Miavana (viaje estampado)

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Mar en Miavana
Burbujas en el tiempo. Allá 1988. Aquí 1898 ¿o será 9198? Serán las
cifras que bailan, rondando la copa. Será la historia que sorbe, mamona.
Será que tanto tratar con muertos lo ha vuelto todo borroso; cristales,
calendarios, cristalinos. Vuelo de memoria en una caja mecida con horario
sobre abismos de perfil desconocido. El trago del ahora sí que es
insondable. De repente aterrorizo.
Y ahora llueve. Llueve en esta nueva ciudad vieja, nuevo paradero de
momentos que el murmullo del agua en los cristales bautiza con otro
nombre de siempre, de afueras, de mirada siempre al borde de los mapas.
Buscando mi ciudad, la mía, buscando Miavana. Y llueve ahora. Y es tan
claro el esqueleto coralino de la vida que decirlo es a lo más pretencioso
perfil de un broche de lujo. Necesidad ninguna. Pero basta introducir un
rayo de luz perlada en una solución salina y está ya, ramaje de cristal,
mirada. Y una mesa bajo un sol eléctrico de papel, y una teja vana ante el
tiroteo testarudo del invierno, y una ciudad tendida, que aguarda,
imprecisa. Necesidad, ninguna. Menos da una piedra, que sólo da vueltas
una y otra vez la misma. Pero basta un rayo de luz perlada en una esfera
salina sin solución, y la mirada se abisma gota planetaria ya en lo
insondable. Entretejidas entre tejados un millón de zapatillas de cristal
recorren los pasillos de otra historia de fantasmas. Susurro de ecos
MIAVANA
(Viaje estampado)
estantes, suspensos,
entre crestas sin amanecer ríos sin curso vagan
neblinosas geografías de latón, canal abajo. Seda latida desemboca sangre
gris de mil ahieres a los patios, y entre dientes artificiales tiesas momias
de vaivén tendidas rumian cicatrices de rumor de espuma que finjan
jeroglífico entreabierto el nublado más acá del horizonte. Llueve ahora
insondable mar en Miavana.
*
Laberinto
Confesionario
La lluvia en las islas pesa más, como una losa multiplicada que no
admite escapatoria. En las llanuras se puede soñar huída en el silencio la
al que la apacible crueldad de la vida, boba bobina, le arrancó el
palabra que traza tu nombre en renglones negros, saltar a un volante de
techo de un bocado en su eterna rumia (vaquedades nubes invisibles al
faldas nevadas como horizontes de mármol y no parar hasta ganarle a las
fondo). Rendicción de Babel, pero en concreto, el señor Dios confundió sus
nubes la carrera, y asomar primero a unos labios morados de vendaval, a
silencios con el suyo. Y en un guirigay continuo sin hueco y sin aliento ya
vegas con sol aún y chopos ya arqueados a solas en arcoiris de viento sin
no hubo manera de desentenderse. Ni espejo, ni pausa, ni sorpresa.
blanco. Pero en las islas la lluvia cierra el círculo de la visión en una
Laberintos de minúsculos misterios: estancias en que habita la
maciza algarabía sola yerba. Una lengua áspera de viento le arrancó el
pupila sin sombras.
sombrero al mago, ale hop, y se destapó toda la historia. Y en las moradas
*
más hondas de su temido y amado laberinto, en sus infinitos corredores
tantas veces recorridos a tientas en la pulpa buza del dormir sin sueño,
En la cintura húmeda de la vida se espera. Melancolía de reflejos
sólo había sola yerba.
enrejados, nadie absuelve al murmullo de la lluvia. El corazón es una nana
Ni abismo ni bruma ni más final del mundo que su principio, ruina
que se hizo vieja esperando, meciendo un millón de añicos, vendimiando
precoz en medio de sí mismo. Y unos dedos forjados y caídos entre asir el
crujidos. Corre espejo borroso por los suelos, a mares, ausentes, que
cielo y anclar en la tenaz cimentación del oxidarse sus trazos ilegibles de
abrazan la cintura, húmeda, la vida, se espera. En el centro de la sangre el
garabato sin lector ni ojo habitante.
islote rojo crepita aún entre la costa de tejados de la mirada. Entre
Fin del zigurat, dí que es eco de singladuras verticales, y que pasó el
párpados de mimbre. En tornados de junco. El mundo susurra su pecado
pausado rumor del viento, y que calculó tan mal sus fuerzas para
de sueños. En brazos de nadie. Tras la rejilla estrellada no hay quién para
alcanzarse multianimal de suspiros que se quedó encallado, en callado
absolverle. En la húmeda, esparcida, melancolía, se espera, cintura, la
fragor que no fraguó, madriguera sin misterios. Bajo el cielo abierto ya sólo
vida.
hay lo que falta y queda solo lo que no. Ay.
*
*
Malecón
Seistmo
A Miavana se asoman de cuando en cuando fantasmas del amar sin
¿Qué abismo de revés enrevesado acoge el diluvio alado de lo
sábanas ocupadas todas, que se están amando. Y tratan de imitar el
primero en silencio? ¿Qué derrotas enterradas en esta geografía de
disperso concierto de los besos, pero les saben a sal y se les rompe en
sombras y fulgores abre los ojos en este angosto malecón de las raíces?
gotas, y se nubla la vista entera, en su afán por alcanzar la talla de
Luz en pálpitos de seda el Viento alcanza apenas, parpadeo, a señalarse
hombres.
rompiente más acá, rojo fragor mortal donde naufraga, detonación de
Se asoman a Miavana, aupados de cuando en cuando, de tarde en
cristal, la inmensa quilla alzada, muda, de los días.
alba, de una voz de cerca desconcertada. La sola lencería del viento les
Imperativo de vuelo, de tendida mano de copa en copa de sombras,
presta dedos y siluetas de contraluz enguantada que acariciar, y se
de fuente en fuente durada herida. Imperativo de sed, verbo confuso en
apaciguan un tiempo solo. Eterno mozo confuso, a la mar en barandilla le
substantivo de paso, encarnado en mástiles truncados de sí mismo,
vuelven siempre las ganas de tentar todos los géneros y marcar todos los
seísmo en pie se escucha temblar el Viento: sé tendido hilo de voz entre
números de teléfonos momias en las rocas horadadas del malecón, y
ínsulas carnarias de larvados rumbos. Pausado temblor de tierra ensancha
revolver el cajón con taxis de los ojos y las ventanas entrecejadas. No sabe
en sacudidas habitables sus perfiles. En minúsculos allendes, en
el la lo mar lo que sea una falleba, y desconoce y le intriga el juego de
diminutos aquendes, palmo a palmo ganado espacio de los ecos enraizados
levantar despacio una esquina del tiempo en un preciso desliz de pieles
en esfuerzo al anterior, al siguiente, por las cunetas sin niño del camino
entrebordadas. Por eso enseguida se le levanta indeciso el la lo algo, o
(mirada sólo sin don de adonde).
alga, y se navega pretil en un breve embozo que quisiera prolongar a toda
costa.
Sé istmo fugaz, a riesgo de salobres sombras estancadas que
almidonen flores en banderas, en cruces tallos, en plaza abrazo de raíz y
Medio río nada más, por eso hay veces que se enfurece y la
besos de simiente en monumento. Sé alma dada a riesgo de almidonada
emprende a bofetadas aparatosas y blancas con su otra mejilla ausente,
ceremonia de etiquetas. Que sale siempre el sol y a la sombra relojera de
con la chopera de la ribera de enfrente del horizonte que falta y le hace tan
los hitos se hace eterno el todavía y se padece y sofoca; que aviva la
ancho el lecho y tan desrumbado, y tan errante su abrazo tan aplazado
confusión hospitalaria y umbría el incendio caudaloso de los pasos. Sé
entre olas, sin saber que han de ser al tiempo adioses. Y es que no sabe el
ístmo, Mudo Marinero, se escucha solo, de rama en rama, el Viento.
la lo mar lo que sea, y creído medio río nada más, por eso hay veces, y se
enfurece.
*
*
Calixto
Aparición de Santa Ginetera a un airoso conductor de furgoneta
(Estampa pía)
La gloria sin cabeza, que ha hecho del humo su penacho. No la pena
pequeñita ni el rincón de la vida, que es cualquiera de la esfera.
La estampa representa la leyenda piadosa de la aparición de Santa
Fantasmas de ecos oscuros gastan nubes por cimera, tampoco podría ser
Ginetera. La santa, a la altura de las circunstancias, aparece aupada sobre
ni han sido de otra manera. Y eternamente galopan su reloj de horas de
dos tacones y un bordillo. El peregrino viajero aparece en el momento de la
bronce, y marcan el regreso indefinido de lo mismo que sigue aspirando a
aparición, redundancia en su propio beneficio que además de ser lógica
eterno. Carrusel de muñecos vanos y terribles, insustancial tiovivo de
debe ocultar una verdad jugosa en sombras de alegoría o atardecer o
muertos que gobiernan la nave de la que sólo se salvan los náufragos. En
rimmel. Puesto que el viajero va en la gloria mientras Santa Ginetera se
su cerco sin salida a la mar que nunca alcanzan, que no alcanzaron. La
sujeta los riñones del milagro, que es sacar de meter, y que comparte con
innecesaria estatuaria de la espuma sí es precisa, pues no debe rendir
los tipos de los bancos –no confundir con las siluetas del fondo, tal vez
cuentas ni posan para ella gaviotas muertas. En ella sí que están los que
ángeles rendidos o alegoría del infierno trilateral, escarnio grotesco de la
son mientras están. Justicia integral, aunque su irónica misericordia de
trinidad-. Lo cierto es que el peregrino devoto va en la gloria por el borde
tangente se salga a veces del quicio de los mundos por venir a salpicar la
del mundo, donde se le aparece a Santa Ginetera justamente cuando ella
sed helada de los héroes con apenas unas gotas del océano de adioses que
parece cansada ya de su asunción del bordillo y los tacones, dos duros
virtieron.
paraísos de asumir entrañas de otro, aun para santos jóvenes.
*
*
Veoloncielo
Oximoron
Se le olvidó a un músico que se marchó al la, al allá, al alado lado de
Servum servorum christi. Nada de amo: no sea que el verbo se
allá donde las luces de los hombres prometen recompensas a quien les
encarne de repente. Y al pie del henchido carnaval de las palabras
traiga un jirón de sombras siquiera en que asombrarse.
diminutos nos dirigimos al desencuentro, a la vez, puntuales. (La memoria
O se arrojó al mar desesperado de la visión de otra ribera que jamás
es un asfalto cubierto de signos raros, por la perspectiva, que en su caso
sería la suya, aquélla en la que se es y se tiene nombre y balcón, y buzón.
casi siempre es aberrante –salvo que algo ¿el amor? venga a ponerle alas-.
Y no se pasa vaivén sin rumbo entre la noche y el día, entre el mar y la
A vista de pájaro lo que no se ven son las figuritas, tú y yo vueltos puntos
bahía noche y día mar y bahía, entre la bruta tarabilla de planeta y la leve
suspensivos, esperando, intransitivos transeúntes. Al pie de la sarcástica
algarabía nubosa de la lengua lengüeta de incomprensible armonía, de
rotundidad del campanazo y el tiro, monos suspensos en la asignatura de
escalofrío de oreja, de seso estremecido en paisajes sin relleno.
la inminencia. Los tejados se tienden buscando limosna de agua para los
Se le olvidó a un músico o lo quiso salvar un músico desesperado o
labios sedientos que ocultará la noche.
en fuga de la fuga sin fin y sin balcón y sin remitente. Pero ¿qué es? Una
funda o una sombra o una puerta que se hunde o que se alza o que se
está, sencillamente, en el borde. Esperando, o no. Contemplando acaso. El
ocaso. Donde un arco de claroscuros le rasca cuatro notas a la vez,
avezado de eternidad acordada.
*
*
cornamentín, en testa coronada de responso y testamento, en los planos
Asalto
imprescindibles de la metafísica y el metro. Qué entre acto de pasión y
antipasto de acción este estampido de historia estampado en histeria de
Que lo más importante no se ve. Fuera, debajo, delante de las
repetir primera vez ante la cuenca vana de la Máquina Ninguna, posando
columnas los culos se cogen un frío nada retórico en la piedra de los
para la posteridad los instantes enjambres del Rumor a manotazos. Arriba
escalones, de los bancos, junto a cañones de adorno –ahora-. Dos juegan
pasa el Viento su húmedo borrador por acullí, por acallá, y no enmudece
al ajedrez, y el Viento en las torres. Universidad. En los aleros húmedos.
entre los signos de piedra, y escapa por los tejados. Aufgehoben. Aupado a
Esperando. El Viento. En las copas desmintiendo el intermedio ampuloso,
lomos de sí mismo, blanco.
inevitable, que se habita hablando de lo que no se sabe, lo que se supo, o
La fenomenología del espíritu ¿no será el placer de rebuscarse en las
se sabrá, quién sabe. En los bajos ondulantes de lo alto desmintiendo la
heridas? Pero salud, blanca luz.... no devenir, advenir. Haz Viento. Por mil
importante retórica importada de imperios con tranvía y con bufanda que
hilos de voz, en fugas de alto fuste, por mil hilos de vez, ala vez,
quisieron soñarse a su vez la otra vez, aquélla, la prístina y caliente de isla
Viento, de voz en cuando, a veces, a sacudidas confusas, asaltos, advenir
con mármol y sirena con tritones. Otra vez soñarse otra vez en otras islas
alaluz, manojo, haz, Viento...
haz
donde el mar rezongando de espuma dejaba al fin partir al Viento solo,
(Rhin, rhin, rhin. Todavía hay clases. La historia no ha terminado). Y
tierra adentro, tras su larga jornada juntos, isla adentro de estrellas sobre
rezongando de espuma el Viento sinfín se deja partir al fin a confines que
fustes resplandecientes y de aleros húmedos de templos y de culos fríos en
no entiende, Mudo Marinero enredado a voces, enmarañado a veces y
los bancos, en las piedras de otra vez, a otra vez, de isla en isla, de vez en
explicaciones de azul en triste figura de predicar como ejemplo a los que ya
vez desmentidor de intermedios desairando airados impasses sin compás
saben ignorarse como nadie. Mudo Marinero aterrizado que riza la tierra
el Viento. Entre aoristo y litotes, entre diatriba y exordio destrabando el
adentro, la isla adentro de estrellas sobre fustes resplandecientes y culos
laberinto de forenses, recordando entre los huesos de la lengua la carne
fríos en los bancos, tierno asalto de cristal enmarañado a voces, tramado a
movediza de zumbido y parra de los dioses, entre ración y ración de razón
veces en piedras de otra vez, a otra vez, de isla en isla, de vez en vez a
sin corazón, de corte en corte y de choza en choza entre clase y clase.
desmentir intermedios y desairar los airados impasses sin compás. Entre
Acullá o aquillú del manoseado fresco del asalto, el Viento.
clase y clase.
Junto al cañón sin empleo, ahora, uno se enroca. En el intermedio.
