Retorno la resurreccion de un pueblo

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Coordinación periodística: ELIZABETH REYES LE PALISCOT [email protected] TEL: 6 800 700 EXT: 1121 - Editor Gráfico: ROBERTO CASTAÑO DUQUE
Los Pondores
Por la
ruta
itinerante
de un
tintero
2C
Una historia que se
niega a morir
Sección
C
4C
SÉPTIMO DÍA
DOMINGO 12 DE NOVIEMBRE DE 2006 - VALLEDUPAR
Retorno
La resurrección
de un pueblo
Por MARÍA RUTH MOSQUERA
VANGUARDIA LIBERAL
“La esperanza ha vuelto al pueblo y por
fin, después de mucho tiempo, pudimos volver al viejo barrio El carmen, a la orilla del río
y conseguimos celebrar otra vez la Navidad
juntos… ”.
El tinto comenzó a hervir sobre la estufa
y los niños continuaron jugando alegres en
la calle, esa misma por la que hace tres años
tenían prohibido transitar.
Mientras cargaba a María José (su hija
de 14 meses), Elinor Yépez coló el café y lo
sirvió en dos pocillos para ofrecer a su comadre que fue a visitarla; se sentaron a la
sombra del uvito de la puerta y por varios
minutos contemplaron en silencio la resurrección del pueblo que un día fue sepultado
por la impiedad de la violencia que lo eligió
al azar para sembrar en él las espinas de la
desesperación que ocasionó la muerte inexcusable de un centenar de personas en menos de tres años.
Fue inevitable que llegaran a sus mentes las imágenes de aquel domingo de enero
cuando una nube negra con olor a pólvora
recién quemada tiñó de negro la verde esperanza de Aguas Blancas, un corregimiento
de Valledupar, que quedó aturdido como un
fantasma viendo cómo el moho y la soledad
se comían las casas después que las gentes
se fueron; unos por miedo y otros porque no
tuvieron tiempo para tener miedo y huir.
“Ese día el pueblo estaba de fiesta; había
circo, billares abiertos, bailes, todo el mundo
estaba alegre hasta que pasó ese carro que
venía por la orilla del río y se estacionó cerquita de la estación de Policía; ahí comenzó
todo”, recordó Elinor, mientras mira de reojo
a Roger, su hijo de ocho años que de repente perdía interés en el juego y al escuchar la
conversación de los mayores, rompió en sollozos.
¿Por qué lloras?
“Porque después que pasó eso yo tenía
muchas ganas de venirme otra vez para acá
porque hacía muchos días que no vivía en
esta casa”.
Se secó las lágrimas con su camiseta y
también recuerdó la noche en que sentía el
trote de los carros y los disparos sonando
en su esquina, cuando “la casa estaba negra con las luces apagadas y nos quedamos
debajo de la cama porque estaban matando
mucho por acá”.
Ese domingo, se escuchó un zumbido
en el aire y muchos vieron pasar un cilindro
con destino a la estación de Policía que en su
vuelo desenfrenado se enredó en los cables
de alta tensión y cambió su curso para ir a
dar contra la casa de María Teresa Díaz,
quien no logró escapar de la muerte. El
estruendo fue ensordecedor y todo quedó en
tinieblas.
“Yo estaba con mis dos hijas pequeñas
en el circo y de pronto escuchamos eso y
cuando se fue la luz, la carpa del circo se nos
vino encima y salimos corriendo”; para ese
entonces Ana Ochoa apenas estaba remendando las llagas que le quedaron en las entrepieles del alma, tras los asesinatos de su
marido y su hijo, también ofrendados al conflicto que se tomó el pueblo y que la obligó a
vivir como una viuda vulnerable, de esas que
tanto pudo ver en el pueblo.
