sentido algo tan fuerte como lo que yo llevo dentro, y no entiende que ya no hay
fuerza posible en Azeroth capaz de separarnos a Kalarel y a mí. Sin embargo, es
probable que me comprendiera más si supiera el resto de lo que ha ocurrido. Además, voy
a necesitar su ayuda en esto. - Rauth, mañana me escaparé.- Le digo directamente.
- ¿Qué?.
Carraspeo y me muerdo los labios mientras pienso, y decido que contárselo
directamente será lo más rápido y fácil. – Me voy a fugar con Kalarel. Iremos al Refugio
Platasol o a cualquier otro lugar que él decida, y viviremos juntos.
- ¡¿Qué?!.- Su histérico chillido en parte me divierte, pero también me alerta por su
volumen, así que le chisto para que baje la voz.
- Justo lo que he dicho. No pienso dejar que mi padre me trate como ha hecho hoy.
No voy a permitirle que me mande a un internado, sin poder aprender magia, sin mis
amigos, sin libertad… sin él.
Aunque abre y cierra la boca varias veces, tarda un buen rato en responderme. – A
ver, Anduin… ¿prefieres irte con alguien a quien solo conoces de pasar juntos un par de
horas, a formarte durante unos pocos años en una escuela solo-para-chicos, lejos de tu
padre y de las obligaciones de la Corte?. Recalco: solo- para-chicos.
- Sí.- Me fuerzo a decir, aunque no lo había mirado de esa manera.
- ¿Sabes el lío en que te vas a meter?. ¡Tu padre mandará remover cielo y tierra
para encontrarte!.
Niego con la cabeza y hago un ademán para restarle importancia. – Le dejaré una
nota o algo. Sabrá que estoy bien, que no me han raptado ni nada así, pero que no voy a
hacer lo que él me diga solo porque tenga la mente cuadriculada.
- ¿Una nota?. ¡Es el rey!. ¡Te puede declarar traidor!.
Miro a mi amigo sorprendido por su reacción. Mi padre puede ser tener una
mentalidad más cerrada que la de un enano de Forjacero en cuanto se trata de aceptar
cambios y libertades ajenas, pero es mi padre; no osaría actuar así contra mí. No lo
haría, ¿verdad?. Aprieto los puños y suspiro para serenarme; no puedo dejar que me
entren dudas ahora. – No me declarará nada; excepto quizá hijo-rebelde-y-un-pococapullo.
- Pero…
- ¡No hay peros!. Cuando vuelva sano y salvo de aquí a un tiempo, con mi relación con
Kalarel asentada y mis estudios mágicos avanzados, estará tan aliviado de tenerme de
vuelta que aceptará mi homosexualidad y me dejará desarrollar mis estudios y aptitudes
como me dé la gana.
- 52 -
Pobre Rauth; ha palidecido bastante y parece apesadumbrado. No quiero cargarle
con mis problemas y con la responsabilidad de saber lo que pretendo hacer, teniendo que
callarse este secreto, pero es inevitable: - Rauth, te necesito.- Le anuncio, y eso le obliga
a mirarme de nuevo. – Mañana tengo que salir de Ventormenta después de la fiesta.
Sabes lo que necesito.
Niega repetidamente. – Imposible. No puedo meter a mi primo Jakier en este lío, ya
sabes que está en libertad vigilada desde que le incautaron el contrabando de Mojo Trol
de Tuercespina. Si le pillan sacándote a ti, pasará el resto de su vida en la prisión.
Por un momento me planteo si no estoy siendo demasiado egoísta metiendo a tantas
personas que me importan en líos por apoyarme en este proyecto que a ratos se me
antoja como un capricho infantil… pero ¡que cojones!, he sido un niño bueno toda la vida, y
ahora me van a mandar a la otra punta del reino sin magia, sin libertad y sin Kalarel. ¡No
puedo perderlo todo!. Mi padre ha de aprender a respetarme. – Hagamos una cosa.- le
propongo. – Dile a Jakier que le ofrezco mil monedas de oro por un pasaje doble, y que él
decida.
Rauth me mira enfadado. – Sabes lo mal que lo está pasando económicamente con lo
de la multa y todo eso. No podrá decir que no a esa fortuna.
- Será decisión suya. Si dice que no, buscaré otra alternativa.
- ¿No ves que prácticamente le estarás obligando?. Una orden del príncipe, una
fortuna como pago…
- No le digas aún que es cosa mía. Dile que serán un par de nobles que quieren
abandonar la ciudad sin ser vistos; así decidirá sin sentirse presionado.
El palafrenero me toma de los hombros y aprieta, como intentando buscar algo de
sentido común en mi interior. - ¡Os van a pillar!. Quizá tu padre ya no puede castigarte a
ti a nada más grave, pero a mi primo y a cualquier otro que te ayude, o sepa lo que vas a
hacer y se calle - dice con obvias intenciones personales -… puedes causarles grandes
desgracias.
-Yo me ocuparé de que no nos pillen. ¿Acaso no te fías de mí?.- Yo me he tenido que
fiar de él multitud de veces, y él siempre terminaba diciéndome esa misma frase.
Nuestra amistad siempre ha estado equilibrada en ese aspecto. No puede fallarme.
- Me fío de ti, pero no de que la suerte te sea propicia.- Mira al suelo y suspira. –
¿Merece la pena?.- Le miro sin comprender, y él clarifica: - Kalarel… - No respondo, pero
parece que la beatífica expresión de idolatría que se me debe haber escapado ha sido
suficiente. – De acuerdo. No te fallaré.
A partir de entonces, mi mente vuela libre. ¡Tengo tanto que hacer!. Empezaré
preparando mi equipaje esta misma noche.
- 53 -
Capitulo 9
Kithaen
Hacía mucho que no acudía a una fiesta de gente que se tiene a sí misma como “de
alta alcurnia”, y la verdad es que me lo estoy pasando bastante bien pese a la inminencia
de los preparativos del rapto, a la precaución que tengo que tener en todo momento y al
permanente estado de alerta que me embarga.
Al contrario que el palacio de la Aguja del Sol en Lunargenta, el Castillo de
Ventormenta es gris, cuadrado, frío y bastante soez; pero si lo comparamos con el resto
de construcciones humanas aceptaré que su amplitud, su decoración de fiesta, sus
tapices y el lujo de sus muebles y ventanales son bastante agradables.
Mi tapadera como barón altonato no ha sido puesta en duda en momento alguno
gracias a mi apariencia, mi parecido con el susodicho, la carta de invitación, la de
confirmación de asistencia, el regalo del príncipe que he entregado al ujier nada más
llegar, las suntuosas propinas que he ido repartiendo, la fastuosa ropa de caro corte y
elegancia suprema que llevo, y a mi natural don de gentes y capacidad de actuación. Otro
punto a favor es que Kalarel no haya acudido a las últimas reuniones de la nobleza de
Ventormenta, que fuera poco dado a la socialización, y que pocos le recuerden con el
necesario detalle para encontrar las diferencias conmigo. Cortés pero tajantemente,
trato de evitar a aquellos que podrían comprometer mi tapadera: los otros altos elfos de
noble cuna.
Concretamente ahora mismo estoy bailando con una hembra humana (bueno, yo bailo
y ella contonea esas grasientas y bamboleantes curvas sin gracia, agarrada de mi mano
como si así pudiera pegársele algo de mi porte y destreza), pues ha insistido tanto en que
le concediera este baile que comenzaba a ser sospechosa mi negativa.
- 54 -
Cada pocos segundos, mi mirada acude ineludiblemente al encuentro de los ojos
azules del príncipe, ya que tengo que mantener una apariencia de enamorado ante él, y de
disimulo ante el resto; se trata de una labor difícil, pero creo que está saliendo bien,
quizá porque es difícil no sentir aprecio y cariño por ese infante que me dedica absoluta
adoración. El mismo Anduin me observa sonriente desde los brazos de una enana
embutida en su vaporoso vestido largo y rosa (una imagen grotesca).
Aunque la pareja “príncipe humano-enana” resulta imposible por motivos obvios
además de estéticos, me sorprendo a mí mismo sintiendo rabia contra la hembra. Me
asusta el abrumador impulso de pegarle una patada en la boca a la noble de Forjaz por
sobetear a mi presa, para seguidamente tomar yo al adolescente del brazo y bailar junto
a él; tengo que ir enterrando tales emociones sin sentido que no solo podrían poner en
peligro mi misión, sino que me hacen sentir incluso vergüenza de mí mismo.
La cena ha sido excelente para los cánones humanos, aunque sin duda ha carecido de
sutileza y matices para los gustos de un altonato.
Tras soplar la vela ritual de cumpleaños sobre la tarta (absurda costumbre humana
que nunca entenderé) los incesantes brindis se han sucedido llenos de buenos deseos
para el heredero, y la ópera a la que nos han dirigido ha resultado espectacular.
En mi hogar hay óperas, pero por una razón o por otra nunca había acudido, y la
verdad es que la trama (corta pero intensa) cantada con desgarradora pasión, ha sido
conmovedora. Cuando he mirado al palco real y he visto a Anduin llorando conmovido, he
notado mi corazón acelerarse y yo mismo he tenido que ahogar las lágrimas y los
sentimientos de culpa por el engaño al que le estoy sometiendo; menos mal que ha sido
una emoción pasajera, fruto de las melodías y el drama que se representaba en el
escenario. Sin duda ha sido por eso. Ya me he repuesto.
Ahora mismo, el vals se presenta animado, divertido y relajado tras el abundante
alcohol que todos (Anduin incluido, no así yo) han ingerido.
Lo único que me ha parecido fuera de lugar es el serio semblante del Rey Varian,
cuyos brindis han sido bastante insulsos, y cuya mirada ha permanecido durante bastante
tiempo perdida en el horizonte. No creo que mucha más gente se haya dado cuenta de
ello, pero el reciente enfrentamiento con el cumpleañero le ha afectado mucho, y ese
debe ser el origen de su alienada preocupación.
No puedo asegurar lo que Varian piensa ahora mismo, pero gracias a mis estudios
sobre la psique en general y la humana en particular, apostaría con bastante seguridad a
que el León se está planteando si no se habrá pasado con la severidad del castigo que ha
dictaminado para su vástago.
- 55 -
Por suerte, Anduin no está al tanto de esas dudas en el corazón de su progenitor,
pues la mayor ventaja de mi plan de secuestro (y su mayor riesgo de fallo) reside en las
propias ganas de Anduin por fugarse conmigo de Ventormenta, y no puedo permitir que
se eche atrás ahora.
- ¿Lo está pasando bien, Barón Amanecer?.- Inquiere la mujerzuela que insiste en
apretarse contra mi cuerpo, restregándome sus gelatinosos pechos contra el torso
frente a los achispados ojos de su marido. Estoy seguro que, casada o no, esta zorra
follaría conmigo en cualquier rincón oscuro de ser yo heterosexual y sentirme atraído
por algo como… como ella. Y creo que a su marido le gustaría mirar.
- Estupendamente, milady.- Aseguro con una sonrisa falsa pero convincente,
mientras la zarandeo para alejarla de mí.
- ¿Qué planes tenéis para esta noche, milord?. ¿Continuaréis la fiesta en algún otro
lugar u os iréis directamente a la cama?.
- La cama será un grato fin de fiesta, tan pronto como el joven príncipe se retire a
sus aposentos.
Al momento me percato de que hablar de camas con esta “dama” es un error, pues la
alienta a creer que insinúo lo que en realidad aborrecería.
- Muy cierto. Espero que sea un lugar donde se os trate con la necesaria
hospitalidad que un barón requiere. Si no es así, en mi propia mansión tengo habitaciones
sin ocupar que podríais…
- Estoy muy satisfecho, gracias.- Le interrumpo extendiendo mi brazo demasiado y
haciendo que casi tropiece al seguirme en el baile que todos imitan; es bastante
gratificante hacer que esta foca pomposa parezca aún más torpe de lo que en realidad ya
es.
Veo en sus ojos que está a punto de hablarme de nuevo (¡no puede callarse la puta
cortesana!, ¡que agobio de mujer!) pero la suerte me sonríe cuando el baile termina casi
por sorpresa y el jefe del servicio golpetea insistentemente el suelo con su bastón.
– Ha llegado el momento de la entrega de regalos. Lores, Ladies, ¡atiendan, por
favor!.- Mientras habla, el adolescente sube las escaleras hacia el trono de su padre y
toma asiento en el sillón real que han colocado a su diestra. Sentado en ese pequeño
trono y con la principesca corona de plata y oro entrelazada sobre su frente, está
arrebatador.
Me sonrío con un sentimiento parecido a la admiración por verle seguro y feliz en
medio de toda esta charada, sin asomo de vergüenza o miedo pese a ser el centro de
atención. Se nota que se ha criado en la Corte y que esta clase de reuniones ha sido para
él como el mar para un pececillo. Se me escapa una medio sonrisa maligna al pensar que
ese pescadito pronto se encontrará fuera del agua.
- 56 -
– En orden de llegada al salón, el primer presente es este jubón de seda bordado a
mano con cuello y mangas de oro del Marqués Van Fotu’th.
Durante la siguiente hora y conforme los objetos se suceden, exclamaciones de
asombro y cuchicheos de las malas lenguas criticando este o aquel regalo surgen como
mareas en este rebaño de orgullosos cerdos que es la nobleza de Ventormenta. Todas y
cada una de las dádivas tienen en común tanto un innecesario lujo por los materiales
como una inutilidad funcional.
Lo único que parece hacerle algo de ilusión al cachorro del león son unos brazales de
cuero finalmente labrados y bendecidos por las sacerdotisas de Cenarion que una elfa de
la noche le otorga con toda ceremonia. Por petición del príncipe, la kaldorei sube allá al
estrado y parlotea con él en voz baja señalando las prendas de cuero bordadas; aunque
soy capaz de leer los labios a gran distancia, la cabeza melenuda de la elfa tapa las
palabras de mi objetivo y apenas entiendo algo como “…mágico permite… ” y “…útiles en
muchas… ”.
Tras algunos regalos más, por fin el ujier trae mi paquete sobre un cojín dorado, y
el príncipe lo abre con premura e impaciencia, pues vio ese envoltorio ayer en mi
habitación y por tanto sabe que es el mío. Las manos le tiemblan y algo de rubor cubre
sus mejillas. Ese chico es adorable; si no tuviera que odiarle, incluso me caería bien.
Tan pronto la luz incide sobre el metal de mi obsequio, el jefe de los mayordomos
habla con su potente voz de barítono leyendo la frase que le he inscrito en una tarjeta.
– Alteza, el Barón Kalarel Amanecer le hace entrega de esta magnífica espada
encantada y ornamentada, formada por materiales traídos desde más allá del Portal
Oscuro. De intrincada historia y misterioso poder, podrá comprobar como su filo no tiene
par y cómo incrementa notablemente la rapidez y destreza en combate de su
propietario; aunque por supuesto, a nuestro príncipe no le hace falta ayuda en ese
terreno.- La gente ríe ante la jocosa broma pelotera que ensalza las conocidas virtudes
bélicas de Anduin, y muchos de los nobles se vuelven para mirarme con respeto por tan
valioso presente.
Aparto casi empujando a la noble que se me pega como una lapa, y ejecuto una
graciosa reverencia en dirección al príncipe. Me doy cuenta de que, aunque no lo
pretendía, la magnificencia de la espada ha atraído incluso la atención del rey, que me
mira con las cejas elevadas como inquiriendo por mis motivos para regalar algo que,
claramente, excede lo que usualmente se regala en una fiesta de esta índole (incluso si el
destinatario es un príncipe).
Leo en los labios de mi cómplice víctima. “Padre, ¿puedo hablar con Lord Amanecer
en privado?. Me encantaría saber más de los poderes de esta espada que me ha cedido
tan amablemente”.
- 57 -
Por un momento temo que el enfado de Varian con su hijo le lleve a no concederle
tal petición, pero el monarca sabe que una negativa sería casi una afrenta diplomática con
el generoso Barón a quien represento y que en este momento está en la mira de toda la
Corte.