(Rhin, rhin. Porque la historia no ha terminado)
Junto a la terca desembocadura de la escena en alto, en el asalto de la raíz
a la basa, del tallo al fuste, de la hoja al capitel, del Viento al ciento, al
cuando, al calendario. Qué vieja contienda. Qué mercadeo anciano. Qué
ampuloso intermedio de ciudades fantaseando marmórea su cintura
vegetal porque el débito es el débito y lo que dura dura, aunque en la
palma está escrito que será fiel al que pasa, sólo, fantaseando sobre todo que no es todo- el borroso asalto de un recuerdo amante que abanique
pero no rompa la sólida posición, el enroque en toque de corneta y
*
Partida
Abuela 1
Fracaso de la inteligencia en el portal de interiores donde los niños
De aquí se podría partir como quien sube un momento a casa a por
muertos inventan junglas en las macetas y el sueño tiende palacios en las
algo que olvidó, sin demasiado dolor, porque la mesa no para y es
cuerdas de un paisaje de barrio sin afinar. Fracaso de la inteligencia que
evidente. Aquí, al sol, los extravíos de sombra sola en paisajes sin nombre
no deja tras de sí más que animales dolidos de una quemadura
ni retorno no caben. La mesa está llena, las cartas contadas. Y a fin de
desconocida, el tiempo, en la piel de hoja y barranco de la piedra. Abuelos
cuentas las caras son un cambiante espejo de agrados y desagrados.
escurridos en sémenes historias y patinetes para nietos que soñarán a su
Érase una vez una tierra que alzó ubres quietas de piedra, éranse
vez con llegar a su vez, a alguna conclusión algo menos transitiva que el
animales pertinaces que alrededor congregados inventaban la memoria. El
regazo de vivir, que este largo despuntar piedra en los huesos.
cordero degollado o te mato con el as, la tangente interior por la que
¿Y qué habrá sido esta calle? ¿A qué asomarse? Qué estrecho patio,
escaparse ha quedado rodeada, y si no se rinde, al menos titubea. Un rato
qué colmado, el sueño, qué bolsillo sin monedas, pellejo el tiempo. La piel
sólo, del alba al ocaso, sorprendida y cautivada al verse de pronto rozando
de vista. La calle. La monda.
el interior de una esfera, inconcebible figura,
Fracaso de una inteligencia incapaz de resumir el todo ni salvar las
tan sólo en signos
circulante.
partes. Condenados cojones, condenada fuga de la foca trotando en su
En Miavana el muerto se reparte a plena luz, en cualquier sitio, y las
pelota. Incapaz de mirar el ojo que despunta en el centro del dolor extinto.
diversas incidencias de tajadas contadas constituyen el coro concurrido de
Ya sin sílabas cometas, ya sin manos nebulosas que estrujen el regazo ya
la historia. En Miavana el muerto se repite a plena luz, en cualquier sitio,
sin ángeles ni leches, consumido hasta el final de la ceniza en mirada
y las diversas incidencias de tajadas contadas reconstituyen el corro
ardida entre renglones o partituras o raíles de abuelas traviesas
recorrido de la historia. En Miavana se repite la luz a pleno muerto y los
atravesadas en horizonte de negro mármol de inminencia.
diversos concurrentes son tajadas incidentes de sombras en el corro. En
Fracaso de una inteligencia incapaz a pesar de todo de pesar el
pesar de todos, o calcular lo que vale la pena.
Miavana nunca es lo mismo el mismo, en cualquier parte, y las manos
incidentes se suceden en el plano tajado de las calles.
Ni el gesto de engendrar ni el de matar perturban una escena en que
*
los mutis han quedado cercados en una burbuja que es el círculo de la
desesperación vuelta del revés inenarrable, de la derrota tornada imposible
envés de la esfera en superficie visible donde irse es adentrarse, y perder el
tiempo ganarlo a veces, mano sobre mano. Y fuera, un dentro de intimidad
intimada a caminar metódica a ninguna parte sin partenaire, viento
varado solo, sólo sabe guiñar en cortinillas mecánicas un gesto de
comprensión cada vez más oxidado.
De aquí se podría partir sin demasiado dolor, pues la partida es
evidente. Tal vez al otro fondo superficial de la visión murmure aún en
Calcomanías
faldas de despechos manantiales la burla del siempre convexo sin nuncas,
que se ignora por tanto, y por tan poco sonría contemplando los esfuerzos
Vienen de pasillos en que la primera vez rezagada pierde el tren del
de manos tangentes por alcanzarla cercada en vacío centro. Tal vez en ese
por lo tanto y los contornos, confusos alrededor de una calcomanía recién
detrás de enfrente, al fondo de las manos y las veces, contemple el mineral
llovida, ¿yo vida?, y se queda en el andén de trasatlánticos somieres
de carne con círculos de asombro su propia redondez convertida en
infinitos y tibios, viendose partida en chucuchucu de palabras hacia
premio. O tal otra la recta perfore aquí enfrente un atrás de rumbo y calle
empresas serias. Pero el álbum de Las Cosas ¡es tan grande!, y hay que
en la palabra. Tanto da. En Miavana el sitio se reparte en pleno muerto, a
encontrar el cromo que falta, ¡adelante! Y tan henchido de banderolas,
cualquier luz, y jugar o mirar bien barajados constituyen el corro
¡cómo no, si es la tarta de cumpledaños del Animal Estrellado!
inamovible de las calles, entre órbitas calladas más allá y acaso un más
acá corto de objetivos.
¡Hale, a enarbolar la yerba! ¡La gloria! ¡Las hebras de la inasible
sustancia del durarse! Hale, a endurecer blanduras, que se tengan. A
algunas un secreto agujero les susurra sótanos aún, y siempres. El tirón
*
de izar quiendura aún no alcanza sino a alzarles sin desprenderles ni gota,
campanas dulces o pechos iglús, depende. A otros, un inesperado mástil
les empuja a las alturas, izados en su burbuja flotan años a través en la
inmensidad de la pompa azul, pif, un día.
¿Pero cuál? El día señalado. El día tatuado. El día abanderado. De
papas o de frijoles, de matrias o de arreboles. O de arrabales de abultados
taruguillos de calor que no se caben, ya, que todavía no se sobran. El día
cualquiera que una calcomanía se arranca de un pasillo oscuro sin género
ni número, y ¡hale!, cabe las estanterías, a lo largo de los nombres de las
hebras infinitas, hacia la puerta. Hacia la puerta del Álbum. Donde
aguarda un breve guiño que regala sin alardes el cromo que faltaba.
*
Descaro
Ecce Momo
Si se diera la vuelta, al menos, se le vería la cara. Así, de frente, se le
Todo el año es carnaval, más caras las fechas, o menos, mas para
ve sólo la cruz. Señalado lugar de aterrizaje del verduguillo paulatino,
todas hay ocasión, Miavana da lugar a cualquier figura, los museos ríen en
tiquitaque tiquitaque, déjame a mí que saque, ¡pero si yo era tú!
las esquinas y por las galerías comentan las olas curiosas la errata
En Míavana guardan los estantes barquichuelas de corteza de pino
impronunciable del reloj, que es leló y es chino, los títeres sabihondos se
talladas a navaja con torpeza de muchos años de abrecartas. Y cometas de
mueren de aburrimiento con sus espléndidos trucos y las gaviotas
cañas y sábana en jirones prematuramente envejecida por falta de riegos
aplauden fuera de sí, de no, de todo tono, al pelele deshuesado y la broma
tibios, toma ésta, es igual, total no se va a usar, gracias mamá. Como el
sin mañana, crecen las obras maestras entre los párvulos, y los entendidos
famoso bateador, el cid campeador, el navegante sin miedo o el astuto
de pie se pierden la corrida, en tanto diestro el sol calamar de luces
consejero. Sólo se usará el oficinista. El faquín. El jorobado, no te joroba.
modela inestantes por cada instante, y por hallarse sombras en un Mudo
La res pública con la cruz marcada a fuego, lento.
Marinero el verbo se hace poste y embrollo vegetal sin solución se
Si se diera la vuelta, asomarían todos por el vano con tortícolis del
crucifica.
cuarto de no estar, para jugar. A mirar. A no tocar. Que es falta. Que es
ayeres. Que es aquí eres y no es más que una espalda. Que es soy y le
pasa la pelota a mañana, que de espaldas contra el muro gris lo ignora. Y
ruge el estadio entero de las estrellas, enfervorizadas, y el Oscuro Puchero
con los humos se levanta la tapa de los Esos. Y se asoman todos al Niño
en confusa vaharada, no es nada, sólo queríamos jugar otro poco a todos.
Con torpeza de escribanos a hacer magia. Con la chepa de las cuentas a
aguerrido dromedario. Con la cuerda tiquitaque del calendario a la comba
de espumas, ¿papá, qué es un paquebote?, pues un barco de goma, por si
se ponen duras las olas. En América los hay. O en Yanunca, que es el
pueblo de la Abuela. Pero pónte ya, que te paso yo la bola.
En Miavana guardan los estantes mentiras piadosas como espaldas
genuflexas ante la hornacina del centavo, que no se le vea al santo el rabo.
Asomados por el vano vano de jugar a mirar, ruegan todos que no se dé la
vuelta. ¿Qué cara iban a ponerle al ver que no la tiene?
*
*
en jirones congregados arrastra por el asfalto el pausado entretejido de los
Multitú
gestos que hace raigambre fértil el vano mucho de la arena. Multitú por el
desierto busca Sinaí que le devuelva su sombra de montón alzada en eco
¿Qué miran todos? Su ausencia. Pero su ausencia en figura, coja,
tonante. Filo del inestante, el trayecto congelado se desliza en avenida de
tullida a palabras que prometen. Una venida. Una avenida. Partícipes
espejo pendiente, y en las orejas del Marinero quedan solo adorno los
presentes instalados en participios pasados. Comuniones caducas se
gritos sin atrás de las gaviotas.
encorsetan como pueden el único perfil del multitú. Pero el yo protésico se
retrasa y nadie les dirige la palabra. Será viejo. Será otro portavoz del
verbo, y otro anuncio. El anuncio de su santidad. El anuncio de su
perfección. De un pretérito perfecto para sagrada horma del presente: ha
venido. Avenida.
De presente multitú que se da la espalda. Que se desmira. Que se
desvive. Miavana, ciudad del hombre, es un guante del revés que se vomita
en besamanos harto de esperar que se la besen. Y aprende a hacer que
odia su callejón rezumante de miradas y susurros. Su húmeda hendidura
de recepciones y palmas. Su callejón del gato, inminente siempre, y sabio.
Su sestear de perro escarmentado de tanto roer luegos sin carne,
correosos participios pasados en corsé de carnes fantasmales. Miavana es
un ombligo con pestañas hacia dentro buscándose el Viento. Que entre
tanto espejear de amplio espectro se peina en finas hebras de cirros y
palmeras. Que entretanto aquí abandonado se dispersa en ceremonias sin
testigo de charcos y epidermis. Que tan bien añora el juego de quererse
anatomía completa del anhelo que olvida que está jugando y por su parte
prieto en banderín suda y no vuela.
Lo que falta en la suma es el total. Mas no le basta al multitú para la
dicha de hallarse dicho el vacilante rumor del Viento o del aliento, la
mirada pavoreal volandera de la espuma. Y la esfera de su espera se le
cierra en un espejo de luces asombradas y ayunas lentejuelas, donde la
vela del corazón engendra monstruos y su aliento alumbra vaguedades.
Falta el total en la serie larga de cruces y de abrazos que pespuntean las
cifras inestantes. Y su promesa venida desata en avenida inmóvil el
intangible peso de las tramas volanderas que hacen hogar de estancias, y
*
De Miavana no ha venido un barco
Cópula
cargado de singladuras en las nubes que sólo los ojos escribieron
Ellos, siempre ahí. Tras el escritorio y el que escribe. En el centro de
perezosos, una y otra vez, en el envés de las veces con siesta y moscardón.
calles y renglones. Ellos sin nombre, o con uno gastado de antes de
Boca arriba llena de siempre porque la sólida ruina almenada de otros se
Danton y los derechos del individuo. Ellos bestias deslumbrantes o verso
lo permite. Cabe el castillo que no se dio lugar, donde el vigía que no se
bufo, o incidente en la palabra vagabunda. Ellos sin almohadas arrugadas
dejó sitio los sueña todos, roda liviana de espumas sin fundamento. Y
ni baldosas empapadas de mugre y de simiente. Ellos solos, ellos astro,
deshoja la rosa nebulosa de los ecos sin levar las amarras dolorosas de
ellos antes, ellos sótano inerme sobre el que vive un quién vive.
una pregunta.
Cierto, sin cola de habitaciones de alquiler ni poemas sucedáneos de
Oh sí, cargado de los dorados caramelos de lo impreciso. Oh sí, de
dondes habitables. A lo más, pulgas. ¿Recordarán las uñas tras de la
rumorosas estancias, de aromas vagos, de morenos cuerpos entregados a
oreja? Esto no iba a ser así, qué mosqueo la memoria. Ah caros recuerdos,
la ceremonia del sudor sin pasaporte. Atestadas las bodegas de contornos
cómo pican. El ecuador se cruzaba donde se olvida el nombre de un
abismales como espacios a pico que hacen tajadas de tiquitaque el dónde,
cuerpo amado. Empieza, entonces, este ralo hemisferio del superviviente.
oh sí.
Ni los orgasmos con Beethoven han valido, ni las galaxias
Con su pesada carga de liviandad que se evapora aguarda. Mecido
transitables de rostros con farola, ni los vertiginosos patinajes de cometa
entre podridas mantillas de dinosaurios muertos. Arrullado en la bahía de
acometido en lo hondo de la voz, lo somero del rizoma, a flor de mundo,
los presentes eternos. En el murmullo redondo de perpetuas inminencias.
¡tan abajo! Al cabo ellos persisten, ellos centro, ellos nife, ni esperanza, ni
Pero entretanto la luz huye sorda. Con su hatillo de colores a la espalda
caridad, ni siquiera resignación donde no hubo signos. Y lejos la corteza de
del azul.
este fruto nebuloso asiste al tiovivo de espectros con cumpledaños.
Paseantes contornean la corona cariada de atalaya que a hurtadillas
Pero ellos no pueden meter la pata ni sacarse del bolsillo un
roe su más acá nuestro de cada día. El viaje crucificado entre aquendes y
descolorido billete de autobús, capicúa como un 69 o un par de historias
allendes se acomoda oxidado a su pasión, y razonando en sus muelles
de amor (geminadas por el canto insufrible del que perdió y asoló, del que
luego entonces ahoras organiza una bonita compostura de tangentes y los
pidió y se negó, por ese canto negro de pez sin volumen entre el planeta
perdona a todos, porque no saben lo que hacer, ni lo que hacen.
ahogo y la apisonadora ausencia que debiera unirlas en la nuca
transitable de una foto de carnet). Por eso la ingeniosa, el pudoroso, el
*
ajetreado y el trajeado, el peatón y el motorizado, trilirililí, rodamos por el
invento de los ríos de Asia y los calendarios, de las infancias y los
mañanas sin podernos despegar la distancia de reojo o de embutido de
pavor bromitado en chiste que nos une. Sin poder siquiera con un cachito
de palabra pontón vuelta acera sin amarras descender del tiovivo a su
tierra firme del calor que suelda.
Cópula sin predicación que valga, queda el nombre correa boba
entre los dedos del figurín, y el bozalito y el vozarrón que airado se reclama
Abuela 2
propietario. Ni siquiera la ventana de los trenes ni la Heroica tocan este
puerto sin lugar donde el ancla de los vientres se abisma en el revés de los
Del tesoro de tu vientre poco saben los imperios de extensión que
plazos extensibles como esferas y hace fondo en figura de pálpito solo al
inauguras y concluyes, isla de adentro en el naufragio de las cornisas
sol.
doradas y el estruendo de los pasos. A lo más palomas en la mar del sueño
te predicen, galas hacen ajenos ojos de la frontera de espumas que te
¿Y no has tirado piedras tú a los perros enganchados, Marinero?
Una vez, sí, pero antes del ecuador, cuando aún la singladura de latir
esconde donde allende quillas voraces yaces, callas, y aguardándote en
abrazo de mirada posada un segundo sobre tu costa guardas.
guardaba en su camarín de porcelana las cartas del otro mundo. Luego
¡Y qué extraño labrantío de velas te pretende, noche a través,
llegó ¿de dónde? la pedrada repentina.Y la frase se rompió en espuma de
denominada! ¡Y qué tráfago feroz de planetas abreviados en minúsculas
sílabas sin amo. Sin temo. En cáscara azul sin rumbo.
momias doradas de tu cintura, de mano en mano, te confunde! Pálpito
Amo. Amo. Primera persona que asciende al segundo a segundo,
suspenso tú, laberintos de cicatrices rompientes ya rompidas en faltas sin
¿qué ha sido del cabo que asido me sostenía sujeto? Antes del siguiente,
maestro te invocan y sonríes, sin trazo en tu presencia de no ser,
del seguirse mecanismo puntual de hacerse tarde. Antes de la hora,
insoslayable, el dulce tajo de gaviota en el melón azul de lejanías, o un
después de todo luego. Amo. Palabra entre dos caras, palabra que reclama
paréntesis de palmas sin destino.
a sus casillas a los perros para que ansíen salirse, que la cópula deshace
Si una entre las velas urdió cuentas de cristal para el engaño que tu
inocencia leal volvió rubíes; si una entre las sendas de los ecos tocó en tu
para que dure el aullido.
corazón de ensenada la cuerda de horizonte que tornó en inmensidad tu
Perra vida, ¿dónde te metes?
