Segunda Asamblea Mundial sobre el envejecimiento

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Segunda Asamblea Mundial
sobre el envejecimiento
ISABEL CODÓN *
SUMARIO: 1. ANTECEDENTES.—2. SEGUNDA ASAMBLEA MUNDIAL DEL
ENVEJECIMIENTO.—2.1. Declaración política.—2.2. Plan de Madrid sobre el envejecimiento.—2.3. Seguimiento del Plan.—3. APLICACIÓN REGIONAL DEL PLAN DE
MADRID.—3.1. La Declaración Ministerial.—3.2. La Estrategia Regional—3.3. Previsiones sobre el seguimiento de la Estrategia.—4. CONCLUSIÓN.
1. ANTECEDENTES
E
n el marco de las Naciones Unidas
desde 1969 se empezó a tomar conciencia de la necesidad de proteger
los derechos y el bienestar de las personas
mayores. Esta preocupación se reflejó en
diversas Resoluciones hasta que la Asamblea
General adoptó la decisión de organizar una
Asamblea Mundial como foro para iniciar un
programa internacional de acción que garantizara la seguridad económica y social de
dichas personas.
La Primera Asamblea Mundial sobre el
Envejecimiento tuvo lugar en Viena, de 26 de
julio a 6 de agosto de 1982. En ella se aprobó
un Plan de Acción que supuso un gran avance en las políticas para personas mayores, con
la atención centrada en los países desarrollados. Fue un Plan muy avanzado para la época, que pone de manifiesto una serie de «esferas de preocupación» que hacen patente la
necesidad de un enfoque coordinado de las
* Consejera Técnica de la Subdirección General de
Relaciones Sociales Internaciones. Ministerio de Trabajo
y Asuntos Sociales.
políticas e investigaciones en el contexto de la
planificación económica y social global, formulando recomendaciones que aún no han
perdido su vigencia, como se demuestra en los
Planes más recientes que vamos a examinar.
Los progresos alcanzados como consecuencia de la Primera Asamblea fueron desiguales de un país a otro, en función de la disparidad de los recursos disponibles y de las prioridades políticas pero, en las sucesivas evaluaciones que se llevaron a cabo en 1985,
1989, 1992 y 1996, se comprobó, en general,
una mejora notable en el desarrollo de las
infraestructuras nacionales para personas
mayores, se elaboraron planes, programas y
mecanismos de coordinación sobre el envejecimiento, se especializaron servicios de salud,
se reforzó la asistencia estructurada y no
estructurada, aumentó la seguridad a través
de los regímenes de pensiones y se incrementó la participación en la sociedad de las personas mayores.
En los resultados de los cuestionarios de
evaluación que las Naciones Unidas dirigieron a los distintos países, se pusieron de
manifiesto determinadas sugerencias para el
futuro: incorporar los avances de la tecnología
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y sus repercusiones en la educación, el empleo
y la salud; necesidad de intervenciones normativas para promover la participación activa, proporcionar un entorno favorable a las
personas mayores, proteger sus derechos en lo
que se refiere a malos tratos y violencia, mejorar la seguridad económica ampliando la
cobertura, estudiar las repercusiones de los
movimientos migratorios, la capacitación de
los profesionales de la salud y de los servicios
sociales, la importancia de la investigación en
este campo y la vinculación de las futuras
medidas a compromisos mundiales. En definitiva, el camino a seguir estaba trazado tras el
impacto de la Primera Asamblea. La misma
Asamblea había decidido, además, celebrar
una Segunda veinte años después.
definitiva, el cambio de mentalidad impulsado en el Año Internacional.
En 1999 se celebró el Año Internacional de
las personas mayores. Su lema fue «una
sociedad para todas las edades», inspirado en
el concepto de la Cumbre Mundial de Desarrollo Social que tuvo lugar en Copenhague
en 1995, lo que significa que «cada persona,
cada una, con sus derechos y responsabilidades, tiene un papel activo que desempeñar».
Como dijo entonces la Embajadora Julia T.
Alvarez, de la República Dominicana, gran
impulsora de los derechos de las personas
mayores, «contemplar el envejecimiento
como un fenómeno que se produce durante
toda la vida y en toda la sociedad, y no solo
como un fenómeno propio únicamente de las
personas mayores, significa un gran cambio
de mentalidad».
La Segunda Asamblea Mundial del Envejecimiento se celebró en Madrid durante los
días 8 a 12 de abril de 2002, con la participación de 159 delegaciones nacionales y de
numerosos observadores, tanto del sistema
de las Naciones Unidas como del ámbito no
gubernamental.
Obtener una sociedad para todos implica
la aplicación de políticas que refuercen el desarrollo individual a lo largo de toda la vida,
desarrollo centrado en la autoayuda, en la
independencia y en entornos favorables de
familias, vecinos, comunidades de intereses e
instituciones sociales, basadas en los principios de reciprocidad, solidaridad e interdependencia. Requiere, además, apertura hacia
nuevos modos de percibir, valorar y ordenar
la realidad. Significa, también, que ningún
grupo debe ser discriminado o especialmente
favorecido a causa de la edad. Presupone, en
194
2. SEGUNDA ASAMBLEA MUNDIAL
DEL ENVEJECIMIENTO
En su Resolución 54/262, de 25 de mayo de
2000, la Asamblea General de las Naciones
Unidas decidió que la Segunda Asamblea
Mundial sobre el Envejecimiento se celebraría en 2002 y que la Comisión de Desarrollo
Social actuaría como Comité preparatorio.
España se había ofrecido como sede con ocasión de la clausura del Año Internacional de
las Personas mayores y su candidatura fue
aceptada.
La mayor parte de las reuniones del proceso preparatorio y la celebración de la propia
Asamblea tuvieron lugar durante la Presidencia española del Consejo de la Unión
Europea por lo que correspondió a España el
importante papel de negociar la Declaración
política y el Plan de Acción, resultado de la
Asamblea, en un doble plano: el de la concertación comunitaria y a nivel mundial como
portavoz de la Unión Europea. España se
hizo cargo, además, de la organización de una
serie de actividades paralelas a la Conferencia, como el Foro de las Organizaciones no
Gubernamentales y la celebración de seis
mesas redondas identificadas como «Diálogos 2002» en las que se debatieron los principales temas actuales en materia de envejecimiento.
En la Asamblea se aprobaron una Declaración política y un Plan de Acción, conocido en
adelante, por Resolución de la misma Asamblea, como Plan de Madrid.
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2.1. Declaración política
En la Declaración política los representantes de los Gobiernos se comprometen a adoptar medidas a todos los niveles en las tres
direcciones prioritarias marcadas por el Plan
de Acción. Aceptan la esperanza de vida en
muchas regiones del mundo como uno de los
mayores logros de la humanidad y reconocen
la importancia de la cooperación internacional para complementar los esfuerzos nacionales en la aplicación del Plan de Acción.
