infalibilidad de este axioma muger de

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res que lloran cuando ven padecer: h a y
otras que lloran cuando no ven sufrir.
H a y mugeres en fin que han convertido el mundo en fecundo manantial de
disgustos y pesares; « E v a : » h a y m u g e res que han abierto á la humanidad las
doradas puertas del Cielo; « L a Virgen
María.»
Luego la m u g e r mas hermosa será
aquella que sobre sus cualidades físicas
se díslumbre un alma candida y vi r luosa, por q u e u n a muger hermosa y
sin virtud e s un ídolo de arcilla, una
figura revestida de deleznable escoria que
durante algunos efímeros momentos serán
nn fanlasma seductor, pero q u e pronto
la veremos convertida en descarnado esqueleto ofreciendo á nueslra visla u n
irisle espectáculo digno de lástima y compasión. « C o m o anillo de oro, decia S a lomón en el hocico de una cerda, e s la
muger hermosa y fatua » ( P r o v . XI, 22.)
Lo que mas nos admira é ilusiona de
la m u g e r , e s el p u l e r sencillo, e s la
castidad, no d i g i m o s siempre l a castidad de Sasana, por ser altamente m e r i tGria. ni tampoco el p u d o r que se c o n tenta con sonrojarse, ni el quo se turba
y ofende por todo; no como Clarisa que
todo lo disputaba palmo á palmo; sino
la joven q u e leyendo, por ejemplo, u a
tratado de cienci is naturales, salla quince páginas de la obra aunque tenga c u
riosidad por leerlas; Virginia que p r e fiere la muerte á la vergüenza de e s ponerse desnuda ante l o s ojos de u n
hombre, Juana de Arco que cierra e s pontáneamente los ojos « y que no viendo
piensa no ser vista » El pudor y la c a n didez son los atractivos mas irrecistibles
de la compañera del hombre; una s o n risa en una muger pura e s u n poema
de amor, una mirada, un gesto, un lazo,
una flor, hasta el silencio mismo, todo
en ella s e cambia en el m a s perfecto
H a y mugeres c u y a boca es mas pura
telégrafo y en el mas seguro mensagero;
que el beso amoroso que se dá el dia y
pero cuando d e el corazón de l a muger
la noche en el seno infinito del espacio:
se posesiona el orgidlo, á manera q u e
h a y mugeres que s n boca es un cráter
los gases s e disfimden en la atmósfera
en ignición, c u y a lava ardiente e n v u e l se evapora su razón, el corazón y hasti
v e enlre sus ruinas los vínculos m a s
la virtud misma: nada m a s encantador
sagrados de pudor, dignidad y virtud.
que u n a m u g e r piira, sencilla y m o H a y mugeres cuyo aliento es m a s desta.
aromoso q u e el perfume de las flores:
M. CASADO.
h a y otras q u e e s mas detereo q u e el
ácido sulfuroso que s e desprende por l a
combustión dei azufre.
CANTARES.
H a y mugeres que su corazón es m a s
tierno que el del niño: h a y otras q u e es
m a s duro que el diamante, Fulvia CleoEn frágil baso encerré
patra
H a y mugeres que son el catoda
la ventura mía,
riñoso lazo d é l a familia; h a y otras q u e
el viento de la inconstancia
obran cual reactivo químico separando
me le quebró al otro día.
elemento por elemento.
H a y mugeres c u y a sensibilidad es mas
Tienes rostro de azucena
esquisita que la del mercurio por la acy el pecho como la nácar,
ción del calórico, difundiendo la caridad
¿porqué
en tan blanca vivienda
enlre el indigente: h a y otras mis r e encierras tan negra el almaf
fractarias que el platino, llevando la des-.
íruccioD por todas p a r t e s . — H a y m u g e infalibilidad de este a x i o m a m u g e r d e fectuosa e s toda aquella cuyos fenómenos, así físicos como morales, no coecsisten en l a mas completa armonía, formando ese ser perfectísímo suficiente á
llenar el alto grado y sagrada misión
á que l e destinara el dedo Omnipotente
de Dios.
Figuraos uno de esos tipos c u y a s i n gular belleza física ha herido el corazón
de cien poetas y h a inspirado el genio
de otros tantos pintores, una de esas mugeres de piel blanca ó sonrosada, dulce y
delicada hasta el infinito, de facciones
admirablemente contornadas, de ojos azules como el cielo, de cabellos rubios que
formando bucles de finísimo oro s e e s tienden por sus espaldas, de labios de
rosa ó de carmín despidiendo un acento
ían dulce y tan suave como el perfume
d e s u mágico aliento, de u n a sonrisa
lan encantadora que formando dos plieg u e s tan inmutables como divinos parece encerrar l a boca entre dos paréntesis,
de un talle tan elástico y flexible c o m o
la misma g o m a , de un aire de voluptuosidad que atrae como la electricidad n e gativa todos los cuerpos q u e s e hallan
bajo la esfera de su acción, una de esas
m u g e r e s , en fin, d e belleza irresistible
q u e puede decirse si s e m e permite la
figura, licúa nuestro corazón y nos roba
el pensamiento; si nueslra investigación no l a llevamos mas adelante, sino
a b a n z a m o s m a s , no habremos hecho otra
cosa q u e admirar la magnificencia de
tina máquina de relox por los caprichos
que ofrece la caja que le encierra: es
necesario seguir mas allá y penetrando
con el escalpelo de nuestra inteligencia,
observar los diferentes caracteres que reviste su alma, principio segurísimo de
l o que constituye m a s principalmente l a
belleza de una muger.
¿Quó me dicen esas olas
q u e se arrastran
á mis piesf
Dicen q u e mata el
olvido
¡que pronto me moriré!
Un-« to a m o »-es una existencia;
un-« te amaré »-una esperanza;
las esperanzas son h u m o
q u e el desengaño
arrebata.
En este m u n d o , bien m í o ,
dos cosas he ambicionado;
la
mirada de tus ojos,
la sonrisa de tus
labios.
Te víó la luna u n a noche
y palideció de envidia;
por eso tiene la
luna
el color de tus mejillas.
C.
ANÉCDOTA.
Un gallego á quian ia w t r a K a
carcomía la avaricia,
viajaba
por Galicia,
ocblo provincia da Espafia.
Era rico y anhelaba
dar
aumento á s u
tesoro,
y, a u n q u e fuérale en desdoro,
a la
usura
se
eutregaba.
Con objeto de
lucrar
s e dirigió h una
feria,
demostrando gran
miseria
en
su
su traje y en
hablar.
Apoyábase el taimado
«n
una caña
caña
grosera,
que á sus
ojos e r a
un bolsillo m u y preciado.
Pues en ella con
y admirables
ocultó
fruto
precauciones,
muchos
de mucha
Acertaron
destreza,
k
doblones,
vileza.
pasar
unos ladrones muy
fnos^
pues si en públicos caminos
no sabían
respetar
á quien por
parecía un
su traza y mod*
caballero;
daban al pobre
dinero
y protección sobre
todo.
El gallego así que viá
á la temíbio
cuadrilla,
hincó en tierra una rodilla
y una limosna pidió.
Mostróse en tal ocasión
el jefe al ruego
propicio,
y dijo al de su servicio
—dale
un real de vellón.—.
Tomó contento cl dinero,
pero asi q u t lo contaba
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