*
escalofrío; si asolado entre las olas un ser sólo aprendió asombro de son
entre tus sombras, si al pie de la letra cumpliste tú el camino que en pieles
de aliento sin tu allá se figuraba, errante desbandada de los vientos,
estatuaria de gloria y monumento, si en sílabas vivas pronunciaste el
ancla inapelable de los tiempos, si tu vientre se prolonga en otras
oquedades de acaso insostenible, si mi si tan sostenido sin acento ni
pendones, si tú, yo entonces...
*
doblado final de las cervices. Y los monitos que estrenan herida de tiempo
Al margen
le llevan cacahuetes que se escapan de las manos como senos prietos o
palomas de selva presa. Y heridos ya maduros de vez en vez aún vuelven a
El siglo de las luces toca a su fin, y es un esternón en su barbilla
asomarse a su grotesca rumia de frutos secos pese al diluvio de bombillas
adormecida. A su lado mira la que seguirá mirando pasar ciclistas alados
instantes, ya sin día al que instar, que está cayendo, y un restante gotear
como nombres, la parca en palabras que no duerme. Mira la ávida el
de distorisones. Y su trompa por el barro puntualmente regresado palpa a
tráfico de apellidos por su vientre negro de pez. Sigue al velociraptor de su
sílabas tentadas la infranqueable epidermis de un mensaje redondo,
corazón que persigue un bulto o una quimera, el automóvil que no se
desleído y sin remite.
mueve por sí solo sino a pulpa de reptiles muertos. Un sepelio de siglos en
¿Acaso le sirve aún el balbuceo de linde y de criterio para ordenar la
tartamudeo de explosiones racionales, racionadas, pasa fugaz por la
incesante procesión de las hormigas entre sus patas salomónicas? Barritar
mirada azul de la que seguirá mirando. Las luces, por su lado que es el de
abanicos de luz sobre los mares, no, sin duda. Alzarse surtidor de soles en
él, declinan. Responsabilidades, ocasos y otras ilusiones ópticas. En
triunfo del remedo por desiertas medianoches, nunca ya. Menos aún,
espigados sucesores que iluminen multitúes en su camino a la espera.
enredar
Quedan las islas sin faros de la civilización. La inaccesible cámara
jugosas carnes de la tierra y arrastrarlas a la monótona
maquinaria que acecha tras los labios.
oscura donde velan los Muñecos su sueño eterno. A un lado de la calzada
Llanto de bombillas de días sumergidos tras pupilas sin balcón
plana con emulsión de impresionables. Se extiende la humanidad sobre la
asoma, acaso, por la punta cavilosa del viejo elefante eléctrico. Rostros que
tierra y en un parpadeo pasa su vistazo de soles el Aquello. Se extiende un
revientan ampollas en el durísimo pavimento resquebrajado del espejismo
hálito de humos regulables sobre el hueso y a la piedra le crece tiempo.
atestiguan el invisible enfriamiento del planeta detrás. Se extinguirán los
Probóscide invisible replegada contra el pecho, ¿dónde ponen los elefantes
dinosaurios para llevar puntuales frenéticos turistas a su sábana de
el ayer para dormir, y soñar tal vez? Presumiblemente presumido algún
nuevas citas viejas con la piedra. La cortinilla estrellada acabará su
farol recita a Shakespeare para sus adentros fundidos. Nombres entre
parpadeo y la foto estará hecha.
paréntesis de torsos apretados rezuman mosto de días. Patas alzadas de
perro saludan el confuso advenimiento del reino del único año pero mil
veces.
Reverente se instituye el imperio de memoria. Y los ojos de las
nubes fueron felices y comieron cervices.
Se resueña otro abuelo en funda de piel negra. El suelo del asilo
estaba empedrado igual de ahieres. Otras eran las rosas, las paredes y las
luces otras, y el eterno multitú por los pasillos salmodiaba su inconexo
balbucear de zapatillas. Pero igual el calendario desprendido con los
dientes y los pelos formaba parte ya del barullo aún cercano. La trompa
del animal memoria es el único apéndice que crece sin menguar hasta el
*
La mirada de vidrio sin ocupante en desiertos verticales donde
Chou
momias de abismo con antenas emergen bamboleantes, sin prisa,
Hacia la puerta de al lado el mono cansado pasa sin mirar y arruina
el inefable chou de las cinturas que se ofrecen de horizonte a la
escurridura universal de la espermanza en un manzañana mejor, en el
quicio en que se secan del que se sacan los labios húmedos de fantasmas
neblinosos, divertidos, sin más gravedad que la que atrae al fruto carmín
de la metáfora a la trampilla, caliente, caliente, de la toc, calavera,
inocente, inocente, pura mecánica grave de Nuevotono o Newtrova.
Hacia la puerta de al lado de la calle indiscernible del tiempo vaya
un hoy desollado, vaya un títere de arrugas, siempre tiene que cruzarse en
mitad del chou, vaya bayeta, vaya pellejo, a enjugar el empapuce global de
la mirada instantánea en zumo de carnolvido, millones de miradas
mariposas que se ciernen invisible mermelada de ciudad palpitante ante
tal portal donde el ojo se hace carne de antepechos para habitar
entretantos.
Y al remitir el diluvio de lentejuelas primogenitales el hambriento
animal sueño se halla perdido rebañándose piel en un plato mondo de
huesos, el ayuno animal sueño se halla otro, segundo, rebajado, a
segundo, entre dos manecillas ajenas siempre y hastiadas ya de presencia
tan semejante.
Y al remitir el diluvio de imparpadeos centelleantes la piel de gloria
descubre el esqueleto de mirada que sustenta sus estancias incitantes y
sus instantes patios, y no obstante
el deseo guante del revés abofetea las mejillas del cuadro y le desafía
a un velocísimo pálpito mecánico,
ah, donde se descorra instantánea la cortina sobre patios interiores
de los nombres y un afuera de aquí descubra embustes de memoria,
ah, donde se corra instantánea la cortina de sucedidos portales y
fechas numeradas entre labios húmedos en el quicio del chou que
contempla ¿quién?
insaciables, a este remitir de portal en portal el diluvio centelleante de
animal gloria, animal guante...
(¿y quién diablos te mandaba, Marinero, hacerte un arca?)
*
momento emergida, mas no para que la holle el mono saltimbanqui que
Autoretracto del Marinero, cara al Viento
todo lo desoye menos su baile frenético entre las formas.
Silencio sin defensores, al borde del amar de la memoria la carne se
Qué listo, Calixto. Sin embargo este lugar donde vacilan las
rehúye instrumento de sombras y presente calla.
imágenes, entre la tierra y el mar, ¿cuántas veces ha servido de amparo al
hambre? A la soledad del que cree haber llegado de nuevo viejo adonde
¿Y cómo que “la estampa representa...” ¿Representa? Paso atrás,
siempre se acompaña, ausente. Si se rodea el pedestal y se mira hacia
comillas, distancia ya no jugada, sino hasta el juego. La contemplación de
dentro, al continente contenido en la espuma, como siempre, esta ciudad
la estampa como estampa se alza y se interpone, pánico emparedado,
es La Habana y al que mira se le caen las pretensiones como al prócer la
cuando aparece la figura humana por antonomasia, por tanta onomástica
cabeza, con rara frecuencia, justicia y facilidad. Sublimidad permanente
arrendada, el perfil sin cara de una cualquiera. El bulto sobre el que se
de los bustos frente al mar, perspectiva desolada de siempre o nunca:
monta
insoportables honduras. Empacho del simbolismo contorno. Desconchado,
representación, la ficción del teatro sale a relucir cuando sale a oscuras la
el muro negro ofrece unos cuantos huecos, escasos pero ideales para
jinetera: ¿sucinta historia del verbo?
sentarse a comer un bocado al amor de los ideales.
el
milenario
garito
de
la
diferencia.
La
distancia
de
la
Paladina radiografía del Marinero. No es aquí un capitel ni un suelo
mojado ni un pantalón colgando, a no ser de sus caderas. Es la imagen del
¿Y qué decir de la acera de las raíces? Al alzar con sublimidad
imaginar la que se presta a este juego de fantasmas. Es sobre la ficción
zoológica la mirada de la máquina, dos gendarmes miran asombrados
insondable del asfalto tangente sobre lo que esta prosa versa, da la cara,
como la historia. Con razón esta tan vacía la acera de la simbólica, con
es ser ficción la verdad lo que finge. Es de cosas que fingen fingido lo
razón tan despejada de humanidad y otros opacos. A las mismísimas
humano de lo que se habla, trucado el mercado del trueque sagrado de
puertas de la Seguridad definitiva, ante el sagrado ministerio del interior
cuerpos y voces. Aquí, en este siguiente peldaño de la escalera en que
inexpresado, ¿no es lo más lógico ponerse a buscar raíces? Demasiado
nadie me sigue, ¡tan de cerca!
joven el primero, el otro cano ya y con perezas para reaccionar al
escaparate sin escapatoria, a su espalda un clic asesina toda retaguardia
argumento antes de que siga el viajero imperturbable acera adelante
de sublimidad en espejos sin culo. Por eso con pantalones, por eso es una
¿Raíces? Cuando alcanzan la hipótesis del objetivo trucado y la conjura
estampa de vana ciudad imaginada y no Miavana, ciudad imaginaria.
Culminación
extranjera de palabras y miradas, ya ha doblado la esquina.
¿Desde dónde, tanta lírica y tanta contemplación?... Desde el lujo
metafórico del libre desplazamiento literal de los sentidos.
¿Y confesarse mirón que al amparo del crepúsculo hace a la amiga
instrumento? Silueta humana, silueta querida, silueta muda al borde de
un tejado suspenso, de una casa submarina de ilusión y luces sólo, por un
*
del
Multitú 2
Marinero de mar bella, aroma como a sé al día, mira empero que
amar calla, que tu oficio de pasión no tiene nada que hacer ni en tu vida.
Hablar de imágenes ausentes es rozar de palabra más o menos
Que si entras en escena al Gran Actor arderá Troya para apagar otro breve
anchurosa la apretada tibieza de los cuerpos. Encerrarse en la inmanencia
picor de alcoba. Que si describes el acto desde un palco de memoria le
a esponjarla de inminencia. Mirada Miavana, un subproducto pretencioso
robarás el aplauso de carne en que se traman quienes.
aunque avezado constituye la réplica a la que intiman las formas:
de fábrica oyentes y locutores, y su mirón acoplable la cacamía parlante
intimidad y sujeto (al sujetador cósmico, por su puesto flotante),
superviviente en sus botes de informol y tremendina al naufragio de su
tempestad e impulso y otros borborigmos románticos. Negras figuras
primera erección; y sin duda que se duda con razón quien se ha de llevar
juegan y se enrocan en los cuadros de memoria: interiores del Vedado,
la palmatoria en tal concurso de sombras, un ensayo sobre arte o un
donde la cámara oscura con estrellitas sólo tiene accesos de palabra.
postema con erratas que insinúe logros el errado en algún local con
Es el culo parte crucial de la anatomía del animal espejo. Ojo ciego,
contrafigura en la visión del recinto en que se produce hombre. Mas no es
Ya trae el saber
humos. Pero mira, Marinero, aroma como sé al día, que a tí no te dan
lugar ni flores ni narices.
el culo residencia del sujeto trascendental. Pese a Ticiano y Velázquez, ni
Si cupiera hallarse a ciegas estatua y escultor, y mirón mirado
Venus ni el pintor alcanzan a plantarle cara al culo; alcanzar, lo alcanza
acompasarse al mundo en la mirada distante hasta inexistir de un verbo
sólo otra mano. Ahondar el retroceso en el espacio helado del espejo tan
sin personas numeradas; si cupìera el juego trino que fuera canto, filo de
sólo da cuerpo iluso a la ilusión de huirlo y dejarlo atrás: en las
papel, tangente en que habitamos un verbo indecidible en el tiempo... mas
mismísimas narices. Figuración del fondo que úberrimo sostiene el
el anuncio de tan hábil urdimbre que tramara ¿cómo lo habría de hacer
espectáculo, la ubre es el sostén, el rostro el velo. Ni en el actor ni en el
ver el cuadro? ¿Cómo, que ver y decir, que sentido y sentir se casan a
hecho se cumple el sueño, sino en el acto en el lecho de inestantes sin
veces a voces, en silencio a veces que son instantáneas celestinas
aquendes, sin allendes ¿De qué río pues?
desechables, sin ingresar eo ipso en algún honrado gremio de latinistas,
(Mansa
carcajada
de
espuma en curso que se prolonga a toda costa).
Multitúes o solilocos, avenidas ya venidas son ahieres, equívocos
presentes de caras ausencias, e inconfundibles. Los remansos de mirada
pedantes, inductores, seductores y otros guías?
(Deberías poner, entre paréntesis, una saneada tienda de anzuelos,
interrogantes y demás artículos de pesca)
son hermosos de milagro: estilo o teoría, de intento son estanques, lugares
Hablar de imágenes ausentes. Encerrarse en la inmanencia a
adecuados como nada a la cría de croar y ancas de rana. De salto en salto
esponjarla de inminencia. Mirada Miavana, primer movimiento del
por el escalafón del fango tras el zumbido de todo o sembrando laberintos
concepto, un subproducto pretencioso aunque avezado constituye la
en círculos de bellas partes, donde parece estremecimiento el alboroto que
réplica de sombras a que intiman los cuerpos. Multitú y Marinero.
producen en un curso extraviado los brincos de animales pesados y
diminutos.
vertical de inestante repartiendo amuletos y bocadillos. Va a empezar la
(¿Y qué haces con saber que la mar aguarda? ¿Que el amar
derrocha?
(Pausa para publicidad, transitan diversos filósofos platija la planicie
¿Qué viceversa? ¿Pescarte por sorpresa con un jugoso
interrogante, trenzado al cabo de un hilo de voz?)
segunda parte del encuentro: que sabemos amañado, aunque jugamos a
olvidarlo para entretenimiento de la empresa).
*
Cancerebro
(Tentación del Infierno quedante)
Monobandera del Marinero
...y el mono de piel de noche desencantada da la espalda en el
umbral a cuentos de hadas descascarillados por el diluvio de barrios de
Bandera volandera
una Ciudad sin centro, suya, vana, pura corteza mirada azul en el césped
ave nido ha venido a la avenida,
negro con estrellitas. Y doblado el cuello del peso de sus certezas vanas,
ala venida para enseñar a la enseña
suyas, espera nada al borde de la acera que tampoco, ay, entrelazando los
a ser a la vez, aire y piel, vuelo y destino,
dedos en oraciones o celdas impronunciables (Acaso en lo imperceptible
continente contenido en el perfil de un aliento,
caminen otros hacia estuarios, bahías, rumbos)
geografía de una ausencia, y viajero.
Atrapado donde al borde sólo cabe desear ya ser armario. Ni siquiera
celebrar las glorias del remiendo en cielos de naftalina. (Ángeles famélicos
Bandera devanadera
roen la imitación de astracán de un sueño de laberintos) ¿Y no se podrá
de un hilo de voz pendiente, entretejida
ser seráfica polilla? En su quicio de ahieres el cancerebro se ha muerto de
en abismo habitable sin sustento,
aburrimiento royendo su hueso sin abrir hueco. A sus espaldas los
vaivén sin ocupante ni trayecto,
condenados no quieren salir bajo ningún concepto,
instantánea perspectiva, ala redonda,
sino en andas,
ya
dorados, y en la clamorosa mudez de las estampas fingen quietud con la
vida entera.
grotesca explicitud de la memoria. En su trípode mofético mofetiza
malolientes porvenires ya venidos, y desalentadas letras gusaneras se
Bandera lavandera
retuercen de memoria en frescos infernales que son planos sin volumen
de sucios crucifigramas, victoria
que latir, planes sin manos. Separados del distante estante del horizonte
frente a enigmas calendarios con legañas
por el fino infinito de una mirada naúfraga en su confín sin fondo.
blanquinegras, gris enseña
(Pero en la noche las negras órbitas del mundo hormiguean
de entreacto en equilibrio
indemostrables chiribitas de plata y entre guiños de cansancio se
(dentrifugado bulto de planeta):
restriegan dédalos los cráteres urdiendo otra travesura)
en piel funambulista de historia y cicatrices
(Pero en el cielo –raso- del oscuro paladar retumban turbios pasos de
sangre de más allá, angular y colorida, por corredores aéreos entretejidos
tras los tímpanos de un templo de afueras)
(Pero en la piel cenicienta darán las doce cicatrices broncíneos
esplendores de fuga al clamor de lo restante, invisibles planos que a
ninguno correpondan en esta procesión de los ídolos, que ateos se recitan
dioses de memoria, y no acuden).
