El poblamiento en la comarca de las Cuencas Mineras desde la I

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El poblamiento en la comarca
de las Cuencas Mineras desde la
I Edad del Hierro hasta Época Romana
CARMEN ESCRICHE JAIME
Edad del Hierro
La I Edad del Hierro es el periodo que se desarrolla
entre los denominados Campos de Urnas (Bronce Final) alrededor del siglo VIII y la II Edad del Hierro a
partir del siglo VI-V a.C. A pesar de su denominación
se sigue desarrollando la metalurgia del bronce y será
ya en el siglo V a.C. cuando la fabricación del hierro
se generalice.
El paso de la Edad del Bronce a la Edad del Hierro resulta uno de los periodos más complejos y difíciles de sistematizar porque
aparentemente se produce sin ruptura. Viene a constituir una prolongación de
la anterior con unos sistemas de vida semejantes a la vez que se dan relaciones más intensas con otros grupos culturales. La cultura resultante será una
mezcla entre el sustrato de las poblaciones del Bronce mezclado con las aportaciones de estos pueblos y ya más tarde en los siglos VI-V con la aparición de
las primeras influencias protocoloniales y protoibéricas.
En la comarca de las Cuencas Mineras, gracias a prospecciones sistemáticas
que se han realizado en la zona, conocemos algunos poblados que se desarrollaron en este momento cultural. Los estudios arqueológicos reflejan un aumento demográfico en este periodo así como una actividad económica más
centrada en la agricultura. Los poblados se sitúan ya siempre al aire libre, en
las cuencas de los ríos, en cabezos bien definidos y aislados y predominan sobre el terreno esquemas urbanos, con calle central y viviendas a cada lado de
planta rectangular.
Como yacimiento más importante de esta comarca podemos citar el poblado de
San Jorge en la localidad de Plou, único excavado hasta el momento. Está situado, entre los ríos Martín y Aguasvivas, sobre un cerro con excelente visibilidad,
presenta un amurallamiento en el extremo E. del espolón y en el interior una serie de viviendas de planta rectangular con aparejo irregular en sus muros.
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Poblado de San Jorge en Plou
Se encontraron una importante cantidad de cerámicas realizadas a mano, con
decoraciones incisas, acanaladas, de cordones, etc., cuya forma y decoraciones
responden a diferentes usos, así como objetos de hueso, entre los que destacan
una peineta con decoración geométrica realizada mediante incisiones y varios
objetos más de hierro y bronce.
Podemos considerarlo como un poblado fundamentalmente agrícola, como
demuestra el estudio de su fauna asociada a estos trabajos. El análisis de las
muestras que se recogieron nos permite situar cronológicamente este poblado
entre el siglo VII y el siglo V a.C.
En esta zona encontramos también otros yacimientos que no han sido suficientemente estudiados, pero no por eso hay que considerarlos menos importantes
como el Cerro de las Calderas de Cuevas de Almudén; citar que en las laderas
de este poblado se encontró un importante depósito de pequeñas vasijas todas
de forma bitroncocónicas, cuyo significado no ha podido ser valorado pero que
seguramente tuvo un sentido religioso o votivo; Cabezo de las Ollas y Mango de
la Sartén de Obón, Hontanal de Segura de los Baños, Torrazas II de Plou, Ericas
del Santo Viejo de Mezquita de Jarque, etcétera.
En cuanto a los hallazgos funerarios el único que podemos citar es la necrópolis de El Collado del Lugar, de Obón, donde se recogió una urna de cerámica
con restos humanos calcinados y algún objeto de bronce correspondiente al
ajuar del difunto.
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Época ibérica
Durante los siglos VI-V se experimenta una paulatina transformación cultural
que lleva a las poblaciones de esta zona, desde una cultura de la I Edad del Hierro a la que de manera tradicional viene denominándose cultura ibérica.
Este cambio, que es básicamente cultural, fue en gran parte consecuencia del influjo ocasionado por la presencia, en la costa peninsular, de los pueblos colonizadores
griegos y fenicios. La iberización fue el proceso de adaptación más o menos compleja por los grupos indígenas de nuevos rasgos aportados por los colonizadores.
Será en este momento cuando se difundan el torno rápido en la cerámica, se
generalice el desarrollo de la metalurgia del hierro, aparezcan las primeras
monedas con alfabeto ibérico, etc.
