“PISONI CARLOS CONTRA GCBA SOBRE AMPARO (ART. 14

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“PISONI CARLOS CONTRA GCBA SOBRE AMPARO (ART. 14 CCABA)”,
EXPTE: EXP 36689/0. Sala II de la Cámara en lo Contencioso Administrativo y
Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 31 de julio 2013.Y VISTOS, CONSIDERANDO:
1. Que, a fs. 566/581 vta. la Sra. Jueza de grado hizo lugar al amparo y en consecuencia,
ordenó al GCBA que se abstuviera de usar las armas Taser X26 y dejó sin efecto los
actos administrativos que se hubieran dictado tendientes a su adquisición. Impuso las
costas a la demandada vencida y reguló los honorarios de la representación letrada de la
actora -Dra. Polo- en la suma de dos mil pesos ($2.000). En cuanto a la legitimación
activa, señaló que el derecho a la vida, la integridad física y la salud comprendían tanto
la esfera individual del actor, que los reclamaba frente al Estado, a la vez que se
exhibían en su faz de integración solidaria frente a un ente colectivo. En tal sentido,
consideró que el actor pretendía resguardar sus derechos individuales pero también
como miembro del colectivo social, con el fin de peticionar la revisión de la decisión
administrativa que involucraba el planteo de autos, dado que los derechos involucrados
eran también derechos colectivos frente a un accionar estatal que podía verse como una
amenaza a la sociedad en su conjunto. Entendió, que existía un hecho único -la decisión
de adquirir para la Policía Metropolitana las armas Taser X 26- que causaba una lesión a
una pluralidad relevante de derechos individuales, y tal como lo había señalado la Corte
en el caso “Halabi”, la pretensión estaba concentrada en los efectos comunes para toda
la clase de sujetos afectados. Consideró así adecuadamente probada la legitimación del
actor. Por las mismas razones, comprobó la existencia de “caso” o “controversia”, en la
medida en que no se perseguía el control de la mera legalidad de una disposición, sino
la evaluación de la posible configuración de un daño actual o inminente, en los términos
del artículo 14 de la Constitución local. En ese sentido, evaluó que el actor pretendía
evitar la concreción del daño que atribuía a las armas Taser X26 y por eso cuestionaba
la acción de autoridad pública que en forma “inminente” estimaba que amenazaría los
derechos invocados. El “caso” estaba dado en el confronte que debía hacerse entre el
pretendido uso de las armas Taser X26 por el Gobierno, y los tratados internacionales
que el Estado Argentino había suscripto. Y, aún cuando el Gobierno consideraba que la
cuestión era abstracta por prematura, en tanto no se habían adquirido ni utilizado hasta
el momento las armas Taser, lo cierto es que las resoluciones impugnadas demostraban
la voluntad expresa de la Administración de adquirirlas. En cuanto al la idoneidad de la
vía del amparo, la magistrada señaló que las partes no se habían visto limitadas en sus
facultades probatorias, que no se requería mayor debate y que dentro del marco de la
acción, se les había permitido el despliegue de sus respectivas estrategias defensivas. En
definitiva, la vía del amparo resultaba procedente, ante la invocación de derechos que
aún no se habían vulnerado, ya que su posible afectación resultaba “inminente”, tal
como detallaba el artículo 14 de la Constitución local. Luego, analizó las características
de las armas Taser X 26, para lo que se sirvió de toda la documentación aportada a la
causa que intentaba explicar sus características técnicas. A continuación, recordó la
existencia de dos instrumentos internacionales que el Estado Argentino había suscripto
con relación al tema expuesto. Uno de ellos era la Convención contra la Tortura
adoptada por el Asamblea General de las Naciones Unidas, con jerarquía constitucional,
y la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Indicó que los
órganos de aplicación de ambos tratados habían calificado a las armas Taser X26 como
elementos de tortura, que causaban dolor, sufrimiento intenso e, inclusive, podían llevar
a la muerte; por lo que había desaconsejado su uso por los Estados Parte. Ante lo
expuesto, no cabía más que concluir que de admitirse el uso de las armas Taser X26, el
Estado Argentino incumpliría los tratados celebrados e incurriría en responsabilidad
internacional que –al menos en este aspecto- la sentencia debía evitar. Finalmente,
centró su análisis en el control de razonabilidad del medio elegido para conseguir el fin
de seguridad pública, en razón de que la cuestión a determinar radicaba en la
especificidad del daño que provenía de la utilización de las restantes armas respecto de
las Taser X26. Tras rememorar al efecto sus características, razonó que, aún “bien
utilizadas” por personal idóneo y altamente capacitado, las armas Taser X26 podían
causar la muerte o graves daños en la salud de una persona, pues ello no dependía del
arma en sí, ni de la pericia de la mano que la portase, sino de una situación previa y
anterior al estado de cosas que un agente de seguridad debía enfrentar (enfermedades
cardíacas, etc.). Frente a la ignorancia de esas cuestiones, iba a ser inevitable que se
causara un daño no previsto que podía desembocar fatalmente en la muerte de la
persona. Ello se encontraba probado –insistió- por el informe del fabricante de las armas
a fs. 51/52 y por el documento de Amnistía Internacional. Concluyó así que la
ponderación de los dos bienes jurídicos -seguridad pública y vida/salud-, debía inclinar
la balanza hacia el segundo, y determinó entonces que, las armas Taser X26 no pasaban
el test de razonabilidad, para convertirse en un medio que no resultaba proporcional a
los fines a los que debía tender.
2. Que, disconforme con lo resuelto, a fs. 582/595 vta. apeló y fundó el GCBA. En
primer lugar, cuestionó el tratamiento dado por la a quo a la falta de legitimación activa
opuesta por su parte. Sostuvo que para avalar la legitimación del accionante, la
magistrada había efectuado una interpretación amplia y dogmática del artículo 14 de la
CCABA que desnaturalizaba el sentido y fundamento de toda acción judicial, que era el
interés jurídicamente sustentable (legítimo, personal, propio y no conjetural) de quien
pretendía ejercerla, en tanto el actor no había demostrado un interés personalizado,
concreto y cierto ni había acreditado la existencia de un daño directo e inmediato sobre
sus derechos constitucionales. Reiteró que el actor no había probado que las
Resoluciones 1049/MJySGC/09 y 20/MJySGC/10 lo incidieran de forma directa o
sustancial, ni que la supuesta amenaza tuviera la inmediatez necesaria que autorizara a
reconocerle la condición de parte afectada –máxime cuando las armas Taser aún no
habían sido adquiridas-. Sobre este punto, tachó de arbitraria la sentencia cuestionada,
bajo el argumento de que la magistrada se había limitado a afirmar dogmáticamente que
se encontraban en juego intereses colectivos, mientras que el demandante no había
demostrado poseer la adecuada representatividad de los derechos de todas las personas
que se encontrasen en el ámbito de la Ciudad (como lo había indicado en la demanda).