“Claro, Anduin... pero yo también iré. Quiero saber algo más de la historia de ese
arma.” Comenta el rey privadamente y con condescendencia, dejándome helado. “Cuando
acabe la entrega de presentes le haremos llamar”. Noto que mi rostro se ha congelado en
una falsa mueca de satisfacción mientras recibo las felicitaciones y comentarios de la
gente que me rodea. ¿Cómo cojones iba yo a saber que Varian querría también escuchar
alguna historia de mi espada?. ¿Qué voy a hacer ahora para quitarme al León de encima
para poder robarle a su cachorro?. Se trata de Varian Wrynn, nada menos que el
campeón de las Arenas de la Matanza, el mejor guerrero de entre todos los humanos y el
líder de toda la Alianza.
- 58 -
Capitulo 10
Anduin
No puedo parar de andar en círculos, nervioso y temeroso, como si una descarga
eléctrica me recorriera por dentro alejando toda posibilidad de tranquilidad de mí.
Me detengo ante la chimenea y trato de calmarme mirando las caóticas llamas
anaranjadas, rojizas y doradas como el cabello de Kalarel, pero casi doy un brinco cuando
la puerta se abre; es solo uno de los criados que entra con una bandeja repleta de dulces,
pastas y té para tres.
Ese es mi problema: tres.
Tenía que haberme encontrado aquí a solas con Kalarel para “hablar de la espada”;
entonces habríamos cogido el equipaje que he amontonado tras el enorme sofá y
habríamos escapado por la escala que nos espera preparada en el balcón, lista para ser
desenrollada. Pero mi padre es muy intuitivo; yo diría que se ha olido algo y planea evitar
a toda costa que lleve a cabo cualquier desesperado plan para huir del internado.
Aprovecho que aún no han llegado y compruebo que la escala sigue oculta en su sitio,
aunque no puedo evitar mirar a la calle y percatarme de que el carruaje que nos ha de
alejar del palacio aún no está aquí. Es normal, ha de llegar en el momento justo o la
guardia que patrulla el patio podría sospechar.
Igualmente reviso que mis maletas estén aún donde deben, rezo a la Luz para que
ningún criado descubra todavía la nota de despedida que he dejado en la mesita al lado
de mi cama y comienzo a repasar mentalmente el plan una vez más.
No hay más tiempo: la puerta se abre de golpe y mi padre penetra en el pequeño
salón privado con el Barón Kalarel cogido de los hombros como si fuera un amigo de toda
la vida. Tenía al elfo conceptuado como alto y estilizado, pero comparándole con la
corpulencia de mi padre, mi amado me parece poco más que un enjuto adolescente… me
pregunto si yo mismo pareceré tan pequeño al lado del rey cuando se me acerca. Y, ¿qué
hace papá con su espada en el cinto?. ¿No puede comportarse normalmente en una
reunión conmigo y otro noble, en su propio castillo?.
- 59 -
- Y aquí está mi querido hijo con un tentempié... – Anuncia mi padre andando y
hablando con energía, tanta que me parece algo falsa en contraste con la severa seriedad
que ostenta a todas horas; y más aún tras los caretos que ha puesto durante mi fiesta de
cumpleaños. – Sentémonos y habladnos de esta espada. ¡Nos tiene muy interesados!,
¿verdad Anduin?.- Sujeta mi regalo de cumpleaños en una mano como si pesase menos que
una brizna de paja y me mira con algo que se me antoja como burla mientras Kalarel pasa
al otro lado de la habitación guiñándome un ojo a escondidas.
- Si, padre.- Me siento aliviado al percatarme que no ha traído a sus habituales
guardaespaldas, pero también en parte fastidiado al notar cómo se ha sentado en medio
del sofá, obligándonos a mí y a mi elfo a sentarnos cada uno en una esquina, sin poder
siquiera mirarnos.
- Por cierto, y antes de pasar al tema, querido amigo…- comienza el rey al dejar en
la mesa mi obsequio, tomando una de las tazas -… ¿qué tal las cosas por el Fuerte
Platasol?.
- Estables, Majestad. Mis hombres realizan su trabajo de vigilancia de forma
encomiable; no podría sentirme más seguro en la Mansión de Quel’Lithien.
- ¡Oh!, no seáis modesto, Kalarel. Sé lo mal que está la región de las Tierras de la
Peste del Este, lo depresivo que es aquel paisaje y lo molesta que es la permanente
amenaza de esos taimados hijos de puta.
- ¿Hablas de los nigromantes y muertos vivientes de la Plaga, padre?.- Pregunto con
curiosidad. Si todo sale bien, aquella región y la mansión del Barón serán próximamente
mi hogar. Sé que no será una zona tan bonita y tranquila como el Bosque de Elwynn que
rodea la capital, pero me da igual con tal de estar con Kalarel.
- No, hijo; me refiero a los mancillados y corruptos sin'dorei de Quel’thalas; los
elfos de sangre adictos a lo arcano. Venderían a su madre por aplacar un poco de su sed
de magia.- Explica mientras agarra su taza de té y pega un buen sorbo, sin dejar de
observar a nuestro invitado con superioridad.
No me había planteado que los altonatos malditos pudieran ser un peligro en
aquellos lugares; espero que las tropas de Quel’Lithien lo tengan todo controlado.
- No tenemos problema al respecto, mi señor.- Comienza Kalarel con una animada
entonación. – Esa chusma sin'dorei no tiene fuerza suficiente para intentar nada contra
mi Casa en la frontera, y carecen de voluntad para pensar en ninguna otra cosa que no
sea saciar sus más bajos instintos.- Un escalofrío me recorre la espalda al pensar en
cómo serán de verdad esos infames elfos viciosos de quienes tanto he escuchado hablar,
y deseo no llegar a verlos nunca ni de lejos.
- 60 -
El barón toma algunas de las pasas del cuenco mientras mi padre remueve su taza: Me alegro de saberlo. Desde que esos engendros desviados se unieron a la Horda, no
pueden estar tramando nada bueno.- No deja de mirar a Kalarel por encima de su taza; si
yo fuera el barón, estaría muy nervioso ante tal escrutinio. Noto la boca completamente
seca.
- Y pensar que antes fueron altonatos… Me dan pena.- Comento, pero nadie parece
escucharme.
-¡Oh!, Majestad, los sobreestimáis. En cualquier caso, para eso estamos nosotros en
el Fuerte Platasol. Cualquier movimiento sospechoso por su parte, será conocido de
inmediato en Ventormenta.
- Aun así - replica mi padre algo pensativo, como meditando mucho las palabras - …
debido a vuestra inquebrantable lealtad y al sacrificio que habéis realizado todos estos
años como guardián de la frontera con esa península podrida de Quel’thalas, os
concedería con gran placer unas tierras más cercanas a la capital del reino, si deseáis
pasar un tiempo más tranquilo y alejado de aquellos resecos paisajes.- Toda esta charla
me pone nervioso. Mi padre me sorprende; nunca había intentado hacer buenas migas o
intentar tratar con favor y halagos a un noble cualquiera, y menos si pertenecía a otra
raza. ¿Tanto le ha gustado mi nueva espada?. Tomo la taza de mi humeante infusión de
hierbas para unirme al ritual social.
- No podría; ya sabéis que Quel’Lithien es mi hogar y lo ha sido de mi familia desde
hace mucho. Honraré a mi linaje permaneciendo en mi puesto hasta que un sucesor tome
mi lugar.- Justo cuando voy a beber, algo me golpea en la oreja y miro en esa dirección
molesto. Por detrás del campo de visión de mi padre, veo la mano del alto elfo, sujetando
sus frutos secos. ¿Me ha tirado uno?.
- ¡Es cierto!. El honor es muy importante para vos y para la familia Amanecer. Y
decidme, ¿Cuántas décadas exactamente lleváis afincados en ese lugar?.Kalarel sonríe cogiendo su infusión, pero cuando yo voy a tomar un sorbo vuelvo a
ser golpeado por otra pasa; ¿Acaso se encuentra tan tranquilo como para juguetear
conmigo a espaldas del rey?. Intento establecer contacto visual con él, pero mi padre y
su espesa cabellera recogida en una larga cola me lo impiden. Resoplo, tomo un rápido
sorbito para quitarme la sequedad de la boca y la dejo.– Eso es lo de menos; no deseo
apartarme de las tierras legadas por mis ancestros. Y hablando de legados, ¿qué queréis
saber exactamente de la espada que he regalado a vuestro heredero?.
El filo descansa en la mesa ante nosotros, y la verdad es que su belleza y su
aparente letalidad me embelesan. El contraste de su metal casi dorado decorado con
rubíes refleja la luz como si brillase por sí misma. – Pues…- comienza mi padre, y noto su
voz un tanto pastosa.
- 61 -
– Por ejemplo… ¿Cómo es que hab… habéis conseguido un arma de Terrallende?.
- ¡Oh!, ahora me sobreestimáis a mí, Majestad. Os agradezco vuestra valoración por
mi persona, pero lo único que procede del otro lado del portal son los materiales traídos
desde Draenor con los que se forjó esta espada, a la que yo llamo “Mentira”, milord.
“Que nombre tan extraño para un arma”, me digo mientras espero la siguiente
pregunta de mi padre, pero parece pensativo. Suspira aparentando cansancio y asiente.
¿Dónde está la energía que le inflamaba hace unos instantes?. – Es un buen nombre… para
una espada entregada por un ment… mentiroso.
- ¡Papá!.- Exclamo escandalizado y bastante asustado. ¿Nos ha pillado?.
- ¿Crees que no sé la verdad elfo…?- Carraspea, y veo horrorizado como se levanta
sacando su espada y apuntando con ella… hacia ningún lado en concreto, pues sus ojos
bizquean. Se tambalea. – …elfo de sa… - Pero su corpachón cae a plomo sobre la mesa,
rompiéndola en el proceso.
El rey yace en el suelo, ante nosotros.
- ¡Padre!.- Exclamo asustado, pero no sé qué hacer. ¿Iba mi padre a atacar a
Kalarel?. ¿De qué le estaba acusando?. Ahora lo veo claro, ¡había descubierto nuestro
plan de huída!. Me arrodillo a su lado y le tomo el pulso. -¿Papá?. ¿¡Papá!?.
El barón me agarra y tira de mí. - ¡Tu padre está bien!. No hay tiempo ahora, pueden
haber oído el ruido. ¡Tenemos que escapar!.
Me vuelvo hacia él. - ¿Qué le ha pasado a mi padre?.
El elfo me sonríe con chulería mientras me muestra una pulsera de acero enjoyada,
y al abrir un rubí engarzado en ella puedo ver caer un hilo de fino polvillo desde su
interior. - ¿Porqué crees que no te he dejado beber la infusión?. Yo mismo fingía que
bebía sin llegar a probarla. Cuando entramos, puse un poco de esta sustancia en cada
taza sin que se diera cuenta, ya que no podía arriesgarme a que Varian cogiera una que yo
no hubiera manipulado.
- ¿Manipulado?.- Pregunto alterado. - ¡Envenenado, querrás decir!. – Esto sí que no
me lo esperaba de Kalarel. Me noto muy asustado.
Me agarra de los hombros y se me encara, consiguiendo por la fuerza que fije la
mirada en sus preciosos ojos almendrados. – No es veneno, solo droga; un potente
adormecedor. Despertará en unas horas completamente sano pero con bastante sed.
Tienes que confiar en mí.- ¿Solo está dormido?. ¿Estará bien?.
Me mira ahora seriamente, casi con tristeza. - Confías en mí, ¿verdad?.
Vuelvo a mirar a mi padre y escucho un ronquido desde su garganta. Suspiro
aliviado. – Sí.
- 62 -
El alto elfo me sonríe tiernamente y me abraza, y no puedo menos que buscar
instintivamente su boca con la mía. Él es mi única salida de todo este lío, y ya no puedo
echarme atrás.
- Perfecto.- Se separa de mí, coge mi regalo de la mesa destrozada y me la ofrece.
Sintiendo una gran felicidad (tan solo empañada porque hubiera preferido no tener que
dejar a mi padre en este estado), la tomo y la envaino sustituyéndola por la mía. Entonces movámonos. ¿Por dónde salimos?.- Pregunta con repentina impaciencia.
- Tengo una escala escondida en ese balcón. Da al jardín trasero, y allí nos espera un
cochero amigo mío, o eso espero. Mis cosas están detrás del sofá.
Como con curiosidad, Kalarel aparta el sillón y se fija en las tres maletas. Casi se le
escapa una risa, luego me recrimina: - ¿Esto es lo que entiendes por un equipaje ligero?.
¿Cómo vamos a bajarlo por la escala?. Anda, vamos, que ya te compraremos algo de ropa
por ahí.
Me coge de la mano mientras tira hacia la balconada, pero hago fuerza y me suelto.
– Tienes que tener un poco más de fe en mí.- le respondo irritado, pero agradeciendo en
el fondo esta oportunidad para mostrarle parte de mis talentos. Cojo las bolsas yo solo
(con mucha dificultad) y al llegar a la barandilla que me separa del suelo cuatro pisos…
salto al vacío ignorando la escala enrollada tras unos tiestos.
- ¡Anduin!.- Escucho su grito de terror al verme caer, y me planteo si no me he
pasado conforme la nocturna brisa me golpea fuertemente. Pero no: ha de aprender a
respetarme y confiar en mí cuanto antes; no puede creer que voy a ser un novio florero,
necio y sin recursos.
-Fihaent moksheüeas’sh.- Susurro concentrándome en el aire que me rodea y en su
rozamiento con mi cuerpo, provocando que mi peso y el de mis maletas se tornen en los
de una pluma, una como la que sujeto entre dos de mis dedos libres. Ni siquiera la
gloriosa sensación que provoca la esencia del mundo penetrando en mi cuerpo y
atravesándolo para dar forma a mi conjuro me distrae del rumbo que tomo al descender
despacio hacia el techo de la carroza que, para mi tranquilidad, ya ha llegado.
Un Rauth vestido de negro será hoy el conductor del carruaje, y uno de los dos
caballos que lo impulsan es Albor, pues pienso llevármelo conmigo. La mano del
palafrenero me toma del brazo para guiar mi aterrizare tras la mágica bajada. Mientras
asegura las maletas con algunos cabos y nudos precisos, su mirada me implora que me lo
piense mejor, que cese en el intento de esta locura. – Aún estás a tiempo…- me susurra.
Pero no le hago ni caso y él por fin deja de insistir. Amigo mío o no, sigo siendo el
príncipe y sabe hasta dónde puede presionar.
- 63 -
Kalarel ya ha llegado al suelo usando la escalerilla, y me sonrío al notar que no puede
apartar los asombrados ojos de mí. Me ayuda a descender del techo y nos metemos
dentro de la cabina con las cortinas echadas; nada más sentarnos, los caballos comienzan
a avanzar. - ¡No dijiste que supieras magia!.- Me echa en cara, aunque el tono es más bien
de admiración y sorpresa.
- Apenas estamos empezando a conocernos…- le hago notar, pero silencio sus
protestas mediante un sentido beso que me roba la razón.
¡No estoy exagerando!: mientras sus labios y su lengua saborean los míos, casi
pierdo el sentido. ¡Me estoy durmiendo a marchas forzadas!. ¿Tan cansado estoy?. Veo
su cara difusa, y sus palabras suenan como con eco.
- ¿Anduin?. ¡Anduin!. ¡¿Qué te pasa?!.
Sacudo la cabeza de lado a lado y logro centrarme; el mareo cesa. – No sé; me
dormía.
Compone una cara de circunstancia. – Has… ¿bebido algo de té?.
- No.- Contesto antes de recordar el rápido sorbo que di de mi taza. – Bueno, un
traguito.
