Articulo-Trabaja Vago

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Keryn Shehito Aguirre Huanhuayo 2011
Trabaja Vago
Sobre la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, en Domingo de Ramos,
los Evangelios nos dicen y nos recuerdan la aclamación y el clamor de la gente
al verlo llegar montado en un pollino, y esa sería la misma gente que más tarde
lo traicionaría, y gritarían a viva voz: “Crucifíquenlo, Crucifíquenlo”. Han pasado
más de dos mil años y cada día se hace más evidente que la forma de vivir de
las personas no ha cambiado en nada.
Hago un énfasis en esta parte, y me pongo a reflexionar sobre lo que
paso hace unos días. Estaba sentado en un conocido restaurante de la ciudad
cuando vi acercarse a una persona humilde, vestía con ojotas, pantalón negro
un tanto sucio y una chompa de lana, el hombre de rasgos andinos, tendría
como treinta años, además de ser notorio que aun tenía fuerzas de trabajar.
Se acerco a la mesa del lado en la que había una familia, y ofreció los
caramelitos que vendía con la típica frase: “colabórame, para que mis hijitos
puedan comer”, la familia que en ese momento disfrutaba una amena
conversación se quedo callada todos lo miraron de pies a cabeza y en un
momento inesperado el hijo mayor le dijo “trabaja vago”, el hombre sin decir
más se retiro de la mesa y se acerco a la mía. Le colabore con unos pocos
céntimos que aun me quedaban. Y luego me quede vislumbrando el lento
caminar con el que se retiro.
Al volver la vista hacia la mesa de junto, reconocí a los comensales;
estos eran dueños de una empresa conocida en Huancayo, a donde día a día
infinidad de personas acuden para solicitar un puesto de trabajo, entonces se
me vino a la mente la frase de un amigo que curiosamente también había ido a
esa empresa: “No me aceptaron por falta de recomendación y no tener una
buena hoja de vida”.
Es verdad la realidad que vivimos cotidianamente, hace que
constantemente interactuemos con personas que por no tener accesibilidad a
un puesto de trabajo digno, piden limosna o trabajan en la calle vendiendo
caramelitos y nosotros juzgamos con facilidad, diciendo: “deberían de trabajar,
hay tanto trabajo”; y luego en un momento de reflexión, nos preguntamos:
Acaso ese señor, llamado vago cuando estaba trabajando, acudiera para
solicita un puesto de trabajo ¿Lo aceptarían para que trabaje en una
empresa?. Entonces, me respondo: Si a mi amigo quien tiene educación, no lo
aceptaron, imagínense cuanto más será rechazado esta persona. Hay trabajo
en el Perú, efectivamente lo hay. Pero también existe una actitud generalizada,
de desconfianza, las personas han dejado de pensarse a sí mismas como parte
de una colectividad, es decir se vive un proceso de individualización, y esto
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Keryn Shehito Aguirre Huanhuayo 2011
sumado a la falta de confianza hace que los que están en la facultad de poder
emplear, para contratar a una persona, ya sea solo de empleada domestica o
de empleado, se les exige que tengan por lo menos una carta de
recomendación o experiencia laboral, y si les faltara estos son vistos como
bichos raros y los votamos con una frase decente “no eres la persona que
buscamos”. Ahora, imaginémonos que pasaría durante el tiempo en que ese
señor adquiera experiencia o una carta de recomendación al menos, sus hijos
posiblemente ya se habrían muerto de hambre.
En realidad, el juzgar a otras personas es muy fácil, pero cuán difícil es
analizar nuestras palabras antes de decirlas. Así, como el joven que dijo con
facilidad “trabaja vago”; y no fue capaz de ayudarlo, pidiendo a su padre
oportunidad de darle empleo. Si dar limosna no está bien dentro de nuestro
juicio racional, entonces por lo menos enseñemos a trabajar al que no lo sabe.
No adoptemos la misma actitud de hipocresía que hace dos mil años
tuvieron con Jesús, aclamándolo un día y matándolo al otro, es increíble ver
que han pasado Dos mil años y aun no hemos cambiado nuestra actitud,
cuántas veces hemos aclamado a una persona y luego les dimos una puñalada
en la espalda, un amigo, un familiar, qué se yo.
Entonces reflexionemos y la próxima vez que veamos a una persona
vendiendo algo en la calle, que no nos cueste tanto darles el poco sencillo que
tengamos en el bolsillo y que no se nos haga más fácil el ser generosos, que
juzgarlos sin conocer antes la realidad que esa persona vive, día a día.
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