A continuación reiteró la ausencia de caso, en la inteligencia de que sin parte legitimada
no era posible admitir la existencia de un caso constitucional. Repitió también que el
amparo no era la vía judicial más idónea para encauzar la pretensión y que la resolución
en crisis había hecho lugar a una demanda en la que no se había demostrado la lesión a
los derechos constitucionales invocados. En refuerzo a su postura, recordó la compleja
trama técnica que encerraba el objeto de la pretensión y la inexistencia de un daño cierto
actual o amenaza inminente, ya que la jueza de primera instancia había pasado por alto
que las armas eléctricas aún no habían sido adquiridas por el GCBA. Insistió asimismo
en el que la demanda no cumplía con el art. 8 de la ley 2145 y 301 del CAyT. Por otra
parte, se agravió por cuanto entendió que la Sra. jueza de grado había hecho lugar a una
acción de amparo en ausencia de una lesión actual o inminente de un derecho
constitucional -cuando aún no se habían adquirido las taser X26-. De allí pues, entendió
que la sentencia carecía de sentido fáctico-jurídico por cuanto no existía ningún daño.
Concluyó así que la sentencia resultaba ostensiblemente prematura, toda vez que le
ordenaba abstenerse de utilizar las armas Taser X26 –que no estaban en su poder-.
Indicó que no se había demostrado que las observaciones de los organismos se
sustentaran en informes científicos concretos y categóricos, sino en meras hipótesis, sin
que se indicaran en dónde y cuándo habían ocurrido los hechos tomados como datos. En
tales condiciones, manifestó que esos informes no resultaban una prueba idónea para
respaldar la pretensión amparista mientras que, conforme surgía de la nota nº 197.549
del RENAR, el dispositivo taser X26 había sido autorizado y categorizado como arma
de uso civil en el marco del artículo 5 inciso 4º del decreto 395/PEN/75 –categoría que
incluía a aquellas armas que solo producían efectos pasajeros en el organismo humano,
es decir, no letales-. Agregó que las consideraciones de la magistrada referidas al modo
en que actuaría un agente frente a una situación de resistencia a la autoridad y a la
letalidad de las armas no encontraban fundamento jurídico alguno sino que se
sustentaba en la voluntad de la sentenciante. Finalmente, apeló la imposición de costas a
su cargo y la regulación de honorarios a favor de la representación letrada de la parte
actora, por considerarla elevada.
3. Que, corrido el pertinente traslado, a fs. 597/670 contestó el memorial la parte actora
en el que solicita se confirme la sentencia, con expresa imposición de costas. Por su
parte, la Sra. fiscal ante la Cámara dictaminó a fs. 852/857. Consideró, en relación a la
falta de legitimación del actor, que los argumentos esbozados por el GCBA consistían
en una mera discrepancia con lo sostenido por la magistrada sin que se hubiera
demostrado el error o arbitrariedad de tal decisión. En cuanto a la ausencia de caso
judicial, entendió que “la invocación de una inminente vulneración de derechos
constitucionales sumado a la existencia de una decisión administrativa a la compra de
armamento aquí cuestionado, resultan suficientes para considerar que existe una
controversia judicial”. También expuso que “en cuanto a la procedencia de la vía del
amparo, destaco que para su admisibilidad no resulta necesario la existencia de una
daño concreto, sino que basta con la amenaza de tal daño se produzca, en cuyo caso la
actuación judicial tendrá un carácter preventivo …”. Por último, luego de reseñar la
protección normativa consagrada en la Constitución Nacional, en la Constitución de la
Ciudad de Buenos Aires y en las normas internacionales, respecto de los derechos a la
vida, la integridad física y la salud, estimó que la solución de la cuestión planteada en
autos requiere efectuar la evaluación de los informes producidos y pruebas aportadas
para determinar si el uso de las armas viola las normas internacionales con jerarquía
constitucional citadas.
4. Que, arribadas las actuaciones a esta instancia, tras la producción de una medida para
mejor proveer y la celebración de una audiencia entre las partes, a fs. 849 pasaron los
autos a resolver.
5. Que, en primer lugar, la trascendencia de las cuestiones debatidas en autos aconsejan
rememorar los argumentos que fueron esbozados por las partes ante la primera instancia
y que motivaron el dictado de la sentencia aquí cuestionada.