Durante esta etapa el tipo de asentamiento supone una continuación del que se
desarrolla en el periodo anterior, se sitúan en cerros aislados, en ocasiones fortificados. Se mejora el esquema urbanístico, el aparejo de los muros y aumenta
la complejidad de las viviendas.
La escasez de poblados excavados nos impide conocer las características precisas del poblamiento en esta zona.
El sistema económico estaría basado en una economía agrícola y ganadera así
como en el desarrollo de diferentes actividades industriales, como la textil, alfarera, metalúrgica y actividades comerciales que sin duda existieron. Las cecas
presentes en la provincia ilustran las relaciones con los centros comerciales que
mayor influencia tendrían en la zona.
El análisis de los datos linguistícos, arqueológicos y documentales, parece indicar que este espacio estaría situado entre territorio ibérico y celtibérico.
La actual comarca de las Cuencas Mineras sería una zona de frontera entre los
pueblos iberos (sedetanos) y celtíberos, dependiendo su ubicación de los cambios de esta en cada momento. Esta situación se puede apreciar en la ubicación
de la antigua ciudad de Damaniu, identificada por diversos investigadores con
el yacimiento de La Muela de Hinojosa de Jarque, identificación motivada por
sus hallazgos monetarios, por la categoría de ciudad atribuible a este yacimiento y por su perduración en época imperial romana. La situación de este yacimiento entre la Celtiberia y la Edetania de Ptolomeo podría ser el punto de encuentro entre los datos numismáticos y las fuentes clásicas, ya que sitúan esta
ciudad entre los grupos étnicos celtibéricos e ibéricos.
Los iberos y celtíberos fueron sociedades vecinas y con elementos de contacto
pero diferentes en lengua, organización social y económica, que a medida que
se iba imponiendo la presencia romana se fueron acortando.
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Las prospecciones sistemáticas realizadas en esta zona muestran la existencia de
un intenso poblamiento en esta época, aunque al no haberse realizado excavaciones se desconocen muchos de los detalles que nos aportarían éstas.
Así podemos citar numerosos yacimientos, entre ellos, como más importante, La
Muela de Hinojosa de Jarque, ubicado sobre un montículo amesetado en la margen derecha del río Aliaga. En su superficie se aprecian restos de muralla, así como viviendas y otras construcciones, aunque dada la continuidad del poblamiento en época romana y la falta de excavaciones no se pueden delimitar
claramente la extensión de la ciudad ibérica.
Otro poblado importante es El Castillo de Escucha, en el que también se observan
indicios de un importante yacimiento ibérico, con restos de viviendas, sin que se
puedan definir totalmente, y sobre todo material cerámico ibérico de diferentes
formas como cuencos, tazones, kalathoi, jarras, etc. El Cerro de las Calderas y El
Canalizo, de Cuevas de Almudén, yacimientos a citar también con interesantes hallazgos de material ibérico e incluso una placa de cinturón de bronce. En Jarque
de la Val, Los Barrancos y en Mezquita de Jarque, Las Ericas del Santo Viejo, en el
que se conservan restos de muralla realizada con aparejo tosco alternando con
grandes sillares y que conserva también parte del foso que rodearía el poblado.
En la zona de Castel de Cabra, Cerro de Santa Bárbara, cabezo de escarpadas laderas donde se conservan restos de poblamiento ibérico, en la ladera S. se aprecian
viviendas de planta rectangular y foso artificial, frente a éste restos de una muralla
de aspecto ciclópeo. En Alcaine, el Cabezo de la Ermita, con restos de la muralla que protegería el poblado, así como restos de los muros de las viviendas.
Cabezo de la Ermita en Alcaine
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Época romana
Los primeros contactos de esta zona con Roma tuvieron que producirse durante
las campañas contra Cartago a fines del siglo III a.C. Las campañas de Catón
(195 a.C.) y fundamentalmente las guerras celtibéricas, durante las cuales las tierras del valle del Ebro constituyen la retaguardia del ejército, señalan el inicio de
la romanización profunda y de la pacificación total de las poblaciones indígenas.