Refunfuña algo en idioma élfico que suena a exabrupto, y decido que quiero
aprender esa lengua cuanto antes. Parece rabioso, y durante unos segundos me asusto al
pensar que he cometido sin saberlo un fallo que mandará al traste nuestros planes. Él
cierra los ojos, medita y luego una expresión de paz y cariño inunda su faz. – Vale, no
pasa nada. Atiéndeme bien, pues no te queda mucho tiempo: te vas a dormir. Has tomado
mucha menos droga que tu padre, pero también tienes mucha menos masa corporal, y ya
has sufrido el primer mareo. En poco rato te quedarás inconsciente. Es más,
probablemente ya estás durmiendo pero aún no te has dado cuenta. - Noto como el temor
me inunda por dentro y Kalarel lo percibe en mi expresión o en mi palidez. – Tranquilo, mi
cachorrito, no te va a pasar nada, yo estoy aquí para cuidarte. Ven.- me pide; me abraza y
me hace reclinarme apoyando la cabeza sobre su pecho. Ahora sí escucho su corazón, y
su constante ritmo vital me calma y me emociona.
- ¿Cuándo despertaré?.- Pregunto notando como el atontamiento se incrementa por
segundos.
Noto como se encoge de hombros. – No sé cuánto has bebido, ni cuan resistente es
tu cuerpo a esas hierbas, pero estimo que en unas pocas horas. Ahora dime: ¿Cuál es tu
plan?. ¿Cómo te saco de la ciudad sin pasarte por el portón, ni por el río, ni sobre las
murallas, ni…?.
- El mar…- Murmuro en voz baja, intentando aislar mi mente de los ecos que todos
los sonidos levantan en mi cabeza.
- ¿Qué?. ¿Cómo?.
- 64 -
- El puerto. Rauth es mi amigo, el conductor… su primo tiene un barco, y tiene
permisos… nos puede sacar ocultos en un doble fondo… es contrabandista… habla con
Rauth.- ¡Unas horas durmiendo!. El significado de esa frase por fin me cala y comprendo
las consecuencias. Noto como se me saltan las lágrimas emborronando aún más mi visión,
y la pena me embarga por dentro.
– No te preocupes, no pasa nada.- Me besa la frente. Acaricia mi mejilla mientras
trata de evitarme el traqueteo de las ruedas del carro sobre el empedrado. - Estarás
bien. Confía en mí.
- Confío en ti. Es… que me prometiste que… hoy haríamos el amor. Que hoy perdería
la virginidad.- Parece sorprendido, pero me sonríe con dulzura.
- ¿No es lo mismo si lo hacemos mañana por la mañana?.- Niego con la cabeza
taxativamente, aunque ello solo contribuye a incrementar mi mareo.
- ¡Prométemelo!. Prométeme… que será hoy… ¡júralo!.
– Te doy mi palabra; será esta noche antes de las 12. Antes de que pase este día te
haré mío. Quizá aún estés un poco somnoliento o atontado pero lo haremos, y tú lo
percibirás; me encargaré de eso, si es tan importante para ti.
- Sí, gracias. - noto que se me escapa una tonta sonrisa. - Y mañana lo haremos de
nuevo… ya despierto del todo… y al otro día… y al otro…
Me besa los labios, y me susurra al oído. – Y al otro, y al otro, y al otro. Duérmete,
Anduin. No te resistas, pequeñín.
Suspiro envuelto en su aroma y calidez, arropado por sus brazos, escuchándole,
sintiendo sus labios sobre los míos. Nunca me he dormido tan placenteramente.
- 65 -
Capitulo 11
Kithaen
- ¡Eh, tú!. Emm… Rauth.- Exclamo abriendo la ventanilla de la parte delantera.
El joven conductor se vuelve y me mira con una expresión que podría calificar como
de enojado desafío.
– ¿Diga, señor?.
- ¿Cuánto falta para el puerto?.
- Como unos tres minutos.- Sus ojillos pardos tratan de mirar por detrás de mí
hacia los asientos, pero me he colocado de manera que no vea al príncipe inconsciente.
- Perfecto. ¿Cómo se llama tu primo?. ¿Y su barco?.- Parece fastidiado.
- Jakier, Señor. El barco es el Sonrisa.- De nuevo intenta mirar detrás de mí. - ¿Va
todo bien?.
- Si.- Le respondo secamente, pero luego me repito que debo ser más simpático;
nuestra huida depende en parte de que este muchacho esté conforme con lo que está
haciendo, y el cachorro ya me ha dicho que es su amigo. – Anduin está descansando un
rato, pues hemos pasado por muchas emociones. Y dime, ¿cuánto se le pagará a Jakier
por este transporte?.
- Señor, con todos los respetos, no creo que eso sea de su inc…
Levanto una mano para detener sus excusas con una mentira. – Anduin ha tenido que
dejar atrás parte de su equipaje; no ha podido traerse la bolsa con los fondos dinerarios
que había preparado, así que lo pagaré yo todo. Como ves, sí que es de mi incumbencia.
- Mil de oro, señor.- Admite, pero sus ojos se desvían desconfiados durante una
décima de segundo hacia las tres maletas que el príncipe ha traído.
Yo sonrío burlonamente. - ¿Te puedes creer que había preparado otras cuatro
maletas más?. No se puede intentar una fuga con tantos bártulos, o nos cobrarían
suplemento. - suelto una risita para parecer amigable, pero ni siquiera consigo hacerle
sonreír.- ¿Y la guardia de la zona?. Sé que los puertos están especialmente vigilados…
- 66 -
– Los carruajes de palacio están exentos de registros, y mi primo habrá untado
algunas manos para que no se paseen por el cuarto muelle durante un rato. Ya hará
cuentas con usted al respecto.
- Ningún problema.- Acepto.- Y también habrá una propinilla para ti, si esto sale
bien.- Le comento con un guiño de ojos, intentando ganarme a este estúpido humano para
asegurarme su lealtad.
- No es necesario, señor. No lo hago por el dinero, sino por amistad.- Contesta
secamente.
Carraspeo. – Me alegro de saberlo. Golpea un par de veces en la ventana cuando
estemos llegando, para que nos preparemos.- le instruyo; aunque ya es noche casi
cerrada, en realidad no es tan tarde y aún queda gente por las calles; prefiero que no
hayan demasiados testigos.
Empiezo a cerrar el postigo, pero me detiene al hablar: - Señor…- me quedo a la
espera. - ¿Anduin duerme ahora?.- Asiento. – Entonces me permitiré preguntarle: ¿cuáles
son sus intenciones con él?.
Me quedo bastante sorprendido por su audacia. Realmente debe quererle bien y ser
un amigo íntimo para atreverse a tanto. Me mira a los ojos insistentemente y tengo que
acudir a mi mejor entrenamiento de actor para aparentar la intensa sinceridad que mis
palabras no contienen. – Yo quiero a Anduin. Voy a cumplir sus sueños y a hacerle feliz.
Los ojos del muchacho parecen emocionarse. – Cuide de él, por favor. Es un buen
muchacho y lo ha pasado muy mal. He hecho lo posible por él mientras he estado a su
lado, pero yo tengo que quedarme aquí, con mi familia.
Tengo que contener la incredulidad que empuja una de mis cejas a enarcarse al
escucharle. ¿Lo ha pasado mal?. ¿Este príncipe, hijo de papá, bello, rico, joven y pleno de
salud?.
– Por supuesto; no le faltará de nada. ¡Ah!... es posible que al llegar al puerto
observes en nosotros algo raro: usaremos algo de magia para evitar que le reconozca
cualquiera que pase por allí.
- Buena idea, señor. Les avisaré cuando lleguemos. - Se vuelve de nuevo hacia el
camino, suspira y se concentra en su labor.
***
Me vuelvo hacia el príncipe que dormita en el sillón del carruaje y me lo quedo
mirando.
- 67 -
Realmente su plan marítimo puede funcionar. No tuve en cuenta esta posibilidad
durante mi planificación del secuestro porque no disponía de ningún medio, excusa o
contacto para obtener transporte en barco ni para sobornar con seguridad a los soldados
que lo patrullan, pero supongo que (en caso de no haber sucedido todo esto) habría
terminado teniendo en cuenta una alternativa parecida
Ya con todo planificado, obtengo este inesperado momento de relax en donde no
tengo nada que hacer ni que temer, y solo puedo mirarle y pensar.
“Es tan hermoso, el cabronazo.”
Siempre he menospreciado los rudos rasgos humanos: el excesivo olor y sudoración
de sus cuerpos, el innecesario vello de sus rostros y de sus cuerpos, su falta de sutileza,
intelecto y elegancia… pero todo es armonía en este chico. Sus largas patillas le dan un
toque distinguido y viril que contrasta con la suavidad de sus rasgos aún adolescentes.
Sus entreabiertos labios tiernos y brillantes dejan ver unos dientes perfectamente
alineados y blancos cuando sonríe. Sus pequeñas orejas redondas, que siempre me han
parecido simiescas y estúpidas en cualquier otro humano, concuerdan graciosamente con
el resto de su fisonomía. Su cuerpo, de fuerte y delicado tacto, marca sus incipientes
músculos atestiguando una anchura y potencia fruto no solo del entrenamiento, sino
también de la heredad paterna. Y luego está el morbo que sin dudas desprende; el rubio y
fino vello que decora desde su entrepierna hasta su ombligo, y que comienza a reclamar
una parcela en el pectoral como prueba de la hombría que le conquista día a día, desata
oscuros instintos en aquel que lo observa. Su limpio aroma, que evoca juventud, poder y
pasión, me causa una adicción parecida a la que siento por la magia.
No es un humano cualquiera; ni siquiera es un príncipe cualquiera; es el jodido
príncipe de Ventormenta, el heredero de toda la monarquía humana; el futuro líder de la
Alianza… y está completamente a mi merced.
Ahora mismo podría matarle sin esfuerzo alguno, y desaparecer.
¿Pero de qué me serviría?. Varian podría tener más hijos y sino, los humanos
elegirían a otro como rey o heredero. Además, no me han pagado para eliminarle, y yo no
trabajo gratis; aunque reconozco que he soñado con poder arrancar el corazón de Anduin
desde hace mucho y hacer que su padre languidezca y muera de dolor. Pero no es mi
labor, y serán otros los que decidan el futuro de este chaval; un futuro por el que no doy
ni una moneda de oro.
Así, deseando que desaparezca de mi vida de una vez para liberarme de su
influencia, me arrodillo ante él y acerco mi mano a su cuerpo, maldiciéndome al observar
cómo me tiembla el pulso.
- 68 -
Por alguna razón me parece una irreverencia el aprovecharme de su inconsciencia
para tener acceso a su intimidad, pero me animo diciendo que no le debo nada, ni
sinceridad, ni lealtad, ni respeto, y desabotono su camisa para poder ver su rosado
pectoral, relajado pero aun así prieto y fibroso; y me agacho un poco para olfatear su
perfume personal. Estando ya tan cerca, acaricio mis labios con la piel de su pecho.
Ahora no estoy actuando, esto es solo para mí, por mi propio placer.
Trago saliva al saberme tan absorbido por su presencia, y acepto finalmente que me
siento atraído por este joven hombre. Sumamente atraído. Completamente atraído.
Solo hay un pensamiento que me consuela: únicamente es pura pasión animal.
Es decir; es un hecho el que me gusta su físico hasta lo indecible, pero es solo un
cuerpo de humano; uno que en breve se ensuciará por las privaciones y el maltrato, se
cubrirá de prontas heridas infectas, se encallecerá doliente con las penurias que va a
sufrir y (si tiene suerte, cosa que no creo) envejecerá y decaerá en meras décadas hasta
ser una arrugada masa de carne fofa y repugnante.
Maltratado, ultrajado, violado y probablemente mutilado por sus captores de
Kalimdor Libre, a este cuerpo no le queda mucho tiempo de ser hermoso.
Aunque trato de sonreír ferozmente, la mueca que se me escapa es más bien de
lástima, y ello me llena de rabia. Atracción física, es solo eso. Voy a tener que
plantearme seriamente el hacer que me extirpen los testículos antes del próximo trabajo
para poder dejar de pensar con la polla.
Además, ¿quién es Anduin Wrynn?. Es solo un puñetero mocoso, mimado y
consentido que lo ha tenido todo fácil en la vida. Desde su más tierna infancia ha comido
las mejores viandas, ha disfrutado de la mejor educación, ha vestido las mejores telas y,
en su primera niñez, ni siquiera fue consciente de las penurias de la humanidad durante la
última guerra con la Legión Ardiente, del avance de la Plaga o de los mil y un problemas
que asolaron Azeroth hace años.
Esgrima, monta, historia, magia… nada ha escapado de su conocimiento, y ahora cree
que puede controlar todo lo que se le antoja. Pijo, creído, orgulloso, adorado por su
pueblo, reverenciado y servido por cortesanos… ha sido centro de atención de todos
desde que nació, y ahora se cree el centro del universo. Ha desobedecido a su padre, y el
rey le ha castigado a un internado militar para que pueda seguir vagueando, aprendiendo
y formándose… y para el príncipe, eso es tan terrible que tiene que rebelarse en todas
las formas posibles.
Y se ha encaprichado de mí (bueno, de Kalarel); y prefiere huir con un amante de
otra raza al que apenas conoce, antes que afrontar su culpa y obedecer a su progenitor.
- 69 -
No tiene suficiente con tener el mundo a sus pies, con poder conseguir todo lo que
se proponga en su vida diaria, sino que se desvive por perseguir un amor loco (que ni
siquiera creo que sea amor, sino obsesión y capricho por obtener cosas cada vez más
difíciles) arriesgándolo todo para salirse con la suya. ¡Ja!, si incluso ha visto a su padre
caer inconsciente a sus pies como consecuencia de su antojo por fugarse conmigo, y eso
no le ha hecho dudar de su conducta. ¿Y qué más le da el miedo y el dolor que atenazarán
a su progenitor al saber que ha desaparecido?. ¿Qué le importan los sentimientos de su
pueblo ante la noticia de que su príncipe ha huido?.
Mal hijo; mal príncipe; mala persona… que trata de seducirme actuando como si se
hubiera enamorado de mí, cuando solo quiere perder la virginidad en el momento exacto
que se ha propuesto, con la persona exacta de quien se ha encaprichado. No sé si es un
frío calculador al que solo le importa él mismo, o un inconsciente e impetuoso niño
mimado que haría lo que fuera por cumplir sus fantasiosos e irreales sueños románticos.
En cualquier caso ya lo tengo claro…
…me encanta.
Abro mucho los ojos ante esa conclusión. ¡No era así como debía terminar mi
pensamiento!. Bueno, digamos que me encanta que sea así, porque me ha puesto todo
mucho más fácil para capturarle, y porque con ese concepto en mente puedo despreciarle
a placer y realizar mi cometido aplacando los inoportunos sentimientos de culpa que (cosa
inaudita en mí) habían comenzado a aparecer.
Me duele el puño y la mandíbula, y me doy cuenta de que estoy completamente en
tensión, apretando los músculos como si estuviera en plena lucha contra un enemigo
mortal. Cálmate, Kithaen, ya casi lo has conseguido. ¿Porqué te importa tanto todo esto?.
Tras meditar unos segundos, me doy cuenta de lo que ocurre: la mentira me ha
absorbido.
Desde que Anduin llegó ayer a mi habitación, tuve que actuar e incluso pensar como
si fuera Kalarel Amanecer; un barón altonato de la Alianza, enamorado del príncipe,
dispuesto a todo por el amor de su joven amante… y me ha gustado.
No es que tenga nada en contra de mi propia vida; ¡amo ser un sin'dorei!. Amo mi
tierra, mi patria y a mi gente. Adoro mi propia historia, con mis amantes, mis obstáculos
superados, mis desengaños y mi trabajo. Pero reconozco que envuelto en todo lo que
implica ser yo, Kithaen Alasol, vivo en un estado permanente de odio, de maldad, de
frialdad, de sentimientos contenidos en lo más profundo.
Como Kalarel, he podido sentir la emoción de un primer amor sincero y puro, la
ilusión de luchar por un sueño, la confianza y complicidad compartida con alguien que me
adora hasta el punto de dejarlo todo atrás por mí. He podido bajar la guardia.