5.1. Así, es dable recordar que en autos el Sr. Carlos Pisoni, en su carácter de habitante
de la Ciudad de Buenos Aires y de miembro del Observatorio de Derechos Humanos, y
promovió acción de amparo contra el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires (en adelante, GCBA) con el objeto de que se impidiese la utilización de las armas
“no letales” Taser X26, por parte de las fuerzas de seguridad del gobierno local (Policía
Metropolitana), por considerarlas elementos de tortura. En su escrito inicial manifestó
que su planteo tenía por finalidad la protección de la vida, la integridad física y la salud
–suya y de todas las personas que se encontraran en la Ciudad de Buenos Aires- en
tanto podían ser pasibles del accionar de las fuerzas de seguridad de la Ciudad, en lo
que se refería a las llamadas “armas no letales Taser X26”, que habían sido
caracterizadas por el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas, como elementos de
tortura. Agregó, que en el ámbito internacional se había advertido acerca de la
peligrosidad que comportaba su uso sobre las personas, especialmente si padecían
enfermedades cardíacas. Señaló que a través de esta acción, intentaba resguardar el
principio de legalidad, vulnerado por el accionar de la demandada que intentaba equipar
a los agentes policiales con tales armas. También pretendía evitar situaciones de posible
encubrimiento o impunidad policial que favorecieran el uso abusivo de las armas tipo
Taser -que por sus características no dejaban marcas sobre el cuerpo-. Relató que
mediante Resolución 1049/MJYSGC/09 el GCBA había aprobado el Pliego de Bases y
Condiciones Particulares y el de Especificaciones Técnicas para la adquisición de
armamento destinado a la Policía Metropolitana, entre el que se encontraba el de baja o
nula letalidad. Luego, por Resolución 20/MJYSGC/20 la demandada había autorizado
la contratación directa para la adquisición de armas “no letales”, entre ellas, cinco
dispositivos Taser X26. Describió al taser X26, conforme surgía del sitio web de la
compañía que las fabricaba, como “un inmovilizador temporal disuasivo que utiliza un
cartucho reemplazable de nitrógeno comprimido para disparar a presión dos dardos que
quedan unidos [al arma] por dos cables conductores aislados de hasta 7,6 metros. A
continuación, el Taser X26 transmite pulsos eléctricos a través de los cables hacia el
cuerpo inmovilizando las funciones sensoriales y motoras del sistema nervioso
periférico y paralizando temporalmente a la persona. La energía puede penetrar hasta
cuatro centímetros de ropa, dos centímetros por dardo” (v. fs. 3). Apuntó que un
informe del Comité contra la Tortura de Naciones Unidas había afirmado, en el año
2007, que el uso de las armas Taser X26 provocaba dolor intenso, constituía una forma
de tortura y en algunos casos podía causar la muerte y que, en virtud del artículo 19 de
la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes, los estados parte debían considerar la posibilidad de que sus policías
abandonaran su uso, pues los efectos en el estado físico y mental de las personas contra
las se que utilizaría podrían conculcar los artículos 2 y 16 de la Convención. Agregó, en
aquella ocasión, que la Organización Amnistía Internacional también había
desaconsejado su uso. Sostuvo, además, que la utilización de estas armas por parte de la
Policía Metropolitana vulnera el principio de legalidad y razonabilidad (arts. 19 y 28 de
la Constitución Nacional), por cuanto se violaban las disposiciones contenidas en la
Convención contra la Tortura (arts. 2 y 16) y porque aprobar el uso de armas eléctricas
que habían sido cuestionadas por organismos internacionales cuando las fuerzas de
seguridad de la ciudad aún no tenían protocolos de actuación resultaba irrazonable.
Subrayó que el uso de armas Taser X26, en tanto podía resultar riesgoso para la vida de
las personas sometidas a su aplicación, vulneraba los derechos a la vida, integridad
física y salud, reconocidos en la Carta Magna, Tratados Internacionales y Constitución
de la Ciudad. Finalmente, solicitó cautelarmente la suspensión del uso de las armas
Taser X26, acompañó documental y ofreció prueba. A fs. 75/77 se hizo lugar a la
medida cautelar solicitada y se ordenó la suspensión del uso de las armas Taser X26
hasta tanto se resolviese la cuestión de fondo. Dicha medida fue apelada por el GCBA a
fs. 242/260 y esta sala, en el incidente formulado en consecuencia (“Pisoni c/ GCBA s/
otros procesos incidentales” EXP 36689/1), se pronunció confirmando la medida.
5.2. A fs. 265/272, contestó el traslado de la demanda el GCBA y solicitó su rechazo.
Tras efectuar las negativas generales y particulares de rigor, expuso los argumentos de
su defensa. En primer lugar, planteó la ausencia de legitimación activa de la parte actora
en tanto sus argumentos no demostraban que las resoluciones mencionadas en la
demanda incidieran en forma “suficientemente directa”, ni que la supuesta amenaza
poseyera inmediatez porque las armas aún no habían sido adquiridas. Agregó que los
daños invocados eran hipotéticos y conjeturales y por ello quedaban fuera del
presupuesto de actuación judicial. Tampoco podía fundarse la legitimación para
accionar en el interés general tendiente a que se cumpliera la Constitución y las leyes,
ya que admitirlo implicaría deformar las atribuciones y relaciones entre los poderes
legislativo, ejecutivo y judicial. Arguyó que tampoco se había demostrado que el actor
poseyera una adecuada representatividad de los derechos de incidencia colectiva. Como
corolario de la ausencia de legitimación planteó la ausencia de caso judicial. A
continuación cuestionó al amparo como la vía judicial más idónea para encausar la
pretensión. Posteriormente, manifestó que la demanda no cumplía con los requisitos
previstos en el artículo 8º de la ley 2145 ni del artículo 301 del CCAyT en tanto la
consideró genérica y dogmática, sustentada en especulaciones teóricas y razonamientos
subjetivos carentes de sustento probatorio. En ese contexto, se refirió a informes del
RENAR que daban cuenta de la caracterización de las armas Taser para uso civil .
Reiteró la ausencia de lesión cierta, actual o inminente ya que las Taser X26 aún no
habían sido adquiridas. Por último, se refirió a la ausencia de actos manifiestamente
ilegítimos. Al respecto, explicó que la seguridad pública era un deber propio e
irrenunciable del Estado y que la determinación del medio adecuado para la prosecución
de los fines que el estado debía custodiar resultaba competencia inexcusable de las
autoridades constitucionalmente investidas de tal función. En esta tesitura, señaló que el
actor no impugnaba la legitimidad de un acto administrativo sino más bien su
oportunidad, mérito o conveniencia.
6. Que, sentado lo anterior, cabe apuntar que los jueces no están obligados a
pronunciarse sobre todos los argumentos esgrimidos por las partes, ni a hacer referencia
a la totalidad de las pruebas producidas, bastando que valoren las que sean
“conducentes” para la correcta composición del litigio (conf. C.S., Fallos: 272:225;
274:486; 276:132 y 287:230 entre otros).