Adoptan también el compromiso de eliminar la discriminación por motivos de edad y
cualquier forma de abandono, abuso y violencia, reconociendo la dignidad de las personas
mayores y su derecho a disfrutar de una vida
plena con participación activa en la vida económica, social, cultural y política.
Admiten que los países en desarrollo y
algunos con economías en transición tienen
que superar aún muchos obstáculos para participar plenamente en la economía mundial,
lo que produce la marginación de muchas
personas y en particular de las personas
mayores, de ahí la importancia de incluir el
tema del envejecimiento en los programas de
desarrollo y en las estrategias de erradicación de la pobreza.
La Declaración incorpora expresamente la
perspectiva de género, lo que constituye una
innovación y destaca el valor de la investigación como instrumento indispensable para la
formulación de las políticas relativas al envejecimiento asumiendo además, lógicamente,
los objetivos del Plan en todos los sectores,
salud, empleo, educación y protección social.
Se recalca la función de las familias, el voluntariado, las comunidades y las organizaciones de personas mayores para prestar apoyo
y cuidados no estructurados, haciéndose cargo de la obligación de fortalecer la solidaridad
entre las generaciones y las asociaciones
intergeneracionales.
La responsabilidad sobre el envejecimiento corresponde, en primer lugar, a los Gobier-
nos, pero es indispensable la colaboración
entre los Gobiernos nacionales y locales, los
organismos internacionales, la sociedad civil,
incluidas las organizaciones no gubernamentales, el sector privado y las propias personas
mayores así como la asistencia del sistema de
las Naciones Unidas.
2.2. Plan de Madrid sobre el
envejecimiento
El Plan de Madrid tiene un punto de partida gráfico y efectivo con la descripción de los
aspectos demográficos ligados al envejecimiento como fenómeno mundial. Es riguroso,
además, porque tiene como fuente los datos
del Programa de la División de políticas
sociales y de desarrollo social de la Secretaria
de las Naciones Unidas, presentando un perfil demográfico tan llamativo y evidente que
resultan obvios los inevitables cambios que
van a producirse en la vida de las personas,
en las instituciones, en las comunidades y
prácticamente en todas las áreas del gobierno
y de la sociedad. Como dijo Kofi Annan en la
inauguración del Año Internacional de las
Personas Mayores «estamos en pleno centro
de una revolución silenciosa. Esta revolución,
que va más allá de la demografía, tiene consecuencias importantes en los planos económico, social, cultural, psicológico y espiritual».
Lo que el Plan de Madrid califica también
de «revolución de la longevidad» empezó a
manifestarse como tendencia a mitad del
siglo XX en los países desarrollados y va a
constituir una de las características más
marcadas del siglo presente, extendiéndose,
ahora, a un ritmo acelerado, a los países en
vías de desarrollo.
De acuerdo con los datos de la Secretaria
de las Naciones Unidas, existen actualmente
600 millones de personas mayores de 60 años
en el mundo, número que ascenderá a 2.000
millones en el año 2050. La esperanza media
de vida al nacer ha aumentado 20 años desde
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1959 y aumentará aún 10 años más en 2050.
Se trata de una auténtica mutación demográfica y, de confirmarse las previsiones, dentro
de tres generaciones exactamente se invertirá, por primera vez, la proporción de jóvenes
y de personas mayores. Actualmente, una
persona de cada diez tiene más de 60 años, en
el año 2050 será una persona de cada cinco.
El envejecimiento de la población será
mucho más espectacular en los países en desarrollo, que envejecerán rápidamente en la
primera mitad de este siglo. Para 2050 el porcentaje de personas mayores aumentará del
8% al 19% mientras que el de niños descenderá del 33% al 22%.
Curiosamente, el grupo de personas que
crece más rápidamente es el que tiene 80
años de edad o más. En el año 2000 se cifraba
en 70 millones de personas y en los próximos
50 años esa cifra aumentará más de cinco
veces. Las mujeres representan un 55% de la
población mayor de 60 años y un 65% de la
población mayor de 80 años.
Los tipos de hogares en los que vive la
población mayor son también diferentes en
los países desarrollados y los países en desarrollo. En estos últimos una gran proporción
de personas mayores vive en hogares multigeneracionales.
Con este planteamiento de entrada sobre
la transformación mundial en la que estamos
inmersos, es fácil deducir que el envejecimiento va a incidir de manera inevitable en
la evolución del desarrollo. Aunque los países
desarrollados han envejecido más gradualmente, casi acaban de descubrir que deben
enfrentarse con resultados adversos como el
desempleo y la sostenibilidad de los sistemas
de pensiones, por ejemplo. Los países en desarrollo tienen un doble problema: simultanear desarrollo y envejecimiento, lo que acentúa sus dificultades. De ahí que una de las
características más significativas y ambiciosas del Plan de Madrid sea su enfoque, porque considera que es indispensable la inte-
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gración del proceso de envejecimiento mundial dentro del proceso más amplio del desarrollo. Con este enfoque, además de una
perspectiva novedosa, en el sentido de que el
envejecimiento no es un problema separado
que deba abordarse aisladamente de otros, se
consigue un efecto aglutinador al incorporar
todos los logros de las Naciones Unidas en
materia de desarrollo, que indudablemente
han sido muy numerosos, alcanzados en su
mayor parte consensualmente, mediante disposiciones, declaraciones políticas, principios
orientadores o medidas de acción acordadas
en conferencias, cumbres y periodos extraordinarios de sesiones de la Asamblea General.
Dichos compromisos inspiran en buena parte
los temas centrales que se recogen a lo largo
del texto.
La intención del Plan es ofrecer un instrumento práctico para ayudar a identificar las
prioridades básicas asociadas con el envejecimiento de los individuos y de las poblaciones
a los encargados de la formulación de las distintas políticas. Si bien las políticas concretas
han de variar según los países y las regiones,
en el Plan se reconocen características y problemas comunes, pero se tienen en cuenta las
divergencias, las distintas etapas del desarrollo, las situaciones transitorias que atraviesan algunas regiones y la interdependencia promovida por la globalización.
Para guiar las actuaciones políticas en el
mundo que envejece, el Plan recomienda tres
orientaciones prioritarias en torno a las que
deben agruparse las medidas a adoptar,
medidas que deben ir encaminadas a la creación de una sociedad para todos, en el más
absoluto respeto a los derechos humanos y
libertades fundamentales sin los cuales sería
imposible construir dicha sociedad. Recordemos una vez más que el concepto tiene su origen en la Cumbre Mundial de Copenhague de
1955 y fue el lema del Año Internacional de
las Personas Mayores 1999.
