L A POLfTlCA EXTBRTOR D E ALFONSO 111, DE A R A G ~ N -- 441. - LA POLI'TICA EXTERIOR DE ALFONSO 111 DE ARAGQPI. ' Una nueva y muy-interesante monografia, qug forma el toino 35 d e la y a acreditada colecci6n del editor Rothschild, d e Berlín, Abhandlungen zuv Mittleren und Neuerelz Geschichte, debo d a r á conocer por acuerdo d e esta Academia. Obra del malogradoDoctor Luis KlüpEel, joven entusinsta por la historia d e nuestro pais, en el que habia residido largo tiempo, t,abajando pacientemente el1 nuestras bibliotecas y archivos, hasta el fatal momento en q u e halló tr5gica muerte en una excuvsión arqueológica por el Ampurdin, lleva por titulo Die iiussere Politilc Alfonsos 111 von Avagonien (1285-1291). EL seiior Kliipfel, empero, no se habia concretado á estudiar y narrar la historia del sucesor d e Pedro el Grande en sus relaciones con l a política internacional, sino que en sus largas investigaciones Iiabia recogido tambihn numerosas noticias sobre la palitica interior durante el mismo reinado. El fruto de este scgundo trabajo, no terminado todavía, se.ha dado en ol tomo d e referencia por via de aphndice, y es en realidad u n apunte, digno de tenerse en consideración por nuestros historiadores, sobre el movimiento interno d c 1.0s Estados d e la Corona d e Aragóii á fines dcl siglo XIlI. El libio comienza con un cuadro general d c l a politica d e este pais desde Pedro el Católico hasta l a muerte de Pedro el Grande, y este priincr capitulo es el que, por ser sinthtico, debemos presentar por entero vertido al castellano, Prescindiremos, no obstaiite, en Cste como en los restantes fragmentos que hemos traducido; de Iris numerosas nbtas y referencias bibliogrAficas que avaloran el erudito trabajo del seiior RlüpEel.' Dice así el citado capitulo, ~á modo d e introducción: *En l a nueva gran epoca d e la historia aragonesa que comienza con Pedro 11 y concluye en los campos d e batalla d e Epila, siglo y medio despues (1348), el corto, pero tormentoso, reiniido d e Alfonso 111 constituye u n episodio iiitercsante. Todo cuanto d e n u e v o 6 importante habia ocurrido, así en in eoostitucióu interna como en l a externa dcl . estado aragon8s, repercute aqui y marca su direccibn 5 l a actividad. gubernaliva; por más exiguos quc sean los resultados positivos, el reinado de Alfonso 111 no deja d e prepsr;tr, en cuanto á determinados puntos irnportirntes, el dcsarrollo posterior; y los resultados adquiridos hubieririi sido ciertamente innqores s i los fundamentos puestos por él . para u11 buen concierto con los parlidos del pais y con las potencias hasta entonces enemigas, los hubiera porlido senuir desarrollando. Es indispensable prcseiitar a q u i los factores que, y a bajo los reina- 442 : - J. JOROÁN D E U R R ~ EY S AZARA dos anteriores, parecen obrar en esto. Con ello se mostrar& que, a s i l a lucha eonstituciorial inteina como la politica exterior d e conquista, que aparecen bajo Pedro 111 completamente desembozadas, pero que tambien antes, y acaso desde muy atrás, determinaron la marcha d e Aragón, no fueron do ningún modo una particularidad del ant.iguo estado aragonbs,. sino producto d e una evoluciori exterior. Los comienzos se retrotraen al importantisimo acto por el cual, & la desapa: rición de la dinastía navarra, vino & pasar la corona dc Arng6n A l a casa condal de Barcelona; d e bI brotaron oposiciones reciprocas, que desde más d e un. punto d e vista tenian que obrar coiiio disolventes. Ante todo, e n cuanto & lo interior, Aragón adoptó frenbe á sus reyes una actitud completamente distinta que Cataluiia en su relación con los sucesores.de los antiguos margraves carolingios. Al principio bajo su propio conde, despues como parte d e Navarra, Aragón habia existido ya largo tiempo como federación d e estados antesque Kamiro, . tras lapartición d e D. Sancho en 1035, viniera & ser su rey. La eonstdnte l u c l ~ afronteriza hubo d c avivar en sus habitantes la conciencia de su poder y crear una tradición que se enlazaba con su propia grandeza, tradición de que la casa d e sus posteriores dominadores estaba excluida. Esta distaba tanto d e ser l a originaria, que antes bien tenia que desai.rollarse con fuerzas y a de antes existentes. La relación con los vasallos, si es que aqui puede emplearse esta palabra, era puramente personal y limitada 5 determinados servicios; aun bajo Jaime 1, que se consideraba como dominador por derecho divino y propio, se perciben de ello claras hucllas. El rey era el órgano indispensable que requería n n pueblo en armas para d a r unidad & su fuerza, una institución cuyo fundamento cra práctico. Aunque sea err6iieo trasladar el posterior constitucionalismo &los tiempos de la fu~~dacióii del estado aragonbs, hay en proceder asi algo d e cierto, ó sea que l a monarquía aragonesa no podia separarse de su nacionalidad, que como verdadera monarquia popular tenia que co:oiiservar l a ~ i s t afija en las leyes, no escritas, de la voluntktd del pueblo. Completamente distinto era el modo d e ser d e Barcelona. La unión al estado d e los carolingios proporcionó aqui una clase d e tradición que faltaba á Arngón. El conde se elevó d e un modo naturalcomo seiior del territorio; la afortunada expulsión d e los árabes forialeció s u posición sin que temiera el peligro que por el S u r amenazaba y ' q n e hubieran podido ojercer, como en Aragón, inBueiicia.niveladoraa Las instituciones del antiguo reino siguieron coiiservándose, especialmcnte el feudo, que pronto alcanzó mayor importancia, y que, por la multitud d e relaciones de dependencia que creó, pronto se atravcsó con el principio de la unión general d e los v a s a l l ~ s . Se puede, pues, decir en general que eii la evolnción catalana el mayor peso cae del lado de los doininadores, 6 niejor, que Bstos,en el ejercicio de su autoridad, no veían sólo una función pública, sino cl ejerciüio de un derecho . ' L A POLÍTICA EXTERIOR DI? ALFONSO 111 DE ARdG6N 443 personal, mientras eii el estado aragonés oesaba aún mncho l i voluntad de la totalidnd, no quebraiitada por ningúii privilegio. Tenía, por coirsiguientc, que ser críi.ica In situación cunndo los dos sistemas, eri cada país producto d e evolución histórica diferente, ballnron su ropresentacióii en i i n i soln pcrsonalidnd, que necesariamente tiabia de estar iiifluida por tvndiciories dc faiiiilia y por la coslumbie, resultando asi njcna á las particulnridadcs d e los vecinos. Los reyes de la casa de Xai,celona se sintieron completamente catalanes trataron de sujetar cortas las riendas del gohierno, sin observar ciertas garnntias constitucionales inipuestas por la costninbre, introdujrroii iuipuestos que cii Aragón 'no eran legales, con el fin d e abatir el ci.eciente poder de la nobleza, y sobre todo d e proporcionar al elemento catalán u n valor q u e t e n í a quo herir las susceptibilidades