7. Que cuestionada la legitimación del actor, debe recordarse, que el objeto de la
presente acción es que se impida la utilización de las armas denominadas Taser, por
parte de las fuerzas de seguridad del GCBA, con fundamento en que éstas constituyen
elementos de tortura y vulneran derechos constitucionales a la vida, la integridad física
y la salud. En pocas palabras, el actor no sólo articula la acción invocando su condición
de habitante en pos de la protección de sus derechos sino, además, respecto de los de
todas las personas que se encuentren en la Ciudad de Buenos Aires y puedan resultar
pasibles del accionar de las fuerzas de seguridad, mediante el empleo de las referidas
armas “Taser”. En tal sentido, es dable destacar que la doctrina y la jurisprudencia han
venido ensayando definiciones diversas sobre el concepto de derecho de incidencia
colectiva. Sin embargo, las fórmulas teóricas -en ciertas ocasiones- se relativizan
cuando se acude, para resolver un conflicto jurídico, al plano de lo concreto. No se trata
-simplemente- de partir de ideas abtractas para resolver un caso de derecho, sino de un
fenómeno más complejo, que parte -en simultáneo- de la hermenéutica de la norma
(plano teórico) y de las circunstancias fácticas (plano concreto), y, con ello, se procura
llegar a una solución jurídica que, a criterio de quien decide, sea justa y proporcionada.
En este orden de ideas, el derecho colectivo es aquél que trasciende lo individual y
repercute en un plano mayor, como ser social. Sin embargo, existen circunstancias que
plantean dudas sobre qué es lo individual, lo pluri-individual y lo colectivo. No
obstante, en el plano local algunos de esos interrogantes carecen de trascendencia
práctica, ya que nuestra Constitución lo resuelve en favor de una legitimación colectiva
amplia, que -en ciertos supuestos- se torna una acción popular. En este último sentido,
se puede mencionar, a título ejemplificativo, las cuestiones relacionadas con la
discriminación, donde la legitimación se concedió a cualquier habitante. Así, es útil
recordar que este Tribunal -en lo relativo al cupo del 5 % con personas con necesidades
especiales en la planta de empleados públicos- reconoció legitimación a quien sin serlo
invocó, simplemente, el título de habitante (esta Sala, in re “Barila”, sentencia de fecha
5/2/2007). Es así como el perfil de las instituciones porteñas no puede ser definido por
conceptos extraños a su realidad institucional. En autos, en pocas palabras, la materia
que -en definitiva- se debate, se relaciona con la afectación de los derechos
fundamentales a la vida, la integridad física y la salud de la población, cuyo carácter
colectivo no es discutible. No puede soslayarse, además, que la Constitución de la
Ciudad prevé expresamente que el Estado tiene el deber propio e irrenunciable de
ofrecer seguridad pública, promoviendo la participación comunitaria en el desarrollo de
estrategias y políticas multidisciplinarias de prevención del delito y la violencia (confr.
art. 34 CCABA) –el destacado nos pertenece-. Huelga señalar que la propia literalidad
del artículo 14 CCABA, como también su finalidad teleológica, excluyen el
temperamento propiciado por el recurrente. En rigor, textualmente la norma en análisis
establece que “[e]stán legitimados [se refiere a la acción de amparo] para interponerla
cualquier habitante [...] cuando la acción se ejerza contra alguna forma de
discriminación, o en los casos en que se vean afectados derechos o intereses colectivos
...”. Por tanto, la lacónica argumentación del GCBA no logra desvirtuar la decisión
puesta en crisis, en tanto se apoya en los razonables y explícitos alcances del precepto
constitucional referido. Lo expuesto es suficiente, por ende, para reconocer legitimación
al actor en carácter de habitante, resultando sobreabundante analizar lo relativo a la
legitimación a título personal.
8. Que, atento haber constituido una expresa defensa deducida por el GCBA,
corresponde expedirse respecto de la cuestión atinente a la aptitud de la vía procesal
escogida. Sobre este punto, corresponde señalar que, conforme lo establecido por los
arts. 43 CN y 14 CCABA la acción de amparo procede contra todo acto u omisión de
autoridades públicas o de particulares que en forma actual o inminente lesione, restrinja,
altere o amenace con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta derechos y garantía
reconocidos por la Constitución Nacional, los tratados internacionales, las leyes de la
Nación, la Constitución de la Ciudad, las leyes dictadas en su consecuencia y los
tratados interjurisdiccionales en que la Ciudad sea parte. Como lo ha declarado la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, la arbitrariedad o ilegalidad manifiesta requiere que la
lesión de los derechos o garantías reconocidos resulte del acto u omisión de la autoridad
pública en forma clara e inequívoca, sin necesidad de un largo y profundo estudio de los
hechos o de un amplio debate o prueba (Fallos: 306: 1253; 307: 747). Luego, resulta
procedente cuando la acción u omisión cuestionada reúna, en principio, los caracteres de
ilegitimidad o arbitrariedad y ocasione una lesión, restricción, alteración o amenaza de
derechos o garantías constitucionales o legales. A su vez, es preciso que se presente una
situación de urgencia que dé mérito a la tramitación de esta vía sumarísima y libre de
formalidades procesales, de modo tal que conforme a la prudente ponderación de las
circunstancias del caso se advierta que remitir el examen de la cuestión a los
procedimientos administrativos o judiciales ordinarios puede ocasionar un daño grave e
irreparable al titular del derecho presuntamente lesionado (cfr. art. 2º, ley 2145).
Precisamente por ésta última consecuencia la acción de amparo ha sido erigida como
garantía constitucional, prevista para tutelar de modo rápido y eficaz los derechos y las
garantías y en ello consiste su específica idoneidad como vía procesal. De lo dicho se
desprende que el carácter sumario del amparo está al servicio de la urgencia del caso y,
por tanto, ha sido previsto para situaciones que no admiten demora, toda vez que, en
caso contrario, no hay razón para acudir a los restantes cauces procesales que pudieran
resultar procedentes. Por lo demás, sabido es que la acción de amparo no es la única vía
apta para la salvaguarda de los derechos y garantías constitucionales o legales (esta Sala
al resolver en autos “Olivera, Fabián y otros c/ GCBA s/ amparo [art. 14 CCABA]”,
EXP 5412/0, del 13/12/02).VIA AMPARO.