No ha estado nada mal ser este barón, durante unos días…
- 70 -
…y ahora tengo que despedirme de todo eso.
Acariciando sus abdominales, bajando por su torneado abdomen hacia el calor de su
bajo vientre, mi mano se detiene al pensar algo: ¿y porqué no seguir así?.
No me refiero a traicionar a las Sombras Titilantes, a mi familia, a la Horda, a
Lunargenta y a Quel’thalas (río histéricamente en mi mente ante ese pensamiento sin
sentido); me refiero a tomarme unas pequeñas vacaciones de todo ese mal que habita en
mi interior. Llevo más de un siglo obedeciendo y, desde que el Pozo del Sol fue destruido,
no he hecho más que sufrir, odiar y repartir ese dolor y esa ira hacia todo aquello que se
me acercaba. ¿Porqué no ser Kalarel unos días más?. ¿Porqué tener que terminar ya toda
esta charada, cuando voy a tener al cachorro del León a mi disposición durante todo el
trayecto hasta su entrega?. ¿Porqué no permitirme un poco de paz y alegría?.
¿Qué es esto?. ¿Estoy llorando?. No he llorado desde hace tanto… ¡joder!, pues sí
que me hacen falta unas vacaciones.
Suspiro. Está decidido: Seguiré siendo Kalarel un poco más. Voy a hacer realidad el
sueño de Anduin; voy a disfrutar de su cuerpo, de sus sentimientos y a olvidarme durante
un momento de la mala persona que en realidad soy. Sé que esta farsa tiene fecha de
caducidad, pero el recuerdo de lo que voy a vivir quedará en mí para siempre; y cuando
sienta en el futuro que el dolor me sobrepasa, solo tendré que acordarme de estos
instantes para recuperar un poco de la felicidad que ser yo me roba.
- Solo Kalarel.- murmuro. Cierro los ojos, y casi me parece ver una imagen de mí yo
frío y calculador cruzado de brazos, dedicándome una mueca burlona y preocupada, pero
aparto la vista.
– Solo Kalarel…- repito. He superado durante toda mi vida un intenso entrenamiento
mental que me permite establecer una separación entre mis emociones y mis actos; estoy
seguro que puedo lograr meter en el oscuro pozo de mi alma todo lo que Kithaen es, y ser
solo consciente de mi tapadera; ser solo mi tapadera para Anduin y para mí mismo.
Soy Kalarel.
Pom, pom.
Dos golpes en el ventanuco. Hemos llegado.
El Telón se abre.
***
- ¿Dónde está Anduin?.- pregunta el palafrenero al verme bajar a solas del carro
sujetando entre mis brazos un pequeño gatito durmiente de dorado pelaje. Mi mirada
guía su intelecto en la dirección correcta, y se queda con la boca abierta de la impresión
al mirar al felino y comprender.
- 71 -
Le respondo en voz baja - Seguía cansado, y así no hay peligro de que nos
reconozcan.- Al final, el broche con la carga arcana del sortilegio para poliformizar me va
a servir de algo.
Un guardia se acerca lentamente a caballo desde el puerto, armado con una lanza.
Situados casi al final de uno de los pantalanes, junto a un embarcadero sin demasiada luz
en donde permanece atracado el velero en el que debemos de embarcar. Se trata de una
nave de tamaño medio, con una amplia pasarela de madera enganchada en la popa y una
gran sonrisa pintada en azul en el casco.
Disimulando, el conductor sube al carruaje y empieza a desatar y a bajar las
maletas. Al momento sale otro muchacho parecido desde el barco y, sin siquiera
saludarme, le ayuda a subir el equipaje a bordo.
Parece que tienen prisa, y con razón: tanto soborno, untar y demás cautelas no han
servido para nada; el soldado sigue acercándose, mirándonos con los ojos entrecerrados
y sospechando. Lleva la mano derecha cerca de la empuñadura de su espada, sujeta con
fuerza su lanza y no nos quita ojo de encima.
- Oigan…- dice acercándose unos pasos. Su tono de voz lleva la amenaza implícita.
- No, no, no.- escucho el susurrar del dueño del barco haciendo como que no ha
escuchado nada, ocupándose de la última maleta. Miro a Rauth de reojo esperando ver si
tiene algo planeado, pero por su expresión yo diría que está a punto de cometer una
locura. Le entrego el gatito para que lo meta en el barco, aunque el muy lento parece que
no lo entiende y se queda aquí sujetándolo.
- He dicho “oigan”.- repite el soldado acercándose con el ceño fruncido. - ¿Qué se
creen que están haciendo?. No hay ninguna salida permitida hasta las 6 de la mañana.
Apenas he decidido hace cinco minutos enterrar a Kithaen durante un tiempo
cuando este ya se está descojonando de mí desde lo más profundo. Sabe que si me
dejase llevar por su frialdad y destreza, en meros 4 segundos ese feo humano metiche
estaría desjarretado y hundiéndose hacia el lecho marino del puerto. Pero no debo
matar, debo mantener una tapadera. – Buenas noches, soldado. Nadie ha dicho que
vayamos a salir antes de las 6; estamos tan solo preparando el viaje.- Le dedico una
agradable sonrisa.
- ¿A dónde se dirigen, y quién viaja?.
El guardia es curioso; tiene pinta de ser un novato, alguien hasta el que no ha
llegado el soborno que los primos han intentado y que trata de hacer su trabajo con
eficiencia para recibir una palmadita en el hombro de su superior. Señalo a Anduin en los
brazos del palafrenero.
– Yo y mi gatito partiremos al alba hacia Auberdine. Soy el Barón Kalarel Amanecer.
- 72 -
- ¿Y esos?.- Señala a los primos, que permanecen de pie detrás de mí con la cabeza
humillada.
- ¡Oh!. Ese es el cochero del carro que he alquilado para trasladarme al barco, y ese
será el timonel y tripulante del barco. No pretenderá que haga yo de marinero,
¿verdad?.- Río como un petulante noble.
Mira mis caras ropas, evalúa mis modales, echa un vistazo a nuestra nave y tuerce el
gesto. – El Sonrisa… ¿sabe usted que su dueño fue detenido por contrabando y está en
libertad vigilada?.
Miro a Jakier como con sorpresa. - ¡Oh!. No tenía ni idea, pero tampoco me
incumben los negocios de la plebe. Le he requerido un servicio, le he pagado y no necesito
saber más. Ahora, si nos deja acabar los preparativos…
Está decidiendo qué hacer. Más le vale escoger bien o puede perder algo más que el
tiempo aquí.
El soldado se me acerca y coge su lanza con más fuerza. –Barón Amanecer,
lamentándolo mucho, he de pedirles a usted y al conductor del carro que salgan del
puerto. No pueden estar en los muelles hasta que se abra el acceso a los civiles.
Mierda…
Desenvaino mi daga derecha de su vaina oculta en la manga de mi camisa, avanzo los
metros que nos separan raudo como una flecha, pincho su mano ligeramente para aflojar
su presa sobre la lanza y, de un golpe seco con el dorso de la izquierda le obligo a
soltarla. Aún no ha reaccionado.
Me mira con los ojos desorbitados; cuando Kithaen toma el control, cualquiera
puede ver en mi expresión, en mi sutileza y en mi eficacia que mi identidad es mucho más
complicada que la mera tapadera que personifico. Abre la boca para gritar.
Pero yo ya he tomado con la mano izquierda la punta de mi capa y abierto una gema
esmeralda de mi enjoyada pulsera, dejando caer sobre la tela unas pocas gotas de una
droga alquímica. Para un humano común, mi rapidez es imposible, pero solo se trata de
décadas de entrenamiento: ya le he hecho una presa de los dos brazos con uno solo de
los míos, y le he cubierto la boca y la nariz con la capa mojada. Se revuelve y trata de no
respirar, es listo… pero este adormecedor no necesita ser respirado; para funcionar solo
necesita contactar las mucosas de la nariz o la boca, y al chico se le doblan las rodillas,
perdiendo rápida y totalmente la fuerza de su cuerpo, la voluntad de resistirse.
Tiene los ojos abiertos, pero ya no está aquí. Luego no recordará nada de lo
sucedido.
- 73 -
Miro a los dos primos, que me observan aún sin comprender cómo le he derrotado, y
les sonrío: - Confío en que alguno de vosotros tenga una botella de algo alcohólico fuerte
para prestarme. Haremos ver que se ha emborrachado en plena guardia, y mañana le
caerá una simple regañina.
Depende de cómo reaccionen, tendré que dejar tres cadáveres detrás o ninguno.
- 74 -
Capitulo 12
Anduin
Estoy durmiendo, pero no es un sueño normal. Mi inconsciencia es extraña, dándome
la impresión de tener la voluntad atrapada entre las sedas de araña que formaría un gran
capullo tejido a mi alrededor. Intento moverme, intento pensar, pero cada perezoso
pensamiento se tropieza con nubes de algodón que me ralentizan.
Las neblinosas ligaduras de suave tejido blanco que me aprisionan se enredan en mis
miembros, y cuando consigo liberar uno, se aferran de nuevo a los demás. No puedo
escapar.
Debería estar asustado, pero no es así. No recuerdo quién, pero alguien en quien
confío me ha dicho que todo irá bien, que descanse y me deje arrullar por ellas, que todo
esto pasará.
Tengo mucha sed, tanta que no puedo parar de pensar en ríos y en agua, casi como si
escuchase el mar en incesantes olas golpeando la costa en la que me imagino
encontrarme. Realmente es angustioso el notar la boca tan seca, pero un líquido fresco
se filtra entre mis labios y me olvido de la sed, aunque las olas siguen sonando.
Es imposible saber si he dormido meros minutos o durante años, pero de repente no
me siento tan solo. Es como si en medio de este mar de nubes esponjosas que me impiden
pensar y moverme, hubiera alguien conmigo. De entre las nieblas surge una cara, un
atractivo rostro afilado y pálido de ojos azules como el cielo, de cabello candente como
el fuego, y hay algo en mi interior que me dice que le conozco.
- Anduin, cachorrito, estoy intentando despertarte porque así me lo has pedido.Me dice. Apenas le entiendo; ¿quién es ese Anduin?. ¿Y dice que soy su cachorrito?.
Siento sus manos acariciando mi pecho desnudo y noto cómo me besa. Sus labios son
como fruta prohibida que nunca antes he mordido, que siempre he anhelado y que no
puedo dejar de desear… y me estoy excitando.
- 75 -
Intento hablar, pero creo que solo gruño; no puedo mover ni siquiera la lengua, pero
pese a ello noto como se acaricia con la suya. – Chiquitín, son casi las 12. Aún es tu
cumpleaños, pero no lo será por mucho más tiempo. Me duele hacer esto. No es así como
imaginaba nuestra primera vez, pero te he dado mi palabra.- Su tono es tan tierno, su
voz tan suave y varonil, que no puedo menos que desearle. Y sin embargo no puedo
comunicarme con él; solo respiro, y le miro entre las nieblas. Sé que podría hacerme lo
que quisiera, que estoy en sus manos, y ese pensamiento es bastante excitante pero
también bastante frustrante; ¿y si se aparta y me deja solo de nuevo?. No quiero
quedarme sólo aquí.
“¿Quién eres?. ¿Porqué te quiero tanto?. Me das miedo, pero también noto algo muy
raro en el estómago al mirarte, como si fueras un rayo de sol en medio de un nevado día
de invierno. Eres fuego, eres peligroso, pero también eres mi única esperanza. No sé
quién eres, pero sé que soy tuyo.”
Sonríe. Que sonrisa tan bonita. – No intentes hablar, Anduin, aún no puedes. Pero sé
que vislumbras mi cara, y sé que puedes sentir lo que te haga. Espero que recuerdes lo
que me has hecho prometerte, porque no voy a faltar a mi palabra.
No llego a entender bien lo que dice; las nieblas van y vienen, meciéndome entre el
olvido y visiones de su rostro; zarandeándome entre la oscuridad y el roce de manos
acariciándome; alternando entre la invencible pereza e increíbles sensaciones que se
reparten por todo mi ser. Noto vergüenza por saberme expuesto y utilizado, pero el
deseo es más fuerte.
Su boca cubre la mía, sus manos atrapan mis muñecas, su pelo acaricia mi frente y
noto su pectoral apretarse contra el mío. Las sensaciones son increíbles; una humedad
acaricia zonas que nadie ha rozado antes, y hay algo duro que presiona contra una parte
íntima de mi cuerpo; algo cálido y suave, pero fuerte e incesante que se me representa
como un ariete golpeando la puerta de la fortaleza que pretende conquistar; una puerta
nunca antes traspasada.
La puerta tiembla, se agrieta, se desgaja, y con cada acometida el ariete debilita un
poco más sus defensas, hasta que abre un gran agujero y los invasores comienzan a
entrar.
Me da miedo, me causa dolor… pero solo es un momento. Se queda quieto, y yo sufro
al sentirme así de asediado sin poder resistirme, pero a la vez es tan obsceno y
placentero, tan natural... Es como si siempre hubiera debido ser así; como si fuera la
manera correcta de sentir.
Y ahora sale, ¿se va?. ¡No!. “Déjalo dentro por favor.”, trato de pedir.
Se ríe. - ¿Te gusta, cachorrito?. Tranquilo, es toda tuya.
- 76 -
Alguien abre mis piernas más, y ese algo empuja de nuevo hacia mi interior. Noto
chispazos en mis entrañas, una calidez y una satisfacción infinita. La decepción que
comienza a embargarme cada vez que va a salirse, se torna en alivio y placer cuando
vuelve a su lugar.
No importa ya el tiempo; podría pasarme así toda la eternidad. Veo un torso
delicioso de piel blanca; un abdomen prieto y fibroso con un precioso dibujo como de un
detallado pájaro de rizado plumaje y abrumadora belleza; unas caderas potentes que
retroceden y se acercan sin cesar, al ritmo de mis sensaciones. “No te alejes nunca de
mí. Sé que eres tú aquel a quien siempre he esperado, aquel por quien lo daré todo.
Dámelo todo tú también.”
Cierro los ojos; me estoy mareando de tanto placer.
Sujeto por las nubes, solo puedo dejarme hacer y disfrutar. Hay una boca en la mía,
piel retozando contra mí y algo acariciando zonas que deberían ser solo mías; lugares
inhóspitos que quieren rebelarse contra ese trato, pero que solo consiguen sentir cálidas
caricias y delicada presión reincidente.
Intento hablar, pero ni siquiera sé lo que estoy diciendo; creo que estoy gritando
algo, pero no lo sé. Había decidido que quería pasarme así la vida, que una eternidad con
esta sensación era la meta de toda mi existencia, pero hay algo que no había tenido en
cuenta: la ascensión.
Hay una sensación ascendente que no se detiene; es como una presión interna, como
el acercarme a un fuego más y más, y sé que voy a quemarme.
¡No!. ¡Me quemo!. O más bien me mojo, como si estuviera lloviendo; y con cada gota
de lluvia que se derrama sobre mí, la sensación crece hasta el infinito, envolviéndome en
la gloria del supremo placer.
- Así me gusta, mi niño; suéltalo todo y deja que lo saboree.- está cogiendo algo de
mí con los dedos y se lo lleva a la boca. Que él haga eso es tan lujurioso, tan excitante…Es como el resto de ti, delicioso. Y ahora toma el mío. Siente cómo te poseo, cómo eres
completa, absoluta y totalmente mío, hasta lo más profundo de tus entrañas.- Y sonrío
feliz al notar como algo caliente mana hacia mi interior, marcando mi cuerpo con su huella
y robándome la inexperiencia de mi primera vez.
- Hoy es tu día, ya eres un hombre. Ahora descansa.- Me ordena susurrando, y me
dejo mecer de nuevo por esta espesa niebla que me roba el juicio, notando como un
cuerpo cálido se me abraza. Sé que nunca me haría daño. Jamás me he sentido más
seguro y protegido que ahora.