Las orientaciones prioritarias son las
siguientes: determinar el marco en el que se
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sitúa la vinculación entre las personas de
edad y el desarrollo, fomentar la salud y el
bienestar hasta la llegada de la vejez y crear
entornos propicios y favorables.
das a favor de las personas de edad que se traduce en la obligación de recibir un trato digno
y justo así como merecer una valoración independiente de su contribución económica.
Siguiendo la primera de las orientaciones,
constatamos que la política de desarrollo ha
estado particularmente centrada en alcanzar
el crecimiento económico, lo que ha llevado a
una cierta marginación de las personas
mayores al considerarlas improductivas. En
1994 la Conferencia Mundial sobre Población
y Desarrollo lamentó que los adultos mayores
fueran considerados como beneficiarios
dependientes del desarrollo antes que como
contribuyentes a él. Esta doble visión no se
logró hasta la Cumbre Social de Ginebra
2000. El Plan de Madrid se hace eco de este
reconocimiento y expone la necesidad de
adoptar medidas urgentes para garantizar la
constante integración y habilitación de las
personas de edad que deben participar plenamente en el desarrollo y en la distribución de
beneficios que reporte.
Tal vez fuera conveniente en este punto
utilizar un breve referente teórico y hacer
una aproximación al concepto de envejecimiento productivo.
La relación entre las personas mayores y el
desarrollo se desdobla para el Plan en una
serie de cuestiones en relación con las cuales
se deben diseñar, promover o mejorar medidas: los aspectos participativos, el empleo y el
envejecimiento de la fuerza de trabajo, tendencias a tener en cuenta como la urbanización, la ruralización y el fenómeno migratorio
así como la solidaridad entre las generaciones.
Las personas mayores deben tener la oportunidad de participar activamente en la
sociedad, lo que se sustenta en la valoración y
aceptación de su contribución social, cultural
económica y política y en su derecho a participar en las decisiones que afectan a sus vidas.
El Plan de Madrid no considera la participación sólo como elemento filosófico o metodológico sino que le otorga un enfoque de derechos
humanos al introducir como primera medida
cautelar la lucha contra todas las formas de
discriminación. Conecta también en esta
visión con los Principios de las Naciones Uni-
Un estudio de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada nos hace notar que la última generación
de investigadores en materia de sociología de
la vejez define el envejecimiento productivo
como «cualquier actividad, remunerada o no,
realizada por una persona mayor que produce bienes y servicios o que desarrolla la capacidad de producirlos. El término está restringido a las actividades con repercusiones para
la comunidad o la sociedad». Productividad
ha de entenderse, lejos de la interpretación
estrictamente economista del término, como
el conjunto de beneficios que podemos conseguir para los propios mayores pero, sobre
todo, a través de ellos para la comunidad de la
que, por otro lado, ellos mismos forman parte.
De este modo, lo que se pretende resaltar es
que la persona mayor tiene un rol social que
cumplir con auténticas responsabilidades en
la medida en que quiera y pueda. Esta facultad de autodeterminar sus acciones es muy
importante. Lo que conceptos como este permiten, en definitiva, es un acercamiento crítico sobre las aportaciones de las personas
mayores a la sociedad y la búsqueda de modelos positivos de envejecimiento.
En su contribución a la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, la Oficina Internacional del Trabajo puso de manifiesto que
la empleabilidad de los trabajadores está
fuertemente influenciada por factores individuales y profesionales. La capacidad de trabajo es el resultado de la interacción entre los
recursos del individuo, las condiciones de trabajo y la organización del mismo. Los recursos individuales incluyen la salud, la capacidad funcional, la educación básica y profesio-
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nal y la experiencia teórica y práctica. La promoción y conservación de la capacidad de trabajo tienen que considerarse una estrategia
activa para hacer frente a los desafíos del
cambio demográfico y del mercado de trabajo.
La OIT considera también que la consecución de una fuerza de trabajo totalmente
inclusiva respecto de todos los grupos de edad
supone claras ventajas para el mundo empresarial porque proporciona una gama de calificación más variada y extensa y que la clave
para la inclusión de los trabajadores mayores
consiste en dotarlos de los conocimientos que
se requieren y de la manera de actualizarlos.
Es decir, propugna la educación permanente
como estrategia y como necesidad económica.
Siguiendo las tendencias actuales sobre el
envejecimiento activo, el Plan establece que
«se debe permitir a las personas mayores
seguir realizando tareas remunerativas
mientras lo deseen y puedan hacerlo productivamente».
Para promover la empleabilidad de los trabajadores mayores se distinguen en el Plan
dos vías simultáneas:
a) Valorar la experiencia de la mano de
obra que envejece porque su empleo continuado no solo no reduce las oportunidades de
los jóvenes sino que puede ser de gran utilidad para capacitar a trabajadores más jóvenes y nuevos, lo que redunda en beneficio de
la actividad y de la producción económica
nacional.
b) Adoptar políticas que aumenten las
oportunidades de empleo. Se proponen cuatro
líneas de actuación:
— Establecer nuevas modalidades de trabajo basadas en fórmulas de jubilación
flexible o bien que permitan compatibilizar el trabajo remunerado con otras
actividades.
— Modificar las estructuras de incentivos
existentes, por ejemplo, para alentar a
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los trabajadores a aplazar voluntariamente su jubilación.
— Introducir cambios en la gestión de
recursos humanos para fijar nuevas
prácticas laborales que faciliten la
retención y la participación productiva
de los trabajadores mayores en la fuerza de trabajo.
— Implantar medidas concretas para
aumentar la participación, tales como
un nuevo enfoque de la jubilación, la
educación y formación permanente, el
acceso a nuevas tecnologías, fomento
de la contratación de trabajadores
mayores, los aspectos preventivos de
salud laboral, la rehabilitación profesional, el empleo independiente de personas mayores, entre otras.
El Plan presta especial atención al necesario aumento de la participación de las mujeres mayores en el trabajo remunerado y reconoce como objetivo integral el equilibrio de los
sexos en los lugares de trabajo.
En la panorámica del desarrollo habrá que
considerar forzosamente algunas tendencias
propias de nuestro tiempo como la urbanización, la situación del mundo rural y las
migraciones.
En términos generales, puede decirse que
la población mayor es cada vez más urbana,
aunque hay grandes diferencias entre los países desarrollados, los países en desarrollo y
aquellos con economías en transición. En los
países desarrollados el 51% de la población
mayor vive en ciudades aunque las previsiones indican que en 2025 el porcentaje aumentará al 82%. En los países en desarrollo hay
una proporción mayor de personas mayores
que vive en zonas rurales, estimándose que
solo el 35% vive en zonas urbanas.