9. Que, las razones expuestas en los considerandos precedentes resultan fundamento
suficiente para desechar los agravios vinculados a la falta de inmediatez necesaria o
ausencia de lesión actual que arguye la demandada so pretexto de que aún no cuenta en
su poder con las armas Taser X26. Adviértase, en tal sentido, que el dictado de las
resoluciones 1049/MJySGC/09 y 20/MJySGC/10 conllevan per se la inminente
adquisición por parte del GCBA, mediante contratación directa, de las “Taser” y el
consecuente empleo de las mismas por parte de las fuerzas de seguridad porteñas. De
allí que, el agravio esbozado por el GCBA, resulte inviable frente al claro espíritu
expuesto por el constituyente local al redactar el artículo 14 de la CCBA, arribar a una
interpretación contraria implicaría desnaturalizar a la acción de amparo al condicionarla
a la ejecución de los mentados actos administrativos y, en el caso de autos, al concreto
uso de las armas.
10. Que, en cuanto al marco normativo vinculado con la cuestión de fondo debatida
cabe recordar que los derechos a la vida, la integridad física y la salud están protegidos
tanto en la Constitución Nacional como en la de la Ciudad de Buenos Aires y en los
tratados internacionales con jerarquía constitucional (vrg.: Declaración Americana de
los Derechos del Hombre –art. 1° y 11-, Declaración Universal de Derechos Humanos art. 3°-, Convención Americana sobre Derechos Humanos -arts. 4° y 5°-, Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales -arts. 12- y Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos –art. 6°-). Así, se encuentran consagrados
en los artículos 1° y 11 de la Declaración Americana de los Derechos del Hombre;
artículo 3° de la Declaración de Derechos Humanos; 4° y 5° de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos; artículo 12 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; artículo 6° del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos; todos ellos con jerarquía constitucional, conforme el artículo 75, inc.
22 de la Constitución Nacional, y de los artículos 10 y 20 de la Constitución local. En
cuanto a la protección contra la tortura, en el artículo 5° de la Declaración Universal de
Derechos Humanos se prevé que “nadie estará sometido a torturas ni a penas o tratos
crueles, inhumanos o degradantes”. Además, en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos se determina que “toda persona tiene derecho a que se respete su
integridad física, psíquica y moral” (art. 5.1.), “nadie debe ser sometido a torturas ni a
penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será
tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano” (confr. art. 5.2.).
Cabe considerar, además, que el Estado argentino ratificó la Convención contra la
Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (ley N° 23.338) y
que, también, goza de jerarquía constitucional en virtud de lo previsto en el artículo 75,
inciso 22 de la Constitución Nacional. En su artículo 1.1. se define expresamente a la
tortura como “todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o
sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un
tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o de
intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier
tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un
funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación
suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas o dolores o
sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean
inherentes o incidentales a éstas”. En tal sentido, los Estados partes asumieron el
compromiso de adoptar todas las medidas legislativas, administrativas y judiciales o de
otra índole eficaces para impedir los actos de tortura en todo su territorio (confr. art.
2.1.), velando para que se eduque e informe sobre la prohibición de la tortura en la
formación profesional del personal encargado de ejecutarlas y de las personas que
puedan participar en la custodia, el interrogatorio o el tratamiento de cualquier persona
sometida a cualquier forma de arresto, detención o prisión (art. 10.1.). El concepto de
“tortura” también se encuentra expresamente contemplado en la Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la tortura (ratificada por la ley nacional
23.652), en los siguientes términos “todo acto realizado intencionalmente por el cual se
inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de
investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida
preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la
aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la
víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o
angustia psíquica” (art. 2). En dicho contexto normativo, los Estados deben tomar
medidas efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito de su jurisdicción,
asegurando que todos los actos de tortura y los intentos de cometerlos constituyan
delitos conforme a su derecho penal (confr. art. 6°). Además, con el fin de impedir el
empleo de la tortura, deben adoptar enfáticamente medidas en materia de adiestramiento
de las fuerzas de seguridad y de los funcionarios responsables de la custodia de las
personas privadas de su libertad, provisional o definitivamente, que lleven a cabo los
interrogatorios, detenciones o arrestos.
11. Que, reseñadas las circunstancias fácticas de la causa y el marco normativo
aplicable, es dable destacar los distintos elementos de prueba que obran en las
actuaciones.
11.1. En cuanto a las características técnicas es dable señalar que, en virtud del informe
suscripto por un funcionario de la Policía Metropolitana, obrante a fs. 88/95, la “Taser
X-26” es un dispositivo de incapacitación neuromuscular que “en ningún caso sustituye
las armas letales sino que aporta una opción efectiva para graduar el uso de la fuerza en
operaciones policiales complejas, aportando un mayor rango de posibilidades de
respuesta y actuación evitando llegar al empleo de la fuerza letal” (confr. fs. 93). El
informe señala, además, en relación a las heridas ocasionadas por el impacto que, “bien
empleado el sistema, se minimizan los riesgos de heridas de magnitud ya que … sólo
deja una leve marca sin sangrado abundante, ni daños permanentes, el diámetro del
orificio se corresponde con el de la punta del dardo, la que penetra a unos 4 mm en el
dardo más corto y entre 6 y 8 mm como máximo en el caso del dardo más largo, el
dardo es fácilmente extraíble por el personal interventor con mínimas medidas de
profilaxis para evitar el contacto con el dardo … Se registraron pequeñas marcas de
perforación de los dardos, con mínimo sangrado … Se registraron pequeñas marcas de
quemaduras con el cartucho de demostración” (fs. 92). Además, a fs. 96/122, se
encuentra glosado un informe de la empresa Taser International en el que se indica que
“el dispositivo funciona transmitiendo una descarga eléctrica de alto voltaje y bajo
amperaje, mediante generación de pulsos de la misma frecuencia y tipo que los del
cerebro … haciendo que el sujeto caiga al suelo provocando contracciones musculares
incontroladas, sin perder la conciencia, pudiendo escuchar y acatar las órdenes
policiales … (sin afectar el ritmo cardíaco o la presión arterial), con la intención de
incapacitar de una forma segura a sujetos peligrosos … El mecanismo de
funcionamiento … incluye una fuente de poder en forma de pila digital de litio de larga
vida, que alimenta tanto al mecanismo de inducción eléctrica, que… libera dos
pequeños dardos de aluminio con puntas de fijación (tipo arpón) unidos al cuerpo del
arma mediante hilos electro conductores. Los proyectiles viajan a una velocidad de 50
metros por segundo y tienen un alcance máximo de 11 metros… una vez alcanzado el
objetivo, el dispositivo envía por los cables una descarga de 50 mil voltios durante un
máximo de 5 segundos… esto ocasiona la pérdida del control muscular en el cuerpo de
la persona que fue apuntada, y en consecuencia, su caída, sin llegar a la pérdida del
conocimiento y sin penetrar el cuerpo del blanco” (fs. 98/99). Afirmando, a fs. 102, que
“las ondas Taser no causan: paro cardíaco, ni daño a personas con marcapasos… lesión
en el tejido nervioso, quemaduras (ocasionalmente puede dejar marcas del dardo si este
entra en contacto con la piel, electrocución… inflamación… no existen informes sobre
muertes causados por aplicación directa del dispositivo Taser…, defecación o
micción…”.