aragonesas. Hasta las empresas en el extranjero eraii un desbordamiento de lo catalán, do las que el interior arakonés sacaba trabajos, pero ninguna ventaja. Catalancs fuerun, pos lo :llenos cn su inayoria, los que en ellas tomaron parte y las r e a l i ~ a r o n ;cuando sc oin hablar en el extranjero d e vasallos di1 r e y d e Ai,agón, no se tvataba de aragoneseu sinn d e catalanes, á quienes el espíritu coinercial condujo hasta las mds apartadas regiono?. De ese modo se aspiraba á un gran poderío que no se fundainentabn e n intereses propiamente aragoneses. Ya D. Jaime habfa hecho plan d e inmiscuirse en los asuntos italianos; su hijo Pedro realizódespu6s, aunque en otra forma, ese proyecto con la coriquista d e Sicilia, empresa que le proporcionó gran fama, que puso el cimiento para que Aragón jugase papel director en la serie d e Ins grandes potencias d e la E d a d Media, y que, comenzada por fines dinásticos, expuso á las súbditos del Rey, coritra su voluntad, á l a invasión d e un poderoso ejercito francha y al iriterdicto del Papa. El mismo D. Pedro reconoció m i s tarde que l a guerra no era debida á graves intereses nacionales, sino sólo á personales motivos. No hay que tomar á mal que Aragón protestahe contra una. política que le oprimía por amor á extiarios intereses. que anieiinzabapu independencia y pei'judicaba tan seniiblemente la celosn conservacióii d e sus privilegios. llalo era que la dinastia catalana hubiese proporcionado iL sas nuevos sfibditos, no sólo fundados motivos dc desconlento sino medios do poder suficientes para expresar enérgicamente s u malquerencia & costa d e la autoridad real. Desde fiiies dcl siglo XII, el Eeudalisrno linbin hallado enti,ada paulntinnmentc, y pronto ericontró terreno abonado, al inismo tiempo que la t,endencia unitiva, que cnlazaba todos los intereses nacionales eii IR guerra contra los moros, iba perdieudose más y m&. Sí l a situación de In Corona no habin sido antes d e ningún modo excelente, ahora tenía querevestir formas más agudas el desconcierto. La unión que las ciudades, caballeros y barones establecieron en 1205 contra la exigencia, hasta entonces inaudita, del monedaje, ' 441 J. J O R O ~ NDE U K H ~ L ' SY A Z A R A constituye el principio del movimiento que en las lucbas d e l a niiiioria d e D. Jaime y en las de sucesión al trono recibió, corno era natural, alientos. Eu las Cortes de Egea (1265) consiguieron los barones las primeras corieesiones del Rey: sus posesiones quedaban protegidas contra los embargos reales; sus diferencias con Este debian resolverse ante el tribunal del Justicia. Cierto es que no faltó oposición h los monarcas anteriores, pero también lo es que distaba claramente de las radicales tendencias del programa d e la Unión: se referia s61o h l a resolución de intereses privados, ~ i nremontarse & la esfera politica constitucional; era la lucha contra el derecho de disponer de los ieudos, que se babia unido á la Corona desde los aiitiguos tiempos d e Aragón; I'ué al ensayo d e cambiar los honovds, sepai,ables en todo tienipo, cn feudos heredables, B lo que se opuso entoiices l a iiobleza. En el a 3 0 80, por ol contrario, se mostró l a oposición de Ins clases privilegiadas cori pretensiones, formuladas i i i ~ scla.ranieiite, 5 un derecho do compartir el gobierno del Estado; no se contentaron y a con corregir la administración, sino que trataron de arrebatar una parte del.poder ejecutivo y , sobre todo, de influir en l a direccióii de la politica exterior. Se reconoce en eso el efecto del cambio de los asuntos que se habia operado con la empresa d e Sicilia. Hasta en l a evolucióii politica d e los iridividucs que jugaron papel iinport:~nte en las luchas de la Uiiión, dcjd huellas el riiodo propio y peculinrde mandar D. Pedi.0. De l a situación d e los partidos en los decenios anteriores no se puede deducir con apetecible continuidad su posterior estado. Quedan siernpre reminiscencias, como en las lucbas por la sucesión al trono bajo D. Jaime, donde ernpezó & formarse, a l lado del inPaute D. Alfonso, que habia sido pei'judicado eii favor de su hermano meiior D. Pedro, u n grupo de patriotas arnzoneses: el sentimiento dc estirpe en Aragón, el anhelo de poner limites h la arbitraria disposición dcl Rey, y de dejar inseparables para el futuro monarca partes del territorio q u e se habiau uiiido sucesivamente, tendencias que tanibi6ii son propias del tiempo d e In Unión, se presentan y a aqui caracteristieainente. S610 que no siempre coi'responde h l a unidad d e fin la unión d e las personas, y la clara soparación entre los reformistns y sus adversarios se inuestra por primera voz en las Cortos d e Tarazona (1282) bajo la presión de la invasión iranoesa, del interdicto del Yapa y d e la actitud adversa que D. Pedro adoptb contra las representaciones dc sus súbditos aragoneses sobre la guerra por él provocada. No l u é la defsiisa ante las extralimitaciones reales contra determinadas persoiias ú cireulos sociales, siiic la conservaciún del carieter del pais aragonbs contra los poderosos vecinos catalanes, lo quc di6 eiiipuje & I n Iiicha constitucional. El inisino D. Pedro habia dado el motivo cuando, quebrantando las garantias Iradicioriales, puso cii priiuer tbriiiino la cueuti611 del derecho coristitucional, ohligo.iido k los patriotas aragoneses hknla7,arse en l a celebre Uniún para que la seguridad d e su territorio LA P O L ~ T I C A EXTERIOR DE ALFONSO 111 DE A R A G Ó N 4.15 n o se sacrificise 5 intereses dinásticos como el d c la coiiquista d e Sicilia. Sólo se podrian obleuer garantías suficientes cu;~rido los Estados pudicseii ejercer influjo positivo eii el Gobierno: B eso teiidian las principales preterisiones. ~ 1 ' ~ r i u i l e Ge?ievul ~io d e 1283 satisfieo d ello. F u e el primer ensayo d e fijar leg-almente la relacion entre el iilonarca y el pnis. La influencia d e los sucesos recientes se ma.iiiiest,aba claraiiieiite en procurar que fuese imposible para lo futuro el monospreciode la costumbre de qno D. Pedro Re habia techo culpable. Sus prescripcioi~esconstituyeii un conjuhto muy desigual; l a mayoría no dicen sino l o que sc habia puesto A consideraciOn en las peticiones anteriores; refieicn las extraliiiiitaciones d e la iiionarquia 5, la esfera d e la politica d e impuestos y administración d e justicia, aininoran las cargas q u e gravitaban sobre le. nobleza, asegurándolo nueva obtención de reducciones, y teiniten las desposesiones de feudos á decisión d e las Cortes; confirman, además, por escrito, el derecho d e los naturales del pais, y declaran in~ulicienteslas apelaciones fuera d c 10s limites d e Aragón; todo eso junto con una serie de nrticulos suhoidinados. Másiinportante fiié el poner trabas al pode? personal del Rey, cuya secuela eran los mencionados daiios. Se lc recordaba a l Moriarca la observación d c los