A partir de este momento la asimilación política es total y los únicos hechos bélicos que ocurren en este territorio están relacionados con la situación interior de
Roma. En el año 77 a.C. Sertorio inicia la conquista de Hispania y las ciudades, especialmente las del Valle del Ebro, fueron destruidas de forma sistemática. Poco a
poco y sobre todo ya después de las guerras civiles entre César y Pompeyo, que
no afectaron prácticamente a nuestro territorio, la población se traslada al llano
abandonando sus poblados, pero este abandono no será total, ya que en algunos
yacimientos se aprecia una continuidad en el poblamiento como podemos apreciar en la La Muela de Hinojosa de Jarque. Puesto que ya no se vuelven a producir episodios bélicos de importancia, el proceso de romanización avanzará de forma notable así como la completa integración en el Estado y la sociedad romana.
La ausencia total de excavaciones de yacimientos romanos en esta zona, nos
impide conocer la base económica de esta etapa que posiblemente no variará
de las anteriores.
No se conocen demasiados núcleos de poblamiento de esta época en esta comarca. Aparte de alguno en la zona de Aliaga y Muniesa, el más importante, al
que ya hemos hecho referencia en etapas anteriores, es La Muela de Hinojosa de
Jarque. Este yacimiento fue sin duda una ciudad con extensión superior a 10 ha,
Vista general de la Muela de Hinojosa de Jarque
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y debido a las labores agrícolas realizadas se encuentran gran cantidad de materiales correspondientes a cerámicas romanas, Terra sigillata itálica, gálica e hispánica, común romana, paredes finas, ánforas, vidrios, etc., lo que nos permite
llevar su cronología hasta el siglo II d.C.
Una de las piezas más singulares encontradas en este yacimiento es un magnífico
brasero de bronce, de forma rectangular, con remate almenado y asas macizas
cuyos extremos representan cabezas de ánades. Se sostiene sobre cuatro garras
huecas, se han conservado cinco de las seis figuras que adornaban los lados más
largos del brasero, cuatro bustos y dos rostros, representando a un Sátiro, Marte
(Dios de la guerra), Sátiro niño sobre cáliz, Ménade o Ariadna y Sileno, relacionados con iconografía dionisíaca. Su datación parece corresponder al siglo I d.C. La
importancia de esta pieza se debe a los escasos ejemplares que se conocen de este tipo; piezas similares podemos encontrarlas en Pompeya o Herculano.
Al pie de este yacimiento se encontró también una lápida funeraria con el texto
inscrito en una cartela rehundida, dedicada a Valeria Severa, esposa de Sempronio Capito. Igualmente, en la partida de El Santo, cercana a este yacimiento, fue
hallada otra lápida que formaría parte de un monumento funerario, dedicada a
Proculo, Elguanus y Dirtanus, pero al conservarse incompleta no se conocen los
nombres exactos.
Durante los siglos III-IV d.C. parece que se produjo un proceso de reorganización de espacios sobre todo en las zonas agrícolas con la proliferación de grandes villae de carácter rural. No se conocen en la actual comarca de las Cuencas
Mineras prácticamente ningún resto que se pueda atribuir a este momento, desconociendo si se debe a la falta de prospecciones sobre el terreno u otras causas que desconocemos.
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La necrópolis rupestre de las Artizuelas II en Las Parras del Martín
JOSÉ ROYO LASARTE
La pequeña necrópolis rupestre de las Artizuelas II se localiza en la margen izquierda del río de Las Parras, aproximadamente a un kilómetro de distancia, aguas
abajo, de la localidad de Las Parras del Martín, en dirección al paraje conocido
como los Hocinos, no en vano a unos 500 metros en una estrecha hoz se localiza
el pozo de las palomas, donde se produce un salto de agua de aproximadamente
15 metros.
Frente a la necrópolis, en la margen derecha del río Martín, se construyó el Molino
bajo de las Parras, hoy abandonado y semiderruido.
Esta necrópolis se caracteriza por una serie de tumbas excavadas en la roca, en los
bloques desprendidos en su mayoría de la cinglera rocosa de la margen izquierda
del río Martín, donde también se observan varias cavidades cerradas con muretes
de piedra en seco para refugio de personas y ganado, y otros muros que configuran amplias cerradas de abancalamientos.
El conjunto de tumbas parece, a primera vista y a falta de excavaciones en la zona,
compuesto por media docena, aunque se detectan en bloques rocosos acumulación
de sedimentos y vegetación que probablemente puedan colmatar y ocultar otras sepulturas. Por lo general su forma es trapezoidal, exceptuando una que adopta una
forma más oval, quizá por su tamaño que es mucho menor, alcanzando apenas los
80 cm de largo. Destacar sin embargo, en contraposición a esta pequeña tumba, entre otras que rondan los dos metros, una que alcanza los 2,20 metros de largo.