*
tejidas y quejidos, de quita y pon,
persistes.
II
Renuncias
Renuncias al combate perdido de antemano, de ante pie, de anteayer
ante mirada quieta abrirse abismo sobre abismo de ahieres inaccesibles,
donde un tenue patinazo del acento aún delata la tentación de habitar.
Renuncias al disfraz de las historias que no suponen más que el zumbido
de las moscas, el olor a faja vieja y despedida, el vano referir a esferas
muertas, a heridas secas, como quien dice nada.
No vela, sueño del amar despierto a los paisajes sin alba de piedra y
de penumbra. Nada de tumulto y polvareda, nada de retales de carne en
rebeldía consolándose con títeres de niebla en la tenaz ceremonia del
bautismo sin testigos.
Y sin embargo tus puertas, una vez y otra, Miavana, incitan a cerrar
el tramposo trato del rescate. Laberintos de párpados descubren al pasar
pasillos de pato torpe, menguantes cuartos de estar estado, alcobas bobas
encrespadas en ecos de piel a nombre de ningunos ¿Qué atrás no calla la
calle de cascos y polvaredas, de vientos y lagartos? ¿Qué insondable
esqueleto de brocales acoge en sus regresos al curvo cubo del ojo
desletreado, desleído, descarnado aun del azul en que la noche planeta se
asoma a sus entrañas niñas? Amujereado abismo en que se mece la
oscura carne de compás que cierra el círculo, un húmedo temblor de
todavía a flor de fondo arrastra los senderos al cerco inexpugnable del
vértigo arrostrado en que nacen cielo, lejos, los espejos.
¿Y qué osado paladín de qué cruzada portezuela de cuál memoria
otromóvil plantará regado con qué sangre ajena su pendón en tu desierto?
¿Qué destreza se valdrá en tu palenque sin dóndes de qué don, de qué
apellido, de qué voz de los muertos que aúne a los fugados? ¿Y cuál dios se
atrevería a hacerse hombre en tus portales? ¿Y qué burro alentaría aún
con esperanza y sin aire tu berrido helado? Ay, negrura.
Único amor, Miavana, insondable animal de raíz y callejones, que al
mujer. Que es la brújula quien conjura la hechicería ridícula y minúscula
fondo de tu cuarzo aún escondes en los huesudos muros de la estrella una
de capitanes en ese vagar que llaman metáfora quienes atienden sólo a los
hoja clausurada tras cortinas de arañazos humillados. Que la blanca
extremos del atracarse y partir.
avenida suspensa que allí aguarda no conoce término ni cauce.
¿Y no será todo esto bálsamo de vaivén para capones nostálgicos?
¿Taimada consolación de adelantarse al fracaso cierto de la empresa
*
Tentación teológica: hacerse presente en el mundo. Sin precio ayer
ni compensación mañana, hacerse presente mundo. Regalarse.
Descartada la novela del Timonel Borracho, el libro de derrotas del
eligiéndose hazaña no hacedera, y por gesta
la perpetua gestación de
gazapos en los montes?¿Se juega la vida o nada el bufón que desafía a
combate singular a una hueste entera de acreditadas armaduras con
facciones permutables? Y de creer esta insensatez que tan garboso repite,
Espíritu Obsoleto –disuelto en vino y se fue por un mar de llantas, quillas,
¿qué diferencia habría?
calles-, queda la tentación profética de oficiar de airoso palanganero del
Otra cosa no es, aunque lo parezca, preguntarse por qué una y otra vez
Autor. Si eso es poesía, recreación del mundo desafinada in re, acaso no
deriva en las imágenes el intento de pensar el arte de marear ¿No sería
les falte razón a quienes llaman novelista eunuco al poyeta. Acaso no sea
modesto y juicioso empezar por echar ancla, recurrir a los conceptos, abrir
razón lo que les falte. Caballeros de la Tenaza, acaso sea sola gloria de
surco tras surco, sembrar retazos de verdad y aguardar cuidando fruto?
humano su tenacidad que persigue entre las olas invisibles rastros que
Acaso el Marinero, por una vez (¿pero cuál?), no dejara seguir la
inventan. Prestidigitación de memoria es la historia; treta de poyeta ésa
reprimenda: es que la tierra entera la ocupan tropas de palabras
que sustenta no velas, sino ya tiendas ancladas, nomadeos de raíz
mercenarias; es que desertar del país de los abuelos y sus linderos amados
artificial e industriosa.
pagados con sangres, y hacerse al desierto o al amar, es la última
No vela, pero velado sueño. Que sigue el pozo cercado, defendido el
resistencia posible a la invasión de títeres sanguinarios, de informes
caudal y administrado por fundadores de linajes fantasmas para puntual
morteruelos palpitantes de avidez embutidos en corazas de ojalatanto; es
regadío de sus nabos y arrullo de asnos sujetos, en sarta interminable de
que desde que se diera el valor de hablar por hecho, la suplantación del
crujidos, a un artefacto que empujan a ojos vistas, a renglón seguido.
viaje por el souvenir y la memoria blindada ha atestado el país de la
Puede que el poyeta sea diminutiva prótesis del eunuco poder sin acto.
Puede que sus lunas navegantes sean espejos sólo de la potencia que se
quiere a la vez todas las veces, de una voz por todas. La cerca de una
huerta, el manojo de horas vistas y no vistas, mas contadas, la espada
humilde de unos cuantos nombres propios prestados tiene entonces la
única verdad de nuestra farsa frente al imperio que sienta sus reales
irreales en la campaña continua, en la avidez sin fronteras.
Puede que la mar este de más, pero está además la ventura de
regalar espejismos sin heredero ni dosis. De hacer presente el mundo de
una vez sin vuelta como se desnuda de una voz a la gacela para atisbarla
palabra de fetiches dichos y hechos de la dicha de decir. Es que el Verbo
aparcelar todo el verbo. Tu fuga es pues pusilánime excusa. Sácame de
se ha hecho silicona sustantiva y habita entre nosotros en sagrarios bajo
aquí, que yo te ampararé. Y triunfarás, y fumarás puros o tendrás
clave. Es que las ciencias humanas por su objeto se han hecho tan
chistera. Y tu navegación por amarillentas viñetas de infancia ganará el
inhumanas en el quehacer de sus sujetos que sólo cabe mostrar con
alejarse el horizonte que expenden en postales. Es que es vano
desembarcar en pleno multitú y tratar de predicar al predicador que el
lugar común que ocupa está en quienquiera, con que quiera. Y que
además el desierto aplaude a palmerales sin frutero, y la mar a olas que
van y vienen, sin oir tasado, a quien decide reclinarse en sus divanes a
decirle al cielo sus ahíeres de incierto propietario.
Es que las calles instantáneas de Miavana acogen tales retales y
cuales cualquiera, ciudad de afueras sin centro y náufragos de la última
palabra que iba a llevar la historia a puerto. Es que al irse por las ramas
de su árbol sin genealogía la mirada se topa con las sombras de los
pájaros que no posan para la foto, pero en alguna se posan, curiosos, y en
ese préstamo redondo de espejos mutuos el interés se hace presente y se
abona en el acto: en la sombra de abismo gozoso y azul que de sonido en
sonido lo prolonga aún y empuja al vuelo.
*
¿Pero es que alguna vez fue esto distinto? Adentrarse por un pasillo
cualquiera, tras una puerta cualquiera de un paisaje de fechas cancelas y
dóndes portales. Abrir una habitación de viejos terrores polvorientos y
tuertos (se le cayó un botón al Muñecote en alguna brega dulcemarga de
jergón manado en brazos): ¿pero es que alguna vez, pero cuál, fue esto
distinto?
¿Y qué debe hacer el Marinero desembarcado y perdido, embrazar
algún retal de Kant ilustre, poner aire de sabido en lides de armas,
ampararse para hablar en algún muerto? Ni hablar. Ni callar. ¿Y entonces
qué? Y la voz tuerta en la penumbra suena sin procedencia: ¿pero es que
alguna vez fue esto distinto? ¿A qué echarle la culpa -¡ah, confeti, qué
bien, qué familiar, esto sí conocemos!- a los actuales ocupantes inactuales
de las celadas brillantes? Ni ahora ni nunca pueden ocupar toda la tierra,
puerto buscado: paladín del balancín en el Parque, te podrás volver al fin
tranquilamente a enchufarte al ombligo de la lámpara de pie, y que te
olviden.
Pues si no puede decirse el chispazo de existir, la relámpaga de serse
repartido, sí cabe por el contrario demostrar esa impotencia. En general.
En negativo, a oscuras encerrado en el cuarto de daño. En vaciado, a
tientas. Que el único perfil de lo plural es la arrogancia de sujetarlo que le
traza una frontera, que el único retrato del sujeto es el sujetador que
impone para luchar por soltarlo, con diversa fortuna, hay que decir. Hay
que decirlo. Vuelve a la calle y sienta plaza, parque, espacio abierto, y
defiende sus bardales con honor.
Ay, negrura desleída. ¿Y qué decir? ¿Tantos lances repetidos en que
el héroe mordió el polvo –que es cosa que también cabe hacer en el polvo,
con diversas fortunas- sobre tantos viejos lomos de piel curtida pero
igualmente vencida en el empeño, en la cuesta Moyano, en el atrás de
pupitres y otras escenografías del siempre que la tarde de gorriones
ignoraba cerca tras el cristal? ¡Novela, eso es, lo que yo decía, novela!, se
alza otra voz sin dónde por ahí cerca, en algún desván adjunto. Ejem ejem
–porque aun las voces sin donde necesitan aclararse para disertar- a mi
Pí pirupí. Parece que por ahí fuera piden pan pero ya mismo. Y es
parecer la novela realiza la universalidad de la historia en la particularidad
que ya no hay público del de antes en los desvanes. Blanco bofetón, celosa
de una historia, logrando huir a la vez -¡pues claro, ¿adónde si no?, se
Miavana se precipita alud de abrazos y revuelca al Marinero en cinturas de
atreve a murmurar el Marinero- huir a la vez de la Esquila del Sistema y la
colores, que poco a poco se alejan y palidecen nubes con una miga de
Caribedisc de salsa y discoteca del pluralismo el esteticismo y el carpediem
ahora entre el silencio y el Morro. Mientras conversan sus pies obstinados
por los pelos, que ahora se llevan mucho y mayormente en el sobaco,
sólo con el manso rumiar de las farolas.
donde siempre habitó la feromona. Da la impresión de que estos
fantasmas
han
padecido
cierto
deterioro
intelectual
por
su largo
*
encerramiento, pero no se atrevería a sugerirlo ni en potencial el Marinero.
Si la dialéctica de la razón pura en nada ha conseguido perturbar la feroz
campechanía del garrulo que vende incondicionados de caducidad
vertiginosa,
también es cierto que
puede hacerse
remedio de la
Patio
enfermedad, y trasladar con cuidado y la inestimable ayuda de unas
manoplas lo interminable al otro lado de la barda, y hacer infinito no al
Isla en la isla en la isla. Y no volvería a ti, patio del Entonces. Ya no
producto, ni al productor, no a la barra de mejunje con vivaldi y
sé donde voy, hace tiempo. Ya no se escriben con mayúsculas las cosas,
margaritas ni al airoso metalúrgico de canto en la medalla, sino al proceso.
sino los nervios candentes de nombre con que trenzamos las aéreas
La fuga del existir por la tangente del pensamiento y el ser ha de llevarse
cicatrices de este pasar, ¿adónde? Pero no volvería a ti. A tus mañanas de
hoy a cabo sin acabarla,
paloma y rumor de autobuses al otro lado de la Valla. De la Casa de la
costeando, sin engolfarse en el la lo mar ni
vararse en alcaldías, cetros, falos ni programas, que el hecho del Hacedor
Bruja. De los ladrillos roídos y los ruidos carcomidos del Aquí Invierno.
está vacío y estéril sin carne que le acompañe, y le llene al vaciarle. Si lo
Isla en la isla de la isla, tus brazos, madre. Prolongados en espiga y
sabré yo, asiente la Muñeca de los Ojos Verdes y se palpa el vientre. Algo
trazo de golondrina en la mirada hasta un hoy vecino a tus cenizas.
han aprendido éstos en la penumbra de los gemidos ajenos, admite el
Asomado al alféizar amarillo de los locos. Con el baúl de los libros secretos
Marinero, que sin embargo se nota en las uñas de los pies un creciente
y las cortinas viejas y los pantalones sin remendar. Bajo el techo de los
desasosiego con forma de palmera y sesteado banco y palmito volandero
Abuelos, otra vez. Y aquel caserón de funcionario de máquinas de escribir
con zumba y traje de flores.
y cajitas del tesoro con lazos verdes, eran sólo cartapacios, qué de horas
De modo que no es lo mismo contar derrotas que trazar rumbos,
pues se brinda lo uno mientras lo otro se impone, o se argumenta, o
no robó al romano diminuto y sus guerras de pasillo. Un rubí en la
empuñadura de la palabra triunfante del olvido: era mentira.
seduce, que todo viene a parar en uno, aunque diversa sea ciertamente la
Y no volvería a tí, aunque el ía ía de los asnos emborrone a
cortesía. Sácanos de aquí, que plurales e invencibles divertiremos en mil
potenciales decisión e impotencia. Un rosario de ventanas de alquiler que
historias al déspota que sujeta estas colinas, estas olas, estos gustosos
yo trenzé me diste. Una sombra de miel caliente que libé por labios para
bultos –ejem ejem- de las horas y las tierras, y entretanto...
estas horas de nadie me diste. Un tambor hundido detrás de la última
bambalina roja y sin bautizar me diste. Y golpeo aún la tierra con estos
huesos en que tus labios de mármol y raíz no se abrirán ya en el cuento de
los cerditos. Incontables pocilgas de niños muertos quedan atrás, holladas,
dejadas, que me diste. Los nudos de la sangre que aún desato con los
dientes en el vientre que me diste. El amor confundido con el miedo a la
Puerta Verde y la escalera y la calle llena de hombres y atrases de Puertas
Verdes que me diste en las narices, oscuras, de mi cara de esperanza con
cuadritos cuando sonabas a ascensor.
Isla en la isla de la isla, paseas en algún borroso antes de cada
pálpito, de cada bocanada que se adentra y se muda en mí, de cada
contracción y cada peso por las calles de esta vida mía, vana. ¿Son las
palmeras como se sueña en Medinaceli? Los puertos huelen a salazón de
coleta, y en las grúas cuelga pulcro un lazo colegial de libros e
incertidumbres. ¿Será beso la bahía, barco el pecho liso del que vendrá,
cuándo? Una muda sirena aulla incansable pasillo regreso y bolsa de
acelgas por la que sale corriendo tu tentativa. Tu tartamuda tartana de
sílabas nuevas, yo, al cuello bracitos tiernos.
Y no volvería. Demasiado confundirte con el bacín de la hora, con el
plato de derrumbes insaciables como fechas en que se hartaron las
moscas de mi papilla de espejo. Demasiada teta azul rodada en tecnicolor
de barrica cuesta abajo hasta el somero fondo de noches en barra móvil.
Demasiado carrusel de figurines haciendo mofa del tiempo y del camino en
la cima desierta de su parque de repulsiones. Cada paso arrancó esquirlas
de mar pintado al voluntarioso monigote de cartón aferrado a tu lapicero,
azul, y rojo, y azul, entre los dedos campana. Cada palabra anclada costó
mares de verdad por el sumidero espiral de los relojes. Cada nunca
clavado a corazón en los portales te sacó berreando del quicio del Aquí
hundido entre las ventanas parpadeantes del llanto. Y en cualquier recodo
de Miavana por una herida me asaltas, vértigo tendido para siempre en la
mirada, y yo, relámpaga oxidada de piezas y mecanismos, me echo la cara
a la máquina y te disparo en silencio un nombre.