antiguos p7.iuilegios y costumlires; las cuestiones irnportantes, en especial las declaraciones de guerra, no las podía resolver sino.con el consejo de una Junda d e la nobleza y la burguesía; cada aíío bahia d e convocar uiia vez Cortcs cn Zaragoza. Aun no s e creia haher hecho con ello n a d a esencial: la autoridad tradicional d e los fueros d e Sobrarbe apoyaba todavia mbs radicales pretensiones. Pero justamente esas prescripciones d a n importancia a las luchas aragonesas. Gracias a una proposiciún d e derecho elevada,soleinnemente a ley del Estado, y reconocida por el Rey, se vino 9. limitar legalmente por primera vez, es decir no sólo d e u n modo efectivo, la incondicionabilidad del poder real. Las concesiones que obtuvo 61 partido d e la Uniún bajo D.. Alfonso se fundan en los expresados articulos. Si consideramos imparcialmente las diversas fases del movimiento, no venios en bl n i la lucha por el ideal de u n a constitución liberal, n i la obra d e un pueblo alborotador y sin conciencia. sino la reacción natural del modo d e ser aragonhs contra el rbgiinen especial d e los reyes de la casa d e Barcelona y el predominio d e los intereses catalanes, que por aquéllos arncnazaba elevarse á principios d e .gobierno. Asi como las luchas d e l a Ui?ibn son la consecuencia inmediata d e un acto importante d e politica exterior, contra e l c u a l se elevaba l a oposici6n por haber sido debido á la iniciativa del R e y y no d las necesidades de la Nacion, asi, por el contrario, bajo D. Alfonso, juega papel importante eri l a direcciiin d e las relaciones con el extranjero l a consideración de la situaciSn interior, siempre precaria. Mientras Aragún luchaba con é x i t o ' p o r lograr que sus intereses regionales fuesen la pauta' d e la politica en toda la confederacióri ontalanu, esa lucha coritri!?uyb indirectamente á encoritrai solución para el problema capital d e Aragóii, o sea su reconoiliaciún con l a Curia, el cual cons e r v ó también durante el corto reinado d e D. Alfonso todo su valor.. Siguen tres capítulos dedicados 5 la infancia del rey Alfonso, a l armisticio de París y á l a conferencia d e Burdeos, d e la que, por mediación del rey Eduardo d e I i i g l ~ t e r r a ,saliir una tregua entre nuestro riionarcn y Felipe el ~ e r m o s ode Francia. Vienen luego dos capitulas muy interesantes sobre los convenios d e Olor6n y Campfranch, el priiuero entre D. AlIonso el rey inglés, cn 1287, y el segundo, celebrado el 26 octubre 1288, consecuericia del otro, y que satisfizo en parte los deseos del Pupa, devolviendo la libertad al principe d e Salerno, hijo del r e y d e Nápoles Carlos 11 de Anjou. Romos traducido tarnbibn i n t e g r a i c n t e estos dos capilulos: . . . , .La diferencia de situación se mostrú con el iuinediato coinierizo d e las hostilidades contra Sicilia. En 1 . O de mayo, el conde d e Avella tom6 á Agosta por sorpresa, hecho y a proyectado por Honorio, quien el Papa,empero, había debido negar su'apoyo: El éxito de los frariceses fué efimero. E n 23 de julio volvió A ~ O s t a5 poder d e D. Jiiime, y e! inisnio día alcanzó Roger de Lauria una hrillaiite victoria naval ante NRpoles, l a cual proporcion6.A Sici1i:l'uñ ariuisticio de dos 'aiios. Taiiibién fracasó un ataque d e los frauceSes á Marsala. LA comunidad de los irit9reses siciliaiios y aragoneses, que se habia'mos. trado y a eri las negoci:~cioiiesde Burdeos, quedó ahora sclladx con Iri prolongacióu del a;,misti~ioque Ilog.er habia coiicei.tado coii el coiide d e Artois y el Carderial obispo Gerardo de Sabina. Por inedio de Conrado Laiiza, pidió lioger laconfirmación del convenio; D. AlIonso contestó aprobándolo. Esta favorable situación no ln cambió el episodio de l a alta traición de los desterrados sicilianos, del uuterior Oran Justicia Alaymo de Leutini y sus sobrinos, quienes por eiitoiices 1uerc.n remitidos B Sici. lia defldeAragóri. L a iuisma clubajada que vio decidida la suerte de los antiguos partidürios d e D. Pedro, llevd tarnbiéu desde Arngún la confirm&cióri de la :Cesión, bajo juraiueiito, de todos jos derechos d e D. Alfonso coino 1ufaute;los cuales este acaso podi. hacer valer en Sicilia, asi como la d e la alianza recíproca. Entre t a n t o , el rey Eduardo habia' aprovechado el espiicio que brindaba á s u actividad la elección payal, auii en pie, para proseguir las auliguas 3egociacioiieu, y sc avislóen julio con D. Alfonso eii Olorún. Aqui, por el coiiveiiciiiiiento d e que s61o dejando libre á Carios dc Salerno se podia peiisitr eii duradera paz; se fijeron las condicioiies bajo las cuales debia ser l i b e ~ t a d od e la prisiúi~arigoiiesa dicho Principe. Ln po~irrcAEXIERIOR DE ALFONSO III DE A R A G ~ N 447 Dos d e sus hijos habían 'de ser entregados en rehenes, el mayor diez meses despues d e la liberación y , Iiaata entónces, otro inhs joveri coino pieuda. AdeiiiAs, eii concepto d e fianza, 30,000 rnarcos en dinero contante y 20,000 enlibramientos que Eduardo garantizaba; 60 hijos d e barones proveniales en dos plazos d e tras meses; el reconociriiiento d e vasallaje d c los caballeros y ciuiiades d e Provenza, así como d e los castillos q u e se hallaban en poder d e Carlos, cuyos comandantes dcbidn elegirse entre los pariente8 d e los rehenes. Por ello se comprometía Carlos A conceder A la Pi,ovenza un armisticio d e u11 año, y puesto que al mismo tiempo Eduardo ~'.ecibia completos poderes para prolongar por un aiio más-el ariiiiaticio d e Pnris, & aprovechar el geuecal ieposo d e las armas en procurar otro largo armisticio de tres años y en ese tiempo ajustar l a paz. Si se estrellaban sus proyectos, .Cai.los se obligaba $ volver por si mismo á la prisióii; de otro modo, los rehenes, el dinero y la Provenza caían en poder d e D: Alfonso, y la Curia debia asegurar q u e no se prestase & Carlos ningiin apoyo si tomaba las armas contra lo acordado. Estos artículos, q u e se decidieron en presencia d e los legados papales y diversos apoderados de Carlos, debia éste jurarlos tres dias despubs de su liberación, a l juntarse con Eduardo. También desde otro puntode vista fueron importantes las negociaciones d e Olorón. La unión conyugal de Alfonso con Leonor, hija d e Eduardo, que y a D. Pedro h:ibia prepiirado, se acercó no poco á ser u n hecho con la terminación del convenio en 27 de julio. La a-titud contraria del l'apa, quien por dos veces la habia expresamente prohibido, era hasta entonccs un estorbo; aquí se resolvió pedir e l permiso en cuanto terminase la elección del nuevo Papa. Al unirse Eduardo tan intimamenie con AIE.inso, mostraba su voluntad d e interponer todo su influjo para la resolución de las cuestiones interoacionales. A los cardenales dirigió la súplica d e que tomasen parte en la prolongación del armisticio en atención á la pronta liberación del principe d e Salerno. S610 se conserva la