Tumba excavada en un bloque calizo desprendido de la cinglera rocosa. Artizuelas II
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Quizá una de las más interesantes de todas las tumbas observables de esta necrópolis rupestre sea una que por su anchura casi alcanza el metro, lo que nos podría
llevar a pensar que se tratase de una tumba colectiva; no en vano, en otra necrópolis rupestre del río Martín –en las Lastras de San José en Albalate del Arzobispo
estudiada bajo la dirección del profesor Antonio Beltrán–, se localizó una sepultura
(la número 5) que contenía restos de tres individuos y no alcanzaba la anchura de
esta tumba de cerca de un metro, puesto que oscilaba desde los 35 cm de anchura
máxima en los pies y los 39 en la cabecera.
Este conjunto de tumbas podríamos ponerlo en relación con las necrópolis rupestres localidades en el valle del río Martín y sus afluentes –como lo es este río de las
Parras en la zona de la cabecera–. Así, encontramos una importante necrópolis en
la zona de La Codoñera, en la margen izquierda del río Escuriza, en término municipal de Estercuel. Otras necrópolis las localizamos en la Sierra de Arcos, en la
Pinarosa, margen derecha del río Martín, frente al Santuario de Ntra. Sra. la Virgen
de Arcos, y, por último, citar la más importante necrópolis rupestre de Aragón al
sur del Ebro, la de las Lastras de San José en Albalate del Arzobispo, que pudo ser
datada en razón de los materiales hallados (abalorios de vidrio, restos del atuendo
de los individuos, tachuelas para el calzado, y análisis radiocarbónicos obtenidos de
diferentes muestras de huesos de los esqueletos) entre los siglos VI y principios
del siglo VIII (años 711-714).
A todo ello, y siempre basándonos en comparaciones en lo referente a la necrópolis de las Artizuelas, donde no se ha realizado un estudio en profundidad ni excavación arqueológica, que generalmente son de forma trapezoidal, al igual que la
mayoría de las tumbas de las lastras de San José en Albalate, añadir que los sarcófagos trapezoidales tienen una larga perduración hasta los siglos XII-XIII.
El hecho que los abalorios de vidrio hallados en las Lastras, estudiados por la especialista Esperanza Ortiz y los análisis radiocarbónicos realizados en varias tumbas, y en concreto la de los abalorios, nos den una datación en la segunda mitad
del siglo VI, nos pone en relación con los cementerios arrianos y por tanto en la
órbita visigoda.
Del otro lado de los Pirineos, y procedentes del norte de Europa, llegaron a tierras peninsulares una serie de grupos humanos que se hicieron con el control y
dominio de la Península Ibérica, sin que la población hispanoromana ofreciese
apenas resistencia, probablemente por el patente debilitamiento y declive del
control romano.
Pese a que la expansión visigoda afectó al valle del Ebro y la existencia de esta población entre el siglo VI y el año 714 (momento de la conquista musulmana) en el
valle del río Martín ya se conocía por la necrópolis asentada sobre los restos de un
poblado ibérico ubicado en el cerro del Palomar en Oliete, son muy escasos los restos materiales conservados de la época y no contamos apenas con datos históricos.
De ahí que si los datos que ha aportado la necrópolis de Albalate en relación a esta desconocida etapa son muy importantes –se han estudiado más de una cuarentena de tumbas pero se han localizado otras muchas en zonas cercanas a la necrópolis–, y los de las necrópolis del Palomar son también de época visigoda, las
semejanzas con la necrópolis rupestre de las Artizuelas II son muchas, y un estudio
y excavación en esta zona podría aportar nuevos datos y conocimientos a este desconocido periodo de la provincia de Teruel.
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Tumba excavada en las rocas calizas de la cinglera. Artizuelas II
Es común en todas estas necrópolis de este periodo cronológico, que las prospecciones realizadas por el entorno no han permitido localizar los poblados relacionados con éstas. Su localización resulta problemática por diferentes motivos. Tenemos
que tener en cuenta que las viviendas –cabañas semiexcavadas en el terreno natural–, por lo general deberían ser de madera, tierra y ramajes para las techumbres.
En raras ocasiones han utilizado la piedra. Asimismo, la vajilla empleada en su gran
mayoría también era de madera, de ahí que se haya perdido el rastro sobre la ubicación del hábitat de estos grupos humanos.
Bibliografía
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