En principio el envejecimiento de las zonas
rurales se debe al éxodo de los jóvenes adultos. Las personas mayores que permanecen
allí se ven privadas del apoyo familiar tradi-
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cional y, a veces, incluso de recursos. Las
mujeres mayores son particularmente vulnerables en este medio. En las zonas urbanas la
pérdida de las redes sociales y la falta de
infraestructuras de apoyo pueden conducir a
las personas mayores a la marginación y a la
exclusión.
A pesar de las distintas situaciones según
las regiones, el Plan consigue esbozar unas
medidas comunes para las personas mayores
de las zonas rurales. Es necesario mejorar las
condiciones de vida y la infraestructura de
estas zonas en lo que concierne a la protección social, a los servicios sociales básicos
para todos, a la capacitación permanente
sobre tecnologías agrícolas mejoradas y al
acceso a sistemas de microfinanciación local,
previniendo, cualquier posible marginación a
través de mecanismos sociales de apoyo.
Siguiendo con el examen de las tendencias
actuales, el alcance del término «migración»
debe entenderse con referencia no solo a las
personas que han emigrado y han envejecido
en los lugares de destino sino también a los
emigrantes que retornan al lugar de origen
para envejecer en sus países de procedencia.
El único mensaje del Plan para los migrantes
mayores es integración en todos los planos,
social, cultural, político y económico.
La migración forzada es otro aspecto más,
tratado de manera detallada en el Plan. Se
contemplan como posibles situaciones de
emergencia los conflictos armados, la ocupación extranjera y los desastres naturales y se
intentan determinar los objetivos que deben
guiar la protección que requiere la especial
vulnerabilidad de las personas mayores en
estas circunstancias.
Las personas mayores deben tener igualdad de acceso a los alimentos, a la atención
médica, al alojamiento y servicios, que el resto de la población que se ve obligada a trasladarse, por lo que, a la hora de elaborar planes
y programas de ayuda humanitaria, habrán
de evaluarse no solo sus necesidades sino
también sus posibles contribuciones. Es preciso sensibilizar en este sentido al personal
de los organismos de socorro. La participación de las personas mayores en la reconstrucción de las comunidades es importante,
aunque habrá que establecer mecanismos
para impedir su explotación financiera por
parte de oportunistas y protegerlos de todo
tipo de abusos. Posteriormente, después de
los desastres, será preciso ayudarlos a restablecer su autosuficiencia económica mediante proyectos que incluyan la generación de
ingresos, programas de educación y programas de actividades ocupacionales.
El Plan menciona particularmente la
situación de los refugiados mayores de orígenes culturales distintos que envejecen en
entornos nuevos, donde van a necesitar redes
sociales y apoyo adicional por lo que habrá
que garantizarles el acceso a estos servicios.
También considera de modo especial a los
desplazados, a los que habrá que prestar ayuda humanitaria, información y asesoramiento jurídico al verse privados de sus bienes personales y medios de producción.
Otros elementos indispensables para que
las personas mayores puedan llevar una vida
activa y plena son la educación, la solidaridad
intergeneracional y la erradicación de la
pobreza.
La educación requiere igualdad de oportunidades y beneficiarse de la experiencia
adquirida con la edad. El Plan prevé mejorar
en un 50% los niveles de alfabetización de
adultos para el año 2015, en particular las
mujeres, ofrecer un acceso equitativo a la
educación básica y permanente, garantizar
los beneficios de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación y estimular el
diseño de computadoras teniendo en cuenta
las aptitudes físicas y la capacidad visual de
las personas mayores.
La solidaridad entre las generaciones a
todos los niveles -familiar, comunitario y
nacional- es fundamental para lograr una
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sociedad para todas las edades. Es un requisito indispensable para la cohesión social y
fundamento de los sistemas de protección
social estructurados así como de los sistemas
asistenciales no estructurados. El objetivo
que propone el Plan es, consecuentemente, el
fortalecimiento de la solidaridad basándose
en la equidad y en la reciprocidad, promoviendo un intercambio productivo mutuo
entre las generaciones, facilitando la celebración de reuniones para todos los grupos de
edades y evitando la segregación generacional, abordando la situación peculiar de la
generación que tiene que ocuparse al mismo
tiempo de sus padres, de sus propios hijos y
de los nietos e introduciendo en la educación
pública la comprensión del envejecimiento
como una cuestión que interesa a toda la
sociedad.
La pobreza y la exclusión niegan a las personas mayores un lugar en el desarrollo. La
lucha contra la pobreza es uno de los objetivos
fundamentales del Plan, ya que en algunos
países estas personas están excluidas de los
planes y programas para erradicar la pobreza. Las desigualdades de género en lo que se
refiere al acceso al mercado laboral y a la
independencia económica así como la parcialidad de los sistemas de protección social
basados en una actividad laboral ininterrumpida y el número de hogares monoparentales
encabezados por mujeres, han intensificado
el fenómeno de la feminización de la pobreza.
Las personas mayores discapacitadas son
también más vulnerables.
Para combatir la pobreza el Plan considera
medidas reductoras y medidas preventivas.
Como reductoras pide, precisamente, la
inclusión de las personas mayores en los planes y programas de reducción de la pobreza
con especial atención a las mujeres, fijando
esta reducción en un 50% para 2015. Sería
muy útil desarrollar indicadores por edad y
por género. La vía preventiva viene determinada por garantizar unos ingresos mínimos a
las personas mayores a través de sistemas de
protección social básicos, tanto contributivos
200
como no contributivos, adoptando medidas
para su sostenibilidad y para contrarrestar
los efectos de la hiperinflacción. El Plan
resalta la importancia del establecimiento de
unos servicios de información para asesorar a
las personas mayores en esta materia e incide especialmente en la importancia de la cooperación internacional para fortalecer la participación en la economía de los países en desarrollo y ayudarlos a erradicar la pobreza.
Otra de las orientaciones prioritarias del
Plan es fomentar la salud y el bienestar
durante toda la vida. Para evitar una enumeración exhaustiva de posibles actuaciones, en
este capítulo nos vamos a fijar más bien en
las ideas de fondo.
El Plan se hace eco de la Carta de Ottawa
para el Fomento de la Salud de 1986, de los
objetivos en la materia de la Conferencia
Internacional sobre Población y Desarrollo de
1994 y de las medidas recomendadas al respecto por la Organización Mundial de la
Salud.