contestación, que es muy cortés, pero que resulta indecisa en lo capital, limitándose á animar h Eduardo a proseguir'sus trabajos Iiasta la completa liberación d e Carlos. En general, se ve que, h pesar d e todas las negociaciones, perduraba tras lo de Olorón 1s incertidumbre sobre los asuntos extranjeros; las coiiferencias no habían tenido mas resultado que manifestar los deseos d e los distintos partidos para elevarlos a convenio si l a cosa i b a bien; pero sólo para prescindir de él 6 romperlo pronto. No trazaron d e ningiin modo líneas de conducta para la política general, la cual quedó después, como habia estado antes, dependiendo del grado de cneniistad d e b'rancin, q u e ciertaiiiante se guardaba d e Iiiicer cstallar la guerra, y de la actitud espectante d e la Caria, que por entonces renuiiciaba en absolulo á iniciativas propias. Mient r a s las dos potencias sin c u y a colaboración tio podía pensarse en 448 J . J O I Z O Á N U E u R K ~ E S Y AZARA u n a paz honrosa permanecieran desunidas, los 'sinceros desvelos d e Eduardo sólo podían tener el valor de uii arreglo parcial, que jatriás llegaria A significar nada general y decisivo. No puedesaberse coii certeza l a actitud de D. dlloiiso coi1 relación á esto y á sus aliados sicilianos al manteiier sólo el objetivo d c Pedro e l G r a n d e con todas sus üonsecueiicias. Es probable que siguiern firme cn l a alianza d e dicieiiibre de 1285, aunque: el coiivenio d e Oloron, que deja coinpletsinciite sin esclarecer las coiidicioiies de la paz, iio proporciona para ello ninguna prueba. Atendieiido á lo posterior y & lo anterioi;, podría sospecharse que en 1287 estuviera ya en lo probable una solución en el sentido del' abandono de Sicilia. El convenio d e Cefalu seguía claramente en vigor ( y : ~que las determinaciones d e Olorón no perdieron s u v a l o r para ninguna de ambaa partes al ser rechazadas por el'Papa Nicolás); por lo menos los cardenales, y después Nicolás IV, tenian que respetar la declaración de nulidad Ianzada por Honorio: Pero e s t a renovada enemiga contra el convenio, que ol'recia fundaiuento legal á las pretensiones ' aragonesas sobre Sicilia, Iué mejor aprovechada por D. Jaime; bici1 podia preverse que D. Alfouso, en caso necesario, pondría su propio interbs sobre el ouuipliniiento literal d e los deberes de la alianza; los enemigos d e Aragóu ya contaban con ello.' Pero resulta notable que el testamento d e D. Alfonso, que corresponde k este tiempo, dispone sobre la sucesión d e Sicilia; hay irlli uiia transgresión delderecho d e doiiriiiio concedido & é l por la s u c o s i n , que podiil ser importante en cuanto las circunstaucias l e hicieran preciso posporier las consideraciones para con sus aliados a l cuidado del bieii particular. - . Mas esos e r a n pensamientos que 8610 después habiaii de fructificar. Por el niomento, sc vesólo en el citado testamento d e D. AIPoiiso que, por lo meiios en marzo d e 1287, tenía el firme proposito'de legar la. Sicilia integra á su familia. Eso es en rigor lo que di6 basta el 611el tono á s u política; ' ~ 6 1 0que iuás tarde tuvo que hallur otros medios y velar su priiiiitivo objeto d e modo que pareciese casi lo contrario. La conferencia d e Oloron no habia proporcionado á D. Alfonso los favorables efectos deseados. En las negociaciones diplomáticas d e los ireses inmediatos pudo ver suficientemente que, tanto el convenio d e Olordn como 1% prolongación del 8rmisticio d e París, iio habiaii d e tener cotisecuencias. L a c u l p a p r i n c i p ~ ~lal teiiia la actitud enemiga del rey de Mallorca, que uo podia llevar' con paciencitt 11K coiiquista d e Menorca; y tambikn ladestrucción del monasterio d e Sal1 Lorenzo de Cerdaiia eri el Rosellóii, llevada á cabo por un tBl Guillerino d e Boulu, aunque sin autorizacióii de D. Alfonso, pes6' en l a politica oficial aragonesa. Hasta l. a c t i t u a d e Felipe dejuba mucli6 que desear. E n cuanto a l p~iisamiento de D. Alfonso, se puede deducir d e los hechosque se hubiera dado por contento con limitar algo sus.eiieinisLades. P a r a solíeutar tainañas dificultades, 'el Key envió, á :liiies de ' "\ 1 1. ... ... LA P O L ~ T I C A i~xriii;ion DE A L F O N S ~ 111 DE ARACÓN , 449 1287; á Conrado d e Lanza, que acababa d e llegar á Aragon por asuntos del ariuisticio siciliano, y 5 su notario Guillerino Durlort al r e y Eduardo. El encargo d e l o s einbajadorcs e r a lograr -una inodificaci6n el1 el coiiveriio .de julio, que D. Alfonso sólo quería culnplir si sus a.dversarios llenaba11 tambien puntualmeiile sus compromisos, bien en lo relativo & la trcgua, bien en la cuestión de l a libertad del principe de Salerno. IJe exigía á Eduardo excluir d c la tregua al rey deMallorca, quieii tenia que seguir la guerra sin apoyo extranjero; Francia, d lo inás, le auxiliaría en el Roseilón. Si esto no Se efectuaba, y no sc tcnian en cuenta 18s uegocia~ionesparticulares de Eduardo, este tenia .que desligar a l rey de Aragón de cuantas obligaciones se habia im; puesto sobre la libertad de Carlos. Mejor hubiera sido prescindir de la tregua y no tratar tanto de guardarla tras de haberse y a nioslrado l a iuala voluntad d c los enemigos eii s u conservaci6n: Pero cl deseo d e no dejar d e la mario una prenda tan valiosa como cl principe de Salerno, y tal vez tambibn l a consideración d e la voluntad popular que, como despues c u a n d o el convcnio de Canipfrauch, ahora 'tenia y a por desventajosas las negociaaioiies, explican el camino seguido por Lanza y Durfort. Propiaiueute cra un absurdo el comparar la tregua con el convenio d c liberación; lo ultiino, á pesar d e lo decidido,, en Olorón, continuó siendo proyecto; el único valor quc tt:uia lo debia B la palabra de un principe, la cual en cualquier hora podia cairibiar; la saiición papal, qii* .le hubiera proporcioiiado asentiiuicnto general, tenia que faltar hasta la conclusi6n d e la sede vacante. El nogarse & cuml~lirel convenio no podia ejercer ninguna presión en los enemigos para sostener fielmente el armisticio; por cso era y a iiripotente en absoluto para obtener concesiones rcales, pues los adversarios no lo deseaban y , cual succsos ' posterioi'es demuestran, hicieron todo lo posible para que fracasase. Asi pues, .las pretensiones d e los eiiibajadores aragoneses sorprendieron mucho al rey Eduardo. Su propia obra quedada abortada; no solo Francia y la Curia, sino taiiibieii Arngón, la nación que niás participaba en ella, rechazaba aceptar el conveiiio por 01 presentado. No sabemos cómo logró iiiudar la voluntad d e D. Alionso; pero en todo caso, no i'u6 pequeño bxito d e la superior diplomacia d e Eduardo que D. Alfonso declarase formalmente en su exhortaci6n que corisideraba aiiu por subsistente el convenio de Olor6n. Mas la trcgua no habia y a d e observarse. Ya en 9 d c diciembre, Felipo indicó á los senesüales~deTolosa, Carcasona y Heaucaire, que apoyasen á D. Jaiiiie en caso de que fuera atacado y le permitieran el alistamiento d e tropas en snsdeinarcaciones. El 26, Guerin d'Ainplepuis, senescal d e Carcasona, declaró piiblicamente que no iiabia paz entre Francia y Aragbn, ni debia esperarse para lo futuro. Cumpliendo l a orden real, orderi6 5 la nobleza d e su provincia dirigirse A la capital y ponerse en disposición d e pelear. Agde y Bbziers fueron dotados IYI~.