*
esperarse callejón sin salida de permanencia tozuda sin afeitar. Y volverán
Camión caparazón
las oscuras golondrinas a hacer de frac en el baile de disfraces de la luna
en madriguera de calle abandonada sueña niños sin casco no
y de sonrisa en el rostro apátrida del aire. Y volverá a reir la primavera de
retornables para inundar el asfalto de acera a acera –negro, infranqueable-
las frases hechas prisión y los lugares comunes abarrotados. Y un patinete
de
barba
abuelo cargado de carcajadas obreras de miel de calle abrirá paso en
enfurruñada y planetaria y momia que se quedó las pelotas de los demás,
zumbidos sin bum ni bang ni piñu en los talones a no ser de viento en
vientos desahuciados, y ahora toca pitos como silbidos con bum, palmas
vacaciones y aliento malabar, tiroteos de sílabas estrellas en una guerra
con bang, castañeteos con dientes mondos y banderolas. Un hirsuto
relámpaga que alumbre fronteras muertas de estreno en el cine de las
diccionario de páginas de mármol fracasa aquí, pasa de largo por las
sombras.
torrentera
riente
que
arrastre
las
alambradas
de
una
avenidas de la historia empapelada de principios y finales, y deja en paz y
pasos sueltos el callejón donde las Cosas se dan respaldo y se
Camión caparazón de memoria sin remolque, heroísmos de durar
regresan hoyes mudos a la primera batalla.
desaprenden ignorante hombre prófugo de espejos estrellados. En el
callejón donde las Cosas se son una estación de transbordo en el infierno y
cogen por los pelos sin navaja el último tren del lucero y el monigote del
alba. Camión caparazón, caracol de madrugadas de calzón corto y caricia
larga, lápices de labios sin rasurar te dibujan en el bloc de imposible
revocar guerras de lata y muertes de mentira animal de verdad en la tierra
por cavar de nuestra historia. Con el zancudo plumier y la pelota
asustada; con el arco despensado y el dardo calamar del altísimo arrecife
de Las Puertas; con el casco batracio de romano -no retornable- y la
espada luciérnaga del Cid. Entre patios sin castigo y carteras de
esperanzas sin sustracciones mal hechas –algún quiste de conquista
siempre quedará,
suspenso, pero no importa: la lección de las manos
pacientes plantará siempre la estrella en cabezas que habrán perdido el
cuerpo blindado de cascos y cascarillas y cascarones de plagas con
pabellón, enloquecida en brote de primavera con tirantes-.
Camión caparazón de ojos redondos como planetas latientes de par
en par, de vario en vario, de juego en juego por el tablero de tribus ya sin
otra soledad que la del árbol, instante de enramada aupado por verse
mejor la plaza, de puntillas la órbita de cristal de noches te guiña
contraseña de después contra señas sañudas, ceñudas sañas,
muros
infranqueables a la fuerza que son abismos a la alada paciencia de
*
Farola
Y todas se apagan en la tormenta, menos la de una alcoba en la
otra punta de Miavana. El mar se aúpa comosuele a fecundar los
Escampado ya el diluvio oscuro consideras atentamente los restos.
muslos inacabables de las avenidas con abismos sin trayecto, movedizas
Muy atento de tu parte. De tu migaja de cristal tirado por los suelos. En
quillas sin rumbo y calamares de sombra gigantescos. Un naufragio
ello debe estar tu respuesta, puesto que ello era todo. Ello panzudo,
automóvil incapaz de moverse se deja llevar por la corriente ciudad
rayudo, preñudo de informes extensiones que se vinieron abajo con el
adentro con un conductor pescado al volante y asido al frenético arco de la
arriba, que todo lo confundieron. En un nunca de pasos precipitados y
llave de contacto. Labios de alcantarilla chupan con avidez cuantos retazos
sucios chapoteos y sílabas de subterráneo gorgoteadas y vomitados
de forma les logra la marea desenfrenada, y en la parte inmóvil de la tarta
desechos y luegos desiertos de nadie. Ello ceñudo, ahondado sin
de negrura las farolas apagadas celebran el puntual cumplebaños de la
resquicios en sí mismo, un suponer, volteado en crecientes de vértigo
tierra. Agua a través avanzan pantalones llenos de miedo que sostienen un
adentro de sus adentros. Ello tormentoso se acabó. Y escampado ya el
busto de milagro.
diluvio oscuro consideras atentamente los restos.
El siglo de las luces tartamudas te jorobó, eso para que ilumiraras
De milagro amarillento empapelado de amanecer y noches surcadas
con timones de memoria, y ciudades entrevistas en la costa lejanía de un
mejor a los que pasan. Aunque sea a saltos. Huyendo del inminente
ajeno continente. De copas de nieve fundida en
pasado. Sorteando el futuro ya inasible de tan cercano. Y cargado con el
nostalgia. Destartalado milagro dulce sin azúcar ni café con una ventana
peso de cuanto pasa a tus pies, la red de mansos fuegos que te respalda
chica de mujer al acantilado de la furia que corre taxi sin ocupante por las
sólo pesca sustos, hipos, ataques al corazón de la noche pertinaz. Tu razón
calles. Faro de querido engaño con alféizar, no hay brújula mejor para pies
perdida dispara al azar códigos morsa con caries y sin sentido de la
a la deriva ya sin balsa de goma ni playa ni pozal de colores. Milagro a
un manto de armiño
oportunidad con que interrumpes el desmayo sostenido de los amantes y
el insostenible curso de la noche. Pero persistes en tu pesca de
iluminaciones que tu inocente veleidad vuelve caprichos, mutilados ídolos,
símbolos tullidos, difuminadas estelas de astros erráticos.
Y escampado ya el diluvio oscuro señaló tu turno llegado por los
suelos. Otra luz que no has de ver y representas te vuelve de improviso la
tierra espejo, lo negro cielo. Y sin barquito de cuerda ni pies menudos de
salpicar abuelos ¿cómo entrar alborotando espuma en lo cierto? Luego
observas. Luego de restos en que adivinarte substante de lo que está, no
locura de remate de una panza de asfalto con ombligo. Luego de tiesos
antes que dan la talla de tu bajeza. Luego sin fondo, o con tampoco para la
mano ávida de porfines. Y atentamente consideras.
medias, de mesías chapuza, menudo es el chapuzón tan sólo: de alocada
*
juventud con retraso considerable y atentamente considerado.Pero la
pesca de seis penas y seis besos ajenos y apropiados basta a saciar el
Metáfora, lo que se dice metáfora, es algo que no se entiende, como
hambre de la inmensa multitud de noches que agolpada en una rompe por
susurro de inundación ahogando bocas de alcantarillas, por decir un
todas
la
como. Metáfora, lo que se dice metáfora, es encuentro insensato, tormenta
redundancia. Y de remate las farolas apagadas por un aliento de nadie
partes
el
mundo
malecón
de
locura
memorable,
valga
a través, en algún lugar de Miavana. Enmudecidos desplazamientos a
celebran el puntual cumplebaños de la carne.
ciegas de ciegos hacia una luz y pieles hacia una voz, destartalada y sin
café, que se crece palacio de repente en la crecida. Memorables extravíos
*
irrepetibles a los que volver siempre. Faros de pedernal con los que dan
infalibles los barcos de la sangre. Con los que dan que pensar para otro
Las parábolas son charcos de vida en el pensamiento. Imágenes
ratito, amable rendimiento marginal, a las farolas chepudas.
salvadas de milagro en el intento de alcanzarse ideas. O mejor, darlo a
entender, e insinuar que persiguen lo que huyen en verdad como al
mismísimo esqueleto de las nubes.
Las parábolas son tangentes por las que escapa un poco la luz del
siempre y del ahora Las Cosas. Inmóviles viajes presos entre el laberinto
habitado del recuerdo y el desierto azul. Y hay un arte del charco que no
figura en las enciclopedias. Tal vez, rara, cuando se acierta, sale uno
rebotando espejo a través a la otra ribera, tercera, que es el salto. Pero si
uno se descuida, y la especialidad del charco es despistar transeúntes y
camellos con espejismos imprevistos, acaba uno tropezándose con otro que
no había visto, o secándose los pies con juramentos al borde de un turbio
asunto sin secreto como un mono amaestrado.
Ya se sabe que las parábolas se van siempre por las ramas al infinito
al que tienden en pañales sospechosamente amarillentos o calcetines con
restos de blasfemia. No en vano –aunque tampoco de lleno- son resultados
de un tajo limpio aunque oblicuo en el cucurucho del Payaso, ése que lo
mismo le sirve de ridículo bacín que de sombrero de mago. Por las ramas
sí, mas no alzan vuelo. Pájaros domados, tienen vértigo y la gracia
conmovedora de tullidos semejantes. Son como farolas que dan luz
anclada al cómo, y llegan tan lejos como se pueda sin perder el contacto.
Por eso suelen estar jorobadas, de tanto seguir mirando ese ombligo frágil
que llaman conciencia estética las enciclopedias, siempre atentas a la
perspectiva y con los calcetines frecuentemente empapados de barro.
*
Gato
No me mires así. Yo conozco tu destino de asfalto. Te he visto
aplastado por la Máquina Temible que emerge en un bramido del inestante
No me mires así. También yo ando de caza por geografías que no
lugar sin sitio. Te he hallado calcomanía de espejismo arrollada por
turbe el maullido cojitranco del mono alto. Lo que tú ves lo alcanzo en
caravanas frenéticas de delirio. No me mires así. No intervengo hoy en tu
pasos de niebla por los tejados a veces. No hay turistas ni mañana donde
partida. O sólo de un minúsculo zarpazo de mirada, nada. Mecánicas de
se vive de muerte.
seda embalsamada. Momias niñas en párpados herméticos. Está en salvo
Lo empujas con la pata, lo zarandeas entre los dientes. Juegas a
tu secreto sin enigmas. En el lugar más seguro. Del que no hay mapas. En
hacer lo muerto vivo para que siga redondo el juego. Pero tus presas
un rincón de Miavana. No hay aquí turistas ni mañanas. Sólo la luna.
descuartizadas te encadenan a una cola de uñas y jeroglíficos en el lomo
Rojas lunas del cruel laboratorio dulce de los sueños. Latidos de espejo
inminente de la presencia. Por eso buscas callejones sin tacones, recovecos
menguante, creciente sangre, redondeles de plata vana.
sin ecos, apartados tejados donde a veces te aúpas a soñar ratón la luna.
Eres amoroso.
No me mires así. Yo conozco tu destino de nube. Te he visto a la
deriva sobre las geometrías del barro que albergan a los hombres. Te he
Mientes. ¿A qué alzas el bigote con el finísimo gesto de alerta bien
perdido tantas veces navío blando de los astros. No me mires así. Te
aprendido? A ti no te sorprende nada. Tu enigma de superficie es levedad
acompaño hoy en tu partida. O sólo en un minúsculo paso de mirada. En
de zarpas ocultas para andar las pìeles de los globos. El ábaco disperso a
aguas de seda imprevisibles. A mares vientres en cielos desanclados. Está
fin de cuentas te aburre tanto que empujas, y zarandeas, y maúllas a
en salvo tu secreto sin enigmas. En el instante más frágil. Del que no hay
veces a la luna. Tu caza es la muerte viva. Pero una y otra vez en el
fecha. En un rincón de Miavana. No hay aquí habitantes ni recuerdos. Sólo
instante final sacas a relucir interrogantes encarnados, y repasas y
la luna. Dulces lunas crueles en el laboratorio blanco de la vela. Latidos de
relames, y ella se escapó por los desvanes. Ahí te quedas, con tus piltrafas
sangre menguante, creciente espejo, plateado redondel de vanidades.
desalentadas y lacias. Arrugas de colores, harapos replegados, te queda
sólo sacar prórrogas del despojo. Para intentarlo de nuevo. Y la luna.
Poemas prosaicos en tus colmillos. Jugando a jugar, anticipas o
consumas en tu baile los salones de espejos de la conciencia.
No me mires así. Este balancín sin fondo ni testigos nos constituye
en circo eterno de prodigios. Más difícil todavía, en juego de jugar a
sabiendas ignoradas, a ignorancias sabihondas, a subibaja a compás que
Por
mueve nadie. Fuego y cristal, tu ojo y el mío que son fieles solamente a la
toboganes de plata en tus ojos resbalan pirámides y hogares sin dejar
balanza. La leve gravedad que bombea almas y mundos a este canto de
huella. Dioses de la carne quieres. En que sumirte. Por tu lomo alzan las
papel sembrado de arañazos.
manos tempestades de fuegos invisibles como las tramas del tiempo, como
Y la luna.
sustancia de acecho. Por eso en las madrugadas de tu vida o de la luz te
persigues con pasión cola de sombras. No pueden ser en otro tus atrases.
Por eso te abandonas en el centro del sillón de tus orejas a las amantes
zarpas de otros juegos. No pueden ser tus atrases sino en otros. Y tangente
tocada mientes siempre.
*
Observo que ha irrumpido el tú por tus paseos, murmura el astroso
ECCE MOMO 2
Elefante de Felpa, sin dejar de ramonear las flores marchitas del
empapelado. Por una herida en el costado se le sale eterno el corcho, pero
Y el verbo se hizo maraña y habitó en los alambres. Se tiraba
a él la cercanía de acabar calcomanía sin volumen le da igual, que ya holló
derecho al cielo desde una memoria vegetal que tenía virgen aunque
bastantes palabras vírgenes para saber lo que puede dar de sí detrás una
labrada, de arañazos de viento y otros gatos invisibles. Pero algo pasó, que
membrana. ¿Con quién hablas que te metes última mente en tantos
allí mismo se quedó seco. Enzarzado en florituras sin miel ni abeja.
berenjenales sin fruto? Ni le va ni le viene, bien lo nota el Marinero, que al
Seguramente fue que quiso, o le quisieron, tanto da, echar un cable. Un
entreabrirle la alcoba no se inmutó su trompa un punto en su paciente
entretanto, ¿por qué no?, una tertulia. Y se quedó, pendiente de otra oreja
cartografía de las flores. Quién sabe, con las arañas acaso. Los desvanes
sorda como una tapia, desbaratado en cascadas sílabas de siemprevivas
de Miavana estais tan habitados, añade en un murmullo. A este paso
muertas en penúltimas parodias de regreso.
despatarrado de tejedor de todos los rumbos se te va a olvidar mirar la
Pero no desmayes, hombre. Desganado de tí mismo en loco empeño,
calle. ¿Qué esperas que te digamos, que tú no veas?, dice al rato,
al cielo no llegarás, pero puedes pedir al instante un postre. Rhin. Una
aprovechando entre dientes una pausa en la laboriosa extracción de un
pizza o una mujer, rhin rhin. ¿Qué más se puede pedir? Que te despierten
palillo de carlonia. ¿No tendrás nostalgia de tripulantes, eh, amasijo?
tarde, mañana. O nunca. Hecho: rhin, rhin, rhin, puntualmente sonarán
Cosquillas desde la quilla de hueso hasta la cofa erizada recorren al
las campanillas y los ángeles con número te llamarán a la vista, y a una
marinero. Acaso.
voz, y habrás de responder a todo. Sobre todo, ¿dónde ha puesto sus
Se te despartirá la balsa, se irá la tablazón a hacer puñetas de
preguntas?, ¿algo que debatir? Bueno, sí: mayormente esta contorsión de
espuma a los cuatro vientos, se descuadernará tu escenario como lo
altanero impulso en espasmo interrogante, ¿dígame? Enmarañado en el
aborden tantas voces de mando. Leva butacas, que nadie sino tú las habrá
intento de anidarse en fuga, ¿oígame? Responda de una vez, que no habrá
echado, y házte otra vez callado al ojo. Apacienta cegadoras lejanías, que
otra: ¿hay alguien ahí?
ya criarán paisajes, y los paisajes voces. Yo no te pido salidas ni
Quién sabe, si de tanto echarle un cable se hizo araña equilibrista y
explicaciones, te doy gracias por tu visita. Pero no son así todos mis
huyó por él al hombre. Y al enigma del nido vacío acuden enjambres
vecinos. Como andes mucho huroneando adentros, en una de éstas no
representantes, corredores de metas, comisionistas de surtidas omisiones.
sales.