La responsabilidad de una vida saludable
compete no solo a los gobiernos sino también
a la propia persona, pero para mantener y
mejorar la salud hacen falta algo más que
medidas dirigidas específicamente a influir
directamente en ella. Los factores ambientales económicos y sociales como el entorno físico, la educación, la ocupación, la condición
social, el apoyo social, la cultura y el género
inciden notablemente en la salud. Consecuentemente, habrá que reducir los efectos
acumulativos de los factores que aumentan el
riesgo de sufrir enfermedades (pobreza, deficiencias de las familias para cuidar a los
mayores, agentes medioambientales que contribuyen a la aparición de enfermedades, uso
indebido de medicamentos, malos hábitos ) y
fomentar la educación sanitaria mediante
campañas de información pública. Por
supuesto, también son necesarias políticas
preventivas, como intervenciones tempranas
que puedan prevenir discapacidades futuras,
vacunación de adultos, asesoramiento sobre
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modos de vida saludable, evitar el aislamiento social e impulsar modos de vida activa. Se
destaca, asimismo, la importancia de cuidar
los aspectos nutricionales desde la primera
infancia.
El Plan prevé el acceso universal y en condiciones de igualdad a la atención primaria,
con programas comunitarios específicos para
las personas mayores, realizando un seguimiento continuo de sus necesidades básicas,
con especial referencia a los pobres y a los que
habitan en zonas rurales. Apoya la prestación paliativa y su integración en la atención
general, en línea con la definición de la Organización Mundial de la Salud que define
dicha atención como «atención total activa a
los pacientes cuya enfermedad no responda
al tratamiento curativo, a saber, mitigando el
dolor y otros síntomas de la enfermedad y
ofreciendo apoyo psicológico, social y espiritual a los pacientes y sus familiares».
Alienta, por otra parte, a las empresas farmacéuticas para que realicen investigaciones
que lleven a descubrir medicamentos para
curar las enfermedades que afectan a las personas mayores en los países en desarrollo a
precios asequibles y dedica un apartado a los
efectos del VIH/Sida sobre las personas
mayores, tanto infectadas como las que se
dedican a atender a los supervivientes.
El aspecto más novedoso del Plan en esta
materia es la consideración de la salud mental de las personas mayores, ya que los problemas mentales se encuentran entre las
causas principales de la reducción de su calidad de vida. Para el Plan, estos trastornos
deben ser atendidos desde una base multidisciplinar y las estrategias para hacerlos frente
incluyen la prevención, la medicación adecuada, los programas de apoyo a enfermos y
familiares, la divulgación de información
sobre síntomas, tratamiento y consecuencias,
la capacitación de los profesionales de la
salud, estructuras especiales de atención en
régimen interno y programas de terapia psicosocial para la reintegración de personas
que han salido de establecimientos hospitalarios.
Por último, se consideran los efectos de la
disminución de la capacidad y las discapacidades en las personas mayores y el tipo de
políticas que deban desarrollarse para su
participación plena en la sociedad.
La tercera orientación prioritaria y tal vez
la más evolucionada es la creación de un
entorno propicio y favorable.
El fomento de un entorno propicio para el
desarrollo social fue uno de los objetivos principales acordados en la Cumbre Mundial de
Desarrollo Social, refrendado posteriormente
en el vigésimo cuarto período extraordinario
de sesiones de la Asamblea General dedicado
al seguimiento de la Cumbre y en la Declaración del Milenio. La puesta en práctica de
este compromiso implica:
a) Una serie de condiciones esenciales que
deben darse, tanto en el plano político
nacional como internacional, tales
como el reconocimiento de todos los
derechos humanos, el buen gobierno, la
interacción entre las políticas económicas, sociales y medioambientales.
b) Una movilización de recursos existentes así como la utilización eficaz y eficiente de los mismos.
Se viene observando, sin embargo, una
escasez creciente de recursos destinados al
desarrollo social, lo que significa que los objetivos convenidos internacionalmente no se
están cumpliendo del todo. Los países con
economías en transición y los países en desarrollo tienen grandes dificultades por ello, a
las que hay que añadir los cambios demográficos y la carga de la deuda externa.
Partiendo de una reflexión sobre estos
temas, el Plan propone una nueva asociación
entre países desarrollados y países en desarrollo, asociación que debe reflejarse en una
serie de obligaciones: adoptar políticas sane-
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adas, aplicar el principio de legalidad, promover el comercio internacional como motor del
desarrollo, la financiación sostenible de la
deuda, el alivio de la deuda externa, aumentar la cooperación técnica para el desarrollo y
procurar que los sistemas financieros, monetarios y de comercio internacionales sean
más coherentes.
Propone también un compromiso firme
para crear sociedades inclusivas y cohesionadas para todos, mujeres, hombres, jóvenes,
niños y personas mayores.
De acuerdo con el Plan, un entorno favorable para las personas mayores significa realzar sus capacidades, promover su independencia y ofrecer posibilidades de participación activa. Se señalan cuatro claves para
lograrlo: las condiciones de vida, el sistema
asistencial, la eliminación de toda forma de
abuso, malos tratos y violencia así como una
imagen positiva del envejecimiento.
En cuanto a las condiciones de vida, todas
las medidas que se plantean giran en torno a
tres objetivos: promover el envejecimiento en
la comunidad en que se ha vivido, mejorar el
diseño ambiental y de las viviendas teniendo
en cuenta las necesidades de accesibilidad y
seguridad de las personas mayores y la previsión de transportes accesibles y económicamente asequibles. Se prevén medidas tan
interesantes como fomentar las inversiones
en infraestructuras locales de manera que
sean válidas para comunidades multigeneracionales, la asignación equitativa de viviendas sociales a las personas mayores, vincular
la vivienda con los servicios de protección
social para asegurar la integración de las condiciones de alojamiento con la atención a largo plazo y las oportunidades de interacción
social, entre otras.
La asistencia prestada a las personas
mayores corre a cargo principalmente de la
familia o de la comunidad, especialmente en
los países en desarrollo, pero este sistema
asistencial debe estar reforzado por políticas
202
públicas para lograr unos servicios eficaces
de prevención, tratamiento, asistencia y apoyo. El Plan prevé la asistencia continuada a
las personas mayores de diversas fuentes,
estructuradas y no estructuradas así como el
apoyo a las personas que prestan asistencia.
Siempre en el ámbito del entorno favorable que estamos tratando, podemos recordar
que en la segunda reunión del Comité Preparatorio de la Segunda Asamblea Mundial del
Envejecimiento, el Secretario General de las
Naciones Unidas presentó un importante
informe sobre «Abusos contra las personas
mayores» cuya sustancia ha querido recoger
el Plan. Se pretende la eliminación de todas
las formas de abandono, abuso y violencia
contra las personas mayores, en sus distintas
manifestaciones, física, psicológica, emocional o financiera, mediante el establecimiento
de medidas legales y de sensibilización al
mismo tiempo que se recurre a la cooperación
entre el gobierno y la sociedad civil. Se impulsa, asimismo, la creación de servicios de apoyo para atender los casos de abuso y maltrato, alentando a los profesionales de la salud y
al público en general a denunciar las sospechas que puedan tener en este sentido y propiciando servicios de información sobre la
protección de que se dispone, incluidas medidas de prevención del fraude a los consumidores mayores. Las mujeres de edad corren
mayor riesgo de ser objeto de maltrato físico y
psicológico debido a actitudes sociales discriminatorias, a la ausencia de oportunidades
económicas y de recursos, a la falta de acceso
a la educación o su mínima participación en
los procesos de toma de decisiones. La pobreza puede agravar esta situación de vulnerabilidad. El Plan contempla también sus circunstancias especiales.