-so 450 - J. JORDÁN DE unnir?s Y AZARA . ~ guavnicióu para inipedir l a repeticióii d e los sucesos d c 1186. L& de riotiíioación oficial-del armisticio ocurrió en 29 de enero. A inediados del iues siguiente, se fraguó en la frontera cl rumor de que -Francia preparaba una nueva invasión, á pesar d e las desgraciad:^^ cxpcrien. cias de1286. El Conde d e Aiupurias comunicó k D. Alfonso que podia coritar en breve con u n ataque de Carlos do Valois. Si semejantes temores no se realizaroii, con todo, l i i situación d e Aragón no e r a segura. A eso se aiiadió que en cl iniumo mes quedó elegido el nuevo Papa; pero no un p a s t o ~ ~ j u s t upacijicus, s, niodest?cs., corno habiu preteiidido D. Alfonso, sino iuás bien un príncipe de la Iglesia, q u e s e Ilainó Martino IV. Villaní le Ilainagibelino, y otro autor l e atribuye una visita secreta á Barceloiia eii la cual se mostró iiiuy afecto y uiiido con 1).Jaime y sus nietos. Si esto fucso cierto, rio se avino coi1 ello su conducta posterior, pues como Papa siguió l a tradi. ción, que estaba fijada más que por Ilonorio por sus predecesores. En los asuntos de Sicilia ?u& implacable; su priiiiera exigencia consistió en quitar'el país al usurpador, que se Iixbia opue8to á l a Silla romana. Con esto queda dicho si combaliria con iguales brios las pretensiones de la casa real de Francia sobre Aragón; nias es seguro que su crudo y repulsivo natural, al que faltaba11las dulces y amables foriiias de su predecesor, contribuyóiiiuc~o9. dificultar la obra: d e la paz. Su primer a c t o d e gobierno fue declnrar nulo el c,onveiiio d c Olorón, que parecía haber llegado ahora, por priiiicjn vez, á coiiocimioiita de la Curia. Nicolás e r a in$s celoso dcl bien. del príncipe d e Saleiiio que estc inismo; CaClos, disgustado d e la larga prisióii, cuidó por lo menos de cuniplir las condiciones bajo las cuales debía realizarse su. liberaoióri. Para proporcionarse el dinero necesiirio,habia enviado su esposa, Maria d e Hungría, á NicolBs, iiimediataniente'despues 'de la elección, en deiiianda dc un prestarno, que fue naturalmente iiegado. ¿Acaso Nicolas, con la simple exigencia á D. Alfonso de poner en libertad inniediata á Carlos, á q G e n tenía prisionero. contra derecho, d e no apoyar & D. Jaime, y d e comparecer e n el plazo de seis meses aiite la Sede romana, pensó lograr inayor Zxito que Eduardo con sus iiegociueiones de paz? Dos arzobispos, A quienes se unió 01 dominico Rnimón de Viterbo, debían ll'evar persoiialiii8ute esta eiubajada á D. Alfoiiso. mientras Eduardo traba.. jaba tnmbibn en ese sentido cerca d e su yeriio; Se amonestó d e nuevo R los sioilianos, en 25 d e marzo y en 6 d e mayo, R que volvieran á la obediencia de l a Sede romana, fijándoles como plazo la fecha de 29 d e septiembre.. eMieritrhs D. Alfonso, por instigación de Eduardo, aun declaraba vigente el convenio de Olorón R 3 de abril en Zaragoza, los advcrsarios trabajaban inqtódicaiueute coiitra semejante arreglo. La iuisrula embajada iiiglesa, que logró vcncer l a resistencia de D . Ali'onso contra la liberación de Carlos de Sitlerno, había acoiisejt%do enviar eiubaja- : . , .. LA POLÍTICAJ l X T E K I O K DE ALFONSO 111 D E ARAGÓN . . . 451 dores aragoneses á Provenza para tratar alli d e las cuestiones que se Iiabian olvidado en Olorón; para rccibir el hornenaja d e las ciudades y castillos, coluo igualmente los retienes y el dinero prometido. El consejo Pub adoptado; Quilnbei%o de Cruillns y Raiiión d e Reus fueron ' enviados á l a Proveiiza; en 24 d e inayo pudieron concertar cn Arlbs u n armisticio valedero tambibn para Sicilia; pero sus restantes eiicar- , gos q u e d a r o n s i n ouniplimiento, pues la escasa inclinación d e ?da cual á efectuar lo prometido - bfarsella se mostró especialmente opuesta - encontró valioso apoyo en la actitud. enemiga del r c y d e Francia. Felipc prohibió 5 los rehencs el tránsito por su territorio,b impidió tainbibnque los 30,000 marcos que D. Alfonso debia recibir fueraii librados á Edaai.do. Los allegados a l Pridcipe vicroii coi1 alea r i a que el propio r e y de Inglaterra, eii su deseo d c obrar a ~ i g a b l ey paciticamentc por todas partes, contribuyó por fin hacer ilusorio el coiiveiiio d e Oloróu y á quitarle toda su iuei,zi. Se llegó 5 las i n á s menudas distinciones. Carlos estaba 8610 obligado á concertar. con Aragón l a paz lua'dé juve posset fieri, á lo cual aiiadierori el interpret a r lo de legpl á su m o d o y decir, con otras palabras, que D. Allonso debia c o n t e n t k s e con la p a z q u e Carlos le proporcionase y dar además rehenes y dinero. No sc puede juzgar iual que D. Aifonso toinara. d e riuevo estos desagradables acontecimientos como motivo para exigir de i d u a r d o la anulación d e lo dispuesto en el oonvonio. Cuila; . berto d e Cruillss y Ramón de Rcus, tras corta pennaiicncia en Mequinenza, donde coiiiunicaron á Carlos de Salerno el curso d e su misión, fuero11 á Burdcos y preseritaion alli la protcnsión d e D. Alfonso; de nuevo con resultado iiegaLivo, pues Eduardo, con el eiivio de J u a n d e Vessy, logro el iiiisino resultado que pocos meses antes: D . Alfonso iriudó.de parecer y se allariú a l uonveuio d e 0loi.ón. Masiio sin alguiia inodificación. Vessy declaró que su Rey cumpliría todo lo que Carlos hahia prometido, aunque no en la forma prescrita, sino en otra de que D. Alfoiiso sacaria tanto 6 iu8s partido. Una conferencia dispuesta para e l 1." d e agosto en Santa Cristina debia inejorar el proyecto en sus pormenores; pero esa coiifeyncia no se ePectuó. De u n a carta posterior d e D. Alfonso á D. Jaime se deduce cóioo pensaba Eduardo cn cuanto %. esto: en vez de los rehenes provenzales que fallaban, se coiit:~hacon ooiifiar Aragón, hasta el cumplimiento del coiiveiiio, la piiricesa d e Salcrno y otros parierites prúxinios d e Eduardo, ooiiio los Iiijos delcoiide d e Brelaña. Proposición análoga habia hecho taiiibiéu-U. Alloiiso: entrado cn tratos directos con Carlos d e Salerno, ofreció entregar 5 'Eduardo a su hermauo D. Pedro, los condes de Pallars y c a r d o n a y dos aragoneses: tras d e haber moslrado asi la sinceridad d e sus intenciones paoiiicas, hubiera sido deber d e Carlos el hacer llegar á p o d e r de 1). Alfonso sus hijos, los restantes rehenes y los 30,OOUinarcos. P a i a p o n e i á salvo de Felipe los rehcncs y cl dinero, s c o p t o p o r traerlos á Cataluña por la via inaritinia; llariu. . , . . . . .' 