Con sabor a leyenda... LAS DILIGENCIAS URUGUAY por Aníbal BARRIOS PINTOS "Es la última cuesta. Chasquea el látigo", "vamos pingo, ¡tiren guapos! ¡firme Bolero! ¡Heik! ¡yup!" y salen los caballos al galope, guiados por el cuarteador, que va haciendo eses en el camino para aliviar la fatiga del repecho. Es larga la subida. Ya los caballos no galopan; el mayoral menudea los latigazos, y se enronquece gritando a las bestias para animarlas: "¡firmeyegua! ¡tira rosillo! ¡vivo, malacara! ¡vamos! ¡yup! ¡yup! ¡firme!" y asi, entre gritos, latigazos y recuarteadas, llegamos a la cima. ¡Todo un paisaje se abre por delante! Es el valle verde, risueño, vestido de árboles, serpenteado de arroyos, rodeado con un marco de cerros, y en el centro, blanqueando, la villa de Minas..." (1) Asi describía la llegada de la diligencia a la capital serrana a mediados de marzo de 1883, el periodista montevideano Daniel Muñoz. Años antes, en 1852, habla llegado a ese mismo lugar la primera diligencia que existió en la República, uniendo pagos y familias felices de tener, por tin.unapatriaunida. Los viajes por tierra, hasta ese entonces. se realizaban a caballo o en carretas, excepcionalmente en coches de camino, cuando lo permitían los momentos de aquella sobresaltada existencia de trasudada angustia. DILIGENCIA PASANDO £N 1SB7 UN ARROYO EN BALSA ir CON SABOR A LEYENDA... Largos rodeos debían darse para sortear, en ocasiones, los accidenles naturales. De esa manera las jornadas a la pintoresca villa de Minas, se prolongaban por cinco, ocho y hasta más días, según el estado del lerreno o de los arroyos crecidos. i primera diligencia del país Fue en Minas donde nació la idea de instalar una linea de diligencias en el Uruguay, ¡a que fue financiada por acciones de 17 pesos tuertes cada una. La prensa montevideana había creado gran expectativa ante la perspectiva de la pronta realización de tal evento. A fines de julio de 1852 "La Constitución", informando a sus lectores, expresaba: "El vecindario de Minas va a establecer una diligencia entre este pueblo y aquél. Ha venido un agenie a comprar la diligencia o una galera que la supla. El pensamiento ha hallado tan buena acogida que hoy se encuentran reunidas 70 acciones. La diligencia hará todas las semanas un viaje redondo". La Sociedad Emulación, organizadora de la empresa, que presidia Dionisio Ramos y de la cual era tesorero Juan Albistur y contador interventor Froiián Machado (2), había calculado los gastos mensuales en unos 170 pesos, '"dado que se necesitaban 6 bestias, cocheras, postillones, etcétera" (3). No habiéndose podido financiar una diligencia para 12 pasajeros se optó por un carruaje con comodidad para ocho personas, al que se adaptó una división interna "para las señoras que gustasen viajar con independencia". En la información previa al primer viaje se puntualizaba que la diligencia minuana partiría ¡oda las semanas desde Montevideo los viernes a las 8 de la mañana, llegando a destino al día siguiente. Se regresaría los lunes, deteniéndose una hora en la villa de Pando en ambos trayectos. Los precios de cada pasaje eran los siguientes: de Montevideo a Pando, dos patacones y de Montevideo a Minas y viceversa, cuatro patacones, teniendo derecho a transportar cada pasajero un equipaje de hasta una arroba de peso, en una cómoda baca. La plaza de la Constitución, frente al escritorio de Miguel A. Vilardebó, agente de la Sociedad, era el lugar de la partida. 81 El 3 de diciembre de 1852, el mayoral Juan Montero hizo restallar su látigo en el aire, subrayándolo con gritos camperos, y partió el tropel de la caballada en sostenido y tenso esfuerzo, en dirección a Minas. (4) No era criollo este pionero, como debia suponerse, sino natural de las Islas Canarias. Habla sido oficial de Oribe en tiempo de la villa de la Restauración. Cada departamento de nuestra patria tiene el orgullo de haber dado mayorales dominadores de caminos: allá por Cerro Largo se ha dicho que tenían alas las diligencias del vasco Miguel Garate, de los Nieves, Eyherabide, Suárez, Guasque; en Rocha, las de Octavio Cola, Manuel Mazui, Avelino Barrios y Anastasio Pereira; en Paysandú, las de Juan Montiel, padre del poeta y narrador Adolfo Montiel Ballesteros; pero creemos que sólo en dos lugares del país se ha rendido homenaje a estos destemidos héroes civiles, de abnegado y rudo trajín. En Rivera, sus autoridades, dieron el nombre de Pedro Carballo —quien durante 52 años habla recorrido los ásperos caminos de Rivera, Salto y Tacuarembó— a un trozo del camino que inicia la ascensión a las sierras. En Paysandú, una estación del ferrocarril lleva el apellido de otro mayoral, Miguel Pandule, que pereciera ahogado el 17 de marzo de 1895 en el cumplimiento de (o