Boletín nº 64 Marzo 2003 La disfunción eréctil, popularmente conocida como impotencia, es una enfermedad en la que se ha dado un paso revolucionario gracias a los avances en los tratamientos farmacológicos aparecidos en los últimos años; a pesar de ello, para curar dicho padecimiento sigue siendo fundamental dejar de lado los tabúes sociales y afrontar un problema que con gran frecuencia tiene su origen en problemas físicos. LA DISFUNCIÓN ERÉCTIL, UN PROBLEMA CON SOLUCIÓN 1. Concepto La disfunción eréctil es la incapacidad para tener una erección o la dificultad para mantener la rigidez de forma que impida mantener relaciones sexuales mediante coito que resulten satisfactorias. Por lo tanto, no sólo se refiere al impotente (el que no puede) sino a la persona que puede pero padece una disminución de su potencia sexual. De dicha definición hay que excluir otras enfermedades como la eyaculación precoz, la ausencia o disminución de líbido, la existencia de curvaturas en el pene cuando está en erección, o la incapacidad para conseguir un orgasmo. 2. Epidemiología Es difícil conocer el número de hombres que sufren este trastorno; por un lado, porque es un concepto ambiguo en el que es fácil definir al individuo que padezca impotencia absoluta pero no a aquel que manifiesta una pérdida en la duración o fortaleza de la erección. Y, por otro lado, porque aún hay un porcentaje alto de hombres, un 70-75%, que no es capaz de afrontar este problema como cualquier otro padecimiento, aunque hay que reconocer que en los últimos años se ha observado un incremento notable del número de estas consultas. Se estima que en España la padecen alrededor de un millón y medio de individuos entre 25 y 70 años, según el estudio Epidemiología de la Disfunción Eréctil Masculina 1998-1999. El porcentaje estimado de disfunción eréctil, según edades, es del 7,5% para hombres entre 20 y 39 años, del 10% para el grupo de 40-49 años, del 20% a los 50-59 años, del 40% en el grupo de los 60-69% y del 60% para los mayores de 70. Con la idea de minimizar el efecto subjetivo sobre quién padece y quién no este trastorno, hace unos años se habilitaron diferentes índices, entre los que está el índice sobre salud sexual para varones, que es un cuestionario que se centra en la erección mediante cinco preguntas con otras tantas posibles respuestas, de modo que cuando la puntuación es igual o menor de 21 se considera que existen signos de disfunción eréctil: Boletín nº 64/Marzo 2003 Confeccionado por el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales Internet: http//www.dpm-prevencion.org/publisalud 3. Causas Tras un periodo en el que se creía que más de la mitad de las impotencias era de causa psicológica, actualmente se calcula que el 70-80% es de origen orgánico aunque en realidad la mayoría tiene un carácter multifactorial. A. Psicológicas Se estima que de un 20 a un 30% de estas disfunciones tiene un origen psicológico, lo que ocurre es que –sin ser la causa- el componente psicológico casi siempre aparece como consecuencia, lo que no debe confundir. Los factores psicológicos que pueden afectar a la erección son muy variados, destacando como más frecuentes: los conflictos de pareja, estrés, problemas económicos, sociales, o laborales, baja autoestima, infidelidad, depresión, ansiedad, inadecuada información sexual, fallos esporádicos de la erección, una educación moral o religiosa muy restrictiva, experiencias sexuales traumáticas, y problemas de orientación e identidad sexual. B. Orgánicas - Vasculares: Hipertensión arterial, arteriosclerosis, alteraciones vasculares secundarias a diabetes, estenosis arteriales. - Neurológicas: Polineuropatías periféricas, trastornos del canal medular, esclerosis múltiple, enfermedad de Alzheimer, neuropatías secundarias a alcoholismo o diabetes. - Endocrinológicas: La diabetes es la enfermedad más implicada, de forma que entre los diabéticos la sufre el 25-70%; otras situaciones son el hiper o hipotiroidismo, hipogonadismos y alteraciones hipofisarias como hiperprolactinemias. - Insuficiencia hepática o renal crónica. Boletín nº 64/Marzo 2003 Confeccionado por el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales Internet: http//www.dpm-prevencion.org/publisalud - Enfermedad pulmonar obstructiva crónica. - Fracturas pélvicas, traumatismos perineales, fractura de cuerpos cavernosos. - Secuelas de la radioterapia. - Anomalías que afecten a los cuerpos cavernosos del pene, como tumores, el priapismo, o la enfermedad de La Peyronie (desviación del pene por la aparición de una placa indurada en el cuerpo cavernoso). - Intervenciones quirúrgicas como la simpatectomía, la hipofisectomía, las operaciones sobre el canal medular, las que comprometen la irrigación arterial, o las operaciones radicales sobre la próstata o el recto. C. Farmacológica Algunos medicamentos, muy utilizados en la práctica diaria, pueden desencadenar una disfunción eréctil: antidepresivos, ansiolíticos, tranquilizantes, antihipertensivos, alcohol, hormonas, antineoplásicos, drogas, etc. 4. Diagnóstico Establecer el diagnóstico de disfunción eréctil es de gran importancia ya que ésta no sólo tiene un impacto trascendental en la calidad de vida