452 J. JORDÁNDE U R R ~ E SY A Z A R A de Hungria debía hallarse en Pi,ovenza para equipar galeras y ordenarlo todo. Por su constante relación con el principc.de Salerno, todos estos planes Iiacen bien quc se esperaban de El grandes cosas, quc su influencia se consideraba. imporlante y que se apartaban los estorbos que impcdian hasta entonces una iriteligciicia. Mas los últiinos sucesos lrabian mostrado abiertamente que l a buciia ó inala voluirtad de' Carlos montaba relativamcnte poco, y cómo iio e r a culpa suya que las negociaciones no hubieran tenido consecuencias prácticas. Los que decidían l a suerte del convenio dc Olorón estaban en Paris y Roiiia, y d e ellos Iiabia quc esperar todo lo demas. La defensa qiic Felipe y Nicolás pwnitieron A los contrarios consistía cn proyectos coino los imaginados en Burdeos y Barcelona, y eso esa sUlo perder cl tieiiipo: k lo osencial no se referían. Los desvelos de Felipe, coronados con bxito, para dificultar la ejecución del convenio, lbs coiioceinos y a , pero su hostilidad no se liiiiitaba á eso. Los quejas d e su tío, el d e bInllorca, lameiitáiidose d e la conducta d e D. Alfonso, contraria al ariiristicio, las apoyó c o n repetidas representaciones, y aun con exigencia de reparaci6n de daños, cerca d e Eduardo. En 3 de inayo se encontró en Nirnes con D. Jaime; de seguro que l a conversación giraría sobre la a y u d a quo Felipe habia d c prestar al Rey para la caiirpaña emprendida contra D. Alfonso. Los arsenales franceses pro- . veyeron & D. Jaime de material d e guerra, y, coiiro antes, se ofreció A su lado l a iiobleza de Carcasona. Por Rogcr de Lauria supo D. Alfonso que eii Marsella se trabajaba en (equipar uua flota, de la que se dccia que dcbiii. dirigirse contra Mallorca. El Exito fu6 escaso; se repitió la comedia dc la últiiua campaña catalana. D. Jaime sitió á Co~.tavigiion, pero pi,o~itoviósc obligado á retroccdcr. D. Alfoiiso sintió dolorosameiite la lalta d e una flota que le hubiera habilitado pasa abandonar su posición defensiva y contestar con uii coiitraataquc d l a invasión enemiga. Las relaciones con el Papa no llcvabaninejor rumbo que las fi.ai1cesas: tanto se afanó D. Alfonso en no ocasionar roiiipimiontos, y tanto aprovechó toda oportunidad para iuanifestar á las claras su ainor á la .paz. Cuando postei:iorineiite D; Jaime le pidió prescindir del armisticio ajustado en agosto, s e opuso ello hasta que los contrarios dieron fundamentopara hacerlo por quebrantamiento del convenio, y por su parte exigi6 á 1). J a i m e yue hiciese público en su reino el armisticio provenzal dc mayo..En julio envió & R o m a ti los guardianes franciscanos de Zaragoza y Barcelona para felicitar á Nicolás por s u elec. ción; a l misino tiempo llevaban esos embajadores encargos politicos: debían rogar a l Papn qne trabajase oercii d e Felipe para l a terminación de.las hostilidades, y quc suavizase ó revocaso el interdicto, y a que ni 61 n i sns súbditos tenian'conciencia de ninguiia culpa contra l a LA I~OL~.TICA EXTERIOR DE ALFO!SO 111 DE A I I X G ~ N 453 Sede Papal; si el rey de I?rancih abrigaba algunil hueja contra don Alfonso, dehiu resolverse sobre ella aniigablemente. El rumbo de l a polítioa papa1 hasta entonces n J permilia esperar q u e l a eiubaj;~datuviera bucii acogiiuienro. Si Nicolás habia solicitado d e nuevo en iiiayo la hediación inglesa, que debia estar muy resentida por rechazarsc cl convenio de Olorún. tampoco estaba Aragón en el caso dc parecer apto instruiirento á la Curia. A reducirlo tendieron las denihs deteriniriaciories d e Nicolás. A los socorros e n dinero, en cuya cobranza insició, aiiadió a ú n en 21 d e agosto un diezmo siciliano anual. O h o v a , por cuya ainistud se esforzaba D; Alfonso con insistcncii, debia cacr, cotilo antes Venecia, bajo el anatema de la Curia por el permiso de poder comerciar d e nuevo coi1 Sicilia. MBs tarde expondremos que desdicliadas inudniizas sufrieron en este tiempo los nsiiiitos d c Castilla: Aunque iodns estas medidas rio luvieran carhcter agresivo, sii,vieron d e advertencia & Aragón para no exagerar su hostilidad. En septiembre recibiú D. Alfonso los legados del Papa que le comuiiicnron la recusaciún del conveiiio d e Olorún y le transmitieron las pretensiones d e Micolhs. Hallaron buena acogida, pues D. Alfonso electo. El plazo nunca pensó s n que éstas tuvieran ~iiicondi~ionel eii que se le obligaba IL pvescntarse eil Koma no pudo aceptarlo por su deteriorada salud, pues cuando los legados llegaron estaba con fiebre alta; por medio de Ram6n d c Itiosia pidiú nmpliaciúri a l mism'o. Sorprende que precisariierite tales circunstaricias se juzgaran aprop i a d : ~para ~ proseguir las aspiraciones d e Olorún, hacia las cuales la Curia hacía poco que habia exteriorizado clarameutc su desagrado. A principios d e scptioinbre tuvo lugar la reunión, deide largo tiempo proyectada, pero aun iio llevada á efecto, d e los u o n a r c a s d e Inglatcr1.a y Aragún; l a libekacióii d e Carlos habia d e ser ahora regulada dctlnitivamente; no se Contentab~ncon dejar ciertos puntos para puntualizarlos ulteriormente, sitio que el convenio tenia que abarcar d e una vez las menores particularidades. De los proyectos que hemos visto brotar en el curso del verano iio se prescindió: las nuevas condi. cioiios descansan. on genernl, en los fundamentos fijados e n Olorón, sino q u e son inuoho más coinplicarlas y extensas: verdadero tejido d e garantias rcciprocas en las cuales no sc prescindía d e cúirio se Labia d e procecler en el mundo de la realidad política. Los preliminares comenzaron en Jaca; eii 28 d e octubre coucluye. ron cn el convenio d e Cauipfranch. Carlos debia salir inniediatauientc d e la prisión: csto fué juegndo ahora tambiCn coiiio preciso, ciial !a imprescindible ccndición de la p a z f i n a l . Eri compensación, Carlos tenia que d a r coino fianza h sus hijos menores Roberto y Luis, 23,000 marcos de plata como pr6staiiio de Eduardo y 7,000 por medio d e Iiipoteca rle las posesiones catalanas d e Gust6n.de Bearn. Alfonso prometía devolver el dinero tras el cumplimiento d e las oondicioiles. DGitro del 454 J. JORDÁN UR U R R ~ E SY AII*R.A plazo d e u n aiio debia ser entregado el hijo mayor d e Carlos,.de igual nombre que 61, y mieiitras tanto, reeinplazarlo coii el iiijo menor Ramón Berenguer. P.1i.a la devolución, lo niisino que para e l homenaje d e la Provenza y ln colocación de los rehenes proveiizales, Eduardo prestaba fianza. Una vez dadas estas seguridades para la liberación de Carlos, podia comenzar l a obra propiamente pacificadora. Carlos debia obligarse B poner en vigor, e11 cl plazo de diez meses, en todos sus dominios, un armisticio con Aragón y Sicilia: una amenaza de castigo de 50,000 marcos aseguraba el cumpliiniento de esta condición. Si Carlos era remiso 6 no