que él consideraba un deber ineludible. Asi relataba el desgraciado suceso un diario sanducero de la época, luego de reseñar la llegada de la diligencia al paso de Santana, que por causa de copiosas lluvias imposibilitaba su cruce. (5) "Pandule. en combinación con los varios pasajeros que traía la diligencia, decidió buscar otro paso más arriba a fin de tentar el vadeo. Frente a la estancia del Sr. D. Luis Araújo existe una picada por donde el referido Pandule quería azotar la diligencia, previa consulta con los pasajeros, pero éstos se opusieron al vadeo considerando el peligro a que exponían sus vidas. Pandule, en vista de la tenaz resistencia de los pasajeros resolvió por último pasar el arroyo a caballo a fin de conducir la correspondencia hasta la parada del tren. (...) Pandule se quitó las botas, cargó con la correspondencia, montó a caballo y se lanzó al arroyo cuya corriente era en esos momentos vertiginosa. Al llegar a la canal tuvo la mala suerte de caer en 82 ALMANAQUE DEL BANCO OE SEGUROS DEL ESTADO mala posición en la hondura, y jinete y caballo desparecieron bajo la superficie de las aguas a la vista de los aterrados pasajeros que se vieron imposibilitados de prestarles auxilio, los que por otra parte hubieran sido inútiles, dada la rapidez con que se produjo el desgraciado accidente. Recién al día siguiente, a las 11 de la mañana, (ue encontrado el cadáver, sobre el cual se halló la valija del correo, un cinlo conteniendo la canlidad de quinientos y tantos pesos, y a más un reloj y algunas monedas de plata que conservaba en los bolsillos del chaleco". Pero volvamos a la primera diligencia, la que iba transitando por la huella de las carretas o chircales interminables rumbo a Minas, realizando prodigios de velocidad, vadeando entre otros los arroyos Toledo. Pando, Solis Chico, del Medio y Grande, La Plata y San Francisco. No ha llegado a nuestro conocimiento los nombres de quienes arribaron a ia vil!a de Minas, pero si los que llegaron a Montevideo al regreso del primer viaje: Juan F. Rodríguez, Ignacio Chalar, Bonifacio Montesdeoca y Juan Piris. Según Gualterio Bose. la empresa "Mensajerías Argentinas" fundada por Patricio Fernández y Juan Rusiñol en 1852, que servia, desde Buenos Aires, la ruta del Sur a Dolores, fue la primera empresa de "gateras" existentes en ia República Argentina, quedando paralizado ese mismo año el servicio, para ser restablecido en 1853. (6| La diligencia que hizo el primer viaje a la capital serrana serta, cronológicamente, la segunda del Rio de la Plata. Ninguna circunstancia hizo variar en los primeros tiempos su puntualidad horaria. Decía "La Constitución" el 10 de di- ' ciembre de 1852: "La diligencia de Minas nos ha dado un chasco. Nosotros todavía medio montados a la antigua, entendíamos que porque estaba lloviendo, suspendería la salida que había anunciado para hoy. Nos engañamos. A la hora señalada emprendió su viaje, llevando a los siguientes pasajeros: D. Manuel Cifuentes, D. Carlos Anaya, D. Antonio Manuel Pérez, O. Pablo Goyena, D. Gabriel Larraldey D. Bautista Bergarory". Pocos días después, en la villa de Minas abria sus puertas una posada, la de Antonio Irigaray, que aseguraba un buen servicio a los pasajeros de ta diligencia, a un precio módico. A veces llegaba en ella algún pianista romántico, como aquél Enrique Palmarini que deleitó con su arte a las bellas y espirituales minuanas en los albores de 1853. En marzo del año siguiente eran dos las diligencias que llegaban hasta la villa serraniega; una conducida por Juan Montero, la otra por su hermano Félix. Rumbo a San José La diligencia Josefina subsiguió a la de Minas. Fue en el café de Muñoz, de una tertulia a la que asistían, entre otros, el médico Luis Choucíño, Manuel Sienra, Francisco Bruno Larriera y Barredo, Juan Dañobeytia, Francisco Clavell, Miguel Curbelo y Félix Ramón Blanco, donde surgió el proyecto de la diligencia, que uniría regularmente la villa de San José con Montevideo. (7) En su edición del miércoles 22 de diciembre de 1852, '"La Constitución" anunciaba su llegada a Montevideo y su salida al dia siguiente desde un local situado en la cal le del Uruguay N° 106. Sixto Déla Hanty ha referido que esta diligencia tenia dos compartimientos (cupé y rotonda). Brindaba asiento a doce pasajeros. Había sido construida por Mandain para la Empresa "Amigos del Progreso" y a su llegada a San José lo hizo por la actual calle 18 de Julio, tirada por ocho caballos tordillos prestados por Francisco Larriera. Después de una evolución "semicircular y ceremoniosa", detuvo su marcha en la plaza. (8¡ El acontecimiento fue festejado con el estallido de media docena de cohetes voladores "con su bombita" y la algarabía de una sirvienta de doña