11.2. A fs. 158/159, obra la autorización de importación del Registro Nacional de
Armas (RENAR) calificando al material –descripto a fs. 159- como “armas de uso civil
y uso civil condicional”.
11.3. A fs. 541/542, ante el pedido de un informe académico sobre las eventuales
consecuencias que pudiere provocar en el cuerpo humano el uso del arma “Taser”,
teniendo en cuenta los antecedentes que pudieren colectarse a nivel internacional y
nacional, la Cátedra de Medicina legal y deontología médica de la Facultad de Medicina
de la UBA señaló que “… no realiza peritajes ya que su única actividad es la docencia”.
Ante un nuevo requerimiento efectuado por esta Sala (confr. fs. 623/vta.), se reiteró
idéntica respuesta a fs. 692/693 y, a fs. 694, la Cátedra de Toxicología informó “que lo
solicitado no guarda ninguna incumbencia con la asignatura”.
11.4. De la audiencia celebrada ante este tribunal (confr. copia certificada a fs.
620/621vta.) es dable recordar que consultado el Sr. Jefe de la Policía Metropolitana
acerca de la existencia de otras armas no letales que pueden ser utilizadas por la fuerza,
contestó afirmativamente que pueden emplearse “gas pimienta, balas de goma, otra que
tira una goma plástica” (confr. fs. 621). El titular de la mentada fuerza de seguridad
afirmó, además, que “A diferencia del resto de las defensas eléctricas y de cualquier otra
arma no-letal, la ´Taser X 26´ tiene mecanismos adecuados para realizar un seguimiento
de todo aquello que con su utilización acontece, y auditar así un uso adecuado del arma”
(confr. fs. 629).
11.5. En virtud de la medida dispuesta por la sala (confr. fs. 623/vta.), por medio de la
cual se solicitó al Ministerio de Seguridad de la Nación información sobre el uso, por
parte de las fuerzas de seguridad nacionales, del dispositivo de marras, se respondió
que: a) la Policía de Seguridad Aeroportuaria “… no cuentan con el armamento Taser X
26 y posee solo una (1) única pistola Air Taser adquirida por la ex Policía Aeronáutica
Nacional, cuyo uso ha sido prohibido desde el año 2005. Asimismo, dicho armamento
se encuentra en custodia y sin Protocolo de uso por cuanto no es posible describir las
experiencias adquiridas con el mismo”; además, remitió copia de un comunicado de
prensa emitido por la institución en el año 2009 en el que se manifestó expresamente
que: “La Policía de Seguridad Aeroportuaria no está de acuerdo con el uso de armas de
electrochoque (como por ejemplo las de marca TASER). Esta es una postura
institucional… Los principios básicos de actuación que fundamentan la posición de la
PSA en relación al tema son: Actuar teniendo en miras el pleno e irrestricto respeto por
los derechos humanos, en especial el derecho a la vida, a la libertad, a la integridad y
dignidad de las personas, sin que ningún tipo de emergencia u orden de un superior
pueda justificar el sometimiento a torturas u otros tratos crueles inhumanos o
degradantes. Asegurar la plena protección de la integridad física y moral de las personas
bajo su cuidado y custodia” (confr. fs. 641). b) la Prefectura Naval Argentina “no utiliza
ni posee en sus inventarios ´Armas Taser X26´ y consecuentemente, se carece de
experiencia de uso y/o protocolos de actuación general” (confr. fs. 643). c) A fs. 644, se
indicó que “el arma mencionada no ha sido ni es actualmente de uso en el ámbito de
Gendarmería Nacional Argentina, no integrando en consecuencia la dotación de
armamento con que cuenta la Fuerza, motivo por el cual no se cuenta con
antecedentes…”.
11.6. La Legislatura local, a fs. 647/670, remitió copia de las versiones taquigráficas de
la Comisión de Seguridad y de la Comisión Investigadora, celebradas en el año 2010.
En la versión taquigráfica de la sesión de la Comisión de Seguridad, realizada con fecha
23 de abril de 2010, consta que el legislador Nenna manifestó que “El Comité contra la
Tortura de Naciones Unidas dictaminó que este tipo de armas constituye una forma de
tortura. Por lo tanto, creemos que la utilización de las Taser sigue siendo una flagrante
violación de la Constitución Nacional y de la Ciudad por parte de la Policía
Metropolitana” (confr. fs. 667vta.). En respuesta a los requerimientos formulados por
los señores legisladores, el Sr. Jefe de la Policía Metropolitana afirmó, entre otros
aspectos, que “La idea es no generalizar el uso de este arma a todo el personal policial,
sino que la utilice el personal más capacitado, preparado y calificado de la Policía. Es la
DOEM, la División de Operaciones Especiales Metropolitanas… no se puede usar en
todos los casos… debe haber una alto grado de capacitación y se tiene que utilizar
solamente en los casos en los que haya terceros involucrados y personas inocentes
puedan ser heridas. Por otro lado hicimos un protocolo bastante exhaustivo” (confr. fs.
666/vta. y 668vta.) –el destacado nos pertenece-. Además, en relación a Amnistía
Internacional, el Jefe policial afirmó que “Les hemos explicado el protocolo, y se lo
hemos dado. En un informe de la Unión Europea… hace dos años, la propia Amnistía
Internacional reconoció que podían darse situaciones en las que al uso de las armas
Taser, modo de disparos de dardos, resulte ser la alternativa preferible al uso de la
fuerza letal, a fin de salvar vidas… Las armas Taser pueden emplearse en dichas
situaciones, cuando otras medidas menos extremas resulten ineficaces. Esto fue dicho
por los propios organismos de Derechos Humanos” (confr. fs. 666/vta.).