de los hombres y sus parejas, sino que también puede ser un síntoma temprano de enfermedades que pueden ser tratadas y que no presentan muchos síntomas como es el caso de la diabetes y la hipertensión arterial. A continuación se exponen los pasos diagnósticos que, como general, deben cumplirse: - Historia clínica: Para descubrir posibles factores de riesgo que podrían causar la disfunción eréctil o contribuir a su desarrollo, como trastornos afectivos, antecedentes de enfermedades vasculares, trastornos endocrinos, consumo de drogas, ingesta de fármacos, cirugía o traumatismos pélvicos. - Historia sexual: Para saber cuándo y bajo qué circunstancias experimenta signos de disfunción eréctil. Esta información es esencial, y se debe expresar con toda naturalidad; además, probablemente, el médico le entregue algún cuestionario tipo test, en relación con la función sexual (similar al mencionado anteriormente en el apartado de la epidemiología) para ser rellenado en casa y entregado en una próxima visita. - Evaluación psicosocial: Para determinar los factores psicosociales relacionados con la disfunción eréctil que puedan requerir consulta o tratamiento psicológico. - Exploración física: Enfocada especialmente al pene para comprobar si existen anomalías tales como nódulos o fibrosis, además de valoración general del estado de salud, la función neurológica y los caracteres sexuales secundarios. No suele ser necesario realizar pruebas diagnósticas invasivas, salvo probablemente hacer unos análisis de sangre para medir los niveles de hormonas, el colesterol, la glucosa para detectar la presencia de diabetes, y comprobar cómo funcionan el hígado y los riñones. Boletín nº 64/Marzo 2003 Confeccionado por el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales Internet: http//www.dpm-prevencion.org/publisalud 5. Prevención Las medidas preventivas a tomar son las mismas que hay que seguir para tener unas arterias y venas saludables (puesto que la erección es la consecuencia directa de la dilatación de las arterias del pene, tras un estímulo que puede ser psicológico o sensorio local), fundamentalmente modificando ciertos estilos de vida: - Evitar hábitos nocivos como el tabaco - Beber moderadamente - Consumir pocas grasas animales - Controlar el estrés, resaltando la importancia de dedicar tiempo a uno mismo y a la relación de pareja - Evitar el agotamiento físico - Y establecer dietas alimenticias para corregir alteraciones metabólicas. 6. Tratamiento Prácticamente todos los casos de disfunción eréctil pueden ser tratados satisfactoriamente, gracias a las diferentes opciones de tratamiento eficaz que existen en la actualidad. Dependiendo de la causa, el tratamiento recomendado será psicológico, médico o quirúrgico: a) Tratamiento psicológico: En realidad, los factores psicológicos deben abordarse en todos los pacientes con disfunción eréctil, ya que pueden ser tanto la causa de ella como los responsables de su mantenimiento aunque el problema de base sea orgánico. Consiste básicamente en modificar una serie de actitudes que contribuyen a mantener la disfunción. b) Tratamiento médico: En este apartado se ha producido un gran avance en los últimos 3 años, gracias al desarrollo de una serie de fármacos (dilatadores de los vasos sanguíneos del pene) que, administrados por vía oral, son capaces de provocar una erección ante un estímulo sexual de forma natural. Salvo en la disfunción eréctil de origen hormonal, en la que el tratamiento consiste en administrar la hormona deficitaria -y tratar la causa correspondiente-, en el resto de disfunciones la primera línea terapéutica la conforman los nuevos fármacos referidos anteriormente. Además, existen otros tratamientos eficaces (inyecciones intracavernosas, supositorios intrauretrales, bombas de vacío, etc.) cada uno con sus indicaciones y contraindicaciones. c) Tratamiento quirúrgico: La cirugía es una solución efectiva pero queda como última opción de tratamiento, una vez se hayan probado sin éxito otros tratamientos menos invasivos. Aunque se pueden realizar intervenciones para reconstrucción de vasos arteriales que se han obstruido o para bloquear las venas que permiten la fuga de sangre del pene, la realización de este tipo de cirugía es poco eficaz, debido a lo cuál es más práctico administrar primero los tratamiento orales y la cirugía se utiliza sólo en casos muy seleccionados. La intervención quirúrgica más frecuente es la prótesis de pene, que resulta eficaz pero es muy invasiva por lo que generalmente también queda reservada como última medida. Para concluir, hacer hincapié en que la disfunción eréctil es una enfermedad crónica como puede ser la diabetes o la hipertensión arterial, que afecta a más de 100 millones de hombres en todo el mundo y a más de un millón y medio en España, y que tiene tratamiento eficaz. Para su solución es fundamental la colaboración de la pareja, con su actitud positiva y colaboradora, no debiendo existir ninguna sensación de culpa o que se interprete como una pérdida de interés por la pareja. Boletín nº 64/Marzo 2003 Confeccionado por el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales Internet: http//www.dpm-prevencion.org/publisalud