Homilía del día de las Confirmaciones San Estanislao

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Homilía del día de las Confirmaciones
1 de Junio de 2012. Colegio de San Estanislao
Queridos Profesores y Catequistas
Queridos alumnos que os vais a confirmar en la fe:
El libro de los Hechos de los Apóstoles, que algunos han llamado el
Evangelio del Espíritu Santo, nos narra cómo el Colegio apostólico recibió
el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Ellos, los Apóstoles junto con María
la Madre de Jesús y la Madre de la Iglesia, recibieron la misión de llevar a
plenitud el don del Bautismo mediante la unción del Espíritu. Así lo había
prometido Jesús: “Cuando venga el Espíritu, que os enviaré desde el Padre,
el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí”
(Jn 15, 26). Después de la Resurrección Jesús anuncia de nuevo la venida
del Espíritu “Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi
Padre; vosotros por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os
revistáis de la fuerza que viene de lo alto” (Lc 24, 49).
El libro de los Hechos de las Apóstoles nos narra que los Apóstoles
comunicaban a los bautizados el don del Espíritu mediante la imposición de
las manos, después del Bautismo, para llevar a su plenitud la gracia del
Bautismo: “Cuando los Apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron
de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a
Juan, ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el
Espíritu Santo; pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban solo
bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hch 8, 14-16). Bautismo,
Confirmación y Eucaristía dice Benedicto XVI son complementarios e
inseparables, son los sacramentos de la iniciación cristiana. Y comenta el
Papa: “Esta verdad sobre los tres Sacramentos que están en el inicio de
nuestro ser cristianos, se encuentra desatendida en la vida de fe de no pocos
cristianos, para los que estos son restos del pasado, pero sin repercusión
real en la actualidad, como raíces de savia vital”.
Por tanto debemos de alegrarnos hoy, porque la Confirmación que
vais a recibir perpetúa en la Iglesia la gracia de Pentecostés, haciendo
nosotros el mismo gesto de imposición de manos. En la celebración de la
Liturgia del Sacramento hay una imposición de manos general, en la que se
pide para todos los Confirmandos que Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo, envíe el Espíritu Santo y que llene a los Confirmandos:
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• del don de Sabiduría, para crecer en la fe y ver la acción de
Dios en el mundo;
• del don de inteligencia, para que nos hace capaces de buscar y
encontrar la verdad;
• del donde consejo, para que nos ayude a discernir las
situaciones y no nos deje caer en la tentación;
• del don de fortaleza, que nos da fuerzas para defender a Cristo
y a la Iglesia en medio de las dificultades de la vida;
• del don de ciencia que nos hace capaces de llenarnos de la
sabiduría de Dios;
• del don de piedad que nos llena de un gran respeto hacia las
cosas de Dios y hacia los hermanos, y
• del don del santo temor de Dios que nos hacer ver la grandeza
y soberanía de Dios.
Estos son los dones de los que nos habla el Profeta Isaías; son los
dones del Espíritu: Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La vida
moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo.
Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir
los impulsos del Espíritu Santo”. (1830)
Ya os lo han explicados vuestros catequistas, cómo, en el rito de la
Crismación, después que a cada uno de los que se van a confirmar se le
llama por su nombre, se le impone la mano sobre la cabeza al mismo
tiempo que se le unge en la frente con el Santo Crisma. El Santo Crisma es
aceite perfumado, bendecido por el Sr. Obispo en la Misa Crismal en la
Catedral el Miércoles Santo. La unción conmemora un rito muy antiguo. El
rito de la unción significaba el momento de elección de los reyes, de los
profetas y de los sacerdotes. El ungido con el don del Espíritu es un hombre
o una mujer libre como un rey, que puede hablar en nombre de Dios como
un profeta y que puede consagrar toda la realidad de su vida y del mundo a
Dios como un sacerdote.
Ese Espíritu de amor se os va a comunicar también a vosotros por la
imposición de las manos mías en nombre del Obispo, que es el ministro
ordinario de este Sacramento. Este Espíritu os va a dar a cada uno de
vosotros y de vosotras los diferentes carismas o gracias expresados en
vuestras vidas en vocaciones diversas, y os va a llevar a la confesión de una
misma fe y a hacer progresar a todo el cuerpo de la Iglesia en unidad y en
santidad.
Así como el Bautismo significa ser marcados con el sello de la vida,
cuando renacisteis por el agua, ahora la Confirmación va a haceros
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miembros más perfectos de la Iglesia, configurándoos más plenamente al
Jesús del Evangelio, al que queréis seguir. Seréis marcados en vuestras
frentes, al mismo tiempo que se os impone la mano con la gloriosa cruz de
Cristo y se os dirá después de vuestro nombre “recibe por esta señal el
don del Espíritu Santo”.
Esta elección de Dios os tiene que llevar a un compromiso. Oigamos
de nuevo a Benedicto XVI en el Mensaje en la Jornada mundial de la
Juventud, 2008: “La Confirmación nos da una fuerza especial para
testimoniar y glorificar a Dios con toda nuestra vida; nos hace
íntimamente conscientes de nuestra pertenencia a la Iglesia, «Cuerpo de
Cristo», del cual todos somos miembros vivos, solidarios los unos con los
otros. Todo bautizado, dejándose guiar por el Espíritu, puede dar su
propia aportación a la edificación de la Iglesia gracias a los carismas que
Él nos da, porque «en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien
común»”.
No dejemos, pues, escapar el Espíritu, no dejemos escapar el
momento presente. Cuando el Espíritu actúa en el bautizado produce en el
alma sus frutos, esos frutos que nos describe San Pablo en su carta a los
Gálatas: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad,
modestia, dominio de sí” (Gl 5, 32). Al dar esos frutos en vosotros haréis
que vuestro vivir cotidiano sea ante el mundo un testimonio de Cristo.
Hará que se os reconozca como cristianos en medio de un mundo,
desgraciadamente, muy contrario al sentir cristiano. Os dará fortaleza y os
quitará el miedo de confesar a Cristo ante el mundo. Recordad las palabras
del Beato Juan Pablo II: “No tengáis miedo”.
Benedicto XVI nos ha regalado este año un nuevo Documento,
Porta Fidei, La puerta de la Fe, en el que proclama el año de la fe que
comenzará en el próximo Octubre de este año 2012, cincuenta años
después del Concilio Vaticano II. Dice el Papa: “Atravesar la puerta de la
fe supone emprender un camino que dura toda la vida”. “Como la
samaritana, -continúa el Papa-, también el hombre actual puede sentir de
nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita
acreer en Él y a extraer el agua viva que mana de su fuente”.
Queridos jóvenes confirmandos, con el Sacramento de la
Confirmación recibís la plenitud del Espíritu y termináis vuestra iniciación
cristiana. Ahora debéis ser adultos en la fe. Ahora os toca seguir el camino
de la vida, cada uno en la misión que el Señor le tiene encomendada, pero
intensificando vuestra formación con la celebración de la fe en la Liturgia
de la Iglesia y de modo particular en la Eucaristía.
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El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice que los primeros
cristianos estaban juntos con María, la Madre de Jesús, cuando recibieron
al Espíritu Santo. También hoy está con nosotros María, la Virgen del
Colegio. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada bienaventurada por
Isabel, porque creyó, que os ayude en este camino de la fe que hoy
emprendéis con un nuevo impulso.
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