Como uno de los reflejos más evidentes de
este entorno favorable y aspecto crucial en el
Plan de Acción sobre el Envejecimiento 2002,
nos encontramos con la importancia de una
imagen positiva de las personas mayores,
proyectada en el reconocimiento público de su
autoridad, sabiduría, productividad y otras
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contribuciones fundamentales. Educadores y
medios de comunicación pueden jugar un
papel decisivo en este cambio de la sociedad,
descartando estereotipos perjudiciales y combatiendo cualquier discriminación.
2.3. Seguimiento del Plan
El Plan de Madrid deja a la iniciativa de
los Estados la creación de los mecanismos
institucionales adecuados para llevar a cabo
el seguimiento de las estrategias diseñadas
para su ejecución, pero destaca la importancia de establecer revisiones sistemáticas de
los avances que se hayan producido. Deberá
establecerse una colaboración eficaz con la
sociedad civil, el sector privado y en especial
las organizaciones de los propios interesados.
A nivel internacional, la Comisión de Desarrollo Social se encargará de la evaluación
de la ejecución del Plan y corresponderá a las
Comisiones Regionales la responsabilidad de
traducir el Plan en planes de acción regionales.
Las instituciones financieras internacionales y los fondos y programas de las Naciones Unidas facilitarán también la implantación del Plan, incorporando la cuestión del
envejecimiento a sus proyectos.
La cooperación internacional jugará, asimismo, un gran papel para complementar las
acciones nacionales, por lo que se insta a
adoptar medidas para alcanzar el objetivo de
destinar el 0,7% del producto nacional bruto
para los países en desarrollo y el 0,15% de los
países desarrollados para los menos desarrollados.
3. APLICACIÓN REGIONAL DEL PLAN
DE MADRID
El párrafo 112 del Plan de Madrid dispone
que corresponde a las Comisiones Regionales
de las Naciones Unidas la responsabilidad de
plasmar dicho Plan en planes de acción
regionales. La Comisión Económica para
Europa (CEPE ) se encargó de elaborar el
texto de una Declaración y de la Estrategia
de Aplicación Regional, textos que fueron
negociados en Ginebra por un Grupo de trabajo de composición abierta, constituido
especialmente para la preparación de la Conferencia Ministerial sobre el Envejecimiento,
que se celebró en Berlín los días 10 a 13 de
septiembre de 2002. En las reuniones preparatorias, España actuó como portavoz de la
Unión Europea, a excepción de la última y,
aún en ésta, desarrolló un papel muy activo
colaborando con la Presidencia recién estrenada danesa.
3.1. La Declaración Ministerial
La Declaración Ministerial de Berlín,
como la de Madrid, se empezó a negociar
cuando ya estaba acordado la mayor parte del
Plan de Acción, por lo que no es sino un reflejo del mismo. La Declaración testimonia el
compromiso de los Gobiernos de aplicar la
Estrategia en desarrollo del Plan de Madrid
para hacer frente a los retos del envejecimiento. Es una responsabilidad a todos los
niveles, tanto local como nacional y en colaboración con los actores relevantes de la sociedad civil y el sector privado. Entiende el envejecimiento como un fenómeno positivo y considera a las personas mayores como una fuente valiosa de recursos, por lo que se enfatiza
su participación plena en todos los aspectos
de la vida. El enfoque utilizado para promover una sociedad para todas las edades es el
fortalecimiento de la solidaridad intergeneracional, destacando el importante papel que
juegan al respecto las generaciones jóvenes.
Asume el compromiso de asegurar el pleno
disfrute de los derechos económicos, sociales
y culturales de las personas mayores así como
sus derechos civiles y políticos. Se compromete, igualmente, a eliminar todas las formas de
discriminación y combatir todas las formas
de abandono, abuso y violencia. El éxito de
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DOCUMENTACIÓN E INFORMES
las respuestas al envejecimiento de la población se vincula a su sostenibilidad y a un
enfoque transversal que permita que el envejecimiento sea una cuestión abordada por
todas las políticas. La Declaración reconoce
también que prestará una atención prioritaria a la cooperación entre los Estados de la
Región, pero sin que ello sea en detrimento de
los compromisos asumidos en la Segunda
Asamblea relativos a la cooperación internacional. Resalta, además, la importancia de un
seguimiento efectivo de la aplicación que se
de por los Estados a la Estrategia Regional,
seguimiento que ha de permitir un intercambio productivo de información, experiencias y
buenas prácticas.
3.2. La Estrategia Regional
La Estrategia Regional de Aplicación del
Plan de Madrid es el Plan de Acción aplicable
a la Región de la CEPE.
La Estrategia Regional tiene la misma
finalidad que el Plan de Madrid, es decir, facilitar el desarrollo de metas políticas que permitan a los gobiernos afrontar el fenómeno
del envejecimiento en la Región. Su estructura es más sencilla pero muy convincente, al
presentarse en forma de compromisos. Tiene
un enfoque holístico y parte de un primer
compromiso global para integrar el envejecimiento en todos los ámbitos políticos de
manera transversal como método para afrontar el reto demográfico, identificando como
dichos ámbitos los sectores sanitario, económico, del mercado de trabajo, de protección
social y el educativo.
Los mensajes que contiene este primer
compromiso expresan la filosofía de toda la
Estrategia y son claves para orientar las preocupaciones sobre las repercusiones del envejecimiento. Algunos son coincidentes con el
Plan de Madrid, como la «creación de una
sociedad para todos» y «la solidaridad entre
las generaciones»; otros son nuevos, como la
consideración del envejecimiento como un
204
proceso que se extiende «a lo largo de toda la
vida» y la «solidaridad intrageneracional»,
que refleja la importancia de la asociación de
intereses para tener éxito en las demandas.
Llama la atención, sin embargo, el hecho de
que se reproduzca el párrafo del Plan de
Madrid sobre los derechos humanos pero más
restringido, porque dicho Plan habla de
«derechos humanos y libertades fundamentales, incluido el derecho al desarrollo» y la
Estrategia omite la mención al derecho al
desarrollo.