Mil zumbidos de cobre prometen alcanzarlo, saltarse pasos, quemar
Pero tú has visto muchas islas de aceite reconocerse en el plato,
etapas, y un soberbio tostador neutrónico para abreviar infiernos. Y un
buscarse sin pestañear sopa a través, redondearse de golpe en un
breviario con iconos para glorias con prisa. ¿Oiga? ¿Diga? Nadie contesta.
horizonte sus dos miradas. Ya, ¿y la Cuchara? ¿Por qué no te entras a La
Quien sabe sí se hizo araña equilibrista. Y payaso mortal partió a costear
Cocina, si tanto te gusta fisgar, y le preguntas a ella? Bonito oficio de
lo imposible y pagarle un océano sin techo a su costa.
revolver el suyo; por no hablar del Mamón que sorbe, que Él me ha dejado
así... y calla mientras sacude su oreja restante para espantar una mosca,
*
lo que le hace completar vuelta y media en el sitio como un barco manco
en el Mississipi. Interiores, interiores... guaridas de carnívoro, que no se
tramarle una historia apasionante al otro lado de la Cosa, y que de grado
bastan con flores de papel. Tu sabrás. Ñiiiic (la puerta).
el cliente se avenga al desenlace en bolsa ajena. O como el puesto de al
lado, numismática y medallas, optar por seducir mejor que avasallar y
*
lanzar con convicción, que es madre de victorias, el guante del diálogo
fiado en la común certidumbre del engaño. Alharacas y mamporros y
muertos en los armarios animan mucho la ostentosa intimidad del trueque
y el cambiazo, tanto que al final los que miran aplauden por recordar que
tienen manos. O más allá, con corbata y elegancia de ser posible, tentar la
suerte
del
argumento,
de
la
Cosa
sin
allende
y
sin
aquende
resplandeciente en su empíreo de saliva y celofán; pura anécdota, mi
desenvoltura y su envoltorio, mi olla y su estantería que sustentan los
posibles del mejor mundo. Lo importante era ¿qué Cosa?, como para
acordarse, pero importaba, ¿cuánto?
Se le van cayendo al caminar sus cuentas de colores y sus ojos al
Marinero, o las regala o las roban. En todos los rumbos de la palabra, en
todos los sentidos de la vista, ve extenderse la alfombrilla de luces por la
que rueda todo, las manos y las ajorcas, pendientes y apetitos, oídos y
¿Tampoco drama?, ¡pues vaya! Mas de presentes no hay disputa,
satisfechos. Y le viene la ocurrencia de regalarle el tapete a un niño sin
¿no querías regalar? Pues despídete de apasionantes peripecias que son el
Aladino que le robaron el cuento. Menos mal que el municipal quinquenal
alma del mercado, que tanto animan el regateo de pérdidas irreparables
en su ronda puntual exhibe su cachiporra, que todo tiene su límite menos
con recambio y generosas entregas con tasa. Más fácil es que los
la manía de hacerlos. Comprenda usted caballero que sin suelo nos
vendedores descubran de pronto las virtudes confederales y la delegación
mareamos. Suele ser. Acostumbrado a otro suelo de azules sin costumbre
en la cachiporra de su derecho intransferible a transferirse el impotente
en todas direcciones, desiste por esta vez de su excursión y se embarca
envés pudiente que precisan sus fetiches. Y que expulsen a mamporros del
otra vez callado en calle.
mercado al hacedor de presentes, y aun que le paguen un poste
monoplaza con respaldos extensibles para brazos. (Los derechos de la foto
y la memoria ya se discutirán luego, centurión, ¿le importaría echarse a
un lado?, es un momento solo; pero ¿y lo que rinde estirado?).
(En el fondo de una alcoba sin testigos el Elefante prosigue su
cartografía de flores)
*
Del rizoma al cerebelo, del genoma al alfabeto y en un brinco a redes
¿Será la luz que juega sobre los puestos hortaliza, antigüedad,
de cristal, el milagro del huído pescador que pesca a voces sigue enigma
filatelia? Sin drama y sin historia, perplejo el avezado Marinero de tantas
pero sacia. Porque saltan los peces donde no se les arrastra, y en su
tintas se pregunta aún qué género ofrecer entonces ¿Prosa gástrica o
fracaso de ramas derrama el poste lejanías. Sosegada la tertulia debate
rítmica versión anal?¿Ensayo de pacotillas o retórico bordado? Bien cabe
luego el prodigio, y hasta se escuchan blupblups ciertamente meritorios en
un lucio ¿Oiga?, ¿diga? (esto es el contexto, imprescindible como un cesto
para ir al regateo). Que el verbo se haga carne, o tallo o fibra de vidrio, lo
importante es conservar el humor en que pululan tenacidades con
nombre, escama y linde. Y a ser posible alquilarlo. Clin clin cantan
campanillas registradoras en columnas procesionales y periódicos rituales.
El pontificado universal abre puentes, echa cables, tiende lazos y subsiste
de conejos con ansia de cultivarse (no se olvide usted de Lewis Carroll,
señorita, página nosécuántos que tengo prisa). Brazos abiertos y portales
desplegados acogen mesías calcomanías de espejo, y qué van a hacer si los
curiosos acuden, sino cobrarles la silla. ¿Oiga?,¿diga? (esto es chatear, y
sin olerse siquiera ante tan cortas narices que el acudir constituye el lugar
de encuentro, póngame un tinto y le mando un emilio, ite misa est,
vilgueits gratia).
Mas sola que la una, que es el poste del reloj pero un poco torcido
por asomarse a las otras, la hora de la verdad interrumpida oye campanas
Interreferencias
Ni tenderete ni
Hay en Miavana lugares ciegos. Bocas hambrientas de puerto sin
altar, atenderéte más tarde no es su divisa: tras la primera falda helada y
calle ni quilla que llevarse a la época. Todas se confunden en su parpadeo
hueca que pasa se pierde lanzada en un hilo de voz que licúa el bronce en
opalino de tiempos muertos. Todo se confunde y se revuelve, pero sin
miel de cadera y acrisola el viento en cuenco de ecos del que nacen luegos.
ganas, pero sin fuerzas. Inútil gira el botón del sol por todas las
¿Religión, comunión, política asamblea? Bienvenido al portal de belén,
estaciones. No hay señal, peor aún, demasiadas. Calañamñamverales de
instantáneo acceso febril a todos, su seguro servidor, con que acceda
roídos dedos sin blanco yacen mecidos en pulpa voraz de mama negra.
usted en mi nombre ¿Qué menos puedo pedir, qué más mínimo óbolo que
Parvas visiones se pudren en el mismo instante de otro. La boca de la
encomendarme a mí la parábola? (Celestin gates humildemente a la puerta
tierra
del local ilocalizable le desea feliz navidad y tiende servicial como siempre
desconfituras de viajes pasados de sazón sin compañía. El bocado es
su sombrero).
repugnante, se comprende; se rumia; se pasa de un lado al mismo, se
y sí sabe dónde aunque no repitan, pues ella las toca.
se
llena
entonces
de
muertemelada
debida,
de
recelosas
¿Qué le pasa al Marinero, que pasa de largo en largo engolfado por la
marea bajo los cielos del paladar, por mares de saliva, sin que el timón de
calle como un poste a la deriva, que no quiere cooperar y que derrama de
la lengua manca de hombre aclare más rumbos que coletazos en fango.
rama en rama no sé qué oro de lejos, no sé que incienso de nubes, no sé
Mas no hay quien lo trague. Se comprende. Se sabe. Mas no hay sabor,
qué mirra con esa cara de estrella?
tan sólo gusto. Inútil gira el botón del sol por las estaciones. La rosa de los
sentidos retorcida se deshoja, y en ninguno se halla figura ni mascarón.
*
Sólo sin fondo ni cubiertas se contonea la red de orgullosa grasa entre
montes desdentados (algún castillo sin héroes queda, por que no falte la
caries de memoria). Intereferencias sin remitente ni destino prometen
esa boca en pleno puerto. Y engulle la penumbra al cabo a las figuras y a
zumbidos falsos de más miel para el estrago.
los fondos y se engolfa de vez en vez, sin vista ni visiones.
*
El Marinero se sienta cansado. Se siente en el malecón, en la linde
rota, en dispersos semilleros sin surco de gaviotas. En todo parte. En nada
queda. En musitada ausencia que todo le reclama. En presencias
musitadas al mismo borde de la caída tendida que salobre empaña su
sinfín y sus espaldas. En otra roca el Abuelo explora sin alzar las cuencas
del suelo su roída isla de sueños y percebes. Guerras de cangrejos y rumor
unísono de gotas desfilan por su vega de piedra eterna. Bien está que un
estallido minúsculo de espuma le devuelva fugaz un moño y un peroleñe
vestidos de negro amor con luceros (eso es de tantismo trote como lleva el
mandil de la anochecida). Pero el viento se la despeina y la desbarata en
hilos de ecos inquilinos sin caracola. Bien que en el mismo borde arrulle
Ella un glotón vagido contra los bosques de un chaquetón de piel de
mentirijilla blanca. Pero un bramar de pasillos de colegios del otoño
Infraarrojos pusilánimes declinan el mando. Ultravioladas epidermis
que fueron cosas desentrañan avidez las osadías. Nieva gris de refilón que
sin ojo no rebota, sin corazón azul no se encuentra tangente tibia en que
fugarse canguro de aguas. Se espera. Se espera nada más. Se espera nada,
más. En vano amuela el sol la parva de estaciones. Ni grana ni verdea lo
seguido. Con hoces sin filo, con voces sin canto, trata aún la treta de abrir
labios en el agua, fechas en el rostro.
Hay lugares mudos en Miavana. Peor aún, tartas mudas de
algarabía y espuma batida y nonata. Baila tanto todo inmóvil por el plato
que ni el llanto se derrama ni da otro fruto el ojo. Sólo porcelana de final
asoma de tanto en tanto entretanto a ras de noche en jirones, por soñarse
todavía cebra entre las zarpas su hueso ya desnudo. Ni Áfricas hinchadas
con levadura de lejos ni encandiladas orejas de faldas y tabernas tapan
delibera y concluye al tiempo la expulsión inapelable de los suspensos
ensalmos a la prosa sin vientos del parto y aquí me quedo, entre pañales
de callar y caquizales de nunca con acelgas y estropajo. No está, también,
pensando si bien o mal, el ojo falto del Muñecote Tuerto, en su chirla
blindada clasificando incansable por orden alfabético los ríos del mundo,
por fechas las perlas grises que supuró puntual en su álbum de faltas sin
haber sabido aún que eran su llanto. Y es verdad que en su visera de
mirar de súbito nublado le apaña el Viento al Marinero un guiño de
veranos y balsas rojas de donde sale remando, perplejo y feliz de garbearse
un instante, el naúfrago escapado al naufragio de Muñeco en las
buhardillas, el hombre casi completo que le faltó, que el ojo arrancado de
raíz aún le echa en cara a todos y cada uno del mar y sus habitantes, del
muelle y sus paseantes, en un incabable reproche de espumas grises como
horas ordinarias sin cobrar. Y es verdad y es mentira que se le bruñe al
Marinero un segundo, plata a cantil, la niebla de su mirar cuando se
encuentran en ella, clave fugaz de un arco abrasador, las desiguales
mitades de su mirar primero.
Pero está ya hecha añicos la luna aquélla, y escoba el viento a sus
espaldas las sombras y en su mirada las luces. Se enciende invisible
Miavana de interiores y rincones adonde dóciles vuelven a su incansable
trajín de figura los vestigios, se apaga en ceniza gris la indiferente promesa
ondulada de la vista. Llueve amares por los tejados y un millón de
zapatillas de cristal entre las algas se pierden siempre. Sólo la espesura de
un cristal sin canto queda, lugar confuso de marañas sin salida alzado en
pie de red sin cara y sin reveses. Donde todo se entreteje para nada y se
remite postales de ceniza dispersa a la dirección equivocada.
*
diente en busca de tajada, del colgajo en pos de vaina donde saberse
UMBRALES
informe sin conclusión? ¿A la sociología del predador que junto asola, y
come, que a solas y uno ayuna? ¿Habrá regreso a la calcolatría venerable
Hombre fuera de quicio esperando el asunto. La cadena de antes y
después, y que le zurzan. ¿Cuánto tiempo puede esperarse a pie enjuto el
del espejero andante?
Extravíos
de
trenecito con delirios
de
horizonte. El
axioma
diluvio que no existe? Envejecen las máquinas y los gentilicios, y el rodar
encarrilante del tránsito sin fin, del arrobo en propiedad de un nombre
de los propietarios por las cosas deja surcos tan fértiles en el parabrisas
propio, de tan perpetuas transiciones habitables, es tomarse y ser tomado
del viento que está tentado a llorar de risa. Pero el hombre fuera de quicio
por otro. Toma y daca, díme, y diréte. Tan lejana parece tras el ojo de pez
sigue esperando la moto que trae el, la carta que lo dice, la hora de quedar
del Marinero, seguramente besugo, la abolición de los mercados de cosas
con o mediar entre o engañar a. O la lluvia a secas.
con embalaje como la de otros que se anuncian con guiños y no con luces,
No dará igual la pobreza. Espigas bien distintas son los cuerpos
con manos correderas y voces de adelante, pase y me vea, coja lo que
duchados o sudorosos a la puerta del almacén de sombras de actos
quiera, que lo tendré con lo que me da. Cierto que el personaje de la luna
esmaltadas barnizadas adornadas que aguardan lo que. Permita posibilite
se reconstruye cristal en el acto. De la escritura. De la mirada. Del tránsito
lleve a impida que. Pero en la puerta, entre las piezas de mundo soldados
transitado. Cierto no menos que el zumbido de minúsculos ahieres no ha
yayaúnes a la piel de rutina imperceptible en caja de aire que suena a casa
huído por desoído, ni por fundido se ha hundido allende la raya de lo
a las espaldas, y los desencajados bultos de enfrente de los que todo puede
huesudo, piedrudo, mundudo. No duda de lo insalvable de la deuda. Sí de
prometerse, nuevos brazos, multiplicados vientres, sentidos nuevos de
que aun la gimnasia ésta de desanclar de los ecos pueda algún día sacar a
ignoradas dimensiones en carne capaz de todo, es el hombre fuera de
la luz del día los días que la conforman. Que la conformaron a esperar el
quicio el que arrostra al Marinero. Que el Marinero arrostra. En cualquier
arcoiris.
parte.
Despegado con el baño caliente de la holganza de la calcomanía de
actos, del esqueleto de verbos que se le dijo ser. Con las manos sucias de
escayola de otros para un vaciado del que sólo le interesa el perfil ausente.
Con los ojos sucios de escrutar despropósitos en los mapas de propuestas
y respuestas postpuestas. Con los oídos como tapias de goma negra donde
se estrellan aerolitos silababeados y arden perforadas estrellas como
hallazgos conservados en mosaicos de ilegible fulgor. Con el bulto holgazán
en el baño pasado de paro del calendario, mecido o adormecido o
estremecido en su pálpito reflejo del corazón en agua. De la sangre lencería
íntima de bordadas palpitaciones en carne sin timón, de esta extrañeza
tanta ¿habrá regreso a los asuntos del vivir Eso, lo que suda ahí tan cerca,
valladar de arterias o raíces, de huesos o vejigas? ¿A la epistemología del
Pero ¿qué responder si preguntan por esta ausencia en la alharaca
convencida del engaño profeso? No hay cuidado, que no preguntarán los
Multitú 3
practicantes. Pero sí quienes quiere. ¿A qué viene entonces, a qué
entonces viene este romper una tras otra las soldaduras del ejército
Si cupiera hallarse a ciegas, acompasarse así al mundo en la mirada
adorado de los instantes de plomo, venenosos en disfraz de colorín, o de
distante hasta inexistir, si cupiera el juego trino que fuera canto, filo de
plástico tarde para modelar a besos, o de madera pintada de mobiliarios,
papel, tangente en que habitamos. Si cupiera la tercera jugada que debiera
calendarios y sordina de ciudades, de los inestantes amados que defienden
rematar al pobre mirar perfecto... Hablar de imágenes ausentes es rozar de
el fuerte? ¿A qué este desertar, puntual como coronel prusiano, de las
palabra más o menos anchurosa la apretada tibieza de los cuerpos.
guerras que le dan, que le toman, de que resulta? ¿Cómo explicar que el
Encerrarse en la inmanencia a esponjarla de inminencia. Mas no por
fuerte azul es una caja vacía? ¿Que ha salido él a por vituallas, muertallas,
mudable muda es mejor carne de voz la espuma. Miavana y el Marinero:
antiguallas y otras agallas del planeta ballena anfibia, aunque sabe que no
alguien debe de jugar sin embargo este yoyó de tutúes que se juega adorno
serán suficiente? ¿Que esta jungla de lejanías acercadas a valladares de
a toda costa.
pálpito y labios no podrá parar los blindados de costumbre, las armas de
repetición de la conciencia, las ráfagas viscosas de fárragos sin espárrago y
verdades sin payaso?