podia contribuir 8 la obrn pacificadora, se obligaba á entregarse d e nuevo como prisionero d e Aragón e n Santa Cristina ó entre Panizar y La Juriqucra. L a principal diferencia entre ambos contratos consistió en que el de Olorón jamás pasó d e proyecto, mientras el d e Campfranch se llevó á efecto y cambih decididauientc la poiiticn posterior d e Aragón. Pocos dias tras su concluiión, se verificó l a liberación de Carlos. En 3 d e novienlbre ,$e hallaba en Olorón con Eduardo, coni'orme a lo estipnlndo. Con seguridades sobre el cuinpliiuiento dc sus nuevos coinpromisos correspondió la importante participacióii financiera tomaba en el iíltinio convenio. Fué taii lejos, que designó al Papa como la persona que debía- obligarle a la satisfacción d e los gastos. Pero ante todo, tenia que couvencer al Papa, y, lo que era m i s im. portante; á Francia, á dar por hechos concumados losocurridos. Las muestras no eran ciertamerite muy favorables. Dificilmente podia suponerse que Francia se manifestara m i s propicia que en las ocasioncs anteriores. Los m8s agudos ataques de Felipe corresponden precisamente B los días posteriores al convenio d e Caiupfranch. Casi iuirs penosa fue la relación con la Curia. Su dispoSicion fundamental era la misma, aunque también lo fuera la falta de Bxito d e su politica. Felipe, que rechazaba todo ari.eglo con ilragón, pero que no coiicebia proseguir la empresa d e su padre, había perdido las esperanzas que habia tenido al principio. S610 c o n c i e r t a repugnancia se haliia logrado cl último diezmo que, por l a presión de ¡os emb?jadores iranceses, se extcndió á los obispados pertenecientes a1 reino (Lyon, Wienne, Besanpon, Tarantaise, Einbrun, ~ ü t t i c h , Metz, ' Toul y Vcrdun) IIpesar de las protestas de Rudoifo d e Bübsburgo, y que fue declarado obligatorio por 3 ailos en vez d e 2. Pio es d e niugún modo iuverosimil que cl doseo d e no renunciar á semejante fuente de ingresos fuera la razóil que Felipe tenia para seguir firuie e11 su coalición contra Aragón. Sicilia era sieinpreel enemigo más temible, con el cual habia d e luobarse con l a Leu~cidad de siempre; una cláusula del convonio franchs relativo al diczmo, poufa á disposición d e esa guerra las fuerzas d e Felipe el IIermoso en caso d e pronto arreglo con D . ~ l f o n s o . Por fin, en marzo de 1289, marchó 8 Roma la embajada aragonesa , . . . . LA P O L ~ T T C AEXCERIOR DK ALFONSO III DE ARAGÓS 455 q u e debía p r c p i r a r - l a paz general con Carlos d e ~ a l e & o . Estaba foriiiada por Guilaberto d c Cruillas, el docto legista Bernardo Guillen d e Pinells y Pedro Costa, y más .tarde se agregó el hospitalario Galcerkn d e Tiinor. Cuán á sabiendas se estaba en oposici6n con la Curia se conoce por el encargo 4 los embajadores d e obtener previamente en Barcelona la aprobación de los juristas para decidir si se estaba en laobligación d e permanecer en situación legal con el Papa. Se requoi.ia fuerte dosis d e optimismo para creer en el éxito d e la misi6n y esperar que el Papa sancionase decisiones que sólo en detalle venian á. modificar las que y a en el aiioanterior ha.bian sido rechazadas. , En las semanas inmediatas á la terminación del convcnio se pretendió juramentar sobre lo estipulado á los súbditos d e los contrayentes. El iu'aestie raciona¡ d e Cataluiía Guillermo Colart y o1 juez de Corte Guilleimo Sale fueron á Aquitania para hacer jurar los compromisos d e Eduardo 5 urdeo os, Aix y Bayona, entre otras ciudndes. Tambien la noblez>r.d e Piovenza prestó en 21 d e noviembresu.declaración d c conformidad. Lo propio hicieron J u a n de Cadnmo y llobcrto deLucearch, notarios papales al servicio d e Inglaterra, conio delegados en Aragón do Carlos y ~ d n a r d oMas . aquí el resultado fue menos favorablo: en algunos puntos se l c v a ~ ~ tfuerte ó oposición. En parte, podía doiiiinar el temor d e que el complicado tejido d e condiciones y seguridades elaborado en Canipfrauch ofrecía, á pesar. d e t o d o , escasisima garaiitia para n n a soiución favorable; en parte, tainbién tomaba cartas en esto el estado d e los partidos. L a parte d e la n o b l e ~ aq u e e n las luchas internas había permanecido al lado del -RcY no negó su aprobación á las determinaci'ones.de Campfraiicli, aunque en cuanto k su valor variaran las opiniones, mientras que la 'extrema oposición (especialmente Ximeno de Urrea), á lu cual la pcrsona del príncipe d e Salerno debia servir d e nicdio para dirigir la politica interior k s u g u s t o por medio de sninfiuencia e n l a exterior, vi6 en l a l i b e r t n de Carlos, sin previa consulta á los estaincntos, un quebrantamiento do l a constituciún. En dicicmbie recibió D. Alfonso en Valencia % Roberto y Luis, con 20 rehenes de Marsella y 60 d e Provenza. A priiicipios d c marzo estaban cuiiiplidas todas las condiciones que Eduardo había gsraiitizado. I'ero ese debía ser el único éxito que el convcnio (le Caaip. Pranch prestara h sus contrayentes. Si D. Alfonso y Eduardo habían coriierido á Carlos la facultad d c exigir algo cuyo fracaso s610 pudiera redundar en proveolio de este y sus aliados, se eiigaiiaroii. Carlos no logró nada en Paris, dondo debia decidir A l'elipe en el sentido del convenio de Campfranch. Por el contrario, Felipe, aparte d e apoyar . . más 8. D. Jaime d e Mallorca, añadió & las antiguas mncstras d e enemistad otras nuevas. L a eiiibajada d e D. Alfonso al Papa quedó detenida il su paso por Francia .. e n Narboiia (por mandato d e 456 J JORDÁN DE U R R Í R S Y A Z A R A Aymerich, pero parece que Felipe no fub ajeno á ello), todo s u equipaje fué robado, y ellos insultados y por ultimo reducidos á prisión, donde Guilaberto d e Cruillas se consumió durante tres años, á pesar de todas las reclamacionss de D. Alfonso y del Papa, mientras los demds pudicron evadirse. Y a1 mismo tiempo ocurrió I'a primera acometida d c los franceses, quienes ahora no se contentaban y a con pelear .coino aliados del rey de Mallorca. Eu Navarra conquistaron Salvatierra, cuyo rescate en vano intent6 despues D. Alfonso. L a acogida que ha116 en Roma la embajada fue ma.nifiestamerite deüfavorable: cruelmente se negaron R escuctmrla, coino dijo despues D. Alfonso. E l Papa Nicolás repitió dcseinboeada~mcnte sus órdenes del pasado mnrzo. D. Alfonso teiiia que ofrecer rehenes y prestar fi,anza hasta 1." d e septiembre, y (lo que quedaba incumplido por su enfermedad) en el termino de 6 meses tenia que comparecer ante la Sede Papal. En tales circunstancias no habia ,que pensar en que l a mediación d e Carlos en Roma cayese en mejor terrgno que en París, aunque los asuntos aragoneses contaran con menos tibio abogado que &l. Esta nueva situaciiin sobrevino á D. Alfonso tanto m8s inoportunamente cuanto en los Ultimos meses se ocupaba con ai,dor en la guerra contra Castilla, que y a estaba declarada. Acaso se pudieran