11.7. A fs. 678, obra un informe suscripto por el Director General Administrativo y
Legal de la Policía Metropolitana, con fecha 17 de enero de 2011, en el que se deja
constancia que “…no se ha trabajado en un proyecto de protocolo de actuación general
para el uso del dispositivo Taser X26 en virtud de encontrarse vigente a la fecha una
medida judicial precautoria que impide el uso de tales dispositivos por parte de la
Policía Metropolitana”.
11.8. La demandada, a fs. 708/710, acompañó en autos una nota suscripta por el director
de la empresa Buccello y Asociados S.A. en el que se señalan los usuarios de los
productos Taser en el país: Policía de las Provincias de Mendoza, Corrientes, Córdoba y
Buenos Aires, además de Gendarmería Nacional y Policía de Aeropuertos –Fuerza
Área-.
11.9. Amnistía Internacional Argentina, remitió diversos informes publicados por el
organismo (confr. fs.749/847), de ellos resulta: - “A Amnistía Internacional le preocupa
el potencial letal de las pistolas Taser y de otros dispositivos similares, especialmente
cuando se utilizan en personas vulnerables, como por ejemplo personas que sufren
dolencias cardíacas o que se encuentran bajo los efectos de drogas estimulantes. Sin
embargo, se han dado también casos de personas que, al parecer, gozaban de buena
salud y que no habían tomado drogas que han muerto tras sufrir descargas” (confr. fs.
814vta.). - “Según informes, desde 2001 más de 330 personas han muerto en Estados
Unidos tras haber sufrido descargas de pistolas Taser de la policía. En la mayoría de los
casos los forenses han atribuido la muerte a otras causas, como sobredosis de droga o
problemas de salud. Sin embargo, en más de 40 casos han señalado la pistola Taser
como causa directa o uno de los factores causantes de la muerte” (confr. fs. 814vta.). “Las pistolas Taser son instrumentos paralizantes con capacidad de infligir dolor y
susceptibles, por sus características inherentes, de ser fácilmente utilizadas de forma
abusiva… Por ello, Amnistía Internacional ha venido reclamando la suspensión de su
empleo a la espera de una investigación a cargo de expertos independientes de intereses
comerciales y políticos relacionados con la promoción de este material” (confr. fs.
819/820). - “…no es responsable por parte de un Estado permitir su utilización, y menos
aún permitir la extensión de su uso, mientras no se lleve a cabo una investigación
rigurosa e independiente que permita asegurar que no se ponen en riesgo el derecho a no
ser privado arbitrariamente de la vida, el derecho a la integridad y seguridad personal y
el derecho a la salud, y que la prohibición de tortura o malos tratos, así como los
estándares internacionales en materia de uso de la fuerza por parte de funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley, se harán valer” (confr. fs. 822). -“El uso de armas
tipo Taser suscita varios motivos de preocupación en relación con la protección de los
derechos humanos. La experiencia ha demostrado que en numerosos casos el uso de este
tipo de armas ha infrigido las normas internacionales sobre el uso de la fuerza, así como
la prohibición del uso de la tortura y de otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes” (confr. fs. 823vta.). -“Cuando los organismos encargados de hacer cumplir
la ley se niegan a suspender el uso de armas Taser, Amnistía Internacional recomienda
al menos: …incluir la prohibición de usar armas Taser contra los siguientes grupos,
salvo como último recurso: mujeres embarazadas, ancianos, menores, personas con
trastornos emocionales, discapacitados psíquicos o físicos, personas en situaciones de
vulnerabilidad, personas bajos efectos de drogas” (confr. fs. 824vta.). -“Amnistía
Internacional pide a España y al resto de los Estados miembros mayor firmeza en sus
esfuerzos por prevenir la tortura y suspendan el uso y las transferencias de dispositivos
paralizantes de electrochoque, independientemente de su voltaje, hasta que no se lleven
a cabo investigaciones imparciales y rigurosas que demuestren su inocuidad para las
personas. Igualmente, Amnistía Internacional aconseja que se investigue la posible
comercialización ilegal de este tipo de productos en España” (confr. fs. 833). -“Las
pistolas tipo Taser son armas de mano paralizantes que disparan dos dardos, unidos al
arma por cables, contra un blanco a una distancia de hasta seis metros y medio, y causan
la incapacitación inmediata al aplicar una descarga de 50.000 voltios durante cinco
segundos. Estas armas también pueden utilizarse como armas paralizantes de ´contacto´,
aplicándolas directamente contra el cuerpo…” (confr. fs. 843). -Se detallan trece casos
de muertes en Estados Unidos en las que los forenses citaron el uso de armas Taser
como causa o factor concurrente, ocurridos desde octubre de 2004 hasta marzo de 2006
(confr. fs. 845/846vta.).
12. Que, además, cabe destacar que el Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas
expresó, en relación a las fuerzas policiales de Canadá, que “habida cuenta de las
consecuencias letales y peligrosas de las armas de descarga eléctrica para el estado
físico y mental de las personas a que van dirigidas, lo que puede violar los artículos 2 y
16 de la Convención, el Comité recomienda que el Estado parte se asegure de que tales
armas se usen exclusivamente en situaciones extremas y límite. El Estado parte debería
revisar las reglas que rigen el uso de esas armas, entre ellas las directrices nacionales, a
fin de establecer un umbral de uso elevado y adoptar un marco legislativo por el que se
rijan el ensayo de todas las armas empleadas por las fuerzas del orden y la aprobación
de su uso. Además, el Estado parte debería considerar la posibilidad de dejar de utilizar
las armas de descarga eléctrica llamadas ´taser´” -CAT/C/CAN/CO/6, para. 21 (Canada
2012). http://www2.ohchr.org/english/bodies/cat/docs/CAT.C.CAN.CO.6_sp.doc-. En
igual sentido, se pronunció en relación a España, al señalar “El Estado Parte debe
considerar la posibilidad de abandonar el uso de armas eléctricas “Taser” por parte de
las policías locales, pues sus efectos en el estado físico y mental de las personas contra
las que se utilizarían podrían conculcar los artículos 2 y 16 de la Convención” -
CAT/C/ESP/CO/5,
para.