***
- 77 -
Tras despertar con los primeros rayos de sol esta mañana, el crujir del maderamen
en cada oscilar me indica claramente que me encuentro en un barco, sobre un colchón, en
un camarote a salvo de miradas indiscretas. ¡Hemos logrado escapar de mi horrible
destino en el internado!.
Noto el ligero rubor que me embarga al darme cuenta de que estoy completamente
desnudo, apenas cubierto por una fina sábana; pero no tengo frío ya que mi cómplice
altonato duerme tranquilo a mi lado y su amable aliento me calienta la nuca. Siento su
torso apretado contra mi espalda mientras sus brazos me sujetan en un relajado abrazo.
Y eso… ¡por todos los conjuros!, eso que noto es su matutina erección aprisionada entre
mis glúteos. Tengo ganas de ronronear mimoso; me siento como un gato en celo.
Sin poder contenerme, elevo un poco la pierna y paso mi mano por debajo de mis
huevos para buscar; sí, en efecto, es su polla, bastante dura y húmeda, como mi
agujerito. Está tan desnudo como yo. ¿Es posible que esta erótica posición nocturna le
haya llevado a tener sueños subidos de tono durante la noche?.
¡Joder!, no aguanto más. Dieciséis años cumplidos siendo virgen, y el destino me
presenta una situación como esta. ¿Con qué voluntad divina se supone que voy a
contenerme?. Masajeo esa pollaza muy suavemente, intentando no despertar a Kalarel, y
noto cómo se endurece entre mis dedos mojados de saliva. Cuando juzgo que ya está
preparada, apunto y la acomodo contra la entrada de mi interior.
“No, detente… ¡así no!”. Me riño a mí mismo. “No quiero simplemente follar; necesito
hacer el amor con él. Yo quiero… ”Resoplo del esfuerzo mental que requiero para
detenerme. Sería tan fácil…
Empujo el culete un poco más hacia atrás y, sí, la punta entra un poco. Estoy tan
lubricado, tan receptivo, tan relajado, tan preparado… Solo un poco más. Un poco más y
me detendré.
Me muerdo los labios tan fuerte que creo que me he hecho sangre, pero no por el
dolor, sino por el placer y las ganas: ¡el capullo está dentro de mí!. No puedo. No… yo… ¡Ahhh aaah! ¡Nooo!.- Me estoy corriendo sin poder evitarlo.
Noto como Kalarel se agita despierto, y sus brazos se acercan a mi entrepierna, me
agarran el rabo y, mientras suelto un lechazo tras otro, hunde su polla poco a poco hacia
mi interior, y restriega mi propia semilla por todo mi sexo. No puedo parar de gemir, de
revolverme y agitarme.
Creía que ya estaba acabando, pero ¡la tengo entera en mi interior!. Noto sus huevos
apretados contra mí y su férrea carne viril latir contra mi estrecho túnel, buscando
ensancharme más.
- 78 -
Y el barón no se está quieto, me la agarra fuertemente y me pajea sin piedad
mientras mueve la suya lentamente hasta casi sacarla, y luego clavándola hasta el fondo,
hasta apretar algo en mí que me arrebata el control y no me deja concluir el orgasmo, ¡Por todos los conjuros!. ¡Otra vez!.- exclamo fuera de mí, en medio de estertores, y
suelto otras cuatro descargas.
- No puedo dejar que te quedes tan vacío, cachorrito. Ten la mía.- me ofrece, y al
momento noto como su erección crece y se endurece aún más, llega más profundo y va
rellenando mis entrañas de su más íntima esencia. Aunque me he corrido ya, noto que no
dejo de disfrutarlo y me relamo los labios de la saliva que se me ha escapado con los
gritos, mientras busco su piel para restregarme contra ella.
“¡Por todos los…!. ¿Esto ha sido una penetración anal?. ¿Y yo he estado evitándola
durante años?. ¡Que idiota he sido!.” pienso con nuevos horizontes recién abiertos; pero
al instante decido que no me arrepiento de haber esperado a la persona y al día
perfectos. Y sin embargo he aguantado menos de cinco segundos con su glande dentro
antes de empezar a correrme; tengo que pulir este detalle.
Riendo alborozado, me vuelvo hacia mi elfo y le abrazo fuertemente, besándole y
apretándome contra él. –Buenos días, cachorrito.- me dice, y yo me derrito al recibir sus
mimos. -¿Me prometes que te despertarás así todos los días que durmamos juntos?.Pregunta seriamente, pero noto que lo dice en broma y ambos rompemos a reír.
- Espero que sí.- Le contesto deseándolo, notando como su mano derecha aún tiene
agarrada mi entrepierna y continúa masajeando mis huevos manchados de mi semen. Si
sigue así voy a tener que tumbarle yo boca abajo y probar lo que se siente al clavársela a
alguien.
Me acaricia la espalda y me mira tan intensa y fijamente a los ojos que no tengo
dudas de su amor. – Y dime, jugoso doncel; ¿cómo te encuentras tras tu segunda
penetración?. ¿Estás bien?. ¿Te duele?.
- Estoy bien, yo… ¿Cómo?. ¿La segunda?. ¿A qué te refieres?.
Kalarel compone un gesto confuso durante unos instantes. – Ayer noche obedecí la
promesa que te hice en el coche. Te devolví la consciencia cuanto pude, y te lo hice antes
de que pasase el día de tu cumpleaños.- Creo que ve en mi rostro que no sé de lo que
habla. - ¿Tan mal lo hice, que ni te acuerdas?.
- Me… me estás diciendo que anoche, mientras dormía, ¿me desvirgaste estando yo
inconsciente?.- Noto un influjo de enfado creciendo en mí. No puede haberme hecho eso.
¡Sería una violación!.
Niega categóricamente con la cabeza.
- 79 -
- ¡Nunca hubiera hecho tal cosa!. No podría abusar de ti, es superior a mí. ¿Es que
no lo recuerdas?. Mientras veníamos en el carruaje desde el castillo, me pediste que no
dejase pasar esta noche sin hacértelo, antes de las 12, pues era sumamente importante
para ti que fuera en el día de tu cumpleaños.- Me noto enrojecer de vergüenza. ¿Yo le
dije eso?. Es cierto que lo había planeado así, pero nunca pensé en hacer de ello algo tan
importante como para hacerlo durmiendo, ni como para confesárselo. – Me hiciste
prometer que te despertaría en cuanto pudiera del sueño inducido por el té, y que te
haría el amor antes de que acabase el día de tu aniversario.- Me quedo callado mirando su
pálido pecho fibroso, sus pezones rosados, su marcada clavícula. - ¿No recuerdas nada de
eso?. ¿No recuerdas cómo te lo hice hace apenas unas horas, en este mismo camarote?.
- No.
- Pero Anduin; mientras te lo hacía, tú abrías los ojos, y gemías. Tratabas de
pedirme que te lo hiciera más rápido y más fuerte. Creo que los marineros se asustaron
por tus ruiditos de placer.- Me sonríe, pero yo no le veo la gracia.
Noto mis ojos humedecerse.
Mierda. No quiero parecerle un crío, pero es que… he sido desvirgado hace horas y
ni siquiera me acuerdo. “Sé fuerte Anduin, contente, cálmate.” me ordeno, pero no puedo
evitar hundir mi cara en su cuello para ocultar mis silenciosas lágrimas. Me abraza
fuerte.
- Lo siento, lo siento. Debí suponer que no estabas lo suficientemente consciente.
Debí suponerlo.
***
Tras asearnos con ayuda de unas palanganas y toallas, el barón sale del camarote
durante unos minutos y cuando retorna lo hace portando una bandeja repleta de
apetitosos víveres.
Aunque lo peor de la tristeza comienza a remitir tras el frugal desayuno a base de
fruta, agua y pan tostado con queso derretido encima que ha traído desde la pequeña
cocina del barco, aún me encuentro contrariado y decepcionado conmigo mismo por
habérmelo perdido; y también con él por no haberse dado cuenta de que yo no me
percataba de nada.
Nos vestimos ambos con unos pantalones negros, holgadas camisas blancas y unas
botas. - Ven, vamos fuera. El aire libre te hará bien.- Me pide brindándome la mano, y le
sigo al exterior.
En la popa está Jakier, aferrado al timón y con la vista perdida en lontananza; veo
un par de chavales de unos 13 años tremendamente parecidos faenando aquí y allá para
ayudar a mantener el barco en su rumbo.
- 80 -
Recuerdo que Rauth me habló de ellos; son grumetes gemelos contratados por el
dueño para poder asegurar la autonomía del Sonrisa. Sin embargo, ninguno de los tres
nos hace más caso que un ligero saludo inclinando la cabeza, como si quisieran dejarnos
intimidad. Quizá han visto mi decaimiento en la gravedad de mi expresión.
Con un suspiro, miro a la lejanía y me sorprendo al ver el paisaje.
No es la primera vez que navego, ni mucho menos; pero no es lo mismo desplazarse
surcando el mar en uno de los gigantescos acorazados de guerra de Ventormenta, que
deslizarse así de silenciosa y grácilmente entre las olas como un ágil bailarín ayudado por
el viento.
Este barco de madera es más pequeño de lo que me imaginé por la descripción que
Rauth me hizo, apenas con unos 40 pies de eslora, pero su diseño es elegante y pleno de
numerosos detalles muy cuidados, tales como barandillas labradas, poleas recién
compradas, la reluciente cubierta está limpia, y los aparejos y cabos permanecen
ordenados y bien conservados. Sus hinchadas velas son de color burdeos. Me gusta.
Aún puedo ver la costa en la lejanía, pero estamos bastante adentro en el mar. Pese
al viento que nos transporta con velocidad y refresca nuestros cuerpos, el sol luce claro
y sin nubes en lo alto, reflejándose en dorados destellos sobre el agua. Hay un grupo de
delfines que nos sigue saltando con alegría a nuestro alrededor, y ver sus lindas caritas
con esos ojazos redondos que parecen saludarme me arranca media sonrisa. Es todo tan
bonito.
Ante la preocupada mirada de Kalarel, me doy cuenta de que tengo que superar este
tema que ha ocurrido o terminaré arruinando nuestros primeros días juntos. Esto es solo
un granito de arena y yo estoy haciendo una montaña: Si mis recuerdos sobre mi primera
vez están situados unas horas después de la verdadera desvirgación, así sea. – suspiro Lo acepto. Tomaré como mi primera vez este maravilloso despertar a su lado, y ya está.
Lo que fuera que ocurrió mientras dormía, no ocurrió en realidad.
Cuando se acerca a mí y me abraza por la espalda, besándome en el cuello y
diciéndome al oído cuánto me quiere, ya no queda sitio en mi interior para la melancolía.
Noto que vuelvo a sentir los intensos escalofríos de emoción recorriendo mi estómago y
mi espalda; noto que vuelvo a sonreír.
Nos besamos ante la tripulación, y no me importa que nos vean así; no quiero cerrar
los ojos al tenerle tan cerca para no olvidar ni un segundo más de mi nueva vida junto a
él.
Y sin embargo, hay algo que me deja sorprendido: durante el instante en que dura
un parpadeo, sus ojos han pasado del brillante azul celeste a un verde esmeralda
centelleante.
“¡Bah!. Habrán reflejado el mar… ” me digo.
- 81 -
Capítulo 13
Kithaen
“¡Por fin!”. Me digo al recibir su abrazo y su sonrisa. El cachorro se ha sobrepuesto
a la pena de no recordar su primera experiencia sexual completa, y vuelve a ser mi
chiquitín. Ahora solo quedaba empezar a disfrutar del viaje juntos.
El único otro punto de malestar que parece hundirle durante un rato es darse
cuenta de que un caballo llamado Albor no viene con nosotros en el barco. Rauth intentó
negociar con Jakier para que nos lo trajéramos, pero esto no es un mercante, es solo un
velero y la respuesta a esa petición viene dada por un argumento irrebatible: el caballo
no cabe. Los cuadrúpedos humanos son enormes, comen y beben mucho, y necesitan
espacio para pasear y tumbarse; es imposible que esa maloliente bestia hubiera venido
con nosotros, pero a Anduin le afecta bastante. Creo que ese rocín es como un enlace con
su antigua vida, y que dejarlo atrás es como romper totalmente con ella. Al menos se
calma cuando comprende el mensaje que le doy de parte de su amigo el palafrenero:
Rauth cuidará de Albor.
A partir de ese momento, la travesía de casi cinco días primero rumbo al oeste y
luego al sur, se convierte en una improvisada luna de miel para dos enamorados que por
fin han encontrado un oasis de tranquilidad y merecido tiempo juntos.
Dormimos abrazados, comemos lo que el otro cocina (bueno, más bien lo que cocino
yo, pues el príncipe no parece disponer de demasiado arte culinario), echamos el ancla y
nos bañamos en altamar jugando y regalándonos arrumacos… y todo ello sazonado por
caricias, abrazos, besos y el sexo más inocente y entregado posible.
Yo (es decir, Kithaen) he disfrutado de toda clase de filias, fetiches, morbos y
experiencias sexuales a lo largo de mis más de dos siglos de edad. He participado en
tríos, cuartetos y orgías; he usado ataduras, mordazas y vendajes para los ojos; he
causado y recibido dolor que se transformaba en placer; he humillado y sido humillado;
he… ¿para qué mentar más de la infinita amplitud de variantes que he probado en el
sexo?.
- 82 -
La cuestión es que, por mucho (muchísimo, increíblemente mucho) morbo y placer
que haya podido obtener con algunas de esas prácticas y con algunas de esas personas,
jamás me he sentido como ahora. Todo lo que he vivido se supera simplemente abrazando
a Anduin, inhalando su aliento y el perfume de su sudoración, saboreando su saliva y su
hombría, bombeando lenta o apasionadamente en su trasero, escuchando los latidos de su
corazón acelerarse conforme sus ojos se nublan, su respiración se entrecorta y nos
fundimos en un solo ser unidos por el éxtasis.
Quizá mi pobre cachorro no recuerde su primera vez juntos (juro y perjuro que
traté de despertarle, que creí que era consciente de lo que sucedía), pero estoy
tratando de compensarle con todo lo que él podría desear del sexo, compartiendo con él
mi experiencia de la forma más dulce y satisfactoria, y preocupándome sobre todo de su
placer.
Sin embargo, y aunque piense en mí como el maestro indiscutible y en él como el
alumno, son precisamente su inexperiencia, su inocencia y su apasionada vergüenza
contrastando con la manera en que se deja hacer de todo por mí, las que me muestran
nuevas facetas que yo no había percibido nunca.
En algún momento de reflexión he pensado que estas sensaciones que descubro
junto al muchacho provienen del simple hecho de tener sexo con alguien tan joven y tan
inexperto, que me permite hacerle todo lo que yo desee, pero sé que no es así. Anduin no
es el primer culo que desvirgo, ni el chico más joven que disfrutó de mis lúbricas
atenciones. En cambio, si es el único por el que me he permitido desnudar mi corazón,
desmontar las pinchosas barreras de incredulidad y frialdad y darme por entero.
Podemos decir que, si bien Anduin me ha dado la virginidad de su trasero, yo le he
dado la virginidad de mis sentimientos más puros.
Siendo sinceros, esta no es la primera vez que amo; pero siempre ha sido un amor
cauteloso, temiendo el momento en que llegaría la decepción, la burla o la confesión de
que estaban jugando conmigo; y la verdad es que nunca me he equivocado al respecto de
cómo terminaría todo. Así que podemos decir que estos días de sexo y relación con el
rubio heredero de Ventormenta son los únicos en donde he dado y recibido amor sin
reservas.
Aunque tampoco es del todo cierto; sí que hay una “reserva” que me es imposible
evitar: no soy quien digo ser.
Menos mal que Anduin duerme ahora en el camarote y no puede verme aquí, en la
proa del barco anclado, agarrándome tan fuerte de la baranda que mis nudillos se vuelven
aún más blancos que el natural tono de mi pálida piel.