Los que estaban en sus casas se camuflaron y esperaron petrificados por el terror;
los otros corrían, igual que los proyectiles que
comenzaron una danza que solo se amainó
al amanecer cuando patrullas, aviones y helicópteros de la Fuerza Aérea llegaron a
rescatar el pueblo del infierno que se lo
estaba engullendo.
Los cerca de 200 subversivos que se
habían tomado Aguas Blancas, continuaban disparando y lanzando granadas.
Una cayó en la habitación del subteniente José Alexkey Martínez Triana y lo sorprendió intentando reaccionar al ataque.
14 personas más resultaron heridas en
su físico, pero el resto del pueblo sufrió
severas lesiones internas.
Los primeros rayos del sol del lunes
VANGUARDIA LIBERAL
ESE LUNES de enero el pueblo amaneció destruido, sumido en la desesperanza, experimentando el
frío de la soledad que llegó poco después con el éxodo de sus pobladores.
do.
Las miradas expectantes de los niños
–que paralizaron su juego para escuchar
un cuento que ya se sabían- sacó a los
adultos de su pasado y los hizo aterrizar
en el presente verde que tenían al frente.
Ese episodio asesinó la alegría del pueblo, por eso la esperanza se vistió de luto.
El éxodo
VANGUARDIA LIBERAL
ADEMÁS DEL proyecto productivo, las mujeres
del pueblo, con el apoyo del Sena y la Alcaldía
de Valledupar, se capacitan en panadería, modistería y otros cursos que les permitirán convertirse en empresarias; así lo han entendido
Tuly Padilla y Rosanys Quintero.
VANGUARDIA LIBERAL
EL EXITOSO retorno de Aguas Blancas le
significó a Pabla De Castro la denominación
de Mujer Cafam 2005, por la Costa Caribe y
segunda a Nivel Nacional, pero para ella ese
premio no es lo importante, su galardón está
en la sonrisa de los niños cuando juegan libres
en las calles, en la esperanza de las mujeres
cuando asisten a los cursos, en la pujanza de
los hombres cuando van al campo a trabajar y
a pescar…
La zozobra que se apoderó del pueblo
fue el detonante del éxodo masivo de familias que, sin estar seguros para donde,
emprendieron un viaje que los dejara a
salvo de las muertes que se siguieron sucediendo en el poblado, donde el pánico
fue el protagonista de los meses siguientes.
“Vivíamos con un miedo horrible, los niños se traumatizaron y no
podían escuchar un ruidito porque
decían: ya vienen los de la moto”,
recuerda Elinor, cuya familia solo
pudo soportar dos meses más después de la tragedia y se desplazó
para Valledupar a vivir ‘de posada’
en casa de un familiar, dejando todas sus pertenencias al cuidado de
nadie, a la misericordia de Dios.
Casi la mitad del pueblo se fue,
pero muchos se resistieron al destierro y se quedaron amedrentando su miedo con la realidad de no
tener a donde ir.
Sufrieron la crisis del terror, de
tener que encerrarse en sus casas a las
cinco de la tarde, de vivir los dolores de los
muchos funerales que hubo en el pueblo;
“Era muy triste ver que mataban a tantas personas en un pueblo donde antes la
gente se moría de muerte natural; ver a las
personas corriendo con armas en la calle,
ver como la gente se iba y esto se quedaba solo y a otros que pensaron irse y no
alcanzaron a hacerlo; eso fue muy duro”,
dice Rosanys Quiroga.
“Muchas veces pensamos irnos, pero
como somos una familia grande y la gente
de la cuadra nos decía que si nos íbamos,
ellos se iban con nosotros; esa era una responsabilidad muy grande”, precisa Tuly
Padilla.
Son aguas que pasaron y así lo recuerdan la gente; “ahora el pueblo se recuperó,
nos están capacitando, ha llegado el progreso a Aguas blancas”.
El renacimiento
En este punto de la historia surge el
nombre de Pabla De Castro Figueroa, nativa de ese lugar que desde Valledupar padeció cada gota de sangre y de llanto que
derramaron sus paisanos.