27
(Spain
2009),
http://www2.ohchr.org/english/bodies/treaty/CD_Concl_Obs_2009/CAT/43rd/CAT-CESP-CO-5(s).doc -.
13. Que, efectuado el desarrollo del marco normativo que resulta aplicable al caso de
autos y las pruebas que sustentan las circunstancias fácticas comprometidas,
corresponde contrastarlos con los agravios expresados por la parte demandada. Al
respecto, cabe considerar que el GCBA se queja, esencialmente, porque en la sentencia
de grado se tomó en consideración de manera dogmática la opinión de ciertos
organismos internacionales, aludidos por la parte actora en su pretensión, sin que tales
argumentos encuentren sustento en informes científicos concretos y categóricos. Sin
embargo, resulta manifiesto que las consideraciones esbozadas tanto por Amnistía
Internacional como por el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas no han sido
rebatidos por el GCBA, ni siquiera tras la colección de los elementos de prueba
promovidos por este tribunal a partir de la medida dispuesta a fs. 623/vta. En sus
agravios, la demandada transfiere a su contraria su propia imposibilidad de controvertir
las afirmaciones de los organismos internacionales que insisten enfáticamente sobre la
conveniencia de prohibir el uso de los dispositivos con el fin de evitar sus efectos
nocivos. No puede soslayarse que en reiteradas ocasiones aquélla pretende sustentar el
uso de los dispositivos, en el territorio de la Ciudad de Buenos Aires, en la circunstancia
de que son usados por otras fuerzas provinciales y nacionales. Sin embargo, más allá de
sus propias expresiones y de la información suministrada por la empresa
comercializadora –cuya falta de imparcialidad resulta manifiesta-, cierto es que lo
señalado las fuerzas armadas y de seguridad nacionales (consentida por ambas partes)
evidencia que no son utilizadas y que, esencialmente, se repudia expresamente su uso
(vrg.: posición de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, confr. fs. 640/642). Adviértase,
que en esta instancia la Procuración General, a fs. 708/710, acompañó la nota suscripta
por el director de la empresa Buccello y Asociados S.A. en el que se afirma el uso del
arma por parte Gendarmería Nacional y la Policía de Aeropuertos –Fuerza Área-. Sin
embargo, a fs. 640 y 644, ambas fuerzas de seguridad informaron que no las utiliza ni
cuentan con protocolos o antecedentes de su empleo. Además, a pesar de que los
distintos elementos colectados en la presente acción denotan la trascendencia que
conlleva el uso de las armas Taser, cierto es que tampoco la demandada pudo demostrar
haber realizado los protocolos de uso a los que hizo alusión el Sr. Jefe de la Policía
Metropolitana en el ámbito de la Legislatura local, como así también en la audiencia
celebrada ante esta instancia (confr. fs. 620vta.; y considerando 11.6. y 11.7.
precedentes). La falta de argumentación aludida no puede considerarse superada por la
sola circunstancia de que el RENAR autorizó la importación de los dispositivos,
calificándolos de armas de uso civil y uso civil condicional (confr. fs. 158/159). La
Ciudad Autónoma de Buenos Aires no debe soslayar, so pretexto del uso de las Taser
por parte de ciertos países, los expresos mandatos constitucionales y las
recomendaciones efectuadas por los Naciones Unidas y Amnistía Internacional, en
cuanto consideran que dichas armas constituyen una forma de tortura que puede causar,
en ciertos casos, la muerte de las personas. En el orden local, el constituyente previó en
el artículo 34 de la CCABA, inciso 1º, que “el comportamiento del personal policial
debe responder a las reglas éticas… establecidas por la Organización de las Naciones
Unidas”. Mientras que en el último párrafo, dispuso expresamente que el “Gobierno de
la Ciudad deberá coadyuvar a la seguridad ciudadana desarrollando estrategias y
políticas multidisciplinarias de prevención del delito y la violencia, diseñando y
facilitando los canales de participación ciudadana”. Razonablemente, cabe inferir que en
un estado democrático, aún la mera sospecha de que el empleo de un arma, por parte de
las fuerzas de seguridad, pueda derivar en una acción cruel, inhumana y degradante para
la condición humana, impone extremar los medios de prueba tendientes a desvirtuarlo.
No escapa a este tribunal que la decisión adoptada no impide ni desnaturaliza el
ejercicio de las funciones de seguridad a cargo de la Policía Metropolitana, en tanto ha
sido su propio Jefe quien, en el marco de la audiencia celebrada ante esta instancia,
reconoció expresamente que cuentan con otras armas no letales que pueden ser
utilizadas por la fuerza (vrg: gas pimienta, balas de goma, goma plástica; ver copia
certificada del acta audiencia a fs. 621). El presente caso, finalmente, debe ser visto a la
luz de la compleja historia argentina, uno de cuyos trágicos aspectos ha sido la
utilización ilegítima (y extrema) de la violencia por parte del Estado. Dicha
circunstancia termina por disipar cualquier duda que pudiera surgir sobre el uso de las
armas bajo examen, receptando la visión más restrictiva que surge de los documentos
internacionales antes reseñados, que es la más apropiada desde la óptica de los derechos
humanos, tal como lo vivenciamos los argentinos como aspecto esencial de nuestra
cultura constitucional democrática. Las razones expuestas precedentemente, imponen el
rechazo de los agravios vertidos por la parte demandada y, en consecuencia, cabe
confirmar la sentencia apelada.
14. Que, finalmente, en cuanto a las costas, no existen elementos que permitan apartarse
del principio objetivo de la derrota (art. 62 del CCAyT). En virtud de las razones que
anteceden, oída la Sra. Fiscal ante la Cámara, el tribunal RESUELVE: Rechazar el
recurso de apelación interpuesto por la parte demandada y, en consecuencia, confirmar
la sentencia de primera instancia. Con costas. Regístrese, notifíquese a las partes y a la
Sra. Fiscal en su público despacho y, oportunamente, devuélvase.
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