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Kithaen me advierte ácidamente que no debo olvidar que todo esto es una mentira
(al menos por mi parte), que le estoy usando, engañando y conduciendo a una dolorosa
trampa para su seguridad física y mental, y que probablemente el príncipe termine
muerto en próximas fechas.
No lo olvido. ¿Cómo hacerlo?. Cada día, mi adicción me empuja a conjurar el ritual
arcano que me permite absorber la esencia mágica del mundo que me rodea para
saciarme y resistir entero, y es en esos momentos cuando mi naturaleza de sin'dorei se
muestra ante mi consciencia tal y como es, pudriendo mis sueños, agriando mi alma,
llenando mi mente de odio por todo lo que me rodea, incluso por Anduin.
Kithaen destruye esta historia de amor.
Kithaen me muestra la verdad.
Pero hago lo posible por aplastar hacia el fondo de mi subconsciente esa verdad que
se aproxima inevitable con cada puesta de sol. Es cierto que a Kalarel Amanecer le queda
muy poca vida ya, y que pronto asesinaré el corazón de ese inocente joven con este
veneno de falsedad que día tras día vierto en su interior… pero mientras tanto seré
Kalarel con todas mis fuerzas, disfrutando cada instante compartido del amor más puro
e incondicional que nadie me ha regalado nunca.
Mirando el plateado astro de Elune en lo alto de la bóveda celeste, me ahogo en
profunda emoción al aceptar que estos están siendo los mejores días de mi vida; pasando
el tiempo sin más preocupaciones que disfrutar del viaje amando y siendo amado por él.
Siento vergüenza, pero desearía que nada de esto fuera mentira; desearía ser el
altonato Barón que pretendo ser y que nuestro futuro juntos fueran las décadas de amor
incondicional y verdadero que se supone que nos esperan; no me importaría tener tal vida
mientras fuera a su lado, aunque el Rey de la Alianza nos persiguiera y tuviéramos que
escondernos de cualquier otro que quisiera interponerse entre nosotros dos.
A veces me extraño de que el chico confíe tanto en mí. No me pregunta ningún
detalle sobre nuestra futura vida juntos, sobre el camino que recorreremos cuando
lleguemos al final del trayecto en barco, o sobre los proyectos que llevaremos a cabo en
Quel’Lithien. Parece que él también quiere olvidarse de lo que será y centrarse en
conocerme y disfrutarme. Tengo preparadas un buen surtido de respuestas para sus
lógicas y posibles preguntas, pero parece que no son necesarias.
Su cuerpo me obnubila y su físico me enajena, pero en estos días no solo hemos
disfrutado de nuestra carne en lúbricas pasiones desatadas, o del paisaje y el relax que
este crucero nos está reportando:
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En las pocas ocasiones en que el barco se detiene cerca de la costa, Anduin y yo
bajamos para estirar las piernas en paseos por la playa, contándonos aventuras y
vivencias; tomamos el sol, le canto, me muestra algunos trucos mágicos e incluso le estoy
enseñando las antiguas artes de los masajes eróticos y relajantes que aprendí en algunos
cursos en mi hermandad. Está practicando esos ejercicios conmigo, y tengo que admitir
que aprende rápido.
A propósito de la tripulación: no tengo la menor queja de su comportamiento. Quizá
el dinero que les di por adelantado nada más subir a bordo los ha predispuesto hacia
nosotros y nuestra causa; o quizá las generosas propinas con que suelo recompensarles
terminan de ayudar. Jakier y sus dos marineros (Timo y Vani) son discretos, tranquilos,
respetuosos, y nadie diría que les ha sorprendido tener a dos “maricones” haciéndose
carantoñas (o follando como animales) en su barco.
No cabe duda de que todos los seres civilizados actúan igual con respecto al dinero:
una buena suma abre las miras y destruye prejuicios; y es indudable que este
“contrabando” personificado en su príncipe y en mí es el más rentable de sus cortas vidas
humanas. Probablemente podrían retirarse durante muchos años con la fortuna que estoy
gastando.
Los primeros 1000 leones salieron de la bolsa de dinero de Anduin, pero todo lo
demás (las gemas y joyas con que les voy proveyendo) proviene de mis arcas; y es que no
voy corto de fondos. No solo he cobrado opíparamente por cada uno de los cientos de
trabajos que he llevado a cabo durante estas últimas décadas para la Hermandad de las
Sombras Titilantes, sino que mi destreza y desvergüenza proveen siempre de un
suplemento extra nada desdeñable. No puedo evitar sonreír divertido al recordar que
estoy pagando a estos muchachos con anillos, pulseras, collares y toda clase de joyas que
yo mismo he sustraído de los nobles de Ventormenta durante la fiesta de cumpleaños del
infante. Antes de abandonar el barco, les advertiré que lleven cuidado al venderlas.
Seguro que en la capital ya están buscando a un misterioso ladrón de guante blanco que
ha causado estragos en la alta sociedad.
De todas maneras, voy a tener que refrenar mi “generosidad”. Yo diría que estos
humanos se están comenzando a extrañar por mis dadivosos presentes, porque desde
hace dos días les encuentro un poco distantes conmigo; incluso me ha parecido pillarles
mirándome mal al volverme de repente, pero luego sonríen y todo continúa sin problemas,
así que no quiero ser paranoico. En cualquier caso, mañana llegamos a la bahía sita en lo
más occidental de los Páramos de Poniente y abandonaremos el barco.
No quiero ni pensar en lo que sucederá después; en la manera en que tendré que
arrancar a este adorable niñato de mi corazón cuando lo entregue al contacto que allí me
espera, y tenga que ver el brillo apagándose en sus ojos repletos de amor por mí.
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Cuando la decepción de conocer lo que soy, de descubrir el mal que me corroe por
dentro, destruya su inocencia para siempre. No sé cómo voy a poder soportarlo, pero
supongo que Kithaen me ayudará. Kithaen tomará el control, asesinándome (al Barón
Kalarel) y poniendo punto y final a la más gratificante representación de mi vida.
- Kalarel - me llega su voz desde mi espalda, y al volverme contemplo a un ángel
acercándoseme. Sus potentes musculitos adolescentes iluminados por la plateada luna
llena, recubiertos por una fina piel casi dorada que brilla erizada por el frío, me hacen
recordar su calor y su tersura. Y su carita medio dormida con un ligero gesto de pena y
extrañeza me conmueve cuando se aproxima a mí con los brazos abiertos, pidiéndome un
abrazo. - … hace frío. ¿No quieres dormir conmigo?.
Anduin sabe que la naturaleza de los elfos nos permite meditar durante dos o tres
horas cada par de días, haciendo innecesario ese lapso de tiempo perdido que es el sueño
humano, aunque siga siendo reparador; pero también sabe que abrazarle y acariciarle
durante toda su noche de inconsciencia se ha convertido en un relajante pasatiempo para
mí. A veces incluso me quedo transpuesto de pura felicidad mientras lo hago. En una de
nuestras conversaciones me dijo que estas noches juntos son las mejores de su vida, y a
mí me ocurre igual.
- Estás casi dormido, ¿cómo se te ocurre salir del camarote?.- Podía haberse caído
al mar y haberse ahogado solo por venir a buscarme; adorable idiota. Le abrazo y nos
cubro con mi capa. – Ven cachorrito, volvamos a la cama.
El adolescente hunde su rostro en mi cuello, y le escucho susurrar: - No puedo
dormir sin ti a mi lado. Tengo pesadillas.
- Entonces yo cuidaré de ti, como cada noche.
- ¿Lo harás?.- Me sorprende al mirarme inquisitivamente con los ojos anegados de
lágrimas. - ¿Me guardarás cada noche?. ¿Lo prometes?.
Los dientes de Kithaen rechinan por la mentira, pero Kalarel responde su verdad: Lo haré. Cada noche.
Está tan cansado que trastabilla al caminar hasta la escotilla al interior con los
párpados entrecerrados, y allí se deja caer sobre el colchón con indolente agotamiento.
Es normal, ha sido un día largo de sol, navegación, sexo, apasionada charla, natación…
Voy a tumbarme a su vera para abandonarme al placer de mirarle y acariciarle
mientras duerme, cuando me fijo en el ligerísimo tono luminoso que mis brillantes ojos
provocan sobre el mobiliario. ¡Es verde!. Me arrimo sorprendido hacia uno de los opacos
ojos de buey y miro lo poco de mi reflejo que se revela en el mateado cristal: en efecto,
el color de mis ojos ya no centellea azulado, sino que ha retornado al luminoso cyan
natural de los sin'dorei.
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Me vuelvo alarmado hacia Anduin, pero duerme como un bendito; no debe haberse
dado cuenta. ¡Maldita la gracia del Sonrisa que no tiene ningún espejo en el que cuidar mi
aspecto!. ¡Esta inconveniencia podría haberme descubierto en un instante ante el
príncipe, haber tirado por tierra mi tapadera y haber acabado con Kalarel de un solo
plumazo!. Incluso si me hubiera visto solo uno de los grumetes, habría tenido que
eliminarlo.
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Capítulo 14
Anduin
Cuando no está a mi lado, tengo pesadillas.
Sueño que se va, que me abandona, que en realidad nunca estuvo ahí y solo me lo
imaginé. Despierto sudando, temblando, con la cara mojada de lágrimas y ganas de
morirme.
Pero cuando me abraza, todo es paz y calidez; como ahora que siento sus brazos
delgados pero prietos entrelazados alrededor de mi abdomen, escuchándole respirar
cerca de mi oído. Deben ser las cuatro de la tarde ya, pero no quiero despertarme pese
al hambre y a la necesidad de estirarme y caminar. Presiento que cuando lo haga, todo va
a precipitarse.
Yo antes no era así. Nunca fui propenso a las pesadillas hasta que descubrí la
verdad sobre Kalarel, hace tres días.
Estábamos cenando junto a la tripulación, fondeados en una pequeña cala natural
entre las costeras mesetas anaranjadas típicas de los Páramos de Poniente, cuando volví
a verlo: el fulgor verde en los ojos de mi amado. No duro mucho, apenas un minuto en
donde él continuó hablando (pues estaba contándonos una divertida historia sobre una
despistada marquesa que incrementaba su fortuna cazando maridos a quienes luego
mataba de las maneras más curiosas, y que casi siempre era descubierta) y luego el color
retornó al azul de siempre.
En la cena, viéndole hablar animado y hablando de esa manera tan jocosa, creí que
yo estaba viendo visiones debido a mis miedos.
Desde que lo viera el día anterior (cuando duró solo el intervalo de un latido de
corazón) me lo había estado imaginando al mirarle a los ojos, pero esta vez Jakier y los
grumetes también se dieron cuenta. Aunque tuvieron la delicadeza de no decir nada, las
risas de la tripulación sonaron huecas y forzadas al acabar la historia, y poco se habló
más durante aquella tirante comida juntos; la última que compartimos con ellos.
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La tensión se incrementó aún más durante las siguientes horas, en que el brillo de
los ojos de Kalarel parecía pasar alternativamente del índigo al esmeralda sin que él se
diera cuenta, y yo tuve que enfrentarme sin más dilación a la realidad.
Kalarel no es un altonato, al menos ya no; es un elfo de sangre. Es uno de aquellos
elfos corruptos por la destrucción del pozo del sol, mancillados por no poder superar que
su mayor artefacto fue destruido y su influjo mágico terminó. Quizá lo fue desde el
mismo momento en que Arthas invadió Lunargenta, o quizá le sucedió poco a poco al tener
su casa tan cerca del maldito país de Quel’thalas; quizá incluso le está sucediendo en
este mismo momento (no tengo muy claro si aquellos que superaron el primer momento,
pueden ser alcanzados por la corrupción al pasar los años).
Nunca he visto a un elfo de sangre en persona, pero sí he estudiado esta parte de la
historia, lo que se sabe de esta raza, y el luminoso verde no deja lugar a dudas: ha caído
en las garras de la maldición.
“¡¿Qué voy a hacer yo ahora?!.” Creí que me llevaría días o semanas decidir si podía
o no soportar la idea de amar a un altonato maldito, de causar a mi padre un disgusto
mayor que el que ya debe tener encima, de saberme ligado y compartiendo vida con
alguien que (sin duda alguna) no sería jamás aceptado entre los miembros de la Alianza;
yo podría incluso ser acusado de traición hacia mi patria, mi raza y mi gente cuando esto
trascendiera…
… pero la verdad es que no fue necesario esperar tanto. En menos de un minuto
tenía ya decidida mi forma de actuar: no iba a abandonarle. Él seguía siendo el elfo del
que me enamoré hacía un año. Yo podía ver el sentimiento retribuido en su mirada
esmeralda, y sabía en mi interior que él seguía siendo la persona con la que había soñado
pasar el resto de mi vida, ya fuera entre el lujo de enormes palacios o bajo un techo de
paja en cualquier marjal (pues así es como tengo entendido que viven los orcos y el resto
de integrantes de la Horda, a la que ahora pertenecen los elfos de sangre).
“¡Demasiado he esperado por él!. ¡Demasiado he sufrido anhelando recibir su amor,
su cuerpo, sus sentimientos…!. Y ahora que los tengo, no voy a renunciar a ellos, sean
cuales sean las consecuencias.”
Una vez decidido, mi primera acción de importancia fue asaltar a Jakier a solas
para una discreta charla. Aún no tenía muy claro si la tripulación sabría a ciencia cierta lo
que significan esos ojos verdes. Entre la plebe circula el rumor de que los altonatos
están malditos, que muchos de ellos son consumidos interiormente por un fuego vil que
relumbra desde sus ojos, y que al caer en su adicción por la magia se dejan conducir por
las peores pasiones: celos, odio, violencia, lujuria… Los tres habían oído esa información,
y habían catalogado a Kalarel tan rápido como yo.
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En medio de apasionados susurros, ruegos y promesas, he conseguido convencer al
capitán del barco de que le dé al elfo de sangre una oportunidad. Puesto que lo
conocieron como un afable altonato, de generosa propina, pronta sonrisa, amable y noble,
tenía bastantes puntos a su favor; pero el capitán me advirtió que en cuanto tuviera una
salida de tono de los elfos de sangre o realizase una acción típica de ellos (aún me
pregunto a qué se podría referir con eso) lo abandonaría en tierra a la primera
oportunidad. Ni que decir tiene que, si eso sucediera, yo también me bajaría con él.
Y así han pasado tres días.
Kalarel ha seguido igual de afectuoso conmigo, mostrándome una pasión y
sentimientos tan intensos como yo siempre había soñado que tendría, pero con un color
de ojos distinto. Y conforme pasa el tiempo, lo cierto es que me he acostumbrado a esa
nueva tonalidad, que le queda incluso más natural que antes, haciéndole más atractivo en
contraste con su pálida piel y su anaranjado cabello como hojas de olmo otoñales sobre
las que incide un potente rayo de sol.
Muchas veces yo he llegado a olvidar que el altonato es ahora un elfo de sangre,
riéndonos, mimándonos y dándonos cariño… pero hay dos situaciones en que la realidad
cae sobre mí sin remedio:
La primera es cuando hacemos el amor (algo que sucede unas cuantas veces al día);
el saberme poseído por alguien corrupto y maldito me da un morbo impresionante, y me
quedo mirando fijamente a sus ojos verdes como el fuego del infierno mientras me
penetra, enardeciéndome como nunca. Ahora mismo estoy ruborizado al pensar en el
impulso que me sobrecoge en esos momentos: desearía que sustituyera sus cariñosas
palabras por guarradas e insultos para hacerme sentir usado y mancillado. Desearía que
mi padre me viera así con él; un hombre, un elfo de sangre, un horda… No es que
pretenda hacer daño a papá, pero hay algo en mi interior que me impulsa a que vea
facetas de mí que el consideraría ignominiosas. Soy como soy, y mi padre tendrá que
aceptarme algún día.