María Vila de López, "llamando a gritos a su patrona para que viera aquel prodigioso artefacto, con cuyo nombre no podía acertar pues !a palabra diligencia era completamente extraña a su léxico escaso". La Empresa "Amigos del Progreso", —según el mismo cronista—, se disolvió siete años después, cuando ya contaba con un capital representado por quince carruajes, unos mil caballos, que habían sido comprados a la cantidad de cinco pesos cada uno, más o menos, y galpones en Las Piedras, Rosario. Porongos y Mercedes. Su capital sirvió para reforzar al de otra empresa creada con el nombre de 'Mensajerías Orientales". CON SABOR A LEYENDA... Algunos trances que debían sobrellevar tos mayorales Peligrosos momentos debieron sufrir aquellos mayorales que a veces volcaban sus diligencias debido ai mal estado de los caminos. En ocasiones los pasajeros debían salvar a pie la distancia que les separaba de algún pueblo cercano, al haber quedado destrozada la galera que los conducía; en otras, como en el caso del mayoral Lagos, que hacia la carrera de 25 de Mayo {Departamento de Florida) a Montevideo, un barquinazo del carruaje le daba en tierra causándole la muerie, al pasarle las ruedas porencima de su cuerpo. (9) Un aspecto sorprenderle, digno de los mejores "western", fue el asalto a una de las diligencias de San José, en 1862, que fuera detenida en el Paso ele Malaojo, el 16 de noviembre de ese año. "por un individuo enmascarado con un revólver en la mano, seguido de seis soldados armados de tercerola y sable, cubiertos medio rostro con sus pañuelos negros, tres de ellos", quienes en búsqueda de una ansiada correspondencia, luego de registrar minuciosamente las valijas, desnudaron a un pasajero, el coronel Francisco M. Acosta(10). El damnificado puso en conocimiento del hecho al Presidente de la República comunicándole que "en esa partida de forajidos venía el Comisario de policía de la villa de Santa Lucia, al cual ordenábale el enmascarado y como aquél obedeciese, me induce a creer que seria el enmascarado algún jefe". Hubo también incendios de diligencias como la que hacia la carrera entre Rocha y Tres islas .(hoy Lascano). Se quemó debido a ia imprudencia de personas que cuando estaba detenida en una carpintería, encendieron fósforos arrojando alguno al interior del carruaje. (11) Con buen tiempo, se cuenta que algunos mayorales hacian maravillas. De un conductor de diligencias minuanas, Eusebio Maris ¡Na, aseguraba otro mayoral, Fé- 93 lix Montero, que rayaba con tiza la pechera de ¡os caballos y luego, desde el pescante, los borraba con la punta del látigo sin tocar los caballos. De Salvatierra se ha dicho que tiraba una moneda a veinte metros y viniendo ai galope le pasaba encima con las dos ruedas de un solo lado. Quien lo ha narrado, el escritor Santiago Dossetti, no determinó si su versión fue recogida en el mundo mágico de los cuentos de logón. (12) Nuestro recuerdo para el cuarteador, que en actitud orientadora azuzaba a tos laderos y enlraba a los arroyos crecidos para comprobar, en arriesgada decisión, las posibilidades de cruce. Si la carreta abrió los caminos de la patria, aposentándose en ella la patria misma cuando el éxodo oriental, como dijera en feliz imagen Emilio Frugoni, la diligencia inició con éxito, al término de la llamada Guerra Grande, la batalla pacifica contra el aislamiento de las distintas regiones del país, en marcha rauda o al paso lento de las caballadas sudorosas, bajo soles abrasadores o nubes de polvo, fustigada por los vientos, el frió o las lluvias torrenciales. Sansón Caí rasco - Artículos, El viaje a Minas. Montevideo, 1953 (21 Gian Gula General "Fin da Siglo" de la Ciudad y Departamento de Ulnas, redactada por Bernardo Machado Amor, pá(j 31 (3) •Comercio del Plata", 15 de agosto de 1852 (4) "La Constitución". 3 de diciembre de 1852. "El Paysandú", de Paysandú. 19 de marzo de 1695. (6) JEWELL. Carlos. Mensajerías Argentinas. págs. 44-45. Buenos Aires. 1966. (i) m i Dela-Hanty. Bernardo, Las primeras diligencias que tuvo el país surgieron de ta Ciudad Matagaia, en "El País". 29 de octubre de 1949. Comercio del Piala" 12 de marzo de 1853. "La República", 9 de abíil de 1862. (10) "La República". 16 de noviembre de 1862. (11) "El Ferro-Carril", 20 de abril de 1878 (12) Morosoli, Juan José. Correos, diligencias, mayorales... en Suplemento Dominical de "El Día". 21 de octubre de 1956. El poeta italiano Gabriel D'Annunzio era, reconocidamente, un hombre muy vanidoso, ya que le encantaba hacer ostentación pública de su talento. Una vez recibió una carta, en cuyo sobre decía sólo esto: "Al me^or poeta de Italia". D'Annunzio la devolvió al correo, sin abrir, y dio esta explicación: "No as para mi. Yo soy el mejor poeta del mundo".