Lírica barroca.

Anuncio
COMENTARIO DE TEXTOS. LA LÍRICA DEL BARROCO.
Lope de Vega
Góngora:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-,
para lo mismo responder mañana!
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado*
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes, no toquéis, si queréis vida,
porque entre un labio y otro colorado
Amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que, a la
Aurora,
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno:
manzanas son de Tántalo**, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora;
y sólo del amor queda el veneno.
(Rima Sacra XVIII)
Góngora:
Ciego que apuntas y atinas,
Caduco dios, y rapaz,
Vendado que me has vendido,
Y niño mayor de edad,
Por el alma de tu madre
—Que murió, siendo inmortal,
De envidia de mi señora—,
Que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.
Amadores desdichados,
Que seguís milicia tal,
Decidme, ¿qué buena guía
Podéis de un ciego sacar?
De un pájaro ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.
Diez años desperdicié,
Los mejores de mi edad,
En ser labrador de Amor
A costa de mi caudal.
Como aré y sembré, cogí;
Aré un alterado mar,
Sembré una estéril arena,
Cogí vergüenza y afán.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.
(Fragmento de una letrilla, 1580)
(Soneto, 1584)
*licor sagrado: el néctar divino.
**Tántalo: por servir a su hijo como
manjar en el banquete de los dioses fue
castigado a permanecer en medio de un
río cuyas aguas retrocedían cuando quería
beber, y debajo de unos árboles cuyas
ramas se levantaban al intentar coger las
frutas.
Quevedo:
Amor constante más allá de la muerte.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha
sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Descargar