La segunda situación en que esta verdad me alcanza sucede cuando veo a Jakier, a
Timo y a Vani mirar a Kalarel con mal gesto cuando creen que este no les presta atención.
Vani, el más jovencito de los chicos, es homosexual; lo sé por su forma de mirarnos
cuando nos besamos. Pero allí donde antes veía admiración y empatía por nosotros, ahora
solo veo miedo y prejuicios. De verdad que no sé cuánto tiempo más sería sostenible una
convivencia en este barco, pero por suerte mañana llegamos a nuestro puerto de destino
y no les veremos más. Si guardan el secreto que me han prometido que mantendrían tras
la separación (somos su contrabando, y la discreción es parte del trato), estaremos a
salvo.
***
- 90 -
- Cachorrito, ¿estás despierto?. Llevas durmiendo unas quince horas. Sé que los
humanos dormís mucho… pero ¿tanto?.- Murmura cerca de mi oreja suavemente.
¡Mierda!, se ha dado cuenta. Asiento y me aferro a sus brazos para que no se mueva y me
vea la cara; no puedo eliminar tan rápido la congoja que me domina. Él no sabe que lo sé.
¿Cómo puedo hablarle de este tema?. ¿Y si acaba de transformarse en elfo de sangre?.
Esta noticia le va a destrozar. La otra opción es que ya lo fuera desde antes, y que haya
pretendido engañarme; esto me gustaría aún menos.
Pero a los pocos segundos se libera con agilidad a la par que delicadeza y me da la
vuelta; se queda mirándome con una sonrisa comprensiva y preocupada en su precioso
rostro afilado rematado por esa morbosa barbita, y esquivo su mirada. – Estás muy
pálido…- me dice mientras acaricia mi mejilla con el dorso de su mano.
- Estoy un poco mareado.- Explico aprovechando que la marejada golpea fuerte el
barco hoy. Cierro los ojos y me dejo mimar; no quiero que vea mi tristeza.
Noto su erección restregándose contra mi entrepierna, y comienzo el ya automático
ritual que le da pleno acceso a mi interior mientras me agarro a sus hombros y acaricio
su pecho. Me besa tan increíblemente bien que me derrito entre sus labios. – Solo un
poco más, chiquitín, y podremos abandonar este bote para gozar de tierra firme durante
laaargo tiempo. – me susurra.
Una vez más me encuentro ante el precipicio. Es una especie de acantilado mental
que aparece cuando pienso en qué será de mí y de Kalarel cuando desembarquemos. Por
una parte estoy deseando saber qué tiene pensado. Dónde, cómo, qué haremos… pero,
ahora que sé que es un elfo de sangre, me da miedo pensar en el futuro, sin importar lo
mucho que le quiera. Si ha querido engañarme, no sé qué querrá hacer conmigo; y si acaba
de ser alcanzado por la maldición de su raza, quizá pierda sus tierras y sea perseguido
por sus antiguos amigos.
Está entrando en mí, despacito y cuidadosamente, y yo me pierdo en caricias por su
torso, por ese rosado abdomen tan fibroso y tan elegantemente enmarcado en uno de sus
lados por el tatuaje del fénix que revolotea por mi memoria intentando recordarme a
algo. Pero estoy demasiado disperso para concentrarme en ello.
¿Cuándo quieres a alguien… confías en él ciegamente?. No lo creo, y esa es otra de
las razones que a veces provocan que me asalte la melancolía y el sentido de culpa. Le
quiero, con todo mi ser, pero no confiaría en que él pudiera volar por mí, porque no está
en la naturaleza de los elfos. No confiaría en que él pudiera respirar bajo el agua porque
no está en su naturaleza; y esa es mi duda: ¿cuál es la naturaleza de los elfos de sangre?.
Si la mitad de lo que se cuenta sobre ellos es cierto, su mezquindad, malignidad y sed de
poder podría forzarle a traicionarme, a hacerme daño, a abandonarme…
- 91 -
¿Y si esas habladurías terminan siendo ciertas, y su naturaleza tiende
irremisiblemente hacia el mal, el egocentrismo y la autosatisfacción? ¿Dejaré entonces
de quererle?. ¿Es realmente culpa suya?.
Me lo he planteado en serio, juro que he pensado que debería tener esos peligros en
cuenta y alejarme de él, pero no puedo. Kalarel es el hombre de mi vida, le regalé mi
corazón el día en que le conocí hace más de un año, y nunca voy a abandonarle, aunque su
maldición le lleve a ser alguien odioso y ruin.
Resoplo. - ¡Por todos los conjuros, Kalarel!, sí, fóllame. ¡Dámelo todo!.- Le jadeo en el
oído, mordiendo el lóbulo de la oreja de este ser corrupto que me posee, deseando que
me rellene de su leche y me torne en algo tan mancillado con él; lo que sea con tal de
seguir a su lado para siempre.
Me aparto un poco y le miro a los ojos deseando perderme en el esmeralda de su
fulgor… pero me quedo completamente paralizado por lo que veo: ¡vuelve a tenerlos
azules!. Es cierto que se trata de un índigo un tanto oscuro, de una tonalidad distinta
(casi malva) pero no son verdes. Llevaba días teniéndolos de aquel color y de repente han
variado.
- ¿Estás bien?.- Me pregunta deteniendo sus embates.
Tardo unos segundos en reaccionar:
- Sí, claro. ¡No pares!.- Le pido en parte para disimular, y en parte porque no
soporto tener su rabazo dentro sin reclamar mis entrañas con su movimiento.
***
Tras usar la palangana del aseo para limpiarme, le dejo al elfo su turno y salgo a
cubierta con necesidad de pensar. ¿Y si ya no es un elfo de sangre?. ¿Qué está pasando
aquí?. ¿Cuál es la realidad?. Después del primer azul, y del verde de estos días, este
nuevo color azulado que parece artificial.
- ¿Qué está pasando aquí?.- Me pregunta Jakier como un eco de mis pensamientos,
acercándose rápidamente y dejando a Vani a cargo del timón. -¿El barón vuelve a ser un
altonato o qué?. – Kalarel debe haber salido mientras yo me lavaba. Me gustaría decirle
que sí, pero no tengo ni la más remota idea. Y si lo es, ¿me alegra o me decepciona?. Solo
puedo encogerme de hombros. – Tienes que decírmelo. Sois pasajeros de mi barco.
-¡No lo sé!.- Le espeto con rabia ante su amenaza encubierta. Después de todo, él
será el capitán, pero yo le he pagado opíparamente por sus servicios. – Antes los tenía
azules, luego verdes, y ahora… han cambiado de nuevo. No sé qué pasa.
Su rostro se calma un tanto y tras respirar profundamente continúa. – Anduin, ha
sido para mí una… sorpresa saber que mi príncipe es un sodomita, pero lo he aceptado
rápidamente y con alegría porque te he visto enamorado y feliz.
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Sin embargo, ahora te veo preocupado; te estás metiendo en un callejón oscuro y no
sabes lo que te espera. Si el barón Kalarel Amanecer es un elfo de sangre, tienes que
tenerlo claro, y así decidirás libremente si quieres echar tu vida por la borda solo por su
amor, o volver a casa y ser el hijo que tu orgulloso padre y tu pueblo desean.
- ¿Orgulloso?.- Le espeto con rabia. - Cuando mi padre sospechó que me podían
gustar los hombres, su decepción fue tan grande que me quitó todas las ganas de decirle
la verdad. ¿Y mi pueblo?. ¿Estaría orgulloso de tener un príncipe maricón en vez de el
“viril” heredero que tanto ansía?. ¿Qué pasaría con mi descendencia real, o cuando
quisiera tener novio?. ¿Aceptarían dos príncipes en el trono?.
-¡Ey!. Yo no he dicho que te aconseje volver, ni dejar de ser maric… sodomita, ni
siquiera abandonar al amor de tu vida (si es que es este). Yo no soy una persona famosa
por su honorabilidad; no soy alguien que coloque sus deberes y a la propia ley por encima
de mi satisfacción y mi libertad; sabes a lo que me dedico con mi barco. Pero yo diría que
ese elfo no es trigo limpio. La otra noche, en el puerto él… ¡bah!, da igual. – Me parece ver
en su mirada comprensión por mi problema. Intenta aceptarlo, respetarlo y aconsejarme
por mi bien. – Solo digo que me parece que no sabes dónde te estas metiendo, y no es
justo que decidas sin tener clara tu situación.
- Lo sé.
- Entonces, quizá sea el momento de preguntarle a Kalarel por todo esto. Tenemos…
tienes que salir de dudas y decidir qué harás con tu vida, pero sabiendo cuáles son sus
cartas. Es justo que sepas sobre qué suelo te estás moviendo
En este momento, el dueño del Sonrisa me recuerda tanto a Rauth que casi me
parece tener delante a mi mejor amigo. - Lo… lo haré. Le preguntaré; tengo que hacerlo.
Me sonríe y se atreve a colocarme una mano sobre el hombro en señal de
camaradería. – Si decides que no quieres algo tan complicado como lo que sea que es
Kalarel en tu vida, yo te llevaré de vuelta a Ventormenta. Todo puede volver a ser como
antes; solo tienes que desearlo.
Me quedo un minuto mirando al suelo meditando, y luego asiento solemnemente. –
Gracias… por el ofrecimiento y por preocuparte por mí.
- Hola, ¿todo bien?.- Pregunta Kalarel al salir por la escotilla situada a mi espalda;
veo en su hosca expresión que se extraña por el amistoso contacto que el capitán se
permite conmigo, y Jakier aparta raudo la mano, como si temiera que el elfo se la fuera a
cortar.
- Claro. ¿Qué podría ir mal?.- Inquiere el capitán algo irrespetuosamente de más.
Cojo al elfo de la mano y lo alejo hacia la proa para tener algo de intimidad, ahora
que Timo se acerca a la popa después de arriar la vela. – Ven, Kalarel. Tenemos que
hablar.
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Caminamos despacio y sé que estoy apretando su mano demasiado fuerte, pero no
puedo evitarlo. Quizá este sea el último momento en que jamás volvamos a cogernos de la
mano, y tengo miedo de que si le suelto, desaparezca de mi vida para siempre.
- Dime, cachorrito.- Me pide con una sonrisa que me desarma.
Trago saliva, se me entrecorta la voz en dos intentos antes de conseguir hablar.
Cuando lo hago, le estoy mirando a los ojos tratando de transmitirle mi angustia, de
hacerle ver que quiero la verdad, que no tiene porqué mentirme. – Kalarel, ¿Qué soy yo
para ti?.- Se me queda mirando con extrañeza, y solo su zozobra ya es como un puñal en
el corazón.- ¿Tu amigo, tu pareja, tu amante…?.
- No… no entiendo, Anduin. ¿Porqué preguntas eso ahora?.
Respiro profundamente. Si solo me hubiera dicho cuán importante seré para
siempre para él, podría evitar la siguiente pregunta; pero ya no es posible. – Kalarel, tus
ojos han…
- ¡No!.- Me espeta levantando una mano con el típico gesto de “detente”. Parece tan
calmado y seguro como antes, pero puedo ver en lo más profundo de sus iris que está
aterrado. – Todo va bien. Faltan apenas un par de horas para salir de este estúpido
barco, y luego…
“¿Estúpido?. He pasado aquí los mejores días de mi vida. He vivido el amor, he
descubierto el placer absoluto del sexo con aquel a quien quiero… ¿y llama estúpidos a
estos momentos?. ¿Tan poco han significado para él?.” – Por favor, necesito saberlo.
¿Porqué tus ojos han camb…?.
- ¡Espera!. Me has antes hecho una pregunta y te la voy a responder. Para mí eres lo
que siempre busqué y nunca he encontrado. Eres aquel a quien puedo amar sin miedo.
Aquel en quien confío plenamente. – Le miro conmovido, y veo en su expresión un ruego,
una petición de que deje correr el tema. -Eres mi novio, mi pareja… incluso mi prometido.
¿Sabes?. La civilización de altonatos no fue nunca tan cerrada como la humana en cuanto
a las orientaciones sexuales. Las bodas entre dos varones está a la orden del día y…
Niego con la cabeza apesadumbrado, y él me abraza fuertemente, como si temiera
también que fuera nuestro último contacto amoroso. Su frase me ha sonado perfecta,
pero necesito conocer toda la verdad. – Tengo que saberlo. ¿Eres un elfo de sangre?.
Casi me parece notar la frialdad que se extiende por su cuerpo. Se ha quedado tan
paralizado que eso ya es una respuesta en sí misma. Siento cómo traga saliva, cómo trata
de contener los temblores que le azotan, y yo lamento mucho el daño que le causo con esa
acusación. Debo decirle que no me importa, que le voy a querer sea lo que sea.
- Lo siento. – Me susurra al oído, y noto como sus lágrimas me mojan el cuello a la
vez que siento un pinchacito entre los omoplatos. ¿Un mosquito?
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- ¿Qué es lo… que sient…?.- Consigo decir antes hundirme poco a poco en la negrura.
- Adiós, mi dulce Anduin.- Escucho su voz lejana y entrecortada por el llanto.
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Capítulo 15
Kithaen
Su cuerpo se queda sin fuerzas y tengo que sostenerlo para que no caiga a plomo
hasta el suelo. Con cuidado reverencial lo deposito en cubierta tratando de memorizar
los rasgos de su bello rostro relajado a través de la vidriosa vista de mis desconsoladas
lágrimas. Solo ellas quedan de Kalarel, el resto ya ha muerto a manos de Kithaen, y mi
expresión está tan seria como si hubiera aplastado una mosca.
Con el movimiento automático de quien realiza este gesto cientos de veces, vuelvo a
esconder la articulada espina de mithril de mi anillo cargado de veneno narcótico hacia su
inofensiva posición inicial y respiro profundamente. Miro hacia la popa y puedo ver la
indignación grabada en los ojos de esos tres estúpidos humanos que conducen el barco al
darse cuenta de lo que le he hecho a su príncipe.
Cuando se sobreponen a la sorpresa y hacen mención de acercarse hacia la proa, sé
que he de actuar con rapidez: primero arranco con rabia las lentillas azules de mis
irritados ojos y las lanzo al mar, liberando con gran placer el verde fuego de mi mirada.
Seguidamente me dejo caer por la estrecha escotilla situada a mi vera hasta el camarote
doble que Anduin y yo hemos compartido, apoderándome de la espada que regalé al
príncipe.
No han pasado ni cuatro segundos hasta que he trepado fácilmente de vuelta a
cubierta y me encuentro de nuevo al lado de mi presa, al lado de quien se encuentran ya
el capitán y uno de sus grumetes, el otro permanece al timón. Están comprobando el pulso
del príncipe, pero su alivio se trunca rápidamente al verme aparecer con la inescrutable
expresión que compongo instintivamente cuando me encuentro en situación de alerta.
El primo del palafrenero se levanta raudo sujetando una especie de enorme palo con
un gancho al final que los marineros llaman bichero y que usan para ayudarse a manejar
los cabos al atracar; lo zarandea entre ambos para demostrar que está preparado para
defenderse. – ¡Quién eres en realidad, y porqué le has atacado ahora!.
- 96 -
Ignorando su fútil intento de imponer una autoridad que no posee sobre mí, ordeno:
- Volved a la popa. Llevad el barco hasta la Bahía de Masón, tal y como teníamos previsto,
y nadie saldrá herido.
- ¡He preguntado que quién eres!.- Grita iracundo y me ataca. Si no fuera por mi
entrenamiento para tomarme en serio cualquier posible finta, engaño y estratagema,
estaría riéndome en su cara por su poca destreza para la lucha. Salto sobre el bichero
pinchando dos veces con mi arma en su mano y en su brazo, antes de descender con una
voltereta tras su espalda y colocar de forma gráfica el filo de Mentira sobre su yugular.
El otro grumete, que iba a unirse a la refriega, se detiene al comprobar mi dominio sobre
su capitán, retenido como rehén.