Los aspectos participativos como vía de
integración, contenidos en el Compromiso 2,
no introducen elementos nuevos en relación a
los contemplados en el Plan de Madrid: participación activa, la participación de los mayores considerada como capital social y valiosa
en términos económicos, tanto desde el punto
de vista de las contribuciones que aporta su
experiencia como desde la perspectiva de
constituir un significativo grupo de consumo
con necesidades propias así como la importancia de promocionar una imagen positiva
de estas personas.
El Compromiso 3 se refiere a la necesidad
de promover un crecimiento económico equitativo y sostenible como respuesta al envejecimiento de la población, con un contenido
ceñido a la Región. El envejecimiento en la
Región va a producir un notable aumento de
personas que no trabajan con relación a la
población trabajadora, lo que repercutirá en
la sostenibilidad de los sistemas de protección social. En este contexto, los políticos
deben ser conscientes de que la distribución
de recursos debe hacerse de manera equitativa y sostenible lo que solo puede lograrse
mediante un crecimiento también equitativo
y sostenible. Como se reconocen grandes diferencias , el crecimiento debe producirse también de diferente manera. La meta para
Europa occidental y Norteamérica será, por
una parte, asegurar una mayor consistencia
entre la política fiscal y la monetaria y por
otra, priorizar los objetivos del crecimiento y
del empleo. Para los países con economías en
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transición la prioridad será la elaboración de
estrategias para erradicar la pobreza, especialmente entre las personas mayores, y prevenir la corrupción. La ayuda internacional
debe apoyar las reformas sociales y la creación de instituciones para procurar una economía de mercado e instituciones democráticas.
En materia de protección social, Compromiso 4, la Estrategia prevé varias áreas de
acción: fortalecer los objetivos básicos, esto
es, prevenir la pobreza y proporcionar un
nivel adecuado de protección para todos; contribuir a la seguridad de las personas mayores desarrollando un marco legal para las
pensiones profesionales y privadas; adaptar
los sistemas de protección social a los cambios
demográficos y a las estructuras familiares;
igualdad de trato para mujeres y hombres
durante toda su vida, con especial atención a
las personas obligadas a interrumpir su
carrera profesional para la educación de los
hijos o el cuidado de miembros de la familia,
lo que puede repercutir en sus carreras de
seguro y por tanto en la reducción de su futura pensión.
El Plan de Madrid, como ya hemos visto,
trata de la erradicación de la pobreza, cuantificando objetivos y garantizando unos ingresos mínimos.
El Compromiso 5, relativo a la adaptación
del mercado de trabajo como respuesta a las
consecuencias del envejecimiento, no aporta
nada nuevo en relación al Plan de Madrid
excepto las consideraciones relativas a los
trabajadores migrantes. Pese a las corrientes
de pensamiento actuales, la Estrategia estima que los flujos migratorios son un elemento a tener en cuenta al diseñar políticas de
crecimiento y de pleno empleo, pero por si
mismas no constituyen una solución al problema del envejecimiento. Las políticas
migratorias deben basarse en una amplia
valoración de los intereses económicos, sociales y regionales pero, si se requiere mano de
obra cualificada, no habrá que olvidar que
ello supone una pérdida para los procesos de
desarrollo de los países de origen.
Uno de los temas más interesantes de la
Estrategia es la idea de que la educación
para la vejez abarca toda la vida de una persona, es un proceso desde la infancia, no es
algo que pueda limitarse a la última etapa.
La formación continua, además de promover
la empleabilidad de los trabajadores mayores tiene que servir para prepararlos para la
posible prejubilación y para la jubilación.
Por supuesto que establecer las necesidades
de educación de las personas mayores,
incluido el entrenamiento en su autocuidado, requiere estrategias específicas para
ejercer distintas opciones en la vida y métodos didácticos nuevos para entrenarlos en el
uso de las nuevas tecnologías de la comunicación y a ejercitar sus habilidades cognitivas físicas y sensoriales. De todo ello se ocupa el Compromiso 6.
El título del Compromiso 7 es suficientemente expresivo: «garantizar la calidad de
vida a todas las edades y mantener una forma
de vida independiente incluyendo la salud y
el bienestar». Una vez más nos encontramos
la idea de proceso vital y un enfoque holístico
a largo plazo. La salud es un resultado de factores multisectoriales. El medio ambiente, la
agricultura, el transporte, la protección de los
consumidores, la vivienda, la educación, el
empleo, la protección social y otras políticas
tienen una gran influencia en la salud y el
bienestar. Es más, cada sector deberá tener
en cuenta las consecuencias de sus acciones
futuras para la salud de las personas. La
Estrategia, por tanto, coincide con el Plan de
Madrid en el enfoque y también se hace eco
de la definición de salud de la Organización
Mundial de la Salud. Comparte, igualmente,
los principios de acceso universal y equitativo
a la asistencia sanitaria así como la extensión
de la misma, que debe abarcar medidas preventivas, curativas y rehabilitadoras, con
especial énfasis en la atención primaria, la
educación sanitaria, la información y la
inducción a hábitos saludables. Prevé tam-
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DOCUMENTACIÓN E INFORMES
bién los cuidados paliativos en términos idénticos al Plan de Madrid y otorga asimismo un
tratamiento específico a las enfermedades
mentales y al VIH/Sida. Quizás el Plan de
Madrid hace una mayor incidencia sobre
algunos efectos acumulativos de riesgo, entre
los que destaca la pobreza y la exclusión
social, agrupa las políticas preventivas,
advirtiendo sobre el efecto para la salud del
aislamiento y la falta de participación y propone acuerdos con la Organización Mundial
del Comercio a efectos del precio de los medicamentos. La Estrategia se detiene más en
los problemas propios de la Región como los
cuidados a largo plazo, la salud laboral, la
financiación adecuada de los servicios sociosanitarios y el control del gasto, pero puede
decirse que el planteamiento global de ambos
planes de acción es muy parecido, lo que pone
de manifiesto las características avanzadas
en esta materia del Plan mundial a la hora de
su aplicación regional.
En el Plan de Madrid la perspectiva de
género está contemplada en cada sección del
texto, mientras que la Estrategia de Berlín,
con independencia de algunas citas puntuales, concentra este tema en un solo compromiso, el Compromiso 8. Los términos son, sin
embargo similares. La igualdad entre mujeres y hombres es prioritaria para conseguir
una sociedad para todas las edades. La situación laboral y las condiciones de vida de mujeres y hombres en la Región difieren según el
desarrollo de los distintos países. En general
las mujeres son las que cuidan predominantemente a las personas mayores, reciben
salarios más bajos, niveles inferiores que los
hombres en protección social, encuentran
obstáculos para la educación y formación y
están expuestas más a menudo al riesgo de
exclusión social. Los gobiernos deben adoptar
medidas para lograr la plena igualdad de
género en el mercado laboral, en los sistemas
de protección social en el acceso a los recursos
económicos, para garantizar la conciliación
de la vida profesional y familiar, para promover su empoderamiento y su participación en
206
la toma de decisiones, eliminando cualquier
forma de discriminación y propiciando, de
este modo, la independencia social y económica de las mujeres. La introducción de una
perspectiva de género es, en definitiva crucial
para mejorar la situación de las personas
mayores y afrontar el reto del envejecimiento.