De la acera de enfrente mira el lugar que nadie veda. Nadie vigila.
Nadie guarda. Y finalmente vencido despliega él también su mercancía,
sus juguetes de ser nuncio sin anuncio, cid sin babieca por un pasillo de
entonces, a lomos solo del Muslitos con heridas de pupitre y abrazo sin
enseñar, gorrión y redondo y globo, entero en nidos de pecho. Y finamente
vencido tiende también su pregón y esta sábana de quincallas, y vituallas,
y muertallas para cambiar, ¿adónde?
*
*
Miavana centro
Soy el testigo. Nada tengo que añadir, ni dónde. Ni tiempo. Miro y
callo. Oigo y digo. La pleamar de voces en unánime desgarro que se alza.
Háblame, Mudo Marinero. Que hay en tu alarde equilibrista por el
Que reposa. Que realza el vuelo. El duelo. Yo soy dolor, no el duelo. Soy
canto de las calles anticipos y atrasos que no son bofetón sanguinolento de
volar asolado, soy solar del sol en suelo sin asombros. Claroscuras
payaso con un suelo de costumbre. Que no son arre doble de pon, pero
cegueras me transitan. Solo levanto acta de horizontes incontables, de
pon propón, pero pon repón. No te devuelva al silencio el mandamiento
insondables vientos presos en epidermis de olvido que ignorados se
trastabillado de una historia tartamuda entre prólogo y reseña, entre
entreveran, que barruntados se huyen voz y se buscan eco. En centro sin
espejismo y esquela, entre será que y es que la circunstancia y el entorno
lugar multiplicado persisto. Soy dolor que no se duele, soy caliente calado
habla, Mudo Marinero, con lo puesto en cintura de horizonte desnudo,
del estiércol sin fondo de las lluvias, soy el hielo alado, posado paso, peso
deshaz ya tu haz cumplido sin ayer ni imperativo, tu corola de ahieres en
pasado, soy color colado al ojo vivo en vaciado presente. Centro
que ni acechas ni hieres, sin proponerte, sin reponerte, pónte en tu lugar
invulnerable de la hoguera soy. Cristal precioso. Piedra precisa. Soy el
de una vez que es componerse como se puede con lo que ay, que se cae.
testigo. El objetivo. De mano en mano pasado. De cuerpo en cuerpo
Para pasar has nacido con los ojos bien abiertos entre los labios
apuntado. Dispar disparo de un solo blanco. Dardo ardo en el arco de los
voraces de tu imposible sustento. Rompe encanto el cristal de instante
vientres a punto de la línea, tarde tardo en dar alud las sombras que
oprimido entre vanas inmensidades, rompe en canto en que habitemos el
alumbro en mi demora. Me marran las cadenas, los ecos me conjuran. A
paisaje preso a pico de oro en calcomanías ilustres, en la manía del calco
veces me llaman Viento, a quietudes Centro, sexo en las entrañas y entre
de caídas estatuas por alzar en la ausente dimensión de nuestros cuerpos.
extraños pensamiento.
Que de siempre bronceó el tuyo la niña azul de siempre, que su piel de luz
guarda por leve el paso de tus caricias, que sin orden ni artimaña ancha
su carne en mundo la huella que le ofreciste sin interés y sin deuda, y por
hacerte regalo tú te hace presente ella. Leve, leve ancla la espuma, rompe
encanto de una vez el rumor de la fuga en que te hallas, en que te pierdes,
que Miavana se muere, que nuestro ahora de siempre aún no, de nunca
ahora, en tí se abre astro labio en la noche artificial del esplendor con
enchufe.
Leve, leve ancla de una vez el prescindible regreso en
arquitecturas como besos avezados a veces y a heridas dulces, como niños
avisados por los atajos del tiempo y a tiempo huidos, a tiempo voces, a
tiempo sidos. Que se muere Miavana sin tu voz que se asiló en su silencio
de abajos, en su vientre de tritones sin fechar cuando sonó la primera
campana de bronces graves.
*
Nada tengo que decirte. Déjame el rumor en este juego atroz en que
verdad tu engaño, de un viento ciento,
de los ecos voces y dé lugar al
te juegas al silencio y a la voz en nuestras trizas, déjame hecho trazos por
tiempo. Morir aquí me arrancará tu yerro. Morir aquí esparcido en cientos.
las calles, déjame el azar de la inocencia avezada. Vampiro de raíces me
Mil veces muerto de una vez por la que pasas tú presto. Así me hiciste,
arrancaste dulces tramas de enjambres esparcidos en miel de hoyes por
preámbulo y pretexto para escucharte y partir; déjame a mí seguir donde
los aires ¡Déjame al menos el rumor del mar de muchos, consuelo de
me encuentro perdido, en el centro sin tañir de estas vísperas de nunca.
tantos sin más suelo que de costumbre! ¡Véte a saber a qué viniste al
mundo, pero no me lleves! Yo te conozco, no eres el Viento, sólo su
*
máscara de luego, mas te lo arrogas. Sé que eres tú sirena quien salmodia
en los portales, tú añagaza de agazapados años porvenir, por volver, quien
se intenta una y otra vez singladura en mis derrotas, tú quien me arrancó
al tibio puerto del oso de mentiras con botones. Tú me esparciste a
montones de regresos de alquiler y carmines desleídos en faros con
enchufe y orinal rompiente. Pero el párrafo de viento al que me arrastras
no abordará nunca la redonda costa prometida de siluetas y cabañas, y
cintura de palmeras ciñendo el desembarco de la mano en el bote de cacao
con leche de luceros. Y en el bordado altavoz de la noche los grillos
noticieros jamás encadenarán más mensaje que más tarde, más después,
más sigue.
Demasiado te conozco para creer que me creas engañado una vez
más con cuentas de otros colores y espejuelos de otros días, demasiado
para creerte engañado si te sigo pese a todo por calles de pacotilla que tú
me tiendes ribera al temblar de mi paso. Nada tengo que explicar en los
estrados. De la promesa de la mar se mantienen los asnos de la memoria
en la noria, ¡déjame que la oiga entera en el latón abollado de un latido!,
¿por qué no me dejas trenzar el rumor del planeta ahora en cada crujido
de sus máquinas cansadas de regarse calendarios ajenos con esperanza?
Demasiado te conozco para creer que creyeras que iba yo a buscar aún
más culpables que tú de mis derrotas. Disfraces de tu agravio con bigotes
y coronas mantengan a otros en la rueda: demasiado me conoces para
ignorar que te sigo a tus adentros prestados, a mis atrases pagados, por
amor de las mentiras con que me urdiste mañana entonces. Quédate con
tus Muñecos jugando al te escondí, y déjame a mí Miavana donde haga
El Marinero me pone en una situación, difícil. No estoy hecho yo
para diálogos, salvo las veces, es cierto, en que en disfraz de crítico o de
mueble decido echarme una siesta de mundo y circunstancia. Por mí que
hable con gatos y farolas, que en tanto haya Anafranil y carniceros de
guardia estoy a salvo. Pero me acaba de invocar directamente, y ese envés
del tú que hace plástico la página del mundo me ha arruinado el
espectáculo. Podría convocar al multitú justiciero que tan bien me oculta
siempre, y hasta clamar indignado ¡¿y quién va a tomar ahora la parábola
por todos, y qué hacemos ahora con las estampas de un viaje iniciático tan
prometedor de gozos con chubasquero para el equitativo mirón amante del
reparto?! ¿En disfraz de experto por ejemplo descargar el anatema y la
tarifa por líneas sobre la hibridación de géneros y el amontonamiento
el bardal, ni les has visto jamás mayor provecho que el de anestesia
contra natura, de tan mal gusto y tan parecido al pecado de Sodoma, de
suplente que facilite al dentista la inspección de tus empastes!
Onán y de Jiménez en una pieza? Mas ¿para qué?, el retablo está cascado,
Pues muy bien, aquí me tienes. Te quedarás sin Miavana y sin vista
a los santos ya se les ve la caña y la escayola, y de pronto las imágenes
pintoresca los turistas, y yo tendré que tramarme otra cara para oficiar de
han de venir a abrir y no a cerrar la feliz excursión de turno. ¿Por qué me
vacante con delirio a plazo fijo. Te parecerá bonito.
piensas tanto, criaturita?, ¡que manía de amargar la fiesta!, ¿no te vale tu
instamatic para la desazón metafísica? ¿Pero no te has enterado que el
*
lugar de lo vacante se llama vacación y es sustantivo, y aun sustancioso si
Multitú Miavana centro, Miavana espera de otra voz temida redonda
te lo montas como es debido, en la postura del misionero? Que nunca
amada, achatada por los pelos de la ocasión, a ti me acojo. Miavana centro
buscó reproducir significados, sino el gesto de descubrirlos, la gesta del
de la parábola errática del balón que pasa del padre al hijo y de vuelta en
descubrimiento a cubierto y cama
puesta. Y ahora este Marinero me
el sueño sin fecha del encuentro decisivo, la parada oportuna y el disparo
desembarca en Finisletre y viene diciendo que ultramar es un color de tu
más certero. Miavana multitú donde sumarme sumida cicatriz de lejanías,
falda en este armario, y gentil por convertir en saludo el gesto usual el
donde sumirme sumada nada en las cuentas del collar, en tí me acojo. Y
panadero de este pueblo en donde escribo, y que está la Tierra Firme en
en la sombra del ausente por venir, por volver, nos hallamos parejos
el terror oscilante de mirar y no en el suelo que suele darse por fondo de
disparates, disparatados disparos singulares en el blanco de tus calles, en
ojo el que factura y transita cuando precisa una ojera de vida anímica que
las dianas cimbreantes de tus aceras. Y la Música se late y en un son de
realce el brillo inocente de su pupila gerente. Vaya vaya.
ser se oye. Y entre las sombras la luz persiste. Y lo que es verdad somos
¿Y qué va a pasar ahora cuando le hable no a mí, pero al gato?
nosotros.
¿Cómo jugar ya a planes y jerarquías si abordar a lo más sacro que soy yo
andará en el mismo plano que susurrarle a los charcos? Y más, que en
cualquier momento me veo que este irredento extenderá el parlamento
universal y el derecho a voz a un frutero, a una alpargata o un abrelatas, y
en tamaña floración de primeras personas lo más probable es que ingrese
el pobre Fichte en la trapa y Rimbaud en una botella, aunque les pille
entrenados, eso es verdad. Y las brillantes irrupciones del absoluto en la
historia se quedarán sin el misterioso refulgir que proporciona la aparición
calculada de la primera persona en el plano de los tantos, a saber,
Miavana. Lindo ardid, Marinero; aprender ya has aprendido. Pues no
creerás que fuera a creerme a estas alturas que me quieres en el cuadro,
que sin mí no estás completo,
que te falto y que te duelo. ¡Si a tí la
guesamcunsverque y las valquirias se te hacen corderitos saltando en fila
*
TOBOGANES
¿Te has cansado de huir, Mudo Marinero? ¡Qué!, ¿no ibas a ser
cualquiera en tu Miavana?¿Y qué interés vas a atraer a la perdición de
nadie? Teatro de tí otro, teatro del malo, es lo que es...
...teatro de tí, otro, musita el Marinero. La calle parece más lejos que
nunca, el plácido seno de luces y palmas, rodar por el Sótano de
Toboganes a sumarse en un clinclin perdido entre las incontables cuentas
desenhebradas que ruedan invisibles por la tiniebla sin partes. Te debía
esta visita, Gusano. Ninguna otra has tenido, jamás, en este revés del
centro. Desde que cerré la puerta de luz de mis párpados sobre el Primer
Sueño a mis espaldas. Yo no sé por qué quedaste preso tras la losa gris de
los otoños, la cartera colegial aún latía losa blanda de tu pálpito cercano,
inaccesible ya, y las fachadas se hacían plátano pocho desleyéndose oro
sucio en la lluvia de sumandos y batallas. Yo no sé por qué te encuentro
hoy tan de repente en Miavana. Pero la quiero, es mía, la hago tierra a
cada ahora con el ancla de mis pasos y mis voces. Pero te quiero, eres mío,
te hago tierra a cada entonces de mi vela inmóvil. Tú también eres teatro,
bulto de ecos y sombra de mis entrañas, ¿sabes? Teatro del Malo, teatro
sin manos ni pies ni cabeza ni tramas de hilos de seda por la que huirte
nadie. Tú no tenías labios, que los abrió sellados de aquí mi llanto. De aquí
con lámpara de pie y bolsa de hule, de aquí con risa y guantes de
distancia, de aquí latido mínimo e insalvable. De aquí en que las baldosas
del cuarto de daño se incendiaran de repente en jeroglíficos de tí, y
volvieras casi. De un aquí distinto y vertical como páginas fachadas de
tarde callejón para el regreso que ojeara entre jaurías de autobuses y
fritanga y lejanías el Viento. Tu no tenías carne de tiempo, casa en el
viento donde correrte pasillo carmín zumbando de asfixia a los Brazos
rosas de cristal de ausencia rota en pétalos de besos. Tu no tenías formas
en tu dolor como mi cuna, como Miavana. Si nací de tu condena vengo a
pedirte perdón. Te necesito también, además, parte y vez. Te necesita
Miavana. Después de todo, tú nos alumbraste; antes de nada vengo a
dibujos grotescos de destino sin rechistar, algún cometa a lo sumo por
buscarte.
burlarse de tus ansias de rúbrica con faros y espigones. Pero ¿por qué no
Después de todo vienes a buscarme... antes de nada, tú me
me dejas en paz?, ¿qué me quieres, vez otra vez, dispersarme,
alumbraste, tú me hundiste el yerro candente del sol y los quioscos en el
confundirme, librarte de mí en cenizas de colorín acalorado? Más cercanos
pausado silencio de mi vaivén sin viaje ¿Que te perdone? ¿Y eso qué es?
que el envés de la inminencia se traman millones de helados toboganes en
Los Toboganes nacen del Invisible y sin otro lado flotan enmarañados
rostro tras de sus labios, tras el revés de su frente y se embeben y se
fulgores verdes, raigambre de nenúfar sin globo ni cometa en sombra
espesan máscara de limo adentro, exprimido recinto menguante de la
estancada ¿Perdón? (verde a púrpura furioso), ¿perdón?, avenidas sin
asistencia que es Mudo Marinero, asido ya solo a lo que asido en el Viento
ciudad, venas sin carne, te olvidas, te olvidas, claro, ¿qué otra cosa has
mantiene un hilo certero hasta palmas estremecidas y mirada en donde.
hecho tú, te ha hecho tú, techo, dónde, cuándo?, te olvidas que soy sólo el
Miavana, Miavana, debe de oir alguno en este instante en un aún no que
lecho del Primer Sueño, nada, la pesadilla del fondo, algo, el culo de tu
sostiene pese a todo abierto este labio blanco, minúscula herida de puerta
espejo de pasillo a los Escalones, la Puerta Verde, los Calendarios y el
aún entreabierta a ti, que salvas. Por lo demás ya no hay nada. Por lo
resplandor,¡ah, tus luces!, ¡tus malditas luces!, al límite de todo color,
demás siempre vuelvo a congregarme sin traza, musita en un borboteo el
sombra candente alrededor se ciñe, se aprieta, mosca sin espacio el Mudo
fango que es todo casi, ¿dónde estás?, ¿cuándo? ¿En qué dónde? Traidor.
Marinero teme y deja de temer, asiste. Acrisolado su silencio, amares y
En un rincón de Miavana, una pausa con ventana. Que entreabierta
soledades. Te olvidas que no hay olvido ni perdón donde nadie da lugar ni
bate el viento lentamente ante la invisible penumbra donde se extinguen
da la vez, en el fondo del pasillo, en este aquendeaquí donde has venido,
de espacio doradas las cicatrices de sol en polvo. Por los labios en regla de
¿a qué has venido?, ¿a herirme de qué veces esta vez?, a torturarme, ¿por
la contraventana musita algún pecadillo falso la tarde, por no desairar del
qué no sigues tu fuga de juguetes en el espejo de piedra?, mi parte nube
todo a los curiosos que acaso aún esperen confesiones y secretos de las
no se duele; mi parte río se te presta aun rechistando a guante de
cosas. Abajo, en la tierra vuelta jardín, el corro de las hojas y las luces
esplendores y rumor de lentejuelas; mi parte estrellada incluso soporta tus
prosigue su recreo, y en silencio reemprende su infinito calleabajo el
Marinero.