entrevercu 61 prop6sitos guerreros contra Francia; e n enero fue encarcelndo en Narbona unvasallo del Vizcoiide bajo ¡a acusación d e pretender facilitar, d e acuerdo con D. Alfonso, un:&expedición d e naves aragonesas; eso hubiera complicado mucho su situación. Los afanes de Carlos de Salerno por tratar del convenio de Campfranch careoia.n d e perspectiva. Eduardo, atento .i su labor mediadora, que estaba próxima á qucdar en absoluto ign'orada, propuso nuevo partido:. que D. Alfonso snavieara algo sus exigencias, prolongase e! plazo para el ouinplimiento d e las condiciones del convenio y prescindiese de la garantia del hijo mayor. D. Alfonso se avino á prolongar el plazo, para cuya fijación di6 á Eduardo plenos poderes; lo restante lo rebha7.6: puesto que las determiiiaciones de Campfraiich se habian recibido en Aragón con hostilidad, habia el peligro de que quicnes las garan? tizaban no se crcycsen en adelante obligados 5 las variaciones. Es más que cuestionable quc pudicra haber tenido el bxito deseado semejante condescendencia. El prineipe de Saleriio no era personalidad que pudiera ejercer en l a politica influjo decisivo. Ademks es diidoso que abrigase jamds el propósito' de cuniplir lealinente los compromisos d e Campfranch. En Proveriza ya se titulaba rey d e Sicilia; mostraba extraordinaria adhesibn á Qbnova, lo cual s61o tenia por objeto ganar1% como aliada e n la lucha contra aquBllos para qnienes dcbia nsegur n r la paz. Si tuvo escrúpulos, la Curia, de quien era instrumento dócil, supo quitárselos. Cierto que, para guardar lns apariencias, " L A P O L ~ T I C A IEYTERIOR DE ALFONSO III DE A R A G ~ N 457 apoyó durante algún tiempo las pretensiones cle D. Allonso y su exposicicín por medio d e los embajadores aragoneses cerca del Papa; pero no con empuje que le hiciera insensible & sus propios intereses, aunque estos sólo faltando B l a confianza pudiesen promoverse. E n 29 de mayo sc hizo coronar en Rieti como soberano d e Sicilia. E l arreglo dc octubre quedó ilusorio con ello, y así una paz definitiva tenia que edificarae sobre bartes distintas d e lo convenido e? Olorón y Campfranch. En eso estriba l a importancia del último convenio. Al acceder D. Alfonso á poner en libertad & Carlos de Salerno sin el correlpondiente contrapeso, se privó d e la prenda m&svaliosa que le permitía influir e n las negociaciones. El resultado inmediato y previsto fu8 que la Curia a.lcanzara completa victoria en el asunto que más afectaba á sus intereses. La coronación, del Rcy en Rioti privó A l a cuestión sir,iliana d e una conferencia en que se hubiera tratado de ello, y puso h , . las potencias ante un hecho consumado, B que D. Alfonso tenia que allanarse si no quelía empeorar aún m&s su situación. Pocos meses antcs. tainbihn Eduardo habia llegado á un conflicto con los legados del Papa,por haber dado 81 & D. Jaime el'titulo de rey d e Sicilia; los asuntos no estaban claros: acaso hubiera sido mejor hallar una Glución que corrcspoudiera más A las verdaderas relaciones politicas que A la pura ejecución d e las pretensiones legales del Papa. Eso con cl alarde de poder d e Rieti quedaba ahora excluido. .Si Araghn quería la pn,z, tenia que marchar por su propio camino y perder d e vista el objetivo d e Pedro el Grande. La politica d e l a Curia, que desde los comienzos anhelaba afiojar los lazos cntre AragOn y Sicilia, quedaba nsi en' las mejores circunstancias para lograr sus firies.' Que eso lo sospechaban los allegados & D Jaime lo prueba el permiso otorgado á D. Alfonso para ajustar l a paz sin atender a los aliados sicilianos. Lo quc & D. Jaime movió A darlo se puede sólo suponer. Cuando se considera con cuanto ardor exigian poco antes e n Gerona los embajadores d e Carlos l a renuncia d e Sicilia por D. Aifonso, á pesar d e no hallarse c n , podcr d e éste, pnrccc posible 'que D. Jaime creyese amenazada s u independencia y entreviese 18 pretensihii d e una soberanía d e Ampón sobre Sicilia. Que esto no cra tendencia excluida lo prueba y a el testamento d e D. Alfonso: on Al indicaba este lo que D. Jaime mismo debía ejecutar m&s fundamental y cunsecueiitemente. Las desventajas que le hubieraacarreado u n arreglo común pacifico relativo á Sicilia, dada la menor resistencia d e D. Alfonso, pesaron, pues, más que las ventajas d e la unión, d e la que, además, hasta ahora Arñgón había sacado la utilidad mayor. Acaso fundamentase ese paso el sentimiento d e que la identidad de intercscs no era la misma que á la entixda d e D. Alfonso en el gobierno. Y el porvenir debis deInostrar que Cainplranch; Bpesar d e las 458 . . , G . ALABART desventajosas fluctuncionaíi, sólo significaba uiia etapa del camino Lacia. Tarasc6n.. . . . Hace referencia Elüpfel al tretado d e paz que secelebró en febrero de.1291, e n l a villa d e Tarascón, d e la Progenza y a! cual dedica todo el cnpitulo 1X. . J . JORDANDE U8RilZ8 Y AZARA (ContinuavriJ. EXPOSICIO SOBRE LO LIBRE ((DE ClVlTATE DEI)) DE S, AGUST~ (Continuacidn) Esposicio sobre aquest cap~tol.traEludaduv(1) En aquest. .V. capitol monsenyor Sent Agusti couienca a disputar $o don el1 h a parlat eii los .TI. precedente. capitols, es assaber, d e Mara quehoiu cuydnua esser pare d e Romulus e d e Venus, que hom cuyanue esser ninre d e Eneas. E prime~ament el1 fa. .I. ua questio aytal, es aseaber, si Venos poguc hauer Eneas d e Anchises o s i Mars pogues hauer Romulus d e la filla dc.NuiuiLor. E mct .I. nn conperacio dc qo que honi diu que los diables iagucreu a b les fembres doii los gigans foren nats. Si, es assaber, que con el1 parla de Numitor - segons qo que diu Titus Livius pn sori.primer libre - P r o c a s qui fou R6y dels Alhans tiac .II. eiifants inasclk?s. es assaber, Nuinitor qui era priinogcnit - lo,qual uolgue que succehis on lo realnie e .'1: altre apellat Auiilius qui fou lo meiior [63 v.ir. Amilins, apres la mort de Procas son pare, gita fora del realme Xuinitor son frare e mata sos iiifauts mnsd e s ; e una Olla que hauia apelladn Itca (en altre manera Reasitina), per dupte que ella. no hagues inlauts, mesla en religio per seruir en lo temple d e Veste. Per 90 coi1 les uerges qui hi ercii retildes per seruir uotauen continencia. E d lo qual temple, segoris que diu Lactenci cn son libre De uevu et fa186 veligione, no ere legut ii. ncgun tiou? cntraLlii ne tocar les idoles qui J. ercii. Pero fou ella dcspuys enprenyada e hnc 12einus c Romulus o diu que Ma1.s la hauia enprensada; e per tal con ella, o cuyda, o per scusar son peccat pus houestament, o, segons qo que diu Justi en son .XXIII. librc, Ilcinus e Romulus foren 611s dc Mars pcr lo bosch on forcii nats qui a x i cre apellat, o per qo con ioreii nodrils per .I. n a loba qui es cii la gu'irda d e Mars nxi coiii diu Titus Liuius. Si aqo l o u u e r a loba o .I. na fcmbra - (1) Fvita cl nrticula'lo, y cambia 1% s asiinil8ndola n le. l.