VANGUARDIA LIBERAL
Había renunciado a su empleo de muLAS PERSONAS volvieron a reír a carcajadas. La
chos años en una entidad bancaria y teprosperidad se refleja en el rostro de los niños,
nía tiempo para visitar a sus viejos amigos
como el de María José, en brazos de su madre,
que como ella vivían como forasteros en
Elinor Yépez.
Valledupar.
Fue un día muy triste porque al llegar
al barrio Bello Horizonte, donde residía su
amiga, se la encontró en la calle, con los
iluminaron la destrucción del pueblo que
experimentó una sensación de frío inten- ‘chismes’ amontonados y sin tener a donde
so que tardó varios años en ser removi- ir; eso la volvió añicos. “Pensé cómo podía
ayudar a esa familia”.
Al día siguiente fue a visitar a José Nelson
Ramos, director de Acción Social y le pidió
ayuda para esa familia y encontró más de lo
que esperaba porque él le ofreció apoyarla
para que retornara no solo esa sino otras familias que quisieran regresar.
Ese fue el génesis de un trabajo que la
mutó en un detective cazando desplazados
de Aguas Blancas, de casa en casa buscando
a sus paisanos que vivían el fracaso de intentar y no poder, de comercializar dulces sin
que les compraran lo suficiente para recuperar lo invertido, de estar en lo ajeno, de mendigar, de aguantar hambre y frío, mientras
su casa propia se consumía en la soledad del
pueblo.
Hubo dudas y reservas, pero al final 120
familias dijeron que sí. Se hizo de 13 amigos
que la apoyaron con entusiasmo pero ocho
claudicaron por el camino; con los cuatro restantes fundó la ONG Asociación Productiva
Integral y de Servicios, ‘Asoprodis’, a través de la cual jalonó ayuda de la Alcaldía,
la Gobernación, Acción Social, la Policía, el
Ejército, la Defensoría del Pueblo, el programa de la Red de Seguridad Alimentaria,
RESA, el Programa Mundial de Alimentos,
PMA, el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, ICBF...
El ‘cuento’ se le creció, pero el anhelo de
ver la restauración de su pueblo amainaba
el miedo que sentía por la enorme responsabilidad que se le trepó en los hombros y la
censura de su esposo cuando llegaba a casa
y ella no estaba.
El trabajo incluyó la preparación del pueblo, donde confluían dos bandos armados, el
acondicionamiento de las familias que resistieron el desplazamiento y el desánimo que
le daban algunos que la tildaban de loca y
le pronosticaban un estruendoso fracaso con
su retorno iluso, pero estaba tan decidida a
entregarlo todo por su gente que nada ni nadie logró detenerla.
El 21 de diciembre de 2003, una caravana de cinco buses, siete camiones y muchos
otros vehículos partió de Valledupar llevando
75 familias con sus mudanzas de regreso a
Aguas Blancas, iban escoltados por todas las
instituciones que creyeron en el renacimiento del pueblo y allá los esperaban con pañuelos blancos, con las banderas tricolor izadas
y los brazos abiertos.
Revivir esta escena hace erizar los vellos a
esta mujer que cuatro meses después hizo la
segunda entrada triunfal, llevando otras 45
familias que también hoy viven en un pueblo
que resucitó a la esperanza y las ganas de
surgir.
Llegaron inicialmente a sus viejas casuchas, destartaladas por la acción del conflicto y el olvido, devoradas por el polvo y la maleza, pero la obra siguió y Aguas Blancas se
convirtió en ejemplo de retorno en el Cesar.
Hoy por hoy, todos los habitantes están
sisbenizados, el puesto de salud fue adecuado con médico las 24 horas del día, la escuela y el colegio volvieron a funcionar y crearon
dos colegios más, la educación es gratis para
todos, ya consiguieron 102 de 120 subsidios
de vivienda para las familias y la economía y
el poblado entero revivieron.
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