El tratamiento de los aspectos familiares,
sin embargo, tiene un punto de partida diferente en ambos documentos. El Plan de
Madrid se centra en los vínculos intergeneracionales a todos los niveles —familias, comunidades, naciones— desde la óptica de la solidaridad y la equidad. En la Estrategia Regional, en el Compromiso 9, se proclama a la
familia como célula básica de la sociedad, preservadora de sus valores y principal agente
del desarrollo sostenible, y es la familia, junto a las comunidades, la que proporciona el
marco para la solidaridad intergeneracional
e intrageneracional, aunque se reconoce la
existencia de varias formas de familia. Las
políticas familiares varían en la Región pero,
en cualquier caso, los gobiernos deben responder a las transformaciones que se están
produciendo en las estructuras familiares,
haciendo frente a las consecuencias sociales y
económicas del cambio demográfico.
3.3. Previsiones sobre el seguimiento
de la Estrategia
El mecanismo de seguimiento de la Estrategia será responsabilidad de los Estados y se
desarrollará a nivel nacional y, cuando se considere necesario, en el marco de las reuniones
de la CEPE en su Sesión Anual incluido en el
capítulo general dedicado al seguimiento de
Conferencias y Cumbres Mundiales.
Los procedimientos y plazos para llevar a
cabo el seguimiento serán fijados por los
Estados miembros, de acuerdo con las decisiones adoptadas por la Comisión de Desarrollo Social que es la que realizará el seguimiento global.
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La Secretaría de la CEPE asistirá a los
Estados, cuando estos lo soliciten, en la
implementación y evaluación nacionales apoyada por expertos de las organizaciones
intergubernamentales o por organizaciones
no gubernamentales relevantes.
Las actividades de seguimiento de la
Estrategia por parte le la Secretaría de la
CEPE serán financiadas con los recursos
existentes aunque, de acuerdo con el párrafo
112 del Plan de Madrid, el Consejo Económico y Social podría considerar la posibilidad de
reforzar la capacidad de la CEPE.
4. CONCLUSIÓN
El enfoque del Plan de Madrid es completamente diferente al Plan de la Primera
Asamblea Mundial. El Plan de Viena se centraba en los países desarrollados y en las
necesidades de las personas mayores. El Plan
de Madrid describe las condiciones existentes
en los países en desarrollo y en los países con
economías en transición, poniendo el acento
en las personas mayores como generadoras
de recursos económicos y valorando su participación activa en todos los aspectos de la
sociedad.
El Plan de Madrid se hace eco de las sugerencias formuladas a raíz de las sucesivas
evaluaciones del Plan de Viena pero, de
hecho, introduce una serie de elementos no
considerados formalmente hasta ahora:
— La participación activa de los mayores
en la sociedad está considerada desde
la perspectiva de los derechos humanos.
— La salud mental y concretamente la
enfermedad de Alzheimer.
en pro del concepto de la dignidad
humana.
— La perspectiva innovadora de concebir
el envejecimiento como un proceso que
abarca toda la vida, aunque esta idea
ya estaba esbozada como principio en el
Plan de Viena.
— La prolongación voluntaria de la vida
laboral activa más allá de la edad prevista para la jubilación.
— La migración forzada de las personas
mayores.
— La cuantificación de la reducción de la
pobreza y de la alfabetización de adultos.
— La propuesta explícita de una nueva
asociación entre países desarrollados y
países en desarrollo en torno a los
recursos necesarios para el desarrollo
social.
— La situación de las personas mayores
en relación con el VIH/Sida en los países en desarrollo y la consideración
específica de los abuelos que deben cuidar de sus nietos porque sus padres han
muerto a causa de dicha enfermedad.
— La implantación de medidas antidiscriminatorias por la edad, basada en la
defensa de los derechos humanos y de
las libertades fundamentales.
— La introducción de la perspectiva de
género.
— La vinculación de la dimensión de la
edad a los Planes y Programas de Desarrollo.
— La discapacidad en las personas mayores.
— El fomento de la solidaridad entre las
generaciones como un factor de cohesión social.
— La necesidad de adoptar medidas contra el abandono, el abuso y la violencia
En cuanto a la Estrategia de Berlín, quizás
el cambio al método comparativo utilizado
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para examinar el texto no sea de lo más ortodoxo, pero, por tratarse de la adaptación de
un plan mundial a una Región concreta y además una Región como la de la CEPE, integrada mayoritariamente por países desarrollados (países europeos miembros de NNUU,
Suiza, Canadá, Estados Unidos, Turquía y
los países de la antigua esfera soviética, para
no enumerarlos todos) parecía, en principio,
más útil comparar las diferencias y similitudes en lugar de describir exhaustivamente
medidas en buena parte reiterativas. Cabría
pensar, también, que la Región CEPE, al
haberse planteado hace ya tiempo el problema del envejecimiento, siendo un fenómeno
tan real y contando con más recursos que
otros Grupos regionales de las Naciones Unidas, produciría un texto ambicioso y posiblemente innovador, producto de la investigación y de la reflexión económica y social. No
ha sido así. No hay aportaciones novedosas ni
avances significativos con relación al texto de
Madrid. Hay una estructura formalmente
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más ordenada, con concentración de temas,
con un buen compromiso global, que responde
a una propuesta noruega, y unos contenidos,
como la priorización del crecimiento y del
empleo, la sostenibilidad de los sistemas de
pensiones, las estrategias para luchar contra
la exclusión social y el mainstreaming de
género entre otros, que son un reflejo coherente de las políticas actuales de la Unión
Europea. El seguimiento de la Estrategia,
cuyo primer borrador elaborado por la Presidencia española era mucho más riguroso, con
evaluaciones detalladas de dos compromisos
por año, ha quedado completamente debilitado a nivel regional. Es decir, la Estrategia
responde a un contexto, pero no entusiasma
ni va más allá en el futuro. Esto pudiera
deberse a una de estas dos causas: o que el
Plan de Madrid es realmente un plan ponderado y muy avanzado o que la Comisión Económica para Europa no tiene costumbre de
tratar en su agenda los temas sociales. Seguramente ambos motivos confluyen.
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