Sin embargo al menos falta una hora para llegar, y la tripulación del barco me es útil
hasta ese momento; debo intentar aplacarlos. – Primero: sí, soy un sin'dorei, un
despiadado asesino, así que mejor no me tentéis. Segundo si aún estáis con vida es
porque Anduin os aprecia y no quiero causarle un dolor innecesario.- Compongo un tono de
voz jocoso y amistoso para continuar: - Vamos, no seáis idiotas... Falta un ratito para
llegar al fin de esta travesía y poder perdernos de vista. Os vais a portar bien y a
cumplir con vuestra parte del trato: llevarnos a mí y al príncipe, y luego olvidar que nos
habéis visto.
- Porqué le has atacado…- Inquiere el capitán, inmovilizado y jadeante, tratando de
no respirar demasiado fuerte para no cortarse el cuello con mi acero; veo su brazo
derecho anestesiado colgar inerte a su lado. Tiene agallas este cabroncete.
- Está dormido profundamente; ni más ni menos. Se estaba poniendo muy nervioso y
no debo hacerle ningún daño: mi contrato me lo impide. Pero vosotros no estáis tan a
salvo; tenéis que caerme muy bien estos momentos que faltan. ¿Estamos todos de
acuerdo?.
El marinero se adelanta y, pese al miedo que le agarrota los miembros, se me
enfrenta: - Este chico es nuestro príncipe. ¿Qué vas a hacerle?.
Tanta lealtad en esta decadente especie es conmovedora. - ¿Yo?. Yo no voy a
hacerle nada.
- ¿Entonces a qué viene todo esto?. ¿Porqué le llevas contigo, elfo de sangre?.Jadea Jakier. Comienzan a ponerse pesaditos.
- Creo que eso no es de vuestra incumbencia.- Noto como se alteran aún más ante
mis palabras, así que juego otra carta. – Si os dijera más, os tendría que matar, y eso no
nos gustaría. ¿Verdad que no?.- Su silencio me fastidia y decido forzar un poco más la
jugada. Aprieto la espada contra el cuello del capitán hasta que comienza a manar un
hilillo de sangre. - ¡¿Verdad que no os gustaría?!.
- 97 -
- ¡No, señor!. No nos gustaría.- Exclama el grumete asustado, aunque con el ceño
fruncido.
- Eso está mejor. Pongamos las cosas claras: o me lleváis tranquilamente y sin más
preguntas a la bahía, o mato a dos de los tres. Con uno me sobra para el paseo que queda.
- Promete que no le harás daño a Anduin.- Insisten.
Reconozco que me sorprende la recalcitrante lealtad por la seguridad de su infante.
Es cierto que el príncipe es un chico muy especial, con carisma, don de gentes, simpatía,
belleza y muy popular… pero esta preocupación implica un afecto más personal. – Prometo
que no le haré daño.- Consiento.
***
¡Ah!, esto me gusta.
Por una parte siento de nuevo la tensión que invoca en mí el peso de mi armadura de
frialdad y desprecio que he de mantener con férrea voluntad; pero por otra, el poder
odiar a esa chusma humana y disponer a mi antojo de mis habilidades para acabar con
ellos si me placiera, es un descanso.
Timo (creo que es Timo, nunca he llegado a distinguir a estos hermanos tan
parecidos) está sentado a mi vera con las manos atadas mientras yo termino de empacar
un par de mochilas con lo esencial. El capitán y su hermano dirigen el barco y, aunque
podría acabar con cualquier resistencia por su parte, el tener un rehén siempre lo hace
todo más fácil. Después de todo, podría ocurrírseles cerrar las escotillas conmigo dentro
en un intento de aprisionarme.
El condenado principito mimado se trajo 3 putas maletas y he tenido que rebuscar
para obtener algo útil entre sus numerosos trapitos y estúpidos objetos de lujo que él
consideró “indispensables”. Le daré esta mochila con las cosas de Anduin al contacto que
me espera en la bahía y que le conducirá desde ahí a cualquiera que sea su último destino,
por si necesita mudas de ropa o algo así.
Al apartar unas camisas, sobresalen las dos tiras de piel con algunas runas grabadas
que forman los brazales que aquella druida kaldorei le dio en su aniversario. Me conmuevo
al recordar su carita de ilusión y lo mucho que parecieron gustarle… y tengo un momento
de debilidad en que los guardo en su mochila. Son su regalo de cumpleaños,
probablemente el último que jamás reciba. Le dejaré que lo mantenga si el contacto así lo
considera.
En cuanto a Mentira, es cierto que prefiero luchar con dagas y venenos, pero esta
espada es un regalo que alguien especial me hizo a mí, y solo ha sido un cebo para tentar
a mi objetivo.
- 98 -
Mirándola con sospecha, me doy cuenta de que una vez más, la historia se repite:
Mentira se introduce de forma falsa en una historia de amor falsa, y finalmente deja
tras de sí un reguero de rescoldos agonizantes y dolor.
Aún afectado por estos pensamientos, me apercibo del tallo verde y algo marchito
que sobresale de entre las hojas de una novelita de historias que el chiquillo ni siquiera
ha abierto en todo este tiempo, y estiro de él con curiosidad. Aunque me pincha, la
impresión me ha dejado tan sorprendido que no puedo evitar quedarme mirando la seca
rosa aplastada con sorpresa. Yo se la regalé a mi cachorr… a mi víctima. La ha
conservado, y eso que simplemente se la di como un tonto detalle improvisado.
- Señor. Barón Kalarel…- me llega el ruego del grumete atado. – No lo hagáis. Él os
quiere de verdad.
Lanzo la rosa contra el muchacho en un impulso lleno de ira y le recrimino. -¡Qué
sabrás tú!. Él quería a Kalarel, al Barón altonato noble y pomposo… y yo no soy nada de
eso. En realidad nunca me ha querido a mí, así que no digas estupideces y cállate la boca,
si no quieres que te corte la lengua.
Apenas me reconozco de tan nervioso que me he puesto, y termino de meter las
provisiones en las mochilas con movimientos enérgicos y violentos.
- Yo… yo no sé quién sois vos, o lo que sois, o lo que pretendéis... Pero hace días que
Anduin sabe que sois vos un elfo de sangre y os ha defendido en todo momento.
Apretando los dientes, me acerco al chico en dos zancadas y le cojo con una mano
de la garganta y con otra de los huevos, apretando con ambas en una nada sutil muestra
del dolor que puedo causarle.
– Mientes.- Le espeto mirándole a los ojos. – Harías lo que fuera, dirías lo que fuera
con tal de salvarte y salvar a tu príncipe.
Está aterrado; suda, tiembla, está pálido como la nieve, pero algo le impulsa a
desafiarme y continuar. – No. Desde la cena del miércoles teníais los ojos como ahora.
Nos hizo prometer que…
-¡Calla!.- Le grito apretando más para que se calle, y veo por el rabillo del ojo como
su hermano se asoma tímidamente por la escotilla a tenor de mis exabruptos. – No quiero
saberlo, ¿me oyes?. Guárdate tus estupideces para ti; yo haré lo que deba hacer.
Le suelto con un empujón que hace que se golpee la nuca contra la pared de detrás;
estoy seguro que le ha dolido mucho, pero aún murmura flojito, mirando al suelo. – Os
quiere, sin importarle lo que seáis.
Sin aguantar más, le vuelvo a coger de la garganta y le levanto; me coloco detrás de
él y le empujo hasta las escalerillas para subir a cubierta, a donde ascendemos despacito
y sin dejar de vigilar la posición del resto de chusma humana. Anduin sigue inconsciente,
atado de pies y manos, tumbado sobre unos cojines.
- 99 -
El hermano de este grumete está jalando las velas poco a poco, pues ya llegamos al
fin de la travesía y tenemos que aminorar.
Tras cortar sus ligaduras para permitirle trabajar, empujo al metomentodo rehén
contra uno de los sillones. - Ni una palabra más.- les advierto con un brillo peligroso en
los ojos que no osan desobedecer.
***
Mientras remo en la barca que nos transporta desde el Sonrisa hacia la playa de la
bahía de Masón, me fijo en que el barco que tan gratos días me ha regalado leva anclas y
parte hacia lontananza. No tengo ni idea de si querrán hablar con las autoridades de
Ventormenta de lo que ha sucedido, o si su miedo por haber sido cómplices (después de
todo, han ayudado al príncipe a huir de su reino) les detendrá… pero lo cierto es que ya
me da igual. El Barón Kalarel Amanecer ha muerto, tanto en la realidad como en las
mentes de aquellos a quienes más me importaba engañar, y el heredero estará en poder
de las Sombras Titilantes en pocos minutos. Mi trabajo habrá acabado.
A propósito del Barón descubierto… fue bastante gratificante saber que Varian
Wrynn había adivinado que yo era un sin'dorei (aún no sé cómo lo hizo) y llegar a tomar
un té con él. Quedará para siempre entre mis más divertidas anécdotas el haber drogado
al mismísimo León, y haberle visto balbucear y amenazarme mientras se desmayaba.
Bueno, eso sin contar con que he raptado a su hijo y me lo he follado todo lo que he
querido.
Suelto una carcajada de maligno placer, pero en ese momento Anduin abre los ojos
en el suelo de la barca y noto cómo me ruborizo. ¿Qué diablos me pasa?. ¿Aún quedan
restos de Kalarel en mí?. Escupo al mar esperando expulsarle junto a la saliva y hablo con
el chaval.
- ¿Qué tal?. Un poco mareadete, ¿verdad, pequeñín?.
Mira alrededor y tarda unos segundos en darse cuenta de cómo ha cambiado la
situación; pero es listo, sé que enseguida lo entiende.
- ¿Kalarel?. ¿Adónde vamos?. ¿Porqué estoy atado?.
Río cruelmente y le empujo un poco en el hombro con la punta de mi bota, para
mostrarle mi desprecio, pues veo en sus ojos que está esperando el momento en el que le
diré que todo es una broma o un malentendido.
Tengo que romper su corazón para que desaparezca esa estúpida mirada llena de
confianza por mí cuanto antes, y así dejará de dolerme. Repliego los remos a una posición
segura y me arrodillo para quedar a su altura. – Escucha bien, Anduincete: Kalarel no
existe. Me llamo Kithaen, y te he seducido para raptarte de la manera más fácil desde el
inexpugnable castillo de tu papaíto.
- 100 -
El poco humor que quedaba en su rostro se desvanece en meros segundos al
comprender mis palabras. “¡Eso es!, niñato cabrón. Desengáñate ya y déjame vivir
tranquilo de nuevo.” – Todo ha sido mentira. Te he follado por mero placer, y te he traído
hasta tu perdición ayudado por ti mismo. Supongo que ahora estarás pensando que eres
un idiota por haberme creído, ¿verdad?.- Rompo a reír, y veo como sus ojos se empañan
de lágrimas; perfecto, el enlace que ataba su corazón al mío se agrieta y se va a destruir.
– Sé buen chico y no me des problemas. Después de unos minutos no volveremos a vernos
nunca.
- Adónde me llevas.- Me pregunta seriamente, con unas ojeras tan marcadas que le
dan a su faz un aspecto de tristeza absoluta.
- Esa costa de ahí detrás es la Bahía de Masón, hacia donde te ha traído el Sonrisa
todo este tiempo.
Llega un poco de oleaje y la barca se bambolea. Como él tiene las manos atadas no
consigue estabilizarse y cae hacia atrás, golpeándose en la espalda con el banco de popa.
Tras una queja instintiva, me mira de nuevo con esos ojos apenados y susurra: – No
necesitas atarme para que no escape. Si tú no me quieres, si me abandonas, entonces me
dejaré matar.
Río divertido. - ¿De verdad esperas que me crea esa falacia?. Anda, cállate.
Se encoje de hombros y me demanda: - Para qué me has traído aquí.
Está preguntón el chico, ¿verdad?. Pero bueno, estoy de buen humor: voy a cumplir
con el trabajo mejor pagado al que me he enfrentado (aunque no ha sido el más difícil), y
me voy a librar para siempre de la hedionda presencia de este humano tan cansino.
– En aquel embarcadero que ves a mi espalda, hay unos amigos míos muy maaalos
muy malos que quieren conocerte. El lugar al que te conduzcan ellos, ya no es asunto mío.
- Qué me vais a hacer.- ¿Importa si se lo digo?. Qué más da ya. Me encojo de
hombros y le contesto: - Yo solo voy a entregarte a un intermediario. No te pasará nada
durante un tiempo. Luego ese grupo de gente que ha pagado para echarte el guante
decidirá cómo conviene usarte.
Con algo de dificultad, se yergue y mira hacia el horizonte, vislumbrando aún el
barco que se aleja.
- ¿Qué ha pasado con Jakier y los gemelos?.
Está sufriendo al pensar que puedo haberles hecho algo malo y me muerdo los labios
al notar que su malestar aún me importa. Me daría de bofetadas si no fuera porque no
quiero que él vea mi debilidad, una debilidad que pienso eliminar en cuanto tenga unos
instantes de meditación a solas.
- 101 -
– Tranquilo, están bien. Has sido un buen rehén, y saben que podrías hacerte daño si
ellos se acercan.- Puesto que se queda en silencio mirando al Sonrisa, continúo entre
remada y remada. – Supongo que vuelven a Ventormenta, pero no lo puedo asegurar.
- No les has matado. ¿Porqué?.- Su seriedad me afecta, pero entiendo que es
completamente normal dada la situación. Después de todos estos días, me he
acostumbrado a su preciosa sonrisa y a su alegría. Su pregunta me desconcierta un tanto.
- Les necesitaba para llegar hasta esta bahía. Es un barco demasiado grande para
que solo uno lo pilote, ¿no crees?. - Le expongo burlonamente; nos acercamos a la playa.
Pero él entrecierra los ojos al mirarme y niega con la cabeza.
– Podías haberlos matado al llegar. Es más, habría sido lo más fácil y seguro para ti.
No lo has hecho porque sabías que me dolería que lo hicieras. Les has perdonado por mí.No puedo evitar la expresión de asco que se me escapa al mirarle y escuchar esas
palabras. – He dado en el blanco, ¿verdad?.
Apenas contengo el temblar de mi labio durante un segundo hasta que consigo
dominarme. – Creo que deberías dejar de leer esas novelas románticas que tanto te
gustan, y así dejarías de imaginarte fantasías sin sentido.- Hablo con calma mientras
busco en mi mochila y saco un pañuelo rojizo con la enseña del fénix en dorado. Es un
pañuelo personal mío y lamentaré perderlo de vista, pero no quiero oír ni una palabra más
de su boca: me acerco a él con el pañuelo extendido ante mí.
Conforme ve lo que pienso hacer con la tela, abre mucho los ojos y aprovecha los
segundos que le quedan hasta que formo la mordaza: – Tú no eres así. Te llames Kalarel o
Kithaen, eres el elfo del que me he enamorado, y sé que tú también me quieres. ¡Lo he
visto en tus ojos!, no podrás negármelo nunca. – Coloco el pañuelo y comienzo a anudar
tras su nuca, pero se las ingenia para decir: - Yo creo en ti.
Debido a los pinchazos de sus palabras, creo que aprieto demasiado el nudo, pero
me da igual. Más le vale acostumbrarse pronto al dolor, pues no lo va a tener fácil.
Por fin se ha callado, y consigo que los últimos minutos de remar hasta la playa sean
tranquilos; intento concentrarme en el esfuerzo físico de mover el bote mientras
observo el anaranjado sol ponerse sobre el mar, y antes de darme cuenta la barca está
varada sobre la arena.
- ¡Dichosos los ojos, cariño!.- me aclama una conocida voz femenina en thalassiano. –
Me gusta mucho este souvenir que me traes de "Ventormierda".
Al volverme me encuentro con la ya conocida presencia de la única sin'dorei que me
llena de pavor: Aurora Alasol.
Si antes temía por la seguridad física y el dolor que iban a causarle a Anduin, ahora
sé que recibirá diez veces más.
– Saludos, hermanita.
- 102 -
Fin…
…de la primera parte.
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Copyright © 2012 – Ibrael
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