*
No hay perfil de no ser éste
No hay perfil del que no queda. No hay perfil de no ser éste, de trazo
en fuga. No hay perfil de no ser éste, aquél, epidermis de reveses de las
Cosas en su derecho a la voz, franqueadas a la lenta caricia de la espera,
ala vez de frenesí parado en seco. No hay perfil de no ser este enjuto por el
que despunta el sol entre párpados segados, sobre las vegas otra vez
sembradas de las niñas. Ni retrato del fracasado timador en negocios
sucios y tantos con la carencia insobornable de nombres en el curso.
Ningún fichero policial ordena momias amadas en nupciales cortejos
caníbales de aliento hombre, de corazón bamboleo. No hay altares ruines
de cifra y de polilla donde al candor de varadas velas amarrarse al amar en
légamos de oro y reparar de memoria los daños de horas contadas sin
contar. Ni altísimos estrados de sombras de remate en que jurar decir la
verdad ante nadie. Las huellas dactilares del sujeto son palmeras
desatadas en dedos de barrunto por allende, en sombras de desplome por
aquende el espejismo sediento de caras vanas sin rumbo por la celda.
Isocaras infinitas por los cielos pacientes del detenido espacio van
trazando la piel inconfundible de un planeta simultáneo. Y el vértigo a una
de millones de pelotas de colores ha lugar sin dudas y procede en la vista
de las niñas estrelladas contra la caja fuerte con pito de génesis
encarrilados a la gloria del escriba.
Ni pluma alguna ni pelo suscriben la identidad del sujeto huído,
mudo, discurriendo callejones y tejados. Mortíferas denotaciones de
repetición no alcanzan al que huye tras las culatas de apuntados
esqueletos la cantata desafinada de los santos y las señas. Aplomo llueve
resquicio entre las sílabas que si han de acertar no pueden dejar de dejar
pausa por ser distintas y tantas. Rezumado por las tramas, resumido en lo
restante, se confunde en el furor unánime de cuerpos múltiplos de nadie.
Se estrella en las bocamangas, se asombra en las hombreras de lluvias de
oro, habita entre los hábitos y asoma burlona jirafa en el alzacuellos, se le
agarra a la gorra en los adentros de creciente calva y fecundo aluna la
asolada medalla de reflejos vivos, de danzarines casis la rotunda frase, los
Veletas
formados hombros de informantes niños que avizoran luego y patalean
antes, cuchicheando hojas en los cuchillos secos y pregonando bosque en
los talados cráneos de calaveras prontas.
Pasea el Marinero coágulo de viento oliendo las veletas. Acaso pronto
sepa para qué su invierno largo de estaciones vagabundas en las entrañas
Y disfrazado de canto inadvertido se ríe entre las fichas de la fecha
inadvertidas del cristal. Ficción de adioses, crueles inocencias de espejo
por hacer. Tan sólo algún disparo de plata mansa sin recámaras nupciales
de Miavana, que se asoma sólo a su belleza en las bordas de los ojos que
acierta al azahar sin ceremonia recién florido en labios aún entornados.
se alejan. Un rojo rugido sordo delata las calderas que despiertan, ¿pero
Desde entonces, desde atrás, desde luego se suicida dulcemente, por
dónde?
querer ponerse guapo y hacerse el permanente para la foto, que nunca
¿Y qué cargo de desechos, y hacia dónde,
hará el Viento a ese
sale como es de vida: no hay cuidado, que en el laboratorio del pecho la
deshacerse que aún pasea con garbo su visera de hoyes y de miras?
luna roja la vela siempre.
Revueltas humedades en el aire anuncian otra siembra de bautismos
Ceremoniosamente llevarán luego el borroso despojo a lapidar al
infinitos en abismo. Musitará la lluvia los nombres todos de los seres en la
álbum de mármol. Explotará el solemne bumbúm de licor de palabra en la
rota general de las aceras, mas nadie una vez más oirá el que juntas dicen
cajita con lazos. Y entre labios aterrados de allí a poco una sonrisa de las
al oído infinito de la isla. La malla de rodeos y de lazos tramada en calles y
siemprevivas regresará guasona y cordial la primavera sin plazo a los
horas se deshará pañuelo en hilos de susurro, y los bordillos abrirán
amantes ojos que holgazanes paseen su amor vedado por los contornos
indiferentes sus sapos de metal por las esquinas y engullirán sin diferir los
solemnes de la nariz.
restos. ¿Y qué, qué cargo quedará, salvo en alta mar de incertidumbre, que
Pues no hay perfil de no ser éste, o aquél, sino la luz gozada de la
que son testigos y defensa al tiempo los certeros rumbos que alumbrara.
*
valga tal certeza?
Revuelto aliento y hojas esparcidas vuelan desbandados y trajinan
revisando vanamente puntuales mecanismos del automatador que se
sabemos, ¿a que me ha quedado bien esa ráfaga gallarda en aquellas
pantaletas? Ahora presumo yo y tú compruebas. Es lo justo.
despereza y en nada les precisa. Ha huido la luz de los mismos cristales,
Recuerda el Marinero, y a cada palmo que vuelve de memoria se
no rondan sombras en las ramas de la palmera desierta, y todo sin atrás
desprende en una escama de cristal ante la reja. Repasa ante el camión del
resbala ya anticipo de torrentes en fachadas que se huyen sin decir
disparo de mieles y nota ahora el respaldo silencioso de enseñanzas y
palabra. Perdido en inminencia desatada, sólo el callejón sin gato le
señales en que apoyó su objetivo. Asoman en el montón de todo desde
contempla largo y tendido en olvidadas banderolas de pañales.
ancianas soledades en talleres checoslovaco apretando el minúsculo
Hendidura final de los paisajes, frente a frente asiste al congregarse
tornillo imprescindible al disparo hasta agobiantes bañeras de alquiler
del Viento en remolino para su próxima entrada en escena que le
donde el Muñecote Tuerto, eslabón tras eslabón en blanquinegro
consagrará tampoco y le deshace. No sorprende al Marinero, le traspasa.
tiquitaque de viejos despertadores leva a oscuras el ancla de un ojo
Ya le ha visto en otras veces destrabarse el primer ojal de la ceguera que
atracado a un escritorio polvoriento. Recorre de espaldas la acera de la
precede en poco a la verdad de gabanes sin adentro por los suelos de una
ausencia de los perros, y aúllan desenganchados por todas partes vagones
estancia sin miradas. ¿Y qué quieres?, dice el que habla lentamente
de veranos y de huertas que le llevaron en palmas silenciosas de presencia
mientras se prueba y desecha en hojalatas y hojarascas espirales sus
por los paisajes del cimiento apedreado de la vida, y a espaldas negras de
nuevos figurines, sus nuevos retintines. Yo te he creado de una pausa mía,
prefectos y otras visiones atentas a su objetivo le soplaron lo esencial para
de un aliento contenido. Ahora toca expirar. Ya lo sabías. No te cuadra a ti
la imprescindible pregunta de la carne que no estaba en su libro, quedado
alegar rebuzno ni tontería. Paralelos existimos, mientras sigas tú mirada y
en blanco de tantas dulces espinas de egoísmo ignorantes como él del
calle yo, mientras decías tu paso y hablaba yo con moscas y veletas. No te
arquero alerta en sus raigambres de espalda. Y las uñas rosas de Ella
quejarás, ya lo sé, pero recuerda; que por liviano no deja de dejar
entre dos arrullos arrancan una tira de cristal de donde su vientre estaba.
cicatrices aun tu paso en esta ciudad de aire. Holgabas tú, y yo extraviado
en explicaciones para cubrirte la espalda me desangraba por el cantil de
aquende de tus espejos. Vagabas tú y deshilachado alzaba yo planos de tu
tesoro. Tras tu amable rendición a cada asalto me devanaba los esos y los
aquellos para hacerlos baluarte y revellín inexpugnable de esta empresa
¿O no me has visto rondar tantas veces por el Morro?, que las metáforas
también tomamos taxis y maestros donde podemos por abreviar a veces. Y
últimamente ¿no me has oído, acaso, repasarte extenuado en retintines
entre las cofas del puerto? Pero tú, a tu melodía, que lo tuyo es ser letrista;
ya habrá otro que haga los arreglos. Y aun sabiendo la mentira de ser tu
solo el son, la has disfrutado. Y yo entre tanto entretanto repasando tretas
viejas, y galleando tú y yo exprimiéndome el alero para poner nuevos gallos
a la veleta, y hacer fosos amares y asegurar posiciones. Así es, ya lo
La deuda azul te reclama, marinero. Y ténte un poco, ¿quieres?
Como pase el barrendero, que soy yo, ¿qué te crees que va a hacer con tu
tesoro de añicos? Esparcirlo, repartirlo, como ahora mismo empujo por las
calles tu casquijo hacia el borde del espejo. A que sirva al terraplén de
otras miradas, que el tesoro está todo en defenderlo. No te apures porque
vengan que vendrán más piratas respetables a la isla, y le hinquen cuál
bandera entre las piernas. Parecerá que le gusta, pero será porque la haga
flamear yo de recuerdo de cintas de bailes idos y restallar de labios en el
aire ¿Para qué crees que sirven los fortines, si no es para dar tiempo a que
escape la victoria de las manos memorables y las voces triunfadoras?
Y no es que te eche nada en cara, ¡para qué más, si eso es la que te
queda! El cargo que te hago, continúa el que habla en el callejón, es
Miavana. O Miavana es el cargo que te hago; que después de todo son las
paralelas mitades perezosas de mi aro. Que te vayas es su espejo donde se
salve aún hermosa como luna de alféizar. Tu haber sido es su haber todo.
Las deudas de que naciste, déjalas a mi cargo, que se entretengan con
ellas sus ingenios y sus topos. La azul te queda, que es mi cuna y la mía.
¿No ves como traigo ahora de donde puedo mis nubes para tapar mis
vergüenzas? Diversión, dilación, estratagema, Miavana se presta a todo lo
que le quieras prestar, pero no acepta intereses: no te empeñes por
pagarlos. Ya he desplegado mis planos sobre la mesa, ya están al caer
otras miradas por sus aceras. Será de otros entonces y será aún ella. Y yo
volveré a enredarme en disfraz de otras marañas por recorrerla otras
veces.
Tienes listo el corazón y ya te echa humo el cráneo. Y aunque quizás
debería ser al revés, no está mal para zarpar al anverso. Que aprenda así
cada cuál lo que le falta. Hale, a hacer puñetas de espuma.
Clinquirinclines de vidrio para envidia de veletas alocadas silabean
por la última vez adelante al Mudo marinero deshecho en calles rumbo al
puerto.
*
Panorama
en el extremo repentino del cumplimiento, el vuelco de las Cosas sin más
allá atesta de arrojados héroes el pasillo donde discurren brisas flojas
Sumida cuna de novelas naufragadas, personajes abismados sin
nuevas empresas sin oficio. Conquistarte despojarte infamarte blasonarte
visión ni horizonte fecundan los bancos de gestos que medran entre los
cabecean en un eco unísono de arte aguardando su momento de nuevo
brazos de tu tendido coral de asfalto. Desanclados de luegos y gallardetes,
viejo amarrados a los muelles de tu lecho indiferente a los principios,
no hay derrotas en bullir sin rumbo. Invencible silencio aplastado bajo
terminación sola de actos y caminos.
líquidas eternidades salobres sin pestañas,
ni los astros parpadean su
Doloroso zarpazo de quilla hacia otro abismo calla quien caiga
cortante díanoche donde alumbra sin tregua la gesta hundida gestos
desgajado de tu espera en la esperanza azul del Viento sin cartas ni
vivitos y calleando.
garantía. En vano atruenan ya a lo lejos las dulces baterías de tus labios,
Inmemorables cuentas sin contar, los besos y las mesillas, el
revelado animal de muerte caliente en el morro ansioso de la estela que te
microscópico plancton de enigmas que trazan los meñiques en la esquina
nombra a la distancia precisa ciudad entre ciudades, bulto amado, querido
de las mesas, que borran las espaldas en el lomo de las sillas, que a veces
entonces. Adiós, Miavana. Sálvete quien crea en tu quejumbre entreabierta
examinan ojos yertos habitantes en islotes de sangre fría sin buscar otra
de patios ausente su pisada. Adiós, Miavana. Sálvete quien crea erguidos
respuesta en ellos que el bocado, desenhebrados todos flotan en la trama
por su sombra los laberintos temblantes de tus pechos de palmera. En tu
insustancial de tu abismo madre. Vanidad roída de vanos ruidos una red a
bahía de infancia arrullen de ópalos estremecidos las tardes de los barrios
veces desciende y posa fracaso en el fondo de Las Veces sin cuento.
la anclada cuna de los destinos, que serán petróleo. Fabulosos animales
Trenzados hilos de voz que confundidos se esfuman entre los planos
podridos alimentan el furor necesario de la fuga. Mecánicas aletas
infinitos que sueña el agua en el ocaso. Cuando el manso declinar del sol
inconmovibles se alejan en la salsa de marea danzarina que las quisiera
se te sube a la cabeza de espumas llena juegas Miavana a rumor de nubes
aún desleídas hojas del agua, ilimitado baldío de hermosura por hollar.
que te pronuncie nácar de espejo. Y descreída juegas a arquitecturas
Adiós, Miavana. Yo sé bien en qué palacio del aire que será camaranchón a
fugaces de cúpulas y estatuas conmemorativas del viento, desempeñado
la deriva en las fechas vendrás a la puntual ceremonia del amor de las
papel cebolla del héroe insolvente que de estrecharte en sus brazos saca
gaviotas. Donde un mínimo clamor animal y sin testigos garabatee en el
deudas y lágrimas de cuándos pendientes de tus plazas, sordas a otra cosa
cielo de un instante nuestro rostro.
que el trajín de las gaviotas y los aros de los niños. Reiterados cercos de
amor que por dar nombre digno a la insondable extensión de lo restante
traen a la voz del día húmedos rincones de tu cuerpo al punto secos,
marchitas momias, memorables frases de desechos olvidadas a lo largo de
tu piel de playa inacabable.
¡Cuántas combinaciones de banderas, cuántos sostenes de epíteto a
tus pechos, cuántas medias palabras ufanas han pasado por victoriosas
tus avenidas arriba hacia el puntual sumidero del latiente olvido! Ganada
ganas siempre, codiciado botín de remate de tí misma. Puntapié de nunca

**
III
Burbujas en el agua. San Sebastián 1988. La Habana 1998. Serán
las cifras que bailan, rondando la copa. Será la vida que sorbe, sedienta.
Será que tratar con vivos lo vuelve todo tan claro como una ausencia;
cristales, calendarios, cristalinos. Una lápida es un avión cernido con
horario sobre abismos de perfiles conocidos. El trago de la memoria sí que
tiene fondo. De repente aterrorizo. Castilla año 0.
Y ahora llueve. Llueve en esta nueva tierra vieja, nuevo paradero de
momentos que el murmullo del agua por el surco bautiza con otro nombre
de ahora, de adentro, de manos otra vez en el centro de sus mapas.
Haciendo mi lugar, el mío. Y llueve entonces. Y tan oscura vuelve el sol la
epidermis pedregosa de mi tierra que callarla es a lo menos ociosa
pretensión de sombras en el cuadro. Necesidades todas.
Pero basta
introducir un rayo de luz perlada en una azuda irresoluble de agua dulce y
está ya presa, raíces de cristal, la memoria en cara vana. Y una huerta
bajo un sol sin contador, y una teja llena de agua trabajada por el
testarudo invierno de las manos, y una aldea alzada que permanece,
precisa. Necesidades, todas. Deshilachadas entre tejados un millar de
zapatillas de cristal recorren las acequias de una historia de presencias.
No da menos una piedra, quieta y de una vez a otra la misma. Y basta un
rayo de luz perlada en una dulce esfera sin preguntas, y emerge la mirada
planetario de gotas en el cielo. Susurro de voces inestantes, transcurridas,
entre crestas amanecidas cursa el río la geografía despejada de la vega en
frente, surcos abajo. Su dorado sudor no aguarda y busca sangre azul de
un soy con título y con fecha ciprés adelante, y entre labios de mármol
muertos sin retorno acunan besos de brisas que acreditan incertidumbre
entreabierta el más allá de mis palabras. Llueve tiempo emergido a mar en
mi pueblo.
*
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